Está en la página 1de 36

2015

- 09 - 30

Revista Aranzadi de Derecho Ambiental


Año 2015
Número 30 (Enero-Abril)
Doctrina
Artículos
9. El constitucionalismo de la escasez (derechos, justicia y sostenibilidad) (JORDI JARIA I MANZANO)

9 El constitucionalismo de la escasez (derechos, justicia y sostenibilidad)

JORDI JARIA I MANZANO

Profesor Serra Húnter de Derecho constitucional y ambiental. Universitat Rovira i Virgili – Centre d’Estudis de Dret Ambiental de
Tarragona

ISSN 1695-2588

Revista Aranzadi de Derecho Ambiental 30


Enero - Abril 2015

Sumario:

1. Introducción
2. El medio ambiente como derecho, el estado social y el desarrollo sostenible
2.1. Estado social y protección del medio ambiente: cuestiones preliminares
2.2. El desarrollo sostenible como eje conceptual de la respuesta hegemónica a la crisis ambiental
2.3. El derecho a un medio ambiente adecuado
3. La justicia ambiental como alternativa al desarrollo sostenible
3.2. La justicia ambiental y la inequidad del metabolismo social global
3.3. Desarrollo y derechos: la quiebra en la periferia
4. Justicia ambiental, pluralismo y derechos
4.1. Más allá de la acumulación capitalista: otras prácticas de reproducción social y el paradigma de los derechos
4.2. Los derechos de la naturaleza
5. Derechos y sostenibilidad
6. Responsabilidad, precaución y pragmatismo: el constitucionalismo de la escasez
7. Recapitulación: el impacto de la crisis ambiental en las bases culturales del constitucionalismo
8. Bibliografía

1. INTRODUCCIÓN

El objeto de este artículo es considerar como la crisis ambiental impacta en las bases culturales del constitucionalismo. Parto de
la idea de que la tradición constitucional se construye de acuerdo con un fundamento cultural que responde al individualismo
posesivo y al ethos burgués, fijando las condiciones de apropiación de los recursos que permiten el despliegue del proceso de
acumulación capitalista. Es en este contexto en el que aparece la idea de los derechos, desde el primer documento constitucional
moderno —el Bill of Rights (1688). La idea originaria, como es sabido, es la garantía —ante los poderes públicos— de la libertad y
la propiedad. A partir de este patrón, en el que el individuo se construye como presupuesto de la comunidad y ésta como garantía
de sus derechos intrínsecos, de acuerdo con el modelo contractualista que va desplegándose desde Hobbes a Locke y que culmina
con la Glorious Revolution , se desarrolla el paradigma de los derechos, que expresa la pulsión emancipadora del proyecto
moderno y que se relaciona, asimismo, con la creación de las condiciones de apropiación que permiten el despliegue del proceso
de acumulación capitalista —estrategias como la supresión de la propiedad comunitaria sobre la tierra, por ejemplo.

Desde entonces, en adelante, en buena parte, la evolución del estado constitucional ha sido la evolución del paradigma de los
derechos —así, el estado democrático o el estado social responderían al reconocimiento de nuevos grupos de derechos, que, a
pesar de la pretensión de articularse en ocasiones como matrices innovadoras, como sucede con los pretendidos derechos
colectivos, en realidad responden al mismo esquema del individuo frente al estado que inspira las primeras declaraciones de
derechos y que se vincula al ethos burgués 1). La tesis que pretendo defender en las páginas siguientes es que el paradigma de los
derechos, como otros aspectos del Derecho constitucional, entra en crisis con la toma de conciencia social de la limitación de los
recursos, que, de algún modo, es el punto central de la crisis ambiental —la limitación de la capacidad de carga del planeta—,
contribuyendo a generar un nuevo paradigma constitucional, al que me refiero como constitucionalismo de la escasez.

Según mi punto de vista, el individualismo posesivo parte de una idea abstracta de individuo que responde a una visión utópica,
que reposa en la creencia en una naturaleza ilimitada y dominable susceptible de satisfacer indefinidamente las pulsiones del
ethos burgués, en términos de crecimiento continuo del metabolismo social y, eventualmente, extensión del bienestar, en los
términos en que se concibe de acuerdo con tal patrón cultural. Así, los derechos humanos afloran en el marco de la Modernidad
occidental, vinculados a una idea abstracta del ser humano, relacionada con la creación de un espacio cultural homogéneo que
permite el desarrollo del proceso de acumulación capitalista 2).

Efectivamente, las ideas hegemónicas de la Modernidad europea —progreso, razón, pero también derechos— dan lugar a un
metabolismo social creciente, que implica el uso cada vez mayor de recursos naturales para la reproducción social. Cuando el
crecimiento transciende un cierto punto, se produce la crisis ambiental. Ante dicha crisis, la reacción primaria es articular
soluciones paliativas que permitan el sostenimiento del proceso dentro de los límites marcados por el soporte natural en el que se
desarrolla. Ello significa que el paradigma de los derechos no se impugna.

Ahora bien, la crisis ambiental, en la medida que muestra que el despliegue del metabolismo social sobre el soporte físico de las
sociedades humanas tiene consecuencias relevantes y que, de hecho, el pretendido carácter inagotable de los recursos no es otra
cosa que un mito moderno, impugna las matrices utópicas en la que se ha construido la cultura de los derechos, aunque esta
continua conservando un atractivo muy significativo, en la medida que se vincula al relato emancipador de la Modernidad y que
ello continua inspirando movimientos sociales que pretenden reaccionar a situaciones de injusticia en todo el mundo.

La pretensión de estas páginas, en diálogo con la evolución de la tradición constitucional hasta sus ejemplos más actuales —desde
las revoluciones norteamericana y francesa hasta los procesos constituyentes de Bolivia y Ecuador—, es intentar mostrar los
límites de la cultura de los derechos como paradigma constitucional hegemónico a la hora de responder a los retos sociales
fundamentales que plantea la crisis ambiental, esto es, a la toma de conciencia de la limitación de los recursos y la necesidad de
transitar de una economía de frontera a una ecología de nave espacial 3).

En relación con esto, después de mostrar como el medio ambiente se construye como bien jurídico en el constitucionalismo
reciente —a saber, como límite a los derechos cuya protección se diseña como función del estado, y, más tarde, como objeto de un
derecho, en el marco de los ciclos de reproducción social que ocurren en el interior del estado—, voy a considerar el punto de
vista de la justicia ambiental —que obliga a trascender las fronteras del acuerdo fundamental sobre los derechos y el bienestar
en el marco estrecho del estado-nación—, de la sostenibilidad —en la medida que enfrentarse a recursos limitados y vulnerables
obliga a considerar el legado que la generación actual deja a las generaciones futuras—, y finalmente, del pluralismo cultural
—en la medida en que tomar en serio otras culturas más allá del paradigma hegemónico obliga a considerar patrones de
reproducción social no necesariamente basados en los derechos y que ello puede ofrecer estrategias apropiadas para gestionar la
limitación y la vulnerabilidad de los recursos.

2. EL MEDIO AMBIENTE COMO DERECHO, EL ESTADO SOCIAL Y EL DESARROLLO SOSTENIBLE

En el marco del proceso de degradación del medio ambiente que empieza a detectarse hacia mediados de la década de los sesenta
y en respuesta a las demandas de la opinión pública, empiezan a desplegarse políticas públicas ambientales y a generarse las
primeras normas propiamente de Derecho ambiental. La National Environmental Policy Act (NEPA) norteamericana es el primer
cuerpo legal que afronta de manera comprehensiva y sistemática la cuestión ambiental. Sucesivamente, diferentes normas
constitucionales irán refiriéndose a una constelación de problemas que, lejos de ser anecdóticos, como en algún momento habría
podido parecer, se consolidan como un elemento fundamental en las preocupaciones de las sociedades contemporáneas,
integrándose en el Derecho constitucional

2.1. ESTADO SOCIAL Y PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE: CUESTIONES PRELIMINARES

En un primer momento, la constitucionalización de la cuestión ambiental se realiza a través de técnicas que se habían ido
desplegando a lo largo del proceso de evolución del Estado social, esto es, Staatsaufgaben o Staatsziele , aunque muy pronto y
respondiendo justamente a esa dinámica de mimetismo con el Estado social, así como a la consolidación de la cultura de los
derechos humanos a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, va a desarrollarse la idea de los derechos ambientales 4). En
cualquier caso, el patrón de reconocimiento constitucional de la problemática ambiental va a articularse en el sentido de una
limitación de los derechos originarios del liberalismo, los que constituían el núcleo jurídico del despliegue del proceso de
acumulación capitalista, al mismo tiempo que patrón teórico de la cultura de los derechos, a saber, la propiedad y la libertad

Así, el reconocimiento del derecho a un medio ambiente adecuado —como sería el caso de la Constitución española— o el
establecimiento de tareas o finalidades públicas en relación con la protección del medio ambiente acaban habilitando a los
poderes públicos para limitar los derechos individuales económicos en su tarea de determinación del medio ambiente protegido,
que se presenta, aquí, como un límite para las posibilidades de uso de los recursos naturales por parte de los actores
económicos 5). En definitiva, la protección del medio ambiente, en la forma en que esté constitucionalmente consagrada —incluso
en forma de derecho— aparece como una habilitación para los poderes públicos ante los derechos económicos de los
particulares.

De acuerdo con este patrón, el primer constitucionalismo ambiental —Bulgaria (1971), Suiza (1971), Hungría (1972), Grecia (1975)
— fue más bien prudente en relación con el reconocimiento de un derecho al medio ambiente 6). Más bien, se preveían marcos
constitucionales destinados a habilitar la intervención de los poderes públicos en el sistema económico con el fin de limitar el
despliegue de un metabolismo social que empezaba a dar muestras de deteriorar una base limitada y vulnerable. Es significativo
que, sea cual fuera su papel limitador real en la actuación de los poderes públicos, dichas cláusulas se introdujeran tanto en el
constitucionalismo occidental, como en las democracias populares del antiguo bloque del Este.

En cualquier caso, de acuerdo con tales cláusulas, los poderes públicos son apoderados con una facultad para la delimitación de
los derechos ( Freiheitsbeschränkungen ) con el objeto de garantizar un medio ambiente adecuado para su despliegue, que
constituye uno de los elementos fundamentales del ideal de bienestar asociado a la dignidad de la persona que el Derecho
protege ( Freiheitsvoraussetzungen ) 7). La función social de la propiedad adquiriría, en este contexto, una faceta ambiental 8).
Todo ello situaba la cuestión en el marco de la constitución económica 9). De este modo, las normas constitucionales de protección
del medio ambiente pasarían a integrarse en ella, determinando la actividad de los actores del sistema y definiendo límites
jurídicos para el desarrollo del metabolismo social 10).

Este desarrollo está abierto a una multiplicidad de finalidades constitucionales, entre las que figura la protección del medio
ambiente, que puede tener un lugar más o menos central. En cualquier caso, la inclusión de la protección del medio ambiente
entre los bienes constitucionales protegidos implica una decisión constitucional sobre el modelo económico que corresponde
desplegar al legislador, de acuerdo con un programa más o menos amplio de objetivos, que dará lugar a la disciplina del
metabolismo social en el marco de los parámetros constitucionales. Ello es el fundamento de la intermediación legislativa en
relación con el derecho a un medio ambiente adecuado, en el marco de una constitución abierta 11).

La necesidad de concretar la configuración protegida del medio ambiente a través de la función legislativa —y, a partir de ahí, de
la tarea derivada del gobierno y la administración— se fundamenta en el juego de equilibrios que deriva de la existencia de una
constitución abierta 12). En la medida que se consagra el principio democrático, se reconoce una diversidad de opciones en la
determinación de las políticas públicas y las soluciones legislativas que las acompañan, asociadas a la complejidad de los bienes
jurídicos constitucionales en presencia, cuya ponderación aparece, en primer lugar, como resultado de los intereses que se hacen
presentes en el proceso democrático.

En consecuencia, la caracterización del medio ambiente protegido por el derecho es una decisión política emanada, en primer
lugar, de los órganos representativos, lo que abre el espacio normativo a una diversidad de soluciones, excluyendo una
predeterminación absoluta del medio ambiente protegido en la constitución formal, que conduciría al decisionismo judicial 13). El
establecimiento de tareas públicas en relación con la protección del medio ambiente en la constitución define un ámbito de
actuación normativa que implica condicionantes para la acción de los actores económicos, con la finalidad de cohonestar el
medio ambiente realmente existente con aquél propugnado por el Derecho 14).

En este contexto, la protección del medio ambiente aparece, a la vez, tanto como límite y como presupuesto para los derechos. En
relación con esto último, se presenta como un bien jurídico instrumental orientado a la protección de la persona individual y a la
garantía de su bienestar 15). En definitiva, cuando se produce el daño ambiental, el disfrute de los derechos está en peligro. En
efecto, el medio ambiente no debe deteriorarse hasta el punto en que el derecho a la vida, el derecho a la salud, el derecho a la
intimidad o incluso el derecho a la propiedad, entre otros, son seriamente e inadmisiblemente afectados 16).

Por todo ello, en el marco del modelo constitucional del estado social, de acuerdo con la idea de constitucionalismo existencial, el
medio ambiente se presenta, asimismo, como un límite a los derechos que integra la constitución económica y define así el marco
normativo del metabolismo social dentro del sistema de reproducción social concreto de un estado-nación, al que corresponde un
cierto marco constitucional 17). La protección del medio ambiente en el marco del Estado define así ökologisches
Existenzminimum , que integraría el mínimo existencial protegido, el bienestar generalizado por el sistema 18).

Paralelamente a la activación de mecanismos jurídicos dirigidos a limitar los derechos individuales económicos con objeto de
proteger el medio ambiente, se fue desarrollando el reconocimiento de un derecho al medio ambiente, tanto en el Derecho
constitucional interno de los estados como en el Derecho internacional 19). Efectivamente, en el marco de las ideas dominantes en
el despliegue del metabolismo social propio del proceso de acumulación capitalista, los derechos, correspondientes a la matriz
originaria del individualismo posesivo sobre la que se construye la tradición constitucional, impregnan pronto el discurso
jurídico sobre la protección del medio ambiente, que aparecerá ya no solo como un límite/presupuesto para los derechos, sino
como objeto de un derecho en particular.

El medio ambiente adecuado pasa a integrar así el bienestar de patrón burgués o liberal, de acuerdo con el paradigma de
mínimos garantizados para todos en el marco del estado social continental o el welfare state anglosajón 20). Por ello, enlazando
con el paradigma del individualismo posesivo y el ethos burgués, el derecho al medio ambiente, en el marco del estado social o
del sistema universal de los derechos humanos, incorpora la necesidad de promover el desarrollo para ampliar la capacidad del
sistema de proporcionar bienestar de acuerdo con la concepción hegemónica. En consecuencia, la progresiva construcción de un
derecho humano a un medio ambiente sano o de diferentes derechos ambientales corre paralela a la consolidación del desarrollo
sostenible como matriz fundamental en la gobernanza del metabolismo social.

2.2. EL DESARROLLO SOSTENIBLE COMO EJE CONCEPTUAL DE LA RESPUESTA HEGEMÓNICA A LA CRISIS AMBIENTAL

El desarrollo sostenible es el patrón conceptual definido en el marco de Naciones Unidas para integrar la necesidad de responder
a la crisis ambiental en el sistema de valores propugnado por la organización, articulado por la Declaración Universal de
Derechos Humanos (1948) y los dos pactos internacionales de 1966 —el de Derechos Civiles y Políticos, y el de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales— 21). Así, aunque la Cumbre de Estocolmo (1972) apuntara una cierta aproximación audaz a la
recién constatada problemática ambiental, fue consolidándose un discurso reformista y gerencial sobre la cuestión, que, por otra
parte, enlazaba con el paradigma de los derechos humanos, así como con el constitucionalismo del bienestar en los estados-
nación del centro de la economía mundial.

La idea central en la asimilación de la crisis ambiental por el discurso hegemónico es el desarrollo sostenible, que fue definido y
propugnado por el llamado Informe Brundtland (1987), que pretendía conjugar las aspiraciones de los países de la periferia de la
economía mundial, articuladas en torno el derecho al desarrollo, con la nueva sensibilidad ambiental —no siempre sincera— de
las sociedades centrales, sin incidir en la estructura institucional del capitalismo global y su favorecimiento de la desregulación
creciente en materia de comercio e inversiones 22). El mencionado informe define el desarrollo sostenible como aquel que
«asegura las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para enfrentarse a sus propias
necesidades» 23).

La idea de desarrollo sostenible se incorpora con posterioridad a la Declaración de Rio de Janeiro sobre el Medio Ambiente y el
Desarrollo (1992), que empieza por dejar claro su carácter antropocéntrico al afirmar que los seres humanos constituyen el
centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible (principio 1), delimitando, al mismo tiempo, el derecho al
desarrollo de acuerdo con la idea propugnada por el Informe Brundtland (principio 3) 24). Estas ideas se reiteran en el documento
final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (2012), que propugna la economía verde como
concepto central en el marco de una presión desarrollista aumentada por el escenario de crisis económica profunda, que viven
los países del centro de la economía mundial desde 2008 25). En cualquier caso, se trata de conseguir un punto de equilibrio entre
tres polos o perspectivas diferentes, a saber, la protección del medio ambiente, la solidaridad social y la eficiencia económica,
aunque esta última acaba constituyéndose en eje central, como muestra el documento final de la Conferencia Río+20 26). De este
modo, entre las tres estrategias posibles en el camino hacia el desarrollo sostenible, a saber, la población planetaria, los hábitos
de consumo y la innovación tecnológica, se pone la última, en el marco de un paradigma desarrollista 27).

El desarrollo sostenible ha hecho fortuna como sustento de las políticas ambientales en todo el planeta, siendo elevado a
principio jurídico por diferentes documentos constitucionales y legislativos. Deben mencionarse aquí el artículo 3.3 del Tratado
de la Unión Europea (de acuerdo con la versión introducida por el Tratado de Lisboa), así como distintos textos
constitucionales 28). Pueden traerse a colación, por ejemplo, la Constitución suiza de 1999 o la Charte de l’environnement francesa,
de 2004 29). Aunque la Constitución española no ha incorporado explícitamente el concepto —dada la parquedad del número de
reformas que ha experimentado—, puede considerarse integrado en una interpretación conjunta de los artículos 40.1, 45 y
130 30).

2.3. EL DERECHO A UN MEDIO AMBIENTE ADECUADO

De acuerdo con la pretensión de incorporar la protección del medio ambiente a las estrategias de legitimación de los mecanismos
hegemónicos de reproducción social, tanto desde el punto de vista del estado-nación, como en el marco de Naciones Unidas, las
respuestas intrasistémicas que se han planteado han intentado incorporar la protección del medio ambiente a los derechos
humanos. En este sentido, ha ido consolidándose la idea del derecho a un medio ambiente sano, que si bien tiene aún un
reconocimiento limitado, se ha extendido considerablemente en el marco de la cultura universal de los derechos.

El punto de partida, como para tantas otras cosas en relación con la respuesta jurídica a la crisis ambiental, fue la Conferencia de
Estocolmo. El principio primero de la Declaración de Estocolmo (1972) ha sido considerado, en este sentido, el primer paso para
reconocimiento de derechos en relación con la protección del medio ambiente 31). En ese mismo momento, en Estados Unidos, se
produjeron algunos desarrollos constitucionales interesantes en esta misma línea, con el reconocimiento del derecho a un medio
ambiente sano en las constituciones estatales de Illinois (1970) y Montana (1972), aunque sin continuidad, en buena parte, por la
inexistencia de un debate serio a nivel federal en relación con la incorporación de derechos ambientales a la Constitución 32).

El camino para el reconocimiento del derecho a un medio ambiente sano o adecuado en el constitucionalismo lo abre la
Constitución portuguesa de 1976, un texto determinante en la evolución posterior del constitucionalismo ambiental, que señala el
camino, asimismo, para la inclusión de derechos ambientales en documentos de carácter internacional 33). De hecho, hacia
finales de la década de los setenta del siglo pasado, el reconocimiento de un derecho humano relacionado con la protección del
medio ambiente empieza a consolidarse, si bien es cierto que, en ciertos contextos, es explícitamente rechazado, como en el caso
paradigmático de la reforma de 1994 de la Ley Fundamental de Bonn, que introduce el artículo 20a 34).

Así, en el escenario internacional, el derecho a un medio ambiente sano, sin alcanzar un reconocimiento universal —la
formulación perifrástica del principio 1 de la Declaración de Rio no es muy útil en este sentido—, ha ido abriéndose camino, de
forma que puede hablarse de un derecho humano in statu nascendi 35). En el plano universal, a pesar de no figurar en ninguno
de los documentos pertenecientes al sistema de derechos humanos amparado por Naciones Unidas, el derecho al medio ambiente
ha tenido acogida en algún texto de soft law , como la Declaración de Vizcaya (1999), aprobada bajo los auspicios de la UNESCO y
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que reconoce en su artículo primero que todos tienen
el derecho a un medio ambiente sano y ecológicamente equilibrado 36). Por otra parte, si bien la Conferencia de Estocolmo
apuntó, como se ha dicho, hacia el reconocimiento de un derecho al medio ambiente sano, posteriormente, no han producido
grandes avances en el Derecho internacional universal 37).

Sin embargo, son los sistemas regionales de derechos humanos los que han sido más proclives al reconocimiento de derechos
ambientales. Así, deben mencionarse tanto el artículo 24 de la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos (1981) 38),
así como el artículo 11 del Protocolo de San Salvador (1988), adicional a la Convención Americana de Derechos Humanos 39). En
cambio, el Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH) no incluye hasta la fecha ningún derecho en relación con la
protección del medio ambiente, aunque la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobó en 2003 la Recomendación
1614, en el que se propugnaba la redacción de un protocolo adicional que recogiera derechos de carácter procedimental en
relación con el medio ambiente 40).

Sin embargo, no debe olvidarse la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que, a partir de los
derechos reconocidos en el CEDH y, particularmente, el artículo 8 —derecho a la vida privada y familiar—, ha ido construyendo
una esfera de intangibilidad personal ante los perjuicios ambientales en el marco de un discurso anclado plenamente en los
derechos humanos 41). Todo ello contribuye a pensar en un reconocimiento progresivo de derechos en relación con la protección
de medio ambiente en el ámbito internacional.

Seguramente, el caso más significativo de este proceso es el Convenio sobre el acceso a la información, la participación del
público en la toma de decisiones y el acceso a la justicia en materia de medio ambiente, hecho en Aarhus el 25 de junio de
1998 42). El Convenio fue firmado en el marco de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa y, gracias a su
impacto, ha contribuido a orientar el derecho al medio ambiente sano hacia su faceta procedimental.

Por otra parte, desde la Constitución portuguesa de 1976, el reconocimiento del derecho a un medio ambiente adecuado ha sido,
asimismo, un fenómeno ciertamente corriente en el constitucionalismo comparado. En este sentido, pueden encontrarse
numerosos ejemplos significativos, entre los que deberían mencionarse diferentes constituciones de América Latina —Chile
(1980), Brasil (1988), Colombia (1991) y Costa Rica (reforma de 1994), entre otras—, así como, más recientemente, la ya
mencionada Carta francesa del medio ambiente 43). Los desarrollos recientes en Ecuador (2008) y Bolivia (2009) apuntan en una
dirección nueva que recuperaré más adelante.

En cualquier caso, dentro del paradigma del desarrollo sostenible, que pretende integrar la protección del medio ambiente en las
aspiraciones de desarrollo económico y una cierta equidad social de la cultura política de la Ilustración, se ha ido consolidando,
tanto en el plano interno como en el internacional, la idea de un derecho sustantivo a un medio ambiente adecuado, así como la
de derechos procedimentales en relación con la protección ambiental 44).

En este punto, puede verse que, a partir del paradigma del desarrollo sostenible, la construcción de la protección ambiental como
derecho contribuye a su absorción en el marco del discurso hegemónico de reproducción social. Ello se ve con claridad en la
proyección de las políticas ambientales —sea como resultado de encargos constitucionales a los poderes públicos, sea como
consecuencia del reconocimiento de un derecho— se proyectan en el marco de bienestar definido por el estado social, en sus
diferentes versiones, incluso en su condición erosionada y precaria después de la consolidación de los dogmas neoliberales y las
pretendidas políticas de austeridad del sector público 45).

Esto puede apreciarse en el debate académico sobre la naturaleza del derecho al medio ambiente, que, como no podía ser de otro
modo, intenta ubicarlo en el contexto de la evolución de los derechos en la tradición constitucional —asumiendo, de paso, el
patrón del progreso propio de la cultura hegemónica. Así, una parte de la literatura, de acuerdo con la idea de que el nuevo
derecho al medio ambiente constituye una manifestación novedosa de la cláusula de estado social, ya que, en definitiva, coincide
con las técnicas de limitación de los derechos económicos individuales y, por tanto, con las estrategias reguladoras del mercado
de tal forma de estado, ha decidido encuadrarlo entre los llamados derechos sociales 46). Otro sector, en cambio, ha preferido
subrayar el carácter innovador del derecho a un medio ambiente adecuado en relación con el estado social clásico, apelando a
categorías como derecho de solidaridad o de tercera generación, aunque sin romper los esquemas hegemónicos de construcción
de lo político y los fundamentos de la tradición constitucional, vinculados al individualismo posesivo y al ethos burgués 47).

En conclusión, el derecho al medio ambiente, encuadrado en el programa político, económico y social del desarrollo sostenible,
supone una reconducción de la crisis ambiental hacia los marcos de comprensión hegemónicos, lo que supone, en los estados del
centro de la economía mundial, una visión gerencial que obvia la huella ecológica del programa de bienestar que les legitima 48).
Este bienestar, efectivamente, se garantiza a costa de la explotación de los recursos naturales de los lugares periféricos, que
asumen los costes ambientales del bienestar de otros 49). Por otra parte, en los estados de la periferia, ello genera una pulsión por
el desarrollo en los términos impuestos por el discurso hegemónico, que compromete cualquier política de protección seria, dada
la dependencia que tienen de sacrificar sus recursos naturales para obtener la financiación necesaria para sus frágiles políticas
sociales 50).

La continuidad con el paradigma de los derechos heredado del constitucionalismo clásico a la hora de afrontar la cuestión
ambiental oculta la vinculación entre la crisis ambiental y la progresiva extensión del ethos burgués al conjunto de la población
(de los estados del centro de la economía mundial), esto es, del welfare state angloamericano y, sobre todo, del Estado social
europeo, en el marco de las estrategias de legitimación y reproducción del capitalismo fordista 51). No se rompe, pues, con la
concepción antropocéntrica dominante, sino que se le añade una dimensión ambiental, dentro de la lógica del constitucionalismo
existencial, que pretende materializar el ideal utópico del primer constitucionalismo a través del horizonte de la extensión social
del bienestar, aunque no logra escapar del individualismo posesivo como matriz ideológica más o menos explícita 52). En este
sentido, como señala Bosselmann, «[i]ndividually, human rights such as property rights represent entitlements to the use of the
environment. Collectively, the exercise of rights leads to a systemic, large-scale environmental degradation» 53).

El enmarcamiento constitucional de la cuestión ambiental en el contexto de la legitimación de las estructuras políticas asociada a
su capacidad de generar una esfera de autonomía significativa para los individuos relacionada con una cierta capacidad de
consumo —el ethos burgués encapsulado en la cláusula de estado social— contribuye a ignorar la presión insostenible sobre el
soporte físico del sistema de reproducción social que implica el crecimiento constante del metabolismo social 54). Asimismo,
tiende a desconocer las inequidades en el reparto global de los perjuicios ambientales que conllevan las estrategias de
apropiación concebidas en el modelo hegemónico de regulación de la economía, así como las que se producen en relación con el
uso de los recursos naturales disponibles 55). En este contexto donde aparece la idea de justicia ambiental, que pone en discusión
el paradigma del desarrollo sostenible. Deberemos ver, seguidamente, hasta qué punto la cultura de los derechos puede encajar
en esquemas de distribución más equitativos y contrahegemónicos. Primero, sin embargo, debemos detenernos en la naturaleza
de la justicia ambiental como alternativa al desarrollo sostenible.

3. LA JUSTICIA AMBIENTAL COMO ALTERNATIVA AL DESARROLLO SOSTENIBLE

La justicia ambiental aparece en el ámbito del movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos a lo largo de los años
ochenta. La movilización entorno a la instalación, anunciada en 1978, de un sumidero para suelos contaminados por un caso de
vertidos ilegales en la localidad de Afton, en el condado de Warren, en Carolina del Norte, es considerado el punto de partida de
un movimiento que se irá desarrollando a lo largo de la década. Efectivamente, la comunidad afectada en ese caso era una
comunidad de bajos ingresos y mayormente compuesta por afroamericanos. Se produjo, a consecuencia de ello, una movilización
social que subrayaba la distribución inequitativa de las instalaciones contaminantes, que se situaban, generalmente, en
comunidades como la de Afton.

Durante la década siguiente a la movilización del condado de Warren, se desarrolló en Estados Unidos un fuerte movimiento
social en relación con la justicia ambiental, que se vinculaba a la movilización de las comunidades de color en defensa de los
derechos civiles durante las décadas anteriores, subrayando de nuevo los elementos de discriminación racial que se filtraban en
un sistema basado en la igualdad formal desde el final de la Guerra de Secesión, en 1865 56). Después de una década de
movilizaciones, el movimiento para la justicia ambiental en Estados Unidos recibió un impulso muy importante con el manifiesto
Principles of Environmental Justice , redactado en el marco de la First National People of Colour Environmental Leadership Summit
, que tuvo lugar en octubre de 1991 57).

3.2. LA JUSTICIA AMBIENTAL Y LA INEQUIDAD DEL METABOLISMO SOCIAL GLOBAL

El movimiento por la justicia ambiental partía de la constatación de la exposición a la degradación ambiental era mayor para el
caso de las comunidades no blancas 58). Por ello, se concentraba en reclamar un reparto equitativo de los perjuicios derivados de
la presión del metabolismo social sobre el medio ambiente, denunciando la incapacidad de las políticas públicas implementadas
de acuerdo con los marcos conceptuales hegemónicos para enfrentarse a los fallos de asignación del sistema en relación con las
comunidades de bajos ingresos 59). La idea, en este sentido, podía trasladarse fácilmente al escenario internacional, donde buena
parte de los acuerdos en relación con la protección del medio ambiente tenían los mismos defectos en relación con los intereses
del Sur global 60). En cualquier caso, se trata de una perspectiva, como se ve, centrada en el reparto de los perjuicios generados
por el metabolismo social, sin considerar la distribución de los rendimientos 61).

Sin embargo, en mi opinión, teniendo en cuenta el funcionamiento unitario del metabolismo social, no hay razón para
concentrarse solo en la distribución de los pasivos ambientales que se generan, sino que debemos ocuparnos del producto social
global que se genera en la interacción entre sociedad y naturaleza 62). Del mismo modo, en un metabolismo social, como es el
propio del sistema-mundo capitalista, que ha alcanzado el conjunto del planeta, tampoco no hay razón para concentrarse en el
interior de los estados-nación. Por ello, la idea de justicia ambiental, concebida como el acceso equitativo a los beneficios
derivados del uso de los recursos naturales entre los miembros de la comunidad global, así como un reparto igualmente
equitativo de las cargas, puede servir para afrontar la crisis ambiental desde una perspectiva que impugne los modelos
hegemónicos al entorno del desarrollo sostenible, más teniendo en cuenta que la inequidad y la presión sobre los recursos se
mantienen, sino crecen, bajo ese paradigma 63).

En realidad, esta idea ampliada de justicia ambiental ha sido la que se ha impuesto entre los movimientos sociales de carácter
ambiental en la periferia de la economía mundial, intentando responder a los numerosos desequilibrios que el sistema-mundo
capitalista genera en el reparto de las cargas y beneficios del metabolismo social global. Pueden citarse numerosos supuestos en
que tales desequilibrios afloran. Sin ánimo de exhaustividad, por ejemplo, puedo mencionar el tráfico de residuos tóxicos hacia el
Sur global 64), el acaparamiento de tierras ( land grabbing ) 65), la ocupación desproporcionada de los océanos y la atmósfera por
parte de los países centrales 66), o la apropiación de los conocimientos de las comunidades periféricas —lo que se conoce como
biopiratería 67). En definitiva, la ampliación de las posibilidades tecnológicas, el aumento del aprovechamiento social de materia
y energía, así como la transformación antrópica del entorno, en el marco del proceso de acumulación capitalista, han tendido «a
aumentar las desigualdades entre los diversos grupos humanos» 68).

De este modo, la justicia ambiental aparece como un patrón regulativo alternativo al de desarrollo sostenible que toma en cuenta
el carácter limitado y vulnerable del soporte físico de las sociedades humanas, así como la necesidad de distribuir
adecuadamente los activos y pasivos del metabolismo social 69). Se produce así un tránsito desde el marco utópico del primer
constitucionalismo liberal, basado en el carácter inagotable de los recursos naturales, puestos a disposición de los mecanismos de
apropiación activados en el proceso de acumulación capitalista, a una idea constitucional pragmática, el constitucionalismo de la
escasez, que afronta la limitación de los recursos disponibles y la necesidad de fijar reglas de reparto a partir de la constatación
de su exigüidad 70). En este contexto, el combate contra la exclusión y la protección del medio ambiente se despliegan en
sintonía 71).
Como he defendido en otro lugar, si tomamos la justicia ambiental como idea reguladora, ello exige una revisión en profundidad
del sistema de relaciones internacionales, en un marco constitucional, pluralista y fragmentado 72). En cualquier caso, para
responder a los problemas de asignación que plantea el metabolismo social global desde unos principios mínimamente
equitativos, que eviten la causación de daños en las comunidades de la periferia para proporcionar un cierto tipo de bienestar en
el centro de la economía mundial, los derechos, aunque pueden ser útiles en ciertos casos, no constituyen un marco general
apropiado para responder a la complejidad de los flujos globales de materia y energía que condicionan la situación subjetiva en
el metabolismo social de individuos y comunidades 73). En definitiva, la cultura de los derechos, enraizada en sus orígenes
liberales y utópicos, presenta problemas para servir como marco a las inequidades globales en un escenario de recursos
limitados —que es lo que, en cierto modo, trata de ocultar la idea de desarrollo sostenible.

3.3. DESARROLLO Y DERECHOS: LA QUIEBRA EN LA PERIFERIA

Las experiencias constitucionales más novedosas e interesantes de los últimos años son, a mi juicio, los procesos constituyentes
en Bolivia y Ecuador, que finalizaron con sendos textos fundamentales que, de algún modo, se presentaban como propuestas
canónicas en relación con el enfoque de los grandes problemas sociales desde la periferia, con aspiración a generar sistemas de
reproducción social más equitativos. Ambos textos, sin embargo, están plenamente imbuidos de la retórica de los derechos y del
desarrollo, que constituyen los elementos centrales del discurso hegemónico en el terreno político-jurídico y en el económico.

En cuanto al desarrollo, ambas constituciones contienen innumerables referencias, tanto explícitas como implícitas, revirtiendo
los conceptos indígenas relativos al buen vivir — sumak kawsay , en quechua, en el caso ecuatoriano; suma qamaña , en aymara,
en el caso boliviano— en un programa constitucional desarrollista, encarado a la obtención de recursos, en el marco de la
economía global, para financiar políticas de bienestar —formuladas en términos de derechos— que replican el proyecto de
integración social del estado social de patrón europeo 74). En cuanto a los derechos, de acuerdo con la retórica del
neoconstitucionalismo, ambos textos contienen generosas y amplias declaraciones de derechos, la mayor parte de los cuales de
carácter prestacional 75). En el caso ecuatoriano, el texto constitucional responde a «la necesidad de viabilizar la plena vigencia de
los derechos económicos, sociales y culturales» 76). Por ello, se pretende la sustitución del Estado de Derecho tradicional por un
Estado constitucional de derechos y justicia —así, en el art. 1 de la Constitución 77).

En el caso boliviano, en el fondo, el modelo constitucional —una vez se ha despejado la retórica indigenista— busca la
legitimación de manera análoga a las estrategias del estado social o el welfare state , amparando políticas extractivistas y de
desarrollo agrícola, persistiendo en un modelo desarrollista orientado a la generación de rentas para la mejora de los estándares
de vida de la población en términos de capacidad de consumo. Así, aunque, en principio, puede admitirse que del buen vivir no
debería ser reducida a la idea de bienestar del estado social de patrón europeo, tanto una interpretación sistemática de la
Constitución como un seguimiento de la praxis constitucional nos llevan a la constatación del sacrificio de los componentes
holísticos y comunitarios provenientes de los pueblos originarios en favor del beneficio económico en términos de la cultura
hegemónica del capitalismo global 78).

Se trata, en definitiva, de mejorar las condiciones de vida de la «gente humilde y sencilla» y de distribuir de manera más justa los
bienes derivados del aprovechamiento de los recursos naturales 79). Ahora bien, esta mejora se propugna en relación con los
modelos de bienestar hegemónicos y se pretende alcanzar a través de la obtención de recursos en el marco de la participación en
las redes de intercambio del capitalismo global, lo que solo puede hacerse, en la situación de Bolivia y Ecuador, de un modo, a
saber, mediante la persistencia en una economía extractivista que obtiene financiación a través de la explotación de sus recursos
naturales 80). De este modo, se acaba imponiendo «la lógica extractivista del modelo primario exportador» 81).

En cualquier caso, es evidente que las opciones de ruptura son reducidas, en la medida en que parece inimaginable el
descubrimiento de un apeadero para evitar la integración en los espacios económicos globales, cuyas reglas del juego, a modo de
una supraconstitución, determinan las posibilidades reales de cambio constitucional, particularmente, en los países de la
periferia del sistema 82). En este sentido, los procesos constituyentes en Ecuador y Bolivia parecen más bien movimientos de
adaptación que de ruptura, que responden a la necesidad de impulsar el desarrollo económico para mejorar el estatus de los
menos favorecidos, de acuerdo los parámetros propios del estado social, aunque sea a costa de introducir mayor presión sobre el
entorno 83).

En definitiva, en aras de proporcionar los recursos materiales destinados a satisfacer los derechos vinculados al estándar de vida
mínimo propugnado en el marco del constitucionalismo de los derechos ampliado que resulta de sendos procesos constituyentes,
es imposible desmarcarse del proceso de acumulación capitalista y, particularmente, abandonar el modelo extractivista en el
contexto de una situación subalterna en el mercado global, ya que justamente ahí es donde van a generarse los recursos para
financiar el sistema de derechos consagrado en la constitución.

Así, el discurso del desarrollo y el de los derechos se funden aquí para generar estrategias de acomodo en sistema-mundo
capitalista, de modo que ambos procesos constituyentes acaban consistiendo en un medio para integrar a los hasta ahora
excluidos en el disfrute de las rentas derivadas de la explotación de los recursos naturales del país en beneficio del mercado
global. Por poner un ejemplo determinante, dada la importancia del sector tanto en el caso de Bolivia como en el de Ecuador, la
política energética subsiguiente a la entrada en vigor de ambas constituciones muestra con claridad como el extractivismo
provoca la postergación de los pueblos indígenas y el desconocimiento de su rol como mantenedores de ecosistemas 84).

4. JUSTICIA AMBIENTAL, PLURALISMO Y DERECHOS


La apelación a los derechos es difícilmente resistible. El lenguaje de los derechos está incrustado en el discurso político y jurídico
hegemónico, aquél acuñado por la Modernidad europea, junto con la idea de seguridad jurídica —emancipación y
racionalización 85). Así, en los lugares del mundo donde la situación es más difícil para la mayoría de la población, el discurso de
los derechos, vinculado al relato ilustrado de la emancipación, tiene un indiscutible atractivo. Sin embargo, en la periferia de la
economía mundial, donde el pluralismo cultural ante los procesos homogeneizadores persiste, es problemático acudir a los
derechos como respuesta, ya que, en el fondo, han sido parte de las estrategias de asimilación ensayadas por las estructuras
hegemónicas de reproducción social 86).

Los ejemplos en el Sur global son numerosos. La implantación del estado-nación como estructura institucional hegemónica que
sustituía las formas de organización tradicionales ha sido llevada a cabo a través de un proceso de homogeneización política y de
construcción de una comunidad nacional artificial, que permitían la superación de las barreras que las costumbres tradicionales
oponían al proceso de acumulación capitalista en la periferia. En esta estrategia de homogeneización, los derechos, ligados a los
fundamentos antropológicos de las sociedades occidentales modernas, jugaban un papel fundamental en la construcción de las
nuevas formas de socialización. Con ello, las culturas originarias eran excluidas del consenso social fundamental y quedaban en
los márgenes del sistema, sin visibilidad política alguna.

Sin embargo la justicia ambiental implica, en la medida que supone una estrategia inclusiva para determinar la distribución de
los beneficios y perjuicios generados en el metabolismo social global, una reconsideración de la pluralidad cultural, de modo que
se proyecta no solo sobre los individuos, sino también sobre las comunidades, que deben poder intervenir en las decisiones que
afectan a la interacción entre sociedad y naturaleza desde sus presupuestos culturales, sin que quepa aceptar que las prácticas
generadas en el marco de la Modernidad europea constituyen una vara de medir universal para la configuración política y
económica de los procesos sociales. Ello constituye un nuevo punto problemático en relación con las estrategias basadas en la
cultura de los derechos para reaccionar ante la limitación de la base física de la reproducción social y la necesidad de garantizar
un acceso equitativo a ella.

Seguidamente, me voy a ocupar de dos elementos fundamentales en relación con la inclusión del pluralismo cultural en un
paradigma de justicia ambiental. Por una parte, voy a subrayar la desvinculación entre las prácticas culturales no hegemónicas y
el proceso de acumulación capitalista, que se ha construido justamente a través de su marginación o asimilación 87).
Efectivamente, en la medida en que las culturas no occidentales se desarrollan al margen del proceso de acumulación capitalista,
que genera exclusión social y presión inasumible sobre el medio, los conocimientos acumulados y conservados por ellas ganan
interés como fuente de soluciones para la humanidad en su conjunto, reforzando así el respeto intrínseco que dichas culturas
merecen como expresiones de la creatividad humana 88). Ello lleva a plantear la necesidad a considerar críticamente la cultura de
los derechos como matriz para el intercambio cultural, en lugar de tomarla como forma de legitimación dada para cualquier
modelo a la consecución de la justicia ambiental.

Por otra parte, voy a discutir el punto de colusión más significativo entre la cultura de los derechos y las culturas no
hegemónicas, a saber, los derechos de la naturaleza en la Constitución ecuatoriana de 2008, para ver hasta qué punto el
paradigma de los derechos sirve efectivamente en la construcción de prácticas respetuosas con la naturaleza que sirvan para una
realización efectiva de la justicia ambiental, así como para la sostenibilidad del modelo, de la que me ocuparé en el apartado
siguiente.

4.1. MÁS ALLÁ DE LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA: OTRAS PRÁCTICAS DE REPRODUCCIÓN SOCIAL Y EL PARADIGMA DE LOS DERECHOS

Uno de los problemas fundamentales que plantea el despliegue del proceso de acumulación capitalista en los márgenes es la
cuestión de la diversidad de las prácticas de valoración, que, en definitiva, explica en buena parte el grado de integración de una
determinada cultura marginal en el sistema-mundo capitalista. Efectivamente, ante la monetarización de la vida y la
consideración de la naturaleza como conjunto de recursos, dentro del despliegue del programa de racionalización y
emancipación propio de la Modernidad europea, aparecen concepciones distintas que, justamente por eso, constituyen barreras
(frágiles) ante la expansión planetaria del proceso de acumulación capitalista. Es por ello que estas prácticas culturales en los
márgenes aparecen como fuentes de alternativas para los procesos hegemónicos de reproducción social en un momento en que
tales procesos tienden a pulsar los límites de la capacidad de carga del planeta 89). Asimismo, las prácticas productivas y
distributivas en los márgenes del sistema permiten la recuperación de modos de reproducción social más equitativos, que se
vinculan con la justicia ambiental 90).

Me remitiré, nuevamente, a los casos de Bolivia y Ecuador, como ejemplos notorios de la búsqueda de alternativas a los modos de
reproducción social hegemónicos con el objetivo de alcanzar un sistema de relaciones sociales más equitativo. Ya me he ocupado
de las dificultades que plantean esos modelos en el contexto de la justicia ambiental, en la medida que el programa desarrollista
vinculado al despliegue de una amplia declaración de derechos que propugnan se asocia inexorablemente a la integración en los
mecanismos de reproducción social del capitalismo global. Sin embargo, atendiendo al vínculo entre equidad y diversidad al que
me he referido, las citadas constituciones no solo propugnan un paso adelante en la distribución equitativa de beneficios y
perjuicios del metabolismo social, sino que lo hacen apelando a la diferencia cultural.

Ahora bien, justamente esa apelación a la diferencia cultural, acaba postergada justamente por la opción constitucional en favor
de la integración en las estructuras hegemónicas de reproducción social. Pues bien, a mi juicio, nuevamente aquí se aprecian las
limitaciones de la cultura de los derechos en relación con la construcción de un paradigma alternativo de reproducción social
que responda al establecimiento de un marco distributivo equitativo que atienda a la vulnerabilidad y escasez de los recursos
naturales

Tanto Bolivia como Ecuador pretenden articular una alternativa a la sociedad de consumo occidental a partir de categorías
indígenas, a saber, los ya mencionados sumak kawsay y suma qamaña 91). Se pretende así, construir otro tipo de relación social
con la naturaleza, a partir de su consideración como fuente de vida, no tanto como fuente de recursos, dentro de una dinámica de
respeto y cuidado propia de las culturas preeuropeas, superando el consumismo y el individualismo propios del modelo social
hegemónico a nivel global, así como su actitud depredadora en relación con los recursos naturales 92). Esta relación de respeto
ante la naturaleza, que supone un mundo cultural diferente a las prácticas instrumentales del capitalismo global, se recoge en la
expresión ‘Pacha Mama’, nombre con el que se designa a la naturaleza, o, más bien, a una faceta de la totalidad, en las lenguas
andinas mayoritarias 93). Así, ante lo abstracto de los derechos, se plantea lo concreto de la vida. Ello implica una imbricación del
ser humano en su entorno que relativiza los derechos y que, en cambio, introduce una idea de lo sagrado —respeto, cuidado—
que, efectivamente, es difícilmente compatible con el carácter secular de la cultura de los derechos.

Por ello, a pesar del uso de terminología indígena y la insistencia en la implantación de prácticas culturales originarias para
superar las pulsiones desarrollistas, las nuevas constituciones andinas, enmarcadas en el paradigma de los derechos, no han
escapado de la tendencia hacia la homogeneización cultural y a la subsunción de las culturas originarias en marcos
institucionales de matriz occidental que ha sido tradicional en América Latina desde la separación del Imperio colonial
español 94). Así, a pesar del entusiasmo que han despertado para muchas personas comprometidas con la causa de los menos
favorecidos, los elementos de estandarización cultural y política, que se aprecian en aspectos clave del sistema constitucional
como la centralidad de la ley —expresión de la voluntad soberana del pueblo, sujeto político único— o la deriva presidencialista,
apuntan hacia un monismo político (y cultural) que difícilmente puede traer a las culturas indígenas hacia el plano de la
igualdad 95).

En este sentido, la creación de espacios de autonomía, que permitan tanto la conservación de la propia comunidad, como su
participación en la estructura institucional del estado, continúa siendo una asignatura pendiente del constitucionalismo
latinoamericano 96). En palabras de Nina Pacari, se trataría de construir «un modelo de Estado Plurinacional que ponga en
práctica el principio de la diversidad cultural y, en consecuencia, el de la convivencia de civilizaciones y sus racionalidades» 97).
Ello supondría la superación de la distinción jerárquica entre sociedades «avanzadas» y «primitivas», y combatir la pretensión de
superioridad occidental, que, de algún modo, se expresa también el paradigma de los derechos, al menos, tal como ha sido creado
y desarrollado en la tradición constitucional occidental, como marco jurídico-político general para la convivencia humana 98).

4.2. LOS DERECHOS DE LA NATURALEZA

Uno de los elementos centrales del proceso de acumulación capitalista es la concepción instrumental de la naturaleza, que se
concibe como repositorio de recursos disponible para su explotación por parte de los seres humanos en el marco de su proyecto
de emancipación 99). Con la pretensión de reaccionar de manera radical ante tal concepción, los constituyentes ecuatorianos
decidieron, por primera vez en la historia constitucional, reconocer derechos a la naturaleza, con la idea de que tal
reconocimiento rompía con «los paradigmas tradicionales construidos desde las visiones occidentales» 100).

Sin embargo, tanto las finalidades perseguidas, como el propio recurso a la idea de un derecho subjetivo —la naturaleza como
sujeto de derechos— remiten a esquemas de pensamiento que más bien se incardinan en las prácticas sociales hegemónicas.
Generar «responsabilidades en la política y gestión ambiental para asegurar la conservación de la naturaleza», como apunta
Eduardo Gudynas, para asegurar la efectividad de las políticas ambientales y acompasar el uso de los recursos naturales con su
capacidad de reproducción responde a la idea de gestión de recursos escasos, pero no remite realmente a un cambio de
paradigma como el anunciado 101). En definitiva, la pretensión sustantiva queda justificada por un objetivo instrumental que no
va mucho más allá de las políticas gerenciales acuñadas de acuerdo con el paradigma del desarrollo sostenible 102). Por ello, hay
pocos motivos para creer que un «ecocentric turnaround can be achieved just by adding rights of nature to the catalogue of the
rights of humans» 103)

Como señala Boaventura de Sousa Santos, a la Pachamama nadie puede concederle derechos, en la medida que es fuente de todo
derecho y todo deber, fundamento y escenario de la vida 104). El dualismo occidental que distingue «entre lo vivo y no-vivo, lo
orgánico e inorgánico, lo animado e inanimado, lo humano y no-humano no es una concepción transculturable al ámbito
andino», que mantiene una visión holística, lo que problematiza, en definitiva, la misma idea de derechos de la naturaleza 105).

Esta imagen holística de integración de la realidad que se expresa a través de la noción de ‘Pachamama’ sugiere una analogía con
determinadas concepciones análogas de matriz occidental, como sería el caso de la hipótesis Gaia de James Lovelock 106). El
encuadre de la naturaleza en el marco de los derechos supone justamente la negación de esa concepción holística de la realidad,
que es justamente algo valioso en las culturas originarias que se pretenden reivindicar con ello, ya que, en definitiva, supone su
caracterización de un sujeto (de derechos) entre otros 107). En realidad, la propia idea de sujeto es algo extraño a la cosmovisión
andina 108). Así, con el reconocimiento de los derechos de la naturaleza, en realidad, se produce un proceso de
antropomorfización del entorno que da lugar a afirmaciones insólitas que muestran las significativas limitaciones del paradigma
de los derechos para afrontar una vivencia holística y superar la instrumentalización absoluta de la naturaleza 109).

En definitiva, más allá de un artificio retórico, de indudable atractivo, los derechos de la naturaleza devienen una estructura
vacua que, como muestra la experiencia ecuatoriana, no logra combatir las prácticas parásitas destinadas a profundizar el
bienestar humano a costa de la explotación de los recursos, ni acoge adecuadamente las concepciones holísticas del mundo
indígena 110). Como dice Gregorio Mesa Cuadros, el «estatuto de protección de lo no humano no debe ser una pura y simple
concesión de derechos a la naturaleza o al ambiente, pues creemos que el lenguaje de los “derechos” sigue siendo un producto de
los seres humanos para el establecimiento de límites y responsabilidades a las acciones humanas» 111). Nuevamente, el
paradigma de los derechos muestra aquí sus limitaciones, de modo que cabe concluir que, si bien, como hemos de ver, no se trata
de prescindir de él de manera absoluta, en cualquier caso, parece que debe renunciarse a su condición de marco general para el
enfoque jurídico y político de los problemas que se generan en el marco de la crisis ambiental. Ello vuelve a manifestarse cuando
nos referimos a la sostenibilidad.

5. DERECHOS Y SOSTENIBILIDAD

Aunque normalmente se asocia con el concepto de desarrollo sostenible, al que ya me he referido, la idea de sostenibilidad, sin el
añadido desarrollista, tiene una cierta tradición en la cultura europea. De hecho, se desarrolla y se consolida en la Europa del
Siglo XVII en el contexto de la silvicultura. Al parecer, la idea de la sostenibilidad en la silvicultura aparece en Inglaterra de la
mano de John Evelyn, con el objeto de proteger los muros de madera que defendían la isla —esto es, los bosques que daban la
madera para construir los barcos de la Royal Navy. Posteriormente, un discípulo de Evelyn, Hans Carl von Carlowitz (1645-1714)
desarrolla el concepto en la obra Sylvicultura oeconomica oder Naturmässige Anweisung zur Wilden Baum-Zucht 112). Más tarde,
Wilhelm Gottfried Moser pasa del uso del término ‘nachhaltend’ a ‘nachhaltig’ —en la expresión ‘nachhaltige Waldbewirtschaftung’
, silvicultura sostenible—, que da lugar a ‘Nachhaltigkeit’ , la expresión alemana que ha hecho fortuna y que ha dado lugar a
‘sostenibilidad’ 113).

A partir de su origen en la silvicultura, el concepto de sostenibilidad ha sido desplegado en el contexto de la crisis ambiental, con
la idea de responder a la limitación y la vulnerabilidad de los recursos naturales, deviniendo, junto con la justicia ambiental, un
elemento imprescindible en la construcción de un constitucionalismo de la escasez. El punto de partida es más que obvio, a saber,
que «en un mundo limitado es imposible mantener un movimiento acelerado por un tiempo indefinido», de modo que se impone
la búsqueda de la sostenibilidad a fin de asegurar la continuidad del proceso de reproducción social en el contexto de una base
física limitada y vulnerable 114). Justamente, por este motivo, la propia noción de desarrollo sostenible, concebida en los términos
propugnados desde la cultura económica hegemónica, es difícilmente aceptable 115).

En cualquier caso, la noción de sostenibilidad referida al mantenimiento de la reproducción social en el tiempo invoca a un actor
que, hasta el momento, no he considerado, a saber, las generaciones futuras. La pretensión de sostener, esto es, de no agotar la
base física de los procesos sociales se fundamenta, en última instancia, en transmitirla a las generaciones futuras para que
puedan usarla a su vez. La idea de que las generaciones futuras tengan derechos es ciertamente controvertida, ya que reposaría
en un titular indeterminado y, de hecho, incierto 116). En este sentido, los derechos aparecen nuevamente como un marco
problemático y poco adecuado en relación con otro elemento determinante de la crisis ambiental, a saber, la sostenibilidad.

La idea liberal de justicia, desarrollada a lo largo de una prolongada tradición que parte de Hume y culmina en Rawls, parece
inapropiada a la hora de considerar el fundamento de la sostenibilidad. Para que pudiera haber una relación de justicia entre la
generación presente y la futura se requeriría igualdad, escasez y posiciones encontradas 117). Es evidente que los dos últimos
factores se dan, ya que, justamente, estamos hablando del reparto de recursos escasos y, por otra parte, los intereses de unos y
otros son contrapuestos, en la medida que la satisfacción de las necesidades presentes compromete la satisfacción de las
necesidades en el futuro.

Sin embargo, no existe reciprocidad, en el sentido que, así como la generación actual puede afectar con sus acciones a las futuras,
estas, a su vez, no pueden afectarla. El marco liberal, en el que se construye la cultura de los derechos, tiene problemas para
tomar en consideración a las generaciones futuras. El fundamento para la protección de sus intereses no aparece, en absoluto, de
modo autoevidente 118). No obstante, el propio Rawls se ha esforzado considerablemente, en su construcción de la justicia como
fairness , en tener en consideración a las generaciones futuras, lo que indica más bien la inadecuación de la reciprocidad quid pro
quo como fundamento de la justicia, que no constituye un argumento para no tomar en consideración a las generaciones futuras,
como señala Richard Hiskes 119).

El mismo autor propone tomar en cuenta a las generaciones futuras, tanto desde un punto de vista ético como jurídico, a partir
de la idea de comunidad. Hiskes considera que compartimos con los seres humanos del futuro valores comunitarios importantes,
que se incrustan en nuestras instituciones y prácticas sociales proyectándose hacia el futuro 120). En realidad, es difícil renunciar
a la idea de la posteridad en el marco de un ideal comunitario 121). Por otra parte, ¿cuándo empiezan las generaciones futuras? En
realidad, en el fluir de la comunidad, las decisiones que toman los presentes se refieren también a su propio futuro. Cuando
llegue, habrá nuevos presentes que tomarán asimismo sus decisiones y así sucesivamente. La continuidad no se rompe. Por ello,
en el fondo, la consideración en abstracto de las generaciones futuras se antoja un ejercicio puramente académico.

En este sentido, la cuestión de las generaciones futuras, en tanto que fundamento para la sostenibilidad, apunta en la misma
dirección que la justicia ambiental, en la idea de comunidad humana, que trasciende los límites geográficos e históricos, aunque
no niega la existencia de comunidades parciales en distintos planos 122). De acuerdo con esta idea amplia de comunidad humana,
que se construye sobre los valores de solidaridad, justicia e igualdad entre todos sus miembros, incluso aquéllos que aún no han
nacido 123).

Podemos acudir aquí a la dignidad de la persona, sin que quepa derivar de ella una vinculación específica con la concepción
liberal de los derechos, de modo que la ordenación del metabolismo social se oriente a garantizar el acceso a todos los seres
humanos, teniendo en cuenta la escasez y vulnerabilidad de la base física sobre la que se desarrolla 124). Así, en el marco de una
cultura comunitaria que rechaza la primacía del individuo, se puede establecer la existencia de intereses compartidos entre las
generaciones presentes y las futuras 125). La justicia intergeneracional basada en la idea de comunidad de intereses que se
proyecta históricamente se vincula, naturalmente, con el constitucionalismo, pasando a constituir un elemento fundamental del
constitucionalismo de la escasez al que me ando refiriendo 126).

El modelo utópico del individualismo posesivo, así, se sustituye por un modelo que afronta la escasez de los recursos naturales y
pretende preservarlos en el futuro, aunque este sea incierto. Se trata de ser precavidos en relación con el bienestar de las
generaciones futuras, en lugar de afrontar el riesgo de causarles un perjuicio innecesario, apelando a la incertidumbre sobre su
existencia 127). Este sería el fundamento del principio de precaución, al que me he de referir en el apartado siguiente 128). También
aquí puede introducirse aquí la idea de deuda ecológica 129).

6. RESPONSABILIDAD, PRECAUCIÓN Y PRAGMATISMO: EL CONSTITUCIONALISMO DE LA ESCASEZ

Después de un largo proceso que empezó con la Cumbre de Río en 1992, el 29 de junio de 2000 se hizo pública la Carta de la
Tierra, que, a partir de una iniciativa de Naciones Unidas, se gestó a través del diálogo de un gran número de organizaciones no
gubernamentales, planteando un horizonte ético para el nuevo siglo 130). En el mencionado documento se plantea una
aproximación a la crisis ecológica y a los problemas generados por el funcionamiento del metabolismo social global durante los
últimos decenios que parte, en cierto modo, de una concepción holística y propone una ética basada en respeto y la
responsabilidad. Se trata del documento internacional más significativo que opta por alejarse de la agenda gerencial que,
también desde la Cumbre de Río, ha transitado por la senda del desarrollo sostenible, de acuerdo con la creencia inamovible en el
continuo progreso del ser humano

Ante el dogmatismo propio de la utopía moderna, la Carta de la Tierra adopta una aproximación tan pragmática como
comprometida ante los retos que plantea la interacción entre sociedad y naturaleza en el momento actual, tomando en cuenta los
límites sistémicos que esta última impone al despliegue del metabolismo social, en un marco de acuerdo social inclusivo y amplio
que busca sortear tanto el liberalismo individualista como el totalitarismo democrático 131). De este modo, ante los límites
sistémicos que impone la realidad, así como de acuerdo con un respeto al pluralismo —particularmente en relación con las
distintas experiencias sobre la interacción entre sociedad y naturaleza—, parecen apuntar hacia una política adaptativa y
pragmática, inspirada por los principios de responsabilidad y de precaución, que devienen así ideas reguladoras para la acción
pública en contextos variables e inciertos, más que caminos para el advenimiento de la utopía moderna encapsulada en el
paradigma de los derechos.

El antropocentrismo tradicional, basado en la separación entre lo humano y lo no humano, y en la consideración del individuo y
sus prerrogativas como elemento central del metabolismo social y del sistema institucional, de acuerdo con la centralidad de la
cultura de los derechos, decantada en el proceso de construcción del estado moderno y la tradición constitucional, ha llegado a
un punto de agotamiento, en el que parece continuar generando problemas, sin permitir avistar soluciones 132). La crisis
civilizatoria actual exige que prestemos atención a las estrategias de superación del paradigma hegemónico en dirección hacia
una integración de la humanidad en su entorno menos agresiva y depredadora, más responsable con la naturaleza y las
generaciones futuras 133). Ello implica la sustitución de la fantasía jurídica —los derechos son innegociables, como si no
dependieran de la existencia de recursos para ser satisfechos— por una adaptación a la vulnerabilidad y escasez de los recursos
de nuestro ideal de vida y bienestar. En este contexto, debe acudirse a la idea de calidad de vida, que se ha abierto paso en el
constitucionalismo comparado, para ofrecer un marco de inclusión a los miembros de la comunidad global 134).

Efectivamente, la vulnerabilidad de la naturaleza nos pone ante un nuevo escenario. En el momento actual, después de que los
últimos decenios hayan ofrecido múltiples muestras de transformación antrópica que comprometen el propio futuro de la
especie humana, parece que ya no es posible apelar a la lógica moderna de la emancipación como una expansión progresiva de
los derechos, sino que aparece en el horizonte un imperativo de responsabilidad acorde con la vulnerabilidad del contexto donde
hemos desplegado irreflexivamente los derechos, como si no hubiera límite 135). Es por ello que, como hemos ido viendo, el
constitucionalismo de la escasez supone, al fin y al cabo, una revisión profunda del paradigma de los derechos, que constituye
uno de los fundamentos culturales del proceso de acumulación capitalista que ha conducido a un estado preocupante de
degradación ambiental, con daños irreparables a la diversidad, tanto biológica como cultural.

En este contexto, la solidaridad en el marco de las comunidades humanas, que sustenta la justicia ambiental en sentido amplio,
extendida hasta las generaciones futuras, se vincula al principio de responsabilidad, de acuerdo con el cual los miembros de esas
mismas comunidades se sujetan a «límites, deberes y obligaciones», en relación «las formas, mecanismos y métodos de uso,
acceso, extracción y apropiación de la naturaleza y sus elementos y componentes», para mantener la equidad y garantizar la
sostenibilidad 136). De este modo, la ética de la solidaridad es inescindible de la ética de la responsabilidad, y ambas suponen el
punto de partida del constitucionalismo de la escasez, que despega de sus orígenes utópicos para ofrecerse como marco
regulador del metabolismo social, con objeto de avanzar hacia su funcionamiento equitativo y sostenible 137).

La responsabilidad aparece, en definitiva, como un elemento central del constitucionalismo de la escasez, extendiéndose desde
los individuos al conjunto de la comunidad humana, de acuerdo con la idea de preservar, que sustituye a la idea de someter y
explotar. En última instancia, el principio de responsabilidad trae causa de nuestra capacidad de transformación de la base física
de los sistemas de reproducción social y se proyecta sobre la comunidad humana en sentido amplio. Ahora bien, cabe considerar
si es posible ejercer esa responsabilidad sin el reconocimiento del valor intrínseco de lo que se abre a la preservación, esto es,
más allá de consideraciones utilitarias. En definitiva, el mantenimiento de un metabolismo social equitativo y sostenible parece
reposar sobre una perspectiva holística que obliga a considerar lo no humano. Así, en el contexto pragmático de tomar en cuenta
limitación y vulnerabilidad de la base física de la reproducción social para construir una respuesta institucional que asegure la
sostenibilidad y la justicia ambiental, cabe aludir, obviamente, a la responsabilidad en relación con la comunidad humana, tanto
intrageneracional, como intergeneracional, pero también a una responsabilidad interespecífica y, en definitiva, a una
responsabilidad ante la naturaleza en su conjunto 138).

En este sentido, se ha ido desplegando la idea de justicia ecológica, dentro de los parámetros ecocéntricos desarrollados por la
ecología profunda 139). Se trata de una noción ciertamente exótica aún para muchos juristas que va más allá de la justicia
ambiental, en la medida en que se ocupa de las relaciones entre los seres humanos y la realidad no humana 140). Aquí, la especie y
los individuos humanos asumen responsabilidades ante la realidad no humana, atendiendo a que su capacidad de
transformación del entorno amenaza multitud de formas de vida y destruye lo que ha costado milenios crear. En este punto,
nuevamente, la idea tradicional de derechos, basada en la superioridad de los humanos y en el sometimiento de la natura, debe
ser puesta entre paréntesis. Como señala Rolston, «[t]he rights paradigm must be left behind in favor of a concept based on what is
right: this is the planet that is right for life and it is right that life continue here» 141).

Así, como apunta Hans Jonas, a las ideas de mesura y respeto deben añadirse las de responsabilidad y cuidado, ya que, en sus
palabras, «la rica vida de la Tierra producida en una larga labor creativa de la naturaleza y ahora encomendada a nosotros,
exigiría nuestra protección» —incluso si pudiéramos desvincularnos de ella 142). Se trata, en consecuencia, de avanzar hacia un
humanismo comedido, en que el despliegue de la vida humana se haga respetando la vida no humana, satisfaciendo las propias
necesidades con mesura. Ello implica la sutura de la separación sociedad-naturaleza propia de la Modernidad europea y la
recuperación de la idea de interdependencia de todo, como han propuesto numerosos pensadores contemporáneos como el
fundador de la ecología profunda, Arne Naess, o el propio Raimon Panikkar 143).

Desde esta perspectiva holística, «la naturaleza mantiene su propia dignidad, la cual se opone al uso arbitrario de nuestro poder.
Como productos surgidos de la naturaleza, debemos fidelidad al conjunto de sus creaciones con las que nos hallamos
emparentados, entre las cuales la de nuestro propio ser es su más alta cumbre, que, bien entendida, tomará bajo su cuidado todo
lo demás» 144). A partir de aquí, se debe desarrollar la idea de «mayordomía sobre la Naturaleza, invocando un sentido de
responsabilidad para cuidar y proteger la creación» 145). El cuidado se configuraría como «atención, respeto, ayuda», en palabras
de Alejandro Llano, de modo que el ser humano dejaría de ser el individuo arrogante, aislado de su entorno —de acuerdo con el
ethos burgués de la Modernidad europea—, que irrumpe agresivamente en el entorno, para pasar a cuidarlo y conservarlo 146).
La posición del ser humano como cuidador ( arariwa ) ha sido desarrollada particularmente en las culturas andinas, cuya
pertinencia a la hora de construir el constitucionalismo de la escasez he ido señalando a lo largo de estas páginas 147).

Por todo ello, los límites objetivos que pone el medio ambiente real a un despliegue incontrolado de la vida humana invitan a
reconsiderar la cultura de los derechos como espacio de autodeterminación. En este sentido, parece que la esfera de la
privacidad, que suponía un ámbito de libertad absoluta para el individuo, debe reconstruirse como un ámbito de libertad
responsable, en el marco del cual el individuo contribuye a la misión social de administración del medio ambiente, conforme a
un deber general de cuidado y respeto, con el fin de conservarlo y entregarlo en condiciones de disfrutabilidad a las generaciones
venideras, así como de preservar el flujo y la riqueza de la vida por su valor intrínseco 148).

Desarrollos recientes en el constitucionalismo indican la necesidad de revisar la concepción de la esfera privada del ciudadano
como algo radicalmente separado de la consecución de metas colectivas, que se lograrían en el marco de la actuación de los
poderes públicos, defensores exclusivos del interés general. Así, por ejemplo, el artículo 6 de la Constitución federal suiza de 1999
establece que toda persona «es responsable de ella misma y contribuye, según sus fuerzas, al logro de las finalidades del Estado y
la sociedad» 149). Por otra parte, los pueblos indígenas, cuya cultura, en general, no parte de una situación de separación/dominio
del ser humano sobre la naturaleza, sino de integración/reciprocidad, pueden ofrecernos, asimismo, inspiración a la hora de
construir una perspectiva holística que integre a los seres humanos en su entorno de acuerdo con una actitud respetuosa 150).

En conclusión, dada la situación de escasez y vulnerabilidad de los recursos naturales que alimentan el metabolismo global,
desde mi punto de vista, debe romperse con la confianza utópica en un progreso permanente que siempre permita la satisfacción
de unos derechos construidos a partir de una idea abstracta de individuo, para aceptar que los derechos en el futuro van a tener
que ejercerse de forma limitada y, sobre todo, de acuerdo con el principio de responsabilidad. Este sería el núcleo del
constitucionalismo de la escasez, de modo que, a partir de la solidaridad contenida en la idea comunitaria que sostiene tanto la
justicia ambiental como la sostenibilidad, avanzaría en una visión holística que implicaría el respeto hacia la naturaleza y la
asunción de responsabilidades en relación con ella, así como en relación con la comunidad. El principio de responsabilidad sería
la matriz a partir de la cual deberían construirse los derechos en el nuevo constitucionalismo, separándose de los patrones del
individualismo posesivo. En este sentido, el centro de gravedad del sistema, donde se define el status de los miembros de la
comunidad, debería desplazarse de la idea-fuerza de los derechos a la idea-fuerza de la responsabilidad, de acuerdo con una
«alternative worldview that is not so much rights-based as responsibility-based, one that is biocentric and not simply
anthropocentric» 151).

Ahora bien, adoptando asimismo, un punto de vista pragmático en relación con las causas del deterioro del entorno, el principio
de responsabilidad se desplegaría a través de responsabilidades diferenciadas sobre la base de la capacidad de transformación
antrópica 152). De este modo, por poner un ejemplo, la aplicación del principio de responsabilidad no tendría los mismos efectos
sobre el estatuto de que disfrutan actualmente en el caso de una gran corporación o en el de un pequeño agricultor. Por ello, debe
asegurarse que el grado de responsabilidad se corresponda con el grado de poder, de modo que, contrariamente a lo que ahora
sucede, los derechos no sirvan para proteger a los más poderosos ante los débiles, sino para garantizar la posición social de los
más vulnerables 153).
Por otra parte, teniendo en cuenta la incertidumbre sobre las consecuencias de nuestras decisiones y la proyección de estas en el
futuro, el principio de responsabilidad es inescindible del principio de precaución 154). Debemos tener en cuenta aquí que el
medio ambiente en su conjunto es un sistema complejo, donde se acumulan múltiples relaciones internas que, en muchos casos,
nos resultan desconocidas, lo que constituye la ratio del principio de precaución, en la medida que proyecta la responsabilidad en
un contexto incierto 155). Efectivamente, en la medida en que, con la toma de conciencia de la capacidad que tiene la especie
humana en un determinado momento histórico de transformar su entorno de manera significativa, debe tomarse en
consideración que el metabolismo social tiene impactos en el entorno que pueden ser, a la vez, relevantes e imprevisibles, lo que
obliga a adoptar una posición de prudencia en el despliegue del proceso de reproducción social, de modo que se eviten, en la
medida de lo posible, consecuencias nefastas para la sostenibilidad del sistema 156). Como apunta Jonas, «en los muy grandes
asuntos», no puede permitirse el error, lo que justifica la cautela 157).

El conocimiento disponible no puede proporcionar propuestas concluyentes ni respuestas unívocas en relación con las
consecuencias de las decisiones que determinan el despliegue del metabolismo social 158). Efectivamente, ante la pretensión
laplaciana del conocimiento absoluto, que constituye, en el fondo, uno de los nódulos del utopismo ilustrado, se va imponiendo la
incertidumbre 159). Por ello, debe aceptarse, en consecuencia, la pertinencia del principio de precaución 160). Como señala Hans
Jonas, «[a]nte el potencial casi escatológico de nuestros procesos técnicos, la ignorancia de las consecuencias últimas será en si
misma razón suficiente para una moderación responsable, que es lo mejor tras la posesión de la sabiduría» 161). Esta aceptación
de la incertidumbre supone un paso más allá del principio de prevención, que solo implica la renuncia a medidas de las que se
espera un daño cierto e inaceptable 162). Entre el principio de prevención y el de precaución se despliega toda la densidad de la
sociedad del riesgo.

El principio de precaución constituye la concreción jurídica del juicio sobre el riesgo, de modo que aquellos riesgos plausibles y
no asumibles socialmente, quedan bloqueados por el ordenamiento jurídico 163). Se consagró por primera vez en Alemania, en el
marco de un programa de protección del medio ambiente en 1971. Posteriormente, fue desarrollado por el Gobierno federal a la
hora de definir su política ambiental en 1976 y, a partir de ahí, se convirtió en un elemento nuclear de la política y el Derecho
ambiental alemanes, habiendo pasado después a integrar también el Derecho ambiental de la Unión Europea 164). Desde
entonces, su relevancia en el Derecho ambiental internacional y comparado no ha hecho más que crecer. Vinculado al principio
de responsabilidad, entiendo que deviene un elemento nuclear en el constitucionalismo de la escasez, como respuesta social a la
crisis ambiental.

7. RECAPITULACIÓN: EL IMPACTO DE LA CRISIS AMBIENTAL EN LAS BASES CULTURALES DEL


CONSTITUCIONALISMO

El constitucionalismo de la escasez me parece una aproximación razonable a los problemas de equidad y sostenibilidad que
plantea el metabolismo social global, consecuencia de décadas de expansión del sistema-mundo capitalista. En este sentido,
insisto en la necesidad de desplazar el centro de gravedad del sistema de los derechos a las responsabilidades, adoptando una
idea comunitaria y una perspectiva holística que permita superar las prácticas parásitas del individualismo posesivo incrustado
en el consenso social hegemónico. La respuesta jurídico-política actual a la crisis ambiental se basa en el desarrollo sostenible y el
reconocimiento de derechos ambientales, esto es, un marco de decisión gerencial que legitima el despliegue de los procesos
sociales que han suscitado la degradación ambiental, en el marco de la fase financiera y tecnológica del proceso de acumulación
capitalista.

A lo largo de las páginas precedentes, he discutido la pertinencia de responder a los desafíos de equidad y sostenibilidad que se
plantean las sociedades contemporáneas, ante la dimensión y la calidad del metabolismo social global, a través de los patrones
conceptuales establecidos. En el terreno jurídico-constitucional, el nódulo fundamental del sistema, junto con la seguridad
jurídica, que no he discutido en estas páginas, lo constituye el paradigma de los derechos (humanos, fundamentales,
constitucionales). Creo haber mostrado los problemas que plantea el mantenimiento de la centralidad de los derechos, de
acuerdo con una construcción normativa que reposa en los presupuestos individualistas del primer liberalismo, a la hora de
responder a los desafíos planteados, desde las inequidades globales en un escenario de recursos limitados, pasando por la
implantación de un programa emancipador en los sistemas constitucionales del Sur global, la construcción de un espacio político
y jurídico intercultural, el tratamiento jurídico de la naturaleza, hasta la cuestión del estatuto de las generaciones futuras.

He centrado la respuesta social que he denominado ‘constitucionalismo de la escasez’ en la centralidad del principio de
responsabilidad, vinculado directamente al principio de precaución, en el marco de una concepción holística de la realidad. En
cualquier caso, desearía ahora, para concluir, realizar una recapitulación final en la que desearía considerar dos aspectos que me
parecen determinantes en el desarrollo de la propuesta planteada en las páginas precedentes. Por una parte, me he concentrado
hasta este momento en para qué no sirven los derechos, pero creo, sin embargo, que los derechos tienen un lugar en el
constitucionalismo de la escasez. Intentaré explicar en este último apartado cuál es ese lugar, así como para qué sí que sirven los
derechos. Por otra parte, las referencias, por otra parte razonables y pragmáticas, a la necesidad de adoptar una perspectiva
holística que he hecho en las páginas anteriores suscitan la cuestión de la definición del valor intrínseco de la naturaleza en este
marco conceptual. Esto lleva a reconsiderar el papel de lo sagrado en el Derecho y, particularmente, en el Derecho constitucional,
lo que implica riesgos obvios, teniendo en cuenta el carácter históricamente secular del constitucionalismo.

Para empezar por el papel de los derechos en el constitucionalismo de la escasez, debo recuperar la concepción del
constitucionalismo como una tradición cultural centrada en el control del poder. En este sentido, debo señalar que la adopción de
una perspectiva holística, que (re-)integre al ser humano en el flujo general de la vida, puede tener una deriva totalitaria que
debe evitarse. Así, la perspectiva fuertemente comunitarista que implica la adopción del principio de responsabilidad como
centro del sistema constitucional puede retrotraer a la persona humana individual a una posición subordinada a fines sociales,
contradictoria con la idea de dignidad humana 165). Por este motivo, no es deseable la renuncia al patrimonio cultural de los
derechos humanos, aunque deba reconstruirse en el marco de un constitucionalismo de la escasez y tomando en consideración,
de manera seria, la contribución del diálogo intercultural en este proceso de reconstrucción.

Debe partirse, nuevamente, de la tensión entre la supresión de la individualidad en beneficio de la salus publica —el caso de
Esparta—y la disolución de la vida comunitaria en el individualismo —la crisis ateniense 166). Esta tensión se resolvió, en un
determinado momento histórico en la idea liberal de constitución, en qué la vida comunitaria concede un margen a los derechos
individuales, que, sin embargo, están limitados por la propia supervivencia del orden global. Dicho orden global, sin embargo,
está concebido como simple agregado de individuos, lo que ha generado las bases culturales para la apropiación
desproporcionada de los recursos naturales por una parte de la humanidad en las últimas décadas. Se trata, ahora, de encontrar
otra solución a tal tensión, que recupere la densidad de los elementos comunitarios y la idea de responsabilidad, sin renunciar al
respeto de la vida humana individual.

Así, desde la noción de dignidad humana, sin olvidar la necesidad de construir la dignidad intrínseca de las realidades no
humanas, se trata de integrar los derechos humanos, como aspiraciones legítimas a un bienestar en términos respetuosos y
moderados, de acuerdo con la responsabilidad debida a la comunidad humana y a la naturaleza, en una marco holístico en que
se despliega el metabolismo social en harmonía con la base física que lo sostiene 167).Por ello, entiendo que el paradigma de los
derechos que ha presidido el desarrollo de la tradición constitucional desde sus orígenes, debe ser abandonado, recuperando la
cultura de los derechos en la construcción de un estatuto complejo de los miembros de la comunidad humana, así como de las
comunidades que la conforman, que unifique las nociones de derechos, responsabilidades y bienestar, tomando en cuenta a las
generaciones futuras, la comunidad global, otras formas de vida y la naturaleza en su conjunto 168).

Ello implica relativizar la cultura de los derechos, superar su condición de paradigma, para usarla como herencia cultural
relevante en un contexto más complejo. Implica también desoccidentalizarla, aunque, seguramente, no a través de propuestas
tan banales y endebles como los derechos de la naturaleza 169). Se trataría de construir el concepto de justicia ambiental, como
idea regulativa del funcionamiento interno del metabolismo social, esto es, de las relaciones en el seno de la comunidad humana,
a partir de unos derechos construidos desde un consenso global que tomara en consideración a todas las culturas 170). En
realidad, una cierta concepción de la cultura de los derechos humanos no excluye el respeto a la igual dignidad de todas las
culturas, que constituye el fundamento para el diálogo en un espacio político común, donde el contenido efectivo de los derechos
se iría reelaborando a partir de aportaciones diversas, más allá del paradigma individualista donde dicha cultura tiene su
origen 171).

En este contexto cabe considerar la segunda cuestión problemática que plantea un constitucionalismo de la escasez, esto es, la
relevancia de lo sagrado. He ido utilizando en algunos puntos de este trabajo la idea de la dignidad de las realidades no humanas
y, en particular, de la naturaleza en su conjunto. Desde una perspectiva secular y liberal es imposible tomar en serio ninguna
dignidad intrínseca fuera de la humana. En este punto, sin embargo, el pragmatismo exige la adopción de una perspectiva
holística que obliga a pensar sobre los fundamentos de la dignidad reconocida a lo no humano. Esto implica, de entrada, una
concepción de la dignidad que trasciende al ser humano y una reconstrucción de la propia dignidad humana en un contexto más
amplio.

En este sentido, en el ámbito andino, «[l]a dignidad específica del sujeto humano colectivo radica en su lugar trascendental y su
‘función’ relacional como chakana dentro del todo ( holon ) del universo, y no en un aspecto logo-mórfico (razón) o teo-mórfico
(imagen de Dios)» 172). Sin embargo, esta colocación de la dignidad humana en la comunión con la naturaleza y no en la
separación respecto a lo no humano implica, a mi juicio, una recuperación de lo sagrado que no es nada fácil atendiendo a los
fundamentos culturales de la tradición constitucional. Se trataría, en definitiva de avanzar hacia la Ehrfurcht vor dem Leben ,
propugnada por Albert Schweitzer, cuya dimensión sagrada es innegable 173).

La superación del antropocentrismo, la redefinición del estatuto constitucional de los seres humanos, una relectura de la cultura
de los derechos en términos de responsabilidad y, en última instancia, el consagración de la dignidad humana vinculada al
reconocimiento de la dignidad intrínseca de lo no humano impugnan la negación de lo sagrado que constituye el núcleo del ethos
burgués, fundamento de la cultura hegemónica en que se despliegan el capitalismo y la tecnociencia. El ser humano debería
resituarse aquí en el contexto holístico de una naturaleza integradora, donde ya no es la medida de todas las cosas, sino, más
bien, una «chakana importante, [que] tiene una ‘función’ cósmica de conservación y perpetuación mediante la ‘presentación’
ritual y ceremonial» 174).

Pues bien, esta recuperación de lo sagrado, en el marco de una perspectiva holística y un discurso intercultural, se me antoja el
aspecto más problemático de estas páginas, en la medida en que la cultura constitucional hegemónica, así como la comunidad
académica del Derecho constitucional tienden justamente a mantener fuera este aspecto 175). Creo, sin embargo, que el debate
sobre el constitucionalismo de la escasez, que es el constitucionalismo del futuro, debe tomarse seriamente esta cuestión, de tan
difícil encaje en nuestra praxis académica.

8. BIBLIOGRAFÍA

Abad Pérez, José Javier, «Las Administraciones públicas, el control jurisdiccional y el medio ambiente», Poder Judicial , núm.
especial IV, p. 31-63.
Acosta, Alberto, «El “buen vivir” para la construcción de alternativas», Bitácora constituyente , Abya Yala. Quito, 2008, p. 207-218.

— «Los grandes cambios requieren esfuerzos audaces. A manera de prólogo», Alberto Acosta, Esperanza Martínez (comp.),
Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora , Abya-Yala. Quito, 2009, p. 15-23.

Aguilera Vaqués, Mar, El desarrollo sostenible y la Constitución Española , Atelier. Barcelona, 2000.

Albertí Rovira, Enoch, Autonomía política y unidad económica , Civitas. Madrid, 1995,

Alder, John, David Wilkinson, Environmental Law & Ethics , Macmillan, Londres, 1999.

Altvater, Elmar, El precio del bienestar , Alfons el Magnànim. Valencia, 1994 (versión castellana de Manuel Ardid Lorés).

Anand, Ruchi, International Environmental Justice , Ashgate. Aldershot & Burlington, 2004.

Aparicio Pérez, Miguel Ángel, Introducción al sistema político y constitucional español , Barcelona. Ariel, 19915.

Aparicio Wilhelmi, Marco, «Nuevo constitucionalismo, derechos y medio ambiente en las constituciones de Ecuador y Bolivia»,
Revista General de Derecho Público Comparado , núm. 9, 2011, p. 1-24.

Asensi Sabater, José, Constitucionalismo y Derecho constitucional , Tirant lo Blanch. Valencia, 1996.

Ávila Santamaría, Ramiro, El neoconstitucionalismo transformador. El estado y el derecho en la Constitución de 2008 , Abya-Yala,
Universidad Andina Simón Bolívar. Quito, 2011,

Azar, Christian, John Holmberg, «Defining the Generational Debt», Ecological Economics , vol. 14, núm. 1, julio 1995, p. 7-19.

Bárcena, Iñaki, Peter Schütte, «El principio de precaución en la Unión Europea. Aspectos jurídico-políticos», Revista de Derecho
Ambiental , núm. 19, 1997, p. 13-42.

Bassols Coma, Martín, Constitución y sistema económico , Tecnos. Madrid, 1985.

Baudrillard, Jean, La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras , Siglo XXI. Madrid, 2009 (versión castellana de A. Bixio)

Belshaw, Christopher, Filosofía del medio ambiente , Tecnos. Madrid, 2005 (versión castellana de I. Gutiérrez González y A. Vijande
Martínez).

Benidickson, Jamie, Environmental Law , Irwin Law. Ottawa, 1997.

Borràs Pentinat, Susana, «La configuración de un nuevo derecho humano: el derecho humano al medioambiente», Danielle
Annoni (coord.), Os Novos Conceitos do Novo Direito Internacional. Cidadania, democracia e direitos humanos, Río de Janeiro.
América Jurídica, 2002, p. 453-468.

Bosselmann, Klaus, The Principle of Sustainability. Transforming Law and Governance , Ashgate. Farnham & Burlington, 2008.

— «Justice and the Environment: Building Blocks for a Theory on Ecological Justice», Klaus Bosselmann, Benjamin J. Richardson,
B. J. (eds.), Environmental Justice and Market Mechanisms. Key Challenges for Environmental Law and Policy , Kluwer. La Haya,
Londres, Boston, 1999, p. 30-57.

Calliess, Christian, Rechtstaat und Umweltstaat , Mohr Siebeck. Tubinga, 2001.

Canosa Usera, Raúl, «Aspectos constitucionales del Derecho Ambiental», Revista de Estudios Políticos , núm. 94 (nueva época),
octubre-diciembre 1996, p. 73-109.

— Constitución y medio ambiente , Dykinson. Madrid, 2000.

Carrasco Barranco, Carmen, «Las limitaciones al derecho de propiedad privada derivadas de la legislación andaluza de
medioambiente y el régimen constitucional de la propiedad», Gerardo Ruiz-Rico Ruiz (coord.), La protección del medio ambiente
en el ordenamiento jurídico español , Universidad de Jaén. Jaén, 1995, p. 435-454.

Cascajo Castro, José Luis, «La configuración del Estado Social en la Constitución Española», Gregorio Cámara Villar y Juan Cano
Bueso (eds. y coords.), Estudios sobre el Estado Social. Estado Social y Comunidad Autónoma de Andalucía , Tecnos. Madrid, 1993,
p. 41-46.

Castillo, Mayari, Anahí Durand, «Movimiento cocalero, política y representación: los casos boliviano y peruano», Fernando García
(comp.), Identidades, etnicidad y racismo en América Latina , FLACSO. Quito, 2008, p. 60ss.

Cecchetti, Marcello, Principi costituzionali per la tutela dell’ambiente , Giuffrè. Milán, 2000.

Clarkson, Stephen, Stepan Wood, A Perilous Imbalance. The Globalization of Canadian Law and Governance , UBC Press.
Vancouver, Toronto, 2009.
Coaquira Siñani, Teresa, Análisis ambiental de la política energética boliviana , Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y
Agrario. La Paz, 2010.

Cole, Luke W., Sheila L. Foster, From the Ground Up. Environmental Racism and the Rise of Environmental Justice Movement , New
York University Press. Nueva York, Londres, 2001.

Comisión mundial del medio ambiente y del desarrollo, Nuestro futuro común , Alianza Editorial. Madrid, 1988

Conti, Sergio, Geografia economica . Teorie e metodi, UTET. Turín, 1996.

Crook, Stephen, Jan Patuski y Malcolm Waters, Postmodernization. Change in Advanced Society , Sage. Londres, Thousand Oaks,
Nueva Delhi, 1992.

Cutter, Susan L., «Race, class and environmental justice», Progress in Human Geography , vol. 19, núm. 1, 1995, p. 111-122.

De Cabo Martín, Carlos, Pensamiento crítico, constitucionalismo crítico , Trotta. Madrid, 2014.

De la Cuadra Salcedo, Tomás, «La Constitución económica de España. Comentario introductorio al Título VII», Óscar Alzaga
Villaamil (dir.), Comentarios a la Constitución española de 1978 (X ), Edersa. Madrid, 1998, p. 15-44.

De Lucas, Javier, «El principio de solidaridad como fundamento del derecho al medio ambiente», Revista de Derecho Ambiental ,
núm. 12, 1994, p. 51-70.

De Sousa Santos, Boaventura, Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del Sur , Instituto
Internacional de Derecho y Sociedad, Programa Democracia y Transformación Global. Lima, 2010

Dobson, Andrew, Justice and the Environment. Conceptions of Environmental Sustainability and Dimensions of Social Justice ,
Oxford University Press. Oxford, 1998.

Echeverría, Julio, «Complejización del campo político en la construcción democrática en el Ecuador», Felipe Burbano de Lara
(coord.), Transiciones y rupturas. El Ecuador en la segunda mitad del Siglo XX , FLACSO, Sede Ecuador. Quito, 2010, p. 75-114.

Embid Irujo, Antonio, «El rol del Estado: ¿vigilante o gestor?», Juan Grau Rahola, Josep Enric Llebot (coords.), Política ambiental y
desarrollo sostenible , Instituto de Ecología y Mercado. Madrid, 1999, p. 291-354.

Epiney, Astrid, «Abfallrecht im internationalen Kontext. Europa- und völkerrechtliche Aspekte der grezüberschreitenden
Abfallverbringung», Umweltrecht in der Praxis / Le Droit de l’environnement dans la pratique , 1999, p. 63-89.

Erbguth, Wilfried, Rechtssystematische Grundfragen des Umweltrechts , Duncker & Humblot. Berlín, 1987.

Escobar Roca, Guillermo, La ordenación constitucional del medio ambiente , Dykinson. Madrid, 1995.

Estermann, Joseph, Filosofía andina. Estudio intercultural de la sabiduría autóctona andina , Abya-Yala. Quito, 1998.

Ewald, Sylvia, «Adjudication of the Right to Education and the Right to Welfare», Columbia Journal of Environmental Law , vol. 36,
núm. 2, 2011, p. 413-459.

Dionisio Fernández de Gatta Sánchez, «La política ambiental comunitaria en el Tratado de la Unión Europea», Revista de Estudios
Europeos , núm. 6, enero-marzo 1994, p. 7-32.

Fernández Rodríguez, José Julio, La inconstitucionalidad por omisión. Teoría general. Derecho comparado. El caso español , Civitas.
Madrid, 1998.

Fleiner-Gerster, Thomas, «Die Zukunft des schweizerisches Rechtstaates», VVAA, Festgabe Alfred Rötheli zum fünfundsechzigsten
Geburstag , Staatskanzlei des Kantons Solothurns. Solothurn, 1990, p. 89-103.

Freitas do Amaral, Diogo, Pedro Garcia Marques, «Environmental Law in Portugal. The Environmental Law System», N. S. J.
Koeman (ed.), Environmental Law in Europe , Kluwer. La Haya, Londres, Boston, 1999, p. 457-480.

Garcia, Maria da Gloria F. D. P., José Cunhal Sendim, Pedro Machete, Rafael Lucas Pires, «Portugal», International Encyclopaedia of
Laws. Environmental Law (6 ), Kluwer. La Haya, Londres, Boston, 2001.

Garrido Gutiérrez, Pilar, «El derecho a la vivienda: ¿Un sueño irrealizable?», Miguel A. García Herrera (ed.), Constitución y
democracia. 25 años de Constitución democrática en España (Actas del Congreso celebrado en Bilbao los días 19 a 21 de noviembre
de 2003) (I ), Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua. Bilbao,
2005, p. 639-653.

Gellers, Josuah Chad, «‘Cowboy Economics' versus 'Spaceship Ecology': Constructing a Sustainable Environmental Ethic», 2010
<http://ssrn.com/abstract=1695814>.

Gethmann, Carl Friedrich, «Individuelle Freiheit und Umweltschutz aus philosophischer Sicht», Michael Kloepfer (ed.),
Umweltstaat als Zukunft , Economica. Bonn, 1994, p. 42-54.
Glenn, H. Patrick, Legal Traditions of the World , Oxford University Press. Oxford, Nueva York, 20073.

Gómez Isa, Felipe, «Los pueblos indígenas como sujetos del derecho al desarrollo», Mikel Berraondo (coord.), Pueblos indígenas y
derechos humanos , Universidad de Deusto. Bilbao, 2006, p. 452-453.

Gormley, W. Paul, «The Legal Obligation of the International Community to Guarantee a Pure and Decent Environment: The
Expansion of Human Rights Norms», Georgetown International Law Review , vol. III, 1990, p. 85-116.

Gorz, André, «Ecología y libertad», Crítica de la razón productivista , Libros de la Catarata, Madrid, 2008 (edición de Joaquín
Valdivielso, versión castellana de Joan Giner), p. 73-83.

Gosálbez Sologuren, Gonzalo, «Estructura y organización económica del Estado Análisis y crítica en la nCPE», VVAA, Miradas.
Nuevo Texto Constitucional , Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de
Bolivia, Universidad Mayor de San Andrés. La Paz, 2010, p. 179-198.

Graber, Christoph Beat, «The new UNESCO Convention on Cultural Diversity: a Counterbalance to the WTO?», Journal of
International Economic Law , vol. 9, núm. 3, 2006, p. 553-574.

Grijalva, Agustín, «Régimen constitucional de biodiversidad, patrimonio natural y ecosistemas frágiles; y, recursos naturales
renovables», VVAA, Desafíos del Derecho ambiental ecuatoriano frente a la Constitución vigente , Centro Ecuatoriano de Derecho
Ambiental. Quito, 2010, p. 27

Gudynas, Eduardo, «Derechos de la Naturaleza y políticas ambientales», Alberto Acosta, Esperanza Martínez (comp.), Derechos de
la Naturaleza. El futuro es ahora , Abya-Yala. Quito, 2009, p. 15. p. 39-49.

— «Seis puntos clave en ambiente y desarrollo», Alberto Acosta, Esperanza Martínez (comp.), El Buen Vivir. Una vía para el
desarrollo , Abya-Yala. Quito, 2009.

Hanschel, Dick, «Progress and the Precautory Principle in Administrative Law — Country Report on Germany», Eibe Riedel,
Rüdiger Wolfrum (eds.), Recent Trends in German and European Constitutional Law , Springer. Berlín, Heidelberg, Nueva York,
2006, p. 179-209.

Hardin, Garrett, «Lifeboat Ethics: the Case Against Helping the Poor», 1974,
<http://www.garretthardinsociety.org/articles/art_lifeboat_ethics_case_against_helping_poor.html>.

Held, Virginia, The Ethics of Care: Personal, Political, Global , University of Oxford Press. Oxford, 2006.

Hesse, Konrad, «Concepto y cualidad de la Constitución», Escritos de Derecho Constitucional , Centro de Estudios Constitucionales.
Madrid, 1992 (edición castellana de Pedro Cruz Villalón), p. 1-29.

Hiskes, Richard P., The Human Right to a Green Future. Environmental Rights and Intergenerational Justice , Cambridge University
Press. Nueva York, 2009.

Höffe, Otfried, «Umweltschutz als Staatsaufgabe — Umrisse einer rechtsphilosophischen Begründung», VVAA, L’homme dans son
environnement / Mensch und Umwelt, Éditions Universitaires. Friburgo (Suiza), 1980, p. 307-330.

Hornborg, Alf, «Zero-Sum World Challenges in Conceptualizing Environmental Load Displacement and Ecologically Unequal
Exchange in the World-System», International Journal of Comparative Sociology , núm. 50, 2009, p. 237-262.

Jaeger, Werner, Paideia: los ideales de la cultura griega , Fondo de Cultura Económica. México DF, 19622 (versión castellana de
Joaquín Xirau y Wenceslao Roces).

Jaria i Manzano, Jordi, «El bienestar posible: estado social y protección del medio ambiente», Revista Aranzadi de Derecho
Ambiental , núm. 8, 2005, p. 61-82.

— La cuestión ambiental y la transformación de lo público , Tirant lo Blanch. Valencia, 2011.

— «Calidad de vida», Diccionario de derechos humanos , Universidad de Alcalá, Agencia Española de Cooperación Internacional
para el Desarrollo, Alcalá de Henares, 2011 <http://diccionario.pradpi.org/inicio/index.php/terminos_pub/view/41>.

— «Circles of Consensus: the Preservation of Cultural Diversity through Political Processes», Utrecht Law Review , vol. 8, núm. 1,
enero 2012, p. 92-105.

— «Environmental Justice, Social Change and Pluralism», IUCN Academy of Environmental Law e-Journal , 2012 (1), p. 18-29.

— «Si fuera solo una cuestión de fe... — una crítica sobre el sentido y la utilidad del reconocimiento de derechos a la naturaleza
(en la Constitución del Ecuador)», Revista Chilena de Derecho y Ciencia Política , vol. 4, núm. 1, 2013, p. 43-86.

— «Governing a global community. The necessary transformation of international law into a constitutional order to address
unequal exchange», Antoni Pigrau, Susana Borràs, Jordi Jaria i Manzano, Antonio Cardesa-Salzmann, International law and
ecological debt. International claims, debates and struggles for environmental justice , EJOLT Report núm. 11, 2014, p. 88-100.
Jiménez Jaén, Adolfo, El régimen jurídico de los Espacios Naturales Protegidos , McGraw-Hill, Madrid, 2000.

Jonas, Hans, El principio de responsabilidad – Ensayo de una ética para la civilización tecnológica , Herder. Barcelona, 1995
(versión castellana de José María Fernández Retenaga).

Jordano Fraga, Jesús, La protección del derecho a un medio ambiente adecuado , J. M. Bosch. Barcelona, 1995.

Jositsch, Daniel, «Das Konzept der nachhaltigen Entwicklung (Sustainable Development) im Völkerrecht und seine innerstaatliche
Umweltsetzung», Umweltrecht in der Praxis / Le Droit de l’environnement dans la pratique , 1997, p. 93-121.

Knoepfel, Peter, «Zur Wirksamkeit des heutigen Umweltschutzrechts», Umweltrecht in der Praxis / Le Droit de l’environnement
dans la pratique , 1994, p. 201-236.

Koechlin, Dominik, Das Vorsorgeprinzip im Umweltschutzgesetz unter besonderer Berücksichtigung der Emissions- und
Immissionsgrenzwerte , Helbing & Lichtenhahn. Basilea, Frankfurt am Main, 1989.

Kummer, Katharina, «Le droit des déchets dans le contexte international», Umweltrecht in der Praxis / Le Droit de l’environnement
dans la pratique , 1999, p. 322-335.

Kysar, Douglas A., «Global Environmental Constitutionalism: Getting There from Here», Transnational Environmental Law, vol. 1,
núm. 1, 2012, p. 83-94.

Loperena Rota, Demetrio, Los principios del Derecho ambiental , Civitas. Madrid, 1998,

López Garrido, Diego, «Apuntes para un estudio sobre la Constitución económica», Revista del Centro de Estudios Constitucionales
, núm. 15, mayo-agosto 1993, p. 79-96.

López Ramón, Fernando, «Derechos fundamentales, subjetivos y colectivos al medio ambiente», Revista Española de Derecho
Administrativo , núm. 95, julio-septiembre 1997, p. 347-364.

Lovelock, James, Lynn Margulis, «Atmospheric homeostasis by and for the biosphere: the Gaia hypothesis», Tellus , vol. XXVI,
núms. 1-2, 1974, p. 2-10.

Lozano Cutanda, Blanca, «La ‘ecologización’ de los derechos fundamentales: la doctrina López Ostra c. España, Guerra y otros c.
Italia y Hatton y otros c. Reino Unido del TEDH y su recepción por nuestro TC», Revista Española de Derecho Europeo , núm. 1,
enero-marzo 2002, p. 175-205.

Llano, Alejandro, La nueva sensibilidad , Espasa. Madrid, 1988.

Macchia, Patrizia, Normativa a tutela dell’ambiente e disciplina del sistema produttivo nell’ordinamento giuridico elvetico , Jovene.
Nápoles, 1994,

Mader, Luzius, «Die Umwelt in neuer Verfassung? Anmerkungen zu umweltschutzrelevanten Bestimmungen der neuen
Bundesverfassung», Umweltrecht in der Praxis / Le Droit de l’environnement dans la pratique , 2000, p. 105-119.

Malanczuk, Peter, «Die Konferenz der Vereinten Nationen über Umwelt und Entwicklung (UNCED) und das internationale
Umweltrecht», Ulrich Beyerlin, Michael Bohte, Rainer Hofmann, Ernst-Ulrich Petersmann (eds.), Recht zwischen Umbruch und
Bewahrung. Festschrift für Rudolf Bernhardt , Springer. Berlin, Heidelberg, Nueva York, 1995, p. 985-1002.

Mamani Ramírez, Pablo, «Lo indígena en la nueva Constitución Política del Estado «Constitución intermedia»», VVAA, Miradas.
Nuevo Texto Constitucional , Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de
Bolivia, Universidad Mayor de San Andrés. La Paz, 2010, p. 703-711.

Margalef, Ramón, «Lo que se llama ecología y posibles condicionantes de nuestro futuro», José Alcina Franch y Marisa Calés
Bourdet (eds.), Hacia una ideología para el siglo XX. Ante la crisis civilizatoria de nuestro tiempo , Akal. Tres Cantos, 2000, p. 329-
344.

Martí i Puig, Salvador, Margarita Gómez-Reino, «Descentralización política y movilización de los pueblos indígenas en América
Latina. Comparando el proceso de descentralización en Europa y América Latina», Miguel González, Araceli Burguete Cal y
Mayor, Pablo Ortiz T., La autonomía a debate. Autogobierno indígena y Estado plurinacional en América Latina , FLACSO (Sede
Ecuador), Cooperación Técnica Alemana (GTZ), Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA), Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Quito, 2010,
p. 429-451.

Martínez De Bringas, Asier, «Los pueblos indígenas ante la construcción de los procesos multiculturales. Inserciones en los
bosques de la biodiversidad», Mikel Berraondo (coord.), Pueblos indígenas y derechos humanos , Universidad de Deusto. Bilbao,
2006, p. 85-109.

Martinez-Alier, Joan, «Ecological debt and property rights on carbon sinks and reservoirs» Capitalism Nature Socialism , vol. 13,
núm. 1, 2002, p. 115-119.
— «Conflictos ecológicos y justicia ambiental», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global , núm. 103, 2008, p. 17-27.

Mecklenburg, Wilhelm, «Über das Apriorische der Bundesfernstrassen», Ludwig Krämer, Recht und Um-Welt. Essays in Honour of
Prof. Dr. Gerd Winter , Europa Law Publishing. Groningen, 2003, p. 113-136.

Mesa Cuadros, Gregorio, «Elementos para una teoría de la justicia ambiental», Gregorio Mesa Cuadros (ed.), Elementos para una
teoría de la Justicia Ambiental y el Estado Ambiental de Derecho , Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 2011, p. 25-62.

Mickelsen, Karin, William Rees, «The Environment: Ecological and Ethical Dimensions», Elaine L. Hughes, Alastair R. Lucas,
William A. Tilleman II (eds.), Environmental Law and Policy, Emond Montgomery. Toronto, 1993, p. 1-29.

Morelli, Sandra, «La protección de la diversidad e integridad del ambiente: un mandato constitucional en el Derecho
colombiano», Gerardo Ruiz-Rico Ruiz (coord.), Derecho comparado del medio ambiente y de los espacios naturales protegidos ,
Granada. Comares, 2000, p. 331-394.

Montero Justiniano, Lourdes, «Una Economía para la Inclusión», VVAA, Miradas. Nuevo Texto Constitucional , Instituto para la
Democracia y la Asistencia Electoral, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, Universidad Mayor de San Andrés. La
Paz, 2010, p. 587-598.

Moreno Navarro, Isidoro, «Quiebra de los modelos de modernidad, globalización e identidades colectivas», José Alcina Franch,
Marisa Calés Bourdet (eds.), Hacia una ideología para el siglo XXI. Ante la crisis civilizatoria de nuestro tiempo , Akal. Tres Cantos,
2000, p. 102-131.

Murswiek, Dietrich, Umweltschutz als Staatszweck , Economica. Bonn, 1995.

Nicole, Yves, L’étude d’impact dans le système fédéraliste suisse. Etude de droit fédéral et de droit vaudois , Payot. Lausanne, 1992.

Noguera, Albert, La igualdad ante el fin del Estado social , Sequitur. Madrid, 2014.

Pacari, Nina, «Naturaleza y territorio desde la mirada de los pueblos indígenas», Alberto Acosta, Esperanza Martínez (comp.),
Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora , Abya-Yala. Quito, 2009, p. 36.

Petitpierre-Sauvain, Anne, «Fondements écologiques de l’ordre constitutionnel suisse», Daniel Thürer, Jean-François Aubert, Jörg
Paul Müller (eds.), Verfassungsrecht der Schweiz / Droit constitutionnel suisse , Schulthess. Zúrich, 2001, p. 579-590.

Pigrau, Antoni, Susana Borràs, Jordi Jaria i Manzano, Antonio Cardesa-Salzmann, Legal Avenues for EJOs to Claim Environmental
Liability , EJOLT Report núm. 4, 2012.

Poyal Costa, Ana, Normas constitucionales y realidad. Análisis de su intervención transformadora, UNED, Madrid, 1995.

Respini, Renzo, «Tecnica e diritto nell’ambito della protezione dell’ambiente», Tecnica e diritto nell’ambito della protezione
dell’ambiente. Atti della giornata di studio del 29 de maggio 1990 , Comissione ticinese per la formazione permanente dei giuristi.
Lugano, 1991, p. 3-9.

Rhinow, René, «Wirtschafts- und Eigentumsverfassung», Daniel Thürer, Jean-François Aubert, Jörg Paul Müller (eds.),
Verfassungsrecht der Schweiz / Droit constitutionnel suisse , Schulthess. Zúrich, 2001, p. 565-578.

Ridoux, Nicolas, Menos es más. Introducción a la filosofía del decrecimiento , Los libros del lince. Barcelona, 2009 (versión
castellana de Joana Mercader),

Robinson, Daniel F., Confronting Biopiracy: Challenges, Cases and International Debates , Earthscan. Londres, Washingon, 2010.

Roca, José Manuel, Nación negra. Poder negro , La Linterna Sorda, Madrid, 2008.

Rolston III, Holmes, «Rights and Responsibilities on the Home Planet», Yale Journal of International Law , núm. 18, 1993, p. 251-
279.

Romi, Raphaël, Droit et administration de l’environnement, Montchrestien, París, 20014.

Ruiz Vieytez, Javier, El derecho al ambiente como derecho de participación , Ararteko. Zarautz, 1990.

Sen, Amartya, Identity and Violence. The Illusion of Destiny , Norton. Nueva York, Londres, 2006.

Serrano Moreno, José Luis, Ecología y Derecho: principios de Derecho Ambiental y Ecología jurídica , Comares. Granada, 1992.

Sierra Pérez, Pilar, Obligaciones «propter rem» hoy: los gastos comunes en la propiedad horizontal , Tirant lo Blanch. Valencia,
2002.

Sosa, Nicolás M., «A vueltas con la sustentabilidad, esta vez desde la ética», Sistema , núms. 162-163, junio 2001, p. 53-72.

Spillmann, Werner, «Schwächen Nachhaltigkeitskonzepte den Umweltschutz? Eine Analyse am Beispiel des Verkehrs»,
Umweltrecht in der Praxis / Le Droit de l’environnement dans la pratique , 2000, p. 187-202.
Sueli Padilha, Norma, Fundamentos Constitucionais do Direito Ambiental Brasileiro , Elsevier, Río de Janeiro, 2010.

Timmons Roberts, J., Bradley C. Parks, «Ecologically Unequal Exchange, Ecological Debt, and Climate Justice – The History and
Implications of Three Related Ideas for a New Social Movement», International Journal of Comparative Sociology , núm. 50, 2009,
p. 385-409.

Tiul, Kajkoj Ba, «Los pueblos indígenas: derecho a la educación y la cultura», Mikel Berraondo (coord.), Pueblos indígenas y
derechos humanos , Universidad de Deusto. Bilbao, 2006, p. 569-582.

Toledo, Víctor M., «¿Por qué los pueblos indígenas son la memoria de la especie?», Papeles de relaciones ecosociales y cambio
global , núm. 107, 2009, p. 27-38.

Touraine, Alain, Critique de la modernité , Fayard. París, 1992.

Untoja Choque, Fernando, «Mitificación indigenista del pasado», VVAA, Miradas. Nuevo Texto Constitucional , Instituto para la
Democracia y la Asistencia Electoral, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, Universidad Mayor de San Andrés. La
Paz, 2010, p. 253-260.

Vaughan, Frederick, «Ecology and the Concept of Nature», O. P. Dwivedi, Protecting the Environment. Issues and Choices –
Canadian Perspectives , Coop Clark. Toronto, 1974, p. 9-20.

Vicens i Vives, Jaume, Notícia de Catalunya , Destino. Barcelona, 1975.

VVAA, The many faces of land grabbing. Cases from Africa and Latin America , EJOLT Report núm. 10, 2014.

Weinberg, Adam S., «The Environmental Justice Debate: A Commentary on Methodological Issues and Practical Concerns»,
Sociological Forum , vol. 13, núm. 1, marzo 1998, p. 25-32.

Wildhaber, Luzius, «Soziale Grundrechte», Peter Saladin y Luzius Wildhaber (eds.), Der Staat als Ausgabe. Gedenkschrift für Max
Imboden , Helbing & Lichtenhahn. Basilea, Stuttgart, 1972, p. 371-391.

Wray, Norman, «Los retos del régimen de desarrollo. El Buen Vivir en la Constitución», Alberto Acosta, Esperanza Martínez
(comp.), El Buen Vivir. Una vía para el desarrollo , Abya-Yala. Quito, 2009, p. 51-62.

Zamora Cabot, F. J., «Acaparamiento de tierras ( land grabbing ) y empresas multinacionales: el caso Mubende-Neumann» Papeles
‘El tiempo de los derechos’ , 2013.

Zarkin Cortés, Sergio Salomón, Derecho de protección al ambiente , Porrúa. México DF, 2000.

NOTAS AL PIE DE PÁGINA

Recuérdese, en este sentido, el artículo XVI de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: «Toute société dans laquelle la garantie des droits n'est pas
assurée ni la séparation des pouvoirs déterminée, n'a point de Constitution» .

Vid. Felipe Gómez Isa, «Los pueblos indígenas como sujetos del derecho al desarrollo», Mikel Berraondo (coord.), Pueblos indígenas y derechos humanos , Universidad de
Deusto. Bilbao, 2006, p. 452-453.

La ética de frontera se relaciona con los grandes mitos de la Modernidad, entre los que cabe apuntar la confianza en el progreso y la relación de dominación del ser
humano sobre la naturaleza. La consecuencia es la creencia en que siempre van a encontrarse soluciones a los problemas de la humanidad a través de nuevos saltos en el
desarrollo tecnológico, que van a habilitar nuevos recursos para el despliegue del proceso de acumulación capitalista. La frontera remite al avance de los colonos
norteamericanos hacia el Oeste, donde siempre encontraban nuevos espacios —a costa, por cierto, de los pueblos originarios— para la obtención de recursos. Por el
contrario, las spaceship o lifeboat ethics ven al planeta como algo limitado e imponen un consumo de recursos apropiado a un sistema cerrado en sí mismo, que no puede
expandirse indefinidamente. Para el caso de la ética de bote salvavidas, vid. el trabajo seminal de Garrett Hardin, «Lifeboat Ethics: the Case Against Helping the Poor»,
1974, <http://www.garretthardinsociety.org/articles/art_lifeboat_ethics_case_against_helping_poor.html> [última visita el 5 de octubre de 2014]. Para el caso de la ética de
nave espacial, vid. Josuah Chad Gellers, «‘Cowboy Economics' versus 'Spaceship Ecology': Constructing a Sustainable Environmental Ethic», 2010
<http://ssrn.com/abstract=1695814> [última visita el 5 de octubre de 2014]. La ética del bote salvavidas es particularmente cruel con los menos favorecidos por el reparto
de los beneficios y perjuicios del metabolismo social y, en consecuencia, inasumible desde el punto de vista de la justicia ambiental. En cambio, la ecología de la nave
espacial considera la cuestión de la sostenibilidad desde el punto de vista de los recursos limitados sin excluir consideraciones en relación con la justicia.
4

Vid. Otfried Höffe, «Umweltschutz als Staatsaufgabe — Umrisse einer rechtsphilosophischen Begründung», VVAA, L’homme dans son environnement / Mensch und Umwelt
, Éditions Universitaires. Friburgo (Suiza), 1980, p. 307-330.

Así ha sido puesto de manifiesto por la jurisprudencia constitucional en España. Vid. en este sentido, las STCs 69/1982, de 23 de noviembre, 227/1988, de 29 de noviembre,
FJ 7, y 66/1991, de 22 de marzo, FJ 3.

Vid. Jordi Jaria i Manzano, La cuestión ambiental y la transformación de lo público , Tirant lo Blanch. Valencia, 2011, p. 184ss.

Vid. Carl Friedrich Gethmann, «Individuelle Freiheit und Umweltschutz aus philosophischer Sicht», Michael Kloepfer (ed.), Umweltstaat als Zukunft , Economica. Bonn,
1994, p. 42.

Este sería el caso español, tal como ha notado el Tribunal Constitucional. Así, en la STC 227/1988, de 29 de noviembre, FJ 7, destaca el vínculo entre los arts. 33.2 y 45 CE.
Vid., en relación con esta cuestión, Mar Aguilera Vaqués, El desarrollo sostenible y la Constitución Española , Atelier. Barcelona, 2000, p. 200; Carmen Carrasco Barranco,
«Las limitaciones al derecho de propiedad privada derivadas de la legislación andaluza de medioambiente y el régimen constitucional de la propiedad», Gerardo Ruiz-
Rico Ruiz (coord.), La protección del medio ambiente en el ordenamiento jurídico español , Universidad de Jaén. Jaén, 1995, p. 435-454; y Adolfo Jiménez Jaén, El régimen
jurídico de los Espacios Naturales Protegidos , McGraw-Hill, Madrid, 2000, p. 246ss. La función social de la propiedad, en definitiva, pretendería evitar el abuso de derecho
y, de este modo, evitar la lesión de un bien jurídico, en este caso, del medio ambiente. Vid. Pilar Sierra Pérez, Obligaciones «propter rem» hoy: los gastos comunes en la
propiedad horizontal , Tirant lo Blanch. Valencia, 2002, p. 27-28.

Sobre la idea de constitución económica, vid. Sobre la Constitución económica, vid. Enoch Albertí Rovira, Autonomía política y unidad económica , Civitas. Madrid, 1995, p.
177ss.; Martín Bassols Coma, Constitución y sistema económico , Tecnos. Madrid, 1985; Tomás de la Cuadra Salcedo, «La Constitución económica de España. Comentario
introductorio al Título VII», Óscar Alzaga Villaamil (dir.), Comentarios a la Constitución española de 1978 (X ), Edersa. Madrid, 1998, p. 15-44; Diego López Garrido,
«Apuntes para un estudio sobre la Constitución económica», Revista del Centro de Estudios Constitucionales , núm. 15, mayo-agosto 1993, p. 79-96; Ana Poyal Costa,
Normas constitucionales y realidad. Análisis de su intervención transformadora , UNED, Madrid, 1995, p. 139ss.

10

Vid. René Rhinow, «Wirtschafts- und Eigentumsverfassung», Daniel Thürer, Jean-François Aubert, Jörg Paul Müller (eds.), Verfassungsrecht der Schweiz / Droit
constitutionnel suisse , Schulthess. Zúrich, 2001, p. 566; W. Paul Gormley, «The Legal Obligation of the International Community to Guarantee a Pure and Decent
Environment: The Expansion of Human Rights Norms», Georgetown International Law Review , vol. III, 1990, p. 92.

11

La intermediación legislativa sería un elemento determinante en el despliegue del Estado social, mediante el cual el legislador disciplinaría el ejercicio de los derechos
individuales económicos en el marco de una economía de mercado regulada. Vid., en este sentido, José Julio Fernández Rodríguez, La inconstitucionalidad por omisión.
Teoría general. Derecho comparado. El caso español , Civitas. Madrid, 1998, p. 192.

12

Vid. Konrad Hesse, «Concepto y cualidad de la Constitución», Escritos de Derecho Constitucional , Centro de Estudios Constitucionales. Madrid, 1992 (edición castellana de
Pedro Cruz Villalón), p. 1-29.

13

Vid. Fernando López Ramón, Derechos fundamentales, subjetivos y colectivos al medio ambiente», Revista Española de Derecho Administrativo , núm. 95, julio-septiembre
1997, p. 359.

14
Vid. Jaria i Manzano, La cuestión ambiental... cit., p. 207ss.

15

Vid. Raúl Canosa Usera, «Aspectos constitucionales del Derecho Ambiental», Revista de Estudios Políticos , núm. 94 (nueva época), octubre-diciembre 1996, p. 80.

16

Vid. Klaus Bosselmann, The Principle of Sustainability. Transforming Law and Governance , Ashgate, Farnham & Burlington, 2008, p. 114.

17

Sobre la vinculación entre la protección del medio ambiente y la cláusula de estado social, vid. José Luis Cascajo Castro, «La configuración del Estado Social en la
Constitución Española», Gregorio Cámara Villar y Juan Cano Bueso (eds. y coords.), Estudios sobre el Estado Social. Estado Social y Comunidad Autónoma de Andalucía ,
Tecnos. Madrid, 1993, p. 44; Raúl Canosa Usera, Constitución y medio ambiente , Dykinson. Madrid, 2000, p. 33; y Guillermo Escobar Roca, La ordenación constitucional del
medio ambiente , Dykinson. Madrid, 1995, p. 18.

18

Vid. Dietrich Murswiek, Umweltschutz als Staatszweck , Economica. Bonn, 1995, p. 47.

19

Vid. Sylvia Ewald, «Adjudication of the Right to Education and the Right to Welfare», Columbia Journal of Environmental Law , vol. 36, núm. 2, 2011, p. 418.

20

Vid. Pilar Garrido Gutiérrez, «El derecho a la vivienda: ¿Un sueño irrealizable?», Miguel A. García Herrera (ed.), Constitución y democracia. 25 años de Constitución
democrática en España (Actas del Congreso celebrado en Bilbao los días 19 a 21 de noviembre de 2003) (I ), Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco / Euskal
Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua. Bilbao, 2005, p. 640-641.

21

Sobre la noción de desarrollo sostenible, vid. John Alder, David Wilkinson, Environmental Law & Ethics , Macmillan, Londres, 1999, p. 127ss.; Stephen Clarkson, Stepan
Wood, A Perilous Imbalance. The Globalization of Canadian Law and Governance , UBC Press. Vancouver, Toronto, 2009, p. 124ss.; Sergio Conti, Geografia economica. Teorie
e metodi , UTET. Turín, 1996, p. 468ss.; Daniel Jositsch, «Das Konzept der nachhaltigen Entwicklung (Sustainable Development) im Völkerrecht und seine innerstaatliche
Umweltsetzung», Umweltrecht in der Praxis / Le Droit de l’environnement dans la pratique , 1997, p. 101ss.; Demetrio Loperena Rota, Los principios del Derecho ambiental ,
Civitas. Madrid, 1998, p. 61ss.; Anne Petitpierre-Sauvain, «Fondements écologiques de l’ordre constitutionnel suisse», Thürer, Aubert, Müller (eds.), Verfassungsrecht der
Schweiz... cit., p. 581-582; Nicolás M. Sosa, «A vueltas con la sustentabilidad, esta vez desde la ética», Sistema , núms. 162-163, junio 2001, p. 57ss.; Werner Spillmann,
«Schwächen Nachhaltigkeitskonzepte den Umweltschutz? Eine Analyse am Beispiel des Verkehrs», Umweltrecht in der Praxis / Le Droit de l’environnement dans la
pratique , 2000, p. 190.

22

Andrew Dobson, en Justice and the Environment. Conceptions of Environmental Sustainability and Dimensions of Social Justice , Oxford University Press. Oxford, 1998, p. 60,
pone de manifiesto el eclecticismo y la ambigüedad que caracterizan a la noción tal como se encuentra formulada en el Informe Brundtland. No faltan, sin embargo,
visiones optimistas en relación con su capacidad de transformación de las relaciones internacionales, particularmente, en el eje Norte-Sur. Vid. Peter Malanczuk, «Die
Konferenz der Vereinten Nationen über Umwelt und Entwicklung (UNCED) und das internationale Umweltrecht», Ulrich Beyerlin, Michael Bohte, Rainer Hofmann, Ernst-
Ulrich Petersmann (eds.), Recht zwischen Umbruch und Bewahrung. Festschrift für Rudolf Bernhardt , Springer. Berlin, Heidelberg, Nueva York, 1995, p. 986ss.

23

Vid. Comisión mundial del medio ambiente y del desarrollo, Nuestro futuro común , Alianza Editorial, Madrid, 1988, p. 29.

24

Disponible en <http://www.un.org/spanish/esa/sustdev/agenda21/riodeclaration.htm> [última visita el 6 de octubre de 2014].

25

Disponible en <https://rio20.un.org/sites/rio20.un.org/files/a-conf.216-l-1_spanish.pdf.pdf> [última visita el 6 de octubre de 2014].


26

Vid. Luzius Mader, «Die Umwelt in neuer Verfassung? Anmerkungen zu umweltschutzrelevanten Bestimmungen der neuen Bundesverfassung», Umweltrecht in der
Praxis / Le Droit de l’environnement dans la pratique , 2000, p. 110.

27

En relación con estos tres factores, vid. Jositsch, «Das Konzept...» cit. , p. 97.

28

En relación con la incorporación de la noción de desarrollo sostenible a los textos constitucionales, vid. Sergio Salomón Zarkin Cortés, Derecho de protección al ambiente ,
Porrúa. México DF, 2000, p. 4.

29

Este documento se coloca, en el sistema constitucional francés, al mismo nivel que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) y el elenco de
derechos sociales consignados en el preámbulo de la Constitución de 1946.

30

La idea de desarrollo sostenible ha sido utilizada por el Tribunal Constitucional precisamente en relación con el artículo 130CE, de modo que puede decirse, como
intentaré desarrollar seguidamente, que el desarrollo sostenible puede extraerse, a través de una interpretación sistemática, de la propia Constitución. La STC 102/1995,
de 26 de junio, FJ 4, afirma, en relación con esto: «La conexión indicada [entre la calidad de vida en tanto que referida a la cultura y la economía y su incardinación
constitucional con el medio ambiente] se hace explícita cuando se encomienda a los Poderes públicos la función de impulsar y desarrollar, se dice, la actividad económica
y mejorar así el nivel de vida, ingrediente de la calidad si no sinónimo, con una referencia directa a ciertos recursos (la agricultura, la ganadería, la pesca) y a algunos
espacios naturales (zonas de montaña) (artículo 130CE), lo que nos ha llevado a resaltar la necesidad de compatibilizar y armonizar ambos el desarrollo con el medio
ambiente (STC 64/1982). Se trata, en definitiva del “desarrollo sostenible”, equilibrado y racional que no olvida a las generaciones futuras, alumbrado el año 1987 en el
llamado Informe Bruntland, con el título “Nuestro futuro común”, encargado por la Asamblea general de las Naciones Unidas». Como remarca la sentencia citada, la
jurisprudencia constitucional ya había puesto de manifiesto la tensión entre el desarrollo económico y la protección del medio ambiente en la primera sentencia en que
se refirió a esta última cuestión, a saber, la STC 64/1982, de 4 de noviembre, FJ 1. Asimismo, la STC 82/1982, de 21 de diciembre, seguía la misma línea argumental.

31

Para el texto de la Declaración de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el medio humano, vid
<http://www.unep.org/Documents.Multilingual/Default.asp?DocumentID=97&ArticleID=1503&l=en> [última visita el 6 de octubre de 2014]. Para su importancia en el
proceso de reconocimiento de derechos ambientales, vid. Bosselmann, The Principle of Sustainability... cit., p. 121.

32

Vid. Jaria i Manzano, La cuestión ambiental... cit., p. 177ss.

33

Sobre la significación del artículo 66 de la Constitución portuguesa de 1976, vid. Diogo Freitas do Amaral, Pedro Garcia Marques, «Environmental Law in Portugal. The
Environmental Law System», N. S. J. Koeman (ed.), Environmental Law in Europe , Kluwer. La Haya, Londres, Boston, 1999, p. 464-465; Maria da Gloria F. D. P. Garcia, José
Cunhal Sendim, Pedro Machete, Rafael Lucas Pires, «Portugal», International Encyclopaedia of Laws. Environmental Law (6), Kluwer. La Haya, Londres, Boston, 2001, p.
16ss.

34

Vid. Christian Calliess, Rechtstaat und Umweltstaat , Mohr Siebeck. Tubinga, 2001, p. 104ss.

35

Vid. Susana Borràs Pentinat, «La configuración de un nuevo derecho humano: el derecho humano al medioambiente», Danielle Annoni (coord.), Os Novos Conceitos do
Novo Direito Internacional. Cidadania, democracia e direitos humanos , Río de Janeiro, América Jurídica, 2002, p. 462ss.; Bosselmann, The Principle of Sustainability... cit., p.
126; Loperena Rota, Los principios... cit., p. 40; Sandra Morelli, «La protección de la diversidad e integridad del ambiente: un mandato constitucional en el Derecho
colombiano», Gerardo Ruiz-Rico Ruiz (coord.), Derecho comparado del medio ambiente y de los espacios naturales protegidos , Granada. Comares, 2000, p. 333ss.
36

Disponible en <http://www.oei.es/oeivirt/bizcaia.htm> [última visita el 6 de octubre de 2014]. Asimismo, cabe mencionar el art. 26 de la Declaración de Naciones Unidas
sobre los derechos de los pueblos indígenas, que está disponible en <http://www.un.org/esa/socdev/unpfii/documents/DRIPS_es.pdf> [última visita el 6 de octubre de 2014].

37

Vid. Bosselmann, The Principle of Sustainability... cit., p. 122.

38

Disponible en <http://www.acnur.org/biblioteca/pdf/1297.pdf?view=1> [última visita el 6 de octubre de 2014].

39

Disponible en <http://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/a-52.html> [última visita el 6 de octubre de 2014].

40

Texto disponible en <http://assembly.coe.int/Main.asp?link=/Documents/AdoptedText/ta03/EREC1614.htm> [última visita el 6 de octubre de 2014].

41

Ello sucede desde principio de la década de los noventa del siglo pasado, con sentencias remarcables como Powell y Rayner c. el Reino Unido, de 21 de febrero de 1990; y
López Ostra c. España, de 14 de diciembre de 1994. Vid. Blanca Lozano Cutanda, «La ‘ecologización’ de los derechos fundamentales: la doctrina López Ostra c. España,
Guerra y otros c. Italia y Hatton y otros c. Reino Unido del TEDH y su recepción por nuestro TC», Revista Española de Derecho Europeo , núm. 1, enero-marzo 2002, p. 175-
205.

42

Raficado por el Reino de España el 15 de diciembre de 2004 ( BOE , de 16 de febrero de 2005).

43

Vid. Jaria i Manzano, La cuestión ambiental... cit., p. 194ss.

44

Si bien es cierto que los problemas de caracterización y la dificultad de definir el derecho al medio ambiente en un sentido sustantivo han ido reforzando la idea de que
es mejor hacerlo en términos procedimentales, orientándose a la «transparency, accountability and participation in decisión-making» , mostrando, por otra parte, hasta
qué punto el discurso de los derechos acaba favoreciendo una aproximación gerencial y procesalista a las cuestiones ambientales. Vid. Bosselmann, The Principle of
Sustainability... cit., p. 116.

45

En realidad, podría decirse que el Estado social intenta extender el ethos burgués al conjunto de la sociedad, lo que, en realidad, no sería extraño al horizonte
emancipatorio propugnado por Karl Marx. La idea de Daseinsvorsorge (vertida en castellano como ‘procura existencial’) fue acuñada por Ernst Fortshoff en su obra Die
Verwaltung als Leistungsträger , publicada en 1938, y parece orientada a esa extensión de la autonomía personal, concebida de acuerdo con patrones liberales, a toda la

comunidad política. Vid. Miguel Ángel Aparicio Pérez, Introducción al sistema político y constitucional español , Barcelona. Ariel, 19915, p. 91. En este sentido, es pertinente
apuntar que, de hecho, el socialismo no ha sido ajeno al impulso de la explotación de los recursos naturales con el objeto de satisfacer las necesidades humanas
concebidas en términos de consumo de bienes, deviniendo el «hermano gemelo» del «capitalismo de crecimiento», por decirlo con las palabras de André Gorz, en
«Ecología y libertad», Crítica de la razón productivista , Libros de la Catarata, Madrid, 2008 (edición de Joaquín Valdivielso, versión castellana de Joan Giner), p. 73. En un
sentido análogo, vid. Joan Martínez Alier, «Conflictos ecológicos y justicia ambiental», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global , núm. 103, 2008, p. 13. Por ello,
Max Pietsch, en La revolución industrial (I ), Herder, Barcelona, 1965 (versión castellana de Alejandro Ros), p. 57, puede decir que ambos modelos «tienen como meta
suprema la mayor productividad y la mayor “abundancia de productos” para los consumidores».

46

Vid., en este sentido, José Asensi Sabater, Constitucionalismo y Derecho constitucional , Tirant lo Blanch. Valencia, 1996, p. 117, Javier Ruiz Vieytez, El derecho al ambiente
como derecho de participación , Ararteko. Zarautz, 1990, p. 35; Luzius Wildhaber, «Soziale Grundrechte», Peter Saladin y Luzius Wildhaber (eds.), Der Staat als Ausgabe.
Gedenkschrift für Max Imboden , Helbing & Lichtenhahn. Basilea, Stuttgart, 1972, p. 375.
47

Vid. Javier de Lucas, «El principio de solidaridad como fundamento del derecho al medio ambiente», Revista de Derecho Ambiental , núm. 12, 1994, p. 68; Norma Sueli
Padilha, Fundamentos Constitucionais do Direito Ambiental Brasileiro , Elsevier, Río de Janeiro, 2010, p. 43.

48

Como dice, Albert Noguera, en La igualdad ante el fin del Estado social , Sequitur. Madrid, 2014, p. 75, la ganancia de legitimidad del sistema a partir de la generación de
un mayor bienestar para la clase trabajadora se basa no en una distinta distribución, sino en un «rebose o derrame de riqueza», que, reposaba, en buena parte en la
explotación de los recursos más allá de las fronteras del estado, con la consiguiente generación de una huella ecológica exorbitante, así como el empobrecimiento en el
Sur global.

49

Vid. Elmar Altvater, El precio del bienestar , Alfons el Magnànim. Valencia, 1994 (versión castellana de Manuel Ardid Lorés), p. 188; Nicolas Ridoux, Menos es más.
Introducción a la filosofía del decrecimiento , Los libros del lince. Barcelona, 2009 (versión castellana de Joana Mercader), p. 32.

50

Ello no supone negar la capacidad de los derechos ambientales para proporcionar una base jurídica en pleitos concretos que se generen en relación con conflictos de
atribución intrasistémicos. Vid., en este sentido, Ewald, «Adjudication...» cit., p. 416. Lo que se discute aquí es su capacidad para articular los cambios profundos en las
prácticas sociales que supone la reacción ante la inequidad estructural del sistema y su incapacidad para lidiar con la toma de conciencia de la limitación de la base física
que sustenta las prácticas sociales.

51

Vid. Jordi Jaria i Manzano, «El bienestar posible: estado social y protección del medio ambiente», Revista Aranzadi de Derecho Ambiental , núm. 8, 2005, p. 62; Patrizia
Macchia, Normativa a tutela dell’ambiente e disciplina del sistema produttivo nell’ordinamento giuridico elvetico , Jovene. Nápoles, 1994, p. 4; Murswiek, Umweltschutz... cit.,
p. 48.

52

Vid. Jean Baudrillard, La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras , Siglo XXI. Madrid, 2009 (versión castellana de A. Bixio), p. 39ss.

53

Vid. Bosselmann, The Principle of Sustainability... cit., p. 120-121.

54

El conflicto entre la protección del medio ambiente y el desarrollo económico es, de hecho, un lugar común, aunque la noción de desarrollo sostenible tienda a ocultarlo.
Vid. José Javier Abad Pérez, «Las Administraciones públicas, el control jurisdiccional y el medio ambiente», Poder Judicial , núm. especial IV, p. 37; Jesús Jordano Fraga, La
protección del derecho a un medio ambiente adecuado , J. M. Bosch. Barcelona, 1995, p. 109; José Luis Serrano Moreno, Ecología y Derecho: principios de Derecho Ambiental
y Ecología jurídica , Comares. Granada, 1992, p. 52.

55

En cuanto a las inequidades en la distribución, la economía ecológica ha acuñado el concepto de intercambio ecológicamente desigual. Vid. Alf Hornborg, «Zero-Sum
World Challenges in Conceptualizing Environmental Load Displacement and Ecologically Unequal Exchange in the World-System», International Journal of Comparative
Sociology , núm. 50, 2009, p. 245; J. Timmons Roberts, Bradley C. Parks, «Ecologically Unequal Exchange, Ecological Debt, and Climate Justice – The History and
Implications of Three Related Ideas for a New Social Movement», International Journal of Comparative Sociology , núm. 50, 2009, p. 388ss.

56

La decimotercera Enmienda de la Constitución (1865) abolió la esclavitud, aunque la concesión de la ciudadanía a los afroamericanos tuvo que esperar hasta la Ley de
derechos civiles de 1866, que fue el precedente de la decimocuarta Enmienda de la Constitución introducida en 1868. Sin embargo, es sabido que dichas modificaciones
formales no afectaron sustancialmente el estatuto político de la población afroamericana, particularmente en los estados del Sur, en que la segregación y los problemas
para ejercer el derecho de voto fueron constantes durante el siglo siguiente. Es por esta situación de discriminación, contraria a la letra de la Constitución, por lo que, a
mediados del siglo XX, se desplegó el movimiento en defensa de los derechos civiles. Para todo ello, vid. José Manuel Roca, Nación negra. Poder negro , La Linterna Sorda,
Madrid, 2008, p. 44.
57

Vid. Klaus Bosselmann, «Justice and the Environment: Building Blocks for a Theory on Ecological Justice», Klaus Bosselmann, Benjamin J. Richardson, B. J. (eds.),
Environmental Justice and Market Mechanisms. Key Challenges for Environmental Law and Policy , Kluwer. La Haya, Londres, Boston, 1999, p. 30.

58

Para una perspectiva tradicional —esto es, centrada en los orígenes y desarrollo del movimiento en Estados Unidos—, así como una revisión crítica del programa de
investigación sociológica realizado en los primeros años en la academia norteamericana, vid. Adam S. Weinberg, «The Environmental Justice Debate: A Commentary on
Methodological Issues and Practical Concerns», Sociological Forum , vol. 13, núm. 1, marzo 1998, p. 25-32.

59

La idea de una distribución injusta de los daños ambientales —así como el empoderamiento de las comunidades de color en los procesos de toma de decisión— ha sido
dominante en el debate sobre la justicia ambiental en Estados Unidos. En este sentido, la definición dada por la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) puede
valer como canon de lo que se entiende por justicia ambiental en el debate político norteamericano. Es la siguiente: «Environmental Justice is the fair treatment and
meaningful involvement of all people regardless of race, color, national origin, or income with respect to the development, implementation, and enforcement of environmental
laws, regulations, and policies. EPA has this goal for all communities and persons across this Nation. It will be achieved when everyone enjoys the same degree of protection
from environmental and health hazards and equal access to the decision-making process to have a healthy environment in which to live, learn, and work» . Vid.
<http://www.epa.gov/environmentaljustice/> [última visita el 1 de noviembre de 2011].

60

Vid. Ruchi Anand, International Environmental Justice , Ashgate. Aldershot & Burlington, 2004, p. 15.

61

Vid. Luke W. Cole, Sheila L. Foster, From the Ground Up. Environmental Racism and the Rise of Environmental Justice Movement , New York University Press. Nueva York,
Londres, 2001, p. 66; Susan L. Cutter, «Race, class and environmental justice», Progress in Human Geography , vol. 19, núm. 1, 1995, p. 112.

62

La cuestión de los activos no es baladí. En este sentido, debe señalarse que si el consumo de recursos naturales para sostener el estilo de vida occidental —la huella
ecológica que deja el centro del sistema-mundo capitalista en el conjunto de planeta— se generalizara, no parece que hubiera suficiente planeta para sostener la
situación. Vid. Ridoux, en Menos es más... cit., p 35ss. Por ello, el sistema no es solo equitativo en el daño, sino también en el disfrute, ya que proporciona un cierto
bienestar a algunos, en el bienentendido que no todos podrían acceder a él.

63

Vid. Anand, International Environmental Justice cit., p. 139; Eduardo Gudynas, «Derechos de la Naturaleza y políticas ambientales», Alberto Acosta, Esperanza Martínez
(comp.), Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora , Abya-Yala. Quito, 2009, p. 49; Jordi Jaria i Manzano, «Environmental Justice, Social Change and Pluralism», IUCN
Academy of Environmental Law e-Journal , 2012 (1), p. 18-29. Para un resumen de las críticas que ha suscitado la idea de desarrollo sostenible, vid., por todos, Alder,
Wilkinson, Environmental Law... cit., p. 140ss.

64

Vid. Anand, International Environmental Justice cit., p. 61ss. Un ejemplo de ello es el caso Trafigura, en el que un barco de la compañía holandesa depositó una gran
cantidad de residuos tóxicos en Abidjan (Costa de Marfil), después de haber sido rechazado en el puerto de Amsterdam. El caso fue resuelto por los tribunales holandeses
en julio de 2010, con la consiguiente condena para la compañía. Para mayor información sobre el caso, vid.
<http://business-humanrights.org/en/trafigura-lawsuits-re-c%C3%B4te-d%E2%80%99ivoire#c9344> [última visita el 6 de octubre de 2014]. En Antoni Pigrau, Susana
Borràs, Jordi Jaria i Manzano, Antonio Cardesa-Salzmann, Legal Avenues for EJOs to Claim Environmental Liability , EJOLT Report núm. 4, 2012, pueden encontrarse
numerosas referencias al caso, en un contexto global de daños ambientales causados por compañías multinacionales en diferentes regiones del Sur global. En relación
con la exportación de residuos, vid., asimismo, En relación con la exportación de la contaminación y las relaciones entre pobreza y deterioro del medio ambiente, vid. ,
Astrid Epiney, «Abfallrecht im internationalen Kontext. Europa- und völkerrechtliche Aspekte der grezüberschreitenden Abfallverbringung», Umweltrecht in der Praxis /
Le Droit de l’environnement dans la pratique , 1999, p. 65ss.; Katharina Kummer, «Le droit des déchets dans le contexte international», Umweltrecht in der Praxis / Le Droit
de l’environnement dans la pratique , 1999, p. 326.

65

Un ejemplo concreto es el caso Mubende-Neumann. Vid. F. J. Zamora Cabot, «Acaparamiento de tierras ( land grabbing ) y empresas multinacionales: el caso Mubende-
Neumann» Papeles ‘El tiempo de los derechos’ , 2013. Para más información en relación con casos de land grabbing , vid. VVAA, The many faces of land grabbing. Cases from
Africa and Latin America , EJOLT Report núm. 10, 2014.

66

Este ha sido uno los campos donde se ha desarrollado con mayor vigor la idea de deuda ecológica. Vid. Christian Azar, John Holmberg, «Defining the Generational Debt»,
Ecological Economics , vol. 14, núm. 1, julio 1995, p. 7-19; Joan Martinez-Alier, «Ecological debt and property rights on carbon sinks and reservoirs» Capitalism Nature
Socialism , vol. 13, núm. 1, 2002, p. 115-119.

67

Vid. Daniel F. Robinson, Confronting Biopiracy: Challenges, Cases and International Debates , Earthscan. Londres, Washingon, 2010.

68

Vid. Ramón Margalef, «Lo que se llama ecología y posibles condicionantes de nuestro futuro», José Alcina Franch, Marisa Calés Bourdet (eds.), Hacia una ideología para el
siglo XXI. Ante la crisis civilizatoria de nuestro tiempo , Akal. Tres Cantos, 2000, p. 330.

69

Vid. Jaria i Manzano, «Environmental Justice...» cit., p. 20ss.

70

Se trataría de construir, en definitiva, «un spazio sociale diverso da quello istaurato dall’individualismo possessivo», como señala Macchia, Normativa a tutela
dell’ambiente... cit., p. 4.

71

La relación entre erradicación de la pobreza, construcción de una distribución más equitativa de los recursos y protección del medio ambiente se ha defendido casi desde
el inicio de la crisis ambiental. Así, en el transcurso de la Conferencia de Estocolmo, en 1972, hubo un consenso amplio sobre el hecho de que la pobreza y la inestabilidad
social hacían imposible un sistema sostenible y que, por consiguiente, debía vincularse el ideal de la superación de la pobreza y de la realización de la justicia social con
la posibilidad de preservar el medio ambiente en unas condiciones apropiadas. Vid. Jositsch, «Das Konzept...» cit., p. 99.

72

Vid. Jordi Jaria i Manzano, «Governing a global community. The necessary transformation of international law into a constitutional order to address unequal exchange»,
Antoni Pigrau, Susana Borràs, Jordi Jaria i Manzano, Antonio Cardesa-Salzmann, International law and ecological debt. International claims, debates and struggles for
environmental justice , EJOLT Report núm. 11, 2014, p. 98ss.

73

En definitiva, aunque los causantes de daños relacionados con episodios concretos de apropiación de recursos o diseminación de residuos pueden ser identificados, el
caso es que el grueso de la inequidad del sistema depende de un conjunto indeterminado de decisiones individuales que siguen las prácticas sociales hegemónicas,
fundamentalmente en el centro de la economía mundial. Vid. Richard P. Hiskes, The Human Right to a Green Future. Environmental Rights and Intergenerational Justice ,
Cambridge University Press. Nueva York, 2009, p. 42.

74

En el caso boliviano, debe señalarse que el partido que impulsa el proceso político que desemboca en la nueva Constitución se llama precisamente Movimiento al
Socialismo (MAS), evocando así las aspiraciones emancipadoras concebidas en Europa occidental de acuerdo con el ethos burgués. Dicha fuerza política, que aglutina los
movimientos sociales existentes en los años previos a la Asamblea Constituyente y canaliza sus esfuerzos en el sentido de un cambio constitucional, tiene su origen en el
movimiento cocalero del Trópico de Cochabamba, cuya aspiración es justamente expandir la tierra agrícola en la zona, en un programa inequívocamente desarrollista.
Vid. Mayari Castillo, Anahí Durand, «Movimiento cocalero, política y representación: los casos boliviano y peruano», Fernando García (comp.), Identidades, etnicidad y
racismo en América Latina , FLACSO. Quito, 2008, p. 60ss.

75

Para el caso ecuatoriano, vid. Marco Aparicio Wilhelmi, «Nuevo constitucionalismo, derechos y medio ambiente en las constituciones de Ecuador y Bolivia», Revista
General de Derecho Público Comparado , núm. 9, 2011, p. 1.
76

Vid. Norman Wray, «Los retos del régimen de desarrollo. El Buen Vivir en la Constitución», Alberto Acosta, Esperanza Martínez (comp.), El Buen Vivir. Una vía para el
desarrollo , Abya-Yala. Quito, 2009, p. 56.

77

Cito a partir de la versión que ofrece la Asamblea Nacional del Ecuador en <http://www.asambleanacional.gov.ec/documentos/Constitucion-2008.pdf> [última visita el 16
de enero de 2012]. El Estado constitucional de derechos se pretende una superación del Estado de Derecho tradicional en la medida en que superaría el positivismo
legalista para construir una sociedad basada en el reconocimiento y la satisfacción de los derechos fundamentales, de acuerdo con los patrones teóricos del
neoconstitucionalismo. En este sentido, se pretendería la superación de las injusticias, desigualdades y lagunas del Estado de Derecho en su versión criollo/mestiza para
construir una sociedad nueva, más justa. Vid. Ramiro Ávila Santamaría, El neoconstitucionalismo transformador. El estado y el derecho en la Constitución de 2008 , Abya-
Yala, Universidad Andina Simón Bolívar. Quito, 2011, p. 121ss.

78

Vid. Gonzalo Gosálbez Sologuren, «Estructura y organización económica del Estado Análisis y crítica en la nCPE», VVAA, Miradas. Nuevo Texto Constitucional , Instituto
para la Democracia y la Asistencia Electoral, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, Universidad Mayor de San Andrés. La Paz, 2010, p. 193-194.

79

Vid. op. cit., p. 188.

80

El análisis del texto constitucional en Ecuador revela que la tensión entre «la generación de riqueza y su redistribución» y «la protección y recuperación
medioambiental», que «está marcando y va a marcar el curso del desarrollo de dichos proyectos», según Aparicio Wilhelmi, «Nuevo constitucionalismo...» cit., p. 5, parece
resuelta en el mismo texto de la Constitución a favor de la primera.

81

Vid. Julio Echeverría, «Complejización del campo político en la construcción democrática en el Ecuador», Felipe Burbano de Lara (coord.), Transiciones y rupturas. El
Ecuador en la segunda mitad del Siglo XX , FLACSO, Sede Ecuador. Quito, 2010, p. 105.

82

Vid. Clarkson, Wood, A Perilous Imbalance... cit.

83

Vid. Peter Knoepfel, «Zur Wirksamkeit des heutigen Umweltschutzrechts», Umweltrecht in der Praxis / Le Droit de l’environnement dans la pratique , 1994, p. 231.

84

Para el caso de Bolivia, vid. Teresa Coaquira Siñani, Análisis ambiental de la política energética boliviana , Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario. La Paz,
2010, p. 39ss. En el caso de Ecuador, la misma Constitución contiene una muestra particularmente clara de la inspiración desarrollista y extractivista del modelo, a saber,
el art. 407 de la Constitución, que, después de prohibir «la actividad extractiva de recursos no renovables en las áreas protegidas y en zonas declaradas como intangibles»,
permite que, excepcionalmente, dichos recursos puedan explotarse (el término es transparente) «a petición fundamentada de la Presidencia de la República y previa
declaratoria de interés nacional por parte de la Asamblea Nacional, que, de estimarlo conveniente, podrá convocar a consulta popular». Vid. Agustín Grijalva, «Régimen
constitucional de biodiversidad, patrimonio natural y ecosistemas frágiles; y, recursos naturales renovables», VVAA, Desafíos del Derecho ambiental ecuatoriano frente a
la Constitución vigente , Centro Ecuatoriano de Derecho Ambiental. Quito, 2010, p. 27, defiende que la declaración en cuestión podría impugnarse por violación de la
Constitución. Sin embargo, ello no obsta para ver la deriva desarrollista que la propia Constitución contiene. Este es el contexto en que se ha desarrollado el debate sobre
la iniciativa Yasuní-ITT, que, aparentemente, ha finalizado en un fracaso total, con la consiguiente puesta a disposición de las reservas petrolíferas del espacio para los
mercados globales. En relación con esta iniciativa, puede verse la posición del Gobierno ecuatoriano en <http://yasuni-itt.gob.ec/inicio.aspx> [última visita el 7 de octubre
de 2014], mientras que, para diferentes opiniones críticas, puede verse <http://www.accionecologica.org/petroleo/yasuni> [última visita el 7 de octubre de 2014].

85

Como pone de manifiesto Alain Touraine, en Critique de la modernité , Fayard, París, 1992, p. 55, la Modernidad europea se basa en dos impulsos que no siempre siguen
trayectorias confluyentes, la racionalización y la subjetivación. Éste último es el que tiene que ver con la emancipación del ser humano individual y se proyecta,
particularmente sobre la actual constitución boliviana, que tiene como objetivo fundamental la mejora de las condiciones de vida, la dignificación y el apoderamiento de
amplias capas de la población hasta ahora marginadas, particularmente, los indígenas del Occidente.
86

Vid. Sánchez, «Autonomía y pluralismo...» cit. , p. 274-275.

87

De hecho, la progresiva crisis civilizatoria que vive el paradigma del universalismo moderno occidental ha llevado a una revalorización de la diversidad cultural. Vid.
Isidoro Moreno Navarro, «Quiebra de los modelos de modernidad, globalización e identidades colectivas», Alcina Franch, Calés Bourdet, Hacia una ideología... cit., p. 129.

88

Efectivamente, como señala la Convención de la UNESCO sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales (2005), la diversidad humana es
una fuente de herramientas, perspectivas y comprensión de la vida que puede aportar soluciones a la humanidad en su conjunto en el presente y en el futuro. El texto
está disponible en <http://unesdoc.unesco.org/images/0014/001429/142919s.pdf> [última visita el 7 de octubre de 2014]. Nos hallaríamos ante fragmentos valiosos de la
memoria de la especie humana. Vid. Víctor M. Toledo, «¿Por qué los pueblos indígenas son la memoria de la especie?», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global ,
núm. 107, 2009, p. 27-38.

89

En cualquier caso, a nivel internacional, empiezan a abrirse vías para el reconocimiento efectivo de la diversidad cultural, incluso como límite para la expansión del
sistema-mundo capitalista y sus instituciones. Un ejemplo de ello es el artículo 8 de la citada Convención sobre la protección y promoción de diversidad de las expresiones
culturales. En relación con ello, Christoph Beat Graber, «The new UNESCO Convention on Cultural Diversity: a Counterbalance to the WTO?», Journal of International
Economic Law , vol. 9, núm. 3, 2006, p. 558ss.

90

Vid. Lourdes Montero Justiniano, «Una Economía para la Inclusión», VVAA, Miradas... cit., p. 593. Estas prácticas productivas y distributivas no tienen por qué ser
incompatibles con una economía de mercado, que, a su vez, no tiene que reposar en la acumulación capitalista, ya que pueden generarse mecanismos de intercambio
diferentes en una economía plural. Así, Amartya Sen, en Identity and Violence. The Illusion of Destiny , Norton. Nueva York, Londres, 2006, p. 136-137, señala que el uso de
una economía de mercado puede ser compatible con distintos patrones de propiedad o reglas operativas, que daría lugar a complejos de precios, términos comerciales,
distribuciones de renta y, en general, resultados bastante distintos. Una economía plural, que consiguiera objetivos remarcables de equidad y sostenibilidad, sin embargo,
es dudoso que pudiera formularse estrictamente en términos de mercado.

91

El suma qamaña —o el sumak kawsay — supondría una alternativa al modo de vida encarnado por la cultura moderna occidental y, en última instancia, al
individualismo y el consumismo. Así, aparte de las necesidades correspondientes a la alimentación, el vestido o la vivienda, se tendrían en cuenta aspectos de carácter
espiritual y supraindividual como «el respeto, la autodeterminación, la autovaloración, la solidaridad», dando lugar a un ideal de bienestar que integra lo individual y
comunitario en un marco de respeto a la naturaleza. Vid. op. cit., p. 592. Así, En este sentido, el sumak kawsay —o el suma qamaña — se entiende como algo que nace de la
experiencia de los pueblos originarios (quichua) y que propone una «vida armoniosa entre los seres humanos y de éstos con la Naturaleza». Vid. Alberto Acosta, «El “buen
vivir” para la construcción de alternativas», Bitácora constituyente , Abya Yala. Quito, 2008, p. 213-214.

92

Vid. Fernando Untoja Choque, «Mitificación indigenista del pasado», VVAA, Miradas... cit. , p. 258.

93

‘Pacha’ es una palabra compartida por el quechua y el aymara, cuyo significado podría ser ‘cosmos interrelacionado’ —refiriéndose a la realidad desde un punto de vista
holístico y remarcando su carácter complejo, así como la interrelación entre las diferentes partes que la componen, para constituir un conjunto complejo de
interrelaciones. ‘Pacha Mama’ o ‘pachamama’ es una faceta particular de la ‘pacha’, como base o fuente de la vida, remarcándose de este modo la dependencia entre el
microcosmos (ecosistema) y el macrocosmos (universo), así como la integración de la vida en la realidad global integral. Para todo ello, vid. Joseph Estermann, Filosofía
andina. Estudio intercultural de la sabiduría autóctona andina , Abya-Yala. Quito, 1998, p. 143ss.

94

Sobre los peligros de la retórica indigenista en relación con la propia emancipación cultural y social de los pueblos indígenas, vid. Untoja Choque, «Mitificación
indigenista...» cit., p. 255.

95
Para el caso de Bolivia, por ejemplo, Pablo Mamani Ramírez, en «Lo indígena en la nueva Constitución Política del Estado “Constitución intermedia”», VVAA, Miradas.. .
cit., p. 706, considera que el reconocimiento de la diversidad se opera en un contexto definido de acuerdo con patrones de la cultura occidental hegemónica, y no
basándose en un diálogo intercultural que defina un espacio común de encuentro que se ofrezca como la cultura constitucional compartida.

96

Vid. Salvador Martí i Puig, Margarita Gómez-Reino, «Descentralización política y movilización de los pueblos indígenas en América Latina. Comparando el proceso de
descentralización en Europa y América Latina», Miguel González, Araceli Burguete Cal y Mayor, Pablo Ortiz T., La autonomía a debate. Autogobierno indígena y Estado
plurinacional en América Latina , FLACSO (Sede Ecuador), Cooperación Técnica Alemana (GTZ), Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA), Centro
de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Quito, 2010, p. 455-508. p. 430.

97

Vid. Nina Pacari, «Naturaleza y territorio desde la mirada de los pueblos indígenas», Acosta, Martínez, Derechos de la Naturaleza... cit., p. 36.

98

Vid. H. Patrick Glenn, Legal Traditions of the World, Oxford University Press. Oxford, Nueva York, 20073, p. 31.

99

Vid. Touraine, Critique de la modernité cit., p. 349; Frederick Vaughan, «Ecology and the Concept of Nature», O. P. Dwivedi, Protecting the Environment. Issues and Choices
– Canadian Perspectives , Coop Clark. Toronto, 1974, p. 10ss.

100

Vid. Alberto Acosta, «Los grandes cambios requieren esfuerzos audaces. A manera de prólogo», Acosta, Martínez, Derechos de la Naturaleza... cit., p. 15.

101

Vid. Gudynas, «Derechos de la naturaleza...» cit., p. 45-46. Para Alberto Acosta, en la misma línea, el reconocimiento de los derechos de la naturaleza comportaría
«prevenir los daños que provocan muchas actividades humanas cuyo costo ambiental es demasiado grande» así como «aumentar la conciencia ambiental, el respeto a los
otros y el sentido de pertenencia de una especie amenazada por su propia irresponsabilidad, la humana».

102

En este sentido, la Sentencia de la Sala Penal de la Corte Provincial de Loja de 30 de marzo de 2011, que se ha aducido como el primer caso en que los derechos de la
naturaleza son tutelados en sede jurisdiccional, demuestra, en la mayor parte de su razonamiento, que la utilización de la técnica de los derechos es superflua. En
realidad, lo importante del caso, la utilización de la acción de protección, la inversión de la carga de la prueba y la anulación del acto administrativo por incumplimiento
de los contenidos evacuados en un informe preceptivo y vinculante (licenciamiento ambiental) son independientes del reconocimiento de derechos a la naturaleza. El
texto de la sentencia está disponible en <http://mariomelo.files.wordpress.com/2011/04/proteccion-derechosnatura-loja-11.pdf> [última visita el 25 de julio de 2012].

103

Vid. Bosselmann, The Principle of Sustainability... cit., p. 131. En un sentido análogo, vid. Holmes Rolston III, «Rights and Responsibilities on the Home Planet», Yale Journal
of International Law , núm. 18, 1993, p. 262.

104

Vid. Boaventura de Sousa Santos, Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del Sur , Instituto Internacional de Derecho y Sociedad,
Programa Democracia y Transformación Global. Lima, 2010, p. 65.

105

Vid. Estermann, Filosofía andina... cit., p. 176-177.

106

Vid. James Lovelock, Lynn Margulis, «Atmospheric homeostasis by and for the biosphere: the Gaia hypothesis», Tellus , vol. XXVI, núms. 1-2, 1974, p. 2-10.
107

Vid. Rolston, «Rights and Responsibilities...» cit., p. 259.

108

Vid. Estermann, Filosofía andina... cit., p. 202.

109

Ideas como que «l]os seres vivos tienen derecho a seguir sus propios procesos vitales» (Acosta, «Los grandes cambios...» cit., p. 21) o «reconocer y defender que las
especies puedan desarrollar sus proyectos de vida y que persistan los ecosistemas, y que todo esto es un derecho en si mismo» (Gudynas, «Derechos de la naturaleza...»
cit., p. 42-43) muestran el antropomorfismo ímplicito en la idea de los derechos de la naturaleza, sin que quede claro las soluciones que dicha antropomorfización aporta
desde el punto de vista de la superación de las inequidades e insuficiencias del paradigma socioeconómico dominante. Gregorio Mesa Cuadros, en «Elementos para una
teoría de la justicia ambiental», Gregorio Mesa Cuadros (ed.), Elementos para una teoría de la Justicia Ambiental y el Estado Ambiental de Derecho , Universidad Nacional
de Colombia. Bogotá, 2011, p. 30, habla de derechos de los humanos y de los no humanos, lo que incluye animales, ecosistemas y del ambiente en general, creando una
comunidad indiferenciada en que, en lugar de superar la abstracción que permite la intercambiabilidad general en el marco de la economía capitalista, la extiende a todo
lo existente en el planeta tierra. Sin embargo, a la hora de clarificar su posición el autor es mucho más matizado, expresando sus reservas en relación con los derechos de
la naturaleza.

110

Para una visión crítica general sobre los derechos de la naturaleza, vid. mi trabajo, «Si fuera solo una cuestión de fe... — una crítica sobre el sentido y la utilidad del
reconocimiento de derechos a la naturaleza (en la Constitución del Ecuador)», Revista Chilena de Derecho y Ciencia Política , vol. 4, núm. 1, 2013, p. 43-86.

111

Vid. Mesa Cuadros, «Elementos...» cit., p. 49.

112

Vid. Bosselmann, The Principle of Sustainability... cit., p. 17-18.

113

Vid. op. cit., p. 19; Jositsch, «Das Konzept...» cit., p. 96.

114

Ramón Margalef, «Lo que se llama ecología y posibles condicionantes de nuestro futuro», Alcina Franch, Calés Bourdet, Hacia una ideología... cit., p. 343.

115

En este sentido, En este sentido, desde el inicio, se puso en duda la capacidad de la noción de desarrollo sostenible de proporcionar una matriz realista en su intento de
combinar el desarrollo económico, la justicia social y la protección del medio ambiente. Particularmente se ha discutido si la compatibilidad entre la prosecución de una
agenda pro-desarrollo y una protección efectiva del medio ambiente. Vid., en este sentido Karin Mickelsen, William Rees, «The Environment: Ecological and Ethical
Dimensions», Elaine L. Hughes, Alastair R. Lucas, William A. Tilleman II (eds.), Environmental Law and Policy , Emond Montgomery. Toronto, 1993, p. 2ss. Por su parte,
Nicolas Ridoux, en Menos es más... cit., p. 151, considera el concepto de desarrollo sostenible como un oxímoron, en base a la entropía del sistema (la Tierra) que se
traduce en la irreversibilidad de las transformaciones que operamos sobre el planeta, la pérdida de irreversible de energía utilizada en el proceso y la degradación de los
recursos que conduce a la saturación.

116

Así, como es sabido, el artículo 29 del Código civil atribuye la personalidad al nacido, que, en tanto que tal, es sujeto de derechos. Es cierto que el mismo artículo se refiere
al concebido no nacido y prevé que se le tanga «por nacido para todos los efectos que le sean favorables, siempre que nazca con las condiciones que expresa el artículo
siguiente». En este sentido, el Código civil es prudente a la hora de la atribución de derechos, aunque no excluye que se beneficie al no nacido.

117

Vid. Hiskes, The Human Right... cit., p. 11.


118

Vid. Alder, Wilkinson, Environmental Law... cit., p. 55.

119

Vid. Hiskes, The Human Right... cit., p. 52.

120

Vid. op. cit., p. 58.

121

Así, por ejemplo, si consideramos algo tan obvio como el estado-nación, que constituye el referente político inmediato, debemos reconocer con Murswiek, en
Umweltschutz... cit., p. 38, que «ist der Staat eine auf Dauer angelegte, generationenübergreifende Institution» .

122

El principio primero de la Declaración de Estocolmo se refería a la idea de la igualdad entre todos los seres humanos (presentes y futuros), así com la garantía de un
bienestar mínimo para todos a nivel planetario.

123

No se trata de una igualdad formal referida a sujetos abstractos, de acuerdo con el constitucionalismo originario liberal, sinó una igualdad en el sentido de trato
equitativo, en tanto que ser humano, en relación con la participación en los beneficios y perjuicios que genera el metabolismo social, de modo que no se acepta una
superioridad —y, en consecuencia, mejor derecho para el acceso— por razón de residencia o de momento del nacimiento.

124

La idea de la utilización racional de los recursos naturales, que consagra el art. 45.2 CE puede ser un buen nódulo conceptual para el despliegue de la sostenibilidad con
vistas a las generaciones futuras. Vid. Antonio Embid Irujo, en «El rol del Estado: ¿vigilante o gestor?», Juan Grau Rahola, Josep Enric Llebot (coords.), Política ambiental y
desarrollo sostenible , Instituto de Ecología y Mercado, Madrid, 1999, p. 302. En cuanto a la dignidad como fundamento de las respuestas constitucionales ante la crisis
ambiental, trascendiendo los propios derechos, vid. Mesa Cuadros, «Elementos...» cit., p. 31.

125

Vid. Hiskes, The Human Right... cit., p. 60.

126

Vid. op. cit., p. 143. Además, sobre la justicia intergeneracional o Generationengerechtigkeit , vid.Thomas Fleiner-Gerster, «Die Zukunft des schweizerisches Rechtsstaates»,
VVAA, Festgabe Alfred Rötheli zum fünfundsechzigsten Geburstag , Staatskanzlei des Kantons Solothurns. Solothurn, 1990, p. 97; Loperena Rota, Los principios... cit., p. 89-
90.

127

Hans Jonas, en El principio de responsabilidad – Ensayo de una ética para la civilización tecnológica , Herder. Barcelona, 1995 (versión castellana de José María Fernández
Retenaga), p. 39-40, considera tanto las dudas que plantean los sacrificios actuales en beneficio de las generaciones futuras, como las que plantea el sacrificar las
generaciones futuras a beneficios actuales. Concluye que no tenemos derecho a «arriesgar el no ser las generaciones futuras por causa del ser de la actual».

128

En este sentido, Klaus Bosselmann, «Justice and the Environment...» cit. p. 48, señala lo siguiente: «The plain fact that the future is not predictable questions any attempt to
determine what is due to future generations. Given the extremely low accuracy of predicting the future beyond the next few years or decades, there are severe limitations to
any calculation of future needs. That is why care for future generations is to be understood as requiring the conservation of «the diversity of the natural and cultural resource
base» and the maintenance of the «quality of the planet» (Weiss) rather than a measured portion of diversity or quality. We can neither determine future «needs» of people nor
the future quality of the planet. What we can say though is that any further diminishing of the planet’s diversity and quality carries the risk of diminishing future options. So
we need to preserve what we have got today rather than guessing what the future may require» .

129
Vid. Erik Paredis, Jesse Lambrecht, Gert Goemine, Wouter Vanhove, Elaboration of the concept of ecological debt , Centre for Sustainable Development (CDO) / Ghent
University. Gante, 2004, p. 58.

130

Disponible en <http://www.earthcharterinaction.org/invent/images/uploads/echarter_spanish.pdf> [última visita el 7 de octubre de 2014].

131

Vid. la valiosa y reveladora intuición de Jaume Vicens i Vives, al referirse a la cultura política del catalanismo, en Notícia de Catalunya , Destino. Barcelona, 1975, p. 119-
120.

132

Vid. Alder, Wilkinson, Environmental Law... cit., p. 50ss.

133

Vid. mi trabajo «Circles of Consensus: the Preservation of Cultural Diversity through Political Processes», Utrecht Law Review , vol. 8, núm. 1, enero 2012, p. 94.

134

En relación con la idea de calidad de vida en este contexto, vid. Jordi Jaria i Manzano, «Calidad de vida», Diccionario de derechos humanos , Universidad de Alcalá, Agencia
Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Alcalá de Henares, 2011 <http://diccionario.pradpi.org/inicio/index.php/terminos_pub/view/41>, y la
bibliografía que allí se cita.

135

Vid. Jonas, El principio de responsabilidad... cit., p. 32ss.

136

Vid. Mesa Cuadros, «Elementos...» cit., p. 31.

137

Vid. op. cit., p. 46.

138

Vid. op. cit., p. 40.

139

La ecología profunda tiene sus orígenes en Aldo Leopold (1887-1948), quien entendió la comunidad de la vida como objeto de protección supremo de la ética (y por tanto
del Derecho). Esta comunidad de la vida la integrarían los suelos, el agua, las plantas, los animales y, en última instancia, la tierra en su conjunto. Vid. Christopher
Belshaw, Filosofía del medio ambiente , Tecnos. Madrid, 2005 (versión castellana de I. Gutiérrez González y A. Vijande Martínez), p. 85ss. La ecología profunda va más allá,
oponiéndose a las ideas de separación, superioridad y dominación sobre la naturaleza que determinan la relación de los seres humanos con ésta en la Modernidad
occidental. Vid. op. cit., p. 284ss. Todo ello puede apreciarse en los Ocho Puntos formulados por Arne Naess y George Sessions, disponibles en
<http://home.ca.inter.net/~greenweb/DE-Platform.html> [última visita el 7 de octubre de 2014]. Es muy significativo que, en dichos Ocho Puntos, la única referencia a los
derechos es negativa: «Los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza o diversidad [de las formas de vida] excepto para satisfacer necesidades vitales» (la
traducción es mía).

140

Vid. Bosselmann, The Principle of Sustainability... cit., p. 79.

141

Vid. Rolston, «Rights and Responsibilities...» cit., p. 263.


142

Vid. Jonas, El principio de responsabilidad... cit., p. 227.

143

Vid. Jordi Pigem, «L’estructura trinitària de la realitat i la intuïció cosmoteàndrica», Ignasi Boada (ed.), La filosofia intercultural de Raimon Panikkar , CETC. Barcelona,
2004, p. 51.

144

Vid. Jonas, El principio de responsabilidad... cit., p. 227.

145

Vid. Gudynas, «Derechos de la naturaleza...» cit., p. 43-44. Así, como en el caso de las culturas andidas, el ser humano devendría, ante todo, agri-cultor y no productor «es
decir: cuidante ( arariwa ) de la tierra, ‘socio’ natural de la pachamama, co-creador integral en la ‘casa’ (oikos) común de todos los entes». Vid. Estermann, Filosofía
andina... cit., p. 177.

146

Vid. Alejandro Llano, La nueva sensibilidad , Espasa. Madrid, 1988, p. 181.

147

Vid. Estermann, Filosofía andina... cit., p. 176-177.

148

El respeto es aquí una idea clave, a partir de la que se deriva la responsabilidad asumida por los seres humanos en relación con las realidades no humanas. Vid.
Bosselmann, The Principle of Sustainability... cit., p. 132. El respeto se vincula con la idea de cuidado ( care ), aportada por el ecofeminismo, de acuerdo con un ethos
consciente del impacto de nuestras acciones en el entorno y en los demás, que no solo delimita la libertad, la gran conquista de la Modernidad europea, sino que implica
un status comprometido de los miembros de la comunidad global. En relación con la noción de cuidado en el ecofeminismo, vid. Virginia Held, The Ethics of Care:
Personal, Political, Global , University of Oxford Press. Oxford, 2006.

149

Versión castellana a partir de los textos oficiales alemán y francés que figuran en la web de la Oficina Federal de Justicia, <http://www.ofj.admin.ch> [última consulta
realizada el 19 de noviembre de 2009]. Es particularmente destacable que la Constitución suiza se refiera tanto a la Verantwortung gegenüber der Schöpfung como la
Verantwortung gegenüber die künftigen Generationen . Vid. Rhinow, «Wirtschafts- und Eigentumsverfassung» cit., p. 569.

150

Vid. Estermann, Filosofía andina... cit., p. 177; Glenn, Legal Traditions... cit., p. 66.

151

Vid. Rolston, «Rights and Responsibilities...» cit., p. 252.

152

Vid. Mesa Cuadros, «Elementos...» cit., p. 32.

153

Vid. Jaria i Manzano, La cuestión ambiental... cit., p. 297. En este sentido, Carlos de Cabo Martín, Pensamiento crítico, constitucionalismo crítico , Trotta. Madrid, 2014, p. 90,
señala los derechos «son ejercidos no ya por sujetos individuales sinó por corporaciones [...] con unes posibilidades de defensa y de obtención del máximo de
potencialidades al elemento garantista, con todo lo cual los derechos y libertades individuales en lo que se convierten es en mecanismos de garantía del sistema».
154

Sobre el principio de precaución, vid. Jamie Benidickson, Environmental Law , Irwin Law. Ottawa, 1997, p. 18ss.; Marcello Cecchetti, Principi costituzionali per la tutela
dell’ambiente , Giuffrè. Milán, 2000, p. 169ss.; Wilfried Erbguth, Rechtssystematische Grundfragen des Umweltrechts , Duncker & Humblot. Berlín, 1987, p. 92ss.; Dominik
Koechlin, Das Vorsorgeprinzip im Umweltschutzgesetz unter besonderer Berücksichtigung der Emissions- und Immissionsgrenzwerte , Helbing & Lichtenhahn. Basilea,

Frankfurt am Main, 1989, p. 10ss.; Raphaël Romi, Droit et administration de l’environnement, Montchrestien , París, 20014, p. 95ss.; Sueli Padilha, Fundamentos
Constitucionais... cit., p. 248ss.

155

Vid. Lozano Cutanda, «La ‘ecologización’ de los derechos fundamentales...» cit., p. 178-179.

156

Vid. Iñaki Bárcena, Peter Schütte, «El principio de precaución en la Unión Europea. Aspectos jurídico-políticos», Revista de Derecho Ambiental , núm. 19, 1997, p. 15; Yves
Nicole, L’étude d’impact dans le système fédéraliste suisse. Etude de droit fédéral et de droit vaudois , Payot. Lausanne, 1992, p. 21.

157

Vid. Jonas, El principio de responsabilidad... cit., p. 56. p. 71.

158

Vid. Eduardo Gudynas, «Seis puntos clave en ambiente y desarrollo», Acosta, Martínez, El Buen Vivir... cit., p. 46.

159

Vid. Conti, Geografia economica... cit., p. 501.

160

Vid. Renzo Respini, «Tecnica e diritto nell’ambito della protezione dell’ambiente», Tecnica e diritto nell’ambito della protezione dell’ambiente. Atti della giornata di studio del
29 de maggio 1990 , Comissione ticinese per la formazione permanente dei giuristi. Lugano, 1991, p. 4.

161

Vid. Jonas, El principio de responsabilidad... cit., p. 56.

162

Vid. Dionisio Fernández de Gatta Sánchez, «La política ambiental comunitaria en el Tratado de la Unión Europea», Revista de Estudios Europeos , núm. 6, enero-marzo
1994, p. 24.

163

Vid. Wilhelm Mecklenburg, «Über das Apriorische der Bundesfernstrassen», Ludwig Krämer, Recht und Um-Welt. Essays in Honour of Prof. Dr. Gerd Winter , Europa Law
Publishing, Groningen, 2003, p. 115.

164

Vid. Dick Hanschel, «Progress and the Precautory Principle in Administrative Law — Country Report on Germany», Eibe Riedel, Rüdiger Wolfrum (eds.), Recent Trends in
German and European Constitutional Law , Springer. Berlín, Heidelberg, Nueva York, 2006, p. 180-181.

165

Stephen Crook, Jan Patuski y Malcolm Waters, en Postmodernization. Change in Advanced Society , Sage. Londres, Thousand Oaks, Nueva Delhi, 1992, p. 14, advierten de la
posibilidad de que movimientos como la ecología profunda degeneren en un fundamentalismo religioso.

166
Vid. Werner Jaeger, Paideia: los ideales de la cultura griega , Fondo de Cultura Económica. México DF, 19622 (versión castellana de Joaquín Xirau y Wenceslao Roces), p.
84ss.

167

Vid. Llano, La nueva sensibilidad cit., p. 190; Mesa Cuadros, «Elementos...» cit., p. 30.

168

Vid. Douglas A. Kysar, «Global Environmental Constitutionalism: Getting There from Here», Transnational Environmental Law , vol. 1, núm. 1, 2012, p. 88.

169

Vid. Asier Martínez De Bringas, «Los pueblos indígenas ante la construcción de los procesos multiculturales. Inserciones en los bosques de la biodiversidad», Berraondo,
Pueblos indígenas y derechos humanos cit., p. 91-92.

170

Vid. Hiskes, The Human Right... cit., p. 25.

171

El punto de vista que aquí defiendo, en relación con la relación entre derechos humanos y diversidad cultural, coincide, en parte, con el consagrado en la ya citada
Convención sobre la protección y promoción de diversidad de las expresiones culturales, particularmente, en su artículo 2. Por una parte dicha declaración establece la
dignidad igual de todas la culturas, que entiendo que es la base para el diálogo intercultural y la creación de un espacio político efectivamente compartido en el caso de la
presencia de diferentes comunidades culturales en una determinada estructura política. Por otra parte, entiendo que la idea de derechos humanos, siendo el punto de
partida, debe ser objeto de reconstrucción en el marco del diálogo intercultural, para superar los elementos excluyentes (por eurocéntricos) que pueda incorporar.

172

Vid. Estermann, Filosofía andina... cit., p. 206.

173

Vid. Pigem, «L’estructura trinitària de la realitat...» cit., p. 62. La traducción al uso de ‘Ehrfurcht’ es ‘veneración’ o ‘reverencia’. La palabra alemana, sin embargo, expresa
una unión entre adoración y temor que se pierde en esa traducción. Sea como sea, las implicaciones sagradas son transparentes.

174

Vid. Estermann, Filosofía andina... cit., p. 230-231.

175

Sin embargo, no puede marginarse el elemento sagrado en la comprensión adecuada de las culturas indígenas, donde juega un rol determinante. Vid. Kajkoj Ba Tiul, «Los
pueblos indígenas: derecho a la educación y la cultura», Berraondo, Pueblos indígenas y derechos humanos cit., p. 569.

© 2015 Revista Aranzadi de Derecho Ambiental

También podría gustarte