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Capítulo 39

Mintiendo sobre mis sentimientos ¿mala señal?

Bee

—Entonces… —Trace me pasó un plato limpio. Lo sequé mientras

trataba de no pensar en Phoenix; de no pensar en sus manos, su boca,

en cualquier parte de su cuerpo que quería tocar—. ¿Aún después de

todo… no le tienes miedo?

—¿A quién? —Bajé el plato—. ¿Tex?

Mo resopló.

—Por favor, es tan manso como un gato doméstico.

En la sala de estar, la voz de Tex aumentó otra octava, esta vez en

italiano. Estaba bastante segura de que el nombre de Sergio estaba en

el otro extremo con una cantidad insana de palabrotas.

Ella hizo una mueca.

—Sí, apuesto a que tose bolas de pelo a diario. —Mis cejas se

arquearon cuando tomé otro plato.

—Phoenix.

El plato casi se cae de mis manos.

Los ojos de Trace se entrecerraron. Colocó las manos en su cadera—

. ¿Qué está pasando entre ustedes?

—Um… —Tragué y continué secando el plato—, nada.

—¿Estás segura?
Presioné más fuerte la tolla contra la cerámica.

—Sip.

—Cuidado, mentirosa —susurró Mo, tomando el plato de mis

manos—. Vas hacerle un agujero a través del plato ya seco.

Trace se apoyó contra la encimera.

—Él es frágil Bee. Lo sabes, ¿verdad?

Luché contra la urgencia de poner mis ojos en blanco.

—Confía en mí, prácticamente vivo con él. Sé cómo ustedes se

sienten.

—No solo somos nosotras —se defendió Mo—. Son todos. Sí, él está

bien por ahora, ¿pero qué sucede cuando alguien lo saca de sus

casillas? ¿Qué sucede cuando se enoja? Es una bomba de tiempo, Bee.

Es bueno para ti recordar eso.

Enojada, lancé la toalla contra la encimera.

—¿Por qué no lo dejan ya? ¡Él no va a mejorar mientras todos los

que supuestamente se preocupan por él siguen asiéndolo sentir como

una mierda!

Los ojos de Mo casi salen de su cabeza mientras Trace me sonreía

como si acabara de proclamar amor eterno.

—Entonces… —Trace sonrío aún más amplio—, te gusta.

—No… —Crucé mis brazos desafiante—, lo amo.

Trace dejo de sonreír, y Mo dio un paso a tras alejándose de mi

como si tuviese alguna enfermedad contagiosa.

—¿A quién amas? —preguntó Tex desde la puerta detrás de mí.

Mi corazón se detuvo. Le di una mirada suplicante a Mo, quien


inmediatamente le dirigió una sonrisa a Tex y dijo:

—A ti. Ella te ama… aunque aun no comprendo el porqué.

Él puso los ojos en blanco y luegó doblo su dedo.

—Bebé, ven aquí.

—No.

—Ahora, maldición.

—Campisi… —Cruzó la habitación—. Tan demandante…

Él la tomó en sus brazos y la besó duro en la boca.

Trace puso su mano en mi hombro y susurró:

—Estoy feliz por él… por ambos. Realmente lo estoy.

La culpa se estrelló contra mí.

—Pero él… se lo que él hizo. —Bajé la cabeza.

—Hizo —repitió Trace—. Pasado. Si yo puedo superarlo, entonces

Tex también debería. Solo… dale tiempo antes de decirles y salir con los

niños.

Me reí con ella.

Y luego me ahogué con esa misma risa.

Niños.

Esa mañana.

Phoenix había dicho que no habíamos utilizado protección. No

estaba preocupado por alguna enfermedad de transmisión sexual…

pero nunca dijo nada sobre un embarazo.

Toqué brevemente mi estómago plano.

Una vez. Una vez no sería suficiente ¿cierto? Lo último que

necesitaba era asustarlo para llamar su atención. Nosotros


probablemente estaríamos bien, pero Trace tenía razón; Tex se volvería

loco.

Necesitábamos juntos más tiempo antes de anunciarlo a los demás.

Y parte de mi sentía que Phoenix y yo nos merecíamos un poco de

normalidad antes de que mi hermano fuera y él solo, lo arruinara todo

de nuevo.

—Bee —dijo Tex, soltando a Mo y dirigiéndose a mí—, Phoenix tiene

instrucciones estrictas. Volverás a la escuela, pero él no se va de tu

lado. Si tienes que ir a orinar, levantas tu mano y te seguirá hasta el

baño como un loco acosador y te cantará si tienes miedo. Además va a

dormir en tu piso… —La última parte hizo que apretara la mandíbula—,

no es que esté feliz por eso, pero es mejor a que estés sola, y no quiero

que haya ninguna oportunidad. Nos vamos a un bloqueo total hasta

que tenga las cabezas de Pike y Nick. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —acordé y envolví mis brazos alrededor de su cuello—

. Gracias… por protegerme.

Tex suspiró y me levantó contra él, devolviéndome el abrazo con una

fiereza que nunca había experimentado de él antes.

—Bee, luego de Mo, eres mi vida. Haría lo que sea para mantenerte

a salvo.

—Lo sé. —De eso me temía.

Porque de acuerdo a Tex, Phoenix era todo, menos seguro. Era el

fuego mismo. Y estaba jugando con eso, esperando salir ilesa.

—Bee. —Phoenix entró en la cocina—. ¿Estás lista para irnos?

—Sí. —Asentí—. Tengo una clase en la tarde, después de todo.


—Y tu profesor es un imbécil que reparte retrasos solo porque puede

—cantó Sergio desde la puerta—. Dense prisa. Tengo que arreglar mi

rostro antes de mi próxima sesión.

—No puedes arreglar lo feo —susurró Tex.

—Un día… —maldijo Sergio—, voy agarrar tus bolas y torcerlas.

—Solo trata de no disfrutarlo mucho Serg. —Tex le guiñó.

Sergio se lanzó, pero Phoenix lo contuvo.

—Muy bien, el desayuno familiar ha terminado.

RACHEL VAN DYKEN

Capítulo 40

Había esperado la muerte toda mi vida. ¿Y ahora que estaba aquí? Era algo anticlimático

Sergio
Mi vida había acabado.

Finalmente me veía obligado a ver mi inminente muerte, y no era

linda. No habría nada de eso de tener un momento con Jesucristo,

ninguna luz al final del túnel, nada. Solo oscuridad y la sensación

enfermiza que estaba dejando atrás un horrible legado.

Ellos me recordarían por mi traición.

Y tendrían razón al hacerlo.

Dejé caer la cabeza entre mis manos mientras los estudiantes

comenzaron a entrar en el salón de clase. Mi corazón no estaba aquí, no

es que hubiese estado entusiasmado en enseñar historia de los estados

unidos, pero al menos me daba un propósito fuera de la familia, fuera

de mi trabajo con el FBI.

Mierda.

Nixon iba a dispararme en la cabeza. Tipo ejecución.

No podía arreglarlo.

Y la peor parte era que Phoenix sabía para quién solía trabajar;

sabía todos los sucios secretos porque, hubo una vez, donde era yo

quién necesitaba ser salvado y no Phoenix.

Hubo una vez.

Luca también me había salvado.

—Tienes dos opciones, hijo. —Luca sostuvo el arma contra mi frente,

su dedo apretando el gatillo—. ¿Debo explicártelas?

No dije nada.

—Voy a pagarle a algunas personas… pero me pertenecerás. Seré el


dueño de tu alma. No lo Abandonato, no los Alfero, si no yo. Soy tu jefe

Sergio. Mi familia es tu familia. Te saco de este… apuro, y limpio el

desastre que manejaste de manera horrible. —Suspiró y bajó el arma—.

¿Tenemos un trato?

—No puedes. —Negué con la cabeza y miré a los cadáveres

esparcidos a nuestros pies—. No puedes simplemente entrar al FBI y

decir que me equivoqué.

—¿Quién dijo que lo arruinaste? —Dudó y luego apuntó con su arma

a los cadáveres. Una y otra vez, disparó hasta que no quedaron más

balas—. Parece que el jefe Nicolasi volvió a la carga… así que… gatillo

alegre. —Su sonrisa era implacable—. Ahora regresa a tu pequeña y

brillante oficina y diles que quieres estar activo de nuevo… diles que tu

familia confía en ti de nuevo. Que te quieren de vuelta. Ya no seres un

fantasma, Sergio. De ahora en adelante, eres un doble agente.

—Pero Nixon…

—Estaremos bien.

No tenía elección. O tomaba la responsabilidad por todos los agentes

federales muertos a mí alrededor, o en ese entonces, culpar a la familia

Nicolasi y solidificarme como un agente federal confiable, y cubrirme con

la familia.

De cualquier manera, era un hombre muerto.

—Bien —espeté—. Lo haré.

—Por supuesto que lo harás… —Luca sonrió de manera

amenazadora—. Porque la sangre siempre gana, ¿no es así?

—Guau, estás realmente perdido en tus pensamientos o tu perro


murió esta mañana. —Andi golpeó sus dedos en mi escritorio y sonrió.

—No me gustan las mascotas.

—Qué sorpresa. —Guiñó—. Pensé que probablemente sería bueno

para ti abrazar otra cosa que no fuera tu almohada por las noches.

—Sigue así. Que estás rogándome que te saque a patadas de la

clase, Andi. —Estaba molesto, enojado de que iba a morir y también

ella; ¿y aun así sonreía… una maldita sonrisa… y bromeaba? Era

increíble.

Ella se inclinó, sus pestañas abanicando sobre su rostro.

—Un día… lamentarás apartarme. Un día, muy cercano estarás

comiéndote tus palabras.

Mi cabeza se levantó de golpe. ¿Un estudiante realmente me estaba

amenazando? Mis ojos se entrecerraron cuando ella se cruzó de brazos.

—Ve a tu asiento, señorita Smith.

Se encogió de hombros y se fue.

Dejándome incluso más irritado que antes. La clase fue como un

borrón. Dije las cosas correctas, asigné tareas, entonces bloqueé la

puerta cuando mi teléfono sonó.

—La próxima semana… —dijo la voz—, asegúrate de que él esté

presente. Nosotros nos encargamos del resto.

—¿Y si no puedo hacer que se presente? —pregunté.

—Puedes… al menos de que estés demasiado involucrado. ¿Lo

estás?

—No —ladré—. Puedo hacerlo.

—Genial, le daremos exactamente lo que quiere a cambio de algo


que queremos. No es necesario que se pierdan vidas.

—No. Pero se perderán, ¿no es así?

—¿Qué es una persona en el gran esquema de las cosas?

—Cierto. —Colgué el teléfono y me encaminé hacia la puerta. Iba a

guiar a mis amigos, a mi familia, hacia una trampa.

Y ahora que Phoenix había finalmente vuelto a vivir…

Iba a negociar su muerte.

¿No era eso una ironía?

RACHEL VAN DYKEN

Capítulo 41

Lo deseo… demasiado. Cada segundo. De cada día. Mi mundo es Phoenix

Bee

La clase había sido una absoluta tortura. No me había dado cuenta


que solo una experiencia con Phoenix haría que mi mundo se

derrumbara a mi alrededor, y que todavía estuviera enfocada en sus

labios y en sus manos ásperas.

Para el momento en que llegamos al auto, estaba tan exaltada que

podría haber saltado.

Creo que Phoenix estaba tratando de jugar a estar relajado, como si

estar a mí alrededor no fuera la gran cosa. Al menos, tenía la esperanza

de que fuera de esa manera. En realidad no lo podía asegurar ya que su

cara había permanecido sin expresión durante toda la clase.

Abrió mi puerta y me hizo pasar.

Cuando el auto arrancó, suspiré y me recosté contra el suave cuero.

—Entonces, ¿cuál es el plan?

—¿El plan? —repitió, sus cejas arqueadas—. Vamos a casa, haces

tarea, y, si eres realmente buena, te doy helado en la cena.

Puse mis ojos en blanco.

—El mismo abuelo Phoenix de siempre.

—¿Abuelo? —Su voz se elevó—. ¿Acabas de llamarme abuelo?

—¡Rápido! Pon a Mozart antes de que comience a rapear. —Toqué

los botones y coloque música clásica—. ¿Ah, no es eso mucho mejor?

Abrió su boca para hablar, pero lo interrumpí.

—Pero espera… tal vez tal vez mi camisa está muy abierta de nuevo.

Sé cómo te sientes en cuanto a los botones. —Deshice los dos primeros

y luego el tercero—. Ups, camino equivocado.

El auto se desvió.

—¿Podrías no hacerlo?
—¿Qué? ¿Problemas para concentrarte abuelo?

—¡Maldita sea, deja de provocarme! Qué pasa si me gusta la música

clásica.

—Mentiroso… la odias.

—Es… —Tosió—, educacional.

—Compositor favorito….

—Mo…

—Que no sea Mozart.

—Uh… —Pestañeó—, estás presionándome demasiado.

—¿Ya tienes Alzheimer?

—¡Por el amor de Dios, deja de decir que soy viejo!

—Casi te compro un bastón y caí en cuenta de que realmente lo

usarías… por favor no me pegues con él, así que…

El auto se desvió nuevamente, y luego estábamos en un campo

abandonado, todavía a tres millas de casa.

No tuve tiempo de gritarle por casi matarnos, o al maíz.

Porque en cuestión de segundos su boca estaba sobre la mía, y

estaba desatando mi cinturón de seguridad.

—Maldición me vuelves loco.

—Una locura buena.

Gruñó en mi cuello.

—Todavía no lo he decido.

—¿Podemos tomar todas las grandes decisiones de esta manera? —

No estaba en contra de mendigar, especialmente cuando su mano

encontró mi seno y comenzó a masajearlo.


—Lo que sea que quieras, es tuyo. —Su hambrienta mirada

encontró la mía por un segundo antes de besarme de nuevo, su lengua

enredándose con la mía, su cuerpo no lo suficientemente cerca.

Lo atraje fuerte hacia mí. La caja de cambio entorpeciendo el

camino.

Gruñí.

Él se rio de mí.

Mordí su labio inferior. Y toda risa se detuvo mientras su mano se

insertaba en mi cabello.

Traté de moverme para poder montarlo a horcajadas, pero era como

si el auto estuviera trabajando en nuestra contra.

—Casa —dijo contra mis labios—. Espera hasta que lleguemos a

casa.

—No. —Tiré de su camisa, casi arrancándola de su cuerpo—. Ahora.

—Bee… —Su voz tenía un borde de advertencia—, estoy bastante

seguro de que tu hermano ya va a poner un agujero del tamaño de una

escopeta en mi pecho. No lo obligues a atropellarme con un auto por si

acaso, porque sentí la necesidad de hacerlo en el asiento trasero.

—¡Ooo, el asiento trasero! Buena idea. —Empecé a moverme.

Phoenix gimió y abrochó mi cinturón de seguridad de nuevo.

—Quieta.

—Boo. No eres divertido.

—Oh, soy divertidísimo… cuando estoy vivo. Y no lo estaré si tu

hermano por casualidad pasa por este camino.

—Siempre podrías correr a través del maíz.


—No es come me imaginé decírselo, Bee.

—Espera, ¿qué? —Sacó el carro del campo y comenzó a manejar de

nuevo hacia la casa—. ¿Vas a decirle? ¿Sobre nosotros?

Phoenix suspiró, tamborileando los dedos sobre el volante del auto.

—Bee, no puedo ser ese tipo de hombre… no soy ese tipo de

hombre. Me rehuso a hacer las cosas a sus espaldas porque tengo

miedo de que derrame un poco de sangre mía.

—Pero… —Entré en pánico y alcancé su mano—. Phoenix… él va a

matarte.

—Tú vales el riesgo, Bee.

De repente avergonzada, me estremecí, a pesar del calor que invadió

mi cara.

—¿Vas a contarle lo de anoche?

—¡Diablos, no! —Phoenix maldijo—. Anoche fue sobre nosotros, Bee.

No sobre tu hermano, no sobre la mafia, y no sobre nadie más en este

maldito mundo. Solo tú y yo…

—Y pájaros. —Me reí.

Gruñó.

—La palabra pájaro nunca debería darle una erección a un hombre,

Bee. Jamás.

—Aww… ¿teniendo un momento difícil cuando pían en tu ventana?

Sacudió su cabeza.

—Si algo así.

Cuando estacionó el auto, me incliné sobre él y lo besé en la mejilla.

—En mi cuarto… en cinco minutos.


—Bee… —Phoenix agarró mi brazo—, debemos ser cuidadosos.

Sergio…

—Ni siquiera está aquí. —Apunté hacia el puesto de

estacionamiento vacío—. Va en su Lexus a la escuela, y todavía no ha

llegado. Por lo tanto, estamos solos, aunque probablemente deberías

asegurarte de que esas cámaras no estén en mi habitación.

Dejó salir un fuerte suspiro.

—Ellos van a poner en mi tumba… Y él la amaba tanto que nunca

podía decir que no.

—Bien.

Sonreí como una tonta feliz y me fui a mi habitación,

deshaciéndome de la ropa de la escuela y preparándome para más

combates con Phoenix, mi mejor amigo se convirtió...

En todo.

RACHEL VAN DYKEN

Capítulo 42
Pájaro grande. Gracioso, nunca pensé que el amarillo podría causar que perdiera la cabeza

Phoenix

Estaba a punto de tocar su puerta como un idiota, cuando se

balanceó abierta. Bee estaba al otro lado con unos pantalones cortos

con Big Bird en ellos y una camiseta blanca.

—Ah, entonces ahora será Plaza Sésamo quien lo haga —murmuré,

pasando las manos por mi cabello. Todo era muy nuevo para mí. Tener

una chica que amaba, pasar tiempo con ella, no vomitar después del

sexo.

Nunca había pasado la noche en los brazos de otra mujer.

Hasta Bee.

Ella inclinó su cabeza, sus carnosos labios burlándose de mí

simplemente por existir.

Cerré la puerta de un portazo y la tomé en mis brazos, mi boca

encontró la de ella en segundos.

—Te amo… —Las palabras retumbaron desde mi pecho—, más que

nada.

—También te amo. —Enrolló sus piernas alrededor de mi cintura—.

Ahora bésame Phoenix.

—Lo estoy haciendo.

Apretó su cuerpo contra el mío.

—Más fuerte.
—Maldición, no eres fácil de complacer —me quejé, besándola tan

fuerte que mis labios iban a tener moretones por la mañana. Había

olvidado afeitarme, así que sabía que ella iba a estar sensible alrededor

de su boca por la fuerza de mi beso, pero no podía parar, no quería

hacerlo.

Cuando la tiré sobre la cama, todo estaba bien.

Y entonces…

Todo el infierno se desató cuando la imagen de otra chica pasó por

mi cerebro. Horrorizado, me alejé de Bee.

Esa chica había estado usando una camiseta blanca justo como la

de Bee.

Sacudí mi cabeza, bilis subiendo por mi garganta.

—Nop. —Bee se aferró a mí y bajó mi rostro hacia el de ella—.

Quédate aquí… conmigo. Solo soy yo Phoenix.

—Pero…

—Déjalo ir. —Suspiró, pasando sus manos por mi cabello—. Somos

nosotros, solo nosotros. Hazme el amor.

Suspiré cuando la pesadez comenzó a desprenderse de mi cuerpo.

Ella tenía razón. Ella, podía concentrarme en solo en ella, en

complacerla, en su placer, en su cuerpo.

—Un hombre podría morir adorando tu cuerpo, Bee.

—¿Estamos de nuevo con la teoría del abuelo? —bromeó, tirando de

mi labio inferior con sus dientes—. No vayas a tener un infarto.

—Al menos ahora sé que tengo un corazón —confesé.

—Claro que lo tienes. —Agarró mi rostro con sus manos—. Eso es


algo que siempre he sabido.

—Incluso antes que yo lo supiera —susurré con voz ronca.

—Soy la inteligente Campisi. —Guiñó un ojo y luego miró alrededor

de la habitación—. Dime que te encargaste de las cámaras.

Puse mis ojos en blanco.

—Al segundo en que llegamos a la casa. Nixon ya había destruido

las otras. Gracias a Dios.

—¿Nixon lo sabe?

—Si… —Me estremecí—. También Chase.

—¡Qué diablos Phoenix! —Me golpeó en el pecho—. ¿Cuándo

planeabas decirme?

—Eso sería nunca. —Me cerní sobre ella y besé su cuello—. No

dirán una palabra, al menos no todavía, y tal vez, posiblemente, cuando

Tex apunte su arma a mi cabeza, me defiendan.

—Mmm… —Su cuerpo se arqueó en la cama cuando tiré de su

camiseta y miré con avidez su cuerpo desnudo—. Se siente bien cuando

me miras así.

—Te haré sentir mucho mejor que bien —prometí, besándola de

nuevo, quitando cada prenda de vestir y mostrándole una y otra vez que

ya no era quien solía ser. Había renacido.

Yo era de ella.

Propiedad completa de Bee Campisi.


RACHEL VAN DYKEN

Capítulo 43

Sincerándose

Bee

—¿Todavía tienes pesadillas? —susurré, colocando mi cabeza en el

hombro de Phoenix, mis dedos extendidos a lo largo de su pecho

desnudo.

Habíamos pasado juntos cada momento desde el desayuno familiar.

Cuando no estábamos en la escuela, estábamos en casa. Cada

momento era precioso porque sabía que solo era cuestión de tiempo

antes de que realmente él hablara con mi hermano.

Y aunque las cosas estaban… mejor con el resto de los chicos,

seguía asustada de que me lo arrebataran, mi único amigo, el hombre

que amaba.

Sergio había dicho que conocía la locación de Nick y Pike, pero


estaba esperando más información para intervenir, lo que sea que eso

signifique. Y debido a que Phoenix estaba impaciente por terminar sus

vidas por poner la mía en peligro e intentar engañarlo, tuve que

distraerlo… de la mejor manera posible. Se había quejado de

deshidratación y dolores musculares, y yo había llamado abuelo, al

menos fuera de la cama. En la cama, había dicho que esa era la manera

más rápida para que perdiera la concentración.

—Sí. —Presionó sus labios contra mi sien cuando finalmente

respondió mi pregunta luego de un largo tiempo de vacilación—. Pero

no son tan malas cuando estás aquí.

Tragué, el ruido de la lluvia golpeando la casa era el único sonido

que entraba a la oscura habitación.

—¿Puedo preguntarte algo? ¿Y prometes no gritar?

—Bee, ¿cuándo fue la última vez que te grité?

—Esta mañana.

Su cálida risa le hizo cosas asombrosas a mi cuerpo, haciéndome

sonreír contra su piel.

—No estabas vistiendo suficiente ropa y dejaste caer a propósito tu

barra de granola al suelo tres veces.

—Soy torpe.

—También estabas usando ropa interior que decía patea traseros

sobre el verdadero trasero y me deslumbraste cada vez. Pero seguro, es

porque eres torpe.

—Le tengo afecto a ese par de bragas.

—Gracioso, también yo.


—Así que… —Chupé mi labio inferior—, mi pregunta.

—Sin gritar. Lo prometo. —Besó mi cabeza de nuevo—. Aunque si lo

preguntas en algún momento este año antes de que realmente me

vuelva un abuelo, sería genial.

—Idiota.

—Nunca afirmé ser nada más que eso. —Se rio suavemente.

—Es sobre tu pasado.

Su brazo se apretó a mí alrededor.

—De acuerdo.

—Y lo que… hiciste.

Podía sentir su corazón empezar a golpear contra mi oído mientras

su cuerpo entero se apretó con tensión.

—Demonios, Bee, solo pregunta antes de que pierda mi cabeza.

—Sé que te sientes mal ahora. Sé que aún te odias a ti mismo, pero

en ese momento… antes, ¿sentiste culpa? ¿o solo era un trabajo?

Con un estremecimiento, Phoenix me liberó y se levantó de la cama,

descansando sus codos sobre sus rodillas. La sábana cayó de su

musculoso cuerpo mientras exhalaba profundamente, presionando sus

manos contra su rostro.

—Lo siento —dije rápidamente—. No debí preguntar cosas como

esas, yo solo…

—Bee —dijo con una torturada voz baja—. Nunca te disculpes.

Tienes todo el maldito derecho a hacer preguntas como esas.

—Pero no debería.

—No lo hagas. —Retiró sus manos e inclinó su barbilla sobre sus


rodillas—. No te disculpes por querer saber. Es difícil, sin embargo,

dejarte ver las peores partes de mí, realmente teniendo que admitir que

esas cosas pasaron, que yo fui el quién las hizo.

Toqué su brazo.

No se apartó, pero tampoco me alcanzó.

—En ese momento… —Suspiró—. Sentí tanto miedo, al menos al

principio, y luego rabia hacia mí mismo, mi padre, hacia la situación, y

solo era tan fácil transferirla a lo que estaba haciendo. Es más fácil

culpar a la víctima por tus propios defectos que admitirte a ti mismo

que eres el monstruo, el malvado. Las personas pueden justificar lo que

sea, y al principio, justifiqué que era mi trabajo. La oscuridad de la

mafia, ¿sabes? —Lamió sus labios y sacudió su cabeza—. Así que me

dije que necesitaba madurar, hacer el trabajo, y entonces me convencí

que yo lo hiciera en lugar de mi padre. Después de un tiempo, me volví

tan insensible a todo que me quebré. Y luego… cuando intenté tener

una experiencia real con una chica, mi primer año de universidad… Ni

siquiera pude… —maldijo—. ¿Realmente quieres oír esto?

Asentí, asustada de hablar.

Con un suspiro desinflado, siguió hablando.

—No podía actuar… en ninguna capacidad. Me negué a besarla,

solo quise usarla para sexo, probarme que podía tener sexo fuera de lo

que mi padre me hacía hacer. Y no pude hacerlo. Creo que eso es parte

de la razón por la que me quebré, o tal vez fue el principio del final. No

hay nada más aterrador que cuando solo puedes asociar violencia con

algo que debería ser hermoso. Cuando estropeas una cosa de belleza y
saber que nunca serás como todos los demás, es desgarrador. Eh… —

Inhaló—, y tal vez es así. Rompiendo a esas chicas, rompí mi propio

corazón. No funcionó nunca más.

—Funcionas ahora —dije con voz ahogada, mi voz pesada con

lágrimas no derramadas.

—Sí, bueno… —Alcanzó mi rostro y la inclinó hacia él hasta que sus

labios estuvieron a pulgadas de los míos—, alguien se ofreció a

repararlo.

—¿Esa es tu manera de decir que seguirás comiéndote la lasaña que

lance a tu rostro?

Una sonrisa con los dientes completos cruzó por su rostro; el

hoyuelo con el que estaba obsesionada se clavó en su mejilla,

haciéndolo lucir más joven de lo que alguna vez lo había visto.

—Sí, Bee, pero vamos a probar una comida diferente.

—¡Muérdete la lengua! —Me alejé bruscamente de él—. Somos

Sicilianos. Comemos pasta, pasta, vino, y más pasta.

—No le digas a nadie —dijo Phoenix, tirando de mi cuerpo más

cerca del suyo—. Pero la pasta es mi comida menos favorita.

Mi boca se abrió con asombro.

Él la cerró con su pulgar y presionó un beso en la esquina de mi

boca.

—Pero adoraría si pudieras hacer una hamburguesa.

—¿O solo podríamos ir a un autoservicio?

—También podríamos hacer eso.

Un abrupto golpe sonó en la puerta. Phoenix se quedó inmóvil.


Habíamos sido cuidadosos, más que cuidadosos. El horario de Sergio

era tan predecible que casi era fácil volar bajo el radar, pero se suponía

que no iba a estar en casa aún. Solo eran las diez en un sábado por la

noche, y eso era generalmente cuando se reunía con Nixon.

—Mierda.

Phoenix miró de mí a la puerta, luego salió lentamente de la cama,

se puso un par de pantalones, y enfrentó la situación. Cuando abrió la

puerta, no era Sergio al otro lado, sino Nixon.

No estaba segura si se suponía que estuviéramos aliviados o

aterrados que no hubiera traído a mi hermano con él.

—Hola —dijo con voz ronca Nixon, luego miró sobre el hombro de

Phoenix y me dio una sonrisa astuta—, lamento interrumpir, pero

ninguno de ustedes estaba respondiendo el teléfono y sí… Necesitaba

hablarte de algo… importante.

—Sí… —Phoenix tosió—, seguro, solo déjame agarrar una camisa.

Caminó de regreso hacia mí, se puso una camisa, me besó en la

cabeza y se fue.

Mi cuerpo se estremeció por su ausencia. Alcancé mi teléfono y vi

dos llamadas perdidas de Nixon y al menos diez mensajes sin leer de mi

hermano. Sí, él no podía estar feliz por eso.

Era difícil mentirle. Era la única familia que me quedaba, e incluso

aunque amaba a Phoenix, todavía sentía como que estaba haciendo

algo malo. Hice clic a través de mis mensajes y le envié uno que

básicamente decía que estaba bien para que se tranquilizara. Con un

bostezo, presioné en las notificaciones de mi calendario y me quedé


inmóvil.

Un pequeño punto rojo y un rostro triste estaban saltando arriba y

abajo en mis notificaciones, mostrándome la fecha de mi supuesto

momento del mes.

Hace tres días.

No entres en pánico. Apreté mis ojos y luego los abrí de nuevo,

rezando de que estuviera en le fecha o el mes equivocado.

Nop. Todavía decía hace tres días.

Tres días tarde.

Lo cual podía no significar nada. ¡Había sido capturada y casi

asesinada, por el amor de Dios! Mi cuerpo había estado bajo un montón

de trauma…

¡Eso era! Estaba traumatizada.

Aun así, todas las advertencias que las chicas me habían dado

surgieron al frente de mi mente.

“Es solo cuestión de tiempo antes de que se quiebre”

¿Y si yo causaba eso? Y si… si yo era la razón por la que finalmente

el tocaba fondo. ¿Y si no tenía a nadie a quien culpar si no a mi misma

y a mi amor por la bestia?

RACHEL VAN DYKEN


Capítulo 44

Moriría por protegerla… incluso si significara que esta vez no lo merecía realmente

Phoenix

—Eres afortunado como la mierda que sea yo el que tocó la puerta y

no Tex. —Nixon cerró la puerta de mi habitación y empezó a pasearse

de un lado a otro, corriendo sus manos a través de su cabello como si

estuviera contemplando arrancar hasta la última hebra.

—Sí, bueno…

Ahogué una respuesta sabelotodo porque realmente, ¿qué pierna

tenía para sostenerme? Estaba yendo tras la espalda de Tex, me confió

la seguridad de su hermana a mí, y allí estaba yo, cada noche,

poniéndola en peligro, solo porque no podía alejarme. No, era más que

eso: porque la amaba, porque la deseaba, porque era mi razón para

respirar después de pasar una vida sofocándome.

—Se lo diré. Solo dame tiempo.

Nixon resopló y empujó sus manos en los bolsillos.

—Asegúrate de que yo esté allí para que en realidad no te mate. Tex

realmente ya no piensa antes de apretar el gatillo. Prefiere disculparse


después de dispararte que no dispararte en lo absoluto.

—Buena charla —refunfuñé.

Nixon lamió sus labios y luego finalmente se encontró con mi

mirada.

—Ella está a salvo… ¿verdad?

Sabía qué estaba preguntando. Vergüenza, la misma vergüenza que

había estado intentando ignorar durante los últimos cinco días se

asomó a la superficie, obligándome a estremecer con la oscuridad que le

ponía a mi alma, haciéndome querer gritar.

—Ella está a salvo —espeté finalmente, mi voz ronca—, de mí, dado

que eso es lo que realmente estás preguntando.

—Uno de nosotros tiene que hacerlo, Phoenix.

—Ah, entonces sacaste el palillo más corto. —Troné mis nudillos—.

No pondría una mano sobre ella… nunca. Lo pensé al principio… —

Chasqueé mi lengua—. Pero, sería como matar una parte de mí mismo.

Ella está en mí, hombre. No podría herirla más de lo que podría poner

un cuchillo en mi propio corazón.

Nixon estuvo en silencio, mirándome fijamente por unos cuantos

minutos, luego tomó asiento frente a mí.

—Sigamos a la pregunta número dos.

Me recosté, esperando que cayera la siguiente astilla.

—Sergio…. —suspiró—, ¿podemos confiar en él?

—¿Qué es la confianza… realmente? —Tamborileé mis dedos contra

mi muslo—. Especialmente en nuestra línea de negocio. ¿Confío en ti

hoy, no me jodas mañana? —Me tragué una risa—. Es una fantasía, la


confianza.

—No tiene por qué serlo.

—Con algunas personas… —Le di una mirada inexpresiva—, lo es.

—¿Algunas personas como Sergio?

—Algunas veces… —Troné mis nudillos—, vemos solo lo queremos

ver, Nixon.

—Mierda. —Frotó sus manos a través de su rostro—. Se siente como

si algo malo fuera a pasar. Odio esa sensación, y no la puedo detener.

Sea cual sea la tormenta que pensé que había terminado, se siente

como si alguien tiró explosivos a las nubes y encendió una cerilla.

—Lo haré.

—¿Hacer qué? —Los ojos de Nixon se estrecharon—. No dije nada.

—Lo seguiré —exhalé—. Es lo menos que puedo hacer luego de…

todo. Después de todo, afirma saber dónde están ubicados Nick y Pike.

Tal vez descubriré tres pájaros de una piedra.

—Querrás decir de un tiro.

—Sí, pero piedra sonaba mejor.

A Nixon se le escapó una risa y se levantó de su asiento.

—Así que descubres algo malo, ¿qué ocurre?

Tragué la bilis en mi garganta por herir a la familia; no hería a la

familia, ya no más, pero tal vez tendría que hacerlo.

—Phoenix —dijo Nixon, poniendo su mano sobre mi hombro—. No

puedo pedirte que hagas esto si no estás preparado.

—Yo me ofrecí… —Alejé su mano—, y estoy listo. —Tragué la

emoción apretando mi garganta—. Hace mucho tiempo no me dejaste


probarme. Déjame hacerlo ahora.

—Creo que te has probado a ti mismo una y otra vez, Phoenix.

¿Cuándo se detendrá?

—Cuando la culpa se detenga —dije honestamente, expulsando aire

a través de mis labios—. Cuando deje de ver sus rostros… cuando deje

de odiarme a mí mismo… Cuando finalmente tenga paz. Ahí es cuando

se detendrá.

—Nunca. —Nixon maldijo bajo su aliento—. No estamos dotados con

paz.

—Por lo que necesitamos estar cómodos con la guerra. —Puse mi

mano sobre su hombro y luego lo tiré para un abrazo. Besé cada mejilla

en la forma que un jefe lo haría con otro jefe, fuera del respeto total—.

Por lo que esta vez te quedarás atrás y me dejarás hacer el trabajo,

Nixon. Si termina mal, estará sobre mi cabeza. Las familias serán más

indulgentes por mí eliminando a tres individuos. ¿Tú? No tanto. Ha

habido demasiado fuego sobre los Abandonato. Lo último que necesitas

es atraer más atención.

Nixon asintió, su mandíbula apretada.

—Gracias.

—Nunca debes agradecerme por hacer lo correcto.

—Sí, pero lo haré. Todo el tiempo —susurró Nixon y salió de la

habitación, solo deteniéndose en la puerta para decir—. Oh, y… dile a

Tex la próxima semana. Espera a que este desastre se arregle antes de

que amontones más heridas de bala sobre ti.

Mi rostro rompió en una sonrisa.


—Lo pensaré.

—Tu funeral.

—Probablemente.

Nixon sonrió.

—¿Lo vale?

—Demonios, sí.

—Eso fue lo que pensé. —Se rio entre dientes y cerró la puerta tras

él, dejándome solo en medio del silencio.

Iba a rastrear a una rata. Estaba casi cien por ciento seguro que

sabía lo que ocurría con Sergio, pero no tenía pruebas, lo que

significaba que primero necesitaba pruebas, luego necesitaba silenciarlo

sin atraer la atención del FBI sobre nuestras familias.

Hace mucho tiempo, había sido mi trabajo hacer las cosas

desagradables.

Hace mucho tiempo me había odiado a mí mismo por ser tan

endemoniadamente bueno en eso.

¿Pero ahora? ¿Con Bee durmiendo en mi habitación, una sonrisa en

sus labios, su cuerpo desnudo esperando por mí? Si, estaba más que

agradecido, porque Nixon tenía razón, haría lo que sea por la familia.

Lo que sea.

Y estaba a punto de hacer lo impensable por ella.

Iba a matar a Sergio.


RACHEL VAN DYKEN

Capítulo 45

Confiar y amar, dos cosas que él hizo bien

Bee

Para el momento en que lunes de la siguiente semana pasó, estaba

oficialmente enloqueciendo. Todavía no me llegaba la menstruación. Y

todavía no le había dicho una palabra a Phoenix. Confiaba en él, lo

amaba, pero las advertencias de las chicas eran como pequeñas

bombas explotando dentro de mi cabeza, y no podía evitar preocuparme

de que esta única cosa causaría que pierda el control.

Mi última clase fue cancelada, dándome el tiempo adecuado para

escabullirme de Elite y correr hacia la farmacia. Era solo cuestión de

tiempo antes de que supuestamente me tuviera que encontrar con

Phoenix, y sabía que se volvería loco si llegaba tarde… de nuevo. Como

era, monitoreaba el pequeño punto en su teléfono como loco —lo juro, si


estaba en el punto incorrecto, lo sabría en dentro de quince minutos—

por eso mi razón para correr.

Habíamos estado haciendo la cosa de soy tu guardia de

seguridad, no puedes ir al baño a menos que yo diga que es hora desde

la semana pasada y me estaba hartando de eso. Era cortés, aunque

distante en la escuela y entonces una persona totalmente diferente en

la casa.

Ayudaba que Sergio raramente estaba allí.

Cuando se las arreglaba para arrastrarse de regreso a la casa,

nunca quería salir. No que hubiéramos sido amiguísimos antes, pero al

menos ahora Phoenix quería disfrutar la vida.

Caso en cuestión: el hombre comía palomitas.

Era un milagro; creo que incluso dije algo como “Hay un Dios”

Cuando tomó más de un bocado, pretendí desmayarme.

Y cuando añadió trozos de chocolate al siguiente lote, una lágrima

casi goteó por mi mejilla. Él puso sus ojos en blanco, atrapó la lágrima

con su pulgar, y me besó.

Su sabor mezclado con chocolate era mi nueva obsesión favorita.

Incluso me ofrecí a bañarlo en él. Se negó, diciendo que no le gustaban

los desastres.

Le dije que lo drogaría y luego lanzaría a la bañera.

Dijo que le gustaría verme intentándolo.

Ja, realmente no debería haber dudado de mí en ese punto.

Sonreí por el recuerdo, mi mano descansando en la prueba de

embarazo. Era solo una prueba, una estúpida cajita. No tenía ningún
poder sobre mí. ¿Entonces por qué estaba hiperventilando?

La agarré lo con una maldición, me apresuré a la caja registradora,

y saqué mi reluciente tarjeta, la que mi hermano mayor me había dado.

Era de titanio.

Y lucía ruda.

Y ni siquiera había tenido la oportunidad de usarla aún. Gracioso,

mi primera vez justo resultó ser en una farmacia porque dormí con el

enemigo.

Excelente, Bee.

Deslicé la tarjeta a través de la ranura. Inmediatamente me

preguntó por mi PIN. Mierda. ¡No tenía idea de cuál era mi pin! Presioné

crédito y recé para que pasara.

Lo hizo.

Nota mental: descubrir el PIN de mi hermano o de Phoenix.

Supongo que cualquiera de ellos podría ayudarme a averiguarlo,

pero odiaba sentirme estúpida e indefensa cuando se trataba de cosas

que alguien de mi edad usualmente debería saber, como mi propio

número de identificación personal.

En el momento que el empleado me entregó mi recibo, mi teléfono

sonó con el tono de llamada de Phoenix, el cual resultó ser un pájaro

cantando.

Él dijo que no era gracioso.

Yo, sin embargo, lo encontraba hilarante. Todo el tiempo.

—¡Hola! —dije con voz ronca, demasiado consciente de la culpa en

mi voz—. ¿Qué sucede?


—¿Dónde demonios estas? —ladró lo suficientemente alto para que

tuviera que alejar el teléfono de mi cabeza para no destrozarme un

tímpano.

—Estaré ahí en diez minutos. Cielos, ¡ni siquiera voy tarde todavía!

—Tu clase fue cancelada, Bee.

—Aww, ¿me estás acosando ahora?

—Bee —gruñó—. Si no estás aquí en cinco segundos, voy a…

—¿Azotarme? —ofrecí—. ¿Luchar en el lodo hasta que diga que me

rendio?

Las cejas del empleado se dispararon al nacimiento de su pelo.

Mis mejillas se calentaron mientras me despedí y salí corriendo por

la puerta en una completa carrera.

—¿Por qué estás jadeando? —preguntó Phoenix en un tono molesto.

—Yo… um, estaba pensando en ti en el lodo. Desnudo.

Maldijo.

—Bee, por favor… Necesito saber que estás a salvo. No hago esto

para irritarte. Necesito mantenerte segura… ¿está bien? No te vayas sin

pedir permiso.

—Tienes suerte… —jadeé mientras la universidad saltó a la vista—,

de que me gusten los bastardos mandones.

Su cálida risa me tuvo sonriendo como una tonta mientras regresé

al campus en una pieza.

—Hmm, ¿te he dicho lo caliente que luces hoy? —susurré al

teléfono, mis ojos bebiéndolo.

Estaba esperando junto al centro estudiantil, las manos en sus


caderas, sin suéter, camiseta blanca apretadamente envuelta alrededor

de su cuerpo. Demonios, el hombre era una delicia para observar. Y no

era la única que pensaba eso; casi me metí en una pelea el día anterior

cuando una chica intentó coquetear con él.

Él no podía estar menos interesado, pero aun así, era el principio.

Las chicas abiertamente miraban.

—¿Jugando, Bee? —preguntó Phoenix en un tono burlón y luego

desapareció de la vista.

Se escabulló detrás del centro estudiantil. ¿A dónde iba? Aceleré mi

paso y luego empecé a trotar alrededor del edificio cuando unos cálidos

brazos se envolvieron a mí alrededor, acercándome a un pecho familiar.

Su voz retumbó contra mi cuello.

—Si luzco caliente hoy, entonces tú luces sexy… tan sexy. —Sus

labios mordieron mi oreja.

Con un escalofrío, tiré todo en mis manos y envolví mis brazos

alrededor de su cuello.

—Amo tu boca. —Capturé su labio inferior entre mis dientes y lo

mordí.

Con un gemido, me empujó contra la pared de ladrillos y deslizó sus

manos por mi suéter.

—Maldición, yo te amo… —maldijo de nuevo—, a ti. —Su lengua se

deslizó dentro de mi lengua y luego retrocedió—. Todo sobre ti.

—Oh bueno… —Empujé su pecho—. Porque me estaba

preocupando.

Puso sus ojos en blanco y bajó la mirada.


Y palideció.

¡Mierda! Intenté envolver mis brazos alrededor de su cuello de

nuevo, pero gentilmente me empujó, sus ojos todavía apuntando al

suelo, y sabía que no eran mis zapatos lo que estaba mirando tan

fijamente.

Retorciendo mis manos juntas, esperé a que gritara.

En su lugar, se agachó, recogió la caja que se había caído de la

bolsa de papel.

—Bee… —Su voz era tan baja que casi no la escuché. Creo que

hubiera preferido que me hubiera gritado—. ¿Qué es esto?

—¿Un nuevo bolígrafo? —bromeé, intentando robárselo de las

manos.

Se alejó de mi cuerpo, llevándose la caja consigo. Tragó lentamente,

sus ojos todavía mirando fijamente la caja, probablemente de la misma

manera en que yo estuve mirándola más temprano en la farmacia.

—¿Qué tan atrasada estás?

—Unos cuantos días. —Forcé las palabras a salir de mi boca; sabían

mal, como si estuviera en problemas por algo, como si debiera sentirme

avergonzada por estar en esta situación—. Pero nunca he sido súper

regular, ya sabes cómo era con mi papá… horario de comer extraño,

escuchar a las personas ser asesinadas, entonces ser capturada aquí.

No es como si mi cuerpo está en calma y capaz de producir hormonas

de manera totalmente despreocupada.

—Vámonos. —Agarró mi bolso y empezó a caminar.

Tuve que correr para alcanzarlo.


—Phoenix, espera… —Puse mi mano en su hombro, pero se separó

bruscamente—. Lo siento…

—No quiero hablar justo ahora, Bee.

—Pero…

—Entra en el maldito auto. —Casi sacó la puerta de sus bisagras

cuando la abrió.

Temblando, entré y me abroché el cinturón.

Cuando entró al auto, chocó su mano sobre volante y empezó a

murmurar en Siciliano. Ni siquiera intenté descifrar lo que estaba

diciendo. Por su tono, supe que era malo.

Y se sintió como si fuera mi culpa.

Me estaba apartando.

Estaba enojado.

Y yo estaba aterrada de que lo que las chicas habían predicho

estuviera a punto de ocurrir. Porque el Phoenix del que me había

enamorado no estuvo presente en el camino a casa.

La mirada embrujada estaba de vuelta.

Y no podía detenerla más pronto de lo que podía dejar de respirar.

Cuando llegamos a la casa, no dijo nada, simplemente abrió mi

puerta, me guio a la cocina y por las escaleras, luego me entregó la

prueba.

—¿Necesitas agua?

—¿Qué? —Sacudí mi cabeza—. ¿Por qué?

Apoyó su cuerpo contra la puerta del baño.

—¿Puedes. Ir. Al. Baño?


—S-sí —murmuré, ahogando las lágrimas—. Quiero decir, puedo

manejarlo. No necesito agua.

—Bien. —Azotó la puerta en mi rostro, dejándome sola para

enfrentar la situación.

Era una planeadora; así fue como fui formada. Constantemente

hacía planes por si acaso porque nunca sabía cuándo era que mi padre

se iba a ir. Nunca sabía si era el último día que vería la luz del sol o si él

me lanzaría a uno de sus hombres.

Así que planeé.

Había tenido rutas de escape.

Había detallado versiones de lo que podía ocurrir y elecciones que

hacer si ellos lo hacían.

¿Pero en esta situación? No tenía un plan. Porque nunca noté el

peligro. No pensé. Y ese era el problema.

Mi corazón estaba invertido.

Así que mi cabeza había tomado una siesta.

Apoyé mis manos contra el lavabo.

Si estaba embarazada, ¿qué pasaría?

¿Y si no lo estaba? ¿Alguna vez sería lo mismo de antes?

Sacudiéndome, rápidamente saqué la prueba de la caja y oriné tan

rápido como era humanamente posible y luego la puse sobre la mesa y

esperé.

Dos minutos era un largo tiempo.

Sonaba corto. La mayoría de comerciales de televisión eran de

menos de dos minutos; quiero decir, tomaba más tiempo caminar desde
mi habitación hasta la cocina.

Pero esos dos minutos fueron el infierno absoluto. Seguía revisando

mi reloj.

Cuando los dos minutos finalmente se cumplieron, no pude mirar.

Simplemente recogí la prueba y abrí la puerta del baño.

Phoenix estaba desplomado contra la pared, recostando su cabeza

en sus manos como si se fuera a caer si no tuviera el apoyo extra.

Cuando la puerta se cerró tras de mí, su cabeza se levantó

bruscamente.

—¿Qué dice?

—No miré. —Le tendí la prueba con manos temblorosas.

Miró fijamente la prueba, sus labios temblando, entonces

lentamente la alejó de mi agarre y la miró por los dos.

Cuando una sonrisa reemplazó su ceño fruncido, quise golpearlo

con mi puño. ¿Y qué? ¿No estaba embarazada y ahora todo estaba bien

en el mundo? Estaba a punto de gritarle cuando dijo en una voz tan

baja que tuve que esforzarme para escuchar.

—Redención.

RACHEL VAN DYKEN


Capítulo 46

En el momento en que todo en mi mundo hizo clic

Phoenix

En el espacio de media hora, había pasado de un estado de shock

completo a la rabia, de vuelta al estado de shock, luego algo se retorció

en mi pecho, como si una parte se hubiera roto y se hubiera ido

flotando.

Porque la ira había sido reemplazada por la esperanza.

El shock con la euforia.

Y la ira... con completo terror.

Fue mi culpa que ella estuviera en esa posición. El odio que sentí

por mí mismo era sofocante, y luego ver su cara… Yo sabía que ella

pensaba que estaba enojado con ella, como si fuera su culpa. Pero no

confiaba en mí para hablar. No podía. Tenía miedo de asustarla. Me

temía que ya había asustado la mierda fuera de ella. Como estaba, me

estaba asustando a mí mismo.

Las enfermedades de transmisión sexual se me habían cruzado por

la cabeza por las mujeres con las que había tratado en el pasado, ¿pero

el embarazo? Si, hace mucho tiempo me había dado por vencido con esa
preocupación en particular porque ninguna de las mujeres había

quedado embarazada.

Y lo sabía a ciencia cierta.

Eso tenía que significar que Dios me había estado castigando

físicamente, o tal vez en ese momento solo me estaba dando una

bendición. Cuando hablé con mi padre al respecto, se rió y dijo que

cuando salí para mi decimosexto cumpleaños —después de una

sobredosis fallida de mis medicamentos— les pidió a los médicos que

me esterilizaran.

Había dicho que un hijo era suficiente. Por mí, continuar con la

semilla de nuestra familia solo lo decepcionaría.

Nunca me había sentido tan enojado en mi vida, tenía tantas ganas

de asesinarlo. Porque me había quitado esa elección. Lo hizo para que

me avergonzara de mi propia línea de sangre. No solo me había

avergonzado por lo que estaba haciendo por él, sino que parecía que

había estado protegiendo a las mujeres que habíamos usado… de mí.

Como si yo hubiera sido el verdadero monstruo.

No él.

Nunca le había dicho a un alma lo que mi papá me había hecho. De

alguna manera, se sintió como si al decirlo en voz alta solidificara la

verdad, y mientras más pensaba en ello, más quería gritarlo.

Porque me hubiera encantado una segunda oportunidad.

¿Y para mí, la vida? ¿Darle vida a alguien? Esa era una segunda

oportunidad. Y me lo había quitado… a propósito.

Me había desplomado en la madera después de que Bee había


entrado al baño. No había confiado en mí mismo para no estallar en

lágrimas.

No había confiado en mí hasta que grité y luego me desplomé al

suelo y golpeé mis puños hasta que sangraron.

Con dedos temblorosos, agarré la prueba en mi mano y leí el

resultado. Una sonrisa estalló en mi cara antes de poder detenerme.

Bee había apretado los puños.

—Redención —había susurrado...

—¿Qué? —dijo con voz ahogada—. ¿De qué estás hablando?

Lamí mis labios y encontré su mirada.

—Estás embarazada, Bee. Estamos... embarazados.

Ella asintió con la cabeza, una vez, dos veces, luego se echó a llorar.

—Mierda. —Me puse de pie y la puse en mis brazos, llevándola y a

la prueba a mi habitación. La puerta se cerró detrás de nosotros. Besé

sus mejillas, el sabor salado de sus mejillas solo me hizo sentir como un

idiota porque estaba muy molesta—. Está bien, bebé. Solo respira

hondo.

Los ojos de Bee estaban salvajes mientras trataba de inhalar, solo

para comenzar a toser contra mi pecho.

—Te amo... —dije con voz ahogada—. Estaba asustado... aunque te

amo, Bee. Necesitas saber algo. —Me aparté y agarré su rostro con

fuerza entre mis manos—. Nunca estarás sola. ¿Entiendes?

Más lágrimas corrían por su rostro, chocando con mis dedos.

Bee, mírame.

—Eso... hago —lloriqueó.


—Nunca te dejaré —prometí—. Jamás. Embarazada o no

embarazada, nada va a cambiar jamás lo que siento por ti. —Besé su

boca—. Me posees, Bee Campisi, y no me gustaría que fuera de otra

manera.

—M-Me asustaste tanto. —Resopló, sus lágrimas derritiéndose en

sus labios carnosos—. Pensé que me ibas a odiar, y lo siento mucho. Yo

solo...

La besé. Duro.

Moldeé mi boca contra la suya, mi cuerpo estaba presionado tan

apretadamente contra el suyo que no se sabía dónde terminaba ella, o

dónde iniciaba yo.

Sus labios eran suaves contra los míos.

Mis manos se enredaron en su cabello mientras profundizaba el

beso, succionando su lengua, alejando su tristeza, rezando para poder

llevarme cada centímetro del dolor que estaba experimentando,

odiándome porque sabía que la única razón de que estuviera así fue

porque entré en pánico cuando ella me había necesitado en mi mejor

momento.

—Yo… —Un beso en sus labios—, te... —Un beso en ambas

mejillas—, amo… —Un beso en su frente—. No puedo reaccionar

perfectamente en todo momento. Demonios, puedo parecer aterrorizado,

enojado, frustrado, pero Bee, nunca me alejaría de ti. Nunca. No lo

tengo en mí. No confundas mi silencio o enojo con la falta de amor. La

mayor parte del tiempo es porque te amo tanto que reacciono. Sé que

eso no es excusa, pero eres la cosa más preciosa en mi mundo. —Se me


hizo un nudo en la garganta—. Ambos.

Puse mi mano contra su estómago plano.

—Dios... —Las palabras se atraparon en mi garganta en mi

garganta.

—¿Por qué? —susurró con voz entrecortada—. ¿Por qué estabas tan

molesto?

—Porque... —Mantuve mi mano donde estaba, temía que si la

quitaba, todo sería un sueño—, mi padre dijo que no podía tener hijos.

Me operaron después de estar en el hospital. Quería que la mala

semilla, la maldición, como lo había llamado, terminara conmigo.

Bee se cubrió la boca con las manos.

—¡Lo siento mucho!

—Entonces... —Me arrodillé y presioné mi cabeza contra su

estómago—, ahora mismo... estoy bastante seguro de que estoy

presenciando un milagro.

Ella enredó sus manos en mi cabello; ahora que era más largo, le

era posible agarrarlo.

—Sí. —La adoración brilló en sus ojos—. Creo que yo también.

RACHEL VAN DYKEN


Capítulo 47

Matar amigos, nunca es parte del plan

Sergio

Iba a tener que matar a Phoenix.

No importaba cómo lo mirara, el escenario era el mismo. Los

federales querían entrar, y la única entrada que podían conseguir sería yo.

Tuve que tenderle una trampa. Hacer que parezca que confiaba en

mí lo suficiente como para hacerme cargo de la familia Nicolasi. Tuve

que mentir, engañar, robar, asesinar. Todo porque mi vida estaba sobre la línea.

¿Cuándo me volví tan egoísta? ¿De repente me desperté un día y

decidí que viviría la vida por mí y solo para mí?

Apreté el vaso de whisky en mis manos.

El problema era que sería demasiado fácil, algunas modificaciones a

los contratos que Phoenix ya había redactado, que cada jefe había

redactado solo en caso de que lo mataran, para que la familia no

quedara en caos.

Mi nombre reemplazó el de Nick.

Después de todo, él era una noticia vieja, y yo sería quien llevaría su

traición a la familia, solo que haría que pareciera que estaba vendiendo
secretos a los federales junto con Phoenix y Pike.

Bueno, Pike era solo un desafortunado cabo suelto. Hizo que fuera

fácil para los federales matarlo sin que pareciera que fue a propósito.

Había llegado a un acuerdo, les había dado toda la información que

necesitaban, y ahora habían terminado con él.

Y yo iba a ser el que acabara con él.

Sin cabos sueltos.

¿Sabes, la cosa acerca de la mafia? La gente siempre nos juzgó;

dijeron que somos el mal en el mundo; no tenemos corazón.

Tonterías.

La mafia era un desfile en comparación con lo que yo estaba

tratando. ¿Los federales? Todo lo que querían era poder y más poder, y

no les importaba a quién mataran para obtenerlo.

Mis dedos se entumecieron por el hielo en el vaso mientras

continuaba mirando el reloj en la cocina.

Bee iba a estar devastada.

Nixon iba a sospechar, pero siempre había sospechado, nunca supo

realmente por qué había mantenido las cosas tan ocultas, tan cerca de

mí.

Tomé otro sorbo de whisky, dejando que la quemadura se arrastrara

hasta mi estómago.

Había dejado de vivir para mi familia.

Y había comenzado a trabajar para el diablo.

Y esperaba que algún día alguien me matara por eso, así como yo

quería matarme.
Pero era Phoenix o sería yo.

Y aparentemente, valoraba mi vida más que la suya, o tal vez era

solo el hecho de que sabía que él quería salir de su miseria.

No lo había visto en dos semanas. Me había mantenido alejado a

propósito; había hecho el trabajo más difícil.

La risa estalló desde el piso de arriba y flotó hacia abajo.

Se acercó.

Hasta que Phoenix y Bee estuvieron en la cocina.

Ella saltó a sus brazos, envolviendo sus piernas alrededor de él, y lo

besó. Esperaba que Phoenix enloqueciera; odiaba que lo tocaran y

supuse que su aventura había terminado hace mucho.

En cambio, parecía más caliente que nunca.

Él gimió y luego se rió contra su boca.

Me aclaré la garganta. Lentamente, Phoenix la bajó por su cuerpo y

miró en mi dirección.

—¿Atrapaste un resfriado, Serg?

—Lindo. —Levanté mi vaso hacia él—. ¿Jugando con la hermana del

Cappo, Phoenix?

—Jugar significaría que estaba a punto de parar... o de alguna

manera aburrirme. —Inclinó la cabeza, sus ojos asesinos—. Y teniendo

en cuenta que ella aceptó casarse conmigo, diría que eso no va a

suceder.

Escupí el contenido de mi bebida y golpeé el vaso sobre la mesa.

—¿Qué?

—Casarnos. —Phoenix sonrió—. La reacción normal es un brindis,


pero atragantarse también está bien... supongo.

—Casarte —repetí—. ¿Con Bee?

Bee se echó a reír.

—Um, ¿lo ves besando a alguien más?

No. Por otra parte, Phoenix evitaba a las mujeres como la peste. En

realidad, había empezado a considerar la idea de que se había

cambiado al otro bando.

—¿Tex sabe? —Me aclaré la garganta y puse el hielo que se había

derramado de mi bebida en mi mano.

—Todavía no. —Phoenix se estremeció—. Me reuniré con él a finales

de esta semana.

No. No lo haría.

No tendría la oportunidad.

Porque estaría muerto.

Por mi mano.

—Bueno… —Las palabras se sintieron divertidas cruzando mis

labios. Probé sangre, debí haberme mordido la lengua—. Espero que

todo salga bien.

—Lo hará. —Phoenix me lanzó una mirada fulminante—. ¿Por qué

no lo haría?

Porque... amigo. Voy a terminar contigo y posiblemente eliminaré a la

única razón de Bee para vivir.

—Lo hará —mentí—. Tengo que salir. Los veré... más tarde.

Pasé junto a ellos y corrí hacia mi auto. Me sorprendió que solo

pasaron diez segundos antes de salir del camino y vomitar sobre la


grava.

Como si sintiera mi vacilación, mi teléfono sonó.

Agencia: Mañana por la noche. A las ocho. No llegues tarde y trae un

amigo.

Parecía un texto amigable.

Era una invitación a una muerte segura.

Yo: No puedo esperar.

Le respondí el mensaje y volví a vomitar. Mi mano se cernía sobre

mi lista de contactos, pero esa era la cosa... Tenía a mi hermano, pero él

tenía a Amy... Tenía a Nixon, pero él tenía a Trace.

Sin amigos.

Sin familia cercana.

Nadie.

No tenía a nadie.

Y ahora Phoenix sí.

Entonces, ¿por qué... por qué mi vida era más preciada que la suya?

RACHEL VAN DYKEN


Capítulo 48

Justo cuando todo comienza a verse bien…

Phoenix

Eché un vistazo al techo y planifiqué, conspiración era lo más

parecido. Conocía esa mirada en la cara de Sergio.

Era sólo cuestión de tiempo.

Había planeado seguirlo todo el día y no le había dicho a Bee que no

iría con ella a la escuela. Chase dijo que me cubriría.

Era gracioso, porque quería a Nixon y había conseguido a Chase en

su lugar, y me dijo que tenía suerte de que me estuviera haciendo un

favor y no le dijera a Tex.

Confiaba en Chase.

Solo que, sabía que me odiaba.

Nixon, de alguna manera, era capaz de superar las cosas; Chase

tenía la tendencia de masticarlos un rato, fingir que se los tragaba,

luego los tosía y volvía al viaje.

—Phoenix —susurró Bee contra mi pecho—. ¿Qué hora es?

—Buenos días. —Me di vuelta y la miré. El cabello oscuro le caía

sobre los pómulos. Me quedé sin aliento. Haría cualquier cosa para

mantenerla a salvo.
Con el pecho apretado, la alcancé y tomé posesión de su boca.

—Hmm. —Se apartó—. Una muy buena mañana.

—La mejor. —Me reí entre dientes contra sus labios—. Creo que

también conozco una manera de mejorarlo.

—¿Oh? —Se arrastró hasta estar a horcajadas sobre mí—. ¿Y cuál

es?

—Adivinadora —gruñí, agarrando sus caderas con mis dos manos.

Echó la cabeza hacia atrás y suspiró.

—Sí, bueno, ese no es mi único talento.

—Créeme —gruñí—, soy muy consciente.

La noche anterior había sido un sueño absoluto, o una pesadilla,

dependiendo de cómo lo vieras. Habían pasado años desde que había

dejado que una chica me tocara.

Incluso sabiendo eso, Bee no solo me había tocado; había

acariciado, jugado y, cuando eso no había satisfecho su curiosidad,

había probado.

Morí mil muertes.

Y duró menos de cinco segundos con su boca sobre mí antes de que

tuviera que estar dentro de ella.

No habíamos dormido mucho, y parte de la razón se había sentido

desesperada, como si hubiéramos pasado alguno de esos momentos que

tuvimos juntos haciendo otra cosa más que besarnos, hacer el amor,

entonces estábamos derrochando. Tal vez fue por eso que sentí que

había desperdiciado gran parte de mi vida hasta ahora.

—¡Phoenix! —Bee aplaudió con sus manos frente a mi cara y luego


meció sus caderas contra mí—. Concéntrate, hombre. Solo tenemos diez

minutos.

—Mandona. —La alcancé pero fui rechazado.

—Pon tu cabeza en el juego, hijo. —Guiñó un ojo—. Tenemos diez

minutos antes de que tenga que prepararme. —Deslizó su cuerpo

contra el mío.

Gemí.

—Entendido. Diez minutos.

—Tal vez nueve ahora.

Se rió y luego se deslizó contra mí otra vez. Bee frotando su cuerpo

desnudo contra el mío era tan malditamente erótico, que solo quería

recostarme y mirar, y luego me golpeó el pecho, matando el momento.

—¡Amigo, se nos acaba el tiempo!

—¿Acabas de llamarme amigo?

—Sí, como si estuviéramos en una granja, ¡un rancho para turistas!

—Aplaudió—. ¿Lo entiendes? Porque estoy encima de ti y...7

—Bee... —Con un tirón y un poco de cambio, la tenía acostada de

espaldas—, cállate.

—Pero…

Mi lengua se hundió dentro de su boca mientras cubría su cuerpo

con el mío; nuestras manos se apretaron con fuerza mientras le hacía el

amor a cada centímetro de ella, prestando especial atención a cada

lugar, preocupado de haber perdido una mancha de piel que aún no

tenía mis labios.

—Me gusta cuando me haces callar. —Me tiró del pelo y casi me
sacó sangre con sus dientes cuando me besó—. Más.

—Siempre te daré más. —Me mecí dentro de ella—. Siempre.

—Bien. —Su cabeza cayó hacia atrás contra las almohadas mientras

mis movimientos iban de lentos y fluidos a frenéticos—. Eso es muy

bueno.

Cuando enganchó sus tobillos detrás de mí, perdí el control por

completo, olvidando su placer o cualquier otra cosa. Dejé que su agarre

me llevara por el precipicio.

—Bastardo egoísta —siseó.

—¿Qué? —Horrorizado, la miré—. Bee, lo siento mucho yo…

—Bromeaba. —Levantó las manos—. Pero valió la pena ver esa

expresión en tu cara.

Con un gruñido, la azoté. Duro. E incliné mi cabeza.

—Todavía tenemos cinco minutos, Bee…

—Así que úsalos. —Se movió contra mí—. Y hazlo bien, Phoenix.

—No sé cómo hacerlo mal.

—Lo sé. —Se rió—. Ah, y te amo, en caso de que tengas curiosidad.

7 N.T. En los ranchos para turistas en Estados Unidos se ofrece caballos para

cabalgar, por eso Bee hace esa referencia.

—Bien, porque cuando gritaste mi nombre hace un momento, temí

que tu corazón no estuviera realmente en esto.

—Sí, bueno, no todos los gritos son iguales.

Me reí contra su cuello.

—Probablemente dos minutos... ¿ducharte o besarte?


—Chico tonto con sus opciones divertidas. —Golpeó su boca contra

la mía.

Y pasé los siguientes dos minutos haciéndonos olvidar a todos

menos a nosotros... juntos.

RACHEL VAN DYKEN

Capítulo 49

Corazón. Roto

Bee

—Entonces...

Salí del auto y revisé mi celular. Sorprendentemente no había

mensajes de miedo del hermano. ¡Las cosas estaban mejorando! Sabes,

hasta que le dijera que mi guardia de seguridad, enemigo familiar y su

persona menos favorita iba a ser papá.

Sí, tal vez debería decirle a Mo primero para que pueda allanar el
camino con mucho, mucho sexo. Ew. Era mi hermano, pero estaba

desesperado por que estuviera lo más tranquilo posible cuando Phoenix

y yo nos sentáramos con él y le diéramos la noticia. Incluso pensé en

traer un cachorro.

Porque los cachorros gritaban inocencia, y realmente, ¿quién podría

dispararle a alguien frente a un cachorro? Un bastardo sin corazón, ese

sería.

¡Oh mira! El nombre de Tex junto a esa definición en el diccionario

Webster. Oh bueno, lo intenté.

—Entonces, ¿qué? —Phoenix revisó su teléfono y no se quitó los

lentes de sol o la chaqueta.

—Er, vamos a clase primero, ¿o se me promete café de antemano?

—Café. —Sonó una voz—. Ah, olvidé lo divertido que era ser un niño

de recados. Chase, tráeme café. Chase, toma mis libros.

Phoenix sonrió con suficiencia.

—Trace nunca te mandó así.

—Cierto. —Chase suspiró—. Creo que lo inventé en mi cabeza para

sentirme mejor por ser su guardia de seguridad. Ya sabes, ya que mis

bolas casi desaparecieron durante ese triste, triste momento.

—¿Chase? —Crucé los brazos—. ¿Por qué estás aquí?

—¿Eres más pequeña de lo que recuerdo? —Miró a Phoenix—. ¿Se

ve más pequeña?

—Justo aquí —canté, levantando mis manos.

—No. —Phoenix se tocó la barbilla—. Más bonita, sin embargo.

Definitivamente más bonita.


—Shh, shh, no dejes que el Cappo te escuche decir eso para que no

castre tus bolas y se las dé a los pájaros.

—Pájaro. —Me reí.

Phoenix lo fulminó con la mirada.

—Le encanta esa palabra. —Guiñando un ojo, crucé los brazos—.

No, pero en serio, ¿por qué estás aquí, Chase?

—Es el trabajo, pequeña.

—¿Pequeña? —repetí.

—En serio, pensé que eras alta. —Chase sacudió la cabeza—. Muy

bien, vamos a tomar un café, ya que claramente tu crecimiento ya está

hecho polvo, y luego iremos a clase. No puedo esperar para molestar a

tus estudiantes menos favoritos. No me digas quiénes son; lo descubriré

y luego haré un movimiento de corte con el dedo y veré si se mean.

Phoenix puso los ojos en blanco.

—Lo siento, Bee. Tengo algunas cosas que necesito hacer hoy, así

que Chase se asegurará de que llegues a cada clase a tiempo.

—Y orinar durante los descansos asignados —dijo Chase—. Pero es

extraño que Phoenix realmente haya escrito eso.

En pánico, estaba a punto de enloquecer, o decir algo como ¡No me

dejes! cuando Phoenix me tomó en sus brazos y me besó, silenciando

todas las preocupaciones antes de que pudiera expresarlas.

—Bebé… —Me besó más fuerte—, estás segura. Solo confía en mí en

esto, ¿de acuerdo?

—¿Y... —tuve problemas para encontrar mi voz—, volverás? ¿Esta

noche? ¿Cómo lo prometiste?


—Sí, sí y sí. —Besó mi nariz—. Te amo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. ¡Estúpidas hormonas!

—También te amo.

Cuando me soltó y dio un paso atrás, esperaba que Chase se fuera

contra él o dijera algo inteligente. En cambio, tenía la boca entreabierta

y nos miraba como si le acabáramos de decir que éramos de Marte y lo

llevaríamos de regreso a nuestro líder.

—Amigo... —Chase se rascó la cabeza—, Tex va a perder su

cabeza... pero... estoy feliz por ti. —Se lamió los labios y miró hacia

abajo—. No pensé... que fuera... así.

—¿Cómo qué? —Phoenix agarró mi mano y besó cada dedo.

—Real. —Chase resopló, finalmente mirando hacia arriba—. No

pensé que fuera real.

—¿Y ahora? —preguntó Phoenix, soltando mi mano y sacando sus

llaves—. ¿Y ahora qué piensas?

—Creo que es mejor que dejes de mirarla de esa manera antes de

que termine embarazada. —Chase se rió entre dientes—. Eso es lo que

pienso.

Luché para mantener mi risa mientras Phoenix se reía entre

dientes.

—Muy bien entonces... ustedes diviértanse.

—Por favor. —Chase lo alejó con la mano—. Soy el mejor

guardaespaldas.

—Te dispararon la última vez. —Phoenix puso los ojos en blanco—.

Sólo digo.
—Herida superficial, perra. —Chase le enseñó el dedo de forma

vulgar—. Sólo digo.

—Muy bien, chicas. —Aplaudí—. ¿Podemos irnos ahora? ¿Antes de

que uno de ustedes termine comparando el tamaño de las armas?

—Como si fuera un concurso —se quejó Chase.

—¡Muérdeme! —Phoenix cargó hacia él.

Riendo, empujé el pecho de Phoenix y lo empujé hacia el auto.

—Entra, chico grande. Aparentemente, tienes trabajo que hacer.

—La dejas acercarte a cualquier lugar cerca de tu arma, y te acabo

—gritó Phoenix por encima de mi hombro y luego me besó

posesivamente.

—¿Te das cuenta de que está felizmente casado? —señalé cuando

retrocedió.

—No me importa. —Phoenix me besó de nuevo, esta vez más duro—.

El hombre podría encantar cualquier cosa con pulso.

—¡Gracias! —gritó Chase—. Le haré saber a mi esposa que aprecias

mi habilidad.

—La conversación más extraña de todas —murmuré—. Ve, Phoenix,

estaremos bien, los tres.

Su cara se suavizó.

—Los extrañaré a los dos.

—Vete ya.

Me besó de nuevo, luego cerró la puerta de su auto y se fue.

Fue difícil no sentir su pérdida como un golpe físico en mi cuerpo.

Me había acostumbrado tanto a tenerlo cerca que su ausencia a mi lado


se sentía extraña; incluso cuando había sido molesto y cruel conmigo,

todavía había estado allí.

—Levanta la cabeza, florecilla. —Chase se puso un par de lentes de

sol y tronó sus nudillos—. Estás con el tío Chase ahora.

—¡Ew! —Levanté mis manos—. Estoy segura de que lo dijiste como

un extraño gesto familiar, pero todo lo que sentí fue la intensa

necesidad de golpearte en la cara.

—Aw, realmente eres la hermana de Tex. Estoy muy orgulloso. Pero

no golpees mi cara. Mil se enojará. Aparentemente, solo ella tiene

permitido herirme.

—¿Sucede a menudo?

—Más de lo que me gustaría admitir —rió.

Siempre me había gustado la risa de Chase; era fácil, divertida,

cómoda. Era casi lo suficientemente cómoda como para olvidar que era

un asesino entrenado, que también era experto en el arte de la tortura y

disfrutaba disparando cosas.

Suma a eso su exageradamente buena apariencia, y una chica se

sentía todo menos cómoda con el chico. Más bien petrificada y muy

curiosa sobre cómo mantenía su cabello tan perfecto todo el tiempo.

—¿Te depilas? —pregunté, una vez que llegamos a la cafetería del

campus.

Chase sonrió con suficiencia.

—¿Me depilo? ¿De dónde vino eso?

—Aquí arriba. —Me toqué la cabeza—. Ahora cómprame un café y

responde la pregunta.
—¿Estamos hablando de depilar mis cejas o mi... —gruñó—,

trasero?

—¿Tienes un trasero peludo?

—¿No te gustaría saberlo?

—No, realmente no quisiera. Solo es curioso cómo mantienes... —

Señalé su rostro—, todo esto tan perfectamente arreglado.

—Aw, demonios, me llamó perfecto. —Le guiñó un ojo al barista

que, a su vez, parecía lista para ahogarse en su lengua y desmayarse

con la varita de leche—. Guarde el cambio —susurró.

Le había dado uno de veinte.

—Pequeña puta descarada —dije en voz baja—. Coqueteando con la

barista.

—Tiene cincuenta años. —Chase puso los ojos en blanco—. Y ha

trabajado en Elite durante los últimos cuatro años, tiene tres nietos, no

puede pagar el seguro de salud, o no podía hasta que la contratamos, y

su número de seguro social es....

Me tapé las orejas y guiñé un ojo.

—Aclaraste tu punto. Lo sabes todo sobre todos.

—¿Quieres jugar un juego? —Me dio su café y extendió su brazo.

Lo tomé y entrecerré los ojos.

—¿Ah, dudosa de mi habilidad?

—Tal vez.

—Nombra un maestro.

—Señor Hibland.

—Horrible hombre. —Chase se estremeció—. En realidad trató de


matar a su propia esposa para obtener un seguro de vida. Cuando la

universidad descubrió que trató de asustar a su caballo, lo asustamos,

le cortamos la lengua y le ofrecimos un salario encantador para enseñar

el lenguaje de señas para poder mantenerlo bajo nuestro control si

necesitáramos una limpieza rápida en el campus. Su número de seguro

social cambió, después de todo, su esposa cree que está muerto. Ah, y

le dimos el dinero del seguro de vida. Lo último que supe fue que estaba

en su segunda luna de miel en Francia.

Mi boca se abrió.

—¿Qué? —Se encogió de hombros—. El hecho de que sean maestros

aquí no significa que estén limpios. De hecho, tenemos más maestros

sucios que limpios en Elite, pero nos gusta de esa manera. Básicamente

significa que podemos quemar toda la escuela y ellos simplemente

asienten con la cabeza y preguntan si queremos quemarlos también.

—De miedo.

Chase tomó un sorbo de su café.

—En realidad no, pero es necesario.

—¿Para controlar a todos y todo?

—Si no lo hacemos... —Dejó de caminar—, gente sale herida. Por lo

tanto, controlamos, jugamos al titiritero y, con suerte, cuando las cosas

se van al infierno, podemos arreglarlos.

—Ja. —El café estaba caliente contra mis labios mientras

caminábamos en un cómodo silencio hasta mi primera clase—. ¿Sabes

lo que está haciendo Phoenix?

Resopló.
—Phoenix es todo tipo de miedo. No me apresuraría a preguntarle

que decirle a Nixon que quiero una patada rápida en las bolas. Nixon lo

sabe, y eso es suficiente. Sin embargo, si fuera un apostador, diría que

tiene que ver con Sergio.

Me detuve.

—¿Por qué Sergio?

—Mantén a tus amigos cerca... y a tus enemigos más cerca. —Me

sacudió la barbilla con los dedos y me llevó al edificio.

—¿Y ustedes piensan que Sergio es nuestro enemigo?

—Pensar, sospechar, reflexionar... —Chase se encogió de hombros—

. Independientemente, Phoenix es el que tiene que resolverlo, no

nosotros. Después de todo, es el único que realmente sabe algo sobre

Sergio. El resto de nosotros nos quedamos en la oscuridad, gracias a

Dios.

—Espera, no entiendo.

Chase suspiró y se frotó la cara con la mano libre.

—Piénsalo de esta manera... nuestra familia tiene secretos,

muchísimos secretos. Los secretos son como la moneda en nuestra

forma de vida. ¿Pero el guardián de la puerta? Ese siempre fue Luca.

Por eso la gente estaba tan aterrorizada por él. Lo sabía todo.

Demonios, todavía no sé cómo dormía el hombre por la noche. Pero hizo

que su meta en la vida fuera tener algo de cada familia, de cada

individuo. El día que murió, esos secretos hicieron una pequeña

transferencia, directamente a las manos de Phoenix.

—¿No lo pone en peligro? —Me tragué el miedo que se estaba


levantando lentamente en mi garganta.

—No, cariño. —Chase se rió entre dientes—. Eso lo convierte en un

poderoso hijo de puta. Y lo último que quieres hacer es enojar a un

hombre que finalmente tiene algo por lo que vivir.

—¿Eh?

—Tú —susurró Chase—. Estoy hablando acerca de ti.

RACHEL VAN DYKEN

Capítulo 50

Los secretos matan

Phoenix

Manejé en un silencio tenso, siguiendo mi GPS hasta que finalmente

dejó de moverse. Estacioné mi auto al otro lado de la calle y miré hacia


el edificio. Bueno, mierda.

El Edificio Federal.

Una parte de mí lo sabía.

Y esa parte estaba deseando como el infierno que estuviera

equivocado.

Con un fuerte suspiro, me aseguré de poner mis dos pistolas en la

guantera y arrojé mis lentes de sol al tablero.

La carpeta estaba en el asiento de cuero a mi lado, burlándose de

mí, mirándome. La letra de Luca estaba garabateada sobre ella.

Saqué la nota de la parte superior de la pila y la leí de nuevo.

Abre y procede solo si se ha reactivado. Es la única forma. Sé

inteligente. Cuídate. Eres un Nicolasi ahora. Haz lo que hay que hacer.

Piénsalo más tarde.

—Ja, fácil para ti decirlo, bastardo loco. —Me limpié la cara con las

manos y lentamente salí del auto, cerrando la puerta detrás de mí. Eché

un vistazo al edificio y crucé la calle.

Cuando llegué al edificio y a través de los detectores de metales,

estaba sudando.

Un De Lange, el jefe de la familia Nicolasi, estaba caminando

oficialmente hacia territorio enemigo.

Si alguien me hubiera dicho que entraría en el edificio del FBI hace

un año, habría pensado que se referían a esposado.

No como un hombre libre.

Tomé el ascensor hasta el cuarto piso.

Las puertas del ascensor se abrieron. Miré hacia arriba. La actividad


estaba borrosa en la oficina: papeles volaban, teléfonos sonaban.

Pero en el momento en que salí del elevador, toda actividad...

simplemente... se detuvo.

Ese era el problema con el gobierno; tomaban fotos tan horribles de

las personas que cuando los federales realmente me veían en persona,

tenían que mirar durante unos cinco segundos antes de darse cuenta

de quién demonios era yo.

Nadie movió un músculo.

Sonreí y me dirigí hacia la oficina administrativa.

Los susurros comenzaron. Tuve la repentina urgencia de darme la

vuelta y decir algo como ¡Boo!, pero probablemente lo confundirían con

una bomba y lo usarían como una razón para arrestarme.

Como era…

Estaba limpio.

Como un maldito silbato.

Lo sabía. Ellos lo sabían.

Podría desnudarme y bailar un poco, y aún tendrían que dejarme ir

porque sabía demasiado.

Para los federales, era demasiado peligroso.

Porque lo que Luca sabía, ahora yo lo sabía.

Y podría hacer que los encerraran.

Cuando llegué a la oficina del Director Smith, el resto de la

habitación comenzó a hablar de nuevo, aunque estaba en silencio como

si tuvieran miedo de hablar demasiado alto.

Toqué dos veces.


Él levantó la vista.

Y palideció.

Incliné mi cabeza.

—¿Te importa si entro?

Abrió la boca, pero todo lo que salió fue un graznido.

—¿Qué? No, es bueno verte. —Tragó saliva y se puso de pie.

—Prefiero que te sientes. —Le tendí la mano—. No me des una razón

para dispararte y arruinar esa hermosa foto de... —Miré a su

alrededor—, ¿Andi, ¿no? ¿La hija adoptiva que plantó en Elite? Pelo

rubio... ojos muy bonitos y marrones... —Me reí entre dientes—. Y

muriendo, ¿estoy en lo cierto? De... ¿qué? —Chasqueé los dedos—.

Leucemia, eso es.

Su rostro se puso rojo brillante.

—¡No sabes nada!

—Oh... —Tomé asiento y puse mis pies sobre su escritorio—. Sé un

poco de todo, así que no juguemos ese juego. Ya estoy aburrido. —

Bostecé—. Los trabajos del gobierno pagan una mierda, ¿no?

Bajó la vista.

—Pero yo... —Me reí entre dientes—. Estoy forrado. Pero espera... —

Le señalé y sacudí un poco el dedo—. Probablemente ya lo sabías,

¿verdad?

Más silencio.

—Entonces... —Asentí—. Seguí pensando, ¿qué podría causar que

Sergio se asustara, se levantara y se fuera por días y luego de repente

diga que sabe dónde encontrar a Nick y Pike?


—Phoenix, yo…

—Cállate —solté—. Estoy hablando.

Sus fosas nasales se dilataron.

—¿Cuánto? —pregunté.

—¿Cuánto?

—Hazte el tonto una vez más y te voy a cortar el pulgar. —Alcancé

un abrecartas en su mesa—. Un poco aburrido, pero puede ser

suficiente.

—Un millón —dijo tan suavemente que casi no entendí las

palabras—. Los rusos iban a pagar un millón. Todo lo que tenía que

hacer era inculpar a Pike, hacer que pareciera un accidente, luego

infiltrarme en la familia.

—Mi familia.

—La familia Nicolasi.

—¿Con?

—Están sangrando dinero. Necesitan una nueva ruta comercial...

pensaron que la mejor manera de enviar y sacar drogas era con la

marca Nicolasi. Tienes siete puertos en los Estados Unidos.

—Los tengo.

—Y… —Tiró del cuello de su camisa—. Sergio, naturalmente, se

haría cargo de las operaciones por mí, interviniendo como el próximo

jefe.

—Uno que controlaras.

Se lamió los labios y miró por la ventana.

—Haría cualquier cosa para salvarla.


—¿Cualquier cosa? —Incliné mi cabeza—. ¿Lo dices en serio?

Smith hizo una pausa.

—¿A qué te refieres, Phoenix?

—Me ocuparé de tu problema. Elimina a los jugadores, elimina a los

que necesiten salir... y te protegeré de Petrov. —Capturé sus ojos con

una mirada puntiaguda—. Pero te costará. Después de todo, casi

destruiste mi vida, así que es justo que se me hiciste sangrar... te haré

sangrar.

—¿Qué pasa con Sergio?

—Me dejarás tratar con Sergio.

—Lo matarás.

—Se acabó el tiempo. —Me puse de pie—. Te llamaré más tarde hoy

para pedir tu respuesta. Solo sé que esta no es una guerra que ganarás.

Terminar muerto en el intento, y tu hija muere... o yo salvo tu patético

trasero, y tu hija vive.

—¿La volveré a ver alguna vez? —No me miró a los ojos.

—¿No crees que es un poco tarde para comenzar a actuar como

padre preocupado? De acuerdo, un millón de dólares sería de gran

ayuda para sus tratamientos, pero probablemente debiste haber

pensado en eso antes de comenzar a malversar dinero y a incursionar

en los casinos rusos, ¿verdad?

—Nunca quise... —Su cuerpo se sacudió—. Nunca quise llegar tan

lejos. Mi trabajo, mi carrera, mi pequeña...

—Todas tus elecciones. —Asentí—. Estaré en contacto y no intentes

huir del país o llamar a sus superiores, o tendré un arma enterrada en


esa frente húmeda antes de que termine la maldita llamada.

Cerré la puerta de un portazo y silbé mientras caminaba de regreso

a los ascensores. El pequeño punto en mi teléfono se detuvo

nuevamente. La oficina de Sergio estaba un piso más abajo.

Decidiendo contra los ascensores, subí las escaleras y me dirigí al

laberinto de cubículos.

Cuando encontré el suyo...

Suspiré.

Se quedó inmóvil, sin darse la vuelta.

—Solo hazlo ya.

—¿Hacer qué? —pregunté con calma, aunque tenía ganas de

arrancarle la cabeza.

—Si no me matas, Nixon lo hará. No tuve elección.

—No —escupí—. No te atrevas a decir que no tienes otra opción, no

a mí de todas las personas. No a mí, Sergio. —Acerqué su silla y agarré

su barbilla con las manos.

La gente a nuestro alrededor jadeó.

—Hazlo. —Sus fosas nasales se dilataron—. Fui iniciado. Ese fue el

trato con Luca. Me inicié. Él viene por mí. Era sólo cuestión de tiempo.

—¿Me ibas a matar? ¿Habrías seguido con el plan?

No dudó, simplemente dijo:

—Sí.

—¿Por qué?

—Porque quería vivir.

—¿Y no lo merezco también?


—Eres Phoenix De Lange. ¿Cuándo has merecido vivir?

Lo golpeé en la cara y luego lo puse de pie.

—Creo que voy a disfrutar esto.

—¿Qué? —La sangre brotó de su boca—. ¿Disfrutar qué?

Sonriendo, lo arrastré hasta el elevador y presioné el botón del

lobby. Cuando se abrieron las puertas del ascensor, lo empujé y luego

lo golpeé nuevamente. Me estaba dejando golpearlo, y en ese momento

no me importó.

Se dejó caer al suelo.

Ignoré la sangre y le marqué a Nixon.

—¿Problema? —preguntó.

—Reunión. The Space. Trae compañía.

Cuando colgué, le tiré el teléfono a Sergio.

—Llama a Nick y Pike. Haremos esto ahora.

—¿Y qué? Nos matas a todos, ¿y luego qué? Petrov todavía quiere en

la familia Nicolasi.

—¿Quién dijo que no lo iba a dejar entrar?

—Pero… —Los ojos de Sergio se abrieron—. ¡Es basura rusa!

—El dinero... siempre habla. Le doy lo que quiere. Nos deja solos.

Vamos, Sergio, dejas que tu propio miedo se interponga. Quiere una

compañía naviera. Se la doy por un precio. Las cabezas no tienen que

rodar, a menos que yo diga que ruedan.

—Pero… —La sangre goteó de sus labios—. ¿Estás diciendo que si te

hubiera dicho desde el principio lo que estaba pasando...?

—Quizás entonces... —suspiré—, te habrías salvado.


—¿Y ahora? —se atragantó.

—Ahora —dije asintiendo—. Te entrego al verdugo.

RACHEL VAN DYKEN

Capítulo 51

Fuera de la bolsa

Bee

—Si no comes, Phoenix se enojará —cantó Chase, colgando un

Cheetos delante de mi cara—. En serio, come algo.

—Yo, um... —Frotando mi estómago intenté sonreír—. Simplemente

no tengo mucha hambre.

—Una papa. —Me la entregó—. Y bebe un poco de agua. Maldición,

te ves pálida. No puedes caer muerta en mi turno. En serio, tengo una

reputación que mantener.


Con una sonrisa tensa, agarré la patata, la tragué y continué con el

agua.

Y diez segundos después, lo vomité en el suelo detrás del árbol.

Chase estuvo allí en segundos, frotándome la espalda.

—Vaya, pequeña, ¿ni siquiera puedes soportar una sola patata? —

rió—. Caray, es como si estuvieras embara…

No terminó la oración.

Dejó de frotar mi espalda.

—Bee... —Su voz se volvió seria—, dime que tienes gripe.

—Tengo gripe. —Puse los ojos en blanco y me limpié la boca.

Chase entrecerró los ojos.

—Genial, ahora deja de verte tan culpable y dímelo a la cara.

Por alguna razón —tal vez fue la preocupación en su voz y la mirada

lastimosa que me estaba dando o tal vez fue solo el estrés de no tener a

Phoenix— me eché a llorar. Quiero decir, perdí mis estribos por

completo y lloré contra su pecho.

—¡Voy a matarlo! —Chase se enfureció, dándome palmaditas en la

espalda un poco demasiado fuerte—. Dime dónde dispararle. Quita eso,

le quitaré el pene a ese hombre. ¡Hijo de puta, es un hombre muerto!

—Lo sabe... —sollocé—. Estoy feliz.

—Si te lastimó... —Chase me alejó—. ¿Qué dijiste?

—Feliz. Estoy feliz —resoplé—. Simplemente lo extraño.

—Lo siento. ¿Acabas de decir que estás feliz... con Phoenix? ¿Y vas a

tener a su amado hijo?

Asentí, limpiándome las mejillas.


—Y tomó esta noticia... ¿cómo exactamente? ¿Le disparó una

ardilla? ¿Golpeó una pared? ¿Pateó a un cachorro?

—Sonrió. —Me encogí de hombros.

—Debes estar jugando conmigo.

—No. —Fruncí mis cejas—. Es una larga historia pero... me pidió

que me casara con él.

Chase levantó la mano.

—Necesito un minuto para digerir esto. —Puso las manos sobre las

rodillas y respiró hondo. El hombre parecía que estaba listo para

enfermarse justo al lado de donde acababa de vomitar.

—¿Necesitas, eh, sentarte?

—No —dijo con voz estrangulada—. Estoy bien. Acabo de tragarme

un insecto.

—O un pájaro. —Puse los ojos en blanco—. En serio, Chase, te ves

pálido.

—¿Phoenix? —Negó con la cabeza—. ¿El mismo Phoenix que te dejó

para ir a jugar al doctor y reorganizar los órganos de las personas? ¿Ese

Phoenix?

—Sí. —Me encogí ante la imagen mental.

—Bueno, no me jodas —murmuró Chase y finalmente se levantó—.

Está claro que tu hermano no tiene idea.

—Creo que se lo diré a Mo primero.

—No salvará su vida. —Chase sacudió la cabeza—. Su mejor opción

es ir a Las Vegas y regresar, pedir perdón más tarde y decirle a Mo que

les dé su bendición.
—¿Qué haría eso?

—Probablemente nada, pero vale la pena intentarlo. —Chase me

lanzó una sonrisa devastadora—. ¿Estás realmente bien?

Asentí.

—Estoy feliz.

—Entonces estoy feliz por ti. —Me atrajo para un abrazo—. ¡Mierda!

¡Voy a ser tío!

—Pero ustedes dos no están realmente emparentados.

—¡Tío Chase! Maldición, espero que sea un niño. Eso molestaría

seriamente a Tex, que Phoenix tuviera un niño antes que él. Rezaré por

eso esta noche.

—Me sorprendería que Dios aún te escuche.

—Sí, bueno, con los dedos cruzados. —Guiñó un ojo y luego buscó

su teléfono celular. La sonrisa cayó inmediatamente de su rostro—.

Tenemos que irnos.

Nos subimos a la camioneta de Chase pero no llegamos lejos. Se

detuvo en un lugar en un extremo más alejado del campus que parecía

semidesértico.

—Quédate. —Puso su mano sobre mi rodilla—. Estarás a salvo aquí,

más seguro que si estuvieras allí. Yo solo... necesitas quedarte, cerrar

las puertas, tomar una siesta, lo que sea. No tengo tiempo para llevarte

de vuelta a la casa para agarrar a uno de los hombres, y no quiero que

veas...

—¿Ver qué? —Mi corazón cayó de rodillas—. ¿Es Phoenix? ¿Está

bien? El pánico se apoderó de mi pecho—. Chase, ¿qué no me estás


diciendo?

—Está bien —suspiró Chase—. Phoenix está bien. Probablemente ya

esté adentro, solo... quédate aquí hasta que podamos resolver algunas

cosas, ¿de acuerdo?

—Está bien. —Todavía me sentía en pánico, pero hice lo que Chase

le pidió, porque realmente, no tenía otra opción en el asunto.

Cerré las puertas y crucé los brazos mientras lo veía caminar hacia

un pequeño edificio, tocar dos veces y luego entrar y cerrar la puerta

detrás de él.

Los estudiantes todavía estaban dando vueltas, pero dieron a lo que

parecía un edificio abandonado un gran rodeo. Solo podía adivinar lo

que sucedía adentro; casi no quería hacerlo.

Le preguntaría a Phoenix más tarde.

Una vez que estuviera bien.

Una vez estuviera en mis brazos.

RACHEL VAN DYKEN


Capítulo 52

Telaraña de mentiras

Sergio

De alguna manera, me había desmayado entre mi traslado del

centro de la ciudad a donde estaba atado a una silla. Tenía la cabeza

pesada, la boca llena de sangre. Traté de escupirla, pero estaba tan

deshidratado que era como escupir arena.

—Ah, estás despierto —dijo Phoenix con una voz burlona.

Puse los ojos en blanco. Realmente podría hacerlo sin el

dramatismo. Además, no necesitaba que jugara conmigo. Sería

imposible para mí no saber lo que iba a suceder después. Los chicos me

iban a interrogar, me torturarían y luego me matarían.

Todo porque, hace mucho tiempo, hice un trato con los federales.

No es que supiera en ese momento lo que estaba protegiendo, a quién

estaba protegiendo o cómo volvería a morderme el trasero.

Parpadeé cuando una luz se encendió sobre mi cabeza.

—¿Nixon? —Tosí cuando salió a la luz junto con Chase, Tex, Frank

y Mil. Excelente. Los cinco jefes, y seguro como el infierno no era para

una comida compartida.

Phoenix se paró frente a mí y lentamente sacó un cuchillo. Mierda.

Traté de no parecer asustado, pero ningún hombre —no me importaba

lo rudo que era— mira a la muerte a la cara y se ríe al estilo JamesBond. El dolor sigue siendo dolor.
El cuchillo estaba frío contra mis labios cuando Phoenix lo deslizó

por mi mandíbula y luego, con un tirón, hizo un corte vertical por el

costado, cruzando mi labio superior e inferior. Un dolor agudo, como un

horrible corte de papel comenzó a irradiarse de mi piel mientras sangre

fresca se derramaba por mi cara.

—Cuando las ratas hablan —dijo Phoenix en voz baja—, son

castigadas.

—Lo sabrías —escupí.

Su puño voló tan fuerte contra mi sien que casi me caigo de la silla.

La sangre rugió en mis oídos mientras los golpes en mi cabeza

continuaban.

—Entonces... —Nixon dio un paso adelante, sacando un cortador de

cigarros de su bolsillo—, ni siquiera voy a preguntarte si quieres hacer

esto de la manera fácil o difícil, Sergio. Solo voy a preguntar

sencillamente: ¿qué demonios estabas pensando?

Tex resopló.

—¿O estabas pensando en absoluto?

Frank levantó su mano, presionándola contra el pecho de Tex.

—Déjalo hablar.

Sorprendentemente, Tex retrocedió y se cruzó de brazos mientras

Frank se acercaba, caminando delante de mí.

Nunca me había gustado Frank.

Frank o Luca.

Sabían demasiado.

Lo juro, sus arrugas estaban llenas de secretos, y me molestó que


supieran la verdadera razón por la que había hecho lo que había hecho,

pero nunca pareció importarme que, al final, hubiera sido yo quien

había salvado sus traseros.

—Sabes por qué —dije con voz indiferente—. Hice un trato con los

federales... Les dije que les daría información valiosa.

—¿A cambio de qué? —Los ojos de Frank se estrecharon.

—Pregúntale a Phoenix.

Phoenix sonrió con suficiencia.

—Creo que es mejor que les digas tú, solecito.

—La sangre siempre gana. —Mi voz era hueca, mi pecho apretado—.

¿No es ese nuestro lema?

Nadie dijo nada, así que seguí hablando.

—Los federales sabían que te escondiste, Frank. Cuando tenía la

edad suficiente para comenzar a trabajar para la familia, comencé a

hackear. Pequeñas cosas aquí y allá, pero finalmente me volví lo

suficientemente inteligente como para hackear su sistema. Saqué cada

maldita cosa que tenían sobre nosotros.

Phoenix pateó mi silla.

—Sigue hablando.

—Era demasiado tarde —susurré—. Sabían dónde se escondía el

jefe Alfero, y era solo cuestión de tiempo antes de que lo eliminaran.

—¿Cuándo fue esto? —preguntó Nixon.

—Hace cinco años. —Negué con la cabeza mientras más sangre

llenaba mi boca—. Así que les ofrecí algo que no pudieron rechazar.

—Tú. —Tex terminó por mí.


Con un movimiento de cabeza, me desplomé hacia adelante, mi

cabeza me dolía demasiado como para sostenerla más.

—Pero hacer tratos con el diablo, eso nunca funciona como esperas.

Fingí ser un agente doble, trabajé para la familia y los federales, nos

mantuvimos limpios, los mantuve felices al proporcionarles información

que los satisfacía lo suficiente como para no hacer ningún movimiento.

—¿Qué salió mal? —preguntó Frank—. Porque algo tuvo que haber

salido mal.

—Querían infiltrarse, poner a algunos de sus propios hombres en la

familia. Dije que era imposible. No puedes simplemente convertirte en

familia de sangre. Amenazaron con una retribución y luego fueron tras

de mí... mis propios muchachos. Con los que había trabajado codo a

codo durante años fueron tras de mí.

—¿Y los mataste a todos?

Me mordí el labio, saboreando la sangre.

—Los maté, pero Luca... tomó el golpe, me dijo que volviera y me

dijera que estaba fuera, que era un cafone8... por lo que ya no era útil

para la mafia. Les dije a los federales que la familia me obligaba a

esconderme.

—Y aun así saliste. —Frank suspiró profundamente.

—Me necesitaban. —Sentí mis emociones romperse en ese

momento—. La familia me necesitaba, y no le das la espalda a la familia

—suspiré—. Los federales me reposicionaron una vez que vieron que ya

no era un fantasma, una vez que volví a ser valioso, tal como sabía que

lo harían.
—¿Por qué arriesgarse? —preguntó Nixon—. No tiene sentido, ¿por

qué arriesgarse a que te reasignaran? Demonios, ¿por qué no viniste a

nosotros?

Encogiéndome de hombros, tragué saliva y miré hacia otro lado.

—Me metí a mí mismo en este lío. Iba a salir solo de eso.

—Oh, bueno saber que tenías un plan. —Tex puso los ojos en

blanco.

Phoenix me dio una palmada en la espalda.

—Sabía que podías limpiarte, ahora no tendré que cortarte la

garganta.

Todos los ojos se posaron en él mientras parpadeaba confundido.

—¿Qué?

—Me ocupé de eso. —Phoenix estaba demasiado tranquilo.

—¿Qué demonios quieres decir con que te encargaste de eso? —rugí.

—El director Smith… —dijo Phoenix, encogiéndose de hombros—,

tiene un pequeño problema de juego... profundo con los Petrov. Le

ofrecieron un millón para infiltrarse en la familia Nicolasi, algo con la

que Sergio los ayudaría. Gracias, por cierto, Sergio. Se siente bien tener

un objetivo en mi espalda. Los rusos quieren un puerto. Voy a darles un

puerto.

—¿Y el director Smith? —pregunté—. ¿Simplemente te va a dejar?

8 N.T. Patán en italiano.

—Claro que sí. —Sonrió Phoenix—. Porque su hija se está muriendo

y haremos cualquier cosa por sangre, ¿no?


—¿Su hija? —repetí—. ¿Qué hija?

—Para ser un hacker, eres realmente estúpido. —Phoenix puso los

ojos en blanco—. ¿Su hija, Andi, la que me hiciste seguir? ¿Bee es su

única amiga?

Sacudí mi cabeza salvajemente.

—No, no, ella no es su hija. No hay forma de que no lo hubiera

sabido todo este tiempo. Phoenix, algo no cuadra.

—Lo es. —Asintió Phoenix—. Confía en mí en esto.

Algo se sentía mal. Estaba muy bien hecho, casi como si se hubiera

planeado, pero reconstruir todo parecía imposible.

No tuve que esperar mucho para que todo hiciera clic.

Fue el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose lo que lo hizo

primero.

Y luego aplaudiendo.

Vi con horror cómo Pike, Nick y el director Smith entraban a The

Space, cada uno de ellos sonriendo como si acabaran de derribar a las

cinco familias.

Y tuve la sensación de que eso era exactamente lo que acababan de

hacer.

RACHEL VAN DYKEN


Capítulo 53

¿Presenciar el horror de ver a alguien a quien amas morir? No hay palabras para eso

Bee

Sabía que algo estaba mal cuando vi a Nick y Pike caminar hacia el

edificio. ¿No se suponía que estaban muertos? ¿O al menos en la

clandestinidad o algo así? En pánico, me desplomé en mi asiento y

marqué el número de Mo.

—¿Qué hay? —Rió en el otro extremo—. Será mejor que sea bueno.

—Um, ¿crees que los chicos pueden estar en problemas?

Se quedó callada.

—¿Qué te hace decir eso?

—Estoy en este edificio en el campus, y bueno, todos están adentro,

y acabo de ver a Nick y Pike entrar, y no creo que eso sea parte del plan.

Mo maldijo y luego gritó a Trace.

—Agárrate fuerte, estás en The Space, ¿verdad?

—¿The Space? —repetí—. Yo... no sé qué es eso.

—¿Tienes un arma?
Santo cielo.

—No.

—Mira la guantera.

Hice lo que me dijo y, efectivamente, había una pistola en la

guantera. Con manos temblorosas, la saqué y casi la dejo caer al suelo.

—Sí, la tengo.

—Genial, quítale el seguro.

—¡Qué! —grité y luego miré el arma en mi mano.

No era la violencia lo que me desestabilizada, era el hecho de que

podría tener que hacer algo como disparar un arma y si fallaba, si algo

salía mal, sería la vida de Phoenix, tal vez la de mis hermanos lo que

colgara en la balanza.

Mo suspiró.

—Mira, estamos en camino, apunta y dispara si alguno de esos

bastardos se acerca a ti, ¿entendido?

—Sí, sí, está bien, lo tengo.

—Mantente segura.

La conversación terminó. Miré el arma como si realmente me

lastimara. Nunca me habían entrenado en cómo usar ningún tipo de

arma. Podría ser bastante habladora, pero honestamente ni siquiera

aplastaría a un insecto.

—Mierda —murmuré, mirando al edificio y luego otra vez a la

pistola. Odiaba no poder hacer nada; me sentí muy vulnerable.

Estaba tan concentrada en mi arma que no vi a nadie acercarse al

auto.
Algo tocó mi ventana.

Salté, casi disparando el volante y miré hacia afuera.

Era Andi.

Y ella acababa de verme con una pistola. Genial, ¿cómo iba a

explicar eso?

Parecía asustada.

Abrí la puerta para calmar la situación.

—Yo... um, voy a un campo de tiro después de la escuela y…

—Shh. —Andi me acercó a ella y empujó el arma en mis manos—.

No hables de aquí en adelante, ¿de acuerdo?

—¿Qué? —Me alejé de ella—. ¿Qué estás haciendo? —Estaba

caminando directamente hacia el edificio.

—Todos tenemos favores que nos deben —murmuró Andi—.

Quédate detrás de mí.

—¡No podemos entrar allí! —siseé.

—No entramos allí y mueren. Tú eliges. —Sacó una pistola del

interior de su chaqueta de cuero.

—¿De dónde sacaste eso?

—Deja de hacer preguntas de las que realmente no quieres saber las

respuestas. —Su voz había cambiado ligeramente. ¿Siempre había

tenido acento? Parecía ruso, para nada como era antes.

Lentamente, abrió la puerta de un puntapié y luego acercó el arma a

mi sien.

Y eso es lo que obtuve por salir del auto.

—Andi. —El director Smith aplaudió—. ¡Y justo a tiempo!


—Sí, bueno... —Andi se encogió de hombros, su acento cada vez

más grueso. Rusa, sonaba rusa—. Tenía que recoger a alguien. —Me

empujó hacia adelante.

Todos los chicos estaban allí, incluido Mil.

Cada uno de ellos parecía tranquilo.

Excepto Tex y Phoenix.

Tex parecía que estaba a punto de arrancarle la cabeza a alguien, y

Phoenix parecía tan frío, sin emociones, atormentado que temí que ya

estuviera muerto.

—Nunca deberías haber violado a mi hermana —escupió Pike,

apuntando su arma hacia Phoenix—. Diles. Diles a todos.

Phoenix sacudió la cabeza.

—No tengo idea de lo que estás hablando.

—¡Sí, lo haces! —El arma se sacudió cuando Pike la sostuvo frente a

él—. ¡La violaste! ¡La mataste! Tu padre la robó y tú la rompiste —

rugió—. Y luego, cuando eso no fue suficiente, te llevaste a mi primo.

Phoenix bajó la cabeza.

—Eso fue hace una vida.

—Sí, bueno, todavía están muertos —siseó Pike.

—¿Y qué? —Phoenix se encogió de hombros—. ¿Esta es tu

retribución? ¿Alguna vez necesitaste un puerto para enviar drogas?

¿Alguna vez has necesitado algo?

—Sí. —Pike se echó a reír—. Tu muerte. ¿Pero por qué parar allí?

¿Por qué no eliminar a todos los jefes?

—Codicioso hijo de puta, ¿no? —resopló Tex.


—¡Cállate! —Nick empujó su arma contra el pecho de Tex—. A esta

hora mañana por la mañana ya no serás más que un mal recuerdo para

nuestras familias.

Con un suspiro, Tex miró a Nick.

—¿Y qué? ¿Qué te hizo Phoenix? ¿O simplemente eres una pequeña

perra hambrienta de poder?

—La amaba. —La voz de Nick tembló—. Me iba a casar con ella.

—¿Quién? —preguntó Phoenix.

—La hermana de Pike, Lana. —Olfateó—. Nos íbamos a casar, hasta

que fue robada por De Lange y luego vendida para un prostíbulo... el

mismo lugar dirigido por Campisi.

—Impresionante. —Asintió Tex—. Así que están todos enojados.

Nixon dejó escapar una risita.

—¿Y usted, director Smith? ¿Cuál es su historia?

—Oh, eso es fácil. —Apuntó con su arma a la frente de Nixon—.

Derribo a los cinco jefes... me convierto en una leyenda.

—Una planificación bastante elaborada —concordó Phoenix—.

Brillante, de verdad. Claramente has pensado en todo.

El director Smith dejó escapar una maldición.

—No seas condescendiente. Puedes intentar luchar contra nosotros,

pero las probabilidades están en tu contra.

—¿De verdad? —Phoenix inclinó la cabeza.

¿Por qué diablos se veía tan tranquilo?

—Están a mi favor —dijo en voz alta.

—Sabía que lo harías, bastardo —siseó Andi, empujándome a un


lado y luego disparando directamente a las cabezas de Pike y Nick.

Ambos hombres cayeron al suelo.

Cuando el chico Smith supo lo que estaba pasando, Phoenix ya

estaba encima de él.

Con un gruñido y un giro, le rompió el cuello. El hombre cayó al

suelo.

La sala quedó en silencio.

Y entonces la puerta se abrió de golpe, revelando a Trace y Mo, con

las armas en alto.

—Demasiado tarde. —Tex se rió entre dientes—. Pero bastante

cerca, no obstante.

—Echo de menos las mejores peleas. —Mo hizo un mohín.

Trace arrojó su arma al suelo y cargó hacia Nixon.

—¡Bastardo! ¡No puedes ir a que te disparen!

—No me dispararon.

—Oh. —Parecía casi decepcionada—. Pero pensé…

Sonó un disparo.

Y un fuerte dolor me golpeó en el pecho. Miré hacia abajo mientras

la sangre manchaba mi camisa blanca. ¿Qué? Confundida, toqué la

sangre e hice una mueca.

—Incluso en mi muerte —gruñó Pike—. Tomo lo que es más

preciado para ti.

El arma se le cayó de la mano justo cuando me tambaleé hacia

atrás, mis piernas incapaces de mantenerme en pie.

—¡Bee! —rugió Phoenix, corriendo hacia mí.


Tex estaba pisándole los talones. La habitación comenzaba a girar,

pero lo único en lo que podía pensar era en el hecho de que podría estar

muriendo y que nunca podría casarme con Phoenix.

Y tener a nuestro hijo.

—¡El bebé, Phoenix! —Mi voz era ronca— ¡El bebé!

—¿Bebé? —gritó Tex confundido.

—Estarás bien, Bee. Lo prometo. —Phoenix besó mi boca,

presionando sus manos contra mi pecho—. Solo trata de calmarte, ¿de

acuerdo? Sólo respira.

Lo intenté pero fue difícil, cada vez más difícil.

—Desátalo. —Esto de Nixon.

Pronto Sergio estaba parado sobre mí, aunque su forma estaba

súper borrosa. Alejó las manos de Phoenix e inspeccionó la herida.

—Se ve limpia.

—Gracias a Dios. —Tex se balanceó sobre los talones y se sentó en

el cemento.

—Pero el trauma en el cuerpo... —Sergio maldijo—. Bee, ¿qué tan

avanzada estás?

Sacudí mi cabeza, mi visión se nubló aún más.

—¡Bee! —Sergio me sacudió.

—¡Phoenix! —sollocé, y todo se volvió negro.

RACHEL VAN DYKEN


Capítulo 54

Nunca se trató de mi vida, sino de la de ella

Phoenix

No se estaba muriendo.

Pero se sentía así.

Y era mi culpa, toda mi culpa. No podía aceptar el hecho de que la

había puesto a ella y a nuestro bebé en peligro otra vez, sin querer.

—¿Bebé? — repetía Tex una y otra vez, sus ojos iban de frenéticos a

enfurecidos y luego de vuelta a frenéticos.

La bala había atravesado limpiamente, sin tocar ningún órgano

vital. Por suerte, Sergio era un profesional en ese tipo de cosas. De lo

contrario, hubiéramos tenido que pedir otro favor o, Dios no lo quiera, ir

al hospital con una herida de bala.

Estaba preocupado por el bebé.

Sergio dijo que la única forma de saberlo era si empezaba a sangrar.


Casi la pierdo ahí mismo en The Space. Había visto mucho horror

en mi vida. Diablos, yo era la razón de ello, pero nada me aterrorizaba

más, me ponía más de rodillas, que la idea de que Bee perdiera a

nuestro inocente niño, y que yo tuviera que decírselo cuando se

despertara.

La trasladamos a mi habitación. Fui yo el que conectó la

intravenosa y se aseguró de que estuviera cómoda, y Tex se negó a dejar

su lado.

Parecía tranquila.

—Lo sabías —murmuró Tex una hora después de sentarse junto a

su cama conmigo en silencio—. ¿Sabías todo esto?

—¿Saber qué? —No tenía la energía para discutir. Me incliné hacia

atrás en mi silla, sin apartar los ojos del rostro de Bee que dormía.

—¿Sobre Smith? ¿Andi? ¿Nick? ¿Lo sabías todo?

—Partes. —Suspiré—. Pero los planes sólo funcionan muy bien. A la

larga no sabía si podíamos confiar en Sergio. No estaba seguro de si nos

entregaría con las campanas puestas o intentaría luchar por sangre.

—Hizo lo correcto.

Dejé soltar un resoplido.

—Se vio obligado a hacer lo correcto.

Tex se quedó callado y luego preguntó:

—¿Y Andi?

—Trabajó para la familia Petrov durante años, una hija bastarda de

sangre del propio Petrov... uno de los implantes de Luca. No lo supe

hasta que finalmente abrí la carpeta que me había dirigido. Le envié un


mensaje de texto con nuestra ubicación por si acaso. El director Smith

realmente la había adoptado cuando era más joven como un favor a la

familia Petrov. Creo que, a su manera, la ama o... la amaba.

Me rasqué la cabeza. Andi era la menor de nuestras

preocupaciones. Había nacido en la violencia, entrenada para hacer lo

correcto, y había sido abordada por Luca hace años. Bueno, amenazada

era más bien eso. Por otra parte, nunca perdonó a su padre por

entregarla al Director Smith por su libertad.

—Pregunta... —Tex se frotó la parte posterior de su cabeza—.

¿Todos tenemos... um, todos tenemos carpetas?

—Oh, sí —dije con voz ronca—. Pero no es como si las leyera antes

de acostarme o algo así. Sólo abrí la de Sergio porque sospechaba que

había sido reactivado.

—Genial, ¿así que el mío se queda cerrado hasta...?

—Hasta que me hagas enojar —gruñí. ¿Qué esperaba, en realidad?

—Claro, porque en esta situación tú eres el que se enfada. Dime,

¿cuánto tiempo llevas follándote a mi hermana pequeña?

Nixon y Chase eligieron ese momento inoportuno para entrar en la

habitación.

—Genial —silbé suavemente.

—Hora del cuento. —Chase levantó una silla mientras Nixon estaba

de pie—, Entonces, Phoenix, ¿cuándo comenzó esta aventura amorosa?

Bee gimió mientras dormía. Quería que se despertara, pero sabía

que necesitaba curarse, el bebé necesitaba que se curara. Si todavía

había un bebé.
—Lasaña —dije en un susurro ronco—. Empezó con la lasaña.

—¿Empezaste a tener sexo con ella porque te alimentaba? —

preguntó Chase riéndose—. Menos mal que nunca te cociné el plato

favorito de mi madre...

—Ella no se detendría. —Alcancé su mano—. Cuanto más yo

empujaba, más ella empujaba de vuelta. Pensé que iba a perder la

maldita cabeza, y entonces todo se enfocó... ella... —Mi voz se quebró—

,es la única que se tomó el tiempo de mirar más allá de todo.

Los chicos se callaron, probablemente porque estaba cerca de

sollozar sobre la chica que amaba.

—Cuando Bee me mira, no ve un monstruo. Ya no. Nunca tuvo

miedo, nunca usó mi pasado en mi contra como una forma de vengarse

de mí, ella... me hizo querer vivir.

—¿Así que te acostaste con ella? —La voz de Tex se elevó—. Mira,

me alegro de que sea tu amiga y todo menos...

—¡La amo! —Dejé caer su mano y me levanté—. ¡La amo!

Los ojos de Tex se abrieron de par en par hasta que pareció que se

le iban a salir de la cabeza.

—Quiero casarme con ella. —Me lamí los labios—. La quiero para

siempre. La quiero, Tex. No me la estoy follando. No la estoy usando.

Ella... le pertenezco.

Nixon y Chase me tocaron la espalda, y luego la puerta se cerró

detrás de mí.

Dejándonos a mí y a Tex solos.

La habitación se dobló y se estiró con tensión. Esperé a que me


gritara; esperé a que sacara una pistola, o cualquier tipo de arma.

—¿Amas a mi hermanita? —repitió, mirando de mí a Bee y

viceversa.

—Hace un rato... —Me pasé las manos por el cabello—. El Cappo se

arrodilló frente al menos probable de los hombres... el más indigno, y

pidió una cosa. ¿Recuerdas qué era?

Tex cerró los ojos.

—Mo. Te pregunté por Mo. Te pedí que disolvieras el contrato entre

la familia Nicolasi y yo, para poder tenerla.

—Sí —dije con voz ronca—. Sé que no hay contrato, pero aun así

quiero tu permiso... quiero casarme con ella. Quiero criar a nuestro hijo

o hija, quiero vivir y respirar cada día por ella, por la familia. Quiero esa

segunda oportunidad más que nada, Tex. Pero no la quiero a menos

que pueda tenerla con Bee. La quiero, Tex. La amo.

—Creía que Phoenix De Lange no sabía lo que era el amor.

—No lo hacía —respondí honestamente—. Hasta que empezó a

cocinar para mí, a burlarse de mí, a mofarse de mí, a empujarme, no

supe lo que era el amor hasta que Bee entró en mi vida, y que me

condenen si tengo que dejarla ir.

—No —susurró Bee desde su cama—. No me dejes.

—¡Bee! —Corrí a su lado y le besé el rostro—. Cariño, ¿estás bien?

¿Necesitas algo? ¿Te duele algo?

—Tex, por favor. —Extendió la mano a su hermano—. Por favor... yo

amo...

—¿Él? — Tex me señaló—. ¿Te das cuenta de que ronca? ¿Le gusta
matar a la gente para ganarse la vida? ¿Se perforó su propia oreja

cuando tenía once años?

Suprimí una risa.

—Lo amo —dijo Bee con una sonrisa llena de lágrimas—. Por favor,

Tex.

—Bueno, diablos. —Tex levantó sus manos sobre su cabeza y

maldijo—. Digo que no, y estoy bastante seguro de que Mo me odiaría

para siempre... por no mencionar a mi hermana pequeña, a la que

acabo de conocer.

Tex se inclinó y besó a Bee en la frente y luego me hizo señas para

que lo siguiera al otro lado de la habitación.

No tuve tiempo de prepararme para su golpe. Con un gruñido, caí al

suelo, con la mejilla golpeando como un demonio.

—¿Qué? —Tex se paró sobre mí, con una expresión inocente en su

rostro—. No pensaste que escaparías sin ser herido, ¿verdad?

Maldiciendo, me froté la mejilla y me puse de pie con la ayuda de

Tex.

En el momento en que estaba estable de pie...

Me golpeó de nuevo.

—Y eso... —Se frotó los nudillos—, fue por dejarla embarazada.

Me quedé abajo, incluso cuando me ofreció su mano.

—¡Tex! —gritó Bee desde su cama—. ¡No le hagas daño!

—El bastardo está bien. —Tex sonrió con suficiencia—. Créeme, me

dejaría pegarle todo el día si eso significara que pudiera estar contigo.

—Cierto. —Hice un gesto de dolor—. Aunque preferiría que no lo


hicieras.

—No puedo prometer que no sentiré la necesidad de golpearte de

nuevo, amigo.

—Eso es justo. —Me puse de pie y me froté el rostro, moviendo la

mandíbula a un lado, con la esperanza de aliviar un poco la presión y la

hinchazón.

La puerta se abrió de nuevo.

Chase y Nixon entraron arrastrando los pies, ambos con aspecto de

estar absolutamente desinflados.

—¿Qué? —Tex se encogió de hombros.

—Nos perdimos la pelea. —Chase suspiró—. Quería ver cómo le

daban unos cuantos golpes.

Nixon golpeó a Chase en el hombro.

—Lo intentamos.

—Gracias, chicos —murmuré, todavía frotándome la mandíbula.

—Bueno... —Tex me empujó fuera del camino y empujó a los chicos

por la puerta—. Deberíamos dejarlos hablar, pero si escucho algún tipo

de... ruidos placenteros provenientes de esta habitación, te dispararé en

la cara, Phoenix. Es una promesa.

—Anotado. —Los despedí con la mano y me dirigí a la cama.

Bee estaba tratando de sentarse lo mejor que podía, lo cual no era

tan bueno, considerando que probablemente le dolía poner presión en

sus codos.

—¿Estás bien? —Estiró la mano hacia mi rostro.

Le agarré las manos y las besé.


—No te preocupes por mí.

—Phoenix... —Su labio inferior tembló—. ¿Está bien el bebé?

—Sí. —Me sentí tan aliviado de poder decir eso—. Pero incluso si

algo sucede, Bee, estoy aquí, ¿de acuerdo? —Agarré sus manos con

fuerza—. Nunca me iré de tu lado.

Empezó a llorar en silencio.

La abracé y me uní a ella en la cama, dejándola llorar contra mi

pecho.

—Deberías habérmelo dicho.

—¿Te lo dije?

—Acerca de tu secreto. —Resopló.

—Bee... —Suspiré y besé su cabeza—. Ni siquiera lo sabía hasta que

entré esta mañana... todo estaba... planeado hasta cierto punto, pero no

estaba seguro de poder mantenerte a salvo. No estaba seguro de que

Andi siguiera adelante con su parte del trato. Demonios, ni siquiera

estaba seguro de si Smith vendría tras los jefes. Así es la vida... puedes

intentar planear cada escenario posible, pero a veces la vida te

sorprende.

—¿Soy una sorpresa? —preguntó, parpadeando los ojos hacia mí.

Maldición, era hermosa.

—La mejor. —Le metí el cabello detrás de la oreja—. La mejor

sorpresa que podría esperar... y pasaré el resto de mi vida tratando de

merecerte.

—No me importa, ya sabes... —Agachó su cabeza contra mi pecho—,

sobre las chicas, la hermana de Pike y su prima. No lo sabías.


Mis tripas se apretaron. Había olvidado que Bee había escuchado

eso.

—Bee, eso no excusa lo que hice, lo que hizo mi familia.

—Mi padre ayudó.

—Sí, bueno, nuestros padres no fueron los mejores. —Seguí

jugando con su cabello—. Supongo que no tengo zapatos muy grandes

que llenar.

—Ni siquiera tienen zapatos. Tienes que empezar de nuevo con un

nuevo par. —Bee me sonrió, sus ojos brillando con adoración—. Vas a

ser el mejor padre del mundo.

Mi corazón se apretó y latió salvajemente en mi pecho; la emoción

obstruyó mi garganta haciendo difícil la respiración.

—¿Tú crees?

—Lo sé. —Bee me alcanzó el rostro—. Vas a ser increíble.

—No puedes abandonar la escuela. —Le di una palmadita en la

nariz—, Esa es la regla. Hacemos esto, nos casamos, pero tienes que

quedarte en la escuela y... —Me encogí de hombros.

—¿Hacer mis deberes todas las noches? ¿Beber leche? —se burló—.

¿Todavía me vas a dar órdenes?

—No soy mandón —dije a la defensiva.

—Está bien entonces. —Bee se rio—. Dice el tipo que obligó a mis

pobres oídos a escuchar a Mozart y luego me preguntó si tenía dinero

para el almuerzo.

Puse los ojos en blanco y me reí.

—Sí, bueno... no puedo evitar preocuparme por ti.


—Si es un niño... —dijo Bee, cambiando de tema—. Quiero llamarlo

Phoenix.

—¿Qué? —Casi me aparté, casi salí corriendo de la habitación

gritando—. ¿Por qué demonios maldecirás a un niño con mi nombre?

—No es una maldición... —Bee me apretó la mano—. Es redención...

es tu milagro, Phoenix. Nuestro milagro.

—¿Y si es una ella?

Sus ojos brillaron.

—Nómbrala Tex para hacer enojar a mi hermano.

Ambos estallamos en risa cuando un fuerte golpeteo sonó en la

puerta.

—¡Mejor que no estén desnudos!

—¡Rápido, ponte la ropa! —grité.

Tex irrumpió por la puerta.

—Qué asco, hermano. —Bee arrugó la nariz—. ¡Podría haber estado

desnuda!

—Sí, bueno... —Tex se puso rojo brillante y se rascó la cabeza—.

Pensé que... um, verás...

—Vete, Tex. —Lo despedí con la mano y luego besé a su hermana en

la boca—. Vamos a estar ocupados por un tiempo.

—Y así es como se hacen los bebés, niños y niñas —dijo Chase

desde la puerta.

Tex pasó a su lado mientras Nixon se reía a carcajadas.


RACHEL VAN DYKEN

Capítulo 55

La historia no termina feliz... ni mucho menos

Sergio

La mesa de café se sentía demasiado pequeña para sentarse con

Frank. No dejaba de mirar la taza de café que tenía en la mano como si

fuera a explotar espontáneamente y convertirse en una bomba,

matando a todos los que estaban cerca.

—Así que... —Frank dobló las manos sobre la mesa—, te das cuenta

de que serás castigado.

—Sí —dije con voz ronca—. Lo sé.

—No podemos simplemente permitir pasar esto. Parecerá... débil. —

Frank se lamió los labios y tomó un largo sorbo de su café—. Y la

debilidad significa que la familia se desmorona. Significa que la gente

empieza a hablar. Empiezan a hacer preguntas... empiezan a dudar de


nuestro liderazgo.

Mi estómago se hundió con cada palabra.

—¿Qué tengo que hacer? —La pregunta ardía como el ácido en mi

lengua.

Con una sonrisa sus cejas se levantaron.

—Hace mucho tiempo, le prometí a mi hermano que nunca más

interferiría con el amor, que permitiría que las cosas progresaran

naturalmente. Le prometí que la familia ganaría por encima de todo.

No estaba seguro de a dónde iba con eso.

—Los rusos tienen su uso.

Y eso fue todo.

No dijo nada más.

Tex entró en la habitación con Nixon y Chase pisándole los talones.

Todos se sentaron a la mesa y me miraron fijamente.

Yo ya no pertenecía más.

Yo era el traidor.

Curioso, porque en el gran esquema de las cosas, terminé

convirtiéndome en lo que odiaba: una rata.

Todo porque había estado atrapado.

Pero eso es lo que pasa con la condición humana; harías cualquier

cosa para sobrevivir, cosas que nunca te entretendrían, pensamientos

que siempre habías alejado. Demonios, había juzgado a los hombres por

hacer lo que hice. Pero cuando me pusieron en la posición de elegirme a

mí mismo en lugar de a mi familia... Me elegí a mí mismo.

—¿Se lo has dicho? —preguntó Tex.


—Todavía no. —Frank sonrió—. Todavía no.

—¿Decirme qué?

Nixon habló en un tono bajo:

—Tu nuevo trabajo.

Tenía la sensación de que mi nuevo trabajo iba a estar en las

profundidades del infierno, donde nadie me escucharía gritar.

RACHEL VAN DYKEN

Capítulo 56

Y el fénix se alzó de las cenizas…

Bee

Mi herida de bala hacía casi imposible que hiciera algo excepto

permitir que Phoenix me besara, cosa con la que estaba completamente

de acuerdo.
Me besó.

Me tocó.

Y me hizo quedar quieta, lo cual fue ridículamente complicado de

hacer cuando comenzó a quitarme la ropa usando su lengua en lugares

que no sabía estuvieran permitido.

Su boca hizo su camino hacia la mía; su beso siempre se sentía

como la primera vez, como si siempre ponía cada emoción que tenía en

ese solo gesto, ignorando el resto del mundo. Dejando que todo se

desvaneciera en la nada, era solo nosotros, nuestras bocas

encontrándose, tocándose, acariciando,

Phoenix se echó hacia atrás y me miró a los ojos.

—Me haces enloquecer.

—Una buena forma de enloquecer, ¿no? —susurré.

—Una locura genial… —Su sonrisa aun hacía saltar a mi corazón—.

La clase de locura de la que los hombres no se recuperan, la clase de

locura a la que quiero aferrarme cada día que respiro.

—Sabes… —Solté una risita—, te estás volviendo un romántico.

Se rio.

—Y pensar que… todo empezó con comida.

—La forma de ganarse el corazón de un hombre es a través de la

comida —dije, sintiéndome sabía.

—Bee, sabes… —Phoenix frunció el ceño como si acabara de darse

cuenta de un serio problema y no estaba seguro de cómo resolverlo—.

No soy perfecto.

—¿Estás seguro? —Bajé la mirada—. Porque, comparado con todas


esas estatuas que se supone no deberías ver en el museo, eres bastante

perfecto… puro musculo.

—Bee —advirtió.

Estiré una mano hacia él.

—Duro.

Dejó salir un siseo de aire, luego maldijo gráficamente.

—Lo siento. —Retiré mi mano—. ¿Qué estábamos hablando?

—Tú. —Tomó mi boca de nuevo—. Serás mi muerte.

—Qué manera tan genial de seguir. —Lamí su labio inferior.

—Espera. —Se apartó—. Estoy tratando de tener uno de esos

momentos aquí…

—Oh, mi Dios, ¿un momento de alfombra mágica?

Phoenix puso los ojos en blanco.

—Sí, donde sostenemos manos y compartimos nuestros

sentimientos.

—Dilo. —Moví mis cejas.

—Eres imposible.

—Me amas.

—Desesperadamente. —Su voz tembló.

—¿Entonces?

—No soy perfecto.

—Espera, ¿estamos repitiendo lo que decimos ahora?

—Bee, por favor. —Agarró mis manos—. Déjame terminar.

—Ya lo hiciste… —Guiñé el ojo y susurré en su boca—, dos veces.

—Dios me perdone, te he convertido en una maquina sexual. —Me


tomó en sus brazos y frotó mis brazos ausentemente—. Temo que voy a

perder esto.

—¿Mi brazo?

—Y lo que está unido a él. —Suspiró—. Estoy tan asustado de

sentir. Tan asustado, Bee, de despertar un día y… —su voz se quebró—,

esto, esto que siento por ti, lo que tenemos, desaparecerá o de alguna

manera lo arruinaré. Eso es lo que siempre hago —dijo sin aliento—.

Estropeó las cosas, hago las cosas mal.

Mi corazón se apretó.

Eso es lo que pasa cuando te enamoras. Cuando la persona con la

que compartes tu alma está herida, te duele de igual forma, solo deseas

poder tomar ese dolor así no tienes que verlo sufrir.

—No nos prometen algo perfecto, Phoenix.

—No necesito algo perfecto. —Me sostuvo fuerte—. Solo te necesito a

ti. Siempre.

—Me tienes.

—Promete que nunca te irás. —Su voz era desesperada—. Sé que

suena débil, pero estoy tan cansado de tratar de lucir fuerte, de tratar

de ser fuerte, Dios, Bee, solo necesito que me dejes ser débil en este

momento y decirte que tú eres la razón por la que soy capaz de respirar

un poco más fácil cada día. Tú eres la razón por la cual mi corazón es

capaz de latir en mi pecho sin hacerse pedazos. —Suspiró—. Supongo

que lo estoy diciendo es que… me trajiste de vuelta a la vida… y

después de estar muerto tanto tiempo, estoy aterrorizado.

Mis ojos se llenaron de lágrimas.


—Pequeños pasos, Phoenix… ¿recuerdas?

—Sí.

—Pequeños pasos.., pequeños momentos… cada segundo es otro

más que conseguimos juntos. ¿Cierto?

Exhaló.

—Cierto.

—Pero dime… —Ahuequé su rostro—. Nunca sientas como que

tienes que mantener cosas de mí, incluso si son cosas que dan miedo.

—Bee, nunca te expondría de forma deliberada al peligro.

—Pero puedes —le dije—. Porque no tienes que hacerlo por ti solo

nunca más.

—Un hombre más fuerte lo haría.

—Un hombre fuerte… —Me lamí los labios para evitar explotar en

llanto ante su rostro herido—. Sabe cuándo pedir ayuda.

—Ayuda —dijo, sus labios encontrando los míos—. Eso fue lo que

fuiste al principio… una línea de vida.

—¿Y ahora?

—Mi salvadora —dijo en una voz reverente.

RACHEL VAN DYKEN


Capítulo 57

Vida… pero nueva vida

Phoenix

Había pasado una semana completa desde que le dispararon a Bee,

y yo todavía era un completo desastre. Cada vez que gemía en sus

sueños, me aterraba pensar no haber sacado del todo la bala y que ella

iba a morir.

Había tomado cuatro visitas al doctor. Y en cada una, me dijeron en

la cara: «Ella está bien».

Y yo había preguntado con esa misma voz de pánico que había

llegado a reconocer como propia cuando todo lo que amaba estaba en

peligro: «¿Y el bebé?», «¿Cómo está el bebé?».

«Simplemente bien», me habían respondido, palmeándome la

espalda y alejándose mientras Bee ponía los ojos en blanco y me daba

una mirada de aburrimiento.

Siempre podía contar con ella para traer humor a cada situación, ya

sea eso o volverme loco con sus miradas picantes y la inhabilidad de

mantener sus manos para sí misma. Nunca.


Las cenas familiares nunca serían lo mismo con ella.

Nixon se aclaró la garganta.

—Buena tradición Mo.

—Por qué, gracias, engendro malvado. —Guiñó el ojo y levantó su

copa de vino mientras Nixon ponía los ojos en blanco y besaba a Trace

en la cabeza.

Todos tenían a alguien.

¿Pero Sergio?

Él todavía estaba esperando órdenes de Tex, y yo sabía que solo era

cuestión de tiempo antes que el tipo decidiera dispararse por el

suspenso.

—Cena familiar… —Tex se frotó las manos—, y Chase cocinó.

—Porque Chase es el único tipo aquí que sabe cómo hacerlo. —

Chase frunció el ceño y golpeó la mano de Tex mientras él alcanzaba el

pollo—. Rezamos primero.

—¿De quién es el turno? —preguntó Trace.

—Phoenix… —ladró Nixon—, te toca el rezo.

Nunca me habían pedido que haga el rezo en las reuniones

familiares… nunca.

Era una cosa de honor. Además, ¿por qué tener al tipo que violó a

chicas hablar con Dios? No parecía la mejor forma de hacer que

escuche el Gran Tipo de arriba.

Me aclaré la garganta, mis manos de repente sudorosas, y comencé

el rezo mientras todos hacían una cruz con sus manos.

—Gracias… —Forcé las palabras más allá de mis labios—, por esta
comida… —Apreté mis ojos cerrados y luego los abrí y miré alrededor de

la mesa—, por la familia, por esta familia.

La mirada de Nixon se encontró conmigo desde el otro lado de la

mesa mientras susurraba:

—Amén.

Bee no dejó ir mi mano.

Lo cual estaba bien. Estaba acostumbrado a ella aferrándose a mí,

ya sea mi mano, mi pierna, mi pelo… ahora que había crecido, eso

parecía ser su favorito. Dijo que era una forma de atenuarme ya que yo

había pasado mucho tiempo sin tener buenos tocamientos.

Al principio, me hacía sentir incómodo. Ahora lo anhelaba.

Y lo extrañaba cuando ella se olvidaba; no es que admitiría eso en

voz alta, menos en frente de Tex, quién todavía me daba miradas sucias

cuando recordaba que yo, de hecho, me casaría con su hermana y

tendría un hijo con ella.

Bee soltó mi mano.

Sentí el vacío inmediatamente.

Ella colocó su mano en mi muslo.

Mierda, no de nuevo.

—Entonces… —dijo Tex, sonriendo—, todo está de vuelta a la

normalidad durante un tiempo.

—Sip. —Chase levantó su copa de vino luego miró a mi regazo, su

sonrisa ampliándose—. Simplemente amo las cenas familiares.

Con mi mano libre, apreté el cuchillo y lo apunté en su dirección

mientras él me daba un codazo, haciendo que lo suelte en la mesa.


—¿Están bien chicos? —preguntó Nixon.

—Phoenix es increíble… ¿verdad, gran chico? —Me dio un codazo de

nuevo.

El cuchillo se veía cada vez mejor; una apuñalada, solo para hacerlo

saltar fuera de su silla y que se aleje de mi espalda.

—Sí —respondí, escogiendo la paz sobre la violencia. Vaya, así se

debe sentir madurar.

La mano de Bee se acercó al botón de mis vaqueros, y luego se

deslizó, estratégicamente, más allá de la barrera.

Antes de que pueda excitarme más, apreté su mano, la alejé de mis

pantalones, y me puse de pie, jalándola a sus pies para bloquear todo

tipo de evidencia de lo que ella acababa de hacer.

—Volvemos enseguida. —Gentilmente la empujé hacia el pasillo.

—¡No rompan nada! —gritó Chase.

Tex se levantó de su asiento.

—¿Está Bee bien? Bee, ¿estás enferma? ¿Necesitas ayuda?

—Deja que Phoenix cuide de ella. —Nixon se rió entre dientes contra

su vino—. Claramente, eso es algo en lo que es bueno.

Tex entrecerró los ojos.

No miré de vuelta. Simplemente, empujé a mi futura esposa en el

baño, le puse cerrojo a la puerta detrás de mí y dije con voz ronca:

—Desnúdate.

Ella hizo puchero.

—Vamos, fue gracioso… excitarte sobre el plato de pollo. Amas las

aves.
—Te amo. —Busqué su camisa, dándole un pequeño tirón, y luego

la jalé por encima de su cabeza—. Ahora, quítate la ropa antes que la

arranque.

—Me encanta cuando te pones demandante. —Levantó las manos

mientras le quitaba la camisa y miraba sus pechos desnudos.

—¿Sin sujetador? —dije con voz ahogada.

—¿Por qué más usaría nuestra palabra de seguridad? —Se rió entre

dientes.

—Pero tú no…

—Lo hice… —Asintió—. Bueno, de una forma, quiero decir, apunté

hacia el pollo, donde tú naturalmente deberías asumir que es ave, y

luego cuando eso no funcionó, tomé las cartas en mis propias manos.

—Literalmente —dije, forzando las palabras con voz seca.

—Sí, bueno… —Se lamió los labios y me hizo señas con su dedo—,

realmente tienes manos lindas…

—Con las que puedo jugar contigo.

—¿Y tu boca?

—Con las que puedo saborearte. —Lamí el borde de sus labios.

—Mmm… —Se rió entre dientes y lanzó su cabeza hacia atrás

mientras le besaba su mentón hasta su cuello—. Sigue así y Tex te va a

disparar.

—Valdría la pena. —Tiré de sus vaqueros—. Totalmente valdría la

pena.

—¿Qué sí? —Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.

—Lo valías… todavía lo haces. Y continuarás siéndolo cada día.


—Te amo, soldado.

—También te amo, pequeña.

RACHEL VAN DYKEN

Epílogo

Sergio

La mesa fue limpiada. Las mujeres, menos Mil, estaban en la otra

habitación alistando el postre.

Y yo estaba a solas con todos los cinco jefes.

Maldición, simplemente lleguen al punto.

Alguien tocó la puerta.

Con una sonrisa, Tex se puso de pie.

—Ese debe ser nuestro invitado.

—¿Invitados? —Resoplé—. ¿En una cena familiar?

Nixon y Chase compartieron una mirada de asombro con Frank,

mientras Mil me palmeaba la mano. Infiernos, si esa no era una mirada


de lástima no sabía qué era.

Cruzándome de brazos, apreté mis dientes y esperé a que entrara

nuestro invitado.

—Sergio… —Tex guió a alguien pequeño en la habitación. Una

sudadera con capucha escondía la cabeza de la figura y su rostro, pero

pedazos de pelo rubio sobresalían debajo—. Me gustaría que conocieras

a nuestra nueva tarea.

La persona se giró y se retiró la capucha.

Me quedé sin aliento.

—¿Andi?

—Te lo dije —susurró ella—. Un día, muy pronto, te arrepentirías de

algunas cosas que me has dicho.

—¿Qué diablos está haciendo una puta Rusa en mi casa?

Tres patadas, los conté, vinieron de la dirección de Mil.

Los ojos de Andi se llenaron de lágrimas.

—Gracioso que lo digas…

—Sergio. —Tex inclinó su cabeza, odio goteando de cada célula en

su cuerpo—. Tu nueva tarea.

—¿Ella? —espeté.

—Mantenla viva —dijo Frank—, y protegida de los rusos. Déjala

morir en paz, hijo.

—Espera, ¿qué? —Sacudí la cabeza—. Acabas de decir que la

mantenga viva.

—Hasta que yo muera —dijo suavemente Andi—. ¿Recuerdas mi

condición? ¿Leucemia? Para mi participación en tu pequeño tiroteo…


ese fue el trato.

—¿Trato? —Me estaba costando respirar—. ¿Qué trato?

—Con Luca —susurró ella—. Pero lo siento que tuviste que ser tú…

realmente lo siento.

—¿Qué diablos se supone significa eso? —Me alejé de la mesa—. No

lo entiendo.

—La protección viene a toda costa. —Frank se puso de pie—.

Ofrecerle protección es la única manera que conocemos cómo… sangre.

Mi cuerpo se quedó inmóvil.

—Tu castigo… —Frank apuntó su dedo en mi dirección, su puño

temblando—. La protegerás hasta su último aliento. La protegerás con

tu vida… como su esposo. Le ofrecemos familia, ya que ella ha perdido

la suya. Después de todo, fue el deseo de un hombre moribundo, el

deseo de Luca, que si alguna vez llegaba a esto, sería cuidada.

—Mi castigo —repetí.

—O tu recompensa. —Tex inclinó la cabeza y levantó una ceja—.

Realmente es cómo lo veas.

Andi se mordió el labio inferior.

—Las buenas noticias es que solo me han dado seis meses más…

así que tu tortura no durará tanto.

Eso… mi cuerpo rugió con injusticia… eso era lo que temía.

RACHEL VAN DYKEN


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epilogo

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