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E l mundo atraviesa una era de sucesos inauditos. Vivimos uno de esos momentos de
transición en los que vemos nacer nuevas aspiraciones humanas, nuevas maneras de vivir,
nuevos roles y relaciones, nuevas formas productivas, nuevas formas de poder. Es, sin duda,
una era en la que algunas de nuestras creencias o supuestos más fundamentales empiezan a
tambalear y nuestra imagen del futuro se tiñe de incertidumbre, pero es también un tiempo
en el que se abren nuevas oportunidades y se expanden los horizontes de lo posible.
Distintas fuerzas chocando unas con otras, y muchas veces potenciándose entre sí,
han ido generando esta marea de cambios acelerados que nos producen asombro e inquietud.
La ciencia y el uso de nuevas tecnologías están provocando una revolución de la vida
humana nunca antes vista en la historia. Los cambios en el transporte, las comunicaciones, la
medicina, las finanzas y la manufactura a lo largo de las últimas décadas, y a un ritmo cada
vez más acelerado, han estimulado un proceso de reorganización del comercio y la industria
que no sólo se traduce en nuevas formas de producción, sino también en el surgimiento o
1 La denominada “Ley de Moore” es una observación hecha por Gordon Moore respecto de la cantidad de transistores que pueden
ser instalados en un circuito integrado, factor determinante de la capacidad (procesamiento o almacenamiento, por ejemplo) de los
dispositivos electrónicos. En 1965, afirmó que el número de componentes por circuito integrado se había duplicado anualmente desde
fines de la década de los 50 y afirmó que tal tasa se mantendría hasta 1975. Posteriormente, modificó su proyección para indicar que el
número de componentes se duplicaría cada dos años. Esta tendencia se ha mantenido, gruesamente, hasta el presente.
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No hemos intentado aquí una descripción cabal del mundo que vivimos hoy ni
mucho menos. Sería una pretensión ingenua, además, querer hacerlo en un espacio tan
breve. Lo que hemos querido hace notar sí, es que cualquier intento por sugerir políticas de
innovación no puede estar ciego a este escenario histórico de cambios acelerados y que
cualquier mirada estratégica que queramos instalar no puede partir sino intentando
comprender, o al menos intuir, las dinámicas que están configurando el futuro.
Estamos seguros de que para ello es necesario, en primer término, definir horizontes
amplios en los que se pueda visualizar mejor hacia dónde nos llevan esas tendencias y cómo
podemos prepararnos y responder mejor a sus implicancias. Esto es lo que intentaremos
hacer –de manera limitada, claro está– en este documento.