Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Alter Ac I Ones Dele Quil I Brio
Alter Ac I Ones Dele Quil I Brio
investigación
Fisiopatología Sindromática
Sección 3
UNIVERSIDAD VERACRUZANA
Facultad de Medicina/Cd. Mendoza
INDICE
Trastornos del metabolismo de la
galactosa……………………………..……………
METABOLISMO ………….Pág.27
Lipidosis……………………………………………
………..…Pág.39
NUTRICION
Enfermedad de
Gaucher…………………………...Pág.39
OBESIDAD
Enfermedad de Niemann-
Pick……………...…..Pág.40 ANOREXIA NERVIOSA
Enfermedad de
Fabry…………………………...……Pág.41
BULIMIA
Enfermedad de
Wolman……………………..…….Pág.41
Xantomatosis MALNUTRICIÓN
cerebrotendinosa….……..…….Pág.41 PROTEICOENERGÉTICA
Enfermedad de Tay-
Sachs……………………...….Pág.42
BIBLIOGRAFÍA
Esteatosis
Hepática……………………………..……...Pág.4
2
Colesterol…………………………………………
……..…...Pág.43
METABOLISM
O
Consideraciones fisiológicas
pH = pK + log [HCO–3]
[H2CO3]
1. En condiciones normales, todo el bicarbonato filtrado por el glomérulo, algo más de 4.000
mmol/día, debe reabsorberse. El 85% del bicarbonato filtrado es reabsorbido junto con sodio en el
túbulo contorneado proximal. Por cada ion bicarbonato que se recupera se secreta una hidrogenión
que es transportado en la luz tubular en forma de CO2 y agua, y de NH4
+. El factor principal que regula esta reabsorción es el mismo que regula la reabsorción proximal de
sodio. Así, un descenso del volumen circulante efectivo (hipovolemia) aumenta la reabsorción
fraccional de bicarbonato, y viceversa, en este segmento. La angiotensina II es un potente regulador
de la absorción proximal de bicarbonato. También influye la pCO2 arterial. Un incremento en la
pCO2 arterial aumenta la reabsorción proximal de bicarbonato, mientras que un descenso la
disminuye. La hipopotasemia también incrementa esta reabsorción, presumiblemente a través de
un aumento de la concentración intracelular de hidrogeniones.
2. La regeneración de bicarbonato ocurre de manera simultánea a la excreción de hidrogeniones
(ácidos no volátiles) y se efectúa sobre todo en los segmentos distales de la nefrona. En las células
de los túbulos colector cortical y medular, por cada hidrogenión que se forma y se secreta hacia la
orina, un ion bicarbonato se forma y se reabsorbe hacia los capilares peritubulares junto con sodio.
En el interior de estas células, el hidrogenión y el ion bicarbonato se forman a partir del CO2 y agua
por mediación de la anhidrasa carbónica. Muy pocos hidrogeniones libres son excretados por la
orina, incluso a pH 4,8 y requieren ser tamponados de inmediato. Una tercera parte de estos
hidrogeniones secretados se combinan con tampones urinarios (provenientes de la filtración
glomerular), principalmente fosfato disódico (Na2HPO4) para formar fosfato monosódico
(NaH2PO4) (acidez titulable). Dos terceras partes de los hidrogeniones secretados se unen al
amoníaco formado a partir de aminoácidos, como la glutamina, en segmentos más proximales, para
formar el ion amonio que se excreta en forma de cloruro amónico (amoniogénesis), neoformándose
bicarbonato sódico. Por tanto, la excreción de hidrogeniones y la regeneración distal de bicarbonato
se acompaña de absorción de sodio. Todos los factores que favorezcan la reabsorción de sodio en
este segmento distal aumentan la excreción ácida por la orina. Así, la aldosterona promueve la
reabsorción de sodio y la excreción de hidrogeniones y potasio en la zona cortical del túbulo
Esta fórmula es útil para detectar posibles errores en los resultados de laboratorio, puesto que, de
ser exactos, los tres valores remitidos deben satisfacer la ecuación. La equivalencia entre pH y
concentración de hidrogeniones se muestra en la siguiente tabla:
pH H⁺ (nmol/L)
7,70 20
7,60 25
7,50 32
7,45 35
7,40 40
7,35 45
7,30 50
7,25 56
7,20 63
7,10 79
7 100
6,90 126
El contenido plasmático de CO2 total es un valor que se mide independientemente como la cantidad
de CO2 liberado al acidificar la muestra, y es igual a la suma de bicarbonato (que constituye el 95%
del CO2 total), el CO2 disuelto (igual a la pCO2 en mmHg ´ 0,031) y el CO2 unido a proteínas. Lo
normal es que el CO2 total no exceda en más de 1-2 mmol/L al bicarbonato. Las demás
determinaciones que se dan en ocasiones en un análisis del equilibrio ácidobásico como el 5
bicarbonato estándar, el exceso de base, etc., se calculan de manera indirecta titulando la
sangretotal in vitro y no añaden ningún dato útil para el diagnóstico, porlo que las consideramos
confusas e innecesarias.
Hiato aniónico
Acidosis metabólica
Fisiopatología.
La acidosis metabólica se caracteriza por un descenso del pH (aumento de [H+]), de la
concentración plasmática de bicarbonato (trastorno primario) y de la pCO2 (trastorno secundario).
El descenso de la pCO2 corresponde a un estímulo del centro respiratorio debido a la acidemia. Si la
acidosis metabólica no está complicada, la caída de la pCO2 (en mmHg) equivale a 1-1,5 veces el
descenso del bicarbonato en mmol/L. Los sensores predominantes en este estímulo son los
quimiorreceptores centrales. La barrera hematoencéfalica es permeable al CO2, pero en la acidosis
metabólica el pH arterial y la concentración de bicarbonato descienden más rápidamente que el pH
en el LCR, por lo que en la acidosis metabólica aguda deben transcurrir 6-12 h para obtener la
máxima compensación respiratoria. Si la disminución de la pCO2 fuera inferior, y por tanto hubiera
unos niveles de pCO2 superiores a los esperados, existiría acidosis respiratoria concomitante, como
puede ocurrir en un paciente afecto de edema pulmonar grave que desarrolla una acidosis
metabólica (láctica por hipoxemia) y respiratoria a la vez. Si la pCO2 es inferior a la calculada habrá
una acidosis metabólica asociada a una alcalosis respiratoria, como puede ocurrir en la intoxicación
por salicilatos, en una enfermedad hepática grave o en una sepsis por gramnegativos. Rara vez el
descenso de la pCO2, secundario a una acidosis metabólica, se sitúa por debajo de 15 mmHg. Si la
función renal está conservada, el riñón empieza a aumentar la excreción de ácidos; al inicio aumenta
la titulación de fosfato urinario y a los pocos días la producción de amonio, que llega a ser el
mecanismo cuantitativamente más importante para la excreción neta de ácido, la cual puede
aumentar de 5 a 10 veces.
Patogenia.
y pueden clasificarse en dos grandes grupos: aquellas con un hiato aniónico aumentado, que se debe
a la acumulación de un ácido cuyo anión no es el cloro, con lo que disminuye el ion bicarbonato con
normocloremia, y aquellas otras con hiato aniónico normal en que el descenso del ion bicarbonato
es igual al aumento del ion cloro. Ello implica una función renal conservada y que no haya una
sobreproducción de ácidos orgánicos.
La consecuencia es una producción exagerada de ácido láctico, con un descenso del pH intracelular.
A su vez, la acidosis sistémica inhibe la glucólisis y, por tanto, la síntesis de lactato (mecanismo de
retroalimentación). Por el contrario, la alcalosis estimula la generación de ácido láctico. En
condiciones normales, el lactato se produce en los hematíes, en la piel, en el cerebro, en el músculo
esquelético, etc., pasa a la circulación y es metabolizado en el riñón y el hígado. La cantidad de
lactato producido diariamente es de unos 15 a 25 mmol/kg/día y, a pesar de producirse unos 1.400
mmol/día, los niveles plasmáticos se mantienen entre 0,5 y 1,5 mmol/L. La cantidad de piruvato es
10 veces inferior (0,1 mmol/L), siendo la relación lactato/piruvato de 10:1. Los niveles de lactato
iguales o superiores a 5 mmol/L definen la acidosis láctica, cuyo pronóstico empeora a medida que
aumentan dichos niveles. Lactacidemias entre 2 y 4 mmol/L tienen significación dudosa.
Hipoperfusión tisular
Shock
Insuficiencia aguda del ventrículo izquierdo
Disminución del gasto cardíaco
Hipoxemia arterial
Asfixia
Hipoxemia (pO2 < 35 mmHg)
Intoxicaciones por monóxido de carbono
Anemia intensa
Ciertas enfermedades
Diabetes mellitus
Insuficiencia hepática
Sepsis
Neoplasias (leucemia)
Insuficiencia renal
Ferropenia
Pancreatitis
SIDA
En la tabla anteriorse enumeran las causas de acidosis láctica, las cuales pueden reagruparse en dos
grandes grupos: con hipoxia tisular y sin ella. La causa más frecuente de acidosis láctica por hipoxia
tisular son los estados de shock, cuya mortalidad es elevada cuando aparece esta complicación. La
coexistencia de anemia favorece la aparición de lactoacidosis por hipoperfusión. Con frecuencia, la
acidemia deprime la contractilidad miocárdica y la respuesta inotrópica a las catecolaminas, con la
que disminuye el gasto cardíaco, estableciéndose un círculo vicioso que agrava aún más la perfusión
tisular. El segundo gran grupo de acidosis láctica se produce sin hipoxia tisular. La ingesta de etanol
provoca normalmente ligeros aumentos del ácido láctico en sangre que no acostumbran a superar
los 2 mmol/L. Ello se debe a la inhibición de la gluconeogénesis a partir del piruvato que produce el
etanol. No obstante, la coexistencia en estos pacientes de insuficiencia hepática (que disminuye aún
más la metabolización de lactato) o de deshidratación (vómitos repetidos, hemorragia
gastrointestinal, pancreatitis) puede provocar una lactoacidosis intensa. Otro factor que puede
también aumentar la lactoacidemia es la aparición de una alcalosis respiratoria (por abstinencia
alcohólica o hepatopatía grave) con el consiguiente efecto estimulante de la glucólisis e inhibidor de
la oxidación de ácido pirúvico. Aunque el hígado es el principal órgano metabolizador del lactato,
sólo aparece acidosis láctica en la necrosis hepática aguda. En insuficiencias hepáticas menos
graves, la lactoacidosis suele ser debida a alcalosis respiratoria, a trastornos circulatorios o a sepsis
asociadas. Se ha descrito acidosis láctica asociada a tumores sólidos, a leucemias y al SIDA. La
acidosis láctica también puede aparecer como complicación de una diabetes mellitus: la insulina
estimula la actividad de la piruvato-deshidrogenasa e inhibe la gluconeogénesis, por lo que la
deficiencia de insulina del diabético provoca un aumento de la síntesis de ácido pirúvico. La
vasculopatía periférica y la insuficiencia cardíaca son factores coadyuvantes en la lactoacidosis del
diabético al comprometer la perfusión tisular. La alimentación parenteral con fructosa puede
desencadenar también una acidosis láctica. La lactoacidosis inducida por fármacos se cree debida a
una defectuosa utilización del oxígeno tisular: las biguanidas, la isoniazida, el nitroprusiato, los
salicilatos y otros, son ejemplos de este mecanismo. En el caso de los salicilatos existe el factor 11
agravante inicial de estímulo del centro respiratorio (alcalosis respiratoria) que favorece la
aparición de acidosis láctica. Hay también una forma espontánea de etiología desconocida que
aparece en enfermos deteriorados y que casi siempre es de evolución fatal. Las intoxicaciones de
sustancias que una vez metabolizadas se transforman en ácidos foráneos al organismo provocarán
también acidosis metabólica con hiato aniónico aumentado: los salicilatos, el metanol y el
etilenglicol, además de ácido láctico, determinan aumentos, entre otros, de ácido salicílico, fórmico,
glucólico y oxálico, respectivamente. No se han identificado los ácidos acumulados en la intoxicación
por paraldehído.
La insuficiencia renal, tanto aguda como crónica, constituye la causa más frecuente de acidosis
metabólica crónica y se debe sobre todo a una acumulación por falta de excreción de sulfatos y
fosfatos. El hiato aniónico no suele aumentar hasta que el filtrado glomerular desciende por debajo
de 20 mL/min o la creatinina sérica supera los 4 mg/dL (354 μmol/L). Con creatininas entre 2 y 4
mg/dL (177-354 μmol/L) hay ligeros aumentos de la concentración sérica de cloro (unos 5
mmol/L) con descensos paralelos (unos 6 mmol/L) del bicarbonato; es decir, hay una débil acidosis
metabólica hiperclorémica. En la insuficiencia renal crónica, el defecto principal es el descenso en la
capacidad de excretar amonio, a pesar de haber un aumento adaptativo en su producciónrenal en
las nefronas restantes. Algunos pacientes puedenperder pequeñas cantidades de bicarbonato
cuando sus niveles plasmáticos son iguales o superiores a 18 mmol/L. Normalmente, la acidificación
de la orina y la formación de acidez titulable es normal (teoría de la nefrona indemne). La
bicarbonatemia va descendiendo progresivamente aunque suele mantenerse por encima de 15
mmol/L, y sólo raras veces, en estadios muy avanzados, desciende por debajo de 10 mmol/L. Ello se
debe, por un lado, a la estimulación de la excreción de ácidos en las nefronas indemnes, producida
por la propia acidosis y, por otro, a que, al ser un acidosis metabólica de lenta instauración, actúan
los tampones intracelulares del hueso (carbonato y fosfato), factor que contribuye a la osteopenia
de la insuficiencia renal crónica. Cuando ésta es aguda, la disfunción es generalizada en todas las
nefronas y sin capacidad de adaptación. La cifra de bicarbonato en plasma desciende 0,5-1
mmol/L/día. Los descensos más rápidos o a niveles inferiores a 16 mmol/L indican la coexistencia
de otro factor causante de la acidosis metabólica (sepsis, hipoxia, necrosis tisular masiva, etc.).
en parte compensada por una mayor liberación de catecolaminas producida por la propia acidosis,
tendencia a la hipotensión (vasodilatación) y taquicardia. La acidosis predispone al desarrollo de
edema pulmonar con mínima sobrecarga hidrosalina debida a un descenso en la capacitancia del
lecho vascular pulmonar. La acidosis aguda desplaza la curva de disociación de la oxihemoglobina
hacia la derecha, con lo que se permite la oxigenación de tejidos pobremente perfundidos. En la
acidosis metabólica crónica puede no observarse ningún síntoma. La hiperventilación es difícil de
detectar clínicamente y sólo cuando hay cansancio, anorexia y demás sintomatología de la
enfermedad causante se pone clínicamente de manifiesto. Aquí, la oxigenación tisular está
disminuida por un descenso en los niveles de 2,3-difosfoglicerato que desplaza la curva de
disociación de oxihemoglobina hacia la izquierda.
Los datos de laboratorio característicos son el descenso de la bicarbonatemia y del pH, junto
con un descenso compensador de la pCO2. A menudo se observa hiperpotasemia por salida de 13
potasio intracelular (en intercambio con hidrogeniones), y ello puede enmascarar enfermedades
que cursan con acidosis y reducción de potasio, ya sea por pérdidas digestivas (diarrea) o renales
(acidosis tubular renal, cetoacidosis diabética, etc.). Otras veces, la acidosis agrava una
hiperpotasemia ya existente, como ocurre en la insuficiencia renal tanto aguda como crónica. Por
cada 0,1 U de descenso del pH hay un incremento de la potasemia promedio de 0,6 mmol/L. Estos
incrementos son elevados cuando la acidosis metabólica es causada por acumulación de ácidos
inorgánicos y mucho más bajos cuando es por ácidos orgánicos.
La acumulación de lactato constituye una forma particular de acidosis metabólica, y aunque
normalmente se acompaña de hipobicarbonatemia, éste no siempre es el caso, debido a que puede
aparecer en situaciones con un aumento previo de la cifra de bicarbonato plasmático. El diagnóstico
se sospecha ante un aumento del hiato aniónico como único dato de laboratorio, y debe confirmarse
con la determinación plasmática del lactato. En la acidosis láctica coexiste con frecuencia un proceso
que hace difícil valorar la compensación respiratoria: hipoxemia, hipotensión, enfermedad
pulmonar, insuficiencia hepática, etc. Además, en la acumulación de ácidos orgánicos como el lactato
hay poco intercambio de potasio intracelular con escasa tendencia a la hiperpotasemia, a no ser que
coexista hipercatabolia, insuficiencia renal, etc. La acidosis láctica se acompaña también de
hiperfosforemia e hiperuricemia, por salida de fósforo intracelular y déficit de excreción renal,
respectivamente.
Debido a que una acidosis metabólica aparece a menudo en circunstancias clínicas
complejas, no es de extrañar que se acompañe de otros trastornos del equilibrio ácido-básico. Estos
trastornos mixtos se detectan mediante un cuidadoso estudio del equilibrio ácido-básico y de los
electrólitos séricos. La coexistencia de acidosis y alcalosis metabólicas puede diagnosticarse cuando
el incremento del hiato aniónico es mayor que el decremento del bicarbonato plasmático. Ello
ocurre, por ejemplo, ante un paciente con alcoholismo crónico que es evaluado después de varios
días de vómitos intensos y frecuentes.
Tratamiento.
El tratamiento de la acidosis metabólica consiste en tratar la enfermedad causal, cuando sea
posible, y administrar cantidades adecuadas de bicarbonato, cuando sea necesario. Si el bicarbonato
plasmático es superior a 15 mmol/L y la causa de la acidosis puede ser tratada, la administración de
bicarbonato no sería necesaria ya que el riñón normal podría corregir el equilibrio ácido-básico en
varios días. Si la bicarbonatemia es inferior a 10 mmol/L, se requiere la administración intravenosa
de bicarbonato aunque la causa pueda ser tratada rápidamente. Como regla general, en las primeras
12 h debería administrarse la mitad del déficit de bicarbonato y evitar así las consecuencias de
corregir rápidamente el equilibrio ácido-básico extracelular en comparación con el del LCR. El
es posible (p. ej., mejorar la oxigenación tisular). Medidas como asegurar la vía aérea, administrar
oxígeno, restituir la volemia y el gasto cardíaco, son imprescindibles para el tratamiento. Deben
evitarse vasoconstrictores arteriales, ya que pueden empeorar la isquemia tisular. Si el bicarbonato
en plasma es inferior a 10 mmol/Les necesaria su administración por vía intravenosa a dosis a
menudo elevadas (hasta 600-800 mmol/día) debido a que la producción de ácido láctico puede
mantenerse elevada desde el inicio de un tratamiento adecuado. En ocasiones, para evitar la
sobrecarga circulatoria ha de asociarse tratamiento con furosemida. En caso de insuficiencia renal o
insuficiencia cardíaca debe recurrirse a la diálisis con bicarbonato. Este tratamiento está indicado
en acidosis láctica por un agente tóxico. En la acidosis láctica, igual que en las cetoacidosis, no deben
utilizarse soluciones alcalinizantes que contengan lactato (solución de Ringer lactato). Se está
investigando la utilidad del dicloroacetato, estimulador de la piruvato-deshidrogenasa, con
prometedores resultados 15
Alcalosis metabólica
Fisiopatología.
La alcalosis metabólica se caracteriza por un aumento del pH (descenso del [H+]), de la
concentración plasmática de bicarbonato (trastorno primario) y de la pCO2 ALTERACIONES DEL
EQUILIBRIO ÁCIDO-BÁSICO 1857 (trastorno secundario). El incremento de la pCO2 se debe a que el
descenso en la concentración de hidrogeniones deprime el centro respiratorio. Este aumento (en
mmHg) equivale a 0,5-1 veces el incremento de bicarbonato (en mmol/L). Esta hipoventilación
compensadora estará limitada por una posible hipoxemia arterial que casi nunca se produce, por lo
que la pCO2 raras veces sobrepasa los 50- 55 mmHg. La administración de bicarbonato en un
individuo normal provoca sólo una alcalosis metabólica transitoria, debido a que el riñón normal
excreta libremente el bicarbonato en exceso. Por tanto, para el desarrollo de una alcalosis
metabólica hace falta una causa inicial, que por lo general es la pérdida exagerada de ácidos
(hidrogeniones), y un factor de mantenimiento que evita que se elimine el exceso de bicarbonato por
la orina.
El álcali puede proceder de la administración exógena o endógena de bicarbonato. La generación
endógena es la más frecuente y generalmente proviene de la pérdida de ácido clorhídrico por el
tubo digestivo o la eliminación renal de ácido, en forma de cloruro amónico o acidez titulable, en
cantidad superior a la que ingresa en el organismo a través de la dieta y el metabolismo. En cuanto
al mantenimiento, existen tres mecanismos importantes. En primer lugar, la coexistencia de una
reducción de volumen perpetúa la alcalosis porque en ésta una gran proporción de sodio plasmático
va unido al ion bicarbonato y la reabsorción de sodio filtrado conduce a una reabsorción proximal
del álcali. Por tanto, toda alcalosis que se acompaña de reducción de volumen se corregirá con la
administración de cloruro sódico. De esta forma se disminuye la avidez por el sodio y, además, se
proporciona cloro como anión alternativo en la reabsorción de sodio. El resultado final es que puede
excretarse el exceso de bicarbonato por la orina. El segundo mecanismo importante de
perpetuación de la alcalosis es el hipermineralcorticismo. La aldosterona estimula la secreción de
hidrogeniones y potasio, y la reabsorción de sodio en el segmento cortical del túbulo colector. Un
exceso de actividad mineralcorticoide inicia y mantiene una alcalosis metabólica, puesto que por
cada hidrogenión secretado se regenera (y por tanto aumenta en plasma) un ion bicarbonato. Aquí
no existe ni reducción de volumen ni déficit de cloro y, por tanto, este tipo de alcalosis metabólica
no responde a la administración de cloruro sódico. Un tercer mecanismo no del todo aclarado es el
déficit de potasio. La alcalosis puede causar hipopotasemia por desplazamiento al espacio
Patogenia.
Las causas más frecuentes de alcalosis metabólica son los vómitos y los diuréticos. Los
vómitos o el drenaje de jugo gástrico representan para el organismo un suplemento de bicarbonato
equivalente a la cantidad de ácido perdida. Esto, en un principio, determina un aumento de la
excreción renal de bicarbonato sódico y potásico. Más tarde, cuando las pérdidas gástricas y
urinarias superan a la cantidad ingerida, a menudo reducida por los vómitos, se produce una
contracción del volumen extracelular con la consiguiente reabsorción proximal de bicarbonato y
perpetuación de la alcalosis. Aunque cesen los vómitos, la alcalosis persistirá hasta que se corrija el
déficit de volumen y de cloro. Los diuréticos tiazídicos y los del asa, administrados a dosis elevadas o
por vía intravenosa y sobre todo en pacientes sometidos a restricción sódica, pueden provocar una
importante alcalosis metabólica debido a una pérdida rápida de cloruro sódico por la orina
(“alcalosis por contracción”). La contracción de volumen yel hiperaldosteronismo secundario
perpetuarán la alcalosis hasta que se restablezca el balance hidrosalino. En pacientes con
hipercapnia crónica (acidosis respiratoria crónica), la insuficiencia respiratoria se acompaña de un
aumento compensador de la cifra de bicarbonato en plasma. Si mejora la respiración y desciende
bruscamente la pCO2, habrá en plasma un exceso de bicarbonato (alcalosis posthipercápnica) ya que
el riñón tardará unos días en excretarlo. Normalmente, esta alcalosis metabólica es transitoria, pero
los pacientes con dieta hiposódica y diuréticos presentan con frecuencia una disminución de
volumen y de cloro, por lo que la alcalosis posthipercápnica puede persistir indefinidamente a
menos que se administre cloruro sódico o cloruro potásico. La clorodiarrea congénita es una rara
enfermedad hereditaria asociada a un trastorno ileal de reabsorción de cloro en intercambio con el
bicarbonato. El intercambio catiónico de reabsorción de sodio y excreción de hidrogeniones está
conservado. Así, se pierden por las heces cloro e hidrogeniones y se retiene bicarbonato sódico. La
alcalosis se mantiene por la reducción de volumen y el hiperaldosteronismo secundario. El adenoma
velloso puede cursar con alcalosis metabólica por las exageradas pérdidas de Cl– y K+ que se
producen por el colon.
Los hipermineralcorticismos primarios producidos por la aldosterona o sus análogos
provocan una reabsorción exagerada de sodio y secreción de potasio e hidrogeniones en la porción
distal de la nefrona con la consiguiente generación de bicarbonato. En el síndrome de Cushing y en
el hiperaldosteronismo primario, la alcalosis metabólica suele ser ligera o moderada. En cambio, es
más acusada en la secreción ectópica de ACTH (carcinoma broncógeno), a la que también se asocia
una importante reducción de potasio. Estos estados se caracterizan por una expansión del volumen
del líquido extracelular. En el síndrome de Bartter, el mecanismo es múltiple y complejo: a la
alteración de la reabsorción del ion cloro en la porción ascendente del asa de Henle se asocia una
importante reducción de potasio, un hiperaldosteronismo secundario y, en ocasiones, pérdidas
exageradas de sodio por la orina y disminución de volumen. La alcalosis metabólica es moderada. El
síndrome de Liddle es un trastorno de etiología desconocida que cursa con alcalosis metabólica,
hipopotasemia, hipertensión y avidez exagerada por el sodio en la parte más distal de la nefrona,
que se corrige con la administración de triamtereno.
Una hipopotasemia se asocia con frecuencia a una alcalosis metabólica, pero no es causa de
esta última si no hay una intensa reducción de potasio (potasio sérico igual o inferior ‘a 2 mmol/L).
Sin embargo, un nivel disminuido de potasio puede ayudar al mantenimiento de una alcalosis
metabólica de otra etiología.
Como ya se ha citado, la administración de álcalis difícilmente es causa de alcalosis
metabólica, a no ser que haya una función renal deteriorada. Este es el caso del síndrome de leche
alcalinos, en el que se desarrollan una nefropatía hipercalcémica y una alcalosis como consecuencia
de la ingestión excesiva de calcio y álcali absorbibles, y es la nefropatía la que limita la excreción de
bicarbonato. Una acumulación transitoria de bicarbonato también puede aparecer por un
metabolismo retardado de ácidos orgánicos, como ocurre tras el tratamiento insulínico de una
cetoacidosis diabética, en la fase de recuperación de una acidosis láctica, tras una eficiente
hemodiálisis con acetato o después de transfusiones masivas en las que se administra al paciente 17
gran cantidad de citrato.
Tratamiento.
En las formas que cursan con reducción del volumen (vómitos, diuréticos) la administración
de cloruro sódico es suficiente para que el organismo elimine el exceso de bicarbonato por el riñón.
De todas formas, si coexiste una hipopotasemia es aconsejable añadir cloruro potásico, sobre todo
en la alcalosis inducida por diuréticos y en pacientes que toman digoxina. En las demás causas, la
administración de cloruro potásico es la base del tratamiento. No deben administrarse sales
orgánicas de potasio. En los hipermineralcorticismos el tratamiento consiste en corregir el déficit de
Acidosis respiratoria
Fisiopatología.
La acidosis respiratoria se caracteriza por un descenso del pH (aumento de [H+]) debido a
una elevación de la pCO2, y un aumento compensador de la cifra de bicarbonatos en plasma. La
producción de CO2 por los tejidos es muy elevada y su difusión a los hematíes y de éstos al alveolo
es muy rápida, por lo cual la acumulación del CO2 es casi siempre sinónimo de hipoventilación
alveolar. En la acidosis respiratoria aguda casi todos los hidrogeniones generados son amortiguados
por los tampones intracelulares, ya que el bicarbonato extracelular no puede tamponar el CO2. La
capacidad de tamponamiento intracelular es limitada, y en la acidosis respiratoria aguda (menos de
12-24 h) lo máximo que se eleva la cifra de bicarbonato en plasma es 2-3 mmol/L. Por cada 10
mmHg de incremento de la pCO2, la concentración sanguínea de bicarbonato aumenta en 1 mmol/L.
Es decir, en la fase aguda se produce un descenso brusco del pH sólo tamponado por la acumulación
intracelular de hidrogeniones sin apenas aumentar la bicarbonatemia. Si la hipercapnia se mantiene,
en el plazo de unas horas empieza a producirse un estímulo de la reabsorción proximal de
bicarbonato y de la secreción de hidrogeniones (amoniogénesis y acidez titulable), con el
consiguiente aumento de la cifra de bicarbonato en plasma. Este mecanismo compensador se
completa en 3-5 días, según el incremento de la pCO2. En la acidosis respiratoria crónica, el
bicarbonato plasmático se eleva 3-4 mmol/L por cada 10 mmHg de incremento de la pCO2 hasta
niveles de 80 mmHg. El resultado final es la elevación de la concentración sanguínea de bicarbonato.
Una vez completada la compensación renal, los valores de amonio urinario y excreción neta de ácido
se normalizan, lográndose una nueva situación estable que, aunque no logra normalizar el pH
sanguíneo, reduce la concentración de hidrogeniones a un 35-40% de la que se observaba en la fase
aguda. En estos estados crónicos, la cantidad de CO2 eliminada por los pulmones iguala la
producción tisular, sólo que a un nivel más elevado de pCO2.
Patogenia.
Las causas de la acidosis respiratoria se indican en la. Una acidosis respiratoria aguda se
produce por una depresión súbita del centro respiratorio (opiáceos, anestesia), por parálisis de los
músculos respiratorios (hipopotasemia) o alteración de la transmisión neuromuscular
(aminoglucósidos), por obstrucción aguda de las vías aéreas, por traumatismo torácico que dificulta
la ventilación y por paro cardiorrespiratorio. Las causas más frecuentes de acidosis respiratoria
Tratamiento.
El tratamiento de la forma aguda debe dirigirse a la enfermedad causal. La ventilación
mecánica es necesaria en las formas graves y/o acompañadas de hipoxemia. La ventilación asistida
ante una hipercapnia crónica está indicada sólo si existe un aumento agudo de la pCO2 (p. ej.,
neumonía sobreañadida), teniendo en cuenta que la oxigenoterapia puede disminuir o anular el
estímulo respiratorio en tales pacientes.
Alcalosis respiratoria
Fisiopatología.
La alcalosis respiratoria se caracteriza por un aumento del pH debido a una disminución de
la pCO2 como consecuencia de una hiperventilación. Al descender la concentración de
Patogenia.
La hiperventilación aguda con frecuencia se debe a una crisis acusada de ansiedad, aunque
también puede estar causada por enfermedades graves como una sepsis por gramnegativos (fases
iniciales), embolia pulmonar, neumonía o insuficiencia cardíaca congestiva. Otras causas de alcalosis
respiratoria aguda son: fiebre, intoxicación por salicilatos, enfermedades que afectan directamente
el centro respiratorio (ictus, encefalitis, meningitis, tumor cerebral, etc.). La alcalosis respiratoria
crónica es menos frecuente y por lo general se debe a enfermedades crónicas hepáticas o
pulmonares o neoplasias del SNC.
Tratamiento.
El tratamiento de la alcalosis respiratoria se basa en tratar la enfermedad causal. La
hiperventilación por crisis de ansiedad acostumbra a ceder haciendo respirar al paciente en un
ambiente rico en CO2 (mascarilla de ventimask con orificios tapados, por ejemplo), aunque si
fracasa esta maniobra está indicada la sedación.
21
Antes de describir las alteraciones del metabolismo de los hidratos de carbono es necesario
destacar su importancia y la necesidad de que esté estrechamente regulado. Por una parte, la
glucosa es el sustrato de la glucólisis, única vía para obtener energía (ATP) en condiciones de
anaerobiosis o en ausencia de mitocondrias, como ocurre en los hematíes.
Además, la glucosa es la principal fuente energética del cerebro, por lo que una disminución de la
glucosa disponible puede dañarlo significativamente. Esto justifica los complejos mecanismos de
control que el hígado ha desarrollado para mantener una glucemia constante.
La mayoría de los hidratos de carbono de la dieta provienen del almidón, la sacarosa y la
lactosa, que son hidrolizados a los monosacáridos libres, glucosa, fructosa y galactosa, en la pared
intestinal. La galactosa y la fructosa son rápidamente metabolizadas por el hígado mediante su
conversión a glucosa. Este metabolismo no está sujeto a regulación. La glucosa es utilizada como
fuente de energía por todos los tejidos. Sin embargo, el hígado sólo emplea una mínima parte de la
glucosa para obtener energía, ya que para ello consume principalmente ácidos grasos. Su función
fundamental es la conservación de la concentración plasmática de glucosa. Cuando ésta aumenta,
por ejemplo tras la ingestión, el hígado capta glucosa y la almacena en forma de glucógeno.
Cuando la glucemia disminuye, como ocurre en el ayuno, el hígado libera glucosa a la sangre en
beneficio del cerebro, los hematíes y otros tejidos. Esta glucosa proviene de la hidrólisis del
glucógeno o de la gluconeogénesis a partir de precursores no hidratos de carbono (piruvato, lactato,
glicerol y algunos aminoácidos).
Se incluyen bajo esta definición los trastornos genéticos que afectan la vía de formación del
glucógeno y las de su utilización.
El glucógeno es un polisacárido formado por moléculas de glucosa unidas entre sí
predominantemente por enlaces a-1,4 y en un 7-10% por enlaces a-1,6. Estas uniones confieren a la
molécula de glucógeno una estructura arbórea que permite acumular millones de moléculas de
glucosa sin variación de la presión osmótica. El contenido de glucógeno es superior en el hígado que
en el músculo (unos 70 mg/g de tejido y unos 15 mg/g de tejido, respectivamente). Sin embargo,
este contenido fluctúa notablemente como consecuencia de la alimentación y de los estímulos
hormonales. En el hígado, el glucógeno tiene como misión mantener la glucemia, y en el músculo, se
utiliza para la obtención de energía (ATP) durante la contracción muscular.
Las vías metabólicas de síntesis y degradación del glucógeno se esquematizan en la siguiente
figura.
23
27
Glucogenosis tipo VII o enfermedad de Tauri
Se debe a la deficiencia de la enzima fosfofructocinasa, cuya función es fosforilar la fructosa-
6-fosfato a fructosa-1,6- difosfato. Por lo tanto, un bloqueo de este paso determina la incapacidad
para la obtención de energía a partir de la glucosa libre o del glucógeno. La enzima es un tetrámero,
que en el músculo está formado por un único tipo de subunidades. En los hematíes se expresan dos
subunidades diferentes, la del músculo y la hepática. Los pacientes afectos de esta deficiencia
presentan una miopatía muscular con intolerancia al ejercicio acompañado de calambres,
mioglobinuria e hiperuricemia. Estos dos últimos síntomas son menos acusados que en la
glucogenosis tipo V, entidad clínicamente muy similar. Se diferencia, además, de esta última porque
los pacientes presentan anemia hemolítica (como consecuencia del déficit parcial de la
fosfofructocinasa eritrocitaria). El diagnóstico se basa en la demostración del déficit enzimático en
el músculo y el déficit parcial en los hematíes. Aunque la acumulación de glucógeno es moderada,
éste presenta una estructura lineal parecida a la que se detecta en la glucogenosis tipo IV. Esto se
debe al incremento de la G-6-P que se produce como consecuencia del bloqueo. Este incremento
activa la glucógeno-sintetasa, lo que ocasiona un desequilibrio de la relación entre la actividad de
esta última enzima y la ramificante. Estos pacientes no requieren una terapia específica, pero es
recomendable, a diferencia de las otras glucogenosis, no tomar hidratos de carbono antes del
ejercicio, ya que provocan una disminución de los ácidos grasos libres y cuerpos cetónicos, única
fuente alternativa del músculo en estos pacientes.
Se conocen tres trastornos del metabolismo de la galactosa que producen galactosemia: las
deficiencias de galactocinasa, galactosa-1-fosfato-uridiltransferasa y uridindifosfogalactosa- 4-
epimerasa. Estas tres entidades son de herencia autosómica recesiva y causan algún tipo de
síndrome tóxico. Por ello, es esencial establecer un diagnóstico y un tratamiento rápidos.
La fuente más importante de galactosa en la dieta es el disacárido lactosa, principal azúcar
de la leche. La hidrólisis de la lactosa por la lactasa intestinal la desdobla en sus dos componentes,
glucosa y galactosa. La galactosa es metabolizada en el hígado mediante una serie de reacciones
enzimáticas que tienen como objetivo su isomerización a glucosa, para su posterior utilización. El
metabolismo de la galactosa y sus trastornos tienen particular importancia en el recién nacido, cuya
nutrición está basada en la ingesta de leche.
La primera reacción es la fosforilación de la galactosa por la galactocinasa. El gen para esta
enzima se localiza en la zona q21-22 del cromosoma 17:
Deficiencia de galactocinasa
La galactocinasa es la enzima responsable de la fosforilación de la galactosa. En los
individuos afectos, las cataratas son normalmente la única alteración, aunque en algún caso se han
descrito trastornos neurológicos cuya relación con la enfermedad no ha sido totalmente aclarada.
La detección de los pacientes suele realizarse en el curso de proyectos masivos de
diagnóstico precoz de galactosemia. Su prevalencia se ha calculado en 1/40.000 recién nacidos. Esta
deficiencia debería investigarse en todos los individuos con cataratas nucleares. El primer paso
consiste en demostrar el aumento de galactosa y galactitol en sangre y orina tras la ingestión de
leche o la prueba de sobrecarga de galactosa. La confirmación del defecto enzimático se realiza
normalmente en sangre total, aunque también puede efectuarse en lisado de hematíes o fibroblastos
cultivados. Los individuos heterocigotos tienen una actividad intermedia.
La eliminación de la leche de la dieta parece ser suficiente para evitar el desarrollo de
cataratas, de modo que pueden tolerarse otras fuentes menores de galactosa, como legumbres,
verduras, derivados lácteos, productos farmacéuticos con galactosa como excipiente, etc.
Se ha postulado una predisposición de los heterocigotos a desarrollar cataratas precoces. La
cuestión no está todavía bien aclarada, pero, aun sin apoyo científico comprobado, parece
aconsejable para los heterocigotos restringir la ingesta de leche.
31
Fructosa ⟵Fructocinasa⟶Fructosa-1-fosfato
Fructosa-1-fosfato-aldolasa⟶Gliceraldehído +
+ Dihidroxiacetonafosfato
Deficiencia de fructosa-1,6-difosfatasa
Esta enzima es clave en la gluconeogénesis, pues posibilita el paso de fructosa-1,6-difosfato a
fructosa-6-fosfato. El paso inverso es catabolizado por la fosfofructocinasa, una enzima irreversible.
Se asocia a las alteraciones del metabolismo de la fructosa porque los pacientes, como en otros
bloqueos de la gluconeogénesis, presentan intolerancia a la fructosa.
Los síntomas pueden aparecer en el período neonatal o en la primera infancia. El cuadro
clínico se caracteriza por episodios de hiperventilación, apneas, hipoglucemia, cetosis y acidosis
láctica. Puede ser letal en el recién nacido. En otros casos las manifestaciones son más tardías,
después de los 6 meses y normalmente son desencadenadas por condiciones de ayuno, infecciones
febriles o ingesta de fructosa.
El diagnóstico se basa en pruebas funcionales de falta de respuesta al glucagón en ayunas. El
defecto de actividad enzimática debe investigarse en tejido hepático.
El tratamiento debe ser sintomático en los episodios agudos. Debe seguirse una dieta rica en
hidratos de carbono con restricción de fructosa y reducción de grasas y proteínas.
Si logran superarse los episodios neonatales, el pronóstico es bueno. Con tratamiento, el
desarrollo es normal y la tolerancia al ayuno mejora con la edad. El diagnóstico prenatal no es
posible.
33
LÍPIDOS
Hiperlipidemia Pág.35
Hipolipoproteinemia Pág.39
Lipidosis Pág.39
Sitosterolemia Pág.42
Colesterol Pág.43
Las grasas, también denominadas lípidos, son sustancias ricas en energía que sirven de fuente
principal de combustible para los procesos metabólicos del cuerpo. Las grasas se obtienen de los
alimentos o se forman en el cuerpo, mayormente en el hígado, y pueden ser almacenadas en las
células adiposas para su uso en cualquier momento. Las células adiposas también aíslan el cuerpo
del frío y ayudan a protegerlo de las lesiones. Las grasas son componentes esenciales de las
membranas celulares, de las vainas de mielina que envuelven las células nerviosas y de la bilis.
Las dos principales sustancias grasas presentes en la sangre son el colesterol y los triglicéridos. Las
grasas se adhieren a ciertas proteínas para desplazarse con la sangre; la combinación de grasas y
proteínas se denominan lipoproteínas. Las principales lipoproteínas son los quilomicrones, las
lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL), las lipoproteínas de baja densidad (LDL) y las
lipoproteínas de alta densidad (HDL).
Cada tipo de lipoproteína sirve para un propósito diferente y se descompone y se excreta en formas
ligeramente distintas. Por ejemplo, los quilomicrones se originan en el intestino y transportan
ciertos tipos de grasas digeridas desde los intestinos hacia la sangre. Luego una serie de enzimas
extraen la grasa de los quilomicrones para utilizarla como energía o para acumularla en las células
adiposas. Por último, el quilomicrón restante, despojado de la mayor parte de su grasa
(triglicérido), es extraído de la sangre por el hígado.
Si por la sangre circulan valores anormales de grasas, especialmente de colesterol, pueden aparecer
problemas a largo plazo. El riesgo de presentar arteriosclerosis y enfermedades de las arterias
coronarias o carótidas (y por consiguiente el riesgo de tener un ataque cardíaco o un accidente
vascular cerebral) aumenta con la concentración total de colesterol. Por consiguiente, los valores de
colesterol bajos son mejores que los elevados, aunque los valores muy bajos de colesterol pueden
también ser perjudiciales. Un valor ideal del colesterol total es probablemente de 140 a 200
miligramos por decilitro de sangre (mg/dl) o menos. El riesgo de un ataque cardíaco es más del
doble cuando el valor total del colesterol se aproxima a los 300 mg/dl. No todas las formas de
colesterol aumentan el riesgo de una enfermedad cardíaca. El colesterol transportado por las LDL
(conocido como colesterol nocivo) aumenta el riesgo; el colesterol transportado por las HDL
(conocido como colesterol benéfico) disminuye el riesgo y es beneficioso. Idealmente, los valores
del colesterol LDL deben ser inferiores a 130 mg/dl, mientras que los valores del colesterol HDL
deben ser superiores a 40 mg/dl. El valor HDL debe representar más del 25 por ciento del
colesterol total. El valor del colesterol total es menos importante como factor de riesgo de las
enfermedades cardíacas o de los accidentes vasculares cerebrales que la proporción colesterol
total/colesterol HDL o que la proporción LDL/HDL.
Colesterol Triglicéridos
Hiperlipidemia
La hiperlipidemia consiste en valores anormalmente elevados de grasas (colesterol,
triglicéridos o ambos) en sangre.
Los valores de lipoproteínas, particularmente el colesterol LDL, aumentan con la edad. Los valores
son normalmente más altos en los varones que en las mujeres, pero en éstas comienzan a elevarse
después de la menopausia. Los otros factores que contribuyen a elevar los valores de ciertos lípidos
(como el VLDL y LDL) comprenden los antecedentes familiares de hiperlipidemia, la obesidad, una
dieta con altos contenidos de grasas, la falta de ejercicio, un consumo moderado a elevado de
alcohol, fumar cigarrillos, la diabetes mal controlada y una glándula tiroides hipoactiva. La mayor
parte de las elevaciones en las concentraciones de triglicéridos y colesterol total son temporales y
no son graves, debiéndose principalmente a la ingestión de grasas.
Cada persona elimina las grasas de la sangre a un ritmo distinto. Una persona puede comer grandes
cantidades de grasas animales y no tener nunca el valor del colesterol total por encima de 200
mg/dl, mientras que otra puede seguir una dieta con pocas grasas y no tener nunca el valor del
colesterol total por debajo de 260 mg/dl. Esta diferencia parece estar en parte determinada
genéticamente y, en su mayor parte, relacionada con las diferentes velocidades a las que las
lipoproteínas entran y se eliminan de la sangre.
Síntomas y diagnóstico
Por lo general, los valores elevados de las grasas no provocan síntomas. Algunas veces, cuando los
valores son particularmente altos, los depósitos de grasas forman abultamientos en los tendones y
en la piel denominados xantomas. Las concentraciones muy elevadas de triglicéridos (800 mg/dl y
más) pueden causar un aumento del tamaño del hígado y del bazo, y síntomas de pancreatitis, como
un fuerte dolor abdominal. En cualquier momento se puede extraer una muestra de sangre para
medir la concentración del colesterol total. Sin embargo, las muestras de sangre para medir los
valores del colesterol HDL, del colesterol LDL y de triglicéridos son más fiables cuando se extraen
por lo menos tras 12 horas de ayuno.
Por el diagnóstico tenemos dos tipos:
Síntomas
´ Esta se podría decir es una enfermedad silenciosa, ya que sin ningún previo aviso, los
triglicéridos se van acumulando en la sangre, a través de la apoliproteina VLDL, la cual se va
depositando en las paredes arteriales ocasionando un reducción de la circulación de sangre a los
diferentes órganos y tejidos. Según estudios realizados, altas concentraciones de triglicéridos en
sangre podrían ser responsables de ataques cerebrales.
La sintomatología que causan los triglicéridos altos, está relacionada en forma directa con los
síntomas de las enfermedades vasculares, tales como:
Tratamiento
Los fármacos de primera elección frente a este problema son los fibratos, siendo de segunda
elección las estatinas . Se estima que el uso de los primeros causan un descenso de entre el 20 y el
50% de los triglicéridos y el empleo de estatinas causa un descenso de entre el 10 y el 25% (el
descenso será mayor si los valores iniciales de triglicéridos eran superiores a 250 mg/dL).
Además de los fármacos, la hipertrigliceridemia se trata mediante la modificación del estilo de vida,
es decir, practicando ejercicio físico, con el abandono del hábito tabáquico y la modificación de la
dieta. Algunas recomendaciones dietéticas son reducir la ingesta de alcohol, azúcares refinados,
féculas refinadas y limitar frituras, rebozados, grasa visible, derivados lácteos y pastelería. Además,
aquellas personas con exceso de peso deberán someterse a un régimen para perder peso.
Hiperlipidemias Hereditarias
Los valores del colesterol y de los triglicéridos son más elevados en las personas con
hiperlipidemias hereditarias, también llamadas hiperlipoproteinemias, que interfieren con los
mecanismos orgánicos de metabolización y eliminación de las grasas. Cada uno de los cinco tipos
principales de hiperlipoproteinemia provoca un perfil diferente de grasas en la sangre y un
conjunto distinto de riesgos.
La hiperlipoproteinemia Tipo 3
Es un trastorno hereditario poco frecuente que conduce a elevados valores de colesterol
VLDL y triglicéridos. En los varones con hiperlipoproteinemia tipo 3, los cúmulos grasos aparecen
en la piel en la etapa adulta temprana; en las mujeres, éstos aparecen de 10 a 15 años más tarde. En
ambos los depósitos aparecerán antes si existe sobrepeso. La arteriosclerosis obstruye con
frecuencia las arterias y disminuye el flujo de sangre a las piernas en las personas de mediana edad.
Los análisis de sangre muestran concentraciones elevadas de colesterol total y triglicéridos. El
colesterol en estos individuos es en su mayor parte VLDL. Estos sujetos tienen con frecuencia
diabetes leve y valores elevados de ácido úrico en la sangre.
El tratamiento supone alcanzar y mantener un peso ideal del cuerpo e ingerir menos colesterol y 39
grasas saturadas. Generalmente se necesitan fármacos que reduzcan los lípidos. Los valores
sanguíneos de grasa pueden ser casi siempre reducidos a valores normales, disminuyendo así la
incidencia de arteriosclerosis.
La hiperlipoproteinemia Tipo 4
Un trastorno frecuente que afecta a menudo a varios miembros de una misma familia,
provoca valores altos de triglicéridos. Este trastorno puede aumentar el riesgo de desarrollar
arteriosclerosis. Las personas con hiperlipoproteinemia tipo 4 suelen tener a menudo sobrepeso y
diabetes leve. Resulta beneficioso reducir peso, controlar la diabetes y evitar el consumo de alcohol.
También es beneficiosa la administración de un fármaco que reduzca los valores de lípidos.
La hiperlipoproteinemia Tipo 5
Es un trastorno poco frecuente en el que el organismo no puede metabolizar y eliminar
suficientemente el exceso de triglicéridos. Siendo en algunas ocasiones hereditario, este trastorno
puede en otras ser provocado por el abuso de alcohol, una diabetes mal controlada, insuficiencia
renal o la ingestión de alimentos después de un período de inanición. Cuando es heredado, el
trastorno habitualmente se manifiesta por primera vez en la etapa adulta temprana. Las personas
con hiperlipoproteinemia tipo 5 pueden tener un gran número de depósitos grasos (xantomas) en
la piel, un aumento en el tamaño del hígado y del bazo y dolor abdominal. Son frecuentes una
diabetes leve y altas concentraciones de ácido úrico. Muchas personas tienen sobrepeso. La
principal complicación es la pancreatitis, que suele producirse a menudo por ingerir grasas, y
puede resultar mortal. El tratamiento consiste en evitar las grasas en la dieta, adelgazar y no beber
alcohol. Pueden ser útiles los fármacos que reducen los lípidos.
Hipolipoproteinemia
La hipolipoproteinemia, o bajos valores de grasas en sangre, raramente constituye un
problema, pero puede indicar la presencia de otras enfermedades. Por ejemplo, los valores del
colesterol pueden ser bajos en alguien con un tiroides hiperactivo, anemia, desnutrición o cáncer, o
cuya absorción de alimentos en el aparato digestivo es defectuosa (malabsorción). Por
Algunos trastornos hereditarios hacen descender los valores de grasas lo suficiente como
para tener graves consecuencias. Las personas con hipobetali-poproteinemia tienen
concentraciones muy bajas de colesterol LDL pero, por lo general, no tienen síntomas y no
requieren ningún tratamiento.
Sin embargo, las personas con abetalipoproteine-mia no tienen colesterol LDL y no pueden
fabricar quilomicrones, lo que resulta en malabsorción de las grasas y de las vitaminas liposolubles,
movimientos anormales del intestino, deposiciones grasas (esteatorrea), glóbulos rojos de formas
aberrantes y ceguera provocada por retinitis pigmentaria. Aunque la abetalipoproteinemia no se
puede curar, la ingestión de dosis masivas de vitamina E y vitamina A puede retardar o disminuir
las lesiones del sistema nervioso. Las personas que sufren la enfermedad de Tangier tienen valores
extremadamente bajos de colesterol HDL, lo que produce alteraciones del funcionamiento nervioso
y agrandamiento de los ganglios linfáticos, amígdalas, hígado y bazo.
Lipidosis
Las lipidosis, enfermedades provocadas por anormalidades en las enzimas que
descomponen (metabolizan) las grasas, producen una acumulación tóxica de subproductos grasos
en los tejidos.
Las anormalidades en estas enzimas pueden llevar a la formación de sustancias grasas específicas
que normalmente habrían sido descompuestas por la enzima. Al cabo de un tiempo, la acumulación
de estas sustancias pueden ser nocivas para muchos órganos del cuerpo.
Enfermedad de Gaucher
La enfermedad de Gaucher es un trastorno hereditario que conduce a una acumulación de
gluco-cerebrósidos, un producto del metabolismo de las grasas. La anomalía genética que provoca
la enfermedad de Gaucher es recesiva; una persona afectada debe heredar dos genes anormales
para desarrollar los síntomas. Esta enfermedad produce un aumento de tamaño del hígado y del
bazo y una pigmentación pardusca de la piel. Las acumulaciones de glucocerebrósidos en los ojos
causan la aparición de puntos amarillos denominados pinguéculas. Las acumulaciones en la médula
ósea pueden causar dolor.
La mayoría de las personas que sufren la enfermedad de Gaucher desarrollan el tipo 1, la forma
crónica del adulto, que da como resultado el aumento de tamaño del hígado y del bazo junto con
anomalías en los huesos. El tipo 2, la forma infantil, se desarrolla en la infancia; los lactantes con
esta enfermedad tienen un bazo agrandado y graves alteraciones del sistema nervioso. Su cuello y
espalda pueden arquearse rígidamente a causa de los espasmos musculares. Por lo general mueren
en el término de un año. El tipo 3, la forma juvenil, puede comenzar en cualquier momento durante
la infancia. Los niños con esta enfermedad tienen el hígado y el bazo agrandados, anormalidades
óseas y alteraciones lentamente progresivas del sistema nervioso.
Los que sobreviven hasta la adolescencia pueden vivir durante muchos años. Las anomalías óseas
pueden provocar dolor y tumefacción en las articulaciones. Las personas gravemente afectadas
pueden también desarrollar anemia y una incapacidad para producir glóbulos blancos y plaquetas,
dando como resultado palidez, debilidad, susceptibilidad a las infecciones y hemorragias.
Muchas personas con la enfermedad de Gaucher se pueden tratar con una terapia de
reposición de enzimas, un tratamiento costoso en el que se suministran enzimas por vía
endovenosa, por lo general cada dos semanas. La terapia de reposición de enzimas es más eficaz
cuando no existen complicaciones del sistema nervioso. Las transfusiones de sangre pueden ayudar
a curar la anemia. Se puede extirpar quirúrgicamente el bazo para tratar la anemia, el bajo recuento
de glóbulos blancos y de plaquetas, o para calmar las molestias que ocasiona el bazo agrandado.
Enfermedad de Niemann-Pick
La enfermedad de Niemann-Pick es un trastorno hereditario en el que la deficiencia de una
enzima específica da como resultado la acumulación de esfingomielina, un producto del
metabolismo de las grasas. El gen responsable de la enfermedad de Niemann-Pick es recesivo, lo
que significa que un niño con esta enfermedad tiene un gen defectuoso heredado de ambos padres.
La enfermedad es más frecuente en las familias judías.
Enfermedad de Fabry
La enfermedad de Fabry es un raro trastorno hereditario que provoca una acumulación de
gluco-lípidos, un producto del metabolismo de las grasas. Debido a que el gen defectuoso es
transmitido por el cromosoma X, la enfermedad completa se manifiesta solamente en los varones,
quienes poseen sólo un cromosoma X.
La enfermedad de Fabry se puede diagnosticar en el feto por medio del estudio de una muestra de
las vellosidades coriónicas o mediante la amniocentesis. El tratamiento consiste en la toma de
analgésicos para ayudar a aliviar el dolor y la fiebre. Es incurable, pero los investigadores están
estudiando un tratamiento en el que la enzima deficiente se sustituya por medio de transfusiones.
Enfermedad de Wolman
La enfermedad de Wolman es un trastorno hereditario que se produce cuando se acumulan
tipos específicos de colesterol y de glicéridos en los tejidos. Esta enfermedad provoca el aumento de
tamaño del bazo y del hígado. Los depósitos de calcio en las glándulas suprarrenales hacen que se
endurezcan y también se produce diarrea grasa (esteatorrea). Los lactantes con la enfermedad de
Wolman mueren por lo general a los 6 meses de edad.
Xantomatosis cerebrotendinosa
La xantomatosis cerebrotendinosa es una rara enfermedad hereditaria que causa el
acúmulo de colestanol, un producto del metabolismo del colesterol, en los tejidos. Esta enfermedad
finalmente conduce a movimientos descoordinados, demencia, cataratas y depósitos grasos
(xantomas) en los tendones. Los síntomas de discapacidad suelen presentarse después de los 30
años. Si se instaura una terapia temprana con quenodiol, se ayuda a prevenir la progresión de la
enfermedad, pero no se pueden reparar las lesiones ya producidas.
Sitosterolemia
La sitosterolemia es una rara enfermedad hereditaria en la que las grasas de las frutas y los
vegetales se acumulan en la sangre y los tejidos. La formación de grasas conduce a la
arteriosclerosis, glóbulos rojos anormales y depósitos grasos en los tendones (xantomas). El
tratamiento consiste en reducir el consumo de alimentos como los aceites vegetales que son ricos
en grasas vegetales, y tomar la resina colestiramina.
Enfermedad de Refsum
La enfermedad de Refsum es un raro trastorno hereditario en el que el ácido fitánico, un
producto del metabolismo de las grasas, se acumula en los tejidos. Una acumulación de ácido
fitánico conduce a lesiones de los nervios y de la retina, movimientos espásticos y alteraciones
óseas y cutáneas. El tratamiento consiste en evitar el consumo de frutas verdes y de vegetales que
contienen clorofila. La plasmaféresis, que permite la extracción del ácido fitánico de la sangre, 43
puede ser útil.
Enfermedad de Tay-Sachs
La enfermedad de Tay-Sachs es un trastorno hereditario en el que los gangliósidos, productos
del metabolismo de las grasas, se acumulan en los tejidos. La enfermedad es más frecuente en las
familias de origen judío de Europa del este. A una edad muy temprana, los niños con esta
enfermedad retardan su desarrollo y sufren parálisis, demencia, ceguera y manchas de color rojo
cereza en la retina. Estos niños mueren generalmente a la edad de 3 o 4 años. La enfermedad de
Tay-Sachs se puede identificar en el feto mediante el estudio de una muestra de las vellosidades
coriónicas o mediante la amniocentesis. No existe tratamiento ni cura.
Esteatosis Hepática
Esteatosis es una enfermedad del hígado caracterizada por acumulación de ácidos grasos y
triglicéridos en las células hepáticas. Sinonimo de hígado graso.
Se refiere a una amplia gama de alteraciones del hígado, donde la alteración fundamental es la
acumulación excesiva de grasa (ácidos grasos y triglicéridos) en las células del hígado
(hepatocitos). La acumulación de grasa en los hepatocitos puede llevar a inflamación hepática, con
la posibilidad de desarrollar fibrosis y finalmente terminar en un daño hepático crónico (o cirrosis
hepática). Lo más frecuente es que se deba al consumo de alcohol y es un factor que siempre debe
considerarse ante un paciente con hígado graso, sin embargo, en los últimos años se ha reconocido
que una gran parte de los pacientes con hígado graso no consumen alcohol. Por lo tanto, se ha
acuñado entonces el término hígado graso no alcohólico (HGNA).
Etiopatogenia
Esteatosis por hipoxia: Anemias graves, insuficiencia cardiaca, hipoxia local (compresión),
intoxicación CO, déficit de vitaminas, toxicos.
Esteatosis toxica: C14C, fosforo, cobre, toxinas bacterianas, alcohol, aflatoxinas.
Colesterol
El colesterol es un esterol (lípido) que se encuentra en los tejidos corporales y en el plasma
sanguíneo de los vertebrados. Se presenta en altas concentraciones en el hígado, médula espinal,
páncreas y cerebro. La concentración actualmente aceptada como normal de colesterol en el plasma
sanguíneo (colesterolemia) de individuos sanos es de 150 a 200 mg/dL. Sin embargo, debe tenerse
presente que la concentración total de colesterol plasmático tiene un valor predictivo muy limitado
respecto del riesgo cardiovascular global (ver más abajo). Cuando esta concentración aumenta se
habla de hipercolesterolemia.
Dado que el colesterol es insoluble en agua, el colesterol plasmático sólo existe en la forma de
complejos macromoleculares llamados lipoproteínas, principalmente LDL y VLDL, que tienen la
capacidad de fijar y transportar grandes cantidades de colesterol. La mayor parte de dicho
colesterol se encuentra en forma de ésteres de colesterol, en los que algún ácido graso,
especialmente el ácido linoleico (un ácido graso de la serie omega-6), esterifica al grupo hidroxilo
del colesterol.
Actualmente se reconoce ampliamente el papel causal del colesterol presente en las lipoproteínas
de baja densidad (LDL) en la patogenia de la arteriosclerosis. De esta manera, la existencia
sostenida de niveles elevados de colesterol LDL (popularmente conocido como "colesterol malo")
por encima de los valores recomendados, incrementa el riesgo de sufrir eventos cardiovasculares
(principalmente infarto de miocardio agudo) hasta diez años después de su determinación, tal
como lo demostró el estudio de Framingham iniciado en 1948. De manera interesante, el colesterol
presente en las lipoproteínas de alta densidad (HDL) ejercería un rol protector del sistema
cardiovascular, que por ello se conoce como "colesterol bueno".
Así, el colesterol tiene un impacto dual y complejo sobre la fisiopatología de la arteriosclerosis, por
lo que la estimación del riesgo cardiovascular basado sólo en los niveles totales de colesterol
plasmático es claramente insuficiente. Sin embargo, y considerando lo anterior, se ha definido
clínicamente que los niveles de colesterol plasmático total (la suma del colesterol presente en todas
las clases de lipoproteínas) recomendados por la Sociedad Norteamericana de Cardiología (AHA)
son:
45
Las alteraciones del metabolismo de los AA tienen generalmente una base genética:
Por déficits enzimáticos: Que ocasionan un bloqueo de las vías metabólicas de los AA lo que
provoca un acúmulo de los metabolitos previos y un descenso de la síntesis de productos
posteriores.
Por alteración de las proteínas de transporte de AA a través de la membrana celular.
Trastorno del ciclo de la urea: Se dan por déficits de los enzimas implicados en la ureagénesis. Al
bloquar el ciclo se acumula el amonio dando un cuadro de hiperamoniemia que puede ser causa de
encefalopatía.
Trastorno del metabolismo de AA aromáticos: Fenilalanina, tirosina
Trastornos de fenilalanina: Hiperfenilalaninemia, Fenilcetonuria: Provoca un trastorno del
desarrollo mental i déficits motores (oligofrenia fenil pirúbica).
Alcaptonuria: Da lugar a un ennegrecimiento de la orina y del sudor.
Albinismo: Déficit de síntesis de melanina que da una ausencia de coloración.
Trastorno del metabolismo de AA ramificados: Valina, leucina, isoleucina
Enfermedad de la orina con olor a jarabe de arce (como azúcar quemado): Cetoacidosis, retraso
mental y diversas manifestaciones neurológicas.
Los problemas clínicos asociados son: Una alteración de la matriz ósea, problemas oculares como 47
una luxación del cristalino, en la mayoría de casos facilita el desarrollo de aterosclerosis y
trombosis aumentando la prevalencia de episodios cardiovasculares.
Por defecto de transporte a través de la membrana celular: La más destacada es la cistinuria que da
lugar a cálculos renales por la precipitación de las proteínas.
Enfermedad de Hartnup: Es una de las más frecuentes provocadas por un déficit de triptófano lo que
determina una menor síntesis de nicotinamida manifestándose como pelagra.
Suele denominarse como la enfermedad de las tres D: dermatitis (úlceras cutáneas escamosas),
diarrea y demencia (confusión mental y alucinaciones).
Síndrome de Fanconi: Es una aminoaciduria provocada por un déficit de reabsorción tubular de
todos los AA y también de fosfatos y glucosa.
Defecto de transporte en los lisosomas: Cistinosis = Enfermedad hereditaria en la que la cistina se
deposita en los lisosomas y el citoplasma de múltiples células acumulándose así en los tejidos.
Existen varia formas clínicas: una infantil más grave con afectación renal y sistémica (ocular, SNC,
ósea, hepatoesplenomegalia) y una forma juvenil y del adulto más leve (afectación sólo
sistémica).
Las hipoalbuminemias provocan edema (por pérdida presión oncótica), ascitis, derrame pleural y
déficit de cicatrización de heridas.
Hipoglobulinemias:
1. Déficit de alfa-1 antitripsina: Da lugar a hepatopatía crónica (cirrosis hepática) y
enfisema a nivelpulmonar.
2. Déficit de globulinas: Se estudia en el capítulo de las inmunodeficiencias (congénitas
o adquiridas):
3. Agamaglobulinemia ligada al sexo (IgM, IgG, IgA baja)
4. Déficits específicos (IgA)
5. Inmunodeficiencia variable común
6. Hipogamaglobulinemia transitoria de la infancia
7. Amiloidosis
8. Enfermedad de las cadenas pesadas
9. Crioglobulinemia
Tipo I: Solo hay una Ig monoclonal única. Típica del mieloma, macroglobulinemia de
Waldenstrom, Leucemia Linfàtica Cronica (LLC) o gammapatía monoclonal idiopática.
NUTRICIÓN
51
OBESIDAD
Definición.
La obesidad puede definirse como un exceso de grasa que condiciona un riesgo para la salud.
Los principales problemas para aplicar esta definición en la práctica diaria son: a) la dificultad para
cuantificar de forma precisa la cantidad de grasa del individuo, y b) la dificultad para definir el
exceso que determina un riesgo para el individuo. Mediante la exploración física del paciente, es
posible tener una impresión subjetiva del grado de obesidad; sin embargo, se requieren otros
indicadores más objetivos para poder decir que un paciente es obeso y determinar el grado de
obesidad que presenta. Los indicadores más utilizados en la actualidad son el porcentaje del peso
actual con respecto al ideal y el índice de masa corporal.
Porcentaje del peso actual con respecto al peso ideal. Clásicamente se utilizan las tablas de
peso y talla ideales realizadas por la Metropolitan Life Insurance Company a partir de 4.200.000
individuos sanos.
Dichas tablas indican el peso asociado a una menor mortalidad tanto en varones como en
mujeres de 25 a 60 años y en función de la talla. Estas tablas presentan los siguientes
inconvenientes: a) la muestra utilizada no es representativa de la población general por el hecho de
Este índice se relaciona de manera importante con la proporción de grasa corporal medida
con otros métodos de refe rencia. Mediante el IMC, los pacientes que presentan un gran desarrollo
de la musculatura pueden clasificarse como obesos cuando realmente no lo son. En función del IMC,
según GARROW, los pacientes pueden clasificarse en diferentes grados de obesidad. Por encima de
25 kg/m2, cuanto mayor sea el IMC, mayor es el riesgo para la salud. Estas tablas se han elaborado a
partir de la población sana norteamericana. Sin embargo, hay que señalar que la cantidad de masa
grasa del individuo aumenta con la edad. En el caso del varón, el porcentaje del peso en forma de
grasa aumenta del 21% a los 25 años al 32,4% a los 85 años. En el caso de las mujeres aumenta del
27,8% a los 25 años al 36,7% a los 85 años. El IMC ideal que entraña menor mortalidad también
aumenta con la edad. A partir de los 20 años, el IMC ideal aumenta 1 kg/m2 por cada década.
Otros métodos. La grasa corporal periférica puede estimarse mediante la medición de los
pliegues subcutáneos de grasa con la ayuda de un lipocalibrador de presión constante. El pliegue
subcutáneo que mejor se relaciona con la cantidad de grasa periférica es el medido en el tríceps.
Comparando los valores obtenidos con los valores de referencia se puede estimar el grado de exceso
de grasa depositada en los tejidos periféricos. Un pliegue tricipital superior al 160% del valor de
referencia (12 mm en el varón y 24 mm en la mujer) es indicativo de obesidad. Mediante simples
fórmulas puede determinarse la cantidad de grasa del individuo con la ayuda de la medición de
diferentes pliegues. Existen diversas formas de estimar con precisión la cantidad de grasa que
presenta el individuo, como la medición de la densidad corporal o los métodos isotópicos. Debido al
elevado coste de estas técnicas, se hallan relegadas a la investigación.
Epidemiología.
El porcentaje estimado de la población que presenta sobrepeso u obesidad depende en gran
medida del método usado, de la definición de obesidad y de la edad, el sexo y el tipo de población. La
prevalencia de sobrepeso u obesidad es superior en los países desarrollados, aunque existen
grandes diferencias entre ellos. Considerando el sobrepeso como un exceso ponderal superior al
120% del peso ideal, su prevalencia en los países desarrollados varía del 15 al 40% de la población.
Esta prevalencia aumenta considerablemente con la edad. El nivel socioeconómico influye de forma
importante. En algunos países los niveles sociales más desfavorecidos presentan una prevalencia
mayor, aunque puede darse la situación inversa en otros países o poblaciones. Cuanto mayor es
eldesarrollo económico, mayor es la prevalencia de obesidad grave. El 8% de los varones y el 10,8%
de las mujeres de EE.UU. presentan obesidad grave (IMC superior al percentil 95).
Gasto energético. El papel de la alteración del gasto energético como factor etiológico de la
obesidad es defendido por los grupos que consideran que el obeso ingiere más calorías de lo
normal. Un obeso puede ganar grasa o peso debido a que desprende menos energía en forma de
calor de la que realmente ingiere, siendo ésta acumulada en el organismo. Un individuo también
puede desarrollar obesidad cuando su gasto energético total es inferior al normal. El gasto
energético de un individuo depende de tres componentes: a) el gasto energético basal, que
representa el medido tras 12 h de ayuno, en situación de reposo y en condiciones ambientales
neutrales; b) el gasto energético que condiciona la actividad física, y c) la termogénesis, que
comprende el aumento del gasto energético frente a diversos estímulos, como la exposición al frío, a
ciertos fármacos, al estrés, o bien la respuesta a la ingesta de alimentos o nutrientes,
denominadatermogénesis posprandial o efecto térmico de la alimentación.
1. Gasto energético basal. El gasto energético basal (50- 70% del gasto energético total) o
gasto de energía para el mantenimiento de los procesos vitales en condiciones termoneutraleses
superior en los individuos obesos cuando se expresa en kilocalorías diarias. La masa magra del
individuo es el principal determinante del gasto energético basal. Por ello las mujeres presentan un
gasto energético inferior al de los varones. El gasto energético basal expresado por unidad de masa
magra no difiere entre un individuo obeso y otro normal. Ello se debe a que el individuo obeso,
además de tener más grasa, tiene mayor cantidad de masa magra. Por consiguiente, el paciente
obeso necesita un aporte extra de energía para mantener su composición corporal. Así pues, el
individuo obeso tiene un gasto energético basal por kilogramo de peso inferior al de un individuo no
obeso. Estudios recientes demuestran que el gasto energético basal o de reposo puede tener un
componente genético, dado que existen familias que presentan un gasto energético inferior al de
otras. Estudios recientes realizados tanto en adultos como en niños o recién nacidos sugieren que
los individuos que presentan un menor gasto energético pueden ganar peso más fácilmente. La
variabilidad interindividual del gasto energético puede explicar por qué puede conseguirse el
mantenimiento del peso ingiriendo diferentes cantidades de energía.
2. Gasto energético que condiciona la actividad física. Es el componente más variable del
gasto energético del individuo. El gasto energético frente a una actividad física particular es
superior en el individuo obeso debido a que éste tiene que realizar un mayor esfuerzo para
desplazarse. Sin embargo, el paciente obeso es menos activo y en general realiza menos actividad
física. Debido a la gran variabilidad de este componente es difícil comprobar si existen diferencias
entre obesos y normales en cuanto al gasto energético debido a la actividad.
3. Gasto energético posprandial. El gasto energético de un individuo aumenta en situación
posprandial. Este aumento depende en gran medida de la cantidad de energía ingerida y del tipo de
dieta consumida. El gasto energético posprandial (también denominado termogénesis posprandial)
representa el coste energético de la absorción, la digestión y, sobre todo, la metabolización de los
nutrientes, procesos que consumen energía. Alrededor del 10-15% de la energía ingerida en una
dieta equilibrada se pierde en forma de calor. El individuo obeso puede tener una termogénesis
inducida por la alimentación normal o disminuida en comparación con un individuo no obeso.
Diferentes factores han sido incriminados en esta alteración de la termogénesis posprandial.
Estudios recientes sugieren que esta afectación se produciría sobre todo en los obesos que
presentan un hiperinsulinismoligado a una resistencia a la insulina. La mayoría de los experimentos
con animales genéticamente obesos a los que se les induce obesidad muestran alteraciones de la
termogénesis de causas diversas (afectación hipotalámica, capacidad de respuesta del tejido
adiposo pardo a las catecolaminas). La alteración de la termogénesis no puede considerarse la única
causa de obesidad debido a que este componente del gasto energético es muy pequeño con respecto
al total del organismo.
55
Aporte energético de la dieta. La mayoría de los estudios realizados en animales de
experimentación que desarrollan obesidad muestran que la hiperfagia es una causa de obesidad.
Debido a la dificultad para estimar correctamente la ingesta calórica de un individuo, es difícil
afirmar que un individuo obeso ingiere un exceso de energía. Estudios recientes sugieren que, en
general, la población obesa tiende a subestimar inconscientemente la ingesta energética. Esta
subestimación es del 34-54% en los individuos obesos y de sólo el 0-20% en los no obesos.
Actualmente no se sabe con certeza si la hiperfagia asociada a la obesidad es la causa o la
consecuencia de la enfermedad.
Fisiopatología.
Cuando un individuo se encuentra en balance energético positivo, se acumulan lípidos en el
tejido adiposo, aumenta el tamaño de los adipocitos y se produce su hipertrofia. En el momento que
los adipocitos han alcanzado su tamaño máximo, se forman nuevos adipocitos a partir de los
preadipocitos o células adiposas precursoras, estableciéndose una hiperplasia. El paciente muy
obeso que desarrolla una hiperplasia adiposa y empieza a adelgazar con una dieta, reducirá el
tamaño pero no el número de adipocitos.La diferenciación de las células adiposas es influida en
parte por la lipoproteinlipasa (LPL). La actividad de esta enzima se encuentra aumentada en la
obesidad, aunque se desconoce si dicho aumento es causa o consecuencia de aquélla.
Según la distribución regional de la grasa acumulada es posible clasificar las obesidades en
androides y ginecoides.
Asociaciones clínicas.
Hiperinsulinemia, resistencia a la insulina y diabetes. El incremento de peso se asocia con
frecuencia a un aumento de los niveles plasmáticos basales de insulina. Tanto la secreción
pancreática como los nivelesplasmáticos de insulina se hallan aumentados ante la estimulación.
Además, existe una insulinorresistencia debido tanto a la disminución del número de receptores de
insulina como a un probable defecto posreceptor. El aumento de la resistencia y el incremento de las
necesidades de insulina pueden determinar en el individuo obeso el fallo pancreático y la aparición
de diabetes mellitus secundaria a la obesidad. La prevalencia de diabetes mellitus no
insulinodependiente (DMNID) es 3 veces superior en los individuos obesos, y en la mayoría de los
casos puede controlarse reduciendo el peso del paciente.
Hipertensión arterial. La resistencia a la insulina y el hiperinsulinismo pueden ser los
responsables del aumento de la reabsorción tubular renal de sodio que presenta el paciente obeso y,
por este mecanismo, explicar la alta prevalencia de HTA. Otros factores pueden estar implicados en
la aparición de HTA del individuo obeso, ya que los pacientes con un insulinoma mantienen cifras de
Tratamiento y pronóstico. 59
El tratamiento de la obesidad es normalmente frustrante tanto para el enfermo como para el
médico. Para alcanzar el éxito del tratamiento, el médico debe comprender la enfermedad y al
paciente y ser perseverante en los objetivos que se plantee.
Establecimiento de objetivos. El éxito del tratamiento depende en gran medida de la
motivación que tenga el enfermo para adelgazar. Los factores más frecuentes que motivan la
pérdida de peso son: a) la búsqueda de la estética; b) la dificultad para respirar o realizar esfuerzos;
c) la esterilidad; d) el dolor de espalda o articular; e) la perspectiva de una intervención quirúrgica;
f) el intento de reducir la medicación (insulina, antihipertensivos); g) el miedo a las enfermedades
cardiovasculares, y h) la presencia de una cardiopatía isquémica o enfermedad invalidante.
Para valorar el riesgo que entraña una obesidad se deben considerar el grado de obesidad, el
sexo, la edad, la distribución de la grasa y los trastornos asociados que presenta el individuo obeso.
Estos factores condicionarán la agresividad ylos objetivos del tratamiento. Así, por ejemplo, ante un
paciente joven diabético que presenta una obesidad androide y un IMC de 40 se debe plantear un
tratamiento agresivo de su obesidad y mantener como objetivo un IMC próximo a 25 kg/m2. Por el
contrario, el objetivo ante una mujer de 65 años con el mismo IMC que el paciente anterior que
presenta una gonartrosis será el de llegar a una pérdida de 10-20 kg de peso de forma más
paulatina.
Así pues, ante todo obeso se debe establecer: a) el peso o IMC al final del tratamiento; b) el
tiempo para conseguir el objetivo provocando el mínimo de efectos indeseables, y c) el método que
se ha de seguir. La siguiente representa los límites de velocidad aconsejada de pérdida de peso
utilizando cualquier tipo de método de tratamiento de la obesidad.
Una pérdida acelerada aumenta el riesgo de exagerar la pérdida de masa magra del
individuo, favoreciendo la recuperación de peso. Con una pérdida de peso menor a la aconsejada se
corre el riesgo de desmotivar al paciente. Durante la primera semana de dieta hipocalórica, la
disminución de peso es superior. Ello es debido a la pérdida de grasa, agua y glucógeno. Para que se
reduzca en 1 kg el peso cada semana, es necesario someter al paciente a un déficit diario de 1.000
kcal en el balance energético del organismo. Es importante informar al paciente del tiempo
necesario para reducir su peso hasta el objetivo deseado. En el caso de no actuar de esta forma se
corre el riesgo de abandono del tratamiento.
Dieta hipocalórica. Los regímenes adelgazantes deben aportar una cantidad de energía
inferior a la necesaria para el mantenimiento del peso y, a la vez, una cantidad equilibrada de
nutrientes de forma aceptable para el paciente. En la práctica se debe estimar la cantidad apropiada
de calorías y observar los resultados a las 3-4 semanas para proceder a los ajustes necesarios. El
papel del dietista en la conversión del aporte energético prescrito por el médico en forma de
alimentos aceptables para el paciente es imprescindible. La reducción del aporte calórico se
realizará de forma importante a expensas de una disminución del aporte lipídico, del alcohol y de
los azúcares simples, teniendo siempre en cuenta los hábitos naturales de alimentación del paciente.
En las dietas que aportan menos de 1.200 kcal/día es difícil de mantener las cantidades de
vitaminas y oligoelementos necesarias para el organismo, por lo que deben prescribirse
suplementos de vitaminas y minerales. Las dietas deben aportar al menos 0,8 g de proteínas de alta
calidad biológica por kilo gramo de peso corporal. La utilización de dietas no equilibradas no es
recomendable. Las dietas ricas en grasas y pobres en hidratos de carbono son cetogénicas y reducen
el apetito y el peso. Sus efectos secundarios no justifican su utilización.
Las dietas muy hipocalóricas (menos de 500 kcal/día) con alta proporción de proteínas de
alta calidad e hidratos de carbono, enriquecidas con vitaminas y oligoelementos, pueden utilizarse
bajo control médico hospitalario durante períodos de tiempo no superiores a 12 semanas. Su uso se
limitará al paciente obeso con alto riesgo inmediato o bien como prueba diagnóstica de una
obesidad refractaria. Diversos autores justifican su utilización ante la motivación inicial de pérdida
de peso. Las contraindicaciones más importantes de este tipo de dietas están determinadas por la
presencia de: a) hiperuricemia o gota; b) insuficiencia renal; c) diabetes mellitus, y d) alteraciones
del ritmo cardíaco. Es peligroso utilizar dietas muy hipocalóricas durante la gestación o el
crecimiento.
Actividad física. El ejercicio físico sólo puede considerarse un pilar esencial en el tratamiento
de la obesidad grados I y II. El ejercicio físico mejora la sensibilidad a la insulina y debe
promocionarse como una medida de salud de la población. En el caso de obesidad moderada o
importante resulta un medio muy ineficaz debido a la frecuente intolerancia que presenta el obeso
ante el ejercicio y al bajo incremento del gasto energético que ocasionan los ejercicios moderados y
de corta duración.
Farmacoterapia de la obesidad. La medicación para adelgazar puede considerarse como un
medio complementario, a corto plazo, del tratamiento dietético. El uso prolongado de fármacos que
reducen el peso no se ha mostrado eficaz y produce efectos secundarios. Se han ensayado
medicamentos que reducen la absorción de nutrientes en el intestino, que producen un aumento del
gasto energético o bien tienen efectos anorexígenos. El uso indiscriminado de los dos primeros
grupos de medicamentos no se encuentra completamente justificado en la actualidad. La mayoría de
los anorexígenos ejercen importantes efectos secundarios y producen adicción. Actualmente se
preconizan los fármacos serotoninérgicos como la dexfenfluramina y la fluoxetina. La
dexfenfluramina, en 2 tomas de 15 mg/día, además de la pérdida de peso transitoria puede
provocar sequedad de la boca, diarrea y sedación. Entre sus contraindicaciones destacan la HTA
grave, la enfermedad isquémica cardíaca, el glaucoma y la drogadicción. La fluoxetina, a dosis de 60
mg/día, también se asocia a una pérdida de peso transitoria. Este fármaco posee efectos
antidepresivos, por lo que sería de elección en pacientes obesos con depresión endógena. Los
beneficios del uso de fármacos anorexígenos raras veces superan las desventajas. Una vez
suprimida la medicación, el peso se recupera si no se establecen medidas eficaces de control.
Modificación del comportamiento. El comportamiento alimentario del individuo no es innato,
sino que se aprende.
Por ello, algunos profesionales consideran que la conducta alimentaria de un obeso puede
reconducirse con la finalidad del control del peso. Si bien la psicoterapia y el psicoanálisis no se han
mostrado muy útiles en el tratamiento de la obesidad, la terapia de conducta ligada a la dieta puede 61
ser una herramienta útil a largo plazo. Consiste en una serie de medidas encaminadas a: a) el
aprendizaje de una serie de conocimientos sobre la dieta, el ejercicio físico y la forma de vida; b) la
estimulación para el autorregistro de lo que ingiere el paciente, dónde lo come, con quién, qué
sentimientos tiene a la hora de comer y el grado de hambre o saciedad que presenta; c) la inducción
paulatina de cambios en la forma de comer y el estilo de vida (no comer a deshoras, comer en la
mesa, establecer un horario en las comidas, comer lentamente, no realizar otras actividades
mientras se come), y d) el control de los estímulos individuales y sociales que inducen a comer. La
terapia comportamental requiere mucho tiempo y puede realizarse en grupos dirigidos por el
mismo médico, dietista o psicólogo.
Cirugía de la obesidad. Algunos pacientes con obesidad mórbida (IMC superior a 40) que han
realizado múltiples intentos de pérdida de peso convencionales sin lograr un adelgazamiento
duradero y que presentan graves complicaciones secundarias a la obesidad (diabetes, SAOS,
insuficiencia cardíaca, tromboflebitis, HTA difícil de controlar) pueden ser candidatos al tratamiento
quirúrgico.
La cirugía radical de la obesidad determina una reducción de peso corporal (entre el 40 y el
80% del peso inicial). La mayor parte se pierde durante los primeros 6 meses postintervención
quirúrgica.
La derivación yeyunoileal es una medida efectiva para la reducción de peso, pero presenta
grandes inconvenientes para el paciente. Las complicaciones no quirúrgicas más importantes
incluyen diarrea, pérdida de electrólitos, deficiencias vitamínicas, hepatotoxicidad, litiasis renal,
seudobstrucción intestinal y osteoporosis.
La cirugía gástrica intenta reducir el reservorio del estómago con la finalidad de producir
una rápida sensación de saciedad con pequeñas cantidades de alimentos. La gastroplastia vertical u
horizontal es la técnica más utilizada y popular debido a que produce menos complicaciones que la
cirugía intestinal. Los efectos secundarios de estas intervenciones son: vómitos y sus trastornos
electrolíticos secundarios, intolerancia a ciertos alimentos, intolerancia al frío y, con menor
frecuencia dehiscencia de la herida, dilatación y obstrucción gástricas.
El seguimiento posterior del paciente intervenido es esencial, ya que se requiere el control
tanto de lo que ingiere como del procedimiento quirúrgico realizado. Estos pacientes deben tomar
suplementos de vitaminas y minerales y, en ocasiones, de otros nutrientes. Un porcentaje de los
individuos obesos a los que se ha practicado la intervención recuperan el peso perdido. Incluso
teniendo en cuenta estos problemas, la cirugía de la obesidad es la mejor opción de tratamiento
para una minoría de obesos mórbidos.
Recuperación del peso perdido. La dificultad más importante del tratamiento de la obesidad
es el mantenimiento del peso perdido. Cuanto mayor es la adiposidad, mayor es la dificultad para
BULIMIA
Concepto.
La bulimia nerviosa es un trastorno del control de la ingesta alimentaria caracterizado por:
a) episodios recurrentes de ingesta masiva de alimentos; b) conciencia de anormalidad de la
conducta y temor a no poder controlarla; c) finalización de la ingesta con dolor abdominal,
hipersomnia, vómito autoinducido y/o interrupción de la actividad social, y d) normopeso o ligero
sobrepeso, rara vez obesidad. La bulimia es un síndrome “secreto”, puesto que desde su inicio hasta
su valoración médica transcurren 3-5 años. El paciente bulímico prototípico es una mujer de 14 a 40
años. Pasada esta edad la aparición de síntomas de hiperfagia debe hacer sospechar una entidad
patológica orgánica encubierta.La prevalencia en la mujer adulta es del 1-2%. Se ha estimado, no 63
obstante, una proporción del 15% de conductas bulímicas esporádicas, vinculadas a estados de
ansiedad (doom bulimia) y depresión (gloom bulimia), sin las características clínicas del síndrome
completo.
Etiopatogenia.
Al igual que la anorexia nerviosa, el origen de la bulimia se supone multifactorial. No
obstante, los estudios familiares sugieren una posible transmisión genética. La proporción de
conductas anómalas alimentarias en familiares de bulímicas es el 9,6%, en comparación con el 2,2%
de familiares de controles. Igualmente, los estudios con gemelos revelan que la concordancia en
pares monocigotos es de alrededor del 83% frente al 27% en pares dicigotos. Desde el punto de
vista neuroquímico, los mecanismos que controlan la ingesta alimentaria son complejos. Intervienen
mecanismos periféricos (péptidos gastrointestinales, aferencias vagales, etc.) y neurotransmisores
centrales. De estos últimos, la noradrenalina, la serotonina (5-HT), los opioides, el péptido YY y la
colecistocinina (CCK) parecen intervenir en la regulación de la duración y la cantidad de los
alimentos ingeridos. Algún estudio ha encontrado en bulímicas cantidades anormales en plasma y
LCR de 5-HT y CCK. Especialmente la 5-HT parece intervenir de forma decisiva en la patogenia
inicial del síndrome bulímico. Se ha postulado un tono hiposerotoninérgico que contribuiría a una
reducción de la sensación de saciedad y a un incremento de la cantidad, duración y tiempo de la
ingesta. En efecto, la sensación de saciedad normal depende en gran medida de la proporción de
hidratos de carbono y proteínas de la ingesta. El total de calorías de la ingesta en bulímicas puede
llegar a ser muy alto (3.117-7.774/24 h), en favor de los hidratos de carbono (50%) y las grasas (38-
43%) y en detrimento de las proteínas (8-14%). Se ha postulado que la conducta bulímica
representa un intento de compensar una deficiencia crónica de 5-HT. La ingesta masiva de hidratos
de carbono induce una caída insulinodependiente de los aminoácidos competidores (tirosina,
fenilalanina, etc.) del triptófano por el transportador cerebral, facilitando la entrada de éste e
incrementando las tasas endógenas de 5-HT. La segunda evidencia de esta hipótesis es el efecto
claramente antibulímico de los antidepresivos selectivos de la 5-HT. Además, estas propiedades
antiingesta suceden independientemente del estado afectivo de las pacientes.
Cuadro clínico.
En las bulímicas son característicos tres rasgos comportamentales: a) ingesta compulsiva,
caracterizada por el consumo rápido de grandes cantidades de alimentos de cualquier naturaleza,
aunque preferentemente de alto contenido calórico; b) vómito autoinducido posprandial, que no
está asociado necesariamente al temor de engordar, sino sobre todo a eliminar la cantidad
desproporcionada de alimento ingerido, y c) sentimientos de menosprecio y culpa. Con frecuencia,
Evolución y pronóstico.
La comorbilidad y las complicaciones médicas de la bulimia nerviosa son los aspectos más
relevantes en este apartado. La comorbilidad con patología afectiva oscila entre el 24 y el 88%
según las series estudiadas. Tanto los trastornos depresivos unipolares como los bipolares tienen
una incidencia elevada en familiares de bulímicas, por lo que se ha establecido la hipótesis de una
diátesis afectiva entre depresión y control de la conducta alimentaria en la mujer. El abuso de
sustancias y alcohol oscila entre el 9 y el 55%. Finalmente, los trastornos de personalidad
sobresalientes en las bulímicas son de tipo asocial, histriónico y narcisista en el 25-53% y de
propensión a la ansiedad en el 30-35%. Las complicaciones médicas más frecuentes son: a)
anomalías electrolíticas en el 50% de las bulímicas (alcalosis metabólica, 27,4%; hipocloremia,
23,4%; hipopotasemia, 13,7%; hiponatremia, 5%); b) complicaciones gastrointestinales por la
dilatación gástrica y el abuso de laxantes, pancreatitis y hernia hiatal; c) complicaciones
cardiovasculares como consecuencia de la hipopotasemia; d) complicaciones metabólicas
secundarias a los déficit dietéticos, que incluyen hipoglucemia, incremento de grupos cetónicos y
elevaciones de ácido beta-hidroxibutírico, y e) hipoperfusión cerebral e incremento del umbral
convulsivo debido a cambios del pH y a la hiponatremia con imágenes cerebrales compatibles con
“seudoatrofia”, reversible con la normalización del cuadro clínico.
Tratamiento.
El porcentaje de remisión bajo tratamiento farmacológico oscila entre el 27 y el 35%. Los
antidepresivos que se han mostrado útiles son los tricíclicos (desipramina, imipramina), los
inhibidores de la monoaminoxidasa (fenelzina) y los inhibidores selectivos de la recaptación de 5-
HT (fluoxetina, paroxetina, etc.). El porcentaje de remisiones bajo tratamiento combinado
(farmacológico y psicoterápico) varía entre el 30 y el 70%. El índice de recaídas es del 40 al 63%. En
más de una tercera parte de los casos persisten síntomas residuales bulímicos durante años.
ANOREXIA NERVIOSA
Concepto.
Este trastorno se caracteriza por un rechazo voluntario de los alimentos, con intención de
modificar el esquema corporal más allá de los límites fisiológicos. Los trastornos de la ingesta
alimentaria se observan con frecuencia en numerosas enfermedades orgánicas y psiquiátricas; sin
embargo, en la anorexia nerviosa existe una conducta anómala que conduce a un rechazo pertinaz
de todo alimento (especialmente aquellos que la paciente considera “calóricos”), intensa pérdida de
peso y amenorrea persistente. Habitualmente, el cuadro se presenta en una mujer joven (12-25
años), siendo la prevalencia en adolescentes del 1-2%. La incidencia estimada es de 0,37-
4,06/100.000 individuos de la población por año. La proporción entre jóvenes varones y mujeres es 65
de 1/20. La edad de inicio se sitúa alrededor de los 17 años. No existen diferencias de clase social ni
entre el medio urbano y el rural.
Etiopatogenia.
La etiología de la anorexia nerviosa es desconocida. Se han propuesto factores
psicodinámicos, familiares, genéticos y bioquímicos, y una combinación de todos ellos, como
contribuyentes a la aparición y al mantenimiento del cuadro clínico. La distorsión de la imagen
corporal parece ser un factor decisivo en la aparición del trastorno. No obstante, la estimación
“errónea” del cuerpo (peso, tamaño, etc.) es un fenómeno común en la población general. Sin
embargo, en las anoréxicas, esta estimación persiste al margen de los cambios ponderales
dramáticos que pueden sufrir. Algunos autores han sugerido que el problema radica en el deseo de
mantener una imagen prepuberal por temor a la sexualidad adulta. Otros autores consideran la
conducta alimentaria restrictiva en estas jóvenes como el resultado de un fallo en la “homeostasia”
familiar, siendo los síntomas un “desplazamiento” hacia la hija de conflictos parentales
encubiertos.Desde un punto de vista biológico, en la anorexia, el eje hipotálamo-hipofisogonadal se
halla alterado secundariamente a la alteración nutricional. La presencia de niveles plasmáticos
disminuidos de noradrenalina, metoxihidroxifenilglicol (MHPG) y ácido homovanílico en algún
grupo de anoréxicas se relaciona con un fallo primario del hipotálamo. La prevalencia de anorexia
nerviosa en familiares de primer grado varía del 5 al 10%, en comparación con el 1% en los
controles. Las revisiones acerca de la concordancia engemelos monocigotos frente a los dicigotos
orientan hacia un exceso del trastorno en los primeros (0,45/0,21). No obstante, la anorexia
nerviosa es un trastorno genéticamente inespecífico. La proporción de otras alteraciones (fobias,
pánico y trastorno obsesivo-compulsivo), tanto en monocigotos como en dicigotos anoréxicos es
muy importante (25-80%). Se ha postulado una interacción geneticoambiental, en la que una
vulnerabilidad genética (peso/control del apetito) propiciaría la aparición de síntomas bajo
determinados factores de estrés ambientales.
Cuadro clínico.
El síntoma cardinal de la anorexia nerviosa es la pérdida sustancial de peso, debido a una
restricción calórica extrema y voluntaria. La amenorrea se presenta en el 100% de casos, antes o
durante la fase de estado. Otras anormalidades físicas frecuentes son dispepsia, vómito provocado o
espontáneo, estreñimiento, intolerancia al frío, poliuria, disminución o ausencia de libido, edemas,
lanugo, bradicardia, hipotensión, y otras causadas por la desnutrición, patrones insólitos de
alimentación o reacciones de estrés generalizadas.
anoréxicas manifiestan saciedad plena con el estómago vacío, en particular en estadios avanzados
del trastorno.
Actividad física. Estas pacientes se caracterizan por desarrollar dos tipos de actividades
peculiares: a) ejercicio excesivo y en ocasiones “ritualizado” y b) cocinar para otros. Las
consecuencias metabólicas del ejercicio, junto a la disminución de la ingesta, pueden inducir
cambios biológicos dramáticos y difícilmente reversibles. En las fases iniciales, las anoréxicas no
parecen acusar cansancio e, incluso, manifiestan una hiperactividad paradójica. Otra conducta en el
medio familiar es la tendencia a cocinar platos apetecibles y ricos en calorías para amigos y
familiares. Esta conducta parece derivar de un mecanismo autocompensatorio del control familiar
del peso y de la ingesta.
Estado psicológico. Cabe distinguir dos fases bien delimitadas: a) fase inicial, en la que 67
predominan las conductas encaminadas a perder peso en ausencia de trastornos emocionales y
físicos graves, y b) fase de estado, caracterizada por un síndrome completo y patología psiquiátrica
asociada (ansiedad- depresión). Durante bastante tiempo las anoréxicas se mantienen bien
adaptadas en los ámbitos escolar y familiar. Los problemas surgen cuando la familia detecta dos
síntomas prominentes: la amenorrea y la pérdida alarmante de peso. Los niveles de ansiedad-
depresión son variables y muy relacionados con la lucha que se establece entre familiares, paciente
y tratamientos. Las anoréxicas emocionalmente se caracterizan por su extrema sensibilidad,
dependencia afectiva, perfeccionismo y niveles elevados de ansiedad.
Diagnóstico.
Las características nucleares del cuadro prototípico son las siguientes: a) rechazo por el
mantenimiento del peso corporal en el mínimo normal según edad/peso (se estima anormal una
pérdida superior al 15% durante el período de crecimiento; durante la fase de estado, un peso por
debajo del 25% se considera grave); b) intenso temor a la obesidad, incluso con un infrapeso
objetivable; c) alteración de la imagen corporal, caracterizada por la percepción anómala de que
unas partes del cuerpo están deformadas o son “gordas”, a pesar de la emaciación evidente, y d) en
mujeres, la ausencia de un mínimo de tres pérdidas consecutivas del ciclo menstrual. Otros
síntomas psicopatológicos adicionales son: e) pensamientos reiterativos premórbidos sobre la
“delgadez”; f) intentos de pérdida de peso mediante dietas rigurosas o extravagantes, laxantes,
ejercicio dirigido a modificar el esquema corporal y vómitos esporádicos después de ingestas “no
controladas” (p. ej., después de celebraciones, acontecimientos sociales, etc.), y g) resistencia a un
Evolución y pronóstico.
La variabilidad en la evolución de estas pacientes es enorme. La mortalidad oscila, según las
series estudiadas, del 0 al 22% (dos terceras partes fallecen por los efectos directos de la
enfermedad y una tercera parte por suicidio). Entre el 15 y el 43% permanecen con infrapeso de
forma permanente, del 4 al 42% con amenorrea, y la restricción alimentaria oscila del 4 al 67%. A
pesar de la variabilidad del curso, la enfermedad se considera usualmente crónica y responsable de
una elevada mortalidad. La duración promedio de la hospitalización es de 4,4 meses. Las dos
terceras partes de los casos deben continuar bajo tratamiento psicoterapéutico ambulatorio
prolongado (más de 3 años). El 15% de las pacientes permanecen crónicamente sintomáticas al
cabo de 12 años del inicio del cuadro anoréxico. En tales casos se considera innecesario el régimen
de hospitalización intermitente.
Tratamiento.
Dado que el trastorno obedece a múltiples factores, el abordaje terapéutico actual es
forzosamente multidisciplinario. La meta final es la de promover un cambio razonable en el patrón
alimentario de la paciente. La forma de conseguirlo sigue los siguientes criterios: Elección del lugar
de tratamiento. La mayoría de las pacientes pueden seguir un régimen externo de tratamiento en
centros vinculados a hospitales generales. Los factores condicionantes de esta elección son la
gravedad del trastorno, la motivación de la paciente y las circunstancias sociofamiliares. La
hospitalización se reserva para pacientes con importantes complicaciones físicas (presión sistólica
baja, hipopotasemia, arritmias cardíacas y comorbilidad psiquiátrica).
Tipo de tratamiento.
La psicoterapia cognitivo-conductual es la que ofrece mayores garantías de éxito en la
anorexia nerviosa. Por lo general se combina con una psicoterapia familiar, dirigida a modificar
hábitos parentales mantenedores de algunas conductas de la paciente. El tratamiento farmacológico
es altamente inespecífico en la anorexia nerviosa. En algunos casos se utilizan fármacos
antidepresivos con la finalidad de corregir el estado depresivo comórbido. En pacientes anoréxicas
no depresivas sus acciones beneficiosas se sitúan en el 12% de los casos
MALNUTRICIÓN PROTEICOENERGÉTICA
Etiología.
La MPE puede estar causada por un aporte energético o proteico insuficiente, por una mayor
pérdida de nutrientes o por el incremento de las necesidades nutricionales. En la mayoría de los
pacientes que desarrollan una malnutrición secundaria es posible identificar más de un mecanismo
etiológico. A las causas de desnutrición provocadas por la enfermedad hay que añadir las debidas a
actitudes adoptadas por el personal sanitario que también afectan el estado nutricional del paciente,
como: a) uso excesivo de ayunos diagnósticos o terapéuticos; b) mala identificación del paciente
desnutrido y de la evolución del estado nutricional durante su hospitalización; c) mal control de la
ingesta de nutrientes que realiza el paciente; d) uso prolongado de suero salino o glucosado; e) falta
de rapidez en establecermedidas nutricionales correctoras, y f) desaprovechamiento de los
nutrientes al ser incorrectamente administrados.
Fisiopatología.
Cuadro clínico.
Las manifestaciones clínicas pueden ser muy variadas, según la edad en que se produce la
MPE, su velocidad de instauración (aguda o crónica), el déficit nutricional causante (proteínas o
energía) y la presencia de enfermedades concomitantes que producen la MPE o son secundarias a
ella. Existen dos formas bien diferenciadas de malnutrición: a) el marasmo, debido a un déficit
predominantemente energético, y b) el kwashiorkor, causado por un déficit especialmente proteico.
Estas dos expresiones clínicas se han descrito clásicamente en niños de países en vías de
desarrollo. El marasmo es muy frecuente en todo el mundo, mientras que el kwashiorkor es común
en algunas zonas de África. La mayoría de los pacientes con MPE presentan formas clínicas
intermedias de marasmo y kwashiorkor. Esto es especialmente cierto en el caso de la MPE
secundaria a la enfermedad.
Kwashiorkor. El peso del niño con kwashiorkor puede ser bajo, normal o alto debido a la
retención de líquidos por la hipoalbuminemia. Si la MPE se ha desarrollado de forma crónica, se
observará retraso del crecimiento. La actitud del niño es apática o letárgica, presentando una
disminución de la actividad y anorexia. La presión arterial, la temperatura corporal y la frecuencia
cardíaca suelen estar reducidas. Las lesiones dérmicas observadas con mayor frecuencia son
hiperpigmentaciones, despigmentaciones, dermatitis seca e hiperqueratosis, que afectan, sobre
todo, la cara, las extremidades y el perineo. También puede observarse caída del cabello débil y 73
quebradizo. La ascitis y la hepatomegalia se manifiestan por el abdomen distendido. El edema de
extremidades es frecuente llegando incluso a la anasarca. Pueden añadirse manifestaciones de otros
déficit de vitaminas, minerales y otros nutrientes. Los estudios bioquímicos revelan que los niveles
de proteínas viscerales se encuentran reducidos (proteínas totales, albúmina, transferrina,
prealbúmina, proteína transportadora del retinol). Los niveles de glucosa y lípidos séricos
disminuyen. El número de linfocitos se encuentra reducido y es frecuente la anemia normocítica y
normocrómica (si no existe déficit de otras vitaminas necesarias para la hematopoyesis). Es habitual
el déficit de otros nutrientes que agravan la situación. Las alteraciones hidroelectrolíticas son
comunes, destacando la hipocalcemia, la hipofosfatemia y la acidosis metabólica.
Marasmo. El niño con marasmo presenta una disminución importante del panículo adiposo
y, por consiguiente, del peso con respecto a la talla. El retraso de crecimiento es muy frecuente. El
niño no tiene letargia ni presenta una disminución de la actividad y conserva el apetito. Las lesiones
de la piel y las faneras observables en el kwashiorkor suelen estarausentes. El abdomen es normal y
no se observan hepatomegalia, ascitis o edemas periféricos. Se encuentran pocas alteraciones
bioquímicas, conservándose los niveles de albúmina y otras proteínas viscerales. En escasas
ocasiones se presenta una anemia moderada.
Malnutrición secundaria. La MPE secundaria a enfermedad normalmente se debe a un déficit
energético y proteico combinado. Las manifestaciones clínicas de la enfermedad se superponen a las
de la MPE. Las consecuencias de la MPE pueden ser crónicas y moderadas, como la pérdida de peso
en adultos o el retraso del crecimiento en niños, o agudas y graves, como la caquexia y la anasarca
producida por hipoalbuminemia intensa. En el caso de pacientes obesos, la hipoalbuminemia puede
aparecer aunque el paciente tenga un aspecto normal o incluso presente sobrepeso.
prealbúmina y la proteína transportadora del retinol, al tener una vida media muy corta, son útiles
como marcadores rápidos de una renutrición correcta. La transferrina sérica, con una vida media de
8-9 días, puede estimarse indirectamente mediante la siguiente fórmula:
Pronóstico.
Existe una clara relación entre los diferentes marcadores del estado nutricional, el número
de complicaciones hospitalarias que presenta el enfermo, la morbilidad y la mortalidad. Los
marcadores más indicativos del pronóstico del paciente son: la pérdida de peso, el peso del paciente,
el número de linfocitos, las concentraciones de albúmina o transferrina y la alteración de las
pruebas cutáneas a antígenos. Se debe recordar que la incidencia de infección, otras complicaciones
de la cirugía y el número de días de ingreso hospitalario son superiores en los pacientes con MPE.
Ésta puede asimismo ocasionar secuelas mentales a largo plazo en el niño cuando se presenta
durante la fase de desarrollo del sistema nervioso. Durante la gestación, la MPE se acompaña de
mayor mortalidad perinatal, prematuridad y bajo peso al nacer.
Tratamiento.
El proceso de renutrición dependerá en gran medida del grado de desnutrición y estrés
metabólico o infeccioso que padezca el paciente, así como de la enfermedad de base. Tanto las
medidas que se planteen como los nutrientes que se utilicen y sus vías de administración serán
individualizadas y se modificarán en función de la respuesta del paciente. En el proceso de
renutrición el médico debe adaptarse a las capacidades funcionales que presenta el enfermo,
pensando en todo momento que éste es muy susceptible a cualquier agresión externa. El médico
debe respetar los límites de capacidad metabólica y funcional que presenta a cada momento el
paciente.
En el caso de desnutrición grave, en las primeras horas de tratamiento se deben adoptar
medidas de urgencia encaminadas a mantener los procesos vitales. Debido al alto riesgo de
intoxicación por agua y sodio en ciertos tipos de MPE, hay que reducir los aportes de agua y sodio,
excepto si existe deshidratación. Hay que intentar compensar las pérdidas insensibles, digestivas o
por acumulación en un tercer espacio,en el caso de que existan. Dado que la fijación de potasio se
encuentra comprometida cuanto mayor es el déficit proteico, el aporte potásico debe en principio
limitarse para evitar una hiperpotasemia, aumentándolo progresivamente mientras se monitorizan
su eliminación urinaria y la función cardíaca. Otras complicaciones electrolíticas asociadas a la
renutrición son la hipopotasemia, la hipocalcemia, la hipomagnesemia y la hipofosfatemia. El
relanzamiento anabólico secundario a la renutrición puede provocar un déficit de electrólitos
debido a las altas demandas de los tejidos, con aparición de alteraciones neurológicas y cardíacas
importantes, como arritmias o muerte súbita.
Prevención.
La prevención de la MPE, más que su tratamiento, es el objetivo básico en los países en vías
de desarrollo. Esta prevención es sin lugar a dudas difícil e incluso imposible sin la aplicación de
medidas que promuevan el desarrollo y la educación. La vacunación sistemática, el uso de
suplementos nutricionales en grupos de especial riesgo (niños y gestantes) y la monitorización del
crecimiento de los niños también pueden ser de gran utilidad. En los países industrializados deben
evaluarse sistemáticamente los factores de riesgo de MPE, el peso, la talla y la albúmina en todo
paciente que ingresa en el hospital. Una evaluación nutricional más exhaustiva, incluyendo la
valoración de la ingesta, es imprescindible para evitar el desarrollo de una MPE intrahospitalaria y
sus consecuencias en los pacientes considerados de riesgo.
BIBLIOGRAFIA
Patología Estructural y Funcional. Robbins & Cotran. Editorial Mosby. 8ª Edición, 2010.
Principios de Patología. Pérez Tamayo, Ruy. Editorial Panamericana. 4ª Edición, México; D.F.
2007.
77