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1 Resistencias Campecinas en Europa en La Baja Edad Media
1 Resistencias Campecinas en Europa en La Baja Edad Media
Resistencias campesinas en
Europa en la Baja Edad Media
Peasant resistances in
Europe in the Late Middle Ages
Autora
Sofía Paola Remón Gil
Director
Mario Lafuente Gómez
Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar las diversas estrategias de resistencia que
desarrollaron los campesinos durante la Baja Edad Media como respuesta a su condición
de subordinación respecto a los señores dentro del marco feudal. Primero se presenta al
campesinado y su situación, resaltando su importancia como sujeto histórico, y después
se procede a analizar el funcionamiento de la servidumbre como estructura de dominac ió n
y los discursos que caracterizaron y opusieron a campesinos y señores. Por último, se
hace un análisis de las distintas estrategias de resistencia campesinas, tratando de explicar
el fenómeno y describir sus tipologías principales, desde las formas de protesta más
cotidianas y sutiles hasta las grandes revueltas campesinas que tuvieron lugar en Europa
durante los siglos XIV y XV.
Palabras clave: resistencias, campesinado, protesta, levantamiento, rebelión,
dominación, servidumbre.
Abstract
The aim of this proyect is to analyze the different resistance strategies developed
by the peasants during the Late Middle Ages in response to their condition of
subordination with respect to the lords inside the feudal frame. First we present the
peasantry and their situation, highlighting its importance as a historical subject, and then
we proceed to analyze the functioning of servitude as a structure of domination and the
speeches that characterized and opposite peasants and lords. Finally, we make an analys is
of the different peasant resistances, trying to explain the phenomenon and describe its
main typologies, from the most daily and subtle forms of protest to the great peasant
revolts that took place in Europe during the fourteenth and fifteenth centuries.
Key words: resistances, peasantry, protest, uprising, rebellion, domination, servitude.
1
ÍNDICE
1. Introducción
1.1. Justificación del trabajo 3
1.2. Estado de la cuestión 4
1.3. Objetivos 9
1.4. Metodología 9
2. Desarrollo analítico
2.1. Los protagonistas: el campesinado como sujeto histórico
2.1.1. Señorialización de las relaciones sociales 11
2.1.2. Caracterización del campesinado 12
2.1.3. La dominación señorial 13
2.1.4. El campesinado como sujeto histórico 15
3. Conclusiones 37
4. Bibliografía 38
2
1. INTRODUCCIÓN
1.1. Justificación del trabajo
Este Trabajo de Fin de Grado ofrece un análisis de los discursos y las estrategias
de resistencia campesinas bajomedievales, y por tanto se enmarca en los estudios de
historia social, una rama de la ciencia histórica muy rica en la que convergen la
antropología, la sociología y la historia.
El estudio de los grupos sociales más desfavorecidos de la Edad Media es un
asunto complejo ya que su presencia en las fuentes escritas no siempre es explícita, y sólo
examinando los documentos desde distintas disciplinas y perspectivas se puede llegar a
alcanzar un relato más o menos completo y fidedigno que nos muestre cómo se articula ro n
las relaciones sociales entre poderosos y dominados, y cuáles eran las respuestas de los
dominados ante su situación.
A mi juicio, se trata de un tema sugerente a la par que complicado, y me parece
indispensable para poder comprender el fenómeno feudal en su globalidad, incluyendo la
historia social como un factor clave para su comprensión. Así, sin perder de vista las
características económicas y políticas del sistema, me centraré fundamentalmente en los
aspectos ideológicos y sociales, tratando de analizar los distintos perfiles sociales
implicados, sus discursos, sus roles, y sus respuestas ante el sistema en el que se ven
inmersos.
Además, al poner el foco en el campesinado y sus estrategias, también pretendo
resaltar su importancia como sujeto histórico y mostrar que excluyéndolos del análisis no
se lograría articular un discurso completo y real, ya que, aunque fuesen un grupo
marginado del poder en el marco político, conformaban la inmensa mayoría de la
población y eran una pieza imprescindible para el funcionamiento del sistema feudal; un
grupo social que, lejos de ser pasivo, era consciente de su situación y en muchas ocasiones
trataba de mejorarla. Hasta hace relativamente poco no se les ha prestado la atención que
merecían, y por eso ahora es momento de escuchar sus voces y reconocer sus vidas y sus
actos.
3
Edad Media (siglos XIII-XV), momento en el que se produjeron importantes
transformaciones que afectaron a la situación campesina, y dispararon la conflictividad
social. Además, durante este periodo bajomedieval proliferan los documentos escritos, de
modo que aumentan las fuentes disponibles que facilitan su estudio y nos aportan más
información para desarrollar nuestras hipótesis.
En el caso español1 , al igual que en el resto del contexto europeo, durante las
primeras décadas del siglo XX todavía seguían primando las corrientes institucionalistas
y la historia política. Autores como Claudio Sánchez Albornoz (con obras como En torno
a los orígenes del feudalismo2 ) se inscriben en esta tendencia, que caracteriza el
feudalismo español como un caso singular, e ignora la conflictividad social.
Los primeros estudios que trataron los conflictos sociales los leyeron en clave
política y eran bastante escasos. Según Lo Russo, M. J. Aragonés es el primero que
integró en sus trabajos los conflictos urbanos y rurales de los reinos hispánicos durante la
Baja Edad Media, y J.A. García de Cortázar planteó una interpretación que integraba al
2 SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio, En torno a los orígenes del feudalismo, Madrid, Ed. Istmo, 1993.
4
movimiento irmandiño gallego en una explicación global de los conflictos sociales,
considerando que se trataba del comienzo de la “lucha de clases”.
En las décadas centrales del siglo XX la dictadura franquista ralentizó el avance
de las nuevas corrientes que ya estaban asentadas en Europa, y fue fundamentalmente a
partir de los años 60 cuando fueron penetrando en la península la historia social y el
marxismo que consolidaron este tipo de estudios sociales. La corriente de Annales o los
trabajos de Abilio Barbero y Marcelo Vigil3 introdujeron nuevas perspectivas y nuevos
interrogantes, relacionados, por ejemplo, con las luchas campesinas que tanta importanc ia
tienen en el materialismo histórico.
Los trabajos de Reyna Pastor son un hito en este aspecto: esta autora, desde
perspectivas marxistas, realizó una de las primeras y más importantes investigacio nes
sobre resistencias y luchas campesinas en los siglos plenomedievales castellano- leones es,
incorporando la noción del conflicto social y enfrentamiento de clases en el momento de
constitución del nuevo modo de producción feudal.4
Otra figura imprescindible en este tema es la de Julio Valdeón Baruque,
reconocido medievalista que también introdujo el materialismo histórico como clave
interpretativa de la historia medieval ibérica, y realizó pioneros estudios sobre los
conflictos sociales en Castilla en la Baja Edad Media.5
Entre la historiografía más reciente, destacan autores como Carlos Astarita, que
cuenta con obras sobre las luchas burguesas como Revolución en el burgo. Movimientos
comunales en la Edad Media6 ; los trabajos de Carlos Barros sobre las revueltas
irmandiñas gallegas7 , los trabajos de Isabel Alfonso Antón8 (precursora en la
incorporación de nuevas interpretaciones basadas en los postulados del antropólogo Scott
3BARBERO, Abilio y VIJIL, Marcelo, La formación del feudalismo en la Península Ibérica, Barcelona,
Ed. Planeta, 1978.
4 PASTOR, Reyna, Resistencias y luchas campesinas en la época del crecimiento y consolidación de la
formación feudal. Castilla y León, siglos X-XIII, Madrid, Ed. Siglo XXI, 1980.
5VALDEÓN BARUQUE, Julio, Los conflictos sociales en el reino de Castilla en los siglos XIV y XV,
Madrid, Ed. Siglo XXI, 1979.
6ASTARITA, Carlos, Revolución en el burgo. Movimientos comunales en la Edad Media. España y
Europa, Madrid, Ed. Akal, 2019.
7BARROS GUIMERÁNS, Carlos, Mentalidad justiciera de los irmandiños, siglo XV, Madrid, Ed. Siglo
XXI, 1990.
8ALFONSO ANTÓN, María Isabel, «Comunidades campesinas en Zamora», en Primer Congreso de
Historia de Zamora. T.3. Medieval y Moderna, Zamora, Diputación Provincial de Zamora, Instituto de
Estudios Zamoranos "Florián de Ocampo, 1991.
5
a la historiografía hispana, analizando las estrategias de lucha antiseñorial en la Baja Edad
Media), o los trabajos de Hipólito Rafael Oliva Herrer9 , que analiza el discurso campesino
y su acción en la esfera política.
Entre los autores que estudian específicamente la sociedad aragonesa destacan las
obras de Esteban Sarasa Sánchez (uno de los primeros en realizar estudios de la
conflictividad social medieval en Aragón, con obras como Sociedad y conflictos sociales
en Aragón: siglos XIII-XV10 , analizando especialmente los levantamientos
antiseñoriales), Carlos Laliena Corberá, con trabajos sobre la servidumbre en el caso
aragonés y navarro11 , o Guillermo Tomás Faci, que se centra en la sociedad ribagorzana 12 .
9 OLIVA HERRER, Hipólito Rafael, La tierra de Campos a fines de la Edad Media: economía, sociedad
y acción política campesina, Valladolid, Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e
Intercambio Editorial, 2002
10 SARASA SÁNCHEZ, Esteban, Sociedad y conflictos sociales en Aragón: siglos XIII-XV. Estructuras
de poder y conflictos de clase, Madrid, Ed. Siglo XXI, 1981.
11LALIENA CORBERÁ, Carlos, Siervos medievales de Aragón y Navarra en los siglos XI-XIII, Zaragoza,
Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2012.
12TOMÁS FACI, Guillermo, Montañas, comunidades y cambio social en el Pirineo medieval. Ribagorza
en los siglos X-XIV, Toulouse - Zaragoza, Presses Universitaires du Midi - Prensas de la Universidad de
Zaragoza, 2016.
13BARTHÉLÉM Y, Dominique, Les deux âges de la seigneurie banale. Pouvoir et société dans la terre
des sires de Coucy. Milieu du XIe - milieu du XIIIe siècle, París, 1984.
14 WOLFF, Philip, «Reflexions sur les troubles sociaux dans les pays de la Couronne d’Aragon au XIVº
siècle», en Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Valencia, 1969, pp. 95-102.
15 FELLER, Laurent, Campesinos y señores en la Edad Media, siglos VIII-XV, traducción de Lluís To
Figueras, Universitat de València, 2015.
16 BONNASSIE, Pierre, Cataluña mil años atrás: (siglos X-X), Barcelona, Edicions 62, 1988.
6
levantamiento inglés de 1381 (con obras como The Revolt of 1381 o Siervos liberados17 );
Paul H. Freedman cuenta con numerosos trabajos sobre historia social e historia del
campesinado, como The Origins of Peasant Servitude in Medieval Catalonia, analiza ndo
específicamente el caso catalán, o Images of the Medieval Peasant 18 . También es
destacable la obra de Fabrizio Titone (Disciplined Dissent: Strategies of Non-
Confrontational Protest in Europe from the Twelfth to the Early Sixteenth Century19 ), o
de Pierre Toubert sobre la sociedad medieval italiana20 . También cabe destacar el trabajo
del estadounidense Samuel Kline Cohn, que cuenta con numerosas obras que analizan las
resistencias populares durante la Baja Edad Media y el Renacimiento (títulos como Lust
for Liberty, o Popular protest in Late Medieval Europe21 , donde detalla multitud de
revueltas y tumultos sucedidos en Italia, Francia y Flandes).
Y terminamos citando la obra de Michael Mullet con el título de La cultura
popular en la Baja Edad Media, donde dedica buena parte del estudio a la protesta
popular en Europa occidental en la Edad Media y Moderna. Analiza la protesta de las
clases inferiores, las insurrecciones en la ciudad y en el campo, y los vínculos que unen
estas insurrecciones a los estamentos inferiores de las áreas rurales y urbanas. Su línea
argumental es que tras la protesta popular no había una mentalidad revolucionaria, sino
sólo reformista.22
17HILTON, Rodney, Siervos liberados: los movimientos campesinos medievales y el levantamiento inglés
de 1381, Madrid, Ed. Siglo XXI, 1982.
18 FREEDMAN, Paul, Images of the Medieval Peasant, California, Standford University Press, 1999.
19TITONE, Fabrizio, Disciplined Dissent: Strategies of Non-Confrontational Protest in Europe from the
Twelfth to the Early Sixteenth Century, Roma, Viella, 2016.
20 TOUBERT, Pierre, Castillos, señores y campesinos en la Italia Medieval, Barccelona, Ed. Crítica, 1990.
21
K. COHN, Samuel, Popular protest in Late Medieval Europe. Italy, France, and Flanders, Manchester,
Manchester University Press, 2004.
22 MULLET, Michael, La cultura popular en la Baja Edad Media, Barcelona, Ed. Crítica, 1990.
23 LO RUSSO, María Belén, La resistencia campesina en la historiografía hispánica …pp. 2-3.
7
que, par exemple, de la grande entreprise capitaliste, la grève.” 24 ). Rodney Hilton sigue
esta tendencia, pero centrándose más en el antagonismo de clases: apunta que el
campesinado es una clase social antagónica a la clase social dominante, y que de ese
antagonismo y de esa hostilidad deriva un conflicto permanente e inevitable entre ambos.
Por otro lado, autores como Eileen Power, Daniel Waley o Georges Duby
relacionan las luchas campesinas con las tensiones de la Baja Edad Media, y las perciben
como un síntoma de la crisis general del XIV-XVI; como una característica propia de
estos momentos de crisis de sistema.
En cuanto al éxito conseguido por los movimientos campesinos, la línea del
marxismo clásico propone que, aunque se consiguieron ciertos logros, la lucha campesina
medieval estaba llena de limitaciones y no fue exitosa, porque no hubo impugnac ió n
general al sistema.
Frente a esto, surgió una nueva tendencia a partir de la década de 1950 ligada al
nacimiento de los estudios poscoloniales, en la que intelectuales de los estados
recientemente independizados comenzaron a imponer una nueva visión reestablecie ndo
el lugar del campesino como sujeto histórico activo, considerando a los sectores
campesinos como verdaderos agentes de lucha, y modificando la concepción de su
capacidad de acción. Estas tendencias influyeron en la historiografía occidental hacia los
años sesenta y setenta, y comenzó a producirse una redefinición del concepto de
resistencia campesina que iba más allá de la acción violenta y sumaba también diferentes
formas de resistencia cotidiana. En esta línea trabaja el antropólogo James Scott, que, en
su obra Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos 25 teoriza sobre las
relaciones de poder y las formas de dominación basándose en sus estudios de sociedades
del sudeste asiático, y demuestra la existencia de numerosas formas diferentes de
resistencias; la gran mayoría de ellas resistencias cotidianas, disfrazadas, y compuestas
por pequeños actos que no son visibles fácilmente, y que debemos estar preparados para
encontrar, localizándolos en la documentación disponible.
24BLOCH, Marc, Les caractères originaux de l’histoire rurale française, tome I, Librairie Armand Colin,
1968, (édition électronique), p. 196.
25SCOTT, James C, Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos, México, Ediciones Era,
2000.
8
1.3. Objetivos
El objetivo de este trabajo es, mediante la lectura y análisis de historiogra fía
medievalista de diferentes lugares de Europa, obtener una visión amplia de la situació n
del campesinado en la Baja Edad Media y distinguir las formas de resistencia campesina
que se dieron en ese periodo histórico. Especialmente, se pretende poner el foco en la
gran variedad de acciones que los campesinos desarrollaban para hacer frente a su
condición de subordinación y tratar de mejorar su situación, y así ampliar la visión que
se tiene sobre la lucha campesina; una visión que generalmente es muy reducida y
limitada únicamente a las grandes revueltas.
1.4. Metodología
Para la confección de este Trabajo Final de Grado fundamentalmente se ha
consultado bibliografía sobre Historia Medieval europea, haciendo análisis y selección
de la información obtenida, y creando en ocasiones una comparativa entre los distintos
escenarios presentados; una comparativa que no pretende tanto distinguir las diferencias,
sino remarcar las similitudes y poder establecer unas ciertas pautas generales que me
permitan articular un discurso coherente y teorizar en líneas generales sobre un tema tan
amplio y complejo que nos permita avanzar en su comprensión.
Se han consultado desde obras básicas y clásicas para quien se inicia en el tema,
como las de Laurent Feller, Paul Freedman, Reyna Pastor o Rodney Hilton, hasta obras
más recientes y específicas sobre la servidumbre y las resistencias campesinas, como las
de Carlos Laliena, Guillermo Tomás o Hipólito Rafael Oliva.
Por otra parte, puesto que se trata de un tema de Historia Social, también se han
utilizado instrumentos metodológicos propios de la Antropología Social, y entre los
materiales consultados también hay algunas obras desde esta perspectiva antropológica,
como las de James Scott o Marta Madero, que ayudan a ampliar la visión meramente
9
histórica y comprender el funcionamiento de las comunidades campesinas gracias a, en
muchas ocasiones, una útil comparación etnográfica.
Además, también he trabajado con ejemplos y casos concretos que acompañan la
teoría explicada y la ilustran, reflejando las realidades que tratamos de narrar. Dada la
naturaleza de este trabajo -recopilación y análisis historiográfico- no se han consultado
fuentes primarias, pero sí se ha trabajado con algún documento transcrito y publicado, y
con testimonios y ejemplos recogidos en otras monografías. Por ejemplo, he consultado
un completo trabajo monográfico sobre Sos del Rey Católico para que los estudios de
historia local ejemplifiquen mediante casos concretos lo explicado. Me parece
fundamental, y más en un tema de Historia Social como este, que las hipótesis históric as
se basen lo máximo posible en fuentes documentales.
10
2. DESARROLLO ANALÍTICO
2.1. Los protagonistas: el campesinado como sujeto histórico
2.1.1. Señorialización de las relaciones sociales
Entre los siglos VI y X se fue produciendo la señorialización de las relaciones
sociales en el Occidente europeo, y poco a poco, conforme se fue extendiendo el sistema,
las aristocracias territoriales se fueron imponiendo sobre el resto de la sociedad,
adquiriendo poder territorial, político, jurídico y coercitivo.
Al extender sus dominios los grandes señores terratenientes fueron absorbiendo
las pequeñas propiedades alodiales campesinas, y éstas quedaron integradas dentro de los
señoríos como posesiones dependientes que seguían ocupadas por los antiguos
propietarios. Esta erosión de la propiedad alodial trajo como consecuencia un incremento
del volumen de las tierras de la nobleza y una reducción de la independencia de las
comunidades campesinas, que se vieron encuadradas en los señoríos e inmersas en el
sistema de la servidumbre.26
Esta situación de dependencia campesina empeoró entre los siglos XI, XII y XIII:
la expansión demográfica y agraria, el desarrollo de la economía monetaria y del marco
urbano y los crecientes gastos de la clase privilegiada trajeron consigo un aumento
drástico de la presión señorial y un empobrecimiento de la población, especialmente en
el siglo XIII, momento en el que más aumentó la punción señorial.
11
Durante los siglos XI y XII los señores tendían a mostrarse más exigentes y
reforzar los signos de sujeción de los campesinos, especialmente imponiendo el
mantenimiento de ritos coactivos y humillantes, como el pago de la capitación. En los
siglos XII y XIII, una parte del campesinado consiguió librarse de esta forma de
servidumbre gracias a los comunes procesos de enfranquecimiento, pero a pesar de ello,
el status no fue abolido y la servidumbre continuó siendo una realidad social de una gran
importancia en el siglo XIV.28 Es cierto que en estos últimos siglos medieva les
disminuyeron las exigencias serviles y se dio un cierto retroceso de la servidumbre como
tal, pero, por el contrario, aumentaron las exigencias económicas que igualmente ataban
al campesino a su señor y le dejaban en situación de dependencia.
Con estas circunstancias se extendió gran malestar social e inseguridad, y los
campesinos, como veremos a lo largo de este trabajo, desarrollaron distintas estrategias
para intentar mejorar su situación; estrategias que van desde las más sutiles y sencillas,
hasta los grandes movimientos campesinos del siglo XIV y XV, momento en el que las
tensiones estallan con más fuerza, y al que se suman las grandes epidemias de peste que
mermaron enormemente a la población y aún empeoraron más su situación.
12
de la explotación agraria, teniendo también que prestar servicios de trabajo en la reserva
señorial cuando el señor lo requiriese. 29
13
convertían en siervos sujetos a la tierra y a la renta, y a cambio, accedían a las tierras de
cultivo y obtenían la protección del señor.
Otros elementos que siempre están presentes dentro del sistema de la servidumbr e
como rasgos de limitación de libertad son el formariage y la mainmorte, junto con otras
exigencias como la capitación o la talla arbitraria. Estas exigencias remiten a formas de
esclavitud antiguas, y su objetivo es menoscabar el derecho de un individuo a tener
descendencia y poseer bienes. Estos nombres son franceses, relativos a la Île-de-France,
pero tienen equivalentes en los distintos países europeos. El formariage era una tasa a
pagar en el momento del matrimonio cuando éste se efectuaba fuera del señorío (en
Inglaterra, por ejemplo, llamado merchet), la mainmorte era la tasa que tenía que pagar
un descendiente para poder heredar, la capitación es una tasa que mostraba la pertenencia
a un estatus inferior y la talla arbitraria indicaba que el señor tenía derecho a tomar todo
lo que quisiera de su siervo, exigiéndole así el volumen de renta que desease. Estas
instituciones, que tenían paralelos en todas partes, eran muy vejatorias y humillantes, y
reflejaban cómo la servidumbre afectaba fundamentalmente a dos ámbitos especiales y
muy básicos para cualquier persona: el matrimonio y la transacción de bienes. 34
14
Para mantener todo este sistema, los señores hacían uso fundamentalmente de la
coerción y la violencia. Esta violencia hacia abajo les permitía demostrar su poder,
imponer su dominio y reducir al mínimo las opiniones disidentes, ya que la amenaza de
la represión estaba siempre presente sobre los campesinos. Por otra parte, el sistema no
descansaba únicamente sobre las relaciones de fuerza, sino que también funcio naba
ideológicamente. Dentro del esquema tripartito de la sociedad, que venía de muy antiguo,
los campesinos eran los que trabajaban y con el fruto de su trabajo debían sostener a los
que luchaban y los que oraban. Estas ideas junto con las presiones señoriales habrían
hecho que los campesinos naturalizaran ese orden estamental y “paternalista”. Además,
la influencia de la Iglesia también ocupó un papel destacado, ya que, sirviéndo se
fundamentalmente de hagiografías, presentaban la sumisión como un aspecto positivo y
hacían una justificación y legitimación del orden social; un orden que aparecía como
sagrado e inmutable. 35
Por una parte, se puede afirmar que los campesinos participaban del sistema y que
había cierto consentimiento, pero, por otra parte, también eran sujetos racionales,
conscientes de su mala situación, y en muchas ocasiones reaccionaban ante las prácticas
que percibían como abusivas. No eran un sujeto pasivo que aceptaba sin más su lugar en
la sociedad -como se ha pensado tradicionalmente-, sino que eran un sujeto activo,
consciente, y con capacidad de respuesta cuando creían que la situación excedía el límite.
Media: viejas preguntas, ¿nuevas respuestas ?” en Historia. Instituciones. Documentos, nº 35, 2009, p. 319.
15
Este también es un tema destacado en los debates historiográficos: la afirmac ió n
de la autonomía de la conciencia política campesina. Rodney Hilton, siguiendo esta línea,
llega a afirmar que los campesinos conforman una auténtica clase social con concienc ia
propia, aunque, matiza, “se trataba de una conciencia de clase negativa, pues la
definición que daban de clase era la de sus enemigos y no la suya propia: en otras
palabras, la de la nobleza”. 37 Otros como Julio Valdeón prefieren hablar de un cierto
“instinto de clase”38 , afirmando que sí desarrollaron una conciencia de su papel dentro
del proceso productivo, pero no una conciencia específica de su papel como clase social.
Aunque haya divergencias en torno a si se puede hablar de una verdadera
“conciencia de clase” o no, en el sentido contemporáneo de la palabra, lo cierto es que,
como explica Guillermo Tomás, “los campesinos desarrollaron una conciencia de su
papel en aquella sociedad, forjada a lo largo de siglos de convivencia y, sobre todo, de
oposición a los señores feudales que les tomaban rentas arbitrarias, los humillaban con
actos de sumisión y los sometían a diversas formas de violencia física y simbólica.”39
16
En la misma línea de lo que estamos afirmando, también debemos descartar la
idea de que sus actuaciones eran incoherentes e impulsivas, motivadas por “arrebatos”,
tal y como mantenía la historiografía antigua. Esta idea responde a la concepción
aristocrática que ve al campesino como un individuo inocente, ignorante e inculto, que
no tiene capacidad de decisión ni actuación, y que sólo se mueve por impulsos. Así es
como eran vistos por los señores durante la Edad Media, mezclando el paternalismo con
el desprecio. Este desprecio llegaba incluso a denigrarlos por su apariencia física, muy
determinada por su duro trabajo en el campo, y así es como aparecen descritos en las
fuentes, ya que los pocos documentos que nos han llegado siempre están escritos desde
la óptica de los poderosos. Por ejemplo, como nos cuenta Paul Freedman, especialme nte
en la literatura francesa los campesinos solían ser descritos con unas atribuciones
mentales y físicas muy negativas: “the peasant was endowed with comical or threatening
qualities of subhuman grotesqueness”. Abundan adjetivos como negro, pequeño,
enfermizo, encorvado, mal vestido, mal armado…y otros que llegan incluso a asimilar los
con animales, mostrando total desprecio a su condición humana.41
Esta idea del campesino ignorante e incapaz ya quedó obsoleta, y ahora podemos
afirmar que los movimientos de protesta campesinos no eran meros brotes inconexos e
ilógicos de violencia, sino que estaban de sobra fundamentados: tenían sus raíces en las
condiciones políticas y económicas que vivían, y en un persistente conflicto entre
campesinos y señores. Los campesinos luchaban por defender sus intereses, se
organizaban, y eran capaces de desarrollar acciones comunes para ejercer más presión y
tener más fuerza para lograr sus objetivos.
17
seguramente no fue ella sola la única mujer que estaba en la plaza participando en la
revuelta.42 Por otra parte, no debemos olvidar que las mujeres campesinas sufrían todavía
más la violencia señorial, dado que ellas, además, sufrían abusos por parte de los señores,
que incluían entre sus exigencias el poder aprovecharse sexualmente de las mujeres
siervas de sus señoríos.
42 PASTOR, Reyna, «Mujeres del común, mujeres anónimas: las que sufrían y las que luchaban. León y
Castilla en los siglos XI-XIII», en La Aljaba. Segunda Época: revista de estudios de la mujer, volumen
VII, 2002, pp. 20-21.
43 SCOTT, James C, Los dominados y el arte de la resistencia… p. 19.
18
superioridad que le corresponde por nacimiento. Esto es lo que James Scott denomina el
“discurso público” (public transcript): las relaciones explícitas entre poderosos y
subordinados, que normalmente son las que más conocemos por su carácter público y
oficial. En ellas, lo que corresponde a los dominantes es actuar con altanería y dominio,
mostrando su poder, mientras que los subordinados deben actuar con humildad y
sumisión, respetando el orden establecido.
19
colectivo, y surge una cultura política disidente donde expresan su cólera, sus críticas, y
nacen sus estrategias de resistencia.
Físicamente, ese espacio donde expresar la crítica eran las villas y aldeas de
marcado carácter rural donde vivía la comunidad campesina, y dentro de ellas es
destacable el papel que jugaban las parroquias: en el siglo XI se puso fin a las iglesias
privadas que solían pertenecer a la aristocracia, y eso supuso una reapropiación de los
espacios sagrados por parte de los campesinos. Así, los campesinos pasaron a
identificarse con la parroquia, y convirtieron la iglesia en un lugar de reunión donde tratar
y formalizar las reivindicaciones y acciones colectivas. 45
20
2.2.2. Fundamentos del discurso campesino
Para legitimar su resistencia, se basaban en dos argumentos fundamentales: la
defensa de la costumbre, y el rechazo a los abusos sobre personas pobres o indefensas. 48
21
Los discursos de unos y otros, como vemos, no sólo eran distintos, sino que eran
totalmente opuestos tanto en su versión pública como en la oculta. Eran dos grupos con
intereses totalmente contrarios: el señor buscaba extraer la mayor renta posible
explotando el trabajo campesino, y los campesinos trataban de resistirse a las exigenc ias
de los señores y defender su trabajo y su dignidad. Por eso, vivían en un estado
permanente de tensión y conflicto donde se enfrentaban las ambiciones de los señores
con la autonomía campesina, y entre ambas posturas surgía un espacio de negociac ió n,
de oferta, de intercambio. Esa negociación, según Carlos Laliena, “se realizaba sobre una
base instituida, que cabe denominar la “costumbre”, es decir, el conjunto de normas,
escritas o no, que regulaban los deberes mutuos de señores y campesinos como parte de
un contexto consuetudinario más amplio que abarcaba las pautas de interacción de los
grupos campesinos con el medio, las formas de solidaridad comunitaria y las relaciones
con los poderes exteriores, de los cuales los señores eran una parte.” 50
Así, históricamente, tanto señores como campesinos se han movido en ese espacio
de negociación, entablando una continua dialéctica entre el discurso señorial y el
antiseñorial para establecer sus relaciones y tratar de mejorar su posición frente a la
contraria, atravesando etapas de mayor y menor intensidad. 51
22
De hecho, Reyna Pastor, en su obra Resistencias y luchas campesinas en la época
del crecimiento y consolidación de la formación feudal. Castilla y León, siglos X-XIII,
utiliza dos conceptos diferentes para dejar clara esa diferencia: usa el concepto de lucha
para referirse a los “casos en que el movimiento campesino sea violento, que implique la
acción de armas”, y utiliza resistencia para referirse a “la acción lenta, frecuentemente
sostenida y permanente, de tiempo lento y largo, de rechazo conjunto a las
manifestaciones de poder, la coerción, etc.”.52 Ambos conceptos se enmarcan dentro de
su idea general de movimiento campesino, pero sirven para acotarlo y representar dos
formas diferentes de acción.
Precisamente por eso, porque se revelaban contra lo que sabían que tenían alguna
posibilidad de vencer, no se puede juzgar como fracaso a las resistencias campesinas por
no conseguir una transformación radical y sistemática de la estructura, porque ellos nunca
pretendieron tal cosa, sino que perseguían objetivos puntuales que se traducían en una
23
mejora real de sus condiciones de vida. Buscaban hacer frente a los elementos más
vulnerables, y normalmente no lo hacían abiertamente, sino consiguiendo pequeños
logros poco a poco, adaptándose a las circunstancias. Esto les llevaba a rectificar o
corregirse a veces, lo que no quiere decir que fuesen actos incoherentes. Los campesinos
tenían distintos mecanismos de disfraz y distintas herramientas, y las usaban como mejor
convenía en cada caso para acercarse a su objetivo.
24
y vecinos de la misma aldea ayudaban a quienes estaban más empobrecidos y se
encontraban en situaciones más vulnerables. La familia era uno de los ámbitos más
importantes donde se desarrollaban esas actitudes, y en ella se atendía a los miembros
más débiles del grupo, o se hacía algún tipo de préstamo o donación para aliviar la
situación precaria de algún componente. También los vecinos ayudaban, por ejemplo, con
préstamos monetarios o cediéndoles tierras para que los más pobres las cultivasen en
régimen de arriendo o aparcería, y pudiesen conseguir ingresos necesarios para subsistir.
Y, además, también el concejo de la villa llevaba a cabo intervenciones para tratar de
asegurar el abastecimiento de la comunidad y que ningún miembro pasase hambre.
Una de las vías legales de resistencia campesina más básica era mostrar
públicamente su disconformidad en el momento de pagar la renta en cuestión. Con ello
trataban de proteger la costumbre y evitar sentar precedente para que esa renta no se
repitiese más en el futuro, pensando que si no mostraban una cierta resistencia, favorecía n
la estabilización de esa nueva renta y “después no estaría en sus manos rectificar”. En
los documentos encontramos algún ejemplo donde se puede apreciar que percibían esas
obligaciones como injustas: expresiones representativas como se fa dar, se fa pagar,
fuerzan a dar, exigir, requerir, injustamente, contra su voluntad… muestran clara
disconformidad y descontento. “Las palabras no eran arbitrarias ni inocentes: con ellas,
los rústicos manifestaban el modo como percibían las formas de dominio que
soportaban”. 55
Por otro lado, el segundo mecanismo legal de resistencia campesina era recurrir
al sistema judicial, una vía incierta y costosa económicamente, pero que en ocasiones
logró obtener sentencias favorables a ellos. “Los procesos judiciales conservados
muestran que los rústicos sabían emplear herramientas y estrategias jurídicas de cierta
complejidad. En buena medida, esto se debía a la elección de procuradores y abogados
con formación jurídica”.56 Elegían a representantes profesionales para que luchasen por
la defensa de sus intereses colectivos, y sabían manejar bastante bien los documentos.
Guardaban a buen recaudo los que les interesaban (por ejemplo, los que contenían
privilegios o derechos) para mostrarlos cuando éstos se vieran amenazados, y alguna vez
ocultaban o falsificaban otros que sabían que no les convenían tanto.
25
También se conservan documentos que acreditan que los concejos escribían
bastante habitualmente quejas y súplicas al rey esperando que éste les atendiese y
solucionase sus problemas. Por ejemplo, como explica Reyna Pastor, los reyes castellanos
recibieron repetidamente quejas de los concejos por los excesos de sus funcionar ios
reales, ya que en numerosas ocasiones hacían abuso de su poder. A lo largo del siglo XIII
las quejas aumentan, y en el siglo XIV son muy numerosas. A través de esas quejas
lograron hacer llegar su voz hasta el rey y ser atendidos, si bien las medidas que se
tomaron para paliar la situación generalmente no fueron efectivas ni suficientes. En
cualquier caso, aunque no siempre lograran tener éxito en sus peticiones, acciones como
estas demuestran que los campesinos, en comunidad, se organizaban y sabían utiliza r
diferentes vías para luchar por la defensa de sus intereses. Y la reiteración de las quejas
muestra que, además, estaban convencidos de que su petición era justa, y no se daban por
vencidos.
57PASTOR, Reyna, Resistencias y luchas campesinas…pp. 214-216. Pastor extrae el ejemplo de la obra
de J. Rodríguez, El señorío eclesiástico de Valmadrigal.
26
Estas protestas eran complicadas, y en ocasiones desbordaban los estrechos
caminos de la legalidad. Una de las resistencias más comunes al margen de la legalidad
eran los impagos sistemáticos de rentas o “huelgas de renta”, que ocasionaron numerosos
embargos y episodios violentos. Esta ya era una expresión más contundente del
desacuerdo, y muy arriesgada para los campesinos: al no pagar, el recaudador les
embargaba bienes con un valor similar, y esos embargos eran un peligro para las
economías campesinas, ya que rompían su débil equilibrio al requisarles, por ejemplo, los
animales de tiro imprescindibles para las tareas agrícolas. Por eso, conscientes de su
situación de debilidad, recurrían a este tipo de protesta en casos más extremos, cuando
era necesaria más determinación, y cuando preferían perder algún bien antes que ceder
ante la nueva renta. Los embargos solían dejarse por escrito, y por tanto podemos
conocerlos mejor.
Un ejemplo de impago de renta lo encontramos en las tierras jacetanas y del
Gállego medio. Allí se atestiguan numerosas quejas del monasterio de San Juan de la
Peña por el decaimiento de las tributaciones debidas por los hombres de servicio, y desde
el monasterio se quejaban insistentemente a Jaime II por los perjuicios que le causaba
esta rebeldía campesina. En 1298, «indebida e injustamente», se negaban a pechar los
cultivadores de heredades monásticas de Ferrera, Nofuentes, Bayétola, Montañano,
Aranilla y Gabás; una actitud que unos años después, en 1302, se extendía a otros lugares,
entre ellos Cercastiel, Salinas de Jaca, Fañanás y Villalangua. La debilidad material de
los monasterios hacía que fueran proclives a solicitar la ayuda real y, por lo tanto,
aparecen más habitualmente en los registros de Cancillería, mientras que los nobles laicos
zanjaban estos problemas con oscuros forcejeos que raramente emergen a la luz, y es más
difícil detectar. 58
27
aumentar la dimensión demográfica de sus propios señoríos. Por ejemplo, las noticias
pinatenses de alrededor de 1300 muestran que «hombres de las villas del monasterio […]
desplazándose a villas de caballeros e infanzones […] se niegan a pagar o dar los
tributos y a pechar por las heredades que tienen del monasterio», en lugares como Jaz o
Jaca. 59
Del mismo modo eran muy comunes los pequeños hurtos para apropiarse de
algunos frutos aprovechando la ausencia del propietario en los campos. Las víctimas de
estos hurtos solían ser los propietarios más grandes, y, a la vez que eran un desafío al
señor, eran un mecanismo de subsistencia, ya que quienes los perpetraban solían ser
personas con un patrimonio tan escaso y una situación económica tan precaria que apenas
tenían para alimentarse.
Un ejemplo de este tipo de hurtos lo encontramos en Sos, donde el infanzó n
Alfonso de Artieda, cabeza de su linaje, tuvo que acudir en 1448 ante Pedro López del
Frago, oficial de Uncastillo, porque desde hacía tres años se cometían robos en sus viñas
y huerto de Sofuentes, en su majuelo de Plagaciello y en su linar de Buxeñas. Como
respuesta a esa queja, se envió una carta a los vicarios y capellanes de la zona para que
en un plazo de nueve días advirtiesen tres veces desde el púlpito que los bienes tenían que
ser devueltos, y que las personas que conociesen a los autores de los robos lo revelasen,
bajo pena de que se excomulgase a los ladrones y los encubridores. Sin embargo, aun con
esas amenazas, parece que los robos persistieron, ya que documentos posteriores hacen
reiteradamente alusión a esos delitos. Esta continuidad demuestra que había cierto grado
de complicidad y cooperación en la población, ya que era muy difícil creer que en esas
villas de menos de mil habitantes nadie viese ni oyese nada; y también demuestra que los
poderosos eran conscientes de esa complicidad, porque en sus amenazas siempre incluía n
a los encubridores. Aún con todos los intentos de los poderosos por frenar esos actos, el
silencio y la solidaridad vecinal se impusieron, y esos robos siguieron perpetrándose y se
convirtieron prácticamente en estructurales en esos años. 60
59Ibidem, p. 457.
60 ABELLA SAMITIER, Juan, Sos en la Baja Edad Media. Una villa aragonesa de frontera , Zaragoza,
Institución Fernando el Católico, 2012, pp. 273-274.
28
siesta en frente de la cosecha e impedir al resto trabajar, jugar a juegos en lugar de hacer
las labores que les ordenaban, trabajar mal conscientemente, insultar al capataz, volver a
casa sin tener permiso… Todos estos son ejemplos de actos registrados en los court rolls
ingleses, condenados por el tribunal del manor, y con su sentencia correspondiente. Y, en
ocasiones, los campesinos se organizaban para ofrecer un rechazo colectivo al trabajo a
modo de “huelga”, como lo sucedido en 1294 en Broughton, donde los villains ingles es
abandonaron su trabajo cuando se dieron cuenta que los panes que les distribuían en la
comida debida por la ejecución de la corvea eran más pequeños de lo habitual. 61
29
de años los campesinos trataron de defender su estatus de libertad frente a los señores que
pretendían aumentar las rentas a su costa, y se pueden distinguir numerosas estrategias de
resistencia.
El enfrentamiento tuvo lugar entre los vecinos de Larués y su señor Juan de
Lográn, entre los años 1323 y 1325. El señorío de Larués sufrió varios arriendos durante
el siglo XIII, tuvo varios señores en poco tiempo, y la dependencia se fue diluyendo. En
torno al año 1300 cayó en manos de los Lográn, quienes quisieron maximizar sus rentas,
y ante ello la gran mayoría de los vecinos del señorío respondieron que eran infanzo nes
que no debían ninguna pecha ni servicio al señor. Juan de Lográn exigió a los hombres
de Larués que pechasen, llegando incluso a embargarles el ganado para forzales. Además,
les obligó a realizar varios trabajos agrícolas para él, y a trasladar materiales de
construcción de un pueblo a otro, para que los habitantes de otras aldeas vieran la
humillación de estos hombres.
Dentro de este conflicto, hay atestiguadas distintas respuestas de desobediencia
campesina. Por ejemplo, un testimonio narra el momento en el que el alcaide trata de
obligar a que los infanzones vayan a segar las tierras del señor bajo pena de sesenta
sueldos, «entonces le respondieron al alcaide que puesto que les ponía una pena, que no
irían. Y este dijo que miraría [a ver] quiénes no iban. Y [los infanzones] por esto no
quisieron ir entonces ni nunca».
Otro ejemplo: Juan de Brun, vecino de Berne (aldea a tan sólo 1 km de Larués) da
testimonio de cómo en el año 1323 dio a luz la mujer del señor Juan de Lográn, y el
alcaide había mandado cortar leña para atender el parto, pero “los hombres del lugar de
Larués, los mismos que hacen su salva, no quisieron cortarla”, y finamente tuvo que ser
el testigo de Berne quien fue a cortarla. Se negaron a realizar servicios que mostraban
dependencia personal, en un acto de desobediencia muy simbólico.
Este conflicto continuo entre señor y campesinos llegó hasta tribunales reales y
ante el Justicia Mayor de Aragón, y ahí se aprecia perfectamente el contraste entre el
discurso de los señores, que se creen con total derecho para exigir servicios arbitrarios
gracias a su honor, y el de los campesinos, en el que se pueden observar términos como
violenter (violencia) o compellere (forzar), palabras que tratan de poner en evidencia el
comportamiento del señor. 64
64 Ibidem, p. 442.
30
Con este ejemplo vemos algunas de las repuestas campesinas más comunes ante
la presión y la arbitrariedad del señor. Mostraron su disconformidad públicamente, se
negaron al pago de la pecha y a diversos servicios, negociaron continuamente con el señor
para que, a cambio de unos pagos, éste les concediera unas cartas de franquic ia
reconociéndolos como infanzones, recurrieron al sistema judicial, e incluso apelaron al
monarca cuando Juan de Lográn les había embargado bienes, y éste ordenó que se
impidiera al señor seguir con esa arbitrariedad.
31
beneficio propio bosques y ríos. En este movimiento, aunque fue bastante temprano, ya
aparecen indicios de organización campesina, puesto que los dirigentes nombraron
delegados para asistir a una asamblea general. 65
32
cifra de libras parisienses para obtener su libertad, quedando endeudadas las comunidad es
para poder pagarlas. También podían quedar comprometidas a entregar una suma de
dinero fija anual para poder liberarse.
De este modo vemos cómo la libertad también se negociaba, y era una herramie nta
del señor para aumentar las sustracciones y obtener ingresos. Y, además, esto renovaba
las relaciones existentes entre señores y campesinos, y la servidumbre solía dar paso a
una relación de patronazgo. Feller nos narra el caso del enfranquecimiento de una aldea
parisina en 1249: “En la carta de Gennevilliers, por ejemplo, el redactor indica muy
claramente que el derecho de patronazgo se impone al enfranquecido: como todo antiguo
esclavo, se convierte en el cliente de su viejo dueño lo que limita su libertad. En este caso,
el mismo texto de la manumisión instaura una relación personal perpetua y hereditaria
entre el señor y el antiguo siervo.” 67 Así, cambia el estatus jurídico y se eliminan ciertas
exigencias humillantes, pero el vínculo de dependencia entre campesino y señor se
mantiene, y los nuevos libres continúan teniendo limitada su libertad.
33
modo, en los movimientos bajomedievales se van entremezclando elementos simples de
protesta con otros más complejos y de mayor componente ideológico.
69Ibidem, pp. 307-324. En este capítulo Feller analiza las revueltas y resistencias campesinas a fines de la
Edad Media, describiendo los principales movimientos.
34
de la Jacquerie provenía fundamentalmente de una fuente, Jean Froissart, que en su
crónica describía el episodio desde el punto de vista aristocrático y, sin embargo, no
conservamos testimonios que expliquen el movimiento desde la perspectiva campesina
ni tenemos sus reivindicaciones formalizadas, de modo que sólo nos queda analizar los
actos y tratar de reconstruir las razones campesinas que les llevaron a desarrollar esas
acciones. En mayo de 1358 un grupo de campesinos asalta una tropa armada en Saint-
Leu y, tras ese incidente, los asaltantes van a las aldeas vecinas a organizarse, el
movimiento antinobiliario se extiende, y durante semanas los campesinos dominan los
campos de la Île-de-France, cometiendo diversos actos violentos: los jaques atacan
castillos, asesinan señores, cometen violaciones… En la primera quincena de junio el
movimiento alcanza su mayor apogeo, y entonces empieza una fuerte reacción señorial
que pronto le pone fin. En primer lugar se advierte el fuerte carácter antinobiliario del
movimiento, ya que los campesinos atacan claramente el estatus de la nobleza, y en
segundo lugar se perfila el carácter antifiscal, puesto que los jaques respondían ante las
exacciones que percibían como abusivas, y ante la redistribución injusta de los bienes.
El caso de los tuchins era diferente: estas comunidades adoptaron una modalidad
de protesta diversa, una estrategia de “bandidaje social”, y estuvieron décadas hostigando
a las autoridades de la región. Desarrollaron unas potentes redes de cooperación y
solidaridad entre las comunidades, que se unieron contra invasiones exteriores
(mercenarios e ingleses) y contra los poderes opresores. No fue un levantamiento brusco
en masa, sino una estrategia de resistencia menos evidente y más continuada que no busca
llegar a un enfrentamiento abierto con la nobleza o la corona, sino desgastarles poco a
poco con acciones coordinadas.
35
a una negociación. La revuelta se extendió después por numerosas ciudades inglesas, pero
finalmente fue reprimida a finales de julio.
En el caso catalán, la región estaba por completo bajo un duro régimen señorial,
y además de rentas y servicios, eran comunes diversas exigencias limitando enormemente
la libertad de los campesinos y atándolos a esas tierras de por vida. Sólo podían abandonar
esas tierras si pagaban la elevada remença, y estaban sujetos a los 5 “malos usos”: intestia,
exorquia, cugucia, arsina y firma d’espoli violenta; unas obligaciones que eran muestras
de servidumbre personal y humillación, además de pesadas cargas económicas. A finales
del siglo XIV ya se había incrementado la tensión y el malestar ante esa situación, y
finalmente a mediados del siglo XV estalló este movimiento de las remenças, que
perseguía la abolición de los malos usos, y tuvo bastante coordinación y organizac ió n:
los campesinos consiguieron el apoyo de los reyes contra la aristocracia catalana, y
llegaron incluso a crear un auténtico ejército campesino. Finalmente, este movimie nto
resultó victorioso, y la sentencia de Guadalupe promulgada por Fernando de Aragón en
1486 fijó la libertad campesina y la abolición del ius maletractandi y de los “malos usos”.
36
3. Conclusiones
Sólo de este modo indirecto podían ofrecer cierta resistencia sin ser aplacados en
el primer intento, y eran conscientes de ello. Además, aparentemente son acciones
pequeñas, que no parecen producir mucho beneficio, pero esa es precisamente la razón
que les permitió prolongarlas en el tiempo y repetirlas reiteradamente. Un gran robo en
la reserva señorial sería demasiado evidente y las consecuencias para el autor del robo
demasiado graves, pero, por el contrario, pequeños robos apenas sobresalían, apenas
recibían importancia, y se podían ir repitiendo con cierta regularidad, asegurando el
sustento de una familia campesina.
Con trabajos como este se pretende demostrar que esas acciones no sólo existía n,
sino que tenían bastante fuerza, eran muy variadas y seguramente se repetían más
comúnmente de lo que creemos. Los documentos suelen estar escritos desde la óptica de
los poderosos y raramente reflejan la voz de los campesinos, pero, aún así, el escaso
número de fuentes que conservamos sobre esta temática ya nos aporta ejemplos e indic ios
suficientes para demostrar que, efectivamente, las resistencias campesinas eran comunes
y generalizadas.
37
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