Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
5 ,4 F ,4 S C A S T A Ñ O S
A r te s y P u e b lo s
pr im itiv o s
de l a A lta
E xtrem adura
*
P L A S E N C I A ' M C M L V I I
P R O L O G O
r. S a
is am-
opóni-
en es-
inter-
o una
irsona
bérica
Alta Extremadura ha sido tratada en este libro como una
unidad geofísica, colosal individuo terráqueo que incluye
una zona que crea particulares desenvolvimientos ergológicos
y se ofrece con inconfundible ecológica fisonomía. Esta vas
ta pertenencia se extrovierte, por el Norte, hacia Castilla,
y muere, por el Sur, besando la parda corriente del Tajo.
En reductor subtitulo, con ánimo locativo, he arrimado
a la palabra Arqueología, tan grave y vasta conceptualmen
te, el desgaire popular de la de “ Vallenata". Tal vez fueron
las gentes de Castilla las que crearon este vocablo. Es el
castellano, el que al asomarse a nuestras tierras, ve, en
trance de sorpresa o asombro a nuestros valles extremeños
en todo su esplendor. Para él fueron "vallenatos" los habi
tantes de las hundidas tierras nuestras de vegas regadías,
barruntos héticos de olivares y enclave fluvial para cada
paisaje, tan distinta de lacruda y esteparia altiplanice, sin
vocación forestal, que es la Castilla, abierta, cereal y sobria.
fioy la palabra “ vallenato" se usa en las tierras bajas
de nuestro país para designar a los que viven en determina
dos pueblos de ellas, tales los de Navaconcejo en el valle del
Jerte y los de Baños de Montemayor en las Granadillas.
— 8 -
no una Síguele en mi reconocimiento Moreno Peña ( J. ) y Pereira
ncluye (D .) que me concedieron su gratísima compañía y con su buen
ógicos sentido alentaron, y también frenaron cuando preciso fue,
ta cas- mis entusiasmos de investigador y , en todo caso, paliaron
istiila, con su amistad y nuevos alientos, las fatigas y los desenga
ijo. ños de las buscas frustradas. Mi gratitud al buen amigo Ju
imado lián Ramos, maestro cantero, que por el campo nos acom
almen- pañó y sirvió con su buen oficio. Para todos, mi reconoci
fueron miento de la mucha parte que han tenido en que este libro sea
Es el una realidad.
ve, en
Plasencia. — Diciembre, 1957.
menos
>habi-
radías,
i cada
e, sin
iobria.
bajas
rmina-
lie del
s.
drada-
cer de
honor
rnioer-
y
o, de-
como
tas, a
os de
prime
an sos-
r cam-
ANTECEDENTES SO
BRE ESTUDIOS P R E
HISTORICOS EN
E L N O R O E S T E D E LA
P R O V I N C I A DE
CACERES
\
*
L
existen
armoníi
que no:
unas v<
ra expe
pre pre
dareme
cidos.
En
Alonso
da“ .
En
en so p
"para
sobre i
L a escasez de trabajos que sobre estas materias
existen referidos a nuestra zona, nos permite obrar más en
armonía con nuestra manera de pensar y proceder, toda vez
que nos evita referirnos a opiniones y a citas que, siendo
unas veces aceptadas y otras rechazadas, enturbian la cla
ra exposición que lleva a conocer de manera precisa el
pensamiento del que escribe. No obstante, tendremos siem
pre presentes en nuestro estudio los trabajos anteriores y
daremos cuenta de ellos en la medida que nos son cono
cidos.
En el año 1627 ve la luz la obra del fraile chinato
Alonso Fernández, titulada “ Historia y Anales de Plasen-
cia“ .
En el de 1851 se imprime la del presbítero Bairio
“ Apuntes para la Historia General11. Este autor advierte
en su prólogo que toma buena nota de la obra del anterior
“ para evitar que se pierdan tantas y tan buenas noticias
sobre Plasencia y su com arca“ .
Se ha afirmado que fray Alonso reprodujo de Juan
Correa, clérigo servidor de San Martín y luego canónigo
Je la Catedral placentina, muerto de catarro pestilencial en
- 15 -
la epidemia del año 1580, la obra que éste escribió y titu
ló “ Anales1* y que no se hizo pública.
Examinando serenamente los hechos los tres autores
y, por tanto, sus obras, quedan reducidas a una que, siendo
original de Juan Correa, ve la luz pública bajo fray Alonso
Fernández.
Pero no es menos cierto que este autor sumó a lo que
se sospecha procedente de Correa, observaciones propias
que son las únicas que a nosotros nos reportan utilidad.
Se reducen a dos las observaciones que utilizaremos cuan
do abordemos el capítulo en que tratamos del pueblo roma
no sobre nuestro suelo. Una de ellas es cuando él dice que
V E y L E E una piedra con inscripción en una casa de la
calle del Rey. La otra, cuando al referirse a la arquitectu
ra del desaparecido puente de Trujillo agrega, “ que cono
cidamente es edificio rom ano".
En 1906 y publicado en la “ Revista de Extremadura11 (1)
aparece un trabajo de crítica del que nos ocuparemos al
tratar del romano.
Por nuestra zona discurren sabios como Mélida, Viu,
Cean Hubner, Pons, influidos y preocupados principal
mente por los estudios epigráficos romanos.
Todos ellos leen los materiales recogidos por un culto
antepasado de la casa de Mirabel, sospechando que fueron
trasladados a la ciudad de Plasencia desde las ruinas de
Capera. También se ocuparon de las inscripciones, igual
mente romanas, que aun en el día de hoy se encuentran en
el Seminario Menor.
Mención aparte merece el que fue arquitecto munici
pal de esta ciudad Paredes Guillén, muerto en enero de 1916.
(1) Ved Persa: “ La falsa Ambracia Vettona“ .-“ Rev. de Extrem adura“ . n.° 83
¡bió y titu- Resulta asombrosamente proteiforme su labor. Da a
la imprenta dos libros (1), aunque el primero sea recogido
íntegramente en el segundo. Es asiduo colaborador de la
res autores
Revista Extremeña, tratando en ella de las más diversas
que, siendo
materias. Sus trabajos arqueológicos se centran en la cul
fray Alonso
tura romana. De prehistoria propiamente, y cuando se ocu
pa de nuestra zona, todo lo que dice es lo siguiente: “ Las
mó a lo que ruinas de las poblaciones de la edad de piedra y anterio
nes propias res a la ocupación romana de que tengo noticias son las
an utilidad, siguientes: (cita una a orillas del arroyo Guadancil, en el
remos cuan- término de Garrovillas; otra cerca de Valencia de Alcánta
•ueblo roma- ra, en la dehesa Mayorga y a orillas del Salor, y luego se
>él dice que ocupa de nuestra zona) ...Cerca de Plasencia, en la dehesa
casa de la Valcorchero, a l sitio de la E ra de la Guijosa, se encuentran
arquitectu- los mismos vestigios en un recinto bastante extenso que
” que cono- se conoce estuvo defendido por una m uralla en los puntos
que de él era accesible; pues lo demás del recinto lo tenía
raadura“ (1) natural; pero estas construcciones están excavadas debajo
iparemos al de grandes peñascos que las servían de cubierta, y hoy hay
muchas llenas de tierra (?). En el centro está la mayor que
llam an cueva de Boquique. . (Aquí sigue una descripción
>lélida, Viu, de la cueva hablándonos de su capacidad). En estas cue
>s principal- vas están mezclados los instrumentos de piedra con las
hachas de bronce y con fragmentos de cerámica muy tos
por un culto ca, en que no intervino el torno alfarero. Cerca también
o que fueron de Plasencia, se hallan los muros de una población de es
s ruinas de ta época, en los riscos que llam an de V illavieja o Plasen
iones, igual- cia la antigua. Estas son las noticias —termina diciendo—
íuentran en que de esta provincia podemos dar a los aficionados, los
cuales pueden tener presente en sus investigaciones que,
todo lugarque tenga nombre precedido o seguido, o sólo
?cto munici- de V illar le ofrecerá campo de estudio“ . (2)
lero de 1916.
(1) Origen del nombre de Extremadura (1886); Historia de los Framontanos
n.» 83 Celtíberos (1888)
(2) Págs. 32 y 33 del libro “ Origen del nombre de Extrem adura."
Vemos por lo consignado, lo limitado y superficial que ca « gran des
fueron sus trabajos e investigaciones prehistóricas en florece en
nuestra comarca. Este mismo tono guardan otras referen
cias que tocaremos en capítulos siguientes al estudiar el
yacimiento de Segura de Toro. Téngase presente, al en
Como res)
juiciarle, no sólo el pobre desarrollo de la cultura arqueo
diciendo qae e
lógica en general y de prehistoria en particular de aquellas
todio del yadn
fechas sino que también dificultaban el natural conoci
a cabo investí;
miento y estudio, los escasos medios de comunicación con
tro suelo bastí
engorrosos y molestos desplazamientos.
r as Je otras c
Para nosotros tiene este hombre un mérito singular.
preh ítcrica ck
Regaló al museo de Cáceres una espléndida colección ar
Nos sirve
queológica que fue salvando por todo lo ancho de nuestra
bres de los Sr
provincia y en la que sobresale especialmente la colección
iD.), Barbosa
de numismática. Plasencia —entonces ciega— ni estimó al
- -; í z ":-
hombre ni valoró su obsequio, que, en principio, estaba des
po. per-i-rand
tinado para ella. Nuestra admiración particular se afianza
interés por ¡ai
al tener por cierto que entre sus escritos de arqueología y
por el año de
mis comunicaciones sobre prehistoria regional no ha ha
bido interposición de ninguna otra pluma placentina que
roce estas materias.
La capital ha tenido y tiene hombres muy capacitados
que se ocuparon y ocupan de estos estudios. A nosotros
se acercó el profesor Corchón, con su buen saber, que vi
sitó el Rebollar ampliando muy acertadamente, estudios
por nosotros iniciados, veinte años antes, en la misma zona.
Ninguna de las publicaciones de tan distinguidos cul
tivadores de esta materia, de la capital, son por nosotros
utilizadas.
Después de nuestras primeras comunicaciones —no
de nuestros primeros trabajos, que hicimos de la mano del
P. Morán y del Doctor de la Fuente Arrimadas y en com
pañía de mis buenos amigos los Sres. Herrero Alonso y
Gallego Cepeda (G .)—, se ha despertado en nuestra comar
>' superficial que ca un gran deseo por el estudio de nuestra arqueología que
>rehistóricas en hoy florece en notas periodísticas.
i otras referen-
ai estudiar el
resente, al en-
cultura arqueo- Como resumen de lo que antecede podemos concluir
Jlar de aquellas diciendo que en nuestra zona, aparte de un conato de es
natural conoci- tudio del yacimiento del Boquique, nunca se habían llevado
municación con a cabo investigaciones sobre la vida prehistórica de nues
tro suelo hasta que un grupo de aficionados —universita
érito singular, rios de otras materias— , empezó a interesarse por la vida
colección ar- prehistórica del valle del Jerte.
ho de nuestra Nos sirve de gran complacencia citar aquí los nom
te la colección bres de los Sres. Gallego Cepeda (G .), Herrero Alonso
— ni estimó al (D.), Barbosa Barbero (A.), Sánchez Marín, Belloso, J. Me
>¡o, estaba des- rino y algunos otros que formaron en principio nuestro gru
ar se afianza po, perdurando, los dos primeros, con el mismo impulso e
arqueología y interés por las materias arqueológicas con que empezamos
si no ha ha- por el año de 1930.
¡acentina que
V capacitados
A nosotros
¡aber, que vi-
nte, estudios
i misma zona,
nguidos cul-
por nosotros
iciones —no
i la mano del
! y en com-
o Alonso y
lestra comar
CONMOCIONES EN LOS V A
L L E S DE J E R T E . T IET A R Y
DE L A S G R A N A D ILL A S
— 23 —
Dicho crestón afirmaba su estabilidad hundiendo sus
apoyos graníticos—como hoy se ve—, a medida que se
acerca al enclave de Plasencia.
En sus entrañas latía el núcleo formativo del valle del
Jerte en espera del hecho que lo exteriorizase.
¿Fue un empuje coincidente que actuando sobre uno
y otro lado hunde el bloque central?
¿Se originó por un descenso vertical?
¿Se debe a la expansión de la corteza terrestre con
separación de bloques, expansión estudiada por Ewing y
colaboradores y que algunos relacionan con la hipótesis
de Wegener?
Producido el hecho, hoy puede hablarse de que hubo
deslizamiento por fallas en movimiento vertical de hundi
miento que, transtornando la primitiva conformación, nos
regala esta cautivante fosa tectónica actual del valle del
Jerte.
Después, una y otra pared, volcarán sobre la fosa
enormes masas de tierra y roca que irán formando las lo
mas que hoy la escalonan por uno y otro lado y que sien
do materiales más dispersos opondrán menor obstáculo a
la progresión del río.
Masas de arcilla desplazadas desde las cumbres ven
drán a servir de campos de cultivo o quedarán como terre
nos estériles al modo de las tierras de Peña Horcada.
Vertientes de piedras laminadas, que en otra hora ocu
paron elevadas alturas, llegan hoy hasta la cuenca fluvial
en la zona de la Casería.
Espejos de fallas se precisan claramente en el cantil
de Villavieja.
Absoluto denudamiento con exteriorización clara del
esqueleto plutónico, lo tenemos a la altura del montículo
llamado Montón de Trigo, en el kilómetro 13 de la carrete
ra del Valle, que no es otra cosa que derrubios que, inter
— 24 -
hundiendo sus ceptando en principio la cuenca, las aguas minaron a uno y
medida que se otro lado, con respeto para el centro, dándose así hoy la
forma en cono que presenta.
o del valle del También en la misma sierra, a la altura de Navalon-
se. guilla, se producirán suficientes arrastres para formar hoy
■-o sobre uno las buenas superficies cultivables con que cuenta dicha
zona.
Seguirá el tic-tac de los tiempos geológicos y pasarán
a terrestre con siglos para que sea removida, por brutal agitación, una
a por Ewing y inestable cuenca de sedimentación que durmió al Este y
Jn la hipótesis Sur del flanco meridional de las sierras hijas de aquel pri
mitivo crestón.
e de que hubo Aquel inmenso lago ocupó las llanuras de Talavera,
tical de hundi- Oropesa, Navalmoral y La Bazagona, cuyo fondo se llenó
ormación, nos con los derrubios del anciano Qredos.
il del valle del Toda esta gran cuenca se conmueve bajo la presión
de un enorme geosinclinal con ejes de empuje de Este a
sobre la fosa Oeste y de Sureste a Noroeste.
mando las lo El oleaje petrificado que se sucede, chocando oblicua
to y que sien- mente contra el «escudo» de Gredos, avanzará hacia Pla-
r obstáculo a sencia y a esta altura sumirá bajo sus sinclinales, los apo
yos que en nuestras tierras tiene aquel antepaís en la mar
íbres ven- gen izquierda del Jerte. Aquí fue frenado en su progresión
n como terre- el geosinclinal.
lorcada. El es el que levanta las masas que forman las sierras
tra hora ocu- del Calamoco, las de Berenguer y las de Santa Bárbara, y
uenca fluvial así se da lugar a que fueran estas sierras las últimas en
llegar a completar la actual cuenca del río Jerte y a enfren
e en el cantil tar el cauce de este río con el potente bastión de San Lázaro.
Antes de este gran plegamiento el río seguiría en di
■ór\ clara del rección sur, desembocando en la cuenca del Tiétar o en la
■
c! montículo del Tajo directamente, y este mismo camino sería el lleva
la carrete- do por las gargantas de Guijo de Santa Bárbara, Garganta
s que, inter a Olla y de la Jaranda, las cuales descienden en dirección
Norte-Este, mientras caminan por el muro fijo del antepaís
y, al penetrar en la cuenca conmovida, su dirección sufre
un acodamiento marchando de Este a Sur. En las márgenes
de la garganta de la Jaranda, en su recorrido por esta que
fue cuenca inestable, se estudia no sólo el número y grado
de inclinación de las pizarras sino que, entre unas capas y
otras de este material, se ven interpuestas sedimentacio
nes calcáreas.
Serán luego las corrientes fluviales las encargadas
de destacar unas veces y de influir siempre sobre los
accidentes geológicos y así es como el río Jerte, la mayor
de las corrientes fluviales aquí estudiadas, dejará las prue
bas de su potencia erosiva.
Desde la altura en que quedaron detenidos los dos
viejos glaciares que tuvo el valle del Jerte, situando uno
entre el Calvitero y el Tejadillo y el otro en la sierra
opuesta al sitio de la Angostura, bajan, en vertical torren-
cialidad, a converger en los Tomillarones, las gargantas
de Becedas, por un lado, y la de Valdeinfiernos o de los
Infiernos, como hoy se la conoce, por el otro.
El impulso torrencial de esta parte de la cuenca de re
cepción quedó frenado a la altura de Cabezuela ante un
muro de granito. El cauce, embalsado, inundó las zonas del
lugar de Vadülo, de los Arenales, los propios Tomillarones
y las tierras sobre las que hoy se implanta la villa de Jerte.
Testimonio de aquello quedó en la margen izquierda
del río dentro de esta zona apuntada, donde pueden estu
diarse los cortes de un talud sublacustre cuyo primitivo
suelo asciende hasta veinte metros sobre el curso actual
de las aguas.
Accidentes oclusivos, semejantes a este primero, se
repiten entre el Cotarrillo y la Mata de la Cabeza; a la al
tura del puente de Navaconcejo, sobre el que pasa el viejo
camino del Rebollar; a la altura del puente del Torno; pero
es, sobre todos ellos, el gran dique de San Lázaro, aguas
abajo de Plasencia, el que revela la potencia abrasiva del
río que logra serrar tan largo trecho de dura roca gra
nítica, adornándose con marmitas de gigantes labradas
sobre un gneiss glandular incluido en su lecho.
Cuando el río se ve libre de esta artesa por él confec
cionada, que cual duras tenazas le estrujan y maltratan, su
facies será para siempre de río viejo.
Este pleito, entre roca y río, mantenido en San Láza
ro, fue provocado por la mayor altura de las sierras últi
mamente llegadas a completar la cuenca del Jerte, compren
dida hasta Plasencia.
La influencia beneficiosa de estos diques se refleja en
las huertas y prados surgidos sobre las que fueron zonas
lacustres de cuyos primitivos niveles nos quedan las «te
rrazas» de fuerte verticalidad en la margen derecha y más
suaves y prolongadas en la izquierda.
En estas zonas llanas el río se permite algunos peque
ños meandros. Estos cambios de dirección se muestran
claramente en la discordancia actual en la posición de los
machones del puente de Asperillas y la del curso de las
aguas. Dicha desviación precipitó las ruinas de unas estruc
turas catalogables de romanas.
Para Plasencia el río robó y trasladó lo mejor que en
contró a lo largo y a lo ancho de su cuenca, creando bue
nas extensiones de tierras fértiles.
En la dehesa de los Caballos y Parralilla se han suma
do, a los arrastres de la cuenca alta, los derrubios de las
laderas cercanas para sedimentar, en la tranquilidad de
aquel gran lago de San Lázaro, materiales que son hoy ba
se de prósperas industrias locales y debieron serlo de aque
llas maravillosas cerámicas que hoy se pasean por los tra
tados de arqueología con el nombre de cerámica con la téc
nica del Boquique.
La tercera cuenca de nuestra zona de la Alta Extre
madura, la situada al Noroeste de nuestro valle —la de las
Granadillas— fue asiento de muy leves conmociones du
rante el período de agitación de la cuenca inestable, cuyos
movimientos hemos estudiado. El zócalo fijo de nuestras
sierras frenó el eje de empuje, impidiendo que fuera influen
ciado por aquel movimiento esta otra cuenca de sedimen
tación.
Sin embargo, y por fenómenos que no hemos intenta
do conocer, más lejos, en la gran cuenca hurdana, un se
mejante cataclismo, disparó a sus pizarras y las colocó en
atrevidos buzamientos, a veces, de absoluta verticalidad.
“ Esta es la comarca objeto de nuestro interés ar-
queológico“ .
Integrada por tres valles: de las Granadillas, Jerte y
de la Vera; regada por tres ríos: Alagón, Jerte y Tiétar; y,
recorrida por infinitas gargantas que descienden todas des
de las cimas de estas sierras.
La constitución de sus montañas es el granito con eje
microcristalino para las que hemos descrito como puntal
de los tres valles y en cuyo centro está la fosa del Jerte.
Las restantes, que nacieron del geosinclinal, tienen a
las pizarras como firmes de sus estructuras.
Nuestro clima lo rige Gredos y se influencia con el
Atlántico.
El terreno de montaña resulta propio para la caza, y
sus montes bajos y cañadas tienen apropiadas condiciones
para el pastoreo con abundancia de agua y buenas praderas.
Sus tierras bajas son fértiles y abundan en toda la co
marca los bosques de encinares, robles y otras especies
arbóreas que aun no han sido pasto de bestiales talas.
La altitud oscila entre los 2.401 metros en el Calvitero
y los 350 m. s. n. m. a que está Plasencia.
- 28 _
La situación astronómica y topográfica de la provin
de la Alta Extre- cia de Cáceres, cuyo noreste lo ocupa la región que estu
ro valle —la de las diamos, es la siguiente: al O. de la península, entre los
conmociones du- 39° 4’ y 40° 29’7” latitud norte; los I o 18’ y 3o 49’10” lon
:a inestable, cuyos gitud occidental del meridiano de Madrid.
> fijo de nuestras
i que fuera influen-
;nca de sedimen-
:o hemos intenta-
hurdana, un se-
5 y las colocó en
ita verticalidad.
?stro interés ar-
nadillas, Jerte y
lerte y Tiétar; y,
erden todas des-
í uencia con el
ira la caza, y
as condiciones
-cnas praderas,
i en toda la co-
atras especies
ales talas,
ín el Calvitero
_ 29 —
YACIM IEN TO S
PREH ISTO RICO S
DE LA A L T A
EXTREM ADURA
C o m o se verá, todos los yacimientos de que vamos
a dar cuenta corresponden a la cultura Neolítica, mas ello
no quiere decir que descartemos la presencia del palean-
tropo en nuestra zona; antes, al contrario, creemos estar
en posesión de hechos que hablan en favor de su presen
cia con el Idolo Vallenato, que luego describiremos. Tratar
este punto con más extensión habrá de ser cuando termi
nen las actividades de un grupo de nosotros que siguen
ansiosos por sumar a lo actual otras artes u otras industrias
que, por más difundidas y prodigadas, son de todos cono
cidas y por todos aceptadas para hablar de la presencia de
este primitivo... ¡que a tanto llega nuestra limitación!.
Hemos de reconocer que al hablar de esta etapa de
vida humana nuestro juicio se ejerce, casi exclusivamente,
estudiando el sílex y sus transformaciones, como elemen
to que proporciona objetos utilizables bajo la acción cor
tante, punzante o contundente y orientados a la finalidad
de la caza.
Por sus variantes se cronometran edades y se fijan
períodos.
Otras artes, como la pintura o la estatuaria, también
— 33 -
figuran en algunas estaciones como fundamentos de jui
cio sobre las distintas etapas de este primitivo. Pero es
sin duda el sílex el testigo capital de su evolución.
¿Puede negarse que la función utilitaria que presta es
te elemento pudo ser reemplazada por la de otro de más
fácil adquisición según las regiones donde se haya desen
vuelto la vida de este ser?
¿No regirá en esto, como en tantas otras cosas, un
imperativo geológico?
¿Se puede negar que en el presente momento convi
ven, logrando el mismo fin, las más diversas armas, indus
trias o útiles de diario uso y todos cambiantes según las
regiones?.
ndamentos de ju¡-
primitivo. Pero es
evolución,
aria que presta es-
3 de otro de más
IDOLO V A L L E N A T O
se haya desen-
5 otras cosas, un
momento convi
das armas, indus-
•iantes según las
arte así denominado se encuentra a una altura
superior de más de media ladera de la sierra de la Solana,
del Valle del Jerte, en el término municipal de Navaconce-
jo y data nuestro primer estudio del año 1932.
Se trata de un trabajo realizado en un gran núcleo de
granito a cuyo alrededor la ladera hace una pequeña pla
taforma.
Se ha trabajado sobre este canchal con el fin de lograr
una expresa representación de una calavera humana. El
fin se ha logrado ampliamente a pesar de trabajar un gra
nito de fuerte cohesión.
El núcleo de granito es esferoidal; su altura no infe
rior a los tres metros desde el nivel del suelo, y su espesor
un poco mayor que la altura.
La parte correspondiente a la excavación que repre
senta el ojo derecho, carece de fondo anatómico. La del
izquierdo conserva dicho fondo y se ha cuidado de darle
tal expresión de semejanza con el natural que hasta se ha
realizado, a la altura topográfica oportuna, una perforación
de la lámina que representa al agujero del óptico, en el
mismo lugar donde le encontramos en la órbita humana.
Estas cavidades orbitarias pueden alojar a un indivi
duo de media talla con las piernas encogidas y un poco
doblado.
Para dar perfecta representación de calavera ha sido
necesario vaciar la cavidad craneana y por eso no se ha
respetado el fondo de la órbita derecha, a través del cual
se ha llevado a cabo el vaciado completo.
Esta cavidad se ha pulimentado posteriormente bajo
tres arcos de frotación que dan lugar a tres arcos de cir
cunferencia que se interfieren, siendo más elevado el cen
tral, lo que origina un simbolismo claro de “ cráneo en to
rre ", por tanto, acusadamente braquicéfalo.
Dentro de este vaciado se cabe perfectamente.
Las órbitas miran al suroeste, y desde su emplazamien
to se vive la resonancia del valle y las influencias que el
río Jerte ha ido imprimiendo sobre sus cambiables orillas.
En los días claros se precisan las alturas y conformaciones
de las sucesivas “ terrazas".
En la sierra del Idolo, la vertiente es más profunda.
Un plano diaclásico ha desprendido la parte inferior y
anterior de la roca dándola una mayor semejanza con la
caída natural de la mandíbula inferior al faltar los múscu
los y ligamentos. En esta “ boca a b ie r t a como podría
mos llamarla, se ha colocado una piedra también granítica
pero de distinta contextura y sobre una zona de su parte
superior se labraron rayas entrecruzadas semejantes a las
llamadas por Camón Aznar “ signos retiformes" .
Esta piedra ha sido traída y colocada exprofeso; por
tanto, pudo ser posterior a la ¡abra del Idolo y realizarse,
con este acto, una creencia en dualidad representativa. Es
timo que en un principio, por ser un simbolismo perfecto
de muerte, debió de ser un Dios de guerra. Luego, la re
presentación simbólica de artes de caza, lo envuelve con
magia propiciatoria.
- 36 -
n a,o/ar a un índ/ví-
ncogidas y un p o c Q
de clavera ha sido
Y por eso no se ha
a, a través del cual
eto.
Posteriormente bajo
[res arcos de cir-
^as elevado el cen-
>de “ cráneo entó
nalo.
Rectamente.
de su emplazamien-
'niluencias que el
cambiables orillas.
3y conformaciones
5 más profunda.
*a Parte inferior y
^mejanza con la
’fltar los múscu-
. como podr/a-
¿Tibién granítica
:na de su parte
semejantes a las
rmes“ .
exprcfeso; por
0 y realizarse,
iresentativa. Es-
olismo perfecto
Luego, la re-
» envuelve con Idolo Vallenato
(Navaconcejo)
La creación representativa de la calavera, cráneo o
cabeza ósea, debió de ser provocada, en la mente del
primitivo, ante la observación repetida de las tremendas
consecuencias que para él, para sus enemigos, o para su
caza surgían cuando la acción de ataque se ejercía sobre
esta parte del organismo. La imagen de la muerte apare
cería, de forma transitoria, cuando el episodio no produ
jera más que el efecto conmocional pasajero, período en
el que yacería inerte y vulnerable ante la más mínima po
tencia agresiva.
Otro fenómeno más, que necesariamente destacó a su
consideración, debió de ser la pérdida total del recuerdo de
los sucesos inmediatos al accidente, fenómeno que acom
paña a la conmoción cerebral.
Unido todo lo anterior a la inexplicable y asombrosa
recuperación de todas las potencias reactivas, psíquicas y
motoras, se llega fácilmente a la específica valoración de
esta zona y a su posterior veneración y respeto.
En 1954 el farmacéutico de Navaconcejo D. Juan Díaz,
hoy incorporado a nuestro grupo de interesados por las
enseñanzas arqueológicas, nos traía dibujos que semejan
grabados retiformes y que se encuentran sobre rocas en
las cercanías del Idolo.
Pero, como decíamos más arriba, son las muestras de
pasada vida neolítica las que por ahora absorbe nuestra
atención por entero.
_ 39 _
ARTES NEOLITICAS
Y SUS ENCLAVES
- 41 —
kilómetros de la ciudad de Plasencia, está necesitado de
un estudio reglado que hasta hoy no se ha hecho.
Nuestras prospecciones nos permiten hablar de una
cerámica lisa conviviendo con otras de muy cuidada masa
y cocción; de finas paredes y muy variados elementos de
corativos, en relieve, incisiones, estampillados; con varia
ción en los perfiles de su contorno y en la capacidad de
sus vasijas.
Hay una gran abundancia de cantos rodados, muy es
féricos, subidos desde las cercanas orillas del río.
Es extraordinario el número de molinos de mano de
tipo naviforme que se ven por todas partes.
Recogí una piedra, encontrada en las inmediaciones
de la cueva, que supuse cinabrio y hoy el dictamen de la
Universidad de Salamanca (1) lo confirma informando que
se trata de un cinabrio muy rico en mercurio.
Hallamos dos elementos que creemos fueron utiliza
dos como pesario de redes, a pesar de haberlos visto cla
sificados, según Montelius y Menghin, referidos por Bel-
trán Martínez, como forma de hacha de combate. (2)
Respecto al cinabrio sugiere Maluquer que pudo haber
sido utilizado como colorante de cerámica, para tatuaje o
como veneno (3).
En 1954, en la parte alta de uno de los crestones que
se destaca más avanzado hacia la carretera de Salamanca,
y a los pies de un cabezo de canchales que coronan este
vértice, exteriorizamos un grupo de piedras labradas que
se dio a conocer como grupo zoomorfo de un posible tem
plo fisolátrico (4), perteneciente al conglomerado y situa
do en la parte anterior y cercano a una entrada.
- 42 -
, está necesitado de
se ha hecho,
niten hablar de una
e muy cuidada masa
liados elementos de-
npillados; con varia-
en la capacidad de
os crestones que
ra de Salamanca,
ue coronan este
ras labradas que
? un posible tem-
merado y situa-
rada.
Recientemente, en junio de 1957, en una relación de
hallazgos (1) se cita, sin determinar el lugar, la presencia
de un verraco en Valcorchero. Creemos se trata del ya
descubierto en 1954 por nosotros; al solicitar una aclara
ción en bien de la cronologación de hallazgos arqueológi
cos, aun no ha sido contestado nuestro público requeri
miento.
Yacimiento de E l Berrocalillo.
Ayuntamiento de Ptasencia. Part. jud. de Idem.
- 45 -
Este yacimiento, y el de Boquique, engarzan al cerro
de Plasencia, que queda a igual distancia del uno y del
otro.
Los contactos y relaciones entre Boquique y Berrocali-
11o se establecieron pasando por el de Plasencia, ya que és
te es el único camino que conduce al lugar más inmediato
donde el río fue vadeable. Hoy una presa de molino ha
cambiado este perfil de la cuenca.
E l Butracón de Rebollar.
Ayuntamiento de Rebollar. Part. jud. de Plasencia.
- 46 -
,ei engarzan a! cerro
do nuestros primeros pasos, quitaron la obstrucción y reco
^cia del uno y del
gieron, en las inmediaciones, algunas hachas que el Señor
Cruz entregó al Museo de Cáceres.
3oquíque y Berrocali- Corchón recorre estas zonas bastantes años después,
Plasencia, ya que és- señalando lugares con artes romanas en los terrenos bajos,
-■?ar más inmediato cercanos al río.
3resa de molino ha
Collado Tostado.
Ayuntamiento de Navaconcejo. Part. jud. de Plasencia.
— 47 _
Inmediato a estos lugares se ven varias “ lag aretas",
una de elias, labrada en duro granito, conserva muy bien
sus instalaciones, pudiéndose estudiar el grado de incli
nación leve que existe entre los dos compartimentos. En
el último, y en su parte más declive se excavó la “ ca
zuela" que es de escasa circunferencia y de bastante pro
fundidad, y su destino el de aprovechar al máximo la
recogida de lo producido.
Estas “ lagaretas“ hablan en favor de un clima más
benigno, en aquellas altitudes, que lo es el actual. Donde
hoy prospera el roble y el castaño, debió de florecer el
cultivo de olivos y de vides.
La Hoya.
Ayuntamiento de Casas del Castañar. Part. jud. de Plasencia.
- 48 —
nas “ lagaretas1
•nserva muy bien perior hay restos de grandes (dolium“ . También se ven
r' grado de incli- molinos de mano circulares.
^partimentos. En
excavó Ja “ ca-
Y de bastante pro- Las Magarzas.
3r al máximo la Ayuntamiento de Gargüero. Part. jud. de Plasencia.
donde asienta
de una falla
E l Calamoco.
iginó una pe- Ayuntamiento de Matpartida de Plasencia. Part. jud. de Plasencia.
este nombre,
eríos, se ven En la dehesa de tal nombre, situada a unos doce kiló
0 de uno de metros de Plasencia por la carretera de Cáceres, y en la
cúspide del cerro conocido con el nombre del Molinillo, se
°s labras en ve una construcción circular cuyo muro de pared tiene dos
ra en forma metros de espesor y cuya estructura se ha conseguido por
aposición de lajas de pizarra; su espacio central es de
hiatos, se ven ocho metros de diámetro. La altura actual de los muros no
»da Hoya su- llega, en su parte más elevada, a medio metro. No se ven,
en su estructura, otras sumas de elementos, aunque es de
- 49 —
pensar que haya sido utilizado, también, en épocas histó
ricas.
Lo catalogamos como restos de torreón celtibérico.
reciente arre
an de ser vi-
•c 'ios descrito
nos —durante
e en la época
interiores del
Por el enton-
ise.
■íclavada a
pulturas ex-
ilo sea muy
aquí el te-
superficie.
ra del tér-
Gómez de
? aparecie-
eercanas y
En la otra vertiente de esta misma sierra, sobre el ca
mino que conduce de Cabezabellosa a El Torno, y tam
bién con motivo de arreglos en este camino, aparecieron
enterramientos de este mismo tipo a la altura de la Roza
del Poste.
- 59 -
E L PETROGLIFO DEL
PUERTO D EL GAMO
Ayuntamiento de Mohedas. Part. jud. Hervás
A N T E C E D E N T E S
Y S I T U A C I O N
tí) Historia de la Santa Cruz del Casar de Palomero (1870) por Romualdo
Martín Santiváñez.
- 63 —
ligioso que fue seguido de otro humano. La piedra desta
ca como atalaya en aquellas serranías y es muy posible,
por su relación con el puerto, que ella sirviera de asiento
y cama al judio Zaguito, puesto allí, de vigía, para impe
dir que fueran sorprendidos sus hermanos de raza mien
tras se cometía el lamentable atropello de maltratar una
tosca cruz, fabricada por un pastor y cuyos brazos se
abrían para las dos vertientes de la sierra.
Cuenta el citado autor que, una vez en la roca, se que
dó profundamente dormido y por ello privado de ver acer
carse al “ pundonoroso m ilitar y más que m ilitar buen
cristiano, Hernán Bravo“ , detallando que “ cuando fue
preso, continuaba dormido sobre la piedra en que le co
locaron" .
Se halla esta roca a dos kilómetros y doscientos me
tros de Casar de Palomero y a unos metros del borde de
recho de la carretera que, pasando por Mohedas, conduce
a Plasencia.
Está enclavada en el olivar de la Varistuela, por tanto,
en la vertiente que mira al mediodía de la sierra de Alta-
mira, sierra que separa las cuencas fluviales de dos ríos
que discurren en sentido inverso: el Alagón y el de Los
Angeles.
Forma por este lado el cierre de la gran cuenca hur-
dana y sufre, a doscientos metros del lugar de implanta
ción de la roca que nos ocupa, el accidente geológico de
quebrarse con la Portilla del Gamo.
Allá lejos, a cuarenta y dos kilómetros de una carre
tera con muchas revueltas, la cuenca se cierra con cres
tones de granito que sirvieron de malecón donde se estre
llaron los geosinclinales que elevaron, en fantástico aque
larre, el rizo de las montañas hurdanas. Sobre las planchas
lisas de sus caras pétreas, unas cabras pintadas y unos
peces —que no resisto a dejar de consignar como autén
ticas truchas—, dan fe de viejas y difundidas artes prehis
tóricas por la comarca.
D E S C R I P C I O N
- 65 —
se ha hecho e! dibujo de conjunto con la colaboración
eficaz de D. Ricardo Martín.
A excepción de las hocitas que fueron hechas por per
cusión o litosticias, la totalidad de las grabaciones se con
siguieron por abrasión, o procederes litotricos siguiendo
la terminología propuesta por Santos Júnior (1).-
Prim er grupo.
- 66 —
colaboración
Grupo I
íchas por per
ones se con
os siguiendo
al observa
rte conjunto
ir una fisu-
ubgrupo en
Js, quebra-
globar una
como fio-
recta que
>/a de lan-
de ancha,
al; termina
llamativa
s a cada
su superfi-
distribuí-
mayor y
incide el
triángu-
Grupo II
lo isósceles que veremos repetirse dos veces más en el to
tal del petroglifo.
Se continúa el grupo por una punta de lanza o alabar
da que prolonga su espigo central en lineas divergentes,
buscando espacio y forma para el encaje del asta. Es muy
bella y muy bien acabada, perfectamente logrados sus
bordes curvos y la forma arqueada de su base.
Cercana a ella hay una hocita.
En el extremo final de este grupo, quedan dos hoci-
tas y una figura en semicírculo con dos líneas en cruz,
una de las cuales parece atravesar el arco y prolongarse
en una punta de flecha o lanza.
La totalidad de este grupo mide ochenta y tres centí
metros.
Segundo grupo.
Tercer grupo.
- 70 -
le una figura
¡ta y encima
ia figura cen-
0 por dos lí-
)or otras dos
jo por otras
cuadrilátero
s de él y a
1 flecha, con
flecha diez
mo la otra,
: de esta fi-
, como indi-
po de trazos
las en mo-
el obser-
'guras que
luencia de
1el N. en
Cerca de
sn flecha,
ura trian-
na hocita
Grupo IV
ángulo y
¡us lados,
hay una figura romboidea con fina retícula o trama.
En la parte más alejada del petroglifo, y apoyándose
en el lado superior del ángulo, una figura en cuadrícula
Y, por último, cerca del mismo ángulo, y partiendo del
lado superior, se dirige hacia el centro de un haz de rayos.
Cuarto grupo
Quinto grupo.
— 73 —
Se cuentan en él tres hocitas, tres figuras ovoides
atravesadas por largos vástagos, uno de ellos terminado
en punta de flecha y algunos grupos de entramados que
parecen semejar techos o vallados, más que tejidos de
trampas o redes, por lo cual me inclino a clasificarlos en
tre los considerados como representaciones tectiformes y
no retiformes.
Dominando todo el conjunto central se ven grupos de
flechas que anuncian salirse de la unidad grabada.
E S T U D I O
IV Idolos-placas o plásticos.
V Representaciones soliformes.
V II Signos retiformes.
E P O C A
(1) En amable carta el citado profesor, leído nuestro estudio, dice: “ Por su
estilización, por alusiones a armas y a temas tribales, no creo que puedan fecharse
más allá de mediados del segundo milenio...“ (16 Marzo 1S57).
— 80 -
Cuchillos de la
r e g a d e r a del
)e desentra- Rozo de Azabal
i en desuso
aciones ido-
■ las armas
ienen plena
fechar este
te lo cerca
3n las pin-
Hazgos, ya
cistas“ en
sitio de la
i al Torno,
s fuertes y
a quedar
fechación
lanza del
y las hoy
os, guián-
amón Az-
30 y 1.300
:h-Gimpe-
I-c), com-
5.°, de la
la cultu-
os perte-
.¡ce: “ Por su
lan fecharse
Petroglifo de la
Hoya de Azabal
necientes a los encuadrados entre los años 2.000 y 1.600
a j . C.
A resultados aproximados a los dichos llegamos al
estudiarle con otras referencias clasificadoras.
Por esto, viendo muy aproximadas las fechas entre
unas y otras clasificaciones y catalogaciones, aceptamos
las anotadas para la labra que estudiamos.
Tratar de ser más conciso sería colocar en lugar más
inestable la fijación que hoy puede hacerse hasta tanto la
presencia real de armas o útiles, que evidentemente ha de
haber en sus cercanías, permitan conjeturas más firmes.
INTERPRETACION
- 83 -
significados y que interpretamos no como un recuerdo o
tributo a muertos o antepasados, como hasta ahora vienen
interpretándose estas representaciones, sino como un can
to de vida y triunfo.
Esta roca puede servir de ejemplo para dejar de ad
mitir, sistemáticamente, que sean la vida de ultratumba,
las ansias de caza o los encadenamientos sexuales, los
únicos motivos que lanzan a sus artistas a perpetuar esta
dos del alma.
Se ha pecado mucho de miope al no concederles es
pacio para otra clase de anhelos, goces o sufrimientos.
Y así razonado, decimos que este petroglifo del Puerto
del Gamo plasma los ex-votos de un pueblo que entre el
Bronce 1 y el Bronce II, en pleno apogeo Neolítico supo
plasmar el testimonio de una hazaña guerrera realizada en
defensa de seres y haciendas.
Al orlar estas grabaciones con representaciones ido-
liformes, convirtieron a la roca en el ara del santuario ru
pestre más significado que tuvo toda esta comarca y re
gión hurdana (1).
- 84 -
ícuerdo o
ora vienen
io un cañ
ar de ad-
ltratumba,
uaies, los
tuar esta-
derles es-
entos.
del Puerto
entre el
tico supo
alizada en
anes ido-
uario ru
ca y re-
¡spertado un
DOLM EN DE C O R R E
DOR D E V I L L A N U E V A
D E L A V E R A
(1) S e había emitido la idea de una serie de circuios, algo así como un stone
o boulder labirinth, que quedó rechazada, al oir al labrador.
pasillo en medio. No pude precisar si estas filas y círculo
tenían cobertura. Sí oímos de una piedra que hacía oficio
de puerta.
Hoy no queda nada de este monumento.
El cerrito, artificialmente completado, alcanzaría unos
quince metros de diámetro y fue circular.
La cámara sería exenta y ocuparía su parte central,
prolongándose por el corredor en dirección a saliente. Hoy
el surco del arado pasa por encima y se ven bastantes
trozos de cerámica muy fragmentados.
A la puerta de la nueva casa hay dos piletas que ha
cen de abrevadero para aves y, en la pared de un ence
rradero de animales, llegamos a diferenciar otras dos. Su
configuración es excavada-naviforme, inclinando a con
siderarlas como pequeños molinos de mano y no pilas
para aves; aunque la semejanza entre éstas y las encon
tradas en Villanueva sea grande, siempre hemos visto a
las destinadas a bebederos fijas, formando cuerpo con la
roca sobre la que se excava, como es frecuente observar
en la cultura castreña.
Creemos que estos molinitos formaban parte del ajuar
funerario del sepulcro que estudiamos.
De los objetos extraídos y conservados del túmulo
pudimos adquirir dos azuelas de esquisto y un vaso casi
completo de cerámica (1).
Las azuelas tienen una longitud de 20 y 12 centíme
tros, respectivamente, con filos plano-convexos, de líneas
curvas y con una superficie excavada y rugosa en el cen
tro de sus caras internas; se ha buscado con ello asenta
miento y roce del mango, en gancho o anzuelo, al que se
sujetaban.
- 90 -
y círculo El vaso es de barro colorado y de tipo cónico. Su su
icía oficio perficie es lisa, su base globular con fondo cóncavo sin
umbo, y la boca es ovoide.
Mide 14 centímetros de altura, 15 el diámetro menor
:aria unos de la boca y 16 el mayor. El grosor de pared es bastante
regular y tiene 7 milímetros.
Su masa es fina y homogénea con algunas inclusio
e central,
nes de minúsculos puntitos de cuarzo.
ente. Hoy
bastantes Su cochura es bastante imperfecta, pudiéndose estu
diar, a través de la línea de fractura, masas grises oscu
ras, que unas veces están más cerca de la superficie ex
que ha- terna y otras de la interna. Este hecho induce a pensar
un ence- que, para su cocción, se combinó el calor dentro y fuera
dos. Su de la vasija.
o a con
En una zona, cercana al fondo, el defecto de cocción
no pilas
se acusa más. Se ve la superficie más desintegrada por la
>s encon-
acción de la humedad y el aumento de porosidad.
3 visto a
0 con la Es más lisa y más cuidada la cara externa que la in
observar terna y sobre aquella se ve un bruñido o engobe de poco
fondo. Con irregular y poca precisión, cerca del borde,
se marca un surco por ambas caras como esbozando un
del ajuar
apunte de cuello y sin que, tal surco, imprima desviación
del perfil general de la vasija.
¡I túmulo
aso casi Deducimos, por la unión del fondo y paredes así co
mo por la disposición de los alisados que dejó su fabrican
te, que se trata de una vasija hecha a mano.
centíme-
ie líneas Entre los trozos de cerámica recogidos sobre el lu
1 el cen- gar hay dos que pertenecen a vasijas de fondos planos,
' asenta- posiblemente platos; en un pequeño trozo hay una línea
que se de punteado fino inciso que termina en las inmediaciones
de un pequeño relieve que pudiera haber pertenecido al
arranque de un asa o haber sido un mamelón, ya fisurado,
que suele acompañar a la cerámica argárica.
Tal vez una exploración a tierra cribada diera más
luces sobre este destrozado monumento funerario. No su
pimos de nada metálico. El tipo de cerámica nos hace
pensar en un enterramiento con incineración.
— 92 —
Ajuar del dolmen de Corredor
de Villanueva de la V e r a .
(Pag. 89)
S E P U L C R O EN C U P U
LA D EL TERIÑUELO
DE C A R C A B O S O
— 93 -
más de dos metros, que guardaba mucha semejanza con
una pirámide achatada.
A profundidad de dos o tres metros, y en confuso re
voltijo, habían salido pizarras, industrias de piedra y hue
sos humanos, procedencia, ésta última, de la que fuimos
informados por el citado doctor, que llegó a ver algunos
restos.
La tierra incluida dentro del muro circular llamó la
atención de los obreros, por no ser propia del terreno, se
gún espontánea manifestación.
Otro tanto ocurre con las pizarras, que en grandes
lanchas, salieron, y que son extrañas al lugar.
Por tanto, todo el monumento se formó artificialmente.
El ajuar recuperado lo componen las siguientes piezas:
Cinco hachas de piedras de distintas clases, muy cui
dadas y que aparecen como si nunca hubieran sido usa
das. Sobresalen por su tamaño dos de ellas, una con 39
centímetros de longitud y la otra con 26. Es digno de se
ñalar la presencia en todas de un afilamiento de su punta,
irregularmente hecho, como buscando superficie rugosa,
y que contrasta con lo bien acabado y presentado de su
otro extremo, donde van los filos. Alteración practicada,
tal vez, para buscar ensambladura con la tierra al clavarlas.
Las dos hachas mayores, muy presente en la gigante,
acusan el tatuaje, con límite superior circular, que ha im
preso la tierra, indicándonos que permanecieron clavadas
y que, por tanto, hubo “ cám ara".
Tres trozos de cuchillos de sílex. Dos de ellos perte
necieron al mismo útil, son de sílex blanco y de sección
trapezoidal. El otro trozo es un sílex de color y su sección
trapezoidal tiene el dorso rebajado.
Una piedra plana, granítica, redonda y de 12 centíme
tros de diámetro, que estimamos fue o sirvió como tapa
de vasija.
nza con No hubo manera de encontrar cerámica, que evidente
mente debió existir.
íuso re-
Hemos quedado para el final el elemento más signifi
i y hue-
cado del túmulo.
! fuimos
algunos Esta pieza, cuya imagen reproducimos en el capítulo
IN D O EU R O PEO S, consta de un mango o asidero de 10
llamó la centímetros. Su parte superior había sido horadada, pre
;no, se- sentándose rota, aproximadamente, por el centro del ori
ficio. En su parte inferior o pie se altera la línea del cuer
grandes po de la pieza con un saliente o proyección hacia la cara
que llamamos anterior. Todo el pie mide dos centímetros
almente. y medio, y su base es ligeramente convexa. A partir del
»piezas: pie, zona un poquito más ensanchada, las caras laterales
íuy cui suben hasta contornear el orificio, distanciándose armó
do usa- nicamente, de tal modo que en el empeine tiene la cara
con 39 anterior 18 milímetros y a la altura de la fractura mide 37.
de se- Por consiguiente, las dos caras laterales son divergentes
i punta, y convexas a partir del pie, mientras que la anterior y pos
rugosa, terior son paralelas y planas.
i de su El medio anillo, que presenta el útil de referencia, se
cticada, adelgaza a medida que se acerca a la línea de fractura.
avarlas. En esta línea la pared mide cinco milímetros de espesor
gigante, en la parte más delgada y ocho en la más gruesa. En la
ha im parte unida al cuerpo mide de anchura, por su cara ante
lavadas rior y por la posterior, 13 milímetros, y sólo 7 en la parte
superior.
; perte-
La base del orificio o cara interna, acusa un leve de
sección
clive hacia la anterior, que se hace más apreciable en
sección
la mitad al acercarse al borde.
entíme- Toda la cara anterior de este útil es lisa.
10 tapa La cara posterior se ve recorrida, en sus bordes,
por dos resaltes o miembros que arrancando del mismo
/
talón, suben contorneando los dos bordes de esta cara
hasta envolver al orificio.
La clasificación mineral la hacemos de serpentina
con cristales oscuros en una pasta verde clara.
La altura total del útil es de 12 centímetros. La an
chura máxima, medida por la línea de rotura, es de 37 mi
límetros. La anchura del pie de 22 milímetros. El largo del
pie de 26 milímetros. El diámetro mayor del orificio es de
21 milímetros. La profundidad actual del orificio es de 8
milímetros, lo que hace suponer que sería aproximada
mente de 16 milímetros la luz del anillo completo.
En la cara posterior, inmediatamente debajo del con
torno del orificio, y correspondiendo a la parte más ancha
de esta cara, vemos una mancha de contorno circular que
nos lleva inmediatamente a pensar que se haya produci
do por grasa y pensamos que sea la huella quedada por el
pulpejo del dedo pulgar que, muy acomodadamente, allí
marcha al empuñar el objeto.
Aunque volveremos a ocuparnos de este “ útil“ en el
capítulo de P U E B L O S IN D O EU R O P EO S, diremos de él
que no lo estimamos como elemento de acción, hacha de
combate, como se nos dijo en reciente visita con la que
un destacado profesor honró a nuestro pequeño museo,
ni corno hacha-martillo, como está definido el de Balen-
kaleko, con el que guarda relación (1).
Para nosotros es un elemento “ representativo".
- 96 —
ísta cara
erpentina
. La an
de 37 mi-
largo del
¡o es de
es de 8
aximada-
del con-
is ancha
ular que
produci-
la por el
:nte, allí
¡1“ en el
)s de él
acha de
la que
museo,
i Balen-
L O S A S
SEPULCRALES
EXTREM EÑAS
NUEVAS APORTACIO
NES A LOS P R O B L E
MAS QUE PLANTEAN
E S T A S L O S A S
_ 99 _
»•
III L O S A S E P U L C R A L
DE T O R R E J O N
EL R U B IO
REVISION DE TODAS
L A S C O N O C I D A S
- 101 -
E l escudo
- 102 —
pecífico u original que permita descubrir facetas que mar
quen diferencias de razas, de pueblos o indiquen grandes
saltos en la evolución artística, dentro del mismo grupo.
El escudo es uno, en cuanto a pueblo creador, y es
te origen damos a todos los de las lápidas estudiadas.
El supuesto material de que estuvieran compuestos
no lo creemos tampoco utilizable para buscar fechas.
Siendo un arma de protección variará su material, no só
lo en relación con la riqueza del pueblo sino también con
el estado de vida de las gentes que lo utilizasen. Es lógi
co pensar que será liviano en las campañas de invasio
nes o de conquistas, y más pesado en las fases de esta
cionamiento y defensa.
de las El tipo de escotadura en U sería más primitivo que
los de escotadura en V. Aceptando que dicha hendidura
se realizó en uno de los bordes del escudo como mirilla
o ventana —supuesto a l que llegamos ante la permanen
te coincidencia entre abrazadera y hendidura—, pronto
se reduciría el orificio más vulnerable de la U por el más
reducido de la V, sin que con esa modificación perdiera
el portador campo de visión.
Es de pensar que la protección de la parte superior
de la cabeza del guerrero se completaría con el casco,
dudosamente representado por la llamada m itra, hacha
y casco.
Posteriormente, y demostrada la escasa utilidad de
esta abertura, quedaría convertido en un simple adorno,
tanto, que no alteraba la configuración general del escudo.
artífi- Siguiendo este pensamiento, serían más antiguas las
losas de Brozas, Solana de Cabañas, Torrejón I, Almen-
dralejo y probablemente Alburquerque, en la que una
lasca impide asegurar la presencia cierta de hendidura.
Las no citadas, que llevan escudo, pertenecen al gru
po en las cuales la hendidura sólo está figurada, resultan
do significativo que precisamente éstas, que catalogamos
como más próximas a nosotros, vayan acompañadas de
un tipo de lanza, del que más adelante nos ocuparemos.
— 106 -
es las
Museo
ntando
rciona-
figura,
sin la
! debe
partir
sviado
dad y
on re-
rmoni-
is gra-
misma
:to de
ia más
lescal-
Sola-
de Lu-
i lápi-
dedos
L a esp ad a
L a tan za
- 109 —
elemento que falta menos veces que la espada, acompa
ñando al escudo.
Antes de que analicemos la particularidad que en las
representaciones de este arma hemos observado, veamos
lo que dice el tomo de ESPA Ñ A PRERRO M AN A, de la
obra de Menéndez Pidal.
Hablando del soliferreum hispánico dice (1):
“ E s un dardo de hierro en varilla cilindrica, como de
1,80 metros de larga y poco más de un centímetro de
gruesa, terminada en punta lanceolada o de barbas di
minutas y a veces c o n u n p o c o a c u s a d o e n s a n c h a m i e n t o en
el centro para mejor empuñarla y lanzarla con mayor
seguridad..."
Más adelante sigue diciendo:
“ Quizás pudiéramos asim ilar este arma (se refiere
al tipo “ gaesum“ o “ saunion“ ) a la falárica o a un tipo
de venablo semejante, no incendiario, sobre todo acep
tando la opinión de que “ berutum“ y “ gaesum“ estarían
provistos de “ a m e n t u m " , nombre galo de la anilla de
cuero que llevaría en sus comedios para facilitar el im
pulso y la dirección del dardo“ .
Luego continúa:
“ La gran variedad de tipos de lanza arrojadiza (so
liferreum, falárica, berutum, gaesum o saunion y jabalina),
más esta otra lanza propia para empuñar, todas segu
ramente usadas en Celtiberia.. “
— 110 —
, acompa Al reparar en la lanza de cada una de ellas veremos
un elemento que se interpone en su regatón o cuento, ha
se en las ciendo cuerpo con la línea del asta.
d, veamos En la primera citada, el agregado se inclina hacia el
JA, de la escudo; en la segunda, a mitad del asta y grabado en la
parte contraria al escudo; en la de M agacela, hacia el ex
terior de la lápida; y, por último, en Torrejón I II se repre
senta como un abultamiento situado en el cuerpo del re
como de
gatón, a nivel del arranque de los dedos de la mano dere
(metro de
cha del guerrero,
arbas di-
En los dibujos aclaratorios que suelen acompañar a
MitNTO en
los estudios de estas lápidas, las alteraciones del asta, no
on mayor han sido recogidas más que en Torrejón III.
Esta falta general nos ha hecho prescindir de los di
bujos, llevándonos a la observación directa de las lápidas
se refiere o al detenido examen de las fotografías.
a un tipo Este apéndice o resalte, que acusa el regatón de cier
>do acep- to grupo de las lanzas presentes en las losas sepulcrales
‘ estarían extremeñas lo encontramos también perpetuado con su for
anilla de ma, situación, y tamaño relativo, en las pinturas cerámi
ir el im- cas celtibéricas de la copa del guerrero muerto, de Nu-
mancia, y en el vaso llamado de los Guerreros, del mis
mo yacimiento, en donde aparece reproducido sobre la
diza (so- lanza que hay en la espalda del guerrero de la derecha,
jabalina), en el dibujo de Taracena. Allí está acompañando a escu
las segu- dos redondos.
¿Cuál es el valor de estas presencias en las que no
se había reparado?
¿Qué dudas hay en la cronologación de estas pintu
jpasemos ras celtibéricas?
Trujillo, Creemos que llevándose ambas artes de la mano,
de este podrán conducir a puntos de vista más concretos en la
datación de uno de los grupos, de estas representaciones
funerarias.
Son armas que conocieron los romanos esgrimidas
por el pueblo que colonizaron. Este pueblo las quedó pre
sentes en los adornos de su cerámica y las grabó en el
ajuar funerario de sus guerreros.
Lo s esp ejos
- 112 -
grini¡das Más lógica es la interpretación que da a esta figura
ledó pre- Camón Aznar, tomándola como representación de argolla
»ó en el para caballo de guerra. Sin embargo, no deja de ser muy
extraño comprobar la frecuencia con que aparece, estan
do ausente el elemento más esencial y que sería el causan
te de tal motivación.
Para nosotros se trata de un objeto tan indispensable
para la defensa de su vida, como pueda serlo el escudo o
la lanza. Por eso — figuradamente— no le abandona ni en
este pe el viaje de ultratumba, unidos a los pertrechos guerreros.
que al Es un útil que le servirá para combatir a otro enemi
go no menos implacable, la sed.
espejo, Cuenco o Cazo, ensartado en un palo, le permite
on sólo alcanzar el agua por profunda que aparezca, y el guerrero
\o m al“ . que camina por terrenos desconocidos, ignorante de las
ot, pudo dificultades que habrá de vencer para aplacar sus ansias
le Müh- de agua, cubre los riesgos sumando este único menaje de
Dche de cocina a su ajuar de hombre de guerra en movimiento.
Pues esta actividad es otra de las cosas que deduci
gma, lo mos de la presencia de este cazo en las lápidas.
^presen- Lo vemos presente en las losas que hemos agrupa
do como pertenecientes al primer período, y lo encontra
mos unido a otras formas y representaciones que valora
i tratar
mos también como más antiguas.
Va unido el cazo a la existencia real de escotadura
las, pal- en un borde del escudo y a la presencia del carro.
;rrera y Estas tres características son las que nos permiten
espacio catalogar a esas lápidas, como pertenecientes a guerre
eres. ros en su fase de invasión o de conquista.
•e la me- Desaparecen, una vez que aquellas gentes fijan su
itar, co- residencia.
El cazo es más representativo como signo de marcha
o nomadismo que los asadores de carne, pues aunque se
sostiene que acompañan a los pueblos de escudo redondo,
nunca fueron considerados como dignos de representación
en las losas. Ello es así porque se trata de un utensilio fá
cilmente sustituíble y, por tanto, mucho menos valorable.
El material de que estaba compuesto el cazo se com
prende que sería resistente, pues la fragilidad no va uni
da a una vida dura como la que llevaban sus portadores.
Encontramos representaciones del cazo en Torrejón I,
Solana de Cabañas, Brozas, Almendralejo y Alburquer-
que, las mismas que fueron agrupadas como antiguas por
el tipo del escudo.
No creemos que se haya intentado esta representa
ción en la de Magacela, como se ha recogido.
Lo allí presente tiene en su mango una sucesión de
cuatro hocitas que interpretamos como representación de
adornos metálicos, de los que carecen el resto de los
mangos de las demás figuraciones semejantes.
Pero esto pudiera ser peculiaridad que no la separara
del grupo. Ahora bien, esta sucesión de hocitas marcan
una curva de concavidad hacia el exterior de la lápida; no
es, por tanto, recta la dirección del supuesto mango, co
mo muy marcadamente aparece en todas las demás re
presentaciones.
Unidas las dos peculiaridades de esta representación
en Magacela, nos permiten decir que lo que se ha tratado
de reproducir no ha sido un cazo.
Pudieran ser, estas hocitas, los equivalentes figurados
de clavillos que enmangaran un arma u otro útil no clasi
ficado.
E l pom o
/
La figura que aparece encima del peine (?)e n Torrejón I I
y que ha sido tomada por “ un pomo o recipiente de base
- 114 —
ntación ancha...0, (1) —nos inclinamos a considerarlo—, después
silio fá- de haber leído la observación que señala últimamente Fer
lorable. nández Oxea sobre los adornos que parten de la cabeza del
e com- guerrero de Magacela, y que él juzga como apéndices de
va uni- un gorro ¡lírico, como gorro o casco.
ores.
rejón I, Hemos de consignar que nos resistimos a tomar la re
urquer- presentación humana, de esta losa, como perteneciente
uas por al sexo femenino. El ropaje que tapa a la figura, no cubre
más que hasta la raiz de los muslos. Creemos que es una
esenta- representación, más, de guerrero.
ión de
:ión de
de los L o s a Id o lo
E l cuchillo afalcatado
Arcos y flechas
- 116 -
a presencia del
las losas anti-
ESCUDOIC A z j l c m o j L ANZA
©-■©
Í í¡°
T O R R E J O N I CABEZA DEL BUEY
i i i i
Magacela pode-
i de su cintura,
de un cuchillo
orno apuntando
rrero.
I0® 9'
SOLANü DE CABAÑAS
1
lili
S I A . ANA- DE T R U J I L L O
ima “ puñal de
R O Z A S R0BLEDI L 10 DE I RUI I I LO
•s figurillas de ___ ____1 l" " " ' — 1_______
un cuchillo afal-
;nte siluetar.
[NO III N0
TORREJON (I
I-------------- 1 mi
iblecer compa- Se ha elegido para reproducir el escudo que lleva escotadura real,
i el Museo de al representado en la losa de Solana de Cabañas. De la losa de Ro-
bledtllo de Trujillo se ha copiado el tipo de escudo, como caracte
rístico de aquéllos en los que la escotadura sólo está figurada, aun
que resultarían más específicos el de Magacela y el de Figueira (A l
a el trabajo de ga roe, Portugal), por sólo figurar sobre los círculos centrales esta
imitación o simulación resultando, por tanto, simplificado el adorno.
liem os reconstruido y traído al presente cuadro el carro de la
utilizado para losa de Solana de Cabañas.
cir que no en- El tipo de cazo se ha tomado de Torrejón el Rubio I.
La lanza con amentum se ha diseñado, tomando como modelo
la presente en Robledíllo de Trujillo. Y de la de Solana de Cabañas
artístico entre la que no presenta esta característica.
“ Objeto innominado“
- 119 —
Las diferencias que hemos creído encontrar y que he
mos venido reseñando, nos permiten establecer dos gran
des grupos de Losas, separando de ellos dos " estelas
a Granja de Toriñuelo, que marcamos definitivamente co
mo representación de un IDOLO perteneciente al pueblo
de los cazos, carros y escudos escotados, y a Torrejón II,
que la consideramos como representación de un guerrero
o jefe con ropaje de paz, tal vez porque su mandato estu
viera caracterizado por este signo de tranquilidad.
Pasado el período de las lápidas antiguas, o período
de invasión, desaparecen los cazos, los carros y las esco
taduras de los escudos con los que llegaron (1).
No hubieran faltado, si ellos hubieran continuado
siendo elementos imprescindibles para la vida del Jefe
guerrero, pues otra de las cosas que deducimos es que es
tas losas sólo cubrirían sepulturas de guerreros distingui
dos y solamente llegamos a dudar de que este enterra
miento pertenezca a persona meritoria cuando, sobre ellas,
no vemos grabada una figura humana.
La ausencia de algunos elementos y la presencia de
ciertos caracteres — reproducidos sobre las mismas armas
de las pinturas de vasos celtibéricos—, nos inducen a con
siderar a este 2.° grupo de losas como muy cercano a la
dominación romana y tal vez ya dentro de la misma.
Se hace penoso reconocer nuestra dejadez ante el pe
ligro que (con la tendencia actual de los regadíos) corren
estas zonas sobre las que no se ha llevado a cabo una se
ria y reglada exploración arqueológica que permita dar
(1) La losa de Cabeza del Buey parece encontrarse en una época de transi
ción entre los dos grupos diferenciados.
Por una parte carece de escotaduras ciertas su escudo, no puede tomarse
por cazo lo que se señaló antes como espejo de ésta y de las demás, porque el de
Cabeza del Buey no es redondo, como son todos, ni su mango es una grabación
limpia y recta, como son los demás mangos, sino que es ancho e irregular.
Po r otra parte, esta lápida tiene carro.
Por eso creemos que ha de incluírsela en un período intermedio.
- 120 —
apoyos a lo que sólo son, más o menos, bien enfocadas
do encontrar y que he-
n establecer dos gran- deducciones.
Es de pensar que las citadas prácticas de investiga
ellos dos “ estelas": ción descubrieran otros útiles que aportarían nuevas luces
ds definitivamente co- a este problema de las Losas Extremeñas, sobre las que
rteneciente al pueblo
todavía habrá tanto que decir.
tados, y a Torrejón II,
ición de un guerrero
¡ue su mandato estu-
tranquilidad.
antiguas, o período
>s carros y las esco-
garon (I).
hubieran continuado
a la vida del Jefe
¿ducimos es que es-
íuerreros distingui-
que este enterra-
ido, sobre ellas,
y la presencia de
las mismas armas
"«os inducen a con-
■nuy cercano a la
e la misma.
ejadez ante el pe-
regadíos) corren
lo a cabo una se
que permita dar
- 121 -
N EO LITIZACIO N
DE L O S V A L L E S
D E L J E R T E , TIE-
TAR Y DE LAS
GRANADILLAS
L l E V A M O S señalado un abultado número de artes,
nuestras y yacimientos inéditos (dejando a un lado por
ihora al discutible Idolo Vallenato) que se sitúan dentro del
Neolítico, rebasan el Bronce y llegan al Hierro penetran-
jo de lleno, en nuestro período histórico.
Al estudiar las artes, dimos cuenta de un interesante
petroglifo que consideramos impar en el rupestre penin
sular.
Hemos hablado del grupo de figuras zoomorfas que
exteriorizamos en las inmediaciones del Boquique, dentro
iel extenso yacimiento de Valcorchero.
En el estudio de conjunto de las Losas sepulcrales ex
tremeñas, señalamos ciertos matices y elementos que, has
ta ahora, habían pasado inadvertidos.
Al describir los enterramientos megalíticos y al ha
cer el estudio de sus ajuares, hemos resaltado la presen
cia de un objeto que estimamos representativo de mando,
y cuya rareza es tanta que sólo es conocido otro equiva
lente, encontrado en Balenkaleku, dentro de nuestros lí
mites nacionales (1).
— 125 -
En Megalitisino, a los dos estudiados, hoy aportamos
otros dos más encontrados por nuestros compañeros Díaz
y Herrero Alonso y que hemos visitado en su compañía.
Como estos últimos dólmenes serán objeto de un estudio
aparte, que tal vez no llegue a ver la luz en este trabajo,
diré simplemente que se trata de un Sepulcro de Cámara
alargada en las cercanías de Cabezuela y o t r o de
Cúpula, con planta en forma de raqueta, enclavado en las
inmediaciones de Navaconcejo, el cual conserva perfecta
su estructura.
Suman, de esta forma, cuatro, los enterramientos me-
galíticos habidos hasta la fecha en nuestra comarca de los
Valles, de las Granadillas, Jerte y la Vera o Tiétar, con
la muy notable particularidad de que en el reducido espa
cio de una comarca, cual es la que estudiamos, se presen
tan tres tipos dolménicos distintos: Sepulcro de Cámara
alargada de Cabezuela del Valle, Sepulcro de Corredor
de Villanueva de la Vera, y dos sepulcros de Cúpula, uno
de ellos con planta en forma de raqueta, de Navaconcejo,
que se conserva, y el recientemente destrozado del Teri
ñuelo de Carcaboso.
Dimos a conocer el Castro de los Riscos de Villavie-
ja al que tomamos como el más representativo, entre las
ciudades de montaña o citanias, de nuestra comarca.
Todo ello ha sido presentado como “ naturaleza muer
ta11, yaciendo sobre el terreno.
Vamos a intentar infundir vida a todo lo recogido, es
tudiando y abordando el problema que ello nos trae so
bre “ gentes11 y “ tiempos11.
Pero no hemos de terminar esta introducción al ca
pítulo de vida Neolítica sin dejar de augurar que cuando se
lleven a cabo estudios orientados a desentrañar la vida
paleolítica sobre nuestra comarca (en la que incluyo los
arribos montañosos que confluyen en las inmediaciones
— 126 -
S, hoy aportamos
ompañeros Díaz
?n su compañía.
0 de un estudio
en este trabajo,
ero de Cámara
ela y o t r o de
?nciavado en las
Inserva perfecta
erramientos me-
comarca de los
1 o Tiétar, con
I reducido espa-
mos, se presen
to de Cámara
o de Corredor
:e Cúpula, uno
e Navaconcejo,
zado del Teri-
3s de Villavie-
tivo, entre las
comarca,
ituraleza muer-
3 recogido, es-
» nos trae so-
iucción al ca
que cuando se
trañar la vida Conjunto de cerámicas del
ie incluyo los yacimiento de Valcorchero
(c u e v a del B o q u iq u e)
inmediaciones
P la s e n c ia
del Tiétar y Tajo y en donde la constitución geológica de
sus terrenos faculta para la existencia de cuevas y abri
gos que permiten vida quieta y prolongada), habrá llega
do el momento de ver confirmado lo que hoy no pasa de
ser, en nosotros, una razonada suposición.
- 129 —
NEOLITICO
- 131 -
Esta es, en resumen, la teoría de Martínez Santa-Ola-
11a (1), que San Valero (2) esquematiza distintamente ate
niéndose más, según él, al curso histórico que a la clasi
ficación arqueológica; pero sin dejar de apoyar que la pro
gresión se realiza de Este a Oeste, y que a nuestras tie
rras de occidente llegarían las gentes Neolíticas B (3.000
a 2.000 a. de J. C.), siendo los lugares de penetración las
Serranías a l Norte del Guadalquivir, las que facilitarían
el paso en su marcha a occidente.
Maluquer (3) también abunda en que la vida Neolíti
ca llega al occidente peninsular procedente del Este por
desplazamiento de la población epigravetiense que, con
vertidos en pastores, son desplazados desde las costas le
vantinas a las playas atlánticas.
- 132 -
NUESTRA CULTURA
M A S T I E N A
- 134 _
a Kahrtum, en el Aunque sus armas sean varias, siguen usando la hon
J aquellas técnicas da, en favor de la cual hablan la gran cantidad de peque
las de ciertos tipos ños y medianos cantos de río, esféricos, inmediatos a los
yacimientos cerámicos.
Los frutos secos y las simientes se recolectarían en
gran abundancia y los molinos de mano, de tipo navifor
me, se guardaban agrupados en zonas determinadas pasa
do el período álgido de su utilización en masa.
Expongamos ahora nuestros razonamientos para se
ñalar el camino, que creemos condujo a nuestras tierras
a estas gentes, propietarias de alfares muy significados de
nuestro Neolítico, y entre cuyas muestras industriales ve
mos cerámicas que nos permiten señalar los años 3.000 al
2.000 a. de J. C. para hablar de su presencia fija, en
nuestras laderas.
Comprendemos su camino y derrotero en sentido
opuesto a los referidos y comúnmente aceptados.
Pensamos que si fueron las corrientes marinas y los
vientos dominantes los que facilitaron la arribada de las
gentes hispano-mauri tanas e ibero-saharinas, desde las
costas mediterráneas africanas a las tierras de Levante,
otras corrientes y otros vientos pudieron prestar la mis
ma ayuda a dichas culturas africanas que, partiendo de
zonas más occidentales del continente africano pudieron
ganar, a través del Atlántico, las costas occidentales de la
Península.
No se alegue, como motivo esencial, las menores dis
tancias que separan a nuestro levante de las playas afri
canas, en contraposición con la mayor distancia de la ru
ta que señalamos.
Peyrony, ve caminar oleadas africanas a través de
Italia, llegando a los lejanos abrigos de Le Geniére (Ain),
y nuestro profesor Pericot precisa influencias de las mis
- 135 -
mas razas, sobre industrias que él encuentra y estudia en
El Parpalló (1).
Se trata, por tanto, de razas que no se arredran por
las distancias ni las detienen los fosos de agua.
Piénsese, por otra parte, que no están ausentes, en
los yacimientos cercanos a las costas del occidente afri
cano, industrias pertenecientes a estas razas ibero-mauri
tanas, catalogadas con el nombre de facies lateral del Cap-
siense superior y presentes en El Hank.
Nuestro distinguido amigo el Profesor Tarradell, Di
rector de los servicios de Arqueología del Norte de Ma
rruecos, que recientemente ha oído nuestra preocupación
por este problema, dice en 1954 (2), refiriéndose a los te
rritorios costeros atlánticos, “ yacim ientos a l aire libre en
los que aparecen m ateriales pertenecientes a épocas di
versas sin estratificar, indicando que han tenido una la r
ga perduración. Aunque sea algo prematuro definirlos,
pues su estudio está apenas comenzado, pueden distin
guirse tipológicamente dos industrias: ateriense o mus-
teroateriense e iberomauritánico La mayor parte de ellos
son muy ricos en piezas, de manera que a la larga será
posible estudiarlos a fondo y precisar más“ .
En su trabajo señala los siguientes emplazamientos
de industria: Seguedla, Briex, el Had de la Garbía, el Ho
mar, Mezora, el Tenin de Sidi Iamani, Krinda, el Jemis de
Sahel y Rehien.
En trabajo posterior (3), lleva a cabo un completísi
mo estudio estatigráfico de la cueva de Gar Cahal, situa
do al Oeste de Ceuta, señalando entre otras industrias,
cerámica cardial, campaniforme y cerámica con líneas in
cisas “ que puede emparentarse con las cerám icas deco-
- 136 -
cuentra y estudia en
no se arredran por
de agua.
están ausentes, en
del occidente afri-
razas ibero-mauri-
icies lateral del Cap-
bo un completísi-
Gar Cahal, situa-
; otras industrias,
ca con líneas in-
¡ cerám icas deco-
Cerámicas adornadas
en M arruecos". IV Con-
de Valcorchero.
rqueología". P ág 101.
radas con Incisiones llam adas en España del Círculo de
ios Cuevas".
Nosotros vemos llegar a las gentes africanas directa-
- ente a las costas portuguesas y alcanzar la desemboca-
del Tajo en la misma forma, con los mismos medios,
. utilizando las mismas artes de navegación que sirvieron
í í -s hermanos de la cuenca mediterránea.
Una vez en tierra no son las corrientes ni los vientos
■s que imponen la ruta. Los caminos se elegirán a través
re lugares imborrables y que sean de fácil recordación
:ira el que avanza sin conocimientos previos, por una
región con el supuesto de retorno
Podrán servir de ruta los ríos en etapas climáticas
: citeriores, pero no en ésta, con la que coincide la pene-
tración africana, ya que en esta fase o época una vegeta
ción lujuriante y una atmósfera cargada de gases fermen-
tativos, procedentes de la materia vegetal orgánica en des
composición, hacen inhóspitos los lugares inmediatos a
i.is cuencas fluviales y dificultosa la marcha sobre ellos.
Nunca servirán las márgenes de los ríos como prime
ros caminos, de profundas penetraciones cuenca arriba.
Sí resultan útiles y hasta cómodas, siguiendo la marcha
ce las corrientes y hasta utilizándolas como medio de
transporte.
La penetración realizada cuenca arriba deja de resul
tar camino de fácil recordación, y prácticamente inaborda
ble, al llegar a la cuenca alta de recepción.
A partir de esta zona la cuenca se multiplica en mí
nimos afluentes; el terreno se vuelve abrupto; la maleza
y el clima convierten a estos lugares en inmensos laberin
tos de fatigoso caminar y muy difíciles de asimilar.
Vemos extenderse esta cultura de Oeste a Este arran
cando de la desembocadura del Tajo y caminando por las
montañas, donde es fácil el pastoreo y la caza; donde el
— 139 -
clima y el aire reúnen apropiadas condiciones; donde las
desigualdades del terreno facilitan amplios cobijos y lu
gares de fácil defensa; donde sus cambiantes orientacio
nes permiten luchar contra los rigores del frío y del calor.
Son las montañas, con su continuidad y empalmes
orográficos, las que proporcionan inmutables puntos de
referencia. Las trochas que recorren sus faldas y los pasos
de vertiente que facilitan sus ventanas geodésicas, fijarán
las rutas por donde discurrirán las culturas, hasta tanto
llegue el pueblo que inventará sus propios caminos, atre
viéndose a atacarlas perpendicularmente.
Desde el cabo de Roca, en la desembocadura del Ta
jo, hasta nuestras montañas, y desde éstas al macizo del
Moncayo, el relieve montañoso es continuo.
La sucesión orográfica que nos une con las costas
atlánticas es la siguiente: nuestras sierras de Hervás y
de la Vera, que forman los tres valles objeto del presente
estudio, Peña Gudiña, Peña de Francia, Gata, de las Me
sas, la Estrella, San Pedro, Sico, Lonzas, Caudierros,
Montejunto, Almargen y Cabo de Roca.
Si Maluquer ve, hipotéticamente, un camino por la or
la occidental atlántica de ascensión Neolítica a tierras o
enclaves norteños de núcleos cavadores y agricultores
del bajo Tajo, ¿puede negarse este otro camino, menos
accidentado,más natural y más específicamente demostra
do con rastro de sus pasos hacia nuestras tierras de la Al
ta Extremadura, como senda de progresión y desenvol
vimiento de la cultura Mastiena?
El ascenso por la orla atlántica obliga a innumerables
saltos de río, en su fase terminal y, por tanto, de mayor
cauce, a la vez que se hace incontable el paso de vertien
tes montañosas que arrumban hacia el Atlántico.
Este camino que señalamos se siembra con muestras
de industrias y artes pertenecientes a aquel pueblo.
- 140 —
Remitamos a los trabajos de los arqueólogos portu
gueses que han sabido estudiar los yacimientos que alber
gan, por uno y otro lado, las zonas montañosas enumera
das.
Citemos, para ser breves, el trabajo del profesor
A. Castillo Yurrita sobre el Vaso Campaniforme, presen
tado al IV Congreso Internacional de Prehistoria. En el
mapa que se acompaña vemos, dentro de la sucesión
montañosa, cercano a nosotros, y apuntando, por otro la
do, hacia el cabo de Roca, señalados los lugares de Eira,
Pedrinha y Seixo.
En otras artes, más cerca de nosotros, tenemos las
pruebas de su pasada presencia con las bellas muestras
de las pinturas de las Batuecas repartidas en multitud de
canchales.
Y aun más próximo, el petroglifo del Puerto del G a
mo, que más arriba hemos estudiado.
Diríamos que también nuestra continuidad montañosa
sirvió de camino de propagación en viejas etapas paleo
líticas.
Esta es, pues, la ruta que señalamos para la llegada,
a nosotros, de la cultura Neolítica y que sospechamos
debió ser utilizado, —en los hondos períodos paleolíticos— ,
como enlace entre los pródigos yacimientos del Tajo y
Manzanares.
Y es esta misma dirección y senda, que marcó con “ re
guero de huellas“ la Cultura Mastiena (designación que
comprendemos con toda la amplitud que le señala Camón
Aznar), la que debió de imponerse como rumbo o ruta para
la difusión de las artes megalíticas, porque sobre nuestras
tierras occidentales luso-extremeño-andaluzas, es donde el
arte dolménico se expresa con todo el empuje y vigor de
construcción magna, y se refina y estiliza en esquematismos,
considerados como religiosos, a medida que penetra hacia
el Este y se mezcla, en aquellas zonas, con grupos en los
cuales el sentido artístico de la estilización predominó y
supo conservarse más fuerte en tradiciones africanas.
Terminamos este capítulo sobre Cultura Mastiena del
Noroeste cacereño con una frase de Martín Almagro, reco
gida de su libro “ Introducción a la Arqueología11:
“ Así, pues, nos parece indispensable adm itir diver
sos caminos y orígenes de estos elementos neolíticos y
aunque todavía está por precisar con seguridad, s i po
demos decir que desde A frica..."
- 142 -
con grupos en los
Jción predominó y
"¡es africanas.
--ra Mastiena del
tfn Almagro, reco-
2oIogía“ :
'le adm itir diver
tio s neolíticos y
fguridad, s i po-
C A S T R O DE LOS RIS
C O S DE VILLAVIEJA
— 145 -
Caminando desde Plasencia por la carretera que se
interna en el valle del Jerte, aproximadamente a la altura
del kilómetro 13, y sobre la parte más alta de la sierra de
la derecha, se divisa un conjunto de rocas que caen casi
en absoluta verticalidad, destacándose en el horizonte tan
to por lo agudo de sus picos como por el tinte negro que
le da su orientación hacia el Norte, motivo por el cual re
cibe también el nombre de Riscos de Peñapegra.
Situados arriba, la sierra presenta la forma de una
meseta con vertiente más suave y prolongada en la falda
meridional y más reducida y pronunciada hacia el valle
del Jerte.
Estos terrenos pertenecen al término municipal de
Casas del Castañar, en su mayor parte.
A lo largo del contorno que tiene este amesetamien-
to del cerro se acusa la presencia de un muro que sigue
aproximadamente el borde de la tal meseta. Casi en su
totalidad está derrumbado. En algunas partes que miran
al valle del Jerte, se conservan mejor los lienzos de pared
empotrados entre grandes canchales.
La anchura de estos muros es de tres y medio a cua
tro metros. Estas medidas se logran tomar en algunos si
tios donde se ven grandes bloques colocados verticalmen
te, a modo de caja, y limitando el ancho de las paredes.
Predominan, en su formación, las piedras de mediano ta
maño, laminadas. No hay señales de aparejo.
El contorno total mide tres kilómetros y ciento vein
tidós metros. La circunvolución amurallada, falta a veces
por haberse apoyado sobre caras lisas de bloques graní
ticos, y otras, como ocurre en la parte norte del castro,
no se hace precisa. Gracias a la verticalidad de las rocas,
y al hundimiento que determinó una falla, existe en este
lugar mejor parapeto que el logrado mediante construc
ción humana.
- 146 —
carretera que se
lente a la altura
3 de la sierra de
s que caen casi
el horizonte tan-
tinte negro que
o por el cual re- Ssi
megra.
3 forma de una
;ada en la falda
a hacia el valle
10 municipal de
te amesetamien-
"nuro que sigue
ta. Casi en su
irtes que miran
enzos de pared
y medio a cua-
en algunos si-
os verticalmen-
¡e las paredes,
de mediano ta
jo.
y ciento vein-
, falta a veces
bloques graní-
rte del castro,
d de las rocas,
Muro de la vertiente
existe en este
al V alle del Jerte del
iante construc- castro de Villavieja.
La puerta principal del castro se abre en la vertiente
Jel valle del Jerte. Los dos muros de la entrada se acodan,
nvirtiéndose hacia el recinto, como vemos ocurre en otros
castros. Lógrase de esta forma un corto pasillo, entre mu
ros, anterior a la puerta. El piso de ella tiene un enlosado
natural. No se ven apoyos de puertas.
Adosados al muro por su cara interna, en esta misma
vertiente, se encuentran, distanciadas, algunas construc
ciones circulares que semejan torreones. El espesor de sus
paredes viene a ser de un metro y el espacio circundado,
es practicable.
Hay, visibles, otras dos puertas más. Una de ellas en
esta misma vertiente y la otra en la opuesta, conociéndo
sela por los indígenas con el nombre de la Puerta del Sol.
En la parte más alta de todo el recinto murado, exac
tamente sobre los mismos riscos, hay una zona destacada
por elevación natural y alrededor de la cual existió cons
trucción murada. Hoy día su cúspide es asiento de un vér
tice geodésico.
Creemos que este recinto, intramuros, debió de ser
destinado a exposltorium o a lugar sagrado. Tiene una for
ma ovoide, con diámetro mayor dirigido de noreste a
oeste, con 50 metros de longitud el diámetro mayor, y 20
el más pequeño.
Lejos del lugar anterior, dentro de muros, y en la ver
tiente que mira hacia las tierras de Gargüera y Malparti-
da, en tres zonas separadas, parecen verse paredes ente
rradas que limitan espacios rectangulares y que creemos
corresponden al enclave de la acrópolis del castro. Cerca
na a estos restos de construcciones hay un manantial que
no se seca ni en el más duro estiaje.
El contorno del recinto general tiene una forma arri-
ñonada.
— 149 -
Gracias al ara romana recientemente descubierta en
Navaconcejo por mis compañeros Díaz y Herrero Alonso,
podemos hoy dar nombre a la divinidad que fue objeto
de adoración en el valle del Jerte, y a la que, sin duda,
estaría consagrado el castro de Villavieja por ser, esta ci-
tanía, la ciudad de montaña más significada que tuvo esta
zona que estudiamos.
En nuestra transcripción encontramos que se cumple
un voto a A SIFRITA .
La importancia que desde el principio concedimos a
este ara fue grande, basada en estas dos circunstancias:
1.a. El traernos el nombre déla divinidad a la que ren
dían culto nuestros remotos antepasados; 2.a. Porque es
te documento venía a borrar las dudas que habían sido
puestas a nuestra vieja tesis sobre la romanización del va
lle del Jerte, ofreciéndonos, además, un nombre nuevo de
deidad que no pudimos encontrar en los trabajos que con
sultamos al efecto. También Maluquer, nos confirma lo
sospechado diciéndonos, que se trata de una diosa “ des
conocida y muy interesante".
Al estudiar E L RO M AN O trataremos con extensión
de este ara.
Al señalar la zona cercada, intramuros, la hemos lla
mado, además de recinto sagrado, expositorium, por no
ser infrecuente que el mismo recinto sirviera de platafor
ma para exponer a los cadáveres y que fueran pasto de
las aves carnívoras, al modo como aun se realiza en cier
tas zonas de la India.
A esta práctica se achaca la falta de necrópolis de
algunos castros.
Hasta hace muy pocos años hemos seguido viendo
los buitres y águilas anidando en aquellos riscos de los
que eran dueños y señores en la primera visita que hici
mos al castro en 1932, acompañado de nuestro viejo com-
- 150 —
descubierta en
ierrero Alonso,
que fue objeto
que, sin duda,
por ser, esta ci-
a que tuvo esta
que se cumple
) concedimos a
circunstancias:
a la que ren-
2.a. Porque es-
ue habían sido
nización del va-
mbre nuevo de
ibajos que con
nos confirma lo
ina diosa “ des-
con extensión
s, la hemos 11a-
torium, por no
ra de platafor-
jeran pasto de
ealiza en cier-
necrópolis de
seguido viendo
riscos de los
visita que hici-
tro viejo com-
pañero de aficiones el Sr. Herrero Alonso. Hoy las gua-
rrillas, llegadas en nuestra guerra, lian desplazado total
mente a las aves de gran tamaño.
Desde el castro, y más específicamente, desde el que
llamamos recinto intramuros se divisa una espléndida
perspectiva que abarca tanto al valle del Jerte, como a las
tierras de cereales de la vertiente opuesta, sobre las
que aun parece determinarse la intervención del gro-
m atici, en la perpendicularidad que guardan no sólo las
paredes divisorias de los terrenos, sino también el traza
do de los caminos.
Más adelante nos ocuparemos de un yacimiento pú-
nico-romano en estas tierras.
Fuera del castro, y anterior a la entrada principal,
aproximadamente a trescientos metros de ella, en una sua
ve terraza que forma allí el monte, hay restos de construc
ciones incluidas en un muro circular de setenta metros de
contorno y cuyo grosor de pared es de metro y medio.
Las construcciones internas tienen, en algún lugar, hasta
noventa centímetros de espesor de paredes. Entre ellas
hay una en la que se conservan las jambas de entrada a
la vivienda. Aquí encontramos cerámica vasta con incrus
taciones de cuarzo, cochura imperfecta, sin que podamos
haber hallado otros tipos más finos que suelen estar pre
sentes en casi todas las estaciones de la cultura de los
castros.
No tenemos, por lo expuesto, bases firmes para po
der hablar de la vida sobre este recinto.
Esperamos los resultados que nos dará una excava
ción reglada.
Independientemente de los resultados que arrojen
los estudios que habrán de hacerse, tenemos la par
ticular creencia de que se trata de un castro que se
- 153 -
rá pobre en hallazgos arqueológicos porque debió de ser
poco continuada y permanente la vida sobre él.
En todas las prospecciones que hemos realizado en es
ta ciudad de montaña, siempre nos ha sorprendido la po
breza de superficie que acusa.
Fuera de escasas y poco demostrativas cerámicas, no
hemos hallado ninguna otra clase de vestigios que nos
hablen de su vida pasada.
Por eso estimamos que el imponer —como se viene
haciendo— un modo a la cultura que se desenvuelve cer
cana a un castro, y una época a su habitabilidad, es equi
vocada por exceso en la generalización.
- 154 —
IN D O EU R O P EO S
S U M A R I O :
- 157 -
En realidad, en lugar de descorazonarnos pensando
que vamos a caminar sobre arenas muy movedizas, nos
sentimos estimulados a llevarlo a cabo aunque nuestro
aporte a la obra general del conocimiento de este proceso
no sirva para gran cosa. Nos damos por satisfechos en su
mar nuestro leve paso, a la acción de prensar y dar más
cohesión al suelo de este caminar incierto, contribuyendo,
en la medida de nuestras fuerzas, a darle un poco más de
estabilidad.
159 -
Para Plutarco al pueblo ligur se le conocía también
con el nombre de AMBR-ones.
Menéndez Pidal acepta como palaba ligur, entre otras,
aquellas que empiezan por AMBR- y dice que ambrones
“ era nombre antiguo y familiar relegado a segundo tér
mino por la denominación literaria de ligures“ .
Terminemos copiando lo que dice Tovar en su último
trabajo citado, en la página 81: “ Podemos, pues, afirm ar
que a la Península llegó una invasión indoeuropea muy
antigua, cuando los dialectos occidentales no se habían
diferenciado. S i la llamamos ligur, señalaríam os innu
merables coincidencias con la Liguria y las regiones li
mítrofes de Ita lia y de Francia; si Iliria , sus conexiones
con Europa Centro-oriental; si relaciona su nombre con
el de los ambrones (Menéndez Pidal. “ Toponimia11, 88 y
ss.), estaríamos autorizados para pensar en invasores
que se acreditan en la isla “ Amrun“ , en el mar del Nor
te y en el nombre de los “ Umbros“ . Seguramente lo me
jo r es no atribuir el nombre concreto de aquellos prime
ros invasores ni siquiera el de designar su lengua como
la característica de los pueblos de los campos de urnas
(Pokorny, “ The Welsh Anvil“ , III, 82), pues realmente
hemos de preguntarnos si no será anterior a la invasión
de los campos de urna la que se extendió con el llamado
bronce atlántico“ .
La armonía aparente, se rompe al dar un nombre al
pueblo que realiza las primeras marchas por nuestra Pe
nínsula. Las confusiones llegan a tal extremo, que el au
tor, que diferencia por el nombre a dos razas, no tiene in
conveniente en considerarlas una cuando refiere o trata
características no enlazadas con la denominación.
Analicemos nuestra aportación.
— 160 -
e le conocía también
ar un nombre al
por nuestra Pe-
smo, que el au-
izas, no tiene in- Bastón de mando indoeuropeo
del ajuar del sepulcro en cúpu
) refiere o trata
la del Teriñuelo de Carcaboso.
inación. (Págs. 95,164 y sigs.)
In d u s tria s a típ ic a s y
p rá c tic a s necrolátricas
Toponimias
- 166
Pervivencias demosiquicas.-Etnología.
— 168 -
Terminado el Evangelio, el sacerdote suspende la mi
sa, quedando de pie en ese lado del altar.
Las mozas inician un cantar; al terminar el cantar,
los mozos mueven las andas, avanzan todos unos pasos
y la iglesia se llena con sonidos de apriscos. Nuevo can
tar nuevo caminar y nuevos remecimientos que extienden
por la iglesia sones de majadas. Y así se suceden las can
ciones, los avances y la música o sonido de las esquilas,
hasta que llegan muy cerca del altar. El sacerdote bendi
ce la ofrenda que, fuera ya de la iglesia, es vendida en
puja.
Nosotros lo vemos como un canto de vida, hoy santi
ficado a través del bendito San Roque que, hasta para ma
yor simbolismo le eligieron al cristianizarse las tribus,
porque lleva cayada y perro y heridas en sus piernas,
como las que hacen, a sus cabreros, los matorros de las
sierras del Piornal.
No creo que perdiera nada en belleza humana aquel
ancestral rito, del que éste deriva y procede, en el cual
llegará el mozo ante el pueblo reunido en asamblea ca
reando delante de sí al ganado nuevo que acrecentará los
rebaños de la tribu y que su valor y osadía aporta al co
mún, mientras que presenta a la moza que elige como
premio a la prueba superada.
A r mja s
- 170 -
ívestido con una piel de De dichos materiales, que clasificamos en el período
s trae embajadas de paz hallstáttico, recibimos un pequeño obsequio para nuestra
colección.
Dejemos dicho que esto nos hace pensar que pudie
ran haber sido nuestras laderas caminos de descenso y pe
netración hacia tierras andaluzas — que se aceptan fueron
ocupadas por la primera oleada indoeuropea— , y ser “ Ca
beza de Araya“ un eslabón de continuidad en esta marcha,
entre nuestras tierras altas y las de Andalucía.
;vocado, se adorna, en
Plástica celtibérica
riso en rojo o en negro.
Creemos también poder agregar, al estudio de esta
que supervivencias, se- cultura sobre nuestro suelo, un Arte de plástica Celtibéri-
:ida del primitivo, a pe- rica representada por la cabeza de un Toro.
Esta escultura se halla sobresaliendo del liso blan
queado de la pared de una vieja casa de la calle de San
Pedro, de Plasencia.
Generación tras generación ha permanecido en ese
lugar sin haber sido objeto de crítica.
Para nosotros fue, durante mucho tiempo, un enigma
a Cáceres vimos, en por el trazado del pelo de su frontal. Hemos tenido que
va, un lote de armas ver el mismo diseño, reproducido plenamente sobre los
a de Araya“ , en 1956. exvotos equinos de El Cigarralejo, para que abandonára
ondrijo entre canchales mos nuestras reservas y lo incluyéramos como una prue
ios conejos. ba del arte de este pueblo en nuestra Comarca.
n la misma zona y en Sus ojos amigdaloides, saltones, su simetría facial,
> algunos restos metá- el quietismo que proporciona a la figura el conjunto total
del trazado de sus rasgos, nos hablan en favor de su ar
a compuesto por espa- caísmo.
nmangue para el rega- Para Camón Aznar constituye este tipo de trazado
in clavo y un enganche —refiriéndose a los presentes en los exvotos del Cigarra
lejo— una clara muestra del ritmo geométrico que surge
- 171 -
como resultado de la mezcla del pueblo indoeuropeo con
nuestras gentes africanas.
Puede tratarse, la nuestra, de una escultura incluíble
entre aquéllas que adornaban las cornisas de los templos
celtibéricos.
Creemos que constituye un hecho de muy significati
vo relieve el que a unos pasos de donde se encuentra es
ta figura exista hoy una iglesia cristiana, y que, dentro
de su recinto, apareciera enterrada un ara romana de la
que más adelante nos ocuparemos.
Parece como si un poder telúrico, actuando genera
ción tras generación, sin distinción de raza, religiones ni
costumbres, impusiera un determinado lugar del suelo de
la ciudad, como plataforma específica desde la cual el hom
bre sintiera profundamente el impulso de su alma, ham
brienta de creencias superiores.
— 172 —
Plástica celtibérica
(Plasencia)
:íamos también hincapié en señalar que dentro de nuestra
Península sólo establecimos relaciones de clara semejan
za con el grupo lusitano últimamente estudiado por Russel
Cortez, más otro que referimos ahora, inédito, existente
en el Ayuntamiento de Góis y del cual nos da cuenta su
descubridor el profesor Dr. Joáo de Castro Nunez (1).
Centrábamos la grabación de nuestro petroglifo alre
dedor del año 1500.
Es norma habitual en Arqueología relacionar etnias
y tiempos, basándose en la igualdad o semejanza de artes,
tanto por lo expresado como por la forma en que se han
realizado, el lugar elegido, y hasta la materia empleada.
Reconocida la igualdad de etnias por la igualdad de
las artes, en nuestro caso, nos veremos obligados o a su
bir la fechación que hacíamos de nuestro petroglifo o a
descender muy por bajo de las cifras dadas por Gómez-
Moreno para hablar de la presencia en nuestras tierras de
pueblos de allende los Pirineos, pues aquellas artes rupes
tres y estas del Puerto del Gamo nos hablan de la mis
ma raza.
— 175 -
blo indígena, por ello el acuse de su presencia es menos
destacado. Por el contrario, las invasiones guerreras ma
cizan con brusquedad destruyendo lo existente, o quedán
dolo reducido a mínimas representaciones.
- 176 —
ise de su presencia es menos Al tratar de poner nombre a estas primeras gentes ex
las invasiones guerreras ma- trañas, los conocimientos actuales nos llevan a decir que
uyendo lo existente, o quedán- serán los ligures, o pueblo de los ambrones, nuestros pri
resentaciones. meros visitantes.
No es descabellado pensar que procedan directamen
J pensamiento de Bosch, los pueblos
:ndidos con el de los campos de ur- te de aquella raza, los centum, que expulsada de Centro-
us cadáveres. europa desciende a las tres penínsulas mediterráneas.
ación es, por excelencia, ritual del Así los vemos, saltado el Pirineo, descolgarse desde
las montañas vascas (Balenkaleku) para alcanzar el maci
: = )s en el yacimiento hallsttático zo central que necesariamente les conducirá a nuestros
notivos para establecer compara-
inut .anas e ¡líricas.
valles, cálidos y prósperos, hechos a medida de sus exi
gencias y rodeados de específicas características para el
a sin valorar las denomina- desenvolvimiento ergológico de su pueblo.
s distingos. La progresión por esta ruta señalada, debió de ser
anterior o más rápida que la astur y la gallega, si se es
de Europa a nuestras tierras,
i visita que nuestras gentes timan y valoran nuestras artes rupestres estudiadas.
Esto debió de hacerse, en principio, en pequeños con
su comercio alfarero, al mo-
tingentes, un poco al modo del “ ver sacrum i t á l i c o de
¿ siglos después siguen rea-
ahí el menor número de sus reliquias.
erras bajas de la provincia
Alcanzan la fase final de nuestro megalitismo necro-
s alfareras que transportan
::entes borriquillos, sabien látrico participando de aquellas prácticas y tal vez, en
te Suiza, Qermania y Escan- su reflujo a las tierras de partida, sean los propagadores
de estas artes.
Son pueblos de pastores y especialmente de ganados de
i ruestras gentes neolíticas
cerda que descienden a nuestras tierras por las faldas de
rnte reportará, con un vol-
las montañas, por ser estos lugares los sitios donde pros
>c miento de artes y modos
peran y son abundantes los campos de castañas y bello
abe admitir una sola direc
tas.
to se concibe que, estos
La compenetración de aquel pueblo con el nuevo lu
eas, cuando menos.
gar de su destino es tanta que a las tierras se las conoce
r que gentes de nuestras rá con el mismo nombre que llevan las gentes veni
de aquéllas de los pue- das. Dice Sánchez Belda que en la escritura, como en
artes y creencias que de la lengua, siempre se impone o se imita al pueblo de
c io s extremeño-lusitanos? cultura superior.
- 177 -
Esta dominación ligur impuso a nuestra comarca el
nombre de A M BR A SC U M o AM BRASC O .
La posterior llegada del celta, sólo altera la termina
ción, pasando el nombre a ser A M BRA C U M o A M BRA TE.
No puede tampoco excluirse la posibilidad de que
A M B R A T E fuera el primer nombre con el que se desig
nara y conociera en el período cultural a que nos esta
mos refiriendo. AI posesionarse el Celta de ella pudo de
nominarla con el nombre «antiguo y familiar» del pueblo a
quienes las conquistó; así queda justificada la conserva
ción de la raiz ligur.
Aun prescindiendo de la realidad histórica que tiene la
presencia escrita de un “ pagus ambracensis“ , que un au
tor de reconocida seriedad afirma ver escrito sobre piedra
radicada en la región que estudiamos, los hidrónimos, ac
tualmente conservados, nos testifican, con su ralzAM BR-,
la innegable presencia de un determinado pueblo que los
quedó para siempre porque no sólo los grabó sobre un
clan o gens sujetos a las volteretas o cambios denomina
tivos que en todos los tiempos existen y han existido y
que son causantes de muy marcados daños en las inves
tigaciones toponomásticas, sino que también los esculpió,
indeleblemente, sobre propiedades universales cuyos nom
bres están libres de cambiantes caprichos, porque su sa
ber queda en los estratos firmes del pueblo llano.
Quedaron así, los hidrónimos para dar todo el vigor
a la extensión de AMBR- por toda esta comarca que gira,
y siempre giró, en torno del núcleo de Plasencia.
Esta raiz nos trae toda su representación etnológica.
- 180 —
más retirado del filo hasta e l cen región, virgen, hasta ahora, de todo intento en este sentido.
tro extremo del filo, 80 mm. D es En esencia, tanto el estudio que hicimos sobre neo-
borde del agujero, 84. E l diámetro
litlzación, como este otro sobre celtización, tienen por fin
el hacha en este punto, 42; es de
d o y otro, de 9 y medio mm. de llamar la atención hacia nuestra Comarca, porque la consi
del agujero de 32. E n éste, que deramos de capital importancia, para el común saber del
* la altura, 16 hasta los 22 hacia estudio arqueológico ibérico.
ir mayor dasarrollo al filo con
e ancho, com o para dar espacio
y se hinchase al mojarlo...
convexas, condición nece-
i/". (San Sebastián, 17 de Octu-
_ 181
L a fusión que los pueblos indoeuropeos realizan con
las asentadas razas aborígenes debió lógicamente llevar
se a cabo no sin que entre unas y otras hubiera luchas
y disputas y, por tanto, vemos a nuestra zona pasar por
las mismas circunstancias que son aceptadas para otras
regiones.
Tal vez el principio de estas disputas sea el origen
de las ciudades construidas sobre lugares de montaña de
difícil acceso, protegidas por cercos murados donde el
hombre, que ya cultiva nuestros terrenos bajos sin tener
abandonadas sus antiguas ocupaciones de caza y pasto
reo, se ve obligado a realizar el desplazamiento de sus
viviendas colocándolas en lugares resguardados por altos
muros.
Las dos zonas que tenemos señaladas como castro en
nuestra región —Villavieja y Cabezabellosa— son, como
yacimientos, pobres de superficie, ocurriendo lo contrario
que hemos visto sucede en lugares semejantes, cercanos
a nosotros en la provincia de Avila, cuales son el castro
del Ulaca y el del Berrueco de Gilbuena (este último,
que exploramos en el verano de 1956, se halla enfrente
- 185 -
del Berrueco del Tejado, que estudiaron por primera vez
nuestros maestros el Padre Moran y el doctor en Medici
na, de la Fuente Arrimadas, y más recientemente Malu
quer) (1), pues tanto sobre el uno como sobre el otro,
sin grandes esfuerzos ni penosas observaciones, se des
cubren prontamente manifestaciones que la vida humana
fue dejando patente sobre aquellos cerros.
Estas abundancias en restos de útiles, al convertirse
en testigos de la larga permanencia de las gentes sobre
aquellas crestas incómodas, nos hablan de las duraciones
de sus luchas y querellas.
Así pensado puede deducirse que los disturbios no
debieron prolongarse largo tiempo en nuestros lugares.
Lo que quedamos apuntado, lo hacemos con las de
bidas reservas, ya que nuestros castros no han sido obje
to de exploración en la cual haya intervenido la labor de
cava.
Mas si una vez realizada la fusión de las razas, y pa
sado el tiempo no hubiera habido concordia; si no hubie
ra habido paz; si las tan traídas y llevadas luchas tribales
estuvieran tensas... la calma hubiera venido como por en
canto al conocerse la noticia traída por los lusitanos —pi
ratas de la Bética— , de que por aquellas tierras andaban
legiones de hombres que no les interesaba discutir sobre
derechos de caza, siembra o pastoreo.
Si hubieran estado vivas las diferencias entre ellos,
este acontecimiento los uniría contra el que venía hacién
dose dueño y señor de lo de acá y de lo de allá.
Y así, unidos, los vemos acudir a la llamada que les
hacen los clanes de Toledo, yendo en su ayuda mezcla
dos a los vacceos, a perder la lucha y a su jefe Hilerno
(193 a. de J.C .).
— 186 —
e estudiaron por primera vez
Morán y el doctor en Medici-
y más recientemente Malu-
i el uno como sobre el otro,
osas observaciones, se des-
taciones que la vida humana
uellos cerros.
stos de útiles, al convertirse
inencia de las gentes sobre
ios hablan de las duraciones
(1) La relación que vemos entre las palabras Vetsis y Vettones; Viriato y
Vera, nos hacen pensar si todas tienen el mismo significado de A N IL L O o A R O ,
que es dado a la primera.
Contemplados nuestros Valles desde lugares alejados de las tierras bajas, se
ven cerrados por crestones montañosos que dibujan a modo de colosales arcos o
anillos englobando a los Valles.
E l mismo zócalo de Uredos, que se orienta de noreste a suroeste, al llegar a
nuestra comarca se desvía claramente hacia el sur, envolviendo, con este codo, al
valle del Tiétar o de la Vera.
Por eso estimamos que estas razas de Vetsis o Vettones, que vivieron a lo
mos de nuestras cumbres, fueron designadas asi porque tales denominaciones que
rían decir algo semejante a gentes del aro o del anillo.
— 189 -
Terminadas las campañas de Viriato, y alejados los
frentes de lucha, se habrá perdido el temor a la invasión,
y la vida en las zonas bajas debió de reanudarse defini
tivamente después de estar conmovida durante los siete
años que duraron las citadas campañas.
La frase que hemos recogido reproducida por los pro
fesores Bosch y Aguado Bleyes y que así expresada pre
dispone a una aceptación, la estimamos discutible.
Nosotros diríamos que el calificativo de “ salvaje1*,
dado por los romanos refiriéndose a nuestras tribus, ha
de estimarse como laudatorio, pues no otra cosa cabe pen
sar cuando entre todas las guerrillas que combaten al lado
de Viriato, distingue, separa, y califica, al grupo que ha
bitó en nuestras montañas.
Mientras nuestra Comarca fue cantera de hombres en
las guerras lusitanas, era natural que el temor cundiera.
El nuevo tipo de lucha y de armas usado por el invasor
aumentaría la confusión. El renegado o cobarde crearía
clima apropiado para ello, justificando su porqué con hu
manas exageraciones.
Todo ello llevaría a tomar medidas de prevención an
te un peligro de invasión del cual no estaban exentas
nuestras tierras.
Una de las citadas medidas sería la elevación de los
torreones de señales que se ven distribuidos estratégica
mente sobre los cerros dominantes con perfecta visibili
dad de unos a otros.
El del Calamoco (1), descrito en páginas anteriores,
sería entonces elevado. Otro tanto ocurriría con el de la
“ Atalaya11, sito en la dehesa de tal nombre y con el de
Castillejo, en la dehesa boyar de Malpartida, y tantos
- 190 _
otros cuyos restos aun, hoy, se ven sobre crestones do
minantes.
La posición del Calamoco es única en las tierras del
Sur de Plasencia. Desde él se dominan los valles del Jerte,
de la Vera y de la cuenca del Tiétar, y coincide exacta
mente con la portilla o ventana del Tajo, circunstancia que
permite llegar a ver las sierras que hay a la otra parte de
dicho río.
Domina hacia el Sur, más allá de las sierras de Caña
veral y por el Oeste, todas las altas cumbres de Gata, las
Hurdes y la Peña de Francia.
Debió de ser, por tanto, el centinela más importante
que tuvo la comarca, que es objeto de nuestro estudio,
mientras duran las campañas que, contra el romano, se
llevan a cabo al Sur y al Este de nuestra zona.
Hacia él se dirigían interrogantes los ojos de las gen
tes de estos lugares, en espera de la señal convenida que
les ordenara la marcha a los lugares abruptos de la sierra,
dotados de defensas naturales, o a los recintos murados
de los crestones que, como el de Villavieja y Cabezabe-
llosa, volverían a ser, nuevamente, refugio de todas aque
llas personas, animales y enseres que pudieran estar en
peligro de perderse sin reportar beneficios a la defensa del
común.
192 —
Estas tumbas aparecen en los lugares bajos de nues
tras montañas, aunque también los vemos (tumbas de Val-
verdejo y las del Robledo de Malpartida de Plasencia) so
bre lugares llanos, y manifiestamente “ so lita rio s", en
cuanto a concomitancias arqueológicas.
Suelen estar aislados; lo más, dos cercanos; sólo en
dos lugares se escapan a esta característica. Uno es la ne
crópolis, que llamaremos púnica, de Plasencia, tenida por
P. Guillén como cementerio judío; está a punto de perder
se por dos motivos: la gran quimificación de la roca que
coaliniza su feldespato, y el crecimiento excéntrico de la
población que terminará por englobarla en el núcleo ciu
dadano.
Otra necrópolis es la de Segura de Toro, hoy tapada
por las reformas de la calle.
Nuestra opinión —hipótesis de trabajo—, es que estas
tumbas surgidas en la mezcla de concepciones egipcias y
etruscas, fueron traídas a nuestras tierras por gentes de
Cartago, gentes que tanto se influenciaron en creencias y
en prácticas por el pueblo del Nilo a través de Palestina
(1), y del etrusco durante sus comuniones en las luchas
contra Italia.
Las sepulturas de Segura de Toro serían, así observa
das, las más antiguas, pues conservan plenamente la con
figuración de los sarcófagos egipcios. Las restantes serían
modificaciones posteriores, realizadas sobre estas sepul
turas, tipo de Segura.
Un pequeño punto de apoyo viene a nosotros al apa
recer en el yacimiento de Perugelmo, que estudiaremos con
E L RO M ANO , un asa metálica de marcados perfiles pú
nicos y el estar inmediato a este yacimiento, que clasifica
mos como púnico romanizado, una sepultura de esta clase.
- 194 —
;mos hallado con grabaciones
tografía, sin que nos haya sido
obre lo aquí resaltado. Tiene
> tumba el que a su lado en-
;nta, marcado el comienzo o
que debió ser interrumpida.
esquema de excavación, co-
rácticas funerarias.
sarse que la tumba que posee
;e encuentra tan inmediata a
onstituyó uno de los últimos
a clase.
que sus características eran
erte, donde está enclavada,
ira, siendo así, también, la
sticas mezcladas.
- 197 -
trada al del Tiétar, nos obliga — en lógica natural— a te
ner por cierto que el romano no pudo por menos de cono
cerlos y de disfrutarlos. Otra razón de mucho peso que
gravita sobre este supuesto, e s 1a inmediata cercanía
de estos lugares a una vía de tan capitalísima importan
cia como fue, para aquella cultura, la calzada que atra
viesa nuestra provincia de Sur a Norte por su lado Oeste.
Pero el conocimiento humano no se nutre de suposi
ciones, aunque ellas tengan de armazón los más escogidos
razonamientos. Necesita de hechos tangibles, aunque en
historia también edifican “ los hechos históricos negati
vos“ ( 1).
No puede negarse, sin embargo, que los razonamien
tos bien planteados suelen conducir, frecuentemente, al
éxito, mediante los hallazgos documentales que vitalizan
lo teorizado.
_ 199 —
das con artes propias, brotando desde donde surge la
prehistoria de las ciudades modernizadas, que guardan
sus muestras bajo las casas y los pavimentos de sus calles.
Di ' E S D E el principio
- iterés por las antigüeda
áe nuestra zona —la comf
n d illas a lo largo de la cua
O o Vía Lata—, la visitad;
extranjeros, cuyos nombres
ar suficientemente divu
La ruta de sus estudios
-;no y fueron sus mansi
■ron más señalada atenc
De este atractivo, ejerc
nuestro antecesor loca
200 _
NUEVAS APORTACIO
N E S A L ESTUDIO DE
LA CU LTU RA ROMANA
EN N U E S T R A ZONA
(1) Nuestro distinguido amigo el culto epigrafista don Emilio Rodríguez Al-
meida, en carta escrita desde Roma, nos dice refiriéndose al porqué del nombre
de la Plata a la calzada: “ Yo pensaría en una deformación de una palabra (raíz)
árabe, formada, a su vez, sobre una corrupción latina. La reconstrucción me atre.
vería a hacerla así: LA-PLATA.-LA-BALAT.-Al.-BALAT.-AL-PALAT.-PALATIUM;
y siüue diciendo: “ M e explico: Palatium, entre otras acepciones, puede significar
algo así como carretera o calle principal. Esta palabra convertida en corruptela por
el mozarabismo o por los árabes, degeneró en B A LA T (el cambio de una labial por
otra es normal, como la supresión de desinencia por parte de una lengua oriental).
Añadiendo el artículo árabe, resultará ALBALAT".
Guillén, muerto en 1906, y tanto le ciega, aquella otra ru
ta, que se despreocupa de lo que deja al lado. Así pasa
ron todos ignorantes de los materiales existentes, que per
miten completar el estudio de la cultura romana, extendi
da por la Alta Extremadura. Tenemos por cierto que si no
hubiera estado al lado de un camino de obligado tránsito,
como es el de Plasencia a Cáceres, y elevado sobre el sue
lo, el templo romano de Fuentidueñas, es posible que hu
biéramos sido nosotros, ahora, los primeros en hablar de
él. La despreocupación y falta de interés queda bien ma
nifestada al cesar, con la descripción del templo, toda la
acción inquisitiva de esta parte de la prov. de Cáceres.
Vieron el templo —pues no había otro remedio— y con
ello quedó satisfecha toda su curiosidad. Debemos, a esta
apatía y desinterés, la suma que hoy nosotros aportamos.
Al dar cuenta, hacemos la división en tres zonas:
Valle de las Granadillas,
Valle del Tiétar y Sur de Plasencia, y
Valle del Jerte con el núcleo ciudadano de Plasencia.
V a l l é d é l a s
G R A N A D I L L A S
Segura de Toro
(Ayuntamiento de ídem, part. jud. de Hervás).
— 204 —
ura, en la cara lateral de una
xcavada, hace ahora de pilón
. De ser la misma tendrían ne-
ubido, excavado, y acertada-
i que la cara escrita quedara
r otra parte, como ya hemos
)mo latinos.
ro lado del camino conocido
:I toro“ , están formadas, casi
iezas de sillería. Ellas debie-
cho hablar sobre la posible
onstrucción sólida asentando
óximo a un toro de piedra,
nosotros nos llevó a poder
a sucesión de huertos esca-
o y el pueblo, y no digamos
il lugar preciso y concreto
de tener el edificio a que
terio, mantenido sobre el te-
jestro asiduo compañero en
don G. Pascual Gil, maes-
: en un momento oportuno
tas exploratorias en el cen-
Pascual.
e encontrándose a más de
n pavimento compuesto de
olumna, que no pudo ser
e volvió a tapar todo para
>ermanece enterrado en el
il, evidentemente fue una
inte un templo,
uentra la denominada era
ado por piedras sillares. Dintel del Templo de Jarilla
Más abajo, en la zona de huertas conocida por el
nombre general de “ el tesoro11, lugar donde la vertiente
pierde verticalidad, se ven por todas partes cerámicas
romanas en gran abundancia. En una pared de campo,
cercana a una noria, dentro de esta zona de huertas, hay
un trozo de pared de primitiva construcción.
En una calle de Segura, y sirviendo de poyo o asien
to, vimos un trozo de fuste de columna que nos llamó la
atención. Al darle la vuelta nos mostró la siguiente incrip-
ción, difícil y borrosa por haberse desgastado mientras
sirvió de suelo sobre un paso de un regato, sitio desde
el que se trasladó al lugar donde hoy lo encontramos:
[L] [V]
D M ^
V F O I V E
„ „ „ , S
— 207 —
de la Vía Lata desde las
Suroeste, hasta que salt;
J a r illa ya por los Montes mayor
(M u nicipio d e ídem, part. jud. de H erv á s ) ron a lo que luego los ár
Aproximadamente e¡
En este mismo valle de las Granadillas por el que
se encuentra Cápera o C
discurre la calzada de la Plata, a 24 kilómetros de Plasen
tuado, hasta ahora, a la
cia por la carretera que va desde esta ciudad a Salaman
da la zona.
ca, se encuentra enclavado el pueblo citado.
La calzada romana pasa a unos dos kilómetros y me Al Noreste del cerro
dio de él. tra la Sierra Cabrera po
Grande. Ceán, al describ
Recientemente, con motivo de unos trabajos realiza
Cápera, lo hace traer de
dos en la plaza mayor del pueblo, aparecieron a 45 cms.
queda corto al decir que <
de profundidad enterramientos tapados con cerámica ro
lugar. Esto podía tomarse
mana. También se llegó a dar con la parte superior de
Cabrera por Cabera, que
una construcción abovedada en un lugar de la Plaza cer
una garganta más próxim
cano a la iglesia, parándose aquí el trabajo y tapándolo
cuya distancia se acerca
nuevamente.
autor. El caudal de esta °
En 1955 descubrimos un templo romano en este tér cho menor que el de Gar<;
mino municipal, en el lugar conocido por el nombre de je profundo, que no acusa
Cerro de las Piedras Labradas. Esta denominación del
Estimando que en nut
cerro sirvió de acicate a nuestra curiosidad, llevándonos
a visitarle. ticas no han sido tan prol
a la nuestra, como lo han
Las leyendas locales soñaban, dándolo por cierto, que
sulares, entre ellas Almers
“ aquello11 había sido el lugar de emplazamiento de caño
acudiría a Garganta Gran
nes con los que, en la época de los moros, se bombardea
tas referencias sobre el at
ba el recinto murado de Granadilla.
ra las trae Ceán al darnos
carón setenta arrobas de
de la Sierra Cabrera.
Templo romano de Ja rilla
(C e r r o de Piedraslabrad as)
La altitud del Cerro
comprendida entre los 700
Domina el cerro de Piedras Labradas, toda la exten molesta por lo inclinado d<
sión y anchura del valle siguiéndose, desde él, el trazado desde el pueblo, hora y m(
- 208
de la Vía Lata desde las inmediaciones de Galisteo por el
Suroeste, hasta que salta a Puerto de Béjar, caminando
ya por los Montes mayores como los romanos denomina
ron a lo que luego los árabes llamarían Sierras.
de las Granadillas por el que Aproximadamente en el centro de estos dos extremos
’lata, a 24 kilómetros de Plasen- se encuentra Cápera o Cáparra, lugar en el que se ha si
\ desde esta ciudad a Salaman- tuado, hasta ahora, a la mayor población romana de to
0 el pueblo citado. da la zona.
sa a unos dos kilómetros y me- Al Noreste del cerro de Piedras Labradas, se encuen
tra la Sierra Cabrera por la que desciende la garganta
otivo de unos trabajos realiza- Grande. Ceán, al describir el abastecimiento de agua de
nueblo, aparecieron a 45 cms. Cápera, lo hace traer desde la Sierra Cabrera, aunque se
ítos tapados con cerámica ro queda corto al decir que esta sierra dista dos leguas del
dar con la parte superior de lugar. Esto podía tomarse como equivocación de nombre,
a en un lugar de la Plaza cer- Cabrera por Cabera, que es el nombre perteneciente a
1 aquí el trabajo y tapándolo una garganta más próxima que discurre al Sur de Jarilla y
cuya distancia se acerca más a la señalada por el citado
i templo romano en este tér- autor. El caudal de esta garganta —actualmente— es mu
r conocido por el nombre de cho menor que el de Garganta Grande, y sufre un estia
adas. Esta denominación del je profundo, que no acusa aquélla más distante.
estra curiosidad, llevándonos Estimando que en nuestra zona las variaciones climá
ticas no han sido tan profundas, desde la época romana
ñaban, dándolo por cierto, que a la nuestra, como lo han sido en otras comarcas penin
r de emplazamiento de caño- sulares, entre ellas Almería, es de creer que el romano
de los moros, se bombardea- acudiría a Garganta Grande y no a Garganta Cabera. Es
ladilla. tas referencias sobre el abastecimiento de agua de Cápe
ra las trae Ceán al darnos a conocer que en 1710 se sa
caron setenta arrobas de plomo de cañería que bajaba
de la Sierra Cabrera.
La altitud del Cerro que nos ocupa, se encuentra
comprendida entre los 700 y 900 m. s. n. m. La subida es
ras Labradas, toda la exten -
molesta por lo inclinado del terreno, tardándose en llegar,
Endose, desde él, el trazado
desde el pueblo, hora y media a caballo.
- 209 —
En una de las faldas de él hay una casa de campo
construida, en su mayor y mejor parte, con piedras aca
rreadas en narrias que pertenecieron al templo.
No hemos podido señalar un camino primitivo de as
censo al lugar de implantación del templo. Por la parte
alta de la meseta sube el llamado camino del Torno que
viene desde Casas del Monte, buscando el único punto
practicable que tiene la sierra, en el invierno, a la otra
vertiente.
— 210 -
le él hay una casa de campo
mejor parte, con piedras aca-
enecieron al templo,
lar un camino primitivo de as-
:ión del templo. Por la parte
mado camino del Torno que
ite, buscando el único punto
ra, en el invierno, a la otra
pequeña, rectangular y de
lasamento sólidamente cons-
la primera hilada de piedras
ción, menos dos o tres que
primitivo.
as como las que sirven de
ara externa, con una angu-
\ raíz del suelo, lo mismo
te anterior, se repite esta
isped, muy crecido, cubre
cara posterior del templo
1. Templo romano del ce
i.
rro de Piedras Labradas.
izadas a diversas distan- 2. D etalle del cimiento.
io dieron con escalinata, ( Jari lla)
- 213 -
En lo que queda de capilla o celia no se descubren Número 3.— Este ara t¡
alteraciones ni señales que permitan hablar de naos y trabajada. Mide el largo de
pronaos. y las caras laterales 17. Tie
La cara anterior del templo presentaría un frontón lega a alcanzar hasta 18 c
triangular, como se deduce de la presencia de piedras tra presenta el vaso de ofrer
bajadas en ángulos muy agudos que corresponderían a adornado con un recuadro.
los dos vértices laterales del frontón. Número 4.—Correspon
Otras labras en cornisa hablan de la disposición del Fue encontrada casi enterrí
remate de este adorno. tros del recinto y situada
En una piedra sillar, que se encuentra un poco alejada Su coronamiento está med
del recinto, encontramos, en una de sus caras, una inscrip casi toda la grabación de su
ción a dos líneas, trazadas en el sentido más largo. La se de largo, 31 de ancho y 18
gunda línea, más corta que la primera, está tan alterada total es de 94 cms.
que no pudimos concretar ninguna letra, parece leerse: La transcripción que c«
guiente:
C E C P R . S P
M E E
- 214
pilla o celia no se descubren Número 3.— Este ara también es pequeña y muy bien
e permitan hablar de naos y trabajada. Mide el largo de su fuste 28 cms., el ancho 28,
y las caras laterales 17. Tiene un plinto muy prolongado,
templo presentaría un frontón llega a alcanzar hasta 18 cms. El centro del coronamiento
de la presencia de piedras tra- presenta el vaso de ofrendas excavado circularmente y
igudos que corresponderían a adornado con un recuadro.
l frontón. Número 4.— Corresponde a un ara con inscripción.
i hablan de la disposición del Fue encontrada casi enterrada a una distancia de dos me
tros del recinto y situada al lado anterior derecho de él.
e se encuentra un poco alejada Su coronamiento está medio destrozado y se ha perdido
i una de sus caras, una inscrip- casi toda la grabación de su texto. Mide el fuste 59 cms.
n el sentido más largo. La se- de largo, 31 de ancho y 18 las caras laterales. Su altura
la primera, está tan alterada total es de 94 cms.
nguna letra, parece leerse: La transcripción que cabe hacer de este ara es la si
’ R . S P
guiente:
M E B
t — - 215 -
La altura del coronamiento es de 15 cms. La base de los
haces es de 6, y el surco central mide 19'5 cms.
La altura del ara, medida en la convexidad de los ha
ces, es de 90 cms.
La transcripción es la siguiente:
S E V E R
C A E P A I
C A E S •
V.S.L.A.
_ 217 -
Necrópolis romana de Cerezo
(A yu ntam iento de idem, part. jud. de H erv á s ).
Acrópolis de Cerezo
3. M iliario de Fresnedoso
de los “ Santitos11.
- 220 —
(P á g . 225)
asa nos impide otras conje-
írar más su cronologación.
1 M P • C A E S A-i-
| .i. V I O -i. -i-
S E V E R O
. y ■
c c
mide 92 cms. de alto y 23 de diámetro.
— 223 —
Puente Guinea, nombre por el que también era cono
cida en la región esta calzada.
Cercano al sitio donde apareció el miliario y con mo
tivo de transformar en huerta lo que fue prado, han salido
tégulas, ladrillos y restos de paredes. La finca es San Pe-
driilo de la margen izquierda del Jerte.
La columna miliaria, una vez realizada la grabación
de su escritura, ha sido, en todas sus restantes caras, al
terada la superficie para evitar otras grabaciones.
D E A B V S E T
D I B V S C A L L
— 225 —
El otro está exento de inscripción actual.
Tanto en una como en otra parte de la finca señala
mos buen número de manifestaciones que hablan en favor
de un buen cuidado asentamiento; una posible tapa de
mausoleo, grandes cantidades de escoria de fragua y, so
bre todo, abundancia de cerámica así lo atestiguan.
La presencia de los miliarios nos dice de la impor
tancia de este camino que se internaba valle del Tiétar
arriba, pasando muy cercano al nuevo poblado de Matón
de los Iñigos, en cuyas inmediaciones tenemos noticias,
por su médico titular, de hallazgos que se refieren a esta
cultura.
La conservación y cuidado de este camino depende Puente romano sobre la Gai
ría de un cargo pretoriano o consular, por su importancia. de Valdeinl
Transcurre a lo largo de un valle muy amplio, de rica tie
rra cerealista en aquella época, hoy en buena parte dedi
cada a regadíos.
Acrópolis de Perugelmo
(A yu ntam iento de Q argü era.-Par. Jud. de Plasen cia)
— 226 —
nscripción actual, BUS
otra parte de la finca señala-
estaciones que hablan en favor
imiento; una posible tapa de
es de escoria de fragua y, so-
ámica así lo atestiguan,
liarios nos dice de la impor-
se internaba valle del Tiétar
) al nuevo poblado de Matón
lediaciones tenemos noticias,
lazgos que se refieren a esta
P lasencia)
i convertirlo en huerta, en la
>piedad de Teófilo Mateos,
que nos dió cuenta,
enor de agua, recogida de
nte, que es llevada por un
'e mucha abundancia de im
nano redondos,
n pila, que suponemos de
ida en un lugar de la finca,
o extravío de unos objetos Restos del puente romano de Asperillas.
(P á g . 229)
liar, y más aún si tenemos
presente que el único objeto metálico hallado es un asa,
de caldero, de conformación triangular rematada por la
anilla.
Su superficie externa presenta grabado los rasgos
de una cara y todo el contorno orlado por una sucesión
de trazos que semejan una barba cerrada.
La presencia de este objeto nos lleva a admitir, con
dicionadamente, como yacimiento púnico-romano a la zo
na de Perugelmo.
— 229 —
la montaña— a la altura de Asperillas, quedando hoy las otra vía que ha saltado la
pruebas de este salto en las ruinas del puente que mues por el puerto de San Gar
tra su estructura romana, que sepamos, hasta ahora no Estos dos últimos c
catalogadas. La posición de sus machones, con respecto transversales, y debieron
a la dirección actual del cauce, no guarda armonía; el río semitas, mas por la anch
formó un meandro desviando su primitivo camino Ello ha Cercano al puerto d
contribuido a una ruina más precipitada de este monu Romanejo, que mira al v
mento. fustes de columnas que n
Esta calzada ascendía valle arriba y volvía nuevamen centímetros de largo, siei
te a cruzar el río a la altura de Cabezuela, pasando defini ximo de 40 centímetros,
tivamente a la orilla derecha para alcanzar a Barco de deron a un sistema colun
Avila después de saltar el Puerto de Tornavacas por el pónimo, la labra, y el am
viejo camino de ganados, al lado del cual, y en su parte rro en la zona conocida p
más alta, se ha conocido un verraco o toro de piedra que pensar en la implantación
con el desaparecido de los terrenos bajos de El Robollar, una altitud semejante a la
son los dos únicos de que se tienen referencias en el va Jarilla, en la vertiente opi
lle del Jerte Hace tiempo (1932),
De este camino, ya colocado en la orilla derecha del cia de fustes de columnas
río, nace uno secundario entre Jerte y Tornavacas, que una finca de La Solana, c!
salta la sierra de la Vera por Puertonuevo, también llama teneciente a Benito Donai
do puerto del Emperador por haber sido usado por Car La eficaz labor de nu
los V en su marcha a Jarandilla a donde lleva este traza porcionado un elemento a
do para descender, desde allí, hasta Talavera de la Reina. nocimiento de esta culturí
Esta calzada, al cruzar la garganta de Valdeinfiernos, romana recientemente des
deja un puente de fábrica romana compuesto por un arco da, en el término de Nava
central o fornix y otro de salida. La transcripción que
En las inmediaciones de este camino, en una finca
situada en la sierra de los Tres Cerros, se encontraron L . c
dos denarios de plata del emperador Tiberio, hoy conver V s
tidos en pendientes. Esta catalogación nos ha sido recien
temente refrescada por nuestro culto amigo Gallego Ce V I I
peda (G.). S I F
Recien salido de Plasencia el camino del que nos es V . S
tamos ocupando y pasada la dehesa de San Polo, recibe
- 230 —
Ksperillas, quedando hoy las otra vía que ha saltado la traslasierra o sierra de Hervás,
ruinas del puente que mues- por el puerto de San Gamello y que procede de Cápera.
le sepamos, hasta ahora no Estos dos últimos caminos mencionados lo son de
sus machones, con respecto transversales, y debieron llevar, por tanto, un trazado de
e, no guarda armonía; el río semitas, mas por la anchura que tiene son, sin duda, iter.
1su primitivo camino Ello ha Cercano al puerto de San Gamello, en la finca de
; precipitada de este monu- Romanejo, que mira al valle del Jerte, encontramos dos
fustes de columnas que miden respectivamente 196 y 156
lle arriba y volvía nuevamen- centímetros de largo, siendo en ambos su diámetro má
e Cabezuela, pasando defini- ximo de 40 centímetros. Se ve que estos fustes pertene
para alcanzar a Barco de cieron a un sistema columnario de gran esbeltez. El to
jerto de Tornavacas por el pónimo, la labra, y el amesetamiento que tiene allí el ce
ido del cual, y en su parte rro en la zona conocida por la Roza del Poste, nos hace
erraco o toro de piedra que pensar en la implantación de un buen edificio enclavado a
renos bajos de El Robollar, una altitud semejante a la que tiene el templo romano de
ienen referencias en el va- Jarilla, en la vertiente opuesta de la sierra.
Hace tiempo (1932), habíamos registrado la presen
ido en la orilla derecha del cia de fustes de columnas empotrados en las paredes de
2 Jerte y Tornavacas, que una finca de La Solana, del término de Navaconcejo, per
’uertonuevo, también llama- teneciente a Benito Donaire, que considerábamos romana.
aber sido usado por Car- La eficaz labor de nuestros compañeros, nos ha pro
i a donde lleva este traza- porcionado un elemento altamente interesante para el co
hasta Talavera de la Reina, nocimiento de esta cultura en el valle del Jerte, con el ara
garganta de Valdeinfiernos, romana recientemente descubierta en la vertiente izquier
ina compuesto por un arco da, en el término de Navaconcejo.
a. La transcripción que hacemos de ella es la siguiente:
tste camino, en una finca
ís Cerros, se encontraron L . C O V II
rador Tiberio, hoy conver V S . B O
sación nos ha sido reden-
V I I . F . A
culto amigo Gallego Ce-
S I F R I T A E
el camino del que nos es- V . S . L . A .
hesa de San Polo, recibe
— 231 -
Cuya interpretación es como sigue: L (ucius) Coveus.
Bove. F(ilius) Asifritae. V (otum) S (olvit). L (ibenti). A
(nimo). Lucio Coveo, hijo de Boveo, cumple el voto de
buen ánimo a Asifrita.
La fotografía que reproducimos del ara, es ahora, ob
jeto de rectificación en cuanto a representación gráfica
de su texto. A ello hemos llegado después de estudiar
los calcos.
Ya hemos recogido, al tratar de citanias, la importan
cia que concedemos a este ara, no sólo porque ella, con su
aparición, viene a darnos la razón sobre la presencia ro
mana en el valle sino también porque el teónimo se mues
tra puro sin mezclas de tecnicismo romano; tecnicismo
que sabemos va invadiendo poco a poco el culto indígena
y termina por sustituirlo, perdiéndose el nombre regional.
Este nuevo nombre de diosas nos descubre de par en
par la divinidad respetada por los clanes de esta comarca,
y nos concede un punto de apoyo para nuevas conjeturas
e investigaciones.
Creemos encontrar en la forma de terminación de su
nombre, la presencia del sufijo celta ATE.
Tenemos referencias sobre otra probable ara hallada
en la sierra opuesta.
— 232 -
Un último estudio de este Ara
cuya grabación, por desgracia,
seencuentra tan alterada nos lle
va a modificar, ligeramente, lo
consignado en el texto (p á g. 232)
La transcripción que última
mente hacemos es ¡la siguiente:
L . C O C A 1
V S . B O
Ara de Navaconcejo
V I I . F . A
S I F R I T A E
V • S • L • A •
— 235 -
La mitad anterior del haz derecho ha sido quitado has
ta la profundidad del surco central. Ambos haces, en prin
cipio convexos, han sido rebajados para lograr sobre ellos
una superficie plana, quedando reducidos aproximadamen
te a la mitad de su primera altura. El diámetro de los ha
ces es de 7 centímetros y de 11 la anchura del surco cen
tral.
La altura total del ara medida desde el plinto es
de 91 centímetros.
Si el fuste se mide con rigor acusa en su parte baja
un adelgazamiento en relación con la parte superior.
Lo consideramos defecto de labra y sólo a título de
comentario decimos que esta disposición se amoldaría al
tipo de columna cretense, inspirada en el pilar prehistóri
co. Repetimos que sólo vemos en esto imperfección por
parte del artista.
La aparición de este arte de clara estirpe romana en
una ciudad en donde las muestras de esta cultura son tan
poco pródigas, reviste un señalado interés.
Este ara se salvó de ser destruida y aprovechada, a
lo largo de los siglos, gracias a encontrarse enterrada den
tro del recinto de un lugar sagrado. También por verdadera
casualidad se salvó la piedra del «•pagus ambriacensis»
hasta que pudo ser registrada y pasar a la posteridad, y lo
mismo ocurrió con aquella otra del <saltus am briacensis>.
Creemos llegado ya el momento de colocar en revi
sión las afirmaciones que se vienen sucediendo, autor
tras autor, cuando se refieren a todas las epigrafías roma
nas que existen en el pensil del Palacio del Marqués de
Mirabel y a las existentes en el Seminario Menor, y que
para todos los autores fueron traídas desde Cáparra a Pla
sencia.
Si tal hecho fue cierto, ¿por qué se incluye en una pa
red maestra, colocándolo en mala posición, un laude roma
no al levantar el edificio del Seminario Menor?
Estamos hartos de ver formando parte de las mura
llas de Avila y situados a las más diversas alturas escritos
lapidarios romanos.
Puede admitirse que algunas de estas piedras, hoy
recogidas en los edificios citados, hayan venido a engro
sar una colección local, pero otras, tal vez la mayoría, tie
nen por lugar de nacimiento a Plasencia y nos hablan de
vida romana sobre su perímetro ciudadano.
Hace muy poco encontramos en un corral de una vie
ja casa de la calle de Trujillo, una cabeza de hombre la
brada en granito en la que no se había reparado.
La consideramos romana, con marcados caracteres
de arte provincial, con rasgos artísticos muy de tipo his
pano y muy equivalente al tipo de las portuguesas.
Pues bien, esta escultura se consideró como un simple
“ bolo“ y era utilizada en este sentido.
Creemos necesario revisar uno a uno, todos los do
cumentos romanos existentes tanto en el palacio del Mar
qués de Mirabel como en el Seminario menor, ante los
nuevos horizontes que abren nuestras aportaciones, y es
tudiarlos sin el prejuicio que hoy arrastran por haberse
admitido desde el primer trabajo que habló de ellos, habían
sido traídos desde Cáppera.
Ara de la Iglesia
de S a n Pedro.
(Plasencia)
LA CIUDAD LIGUR
DE A M B R A S C O
- 243 -
Se ha atribuido al dominico Fray Alonso Fernández
viejas mansiones como
nada más ni nada menos que la invención de la palabra
¿Se concibe que en
A M BRACIA, no sólo referida a un núcleo de población sino
prenta un libro tan des
multiplicada dando nombre a ríos que discurren por nues
tan curiosas materias lo
tra zona.
pleno de la Ciudad y a
Mucho honor merece la obra histórico-literaria de es
páginas se menciona la
te dominico, pero no llega a tanto que se pueda engalanar
cense", escrito sobre u:
con tan notable invención.
comprobación, sin que 1
Dejamos por ahora cierto artículo que ve la luz en el o hubiera servido de me
mes de mayo de 1906, y en el que su autor, dando mues
¿Cabe pensar que
tras de una bien manejada habilidad, embrolla lo que él
embuste?.
cree razonar, mientras entona un “ mea culpa11 sobre an
La personalidad de
teriores escritos.
recogiendo lo dicho en i
Empecemos nuestra exposición caminando hacia atrás.
de su obra, Sánchez Lo
En el año 1627 aparece la obra de Fray Alonso Fer
nández, titulada “ H IST O R IA Y A N A LE S D E LA C IU “ Ilustre escritor...
DAD Y O BISPA D O D E P L A S E N C IA “ . mirable y de mejor obn
En el capítulo II dice: “ lo cierto es que la torre fue le tiene nuestra historia
mucho más antigua que éste y todos los moros maho Castañer; “ elegante his
metanos; y se puede entender, que se llam aba la torre cia“ , le estima Menéndt
de Am bracia y corrompido el vocablo, se llam ó Ambroz. de prudencia e x im ia <
Y esto se entiende mucho mejor por una inscripción, dioso de las cosas anti¿
“ Q U E E S T A “ en una piedra de una puerta, en la calle memoria“ , le presenta í
del Rey, que llam a a esta ciudad “ pagus Am briacensis“ : Lo expuesto sería s
vecindad ambriacense“ . innegable la pasada pr
dentro del recinto ciudac
El que hubiera sido
La cultura de las gentes de Plasencia, a principios del escrito, desde Fuentidue
siglo XVII, fecha en la que aparece la mencionada obra, do tan a mano existe la
tenía un nivel que no envidiaba al de los más altos de Es cuantas piedras, de este
paña. en cualquier rincón de ni
Consideramos innecesario citar nombres. Puede ilus Convencidos ya de
trarse, el curioso, compulsando nuestros archivos munici contramos otro testimon
pales, el de la Catedral, y los antecedentes que obran en que Alfonso VIII ordena
- 244
viejas mansiones como el Palacio del Marqués de Mirabel.
¿Se concibe que en este clima pueda darse a la im
prenta un libro tan deseado, tan difundido, tratando de
tan curiosas materias locales; que se dedica al concejo en
pleno de la Ciudad y a su Cabildo Catedral y en cuyas
páginas se menciona la presencia de un “ pagus ambria-
cense“ , escrito sobre una priedra, al alcance de cualquier
comprobación, sin que tal aserto sea negado, contradicho,
o hubiera servido de mofa para sus coetáneos?
¿Cabe pensar que su autor se permitiera tan cínico
embuste?.
La personalidad de Fray Alonso la conocemos mejor
recogiendo lo dicho en el proemio de la edición que hace,
de su obra, Sánchez Loro en 1952...
“ Ilustre escritor... prudente dominico... de vida ad
mirable y de mejor obra, que no merece el olvido en que
le tiene nuestra historia literaria1' , le llaman F. Sánchez-
Castañer; “ elegante historiador de la ciudad de Plasen-
cia“ , le estima Menéndez y Pelayo; “ fue varón grave y
de prudencia exim ia“ , dicen de él Ketif y Echard; “ estu
dioso de las cosas antiguas que deben guardarse en la
memoria“ , le presenta Nicolás Antonio... etc. etc.
Lo expuesto sería suficiente para tomar como verdad
innegable la pasada presencia del pagus ambriacense
dentro del recinto ciudadano de Plasencia.
El que hubiera sido trasladada, la piedra que lleva ese
escrito, desde Fuentidueñas, no deja de ser peregrino cuan
do tan a mano existe la materia prima que facilita todas
cuantas piedras, de este mismo tipo, se deseen encontrar
en cualquier rincón de nuestro suelo.
Convencidos ya de esta presencia in situ en 1627, en
contramos otro testimonio en el Fuero Fundacional, en el
que Alfonso VIII ordena la erección de la ciudad de Pía-
sencia (año 1180), sobre el mismo lugar que asentaba una Plasencia vivieron 1
vieja aldea llamada Ambroz. cerros inmediatos.
El lugar de implantación de A M BR A C IA habría que Esta población
dado determinado con esta aclaración, que tiene constan do del gravamen de
cia oficial, si existiese alguna duda. que ya en esta cul
Si lo expuesto no fuera bastante, si se tratase de sostener construcción adosai
que la vieja aldea de A M BRO Z estuvo en la zona que ocu aquella perduración
pa Fuentidueñas, situada en la otra orilla del Jerte y a da suboreal y en el
una distancia de más de cinco kmtrs. de Plasencia, o ha longarse.
remos mentir al rey Alfonso VIII, a sus escribanos y a su A este padecimi
cortejo, o catalogar de desobedientes a sus huestes. abandono definitivt
Si A M BR A C IA no hubiera estado asentada sobre es ficio del cerro de P1
te cerro, Alfonso VIII hubiera erigido, aquí, su ciudad por granítica de las lade
razones tácticas y sobre todo estratégicas, muy de esti asientan, únicament
mar en el siglo XII, pues ningún otro de nuestras inmedia si siempre agotadas
ciones tiene las condiciones de fácil defensa, y buen su aquel período climá
ministro de agua que éste tiene, estando de más el hacer desde los primeros i
mención ni de aldeas ni de nombres. que traslada al hom
Por tanto, que el primitivo poblado de A M BRA C IA de las corrientes s
ocupó los mismos reales que hoy ocupa Plasencia, no cabe, permanencia y canti
dudarlo, si se tiene presente que es histórico aquello indispensable eleme
que produce o ha producido efectos (E. Meyer). Plasencia, que
hemos estudiado en
lógicas, debe tal irr
La antigüedad de este núcleo urbano es muy anterior fisiográficas y muy
a la fecha en que empieza a conocerse con un nombre de Rara vez el hoi
terminado. rales y crea grande!
Repartida por nuestros contornos la población neolí tificiosas componen
tica de la que nos dan pruebas los yacimientos estudiados, a alcanzar la perfec
cercanos a Plasencia —Berrocalillo y Boquique—, y sien El impuesto gf
do este crestón de Plasencia un terreno perteneciente al el ser humano desd
mismo de Valcorchero, sobre el que radica el último cita estructuras superioi
do, y no estando entre sí distantes más de dos kilómetros La situación dt
en línea recta, es necesario admitir que sobre el suelo de partes por el cauce
Plasencia vivieron las mismas gentes que ocuparon los
cerros inmediatos.
Esta población neolítica, que aún no se había libera
do del gravamen de la cueva y que sigue utilizándola, aun
que ya en esta cultura la casa es mitad cueva mitad
construcción adosada a ella, prescinde para siempre^ de
aquella perduración paleolítica al iniciarse la época llama
da suboreal y en el principio de esta sequía que va a pro
longarse.
A este padecimiento climático es al que achacamos el
abandono definitivo de Berrocalillo y Boquique en bene
ficio del cerro de Plasencia. Lo impone así la constitución
granítica de las laderas sobre las que estos yacimientos
asientan, únicamente dotadas de fuentes intermitentes, ca
si siempre agotadas en los estiajes ordinarios, y que en
aquel período climático debieron de cesar, como tales,
desde los primeros momentos. Esta necesidad vital es la
que traslada al hombre y a sus viviendas a las márgenes
de las corrientes superficiales de agua, cuyo volumen,
permanencia y cantidad, les garantiza el suministro de este
indispensable elemento.
Plasencia, que es hoy cabeza de toda la comarca que
hemos estudiado en capítulos anteriores con miras arqueo
lógicas, debe tal imposición directiva a sus propiedades
fisiográficas y muy especialmente al río que la envuelve.
Rara vez el hombre prescinde de los beneficios natu
rales y crea grandes centros urbanos rodeándolos de ar
tificiosas componendas que, por otra parte, nunca llegan
a alcanzar la perfección de lo que se trata de imitar.
El impuesto geofísico de Plasencia se ejerció sobre
el ser humano desde que éste fija su vivienda y ocupa las
estructuras superiores del suelo.
La situación del cerro, envuelto en sus tres cuartas
partes por el cauce del Jerte, y la parte restante despega
— 247 —
da por una profunda vaguada de su continuidad con Valcor-
chero...; su altura de 350 m. s. n. m...; el frontón que la
loma de Valcorchero crea, resguardándole de los vientos
del septentrión...; su posición en relación con el amplio y
profundo valle del Jerte, que además de dotar a su am
biente del grado higroscópico conveniente le libra de los
calores excesivos del verano por las corrientes de aire
frío que le llegan después de rozar las cumbres de Gre-
dos...; la salubridad de su suelo de constitución granítica
y elevado más de 20 metros sobre el nivel del río...; el fa
vor que le dispensa el foso fluvial, haciéndose inexpugna
ble en 15 kilómetros de su cauce y sólo creando — como
hecho a la medida—, un amplio vado a la altura de esta
implantación...; el estar donde el valle se ha abierto ple
namente, para que el sol le bañe en toda su dirección...;
colocan a Plasencia muy por encima de cualquier otro lu
gar de nuestra comarca que se estudie y analice bajo es
tas miras de salubridad, acondicionamiento y sanidad.
Y como quiera que las necesidades vitales del ser hu
mano son las mismas desde que tenemos noticias de su
existencia, no puede tampoco negarse, por esta otra vía
de razonamientos, que el cerro agrupó vida humana des
de que ésta se siente inclinada a vivir en sociedad.
Por eso hemos visto a la población neolítica vivir des
de el principio sobre él y luego ser el único punto que pu
do superar la grave sequía de la época suboreal (1600 a
700 a. a. d eJ.C .).
- 249 —
-
Este fenómeno, que parece estar ya suficientemente boso, que se realiza cor
claro para que sobre él se edifique una teoría sobre el por que pudiera estimarse n
qué y el cuándo de los desplazamientos de los pueblos pa- No se escasea el i
leo-indoeuropeos, teoría desarrollada por Laviosa Zambot- respetando plenamente
ti, se repite, sucesivamente, a lo largo de la prehistoria esta clase de monument
hasta adquirir los perfiles definidos de las invasiones túmulo es traída desde
celtas. hace con la piedra con I
Son estos pueblos paleo-indoeuropeos los que llevan que limita la zona que p
en su idioma la raiz AMBR- que hoy es aplicada por nues túmulo y, también, desd
tros mejores filólogos al pueblo L1GUR. de pizarra que formaron
Gentes de las mismas razas dan nombre también a Estas clases de mo
una ciudad griega, pues los desplazamientos de estos gru otro hallazgo, sobre las
pos humanos se realizan en todas las direcciones. biernan a la comunidad
Llámense retotirrenos de Krestschmer a los que ca Más que hablar de
minan por el Sur, cerca de los bordes del Mediterráneo; niendo, nos pregonan li
hititas, jónicos o aqueos, a los que marchan hacia el Su puede estar mantenida p
reste, o digamos que son protoceltas los enviados por las tereses, o impuesta con
luchas y las presiones hacia el Noroeste, todos ellos se cogido. Sea lo uno o lo
desgajan del mismo tronco. ganización y de direcció
Unos y otros siembran los mismos topónimos en los varse a término aspiracii
lugares más distanciados. Esta situación socia
Esta igualdad en los nombres entre aquella ciudad rritorios cuando tiene luj
griega y nuestra AM BRACIA, llevó a Fray Alonso a ver so, distante, de Plasenci
su problema solucionado con la llegada de griegos. En El que recibe el ent
aquella época no había posibilidad de medir su acierto en una dignidad en el seno
cuanto a igualdad de progenie. merosas ofrendas que ac
memoria una pieza exti
A estos estudios toponomásticos se suman, en firme nuestras fronteras actual
conjunción, nuestros hallazgos arqueológicos para dar La situación política
mayor fuerza a lo que mantenemos. bre un pueblo hermanad!
Concebimos el asentamiento de razas precélticas en de procedencia, o se imp
nuestra zona bajo un signo de paz muy distinto del que se o un grupo de seres (enti
adjudica a la posterior llegada del Celta. llecido), extraños al tern
Habla apoyando este juicio el enterramiento de Carca- dentro del túmulo.
boso, que se realiza con toda la pompa y magnificencia
que pudiera estimarse mejor para aquella época.
No se escasea el material y la estructura se logra
respetando plenamente el rito constructivo que rige para
esta clase de monumentos. La tierra que recubre el amplio
túmulo es traída desde bastante distancia. Lo mismo se
hace con la piedra con la que se levanta el cerco murado
que limita la zona que pudiéramos llamar “ pomerium“ del
túmulo y, también, desde muy lejos, son traídas las piezas
de pizarra que formaron la cámara funeraria.
Estas clases de monumentos dicen más que ningún
otro hallazgo, sobre las peculiaridades que rigen y go
biernan a la comunidad que los crea.
Más que hablar de riquezas, como se viene mante
niendo, nos pregonan la unidad del grupo. Unidad que
puede estar mantenida por lazos de comunes afectos e in
tereses, o impuesta con férrea disciplina, por un grupo es
cogido. Sea lo uno o lo otro, ambas cosas hablan de or
ganización y de dirección, con el resultado cierto de lle
varse a término aspiraciones del común.
Esta situación social era la presente en nuestros te
rritorios cuando tiene lugar el enterramiento de Carcabo-
so, distante, de Plasencia, en línea recta, 7 kilómetros.
El que recibe el enterramiento tiene la categoría de
una dignidad en el seno de aquella familia, y entre las nu
merosas ofrendas que acompañan al muerto se rinde a su
memoria una pieza extraña, cuyo origen se escapa de
nuestras fronteras actuales.
La situación política imperante, decimos, se ejercía so
bre un pueblo hermanado por lazos comunes de sangre y
de procedencia, o se imponía despóticamente por un ser
o un grupo de seres (entre los cuales se encontraba el fa
llecido), extraños al terreno, como la pieza que se ofrece
dentro del túmulo.
Ya sea lo uno o lo otro, lo innegable es que quien
gobernaba, o quienes gobernaban, concedían valor y repre
sentación muy especial a objeto tan específico, ya que es
la única pieza que acusa una ” muerte ritu a l".
Las consecuencias que se derivan de todas estas se
ries de hechos, serán, el imperio de su lengua, por una
parte, y de sus costumbres, por la otra.
A partir de la fecha en que situemos el enterramiento
de cúpula de Carcaboso, ya no puede dejar de hablarse
de estos pueblos sobre nuestras tierras, y lo que significa
más, llevando la dirección social y administrativa de nues
tra Comarca.
Cabe especular sobre el tiempo que puede tardar en
producirse un predominio extraño sobre una región con
buen índice demográfico. Porque esta acción, de dominio,
requiere tiempo para tener realidad cuando no se lleva a
cabo por la vía violenta de las armas ni de las invasiones
masivas, como es nuestro caso, creemos que desde la lle
gada de los primeros visitantes paleo-indoeuropeos a esta
Comarca, hasta que u n individuo d e aquella raza se
hace meritorio al túmulo de Carcaboso (autoridad, poder,
respeto), ha de mediar un espacio de tiempo que debe te
nerse en cuenta para la fechación de estas primeras pre
sencias de hombres e industrias, extrañas al lugar.
Esta raza imperante por su cultura, o dominadora por
su fuerza, es quien impone el primer nombre al núcleo ur
bano más potente que encontró en nuestras tierras, eleva
do sobre el crestón final de Valcorchero, lamido por las
orillas del Jerte.
Poco valor tienen las terminaciones que hoy vemos
acompañando a la raiz.
Cosa, cosita, cosina, cosilla, cósica... nos indican lo
mismo con distintas terminaciones regionales.
lo innegable es que quien Es AMBR-, lo que cuenta, y ahí estuvo escrito en
Dan, concedían valor y repre- Plasencia y en Cáparra, y ahí quedó, por siempre, nomi
o tan específico, ya que es nando corrientes de agua. El último que llega arreglará el
‘muerte ritu a l". nombre a su lengua y pronunciación, colocándole las más
derivan de todas estas se diversas terminaciones.
rio de su lengua, por una Piénsese que entre los ligures que bautizan a nuestra
>r la otra. ciudad y comarca, y Alfonso VIII, median, a más de 2.580
s situemos el enterramiento años, las oleadas celtas, las primeras invasiones africa
¡o puede dejar de hablarse nas, la dominación romana, las invasiones de los bárba
ís tierras, y lo que significa ros, las últimas invasiones africanas y, por fin, Alfon
ial y administrativa de nues- so VIII.
¿Qué nos quedó de aquello tan viejo y tan hondo? El
iempo que puede tardar en nombre de un lugar y la denominación de una comarca,
raño sobre una región con los nombres de unos ríos y una pieza manufacturada por
que esta acción, de dominio, gente de allende los Pirineos.
lidad cuando no se lleva a Alfonso VIII no conoció más Plasencia que la nuestra,
armas ni de las invasiones y también la hay en Italia, y aquella Plasencia italiana es
3, creemos que desde la He tá en propias tierras de ligures, donde abundan los petro-
ss paleo-indoeuropeos a esta glifos hermanos del nuestro labrado en el Puerto del G a
¡viduo d e aquella raza se mo. En Vasconia está el hacha martillo de Balenkaleku y en
arcaboso ( autoridad, poder, la misma región está Plasencia de las Armas.
acio de tiempo que debe te- Preguntamos, ¿la raiz AMBR- no tendrá un significa
ión de estas primeras pre- do que específicamente signifique y deba traducirse por
is, extrañas al lugar, placidez en el lenguaje de las razas <centun»?
u cultura, o dominadora por Por otra parte, ¿qué juicio puede merecer la palabra
primer nombre al núcleo ur- Jerete, estimada como griega y aplicada como nombre de
ó en nuestras tierras, eleva- nuestro río, y cuyo significado en esta lengua es también
r’alcorchero, lamido por las de gozo, si ahora se la examina bajo una posible depen
dencia con lenguas indoeuropeas?
La verdad es que Alfonso VIII, el re-fundador de la
minaciones que hoy vemos
ciudad de Plasencia (Cáceres), no tuvo que esforzarse
mucho para encontrar un nombre con el que designar a
lia, cósica... nos indican lo la ciudad que manda levantar sobre la vieja aldea de AM-
anes regionales.
BRO Z.
¡2 -
- 253 -
Conoce toda la profundidad y amplitud del Valle del Fray Alonso y sus s
Jerte, lo ha visto desde el Puerto de Tornavacas, dejó en acomodo a esta pie<
Barco de Avila un Fuero y el Lunes como día de mercado. Hoy nos resultí
Por este camino ha recorrido, en toda su extensión, mera palabra por Pi
la cuenca del Jerte. como designación c
Le ha sobrado tiempo para gozar de las bellezas que existe inmediata a Ií
hay a su paso, y para documentarse de que al río se le cana a Plasencia. V
llama del Gozo. vemos a V. Paredes
Y si el río es el río del gozo, el valle, su Valle, nece Alonso sino que lo e
sariamente será tambié Valle del Gozo y su Ciudad —la de cuál, de los much
mayor población de toda su comarca— , también será se ra, es el que quiere
ñalada con este calificativo, ¡que a tanto llega la facultad Traeremos prim
de las corrientes de agua! perfecta solución a e
¡Gozo, Placer...! y ya tenemos el Plasencia y el ut han elevado montan;
Placeat Deo et Hominibus, de su escudo.
Terminemos este capítulo que hemos dedicado a la Saltus vacui___Pasi
vieja ciudad ligur de A M BRA C IA sobre cuyos cimientos Diana domina saltui
la escondidas florestas.
se eleva, en el día de hoy, la ciudad de Plasencia, en Cá-
P lin io:
ceres, haciendo venir a nuestras líneas al pueblo que pue Saltus pleni fe r is .-
de hablar notarialmente dando fe con sólo utilizar debida Varron:
mente su lengua y las leyes que él creó y difundió por el Potius silvestribus i
mundo europeo. más de las yerbas de los
División de tierras e
Si se repasan las ordenaciones romanas veremos que
la Tabla Alim entaria de Trajano es muy expedita, con Siguiendo estas
cretando la perfecta estructuración que regía a municipios, ejemplos:
pagos, vicos y fondos.
Volvamos nuevamente a recurrir a Fray Alonso para Cicerón, Catulo y Jt
finca rústica dedicada a ¡
utilizar otro testimonio histórico que nos legó, al hacer
AEstivi Saltus: Dig.
nos saber que en Cáppera había —en su tiempo— una Hiberni Saltus: Dig.
piedra que tenía la siguiente grabación “ S A LT U S AM- Saltus nemore comp¡
BR IA C EN SIS. S A L T U S — Qeneraln
Conjuntemos, nuevamente, la labor histórica con la lleno de accidentes donde
arqueológica.
(1) D igestorum LIB RI.
Empecemos reconociendo que el mal viene cuando (2)
(3)
Dicc. C O M M E L E R A
Dicc. Latino-Españo
— 254
amplitud del Valle del Fray Alonso y sus seguidores intentan traducir y buscar
de Tornavacas, dejó en acomodo a esta piedra.
es como día de mercado. Hoy nos resulta extraño que el fraile traduzca la pri
, en toda su extensión, mera palabra por Puerto o Salto y así traducido lo aplique
como designación de paso de la vertiente montañosa que
izar de las bellezas que existe inmediata a la Ermita de la Virgen del Puerto, cer
se de que al río se le cana a Plasencia. Ved Persa, a través de cuyo seudónimo
vemos a V. Paredes, no sólo no aclara este error de Fray
:l valle, su Valle, nece- Alonso sino que lo embrolla más haciéndose la pregunta
□ozo y su Ciudad —la de cuál, de los muchos puertos que se ven desde Cáppe-
rea— , también será se- ra, es el que quiere designar la citada piedra.
tanto llega la facultad Traeremos primero a Virgilio, pidiéndole ayuda en la
perfecta solución a este insignificante asunto sobre el que
3 el Plasencia y el ut han elevado montañas innecesarias:
escudo.
hemos dedicado a la Saltus vacui..—Pastos; prados sin árboles ni matas.
Diana domina saltuum reconditorum.— Diana sefiora, reina de
sobre cuyos cimientos
la escondidas florestas.
d de Plasencia, en Cá- P lin io:
íeas al pueblo que pue- Saltus pleni fe ris .—Bosques llenos d efieras.
on sólo utilizar debida- Varron:
I creó y difundió por el Potius silvestribus saltibus delectantur, quam pratis.— Gustan
más de las yerbas de los montes que de las de los prados.
División de tierras entre cuatro centurias.
i romanas veremos que
es muy expedita, con Siguiendo estas búsquedas vemos multiplicados los
que regía a municipios, ejemplos:
Cicerón, Catulo y Juvenal traducen S A L T U S por: posesión o
rir a Fray Alonso para
finca rústica dedicada a pastos.
e nos legó, al hacer- AEstivi Saltus: Dig. (1 ).—Pastos de verano.
—en su tiempo— una Hiberni Saltus: D lg. (2). Pastos de invierno.
>ación “ SA LT U S AM- Saltus nemore compascua communiones...
S A L T U S — Generalmente designa un monte espeso e intrincado,
lleno de accidentes donde suelen veranear o invernar los ganados (3).
labor histórica con la
(1) D igestoru m LIB RI.
el mal viene cuando (2)
¿3)
Dicc. C O M M E L E R A N : C lásico etnológico.-2.‘ edic. 1912.
Dicc. Latino-Español etim ológ ico .R a im u n d o de M igu el.
- 255 -
Era Cáppera la ciudad específicamente romana, rec
tora de la comarca, desde cuyo centro fácilmente se go
bernaban los tres Valles objeto de nuestro estudio.
Hemos señalado un camino de transversales que arran
cando de aquel núcleo urbano cortaba Traslasierra para
internarse en el valle del Jerte saltando por el puerto de
Sangamello. Ascendía unos kilómetros valle arriba. Aban
donaba la vía que caminaba a Barco de Avila entre Jerte
y Tornavacas, para cortar la sierra de la Vera por Puerto
Nuevo y acercarse así rápidamente a Talavera de la Reina,
segunda ciudad romana, también rectora de nuestra
comarca.
Era Cáppera el lugar natural donde tenía que encon
trarse esta piedra que habla de disfrute de pastos de una
comarca. Nosotros la vemos ocupando el sitio que debía
en el Fo ra, rector y administrador.
S A LT U S A M B R IA C EN S IS no significó nunca ni
puerto ni saltos de montaña, sólo significó y señaló la pro
piedad indivisa que existía en nuestras montañas cuando
el romano llega a nuestra zona, y que él, gobernador y le
gislador, articula para un razonado y perfecto disfrute, en
común, de los vecinos de A M BR A C E.
Unicamente es él, el pueblo romano, el que puede lla
mar Saltus a los terrenos y Pagus, a la ciudad, quedán
donos, así, su testimonio histórico.
- 256 -
MAPA D E LA A L T A
E X T R E M A D U R A ,
C O M P R E N S I V O DE
LOS YACIM IENTOS
ARQUEOLÓGICOS Y
VI AS R O MA N A S T R A
T A D A S EN E S T A O B R A
I N D I C E
BIBLIOGRAFICO
— 263 —
C abré y Aguiló, J. “ Pinturas y grabados esquemáticos, de Se- Las colc
govia y Soria " . — Arch. E. de A ., n.° 43. Ibérica".
“ E l Arte Rupestre en España".— Com. de Investigacio “ La arqu
nes Palentológicas y Prehistóricas.—Madrid, 1915. Grim al, P . —“ Las ciu
“ La“ caetra“ y e l “ scutum" en España durante la segunda G óm ez-M oreno, M.
Edad del H ie rro ".—B. Sem. Est. Arte y Arq. de Valla- Primera í
dolid, 1939-40. drid.
Casteret, N . — “ Diez años bajo la tie rra " .— Ed. Nacional.—Madrid, H ubn er .— “ Aditament
1943. Hernández Pacheco,
C aro B aroja, J .—“ Los pueblos de España".— Barcelona, 1944. graficoge
Colom , Gm o . —“ G eología elemental de las Baleares". —C. S. de la Historia d
I. C ., Madrid, 1950.
Hernández Pacheco,
Castillo Yurrita, A .— “ La cultura del vaso campaniforme en Aus
U tico s ".—
tr ia " .—Ampurias, tomo XIII, 1951. Hernández Pacheco,
" E l vaso cam paniform e" .— IV Congreso I. de C C . P re
paña" . —T
históricas.—Madrid, 1954.
Madrid, 1£
Camón A z n a r,J . —“ Las Artes y los Pueblos de la España Prim iti
H oyos Sáinz, L .— "Jn
v a ".—Madrid, 1954.
España".-
D ias de D eus, A .—"M a is tres dolmens da regido de E lva s ".— L i
H aw kes, C. F. C. - “ L
bro homenaje a C ésar Morán. Salamanca, 1953.
Eckhard U n g e r.—“ Arte Súm ero-Acadio". —Labor, 1931.
ninsula lbt
F ern án dez-O xea, J. R .— "Lápidas sepulcrales de la Edad del Bron Francia y >
rias, 1952.
ce, en Extremadura".— A . E. A rqu eolog.—N.° 90.
L ó p ez Cueviilas, F .—
"D o s nuevas estelas de escudo red ond o".—A. E. A r
phyrus, ton
qu eolog.—N .° 92.
Fuente A rrim adas, N . — "H istoria de Barco de A v ila ".—1925.
“ La civiliz
Fernández, A . —(F ra y ) . —"H istoria y Anales de la ciudad y obispado Leisner, G e o rg y V e n
de Plasencia".—Publicación de F E T y de las J O N S .— megalitico.
Cáceres, 1952. Arqueológi
Fletcher V alls, O .—“ Nociones de Preh istoria ". -Institución A lfon López G arcía, J .— “ La
so el Magnánimo —Valencia, 1952. M ac W h ite -E . — “ Estiu
Gordon Childe, \ . —“ Las últimas edades del bronce en el próximo pánica en h
oriente y en la Europa central".— Ampurias X III.—1951, M orán, C . — “ Pizarras ,
L ’aube de la civilization européenne" .— París, 1949. n.° 60.
García Bellido, A . — “ Esculturas romanas de España y P ortu g a l" “ Reseña hi
C . S. I. C .-M a d r id , 1949. ca“ .—Univ
“ Arte R om a n o".— C. S. I. C. —Madrid, 1955. “ Excavacit
"España y los españoles hace dos m il a ñ o s ".—Austral c o “ . —Madr
n.° 515. “ E l paleoli
“ La España del siglo primero de nuestra e r a " . —Austral Superior M
n.° 744. che, 1941.
bados esquemáticos, de Se- " Las colonizaciones púnicas y griegas en la Península
le A ., n.* 43. Ib é ric a ".—IV C. I. de Prehistoria.—Madrid, 1954.
a " . — Com. de Investigacio- " L a arquitectura entre los Iberos " . — Madrid, 1955.
tóricas.—Madrid, 1915. Grim al, P . — "L a s ciudades rom anas".—Barcelona, 1956.
•n España durante la segunda G óm ez-M oren o, M . —"Misceláneas, Historia, Arte, Arqueología.
. Est. A rte y Arq. de V alla- Primera Serie, La A n t ig ü e d a d " C. S. I. C., 1949.— M a
drid.
i " . — Ed. N acional.—Madrid, H ubner.— "Aditamento nova " . — 1903.
H ernández Pacheco, Eduardo y F rancisco.— "Características geo-
ña” .— Barcelona, 1944. graficogeológicas del solar H i s p a n o " T . I., cap. 1.° de
• las Baleares".—C. S. de la Historia de España, de M enéndez Pidal.
Hernández Pacheco, E. — "L a vida de nuestros antepasados paleo
xiso campaniforme en Aus- lític o s ".—Madrid, 1932.
1, 1951. Hernández Pacheco, H. — "Síntesis fisíográfica y geológica de Es
TV C ongreso I. de C C . Pre- p a ñ a ".—Trab. Mus. Nac. de Ciencias Naturales.—II vols.
Madrid, 1932.
tblos de la España Prim iti- H oyos Sáinz, L . — "Investigaciones de antropología prehistórica de
España".— C. S. I. C ., 1950.
da regido de Elvas " . — Li-
H aw k es, C. F. C. - "L a s relaciones en el Bronce final, entre la Pe
in. Salamanca, 1953.
nínsula Ibérica y las Islas Británicas con respecto a
V '.- L a b o r , 1931.
Francia y a la Europa Central y mediterránea" .—Ampu
¡¡erales de la Edad del Bron- rias, 1952.
i. Arqueolog. —N .° 90.
L ó p ez C uevillas, F .— “ Sobre el arte rupestre del N oroes te " .—Ze-
\cudo r e d o n d o " A. E. A r
phyrus, tomo II.—1951.
" L a civilización céltica en G a lic ia ".— 1953.
a r a ) de A v ila ". —1925.
Leisn er, G e o rg y V e ra , y Cerdán M árquez, C .— "L o s sepulcros
I nales de la ciudad y obispado
i de F E T y de las J O N S .— megalíticos de Hueloa " . — Comisaría G. Excavaciones
Arqueológicas.—Informes y M em orias n.° 26.
L ópez G arcía, J .— "L a citania de Santa T ecla ".— Laguardia, 1927.
historia". -Institución Alfon-
M a c W h ¡te-E . — “ Estudio sobre las relaciones de la Península his
a, 1952.
pánica en la Edad del B ro n ce". 1951
les del bronce en el próximo
r a l" .—Ampurias X III.—1951 _ M orán, C .— "Pizarras de Salam anca" .—Arch. Esp. de Arqueología,
ropéenne".— París, 1949. n.° 60.
tas de España y P ortu g a l". — “ Reseña histórico-artistica de la provincia de Salaman-
c a " . —Universidad, Salamanca, 1956.
C -M a d rid , 1955. "Excavaciones arqueológicas en el Cerro del Berrue
ice dos m il a ñ o s ".—Austral c o " . —Madrid, 1925.
" E l paleolítico de Beni Gorfel“ (M arru ecos).—Junta
tro de nuestra e r a " .—Austral Superior Monumentos Históricos y Artísticos.—Lara-
che, 1941.
- 265 —
M é lld a , J. R .— “ Catálogo monumental de España".—Provincia de Poulsen, F .— " Vida y eos
C áceres.—Año 1914-16. cidente, 1950.
"A rqueología clá sica ".—Labor, 1952. Pijoán, J .— "H istoria del
M artínez San ta-O lalla, J.— "Esquema paletnológico de la Penínsu Prehistoria de E spañ a.-
la hispánica" .—2.a e d .—Madrid, 1946.
P érez-D o lz, F __ "Introdu
M alu qu er de M otes, J .—"L a s culturas hatlstátticas en Cataluña".—
nes Apolo, tei
Ampurias, 1946.
Pared es Guillén, V .—" 0
" E l proceso histórico de las primitivas poblaciones pe
montanos celi
ninsulares". —Zepliyrus, VI, 1955.
1888. Plasenci
“ La técnica de incrustación de Boquique y la dualidad
Quintero, P .—“ Necrópolí
de tradiciones cerámicas en la Meseta durante la Edad
Russell Cortez, F . - " C o /
del H ie r r o ".—Zephyrus, vol. julio-diciembre, 1956.
los lusitani".-
“ Pueblos y Tribus celtas en España". —Historia de M e-
Reygasse, M . — " Monume
néndez P id a l.—Madrid, 1954.
du N o rd ".—P
"C a rta Arqueológica de España. Salamanca".—S ala
Roso de Luna, M . —"¿A ti
manca, 1956.
la Royal Socit
M ezquiriz Irujo, M .a A . —"L a s investigaciones arqueológicas en la
cuaderno IX, s
Liguria a través de las fuentes medievales". —Zephyrus,
Sobrino Loren zo-R uza, I
enero-junio, 1955.
bretiro de Zep
M endes C orreia, A . —" A Lusitania prerrom ana".—(H istoria de
“ Origen de
Portu gal).— Barcelos, 1930.
phyrus, III.
M eyer, Ed. — "Geschichte des Altertum s". — 1909.— Edición en espa
“ Petroglifos c
ñ ol.—M éxico, 1955.
Sobrino Buhigas, R. —" C
M em oria de la Comisión Ejecutiva de E xcavaciones de Num an-
ción bibliófila
c ia .—Madrid, 1912.
postelae, Gall
N olke, F. R .— "Hipótesis geotectónicas" .—Junta ampliación de es
Schulten, \ . —"Tartessos'
tudios.—Madrid, 1935.
N ad al. F " Arqueología y Bellas A rte s ".— Madrid, 1920. San V alero, J . —" E l N eoli
Noticiario A rqueológico Hispánico. —C. Q. de E. A ., años 1952 y " E l Neolítico i
1953. Madrid. Sanguino y M ichei, J . -
Oberm aier, Pericot y G arcía B ellido. — “ E l hombre prehistórico y n.° 86.—C ácer
los orígenes de la Humanidad".—Quinta edición. “ R e Sayáns Castaños, M . — ‘7
vista de O ccidente". vista Alcántan
O berm aier, H .—" E l hombre fó s il".— 1916. T arrad ell, M .— "L a Edad
Pericot, L . Nuevos aspectos del problema de las estelas graba mero XIV.
das extremeñas" .—Zephyrus, vol. mayo-agosto, 1951. “ Las actividac
"L o s sepulcros megalíticos catalanes y la cultura pire- pañol de M am
n d ica ".—Barcelona, 1950. IV Congreso. 1
"L a cueva de E l P a rp a lló " . —C. S. de I. C .—Madrid, 1942. “ Sobre el pres
"L a España P r i m i t i v a " Barcelona, 1950. rus, III.-S a la r
— 266 -
tal de E s p a ñ a " Provincia de Ponlsen, F .— " Vida y costumbres de los rom an os".—R evista de O c
cidente, 1950.
—Labor, 1952. Pljoán, J.— "H istoria del A rte ". -1945.
ma paletnológico de la Penínsu- Prehistoria de E spañ a.—2 volúmenes, IV C ongreso, 1954.
Madrid, 1946.
P érez-D o lz, F __ "Introducción al estudio de los estilos".— Edicio
ras hallstátticas en Cataluña". —
nes Apolo, tercera edición.
P ared es Guillén, V .—"O rig e n del nombre de Extremadura " y “ Fra-
las primitivas poblaciones pe-
montanos celtib eros".—Aflos, respectivamente, 1886 y
VI, 1955.
1888. Plasencia, Imprenta Hontiveros.
ion de Boquique y la dualidad
Quintero, P .— "N ecróp olis anterromana de C á d iz".—Madrid, 1915.
en la Meseta durante la Edad
vol. julio-diciembre, 1956. Russell Cortez, F. — “ Contribución al estudio de la Protohistoria de
en España". — Historia de Me- los lusitani".— Arch. Esp. de Arqueología, n.° 91.
954. R eygasse, M . —" Monumentos ¡aneraires Preislamiques de 1’A frique
'■ España. Salamanca".—Sala- du Nord“ .— París, 1950.
Roso de Luna, M . — Atlantes extremeños?".— Memoria dedicada a
la Royal Society o f London.—Revista de Extremadura,
Uigaciones arqueológicas en la
cuaderno IX, septiembre, 1905. Cáceres.
entes medievales". —Zephyrus,
Sobrino Loren zo-R uza, R . —"M ega litos de monte C o r z a n ".-S o -
bretiro de Zephyrus, IV. Salamanca, 1953.
i prerrom ana".—(Historia de
“ Origen de los petroglifos gallego-atlá nticos" .—Z e
0.
phyrus, III.
m s". — 1909.— Edición en espa
“ Petroglifos atlánticos antropom orfos".—Zephyrus, VI.
de E x c a v a c io n e s de Num an- Sobrino Buhigas, R . —"Corpus Petroglyphorum Gallaeciae " .— Edi
ción bibliófila latina. Núm. de n/ Biblioteca 245.—Com-
postelae, Gallaecia, M C M X X X V .
z s " .— Junta ampliación de es
Schuiten, A .—“ Tartessos". - Segunda edición. Madrid, 1945.
e s ''.—Madrid, 1920. San V alero, J . —“ E l Neolítico y sus problem as".— B. A . S. E. I.
—C. Q. de E. A ., años 1952 y " E l Neolítico h isp á nico".—C. I. P ., IV. Madrid, 1954.
Sanguino y M ichel, J. — "¿Turm ulus?".—Rev. de Extremadura,
».— " E l hombre prehistórico y n.° 86.— Cáceres, agosto, 1906.
idad". —Quinta edición. “ Re- Sayáns Castaños, M . — “ Petroglifos en la Alta Extrem adura" .— R e
vista Alcántara. Junio, 1956. Cáceres.
1916. T a rra d e ll, M . —"L a Edad ael Bronce en Monte/río " . — Ampurias, nú
tblema de las estelas graba mero X IV .
os, vol. mayo-agosto. 1951. "La s actividades arqueológicas en el Protectorado es
s catalanes y la cultura pire- pañol de M arruecos".—Prehistoria de España, tomo II.
IV Congreso. Madrid, 1954.
—C. S. de I. C .—Madrid, 1942. "Sobre el presente de la Arqueología p ú n ica ".—Zephy
Barcelona, 1950. rus, III.—Salamanca, 1952.
- 267 -
T o v a r , A . —"L o s Ilirios, de nuevo". -Zeph yru s, VI. Salamanca, 1955.
"M etod ología sobre onomástica c e lta ".—Idem.
V ayson de P raden n e, A .— “ La Preh istoria ". — " Advenimiento del
hom bre".—Buenos Aires, 1943.
V e d P ersa . - "L a falsa Ambracia Vettona". —Rev. de Extremadura,
n.° 83. C áceres, mayo, 1906.
V a lle s p í, B . —"S ob re las pinturas rupestres “ D els Secans11.—Arch.
E. de A . - T o m o X X V .
- 268 —
ca, 1955.
ento del
¡madura,
‘ .-A r c h .
I N D I C E
G E N E RA L
I N D I C E
G E N E R A L
P R O L O G O ..................................................................................... .......3
N O T A S ............................................................................................ .......r
A N T E C E D E N T E S S O B R E E S T U D IO S P R E H IS T O R IC O S ... 14
G E O D IN A M IA D E L A A L T A E X T R E M A D U R A ...............................21
Y A C IM IE N T O S P R E H IS T O R IC O S D E L A A L T A E X T R E M A
D U R A ........................................................................ .......... .......31
— 271 -
— Castro de los Riscos de V illavieja 48 El escudo .......
— La H o y a .......................................... 48 El guerrero de 1
—Las M a g a r z a s ................................ 49 La espada —
—El Calam oco ......................... 49 L a la n z a .........
—Yacimiento de Segura de Toro .. 50 Los c a z o s .......
— Cerro del Cabezo de Galisteo — 52 El p om o...........
— Sepulturas labradas en r o c a ......... 52 Losa I d o l o ___
El cuchillo afalc
A R T E S R U P E S T R E S .................................. 61 Arcos y flechas
“ O bjeto innomii
El petroglifo del Puerto del Gamo . 63
—Antecedentes y situ ación ........... 63 N E O L IT IZ A C IO N DE L (
— D es c rip c ió n .................................. 65 DE LA S G RANAD
Primer g r u p o ................................ 66
Segundo g r u p o ............................ 69 N e o lític o .........
T ercer g r u p o ............................... 70 Nuestra cultura Ma
Cuarto g r u p o ............ '................. 73
Quinto grupo .............................. 73 C IT A N IA D E L O S RISCl
—Estudio ......................................... 74
I. Figuras humanas e s tiliza d a s ............................. 74 Castro de los Riscc
II. Esquemas id o lifo rm e s ........................................ 74
III. Figuras idoliform es............................................. 75 IN D O E U R O P E O S .........
IV. Idolos-placas o plásticos .................................. 75
V. Representaciones soliform es............................. 75 Industrias atípicas;
VI. Signos representativos de viviendas .............. 75 Toponimias .........
VII. Signos re tifo rm e s ............................................... 75 Pervivencias demoi
VIII. Representaciones-de a r m a s .............................. 76 A r m a s ..................
— E poca. ........ 78 Plástica celtibérica
—Interpretación 83 T eoría sobre la cel
E N T E R R A M IE N T O S M E G A L IT 1 C O S ........................................ 87 P R O T O H IS T O R IA .......
................................... 243
C O M PREN SIVO DE
G IC O S Y V IA S RO -
LIB R O ....................... 257
................................ 261
E S T E L IB R O SE A C A B O D E IM P R IM IR
E L D IA D O C E D E D IC IE M B R E D E 1957,
F E S T IV ID A D D E N T R A . S R A . DE GUA
D A L U P E , E N L O S T A L L E R E S T IP O G R A
F IC O S “ LA V IC T O R IA * 1. P L A S E N C IA