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M .

5 ,4 F ,4 S C A S T A Ñ O S

A r te s y P u e b lo s
pr im itiv o s
de l a A lta
E xtrem adura
*

Prólogo de J. Camón Aznar

P L A S E N C I A ' M C M L V I I
P R O L O G O

OS estudios del Sr. Sayáns Castaños precisa­


mente por su localización y su despliegue cro­
nológico rebasan lo que pudiera parecer una
simple aportación regional para difundir luz
so b re muchos aspectos d e nuestra Eo-his-
toria y Proto-historia. La alta Extrem adura, en
que centra sus investigaciones, es un lugar has­
ta ahora no demasiado próvido en descubri­
mientos y cuya importancia arqueológica ha
de aumentar en el futuro según vayamos con­
cediendo más importancia a las aportaciones
célticas.
Es en el neolítico donde comienzan los es­
tudios monográficos del Sr. Sayáns Castaños.
E l Petroglifo del Puerto del Gamo con sus ra ­
yados esquemáticos fechable según nuestra
cronología en el período Acálico entre el 1700y
el 1300, presentan la novedad de no ser, según
el autor, ni representaciones necrolátricas, ni
motivadas por creencias mágicas.
Destaquemos entre estos estudios por su
importancia excepcional el de la losa sepulcral
de Torrejón el Rubio. Es quizá la más moder­
na de todo este conjunto, cuya discusión sobre
cronología, representación y pueblo a que per­
tenece son tan vivas. Señalemos sobre las nove­
dades tem áticas aducidas por el autor, la sus­
titución de lo que se creía espejo y por nosotros
argolla de caballo, por lo que se supone es un
cazo para el agua. Esta tercera losa de Torre-
jón habrá que colocarla hacia el año 600.
Muy interesante es la teoría de Sayáns so­
bre ta neolitización de esta comarca extreme­
ña. Esta etapa mastiena ha sido producida, se­
gún este autor, por la arribada de gentes afri­
canas a las costas portuguesas penetrando, los
invasores, no remontando el cauce de los ríos,
sino a través de montañas donde el pastoreo,
la caza y el clima hacían más fá c il el reco­
rrido.
Sobre el Castro de Villavieja da el autor
copiosa información. E l imponente grosor de
los muros, la acrópolis y el expositorium o lu­
gar sagrado, son aludidos en este estudio que
se completa con el de un ara romana que indi­
ca que la divinidad a la que se rendía culto en
el valle delJe rte es a la diosa hasta ahora des­
conocida A sifrita.
A l hablar de los celtas, presta el Sr. S a ­
yáns Castaños la mayor importancia a los am-
brones, hasta el punto de identificar el topóni­
mo Ambracia con las tierras estudiadas en es­
te libro. Nos parece de la mayor finura inter­
pretativa la visión de un ídolo roto como una
“ muerte ritu al“ a l ser enterrado con la persona
que lo llevaba. Una cabeza de toro celtibérica
se agrega a la plástica de ese período.
? per- Termina este libro con unas interesantísi­
nove- mas aportaciones romanas a la cronología de
a sns- la A lta Extrem adura. A si el templo romano de
sotros Ja rilla que supone levantado en tiempo de Cé­
es un sar, la Necrópolis romana de Cerezo, con fina
Torre­ cerámica am arilla, un togado, estatua que de­
bía de figurar sobre algún pedestal de los del
arco de Cápera, los Puentes de Asperilla y Val-
as só­
deinfiernos en el Valle del Jerte, y m iliarios,
breme­
y aras que aumentan el rico m aterial romano
la, se-
de esta región de la Península. Libro, en fin,
: afri-
que proporciona m ateriales de la mayor im­
io, los
portancia para el conocimiento y estructura de
s ríos,
unos períodos de nuestra cultura que se van de­
toreo,
limitando cada vez con mayor precisión gra­
reco­
cias a aportaciones tan generosas y eficaces
como la del Sr. Sayáns Castaños en estas pá­
autor ginas.
or de JO S E CAM ON AZN AR
o lu-
o que
indi-
lío en
a des-

r. S a ­
is am-
opóni-
en es-
inter-
o una
irsona
bérica
Alta Extremadura ha sido tratada en este libro como una
unidad geofísica, colosal individuo terráqueo que incluye
una zona que crea particulares desenvolvimientos ergológicos
y se ofrece con inconfundible ecológica fisonomía. Esta vas­
ta pertenencia se extrovierte, por el Norte, hacia Castilla,
y muere, por el Sur, besando la parda corriente del Tajo.
En reductor subtitulo, con ánimo locativo, he arrimado
a la palabra Arqueología, tan grave y vasta conceptualmen­
te, el desgaire popular de la de “ Vallenata". Tal vez fueron
las gentes de Castilla las que crearon este vocablo. Es el
castellano, el que al asomarse a nuestras tierras, ve, en
trance de sorpresa o asombro a nuestros valles extremeños
en todo su esplendor. Para él fueron "vallenatos" los habi­
tantes de las hundidas tierras nuestras de vegas regadías,
barruntos héticos de olivares y enclave fluvial para cada
paisaje, tan distinta de lacruda y esteparia altiplanice, sin
vocación forestal, que es la Castilla, abierta, cereal y sobria.
fioy la palabra “ vallenato" se usa en las tierras bajas
de nuestro país para designar a los que viven en determina­
dos pueblos de ellas, tales los de Navaconcejo en el valle del
Jerte y los de Baños de Montemayor en las Granadillas.

Nómina de gratitud. Ante todo, la que muy acendrada­


mente, siento hacia don José Camón Aznar, gran procer de
la intelectualidad, que me ha dispensado el impagable honor
y favor de cobijar mi humilde libro bajo el prestigio univer­
sal de su ilustre nombre.
A M Cantero Mozos, que siendo Doctor en Derecho, de­
biera también serlo en Arte, por claros merecimientos, como
los que luce en los dibujos que ilustran estas páginas, a
su pluma debidos casi en su totalidad.
También mi gratitud a mis infatigables compañeros de
excursiones, entre ellos David Herrero Alonso a quien prime­
ro cito porque primero fue también en acompañarme, con sos­
tenida afición y adjunta competencia, en mis correrías cam­
pesinas de modesto arqueólogo.

— 8 -
no una Síguele en mi reconocimiento Moreno Peña ( J. ) y Pereira
ncluye (D .) que me concedieron su gratísima compañía y con su buen
ógicos sentido alentaron, y también frenaron cuando preciso fue,
ta cas- mis entusiasmos de investigador y , en todo caso, paliaron
istiila, con su amistad y nuevos alientos, las fatigas y los desenga­
ijo. ños de las buscas frustradas. Mi gratitud al buen amigo Ju ­
imado lián Ramos, maestro cantero, que por el campo nos acom­
almen- pañó y sirvió con su buen oficio. Para todos, mi reconoci­
fueron miento de la mucha parte que han tenido en que este libro sea
Es el una realidad.
ve, en
Plasencia. — Diciembre, 1957.
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L a escasez de trabajos que sobre estas materias
existen referidos a nuestra zona, nos permite obrar más en
armonía con nuestra manera de pensar y proceder, toda vez
que nos evita referirnos a opiniones y a citas que, siendo
unas veces aceptadas y otras rechazadas, enturbian la cla­
ra exposición que lleva a conocer de manera precisa el
pensamiento del que escribe. No obstante, tendremos siem­
pre presentes en nuestro estudio los trabajos anteriores y
daremos cuenta de ellos en la medida que nos son cono­
cidos.
En el año 1627 ve la luz la obra del fraile chinato
Alonso Fernández, titulada “ Historia y Anales de Plasen-
cia“ .
En el de 1851 se imprime la del presbítero Bairio
“ Apuntes para la Historia General11. Este autor advierte
en su prólogo que toma buena nota de la obra del anterior
“ para evitar que se pierdan tantas y tan buenas noticias
sobre Plasencia y su com arca“ .
Se ha afirmado que fray Alonso reprodujo de Juan
Correa, clérigo servidor de San Martín y luego canónigo
Je la Catedral placentina, muerto de catarro pestilencial en

- 15 -
la epidemia del año 1580, la obra que éste escribió y titu­
ló “ Anales1* y que no se hizo pública.
Examinando serenamente los hechos los tres autores
y, por tanto, sus obras, quedan reducidas a una que, siendo
original de Juan Correa, ve la luz pública bajo fray Alonso
Fernández.
Pero no es menos cierto que este autor sumó a lo que
se sospecha procedente de Correa, observaciones propias
que son las únicas que a nosotros nos reportan utilidad.
Se reducen a dos las observaciones que utilizaremos cuan­
do abordemos el capítulo en que tratamos del pueblo roma­
no sobre nuestro suelo. Una de ellas es cuando él dice que
V E y L E E una piedra con inscripción en una casa de la
calle del Rey. La otra, cuando al referirse a la arquitectu­
ra del desaparecido puente de Trujillo agrega, “ que cono­
cidamente es edificio rom ano".
En 1906 y publicado en la “ Revista de Extremadura11 (1)
aparece un trabajo de crítica del que nos ocuparemos al
tratar del romano.
Por nuestra zona discurren sabios como Mélida, Viu,
Cean Hubner, Pons, influidos y preocupados principal­
mente por los estudios epigráficos romanos.
Todos ellos leen los materiales recogidos por un culto
antepasado de la casa de Mirabel, sospechando que fueron
trasladados a la ciudad de Plasencia desde las ruinas de
Capera. También se ocuparon de las inscripciones, igual­
mente romanas, que aun en el día de hoy se encuentran en
el Seminario Menor.
Mención aparte merece el que fue arquitecto munici­
pal de esta ciudad Paredes Guillén, muerto en enero de 1916.

(1) Ved Persa: “ La falsa Ambracia Vettona“ .-“ Rev. de Extrem adura“ . n.° 83
¡bió y titu- Resulta asombrosamente proteiforme su labor. Da a
la imprenta dos libros (1), aunque el primero sea recogido
íntegramente en el segundo. Es asiduo colaborador de la
res autores
Revista Extremeña, tratando en ella de las más diversas
que, siendo
materias. Sus trabajos arqueológicos se centran en la cul­
fray Alonso
tura romana. De prehistoria propiamente, y cuando se ocu­
pa de nuestra zona, todo lo que dice es lo siguiente: “ Las
mó a lo que ruinas de las poblaciones de la edad de piedra y anterio­
nes propias res a la ocupación romana de que tengo noticias son las
an utilidad, siguientes: (cita una a orillas del arroyo Guadancil, en el
remos cuan- término de Garrovillas; otra cerca de Valencia de Alcánta­
•ueblo roma- ra, en la dehesa Mayorga y a orillas del Salor, y luego se
>él dice que ocupa de nuestra zona) ...Cerca de Plasencia, en la dehesa
casa de la Valcorchero, a l sitio de la E ra de la Guijosa, se encuentran
arquitectu- los mismos vestigios en un recinto bastante extenso que
” que cono- se conoce estuvo defendido por una m uralla en los puntos
que de él era accesible; pues lo demás del recinto lo tenía
raadura“ (1) natural; pero estas construcciones están excavadas debajo
iparemos al de grandes peñascos que las servían de cubierta, y hoy hay
muchas llenas de tierra (?). En el centro está la mayor que
llam an cueva de Boquique. . (Aquí sigue una descripción
>lélida, Viu, de la cueva hablándonos de su capacidad). En estas cue­
>s principal- vas están mezclados los instrumentos de piedra con las
hachas de bronce y con fragmentos de cerámica muy tos­
por un culto ca, en que no intervino el torno alfarero. Cerca también
o que fueron de Plasencia, se hallan los muros de una población de es­
s ruinas de ta época, en los riscos que llam an de V illavieja o Plasen­
iones, igual- cia la antigua. Estas son las noticias —termina diciendo—
íuentran en que de esta provincia podemos dar a los aficionados, los
cuales pueden tener presente en sus investigaciones que,
todo lugarque tenga nombre precedido o seguido, o sólo
?cto munici- de V illar le ofrecerá campo de estudio“ . (2)
lero de 1916.
(1) Origen del nombre de Extremadura (1886); Historia de los Framontanos
n.» 83 Celtíberos (1888)
(2) Págs. 32 y 33 del libro “ Origen del nombre de Extrem adura."
Vemos por lo consignado, lo limitado y superficial que ca « gran des
fueron sus trabajos e investigaciones prehistóricas en florece en
nuestra comarca. Este mismo tono guardan otras referen­
cias que tocaremos en capítulos siguientes al estudiar el
yacimiento de Segura de Toro. Téngase presente, al en­
Como res)
juiciarle, no sólo el pobre desarrollo de la cultura arqueo­
diciendo qae e
lógica en general y de prehistoria en particular de aquellas
todio del yadn
fechas sino que también dificultaban el natural conoci­
a cabo investí;
miento y estudio, los escasos medios de comunicación con
tro suelo bastí
engorrosos y molestos desplazamientos.
r as Je otras c
Para nosotros tiene este hombre un mérito singular.
preh ítcrica ck
Regaló al museo de Cáceres una espléndida colección ar­
Nos sirve
queológica que fue salvando por todo lo ancho de nuestra
bres de los Sr
provincia y en la que sobresale especialmente la colección
iD.), Barbosa
de numismática. Plasencia —entonces ciega— ni estimó al
- -; í z ":-
hombre ni valoró su obsequio, que, en principio, estaba des­
po. per-i-rand
tinado para ella. Nuestra admiración particular se afianza
interés por ¡ai
al tener por cierto que entre sus escritos de arqueología y
por el año de
mis comunicaciones sobre prehistoria regional no ha ha­
bido interposición de ninguna otra pluma placentina que
roce estas materias.
La capital ha tenido y tiene hombres muy capacitados
que se ocuparon y ocupan de estos estudios. A nosotros
se acercó el profesor Corchón, con su buen saber, que vi­
sitó el Rebollar ampliando muy acertadamente, estudios
por nosotros iniciados, veinte años antes, en la misma zona.
Ninguna de las publicaciones de tan distinguidos cul­
tivadores de esta materia, de la capital, son por nosotros
utilizadas.
Después de nuestras primeras comunicaciones —no
de nuestros primeros trabajos, que hicimos de la mano del
P. Morán y del Doctor de la Fuente Arrimadas y en com­
pañía de mis buenos amigos los Sres. Herrero Alonso y
Gallego Cepeda (G .)—, se ha despertado en nuestra comar­
>' superficial que ca un gran deseo por el estudio de nuestra arqueología que
>rehistóricas en hoy florece en notas periodísticas.
i otras referen-
ai estudiar el
resente, al en-
cultura arqueo- Como resumen de lo que antecede podemos concluir
Jlar de aquellas diciendo que en nuestra zona, aparte de un conato de es­
natural conoci- tudio del yacimiento del Boquique, nunca se habían llevado
municación con a cabo investigaciones sobre la vida prehistórica de nues­
tro suelo hasta que un grupo de aficionados —universita­
érito singular, rios de otras materias— , empezó a interesarse por la vida
colección ar- prehistórica del valle del Jerte.
ho de nuestra Nos sirve de gran complacencia citar aquí los nom­
te la colección bres de los Sres. Gallego Cepeda (G .), Herrero Alonso
— ni estimó al (D.), Barbosa Barbero (A.), Sánchez Marín, Belloso, J. Me­
>¡o, estaba des- rino y algunos otros que formaron en principio nuestro gru­
ar se afianza po, perdurando, los dos primeros, con el mismo impulso e
arqueología y interés por las materias arqueológicas con que empezamos
si no ha ha- por el año de 1930.
¡acentina que

V capacitados
A nosotros
¡aber, que vi-
nte, estudios
i misma zona,
nguidos cul-
por nosotros

iciones —no
i la mano del
! y en com-
o Alonso y
lestra comar­
CONMOCIONES EN LOS V A ­
L L E S DE J E R T E . T IET A R Y
DE L A S G R A N A D ILL A S

" H o ra es ya de que el hombre,


habitante de este planeta, conozca
sus costumbres de tal modo que
sepa esperarlas con su espíritu y
soportarlas con su cuerpo“ .
(Hans Cloos).

.A .C L A R E M O S al entrar en materia, tratada por un


simple amante de la Geología, que cree oportuno traer a
cuento la frase del biólogo contemporáneo, Lecomte de
Nouy,que transcribo en su propio idioma para que su fuerza
expresiva ni pierda ni gane. Dice así: “ Ce qui est com-
plexe n’est pas toujour profutid: mais ce qui est profund
n’est pas forcement simple“ .
Esta es nuestra teoría de tectónica regional:
Pensamos que en el principio, remontado el curso de
los fabulosos tiempos geológicos, entre el valle de las
Granadillas y el de la Vera, había un enorme crestón mon­
tañoso, plena continuidad orogénica de Gredos y, por tan­
to, formando en la misma área continental.

— 23 —
Dicho crestón afirmaba su estabilidad hundiendo sus
apoyos graníticos—como hoy se ve—, a medida que se
acerca al enclave de Plasencia.
En sus entrañas latía el núcleo formativo del valle del
Jerte en espera del hecho que lo exteriorizase.
¿Fue un empuje coincidente que actuando sobre uno
y otro lado hunde el bloque central?
¿Se originó por un descenso vertical?
¿Se debe a la expansión de la corteza terrestre con
separación de bloques, expansión estudiada por Ewing y
colaboradores y que algunos relacionan con la hipótesis
de Wegener?
Producido el hecho, hoy puede hablarse de que hubo
deslizamiento por fallas en movimiento vertical de hundi­
miento que, transtornando la primitiva conformación, nos
regala esta cautivante fosa tectónica actual del valle del
Jerte.
Después, una y otra pared, volcarán sobre la fosa
enormes masas de tierra y roca que irán formando las lo­
mas que hoy la escalonan por uno y otro lado y que sien­
do materiales más dispersos opondrán menor obstáculo a
la progresión del río.
Masas de arcilla desplazadas desde las cumbres ven­
drán a servir de campos de cultivo o quedarán como terre­
nos estériles al modo de las tierras de Peña Horcada.
Vertientes de piedras laminadas, que en otra hora ocu­
paron elevadas alturas, llegan hoy hasta la cuenca fluvial
en la zona de la Casería.
Espejos de fallas se precisan claramente en el cantil
de Villavieja.
Absoluto denudamiento con exteriorización clara del
esqueleto plutónico, lo tenemos a la altura del montículo
llamado Montón de Trigo, en el kilómetro 13 de la carrete­
ra del Valle, que no es otra cosa que derrubios que, inter­

— 24 -
hundiendo sus ceptando en principio la cuenca, las aguas minaron a uno y
medida que se otro lado, con respeto para el centro, dándose así hoy la
forma en cono que presenta.
o del valle del También en la misma sierra, a la altura de Navalon-
se. guilla, se producirán suficientes arrastres para formar hoy
■-o sobre uno las buenas superficies cultivables con que cuenta dicha
zona.
Seguirá el tic-tac de los tiempos geológicos y pasarán
a terrestre con siglos para que sea removida, por brutal agitación, una
a por Ewing y inestable cuenca de sedimentación que durmió al Este y
Jn la hipótesis Sur del flanco meridional de las sierras hijas de aquel pri­
mitivo crestón.
e de que hubo Aquel inmenso lago ocupó las llanuras de Talavera,
tical de hundi- Oropesa, Navalmoral y La Bazagona, cuyo fondo se llenó
ormación, nos con los derrubios del anciano Qredos.
il del valle del Toda esta gran cuenca se conmueve bajo la presión
de un enorme geosinclinal con ejes de empuje de Este a
sobre la fosa Oeste y de Sureste a Noroeste.
mando las lo­ El oleaje petrificado que se sucede, chocando oblicua­
to y que sien- mente contra el «escudo» de Gredos, avanzará hacia Pla-
r obstáculo a sencia y a esta altura sumirá bajo sus sinclinales, los apo­
yos que en nuestras tierras tiene aquel antepaís en la mar­
íbres ven- gen izquierda del Jerte. Aquí fue frenado en su progresión
n como terre- el geosinclinal.
lorcada. El es el que levanta las masas que forman las sierras
tra hora ocu- del Calamoco, las de Berenguer y las de Santa Bárbara, y
uenca fluvial así se da lugar a que fueran estas sierras las últimas en
llegar a completar la actual cuenca del río Jerte y a enfren­
e en el cantil tar el cauce de este río con el potente bastión de San Lázaro.
Antes de este gran plegamiento el río seguiría en di­
■ór\ clara del rección sur, desembocando en la cuenca del Tiétar o en la

c! montículo del Tajo directamente, y este mismo camino sería el lleva­
la carrete- do por las gargantas de Guijo de Santa Bárbara, Garganta
s que, inter­ a Olla y de la Jaranda, las cuales descienden en dirección
Norte-Este, mientras caminan por el muro fijo del antepaís
y, al penetrar en la cuenca conmovida, su dirección sufre
un acodamiento marchando de Este a Sur. En las márgenes
de la garganta de la Jaranda, en su recorrido por esta que
fue cuenca inestable, se estudia no sólo el número y grado
de inclinación de las pizarras sino que, entre unas capas y
otras de este material, se ven interpuestas sedimentacio­
nes calcáreas.
Serán luego las corrientes fluviales las encargadas
de destacar unas veces y de influir siempre sobre los
accidentes geológicos y así es como el río Jerte, la mayor
de las corrientes fluviales aquí estudiadas, dejará las prue­
bas de su potencia erosiva.
Desde la altura en que quedaron detenidos los dos
viejos glaciares que tuvo el valle del Jerte, situando uno
entre el Calvitero y el Tejadillo y el otro en la sierra
opuesta al sitio de la Angostura, bajan, en vertical torren-
cialidad, a converger en los Tomillarones, las gargantas
de Becedas, por un lado, y la de Valdeinfiernos o de los
Infiernos, como hoy se la conoce, por el otro.
El impulso torrencial de esta parte de la cuenca de re­
cepción quedó frenado a la altura de Cabezuela ante un
muro de granito. El cauce, embalsado, inundó las zonas del
lugar de Vadülo, de los Arenales, los propios Tomillarones
y las tierras sobre las que hoy se implanta la villa de Jerte.
Testimonio de aquello quedó en la margen izquierda
del río dentro de esta zona apuntada, donde pueden estu­
diarse los cortes de un talud sublacustre cuyo primitivo
suelo asciende hasta veinte metros sobre el curso actual
de las aguas.
Accidentes oclusivos, semejantes a este primero, se
repiten entre el Cotarrillo y la Mata de la Cabeza; a la al­
tura del puente de Navaconcejo, sobre el que pasa el viejo
camino del Rebollar; a la altura del puente del Torno; pero
es, sobre todos ellos, el gran dique de San Lázaro, aguas
abajo de Plasencia, el que revela la potencia abrasiva del
río que logra serrar tan largo trecho de dura roca gra­
nítica, adornándose con marmitas de gigantes labradas
sobre un gneiss glandular incluido en su lecho.
Cuando el río se ve libre de esta artesa por él confec­
cionada, que cual duras tenazas le estrujan y maltratan, su
facies será para siempre de río viejo.
Este pleito, entre roca y río, mantenido en San Láza­
ro, fue provocado por la mayor altura de las sierras últi­
mamente llegadas a completar la cuenca del Jerte, compren­
dida hasta Plasencia.
La influencia beneficiosa de estos diques se refleja en
las huertas y prados surgidos sobre las que fueron zonas
lacustres de cuyos primitivos niveles nos quedan las «te­
rrazas» de fuerte verticalidad en la margen derecha y más
suaves y prolongadas en la izquierda.
En estas zonas llanas el río se permite algunos peque­
ños meandros. Estos cambios de dirección se muestran
claramente en la discordancia actual en la posición de los
machones del puente de Asperillas y la del curso de las
aguas. Dicha desviación precipitó las ruinas de unas estruc­
turas catalogables de romanas.
Para Plasencia el río robó y trasladó lo mejor que en­
contró a lo largo y a lo ancho de su cuenca, creando bue­
nas extensiones de tierras fértiles.
En la dehesa de los Caballos y Parralilla se han suma­
do, a los arrastres de la cuenca alta, los derrubios de las
laderas cercanas para sedimentar, en la tranquilidad de
aquel gran lago de San Lázaro, materiales que son hoy ba­
se de prósperas industrias locales y debieron serlo de aque­
llas maravillosas cerámicas que hoy se pasean por los tra­
tados de arqueología con el nombre de cerámica con la téc­
nica del Boquique.
La tercera cuenca de nuestra zona de la Alta Extre­
madura, la situada al Noroeste de nuestro valle —la de las
Granadillas— fue asiento de muy leves conmociones du­
rante el período de agitación de la cuenca inestable, cuyos
movimientos hemos estudiado. El zócalo fijo de nuestras
sierras frenó el eje de empuje, impidiendo que fuera influen­
ciado por aquel movimiento esta otra cuenca de sedimen­
tación.
Sin embargo, y por fenómenos que no hemos intenta­
do conocer, más lejos, en la gran cuenca hurdana, un se­
mejante cataclismo, disparó a sus pizarras y las colocó en
atrevidos buzamientos, a veces, de absoluta verticalidad.
“ Esta es la comarca objeto de nuestro interés ar-
queológico“ .
Integrada por tres valles: de las Granadillas, Jerte y
de la Vera; regada por tres ríos: Alagón, Jerte y Tiétar; y,
recorrida por infinitas gargantas que descienden todas des­
de las cimas de estas sierras.
La constitución de sus montañas es el granito con eje
microcristalino para las que hemos descrito como puntal
de los tres valles y en cuyo centro está la fosa del Jerte.
Las restantes, que nacieron del geosinclinal, tienen a
las pizarras como firmes de sus estructuras.
Nuestro clima lo rige Gredos y se influencia con el
Atlántico.
El terreno de montaña resulta propio para la caza, y
sus montes bajos y cañadas tienen apropiadas condiciones
para el pastoreo con abundancia de agua y buenas praderas.
Sus tierras bajas son fértiles y abundan en toda la co­
marca los bosques de encinares, robles y otras especies
arbóreas que aun no han sido pasto de bestiales talas.
La altitud oscila entre los 2.401 metros en el Calvitero
y los 350 m. s. n. m. a que está Plasencia.

- 28 _
La situación astronómica y topográfica de la provin­
de la Alta Extre- cia de Cáceres, cuyo noreste lo ocupa la región que estu­
ro valle —la de las diamos, es la siguiente: al O. de la península, entre los
conmociones du- 39° 4’ y 40° 29’7” latitud norte; los I o 18’ y 3o 49’10” lon­
:a inestable, cuyos gitud occidental del meridiano de Madrid.
> fijo de nuestras
i que fuera influen-
;nca de sedimen-

:o hemos intenta-
hurdana, un se-
5 y las colocó en
ita verticalidad.
?stro interés ar-

nadillas, Jerte y
lerte y Tiétar; y,
erden todas des-

granito con eje


to como puntal
:osa del Jerte.
clinal, tienen a

í uencia con el

ira la caza, y
as condiciones
-cnas praderas,
i en toda la co-
atras especies
ales talas,
ín el Calvitero

_ 29 —
YACIM IEN TO S
PREH ISTO RICO S
DE LA A L T A
EXTREM ADURA
C o m o se verá, todos los yacimientos de que vamos
a dar cuenta corresponden a la cultura Neolítica, mas ello
no quiere decir que descartemos la presencia del palean-
tropo en nuestra zona; antes, al contrario, creemos estar
en posesión de hechos que hablan en favor de su presen­
cia con el Idolo Vallenato, que luego describiremos. Tratar
este punto con más extensión habrá de ser cuando termi­
nen las actividades de un grupo de nosotros que siguen
ansiosos por sumar a lo actual otras artes u otras industrias
que, por más difundidas y prodigadas, son de todos cono­
cidas y por todos aceptadas para hablar de la presencia de
este primitivo... ¡que a tanto llega nuestra limitación!.
Hemos de reconocer que al hablar de esta etapa de
vida humana nuestro juicio se ejerce, casi exclusivamente,
estudiando el sílex y sus transformaciones, como elemen­
to que proporciona objetos utilizables bajo la acción cor­
tante, punzante o contundente y orientados a la finalidad
de la caza.
Por sus variantes se cronometran edades y se fijan
períodos.
Otras artes, como la pintura o la estatuaria, también

— 33 -
figuran en algunas estaciones como fundamentos de jui­
cio sobre las distintas etapas de este primitivo. Pero es
sin duda el sílex el testigo capital de su evolución.
¿Puede negarse que la función utilitaria que presta es­
te elemento pudo ser reemplazada por la de otro de más
fácil adquisición según las regiones donde se haya desen­
vuelto la vida de este ser?
¿No regirá en esto, como en tantas otras cosas, un
imperativo geológico?
¿Se puede negar que en el presente momento convi­
ven, logrando el mismo fin, las más diversas armas, indus­
trias o útiles de diario uso y todos cambiantes según las
regiones?.
ndamentos de ju¡-
primitivo. Pero es
evolución,
aria que presta es-
3 de otro de más
IDOLO V A L L E N A T O
se haya desen-

5 otras cosas, un

momento convi­
das armas, indus-
•iantes según las
arte así denominado se encuentra a una altura
superior de más de media ladera de la sierra de la Solana,
del Valle del Jerte, en el término municipal de Navaconce-
jo y data nuestro primer estudio del año 1932.
Se trata de un trabajo realizado en un gran núcleo de
granito a cuyo alrededor la ladera hace una pequeña pla­
taforma.
Se ha trabajado sobre este canchal con el fin de lograr
una expresa representación de una calavera humana. El
fin se ha logrado ampliamente a pesar de trabajar un gra­
nito de fuerte cohesión.
El núcleo de granito es esferoidal; su altura no infe­
rior a los tres metros desde el nivel del suelo, y su espesor
un poco mayor que la altura.
La parte correspondiente a la excavación que repre­
senta el ojo derecho, carece de fondo anatómico. La del
izquierdo conserva dicho fondo y se ha cuidado de darle
tal expresión de semejanza con el natural que hasta se ha
realizado, a la altura topográfica oportuna, una perforación
de la lámina que representa al agujero del óptico, en el
mismo lugar donde le encontramos en la órbita humana.
Estas cavidades orbitarias pueden alojar a un indivi­
duo de media talla con las piernas encogidas y un poco
doblado.
Para dar perfecta representación de calavera ha sido
necesario vaciar la cavidad craneana y por eso no se ha
respetado el fondo de la órbita derecha, a través del cual
se ha llevado a cabo el vaciado completo.
Esta cavidad se ha pulimentado posteriormente bajo
tres arcos de frotación que dan lugar a tres arcos de cir­
cunferencia que se interfieren, siendo más elevado el cen­
tral, lo que origina un simbolismo claro de “ cráneo en to­
rre ", por tanto, acusadamente braquicéfalo.
Dentro de este vaciado se cabe perfectamente.
Las órbitas miran al suroeste, y desde su emplazamien­
to se vive la resonancia del valle y las influencias que el
río Jerte ha ido imprimiendo sobre sus cambiables orillas.
En los días claros se precisan las alturas y conformaciones
de las sucesivas “ terrazas".
En la sierra del Idolo, la vertiente es más profunda.
Un plano diaclásico ha desprendido la parte inferior y
anterior de la roca dándola una mayor semejanza con la
caída natural de la mandíbula inferior al faltar los múscu­
los y ligamentos. En esta “ boca a b ie r t a como podría­
mos llamarla, se ha colocado una piedra también granítica
pero de distinta contextura y sobre una zona de su parte
superior se labraron rayas entrecruzadas semejantes a las
llamadas por Camón Aznar “ signos retiformes" .
Esta piedra ha sido traída y colocada exprofeso; por
tanto, pudo ser posterior a la ¡abra del Idolo y realizarse,
con este acto, una creencia en dualidad representativa. Es­
timo que en un principio, por ser un simbolismo perfecto
de muerte, debió de ser un Dios de guerra. Luego, la re­
presentación simbólica de artes de caza, lo envuelve con
magia propiciatoria.

- 36 -
n a,o/ar a un índ/ví-
ncogidas y un p o c Q

de clavera ha sido
Y por eso no se ha
a, a través del cual
eto.
Posteriormente bajo
[res arcos de cir-
^as elevado el cen-
>de “ cráneo entó­
nalo.
Rectamente.
de su emplazamien-
'niluencias que el
cambiables orillas.
3y conformaciones

5 más profunda.
*a Parte inferior y
^mejanza con la
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. como podr/a-
¿Tibién granítica
:na de su parte
semejantes a las
rmes“ .
exprcfeso; por
0 y realizarse,
iresentativa. Es-
olismo perfecto
Luego, la re-
» envuelve con Idolo Vallenato
(Navaconcejo)
La creación representativa de la calavera, cráneo o
cabeza ósea, debió de ser provocada, en la mente del
primitivo, ante la observación repetida de las tremendas
consecuencias que para él, para sus enemigos, o para su
caza surgían cuando la acción de ataque se ejercía sobre
esta parte del organismo. La imagen de la muerte apare­
cería, de forma transitoria, cuando el episodio no produ­
jera más que el efecto conmocional pasajero, período en
el que yacería inerte y vulnerable ante la más mínima po­
tencia agresiva.
Otro fenómeno más, que necesariamente destacó a su
consideración, debió de ser la pérdida total del recuerdo de
los sucesos inmediatos al accidente, fenómeno que acom­
paña a la conmoción cerebral.
Unido todo lo anterior a la inexplicable y asombrosa
recuperación de todas las potencias reactivas, psíquicas y
motoras, se llega fácilmente a la específica valoración de
esta zona y a su posterior veneración y respeto.
En 1954 el farmacéutico de Navaconcejo D. Juan Díaz,
hoy incorporado a nuestro grupo de interesados por las
enseñanzas arqueológicas, nos traía dibujos que semejan
grabados retiformes y que se encuentran sobre rocas en
las cercanías del Idolo.
Pero, como decíamos más arriba, son las muestras de
pasada vida neolítica las que por ahora absorbe nuestra
atención por entero.

_ 39 _
ARTES NEOLITICAS
Y SUS ENCLAVES

“ Conglomerado“ del Boquique. *


Ayuntamiento de Plasencia. Partido Judicial de Ídem.

Ya hemos referido en capítulo anterior lo que Paredes


Guillen dice de este lugar.
Mélida nos habla de que encontró fragmentos de ce­
rámica tosca, anterior a la rueda del alfarero. Cita a Pedro
García Faria, ingeniero de caminos, que la exploró, publi­
cando un trabajo, y en resumen, en “ Anueari de l ’institut
destudis Catalans“ — (Vol. VI, 1920). Habla de la cerámica
hecha a mano, de barro rojizo con granos de cuarzo, deco­
raciones en muchas hechas por medio de impresiones digi­
tales o unguiculares o por cordones de relieve. Instrumen­
tos percutores de cuarzo, dos paletas de pizarra, un pun­
zón de hueso, trozos de pedernal y tres fragmentos de va­
sos de piedra (serpentina), objetos que donó al Instituto
catalán. Más buen número de piedras de moler que entre­
gó al Museo Nacional de Arqueología.
Como se ve, este yacimiento, que ocupa una de las la­
deras de la dehesa de Valcorchero y situado a unos cinco

* Los títulos de yacimientos con asterisco corresponden a lugares señala­


dos anteriormente por otros investigadores.

- 41 —
kilómetros de la ciudad de Plasencia, está necesitado de
un estudio reglado que hasta hoy no se ha hecho.
Nuestras prospecciones nos permiten hablar de una
cerámica lisa conviviendo con otras de muy cuidada masa
y cocción; de finas paredes y muy variados elementos de­
corativos, en relieve, incisiones, estampillados; con varia­
ción en los perfiles de su contorno y en la capacidad de
sus vasijas.
Hay una gran abundancia de cantos rodados, muy es­
féricos, subidos desde las cercanas orillas del río.
Es extraordinario el número de molinos de mano de
tipo naviforme que se ven por todas partes.
Recogí una piedra, encontrada en las inmediaciones
de la cueva, que supuse cinabrio y hoy el dictamen de la
Universidad de Salamanca (1) lo confirma informando que
se trata de un cinabrio muy rico en mercurio.
Hallamos dos elementos que creemos fueron utiliza­
dos como pesario de redes, a pesar de haberlos visto cla­
sificados, según Montelius y Menghin, referidos por Bel-
trán Martínez, como forma de hacha de combate. (2)
Respecto al cinabrio sugiere Maluquer que pudo haber
sido utilizado como colorante de cerámica, para tatuaje o
como veneno (3).
En 1954, en la parte alta de uno de los crestones que
se destaca más avanzado hacia la carretera de Salamanca,
y a los pies de un cabezo de canchales que coronan este
vértice, exteriorizamos un grupo de piedras labradas que
se dio a conocer como grupo zoomorfo de un posible tem­
plo fisolátrico (4), perteneciente al conglomerado y situa­
do en la parte anterior y cercano a una entrada.

(1) Carta del Dr. Maluquer al autor con fecha 3-V1I-57.


(2) “ Arqueología clásica". Pág. 61.
(3) Loe. c it
(4) Diario Extremadura, 26 Enero 55.

- 42 -
, está necesitado de
se ha hecho,
niten hablar de una
e muy cuidada masa
liados elementos de-
npillados; con varia-
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lías del río.
olinos de mano de
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na informando que
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referidos por Bel-
rombate. (2)
er que pudo haber
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os crestones que
ra de Salamanca,
ue coronan este
ras labradas que
? un posible tem-
merado y situa-
rada.
Recientemente, en junio de 1957, en una relación de
hallazgos (1) se cita, sin determinar el lugar, la presencia
de un verraco en Valcorchero. Creemos se trata del ya
descubierto en 1954 por nosotros; al solicitar una aclara­
ción en bien de la cronologación de hallazgos arqueológi­
cos, aun no ha sido contestado nuestro público requeri­
miento.

Yacimiento de E l Berrocalillo.
Ayuntamiento de Ptasencia. Part. jud. de Idem.

Está enclavado en la dehesa del mismo nombre, atra­


vesado por la carretera que va a Montehermoso y a una
distancia del núcleo urbano de Plasencia de unos tres kiló­
metros, mediando el río Jerte entre ésta y el yacimiento.
Tiene como centro el denominado Cerro del Alcorno­
que. Este cerro está envuelto con restos de paredes de
amplia base de muy primitiva construcción.
Su cerámica es semejante a la obtenida en las ca­
pas media y superior del Boquique y, como en éste, las
asas de las vasijas son también anulares, grandes y de
implantación perpendicular.
Restos de muros se ven recorrer también las cimas de
las lomas inmediatas al Cerro.
Antes de estas zonas muradas, según se camina hacia
ellas desde la carretera de Montehermoso, y en la loma
que mira al mediodía, en un lugar prácticamente llano, se
precisan construcciones circulares que se marcan sobre la
tierra. Inmediata a una de estas construcciones y excava­
da sobre una roca que hace poca prominencia hay una
pileta de las que aparecen en la cultura castreña y que se
tienen por bebederos de aves.

(1) Semanario E l Regional, 4 Junio 57.

- 45 -
Este yacimiento, y el de Boquique, engarzan al cerro
de Plasencia, que queda a igual distancia del uno y del
otro.
Los contactos y relaciones entre Boquique y Berrocali-
11o se establecieron pasando por el de Plasencia, ya que és­
te es el único camino que conduce al lugar más inmediato
donde el río fue vadeable. Hoy una presa de molino ha
cambiado este perfil de la cuenca.

Yacimientos de Navalonguilla y Navamediana.


Ayuntamiento de Plasencia. Parí. jud. de Ídem.

En las cercanías de las cuevas del Monge y del Mono


encontramos un hacha de doble filo, no triangular, y cerá­
mica de superficie tosca y con señales de torno. En la cue­
va del Monge se hace preciso un cavado del suelo por ser
mucha la tierra acumulada.

E l Butracón de Rebollar.
Ayuntamiento de Rebollar. Part. jud. de Plasencia.

Este yacimiento está situado al norte del citado pue­


blo, sierra arriba, y a una distancia de media hora del po­
blado. El monte hace allí una pequeña plataforma.
Por encima de la cueva, en 1932, recogimos hachas
de un neolítico superior y cerámica tosca. En aquella visi­
ta la cueva estaba impracticable por un canchal despren­
dido que cerraba la boca. Una última visita nos faculta pa­
ra desestimarla como posible habitación pretérita del hom­
bre. Es pequeña, piso muy vertical, en forma de embudo,
sin duda alguna se debe a un asinclitismo de canchales
desprendidos, faltos de base, por labor erosiva de aguas
subterráneas. Los eternos buscadores de tesoros, siguien­

- 46 -
,ei engarzan a! cerro
do nuestros primeros pasos, quitaron la obstrucción y reco­
^cia del uno y del
gieron, en las inmediaciones, algunas hachas que el Señor
Cruz entregó al Museo de Cáceres.
3oquíque y Berrocali- Corchón recorre estas zonas bastantes años después,
Plasencia, ya que és- señalando lugares con artes romanas en los terrenos bajos,
-■?ar más inmediato cercanos al río.
3resa de molino ha

Inmediaciones del Idolo Vallenato.


Ayuntamiento de Navaconcefo. Part. jud. de Plasencio.
avamediana.
En el covacho-Pepón, Majada Vieja, Varallana, Maja­
da Rodrigo y las Tejoneras se vieron cerámicas lisas con
Monge y del Mono buena cocción y una masa cuidada.
triangular, y cerá- Las cuevas, por haber sido utilizadas para encerrade­
le torno. En la cue- ros de animales, tienen mucho relleno en sus pisos.
>del suelo por ser

Collado Tostado.
Ayuntamiento de Navaconcejo. Part. jud. de Plasencia.

En una llanada que hace la sierra en este lugar, por


encima de los prados de Ocaña, se ve una sucesión circu­
del citado pue- lar de piedras hincadas, sin desbastar, de aspecto muy lla­
idia hora del po- mativo y con fisonomía precisa de cromlech.
taforma.
¡cogimos hachas
En aquella visi- Yacimiento de Cabezabellosa.
anchal despren- Ayuntamiento de Cabezabellosa. Part. jud. de Plasencia.

i nos faculta pa-


En este lugar encontramos cerámica tosca en el cerro
•etérita del hom-
de la Ermita.
■na de embudo,
Creemos que el núcleo primitivo, de contextura neo­
no de canchales
lítica, se extendió por las zonas de los Burriles y Cova-
Dsiva de aguas
chos, donde se ven restos de construcciones de tipo cas-
soros, siguien-
treño que no siempre guardan disposición circular.

— 47 _
Inmediato a estos lugares se ven varias “ lag aretas",
una de elias, labrada en duro granito, conserva muy bien
sus instalaciones, pudiéndose estudiar el grado de incli­
nación leve que existe entre los dos compartimentos. En
el último, y en su parte más declive se excavó la “ ca­
zuela" que es de escasa circunferencia y de bastante pro­
fundidad, y su destino el de aprovechar al máximo la
recogida de lo producido.
Estas “ lagaretas“ hablan en favor de un clima más
benigno, en aquellas altitudes, que lo es el actual. Donde
hoy prospera el roble y el castaño, debió de florecer el
cultivo de olivos y de vides.

Castro de los Riscos de Villavieja. *


Ayuntamiento de Casas del Castañar. Part. jud. de Plasencia.

Se estudia después en el capítulo “ C IT A N IA S“ .

La Hoya.
Ayuntamiento de Casas del Castañar. Part. jud. de Plasencia.

En la parte norte del macizo acantilado donde asienta


el Castro de Villavieja y como consecuencia de una falla E1 Caíame*
en movimiento vertical allí producida, se originó una pe­
queña fosa tectónica a la que se conoce con este nombre.
En aquellos lugares, cerca de dos caseríos, se ven
restos de construcciones circulares y al lado de uno de
ellos una pileta de abrevadero.
Sobre la cara lisa de una roca se ven dos labras en
zig-zag. Tenemos referencias sobre otra labra en forma
circular que aun no hemos hallado.
Sobre las lomas de todos los cerros inmediatos, se ven
abundar cerámicas romanas y en la denominada Hoya su­

- 48 —
nas “ lagaretas1
•nserva muy bien perior hay restos de grandes (dolium“ . También se ven
r' grado de incli- molinos de mano circulares.
^partimentos. En
excavó Ja “ ca-
Y de bastante pro- Las Magarzas.
3r al máximo la Ayuntamiento de Gargüero. Part. jud. de Plasencia.

En la vertiente opuesta del Castro de Villavieja, al si­


le un clima más
tio de la finca de la Capitana, encontramos molinos de ma­
el actual. Donde
no circulares.
J de florecer el
Este terreno es propiamente cerealista.
También hallamos dos piezas de las denominadas pe­
sas de telares (pondas) si bien para algunos autores han de
considerarse como representaciones de ídolos.
'asmcia.
En el cerro denominado de las Magarzas se nos di­
jo —por quien presenció la exhumación de una sepultura—,
TANJAS
que contenía restos humanos y una espada. Tal exhuma­
ción se llevó a cabo hará unos cuarenta años. La sepultu­
ra estaba hecha con pizarras, siendo estas rocas extrañas
al lugar.

donde asienta
de una falla
E l Calamoco.
iginó una pe- Ayuntamiento de Matpartida de Plasencia. Part. jud. de Plasencia.
este nombre,
eríos, se ven En la dehesa de tal nombre, situada a unos doce kiló­
0 de uno de metros de Plasencia por la carretera de Cáceres, y en la
cúspide del cerro conocido con el nombre del Molinillo, se
°s labras en ve una construcción circular cuyo muro de pared tiene dos
ra en forma metros de espesor y cuya estructura se ha conseguido por
aposición de lajas de pizarra; su espacio central es de
hiatos, se ven ocho metros de diámetro. La altura actual de los muros no
»da Hoya su- llega, en su parte más elevada, a medio metro. No se ven,
en su estructura, otras sumas de elementos, aunque es de

- 49 —
pensar que haya sido utilizado, también, en épocas histó­
ricas.
Lo catalogamos como restos de torreón celtibérico.

Yacimiento de Segura de Toro. *


Ayuntamiento de Heroás. Part. jud. de idem.

Está tratado con la amplitud que se merece en el capí­


tulo que dedicaremos a la vida romana.
Es éste un lugar donde están más claras las superpo­
siciones culturales.
Las referencias que sobre su vida prehistórica hay, son
escuetamente las siguientes:
Paredes Guillén (1) dice que “ fue población en tiem­
po de los romanos y en tiempos anteriores, según mani­
fiestan sus ruinas; hoy ocupa la población el castillo y
fortaleza que, en un extremo y cementerio de la antigua,
construyeron tos Tem plarios". Luego habla de vida ro­
mana, que ya recogeremos, para decirnos que hay un to­
ro de piedra y, además, un verraco ya destrozado, dicien­
do a continuación que las sepulturas que hay excavadas
alrededor de la iglesia (hoy tapadas por el piso de la
calle) son de forma egipcia, semejantes a las que existen
cerca de Plasencia y que se sabe por escritura vieja, que
fue cementerio de judíos.
Mélida admite que Segura sea un “ sitio de probable
citania“ (2).
Desde nuestras primeras visitas, hace ya años, a este
yacimiento nos llamó la atención la existencia de unas gra­
baciones presentes en la cara anterior de una piedra que,
excavada, hace las veces de pilón.

(1) Loe. cit.


(2) Loe. cit.
Creemos encontrar mucha relación entre estos carac­
teres y los tenidos por ibéricos. Esta piedra está en la
denominada Calleja del Toro, unos metros más arriba del
sitio donde el toro ha permanecido roto y caído por la ha­
zaña que llevó sobre él, en el año 1918, el herrero del lugar,
el cual metiendo un pistolete y una carga de dinamita por
uno de sus costados, le partió en dos trozos. Una leyenda
del lugar cuenta que sobre los lomos se leía “ el que me
dé la vuelta será afortunado11.
Tal vez esta leyenda indujera a volcarle.
Hoy se dice que debajo había un letrero donde se leía
“ ahora s í que estoy descansado" .
En la actualidad el toro está levantado y casi recons­
truido gracias al Sr. Alcalde y maestro nacional de Segu­
ra de Toro que recogió con cariño nuestra sugerencia, or­
denando extraer de la base de una de las paredes cercanas
una piedra partida, que consideramos perteneciente al
primitivo toro, y así ha resultado.
Llama la atención, en este toro, el sitio de implantación
del escroto, que no es el propio de esta raza y sí lo es de
la del verraco. Pero su tamaño lo aparta de estimarlo co­
mo imagen de cerdo: mide de largo dos metros con cuarenta
y ocho centímetros, por el lomo; la abertura entre sus
miembros es de setenta centímetros; la anchura del cuer­
po por el lugar de la voladura es de setenta y cinco cen­
tímetros y la altura, medida de las manos a la implanta­
ción de la cabeza, es de un metro y dos centímetros.
No puede negarse que el cerro sobre el que se asienta
Segura de Toro reúne todos los perfiles imaginables para
estimarlo y considerarlo, primitivamente, como una ciudad
de montaña. Por si fuera poco, el toro de la calleja y tal
vez las inscripciones que creo ver en el pilón, lo corro­
boran.
Ni he podido hallar, ni nadie ha podido informarme,
del segundo verraco de que habla Paredes Guillén.
Como decía antes, volveremos a ocuparnos de este
lugar al tratar de la vida romana.

Cerro del Cabezo de Galisteo.


Ayuntamiento de Galisteo. Part. jud. de Plasencia.

En la finca de tal nombre, en un cerro con forma de


pirámide truncada, cuya base llega a la orilla del Jerte,
hay abundante cerámica de superficie de tipo romano uni­
da o entremezclada con otra menos abundante y muy
fragmentada correspondiente a culturas anteriores.
Tenemos la creencia de que esta zona es un yacimien­
to de mucha consideración y merecedor de que se inves­
tigue ordenadamente sobre él.
En la misma finca, al lado de las actuales construc­
ciones de viviendas humanas, y cuando se realizaban ope­
raciones para cercar un terreno, apareció una sepultura
construida con grandes planchas de pizarra, rocas extrañas
al sitio, y violada con anterioridad.

Sepulturas labradas en roca.

Aunque para algunos autores (1) son tenidos estos


tipos de enterramiento como correspondientes a períodos
tardorromanos, nosotros traemos aquí estas descripciones
porque estimamos deben encuadrarse en etapas anteriores.
En nuestra zona este tipo de enterramiento se prodiga
ampliamente. Tenemos registrados un número cercano a
cincuenta. Estos estudios los hemos realizado en compa-

(1) Maluquer -Carta Arqueológica de España. Salamanca.-1956.


nía del Sr. Herrero Alonso y de D. Juan Díaz, quienes
dedicaron su atención a los incluidos en el valle del Jerte.
Tienen de común este tipo de sepulturas que nos en­
contramos esparcidas por los tres valles, de Las Granadi­
llas, del Jerte y de la Vera, que están labradas en granito y
con los pies orientados a naciente.
Son iguales o muy semejantes entre sí las enclavadas
en cada zona; pero difieren de un valle a otro. Suelen lo­
calizarse en lugares bajos de las laderas de las montañas,
son también frecuentes a media ladera y más raras en las
zonas libres de declives montañosos.
Todas están violadas y de ninguna hemos encontrado
la tapa o cubierta que debieron tener.
Consideramos como característica para el valle de Las
Granadillas las excavadas en la roca inmediata a la igle­
sia de Segura de Toro y de las que llegamos a contar has­
ta el número de dieciséis. La configuración interna de la
excavación corresponde al tipo designado como antropoide.
En las del valle del Jerte esta configuración se suavi­
za, marcándose escasamente la zona entre hombro y ca­
beza.
Se ve en ese lugar la forma de una columna adosada
que, arrancando del fondo de la tumba, llega hasta el borde
superior. Menos marcado, pero con idénticas caracte­
rísticas, se presentan en los pies. Pudieran servir, más que
para dar forma al contorno humano, como apoyos para la
tapa del sepulcro. La pared de los pies, como la de la ca­
beza, es recta, y no curva como la de Segura.
Una tumba muy significativa señalaron los Sres. He­
rrero y Díaz en el término de El Torno, y cercana al río.
Fuimos a ver esta tumba y pudimos precisar que ha­
bía sido desplazada de su orientación primera, haciendo
notar en la cara izquierda de ella y en su superficie exter­
na, la presencia de unas labras, en resalte, que aun no es­
tamos capacitados para enjuiciar.
La distribución interna de esta tumba la une más a la
de la vertiente de La Vera que a las de la del Jerte, en
donde está incluida.
Inmediato al lugar de esta tumba hicimos notar la pre­
sencia, sobre otra roca, de incisiones preparatorias para
la excavación de otra sepultura del mismo tipo, de la que
sólo quedaron marcados los contornos.
El tercer tipo lo hallamos en el valle de La Vera.
Le caracterizan dos nuevos elementos que no se ven
en las anteriores. Uno es el resalte, que a modo de al­
mohada, existe en el lugar destinado a la cabeza. Se le­
vanta, del resto del fondo, dos o cuatro centímetros. El
otro elemento está representado por una excavación fuera
de la tumba, inmediato a ella, en su lado derecho, de pe­
queño tamaño y circular. Este nuevo elemento lo interpre­
tamos como mesa de ofrenda para el muerto.
Entre todo el número de tumbas registradas sobresale
por su peculiaridad la que denominamos tumba de la Prin­
cesa. Está labrada sobre un alto canchal que forma parte
del denominado cerro de Castillejo, en el término de Mal-
partida de Plasencia. (Foto)
No sólo ha sido excavada en su interior sino que tam­
bién ha sido rebajada la roca en todo su contorno externo,
dándole apariencia monumental, exenta, sobre el firme
apoyo del núcleo granítico. Es de reducidas proporciones
y parece corresponder a un cuerpo joven. El canchal so­
bre el que está labrada, no tiene contactos laterales con
ninguno de los de alrededor.
Creo que este monumento revela el profundo afecto
sentido por el “ cian“ hacia la persona para quien fue des­
tinado.
En ei lugar tenido por cementerio judío, en la ciudad
de Plasencia, llegamos a contar más de veinticinco tum­
bas.
Llamó nuestra atención una de ellas que presentaba
el vaciado perfecto de media circunferencia en la zona de
la cabeza. Todas estas tumbas han sido excavadas sobre
una roca muy abundante en feldespato que se ha coalini-
zado, motivo por el cual hoy día están a punto de que­
dar borradas.
Cuando se llevó a cabo la pavimentación del suelo
de Plasencia, y al rebajar el atrio de la iglesia de San Mar­
tín, inmediato a su puerta sur, según información que re­
cojo del Sr. Gordo Cobos que lo presenció, apareció una
sepultura excavada en roca con las características genera­
les de este tipo de enterramiento.
Hacemos aquí mención de la semejanza de este he­
cho con lo de Segura de Toro, en donde, decíamos, las
sepulturas están inmediatas a la iglesia y dos de ellas cor­
tadas por el muro sur de esta construcción.
Otra tumba digna de destacarse es la que se encuen­
tra en el llamado Prado del Toro, de la dehesa de comunes
de Malpartida de Plasencia denominada El Robledo. La
tumba en sí guarda las características que hemos conside­
rado en todas las enclavadas en esta zona, habiéndose
realizado un a modo de surco o canaladura en los bordes
superiores de la tumba que parecen destinados a vertede­
ros de agua de lluvia.
Lo notable para nosotros y más significativo que tie­
ne esta tumba es que, por su parte norte, lateral izquierdo
de la sepultura, se ve extenderse en amplio círculo una su­
cesión de piedras hincadas de medio tamaño entre la male­
za y arbustos que existen en esta zona del prado, encon­
trándose tangente a esta circunferencia la roca sobre la
que está labrada la tumba dicha. Es este contorno señala­
do el que creemos digno de una exploración apropiada.
Otro hecho que nos parece ha de tenerse en cuenta
al tratar de este tipo de enterramientos, es la falta de exis­
tencia de tumbas en la sierra de la orilla izquierda del río
Jerte, mientras que son tan abundantes en la opuesta, tan
cercanas una de la otra, y siendo ambas de la misma
constitución geológica.
En Segura de Toro y con motivo de un reciente arre­
glo de las calles que ha conducido a que dejen de ser vi­
sibles las tumbas que, cercanas a la iglesia, hemos descrito
y que otros señalaron anteriormente, dirigimos —durante
el citado arreglo— la busca de una tumba que en la época
de la Dictadura y con motivo de arreglos anteriores del
mismo piso, fue exteriorizada, ordenándose por el enton­
ces señor alcalde que se reconstruyese y tapase.
No debió de ser respetada dicha orden ya que sólo pu­
dimos encontrar trozos sueltos de pizarras —rocas impor­
tadas— y trozos de huesos humanos, siendo el más signi­
ficativo un trozo de mandíbula inferior que nos hace supo­
ner perteneciera a sujeto de edad comprendida entre los 16
a los 20 años.
Evidentemente se trataba de una urna enclavada a
menos de diez metros de la roca plagada de sepulturas ex­
cavadas. Debió de encontrarse, aunque el cálculo sea muy
problemático, por la gran inclinación que tiene aquí el te­
rreno, a unos cuarenta y cinco centímetros de la superficie.
En las inmediaciones de la garganta Cabera del tér­
mino de La Jarilla, me informó el Dr. Pablos Gómez de
otros enterramientos, también con pizarras, que aparecie­
ron al sacar piedras para construir.
Tanto esta zona, como la de Segura, están cercanas y
en la misma falda de la montaña.
ción apropiada.
er' e en cuenta
la falta de exis-
<juierda del río
k opuesta, tan
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superficie.
ra del tér-
Gómez de
? aparecie-

eercanas y
En la otra vertiente de esta misma sierra, sobre el ca­
mino que conduce de Cabezabellosa a El Torno, y tam­
bién con motivo de arreglos en este camino, aparecieron
enterramientos de este mismo tipo a la altura de la Roza
del Poste.

- 59 -
E L PETROGLIFO DEL
PUERTO D EL GAMO
Ayuntamiento de Mohedas. Part. jud. Hervás

A N T E C E D E N T E S
Y S I T U A C I O N

N u E S T R A curiosidad estaba centrada sobre esta


piedra que en el decir de las gentes “ llevaba escritos ju ­
díos
Es cosa frecuente en esta comarca, achacar a esta ra­
za aquellas cosas que, por raras y enigmáticas, se apartan
de lo común al igual que en otros lugares se atribuyen a
moros o a romanos. Tales informes suelen traducirse en
buenas cosechas de artes prehistóricos para aquél que tie­
ne paciencia en el buscar y suerte en el hallar.
Era casi forzoso, dadas nuestras viejas aficiones, que
un día la examináramos.
Conocíamos el estudio del Notario D. Romualdo Mar­
tín Santiváñez (1), donde se relata con minuciosidad el ha­
ber servido estas sierras de telón de fondo a un drama re­

tí) Historia de la Santa Cruz del Casar de Palomero (1870) por Romualdo
Martín Santiváñez.

- 63 —
ligioso que fue seguido de otro humano. La piedra desta­
ca como atalaya en aquellas serranías y es muy posible,
por su relación con el puerto, que ella sirviera de asiento
y cama al judio Zaguito, puesto allí, de vigía, para impe­
dir que fueran sorprendidos sus hermanos de raza mien­
tras se cometía el lamentable atropello de maltratar una
tosca cruz, fabricada por un pastor y cuyos brazos se
abrían para las dos vertientes de la sierra.
Cuenta el citado autor que, una vez en la roca, se que­
dó profundamente dormido y por ello privado de ver acer­
carse al “ pundonoroso m ilitar y más que m ilitar buen
cristiano, Hernán Bravo“ , detallando que “ cuando fue
preso, continuaba dormido sobre la piedra en que le co­
locaron" .
Se halla esta roca a dos kilómetros y doscientos me­
tros de Casar de Palomero y a unos metros del borde de­
recho de la carretera que, pasando por Mohedas, conduce
a Plasencia.
Está enclavada en el olivar de la Varistuela, por tanto,
en la vertiente que mira al mediodía de la sierra de Alta-
mira, sierra que separa las cuencas fluviales de dos ríos
que discurren en sentido inverso: el Alagón y el de Los
Angeles.
Forma por este lado el cierre de la gran cuenca hur-
dana y sufre, a doscientos metros del lugar de implanta­
ción de la roca que nos ocupa, el accidente geológico de
quebrarse con la Portilla del Gamo.
Allá lejos, a cuarenta y dos kilómetros de una carre­
tera con muchas revueltas, la cuenca se cierra con cres­
tones de granito que sirvieron de malecón donde se estre­
llaron los geosinclinales que elevaron, en fantástico aque­
larre, el rizo de las montañas hurdanas. Sobre las planchas
lisas de sus caras pétreas, unas cabras pintadas y unos
peces —que no resisto a dejar de consignar como autén­
ticas truchas—, dan fe de viejas y difundidas artes prehis­
tóricas por la comarca.

D E S C R I P C I O N

Se trata de una roca de esquisto que ha sido someti­


da a parcial rebaje, buscando una superficie apropiada pa­
ra recibir las artes a que se destinaba, logrando, al mismo
tiempo, una específica inclinación a naciente.
La superficie, así preparada y cultivada, tiene un me­
tro y veinticinco centímetros de E. a O. y uno con cincuen­
ta de N. a S.
Conserva la roca en su parte norte un espolón sobre
el que se han hecho los escalones de desgaste o lamina­
do, precisándose los resaltes aun contando con las altera­
ciones meteóricas. Dicho espolón, con una depresión cen­
tral, sirve de parapeto natural a un ser humano que qui­
siera vigilar, oculto, las entradas del puerto.
El plano de inclinación es del orden de los 7o.
Eliminados los liqúenes que la parasitaban y resalta­
das sus figuras, se consiguieron las fotografías de las que

- 65 —
se ha hecho e! dibujo de conjunto con la colaboración
eficaz de D. Ricardo Martín.
A excepción de las hocitas que fueron hechas por per­
cusión o litosticias, la totalidad de las grabaciones se con­
siguieron por abrasión, o procederes litotricos siguiendo
la terminología propuesta por Santos Júnior (1).-

Prim er grupo.

Lo comprenden las figuras más próximas al observa­


dor que dé su espalda al E., y se extiende este conjunto
de derecha a izquierda, aislándose del resto por una fisu­
ra de la pizarra.
Se ven en él, de derecha a izquierda, un subgrupo en
el que en corto espacio intervienen líneas curvas, quebra­
das y paralelas al parecer conjuntadas para englobar una
hocita y una forma triangular que interpreto como ho-
cita inacabada.
Del centro de este conjunto parte una línea recta que
se ve atravesada por una perfecta y preciosa hoja de lan­
za, que tiene trece centímetros de larga y cinco de ancha,
marcándose perfectamente una nervadura central; termina
con una base recta muy digna de mención.
Sigue a esta lanza o alabarda, la figura más llamativa
del petroglifo:
Se trata de una figura ovoide, con tres arcos a cada
lado. Está, en su mayoría, excavada mostrando su superfi­
cie un total de veintitrés hocitas anárquicamente distribui­
das. Mide diez y nueve centímetros en su eje mayor y
ocho en la parte central.
Sigue a esta figura una punta de flecha que incide el
eje de prolongación, y más alejada, una figura en triángu-

(1) J . R. Dos Santos Júnior .-“ A rte Rupestre". Porto. 1942.

- 66 —
colaboración
Grupo I
íchas por per­
ones se con­
os siguiendo

al observa­
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llamativa

s a cada
su superfi-
distribuí-
mayor y

incide el
triángu-

Grupo II
lo isósceles que veremos repetirse dos veces más en el to­
tal del petroglifo.
Se continúa el grupo por una punta de lanza o alabar­
da que prolonga su espigo central en lineas divergentes,
buscando espacio y forma para el encaje del asta. Es muy
bella y muy bien acabada, perfectamente logrados sus
bordes curvos y la forma arqueada de su base.
Cercana a ella hay una hocita.
En el extremo final de este grupo, quedan dos hoci-
tas y una figura en semicírculo con dos líneas en cruz,
una de las cuales parece atravesar el arco y prolongarse
en una punta de flecha o lanza.
La totalidad de este grupo mide ochenta y tres centí­
metros.

Segundo grupo.

Lo compone un conjunto de figuras que, agrupadas,


parecen obedecer todas a un solo motivo. Corresponde a
la parte S. de la roca.
Se destaca una figura cuadrangular atravesada por
dos líneas perpendiculares que rematan limpiamente en los
ángulos, menos en el del lado O. que lo rebasa, saliendo
de la figura. En el mismo centro del cuadrilátero, haciendo
intercesión de las líneas que lo cruzan, hay una pequeña
hocita.
Con el lado inferoexterno de este cuadrado hace con­
tacto una figura triangular con un espigo central que rebasa
su vértice inferior. Del lado inferointerno parten dos líneas
en ángulo, terminando la izquierda en forma de flecha,
alargándose más la derecha, hasta acabar cerca de una fi­
gura en cruz. Casi paralela a ella, ha salido del conjunto
anterior otra línea a su izquierda que baja hasta cruzarse
con la punta de una flecha y terminar cerca de una figura
en T, que tiene a su lado izquierdo una hocita y encima
una punta de flecha.
A la altura del tercio superior de toda esta figura cen­
tral descrita, compuesta de un cuerpo formado por dos lí­
neas que divergen y que se ven atravesadas por otras dos
pequeñas, cuerpo que se prolonga hacia abajo por otras
dos líneas y que en la parte superior tiene el cuadrilátero
como remate de la figura, se ve grabada detrás de él y a
la altura dicha, una hocita de la que parte una flecha, con
su arco, en dirección hacia la figura. Mide la flecha diez
centímetros y el arco nueve, y tanto el uno como la otra,
son de perfectas trazas. Inmediatamente detrás de esta fi­
gura hay una flecha suelta con trazo incurvado, como indi­
cando dirección hacia la figura eje.
Por encima de todo lo reseñado hay un grupo de trazos
rectos, que interpreto como imágenes de flechas en mo­
vimiento.

Tercer grupo.

Ocupa la parte N. O. del petroglifo y para el obser­


vador la más distante. El reducido número de figuras que
lo componen, parecen estar sometidas a la influencia de
un gran ángulo que se abre al norte.
El lado inferior de este ángulo termina hacia el N. en
punta de flecha que se escapa del petroglifo. Cerca de
ella se ve atravesado dicho lado por una figura en flecha,
aunque por sus trazos se semeja más a una figura trian­
gular no acabada. Inmediatamente debajo hay una hocita
y encima una figura circular interferida por un ángulo y
dos líneas dentro, ocupando la zona circunscrita.
En el centro del ángulo, y sin contacto con sus lados,

- 70 -
le una figura
¡ta y encima

ia figura cen-
0 por dos lí-
)or otras dos
jo por otras
cuadrilátero
s de él y a
1 flecha, con
flecha diez
mo la otra,
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, como indi-

po de trazos
las en mo-

el obser-
'guras que
luencia de

1el N. en
Cerca de
sn flecha,
ura trian-
na hocita
Grupo IV
ángulo y

¡us lados,
hay una figura romboidea con fina retícula o trama.
En la parte más alejada del petroglifo, y apoyándose
en el lado superior del ángulo, una figura en cuadrícula
Y, por último, cerca del mismo ángulo, y partiendo del
lado superior, se dirige hacia el centro de un haz de rayos.

Cuarto grupo

Es tal vez el más completo y el más difícil de desen­


trañar.
Destacan en él las únicas dos figuras haceiformes que
hay en todo el petroglifo, sorprendiendo cómo no se pro­
diga este accidente ante tantas líneas entrecruzadas Una
de estas figuras está inmediatamente debajo de la figura
romboidal reticulada del grupo III y la otra, en el centro
de este IV grupo, aparece sobre un “ vallado“ horizontal
en cuya parte inferior hay una pequeña figura soleiforme
de rayos muy definidos.
A la derecha de estas grabaciones hay un conjunto
de figuras que se agrupan, semejándose en mucho a la fi­
gura central del II grupo y que, anticipando del estudio
que hacemos de la roca, podemos afirmar se trata de dos
figuras esquemáticas humanas en movimiento de huida.
Ambas se alejan del petroglifo.
Encima de este último conjunto y sobre una punta de
flecha, una figura en diábolo. Por encima de ella, aden­
trándose en el cuerpo del conjunto, una figura escaleriforme.

Quinto grupo.

Lo integra todo lo hasta ahora no reseñado y consti


tuye la parte central de esta pieza de arte prehistórico.

— 73 —
Se cuentan en él tres hocitas, tres figuras ovoides
atravesadas por largos vástagos, uno de ellos terminado
en punta de flecha y algunos grupos de entramados que
parecen semejar techos o vallados, más que tejidos de
trampas o redes, por lo cual me inclino a clasificarlos en­
tre los considerados como representaciones tectiformes y
no retiformes.
Dominando todo el conjunto central se ven grupos de
flechas que anuncian salirse de la unidad grabada.

E S T U D I O

Agrupados por tipos, los grabados descritos, resultan:

/ Figuras humanas estilizadas.

Figura central del grupo II y la más periférica del IV,


semejante a la primera.

II Esquemas Idoliform es.

El primer Sub-grupo descrito ha de verse como gra­


bación de Idolo Oculado. Como esquema idoliforme, la fi­
gura en T del II grupo.
III Figuras idoliformes.

La romboidad reticulada del 111 grupo.

IV Idolos-placas o plásticos.

La figura bi-triangular del IV grupo.

V Representaciones soliformes.

En la parte inferior del entramado del IV grupo se ve


una con su centro excavado. Sobre el lado superior del án­
gulo del grupo III hay una figura en radios que debe esti­
marse como perteneciente a este tipo.

V I Signos representativos de viviendas.

Los grabados horizontales incluidos entre líneas pa­


ralelas bien definidas.
Asimismo incluimos, en este tipo representativo, los
que otros autores llamarían, en este petroglifo, signo es-
caleriforme, ya que no pasamos a creer que en este con­
junto, lleno de acción combativa y de protecciones idolá­
tricas, pueda simbolizarse una escalera que nada diría.

V II Signos retiformes.

Pudiera interpretarse como lazo, red o trampa la figu­


ra en círculo del grupo III, pero lo desestimo por la au­
sencia de representaciones venatorias dentro del petro­
glifo. Pudiera ser la representación de un arte guerrero
ignorado.
V III Representaciones de armas.

El estudio de ellas es el que nos permitirá fechar este


monumento arqueológico y conjeturar sobre la raza que
lo grabó.
Por tener una íntima y absoluta relación de tiempo y
etnia, me referiré también a las armas grabadas en los pe-
troglifos de Azabal, que fuimos el primero en estudiar
acompañado de su descubridor D. Vicente González, Maes­
tro de aquel lugar. (1)
Son, de las armas representadas, las hojas de lanzas
o alabardas y las puntas triangulares de cuchillos, las que
centran nuestra atención.
Se ven de las primeras dos magníficas representacio­
nes que recuerdan triángulos isósceles con sus bordes in-
curvados, siendo su base, en una, recta, y en la otra ar­
queada. Esta última lanza ha achaflanado sus extremos pa­
ra dar lugar al espigo donde se embutirá el asta.
En los grabados de la regadera del Rozo de Azabal,
entre un grupo de hojas de lanzas, destaca una de perfec­
ta confección que mide veinte centímetros de larga y siete
y medio en su parte más ancha, con base arqueada y espi­
go o nervio central muy resaltado, como ocurre en estas
dos del petroglifo del puerto del Gamo.
Derivan, como sabemos, estas armas de sus seme­
jantes de sílex que parecen encontrarse junto a dólmenes
poligonales y de cúpula.
También las puntas triangulares de cuchillo tienen re­
presentación en nuestro petroglifo y en el lugar de la Ho­
ya de Azabal, siendo en este último muy nervada su hoja.
En este mismo lugar llegué a precisar hasta tres cu­
chillos excavados y con mango, de distintos tamaños y

(1) “ Los Petroglifos de Aquende y Allende el Puerto del üam o“ . Semanario


E l Regional. 3 Ju lio 56.
que pudieran estimarse como puñales precursores de los
de antenas, muy semejantes a la serie de cuchillos de las
sepulturas micénicas de Zaper Papoura.
Vemos, por lo expuesto, que el petroglifo del Puerto
del Gamo, que descubrimos el 24 de junio de 1956, se
aparta totalmente del extenso grupo estudiado en nuestro
noroeste (1), tanto de la región galaica como lusitana, re­
gión donde aparecen aquéllos, por supeditación orogénica,
sobre rocas graníticas y labrados por percusión; dominan,
en aquellas grabaciones, trazados laberínticos, figuras es­
tilizadas de animales y esquemáticas de hombres, amén
de un sinnúmeno de combinaciones de figuras con las que
nuestro petroglifo nada tiene de común.
Hay uno entre los galaicos que se distancia del resto
no pareciendo pertenecer al mismo grupo y que por ser
•los trazos rectos los dominantes, pudiera presentar alguna
semejanza con este del Gamo, pero una simple observa­
ción superficial denuncia la falta de consanguinidad entre
el del Eiras dos Mouros y éste que estudiamos. Otro tan­
to cabe decir del lusitano Cachao da Rapa, aunque algu­
nas figuras puedan ser concordantes.
Se ve libre este del Gamo, de las cristianizaciones
de que están plagados aquéllos (2). Pero no se ha visto
exento de una agregación en forma de retocada flecha que
recogimos en fotografía directa del conjunto y se desesti­
mó al prepararla para su reproducción.
También está lejos de todo parecido con los grabados
rupestres de Segovia y Soria estudiados por Cabré y
Aguiló (3).
Con los que sí encuentro semejanza, en cuanto a ele­
mentos representados, es con nuestros vecinos de la sie-

(1) “ Corpus Petroglyphorum Qallaeciae“ .-1925. Dr. R. Sobrino Buhigas


(2) “ Origen de los Hetroglifos gallego-atlánticos“ .-Zephyrus, Mayo-Agosto
1952, por R. Sobrino Lorenzo-Ruza.
(3) “ E l A rte Rupestre en España" (1915). Juan Cabré Aguiló.
rra de Caramulo, cuidadosamente estudiados últimamen­
te por Russel Cortez (1) y con anterioridad por los docto­
res Do Vale y Ferraz de Carvalho, pero superándolos en
la perfecta realización, en la unidad de conjunto y en la
presencia de alabardas metálicas de las que carecen
aquéllos.
Tiene también grandes lazos de unión con los lejanos
ligures y piamonteses, así como con los que presentan sus
dibujos a lo largo de los Alpes marítimos en el sur de Fran­
cia, y sólo difiere de ellos el presentar, el nuestro, las
“ hocitas“ , de las que carecen los santuarios alpestres.

E P O C A

Nos llega así el momento de “ fechar“ este monumen­


to y es cuando se pone de manifiesto el enorme confusio­
nismo creado por la serie incontable de particulares divi­
siones que arrastran o encierran disparidades cronológicas.
De este confusionismo goza la Edad del Bronce, don­
de cada autor se ha creído en la obligación, o en la nece­
sidad, de crear su propia clasificación.

(1) “ Contribución al estudio de la Protohistoria de los “ Lusitani" entre e!


Duero y el T a jo ". Archivo Español de Arqueología n.° 91.- F. Russel Cortez.
Así vemos cómo en el extranjero se enfrentan, ante
el estudioso, las clasificaciones de Hawkes, de Oxford;
las Fases del Dr. Savoroy, frutos de sus recientes investi­
gaciones en Portugal; la Epoca de Mac White, de Dublin;
los cuadros Cronológicos del alemán Khun; los Absolutis­
mos de Gordón Childe, del Institute of Archaelogy de Lon­
dres, etc. etc., que sin aclarar, sume en desconciertos.
No es extraño que, llegado este momento, razonemos
sobre lo que vemos de la siguiente forma:
Hay armas presentes en nuestro petroglifo que ya lo
estaban en pleno paleolítico, con siluetas en todo semejan­
te a estas flechas, puntas de flechas, arcos y hasta alabar­
das de sílex.
Mas con ellas aparece un tipo especial que allí no hi­
zo acto de presencia y que al conocerse el momento de
su aparición, por venir ligada a otras industrias definido­
ras de una época, permite, por sí sola, marcar un térmi­
no ante quem\ me refiero a la punta de lanza tubular pre­
parada para recibir el regatón o “ cuento“ y que aparece
en la parte izquierda del primer grupo descrito.
Su figura surge entre el Bronce I y II y ya no nos
abandona aunque cambie el material de su hoja.
Otro elemento destacado es el Idolo Bitriangular, en­
cuadrado entre los denominados ídolos-placas o plásticos
y que aparecen grabados en muy distintos y bien estudia­
dos útiles o industrias.
Y el tercer elemento es la figura ovoide que se llena
de “ hocitas“ , las cuales hemos de ver propagarse, entre
figuras laberínticas, en los posteriores petroglifos galaico-
lusitanos.
Por tanto, resulta más fácil y seguro poder conjeturar
sobre la fecha en que ya “ pudo“ , que hacerlo sobre la en
que “ deja de poder".
Creemos que el término post quem, debe desentra­
ñarse estudiando el momento en que cayeron en desuso
sus concepciones hierológicas y sus representaciones ido-
liformes, ya que no puede hacerse a través de las armas
representadas cuyas siluetas aun perduran y tienen plena
utilización en el siglo XX.
Debíamos quedar aquí todo intento de fechar este
monumento arqueológico, mas teniendo presente lo cerca
que están de otras artes prehistóricas, como son las pin­
turas de las Batuecas por el lado NE y los hallazgos, ya
denunciados por nosotros, en su lado S E, de‘’cistas“ en
los pueblos de Segura de Toro, La Jarilla y al sitio de la
Roza del Poste, en el camino de Cabezabellosa al Torno,
invitan, y más si a ellos se unen elementos más fuertes y
razonables, como ocurre en el presente caso, a quedar
también en medio de las unas y de las otras la fechación
de estas grabaciones.
Viendo la gran semejanza de las hojas de lanza del
Gamo y Azabal con las del Roquizal del Rullo y las hoy
día presentes en la colección Bonsor pensaríamos, guián­
donos por la más acogedora clasificación de Camón Az-
nar, en el período akálico que se fecha entre 1.700 y 1.300
a j . C. (1).
Estudiándolo sobre la clasificación de Bosch-Gimpe-
ra, iría a su período Protoargárico de su Bronce I-c), com­
prendiendo los años de 2.000 a 1.700 a. J. C.
Con Georg Leissner, en su Fase III (Stufe 3.°, de la
clasificación de los metales que él hace.
Y situándolos entre industrias semejantes de la cultu­
ra de Los Millares, el parecido se acomoda con los perte-

(1) En amable carta el citado profesor, leído nuestro estudio, dice: “ Por su
estilización, por alusiones a armas y a temas tribales, no creo que puedan fecharse
más allá de mediados del segundo milenio...“ (16 Marzo 1S57).

— 80 -
Cuchillos de la
r e g a d e r a del
)e desentra- Rozo de Azabal
i en desuso
aciones ido-
■ las armas
ienen plena

fechar este
te lo cerca
3n las pin-
Hazgos, ya
cistas“ en
sitio de la
i al Torno,
s fuertes y
a quedar
fechación

lanza del
y las hoy
os, guián-
amón Az-
30 y 1.300

:h-Gimpe-
I-c), com-

5.°, de la

la cultu-
os perte-

.¡ce: “ Por su
lan fecharse

Petroglifo de la
Hoya de Azabal
necientes a los encuadrados entre los años 2.000 y 1.600
a j . C.
A resultados aproximados a los dichos llegamos al
estudiarle con otras referencias clasificadoras.
Por esto, viendo muy aproximadas las fechas entre
unas y otras clasificaciones y catalogaciones, aceptamos
las anotadas para la labra que estudiamos.
Tratar de ser más conciso sería colocar en lugar más
inestable la fijación que hoy puede hacerse hasta tanto la
presencia real de armas o útiles, que evidentemente ha de
haber en sus cercanías, permitan conjeturas más firmes.

INTERPRETACION

Destaca este petroglifo de todos los hasta ahora co­


nocidos y estudiados tanto en nuestra Península como en
el extranjero, por la fuerte personalidad que le concede
haber sido labrado en el pequeño espacio de una roca con
el sentido definido hacia el logro de una perfecta com­
posición.
Es, por otra parte, a nuestro modo de ver esta “ roca
de los espíritus“ un ejemplar perfecto en simbolismo y

- 83 -
significados y que interpretamos no como un recuerdo o
tributo a muertos o antepasados, como hasta ahora vienen
interpretándose estas representaciones, sino como un can­
to de vida y triunfo.
Esta roca puede servir de ejemplo para dejar de ad­
mitir, sistemáticamente, que sean la vida de ultratumba,
las ansias de caza o los encadenamientos sexuales, los
únicos motivos que lanzan a sus artistas a perpetuar esta­
dos del alma.
Se ha pecado mucho de miope al no concederles es­
pacio para otra clase de anhelos, goces o sufrimientos.
Y así razonado, decimos que este petroglifo del Puerto
del Gamo plasma los ex-votos de un pueblo que entre el
Bronce 1 y el Bronce II, en pleno apogeo Neolítico supo
plasmar el testimonio de una hazaña guerrera realizada en
defensa de seres y haciendas.
Al orlar estas grabaciones con representaciones ido-
liformes, convirtieron a la roca en el ara del santuario ru­
pestre más significado que tuvo toda esta comarca y re­
gión hurdana (1).

(1) E l descubrimiento y la publicación de este petroglifo ha despertado un


interés regional, que se traduce en investigaciones posteriores.

- 84 -
ícuerdo o
ora vienen
io un cañ­

ar de ad-
ltratumba,
uaies, los
tuar esta-

derles es-
entos.
del Puerto
entre el
tico supo
alizada en

anes ido-
uario ru­
ca y re-

¡spertado un
DOLM EN DE C O R R E ­
DOR D E V I L L A N U E V A
D E L A V E R A

L a S noticias que recibimos sobre el posible lugar de


implantación que ocupó este túmulo eran inciertas, con­
cretándose a fijarnos, con mucha amplitud, los terrenos
que envolvían a una casa de reciente construcción y de
cuyo monumento se había extraído casi toda la piedra con
la que se había edificado.
En aquel lugar llamó nuestra atención un cerrito por
su silueta de mamoa.
Sobre él encontramos bastantes trozos de cerámica y
durante nuestra observación un labrador, conocedor del
lugar, confirmó la sospecha que habíamos adquirido sobre
el lugar cierto de su implantación, dándonos informes bas­
tante claros de lo que allí había habido.
El túmulo estaba constituido por grandes piedras si­
llares, sin desbastar, hondamente clavadas y colocadas
en círculo (1).
Parece deducirse que por la parte de saliente se in­
terfería y prolongaba por doble fila recta, que dejaba un

(1) S e había emitido la idea de una serie de circuios, algo así como un stone
o boulder labirinth, que quedó rechazada, al oir al labrador.
pasillo en medio. No pude precisar si estas filas y círculo
tenían cobertura. Sí oímos de una piedra que hacía oficio
de puerta.
Hoy no queda nada de este monumento.
El cerrito, artificialmente completado, alcanzaría unos
quince metros de diámetro y fue circular.
La cámara sería exenta y ocuparía su parte central,
prolongándose por el corredor en dirección a saliente. Hoy
el surco del arado pasa por encima y se ven bastantes
trozos de cerámica muy fragmentados.
A la puerta de la nueva casa hay dos piletas que ha­
cen de abrevadero para aves y, en la pared de un ence­
rradero de animales, llegamos a diferenciar otras dos. Su
configuración es excavada-naviforme, inclinando a con­
siderarlas como pequeños molinos de mano y no pilas
para aves; aunque la semejanza entre éstas y las encon­
tradas en Villanueva sea grande, siempre hemos visto a
las destinadas a bebederos fijas, formando cuerpo con la
roca sobre la que se excava, como es frecuente observar
en la cultura castreña.
Creemos que estos molinitos formaban parte del ajuar
funerario del sepulcro que estudiamos.
De los objetos extraídos y conservados del túmulo
pudimos adquirir dos azuelas de esquisto y un vaso casi
completo de cerámica (1).
Las azuelas tienen una longitud de 20 y 12 centíme­
tros, respectivamente, con filos plano-convexos, de líneas
curvas y con una superficie excavada y rugosa en el cen­
tro de sus caras internas; se ha buscado con ello asenta­
miento y roce del mango, en gancho o anzuelo, al que se
sujetaban.

(1) Damos las gracias a la actividad de D. Pedro Enciso.

- 90 -
y círculo El vaso es de barro colorado y de tipo cónico. Su su­
icía oficio perficie es lisa, su base globular con fondo cóncavo sin
umbo, y la boca es ovoide.
Mide 14 centímetros de altura, 15 el diámetro menor
:aria unos de la boca y 16 el mayor. El grosor de pared es bastante
regular y tiene 7 milímetros.
Su masa es fina y homogénea con algunas inclusio­
e central,
nes de minúsculos puntitos de cuarzo.
ente. Hoy
bastantes Su cochura es bastante imperfecta, pudiéndose estu­
diar, a través de la línea de fractura, masas grises oscu­
ras, que unas veces están más cerca de la superficie ex­
que ha- terna y otras de la interna. Este hecho induce a pensar
un ence- que, para su cocción, se combinó el calor dentro y fuera
dos. Su de la vasija.
o a con­
En una zona, cercana al fondo, el defecto de cocción
no pilas
se acusa más. Se ve la superficie más desintegrada por la
>s encon-
acción de la humedad y el aumento de porosidad.
3 visto a
0 con la Es más lisa y más cuidada la cara externa que la in­
observar terna y sobre aquella se ve un bruñido o engobe de poco
fondo. Con irregular y poca precisión, cerca del borde,
se marca un surco por ambas caras como esbozando un
del ajuar
apunte de cuello y sin que, tal surco, imprima desviación
del perfil general de la vasija.
¡I túmulo
aso casi Deducimos, por la unión del fondo y paredes así co­
mo por la disposición de los alisados que dejó su fabrican­
te, que se trata de una vasija hecha a mano.
centíme-
ie líneas Entre los trozos de cerámica recogidos sobre el lu­
1 el cen- gar hay dos que pertenecen a vasijas de fondos planos,
' asenta- posiblemente platos; en un pequeño trozo hay una línea
que se de punteado fino inciso que termina en las inmediaciones
de un pequeño relieve que pudiera haber pertenecido al
arranque de un asa o haber sido un mamelón, ya fisurado,
que suele acompañar a la cerámica argárica.
Tal vez una exploración a tierra cribada diera más
luces sobre este destrozado monumento funerario. No su­
pimos de nada metálico. El tipo de cerámica nos hace
pensar en un enterramiento con incineración.

— 92 —
Ajuar del dolmen de Corredor
de Villanueva de la V e r a .
(Pag. 89)
S E P U L C R O EN C U P U ­
LA D EL TERIÑUELO
DE C A R C A B O S O

E l natural sentido artístico del Dr. Alguacil, propie­


tario del terreno, evitó que todo se perdiera, con las trans­
formaciones de regadío que se llevan a cabo en aquel
lugar.
La presencia de elementos extraños llamaron su aten­
ción y procedimos con urgencia a salvar todo lo posible
de aquella destrucción.
Este enterramiento megalítico asentó en lo alto de
una colina que desciende suavemente por un lado hasta
el cauce del Jerte, y por el otro se apoya en el borde ex­
cavado por un arroyuelo torrencial
Es conocida esta zona por el nombre de Teriñuelo o
Tiriñuelo.
Por ser la parte más elevada de la finca se había ele­
gido aquel lugar para fabricar allí un gran depósito de
agua.
Cuando nosotros llegamos, el vaciado del cerrito era
casi completo.
Pudimos presenciar un círculo de piedras cuyo diá­
metro calculamos de unos 15 metros, informándonos que,
en la excavación, se había vaciado una altura central de

— 93 -
más de dos metros, que guardaba mucha semejanza con
una pirámide achatada.
A profundidad de dos o tres metros, y en confuso re­
voltijo, habían salido pizarras, industrias de piedra y hue­
sos humanos, procedencia, ésta última, de la que fuimos
informados por el citado doctor, que llegó a ver algunos
restos.
La tierra incluida dentro del muro circular llamó la
atención de los obreros, por no ser propia del terreno, se­
gún espontánea manifestación.
Otro tanto ocurre con las pizarras, que en grandes
lanchas, salieron, y que son extrañas al lugar.
Por tanto, todo el monumento se formó artificialmente.
El ajuar recuperado lo componen las siguientes piezas:
Cinco hachas de piedras de distintas clases, muy cui­
dadas y que aparecen como si nunca hubieran sido usa­
das. Sobresalen por su tamaño dos de ellas, una con 39
centímetros de longitud y la otra con 26. Es digno de se­
ñalar la presencia en todas de un afilamiento de su punta,
irregularmente hecho, como buscando superficie rugosa,
y que contrasta con lo bien acabado y presentado de su
otro extremo, donde van los filos. Alteración practicada,
tal vez, para buscar ensambladura con la tierra al clavarlas.
Las dos hachas mayores, muy presente en la gigante,
acusan el tatuaje, con límite superior circular, que ha im­
preso la tierra, indicándonos que permanecieron clavadas
y que, por tanto, hubo “ cám ara".
Tres trozos de cuchillos de sílex. Dos de ellos perte­
necieron al mismo útil, son de sílex blanco y de sección
trapezoidal. El otro trozo es un sílex de color y su sección
trapezoidal tiene el dorso rebajado.
Una piedra plana, granítica, redonda y de 12 centíme­
tros de diámetro, que estimamos fue o sirvió como tapa
de vasija.
nza con No hubo manera de encontrar cerámica, que evidente­
mente debió existir.
íuso re-
Hemos quedado para el final el elemento más signifi­
i y hue-
cado del túmulo.
! fuimos
algunos Esta pieza, cuya imagen reproducimos en el capítulo
IN D O EU R O PEO S, consta de un mango o asidero de 10
llamó la centímetros. Su parte superior había sido horadada, pre­
;no, se- sentándose rota, aproximadamente, por el centro del ori­
ficio. En su parte inferior o pie se altera la línea del cuer­
grandes po de la pieza con un saliente o proyección hacia la cara
que llamamos anterior. Todo el pie mide dos centímetros
almente. y medio, y su base es ligeramente convexa. A partir del
»piezas: pie, zona un poquito más ensanchada, las caras laterales
íuy cui­ suben hasta contornear el orificio, distanciándose armó­
do usa- nicamente, de tal modo que en el empeine tiene la cara
con 39 anterior 18 milímetros y a la altura de la fractura mide 37.
de se- Por consiguiente, las dos caras laterales son divergentes
i punta, y convexas a partir del pie, mientras que la anterior y pos­
rugosa, terior son paralelas y planas.
i de su El medio anillo, que presenta el útil de referencia, se
cticada, adelgaza a medida que se acerca a la línea de fractura.
avarlas. En esta línea la pared mide cinco milímetros de espesor
gigante, en la parte más delgada y ocho en la más gruesa. En la
ha im­ parte unida al cuerpo mide de anchura, por su cara ante­
lavadas rior y por la posterior, 13 milímetros, y sólo 7 en la parte
superior.
; perte-
La base del orificio o cara interna, acusa un leve de­
sección
clive hacia la anterior, que se hace más apreciable en
sección
la mitad al acercarse al borde.
entíme- Toda la cara anterior de este útil es lisa.
10 tapa La cara posterior se ve recorrida, en sus bordes,
por dos resaltes o miembros que arrancando del mismo
/
talón, suben contorneando los dos bordes de esta cara
hasta envolver al orificio.
La clasificación mineral la hacemos de serpentina
con cristales oscuros en una pasta verde clara.
La altura total del útil es de 12 centímetros. La an­
chura máxima, medida por la línea de rotura, es de 37 mi­
límetros. La anchura del pie de 22 milímetros. El largo del
pie de 26 milímetros. El diámetro mayor del orificio es de
21 milímetros. La profundidad actual del orificio es de 8
milímetros, lo que hace suponer que sería aproximada­
mente de 16 milímetros la luz del anillo completo.
En la cara posterior, inmediatamente debajo del con­
torno del orificio, y correspondiendo a la parte más ancha
de esta cara, vemos una mancha de contorno circular que
nos lleva inmediatamente a pensar que se haya produci­
do por grasa y pensamos que sea la huella quedada por el
pulpejo del dedo pulgar que, muy acomodadamente, allí
marcha al empuñar el objeto.
Aunque volveremos a ocuparnos de este “ útil“ en el
capítulo de P U E B L O S IN D O EU R O P EO S, diremos de él
que no lo estimamos como elemento de acción, hacha de
combate, como se nos dijo en reciente visita con la que
un destacado profesor honró a nuestro pequeño museo,
ni corno hacha-martillo, como está definido el de Balen-
kaleko, con el que guarda relación (1).
Para nosotros es un elemento “ representativo".

(1) L U IS P E R IC O T G A R C IA : “ Los sepulcros megalíticos catalanes y la Cul­


tura Pirenáica", figura 126, página 256.

- 96 —
ísta cara

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i Balen-

L O S A S
SEPULCRALES
EXTREM EÑAS
NUEVAS APORTACIO­
NES A LOS P R O B L E ­
MAS QUE PLANTEAN
E S T A S L O S A S

E s sobradamente conocido el gran interés que han


despertado estas grabaciones funerarias, y son muchos y
muy destacados los nombres distinguidos —tanto naciona­
les como extranjeros— que han firmado estudios dedicados
a ellas.
Al reproducir nuestro trabajo publicado sobre la III lo­
sa sepulcral de Torrejón el Rubio, vamos a extendernos
ocupándonos de todas las publicadas, anotando caracteres
no señalados, y estudiando los conocidos, desde distinto
punto de vista.
La relación que establecemos con otras representa­
ciones artísticas —por mejor conocidas mejor fechadas—
vendrán a sumarse como elementos de juicio para hablar
del tiempo y de la raza o pueblo que las grabó.
En nuestros estudios hemos utilizado la observación
directa de las cinco lápidas (1) que hoy guarda nuestro
Museo de Cáceres; nos hemos valido, también, de las fo­
tografías que acompañan a los trabajos publicados, y muy
especialmente de las de José Ramón y Fernández Oxea (2).
(1) Veremos que son cuatro losas sepulcrales y una estela, Torrejón II.
(2) “ Lápidas sepulcrales de la Edad del Bronce en E x t r e m a d u r a A r c h iv o
Español de Arqueología, n.° 80.

_ 99 _
»•
III L O S A S E P U L C R A L
DE T O R R E J O N
EL R U B IO

REVISION DE TODAS
L A S C O N O C I D A S

E l descubrimiento de la III losa de Torrejón el Ru­


bio. se hizo público el día 11 de febrero de 1956 en el dia­
rio “ Extremadura11, de Cáceres. Su comunicante afirma­
ba que la actitud del guerrero no era yacente.
El 2 de marzo del mismo año dimos a conocer nues­
tro criterio, basado en el dibujo que acompañaba a su pu­
blicidad (1).
Posteriormente, Fernández Oxea, publica —junto a
otras que da a conocer de Ibahernando— su estudio de
esta losa (2)
Nuestro primer trabajo lo hicimos analizando uno a
uno los elementos en ella representados; vamos a seguir
respetando aquella forma. Hoy hablamos de Torrejón III
después de observaciones directas.

(1) “ Gaceta R egional", de Salamanca, n.° 10.923.


(2) “ Dos nuevas estelas de escudo redondo", n.° 92 de A. Español de A r­
queología.

- 101 -
E l escudo

Decíamos del escudo que figura como plano, posible­


mente de cuerpo reforzado por diez barras metálicas, dos
de las cuales apoyan y consolidan a un umbo central; um-
bo que es pequeño y cónico, lo cual le convierte en un
dispositivo ofensivo y escasamente defensivo por su limi­
tado círculo de implantación.
Lo estimamos propio de guerrero de a pie, tratándo­
se de una caetra.
Su tipo se enlaza más a los lusitanos que a los de las
Cogotas.

Ha sido el escudo el elemento que ha servido para


entablar las más movidas discusiones, llegando, a través
de su estudio, a conclusiones muy divergentes.
Y son precisamente las formas de las escotaduras el
punto de apoyo de tales juicios, viniendo algunos, como
Hencken, a decir que los escudos de Irlanda que presen­
tan la escotadura en V serían de procedencia española, y
escandinavos los que presentan escotaduras en U.
¿Podría seriamente mantenerse que una variación mí­
nima en el adorno de la cerámica campaniforme pudiera
servir para deducciones tan dispares?
¿Qué aporte nuevo hay entre los trazos y, por tanto,
entre la labra o cortes de una V y de una U para el artífi­
ce que trabaja?
¿Se trata acaso de una representación idoliforme o
totémica, y, en consecuencia, perdurable y distintiva?
No nos parece justo ponderar estas escasísimas dife­
rencias, entre un tipo y otro de escotadura, como algo es-

- 102 —
pecífico u original que permita descubrir facetas que mar­
quen diferencias de razas, de pueblos o indiquen grandes
saltos en la evolución artística, dentro del mismo grupo.
El escudo es uno, en cuanto a pueblo creador, y es­
te origen damos a todos los de las lápidas estudiadas.
El supuesto material de que estuvieran compuestos
no lo creemos tampoco utilizable para buscar fechas.
Siendo un arma de protección variará su material, no só­
lo en relación con la riqueza del pueblo sino también con
el estado de vida de las gentes que lo utilizasen. Es lógi­
co pensar que será liviano en las campañas de invasio­
nes o de conquistas, y más pesado en las fases de esta­
cionamiento y defensa.
de las El tipo de escotadura en U sería más primitivo que
los de escotadura en V. Aceptando que dicha hendidura
se realizó en uno de los bordes del escudo como mirilla
o ventana —supuesto a l que llegamos ante la permanen­
te coincidencia entre abrazadera y hendidura—, pronto
se reduciría el orificio más vulnerable de la U por el más
reducido de la V, sin que con esa modificación perdiera
el portador campo de visión.
Es de pensar que la protección de la parte superior
de la cabeza del guerrero se completaría con el casco,
dudosamente representado por la llamada m itra, hacha
y casco.
Posteriormente, y demostrada la escasa utilidad de
esta abertura, quedaría convertido en un simple adorno,
tanto, que no alteraba la configuración general del escudo.
artífi- Siguiendo este pensamiento, serían más antiguas las
losas de Brozas, Solana de Cabañas, Torrejón I, Almen-
dralejo y probablemente Alburquerque, en la que una
lasca impide asegurar la presencia cierta de hendidura.
Las no citadas, que llevan escudo, pertenecen al gru­
po en las cuales la hendidura sólo está figurada, resultan­
do significativo que precisamente éstas, que catalogamos
como más próximas a nosotros, vayan acompañadas de
un tipo de lanza, del que más adelante nos ocuparemos.

E l guerrero de Torrejón 111

Se había mantenido que su actitud no era yacente.


Esta es la causa de que hiciéramos el estudio de la
figura de la siguiente manera:
La afirmación de movimiento se basaba: 1.°. En la
sujeción de un supuesto tahalí; 2.°. En las cercanías, a
las manos del guerrero, del escudo y de la lanza; y, 3.°. A
la presencia de un cierto grado de flexión que acusa la
pierna derecha de la figura.
Rechazada la presencia del supuesto tahalí —poste­
riormente tampoco recogido por Oxea (1)— y no valora­
do como actividad las cercanías de las armas al guerrero
(cosa que de tomarse así nos llevaría a conclusiones risi­
bles en la interpretación de otras lápidas), decíamos de
estas cercanías, entre el guerrero y su ajuar, que sólo
nos hablaban de un buen encaje del motivo representado,
centralizando a sus componentes y logrando armonía en
el todo.
Cabía deducir del estudio de las manos y de la pre­
sencia de cinco dedos en cada una, el gran esmero del
grabador en hacernos saber que el hombre a quien se re­
cuerda murió sin que hubiera sufrido amputaciones, cosa
no tan infrecuente en aquella época, en un guerrero.
Para llegar a comprender el porqué del grado de
flexión de una sola pierna, cuando no había preocupación

(1) F. Oxea: loe. cit.


de espacio que obligara a actitudes en desacuerdo con el
ritmo de la figura, creimos necesario recorrer la labra del
guerrero siguiendo los pasos que, desde el principio, lle­
vó el artífice de Torrejón.
Empezamos por la cabeza, preocupándonos de la pie­
dra (pizarra) al ser incindida.
Al acercarse las grabaciones de ojos, boca y nariz, lo
representado se ensucia, por el salto de una pequeña lasca
de la pizarra.
¡Se ha producido el primer borrón!
Este mismo suceso vuelve a repetirse al aproximarse
las tres líneas de incisión que representan el borde infe­
rior de la cara, el cuello y los hombros...
Y se repite, nuevamente, en las manos, al marcar los
contornos de las palmas.
Terminado lo anterior, labra el cuerpo y sigue en
ductus continuo con el miembro inferior izquierdo.
Va ahora a grabar el miembro inferior derecho.
Ya conoce el comportamiento de la piedra.
A partir de este momento se pondrá a prueba toda
la capacidad artística del ejecutante.
Está construyendo una figura típicamente esquema­
tizada.
Si permite que salte una pequeña lasca de pizarra en
este punto de arranque del miembro inferior derecho, des­
trozará el esquematismo, o sería interpretado ucomo ro­
paje“ que encubriera y tapara la región pubiana.
Lo que sí señaló en esta zona, es un completo círcu­
lo de pequeño radio que no ha sido ni estudiado ni reco­
gido en anteriores trabajos, los cuales se han contentado
con reproducir sólo un arco en el lado derecho de las fi­
guras.
Nuestra impresión nos lleva a pensar que — en un
principio— el artista grabador quiso traer a este lugar la
figura del escudo, al modo como los tienen presentes las
esculturas de los llamados guerreros galaicos del Museo
de Guimaraes.
Una vez que realizó el trazado del círculo, evitando
tocar a la espada, lo encontró pequeño y desproporciona­
do para el conjunto.
Esto le lleva a colocarlo al lado izquierdo de la figura,
y por este motivo hoy vemos, con toda claridad y sin la
menor duda, dos círculos interferidos.
A su temor a fabricar “ borrones11 es al que se debe
el recurso de desviar el eje del miembro derecho, a partir
de su arranque del tronco, y conservar dicho eje desviado
hasta llegar a la rodilla.
Con este ingenio logra un espacio de seguridad y
evita deterioros que serían fácilmente confundidos con re­
presentaciones que él no intenta figurar.
Al llegar a la rodilla los ejes de pierna y pie armoni­
zan con los del otro miembro y el artista prolonga las gra­
baciones de esta parte de la pierna y pie, hasta la misma
altura de los dedos opuestos.
El buscar esta armonía da lugar al único defecto de
representación que tiene la lápida: la pierna derecha más
larga que la izquierda.
Nosotro sabemos admirar este defecto.

Marquemos que es un guerrero representado descal­


zo, como el de M agacela, y en diferencia con el de So la­
na de Cabañas, que aparece calzado. El Dr. Roso de Lu­
na, que fue el primer estudioso que se ocupó de esta lápi­
da de Solana (1), hizo notar que sólo veía cuatro dedos
en la mano del guerrero en ella presente.

(1) “ ¿ A T L A N T E S E X T R E M E Ñ O S ? “ .-Rev. de Extremadura, tomo V II, cua­


derno IX , septbre., 1905. Págs. 427-448.

— 106 -
es las
Museo

ntando
rciona-

figura,
sin la

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on re-

rmoni-
is gra-
misma

:to de
ia más

lescal-
Sola-
de Lu-
i lápi-
dedos
L a esp ad a

Ignoramos el artículo polémico entre Bosch Gimpera


y Cabré a que hace referencia Pericot (1) y en el que el
desaparecido arqueólogo sostuvo que la espada no era de
antenas, confirmándose después su razón.
Nosotros, con lo que diremos, no alteramos ni dismi­
nuimos la razón de Cabré, que la tendría plenamente re­
firiéndose a la espada de Solana de Cabañas.
Por desgracia no podemos saber lo que opinaría so­
bre esta otra aquí representada.
La espada de Torrejón III la describíamos, y seguimos
manteniendo la misma descripción, como una espada de
las llamadas de antenas.
Decíamos que era larga (comparando su tamaño con
el de la figura humana representada); de dos cortes; de
las consideradas como de filos paralelos, hoja ancha y
terminada en punta de lengua de carpa.
La empuñadura representada es plana y sin ensan­
chamientos.
Por tanto, la catalogábamos entre el tipo de espadas
que cantó Suidas alabando “ la bondad de su hierro“ y
que los romanos copian sin conseguir tanta perfección.
Se trata, en consecuencia, de un gladius hispaniense.

L a tan za

Resulta un tanto extraño ver cómo la atención de los


investigadores se ha desentendido del estudio de la lanza,
Trujillo.
Trujillo. (1) L. P E R IC O T : “ Nuevos aspectos del problema", en Z E P H Y R U S , mayo-
agosto, 195>.

- 109 —
elemento que falta menos veces que la espada, acompa­
ñando al escudo.
Antes de que analicemos la particularidad que en las
representaciones de este arma hemos observado, veamos
lo que dice el tomo de ESPA Ñ A PRERRO M AN A, de la
obra de Menéndez Pidal.
Hablando del soliferreum hispánico dice (1):
“ E s un dardo de hierro en varilla cilindrica, como de
1,80 metros de larga y poco más de un centímetro de
gruesa, terminada en punta lanceolada o de barbas di­
minutas y a veces c o n u n p o c o a c u s a d o e n s a n c h a m i e n t o en
el centro para mejor empuñarla y lanzarla con mayor
seguridad..."
Más adelante sigue diciendo:
“ Quizás pudiéramos asim ilar este arma (se refiere
al tipo “ gaesum“ o “ saunion“ ) a la falárica o a un tipo
de venablo semejante, no incendiario, sobre todo acep­
tando la opinión de que “ berutum“ y “ gaesum“ estarían
provistos de “ a m e n t u m " , nombre galo de la anilla de
cuero que llevaría en sus comedios para facilitar el im­
pulso y la dirección del dardo“ .
Luego continúa:
“ La gran variedad de tipos de lanza arrojadiza (so­
liferreum, falárica, berutum, gaesum o saunion y jabalina),
más esta otra lanza propia para empuñar, todas segu­
ramente usadas en Celtiberia.. “

Después de leído lo que hemos copiado, repasemos


las fotografías de las lápidas de Santa Ana de Trujillo,
Robledillo deTrujillo, M agacela y la que es base de este
estudio, I I I de Torrejón el Rubio.

(1) Págs. 265 y siguientes.

— 110 —
, acompa­ Al reparar en la lanza de cada una de ellas veremos
un elemento que se interpone en su regatón o cuento, ha­
se en las ciendo cuerpo con la línea del asta.
d, veamos En la primera citada, el agregado se inclina hacia el
JA, de la escudo; en la segunda, a mitad del asta y grabado en la
parte contraria al escudo; en la de M agacela, hacia el ex­
terior de la lápida; y, por último, en Torrejón I II se repre­
senta como un abultamiento situado en el cuerpo del re­
como de
gatón, a nivel del arranque de los dedos de la mano dere­
(metro de
cha del guerrero,
arbas di-
En los dibujos aclaratorios que suelen acompañar a
MitNTO en
los estudios de estas lápidas, las alteraciones del asta, no
on mayor han sido recogidas más que en Torrejón III.
Esta falta general nos ha hecho prescindir de los di­
bujos, llevándonos a la observación directa de las lápidas
se refiere o al detenido examen de las fotografías.
a un tipo Este apéndice o resalte, que acusa el regatón de cier­
>do acep- to grupo de las lanzas presentes en las losas sepulcrales
‘ estarían extremeñas lo encontramos también perpetuado con su for­
anilla de ma, situación, y tamaño relativo, en las pinturas cerámi­
ir el im- cas celtibéricas de la copa del guerrero muerto, de Nu-
mancia, y en el vaso llamado de los Guerreros, del mis­
mo yacimiento, en donde aparece reproducido sobre la
diza (so- lanza que hay en la espalda del guerrero de la derecha,
jabalina), en el dibujo de Taracena. Allí está acompañando a escu­
las segu- dos redondos.
¿Cuál es el valor de estas presencias en las que no
se había reparado?
¿Qué dudas hay en la cronologación de estas pintu­
jpasemos ras celtibéricas?
Trujillo, Creemos que llevándose ambas artes de la mano,
de este podrán conducir a puntos de vista más concretos en la
datación de uno de los grupos, de estas representaciones
funerarias.
Son armas que conocieron los romanos esgrimidas
por el pueblo que colonizaron. Este pueblo las quedó pre­
sentes en los adornos de su cerámica y las grabó en el
ajuar funerario de sus guerreros.

Lo s esp ejos

Al primero que vemos calificar de espejo a este pe­


queño círculo con mango es al Dr. Roso de Luna, que al
describir la de Cabañas, dice: (1)
“ E l claro tallo de una lanza, una espada, espejo,
escudo, carro de combate y m itra y por cierto con sólo
cuatro dedos en una mano, s i no hemos observado m al“ .
Así, pues, Fernández Oxea, como señala Pericot, pudo
llamarlos espejos sin relacionarlos con una pieza de Müh-
lau (Tirol), que se comprobó, después, ser un broche de
cinturón (2).
Que esta grabación resulta un verdadero enigma, lo
vemos a través del sinnúmero de adjudicaciones represen­
tativas que se le han dado.
A nosotros se nos resiste el aceptar que pueda tratar­
se de un espejo envuelto entre armamentos.
Son, las grabaciones presentes en estas lápidas, pal­
pitantes manifestaciones de una tensa vigilia guerrera y
no pasamos a creer que, entre ellas, pueda haber espacio
para traer a las mentes recuerdos de otros aconteceres.
Por eso, también nos resistimos a razonar sobre la me­
ticulosa preocupación de consignar la navaja de afeitar, co­
mo opina Pittioni.

(1) Loe. cit.


(2) L. P E R IC O T : loe. cit.

- 112 -
grini¡das Más lógica es la interpretación que da a esta figura
ledó pre- Camón Aznar, tomándola como representación de argolla
»ó en el para caballo de guerra. Sin embargo, no deja de ser muy
extraño comprobar la frecuencia con que aparece, estan­
do ausente el elemento más esencial y que sería el causan­
te de tal motivación.
Para nosotros se trata de un objeto tan indispensable
para la defensa de su vida, como pueda serlo el escudo o
la lanza. Por eso — figuradamente— no le abandona ni en
este pe­ el viaje de ultratumba, unidos a los pertrechos guerreros.
que al Es un útil que le servirá para combatir a otro enemi­
go no menos implacable, la sed.
espejo, Cuenco o Cazo, ensartado en un palo, le permite
on sólo alcanzar el agua por profunda que aparezca, y el guerrero
\o m al“ . que camina por terrenos desconocidos, ignorante de las
ot, pudo dificultades que habrá de vencer para aplacar sus ansias
le Müh- de agua, cubre los riesgos sumando este único menaje de
Dche de cocina a su ajuar de hombre de guerra en movimiento.
Pues esta actividad es otra de las cosas que deduci­
gma, lo mos de la presencia de este cazo en las lápidas.
^presen- Lo vemos presente en las losas que hemos agrupa­
do como pertenecientes al primer período, y lo encontra­
mos unido a otras formas y representaciones que valora­
i tratar­
mos también como más antiguas.
Va unido el cazo a la existencia real de escotadura
las, pal- en un borde del escudo y a la presencia del carro.
;rrera y Estas tres características son las que nos permiten
espacio catalogar a esas lápidas, como pertenecientes a guerre­
eres. ros en su fase de invasión o de conquista.
•e la me- Desaparecen, una vez que aquellas gentes fijan su
itar, co- residencia.
El cazo es más representativo como signo de marcha
o nomadismo que los asadores de carne, pues aunque se
sostiene que acompañan a los pueblos de escudo redondo,
nunca fueron considerados como dignos de representación
en las losas. Ello es así porque se trata de un utensilio fá­
cilmente sustituíble y, por tanto, mucho menos valorable.
El material de que estaba compuesto el cazo se com­
prende que sería resistente, pues la fragilidad no va uni­
da a una vida dura como la que llevaban sus portadores.
Encontramos representaciones del cazo en Torrejón I,
Solana de Cabañas, Brozas, Almendralejo y Alburquer-
que, las mismas que fueron agrupadas como antiguas por
el tipo del escudo.
No creemos que se haya intentado esta representa­
ción en la de Magacela, como se ha recogido.
Lo allí presente tiene en su mango una sucesión de
cuatro hocitas que interpretamos como representación de
adornos metálicos, de los que carecen el resto de los
mangos de las demás figuraciones semejantes.
Pero esto pudiera ser peculiaridad que no la separara
del grupo. Ahora bien, esta sucesión de hocitas marcan
una curva de concavidad hacia el exterior de la lápida; no
es, por tanto, recta la dirección del supuesto mango, co­
mo muy marcadamente aparece en todas las demás re­
presentaciones.
Unidas las dos peculiaridades de esta representación
en Magacela, nos permiten decir que lo que se ha tratado
de reproducir no ha sido un cazo.
Pudieran ser, estas hocitas, los equivalentes figurados
de clavillos que enmangaran un arma u otro útil no clasi­
ficado.

E l pom o
/
La figura que aparece encima del peine (?)e n Torrejón I I
y que ha sido tomada por “ un pomo o recipiente de base

- 114 —
ntación ancha...0, (1) —nos inclinamos a considerarlo—, después
silio fá- de haber leído la observación que señala últimamente Fer­
lorable. nández Oxea sobre los adornos que parten de la cabeza del
e com- guerrero de Magacela, y que él juzga como apéndices de
va uni- un gorro ¡lírico, como gorro o casco.
ores.
rejón I, Hemos de consignar que nos resistimos a tomar la re­
urquer- presentación humana, de esta losa, como perteneciente
uas por al sexo femenino. El ropaje que tapa a la figura, no cubre
más que hasta la raiz de los muslos. Creemos que es una
esenta- representación, más, de guerrero.

ión de
:ión de
de los L o s a Id o lo

eparara Evidentemente que Granja de Toriñuelo tiene un


marcan parentesco extraordinario con el ídolo de Peña Tu y cree­
da; no mos, con Camón Aznar y con quienes así opinan, que se
;o, co- trata de una representación distinta totalmente de todas
nás Te­ las aparecidas.

ntación El cazo, que figura debajo del Idolo, no forma parte


tratado de esta representación. Se encuentra fuera de él, separa­
do por una triple sucesión de líneas paralelas, horizonta­
;urados les, entre las cuales se grabaron hocitas.
i clasi- Esta franja separatoria no es cinturón, pues rebasa
los límites de anchura del cuerpo de la figura. Es pie, que
apoya y sostiene a lo efigiado.
El agregado es posterior y tal vez fuera el comienzo
de otras consignaciones, posiblemente guerreras, que no
rejó n ll continuaron.
e base
Sí podemos decir, precisamente por la presencia del
cazo, que su “ tiempo11 corresponde al de las losas anti­
guas o primeras.

E l cuchillo afalcatado

Observando la figura del guerrero de Magacela pode­


mos ver su cuerpo atravesado, a la altura de su cintura,
por la silueta, para nosotros inconfundible, de un cuchillo
pequeño y angular con el vértice de su lomo apuntando
hacia la parte superior de la figura del guerrero.
Esta representación había sido considerada por Fer­
nández Oxea como espada (1).
Por su parte, Camón Aznar (2), la llama “ puñal de
anlenas“ y dice que “ se coloca como las figurillas de
guerreros ibéricos“ .
Para nosotros, repetimos, se trata de un cuchillo afal­
catado que el artista ha logrado perfectamente siluetar.

Arcos y flechas

En Torrejón I aparece un arco con su flecha.


Es la única losa que presenta este arte.
Tal presencia había servido para establecer compa­
raciones con dos grabaciones existentes en el Museo de
Halle (Alemania).
Las magníficas fotografías que presenta el trabajo de
conjunto de F. Oxea —que tanto hemos utilizado para
nuestras observaciones—, nos permiten decir que no en­
contramos ninguna relación de parentesco artístico entre

(1) F. Oxea: loe. cit., pág. 309.


(2) Camón A znar: “ Las Artes y los Pueblos de la España Prim itiva", pág. 576.

- 116 -
a presencia del
las losas anti-
ESCUDOIC A z j l c m o j L ANZA

©-■©
Í í¡°
T O R R E J O N I CABEZA DEL BUEY
i i i i
Magacela pode-
i de su cintura,
de un cuchillo
orno apuntando
rrero.
I0® 9'
SOLANü DE CABAÑAS
1
lili
S I A . ANA- DE T R U J I L L O

erada por Fer-

ima “ puñal de
R O Z A S R0BLEDI L 10 DE I RUI I I LO
•s figurillas de ___ ____1 l" " " ' — 1_______

un cuchillo afal-
;nte siluetar.

[NO III N0
TORREJON (I
I-------------- 1 mi

iblecer compa- Se ha elegido para reproducir el escudo que lleva escotadura real,
i el Museo de al representado en la losa de Solana de Cabañas. De la losa de Ro-
bledtllo de Trujillo se ha copiado el tipo de escudo, como caracte­
rístico de aquéllos en los que la escotadura sólo está figurada, aun­
que resultarían más específicos el de Magacela y el de Figueira (A l­
a el trabajo de ga roe, Portugal), por sólo figurar sobre los círculos centrales esta
imitación o simulación resultando, por tanto, simplificado el adorno.
liem os reconstruido y traído al presente cuadro el carro de la
utilizado para losa de Solana de Cabañas.
cir que no en- El tipo de cazo se ha tomado de Torrejón el Rubio I.
La lanza con amentum se ha diseñado, tomando como modelo
la presente en Robledíllo de Trujillo. Y de la de Solana de Cabañas
artístico entre la que no presenta esta característica.

a P rim itiva", pág. 576. ESQUEMAS COM PARATIVOS EN T RE ELEMEN­


TOS P R E S E N T E S EN LAS LOSAS EX T RE M E Ñ AS
nuestras losas extremeñas y estas de Halle. Diríamos que
tales muestras de arte alemán no tienen, con las nuestras,
i¡ relación artística ni semejanzas simbólicas; son algo
muy distinto.

“ Objeto innominado“

Este elemento sólo lo presentan las losas de Brozas y


Torrejón II.
Han sido tomados como peines.
Ciertamente que cabe este parecido, con un peine, si
se examina solamente, Torrejón II. Si se pasa a ver la de
Brozas, ya no puede mantenerse este parecido.
No se duda de que las dos figuras han sido grabadas
buscando la misma representación.
El parecido con un peine que representa Torreón II
se lo debe a una rotura de la piedra que se llevó la línea
inferior y lateral derecha del recuadro, quedando “ al aire“
los trazos perpendiculares, que han debido de tomarse
por las púas del supuesto peine.
Este error se subsana ante la perfecta conservación
de la misma figura en la losa de Brozas.
Se trata de un rectángulo, dividido en dos y cubierto
el inferior —siempre el inferior— por una serie de líneas
perpendiculares a los lados mayores. En Brozas se cuen­
tan hasta siete líneas interiores, en Torrejón sólo quedan
tres. Parecen indicar una superficie “ vallada14.

Hemos llamado la atención de los estudioso sobre al­


gunos elementos presentes en las Losas Extremeñas que
hasta ahora no habían sido señalados, y hemos creado
nuevas denominaciones para otros.

- 119 —
Las diferencias que hemos creído encontrar y que he­
mos venido reseñando, nos permiten establecer dos gran­
des grupos de Losas, separando de ellos dos " estelas
a Granja de Toriñuelo, que marcamos definitivamente co­
mo representación de un IDOLO perteneciente al pueblo
de los cazos, carros y escudos escotados, y a Torrejón II,
que la consideramos como representación de un guerrero
o jefe con ropaje de paz, tal vez porque su mandato estu­
viera caracterizado por este signo de tranquilidad.
Pasado el período de las lápidas antiguas, o período
de invasión, desaparecen los cazos, los carros y las esco­
taduras de los escudos con los que llegaron (1).
No hubieran faltado, si ellos hubieran continuado
siendo elementos imprescindibles para la vida del Jefe
guerrero, pues otra de las cosas que deducimos es que es­
tas losas sólo cubrirían sepulturas de guerreros distingui­
dos y solamente llegamos a dudar de que este enterra­
miento pertenezca a persona meritoria cuando, sobre ellas,
no vemos grabada una figura humana.
La ausencia de algunos elementos y la presencia de
ciertos caracteres — reproducidos sobre las mismas armas
de las pinturas de vasos celtibéricos—, nos inducen a con­
siderar a este 2.° grupo de losas como muy cercano a la
dominación romana y tal vez ya dentro de la misma.
Se hace penoso reconocer nuestra dejadez ante el pe­
ligro que (con la tendencia actual de los regadíos) corren
estas zonas sobre las que no se ha llevado a cabo una se­
ria y reglada exploración arqueológica que permita dar

(1) La losa de Cabeza del Buey parece encontrarse en una época de transi­
ción entre los dos grupos diferenciados.
Por una parte carece de escotaduras ciertas su escudo, no puede tomarse
por cazo lo que se señaló antes como espejo de ésta y de las demás, porque el de
Cabeza del Buey no es redondo, como son todos, ni su mango es una grabación
limpia y recta, como son los demás mangos, sino que es ancho e irregular.
Po r otra parte, esta lápida tiene carro.
Por eso creemos que ha de incluírsela en un período intermedio.

- 120 —
apoyos a lo que sólo son, más o menos, bien enfocadas
do encontrar y que he-
n establecer dos gran- deducciones.
Es de pensar que las citadas prácticas de investiga­
ellos dos “ estelas": ción descubrieran otros útiles que aportarían nuevas luces
ds definitivamente co- a este problema de las Losas Extremeñas, sobre las que
rteneciente al pueblo
todavía habrá tanto que decir.
tados, y a Torrejón II,
ición de un guerrero
¡ue su mandato estu-
tranquilidad.
antiguas, o período
>s carros y las esco-
garon (I).
hubieran continuado
a la vida del Jefe
¿ducimos es que es-
íuerreros distingui-
que este enterra-
ido, sobre ellas,

y la presencia de
las mismas armas
"«os inducen a con-
■nuy cercano a la
e la misma.
ejadez ante el pe-
regadíos) corren
lo a cabo una se­
que permita dar

m jn a época de tra nsi-


•do, d o puede tomarse
demás, porque el de
mgo es una grabación
ho e irregular.

- 121 -
N EO LITIZACIO N
DE L O S V A L L E S
D E L J E R T E , TIE-
TAR Y DE LAS
GRANADILLAS
L l E V A M O S señalado un abultado número de artes,
nuestras y yacimientos inéditos (dejando a un lado por
ihora al discutible Idolo Vallenato) que se sitúan dentro del
Neolítico, rebasan el Bronce y llegan al Hierro penetran-
jo de lleno, en nuestro período histórico.
Al estudiar las artes, dimos cuenta de un interesante
petroglifo que consideramos impar en el rupestre penin­
sular.
Hemos hablado del grupo de figuras zoomorfas que
exteriorizamos en las inmediaciones del Boquique, dentro
iel extenso yacimiento de Valcorchero.
En el estudio de conjunto de las Losas sepulcrales ex­
tremeñas, señalamos ciertos matices y elementos que, has­
ta ahora, habían pasado inadvertidos.
Al describir los enterramientos megalíticos y al ha­
cer el estudio de sus ajuares, hemos resaltado la presen­
cia de un objeto que estimamos representativo de mando,
y cuya rareza es tanta que sólo es conocido otro equiva­
lente, encontrado en Balenkaleku, dentro de nuestros lí­
mites nacionales (1).

(1) Tenemos noticias de otro semejante presente en el Museo de Ponteve­


dra, incluido entre industrias Neolíticas.

— 125 -
En Megalitisino, a los dos estudiados, hoy aportamos
otros dos más encontrados por nuestros compañeros Díaz
y Herrero Alonso y que hemos visitado en su compañía.
Como estos últimos dólmenes serán objeto de un estudio
aparte, que tal vez no llegue a ver la luz en este trabajo,
diré simplemente que se trata de un Sepulcro de Cámara
alargada en las cercanías de Cabezuela y o t r o de
Cúpula, con planta en forma de raqueta, enclavado en las
inmediaciones de Navaconcejo, el cual conserva perfecta
su estructura.
Suman, de esta forma, cuatro, los enterramientos me-
galíticos habidos hasta la fecha en nuestra comarca de los
Valles, de las Granadillas, Jerte y la Vera o Tiétar, con
la muy notable particularidad de que en el reducido espa­
cio de una comarca, cual es la que estudiamos, se presen­
tan tres tipos dolménicos distintos: Sepulcro de Cámara
alargada de Cabezuela del Valle, Sepulcro de Corredor
de Villanueva de la Vera, y dos sepulcros de Cúpula, uno
de ellos con planta en forma de raqueta, de Navaconcejo,
que se conserva, y el recientemente destrozado del Teri­
ñuelo de Carcaboso.
Dimos a conocer el Castro de los Riscos de Villavie-
ja al que tomamos como el más representativo, entre las
ciudades de montaña o citanias, de nuestra comarca.
Todo ello ha sido presentado como “ naturaleza muer­
ta11, yaciendo sobre el terreno.
Vamos a intentar infundir vida a todo lo recogido, es­
tudiando y abordando el problema que ello nos trae so­
bre “ gentes11 y “ tiempos11.
Pero no hemos de terminar esta introducción al ca­
pítulo de vida Neolítica sin dejar de augurar que cuando se
lleven a cabo estudios orientados a desentrañar la vida
paleolítica sobre nuestra comarca (en la que incluyo los
arribos montañosos que confluyen en las inmediaciones

— 126 -
S, hoy aportamos
ompañeros Díaz
?n su compañía.
0 de un estudio
en este trabajo,
ero de Cámara
ela y o t r o de
?nciavado en las
Inserva perfecta

erramientos me-
comarca de los
1 o Tiétar, con
I reducido espa-
mos, se presen­
to de Cámara
o de Corredor
:e Cúpula, uno
e Navaconcejo,
zado del Teri-

3s de Villavie-
tivo, entre las
comarca,
ituraleza muer-

3 recogido, es-
» nos trae so-

iucción al ca­
que cuando se
trañar la vida Conjunto de cerámicas del
ie incluyo los yacimiento de Valcorchero
(c u e v a del B o q u iq u e)
inmediaciones
P la s e n c ia
del Tiétar y Tajo y en donde la constitución geológica de
sus terrenos faculta para la existencia de cuevas y abri­
gos que permiten vida quieta y prolongada), habrá llega­
do el momento de ver confirmado lo que hoy no pasa de
ser, en nosotros, una razonada suposición.

- 129 —
NEOLITICO

A x referirse los tratadistas a esta nueva etapa cul-


'.'¿1 de la vida humana en nuestra Península, es hecho
i:~ ::d o que nace y se desarrolla con la llegada, a la
: en nsula, de la raza iberomauritana, a la que se super­
pone, en posteriores arribos, la iberosahariana.
También se mantiene que la entrada se realiza por
r ’ayas levantinas y del sur peninsulares, todo ello
:-~:ro de la cuenca mediterránea, y que a partir de estas
z:~ 2 s, y como mancha de aceite, se irá realizando la pos-
re'ior ocupación de nuestras tierras
Fuera de Bosch Gimpera (1) que ve al hombre del
Neolítico vivir en nuestra Península formando grupos re­
in a le s independientes, aunque sujetos a intercambios
de influencias, lo anteriormente expuesto es ortodoxo en
Arqueología, tomándose el sureste de la Península como
ruerta de entrada de aquellas gentes que, desplazadas de
s j s tierras africanas por 1a desecación del Sáhara, ganan
-uestras costas en busca de territorios más apropiados pa­
ra la continuidad de sus vidas.

(1) B O S C H G IM P E R A : “ Etnología de la Península Ibérica". 1932.

- 131 -
Esta es, en resumen, la teoría de Martínez Santa-Ola-
11a (1), que San Valero (2) esquematiza distintamente ate­
niéndose más, según él, al curso histórico que a la clasi­
ficación arqueológica; pero sin dejar de apoyar que la pro­
gresión se realiza de Este a Oeste, y que a nuestras tie­
rras de occidente llegarían las gentes Neolíticas B (3.000
a 2.000 a. de J. C.), siendo los lugares de penetración las
Serranías a l Norte del Guadalquivir, las que facilitarían
el paso en su marcha a occidente.
Maluquer (3) también abunda en que la vida Neolíti­
ca llega al occidente peninsular procedente del Este por
desplazamiento de la población epigravetiense que, con­
vertidos en pastores, son desplazados desde las costas le­
vantinas a las playas atlánticas.

(1) M. S A N T A - O L A L L A : “ Esquema palentológlco de la Península Ib é rica ".


2.a ed., 1945.
(2) J . S A N V A L E R O : “ E l Neolítico Hispánico“ .-IV Congreso Internacional
de Prehistoria.-1951.
(3i J . M A L U Q U E R D E M O T E S : “ E l primitivo proceso histórico peninsular1*.
Z E P H Y R U S , 1955.

- 132 -
NUESTRA CULTURA
M A S T I E N A

V a m o s a tratar de conocer en qué fecha llegan a


nuestras tierras estas gentes alfareras, de cuya vida tan­
tas pruebas fueron quedando en las laderas de nuestras
montañas, con distintas muestras y distintas clases de sus
barros.
Hemos estudiado vasos de barro negruzco, modelan­
do formas simples semejantes a cuencos o tazas; otros ti­
pos toscos, groseramente decorados con dedos o uñas y
aún lisos, predominando en ellos las paredes gruesas;
otras vasijas de pequeño grosor, finas y adornadas con
motivos muy variados, logrados con proceder tan merito­
rio, que su técnica mereció pasar a los tratados de Ar­
queología, llevando como calificativo el nombre de nues­
tra cueva del Boquique, nombre que se generalizó y que
ahora, tal vez por decir algo nuevo, se pretenda cambiar
llamándola técnica del punto y raya. Y, entre unas y otras,
una aportación nueva a este arte cerámico, con la presen­
cia de las plásticas o acordeladas (Schhurkeramik).
En esta diversidad, encontramos tipos encajados en
el Neolítico reciente, que conserva los rasgos traídos al
Norte de Africa, desde Egipto y el Creciente Fértil, y que
Pericot estudia y analiza en su visita a Kahrtum, en el
Museo Gordon College, relacionando aquellas técnicas
decorativas, e incluso sus formas, con las de ciertos tipos
Neolíticos españoles.
La gran inclinación que tienen nuestras laderas y, por
tanto, las inmediaciones de las que fueron viviendas y
que son hoy lugares de nuestros yacimientos, facilita la
labor agresiva que realizan las corrientes superficiales de
aguas que en unos sitios, descarnando, afloran lo que es­
taba profundo, y en otros, trasladan los materiales exte­
riorizados realizando las más absurdas mezclas entre ti­
pos diversos y distantes de cerámicas.
Este hecho que salta a la vista anula, en amplias zo­
nas, los resultados de un estudio estatigráfico, incapaci­
tándole para servir de base en la fijación de fecha y prela-
ciones entre lo hallado.
Esta es una importante característica del “ hábitat11
de nuestros yacimientos, cuyas viviendas debieron ser mi­
tad cueva y mitad construcción adosada; habitación típica­
mente hemigea, por la reducida amplitud que pueden pro­
porcionar las viseras de nuestros canchales, necesaria­
mente completada.
Para su implantación son escogidos los puntos más
ásperos, buscando el doble fin de un mayor campo de vi­
sión unido a una más fácil defensa de la vivienda.
Su vida es la propia de esta fase cultural. La caza y
el pastoreo debió predominar y ser muy limitado el culti­
vo flojo de las tierras bajas más cercanas.
Creemos poder demostrar que también fueron pesca­
dores. Dos útiles de piedra que recogimos en el yacimien­
to de Valcorchero, en las inmediaciones del río Jerte, ates­
tiguan que debieron usar redes para estos menesteres,
pues catalogamos a estos elementos encontrados, como
pesarios de arrastre.

- 134 _
a Kahrtum, en el Aunque sus armas sean varias, siguen usando la hon­
J aquellas técnicas da, en favor de la cual hablan la gran cantidad de peque­
las de ciertos tipos ños y medianos cantos de río, esféricos, inmediatos a los
yacimientos cerámicos.
Los frutos secos y las simientes se recolectarían en
gran abundancia y los molinos de mano, de tipo navifor­
me, se guardaban agrupados en zonas determinadas pasa­
do el período álgido de su utilización en masa.
Expongamos ahora nuestros razonamientos para se­
ñalar el camino, que creemos condujo a nuestras tierras
a estas gentes, propietarias de alfares muy significados de
nuestro Neolítico, y entre cuyas muestras industriales ve­
mos cerámicas que nos permiten señalar los años 3.000 al
2.000 a. de J. C. para hablar de su presencia fija, en
nuestras laderas.
Comprendemos su camino y derrotero en sentido
opuesto a los referidos y comúnmente aceptados.
Pensamos que si fueron las corrientes marinas y los
vientos dominantes los que facilitaron la arribada de las
gentes hispano-mauri tanas e ibero-saharinas, desde las
costas mediterráneas africanas a las tierras de Levante,
otras corrientes y otros vientos pudieron prestar la mis­
ma ayuda a dichas culturas africanas que, partiendo de
zonas más occidentales del continente africano pudieron
ganar, a través del Atlántico, las costas occidentales de la
Península.
No se alegue, como motivo esencial, las menores dis­
tancias que separan a nuestro levante de las playas afri­
canas, en contraposición con la mayor distancia de la ru­
ta que señalamos.
Peyrony, ve caminar oleadas africanas a través de
Italia, llegando a los lejanos abrigos de Le Geniére (Ain),
y nuestro profesor Pericot precisa influencias de las mis­

- 135 -
mas razas, sobre industrias que él encuentra y estudia en
El Parpalló (1).
Se trata, por tanto, de razas que no se arredran por
las distancias ni las detienen los fosos de agua.
Piénsese, por otra parte, que no están ausentes, en
los yacimientos cercanos a las costas del occidente afri­
cano, industrias pertenecientes a estas razas ibero-mauri­
tanas, catalogadas con el nombre de facies lateral del Cap-
siense superior y presentes en El Hank.
Nuestro distinguido amigo el Profesor Tarradell, Di­
rector de los servicios de Arqueología del Norte de Ma­
rruecos, que recientemente ha oído nuestra preocupación
por este problema, dice en 1954 (2), refiriéndose a los te­
rritorios costeros atlánticos, “ yacim ientos a l aire libre en
los que aparecen m ateriales pertenecientes a épocas di­
versas sin estratificar, indicando que han tenido una la r­
ga perduración. Aunque sea algo prematuro definirlos,
pues su estudio está apenas comenzado, pueden distin­
guirse tipológicamente dos industrias: ateriense o mus-
teroateriense e iberomauritánico La mayor parte de ellos
son muy ricos en piezas, de manera que a la larga será
posible estudiarlos a fondo y precisar más“ .
En su trabajo señala los siguientes emplazamientos
de industria: Seguedla, Briex, el Had de la Garbía, el Ho­
mar, Mezora, el Tenin de Sidi Iamani, Krinda, el Jemis de
Sahel y Rehien.
En trabajo posterior (3), lleva a cabo un completísi­
mo estudio estatigráfico de la cueva de Gar Cahal, situa­
do al Oeste de Ceuta, señalando entre otras industrias,
cerámica cardial, campaniforme y cerámica con líneas in­
cisas “ que puede emparentarse con las cerám icas deco-

(1) L. P E R IC O T : “ La cueva del Parp allo". 1942.


(2) M. T A R R A D E L L : “ Actividades Arqueológicas en M arruecos". IV Con­
greso Internacional de Prehistoria.
(3) M. T A R R A D E L L : “ IV Congreso Nacional de Arqueología". Pág 101.

- 136 -
cuentra y estudia en

no se arredran por
de agua.
están ausentes, en
del occidente afri-
razas ibero-mauri-
icies lateral del Cap-

esor Tarradell, Di-


del Norte de Ma-
jestra preocupación
f riéndose a los te-
itos a l aire libre en
ites a épocas di-
han tenido una lar-
'ematuro definirlos,
Jo , pueden distin-
ateriense o mus-
ayor parte de ellos
que a la larga será
más” .
?s emplazamientos
? la Garbía, el Ho-
Crinda, el Jemis de

bo un completísi-
Gar Cahal, situa-
; otras industrias,
ca con líneas in-
¡ cerám icas deco-
Cerámicas adornadas
en M arruecos". IV Con-
de Valcorchero.
rqueología". P ág 101.
radas con Incisiones llam adas en España del Círculo de
ios Cuevas".
Nosotros vemos llegar a las gentes africanas directa-
- ente a las costas portuguesas y alcanzar la desemboca-
del Tajo en la misma forma, con los mismos medios,
. utilizando las mismas artes de navegación que sirvieron
í í -s hermanos de la cuenca mediterránea.
Una vez en tierra no son las corrientes ni los vientos
■s que imponen la ruta. Los caminos se elegirán a través
re lugares imborrables y que sean de fácil recordación
:ira el que avanza sin conocimientos previos, por una
región con el supuesto de retorno
Podrán servir de ruta los ríos en etapas climáticas
: citeriores, pero no en ésta, con la que coincide la pene-
tración africana, ya que en esta fase o época una vegeta­
ción lujuriante y una atmósfera cargada de gases fermen-
tativos, procedentes de la materia vegetal orgánica en des­
composición, hacen inhóspitos los lugares inmediatos a
i.is cuencas fluviales y dificultosa la marcha sobre ellos.
Nunca servirán las márgenes de los ríos como prime­
ros caminos, de profundas penetraciones cuenca arriba.
Sí resultan útiles y hasta cómodas, siguiendo la marcha
ce las corrientes y hasta utilizándolas como medio de
transporte.
La penetración realizada cuenca arriba deja de resul­
tar camino de fácil recordación, y prácticamente inaborda­
ble, al llegar a la cuenca alta de recepción.
A partir de esta zona la cuenca se multiplica en mí­
nimos afluentes; el terreno se vuelve abrupto; la maleza
y el clima convierten a estos lugares en inmensos laberin­
tos de fatigoso caminar y muy difíciles de asimilar.
Vemos extenderse esta cultura de Oeste a Este arran­
cando de la desembocadura del Tajo y caminando por las
montañas, donde es fácil el pastoreo y la caza; donde el

— 139 -
clima y el aire reúnen apropiadas condiciones; donde las
desigualdades del terreno facilitan amplios cobijos y lu­
gares de fácil defensa; donde sus cambiantes orientacio­
nes permiten luchar contra los rigores del frío y del calor.
Son las montañas, con su continuidad y empalmes
orográficos, las que proporcionan inmutables puntos de
referencia. Las trochas que recorren sus faldas y los pasos
de vertiente que facilitan sus ventanas geodésicas, fijarán
las rutas por donde discurrirán las culturas, hasta tanto
llegue el pueblo que inventará sus propios caminos, atre­
viéndose a atacarlas perpendicularmente.
Desde el cabo de Roca, en la desembocadura del Ta­
jo, hasta nuestras montañas, y desde éstas al macizo del
Moncayo, el relieve montañoso es continuo.
La sucesión orográfica que nos une con las costas
atlánticas es la siguiente: nuestras sierras de Hervás y
de la Vera, que forman los tres valles objeto del presente
estudio, Peña Gudiña, Peña de Francia, Gata, de las Me­
sas, la Estrella, San Pedro, Sico, Lonzas, Caudierros,
Montejunto, Almargen y Cabo de Roca.
Si Maluquer ve, hipotéticamente, un camino por la or­
la occidental atlántica de ascensión Neolítica a tierras o
enclaves norteños de núcleos cavadores y agricultores
del bajo Tajo, ¿puede negarse este otro camino, menos
accidentado,más natural y más específicamente demostra­
do con rastro de sus pasos hacia nuestras tierras de la Al­
ta Extremadura, como senda de progresión y desenvol­
vimiento de la cultura Mastiena?
El ascenso por la orla atlántica obliga a innumerables
saltos de río, en su fase terminal y, por tanto, de mayor
cauce, a la vez que se hace incontable el paso de vertien­
tes montañosas que arrumban hacia el Atlántico.
Este camino que señalamos se siembra con muestras
de industrias y artes pertenecientes a aquel pueblo.

- 140 —
Remitamos a los trabajos de los arqueólogos portu­
gueses que han sabido estudiar los yacimientos que alber­
gan, por uno y otro lado, las zonas montañosas enumera­
das.
Citemos, para ser breves, el trabajo del profesor
A. Castillo Yurrita sobre el Vaso Campaniforme, presen­
tado al IV Congreso Internacional de Prehistoria. En el
mapa que se acompaña vemos, dentro de la sucesión
montañosa, cercano a nosotros, y apuntando, por otro la­
do, hacia el cabo de Roca, señalados los lugares de Eira,
Pedrinha y Seixo.
En otras artes, más cerca de nosotros, tenemos las
pruebas de su pasada presencia con las bellas muestras
de las pinturas de las Batuecas repartidas en multitud de
canchales.
Y aun más próximo, el petroglifo del Puerto del G a­
mo, que más arriba hemos estudiado.
Diríamos que también nuestra continuidad montañosa
sirvió de camino de propagación en viejas etapas paleo­
líticas.
Esta es, pues, la ruta que señalamos para la llegada,
a nosotros, de la cultura Neolítica y que sospechamos
debió ser utilizado, —en los hondos períodos paleolíticos— ,
como enlace entre los pródigos yacimientos del Tajo y
Manzanares.
Y es esta misma dirección y senda, que marcó con “ re­
guero de huellas“ la Cultura Mastiena (designación que
comprendemos con toda la amplitud que le señala Camón
Aznar), la que debió de imponerse como rumbo o ruta para
la difusión de las artes megalíticas, porque sobre nuestras
tierras occidentales luso-extremeño-andaluzas, es donde el
arte dolménico se expresa con todo el empuje y vigor de
construcción magna, y se refina y estiliza en esquematismos,
considerados como religiosos, a medida que penetra hacia
el Este y se mezcla, en aquellas zonas, con grupos en los
cuales el sentido artístico de la estilización predominó y
supo conservarse más fuerte en tradiciones africanas.
Terminamos este capítulo sobre Cultura Mastiena del
Noroeste cacereño con una frase de Martín Almagro, reco­
gida de su libro “ Introducción a la Arqueología11:
“ Así, pues, nos parece indispensable adm itir diver­
sos caminos y orígenes de estos elementos neolíticos y
aunque todavía está por precisar con seguridad, s i po­
demos decir que desde A frica..."

- 142 -
con grupos en los
Jción predominó y
"¡es africanas.
--ra Mastiena del
tfn Almagro, reco-
2oIogía“ :
'le adm itir diver­
tio s neolíticos y
fguridad, s i po-
C A S T R O DE LOS RIS­
C O S DE VILLAVIEJA

L a S referencias que existen anteriores a nuestros


estudios sobre este yacimiento son tan imprecisas y limi­
tadas que nos permiten sospechar que ninguno de los
autores, que citan este lugar, le visitaron. Hablaron fun­
dándose en lo que creían ver y distinguir desde las zonas
bajas del Valle, desde las cuales los riscos se destacan
perfectamente, y se distingue algún lienzo de muro.
Paredes Guillén dice: “ Cerca también de Plasencia,
se hallan los muros de una población de esta época (se
está refiriendo a la Edad de Piedra) en los riscos que lla ­
man de V illavieja o Plasencia la antigua“ (1 ).
Mélida (2), por su parte, también dice: “ ruinas de
antigua población o citania en el sitio llam ado Villavie­
ja o Plasencia la Vieja. En los riscos se ven muros de
antigua población“ (¿?).
Por la forma escueta de sus referencias creemos que
ninguno de los dos visitó el lugar, bastándoles hacerse
eco de lo que era dominio público.

(1) P A R E D E S G U IL L E N : !oc. cit.


(2) M E L ID A : “ Catálogo Monumental de Esp aña", Provincia de Cáceres,
1914-1916.

— 145 -
Caminando desde Plasencia por la carretera que se
interna en el valle del Jerte, aproximadamente a la altura
del kilómetro 13, y sobre la parte más alta de la sierra de
la derecha, se divisa un conjunto de rocas que caen casi
en absoluta verticalidad, destacándose en el horizonte tan­
to por lo agudo de sus picos como por el tinte negro que
le da su orientación hacia el Norte, motivo por el cual re­
cibe también el nombre de Riscos de Peñapegra.
Situados arriba, la sierra presenta la forma de una
meseta con vertiente más suave y prolongada en la falda
meridional y más reducida y pronunciada hacia el valle
del Jerte.
Estos terrenos pertenecen al término municipal de
Casas del Castañar, en su mayor parte.
A lo largo del contorno que tiene este amesetamien-
to del cerro se acusa la presencia de un muro que sigue
aproximadamente el borde de la tal meseta. Casi en su
totalidad está derrumbado. En algunas partes que miran
al valle del Jerte, se conservan mejor los lienzos de pared
empotrados entre grandes canchales.
La anchura de estos muros es de tres y medio a cua­
tro metros. Estas medidas se logran tomar en algunos si­
tios donde se ven grandes bloques colocados verticalmen­
te, a modo de caja, y limitando el ancho de las paredes.
Predominan, en su formación, las piedras de mediano ta­
maño, laminadas. No hay señales de aparejo.
El contorno total mide tres kilómetros y ciento vein­
tidós metros. La circunvolución amurallada, falta a veces
por haberse apoyado sobre caras lisas de bloques graní­
ticos, y otras, como ocurre en la parte norte del castro,
no se hace precisa. Gracias a la verticalidad de las rocas,
y al hundimiento que determinó una falla, existe en este
lugar mejor parapeto que el logrado mediante construc­
ción humana.

- 146 —
carretera que se
lente a la altura
3 de la sierra de
s que caen casi
el horizonte tan-
tinte negro que
o por el cual re- Ssi
megra.
3 forma de una
;ada en la falda
a hacia el valle

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y medio a cua-
en algunos si-
os verticalmen-
¡e las paredes,
de mediano ta­
jo.
y ciento vein-
, falta a veces
bloques graní-
rte del castro,
d de las rocas,
Muro de la vertiente
existe en este
al V alle del Jerte del
iante construc- castro de Villavieja.
La puerta principal del castro se abre en la vertiente
Jel valle del Jerte. Los dos muros de la entrada se acodan,
nvirtiéndose hacia el recinto, como vemos ocurre en otros
castros. Lógrase de esta forma un corto pasillo, entre mu­
ros, anterior a la puerta. El piso de ella tiene un enlosado
natural. No se ven apoyos de puertas.
Adosados al muro por su cara interna, en esta misma
vertiente, se encuentran, distanciadas, algunas construc­
ciones circulares que semejan torreones. El espesor de sus
paredes viene a ser de un metro y el espacio circundado,
es practicable.
Hay, visibles, otras dos puertas más. Una de ellas en
esta misma vertiente y la otra en la opuesta, conociéndo­
sela por los indígenas con el nombre de la Puerta del Sol.
En la parte más alta de todo el recinto murado, exac­
tamente sobre los mismos riscos, hay una zona destacada
por elevación natural y alrededor de la cual existió cons­
trucción murada. Hoy día su cúspide es asiento de un vér­
tice geodésico.
Creemos que este recinto, intramuros, debió de ser
destinado a exposltorium o a lugar sagrado. Tiene una for­
ma ovoide, con diámetro mayor dirigido de noreste a
oeste, con 50 metros de longitud el diámetro mayor, y 20
el más pequeño.
Lejos del lugar anterior, dentro de muros, y en la ver­
tiente que mira hacia las tierras de Gargüera y Malparti-
da, en tres zonas separadas, parecen verse paredes ente­
rradas que limitan espacios rectangulares y que creemos
corresponden al enclave de la acrópolis del castro. Cerca­
na a estos restos de construcciones hay un manantial que
no se seca ni en el más duro estiaje.
El contorno del recinto general tiene una forma arri-
ñonada.

— 149 -
Gracias al ara romana recientemente descubierta en
Navaconcejo por mis compañeros Díaz y Herrero Alonso,
podemos hoy dar nombre a la divinidad que fue objeto
de adoración en el valle del Jerte, y a la que, sin duda,
estaría consagrado el castro de Villavieja por ser, esta ci-
tanía, la ciudad de montaña más significada que tuvo esta
zona que estudiamos.
En nuestra transcripción encontramos que se cumple
un voto a A SIFRITA .
La importancia que desde el principio concedimos a
este ara fue grande, basada en estas dos circunstancias:
1.a. El traernos el nombre déla divinidad a la que ren­
dían culto nuestros remotos antepasados; 2.a. Porque es­
te documento venía a borrar las dudas que habían sido
puestas a nuestra vieja tesis sobre la romanización del va­
lle del Jerte, ofreciéndonos, además, un nombre nuevo de
deidad que no pudimos encontrar en los trabajos que con­
sultamos al efecto. También Maluquer, nos confirma lo
sospechado diciéndonos, que se trata de una diosa “ des­
conocida y muy interesante".
Al estudiar E L RO M AN O trataremos con extensión
de este ara.
Al señalar la zona cercada, intramuros, la hemos lla­
mado, además de recinto sagrado, expositorium, por no
ser infrecuente que el mismo recinto sirviera de platafor­
ma para exponer a los cadáveres y que fueran pasto de
las aves carnívoras, al modo como aun se realiza en cier­
tas zonas de la India.
A esta práctica se achaca la falta de necrópolis de
algunos castros.
Hasta hace muy pocos años hemos seguido viendo
los buitres y águilas anidando en aquellos riscos de los
que eran dueños y señores en la primera visita que hici­
mos al castro en 1932, acompañado de nuestro viejo com-

- 150 —
descubierta en
ierrero Alonso,
que fue objeto
que, sin duda,
por ser, esta ci-
a que tuvo esta

que se cumple

) concedimos a
circunstancias:
a la que ren-
2.a. Porque es-
ue habían sido
nización del va-
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nos confirma lo
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con extensión

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torium, por no
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jeran pasto de
ealiza en cier-

necrópolis de

seguido viendo
riscos de los
visita que hici-
tro viejo com-
pañero de aficiones el Sr. Herrero Alonso. Hoy las gua-
rrillas, llegadas en nuestra guerra, lian desplazado total­
mente a las aves de gran tamaño.
Desde el castro, y más específicamente, desde el que
llamamos recinto intramuros se divisa una espléndida
perspectiva que abarca tanto al valle del Jerte, como a las
tierras de cereales de la vertiente opuesta, sobre las
que aun parece determinarse la intervención del gro-
m atici, en la perpendicularidad que guardan no sólo las
paredes divisorias de los terrenos, sino también el traza­
do de los caminos.
Más adelante nos ocuparemos de un yacimiento pú-
nico-romano en estas tierras.
Fuera del castro, y anterior a la entrada principal,
aproximadamente a trescientos metros de ella, en una sua­
ve terraza que forma allí el monte, hay restos de construc­
ciones incluidas en un muro circular de setenta metros de
contorno y cuyo grosor de pared es de metro y medio.
Las construcciones internas tienen, en algún lugar, hasta
noventa centímetros de espesor de paredes. Entre ellas
hay una en la que se conservan las jambas de entrada a
la vivienda. Aquí encontramos cerámica vasta con incrus­
taciones de cuarzo, cochura imperfecta, sin que podamos
haber hallado otros tipos más finos que suelen estar pre­
sentes en casi todas las estaciones de la cultura de los
castros.
No tenemos, por lo expuesto, bases firmes para po­
der hablar de la vida sobre este recinto.
Esperamos los resultados que nos dará una excava­
ción reglada.
Independientemente de los resultados que arrojen
los estudios que habrán de hacerse, tenemos la par­
ticular creencia de que se trata de un castro que se­

- 153 -
rá pobre en hallazgos arqueológicos porque debió de ser
poco continuada y permanente la vida sobre él.
En todas las prospecciones que hemos realizado en es­
ta ciudad de montaña, siempre nos ha sorprendido la po­
breza de superficie que acusa.
Fuera de escasas y poco demostrativas cerámicas, no
hemos hallado ninguna otra clase de vestigios que nos
hablen de su vida pasada.
Por eso estimamos que el imponer —como se viene
haciendo— un modo a la cultura que se desenvuelve cer­
cana a un castro, y una época a su habitabilidad, es equi­
vocada por exceso en la generalización.

- 154 —
IN D O EU R O P EO S
S U M A R I O :

L O S C E L T A S .— Artes atípicas y prácti­


cas necroláticas.— Toponim ias.— Perviven-
cias demosíquicas (E tn ología).— Arm as.—
Plástica celtibérica.—T eoría sobre la celti-
zación de nuestra Comarca.

“ En la cultura céltica española todo es problem áti­


co. E s cuestionada la índole de los pueblos que con el
nombre genérico de celtas invaden España. H ay una pro­
funda diferencia de opiniones respecto a l número y em­
puje de estas invasiones y de los pueblos que la consti­
tuían. H ay contradicciones en las fuentes antiguas sobre
su localización y aún sobre su calidad de indígenas o de
invasores. No se ha estudiado la acción de los pueblos
autóctonos sobre los forasteros. No se pueden delim itar
con exactitud sus caracteres artísticos. Desconocemos
su lengua y su religión...“ Así comienza el capítulo LO S
C E L T A S EN ESPA Ñ A , déla obra del profesor Camón
Aznar.

- 157 -
En realidad, en lugar de descorazonarnos pensando
que vamos a caminar sobre arenas muy movedizas, nos
sentimos estimulados a llevarlo a cabo aunque nuestro
aporte a la obra general del conocimiento de este proceso
no sirva para gran cosa. Nos damos por satisfechos en su­
mar nuestro leve paso, a la acción de prensar y dar más
cohesión al suelo de este caminar incierto, contribuyendo,
en la medida de nuestras fuerzas, a darle un poco más de
estabilidad.

No es necesario analizar la falta que se acusa de una


cronología unánime en la fijación de las invasiones de
que fue objeto nuestra Península por pueblos que, llama­
dos de las más diversas maneras, se engloban bajo el co­
mún de indoeuropeos.
Apartándonos del gran confusionismo que crea tan
diversas designaciones, nos encontramos con el hecho cier­
to de que gentes y razas procedentes de más allá de los
Pirineos, se suman y confunden con las que vivieron lar­
gos siglos sobre nuestras tierras conservando su étnica
sin mezclas extrañas.
Nos atrevemos a hablar de este pueblo invasor, ba­
sándonos y analizando reliquias y costumbres aun existen­
tes, que nos hablan de esta cultura y de estas gentes,
ocupando nuestra comarca.
Hagamos previamente un resumen de lo que se con­
sidera y estima como cierto sobre ellos, en relación con
la Península ibérica.
Gómez-Moreno calcula que los “ desgarramientos ha­
cia acá en aquel pueblo11 (1) se realizan entre los años
1350-1090.

(1) G O M EZ -M O REN O : “ Misceláneas“ .-Pág. 75 (1949, Consejo Sup. de Inv.


Científicas).
narnos pensando En su último cómputo, Camón Aznar fija el siglo X
movedizas, nos para la llegada de la primera oleada celta a nuestra Pe­
aunque nuestro nínsula.
de este proceso
Estas mismas fechas da Santa-Olalla, agregando que
atisfechos en su-
esta penetración fue “ intensamente renovada en el año
nsar y dar más
850“ (1).
), contribuyendo,
Bosch Gimpera fija el año 900, fecha que es acep­
un poco más de
tada por Maluquer.
Vemos que son bastante concordantes las fechas se­
ñaladas para las primeras llegadas del pueblo extraño.
>e acusa de una
Otra cosa ocurre cuando se trata de darle nombre y
s invasiones de
definir sus características.
)los que, llama­
ban bajo el co- El primero de los autores citados nos habla de una
primera invasión de ligures y beribraces, de procedencia
indogermana que, se distribuirían por Cantabria, Asturias
0 que crea tan
y Lusitania.
on el hecho cier-
más allá de los Estos pueblos indoeuropeos precélticos serían, ilirios
le vivieron lar- para Pokorny; vénetos, para Kretschmer; y, ambrones, pa­
ando su étnica ra Menéndez Pidal.
El resurgimiento de las ideas iliristas y del movimien­
to referido a este pueblo, vuelven a cobrar nuevos bríos y
lo invasor, ba-
vigores gracias al impulso que les dan los estudios de la
es aun existen-
señora Laviosa Zambotti, como nos hace saber Tovar (2).
estas gentes,
Según la citada autora, hacia el nordeste itálico y
sur de Francia llegan los pueblos indoeuropeos centum,
lo que se con-
inhumadores, presionados por los satén, incineradores.
1 relación con Recientemente Tovar (3) dice, que no se inclinaría a
admitir una primera oleada ¡lírica en nuestra Península,
rramientos ha- que bastaría con admitir elementos mezclados. Esto, a
intre los años nuestro modo de entender, es admitir la presencia de ili­
rios sin determinar la cantidad.
Sup. de Inv. (1) “ Esquema Paletnológico de la Península lbérica".-Madrid, 1944.
(2) “ Los ilirios, de nuevo“ .-5.-ZEPHYRUS, 1955.
(3) “ Las invasiones indoeuropeas“ .- Z E P H Y R U S , 1957.

159 -
Para Plutarco al pueblo ligur se le conocía también
con el nombre de AMBR-ones.
Menéndez Pidal acepta como palaba ligur, entre otras,
aquellas que empiezan por AMBR- y dice que ambrones
“ era nombre antiguo y familiar relegado a segundo tér­
mino por la denominación literaria de ligures“ .
Terminemos copiando lo que dice Tovar en su último
trabajo citado, en la página 81: “ Podemos, pues, afirm ar
que a la Península llegó una invasión indoeuropea muy
antigua, cuando los dialectos occidentales no se habían
diferenciado. S i la llamamos ligur, señalaríam os innu­
merables coincidencias con la Liguria y las regiones li­
mítrofes de Ita lia y de Francia; si Iliria , sus conexiones
con Europa Centro-oriental; si relaciona su nombre con
el de los ambrones (Menéndez Pidal. “ Toponimia11, 88 y
ss.), estaríamos autorizados para pensar en invasores
que se acreditan en la isla “ Amrun“ , en el mar del Nor­
te y en el nombre de los “ Umbros“ . Seguramente lo me­
jo r es no atribuir el nombre concreto de aquellos prime­
ros invasores ni siquiera el de designar su lengua como
la característica de los pueblos de los campos de urnas
(Pokorny, “ The Welsh Anvil“ , III, 82), pues realmente
hemos de preguntarnos si no será anterior a la invasión
de los campos de urna la que se extendió con el llamado
bronce atlántico“ .
La armonía aparente, se rompe al dar un nombre al
pueblo que realiza las primeras marchas por nuestra Pe­
nínsula. Las confusiones llegan a tal extremo, que el au­
tor, que diferencia por el nombre a dos razas, no tiene in­
conveniente en considerarlas una cuando refiere o trata
características no enlazadas con la denominación.
Analicemos nuestra aportación.

— 160 -
e le conocía también

laba ligur, entre otras,


dice que ambrones
;ado a segundo tér-
!igures“ .
! Tovar en su último
'e/nos, pues, afirm ar
n indoeuropea muy
líales no se habían
señalaríam os innu-
y las regiones li-
ia, sus conexiones
na su nombre con
'‘Toponimia*1, 88 y
m sar en invasores
en el mar del Nor-
eguramente lo me­
te aquellos prime-
- su lengua como
campos de urnas
), pues realmente
ior a la invasión
ió con el llamado

ar un nombre al
por nuestra Pe-
smo, que el au-
izas, no tiene in- Bastón de mando indoeuropeo
del ajuar del sepulcro en cúpu­
) refiere o trata
la del Teriñuelo de Carcaboso.
inación. (Págs. 95,164 y sigs.)
In d u s tria s a típ ic a s y
p rá c tic a s necrolátricas

Dentro del criterio que hoy día prevalece de aceptar


el nacimiento del megalitismo necrolátrico en nuestra Pe­
nínsula, y ser ella la que irradia estas prácticas hacia Eu­
ropa, no podemos dejar de reconocer que resulta difícil
hablar de estas artes sin hacer mención de la presencia
de pueblos indoeuropeos, muy especialmente cuando nos
referimos a las formas postreras de estos enterramientos,
representadas por los dólmenes de Cúpula.
Buena prueba de esto que decimos la tenemos en el
túmulo de Carcaboso, entre cuyo ajuar aparece la extra­
ña pieza a que haremos referencias perteneciente a cultu­
ras que pudieran estimarse como muy distantes de las ar­
tes megalíticas. De que este enterramiento fue de inhu­
mación, no nos queda la menor reserva, toda vez que
nuestros informes proceden de un médico forense que lo­
gró examinar parte de los restos exhumados.
Este monumento se construyó sobre la parte más
alta de un cerrillo acarreando, desde bastante distancia,
tres elementos esenciales para su elevación, las piedras
que forman el círculo, la tierra con que se rellenó y las
pizarras que fabricaron la cám ara.
Esto nos descubre la relación de parentesco que tiene
con los estudiados de Baviera, Bohemia y Francia cen­
tral, estableciéndose mayores semejanzas entre éste y los
otros al implantarle sobre un lugar que nunca estuvo for­
tificado ni cabe tampoco pensar que fuera fácil de fortifi­
car, al igual que sucede con los de Lausacia.
Pues bien, en este sepulcro megalítico, y pertenecien­
do a su ajuar, surge una pieza extraña que prestigiosos
maestros de nuestra Arqueología aceptan como de clara
procedencia centroeuropea, la equiparan al hacha-marti­
llo de Balenkaleku (1), le dan una denominación y le asig­
nan una utilidad basada en la semejanza que ellos esta­
blecen.
Esta pieza ha sido descrita en el capítulo M EGALI-
TISM O .
Se trata de un elemento cuya fabricación ha sido muy
cuidada. Su pie, con planta convexa, no tiene ni anchura
ni peso suficiente para mantenerlo por sí solo, guardando
perfecta armonía con el total. Examinado en conjunto se­
meja una estilización de perfiles humanos.
No aceptamos, para este elemento, ni la denomina­
ción ni la utilidad que cabe en un hacha-martillo.
Para nosotros es un elemento simbólico, lleno de fra­
gilidad, a consecuencia del orificio practicado en la parte
alta de su cuerpo, y perfectamente cuidado en sus reto­
ques, como acusa muy bien su simple contemplación.
Dudamos catalogarlo como un objeto representativo
de mando o como la parte inferior de un pequeño ídolo
que necesariamente había de ejercer sus funciones lleva­
do en la mano.
Hemos observado, estudiándole detenidamente, que
se aprecia un tatuaje inmediatamente debajo del orificio,
sobre la cara que hemos llamado posterior, tatuaje que
también se presenta en las caras laterales y cuyo origen
lo atribuimos a la acción impregnante de la grasa de los
dedos de la mano. Cogido con la mano derecha, la acción
de empuñarlo lleva, involuntariamente, los dedos de la
mano a ocupar las zonas señaladas, precisándose, entre

(1) Profesor Maluquer, Pericot y A. del Castillo Yurrita.


unas y otras zonas marcadas, espacios limpios que con­
servan el colorido natural de la roca.
¿Por qué está roto este útil?
El túmulo del Teriñuelo de Carcaboso viene a testi­
moniarnos que la práctica de la muerte ritu al tuvo exis­
tencia dentro de las poblaciones que construyeron los se­
pulcros megalíticos, por lo tanto, la opinión de Maluquer,
que rechaza esta creencia (1), no debe alcanzar a los
sepulcros de Cúpula.
De todos los componentes recogidos de este túmulo,
esta pieza es la única que aparece rota, incompleta e inútil.
Dentro de esta cámara funeraria sólo se ha producido
una muerte ritual y se ha cuidado mucho de que tal hecho
sobresalga, pues esta pieza inutilizada se acompaña de
otras, tan notables y significativas, como el hacha gigan­
te de dimensiones extraordinarias con superficie perfecta­
mente pulida y cortes muy retocados. Igualmente ocurre
con el hacha compañera y con el resto de las piezas des­
critas al tratar de este enterramiento.
Esta acción única, tan específica y significativa, es
la que nos induce a considerarle como un BA STO N D E
MANDO, cuya autoridad se pierde al desaparecer la per­
sona que lo esgrimía, pues si lo aceptamos como resto de
un Idolo, los razonamientos se nos harían más confusos,
ya que lo así representado tendría, por sí solo, persona­
lidad propia.
El tatuaje de tierra que presentan las dos hachas,
producido por su larga permanencia, clavadas, además de
testificarnos sobre la presencia de cámara funeraria, nos
dicen del cuidado que se tuvo en colocar ordenadamente
los objetos que constituían la ofrenda fúnebre.
El personaje, cuyo funeral se revistió de tal número

(1) M A L U Q U E R : “ Carta Arqueológica".-Salamanca, pág. 15.-Año 1958.


de atenciones ha de conceptuarse como muy distinguido.
Aceptada la procedencia centroeuropea de esta pie­
za...; comprobado que se realizó un enterramiento de in­
humación...; catalogado como dolmen de Cúpula el sepul­
cro donde se realizó esta práctica inhumatoria y se depo­
sitó esta industria indoeuropea..., no podemos comulgar
con que sea el siglo X el que fije el comienzo de estas in­
vasiones, ni que se estime aceptable la designación de
Celtas a estos pueblos mientras prevalezcan los sinónimos
de Celta-Cremación y Celta-Urnenfelder.
Seguiremos, más adelante, con estas ideas.

Toponimias

Admitamos al topónimo A M BR A C IA como cierto en


nuestras tierras sin extendernos, por ahora, analizando
las razones que nos facultan para ello.
Un escritor de la reconocida seriedad del P. Alonso
Fernández, “ conocido y ponderado por los eruditos de
ambos mundos, por los historiadores, por los pensado­
res discretos y por los aficionados a l buen decir“ (1), tes­
tifica haber visto escrito sobre una piedra existente en
una casa de la calle del Rey, de Plasencia, en 1627, las
palabras P A G U S A M BR IA C EN SIS.
AMBR-oz es el nombre del río que corre cercano a las
ruinas romanas de Cápera o Cáparra.
AMBR-um es el nombre reconocido por cierto y real de
la garganta que baja desprendida de Pinajarro y atraviesa
la villa de Hervás, juntándose con el río Santihervás, pa­
ra formar el Ambroz
Volveremos a ocuparnos de esto.

(1) D O M IN G O S A N C H E Z L O R O : Proemio a la reimpresión de la obra de


F ra y Alonso Fernández.-1962.

- 166
Pervivencias demosiquicas.-Etnología.

Al seguir desentrañando nuestro problema, ahora ba­


jo el estudio de la perpetuación de las razas, creemos en­
contrar manifestaciones demosiquicas de acusada perso­
nalidad ancestral.
Creada la raza celtibérica por la fusión de aquéllos
con la población aborigen, por nuestros valles y montañas
se distribuirán los clanes que serán conocidos por el nom­
bre de vetsis o vettones.
En varios grupos, de actuales pobladores de nuestra
comarca de la Alta Extremadura —(Malpartida de Plasen­
cia, Riolobos, Serradilla, Torrejón el Rubio, Cañaveral y
Montehermoso)—, cabe aún precisar marcados rasgos
étnicos, que se han conservado gracias a la frecuencia
con que se unen entre ellos.
Su predominante índice mesaticéfalo unido a ojos cla­
ros y a una bien conformada anatomía, así lo pregonan.
Y no sólo es lo que concierne a lo somático lo que
nos habla de su progenie, son también, y con acusada
manifestación, las perduraciones simbólicas dentro de sus
ritos y costumbres.
Dice Diodoro de estos pueblos, dueños de nuestras
montañas y tierras bajas, que cuando alcanzan la edad
viril, se marchan a las montañas.
Entre los lusitanos se exigía, como prueba de madu­
rez masculina, la realización de un robo audaz, un algo
parecido al décimo trabajo de Hércules.
Un suceso que se repite todos los años, en las fiestas
más solemnes de un pueblo de nuestras montañas, nos trae
la imagen desfigurada de aquellas viejas costumbres, a tra­
vés de simbolismos.
Las fiestas son las de San Roque y el pueblo que las
celebra, Piornal.
Este pueblo, ganadero por excelencia, asentado en el
más alto lugar que ningún otro de nuestra provincia tenga,
(1.100 m.s.n.m.), hace galas—llegadas sus fiestas— del
siguiente rito:
Días antes de ellas, en un atardecer del mes de agos­
to, parte un grupo de mozos por la cuerda arriba de la
sierra a ganar, tras duras jornadas, el macizo de Gredos,
donde en lugares de los más fuertes y abruptos, crece un ti­
po de pino cuyas ramas han de ser traídas a la fiesta. Las
noches las pasan al raso durmiendo sobre las altas cum­
bres de este coloso.
A su regreso, el pino, además de engalanar a un con­
junto de alimentos que se agrupan en forma de pirámide,
servirá, alguna pequeña ramita, para adornar la cintura
o el pecho de las mozas, cuyos novios salieron victorio­
sos de la prueba.
Antes abandonarían sus mejores galas que dejar de
lucir sobre su persona, por todos los lugares, este símbo­
lo de varonil preferencia.
Hoy la fiesta está cristianizada, pero no ha perdido
el sabor de su herencia.
Formada la pirámide, distribuidos copiosamente los
alimentos, y adornado todo por la rama del pino, se lleva
sobre unas andas de las que se cuelgan esquilas del ga­
nado.
El cortejo se forma de la siguiente manera: cuatro
mozos soportan sobre sus hombros las andas encima de
las cuales va la pirámide lograda; delante de los mozos van
cuatro mozas, así penetran en la Iglesia colocándose en
el lugar más distante del altar mayor.

— 168 -
Terminado el Evangelio, el sacerdote suspende la mi­
sa, quedando de pie en ese lado del altar.
Las mozas inician un cantar; al terminar el cantar,
los mozos mueven las andas, avanzan todos unos pasos
y la iglesia se llena con sonidos de apriscos. Nuevo can­
tar nuevo caminar y nuevos remecimientos que extienden
por la iglesia sones de majadas. Y así se suceden las can­
ciones, los avances y la música o sonido de las esquilas,
hasta que llegan muy cerca del altar. El sacerdote bendi­
ce la ofrenda que, fuera ya de la iglesia, es vendida en
puja.
Nosotros lo vemos como un canto de vida, hoy santi­
ficado a través del bendito San Roque que, hasta para ma­
yor simbolismo le eligieron al cristianizarse las tribus,
porque lleva cayada y perro y heridas en sus piernas,
como las que hacen, a sus cabreros, los matorros de las
sierras del Piornal.
No creo que perdiera nada en belleza humana aquel
ancestral rito, del que éste deriva y procede, en el cual
llegará el mozo ante el pueblo reunido en asamblea ca­
reando delante de sí al ganado nuevo que acrecentará los
rebaños de la tribu y que su valor y osadía aporta al co­
mún, mientras que presenta a la moza que elige como
premio a la prueba superada.

Otra costumbre perpetuada, la encontramos en las


fiestas con danzas del cercano pueblo de Montehermoso.
Delante del grupo de hombres, que cantan y bailan,
camina un personaje vestido o arropado con una piel os­
cura.
Va el primero, separado del grupo por unos pasos y
su cometido es ir actuando como introductor de los demás.
Siempre que lo hemos presenciado nos ha recordado
aquella vieja práctica de nuestras tribus que enviaban de­
lante de sí al mensajero de paz, revestido con una piel de
lobo, pues al igual que aquél, éste trae embajadas de paz
y de alegría.

Una tercera costumbre, más extendida y generalizada,


es el jalbegado y reboque de las paredes interiores de las
viviendas.
Es operación propia de nuestras mujeres, que reali­
zan valiéndose de una escoba de báltico por ellas mismas
recogido y confeccionada.
Todo lienzo de pared, así revocado, se adorna, en
las partes bajas, con un zócalo o friso en rojo o en negro.

Para J. M. de Navascués más que supervivencias, se­


ría vida continuada y no desaparecida del primitivo, a pe­
sar de la civilización.

A r mja s

En reciente visita que hicimos a Cáceres vimos, en


casa de los Sres. de Fernández Silva, un lote de armas
encontrado en su finca de “ Cabeza de Araya“ , en 1956.
Habían aparecido en un escondrijo entre canchales
que, más o menos, exteriorizaron los conejos.
Un año o tal vez dos antes en la misma zona y en
lugar semejante, habían aparecido algunos restos metá­
licos y, entre ellos, uno de oro.
El lote que examinamos estaba compuesto por espa­
das cortas, puntas de lanzas con enmangue para el rega­
tón, aretes, botones con mamila, un clavo y un enganche
de cinturón o anzuelo.

- 170 -
ívestido con una piel de De dichos materiales, que clasificamos en el período
s trae embajadas de paz hallstáttico, recibimos un pequeño obsequio para nuestra
colección.
Dejemos dicho que esto nos hace pensar que pudie­
ran haber sido nuestras laderas caminos de descenso y pe­
netración hacia tierras andaluzas — que se aceptan fueron
ocupadas por la primera oleada indoeuropea— , y ser “ Ca­
beza de Araya“ un eslabón de continuidad en esta marcha,
entre nuestras tierras altas y las de Andalucía.

;vocado, se adorna, en
Plástica celtibérica
riso en rojo o en negro.
Creemos también poder agregar, al estudio de esta
que supervivencias, se- cultura sobre nuestro suelo, un Arte de plástica Celtibéri-
:ida del primitivo, a pe- rica representada por la cabeza de un Toro.
Esta escultura se halla sobresaliendo del liso blan­
queado de la pared de una vieja casa de la calle de San
Pedro, de Plasencia.
Generación tras generación ha permanecido en ese
lugar sin haber sido objeto de crítica.
Para nosotros fue, durante mucho tiempo, un enigma
a Cáceres vimos, en por el trazado del pelo de su frontal. Hemos tenido que
va, un lote de armas ver el mismo diseño, reproducido plenamente sobre los
a de Araya“ , en 1956. exvotos equinos de El Cigarralejo, para que abandonára­
ondrijo entre canchales mos nuestras reservas y lo incluyéramos como una prue­
ios conejos. ba del arte de este pueblo en nuestra Comarca.
n la misma zona y en Sus ojos amigdaloides, saltones, su simetría facial,
> algunos restos metá- el quietismo que proporciona a la figura el conjunto total
del trazado de sus rasgos, nos hablan en favor de su ar­
a compuesto por espa- caísmo.
nmangue para el rega- Para Camón Aznar constituye este tipo de trazado
in clavo y un enganche —refiriéndose a los presentes en los exvotos del Cigarra­
lejo— una clara muestra del ritmo geométrico que surge

- 171 -
como resultado de la mezcla del pueblo indoeuropeo con
nuestras gentes africanas.
Puede tratarse, la nuestra, de una escultura incluíble
entre aquéllas que adornaban las cornisas de los templos
celtibéricos.
Creemos que constituye un hecho de muy significati­
vo relieve el que a unos pasos de donde se encuentra es­
ta figura exista hoy una iglesia cristiana, y que, dentro
de su recinto, apareciera enterrada un ara romana de la
que más adelante nos ocuparemos.
Parece como si un poder telúrico, actuando genera­
ción tras generación, sin distinción de raza, religiones ni
costumbres, impusiera un determinado lugar del suelo de
la ciudad, como plataforma específica desde la cual el hom­
bre sintiera profundamente el impulso de su alma, ham­
brienta de creencias superiores.

Teoría sobre la celtiza-


ción de nuestra Comarca

Al intentar dar vida y movimiento a la serie de docu­


mentos que aportamos como testimonio de la presencia
del pueblo indoeuropeo en nuestra Comarca, vamos a se­
ñalar un hecho que algún día podrá ser recogido con más
detenimiento cuando podamos agregar, a las construccio­
nes teóricas, algún eslabón más de enlace entre períodos
culturales que hoy día se presentan, a nuestro modo de ver,
impropiamente, muy distintos e individualizados.
Cuando estudiamos el Petroglifo del Puerto del Gamo,
llamamos la atención sobre los grandes lazos de paren­
tesco que tenía con los lejanos de la Liguria y del Piamon-
te, así como con los presentes en el Sur de Francia. Ha-

— 172 —
Plástica celtibérica
(Plasencia)
:íamos también hincapié en señalar que dentro de nuestra
Península sólo establecimos relaciones de clara semejan­
za con el grupo lusitano últimamente estudiado por Russel
Cortez, más otro que referimos ahora, inédito, existente
en el Ayuntamiento de Góis y del cual nos da cuenta su
descubridor el profesor Dr. Joáo de Castro Nunez (1).
Centrábamos la grabación de nuestro petroglifo alre­
dedor del año 1500.
Es norma habitual en Arqueología relacionar etnias
y tiempos, basándose en la igualdad o semejanza de artes,
tanto por lo expresado como por la forma en que se han
realizado, el lugar elegido, y hasta la materia empleada.
Reconocida la igualdad de etnias por la igualdad de
las artes, en nuestro caso, nos veremos obligados o a su­
bir la fechación que hacíamos de nuestro petroglifo o a
descender muy por bajo de las cifras dadas por Gómez-
Moreno para hablar de la presencia en nuestras tierras de
pueblos de allende los Pirineos, pues aquellas artes rupes­
tres y estas del Puerto del Gamo nos hablan de la mis­
ma raza.

La presencia de pueblos indoeuropeos, centroeuro-


peos o simplementes europeos, la sentimos en nuestras
tierras mucho antes de las fechas fijadas para sus inva­
siones.
Una relación cultural y que reconoce como base el
comercio, debió de preceder, en varios siglos, a la llegada
guerrera que desplaza, paraliza o anula la tradicional for­
ma de vida y costumbres del pueblo conquistado.
Cuando la llegada se hace a través del comercio se acu­
sa débilmente porque sus innovaciones van injertándose en
proporciones mínimas sobre los propios modos del pue­

(1) Carta de fecha 21-111-957

— 175 -
blo indígena, por ello el acuse de su presencia es menos
destacado. Por el contrario, las invasiones guerreras ma­
cizan con brusquedad destruyendo lo existente, o quedán­
dolo reducido a mínimas representaciones.

Para M. Alm agro, apoyando el pensamiento de Bosch, los pueblos


indoeuropeos vienen pronto confundidos con el de los campos de ur­
nas ( urnenfelder) que queman a sus cadáveres.
Maluquer dice que la incineración es, por excelencia, ritual del
pueblo celta.
Este mismo autor, en sus trabajos en el yacimiento hallsttático
de C ortes de Navarra, encuentra motivos para establecer compara­
ciones arqueológicas con zonas danubianas e ¡líricas.

Veamos nuestro problema sin valorar las denomina­


ciones y sin entrar en oscuros distingos.
La venida de los pueblos de Europa a nuestras tierras,
se realiza como respuesta a la visita que nuestras gentes
mastienas llevan a cabo con su comercio alfarero, al mo­
do y a la manera que muchos siglos después siguen rea­
lizando, desde estas mismas tierras bajas de la provincia
de Badajoz, las nuevas gentes alfareras que transportan
sus mercancías a lomos de pacientes borriquillos, sabien­
do así alcanzar los territorios de Suiza, Germania y Escan-
dinavia cada verano.
Este sístole que impulsó a nuestras gentes neolíticas
hacia tierras altas necesariamente reportará, con un vol­
ver al punto de partida, el conocimiento de artes y modos
de ser del pueblo visitado. Si cabe admitir una sola direc­
ción para el comercio material no se concibe que, estos
actos, no acarreen influjo de ideas, cuando menos.
¿Es muy quimérico suponer que gentes de nuestras
tierras vinieran acompañadas de aquéllas de los pue­
blos visitados y, con éstas, sus artes y creencias que de­
jaron patentes en nuestros petroglifos extremeño-lusitanos?

- 176 —
ise de su presencia es menos Al tratar de poner nombre a estas primeras gentes ex­
las invasiones guerreras ma- trañas, los conocimientos actuales nos llevan a decir que
uyendo lo existente, o quedán- serán los ligures, o pueblo de los ambrones, nuestros pri­
resentaciones. meros visitantes.
No es descabellado pensar que procedan directamen­
J pensamiento de Bosch, los pueblos
:ndidos con el de los campos de ur- te de aquella raza, los centum, que expulsada de Centro-
us cadáveres. europa desciende a las tres penínsulas mediterráneas.
ación es, por excelencia, ritual del Así los vemos, saltado el Pirineo, descolgarse desde
las montañas vascas (Balenkaleku) para alcanzar el maci­
: = )s en el yacimiento hallsttático zo central que necesariamente les conducirá a nuestros
notivos para establecer compara-
inut .anas e ¡líricas.
valles, cálidos y prósperos, hechos a medida de sus exi­
gencias y rodeados de específicas características para el
a sin valorar las denomina- desenvolvimiento ergológico de su pueblo.
s distingos. La progresión por esta ruta señalada, debió de ser
anterior o más rápida que la astur y la gallega, si se es­
de Europa a nuestras tierras,
i visita que nuestras gentes timan y valoran nuestras artes rupestres estudiadas.
Esto debió de hacerse, en principio, en pequeños con­
su comercio alfarero, al mo-
tingentes, un poco al modo del “ ver sacrum i t á l i c o de
¿ siglos después siguen rea-
ahí el menor número de sus reliquias.
erras bajas de la provincia
Alcanzan la fase final de nuestro megalitismo necro-
s alfareras que transportan
::entes borriquillos, sabien­ látrico participando de aquellas prácticas y tal vez, en
te Suiza, Qermania y Escan- su reflujo a las tierras de partida, sean los propagadores
de estas artes.
Son pueblos de pastores y especialmente de ganados de
i ruestras gentes neolíticas
cerda que descienden a nuestras tierras por las faldas de
rnte reportará, con un vol-
las montañas, por ser estos lugares los sitios donde pros­
>c miento de artes y modos
peran y son abundantes los campos de castañas y bello­
abe admitir una sola direc­
tas.
to se concibe que, estos
La compenetración de aquel pueblo con el nuevo lu­
eas, cuando menos.
gar de su destino es tanta que a las tierras se las conoce­
r que gentes de nuestras rá con el mismo nombre que llevan las gentes veni­
de aquéllas de los pue- das. Dice Sánchez Belda que en la escritura, como en
artes y creencias que de­ la lengua, siempre se impone o se imita al pueblo de
c io s extremeño-lusitanos? cultura superior.

- 177 -
Esta dominación ligur impuso a nuestra comarca el
nombre de A M BR A SC U M o AM BRASC O .
La posterior llegada del celta, sólo altera la termina­
ción, pasando el nombre a ser A M BRA C U M o A M BRA TE.
No puede tampoco excluirse la posibilidad de que
A M B R A T E fuera el primer nombre con el que se desig­
nara y conociera en el período cultural a que nos esta­
mos refiriendo. AI posesionarse el Celta de ella pudo de­
nominarla con el nombre «antiguo y familiar» del pueblo a
quienes las conquistó; así queda justificada la conserva­
ción de la raiz ligur.
Aun prescindiendo de la realidad histórica que tiene la
presencia escrita de un “ pagus ambracensis“ , que un au­
tor de reconocida seriedad afirma ver escrito sobre piedra
radicada en la región que estudiamos, los hidrónimos, ac­
tualmente conservados, nos testifican, con su ralzAM BR-,
la innegable presencia de un determinado pueblo que los
quedó para siempre porque no sólo los grabó sobre un
clan o gens sujetos a las volteretas o cambios denomina­
tivos que en todos los tiempos existen y han existido y
que son causantes de muy marcados daños en las inves­
tigaciones toponomásticas, sino que también los esculpió,
indeleblemente, sobre propiedades universales cuyos nom­
bres están libres de cambiantes caprichos, porque su sa­
ber queda en los estratos firmes del pueblo llano.
Quedaron así, los hidrónimos para dar todo el vigor
a la extensión de AMBR- por toda esta comarca que gira,
y siempre giró, en torno del núcleo de Plasencia.
Esta raiz nos trae toda su representación etnológica.

Muy luego llegará el romano y al conocerlo como pa­


go, lo llamará A M BR A C EN SE o A M BR IA C EN SE.
Este es el modo como vemos adquirir todo su valor ét-
nico-filológico a la palabra A M BR A C IA .
Son, estos datos toponomásticos, de sumo valor cuan­
do se aúnan las funciones del arqueólogo y las del historia­
dor enfocadas a la reconstrucción de las civilizaciones an­
tiguas.
Mezquíriz Irujo (1) dice que sus fundamentos se ba­
san en la frecuente comprobación de los pieves medieva­
les —(iglesias con derecho bautismal)—, con la de los pa­
gos romanos.

En prensa el estudio que antecede, hemos recibido dos ama­


bles cartas, contestación a las que elevam os pidiendo aclaración a
ciertos extremos.
El Dr. M ario Grande, D irector del Museo Arqueológico y Etno­
gráfico de Vizcaya, nos dirige y orienta sobre el hacha-martillo de
Balenkaleku, al Museo de San Telm o, de San Sebastián, haciéndo­
nos la gracia de incluirnos uno de sus últimos trabajos arqueológicos
que versa sobre romanismos en su región.
Don Luis Peña Basurto, Secretario de la Sección de Arqueolo­
gía del Museo de San Telm o, nos complace enviándonos las siguien­
tes referencias sobre el hacha-martillo objeto de nuestro interés.
Desde estas líneas testimoniamos a tan distinguidas personas
nuestra profunda gratitud.
Damos a continuación copia literal de la comunicación que nos
dirigen desde el Museo de San Telm o, de San Sebastián:
" Dolm en de “ Balenkaleku" Norte.
“ Explorado por los Sres. Teles foro de Aranzadi, J osé M igu el
de Barandiarán y Enrique Eguren, en Julio de 1921.
Bibliografía. “ E X P L O R A C I O N D E OCHO DOLM ENES DE
A L T Z A N íA ".-M e m o r ia . Imprenta de laE xcm a. Diputación Provincial
de Guipúzcoa. San Sebastián. 1921.
“HACHA.
“ Material g e o ló g ic o : Ofita, pulimentada.

(1) “ La investigación arqueológica en la Liguria a través de las fuentes me-


dievales“ - Z E P H Y R U S , VI.-1955.
" Longitud: Desde el extremo más retirado del filo hasta el cen­
tro del agujero, 78 mm. Desde el otro extremo del filo, 80 mm. D es­
de la convexidad del filo hasta el borde del agujero, 84. E l diámetro
de éste, 23, y la anchura exterior del hacha en este punto, 42; es de­
cir, el borde del agujero es, a un lado y otro, de 9 y medio mm. de
espesor. E l filo es de 40 y la altura del agujero de 32. E n éste, que
es cilindrico, hay desde la mitad de la altura, 16 hasta los 22 hacia
la cara que se encorva algo para dar m ayor dasarrollo al filo con
forma de proa, un surco de 6 mm. de ancho, com o para dar espacio
a un tendón o tira que rodease al mango y se hinchase al mojarlo...
Las caras laterales del hacha son curvas convexas, condición nece­
sitada por la naturaleza del m aterial". (San Sebastián, 17 de Octu­
bre de 1957).
Comparadas la descripción que antecede y la que hicimos de
nuestro hallazgo, vem os que guardan una íntima relación ambas
piezas.
Puesto que nosotros desestimamos los calificativos de hacha-mar­
tillo para la nuestra, sería importante conocer si la pieza de Balen-
kaleku, vista ahora a través del estudio que nosotros hacemos de la
de Carcaboso, sigue en semejanzas a la de aquí en cuanto a tatua­
jes por empuñadura, como también, si el surco que en la de Ba-
lenkaleku se estima como guión para una cuerda o correa, no son
otra cosa que los nervios o resaltes que buscan belleza en la cara
posterior de nuestro objeto.
D e todas formas, seguimos insistiendo en que nuestra pieza no
ha sido ni hecha ni martillo, y que las dudas que tenemos están en
que haya pertenecido a un objeto simbólico, representativo de mando,
o religioso, por formar parte de un Idolo.

Hemos unido industrias, artes, procederes necrolátri-


cos, perduraciones demosiquicas y topónimos e hidróni­
mos, y hemos expuesto nuestro punto de vista explicando
la forma bajo la que vemos llevarse a cabo este fenómeno
humano con razas extrañas, viviendo en nuestras sierras
y tierras bajas de la Alta Extremádura.
Con todo, no creemos haber hecho otra cosa que poner
la primera piedra para el estudio de esta cultura en nuestra

- 180 —
más retirado del filo hasta e l cen­ región, virgen, hasta ahora, de todo intento en este sentido.
tro extremo del filo, 80 mm. D es­ En esencia, tanto el estudio que hicimos sobre neo-
borde del agujero, 84. E l diámetro
litlzación, como este otro sobre celtización, tienen por fin
el hacha en este punto, 42; es de­
d o y otro, de 9 y medio mm. de llamar la atención hacia nuestra Comarca, porque la consi­
del agujero de 32. E n éste, que deramos de capital importancia, para el común saber del
* la altura, 16 hasta los 22 hacia estudio arqueológico ibérico.
ir mayor dasarrollo al filo con
e ancho, com o para dar espacio
y se hinchase al mojarlo...
convexas, condición nece-
i/". (San Sebastián, 17 de Octu-

ue antecede y la que hicimos de


'dan una íntima relación ambas

nos los calificativos de hacha-mar­


te conocer si la pieza de Balen-
idio que nosotros hacemos de la
a la de aquí en cuanto a tatua-
si el surco que en la de Ba-
ra una cuerda o correa, no son
que buscan belleza en la cara

stiendo en que nuestra pieza no


is dudas que tenemos están en
5li :o, representativo de mando,
Idolo.

:es, procederes rtecrolátrí-


s y topónimos e hidróni-
punto de vista explicando
irse a cabo este fenómeno
riendo en nuestras sierras
ládura.
hecho otra cosa que poner
de esta cultura en nuestra

_ 181
L a fusión que los pueblos indoeuropeos realizan con
las asentadas razas aborígenes debió lógicamente llevar­
se a cabo no sin que entre unas y otras hubiera luchas
y disputas y, por tanto, vemos a nuestra zona pasar por
las mismas circunstancias que son aceptadas para otras
regiones.
Tal vez el principio de estas disputas sea el origen
de las ciudades construidas sobre lugares de montaña de
difícil acceso, protegidas por cercos murados donde el
hombre, que ya cultiva nuestros terrenos bajos sin tener
abandonadas sus antiguas ocupaciones de caza y pasto­
reo, se ve obligado a realizar el desplazamiento de sus
viviendas colocándolas en lugares resguardados por altos
muros.
Las dos zonas que tenemos señaladas como castro en
nuestra región —Villavieja y Cabezabellosa— son, como
yacimientos, pobres de superficie, ocurriendo lo contrario
que hemos visto sucede en lugares semejantes, cercanos
a nosotros en la provincia de Avila, cuales son el castro
del Ulaca y el del Berrueco de Gilbuena (este último,
que exploramos en el verano de 1956, se halla enfrente

- 185 -
del Berrueco del Tejado, que estudiaron por primera vez
nuestros maestros el Padre Moran y el doctor en Medici­
na, de la Fuente Arrimadas, y más recientemente Malu­
quer) (1), pues tanto sobre el uno como sobre el otro,
sin grandes esfuerzos ni penosas observaciones, se des­
cubren prontamente manifestaciones que la vida humana
fue dejando patente sobre aquellos cerros.
Estas abundancias en restos de útiles, al convertirse
en testigos de la larga permanencia de las gentes sobre
aquellas crestas incómodas, nos hablan de las duraciones
de sus luchas y querellas.
Así pensado puede deducirse que los disturbios no
debieron prolongarse largo tiempo en nuestros lugares.
Lo que quedamos apuntado, lo hacemos con las de­
bidas reservas, ya que nuestros castros no han sido obje­
to de exploración en la cual haya intervenido la labor de
cava.
Mas si una vez realizada la fusión de las razas, y pa­
sado el tiempo no hubiera habido concordia; si no hubie­
ra habido paz; si las tan traídas y llevadas luchas tribales
estuvieran tensas... la calma hubiera venido como por en­
canto al conocerse la noticia traída por los lusitanos —pi­
ratas de la Bética— , de que por aquellas tierras andaban
legiones de hombres que no les interesaba discutir sobre
derechos de caza, siembra o pastoreo.
Si hubieran estado vivas las diferencias entre ellos,
este acontecimiento los uniría contra el que venía hacién­
dose dueño y señor de lo de acá y de lo de allá.
Y así, unidos, los vemos acudir a la llamada que les
hacen los clanes de Toledo, yendo en su ayuda mezcla­
dos a los vacceos, a perder la lucha y a su jefe Hilerno
(193 a. de J.C .).

(1) “ Cerámicas de la M eseta“ .- Z E P H Y R U S , V1I-1956.

— 186 —
e estudiaron por primera vez
Morán y el doctor en Medici-
y más recientemente Malu-
i el uno como sobre el otro,
osas observaciones, se des-
taciones que la vida humana
uellos cerros.
stos de útiles, al convertirse
inencia de las gentes sobre
ios hablan de las duraciones

cirse que los disturbios no


;mpo en nuestros lugares,
ido, lo hacemos con las de-
ds castros no han sido obje-
»ya intervenido la labor de

la fusión de las razas, y pá­


lido concordia; si no hubie-
s y llevadas luchas tribales
ubiera venido como por en-
aída por los lusitanos —pi-
r aquellas tierras andaban
s interesaba discutir sobre
storeo.
js diferencias entre ellos,
ontra el que venía hacién-
i y de lo de allá.
:udir a la llamada que Ies
do en su ayuda mezcla-
cha y a su jefe Hilerno
Y luego, unidos a Viriato, de muy discutido origen
portugués (1), serán conducidos por él a la lucha a través
:e los viejos caminos que conoció en sus piraterías lusi­
tanas sobre la Bética.
Y serán aceptados aquellos campos por las legiones,
ya que en ellos el romano puede lucir su estrategia de ba­
talla cam pal que realiza con tanto acierto y fortuna. Sen­
tirá la derrota de sus legiones cuando éstas sean arras­
tradas a terrenos abruptos, donde nuestras gentes pondrán
en práctica el concursare ibérico, esa mezcla de sorpresa,
audacia y rebote que aprendieron de los africanos, nues­
tros celtíberos antepasados.
Vistos los planos de las campañas lusitanas o celti­
béricas, creemos que la lucha no llegó a nuestros campos
inmediatos. Que las legiones romanas no necesitaron ex­
ponerse en nuestros terrenos montañosos sabiendo, ade­
más, que sus vettones eran clanes que carecían de rique­
zas y “ las tribus más salvajes de la Península11, según
expresión recogida por Bosch Gimpera y Aguado Bleyes.
Y con Sertorio, las rutas serán casi las mismas, en
cuanto se refiere a nuestras inmediaciones, y las batallas
seguirán alejándose hacia las tierras metalíferas del Nor­
te por caminos cada vez más separados de nosotros.
Los contactos entre las legiones del Norte y del Sur
se establecían por uno de los Juga Carpetana, sobre la
dirección del meridiano 5.° W. de Greenwich, alcanzando
el Guadiana.

(1) La relación que vemos entre las palabras Vetsis y Vettones; Viriato y
Vera, nos hacen pensar si todas tienen el mismo significado de A N IL L O o A R O ,
que es dado a la primera.
Contemplados nuestros Valles desde lugares alejados de las tierras bajas, se
ven cerrados por crestones montañosos que dibujan a modo de colosales arcos o
anillos englobando a los Valles.
E l mismo zócalo de Uredos, que se orienta de noreste a suroeste, al llegar a
nuestra comarca se desvía claramente hacia el sur, envolviendo, con este codo, al
valle del Tiétar o de la Vera.
Por eso estimamos que estas razas de Vetsis o Vettones, que vivieron a lo­
mos de nuestras cumbres, fueron designadas asi porque tales denominaciones que­
rían decir algo semejante a gentes del aro o del anillo.

— 189 -
Terminadas las campañas de Viriato, y alejados los
frentes de lucha, se habrá perdido el temor a la invasión,
y la vida en las zonas bajas debió de reanudarse defini­
tivamente después de estar conmovida durante los siete
años que duraron las citadas campañas.
La frase que hemos recogido reproducida por los pro­
fesores Bosch y Aguado Bleyes y que así expresada pre­
dispone a una aceptación, la estimamos discutible.
Nosotros diríamos que el calificativo de “ salvaje1*,
dado por los romanos refiriéndose a nuestras tribus, ha
de estimarse como laudatorio, pues no otra cosa cabe pen­
sar cuando entre todas las guerrillas que combaten al lado
de Viriato, distingue, separa, y califica, al grupo que ha­
bitó en nuestras montañas.
Mientras nuestra Comarca fue cantera de hombres en
las guerras lusitanas, era natural que el temor cundiera.
El nuevo tipo de lucha y de armas usado por el invasor
aumentaría la confusión. El renegado o cobarde crearía
clima apropiado para ello, justificando su porqué con hu­
manas exageraciones.
Todo ello llevaría a tomar medidas de prevención an­
te un peligro de invasión del cual no estaban exentas
nuestras tierras.
Una de las citadas medidas sería la elevación de los
torreones de señales que se ven distribuidos estratégica­
mente sobre los cerros dominantes con perfecta visibili­
dad de unos a otros.
El del Calamoco (1), descrito en páginas anteriores,
sería entonces elevado. Otro tanto ocurriría con el de la
“ Atalaya11, sito en la dehesa de tal nombre y con el de
Castillejo, en la dehesa boyar de Malpartida, y tantos

(1) La palabra C A L A M O C O debe tener procedencia árabe, de la raiz Al-


kalat, que significa “ el castillo". Dicha procedencia del nombre sólo quiere decir
que ha perdurado la denominación que le dieron los árabes, sin que esto implique
nada en contra de su anterior presencia.

- 190 _
otros cuyos restos aun, hoy, se ven sobre crestones do­
minantes.
La posición del Calamoco es única en las tierras del
Sur de Plasencia. Desde él se dominan los valles del Jerte,
de la Vera y de la cuenca del Tiétar, y coincide exacta­
mente con la portilla o ventana del Tajo, circunstancia que
permite llegar a ver las sierras que hay a la otra parte de
dicho río.
Domina hacia el Sur, más allá de las sierras de Caña­
veral y por el Oeste, todas las altas cumbres de Gata, las
Hurdes y la Peña de Francia.
Debió de ser, por tanto, el centinela más importante
que tuvo la comarca, que es objeto de nuestro estudio,
mientras duran las campañas que, contra el romano, se
llevan a cabo al Sur y al Este de nuestra zona.
Hacia él se dirigían interrogantes los ojos de las gen­
tes de estos lugares, en espera de la señal convenida que
les ordenara la marcha a los lugares abruptos de la sierra,
dotados de defensas naturales, o a los recintos murados
de los crestones que, como el de Villavieja y Cabezabe-
llosa, volverían a ser, nuevamente, refugio de todas aque­
llas personas, animales y enseres que pudieran estar en
peligro de perderse sin reportar beneficios a la defensa del
común.

Meditadamente hemos dejado de hablar sobre la pre­


sencia del pueblo púnico en el norte de Cáceres, ya que
hoy no tenemos más que hipótesis de trabajo para el estu­
dio de estas materias.
No obstante, nos creemos obligados a hacer mención
de nuestras conjeturas, indicando la línea que nos hemos
trazado para desentrañar este problema sobre el que tan-
to se ignora y que tan confuso y embrollado se presenta Estas tumbas aparece
lo poco que se sabe. tras montañas, aunque tar
En el capítulo de YA C IM IEN T O S hemos recogido el verdejo y las del Robledo
estudio de los sepulcros labrados en roca, diferenciando bre lugares llanos, y m
tres variedades dentro del mismo tipo. cuanto a concomitancias a
Vienen siendo estos monumentos un problema más de Suelen estar aislados;
los infinitos que tiene aún la Arqueología sin plantear se­ dos lugares se escapan a <
riamente. crópolis, que llamaremos [
Sorprende que estando tan manifiestos y siendo tan P. Guillén como cementeri
prodigados, hayan sido eludidos y existan tan limitadas re­ se por dos motivos: la gr
ferencias a ellos concernientes. coaliniza su feldespato, y
Ultimamente hemos visto catalogarlos como tardorro- población que terminará p
manos o hispanovisigóticos (1). dadano.
Otra necrópolis es la
Es significativo el hecho de no haber encontrado, so­
bre las paredes rocosas de estos enterramientos ni una so­ por las reformas de la cali»
Nuestra opinión —hip
la muestra del “ complejo11 grabador que arrastró el pue­
blo romano y, necesariamente, sus continuadores. No pue­ tumbas surgidas en la me;
de aducirse que estas grabaciones solamente estarían pre­ etruscas, fueron traídas a
sentes en las tapas de las tumbas, que nunca hemos en­ Cartago, gentes que tanto
contrado. Es ilógico admitir que les estuvieran vedadas las en prácticas por el pueble
paredes laterales de las rocas en donde tales sepulturas se (1), y del etrusco durante
excavan, como lugares de inscripciones, signos o letras contra Italia.
que nos indicaran su procedencia romana o post-romana, Las sepulturas de Segi
y, sin embargo, presentamos una labra que no relaciona­ das, las más antiguas, pue
mos ni con este pueblo ni con el de sus inmediatos here­ figuración de los sarcófago
deros. modificaciones posteriores
El que puedan encontrarse restos de industrias roma­ turas, tipo de Segura.
nas, en las inmediaciones de estos sepulcros, nada aclara. Un pequeño punto de
En el gran número de los que tenemos registrados no recer en el yacimiento de P
hay excusa posible que justifique la completa ausencia de E L RO M AN O , un asa mt
signos cristianos que no vemos sobre ninguna tumba, ni nicos y el estar inmediato j
en sus inmediaciones. mos como púnico romaniza
J . V E R C O U T T E R .—Objets on «
(I) Maluquer.-Cartas Arqueológicaa.-Salamanca.pág. 54.-1956.

192 —
Estas tumbas aparecen en los lugares bajos de nues­
tras montañas, aunque también los vemos (tumbas de Val-
verdejo y las del Robledo de Malpartida de Plasencia) so­
bre lugares llanos, y manifiestamente “ so lita rio s", en
cuanto a concomitancias arqueológicas.
Suelen estar aislados; lo más, dos cercanos; sólo en
dos lugares se escapan a esta característica. Uno es la ne­
crópolis, que llamaremos púnica, de Plasencia, tenida por
P. Guillén como cementerio judío; está a punto de perder­
se por dos motivos: la gran quimificación de la roca que
coaliniza su feldespato, y el crecimiento excéntrico de la
población que terminará por englobarla en el núcleo ciu­
dadano.
Otra necrópolis es la de Segura de Toro, hoy tapada
por las reformas de la calle.
Nuestra opinión —hipótesis de trabajo—, es que estas
tumbas surgidas en la mezcla de concepciones egipcias y
etruscas, fueron traídas a nuestras tierras por gentes de
Cartago, gentes que tanto se influenciaron en creencias y
en prácticas por el pueblo del Nilo a través de Palestina
(1), y del etrusco durante sus comuniones en las luchas
contra Italia.
Las sepulturas de Segura de Toro serían, así observa­
das, las más antiguas, pues conservan plenamente la con­
figuración de los sarcófagos egipcios. Las restantes serían
modificaciones posteriores, realizadas sobre estas sepul­
turas, tipo de Segura.
Un pequeño punto de apoyo viene a nosotros al apa­
recer en el yacimiento de Perugelmo, que estudiaremos con
E L RO M ANO , un asa metálica de marcados perfiles pú­
nicos y el estar inmediato a este yacimiento, que clasifica­
mos como púnico romanizado, una sepultura de esta clase.

J . V E R C O U T T E R .—Objets on egyptisants du mobilier carthaginois.


La única tumba que hemos hallado con grabaciones
es la que presentamos en fotografía, sin que nos haya sido
posible tener la menor luz sobre lo aquí resaltado. Tiene
también de significativo esta tumba el que a su lado en­
contramos, sobre roca distinta, marcado el comienzo o
trazado de otra excavación que debió ser interrumpida.
Ello nos lleva a aceptar este esquema de excavación, co­
mo el intento final de estas prácticas funerarias.
Siendo así habría de pensarse que la tumba que posee
los relieves indicados y que se encuentra tan inmediata a
este conato de excavación, constituyó uno de los últimos
monumentos funerarios de esta clase.
Al estudiarla hicimos ver que sus características eran
comunes a las del Valle del Jerte, donde está enclavada,
y a las del Tiétar o de la Vera, siendo así, también, la
única que presentaba características mezcladas.

De esta forma hemos llegado a los linderos de la in­


vasión romana en nuestros territorios de la Alta Extrema­
dura, y con ella, a la entrada de nuestra zona en los cam­
pos de la Historia.

- 194 —
;mos hallado con grabaciones
tografía, sin que nos haya sido
obre lo aquí resaltado. Tiene
> tumba el que a su lado en-
;nta, marcado el comienzo o
que debió ser interrumpida.
esquema de excavación, co-
rácticas funerarias.
sarse que la tumba que posee
;e encuentra tan inmediata a
onstituyó uno de los últimos
a clase.
que sus características eran
erte, donde está enclavada,
ira, siendo así, también, la
sticas mezcladas.

do a los linderos de la in-


itorios de la Alta Extrema-
2 nuestra zona en los cam-
S e IS siglos vive el romano sobre las viejas tierras
de la Hispania.
Seis siglos en que guerrea, conquista, legisla, ordena
la vida de relación de las tribus y de los pueblos, se mez­
cla en matrimonios, fomenta el agro, da el latín a las vo­
ces del pueblo y pone recias calzadas en sus caminos.
Funda nuevas ciudades para sus veteranos y a ellas
lleva el esplendor de su cultura.
Crea “ villae“ para explotación de centros agrícolas
y ocupa los “ vici“ donde con “ más tenacidad persistió
el espíritu indígena
Tan larga vida mantenida sobre el reducido espacio
peninsular hace considerar como imposible que pueda lle­
gar a señalarse un lugar, dotado de apropiadas condicio­
nes para el desenvolvimiento y prosperidad de la vida hu­
mana, y que en este lugar no puedan encontrarse mani­
festaciones de un pueblo que tanto las prodigó.
Este enfoque de la cuestión, considerando la clima­
tología, fertilidad y abundancia de agua de que disfruta
la comarca de Plasencia, con sus pródigos valles del Jer-
te y s u s amplios campos d e 1 Sureste q u e dan en­

- 197 -
trada al del Tiétar, nos obliga — en lógica natural— a te­
ner por cierto que el romano no pudo por menos de cono­
cerlos y de disfrutarlos. Otra razón de mucho peso que
gravita sobre este supuesto, e s 1a inmediata cercanía
de estos lugares a una vía de tan capitalísima importan­
cia como fue, para aquella cultura, la calzada que atra­
viesa nuestra provincia de Sur a Norte por su lado Oeste.
Pero el conocimiento humano no se nutre de suposi­
ciones, aunque ellas tengan de armazón los más escogidos
razonamientos. Necesita de hechos tangibles, aunque en
historia también edifican “ los hechos históricos negati­
vos“ ( 1).
No puede negarse, sin embargo, que los razonamien­
tos bien planteados suelen conducir, frecuentemente, al
éxito, mediante los hallazgos documentales que vitalizan
lo teorizado.

Fundada Mérida por orden de Augusto para sus Emé­


ritas legiones V y X , que bajan a descansar de Cantabria,
y pacificada la “ provincia11, siente la necesidad de tra­
zar un sólido camino, un “ miliatre“ , todo a lo largo del
revoltoso pueblo lusitano en cuya tranquilidad no confía,
proporcionándose, además, con este trazado, un enlace
con centros y vías de extraordinaria importancia.
Es entonces cuando creemos que fue fundada Cápera
o Cáparra, fundación que tuvo el mismo significado que
Mérida, creándose, en principio, para retén de soldados.
A su sombra crecería, posteriormente, la población civil.
Establecido todo esto en nuestra Comarca, asegura­
dos los centros neurálgicos, el romano extiende sus cami-

(<) E. Meyer.-“ La teoría de la Historia11. 1908,


—en lógica natural— a te- nos para proporcionarse el mejor aprovechamiento de co­
10 pudo por menos de cono- sechas y productos.
razón de mucho peso que Es en este segundo momento cuando conocería las
e s 1a inmediata cercanía zonas centro y sureste de la Alta Extremadura. Cuando
tan capitalísima importan- la calma reinara y toda la Hispania fuera calificada de
tura, la calzada que atra- " provincia pacata
a Norte por su lado Oeste. Llegado el romano al cerro sobre el que se levanta
ino no se nutre de suposi- Plasencia, no necesita utilizar a su magistrado o al agri­
armazón los más escogidos mensor adjunto para trazar el cruce del “ decumanus“ y
:hos tangibles, aunque en el “ cardo11, ni, por tanto, de colocar el “ groma *. No se
hechos históricos negati- cavará “ mundus“ en los que depositar ofrendas “ a Los de
Abajo11, y no habiendo “ pomerium“ , sobrarán los sacri­
argo, que los razonamien- ficios a las divinidades del umbral. No hubo surco por re­
iducir, frecuentemente, al ja de bronce, ni se unció becerra y toro blancos porque
ocumentales que vitalizan sobre este suelo, hacía siglos que se levantaba la vieja
aldea de A M BR A SC O y estaban de más augures, magis­
trados y sumos sacerdotes.
S í creará, en un lugar de la plataforma que el cerro
ie Augusto para sus Emé- de Plasencia tiene entre la Puerta del Sol y la Iglesia de
i descansar de Cantabria, San Pedro, su “ dii patrii" asociando en el templo que le­
nte la necesidad de tra- vantó, a la diosa indígena Asifrita (divinidad del valle del
re“ , todo a lo largo del Jerte hacia el cual mira este descanso o meseta) con una
a tranquilidad no confía, divinidad romana.
este trazado, un enlace Seguirá, por la comarca, respetando estos cultos in­
iria importancia. dígenas, y así nos encontraremos en Vegas la Barca una
piedra votiva en cuyo coronamiento hay una dedicación a
que fue fundada Cápera
Juno Caelestis, sustitutivo romano de la fenicia Tanit...
;l mismo significado que
para retén de soldados,
ente, la población civil.
Pasamos a nuestra exposición sobre hallazgos roma­
stra Comarca, asegura-
nos inéditos encontrados en la zona del Norte cacereño
r.ano extiende sus cami­
que estamos estudiando, recogiendo por último las prue­
1908. bas de su presencia en este suelo ciudadano, testimonia-

_ 199 —
das con artes propias, brotando desde donde surge la
prehistoria de las ciudades modernizadas, que guardan
sus muestras bajo las casas y los pavimentos de sus calles.

Di ' E S D E el principio
- iterés por las antigüeda
áe nuestra zona —la comf
n d illas a lo largo de la cua
O o Vía Lata—, la visitad;
extranjeros, cuyos nombres
ar suficientemente divu
La ruta de sus estudios
-;no y fueron sus mansi
■ron más señalada atenc
De este atractivo, ejerc
nuestro antecesor loca

n ) Nuestro distinguido amigo el


en carta escrita desde Roma, m
i r ' Jta a la calzada: *‘Yo pensaría
>a< rormada, a su vez, sobre una coi
-a ¿ hacerla así: LA -PLA TA .-LA B
diciendo: “ Me explico: Palatiun
como carretera o calle principa
rabismo o por los árabes, degei
normal, como la supresión de d«
1o el artículo árabe, resultará A

200 _
NUEVAS APORTACIO­
N E S A L ESTUDIO DE
LA CU LTU RA ROMANA
EN N U E S T R A ZONA

D e s d e el principio de los tiempos en que florece


el interés por las antigüedades, ha sido la parte Noroeste
de nuestra zona —la comprendida en el valle de las Gra­
nadillas a lo largo de la cual corre la calzada de la Plata
(1) o Vía Lata—, la visitada por estudiosos nacionales y
extranjeros, cuyos nombres no precisamos recordar por
estar suficientemente divulgados con sus investigaciones.
La ruta de sus estudios fue marcada por este viejo
camino y fueron sus mansiones los lugares a los que de­
dicaron más señalada atención.
De este atractivo, ejercido por la vía Lata, no se es­
capa nuestro antecesor local en cuestiones arqueológicas

(1) Nuestro distinguido amigo el culto epigrafista don Emilio Rodríguez Al-
meida, en carta escrita desde Roma, nos dice refiriéndose al porqué del nombre
de la Plata a la calzada: “ Yo pensaría en una deformación de una palabra (raíz)
árabe, formada, a su vez, sobre una corrupción latina. La reconstrucción me atre.
vería a hacerla así: LA-PLATA.-LA-BALAT.-Al.-BALAT.-AL-PALAT.-PALATIUM;
y siüue diciendo: “ M e explico: Palatium, entre otras acepciones, puede significar
algo así como carretera o calle principal. Esta palabra convertida en corruptela por
el mozarabismo o por los árabes, degeneró en B A LA T (el cambio de una labial por
otra es normal, como la supresión de desinencia por parte de una lengua oriental).
Añadiendo el artículo árabe, resultará ALBALAT".
Guillén, muerto en 1906, y tanto le ciega, aquella otra ru­
ta, que se despreocupa de lo que deja al lado. Así pasa­
ron todos ignorantes de los materiales existentes, que per­
miten completar el estudio de la cultura romana, extendi­
da por la Alta Extremadura. Tenemos por cierto que si no
hubiera estado al lado de un camino de obligado tránsito,
como es el de Plasencia a Cáceres, y elevado sobre el sue­
lo, el templo romano de Fuentidueñas, es posible que hu­
biéramos sido nosotros, ahora, los primeros en hablar de
él. La despreocupación y falta de interés queda bien ma­
nifestada al cesar, con la descripción del templo, toda la
acción inquisitiva de esta parte de la prov. de Cáceres.
Vieron el templo —pues no había otro remedio— y con
ello quedó satisfecha toda su curiosidad. Debemos, a esta
apatía y desinterés, la suma que hoy nosotros aportamos.
Al dar cuenta, hacemos la división en tres zonas:
Valle de las Granadillas,
Valle del Tiétar y Sur de Plasencia, y
Valle del Jerte con el núcleo ciudadano de Plasencia.

V a l l é d é l a s

G R A N A D I L L A S

Segura de Toro
(Ayuntamiento de ídem, part. jud. de Hervás).

Al ocuparse de la calzada romana de la Plata, V. P.


Guillén, dice (1) que pasa a dos kilómetros al Oeste de
este pueblo, y la forma de marcar la presencia de vida ro­
mana en Segura de Toro, la lleva a cabo de la siguiente
forma: “ La calzada (1) antes de llegar a Segura (la calzada
no llegó nunca a Segura) cruza las ruinas de una antigua
población, que se extiende hasta el pueblo, y tenía un
edificio de construcción sólida, muy cerca de la calzada,
y otro entre Segura y la calzada, próximo a un toro de
piedra; estando los demás, aunque en bastante número,
construidos con toda solidez” . En la página 49, y refi­
riéndose al trazado antiguo de cañadas, dice que sus
hitaciones “ debieron ser una piedra que está junto a l to­
ro que se halla situado entre Segura y el camino roma­
no, con una inscripción que dice: AM M IVM , esto es, ca­
mino real; y otra por bajo de Cápara situada próxima­
mente a la misma distancia de la vía anterior...”
En la página 185 dice que cercanas al arroyo del Con­
tadero “ se encontraron varias pizarras escritas con ca­
racteres raros, que examinados detenidamente en la
Academ ia, dedujo el señor Saavedra, a quien las remití,
que eran cuentas con números romanos, con unas tacha­
duras en algunas de las cantidades, que daban a los nú­
meros unas formas raras de letras“ .
Lo señalado es, ni más ni menos, todo lo escrito so­
bre el romano en este pueblo.
Nosotros hemos visitado repetidas veces este lugar
atraídos, no sólo por las referencias imprecisas a que he­
mos hecho mención, sino principalmente por lo llamativo
que es el cerro del que ya nos ocupamos al hablar de vida
prehistórica.
No creemos que la inscripción de que habla V. P.
Guillén, situada entre la calzada y el toro y que relaciona
con la otra de Cáparra, sea la misma que nosotros encon­
tramos entre el toro y Segura, en la cara lateral de una
piedra que, habiendo sido excavada, hace ahora de pilón
para abrevadero de ganados. De ser la misma tendrían ne­
cesariamente que haberse subido, excavado, y acertada­
mente colocado, permitiendo que la cara escrita quedara
al exterior, escritos que, por otra parte, como ya hemos
consignado, no estimamos como latinos.
Las paredes de uno y otro lado del camino conocido
con el nombre de “ calleja del toro“ , están formadas, casi
en su totalidad, por buenas piezas de sillería. Ellas debie­
ron de ser las que han hecho hablar sobre la posible
existencia de un edificio de construcción sólida asentando
entre Segura y la calzada y próximo a un toro de piedra.
Esta misma sospecha en nosotros nos llevó a poder
fijar, entre aquella multiplicada sucesión de huertos esca­
lonados que media entre el toro y el pueblo, y no digamos
entre la calzada y el pueblo, el lugar preciso y concreto
del emplazamiento que debió de tener el edificio a que
tanta piedra perteneció. Un criterio, mantenido sobre el te­
rreno, nos impulsó a rogar a nuestro asiduo compañero en
estas excursiones por Segura, don G. Pascual Gil, maes­
tro nacional y alcalde, para que en un momento oportuno
de laboreo, se hiciesen unas catas exploratorias en el cen­
tro del huerto de Buenaventura Pascual.
La fortuna nos fue favorable encontrándose a más de
metro y medio de profundidad un pavimento compuesto de
grandes losas y un fuste de columna, que no pudo ser
medido. Comprobado lo dicho se volvió a tapar todo para
cultivarlo nuevamente.
Este edificio, cuyo suelo permanece enterrado en el
huerto de Buenaventura Pascual, evidentemente fue una
construcción romana y posiblemente un templo.
Calleja del toro abajo se encuentra la denominada era
de la Vega, cuyo suelo está formado por piedras sillares.

— 204 —
ura, en la cara lateral de una
xcavada, hace ahora de pilón
. De ser la misma tendrían ne-
ubido, excavado, y acertada-
i que la cara escrita quedara
r otra parte, como ya hemos
)mo latinos.
ro lado del camino conocido
:I toro“ , están formadas, casi
iezas de sillería. Ellas debie-
cho hablar sobre la posible
onstrucción sólida asentando
óximo a un toro de piedra,
nosotros nos llevó a poder
a sucesión de huertos esca-
o y el pueblo, y no digamos
il lugar preciso y concreto
de tener el edificio a que
terio, mantenido sobre el te-
jestro asiduo compañero en
don G. Pascual Gil, maes-
: en un momento oportuno
tas exploratorias en el cen-
Pascual.
e encontrándose a más de
n pavimento compuesto de
olumna, que no pudo ser
e volvió a tapar todo para

>ermanece enterrado en el
il, evidentemente fue una
inte un templo,
uentra la denominada era
ado por piedras sillares. Dintel del Templo de Jarilla
Más abajo, en la zona de huertas conocida por el
nombre general de “ el tesoro11, lugar donde la vertiente
pierde verticalidad, se ven por todas partes cerámicas
romanas en gran abundancia. En una pared de campo,
cercana a una noria, dentro de esta zona de huertas, hay
un trozo de pared de primitiva construcción.
En una calle de Segura, y sirviendo de poyo o asien­
to, vimos un trozo de fuste de columna que nos llamó la
atención. Al darle la vuelta nos mostró la siguiente incrip-
ción, difícil y borrosa por haberse desgastado mientras
sirvió de suelo sobre un paso de un regato, sitio desde
el que se trasladó al lugar donde hoy lo encontramos:

[L] [V]
D M ^
V F O I V E
„ „ „ , S

El mal estado de las grabaciones nos ha proporcionado


calcos imperfectos y esta interpretación que damos, es la
que nos parece más real.
La forma de terminación le encuadra en un miliario.
Respecto a las pizarras descritas por P. Guillén, ca­
be relacionarlas con las mismas que estudia el P. Morán
(1) encontradas en Salvatierra, provincia de Salamanca,
aceptando también el mismo origen que Saavedra, tomán­
dolas por inscripciones de la época de romanización de la
Vetonia.

(1) P. C és a r M orán: P iza rra s de Salam anca.-Arch. Esp. A rq . n.° 60.

— 207 —
de la Vía Lata desde las
Suroeste, hasta que salt;
J a r illa ya por los Montes mayor
(M u nicipio d e ídem, part. jud. de H erv á s ) ron a lo que luego los ár
Aproximadamente e¡
En este mismo valle de las Granadillas por el que
se encuentra Cápera o C
discurre la calzada de la Plata, a 24 kilómetros de Plasen­
tuado, hasta ahora, a la
cia por la carretera que va desde esta ciudad a Salaman­
da la zona.
ca, se encuentra enclavado el pueblo citado.
La calzada romana pasa a unos dos kilómetros y me­ Al Noreste del cerro
dio de él. tra la Sierra Cabrera po
Grande. Ceán, al describ
Recientemente, con motivo de unos trabajos realiza­
Cápera, lo hace traer de
dos en la plaza mayor del pueblo, aparecieron a 45 cms.
queda corto al decir que <
de profundidad enterramientos tapados con cerámica ro­
lugar. Esto podía tomarse
mana. También se llegó a dar con la parte superior de
Cabrera por Cabera, que
una construcción abovedada en un lugar de la Plaza cer­
una garganta más próxim
cano a la iglesia, parándose aquí el trabajo y tapándolo
cuya distancia se acerca
nuevamente.
autor. El caudal de esta °
En 1955 descubrimos un templo romano en este tér­ cho menor que el de Gar<;
mino municipal, en el lugar conocido por el nombre de je profundo, que no acusa
Cerro de las Piedras Labradas. Esta denominación del
Estimando que en nut
cerro sirvió de acicate a nuestra curiosidad, llevándonos
a visitarle. ticas no han sido tan prol
a la nuestra, como lo han
Las leyendas locales soñaban, dándolo por cierto, que
sulares, entre ellas Almers
“ aquello11 había sido el lugar de emplazamiento de caño­
acudiría a Garganta Gran
nes con los que, en la época de los moros, se bombardea­
tas referencias sobre el at
ba el recinto murado de Granadilla.
ra las trae Ceán al darnos
carón setenta arrobas de
de la Sierra Cabrera.
Templo romano de Ja rilla
(C e r r o de Piedraslabrad as)
La altitud del Cerro
comprendida entre los 700
Domina el cerro de Piedras Labradas, toda la exten­ molesta por lo inclinado d<
sión y anchura del valle siguiéndose, desde él, el trazado desde el pueblo, hora y m(

- 208
de la Vía Lata desde las inmediaciones de Galisteo por el
Suroeste, hasta que salta a Puerto de Béjar, caminando
ya por los Montes mayores como los romanos denomina­
ron a lo que luego los árabes llamarían Sierras.
de las Granadillas por el que Aproximadamente en el centro de estos dos extremos
’lata, a 24 kilómetros de Plasen- se encuentra Cápera o Cáparra, lugar en el que se ha si­
\ desde esta ciudad a Salaman- tuado, hasta ahora, a la mayor población romana de to­
0 el pueblo citado. da la zona.
sa a unos dos kilómetros y me- Al Noreste del cerro de Piedras Labradas, se encuen­
tra la Sierra Cabrera por la que desciende la garganta
otivo de unos trabajos realiza- Grande. Ceán, al describir el abastecimiento de agua de
nueblo, aparecieron a 45 cms. Cápera, lo hace traer desde la Sierra Cabrera, aunque se
ítos tapados con cerámica ro­ queda corto al decir que esta sierra dista dos leguas del
dar con la parte superior de lugar. Esto podía tomarse como equivocación de nombre,
a en un lugar de la Plaza cer- Cabrera por Cabera, que es el nombre perteneciente a
1 aquí el trabajo y tapándolo una garganta más próxima que discurre al Sur de Jarilla y
cuya distancia se acerca más a la señalada por el citado
i templo romano en este tér- autor. El caudal de esta garganta —actualmente— es mu­
r conocido por el nombre de cho menor que el de Garganta Grande, y sufre un estia­
adas. Esta denominación del je profundo, que no acusa aquélla más distante.
estra curiosidad, llevándonos Estimando que en nuestra zona las variaciones climá­
ticas no han sido tan profundas, desde la época romana
ñaban, dándolo por cierto, que a la nuestra, como lo han sido en otras comarcas penin­
r de emplazamiento de caño- sulares, entre ellas Almería, es de creer que el romano
de los moros, se bombardea- acudiría a Garganta Grande y no a Garganta Cabera. Es­
ladilla. tas referencias sobre el abastecimiento de agua de Cápe­
ra las trae Ceán al darnos a conocer que en 1710 se sa­
caron setenta arrobas de plomo de cañería que bajaba
de la Sierra Cabrera.
La altitud del Cerro que nos ocupa, se encuentra
comprendida entre los 700 y 900 m. s. n. m. La subida es
ras Labradas, toda la exten -
molesta por lo inclinado del terreno, tardándose en llegar,
Endose, desde él, el trazado
desde el pueblo, hora y media a caballo.

- 209 —
En una de las faldas de él hay una casa de campo
construida, en su mayor y mejor parte, con piedras aca­
rreadas en narrias que pertenecieron al templo.
No hemos podido señalar un camino primitivo de as­
censo al lugar de implantación del templo. Por la parte
alta de la meseta sube el llamado camino del Torno que
viene desde Casas del Monte, buscando el único punto
practicable que tiene la sierra, en el invierno, a la otra
vertiente.

Casi en el centro de la plataforma, que en su cúspi­


de tiene el cerro de Piedraslabradas, se halla enclavado
el templo romano de Jarilla.
En disposición irregular, y siguiendo más o menos el
contorno de la meseta, se han colocado piedras en hila­
das que debieron formar parte del edificio.
Cercano a su emplazamiento y en el mismo llano, bro­
ta una fuente de caudal fijo.
El templo es de planta pequeña, rectangular y de
piedra granítica; conserva el basamento sólidamente cons­
truido con piezas de sillería y la primera hilada de piedras
colocadas en su primitiva situación, menos dos o tres que
están algo desviadas de su eje primitivo.
Tanto esta hilada de piedras como las que sirven de
" podium" , terminan, por su cara externa, con una angu-
lación para vertiente de agua. A raíz del suelo, lo mismo
en los laterales, como en la parte anterior, se repite esta
moldura en el basamento. El césped, muy crecido, cubre
estas molduras. La base de la cara posterior del templo
carece de la segunda angulación.
Catas comprobatorias realizadas a diversas distan­
cias de la entrada del recinto no dieron con escalinata,
considerándole, por tanto, un templo sin “ stilobato“ .

— 210 -
le él hay una casa de campo
mejor parte, con piedras aca-
enecieron al templo,
lar un camino primitivo de as-
:ión del templo. Por la parte
mado camino del Torno que
ite, buscando el único punto
ra, en el invierno, a la otra

jlataforma, que en su cúspi-


abradas, se halla enclavado

y siguiendo más o menos el


n colocado piedras en hila-
e del edificio,
ínto y en el mismo llano, bro-

pequeña, rectangular y de
lasamento sólidamente cons-
la primera hilada de piedras
ción, menos dos o tres que
primitivo.
as como las que sirven de
ara externa, con una angu-
\ raíz del suelo, lo mismo
te anterior, se repite esta
isped, muy crecido, cubre
cara posterior del templo
1. Templo romano del ce­
i.
rro de Piedras Labradas.
izadas a diversas distan- 2. D etalle del cimiento.
io dieron con escalinata, ( Jari lla)

Tipio sin “ stilo b ato ".


Tampoco se vieron columnas ni elementos a ellas
pertenecientes, si bien este hecho no las excluye. Pensan­
do en lo que vimos en Romanejo, en la roza del poste, y
teniendo también aquí el terreno una fuerte inclinación to­
do alrededor de la meseta, cabe pensar que puedan ha­
ber sido rodadas y desplazadas a gran distancia, encon­
trándose hoy fácilmente ocultas. Por tanto, no puede deses­
timarse como templo “ in antia“ .
Sobre el lugar que ocuparía la puerta se ve caída la
piedra que serviría de dintel. Mide dos metros y catorce
centímetros de larga; cincuenta y tres centímetros de an­
cha; en la cara anterior se resaltó un doble recuadro rec­
tangular terminado en sus extremos por un adorno en
forma de asas de líneas rectas, representando una tabula
ansata. No se encontró ni inscripción ni restos de haber­
la tenido, ni posee orificios de emplome.
En otra cara de este dintel, y cercano a un extremo,
vimos grabado un signo que tomamos por marca de can­
tero; es un rectángulo dividido en cuatro iguales, cuyos
ángulos externos se han redondeado. En otra piedra tam­
bién encontramos otro signo semejante en el que el rec­
tángulo se había partido por la mitad.
Casi todas las piedras sillares que formaban parte
de las paredes del templo, tienen una pequeña excavación
para facilitar el ensamble o emplome.
El recinto mide 5 metros y 79 centímetros de largo,
por 4 metros y 56 de ancho (el de Alcántara mide 5
metros 86 cms. de largo por 4 metros y 10 cms. de
ancho, y 6 metros con 61 cms. de alto). La puerta
del templo se abre a naciente quedando a sus espal­
das el amplio valle p o r donde discurre la c a l z a d a
romana.

- 213 -
En lo que queda de capilla o celia no se descubren Número 3.— Este ara t¡
alteraciones ni señales que permitan hablar de naos y trabajada. Mide el largo de
pronaos. y las caras laterales 17. Tie
La cara anterior del templo presentaría un frontón lega a alcanzar hasta 18 c
triangular, como se deduce de la presencia de piedras tra­ presenta el vaso de ofrer
bajadas en ángulos muy agudos que corresponderían a adornado con un recuadro.
los dos vértices laterales del frontón. Número 4.—Correspon
Otras labras en cornisa hablan de la disposición del Fue encontrada casi enterrí
remate de este adorno. tros del recinto y situada
En una piedra sillar, que se encuentra un poco alejada Su coronamiento está med
del recinto, encontramos, en una de sus caras, una inscrip­ casi toda la grabación de su
ción a dos líneas, trazadas en el sentido más largo. La se­ de largo, 31 de ancho y 18
gunda línea, más corta que la primera, está tan alterada total es de 94 cms.
que no pudimos concretar ninguna letra, parece leerse: La transcripción que c«
guiente:
C E C P R . S P
M E E

Pensamos que esta inscripción pudiera corresponder


al nombre del arquitecto del templo. P . [E
De forma anárquica, distribuidas por los alrededores A P [
del edificio, encontramos las siguientes aras:
V.Í
Número í .— Corresponde al ara de mayor tamaño en­
contrada hasta ahora. Tiene sobre el coronamiento reali­
zada la labra de un vaso o cazoleta de ofrendas. Mide el Número 5.—Muy despi
fuste de largo 62 cms., y de ancho 46; sus caras laterales encontramos el ara a que v
32 cms.; el coronamiento 20. El total de altura del ara es traba medio enterrada en I;
de 102 cms. No tiene ni inscripción ni señales de haberla del camino del templo a la c
tenido. cho referencia. La salvam
Número 2.—Es un ara pequeña. Su altura total es de construcción, al igual que h
71 cms. No tiene inscripción. Sobre el coronamiento sus tos del templo, y hoy la cc
haces o almohadillas son muy convexos y estrechos. El dados.
fuste mide de largo 32 cms; 39 de ancho; y, el coronamien­ Su plinto mide 20 cms.
to mide 20 cms. Las caras laterales, 14 cms. cms., su cara anterior es de

- 214
pilla o celia no se descubren Número 3.— Este ara también es pequeña y muy bien
e permitan hablar de naos y trabajada. Mide el largo de su fuste 28 cms., el ancho 28,
y las caras laterales 17. Tiene un plinto muy prolongado,
templo presentaría un frontón llega a alcanzar hasta 18 cms. El centro del coronamiento
de la presencia de piedras tra- presenta el vaso de ofrendas excavado circularmente y
igudos que corresponderían a adornado con un recuadro.
l frontón. Número 4.— Corresponde a un ara con inscripción.
i hablan de la disposición del Fue encontrada casi enterrada a una distancia de dos me­
tros del recinto y situada al lado anterior derecho de él.
e se encuentra un poco alejada Su coronamiento está medio destrozado y se ha perdido
i una de sus caras, una inscrip- casi toda la grabación de su texto. Mide el fuste 59 cms.
n el sentido más largo. La se- de largo, 31 de ancho y 18 las caras laterales. Su altura
la primera, está tan alterada total es de 94 cms.
nguna letra, parece leerse: La transcripción que cabe hacer de este ara es la si­
’ R . S P
guiente:

M E B

ripción pudiera corresponder ^ ^ V I E S


templo. P . [E] C A ^
tribuidas por los alrededores A P [R] O
siguientes aras:
¡ al ara de mayor tamaño en­ V.S.L.A.
sobre el coronamiento reali-
zoleta de ofrendas. Mide el Número 5.— Muy desplazada de su primitivo lugar
ancho 46; sus caras laterales encontramos el ara a que vamos a referirnos. Se encon­
El total de altura del ara es traba medio enterrada en la falda Sur del cerro, a mitad
pción ni señales de haberla del camino del templo a la casa de labor a que hemos he­
cho referencia. La salvamos de terminar convertida en
queña. Su altura total es de construcción, al igual que había ocurrido con otros elemen­
Sobre el coronamiento sus tos del templo, y hoy la conservamos bajo nuestros cui­
i convexos y estrechos. El dados.
de ancho; y, el coronamien- Su plinto mide 20 cms. El fuste tiene una altura de 50
rales, 14 cms. cms., su cara anterior es de 31 cms., y las laterales de 23.

t — - 215 -
La altura del coronamiento es de 15 cms. La base de los
haces es de 6, y el surco central mide 19'5 cms.
La altura del ara, medida en la convexidad de los ha­
ces, es de 90 cms.
La transcripción es la siguiente:

S E V E R
C A E P A I
C A E S •
V.S.L.A.

Cuya interpretación la hacemos como sigue: S E V E R


(vs) C A EPA I (vs) C A E S (ari). V (otum) S (olvit) L (ibens)
A (nimo). Severo Cepayo a César cumple gustoso su voto.
Número 6 — En el recorrido que hicimos de la edifi­
cación destinada a casa de ganado y almacén de heno, de
la finca mencionada, contamos dos aras completas sin ins­
cripción aparente, y cuatro o cinco trozos, restos de otras
aras.

Hemos sido los primeros sorprendidos al ser los des­


cubridores de un templo romano situado en una zona tan
registrada por los estudiosos de esta cultura. Nos explica­
mos esta suerte por lo alejado de su implantación, si bien
es verdad que el mismo nombre de Piedras Labradas, se­
ñalando un lugar tan elevado, hubiera debido de servir de
estímulo para visitarle.
La elección del sitio para la elevación de este templo
no cabe duda que estuvo guiada por la vieja creencia de
que la protección eficaz del dios se realiza solamente so­
bre el terreno que alcanza a ver. Guiados de este pensa-
;s de 15 cms. La base de los miento no pudo elegirse capitolio más apropiado que el
ntral mide 19'5 cms. Cerro de Piedras Labradas, por la enorme extensión de
la en la convexidad de los ha- terrenos que se abarcan desde su suelo, así como la gran
longitud de trazado de la vía Lata que llega a dominarse
guiente: desde él.
Creemos que debió de ser un templo que serviría más
E R a fines políticos que a los religiosos, ya que es de difícil
frecuentación. El ascenso por su podium o plataforma na­
P A I
tural, prestado por la montaña, resulta dificultoso y ale­
S i jado.
A. Una de las aras, cuya fotografía presentamos, nos ha­
ce pensar que estuviera consagrado a la divinidad de
César.
acemos como sigue: S E V E R Debió de ser levantado por el hijo del dios Ju lio , Cé­
. V (otum) S (olvit) L (ibens) sar Octaviano a quien Horacio canta: diciéndole que no
ésar cumple gustoso su voto. sabe si es Mercurio u otra deidad, pidiéndole que no re­
Jo que hicimos de la edifi- torne todavía a su morada celestial, y si Júpiter es el se­
nado y almacén de heno, de ñor de los mundos, César (Octaviano), el rey de la tierra.
dos aras completas sin ins- Pero este templo no debió de hacerse en su honor ya
cinco trozos, restos de otras que había rechazado que se le erigiesen templos, y cuan­
do en muy raras ocasiones accedía a ello, siempre impuso
se hiciera en unión de la diosa Roma.
En su tiempo a los romanos sólo les estaba permitido
sorprendidos al ser los des- levantar templos en honor de su padre, cuya imagen ya fi­
10 situado en una zona tan
guraba al lado de los dioses, con nombramiento de un fla ­
; esta cultura. Nos explica- men, como a Júpiter, Marte y Quirino, reservándose a su
de su implantación, si bien divina efigie un pulvinar para el banquete de los dioses, y
i de Piedras Labradas, se- pudiendo tener en su casa luperci y el derecho a un pinácu­
íubiera debido de servir de
lo que sólo se concedía a los templos (1).
Mantenemos nuestras dudas sobre este supuesto, que
elevación de este templo hemos expresado, por la forma simple en que aparece el
a por la vieja creencia de
nombre del dios Ju lio .
í se realiza solamente so-
\ Guiados de este pensa­ (1) A piano: C iv . II. 106.

_ 217 -
Necrópolis romana de Cerezo
(A yu ntam iento de idem, part. jud. de H erv á s ).

Se encuentra enclavada al lado del citado pueblo, que


dista de Plasencia 38 kilómetros en dirección Oeste, y
pertenece, el lugar de su implantación, a la zona que se­
ñalamos por el nombre de valle de las Granadillas.
Surgió esta necrópolis con motivo de la extracción de
piedras para la construcción de un grupo escolar.
Se debe a las autoridades locales, el habernos indica­
do la aparición de estos enterramientos.
Se encuentra enclavada en la finca del Tesillo. La
cantera en la que se trabaja es de pizarra, con fuerte gra­
do de inclinación, casi completo buzamiento.
Se llevan encontradas alrededor de once fosas. Tie­
nen la común característica de haber sido excavadas en­
tre dos planos separados de pizarras, lo que permite utili­
zar esta disposición natural, como paredes laterales de las
tumbas.
La profundidad media a que se encuentran los restos
humanos y el ajuar es de 40 cms. La orientación de las
tumbas es de naciente a poniente.
Como en la fecha en que damos esta relación sólo se
está trabajando en la parte más periférica de la zona es
de esperar que, al hacer la explanación del nuevo grupo
escolar, unos metros más al Este, aparezcan mayor núme­
ro de enterramientos. Hemos señalado seta posibilidad a
las autoridades con el fin de salvar el mayor número po­
sible de documentos.
Hasta la fecha estos enterramientos aparecen cubier­
tos por lajas pequeñas de pizarra, y los restos humanos
permiten asegurar la práctica de inhumación.
El ajuar rescatado lo constituye gran cantidad de cla­
vos de hierro, una pequeña azuela de carpintero o ebanis­
ta y dos trozos de cuchillo, en cuanto a elementos metá­
licos.
De cerámica se ha recogido un pequeño plato de ba­
rro rojizo, casi completo, que tiene 12 cms. de diámetro,
7 y medio de base y 3 de altura, y también tenemos el
fondo de otro, con un círculo en el centro de la base des­
pegado del resto, de 4 cms. y medio de diámetro, viéndo­
se en su cara interior, en el fondo, un pequeño umbo.
Salió una lucerna de barro fino, amarillo rojizo. El
discus es oblongo y en su centro hay, en relieve, una fi­
gura femenina. La cabeza de esta figura parece estar co­
ronada por un nimbo. Sobresaliendo de su hombro izquier­
do hay un resalte evidente que pudiera muy bien ser la
continuación de algo que soporta su mano derecha colo­
cada a la altura del epigastrio. Su brazo izquierdo, en sua­
ve ángulo, parece conducir la mano a cubrir la región
pubiana.
La figura se encuentra perfectamente centrada y es
muy armónica en proporciones. Su miembro inferior de­
recho se destaca más, como si se quisiera representar a
una figura en actividad.
Los adornos del marbo son dentados. Le falta el ex­
tremo del nazus.
No se ven signos, inscripciones, ni letras.
Mide 7 cms. su diámetro transverso, 10 y medio el
longitudinal y tiene 2 cms. y medio de alta.
El tipo de disco es el que suele conocerse por DRES-
S E L 26 a 30 (1), lo cual permitiría incluir a la lámpara en
el segundo tercio del siglo I, con florecimiento, de este ti­
po, al final del siglo.
(1) M E N C E L .-A n tik e Lapen.-M ai, 1954.
La total desaparición del asa nos impide otras conje­
turas que servirían para asegurar más su cronologación.

Acrópolis de Cerezo

En la finca Milladero encontramos abundancia de té-


gulas y ladrillos (la te r tostae), viendo buena cantidad de
piezas de sillería, trabajadas en granito, repartidas entre
suelo y paredes y que debieron ser transportadas desde
bastantes kilómetros de distancia. Es una piedra berro­
queña similar a las del cercano pueblo del Guijo de Grana­
dilla, y extraña a los terrenos de Cerezo. Tuvimos referen­
cias en nuestras indagaciones de que, tanto en el suelo de
esta finca como en los de las cercanas, al labrar hondo se
daba fácilmente con un piso enrollado.
Pudimos recoger también un asa de barro amarillento
que parece haber pertenecido a un ánfora.
Dista el emplazamiento de esta acrópolis, de la necró­
polis anteriormente estudiada, unos 400 metros hacia po­
niente.
El topónimo milladero nos llevó a buscar infructuosa­
mente el miliario, a que parece referirse.
Sobre un pequeño cerro hacia el Sur, entre los dos
emplazamientos citados, y hoy formando parte de las pa­
redes del cementerio del pueblo, se encuentran bastantes
piezas de granito bien trabajado.

E l togado de Valverdejo 1. Ara de V ega la Barca.


(Pag. 224)
Finca del mismo nom bre. Ayunt. de O liva d e Plasencia. Part. jud. de Plasencia.

2. Ara del Tem plo Romano


Apoyado sobre una de las paredes de la casa vieja de Jarilla.
de esta finca, se halla la parte inferior de una esbelta es- (Pág. 216)

3. M iliario de Fresnedoso
de los “ Santitos11.
- 220 —
(P á g . 225)
asa nos impide otras conje-
írar más su cronologación.

mirarnos abundancia de té-


, viendo buena cantidad de
;n granito, repartidas entre
m ser transportadas desde
cia. Es una piedra berro-
pueblo del Quijo de Grana-
!e Cerezo. Tuvimos referen-
le que, tanto en el suelo de
ircanas, al labrar hondo se
■ollado.
n asa de barro amarillento
un ánfora.
esta acrópolis, de la necró-
nos 400 metros hacia po-

llevó a buscar infructuosa-


eferirse.
ia el Sur, entre los dos
armando parte de las pa-
, se encuentran bastantes

1. Ara de V ega la Barca.


(Pág. 224)
Plasencia. Part. jud. de Plasencia.
2. Ara del Tem plo Romano
«redes de la casa vieja de Jarilla.
(Pág. 216)
írior de una esbelta es-
3. M iliario de Fresnedoso
d é lo s “ Santitos“ .
(Pág. 225)
tatúa de mármol, presentando sólo la mitad del cuerpo.
La escultura se apoya sobre el pie izquerdo, y man­
tiene ligeramente doblada la pierna derecha marcándose,
bajo los pliegues de la toga, la rodilla de ese miembro.
Hemos buscado inútilmente firma o signo del artífice.
Faltando la parte superior de la figura, es muy difícil
poder llegar a clasificarla, examinando sólo lo presente.
El pliegue que desciende y que se recoge debajo de la
rodilla derecha, nos hace pensar en la toga utilizada bajo el
Imperio, sin que podamos dejar de admitir que pueda tra­
tarse de una toga con umbo transversal.
Creemos que esta estatua, y la que se encuentra hoy
recogida en la casa de la finca de Casablanca, fueron las
dos que figuraron sobre los pedestales que tiene el arco
de Cápera en su fachada principal.

M iliario del Puente Guinea

La transcripción que podemos hacer es la siguiente:

1 M P • C A E S A-i-
| .i. V I O -i. -i-
S E V E R O
. y ■
c c
mide 92 cms. de alto y 23 de diámetro.

Es el miliario, perteneciente a la Vía Lata, que ha apa­


recido más cercano al sitio que ocupó el desaparecido

— 223 —
Puente Guinea, nombre por el que también era cono­
cida en la región esta calzada.
Cercano al sitio donde apareció el miliario y con mo­
tivo de transformar en huerta lo que fue prado, han salido
tégulas, ladrillos y restos de paredes. La finca es San Pe-
driilo de la margen izquierda del Jerte.
La columna miliaria, una vez realizada la grabación
de su escritura, ha sido, en todas sus restantes caras, al­
terada la superficie para evitar otras grabaciones.

Ara de Vega la Barca

Al Suroeste de Plasencia, al otro lado de la calzada


de la Plata, en el valle comprendido entre el Alagón y el
Jerte, inmediata a la orilla izquierda del primero de estos
ríos, se encuentra la finca de Vega la Barca.
En la zona conocida con el nombre del Corral de
las Vacas se encontró la parte superior de un ara (foto),
cuyo coronamiento ostenta el grabado de la luna en cre­
ciente.
En una perfecta y bien conservada grabación se ve:

D E A B V S E T
D I B V S C A L L

A las diosas y a los dioses Cali...

En las inmediaciones del lugar del ara hay enterra­


mientos en sepulturas cubiertas de baldosas romanas.
El lugar es propio para una villa, dedicada a la explo­
tación agrícola de aquellas buenas tierras, dotadas am­
pliamente de agua por el cauce del Alagón.
VALLE DELTIETAR Y
SU R D E PLASENCIA

Desprendida de la calzada de la Plata arranca un ca­


mino secundario — Vía dehesa Romanas a Valle del Tié-
tar— que, atravesando la dehesa de las Romanas, gana
la siera por la portilla cercana, abocando, por ella, al valle
del Tiétar.
Cercano a la zona de este arranque, sobre uno de los cerros de
la dehesa de Casa-judío, me han hecho conocer la existencia de mu­
ros de casas, agrupadas, llegándose a contar hasta nueve distintas,
viéndose envueltas por todas partes de cerámicas romanas.

Esta vía al llegar a Saltalcampillo deja manifestacio­


nes de su paso en el cuarto del Tesorillo, donde años
atrás fue encontrada una lucerna y hoy existe un fuste de
columna que mide 1 metro y 38 cms. de largo y tiene de
diámetro inferior 42 cms. y 34 el superior. Todo este pe­
queño cerro está plagado de restos de tégulas y ladrillos
cocidos al fuego incluíble, por sus medidas, entre los la-
terculi.
De esta vía hemos precisado dos miliarios en la finca
de Fresnedoso; uno en la parte alta, conocido por Los
Santitos, (fo to ) y otra en la parte baja, denominada de las
Vegas.
El primero conserva parte de su inscripción, de tal
modo destrozada, que es imposible lograr ningún calco
utilizable.

— 225 —
El otro está exento de inscripción actual.
Tanto en una como en otra parte de la finca señala­
mos buen número de manifestaciones que hablan en favor
de un buen cuidado asentamiento; una posible tapa de
mausoleo, grandes cantidades de escoria de fragua y, so­
bre todo, abundancia de cerámica así lo atestiguan.
La presencia de los miliarios nos dice de la impor­
tancia de este camino que se internaba valle del Tiétar
arriba, pasando muy cercano al nuevo poblado de Matón
de los Iñigos, en cuyas inmediaciones tenemos noticias,
por su médico titular, de hallazgos que se refieren a esta
cultura.
La conservación y cuidado de este camino depende­ Puente romano sobre la Gai
ría de un cargo pretoriano o consular, por su importancia. de Valdeinl
Transcurre a lo largo de un valle muy amplio, de rica tie­
rra cerealista en aquella época, hoy en buena parte dedi­
cada a regadíos.

Acrópolis de Perugelmo
(A yu ntam iento de Q argü era.-Par. Jud. de Plasen cia)

Al levantar un prado para convertirlo en huerta, en la


zona de los Perugelmos, propiedad de Teófilo Mateos,
aparecieron industrias, de las que nos dió cuenta.
Existe una conducción menor de agua, recogida de
una fuente de caudal permanente, que es llevada por un
canal labrado sobre roca. Se ve mucha abundancia de im-
brices, ladrillos y molinos de mano redondos.
Llama la atención una gran pila, que suponemos de
alabastro y que tenemos recogida en un lugar de la finca.
Es de lamentar la pérdida o extravío de unos objetos Restos del
metálicos, que no pudimos hallar, y más aún si tenemos

— 226 —
nscripción actual, BUS
otra parte de la finca señala-
estaciones que hablan en favor
imiento; una posible tapa de
es de escoria de fragua y, so-
ámica así lo atestiguan,
liarios nos dice de la impor-
se internaba valle del Tiétar
) al nuevo poblado de Matón
lediaciones tenemos noticias,
lazgos que se refieren a esta

do de este camino depende- Puente romano sobre la Garganta de los Infiernos o


consular, por su importancia, de Valdeinfiernos.
(Páp 230)
valle muy amplio, de rica tie-
:a, hoy en buena parte dedi-

P lasencia)

i convertirlo en huerta, en la
>piedad de Teófilo Mateos,
que nos dió cuenta,
enor de agua, recogida de
nte, que es llevada por un
'e mucha abundancia de im­
nano redondos,
n pila, que suponemos de
ida en un lugar de la finca,
o extravío de unos objetos Restos del puente romano de Asperillas.
(P á g . 229)
liar, y más aún si tenemos
presente que el único objeto metálico hallado es un asa,
de caldero, de conformación triangular rematada por la
anilla.
Su superficie externa presenta grabado los rasgos
de una cara y todo el contorno orlado por una sucesión
de trazos que semejan una barba cerrada.
La presencia de este objeto nos lleva a admitir, con­
dicionadamente, como yacimiento púnico-romano a la zo­
na de Perugelmo.

VALLE DEL JERTE CON


EL NUCLEO CIUDADANO
DE PLASENCIA

De aquella vía secundaria que hemos dicho que arran­


caba de la vía Lata y que atravesaba la dehesa de las Ro­
manas, se desprendió otro camino que en dirección Nor­
te, penetraba en Plasencia, abocando así al valle del
Jerte, y dejando, a su paso, antes de llegar al núcleo
urbano —a unos siete kilómetros de distancia de él— ,
el templo romano de Fuentidueñas. Saltaba el cauce del
Jerte por un puente del cual se escribe en el principio del
siglo XVII... “ que conocidamente es edificio romano“ (1).
Este camino, a partir de Plasencia, se internaba en el
valle del Jerte siguiendo la orilla derecha de su río, al que
volvería a cruzar —por el imperativo de verticalidad de

(1) P . A lon so F ernández (loe. cit.)

— 229 —
la montaña— a la altura de Asperillas, quedando hoy las otra vía que ha saltado la
pruebas de este salto en las ruinas del puente que mues­ por el puerto de San Gar
tra su estructura romana, que sepamos, hasta ahora no Estos dos últimos c
catalogadas. La posición de sus machones, con respecto transversales, y debieron
a la dirección actual del cauce, no guarda armonía; el río semitas, mas por la anch
formó un meandro desviando su primitivo camino Ello ha Cercano al puerto d
contribuido a una ruina más precipitada de este monu­ Romanejo, que mira al v
mento. fustes de columnas que n
Esta calzada ascendía valle arriba y volvía nuevamen­ centímetros de largo, siei
te a cruzar el río a la altura de Cabezuela, pasando defini­ ximo de 40 centímetros,
tivamente a la orilla derecha para alcanzar a Barco de deron a un sistema colun
Avila después de saltar el Puerto de Tornavacas por el pónimo, la labra, y el am
viejo camino de ganados, al lado del cual, y en su parte rro en la zona conocida p
más alta, se ha conocido un verraco o toro de piedra que pensar en la implantación
con el desaparecido de los terrenos bajos de El Robollar, una altitud semejante a la
son los dos únicos de que se tienen referencias en el va­ Jarilla, en la vertiente opi
lle del Jerte Hace tiempo (1932),
De este camino, ya colocado en la orilla derecha del cia de fustes de columnas
río, nace uno secundario entre Jerte y Tornavacas, que una finca de La Solana, c!
salta la sierra de la Vera por Puertonuevo, también llama­ teneciente a Benito Donai
do puerto del Emperador por haber sido usado por Car­ La eficaz labor de nu
los V en su marcha a Jarandilla a donde lleva este traza­ porcionado un elemento a
do para descender, desde allí, hasta Talavera de la Reina. nocimiento de esta culturí
Esta calzada, al cruzar la garganta de Valdeinfiernos, romana recientemente des
deja un puente de fábrica romana compuesto por un arco da, en el término de Nava
central o fornix y otro de salida. La transcripción que
En las inmediaciones de este camino, en una finca
situada en la sierra de los Tres Cerros, se encontraron L . c
dos denarios de plata del emperador Tiberio, hoy conver­ V s
tidos en pendientes. Esta catalogación nos ha sido recien­
temente refrescada por nuestro culto amigo Gallego Ce­ V I I
peda (G.). S I F
Recien salido de Plasencia el camino del que nos es­ V . S
tamos ocupando y pasada la dehesa de San Polo, recibe

- 230 —
Ksperillas, quedando hoy las otra vía que ha saltado la traslasierra o sierra de Hervás,
ruinas del puente que mues- por el puerto de San Gamello y que procede de Cápera.
le sepamos, hasta ahora no Estos dos últimos caminos mencionados lo son de
sus machones, con respecto transversales, y debieron llevar, por tanto, un trazado de
e, no guarda armonía; el río semitas, mas por la anchura que tiene son, sin duda, iter.
1su primitivo camino Ello ha Cercano al puerto de San Gamello, en la finca de
; precipitada de este monu- Romanejo, que mira al valle del Jerte, encontramos dos
fustes de columnas que miden respectivamente 196 y 156
lle arriba y volvía nuevamen- centímetros de largo, siendo en ambos su diámetro má­
e Cabezuela, pasando defini- ximo de 40 centímetros. Se ve que estos fustes pertene­
para alcanzar a Barco de cieron a un sistema columnario de gran esbeltez. El to­
jerto de Tornavacas por el pónimo, la labra, y el amesetamiento que tiene allí el ce­
ido del cual, y en su parte rro en la zona conocida por la Roza del Poste, nos hace
erraco o toro de piedra que pensar en la implantación de un buen edificio enclavado a
renos bajos de El Robollar, una altitud semejante a la que tiene el templo romano de
ienen referencias en el va- Jarilla, en la vertiente opuesta de la sierra.
Hace tiempo (1932), habíamos registrado la presen­
ido en la orilla derecha del cia de fustes de columnas empotrados en las paredes de
2 Jerte y Tornavacas, que una finca de La Solana, del término de Navaconcejo, per­
’uertonuevo, también llama- teneciente a Benito Donaire, que considerábamos romana.
aber sido usado por Car- La eficaz labor de nuestros compañeros, nos ha pro­
i a donde lleva este traza- porcionado un elemento altamente interesante para el co­
hasta Talavera de la Reina, nocimiento de esta cultura en el valle del Jerte, con el ara
garganta de Valdeinfiernos, romana recientemente descubierta en la vertiente izquier­
ina compuesto por un arco da, en el término de Navaconcejo.
a. La transcripción que hacemos de ella es la siguiente:
tste camino, en una finca
ís Cerros, se encontraron L . C O V II
rador Tiberio, hoy conver­ V S . B O
sación nos ha sido reden-
V I I . F . A
culto amigo Gallego Ce-
S I F R I T A E
el camino del que nos es- V . S . L . A .
hesa de San Polo, recibe

— 231 -
Cuya interpretación es como sigue: L (ucius) Coveus.
Bove. F(ilius) Asifritae. V (otum) S (olvit). L (ibenti). A
(nimo). Lucio Coveo, hijo de Boveo, cumple el voto de
buen ánimo a Asifrita.
La fotografía que reproducimos del ara, es ahora, ob­
jeto de rectificación en cuanto a representación gráfica
de su texto. A ello hemos llegado después de estudiar
los calcos.
Ya hemos recogido, al tratar de citanias, la importan­
cia que concedemos a este ara, no sólo porque ella, con su
aparición, viene a darnos la razón sobre la presencia ro­
mana en el valle sino también porque el teónimo se mues­
tra puro sin mezclas de tecnicismo romano; tecnicismo
que sabemos va invadiendo poco a poco el culto indígena
y termina por sustituirlo, perdiéndose el nombre regional.
Este nuevo nombre de diosas nos descubre de par en
par la divinidad respetada por los clanes de esta comarca,
y nos concede un punto de apoyo para nuevas conjeturas
e investigaciones.
Creemos encontrar en la forma de terminación de su
nombre, la presencia del sufijo celta ATE.
Tenemos referencias sobre otra probable ara hallada
en la sierra opuesta.

Prado del arroyo de Llano redondo


A yuntam iento de N avaconcejo.-par. jud. de Plasencia.

H ace tiempo registram os una piedra existente


en el prado del arroyo de Llano redondo que presenta en
una de sus caras unas grabaciones que semejan rasgos de
escritura y entre ellos, incorporado, un signo en cruz. En
la reciente roturación del prado (1957), aparecieron cerá-

— 232 -
Un último estudio de este Ara
cuya grabación, por desgracia,
seencuentra tan alterada nos lle ­
va a modificar, ligeramente, lo
consignado en el texto (p á g. 232)
La transcripción que última­
mente hacemos es ¡la siguiente:

L . C O C A 1
V S . B O
Ara de Navaconcejo
V I I . F . A
S I F R I T A E
V • S • L • A •

haciendo su interpretación como


sigue:
L [ucius] Cocayus. Bovii
F [ilius], Asifritae
V. [otum] S [olvit] L [ibenti]
A . [nimo]. Lucio Cocayo, hijo
de Bovio, cumple el voto de
buen ánimo a Asifrita.
micas romanas, tégulas y restos de dolium, en gran abun­
dancia.
Muy cercano a este prado se presencian claros signos
de edificaciones de poca importancia con cerámicas de es­
ta época, en sus inmediaciones. Estas ruinas fueron loca­
lizadas, hace 2 o 3 años, por nuestros compañeros.

Vamos a dar fin al capítulo El Romano, ocupándonos


del núcleo urbano de Plasencia.
El interés por conocer las reformas que se estaban lle­
vando a cabo en la Iglesia de San Pedro de Plasencia, nos
permitió evitar la destrucción de un ara romana que aca­
baba de ser sacada del suelo de la Iglesia. Las fortuitas
circunstancias de su salvamento nos hacen pensar en
cuantas habrán sido las manifestaciones arqueológicas per­
didas entre las multiplicadas remociones de nuestro suelo.
Hoy el ara se conserva en el exterior del templo.
Consta de las siguientes partes: Basa, Fuste y Coro­
namiento.
La basa está formada por un plinto cuadrado de 49
centímetros de lado y por una escocia de 10 centímetros,
quedando separada del plinto por un fino troquilo. El plinto
se prolonga irregularmente para sujetarse en tierra.
El fuste está constituido por un prisma rectángular de
61 centímetros de altura; sus caras anterior y posterior mi­
den 35 de anchura y las laterales 27. En ninguna de estas
caras existe inscripción o señales de ella.
El coronamiento presenta, como la basa, una escocia
del mismo tamaño, rematando en la parte superior, y a ca­
da extremo en un haz en forma de almohadilla. Entre los
dos haces hay un surco.

— 235 -
La mitad anterior del haz derecho ha sido quitado has­
ta la profundidad del surco central. Ambos haces, en prin­
cipio convexos, han sido rebajados para lograr sobre ellos
una superficie plana, quedando reducidos aproximadamen­
te a la mitad de su primera altura. El diámetro de los ha­
ces es de 7 centímetros y de 11 la anchura del surco cen­
tral.
La altura total del ara medida desde el plinto es
de 91 centímetros.
Si el fuste se mide con rigor acusa en su parte baja
un adelgazamiento en relación con la parte superior.
Lo consideramos defecto de labra y sólo a título de
comentario decimos que esta disposición se amoldaría al
tipo de columna cretense, inspirada en el pilar prehistóri­
co. Repetimos que sólo vemos en esto imperfección por
parte del artista.
La aparición de este arte de clara estirpe romana en
una ciudad en donde las muestras de esta cultura son tan
poco pródigas, reviste un señalado interés.
Este ara se salvó de ser destruida y aprovechada, a
lo largo de los siglos, gracias a encontrarse enterrada den­
tro del recinto de un lugar sagrado. También por verdadera
casualidad se salvó la piedra del «•pagus ambriacensis»
hasta que pudo ser registrada y pasar a la posteridad, y lo
mismo ocurrió con aquella otra del <saltus am briacensis>.
Creemos llegado ya el momento de colocar en revi­
sión las afirmaciones que se vienen sucediendo, autor
tras autor, cuando se refieren a todas las epigrafías roma­
nas que existen en el pensil del Palacio del Marqués de
Mirabel y a las existentes en el Seminario Menor, y que
para todos los autores fueron traídas desde Cáparra a Pla­
sencia.
Si tal hecho fue cierto, ¿por qué se incluye en una pa­
red maestra, colocándolo en mala posición, un laude roma­
no al levantar el edificio del Seminario Menor?
Estamos hartos de ver formando parte de las mura­
llas de Avila y situados a las más diversas alturas escritos
lapidarios romanos.
Puede admitirse que algunas de estas piedras, hoy
recogidas en los edificios citados, hayan venido a engro­
sar una colección local, pero otras, tal vez la mayoría, tie­
nen por lugar de nacimiento a Plasencia y nos hablan de
vida romana sobre su perímetro ciudadano.
Hace muy poco encontramos en un corral de una vie­
ja casa de la calle de Trujillo, una cabeza de hombre la­
brada en granito en la que no se había reparado.
La consideramos romana, con marcados caracteres
de arte provincial, con rasgos artísticos muy de tipo his­
pano y muy equivalente al tipo de las portuguesas.
Pues bien, esta escultura se consideró como un simple
“ bolo“ y era utilizada en este sentido.
Creemos necesario revisar uno a uno, todos los do­
cumentos romanos existentes tanto en el palacio del Mar­
qués de Mirabel como en el Seminario menor, ante los
nuevos horizontes que abren nuestras aportaciones, y es­
tudiarlos sin el prejuicio que hoy arrastran por haberse
admitido desde el primer trabajo que habló de ellos, habían
sido traídos desde Cáppera.
Ara de la Iglesia
de S a n Pedro.
(Plasencia)
LA CIUDAD LIGUR
DE A M B R A S C O

V AM O S a ocuparnos de un tema que fue tratado en el


siglo XVII, dándole espacio en este libro por la importancia
regional que adquiere al ser enfocado desde un origen hasta
ahora no visto ni presentido por quienes ocupándose de
la palabra Am bracia fijan su origen en Grecia, dedu­
ciendo, por ello, que fueron griegos de Macedonia los que
fundaron y dieron este nombre a nuestra ciudad de Plasen­
cia (Cáceres) (1).
El último autor que se ha ocupado de razonar, sobre
este onomástico ha sido el profesor Peña, (2) que aunque
señala a las mismas tierras griegas y a sus gentes para
el nombre y la fundación de la ciudad de Ambracia, su
trabajo descuella de entre todos por su escogida y nota­
ble erudición.

(1) F ra y A lon so F ernández.-Loc. cit.


(2) J. Peña .-“ Divagaciones Onomásticas".-R e vis ta patrocinada por el E x ce­
lentísim o Ayuntam iento... Plasencia, 1955.

- 243 -
Se ha atribuido al dominico Fray Alonso Fernández
viejas mansiones como
nada más ni nada menos que la invención de la palabra
¿Se concibe que en
A M BRACIA, no sólo referida a un núcleo de población sino
prenta un libro tan des
multiplicada dando nombre a ríos que discurren por nues­
tan curiosas materias lo
tra zona.
pleno de la Ciudad y a
Mucho honor merece la obra histórico-literaria de es­
páginas se menciona la
te dominico, pero no llega a tanto que se pueda engalanar
cense", escrito sobre u:
con tan notable invención.
comprobación, sin que 1
Dejamos por ahora cierto artículo que ve la luz en el o hubiera servido de me
mes de mayo de 1906, y en el que su autor, dando mues­
¿Cabe pensar que
tras de una bien manejada habilidad, embrolla lo que él
embuste?.
cree razonar, mientras entona un “ mea culpa11 sobre an­
La personalidad de
teriores escritos.
recogiendo lo dicho en i
Empecemos nuestra exposición caminando hacia atrás.
de su obra, Sánchez Lo
En el año 1627 aparece la obra de Fray Alonso Fer­
nández, titulada “ H IST O R IA Y A N A LE S D E LA C IU ­ “ Ilustre escritor...
DAD Y O BISPA D O D E P L A S E N C IA “ . mirable y de mejor obn
En el capítulo II dice: “ lo cierto es que la torre fue le tiene nuestra historia
mucho más antigua que éste y todos los moros maho­ Castañer; “ elegante his
metanos; y se puede entender, que se llam aba la torre cia“ , le estima Menéndt
de Am bracia y corrompido el vocablo, se llam ó Ambroz. de prudencia e x im ia <
Y esto se entiende mucho mejor por una inscripción, dioso de las cosas anti¿
“ Q U E E S T A “ en una piedra de una puerta, en la calle memoria“ , le presenta í
del Rey, que llam a a esta ciudad “ pagus Am briacensis“ : Lo expuesto sería s
vecindad ambriacense“ . innegable la pasada pr
dentro del recinto ciudac
El que hubiera sido
La cultura de las gentes de Plasencia, a principios del escrito, desde Fuentidue
siglo XVII, fecha en la que aparece la mencionada obra, do tan a mano existe la
tenía un nivel que no envidiaba al de los más altos de Es­ cuantas piedras, de este
paña. en cualquier rincón de ni
Consideramos innecesario citar nombres. Puede ilus­ Convencidos ya de
trarse, el curioso, compulsando nuestros archivos munici­ contramos otro testimon
pales, el de la Catedral, y los antecedentes que obran en que Alfonso VIII ordena

- 244
viejas mansiones como el Palacio del Marqués de Mirabel.
¿Se concibe que en este clima pueda darse a la im­
prenta un libro tan deseado, tan difundido, tratando de
tan curiosas materias locales; que se dedica al concejo en
pleno de la Ciudad y a su Cabildo Catedral y en cuyas
páginas se menciona la presencia de un “ pagus ambria-
cense“ , escrito sobre una priedra, al alcance de cualquier
comprobación, sin que tal aserto sea negado, contradicho,
o hubiera servido de mofa para sus coetáneos?
¿Cabe pensar que su autor se permitiera tan cínico
embuste?.
La personalidad de Fray Alonso la conocemos mejor
recogiendo lo dicho en el proemio de la edición que hace,
de su obra, Sánchez Loro en 1952...
“ Ilustre escritor... prudente dominico... de vida ad­
mirable y de mejor obra, que no merece el olvido en que
le tiene nuestra historia literaria1' , le llaman F. Sánchez-
Castañer; “ elegante historiador de la ciudad de Plasen-
cia“ , le estima Menéndez y Pelayo; “ fue varón grave y
de prudencia exim ia“ , dicen de él Ketif y Echard; “ estu­
dioso de las cosas antiguas que deben guardarse en la
memoria“ , le presenta Nicolás Antonio... etc. etc.
Lo expuesto sería suficiente para tomar como verdad
innegable la pasada presencia del pagus ambriacense
dentro del recinto ciudadano de Plasencia.
El que hubiera sido trasladada, la piedra que lleva ese
escrito, desde Fuentidueñas, no deja de ser peregrino cuan­
do tan a mano existe la materia prima que facilita todas
cuantas piedras, de este mismo tipo, se deseen encontrar
en cualquier rincón de nuestro suelo.
Convencidos ya de esta presencia in situ en 1627, en­
contramos otro testimonio en el Fuero Fundacional, en el
que Alfonso VIII ordena la erección de la ciudad de Pía-
sencia (año 1180), sobre el mismo lugar que asentaba una Plasencia vivieron 1
vieja aldea llamada Ambroz. cerros inmediatos.
El lugar de implantación de A M BR A C IA habría que­ Esta población
dado determinado con esta aclaración, que tiene constan­ do del gravamen de
cia oficial, si existiese alguna duda. que ya en esta cul
Si lo expuesto no fuera bastante, si se tratase de sostener construcción adosai
que la vieja aldea de A M BRO Z estuvo en la zona que ocu­ aquella perduración
pa Fuentidueñas, situada en la otra orilla del Jerte y a da suboreal y en el
una distancia de más de cinco kmtrs. de Plasencia, o ha­ longarse.
remos mentir al rey Alfonso VIII, a sus escribanos y a su A este padecimi
cortejo, o catalogar de desobedientes a sus huestes. abandono definitivt
Si A M BR A C IA no hubiera estado asentada sobre es­ ficio del cerro de P1
te cerro, Alfonso VIII hubiera erigido, aquí, su ciudad por granítica de las lade
razones tácticas y sobre todo estratégicas, muy de esti­ asientan, únicament
mar en el siglo XII, pues ningún otro de nuestras inmedia­ si siempre agotadas
ciones tiene las condiciones de fácil defensa, y buen su­ aquel período climá
ministro de agua que éste tiene, estando de más el hacer desde los primeros i
mención ni de aldeas ni de nombres. que traslada al hom
Por tanto, que el primitivo poblado de A M BRA C IA de las corrientes s
ocupó los mismos reales que hoy ocupa Plasencia, no cabe, permanencia y canti
dudarlo, si se tiene presente que es histórico aquello indispensable eleme
que produce o ha producido efectos (E. Meyer). Plasencia, que
hemos estudiado en
lógicas, debe tal irr
La antigüedad de este núcleo urbano es muy anterior fisiográficas y muy
a la fecha en que empieza a conocerse con un nombre de­ Rara vez el hoi
terminado. rales y crea grande!
Repartida por nuestros contornos la población neolí­ tificiosas componen
tica de la que nos dan pruebas los yacimientos estudiados, a alcanzar la perfec
cercanos a Plasencia —Berrocalillo y Boquique—, y sien­ El impuesto gf
do este crestón de Plasencia un terreno perteneciente al el ser humano desd
mismo de Valcorchero, sobre el que radica el último cita­ estructuras superioi
do, y no estando entre sí distantes más de dos kilómetros La situación dt
en línea recta, es necesario admitir que sobre el suelo de partes por el cauce
Plasencia vivieron las mismas gentes que ocuparon los
cerros inmediatos.
Esta población neolítica, que aún no se había libera­
do del gravamen de la cueva y que sigue utilizándola, aun­
que ya en esta cultura la casa es mitad cueva mitad
construcción adosada a ella, prescinde para siempre^ de
aquella perduración paleolítica al iniciarse la época llama­
da suboreal y en el principio de esta sequía que va a pro­
longarse.
A este padecimiento climático es al que achacamos el
abandono definitivo de Berrocalillo y Boquique en bene­
ficio del cerro de Plasencia. Lo impone así la constitución
granítica de las laderas sobre las que estos yacimientos
asientan, únicamente dotadas de fuentes intermitentes, ca­
si siempre agotadas en los estiajes ordinarios, y que en
aquel período climático debieron de cesar, como tales,
desde los primeros momentos. Esta necesidad vital es la
que traslada al hombre y a sus viviendas a las márgenes
de las corrientes superficiales de agua, cuyo volumen,
permanencia y cantidad, les garantiza el suministro de este
indispensable elemento.
Plasencia, que es hoy cabeza de toda la comarca que
hemos estudiado en capítulos anteriores con miras arqueo­
lógicas, debe tal imposición directiva a sus propiedades
fisiográficas y muy especialmente al río que la envuelve.
Rara vez el hombre prescinde de los beneficios natu­
rales y crea grandes centros urbanos rodeándolos de ar­
tificiosas componendas que, por otra parte, nunca llegan
a alcanzar la perfección de lo que se trata de imitar.
El impuesto geofísico de Plasencia se ejerció sobre
el ser humano desde que éste fija su vivienda y ocupa las
estructuras superiores del suelo.
La situación del cerro, envuelto en sus tres cuartas
partes por el cauce del Jerte, y la parte restante despega­

— 247 —
da por una profunda vaguada de su continuidad con Valcor-
chero...; su altura de 350 m. s. n. m...; el frontón que la
loma de Valcorchero crea, resguardándole de los vientos
del septentrión...; su posición en relación con el amplio y
profundo valle del Jerte, que además de dotar a su am­
biente del grado higroscópico conveniente le libra de los
calores excesivos del verano por las corrientes de aire
frío que le llegan después de rozar las cumbres de Gre-
dos...; la salubridad de su suelo de constitución granítica
y elevado más de 20 metros sobre el nivel del río...; el fa­
vor que le dispensa el foso fluvial, haciéndose inexpugna­
ble en 15 kilómetros de su cauce y sólo creando — como
hecho a la medida—, un amplio vado a la altura de esta
implantación...; el estar donde el valle se ha abierto ple­
namente, para que el sol le bañe en toda su dirección...;
colocan a Plasencia muy por encima de cualquier otro lu­
gar de nuestra comarca que se estudie y analice bajo es­
tas miras de salubridad, acondicionamiento y sanidad.
Y como quiera que las necesidades vitales del ser hu­
mano son las mismas desde que tenemos noticias de su
existencia, no puede tampoco negarse, por esta otra vía
de razonamientos, que el cerro agrupó vida humana des­
de que ésta se siente inclinada a vivir en sociedad.
Por eso hemos visto a la población neolítica vivir des­
de el principio sobre él y luego ser el único punto que pu­
do superar la grave sequía de la época suboreal (1600 a
700 a. a. d eJ.C .).

Así ocurrió que sobre este cerro recibieron nuestras


gentes los primeros contactos con pueblos paleo-indoeu-
ropeos, contactos que tendrían lugar bajo el signo del co­
mercio y de la cultura.
•su continuidad con Valcor- Estos extraños que empiezan visitándonos, terminan
1. m...; el frontón que la por adueñarse de la dirección del pueblo. Dan el primer
lardándole de los vientos nombre conocido a nuestra ciudad, marcan igualmente
i relación con el amplio y la comarca, y quedan también s u idioma a 1 nombrar
;más de dotar a su am- ríos y apellidar núcleos urbanos secundarios, nacidos
jnveniente le libra de los al calor de explotaciones industriales, como m olinos,
)r las corrientes de aire etc. (1).
ar las cumbres de Gre- Estos núcleos, extendidos por el valle de las Grana­
de constitución granítica dillas, quedaron el hidrónimo en las inmediaciones de Cá-
e el nivel del río...; el fa- parra y emplearon la misma raiz para designar al que lle­
I, haciéndose inexpugna- ga a Hervás, debajo de sus casas, y al que atraviesa la
y sólo creando — como villa (2).
ado a la altura de esta
valle se ha abierto ple- Así aparece esta raíz en AMBR-acia, AMBR-oz y
en toda su dirección...; AMBR-um o AMBR-om, cubriendo buena zona de nues­
na de cualquier otro lu- tra comarca de la Alta Extremadura.
tudie y analice bajo es-
lamiento y sanidad.
Antes de que empiecen las invasiones celtas, se pro­
lades vitales del ser hu­ dujeron conmociones y luchas entre las viejas razas que
memos noticias de su habitaban Centroeuropa.
rse, por esta otra vía
upó vida humana des­ (1) Pa ra J. M. Piñ ol A gu a d é. ( “ En torno al nombre de Cornudella" .-Matará,
O ct. 1957), la raiz gran-madera (C rann, en el irlandés actual), que vem os tan prodi­
vi r en sociedad. gad a en nuestro va lle de las Granadillas, sería de indiscutible orig en céltico. 1 orna­
m os estas referen cias, a com probar, de nuevas raíces indoeu ropeas, pues creem os
ue nuestro presen te trabajo servirá de punto de partida, para esta cla se de estu-
ción neolítica vivir des- 3 ios, en nuestra A lta Extrem adura.
(2) G o za la im plantación de H erv á s de tal número de excelen cia s, que si no
si único punto que pu- tuviéram os los testim onios históricos en fa v o r de Plasencia, hubiéram os dudado,
al h acer el estudio de nuestra com arca, en tre e le g ir a aquel cerro que lo com pren­
>oca suboreal (1600 a dem os llen o de vid a humana desde ép ocas rem otísim as y en cuyas inm ediaciones se
re c o g ió hace cuarenta años un hacha plana de bron ce que hoy se conserva, y este
otro c e rro de Plasencia. A tal extrem o lle g a nuestra fa vo ra b le im presión por aque­
lla zona que la estim am os m ereced ora d e una in vestigación a rq u eológica a fondo
que pondrá d e m anifiesto las su perposiciones culturales que se han ido sucediendo
y que innegablem ente fue asentam iento de la segunda ciudad L igu r que tuvo nues­
tra comarca.
P o r otra parte, si pudiera dem ostrarse que el cam bio clim ático experim en ta­
o recibieron nuestras do en esta com arca, desd e aquella fecha que fijam os para la implantación de razas
p recéltica s, a las actuales, ha sido notable sobre tod o en lo que hace relación a los
pueblos paleo-indoeu- cauces flu viales, pensaríam os que las ruinas d e C áparra se amontonan sobre los
v ie jo s cim ientos de una ciudad ligur.
bajo el signo del co- L a piqueta del exca va dor, tan ausente en la zona que estudiam os en este
libro, aportará algún día confirm aciones definitivas.

- 249 —

-
Este fenómeno, que parece estar ya suficientemente boso, que se realiza cor
claro para que sobre él se edifique una teoría sobre el por­ que pudiera estimarse n
qué y el cuándo de los desplazamientos de los pueblos pa- No se escasea el i
leo-indoeuropeos, teoría desarrollada por Laviosa Zambot- respetando plenamente
ti, se repite, sucesivamente, a lo largo de la prehistoria esta clase de monument
hasta adquirir los perfiles definidos de las invasiones túmulo es traída desde
celtas. hace con la piedra con I
Son estos pueblos paleo-indoeuropeos los que llevan que limita la zona que p
en su idioma la raiz AMBR- que hoy es aplicada por nues­ túmulo y, también, desd
tros mejores filólogos al pueblo L1GUR. de pizarra que formaron
Gentes de las mismas razas dan nombre también a Estas clases de mo
una ciudad griega, pues los desplazamientos de estos gru­ otro hallazgo, sobre las
pos humanos se realizan en todas las direcciones. biernan a la comunidad
Llámense retotirrenos de Krestschmer a los que ca­ Más que hablar de
minan por el Sur, cerca de los bordes del Mediterráneo; niendo, nos pregonan li
hititas, jónicos o aqueos, a los que marchan hacia el Su­ puede estar mantenida p
reste, o digamos que son protoceltas los enviados por las tereses, o impuesta con
luchas y las presiones hacia el Noroeste, todos ellos se cogido. Sea lo uno o lo
desgajan del mismo tronco. ganización y de direcció
Unos y otros siembran los mismos topónimos en los varse a término aspiracii
lugares más distanciados. Esta situación socia
Esta igualdad en los nombres entre aquella ciudad rritorios cuando tiene luj
griega y nuestra AM BRACIA, llevó a Fray Alonso a ver so, distante, de Plasenci
su problema solucionado con la llegada de griegos. En El que recibe el ent
aquella época no había posibilidad de medir su acierto en una dignidad en el seno
cuanto a igualdad de progenie. merosas ofrendas que ac
memoria una pieza exti
A estos estudios toponomásticos se suman, en firme nuestras fronteras actual
conjunción, nuestros hallazgos arqueológicos para dar La situación política
mayor fuerza a lo que mantenemos. bre un pueblo hermanad!
Concebimos el asentamiento de razas precélticas en de procedencia, o se imp
nuestra zona bajo un signo de paz muy distinto del que se o un grupo de seres (enti
adjudica a la posterior llegada del Celta. llecido), extraños al tern
Habla apoyando este juicio el enterramiento de Carca- dentro del túmulo.
boso, que se realiza con toda la pompa y magnificencia
que pudiera estimarse mejor para aquella época.
No se escasea el material y la estructura se logra
respetando plenamente el rito constructivo que rige para
esta clase de monumentos. La tierra que recubre el amplio
túmulo es traída desde bastante distancia. Lo mismo se
hace con la piedra con la que se levanta el cerco murado
que limita la zona que pudiéramos llamar “ pomerium“ del
túmulo y, también, desde muy lejos, son traídas las piezas
de pizarra que formaron la cámara funeraria.
Estas clases de monumentos dicen más que ningún
otro hallazgo, sobre las peculiaridades que rigen y go­
biernan a la comunidad que los crea.
Más que hablar de riquezas, como se viene mante­
niendo, nos pregonan la unidad del grupo. Unidad que
puede estar mantenida por lazos de comunes afectos e in­
tereses, o impuesta con férrea disciplina, por un grupo es­
cogido. Sea lo uno o lo otro, ambas cosas hablan de or­
ganización y de dirección, con el resultado cierto de lle­
varse a término aspiraciones del común.
Esta situación social era la presente en nuestros te­
rritorios cuando tiene lugar el enterramiento de Carcabo-
so, distante, de Plasencia, en línea recta, 7 kilómetros.
El que recibe el enterramiento tiene la categoría de
una dignidad en el seno de aquella familia, y entre las nu­
merosas ofrendas que acompañan al muerto se rinde a su
memoria una pieza extraña, cuyo origen se escapa de
nuestras fronteras actuales.
La situación política imperante, decimos, se ejercía so­
bre un pueblo hermanado por lazos comunes de sangre y
de procedencia, o se imponía despóticamente por un ser
o un grupo de seres (entre los cuales se encontraba el fa­
llecido), extraños al terreno, como la pieza que se ofrece
dentro del túmulo.
Ya sea lo uno o lo otro, lo innegable es que quien
gobernaba, o quienes gobernaban, concedían valor y repre­
sentación muy especial a objeto tan específico, ya que es
la única pieza que acusa una ” muerte ritu a l".
Las consecuencias que se derivan de todas estas se­
ries de hechos, serán, el imperio de su lengua, por una
parte, y de sus costumbres, por la otra.
A partir de la fecha en que situemos el enterramiento
de cúpula de Carcaboso, ya no puede dejar de hablarse
de estos pueblos sobre nuestras tierras, y lo que significa
más, llevando la dirección social y administrativa de nues­
tra Comarca.
Cabe especular sobre el tiempo que puede tardar en
producirse un predominio extraño sobre una región con
buen índice demográfico. Porque esta acción, de dominio,
requiere tiempo para tener realidad cuando no se lleva a
cabo por la vía violenta de las armas ni de las invasiones
masivas, como es nuestro caso, creemos que desde la lle­
gada de los primeros visitantes paleo-indoeuropeos a esta
Comarca, hasta que u n individuo d e aquella raza se
hace meritorio al túmulo de Carcaboso (autoridad, poder,
respeto), ha de mediar un espacio de tiempo que debe te­
nerse en cuenta para la fechación de estas primeras pre­
sencias de hombres e industrias, extrañas al lugar.
Esta raza imperante por su cultura, o dominadora por
su fuerza, es quien impone el primer nombre al núcleo ur­
bano más potente que encontró en nuestras tierras, eleva­
do sobre el crestón final de Valcorchero, lamido por las
orillas del Jerte.
Poco valor tienen las terminaciones que hoy vemos
acompañando a la raiz.
Cosa, cosita, cosina, cosilla, cósica... nos indican lo
mismo con distintas terminaciones regionales.
lo innegable es que quien Es AMBR-, lo que cuenta, y ahí estuvo escrito en
Dan, concedían valor y repre- Plasencia y en Cáparra, y ahí quedó, por siempre, nomi­
o tan específico, ya que es nando corrientes de agua. El último que llega arreglará el
‘muerte ritu a l". nombre a su lengua y pronunciación, colocándole las más
derivan de todas estas se­ diversas terminaciones.
rio de su lengua, por una Piénsese que entre los ligures que bautizan a nuestra
>r la otra. ciudad y comarca, y Alfonso VIII, median, a más de 2.580
s situemos el enterramiento años, las oleadas celtas, las primeras invasiones africa­
¡o puede dejar de hablarse nas, la dominación romana, las invasiones de los bárba­
ís tierras, y lo que significa ros, las últimas invasiones africanas y, por fin, Alfon­
ial y administrativa de nues- so VIII.
¿Qué nos quedó de aquello tan viejo y tan hondo? El
iempo que puede tardar en nombre de un lugar y la denominación de una comarca,
raño sobre una región con los nombres de unos ríos y una pieza manufacturada por
que esta acción, de dominio, gente de allende los Pirineos.
lidad cuando no se lleva a Alfonso VIII no conoció más Plasencia que la nuestra,
armas ni de las invasiones y también la hay en Italia, y aquella Plasencia italiana es­
3, creemos que desde la He­ tá en propias tierras de ligures, donde abundan los petro-
ss paleo-indoeuropeos a esta glifos hermanos del nuestro labrado en el Puerto del G a­
¡viduo d e aquella raza se mo. En Vasconia está el hacha martillo de Balenkaleku y en
arcaboso ( autoridad, poder, la misma región está Plasencia de las Armas.
acio de tiempo que debe te- Preguntamos, ¿la raiz AMBR- no tendrá un significa­
ión de estas primeras pre- do que específicamente signifique y deba traducirse por
is, extrañas al lugar, placidez en el lenguaje de las razas <centun»?
u cultura, o dominadora por Por otra parte, ¿qué juicio puede merecer la palabra
primer nombre al núcleo ur- Jerete, estimada como griega y aplicada como nombre de
ó en nuestras tierras, eleva- nuestro río, y cuyo significado en esta lengua es también
r’alcorchero, lamido por las de gozo, si ahora se la examina bajo una posible depen­
dencia con lenguas indoeuropeas?
La verdad es que Alfonso VIII, el re-fundador de la
minaciones que hoy vemos
ciudad de Plasencia (Cáceres), no tuvo que esforzarse
mucho para encontrar un nombre con el que designar a
lia, cósica... nos indican lo la ciudad que manda levantar sobre la vieja aldea de AM-
anes regionales.
BRO Z.

¡2 -
- 253 -
Conoce toda la profundidad y amplitud del Valle del Fray Alonso y sus s
Jerte, lo ha visto desde el Puerto de Tornavacas, dejó en acomodo a esta pie<
Barco de Avila un Fuero y el Lunes como día de mercado. Hoy nos resultí
Por este camino ha recorrido, en toda su extensión, mera palabra por Pi
la cuenca del Jerte. como designación c
Le ha sobrado tiempo para gozar de las bellezas que existe inmediata a Ií
hay a su paso, y para documentarse de que al río se le cana a Plasencia. V
llama del Gozo. vemos a V. Paredes
Y si el río es el río del gozo, el valle, su Valle, nece­ Alonso sino que lo e
sariamente será tambié Valle del Gozo y su Ciudad —la de cuál, de los much
mayor población de toda su comarca— , también será se­ ra, es el que quiere
ñalada con este calificativo, ¡que a tanto llega la facultad Traeremos prim
de las corrientes de agua! perfecta solución a e
¡Gozo, Placer...! y ya tenemos el Plasencia y el ut han elevado montan;
Placeat Deo et Hominibus, de su escudo.
Terminemos este capítulo que hemos dedicado a la Saltus vacui___Pasi
vieja ciudad ligur de A M BRA C IA sobre cuyos cimientos Diana domina saltui
la escondidas florestas.
se eleva, en el día de hoy, la ciudad de Plasencia, en Cá-
P lin io:
ceres, haciendo venir a nuestras líneas al pueblo que pue­ Saltus pleni fe r is .-
de hablar notarialmente dando fe con sólo utilizar debida­ Varron:
mente su lengua y las leyes que él creó y difundió por el Potius silvestribus i
mundo europeo. más de las yerbas de los
División de tierras e
Si se repasan las ordenaciones romanas veremos que
la Tabla Alim entaria de Trajano es muy expedita, con­ Siguiendo estas
cretando la perfecta estructuración que regía a municipios, ejemplos:
pagos, vicos y fondos.
Volvamos nuevamente a recurrir a Fray Alonso para Cicerón, Catulo y Jt
finca rústica dedicada a ¡
utilizar otro testimonio histórico que nos legó, al hacer­
AEstivi Saltus: Dig.
nos saber que en Cáppera había —en su tiempo— una Hiberni Saltus: Dig.
piedra que tenía la siguiente grabación “ S A LT U S AM- Saltus nemore comp¡
BR IA C EN SIS. S A L T U S — Qeneraln
Conjuntemos, nuevamente, la labor histórica con la lleno de accidentes donde
arqueológica.
(1) D igestorum LIB RI.
Empecemos reconociendo que el mal viene cuando (2)
(3)
Dicc. C O M M E L E R A
Dicc. Latino-Españo

— 254
amplitud del Valle del Fray Alonso y sus seguidores intentan traducir y buscar
de Tornavacas, dejó en acomodo a esta piedra.
es como día de mercado. Hoy nos resulta extraño que el fraile traduzca la pri­
, en toda su extensión, mera palabra por Puerto o Salto y así traducido lo aplique
como designación de paso de la vertiente montañosa que
izar de las bellezas que existe inmediata a la Ermita de la Virgen del Puerto, cer­
se de que al río se le cana a Plasencia. Ved Persa, a través de cuyo seudónimo
vemos a V. Paredes, no sólo no aclara este error de Fray
:l valle, su Valle, nece- Alonso sino que lo embrolla más haciéndose la pregunta
□ozo y su Ciudad —la de cuál, de los muchos puertos que se ven desde Cáppe-
rea— , también será se- ra, es el que quiere designar la citada piedra.
tanto llega la facultad Traeremos primero a Virgilio, pidiéndole ayuda en la
perfecta solución a este insignificante asunto sobre el que
3 el Plasencia y el ut han elevado montañas innecesarias:
escudo.
hemos dedicado a la Saltus vacui..—Pastos; prados sin árboles ni matas.
Diana domina saltuum reconditorum.— Diana sefiora, reina de
sobre cuyos cimientos
la escondidas florestas.
d de Plasencia, en Cá- P lin io:
íeas al pueblo que pue- Saltus pleni fe ris .—Bosques llenos d efieras.
on sólo utilizar debida- Varron:
I creó y difundió por el Potius silvestribus saltibus delectantur, quam pratis.— Gustan
más de las yerbas de los montes que de las de los prados.
División de tierras entre cuatro centurias.
i romanas veremos que
es muy expedita, con­ Siguiendo estas búsquedas vemos multiplicados los
que regía a municipios, ejemplos:
Cicerón, Catulo y Juvenal traducen S A L T U S por: posesión o
rir a Fray Alonso para
finca rústica dedicada a pastos.
e nos legó, al hacer- AEstivi Saltus: Dig. (1 ).—Pastos de verano.
—en su tiempo— una Hiberni Saltus: D lg. (2). Pastos de invierno.
>ación “ SA LT U S AM- Saltus nemore compascua communiones...
S A L T U S — Generalmente designa un monte espeso e intrincado,
lleno de accidentes donde suelen veranear o invernar los ganados (3).
labor histórica con la
(1) D igestoru m LIB RI.
el mal viene cuando (2)
¿3)
Dicc. C O M M E L E R A N : C lásico etnológico.-2.‘ edic. 1912.
Dicc. Latino-Español etim ológ ico .R a im u n d o de M igu el.

- 255 -
Era Cáppera la ciudad específicamente romana, rec­
tora de la comarca, desde cuyo centro fácilmente se go­
bernaban los tres Valles objeto de nuestro estudio.
Hemos señalado un camino de transversales que arran­
cando de aquel núcleo urbano cortaba Traslasierra para
internarse en el valle del Jerte saltando por el puerto de
Sangamello. Ascendía unos kilómetros valle arriba. Aban­
donaba la vía que caminaba a Barco de Avila entre Jerte
y Tornavacas, para cortar la sierra de la Vera por Puerto
Nuevo y acercarse así rápidamente a Talavera de la Reina,
segunda ciudad romana, también rectora de nuestra
comarca.
Era Cáppera el lugar natural donde tenía que encon­
trarse esta piedra que habla de disfrute de pastos de una
comarca. Nosotros la vemos ocupando el sitio que debía
en el Fo ra, rector y administrador.
S A LT U S A M B R IA C EN S IS no significó nunca ni
puerto ni saltos de montaña, sólo significó y señaló la pro­
piedad indivisa que existía en nuestras montañas cuando
el romano llega a nuestra zona, y que él, gobernador y le­
gislador, articula para un razonado y perfecto disfrute, en
común, de los vecinos de A M BR A C E.
Unicamente es él, el pueblo romano, el que puede lla­
mar Saltus a los terrenos y Pagus, a la ciudad, quedán­
donos, así, su testimonio histórico.

A l solicitar de mi culto amigo el Profesor de G riego del Inst.


de E. M. Sr. Peña, que me informara sobre la posible relación de la pa­
labra Jerte con raíces indoeuropeas, me envía el presente escrito:
“ Encuentro razonable considerar que dicho onomástico derive,
en su raiz J E R , de una indoeuropea —que vemos en sánscrito g h a r =
brillar; G riego /a/ro=regocijarse; /ártó- í/os=graci a; jartós, jarte, ja r -
tón =deseado, Latín g r a t u s = grato, gozoso y que con alternación v o ­
cálica a/e, en jh a r /jh er o ja r /jer, hubiera dado J E R + sufijo célti­
co?— a te= J er (a ) te> Jerte, por supresión de la vocal postónica".

- 256 -
MAPA D E LA A L T A
E X T R E M A D U R A ,
C O M P R E N S I V O DE
LOS YACIM IENTOS
ARQUEOLÓGICOS Y
VI AS R O MA N A S T R A ­
T A D A S EN E S T A O B R A
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ento del

¡madura,

‘ .-A r c h .

I N D I C E
G E N E RA L
I N D I C E
G E N E R A L

P R O L O G O ..................................................................................... .......3

N O T A S ............................................................................................ .......r

Dedicatoria .......................................................................... .......11

A N T E C E D E N T E S S O B R E E S T U D IO S P R E H IS T O R IC O S ... 14

G E O D IN A M IA D E L A A L T A E X T R E M A D U R A ...............................21

Conmociones en los V alles del Jerte, Tiétar y de las


G ranadillas............................................................................ .......23

Y A C IM IE N T O S P R E H IS T O R IC O S D E L A A L T A E X T R E M A ­
D U R A ........................................................................ .......... .......31

Idolo V a lle n a to ............................................................................35


Artes neolíticas y sus enclaves .................................................41
— “ C onglom erado" del B o q u iq u e.................................... .......41
—Yacimiento de El B^rrocalillo.................................................45
—Yacimientos de Navalonguilla y N avam ed ian a ................... 46
—El Butracón de R eb o lla r..........................................................46
—Inmediaciones del Idolo V a llen a to .................................. .......47
—C ollado T o sta d o ............................................................... .......47
—Yacimiento de C ab ezab eilosa................................................ 47

— 271 -
— Castro de los Riscos de V illavieja 48 El escudo .......
— La H o y a .......................................... 48 El guerrero de 1
—Las M a g a r z a s ................................ 49 La espada —
—El Calam oco ......................... 49 L a la n z a .........
—Yacimiento de Segura de Toro .. 50 Los c a z o s .......
— Cerro del Cabezo de Galisteo — 52 El p om o...........
— Sepulturas labradas en r o c a ......... 52 Losa I d o l o ___
El cuchillo afalc
A R T E S R U P E S T R E S .................................. 61 Arcos y flechas
“ O bjeto innomii
El petroglifo del Puerto del Gamo . 63
—Antecedentes y situ ación ........... 63 N E O L IT IZ A C IO N DE L (
— D es c rip c ió n .................................. 65 DE LA S G RANAD
Primer g r u p o ................................ 66
Segundo g r u p o ............................ 69 N e o lític o .........
T ercer g r u p o ............................... 70 Nuestra cultura Ma
Cuarto g r u p o ............ '................. 73
Quinto grupo .............................. 73 C IT A N IA D E L O S RISCl
—Estudio ......................................... 74
I. Figuras humanas e s tiliza d a s ............................. 74 Castro de los Riscc
II. Esquemas id o lifo rm e s ........................................ 74
III. Figuras idoliform es............................................. 75 IN D O E U R O P E O S .........
IV. Idolos-placas o plásticos .................................. 75
V. Representaciones soliform es............................. 75 Industrias atípicas;
VI. Signos representativos de viviendas .............. 75 Toponimias .........
VII. Signos re tifo rm e s ............................................... 75 Pervivencias demoi
VIII. Representaciones-de a r m a s .............................. 76 A r m a s ..................
— E poca. ........ 78 Plástica celtibérica
—Interpretación 83 T eoría sobre la cel

E N T E R R A M IE N T O S M E G A L IT 1 C O S ........................................ 87 P R O T O H IS T O R IA .......

Dolmen de corredor de Villanueva de la Vera ................. 89 EL R O M A N O ................


Sepulcro de cúpula del Teriñuelo de C a r c a b o s o ............ 93 Nuevas aportación»
C o m a rc a ...............
LO SAS SEPU LCRALES EXTREM EÑAS ................................. 97 V alle de las Grana
—J a r illa ...............
Nuevas aportaciones a los problemas que plantean es­ —Tem plo romano c
tas losas .............................................................................. 99 —Necrópolis romai
III Losa sepulcral de Torrejón el R u bio....... ................ 101 — El togado de V a l’
-R e v is ió n de todas las conocidas .................................... 101 —Miliario del Puen
:ja ............................... 48 El e s c u d o ........................... .................................................. 102
...................................... 48 El guerrero de Torrejón III......... ......................................104
49 La espada........................................................................ .....109
49 La la n z a .......................................................................... .....109
50 Los c a z o s ........... ..................... .................................... .....112
52 El pom o............................................................................ .....114
52 Losa I d o l o ........................... ........................................ ..... 115
El cuchillo afalcatado ........................................................116
61 Arcos y flechas ...................................................................116
“ O bjeto in n om in ad o".................................................... .....119
63
63 N E O L IT IZ A C IO N D E L O S V A L L E S D E L JERTE, T IE T A R Y
65 DE L A S G R A N A D IL L A S ........................................................123
66
69 N e o lític o ........................................ ....................................... .....131
70 Nuestra cultura M astiena..........................................................133
73
73 C ITAN 1A D E L O S R IS C O S DE V IL L A V IE J A ........................... .....143
74
adas 74 Castro de los Riscos de V illa v ie ja ......... ...............................145
74
75 IN D O E U R O P E O S .......................................................................... .....155
75
•rmes........... 75 Industrias atípicas y prácticas necrolátricas . ....................163
de viviendas 75 Toponimias .......................................................................... .....166
75 Pervivencias demosiquicas.— E tn o lo g ía ........................... ..... 167
mas 76 A r m a s ................................................................................... ..... 170
78 Plástica celtibérica............................................................... .....171
83 Teoría sobre la celtización de nuestra C o m a r c a ............ ..... 172

87 P R O T O H IS T O R 1 A ............................... ...................................... .....183

a de la V e r a ................ 89 E L R O M A N O ................................................................................. .....195


de C a r c a b o s o ............ 93 N uevas aportaciones al estudio del romano en nuestra
C o m a rc a .................................................................................... 201
>S ................................ 97 V alle de las Granadillas ........................................................202
— J a r illa .................................. ..................................................208
mas que plantean es- —Tem plo romano de J a r illa ............................................... .....208
...................................... 99 — Necrópolis romana de C e r e z o .............................................218
Rubio............................. 101 — El togado de V a lv e rd e jo .. ............................................. .....220
101 —M iliario del Puente G uinea......... ........................................223
241

................................... 243

C O M PREN SIVO DE
G IC O S Y V IA S RO -
LIB R O ....................... 257

................................ 261

E S T E L IB R O SE A C A B O D E IM P R IM IR

E L D IA D O C E D E D IC IE M B R E D E 1957,
F E S T IV ID A D D E N T R A . S R A . DE GUA­

D A L U P E , E N L O S T A L L E R E S T IP O G R A ­

F IC O S “ LA V IC T O R IA * 1. P L A S E N C IA

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