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Alumno: David Uriel Rosales Cervantes. Procesos Mundiales Contemporáneos.

Primera parte de la evaluación.

Hecho histórico: Los atentados terroristas en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001.

Paradojas y absurdos; terrorismo perpetuado por Occidente.


Tras nueve años de la apertura del Nuevo Orden Mundial en 1991 como resultado de la
desintegración de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, la llegada del nuevo milenio
represento para Occidente la oportunidad de replantear los preceptos del Nuevo Orden
Mundial que en voz del propio expresidente norteamericano George Bush propugnaba por
forjar un orden internacional que permitiera a las naciones prosperar y vivir bajos los
principios de justicia, armonía y paz, enmarcado en la “garantía” de que los Estados Unidos
proporcionaría al orbe un mundo libre de la amenaza del terror; después de todo la amenaza
comunista había sido “derrotada”. El “efecto 2000” no fue más que una sensación
generalizada de los primeros tropiezos occidentales en su ardua misión de transformar al
mundo en una sociedad capitalista y globalizada; sin embargo, fue hasta el 2001 y con
escasos siete meses de administración del presidente George W. Bush que los efectos de la
primera década del Nuevo Orden Mundial se materializaron en uno de los acontecimientos
de mayor relevancia del siglo XXI, a saber: los atentados contra las Torres Gemelas y el
Pentágono en Estados Unidos.
Si bien, los atentados llevados a cabo en la mañana del 11 de septiembre de 2001 contra las
Torres Gemelas neoyorquinas, contra el Pentágono y el fallido en Pennsylvania, en una
rápida y simplista lectura de los hechos, evidenciaron la vulnerabilidad de los sistemas de
seguridad de los Estados Unidos, empero es contundente que el verdadero trasfondo de los
atentados del 11-S se ubica en relación con los antecedentes, a priori, del Nuevo Orden
Mundial, que bajo el liderazgo de los norteamericanos busco a toda costa y a todo galope
imponerse, así fue en América Latina, en los Balcanes, en Asía Central, guiñando a China y
con claros oscuros en África y Medio Oriente, camino forjado, en gran parte, durante la
década de los noventa del siglo XX; el común denominador, la contundente decisión de los
Estados Unidos en no dudar usar la maquinaria diplomática y militar para intervenir, directa
o indirectamente, en toda nación en donde fuera necesario, tal fue el caso de Haití en 1991,
Somalia en 1992 o las guerras secesionistas en la península de los Balcanes en 1995, 1997
y 1999. De esta forma, los norteamericanos daban pasos “firmes” en su misión por
introducir sus políticas de corte neoliberal y con ello perpetuar la instauración del Nuevo
Orden Mundial.
A la par de los Estados Unidos, y como parte de los antecedentes a priori al Nuevo Orden
Mundial, en la década de los noventa el ánimo en Oriente Medio se encauzaba a un rechazo
a la influencia occidental y más aún a todo proyecto socialista; siendo el fracaso de los
regímenes arabistas y socialistas los que generaron desequilibrios ecológicos, quiebras
presupuestarias, desastres sanitarios, pobreza y gobiernos autocráticos en toda la zona de
Oriente Medio. Sin embargo, el rechazo a los occidentales se tornó con mayor fuerza en la
zona al tiempo que el mundo árabe musulmán se percataba que los Estados Unidos, como
líder de Occidente, solo veía un interés geoestratégico en los nuevos gobiernos islamistas

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Primera parte de la evaluación.

como bloques anticomunistas; este interés se evidencio en Turquía en 1971 y 1980 cuando
militares turcos colaboraron en una guerra sucia contra el Partido de los Trabajadores
Kurdos. Pakistán, en el contexto de la ocupación soviética en Afganistán en 1979, los
Estados Unidos encontraron oportunidad de contribuir, por no decir ingerir, a la contra
ofensiva afgana para hacer frente a los soviéticos, haciendo de Pakistán toda una base de
operaciones y logística norteamericana; en esta línea, Egipto sirvió a los intereses de
Washington como aliado indispensable para contrarrestar la ocupación soviética en
Afganistán, disponiendo de las bases de Qena y Aswan para que aviones norteamericanos
transportaran armas en dirección a Pakistán con el fin de equipar a los combatientes
afganos. En esta misma sintonía de la ocupación soviética en Afganistán, que cabe aclarar
no es menester de este trabajo el ahondar sino solo recurrir como referencia para entender
la actitud de rechazo de Oriente Medio hacia Occidente, principalmente hacia los Estados
Unidos, es de suma importancia mencionar la colaboración del gobierno norteamericano, si
no explicita pero sí implícita, con el grupo que en 2001 cobraría relevancia por su
adjudicación como autor intelectual y material de los atentados terroristas contra las Torres
Gemelas, AlQaeda, organización que se sumó a las operaciones militares de los Estados
Unidos y sus aliados tradicionales junto con los nuevos gobiernos islamistas para
conformar un frente contra la ocupación soviética en Afganistán. La iniciativa del fundador
de AlQaeda, el multimillonario gerente de una de las mayores empresas constructoras del
mundo, el saudí Osama Bin Laden, era la de proveer ayuda a la resistencia islamista afgana,
ayuda que no menosprecio en absoluto los Estados Unidos por estar direccionada a
combatir, en aquel momento a su enemigo número uno, a la Unión Soviética. Es claro que
tanto los Estados Unidos como los gobiernos islamistas de la década de los ochenta del
siglo XX entendieron que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, una lógica que les
permitió en conjunto vencer a los soviéticos en 1989.
Sin embargo, este interés geoestratégico norteamericano en Medio Oriente para contener al
bloque comunista simplemente fue eso. El reconocimiento a la colaboración del mundo
árabe musulmán en su aportación para contener a la Unión Soviética no encontró cabida en
los medios de comunicación occidental. La maquinaria diplomática y militar
norteamericana solo tenia un objetivo en mente tras el fin de la Guerra Fría: emprender un
Nuevo Orden Mundial, sin importar que a él se deban subyugar aliados antiguos, peor aún,
si importar que el enemigo de mi ex enemigo ahora sea mi enemigo; la misma lógica que
unió a Medio Oriente y a Occidente para contener y derrotar a los soviéticos entre 1979 y
1989, décadas posteriores sería la misma que los confrontaría.
Los atentados del 11-S en Estados Unidos por el grupo terrorista AlQaeda evidenciaron no
solo los ineficaces sistemas de seguridad norteamericanos, sino la inconformidad de un
antiguo aliado que, consciente o inconscientemente, contribuyo al verdadero objetivo de los
Estados Unidos y al que también, tarde o temprano, debía alinearse, la imposición de un
Nuevo Orden Mundial con los Estados Unidos como único autor intelectual y material.
Para el Medio Oriente resulto un reductio ad absurdum su alianza con los norteamericanos
en la guerra de Afganistán contra la Unión Soviética al considerar que ello le confería la
posibilidad de no verse amenazada con los futuros intereses occidentales de imponer un

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orden mundial, ¿no es un absurdo creer que Medio Oriente estaría absuelta de toda
intención norteamericana de ordenar al mundo en base a su particular visión capitalista y
globalizadora?
En conclusión, los atentados terroristas contra las Torres Gemelas, el Pentágono y el fallido
en Pennsylvania no es por nada la mejor alternativa que los seres humanos deban optar para
solucionar sus inconformidades políticas, ideológicas, económicas o culturales; no es
intención de este texto incitar o justificar actividades terroristas, sino de dar cuenta de las
paradojas y los absurdos que sociedades occidentales u orientales, capitalistas o socialistas,
protestantes o islamistas, moderadas o radicales o conservadoras y liberales engendran
perpetuando un Orden Mundial que no garantiza alianzas pero si certidumbre de que
siempre habrá una amenaza a la que se debe combatir.
Reducir los atentados del 11-S como una acción cometida por un grupo de maniáticos
religiosos islamistas es caer en un simple y barato argumento que encuentra pared con un
análisis más profundo sobre las acciones cometidas por los Estados Unidos contra el Medio
Oriente desde décadas a tras al 11-S, por tanto no resulta nada extraño que los atentados a
las Torres Gemelas sean más una represalia que un acto de odio aislado contra los
norteamericanos. En pocas palabras, a toda acción una reacción y es contundente que el 11-
S es la reacción de una serie de malas acciones norteamericanas.

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