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No sería posible consolidar la autonomía disciplinaria del Derecho Procesal en

nuestro país, sin un texto como el del profesor Alejandro Romero Seguel. Sin caer
en la exageración, el libro que se comenta constituye un perfecto puente entre el
sólido conocimiento jurídico y la práctica judicial, y servirá seguramente de
herramienta indispensable para quien pretenda aproximarse a la dogmática del
Derecho Procesal desde sus modernas orientaciones.

El título con que se concibe el libro grafica una de las piezas claves en el
pensamiento del autor: la acción es un derecho subjetivo público que constituye el
mecanismo constitucionalmente dispuesto para la tutela de los derechos subjetivos
e intereses legítimos. Esta relación, así como los diversos componentes del derecho
de acción, son analizados en el Capítulo I. Se trata, a mi juicio, de una postura
esencial desde que vincula a la jurisdicción no sólo a la solución de conflictos y la
recomposición del orden jurídico, sino además a la protección de los derechos e
intereses de las personas. Esta concepción resulta vital para imprimir en el andar
judicial una nota de justicia de la toma de decisiones, aproximándolo a una genuina
reconstrucción de los hechos y a la correcta aplicación de la norma jurídica.

En el segundo Capítulo se analizan las diversas clases de tutelas u objetivos


procesales. El autor nos propone una clasificación que se orienta en las que
típicamente se conocen en el Derecho Procesal: declarativa (mera declaración, de
condena y constitutiva), ejecutiva y cautelar. Esta última es separada
conceptualmente por el autor, distinguiendo entre la tutela anticipada y de urgencia
(analizada en el Capítulo III), y la tutela cautelar (Capítulo VII). Esta distinción tiene
absoluta relevancia en la interpretación de los textos procesales modernos (por
ejemplo, tribunales de familia y ambientales) que reconocen al juez una potestad
amplia para decretar las medidas cautelares innovativas y conservativas que
estimen indispensable. En sus planteamientos hay un diálogo constante entre la
doctrina y jurisprudencia, pero sobre todo una aproximación dogmática que enfrenta
a los textos legales vigentes —muchos de antigua data— con las categorías
abstractas de la tutela cautelar. Por eso, se denota un notable esfuerzo interpretativo
y argumental para insertar en nuestro sistema vigente algunas instituciones como la
tutela cautelar innovativa a la luz del actual Código de Procedimiento Civil.

En el Capítulo IV se sortea con pleno éxito un terreno espinoso: la legitimación. Para


este éxito se parte describiendo las “situaciones legitimantes”, donde destaca la
claridad con que se logra abordar al “interés legítimo”, como una categoría aún en
ciernes en la disciplina y jurisprudencial nacional. Posteriormente, se aborda el
tratamiento procesal de la legitimación, asumiendo una postura que se aparta de las
tesis tradicionales, que entienden a la legitimación en una doble vertiente: una
procesal y otra sustantiva. Para el autor la legitimación es una cuestión de fondo,
que será determinado en la sentencia definitiva. Este capítulo resulta sumamente
interesante desde que nos introduce en una serie de conceptos y distinciones
propios del Derecho Procesal.

En el Capítulo V, se da cuenta de una temática prácticamente desconocida en el


Derecho Procesal. Me refiero a las “relaciones entre las acciones”. El cómo se
relaciona una u otra acción, y las consecuencias procesales de esa relación,
parecen estar entregadas a la casuística. Romero no sólo se aboca a la tarea de
desarrollar un marco conceptual que permita depurar las diferentes situaciones de
relación entre acciones (identidad, conexión, prejudicialidad, accesoriedad,
incompatibilidad, concurso de acciones y normas, acumulación) sino además nos
plantea una serie de soluciones, en su gran mayoría, con asiento en la doctrina,
jurisprudencia y en el Código de Procedimiento Civil.

El Capítulo VI es el momento del sujeto pasivo de la relación jurídico-procesal. En


este apartado se examinan las actitudes del demandado en el proceso, haciendo
especial referencia a las excepciones procesales y materiales como forma concreta
de defensa. Destaca la constante referencia a la jurisprudencia nacional. Se
concluye este capítulo con la reconvención, dejando insinuados algunos de los
principales problemas prácticos de esta institución.

La invitación implícita que hace el texto del profesor Romero es a dar una lectura en
clave científica a instituciones y normas procesales que siempre nos han
acompañado. Esto permite, por una parte, entender al Derecho Procesal como una
auténtica disciplina sujeta a principios y categorías propias, y por otra, a interpretar
las normas jurídicas con un sentido coherente con esa disciplina. Creo que si alguien
desea aprender y entender el Derecho Procesal no puede sino que recurrir al texto
que se comenta.

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