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En español en el original.
iglesia cató lica, excluyó del saló n de clase en general la comunicació n de los avances
de las ciencias modernas que habían puesto en cuestionamiento en el siglo XIX los
dogmas del ultraconservador catolicismo. El sílabo papal (declaració n de Irturmern)
de 1864, que condenó las teorías de las ciencias modernas y la mentalidad liberal y
secularizada y la prá ctica, contribuyó esencialmente a la hacer la guerra entre los
partidos conservadores y liberales por una disputa de creencias. La iglesia cató lica
hecha de nuevo poderosa gracias a la Constitució n condenó a sus opositores, a saber
los anticlericales, amenazó a los posibles partidarios con la excomunió n y añ adió con
ello una nueva divisió n al país dividido. El endurecimiento de la confrontació n política
vorhemlich de la clase alta abarcó a todo el país, pues la cruzada contra lo moderno
no descartó a los pueblos apartados de la provincia: los pá rrocos predicaban desde el
pú lpito la condena del pensamiento secular y liberal. A las guerras civiles de los
grupos se unió ahora la guerra ideoló gica de las confesiones políticas y condicionadas
a la religió n. Esta situació n explosiva hizo estallar la ú ltima guerra civil má s larga y
sangrienta del siglo. 52 guerras civiles habían sucedido antes, y la ú ltima, que duró de
1899 a 1902, concluyó el siglo XIX con un tratado de paz que la pausa de la violencia
ocultó al lento proceso del desarrollo de la sociedad: la independencia de Panamá en
el añ o 1903 no fue un ataque de los Estados Unidos con su política exterior del
“monroísmo” imperialista (lema de Monroe: “América para los americanos”) a la
Repú blica de Colombia, sino resultado de la incapacidad del “nuevo patriciado”
colombiano, con la reclamada unidad de la Repú blica en la Constitució n de 1886 para
ir al mismo paso con la unidad requerida en la constitució n de 1886, para dar
verdadero cumplimiento a la exigencia. El siglo XX empezó con un corto periodo de
paz, progreso econó mico y el surgimiento de asociaciones de trabajadores (artesanos,
campesinos, trabajadores) que está n relacionados con la formació n del Partido
socialista (1919). La influencia de los Estados Unidos en la economía y, por
consiguiente, también en la política, la Revolució n mexicana de 1912, la reforma
universitaria de Có rdoba (Argentina) de 1914, la Revolució n rusa de octubre, que
produjeron un efecto moderado en Colombia, cambiaron el panorama político de la
Repú blica. Las asociaciones de trabajadores no só lo lucharon por justicia social, sino
que también introdujeron en parte doctrinas social-revolucionarias en la
confrontació n política, esto es, el país fue politizado intensamente; la enseñ anza no se
sustrajo al modelo de la reforma universitaria de Có rdoba, esto es, las universidades
fueron modernizadas en cuanto al contenido y administrativamente (participació n
estudiantil en la gerencia); las inversiones norteamericanas favorecieron la
promoció n de la tecnología y del transporte y las comunicaciones, pero este cambio
del paisaje político y social se fundaba en un débil sustento. La Repú blica no disponía
de un personal suficientemente capacitado para llevar a un cambio seguro, las
gestiones para la justicia social y las asociaciones de trabajadores y los sindicatos
recién formados fueron tomados por comunistas y sometidos, los conflictos sociales
se intensificaron debido a ello, y la crisis financiera mundial de 1929 contribuyó a que
el gobierno conservador de entonces tuviera que renunciar. En el añ o 1930 se eligió a
un político liberal como presidente. Subió al poder con la promesa de una “unificació n
nacional”, pero podía o quería la satisfacció n política de las provincias, que fueron
azotadas implícitamente por la violencia de ambos partidos. La pretensió n del
liberalismo de garantizar la justicia social, libertad y respeto para la dignidad del ser
humano, de modo que se proteja legalmente a las clases débiles de la sociedad y se las
ubique mejor, fracasó sin embargo por el miedo de la clase alta de que la irrupció n de
las masas de trabajadores en la política amenazara el bienestar y los valores del orden
tradicional. Este miedo alcanzó la cumbre cuando el sucesor del presidente liberal, el
ú nico hombre de Estado con mucha personalidad en la historia del país, Alfonso
Ló pez Pumarejo, asumió el poder del Estado y presentó un programa de reforma
nacional conciliador que se denominó como la “Revolució n en marcha”. La reacció n
contra el programa fue extraordinariamente agresivo. La clase alta, que había
criticado el presidente, la iglesia cató lica, que rechazó la libertad de culto y la
secularizació n de la enseñ anza, así como representante del mismo partido del
gobierno, intentaron poner en descrédito la reforma política para inculpar al
presidente de la promoció n y el favorecimiento del comunismo y de la masonería. El
vívido interés con el que los partidos y grandes partes de la sociedad continuaron el
desarrollo de la Guerra Civil Españ ola de 1936-39, el deje de la ideología fascista en
Colombia prepararon al país para añ adir a la escisió n del país entre las confesiones
liberales y conservadoras una nueva: la escisió n entre los partidarios de los aliados y
los partidarios del eje (Hitler-Mussolini). Desde 1938 la clase política y alta se propuso
desarticular la “Revolució n en marcha”, sin restablecer el estado del siglo XIX
completamente. La guerra fría repercutió en la política del país, en tanto que cada
reforma social de gran alcance, necesaria fue tomada por comunista. La violencia que
la escisió n política y social del país ocultaba en sí, se desató fuertemente en 1948.
Como protesta contra el asesinato del tribuno popular Jorge Eliécer Gaitá n, se levantó
el pueblo principalmente en la ciudad, saqueó ciega y fulminantemente, su falta de
disciplina imposibilitó los intentos de los líderes liberales de izquierda para asumir el
poder. Pero la embajada desarticulada del pueblo airado no propició reformas
fundamentales. La revolució n cubana del añ o 1959 sugirió el reembolso, y este
reembolso articuló la embajada en el sentido marxista de la revolució n, que había
estallado en el añ o 1948. Surgieron grupos guerrilleros de izquierda, que se ampliaron
con el paso del tiempo (alrededor de 50 añ os) y a pesar de la lucha del ejército contra
ellos, tomaron en posesió n má s del 30% del territorio colombiano. Los grupos
guerrilleros formaron un estado dentro del estado, que había de combatir el comercio
de droga y estaba preparado para zanjar la influencia política. La alta clase política,
que tenía la intenció n de seguir el modelo de los Estados Unidos y le concedió poder
interior y la élite dirigió la educació n hacia ellos, perdió de vista al país y lentamente
el control de la Repú blica que esta “élite” consideraba y trataba como un gran
patrimonio explotable. Extrañ o en un país propio, pero entendiéndose como
“patrió tico”, no se percibió que el abismo entre pretensió n y realidad, entre promesa y
cumplimiento había causado una escisió n insostenible, cuya salida permanece hace
mucho tiempo incierta y se hace vaga, en cuanto las reformas no se pongan en vigor y
se realicen, las cuales permitan adjudicar esta denominació n completamente al
“Estado de derecho” que es la Repú blica de Colombia.