Está en la página 1de 89
Sexualidad femenina Epiva E. O. L. Coleccién Orientacién Lacaniana Publicacién de la Escuela de 1a Orientacién Lacaniana miembro de la Asociacién Mundial de Psicoandlisis (A.M.P. Director responsable: Graciela Brodsky Director de la publicaci6n: Anibal Leserre Director Adjunto: Guillermo Rafces Redacei6n: Ennia Favret, Carlos Gustavo Motta, Nieves Soria y Manuel Zlomik. Comreccin: Nora Alvarez, Nora Cherni, Blanca Sanchez, Patricia Kerszenblat Traducciones: Silvia S. Baudini, Nieves Soria, Patricia Boggiano, Susana Toté Composicisn y Armado: Espacio & Punic ISBN 987-99805.2-2 Registro de la propiedad intelectual en trémite Impreso en la Argentina, Printed in Argeniina, Indice Presentacin .... {Existe el narcisismo femenino? Posicién masoquista, posiciGn femenina, Colette Soler Las mujeres y el sacrificio. Colette Soler Posiciones femeninas del ser. Erie Laurent. La verdadera, la falsa, 1a no-toda, Nieves Soric La pequefia K (...). Germén l. Garcia (Falta a perpetuidad? Ménica Torres ... Sintoma y estrago del otto sexo. Serge Cottet Una chica es mirada. Frida Nemirovsky Frigideces. Enric Berenguer. Servidumbre sexual, Diana Etinger de Alvarez Mujer, semblante y cuerpo. Vicente Palomera... ‘Una salida en relaci6n al falo y el retorno de un resto, Beatriz E, Udenio .. Marfa: La consagraci6n de un nombre. Carlos Gustavo Motta... 105 4s 123 131 137 8 PRESENTACION SEXUALIDAD FEMENINA . faltan en las contribuciones de los autores, las referencias clinicas, que nos muestran las salidas a los laberintos del sexo en que hom- bres y mujeres estén prisioneros, y que sefialan que la imposibilidad 1no s6lo encuentra la impotencia. Desarrollos de la dialéctica falo- centrista que distingue los registros del ser y del tener, encuentran su ubicaci6n en estas paginas. Por lo tanto, en cierta medida, los textos aqui reunidos retoman el debate de los afios treinta, debate —como ha sefialado B. Lau- rent— tapado por el éxito del psicoandlisis de nifios y las problemé- ticas concomitantes del “maternaje” (buenas 0 malas), de la profi- laxis sobre el sexo y de 1a educaci6n de los niftos. Retoman el deba- te porque presentan los desarrollos freudianos y los esfuerzos por parte de Lacan, para que el psicoandlisis se ocupe de aquellos temas que le atafien: la sexualidad, el falo, 1a castracién, el goce... Debate en su actualidad al considerar a la sexualidad femenina como uno de los temas de nuestra civilizacién, tomando que la ensefianza de Lacan indica las dificultades de la sexuaci6n y la imposibilidad de la reduccién del goce en algtin tipo de simbolo, o en un significante tinico, De diversos modos, los articulos aquf reunidos ubican la pregun- ta freudiana z Was will das Weib? en concordancia con otras pregun- tas y diversas consideraciones, por ejemplo: ;Es posible una clini diferencial de 1a posicién masoquista y de la posicién femenina? ZEI masoquismo femenino es una fantasfa del deseo del hombre? asf como las dificultades de hallar un correlato entre 1a posicién fe- menina y una identidad sexual. Pero ya la pregunta freudiana, en su ‘misma formulacién, matizaba ¢ implicaba un més allé de la solu- cin falica. A su vez, 1a soluci6n lacaniana marca su orientacién en la clinica de la falta de identidad, que ubica una alternativa a los malentendidos de la, complementariedad de los sexos, a los fantas- mas ligados al goce maternal y al estrago maternal en su vertiente de empuje al hombre. Por tiltimo, setalemos que esta presentacién que ha tomado su gags raz6n de ser en los articulos aquf publicados, no intenta més que in- dicar al lector algunos puntos, algunos problemas y sus soluciones, que el tema de sexualidad femenina nos presenta. Indicar estas uestiones y dejar al lector en La via de la contingencia —que el te- ‘ma impone— para que pueda encontrar en estas paginas las reso- nancias de un debate que continta. Anibal Leserre ¢Existe el narcisismo femenino? Posicién masoquista, posicién femenina* Colette Soler “todo puede ponerse en la cuenta de la mujer en la medida en que. en la dialéctica falocéntrica, ella repre: senta el Otro absouta” La pregunta con la que Freud tropez6, “; Qué quiere la mujer’ continga asediando los discursos. Corrié una respuesta que decta: quiere sufrir, Los enunciados culpables de esta tesis son de Freud, especialmente en sus dos textos de 1919 y 1924, “Pegan a un nifio” y “El problema econémico del masoquismo”. en deci que hay mujeres masoquistas -las hay y también hombres. ‘No se contenta tampoco afirmando simplemente que las mujeres su- fren -sufren efectivamente por la carencia félica, pero no més de lo que sufren los hombres por ta amenaza de castracién. Sostiene que el deseo femenino es esencialmente masoquista, que apunta a gozar del dolor, incluso a hacerse mértir del Otro. Prejuicio, dice Lacan, y “monstruoso”. Los analistas postfteudianos, especialmente tas mu- Jeres fueron més que complacientes con ella y la tesis se mantuvo “indiscutida a despecho de 1a acumulacién”? de hechos clfnicos de sentido contrario, Pero, ,¢s esa la tesis de Freud, més all4 de sus enunciados? Las formulas de Freud, al menos si se las afsla, parecen no dejar ningdn lugar a dudas. Hay muchas; retengo dos, las més importan- tes, Evocando las puestas en escena de los masoquistas hombres, *ExposiciGn presentada en las Jomadas de la EEP, en Malaga, el 28-2-93 R COLETTE SOLER SEXUALIDAD FEMENINA 1B y repite que “su masoquismo coincide con una posicién feme- nina”*, Cuando introduce ta nocién de “masoquismo femenino”, més radicalmente atin, distinguiéndolo del masoquismo erégeno 0 ‘moral, lo define como “expresiGn del ser de la mujer". Freud comenta suficientemente estas formulas para que su senti- do no provoque duda en el contexto, Ellas no apuntan a aclarar el problema de la femineidad, sino el de los fantasmas y practicas per- versas, especialmente en el hombre’, Inscriben la equivalencia ima- ginaria que Freud descubre entre el “hacerse pegar” del masoquista y lo que é! llama el “papel” femenino en la relaciGn sexual. Para ha- cerse tratar como el objeto det padre -expresién que Freud hace equivalente a hacerse tratar como una mujer-, ef masoquista no tie- ne otro recurso sino hacerse pegar. Vemos aqut, que el término posi- ciGn femenina merece ser precisado. No designa directamente 10 {que nosotros nombramios una posicién subjetiva. Se refiere en pri- mer trmino aun lugar en la pareja sexual, donde es el otro, el hom- bre, sujeto del deseo. La insistencia de Freud en subrayar el 1azo det fantasma masoquista con el deseo edipico, la identificacién, fuerte- mente afirmaca, del otro que golpea con el padre -atin cuando en la imaginacién consciente del sujeto, es la madre- indican claramente ‘que alli explora una de las versiones de la pareja sexual. 1 declina: las metonimias de las representaciones de goce, a sa- ber: hacerse amordazar, atar, pegar, azotar, maltratar de una u otra forma, forzar a una obediencia incondicional, mancillar, rebajar*: et orden y 1a variedad de las pulsiones implicadas -orales, anales, s4di- cas, segiin se trate de ofrecerse a ser devorado, pegado, 0 posefdo sexualmente’; y finalmente, la serie de las encarnactones del objeto: el nifio malcriado, 1a mujer en tanto que est castrada y que padece el coito. Lo vemos, Freud explora metédicamente una de las versio- nes del objeto complementario del deseo masculino. Y descubre sin enunciarlo completamente, para su sorpresa, lo que Lacan formula- 14 algunos aflos mas tarde, que este objeto es a-sexual. Es lo que él dice también calificdndolo de “pregenital”. Su definiciGn de la “esencia del masoquismo es una confirma- cién, El masoquismo sustituye, segin él, una férmula de goce por otra, en una quasi metéfora: “ser pegado” sustituye a “ser amado” en el sentido genital. Freud califica de “regresiva” a esta sustitu- ciGn, lo que habitualmente se repite sin pensar més en ello. Pero con ese calificativo, introduce en realidad algo muy preciso y que a menudo permanece desapercibido. Para Freud, regresién quiere de- cir cambio real en el inconsciente. La represiGn borra un deseo de la escena, pero lo mantiene inmodificado, semejante a sf mismo en el inconsciente. La regresin, por el contrario, cambia el estado de las cosas en el inconsciente, dice Freud. Qué quiere decir sino que el deseo y el goce al que apela, se encuentran realmente modificados. Deduzcamos: para Freud, ser objeto al modo masoquista y ser obje- to en la relaci6n sexual, son dos modos de deseo y de goce diferen- tes. Freud califica ciertamente como “femenino” el masoquismo que descubre en el hombre. Pero lo hace para marear que en la gé- nesis de ese masoquismo, si el sujeto termina por aspirar a ser pega- do, es para ser como la mujer del padre, A partir de alli, que él agre- ue que esta sustituci6n regresiva, produce un cambio real en el in- consciente, indica por el contrario, la heterogeneidad de las aspir: ciones masoquistas y femenina. Al pasar, es notable que cuando Freud trata de aproximarse a la ‘cuestidn del deseo femenino, en sus textos ulteriores de 1925 y 19329, no recurre al masoquismo. La secuencia de sus elaboracio- hes es destacable. Responde en principio refiriéndose a la nifita: quiere el falo. Si preguntéramos “qué quiere el hombre”, es sor- Prendente que nadie piense en ello, sin duda por tener ya la respues- ta, habrfa que decir que quiere un objeto cuyo valor de més de go- Zar compense cl menos de gozar de la castracin. A pesar de su di- ferencia, estén en igualdad por lo tanto por su referencia comin al falo. Freud tiene solo una bnijula para distinguir el hombre y la mu- Jet: los avatares de la castracién, la referencia tinica, la tinica veri cable. No aborda la especificidad de 1a mujer sino por medio de la 4 COLETTE SOLER subjetivacién de la falta félica, Anotamos entre paréntesis, que esa falta es precisamente la que abre para una mujer la posibilidad de ser objeto, sin ser el objeto golpeado -aunque a veces ocurra que se haga pegar, lo quiera o no-. La secuencia de los desarrollos freudia- nos habré empezado. por lo tanto, por reducir el Otro al Uno- jbas: tante se lo reprochan! Ese reproche no esté completamente justifica- do, Freud afirma para todos el falocentrismo del inconsciente, pero supo reconocer que no estaba allf todo el misterio femenino. Al de- sembocar, hacia el final de sus elaboraciones, en la pregunta “;qué quiere la mujer?” , indica sin réplica, que él percibe la parcialidad de su soluciGn, en el sentido de una parte del todo y no de parcial Las primeras paginas del texto “La feminidad” plantean ademés muy explicitamente, que “no le compete al psicoandlisis describir lo que es la mujer”, pues, dice Freud, es una “tarea irrealizable™"”. Es- ta observaci6n es Ia continuacién de dos observaciones precisas. Freud se interroga sobre la posibilidad de asimilar pasividad y femi- neidad. Concluye categ6ricamente: “Esta concepcin es indtil y cerrénca™!, En la segunda vuelve sobre la hipétesis del masoquismo. Reafirma que el masoquismo es femenino pues “las reglas sociales y su constitucién propia obligan a la mujer a reprimir sus instintos agresivos”.!? Pero retrocede en aticmar que la mujer sea masoquista en cuanto tal —sefiala que también hay hombres masoquistas y ex- trae la consecuengia: “estamos listos para reconocer que 1a psicolo- ‘misma no nos da la clave del misterio femenino”. Coneluyo: Freud percibié que la referencia al falo no agotaba la ccuestién de 1a feminzidad, y é1 no confundié el més allé del falo con la pulsién masoquista. En ese sentido la tesis “mujer masoquista” no es la tesis freudizna. Freud la introdujo, la explor6, pero supo re- conocer que no era esa “La” respuesta. Por otra parte sefialo que en el final de su articulo sobre la se- xualidad femenina, Freud pasa revista -y es algo raro en su obra- a las diversas contribuciones aportadas a esta cuestiGn por sus alum- nos contempordneos. Evoca el artfculo de Helen Deutsch sobre el UALIDAD FEMENINA masoquismo de las mujeres! Se esperaria que, por lo tanto, tome posicién sobre la tesis. pero en absoluto, Es bastante curioso ver {que la felicita por algo muy diferente: porque ella ha reconocido la relacién primaria preedfpica, a la madre. De este modo, con su justa prudencia, permanece un poco adelante de los postfreudianos. Al explorar el fantasma masoquista, descubre en realidad... otra cos En primer lugar 1a funcién del fantasma mismo, en tanto que tras- ciende a las estructuras clfnicas para los dos sexos, y que en parte, permanece aislado del contenido sintomético de 1a neurosis. Luego Ia afinidad con el sufrimiento de lo que Hamamos desde Lacan, el goce. De hecho los textos que Freud consagra al masoquismo, pre ciosos en muchos aspectos, no nos ensefian nada de las mujeres en sf mismas, pero sf mucho de ta no relacidn sexual y del goce para- déjico del ser habtante. Las confusiones postfreudianas no merecen, quiz4s tanto interés. Al retomar la cuestién, Lacan, los expulsa casi mds acd de Freud mismo, La mayoria puso en Ia cuenta del “masoquismo” fenémenos muy heterogéneos. Confundieron en esta categorfa, primeramente Ia perversién masoquista propiamente dicha, en segundo lugar, lo que implica en sf misma la actividad de la pulsién del més alld del prin- cipio del placer, en tercer lugar. de manera mas general, 1o que cada sujeto paga por su deseo, como prenda del mas de goce que le ase- gura su fantasma, Sin duda el fantasma se apoya en un Iimite al g0- Ce, pero podemos darnos cuenta también , sin dificultad, en cada ca- 80, que la l6gica de una vida se reduce a una aritmética elemental, que funda el a priori del fantasma, y donde todo el asunto concier- ne a los mas de gozar que hay que pasar a pérdidas y ganancias, Sin embargo el consentimiento para pagar el precio no produce el ma- soquismo. O entonces es el masoquismo universal del sujeto y ha- bré que decir: todos masoquistas. y tanto més cuanto que tenga un deseo decidido. in duda las confusiones postfreudianas no son inocentes. espe- cialmente cuando se trata de las mujeres. A menudo vernos allf gra- 6 COLETTE SOLER ciosas tomas de partido donde aflora lo que Lacan detects como ideatizante en a imputaciin del masoquismo, Extraigo del libro de Helen Deutsch sobre La psicologia de las mujeres" un ejemplo pa- radigmético y divertido a la vez. Se trata de su comentario del célebre personaje de Carmen. Con una frescura conmovedora nos explica porqué ese personaje encarna profundamente a cada mujer. Es que Carmen, dice ella, se comporta con el hombre como el nifio que juega con la mosca a la que él sabe que va a arrancarle las alas. Cada mujer se agita hasta lo més pro- fundo de su ser. Asi es, pero {Por qué? Y este es el impagable co- mentario de Helen Deutsch: es que cada una, dice, reconoce allf el “masoquismo hiperfemenino” trégico e inconsciente de Carmen, pues no habrfa que engafiarse con ello, destruyendo al hombre, des- truye su propio coraz6n y asegura su propia pérdida. Sorprendente. Imaginemos un instante el argumento aplicado a todos los que ator- mentan en el mundo, a los verdugos de toda laya que constituyen la historia humana... Por lo tanto lene que hacerse una clinica diferen- cial de la posicién masoquista y de la posicidn femenina. Parto de 10 siguiente: tiene que haber algo que se preste a confusin para que la tesis haya podido sostenerse, invocando algunos hechos elinicos. Es- te entre otros: las mujeres mismas a menudo deploran su masoquis- ‘mo. {Qué tienen en comin un masoquista y una mujer? La respuesta es simple: uno y otra en la pareja que forman con su compaftero, su- puesto descante, se colocan en el lugar del objeto, Este lugar evoca evidentemente a un tercero, que es el analista, El masoguista, la mu- jer, el analista constituyen una serie en lo siguiente: los tres hacen “semblante de objeto” -seguramente con modalidades muy diferen- les, pues nada permite suponer que todo Io que hace semblante de objeto depende del mismo deseo, De allf la pregunta por el deseo masoquista, el deseo femenino y el deseo... del analista. Cuando hablamos del ser de la mujer, no olvidemos que es éste un ser dividido entre lo que ella es para el Otro y lo que ella es co- ‘mo sujeto del deseo, entre, por una parte su ser complementario de SEXUALIDAD FEMENINA n Ja castracién masculina, y su ser en tanto sujeto del inconsciente del otro. Lacan lo ha sefialado en su momento, su lugar en la pareja se- xual no tiene como causa directa su propio deseo, sino el deseo del otro. Para ella es suficiente con que se deje desear, en el sentido del consentimiento, Fl fenémeno de la violaciGn esta allf para indicar suficientemente que este consentimiento incluso no es una condi- ciGn necesaria, Este ser para el Otro, con el correr de los altos, a medida que progres su ensefanza, Lacan lo designé con formulas diversas. De entre ellas se pueden aislar tres: “ser el falo” Io que na- die podria ser en si mismo; “ser el objeto” y finalmemte en 1975 “ser el sintoma”, Con esta serie se esforzs en acercar cada vez més un més alld del semblante, que va de lo real de la castracién a to real del goce a-sexual, el cual no puede sino “mentir al compaiie- 10", Estas formulas dejan en suspenso la cuestiGn del deseo de esa © de ese que hacen de objeto. Por esto el deseo del masoquista, el deseo de Ia mujer y el deseo del analista, constituyen un problema. Por lo tanto queda por deducir en la mujer su deseo en su posicién en la pareja sexual, o para decirlo mejor con Lacan, por encontrar “el paso que lleva de la sexualidad femenina al deseo mismo” Evidentemente, podemos suponer que cl consentimiento que yo evocaba hace un momento ¢s el fndice de un deseo. Freud mismo lo entiende asi cuando se desliza del papel erético- ser posefdo gent ralmente- a la “disposiciGn” subjetiva que se supone corresponderle » ¥ que formula con un anhelo: ser amado ... por el padre. He dicho: “hacer de objeto” pues la expresién tiene el mérito de evar aparejado un matiz de artificio que subraya bien que, el ser Para el Otro, no podria realizarse sin la mediacién del semblante. Es verdad para el analista que se presta a la transferencia, como para la mujer la mascarada, 1a cual fue reconocida antes atin que Joan Ri vigre 1a nombre. Contrariamente a lo que podrfa creerse, es también cierto en lo que respecta al masoquista que s6lo pasa al acto en una escena, Freud subray6 con justicia el rasgo de juego inclufdo en su escenario, mientras que Lacan ha marcado, en varias ocasiones que Is COLETTE SOLER SEXUALIDAD FEMENINA 9 cen ef masoquista, eso no es de veras: ese que califica de chistoso 0 de “delicado humorista"” exalta “con su simulacién una figura de- mostrativa”.!* Podemos intentar una primera aproximaci6n a los modos del ob- Jeto en los tres casos: el masoquista se quiere objeto rebajado, culti- va la apariencia de deshecho, hace de desperdicio. La mujer, por el contrario se viste con el brillo falico para ser el objeto agalmatico. En cuanto al anatista, al compas de las metamorfosis que la transfe~ rencia le impone, pasa del estatuto de agalma del sujeto supuesto aber que es a la entrada, al estado de deshecho en que se convierte al final. De allf 1a cuestién de saber lo que puede levarlo a reprodu- cir ese “arreglo”. Sin embargo esto no es més que una primera aproximacién, pues el objeto agalmaético que sujeta el deseo no ob- tiene su poder mas que de la falta que 1 incluye. Este hecho de tructura esté en el fundamento de lo que podemos llamar una “mas- carada masoquista”. Sin ella, la tesis del masoquismo femenino hu- biera sido mucho menos plausible, Sin duda, la mascarada tiene va- rias facetas. Mas a menudo disimula la falta, actuando lo bello 0 el tener para recubrirla. Pero hay una mascarada masoquista que, a la inversa, hace ostentaci6n de la falta, o del dolor, © del dolor de 1a falta. Llega en ocasiones a rivalizar en la insuficiencia e incluso hasta fomentar falsas debilidades. Un ejemplo de mi préctica ha quedado como memorable para mf en lo que a ello respecta. Es el de una joven mujer que vivia lo que ella Hamaba “el infierno del descubierto”. A pesar del equfvoco lingiifstico del término, ese “descubierto”, ella lo entendfa en el sentido bancario més realista. Esto era objeto de la vigilancia det marido y de disputas casi coti- dianas con él, Como ella tenfa rentas mensuales. el descubierto tam- ign tenfa un exclo mensual, pasando de la familiaridad a la efectua- cién, mientras que las disputas oscilaban de las amonestaciones a los reproches, Habrén adivinado que el marido estaba Hamado al tu: gar del proveedor encargado de reabastecer 1a cuenta bancaria, EI no se sustrafa @ esto, aunque protestaba, sin hacer esperar, sin hacer demandar, y todo eso terminaba generalmente con lantos ... y con el amor. Este juego duraba desde hacfa un tiempo cuando, inmiscu- yéndose el destino, vino a colmar el descubierto y a desorganizar toda la vida de la pareja, una pequefia herencia. No me detengo en Jos detalles. “Ahora te haces la insolente” le decfa el marido. Era él quien ahora se quejaba (“ya no sirvo para nada”), y rehusaba... sus buenos oficios. La paciente termin6 por enunciar esta frase un poco extrafia: “Yo bien sabfa que €1 no debfa saber sobre mi dinero”, Se hizo presente entonces que esta persona desde su mayoria de edad, siempre habfa tenido dos cuentas bancarias, s6lo una era conocida , primero por el padre, luego por el marido, En esta cuenta ella tenfa Jo que Hamaba su “almohadita”, pues desde sus 18 afios, ella depo- sitaba todo el dinero que podia sustraer a la mirada del Otro, lo que Je permitfa, por otra parte disimular lo que ella ganaba y para las evidencias hacerse... la pobre. Esta mascarada, que por otra parte Megaba hasta la verdadera simutaci6n, utilizaba la fiecién de la falta de dinero como una metonimia de la falta félica en su valor seduc- tor. Sin embargo no habrfa que suponerle demasiado répidamente uun goce avaro del tener del cual ella no daba fndice alguno, por otra parte, mas bien lo que la fascinaba era el cardcter secreto de ese te- ner, No es diffcil de captar la légica de 1a mascarada masoquista: es una adaptaciGn inconsciente, si pudiera decitse, a la implicacién de la castracién en el campo del amor. A partit del momento en que el rasgo de la castracién imaginaria del objeto es una de las condicio- nes de la elecciGn de objeto en el hombre, todo ocurre como si la adivinacién del inconsciente impusiera un quasi célculo: si el ama a los pobres, entonces hagamos de pobre. Sin embargo, contrariamen- te a lo que deja suponer mi ejemplo precedente no habria que creer ue solo hay simulaciGn, pues la complacencia puede Hegar hasta el sactificio efectivo, Esta mascarada tiene en comin con el masoquis- ta que hace brillar el revés del objeto agalmético, la falta que funda ‘su brillantez, y que tal vez le anuncia el destino prometido en el 20 COLETTE SOLER SEXUALIDAD FEMENINA a amor, esto es fa reduccidn al objeto a. Lacan deca que el masoquis- ‘mo femenino “es una fantasfa del deseo del hombre”, esto nos da la clave. Se produce en el entrecruzamiento de dos factores: por una parte, la forma erotomanfaca del amor femenino, que apunta a ser el elegido y por otra parte las condiciones del deseo del hombre, que requieren que el objeto tenga la significaciGn de la castracién. La famosa complacencia de las mujeres al fantasma masculino que empuja a las “concesiones” sin Ifmite, que Lacan estigmatiza en “Televisién”, engendra entre otros efectos, 1a mascarada masoquista Y nos entrega su sentido: los rasgos del suftimiento y de la falta ex- hibidos hay que ponerlos en la cuenta de lo que Lacan lamaba “las desgracias del verstu” para designar las tribulaciones de quien se busca en el desee 0 el goce del Otro. Dejando de lado el papel que juega allf el semblante, 1a mascarada masoquista difiere enorme- mente del escenario perverso. En la mascarada, una mujer se some- te a las condiciones de amor del Otro para que el fantasma de! hom- bre encuentre en ella “su hora de verdad”, Pero a causa de la repre- si6n, la mascarada procede ciegamente, “ a cualquier riesgo”, dice Lacan, a falta de saber los resortes particulares del deseo que escon- de el inconsciente, Vemos lo que favorece la vertiente masoquista de la mascarada: siendo la castracién Ia tinica condiciGn del deseo ‘que valga para todos, esta mascarada es Ia menos azarosa de las mascaradas. Sin embargo también queda a merced del encuentro, bueno o malo, en la medida en que la castracién misma no tiene efecto para cada uno sino en las formas particulares, El masoquista no deja nada a la tyché. Por el contrario impone una relacién de go- ce por contrato. Mas que un derecho de goce pretende establecer un deber de goce reglamentado, donde la improvisacién esta excluida y del cual se hace el amo. Nada es mas opuesto a la posicién feme- nina, siempre a la hora del Otro, Con la hora de la verdad no hay acto posible. Cualesquiera que sean los parémetros mas 0 menos tipicos de los sex symbols de la época, con los que se alimenta una industria, el objeto sexual no es contractual. Es por ello sin duda hse que Lacan subraya que “Ia instancia social de 1a mujer” permanece “trascendente al orden del contrato”.2? tra oposicién avin més esencial, se sitiia a nivel de a qué apun- tan uno y otra a través y més alld del artificio del semblante. Pues debemos distinguir para cada uno lo que muestra de lo que quiere. Me parece que hay allf una oposicién simple: ciertamente no sabe- mos Io que busca una mujer, pero admitamos por el momento que To busca por el sesgo del amor. Por el contrario, el masoquista busca la sefial de angustia: es muy diferente. Dando muestra de una vo- luntad de goce afirmado que pretende realizarse por el dolor, realiza de hecho un deseo que no sabe y que apunta a la angustia del Otro, el punto donde los espejismos del semblante declaran knock out. Digamos que se hace causa de la angustia del Otro como sefal tni- ca de lo real del objeto més alld del semblante que no lo alcanza. En cuanto a la trasgresién de goce que é1 programa, se mantiene dentro de Ifmites muy sabios que no traspasan la fragmentaciGn que le impone el significante. Poner sus concesiones en la cuenta de la mascarada, es para la mujer marcar el carécter condicional de sus sactificios que no son més que el precio pagado por un sactificio muy preciso. Digamos resumidamente que una mujer toma a veces aire de masoquista, pe- 0 es para darse aires de mujer, siendo la mujer de un hombre, a fal- ta de poder ser La mujer. El amor al que apela como complemento de la castracién para asentar allf su ser, define el campo de su suje- ci6n al Otro y de una alienacién que duplica la alienacién propia det sujeto. Pero es también el campo, las feministas casi nos harfan ol- vidarlo, de todos sus poderes en tanto objeto causa del deseo. Sin embargo hay también para clla, evidentemente, un alcance més alld del semblante. Y atin mds que un alcance, segtin 1a tesis de Laca un “esfuerzo” -¢s el término de su texto sobre la sexualidad femeni na- incluso un acceso (cf el Seminario Atin) a un goce otro, que traspasa muy bien las discontinuidades del goce filico. Vemios que no es s6lo un efecto de ser, siempre del orden del semblante, lo que 2 COLETTE SOLER Ja mujer gana en el amor. El goce que obtiene por afiadidura y que va mis alld del semblante, nos permite relativizar aquello a 10 cual la hace renunciar su mascarada. El Gnico inconveniente: los azares del amor. Desde allf podemos repensar la posicién femenina al am- aro de Io que Freud llam6 primeramente el masoquismo moral. bien Freud no sostuvo que la mujer sea masoquista, por el contrario descubrié y afirmé el masoquismo universal en la civilizacién, Se teres6 tanto por el gusto del dolor que parece animar al perverso masoquista, s6lo porque objetaba la homeostasis del placer. Freud retoms esto en su “Malestar en la cultura” para decir que ésta educa al hombre para la posiciGn sacrificial. Hay un sacrificio inherente al surgimiento del sujeto como tal, pues es necesario que el ser se sa- crifique al significante y a ta pérdida que implica para que surja el sujeto mismo, pero la posiciGn sacrificial es otra cosa. Se juzga me- hos por los objetos a los que inmola que por el resorte del acto mi mo, digamos de la causa del sacrificio. Mas a menudo el sujeto sa- crifica un més de gozar por otro. Son sacrificios “condicionales que se necesitan por estructura, Al estar excluido el goce infinito, el hablanteser esté condenado a los conflictos... de goce. No hay otros conflictos. De este modo cada uno pasa su tiempo en sacrificar: una ‘cosa por otra, la familia por la ambicién, el amor por la profesién, la felicidad por el saber, el nifo por el hombre amado, la mujer po- bre por la mujer rica, etc. Pensemos en Marx y en a vida infernal que le costo su plus valfa, pensemos en Edipo y en el precio con- sentido por su pasién, Es un caso bien conocido que puede encon- arse en la historia del psicoandlisis: se trata de c6mo desiste la mujer en favor del objeto, en sujetos que renuncian a todas las am- biciones personales en beneficio del hombre amado al que se dedi can a sostener. Helen Deutsch describié de manera bastante exalta- da ese tipo de abnegacién que ella estuvo muy lejos de ejemplificar en su vida, pero donde cree reconocer la verdadera femineidad, De todos modos no es més que sacrificio condicional subordina- do a la satisfacci6n rarcisfstica de realizarse por la procuracién del SEXUALIDAD FEMENINA, 28 otro. El hombre y 1a mujer no hacen lo mismo con esos sactificios condicionales. Por lo comin las mujeres hacen mucho ruido por el precio que pagan... para lograr su objetivo. Los hombres son gene- ralmente més discretos, incluso padicos, pero es que la queja no le asienta al alarde viril, mientras que es propicia @ la mascarada fe- menina. Lo que Freud descubre en el capitulo VII de “El Malestar en la cultura” va més lejos. Es la verdadera posici6n sacrificial que eleva al sacrificio condicional a ta dignidad de un fin, en una l6gica infernal que quiere que el “masoquismo del yo", es decir. el goce apresado con el sacrificio de las satisfacciones pulsionales, aliente y ‘mantenga la ferocidad del supery6 glot6n que comanda, El “Kant con Sade” de Lacan hace eco al Malestar de Freud: una vez. sacrifi- cado todo lo patolégico de la sensibilidad al universal de la ley, queda entonces el objeto escondido que es en suma el sacrificio mismo, Estas astucias del renunciamiento, hacen del civilizado un ser goloso de la falta en gozar. La pregunta es si las mujeres coinci- den alli “en competencia” con el hombre. No es la tesis de Freud, lejos de ello. Su “Totem y taba", ya presentaba una sociedad de hu- manos de renunciamiento que no inclufa a las mujeres. Y cuando pretende que las exigencias del supery6 son més laxas en la mujer, ‘concluye con una buena Igica que est4 menos inelinada a sacri carse por la civilizacién y que queda més arraigada a las pulsiones primarias. Sin embargo y a contrario de la tesis freudiana ;nuestras reelaboraciones recientes, no han reactualizado la idea de un des- precio del tener propiamente femenino que va més allé de su alean- ce de mascarada? ;No he subrayado yo misma el supremo despren- dimiento de la Ysé de Paul Claudel en “Partage de Midi”? Ys, ver- dadera mujer, segiin Lacan, que sacrifica todo por un absoluto mor- tal. En ocasiones en 1a serie Madeleine, 1a esposa de Gide, en la cual Lacan reconoce a Medea, Las tres tienen en comin un acto ab- soluto que rompe las medias medidas de cualquier dialéctica. Una en su exaltacién, quema para siempre las més bellas cartas de amor. La otra sacrifica hasta los hijos bienamados para golpear al otro y —— ry COLETTE SOLER SEXUALIDAD FEMENINA 2s saciar su rabia, En cuanto a Ysé renuncia a todo. pero sin embargo no hace serie con las otras dos. Madeleine y Medea van juntas por el extremismo de su venganza. Si Lacan reconoce a la verdadera mujer en la ingrata figura de Madeleine, no es tanto porque golpea directo al corazén, en el punto de “dolor exquisito” con un acto que atraviesa los semblantes. Es lo que Gide ratifica cuando evoca el agujero negro que dejan las cartas perdidas, y que queda en el lugar del corazén, Ysé es otra cosa. abandona todo, pero no sacrifica na- da, pues para ella s6lo vale el encuentro de un goce del amor. Como un duelo concentra toda la libido del sujeto y lo vuelve un extraiio en el mundo por un tiempo, su amor la arrebata del mundo. Esta aniquilaci6n tiene sv I6gica: si el amor anula por un tiempo el efe: to de castracién y tanto mas si es absoluto, comrelativamente vact de su valor los objetos que a ella responden, Por eso Lacan recurre a la experiencia mistica cuando quiere evocar el goce que en la mu- jer no esté en relacién con el falo. En efecto, es notorio que el amor extitico del mistico lo sustrae a los intereses de la criatura y a todos los deseos de los mortales. No tiene nada que ver, sin embargo con la pasién masoquista del sactificio. EI mfstico testimonia que re- nuncia al mundo en la alegria, no por el gusto del dolor, sino por es- tar cautivo de Otra cosa: la tentacién, el suefio tal vez, de abolirse en el goce de un amor infinito. Tal es el horizonte lejano, casi divi no, donde se resuelve, mas all4 de su alcance de mascarada, ef ma- soquismo que equivocadamente se le imputa a aquellas que Lacan Tama “las apelantes del sexo”. ‘Traduccién: Silvia Baudini Versi6n no corregida por el autor. Notas + Lacan J. “Pour un Congres sur la sexualité Féminine”. Eerits, Paris, Seuil, 1966, p. 732. Ibid, p. 131 2 Freud S. “Un enfant est battu” (1919). Néurose, psychose et perver- sion, Paris, PULF., 1973,p.237 4 Freud S. “Le probleme économique du masochisme” (1924), Néurose, ppsychose et perversion op. cit. p.289. 5 Ibid, © Did, 7 Ibid, p. 292 5 Freud 8. “Un enfant est battu”, op. cit P 229. ° Cf respectivamente: “Quelques conséquences psychiques de la diffé- rence anatomique entre les sexes” “Sur la sexualité feminin” ambos en La vie sexuelle Paris P.U.F., 1969, p.123-132 y 139-155 y el capitulo La féminité” en Nouvelles conférences sur la psychanalyse, Paris, Gi Hlimard, 1936. "© La féminité op. cit. P159 4" Thid p. 158 2 Tid, p. 158 "8 Freud S. “Sur la sexualité feminine”, La vie sexuelle, p. 153 4 Deutsch H. La psychologie des femmes P.U.F, vol 1.1974, p.247 5 Lacan J. Télevition, Paris Seuil, 1973, p. 21 ' Lacan J. “Pour un Congres...” p. 735. 17 Lacan J. L’envers de la psychanalyse, Paris, Seuil, 191, ' Lacan J. “La psychanalyse dans ses rapports avec la réalité” p.s8. Lacan J. “Raison d’un échec”. Scilicet [op cit. p49, Lacan J. “Pour un Congres..." p. 731 > Lacan J. L’envers de la psychanalyse, Paris, Seuil, 1991, p.73. 2 Lacan J. “Pour un Congres...” p. 736. Retomo aquf el término por el cual Kant afsla el campo de los intereses “patolégicos” del sujeto del imperativo incondicional que confiere a la Jey moral su valor universal. = 26 COLETTE SOLER p Paar cn Las mujeres y el sacrificio* Version en espaol Lacan J. “Ideas cirectivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”, Escritos 2, Siglo veintiuno editores, p. 71L Ibid, p. 709. 2 Ibid, p. 714. 18 Tid, p. 714. ® Tid, p. 709, ® Ibid, p. 715. Colette Soler El sintoma ligado al ser mujer debe distinguirse de lo que se de- sarrolla sobre el eje del tener. Pueden haber sintomas sobre este eje del tener, pero se encuentran en hombres y en mujeres, sin estar es- pecificamente ligados a la sexuacién, aunque se armonicen mejor con el ser macho que con el ser femenino. ‘Se puede abordar esta cuestién por el tema del sacrificio. En efecto, desde hace un tiempo, se insiste con la idea de que el sact cio seria especialmente femenino, que tendria una afinidad con lo femenino, incluso que el sacrificio del tener seria como el test de la posicién femenina, Creo que no se deberia mantener una confusién entre la posicién femenina y la posicién sacrificial. ‘Tres observaciones Primera observacién: el sactificio es inherente al sujeto. Ya que, para que haya un sujeto, hace falta que el ser sacrifique al signifi- cante, que acepte 1a pérdida que implica el lenguaje. En este sent do, se podria decir que hay un sacrificio original para que surja un * Publicamos aquf un extracto de la lecci6n del 24 de marzo de 1993 del curso de C. Soler titulado “Variantes del final de la cura”. a 28 COLETTE SOLER SEXUALIDAD FEMENINA, 2» sujeto. Salvo que harfa falta que sea pensado como presubjetivo, condicién del sujeto, De todos modos el efecto de pérdida produci- do por 1o simbélico, tiene por resultado que todo Io que adviene de Positivo para tos seres hablantes que somos, adviene sobre un fondo de pérdida-castracién, Este punto parece suficientemente evidente, no se ha esperado al psicoandlisis para que sea sensible en la lite- Tatura, en el arte, en la filosoffa y en el conjunto de la cultura, aun- que también denegado. La segunda observaci6n es 1a siguiente: ,cudles son los grandes sacrtificios vehiculizedos por ta tradicién, que se piensan en la tradi- cci6n antigua 0 en su reajuste en la tradici6n cristiana? No podemos olvidar el sacrificio de Abraham: el hombre, el pa- dre, que sacrifica al hijo y bajo la orden de Dios Padre. Esta imagen es con mucho tan consistente como la imagen de la Piet, frecuente- ‘mente evocada este tltimo tiempo, la imagen de la madre con su hi- Jo muerto en los brazos. ;Cémo es que, de las imagenes de la Piet en 1a cultura estemos mAs inclinados a deducir el deseo mortifero de la madre respecto del hijo, que del sactificio de Abraham el deseo mortifero del padre hacia el nifio? Debe haber una razén, si no una pregunta. Otro sacrificio, siempre en la tradicidn, el que es evocado en el juicio de Salomén. Dos mujeres se disputan un nifio. Para saber quién es la verdadera madre, Salomén sugiere que el nifio sea corta- do en dos, 10 que quiere decir sin embargo que se lo sacrifica a la Justicia distributiva. Salomén diagnostica la verdadera madre en tanto ella prefiere perder su nifto antes que verlo cortado en dos, es decir asesinado. No revisé en lo que subsiste de la tradicién, en lo que se vehicu- liza en la superficie de la cultura, los ejemplos de sactificios feme- ‘inos. Veo un sacrificio del lado madre, Qué encontrarfamos del lado mujer? gIfigenia, Alcestes, Antigona? Sacrificio de la hija, de 1a amante, de la hermana, Habrfa un estudio para hacer alll Todas estas referencias son anteriores al psicoandlisis. No obstan- te, las referencias anteriores al psicoandlisis nos importan. Nos im- portan casi més que las posteriores. {Por qué? Porque las referencias anteriores, cuando llevan las marcas de la estructura despejada por el psicoandlisis, 1o contirman, justamente en tanto nada le deben. Es cierto que antes del psicoandlisis se encuentran, por ejemplo, rastros de 1a no-relacién sexual, y también, Lacan lo sefiala, de la funcién del padre en ta psicosis. Dejemos en suspenso lo que seria el paradigma del sacrificio femenino 0 no en la tradicin, ‘Tercera observacién: en la “podemos olvidar la inclina- ciGn sacrificial del sujeto obsesivo, con mucho tan frecuente y con- sistente como la inclinaciGn sactiticial de las mujeres histéricas? Y si quisiéramos repartir, segin las frecuencias, la obsesiGn del tado hombre y Ia histeria més bien del lado mujer, apenas sabriamos a quign dar las palmas en cuanto al sacrificio. Sefialemos por otra parte que, en la filosofia, es Emmanuel Kant quien inventé lo que es necesario llamar correctamente la ética del sactificio, incluso si Sade revela en ella la verdad del goce. Estas tres observaciones son hechas para introducir una sospe- ccha, incluso una correccién sobre la idea de que habrfa una afinidad entre la posicin femenina y la posiciGn sacrificial El objeto del sacrificio Hay que definir precisamente lo que es un sacrificio. La defini- cin més amplia, mds simple serfa ésta: el sacrificio es una pérdida consentida, incluso buscada. A partir de aquf, se puede interrogar et sactificio a dos niveles. Se puede interrogar su objeto, aquello sobre lo cual recae, lo que es sacrificado, y luego se puede interrogar —y 8 toda otra cuestién— el acto del sacrificio, mas precisamente su causa. ¢Cudles son los objetos a sactificar? Todo objeto que vale. Para ue un objeto pueda ser objeto de sacrificio, hace falta que valga. ¥ = 30 COLETTE SOLER SEXUALIDAD FEMENINA aI es muy. muy amplio, Es quizds un bien, lo que Lacan llamé los bie- nes, Es quizds algo tan evanescente como la esperanza, 0 bien los ideales, 0 atin el éxito en un dominio dado, la profesi6n, la fami Jos amores, la tranquilidad, etc. EI sactificio no es entonces siempre un sacrificio de! lado del te- ner, Lo sacrificable es mucho més amplio. No est siempre a nivel del tener, pero tiene —zsiempre?— ese rasgo comin con el tener. ¥ o que lo caracteriza es caer bajo el golpe de la aritmética. Desde que hablamos del tener, estamos en el dominio del més o del me- nos, Podemos plantear la pregunta: “;cudnto? " (combien). Es inte resante ver por otra parte que esta palabra combien vehiculiza la pa- labra bien, Lacan lo seftal6 hace tiempo. Como quiera que sea, desde el momento en que se dice que lo sacrificable es necesariamente un objeto que vale, se implica el Principio del valor. Y no hay mds que un s6lo principio del valor a los ojos del psicoanalista: es el goce. Esto no quiere decir que todos los goces vienen a ser lo mismo, pero para definir lo que vale para alguien, volvemos siempre a que esto tiene para él un valor de goce, sea cual sea, Es verdadero incluso para los ideales, que tenemos el habito, y desde siempre, de oponer justamente a gs pulsiones y al goce, pen- sando que aquel que asume un ideal sacrifica pulsién a ideales. Es verdadero, a un cierto nivel, Pero aquello que Freud comenz6 a sos- pechar, y que plantea muy bien en su texto de 1914 “Introduccién del narcisismo"', es que, de sus ideales, el sujeto goza. Esto compl ca quizés un poco la oposicién entre semblante y goce. {Cémo dijo esto Freud? No lo dice en estos términos, pero podria traducirse de este modo: por sus ideales, el sujeto goza de la estima del otro y de sf. El sujeto, dice Freud, sin duda renuncia a sus pulsiones, pero re- Ccupera una satisfaccién narcisistica. Dicho de otro modo, a través de sus ideales, el sujeto goza de la idea de que es alguien muy bien. 2A Ios ojos de quién? A los ojos de! Otro esencialmente. Es muy sensible en la experiencia. Lo que se sacrifica es siempre plus-de-gozar. Se podria escribir el sactificio de esta manera: -(+4), la negativizacién de un plus-de- ‘gozar, cualquiera que sea. Esto implica que no hay universal de to sacrificable, que no alcanza con dejar caer un objeto para que haya sacrificio. Es necesario que este objeto valga para aquel que lo suel- ta. Que no haya universal de lo sacrificable, es algo que tiene su pe- s0 en el psicoandlisis. Esto quiere decir que lo que es sacrificio para uno no lo es necesariamente para el otro. Por ejemplo, no tener hijos para una mujer: es a veces un sac cio, a veces una carencia. Pero hay mujeres para las que no es una carencia en absoluto. Entonces, eso no es un sacrificio, No deberia darse que un “psicoterapeuta” se imagine que en tanto una mujer no tenga hijos, 0 no haya hecho el duelo por el hijo que to tuvo, no hi- z0 lo que tiene que hacer en su trabajo. Alguna me explicaba esto muy bien: “No sé si verdaderamente me equivoco, 0 si soy anormal. Normalmente (la palabra es encantadora*), deberfa sufrir por no ha- ber tenido hijos. Y deberfa suftir al considerar que he sacrificado mi vocacién maternal a la pintura, Y bien, no, por més que me esfuer- 0, busco, nada de suefios, lapsus, nada”. Y es cierto, nada. Ella no sacrificé su maternidad, nunca ha tenido el menor deseo de ella, y 50 no le falta, 7 Que no haya universal de Ib sactificable, es incluso la clave de ta meditacién de Kant sobre la moral. Kant intenta —es un bello pro- yecto— construir una moral universal, una ley moral. Relean 1a Critica de ta racén préctica*. Hay un lado exaltante en esta buisque- da de un principio moral tal que podrfa determinar la voluntad uni- versalmente, es decit determinar la voluntad de cada sujeto de una ‘manera que valga para todos, que sea reconocida en su valor pot to- dos. Cuando Kant dice para todos, eso quiere decir también para to- das, Busca un mandato posible que trascienda 1a singularidad del * En francés, normalement, que contiene la palabra male (macho), algo ‘subrayado por Lacan en su seminario (N. de T.) 2 COLETTE SOLER plus-de-gozar, que trascienda lo que hay siempre de particular en los apetitos, las repugnancias de los sujetos. Su empresa, para en- contrar esta ley moral, universal, es decir que hay que sacrificar to- do lo que pertenece a lo que é1 Hama lo patolégico. El término pa- toldgico en Kant, no designa la anomalfa, segdn el uso que hacemos del término hoy en dia, sino lo que se localiza en el padecer. lo que se localiza en la sensibilidad. Designa entonces el campo de los pla- ceres y de las penas, el campo del afecto. Kant discierne bien que, en este campo, no hay universalizacién posible, que es un campo donde reinan las diferencias. Y 1a moral de Kant es una moral de abolicién de las diferencias. Contrariamente al deseo de! psicoana- list El condicional Entonces, no hay universalizaci6n de lo sacrificable. Sin embar- 20, quizds lo importante en el sacrificio no es tanto lo que es sacri cado, como aquello a lo cual se sactifica gPara qué se sacrifica? {Cul es la causa del sacrificio? La existencia misma del sacrificio le ha creado un problema a Freud. B] reconoce en éste una paradoja, en todo caso con respecto al principio de! placer. ;Cémo puede un sujeto elegir la pérdida? ‘Sin duda hay que distinguir aqui dos tipos de sacrificio, de los cuales uno solo vale el nombre de sacrificio. Lo més frecuentemen- te, se sacrifica un plus-de-gozar por otro, no es el verdadero sacrifi- cio, Es lo que amo el sacrificio condicional. Se podria escribir de este modo el sacrificio condicional: la elecciGn de un plus-de-gozar excluye otro, entonces se encuentra de alguna manera negativizado. @) =) SEXUALIDAD FEMENINA 33 Un plus-de-gozar es sacrificado a otro. Este sacrificio condicio- nal se encuentra casi cotidianamente en la vida. Y es inevitable. Es incluso necesario, podria decirse, a partir del momento en que hay algo que no cesa de escribirse en raz6n de 1a existencia del lengua- je. Es que el goce esté siempre incompleto, que el goce infinito, co- ‘mo decfa Lacan, esté prohibido a quien habla, Estos sacrificios no merecen el nombre de sactificio, no hacen més que manifestar el vel de la alienacién, Se puede sacrificar la familia a la ambici6n, el amor a la profesiGn, la felicidad al saber, etc. ‘Vean lo que Lacan dijo de Marx. Para llegar a producir su con- cepto de plusvalfa, la clave de 1a economia capitalista, para Negara hacer pasar esto al saber, vean con qué vida de infierno Marx pago ‘esta pequefia invencién (no tan pequefia, cuando se ven sus conse- cuencias en la Historia)’. Asimismo, podrfamos tomar a Edipo: su pasiGn de saber, ;adénde lo lleva? Pero,.sean cuales sean los ejem- plos, no se tratard munca de nada mAs que de conflictos del plus-de- gozar. La época clésica, el siglo XVI, nos presentaba tragedias -Raci- ne, Comneille- animadas por conflictos de deber, Habria que releer los conflictos de deber en términos de los conflictos de plus-de-go- zat. Esto vuelve a la aritmética de los placeres. Sacrificar un objeto por otro que vale més, es una aritmética. Sacrificar la mujer pobre a a mujer rica, por ejemplo. O la inversa. Cuando se trata del Hom- bre de las ratas, se siente que eso se va a inclinar hacia la mujer ca, La Historia, la Guerra del Catorce, nos impidi6 verificarlo, mu- 1i6 demasiado pronto, pero el habfa partido para sacrificar la pobre ala rica. Elegir el objeto que vale més es un falso sacrificio. A nivel de las mujeres, hay un caso de figura patognoménica, frecuentemente evocado en el psicoandlisis, que es lo que Hamaré el desistimiento femenino. El desistimiento femenino en favor de su objeto, si es esto lo que se Hama la pendiente sacrificial femenina, no es més que una arit- mética del plus-de-gozar. Llamo desistimiento femenino a esta posi- M COLETTE SOLER cién, frecuentemente descripta —en particular por Helene Deutsch, pero no solamente por ella— que consiste en no desarrollar ninguna aspiraci6n personal, sino por el contrario, trasladar sus aspiraciones al hombre, el objeto masculino elegido. Esto consiste en realizarse por procuracién, a través de las realizaciones, el éxito, o el valor de un hombre. Es un caso de figura extremadamente frecuente, y hay que decirlo, itil para los hombres. Vean ta Historia, y verén con cudnta frecuencia los hombres han hecho realizaciones de excep- cin en un dominio cualquiera (en la politica, en el saber. en la cul- tura —en ef arte es menos cierto) son figuras de hombres acompa- ffados, acompaftados de una mujer. Es cierto de Marx mismo, evo- cado hace un rato, porque, en su vida de infierno, no estaba total- mente solo, Habfa una con é1, con quien compartfa esta vida, sin ‘compartir sus beneficios de saber. Esto no es sacrificio, ni renuncia a la satisfacciGn félica, al contrario. EI desistimiento femenino reposa sobre una identificacién narci ica al objeto, Freud mismo lo ha subrayado. El beneficio de esta posicién de desistimiento se formula: ser la mujer de... Es una posi- cin riesgosa subjetivamente porque el dfa en que el hombre en cuestién falta, es el derrumbamiento. En todo caso, sea cual sea el riesgo, esto no impide que no se trate de una posicién sacrificial una posicién de justa aritmética. Quizds to que hace ilusi6n es que los hombres y las mujeres en general no hacen el mismo uso de sus sactificios condicionales. En ‘general —pero habrfa que desarrollarlo— las mujeres hacen mucho ruido. Tienen una inclinacién a hacer toda una historia y mucho rui- do por el precio que pagan por las satisfacciones que obtienen. Ellas hablan menos de las satisfacciones que del precio y muy frecuente- ‘mente claman que han pagado muy caro. En este caso, uno tiene ga- nas de decirles: “{Que esto no suceda! ;Renuncien!”. Es cierto que sobre este punto, los hombres tienen una posicién que casi podrfa- ‘mos llamar de pudor, No se los escucha en general clamar por cudn- to pagan para satisfacer sus miras. {Por qué? Hay una raz6n para SEXUALIDAD FEMENINA. 3s ee esia diferencia. Es que precisamente, parece que por efecto de di ‘curso, la queja no entra para una mujer en conficto con los ideales ‘del sexo. Mientras que para un hombre, la queja resuena siempre del lado de la impotencia. En s{ misma, la queja cuestiona la posi- ei6n de virilidad, y esto forma parte de la transmisi6n materna, en ‘general, de ensefiar a su hijo @ no gemir, a cerrar los dientes. No nos ‘equivoquemos con las proclamaciones de los sujetos. De todos mo- ‘dos no es para nada un azar si en la civilizaci6n son las mujeres las _que se consagraron a sostener el rol de loronas en las grandes des- gracias. Ya solamente esto deberfa indicarnos que no'es porque se Hora que se sufre més. Hacer profesi6n de lorar, desde el momento que es posible, deberfa inspirarnos una sospecha. Gozar del sacrificio » Volvamos al sacrificio que es el sacrificio por el sacrificio, que ‘ft sacrifica un plus-de-gozar por otro, que sacrifica incondicional- mente, Evidentemente, desembocamos en esta formula parad6jica: gozar del sacrificio. No gozar de otro plus-de-gozar, sino gozar del ssctificio mismo, cuya escritura podrfa ser ésta: un menos-de-goce {que escribe el sacrificio de todos los plus-de-gozar pensables) ele- ‘ado al plus-de-goce: oo Esto se encuentra expresado en diferentes férmulas. +’ Gozar del sacrificio designa la renuncia convertida en satisfac- <8i6n, un gozar de la privacién, f6rmula que se utiliza mucho en este ‘momento, 2.» Aquf, encontramos a Kant, pero con Sade, tal como Lacan lo si- ., tiie en su “Kant con Sade”. Una vez sacrificados todos los objetos ., eo patol6gico, la ley no es sin objeto, como la angustia. Freud si- 36 COLETTE SOLER {u6 tal objeto. En Freud, el sacrificio no es sin el padre. El sacrificio ‘mantiene el 1220 a 1a voz del padre. Es lo que Lacan retoma al final del Seminario XI‘, diciendo que la fascinacién por el sacrificio punta al oscuro deseo del Otro. Podrfamos escribir la posicién de Kant en relacién al sacrificio. En su texto “Kant con Sade”, Lacan sitéa muy precisamente la ley moral de Kant con respecto ala férmula del fantasma: una vez caf- dos todos os objetos (a entender aquf como los objetos de lo pato- l6gico, los objetos de 1a sensibilidad, todos tos plus-de-gozar), que- da el puro sujeto, “El sujeto queda solo en presencia”, escribe La- can. Solamente, este sujeto s6lo en presencia no es sin estar conec- {ado a la voz que manda, Podrfamos escribitlo ast: a—>fg]o a (voz) Sobre este punto, la tesis de Lacan sobre Kant es simple: al sa- ctificar todos los objetos fenomenol6gicos de la sensibilidad, queda este objeto que hace un chich6n bajo el velo fenoménico. Es una ‘voz. que no tiene nombre. Serfa casi un abuso decir “voz del padre”, como dice todavia Freud, Es la voz, puro objeto, que manda, En es- te texto, Lacan pretende responder a la pregunta sobre “qué quiere Kant, con su ley moral?” y la respuesta que, por discrecién, no for- mula, serfa, sila formulara: “que quiere gozar”, gozar del sactificio. cTiene alguna afinidad este goce del sacrificio con la posicién femenina? No lo creo, si definimos la posiciGn femenina sin con- fundirla con la posicién histérica. Ya en Freud, esto serfa un poco dificil de sostener, a pesar de las apariencias, en la medida precisamente en que Freud nos dice que las mujeres tienen menos que los hombres (y Dios sabe que se le ha reprochado e! haberlo dicho) la aptitud para sacrificar sus intereses pulsionales a lo colectivo. Freud diciendo que las mujeres tienen ‘menos supery6 quiere decir que ellas estén menos listas para sacri- SEXUALIDAD FEMENINA ” ficar las satisfacciones pulsionales al universal. Una mujer kantiana, es més dificil que un hombre, digémoslo asf. Y cuando Freud escri- be “Totem y tabs”, describe la sociedad de los hermanos en renun- cia, pero no incluye en ella a las mujeres. La sociedad de los herma- ‘nos en renuncia es hombresexual. Y cuando dice que las mujeres estén enraizadas en la pulsi6n, es atin otra manera de decit que tie- nen, menos que los hombres, aptitud para gozar de la privacién, En cuanto a Lacan, siempre tomé una posicién totalmente acen- tuada sobre este punto, a saber que las mujeres no se caracterizan por un més de falta, sino por un menos de falta. Es su tesis sobre 1a mujer: un goce en més, alli donde en el hombre, la castracién; como 41 dice, libera el deseo. Lacan lo dice de la mujer, pero lo dice tam- biém de la madre, quien tiene, lo he evocado, esta posibilidad que los hombres no tienen, de ver aparecer en el objeto en lo real, bajo Ja forma del nifio. ¥ cuando, en 1958, Lacan quiere definir el sexo, Jo que se llama en francés el sexo, y que designa a las mujeres, las Hamas “los Hamantes del sexo"”. Los Hamantes: la palabra no ha si- do demasiado utilizada en francés, est4 construfda sobre el verbo Hamar. Los llamantes del sexo, en el contexto, es algo que designa Ja mira de goce sexual. Entonces, es cierto que nada en la ensefian- 2a de Lacan permitirfa sostener la inclinaci6n sacrificial femenina. Medea, Madeleine, Ysé... Objeciones posibles: ;Y Medea? ,Y la Madeleine de Gide? ce ‘Y¥s€? Respondo: en Medea y Madeleine, se trata del sacrificio con- dicional, tal como se encuentra en todos los sujetos. En cuanto a Y¥S6, no es en absoluto un sacrificio. Medea sacrificé sus hijos, quienes —es cierto— le eran muy ueridos*, {A qué los sacrific6? No los sacrificé por gusto por el sa- ‘Szificio, ella los sacrificé al goce supremo de la venganza del hom- ‘bre que la habia traicionado, y de 1a manera mAs ruin, El problema de 38 COLETTE SOLER no esté en evaluar si esté bien vengarse, Pero en la aritmética de los goces, Ia satisfaccién que Medea tenia al ver crecer a sus hijos no tuvo peso suficiente frente al goce de su venganza. Es sacrificio condicional —-aunque extremista, En cuanto a Madeleine, para inscribirla en ta serie det sacrificio estamos obligados a decir: esas cartas eran lo més precioso que te- nfa, Ni ella, ni Lacan lo dicen. Lacan no se ocupa de saber si esas cartas le eran preciosas. Estamos en el derecho de suponer que, en efecto, ella atribufa un precio a estas cartas. {Qué ser serfa insensi- ble a las cartas de amor més maravillosas y exaltadas? No es exce- sivo pensar que estas cartas le eran preciosas. Entonces, decimos: ella las quema, sacrificando lo més precioso. Pero ella sacrifica lo més precioso, ahi también, a la venganza. Es por lo que Lacan dice: “Gide no reconoce a Medea". Es una referencia muy precisa. Am- bas sacrifican algo precioso, una los hijos, la otra las cartas, a la venganza. Para Madeleine, hay algo mas. Lacan no lo coment6, pe- ro yo me lo permitiré, Es que cuando ella descubre —Io que para ella es una felonia infame— adénde iba Gide a pescar goce (goce que 61 le rehusaba, y que ella no querfa de todos modos), tenemos todas las razones para suponer que estas cartas, tan preciosas, se va- cfan de su valor. Ellas deben, al instante, aparecerle como puro bla- bla, por el golpe aparecerle como el lado engaftoso de! semblante. Las més bellas cartas de amor, y ella descubre que 1o verdadero det goce esté totalmente en otro lado. Ella se equivoca sin duda, ya que para Gide estas cartas valen como goce. Pero no es ni siquiera tan seguro que en el momento en que ella las quema, quema algo pre- ‘cioso: podrfamos también suponer (lla no dijo nada sobre este pun- to) que ella las quema en e! momento en que ellas se reducen al de- secho en que se han transformado para ella, De todos modos, Lacan nos dice de los actos de Medea y de Ma- deleine que son actos de verdaderas mujeres. Eso signa a la mujer, {Por qué? Por una raz6n que él explicita suficientemente, que es que eso golpea el coraz6n. Eso no golpea al tener, eso golpea al ser. SEXUALIDAD FEMENINA, Ed Eso no golpea del lado donde hay ms y menos, eso golpea en el coraz6n del ser, €s0 que era lo més esencial para el ser del otro — especialmente en Madeleine. Fso apunta al ser insustituible, irrecu- perable. Es el primer rasgo por el cual este gesto debe colocarse del lado femenino. Quizés es también femenino por el extremismo. El extremismo quiere decir que es un acto que corta con la dialéctica significante. En la dialéetica significante, siempre hay més, menos, matices. Un dfa nos injuriamos, pero al dia siguiente, o después, podemos decir: las palabras se adelantaron a mis pensamientos, no era exactamente 80. El significante, dominio del matiz, excluye cualquier absoluto. Con el significante, estamos siempre en lo relativo. Aquf, es absolu- to, Es un acto que borra el significante. En el caso de Madeleine, es verdaderamente el acto mas extremista que pueda concebirse: supri- mir, quemar las palabras donde otro habfa sublimado y depositado su amor. En este sentido, pienso que ni Medea, ni Madeleine son ¢Jeniplos que van en el sentido de la posicién sacrificial femenina, En rigor, esto ilustra el extremismo del ser, que quizés es propio de las mujeres. Porque el registro del tener las concierne menos, en to- do caso en tanto que seres sexuados. Ysé no sacrifica nada". Cuando encuentra este hombre, cuando ree que la experiencia del amor, absoluto de alguna manera, se Ofrece a ella, es el mundo el que se desvanece, Bs por lo que no ha- DIE de sactificio de Ysé, hablé de nadificacién. En Ysé ocurre lo inverso a lo que ocurre en el duelo. En el duelo @ien conocido, bien comentado en el psicoandlisis), el sujeto pierde ¢1 objeto mas importante para su libido, con el resultado de que la Ubido se retira de todos los demés objetos. Todo lo que contaba has- {@ aquf, los amigos, 1a vida cotidiana, el trabajo, incluso los hijos, 10s otros objetos, los padres, etc, todos estos otros objetos se desva- Recen. Es esto el momento crucial de un duelo: un objeto perdido __. SBsorbe toda la libido. En ef enamoramiento, y cuanto més absoluto {{y @8el amor, tenemos el proceso exactamente inverso. No es como en i 40 COLETTE SOLER Lamartine “Un s6lo ser 0s falta y todo esté despoblado”, es lo con- trario, En el amor, un ser aparece y todos los demas se desvanecen. Por un tiempo, no es mds que por un tiempo. A menos que eso no vaya hacia la muerte, como Ysé fo anhela, Entonces, si Ysé ilustra algo, no es en absoluto el extremismo de la venganza, es 1a tentacién del amor infinito, que, evidentemente, no puede realizarse més que en la muerte. Ysé elige el goce de lo absoluto. Hay una ldgica en este desinvestimiento, esta nadificacién de todos los objetos. Es que en el amor, en todo caso para una mujer, ser amado anula momenténeamente Ia castraci6n. La inclinacién de esto, perder el amor es equivalente a un efecto de castracién pa- ra las mujeres. Pero a partir del momento en que e! amor anula 1a castraci6n, evidentemente, produce un efecto de desinvestimiento de los objetos, ya que 10s objetos no son investidos mds que a par- tir de la castraci6n. Es por lo que el amor infinito es correlativo a la indiferencia infinita para todo lo que no es ese amor. Es del or- den de la experiencia mds banal: los enamorados no conocen més que a ellos mismos. No solamente en la literatura sublime de Claudel. Podrfamos por supuesto evocar aqui a Alcestes"", Alcestes: sa- crificio condicional. Antigona es ain otro caso de esta figura'?, Antigona sactifica todo de la vida de mujer que la esperaba, por el ser del hermano. Ni siquiera es por su propio ser —y es muy be- lo—, es por el ser del hermano, es decir por el ser familiar, por la continuidad familiar. Es de este modo que Lacan comenta Ia con- ducta de Antigona: no admitir que su hermano sea borrado de la lista de los humanos. Es verdaderamente consagrarse al ser, al precio de sactificar todo 1o que la esperaba de los bienes de este mundo. Espero entonces haberles vuelto sensible que ni Madeleine, ni Medea, ni Ysé, van en el sentido de afirmar ta posicién sacrificial femenina, Estos tres ejemplos son femeninos en tanto que afirman, SEXUALIDAD FEMENINA 4a muestran, que las apuestas que buscan el goce del ser priman sobre las apuestas que buscan aquel del tener. Cuando el ser esté verdade- ramente en cuestiGn, quizis el tener no resiste. ‘Traducci6n: Nieves Soria ‘Version no corregida por el autor. Notas 4S, Freud, “Pour introduie le nareissisme”, La vie sexuelle, PUP, Pais, isn Pati, 1969, pp. 7. Kant, Critique de la raison pratique. Vrin, Paris, 1974 24, Lacan, “Radiophonie”, Scilcet N° 23, Seu, Pais, 1969, p87. Lacan “Kant aves Sade", Bris, Sei Pais, 1966 pp. 785.700 #4. Lacan, Le Séminaire, Livre XI, Les Quatre concepts fondanentaux de la psy- ‘chanalyse, Seuil, Pats, 1973, p. 247 ie $4, Lacan, “Kant avec Sade”, op. cit, p 78. Lacan, “Pour on cong sua etal emi” crits op cit p. 734 * Euripide, “Medée", Thédrre complet, Bibliotheque. de la Pléiade, Patis, C roe ol a Phiiade, Pati, Gali- 7 J. Lacan, “Jeunesse de Gide ou la lettre et le dst”, Ecrts iy eet le sit", Ecrits, op. cit, p. 761 P. Claudel, Parrage de Midi, Comedie francaise, Pais 1977” 1 Buripie, “Alceste”. Tadéore comple, op cit Sophocle, “Antigone”, Tragedies, Belles Lettres, Paris, 1967 Posiciones femeninas del ser Eric Laurent No es un descubrimiento del psicoandlisis que la mujer sea mél- tiple y no una. Antes ya se sabfa que “Ia donna & mobile” y Ia litera- tura desde siempre, desde que existe, trat6 de hacer una lista de tas Posiciones femeninas: desde Euripides, que fué el primero en dar nombre de mujer a una tragedia, hasta Leporelio que intent6 hacer el catélogo de aquello de lo que puede gozar un hombre decidido, La reducci6n operada en esta lista entre la santa que niega cual- quier 1az0 con un hombre y la desvergonzada que lo hace con exce- $0, no es tampoco producto del psicoandtisis. La intervenci6n especifica de Freud fué suspender la relacién de Ta mujer con lo que serfa la unidad de la propia causa. Admitiendo la histeria masculina como central en la clinica de la histeria, Freud separaba el tero de su traduccién clinica. Decfa que en la sexuali- dad no existe una posicién fija, nica que garantice el eterno feme- nino, En el curso de su elaboracién siempre subrayé la dificultad de hallar un correlato entre la posicién femenina y una identidad se- xual, lo que dejaba el campo libre a la movilidad de la identifica- cién, Freud trat6 de hacer la lista de las posiciones femeninas partien- do de su propia experiencia. En su tiempo hubo una emergencia de nuevas formas de identi cacién femenina, Descubrfa la clasificacién de las psicosis pasiona- les de las que fué contempordneo. Descubrfa los narcisismos, fasci- 44 ERIC LAURENT nados por la propia imagen, en las mujeres mundanas de Viena. Descubrfa el lamento de 1a frigidez que acompafiaba la reivindica- cidn de la igualdad del derecho de gozar. Descubria también el peso de la exigencia de fidelidad, correlato del matrimonio roméntico, gue tenfa tan poco lugar en el matrimonio clésico. ¥ sobre todo, descubria al final del siglo XIX el enigma de la felicidad en el mal y el imperio del masoquismo. De todos modos, si bien desde el comienzo de los estudios sobre la vida amorosa, Freud subraya la importancia del dolor infringido Por el ser amado en la vida amorosa femenina, s6lo después del andlisis de su propia hija Anna Freud, introduce en el psicoandlisis el concepto de masoquismo femenino.! Los dos articulos claves sobre este concepto corresponden, en su redaccién, a los dos perfodos de andlisis de Anna 1918-1919 y 1924, Es en esta época, con el problema econémico del masoquismo, ‘que Freud introduce un cerebro de tres cabezas. Este masoquismo “se presenta a nosotros bajo tres formas: como modo de excitacién sexual, como expresiGn del ser de la mujer y como norma de com- portamiento en la existencia”? La dificultad para Freud al llamar femenina la voluntad de ser tratada “como un nifio pequefio, desamparado y dependiente ... s0- bre todo tratado como un nifio malo”, est4 marcada por el recurso a una expresi6n latina que justifica su eleccién. Freud dice: “si tenemos la oportunidad de estudiar casos en los cuales los fantasmas masoquistas han tenido una elaboracién parti- cularmente rica, descubrimos fécilmente que la persona esté coloca- da en una posicién caracteristica de la femineidad. Es por esta razn que he llamado a posteriori, quiz4s se pueda encontrar algo mejor, masoquismo femenino al masoquismo donde muchos de sus ele- ‘mentos pueden reenviar a ta vida infanti.”> Lacan subraya Ia dificultad de tal articulacién, haciendo notar que desemboca en promocionar una pulsién parcial al rango de un SEXUALIDAD FEMENINA 4s polo de la madurez genital*. Lacan hace objeci6n a Freud recordan- do otra advertencia del mismo Freud: “no reducir el suplemento de o femenino en confrontacién con lo masculino al complemento pa- sivo respecto al activo"’, A partir de esta objecién lacaniana hecha ‘al masoquismo femenino, esta presente la idea de que, si hay un ser de la mujer, es en un suplemento. Es un término que parece opuesto al de falta que marca el lugar de la niffa en la problemética freudiana, designada por un menos frente a la presencia de pene en el vardn. Se necesita toda la elabo- racién de Lacan del falo como significante, para poder calificar la posiciGn femenina como suplemento. Siguiendo el método estructuralista, Lacan distribuye la oposi- ci6n tener-no tener el pene, en una oposicién simbélica marcada-no ‘marcada teniendo como referencia el falo. La oposici6n estructural hace del falo un trazo que distribuye dos términos, marcado y-no marcado por la presencia del 6rgano. Lacan va ms alld de la operaci6n estructural, asignando al tér- ‘mino no-marcado un correlato por fuera del sistema simbélico, cali- ficado de goce. En cierto sentido sigue la indicaci6n freudiana al si- tuar el ser de la mujer a partir de un goce especftico. Pero Lacan no lo hace a partir de una coexitacién libidinal pro- veniente del desarrollo, sino a partir de una hipétesis sistémica: el goce femenino suplementario no puede ser abordado con la medida félica, pues la excede. ‘Numerosos casos clinicos de Freud y de sus discipulos testimo- nian del uso del concepto del masoquismo femenino, para dar cuen- ta del exceso de privacién al que conduce el amor de las mujeres, més alld de cualquier consideracién propia del principio del placer. Helene Deutsch ha resumido el masoquismo femenino como ‘una “salida de los limites normales”. Dice que el masoquismo pue- de sobrepasar los Limites normales: “la mujer se expone con alegria alas privaciones, al sufrimiento y hasta ala muerte” Una mujer se coloca, entonces, en la posiciGn de ser todo para 46 ERIC LAURENT SEXUALIDAD FEMENINA a un hombre 0 una causa, cualquiera sea la indignidad de uno u ott Si la incidencia de més allé del principio del placer ha podido ser calificada de masoquismo femenino, es porque se rompe 1a medida Falica, el “limite normal”, presente en la perversién masculina. Desde el punto de vista del amor hay, para una mujer, una zona que presenta como placa giratoria donde el sujeto avanza siempre més en la direccién de “dar todo al ser amado’ Direccién en la cual el sujeto intenta en nombre del amor, trans- formar todo su tener en ser: “Dar todo para ser todo”, en aquello que podemos Hamar, en homenaje a Marcel Mauss, el potlach amo- 1080. Avanzando en esta direccién se produce una vacilacisn, el sujeto puede percatarse que no es nada para el otro, que es un desecho maltratado, La falsa solucién del masoquismo femenino consiste en querer, entre el todo y nada, asegurarse un lugar en el fantasma del hombre. Es una falsa soluci6n, porque la verdad de la posicién fe- menina no es ser “todo o nada”, sino ser Otro para un hombre. Deducir el ser de una posicién subjetiva, partiendo de una falta, €s una operacién que se impone a partir del discurso psicoanalitic: Es més, Lacan nos hizo entender las relaciones con la filosofia con- temporénea de “El ser y la nada” de Sartre, corriente francesa que estructuraba el ambiente intelectual més alld de la universidad, G. Bataille, R. Queneau, M. Leiris, tratan de situar el sujeto par- tiendo de una negatividad y en esta perspectiva se interesan en la noci6n de pulsién de muerte freudiana, Lacan renueva la perspectiva sobre el masoquismo inscribiendo el goce femenino en el interior de este horizonte, pero de otra manera. Sehala que, si existe un ser de la mujer, si La Mujer existe, s6lo puede serlo en la psicosis. En el caso del presidente Schreber hace valer que “la adivina- ciGn del inconsciente ha advertido al sujeto que no pudiendo ser el falo faltante de le madre, slo le queda la soluci6n de ser la mujer que le falta a tos hombres”? En esta aproximacién entre paranoia y posicién femenina, Lacan examina la indicaci6n de Freud quien sostenfa que la “segunda fase del fantasma masoquista”, “soy golpeado por mi padre”, es, absolu- tamente la més importante. No me sorprenderfa si un dia mostrase que el mismo fantasma esté en la base del delitio paranoico.”* Si Lacan retoma esta indicacién freudiana es para determinar lo que separa ambas posiciones, la del masoquismo femenino y la del masoquismo delirante. El término utilizado por Lacan “adivinacién del inconsciente” merece un comentario, ;Es el inconsciente el que adivina? jes et sujeto? ges el destino? Frente a la idea de un inconsciente autométi- co que fija el destino por repeticién, Lacan recuerda la compatibili dad de los sistemas formales y de la deduccisn interpretativa. Pone al inconsciente en el cuadro de la “inteligencia adivinato- tia”, segdn el término usado por Jean Pierre Vermont. ¥ Lacan re- cuerda como, después de Ia invencién de la escritura se interpreta- ban los presagios, como la lectura de un texto en el que estarfa es- crito ef orden del mundo. Algunas civilizaciones Hevaron ta lectura hasta el punto de po- ner en evidencia una “légica adivinatoria” de “rigurosa binaridad” Entre el masoquismo femenino y 1a homosexualidad delirante, 10 que hay en comin es que La mujer schereberiana es la puesta en evidencia de la l6gica del todo, Lo que los separa es que ser La mujer que le falta a todos los hombres es una soluci6n psicética, esté formulada en términos uni- versales. Se trata de ser el Otro del Otro, Es Ia solucién y consiste, al no haber encontrado representante en el sistema simbélico, en hacerse su sustancia. Del discurso ha- blado por los hombres, de significacién félica incomprensible que ircula. El sujeto se hace el destinatario absoluto, el goce que falta al sistema. Se superponen en este punto 1a definicién del sujeto psicético 48 ERIC LAURENT como “amo en la ciudad de las palabras” y el “sitio” del goce fuera de la psicosis, No se trata para el sujeto de confrontarse con el dis- curso universal, sino de ser Otro para un hombre extrafdo del con- junto de los hombres. Es la indicacién que da Lacan cuando precisa el recorrido em- brollado, que es particular det acceso al Otro del falo en el ser par- lante y que no tiene nada que ver con fa falsa simetrfa “natural” de la diferencia de sexos: “La otredad del sexo se desnaturaliza por es- ta enajenaci6n, El hombre sitve de relevo para que la mujer se con- vierta gp ese Otro para sf misma como lo es para é1”. La metéfora de las postas recuerda la importancia de las carreras en las descripciones de la relacién del Uno y del Otro por el genial Zen6n, su Aquiles y la tortuga, recientemente mencionado en un coloquio sobre la 1égica del andlisis y del que pueden leer el co- mentario de J.-A. Miller, Que la mujer devenga Otro, seftala que el propio goce la divide entre una parte que resguarda el goce filico y otra parte extitica, Por esta raz6n Lacan se opone a reducir el goce mistico aun sus- tituto de la relaci6n félica. Eso serfa reducir et Otro al Uno. La ca- Tera de postas, en su embrollo, es la estructura que debe ser efec- tuada. Existen diversas variantes, la intriga histérica es una, El suje- to histérico no logra situar al Otro, si no es por ubicar una otra mu- Jer frente al lugar del Otro. En vez de servirse del hombre como posta para realizar la propia divisiGn, el sujeto histérico se desdobla y busca el lugar de la femineidad a través de los juegos en espejo de los celos. Como distinguir la posicién femenina det montaje histé- rico? Podemos hacerlo ayudéndonos con dos textos, uno del 58 y otro del 73. En el texto del $8 “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”, desarrolla el desdoblamiento norma de la nifia, sefala que la posicién particular femenina es el Penis- neid, la relevancia del rgano félico en el cuerpo del hombre ama- do. Pero la verdadera cuestién aparece después. Solo “después se SEXUALIDAD FEMENINA 49 pone en cuestiGn sobre si, por el hecho de que este pene real perte- nece al partenaire, la mujer se vuelca a un apego sin duplicidad”” En esta perspectiva se considera que en la vida de un sujeto femeni- no hay un tinico verdadero acontecimiento: el separarse de la madre para dirigirse al padre. Una vez conquistado este puesto, no hay més que las peripecias de un desapego siempre incompleto. El ape- go al padre no plantea ningin obstéculo, ya que el desapego hacia el hombre se produce casi “naturalmente” Es exactamente este el punto puesto en cuestiGn por Lacan, Mis que una reduccién casi natural del apego incestuoso al pa- dre muerto, constata, clfnicamente el llamado de una mujer dirigido a un hombre que fuese suficientemente Otro para rendirle culto, La- can puede decir que: “es un amante castrado o un hombre muerto, (...0 incluso los dos en uno), el que se oculta para la mujer detrés del velo para solicitar allf su adoraci6n”. Estas religiones privadas pueden presentar singulares formas clf- nicas. Por ejemplo, una sujeto elige por un lado un marido con un deseo suficientemente mortificado para dirigirse, por otro, a una se- rie de amantes impotentes. Otra, elige mantener todas las elecciones amorosas propias dentro de una profesién donde el riesgo de pérdi- daes alto, en relaci6n a las normas generales de nuestras sociedades recientemente pacfficas. El problema para el sujeto femenino es la fijacién del lugar més, allf del simil materno (semblante maternal), como dice Lacan, de donde provino la amenaza de castracién que no la concierne real- mente, En la constataci6n freudiana, la amenaza de castraci6n del padre es inoperante para un sujeto femenino ya castrado. Lacan deduce de esto una dificultad particular, la irrealizacién de la posicién paterna. ‘Ya que la amenaza no concierne al sujeto realmente, entonces quien la sostiene se encuentra irrealizado en posiciGn de Ideal. No s6lo es parte de un hecho de la clinica psicoanalitica, es tam- bién una estructura perfectamente generalizable. Hay que prestar 50 ERIC LAURENT mucha atenci6n cuando se amenaza: serfa necesario que esta ame- haza sea real, en caso contrario se encontrarén inmediatamente irrealizados. En el Penisneid freudiano, Lacan revela la estructura de recubri miento. Hay una yuxtaposicién entre el drgano real y el del muerto. En un primer sentido el éxtasis de Santa Teresa testimonia de una rela- cidn con el padre muerto, més alld de todo viviente. Son las flechas de Eros celestes. Veamos, en este caso, emo 1a religién libera de ta supersticiGn: tenemos Santa Teresa 0 Drécula. Lacan destaca la dificultad tipica de la posicién femenina: para que de la “receptividad del abrazo” a la “sensibilidad de vaina” sea posible, no debe haber una identificacién imaginaria a la medida f4- fica, 1 sujeto femenino que esta simbélicamente en posicién fatica, es realmente objeto de deseo. Solo hace falta hacer de un modo que ‘no haya obstéculo imaginatio. Hs en esto, que reside toda la importancia de la separacién de la identificaciGn imaginaria con el hombre en 1a histeria y de la mas- carada femenina. Hay dos tipos de ideas en relaci6n a la mascara: hay una idea in- genua que cree desenmascarar algo debajo de la mascara y otra que sabe que, bajo la méscara, s6lo hay otra mascara. No hay nada bajo Ja mascara, s6lo hay la estructura simb6lica inmersa en lo imagina- tio, a mascara es la escritura que resulta de la divisiGn subjetiva. La mascarada femenina no es una patologia, es la presentacién de un semblante del que, el sujeto, no debe ser engafiado, He aqui toda la diferencia entre el saber operar con el nada y el identificarse con el Uno. Quisiera, a partir del texto del 58, abordar un pequefio pérrafo del texto del 73, L'Etourdit. Lacan reformula el llamado femenino, Parte de un “me has satis- SEXUALIDAD FEMENINA 3 fecho hombrecito...” es una respuesta. El sujeto hombre es confron- tado no con el simbolo fético que hay que reconocer en los cuatro, tres, dos patas. sino con la satisfaccién femenina més alld de la pro- pia representacién. En este sentido se trata de una verdadera encarnacién del super- 6, una verdadera “sur-moitie” que no se reduce al supery6 mater- ro, generalmente representado 0 invocado por los psicoanalistas co- ‘mo figura arcaica del horror, mas allé del supery6 paterno. El supery6 materno es aGn demasiado amable, se trata del super- ‘y6 que representa ambos sexos, Ia exigencia de un goce més allé del goce félico del que no se quita facilmente 1a mirada, Se trata de situar el supery6 por lo real del goce y no por las prohibiciones de 1a conciencia. Esto es acorde en 1a doctrina cons- tante de Lacan sobre el superyé freudiano: es un verdadero empuje al crimen y no un sistema de interdicciones. {Qué hace el llamado de la Esfinge? Empuja al “hombrecito” a convertirse en el padre muerto o hacerse Tiresias. Hay un buen y un mal modo de hacerse Tiresias. El malo consis- te en hacerse amante castrado para fingir estar més alld de la medi- da falica. Hacerse Tiresias de esta manera, es como susurrarse uno al otro que somos iguales y nada nos separa. La buena manera de hacerse Tiresias, es saber adivinar que el im- Perativo de goce es mortifero s6lo para quien rehusa affontar la ori- ginalidad de la posicién femenina, para quien niega el origen de un decir femenino especttico donde el Otro tiene una incidencia directa, No hay mayor error que creer que las mujeres son narcisistas. Se trata s6lo de narcisismo secundario, pues estén abiertas a la inciden- cia directa del Otro, Antes de formularlo asf en el Seminario Avin, Lacan en el 58 re- currfa, a propésito de las mujeres, a un término singular: “narcisi mo del deseo”. Término casi antinémico en las categorias lacania- nas, 2En qué modo el narcisismo amor por sf mismo, puede aplicar- se al deseo que es ante todo, deseo del Otro? 32 RIC LAURENT Freud acepta la ficcién de la mujer narcisista. Lacan la rechaza. Freud subraya la fascinacién, el encantamiento que provoca este ti- po de mujer y lo explica por el reencuentro con el narcisismo pri- ‘mario al que cada uno ha debido renunciar. Definirfa asi a La mujer que se ama a sf misma: ta mujer frente al espejo fascinada por su propia méscara. Si vamos un poco mas alld serfa natural sustituir Narciso por la ninfa Eco. Con el término de “narcisismo de! deseo” Lacan rechaza la fic- cin y muestra que no hay nada de primario. Es una respuesta a la ivision primaria, que surge 1a mascara secundaria de! narcisismo del yo y que es comtin a los dos sexos. Lo que es especffico de la posicién femenina es el “narcisismo del deseo”, que podemos entender como “amor del deseo" 0 “deseo del deseo” y que viene al lugar del falo marcando la salida femeni- na, Es aquf que se desarrollaré el estudio de la privacién. En esta ““imago” de la mujer narcisista, bajo identificaci6n félica simb6lica- ser el falo ideal que conviene a 1a naturaleza fetichista del amor masculino, se esconde una relacién particular a la falta donde las mujeres pueden amar apasionadamente el nada. Es a zona a la que cada mujer puede ser empujada. Una vez més el hombre sirve de re- levo para que el sujeto femenino se reconozea Otro para sf mismo, pero aqut se trata de la pasién mortffera que puede engullir todo. Lacan convoca al sujeto moderno a hacer frente al supery6 fe- menino, No conviene atarse al méstil de la nave como Ulises para resistir al llamado. Indtil aferrarse al falocentrismo. Se trata, en cambio, de dar curso a todos los recursos de lo que puede ser dicho, para hacer valer hasta qué punto los dichos de la Esfinge no tienen poder mortal més que, para quien ignora que es necesario enftentar- os como ser sexuado. tendremos que vérnoslas, en un mundo que reprime, deniega, forcluye la castracién, con el llamado de “dioses oscuros” o bien el SEXUALIDAD FEMENINA, 33 ee sujeto seré capaz de reconocer que la voz de los Dioses es la de La mujer”. Ella se presenta como “sur-moitie” ante quien no quiere escu- charla, pero encuentra el propio estatuto y el propio lugar en el mo- mento en que quien se hace el destinatario puede tener en cuenta ‘una por una, qué goce se trata de obtener. Por eso es necesario que quien se autoriza del discurso del ana- lista, haga que la voz. del supery6 pueda demostrarse incompleta en vez de querer completarla, Esta voz del supery6 debe ser enfrentada con los tres términos usados por Lacan en L’Etourdit: hacerla inconsistente, indemostra- ble, indecidible. Es una reformulacién légica del imperativo ético del psicoan: sis. Serd por esta via que los hombres y las mujeres encontrardn una salida a los embrollos del sexo en los que estén prisioneros. ‘Traducci6n del italiano realizada por Ennia Favret. Revisi6n teniendo en cuenta el texto en francés, publicado bajo el mismo tf tulo en “L’Autze Sexe”, con la colaboracién de Nieves Soria. ‘Versi6n no corregida por el autor. 54 ERIC LAURENT Notas 1. Young-Bruehl E., Anna Freud, Londres, Mac Millan, 1988, p. 108, 109, 121 2, Freud, S., “Le probleme ¢conomique du masochime”, Nevrose, Psycho- se et Perversion, Paris, PUF, 1978, p. 289. 3. Freud, S. Op. cit, p. 290. 4, Lacan, J. “Propos directifs pour un congrés sur la sexu: Escrits, Paris, Seuil, 1966, p. 730. 5. Lacan, J., op. cit, p. 371 6, Deutsch, H., La psychologic des femmes, Paris, PUF, 1974, p. 234, 7. Lacan, J., “Question preliminare a tout traitement posible de la psycho- se”, Esctits, op. cit. p. 566. 8, Freud, S. “Un enfant est battu”, op. cit, p.235. 9, Vernant, J.-P., “Parole et signes muets”, Divination et rationalit ris, Seuil, 1974, p.9. 10. Vernant, J-P., op. cit, p. 24 11. Lacan, J., Escrits, op. cit, p. 732. femenine”, Pa La verdadera, la falsa, la no-toda. Nieves Soria En qué légica se inscribe la afirmacién de Lacan acerca del ac- to de la Madeleine de Gide, como aquel de una verdadera mujer? “Hasta dénde leg6 a ser to que Gide la hizo ser, permanecerd impenetrable, pero el nico acto en que nos mostré separarse ente- ramente de ello es el de una mujer, una verdadera mujer en su inte- gridad de mujer. Este acto fue el de quemar las cartas -que son lo que tuvo “de mis precioso”-. Que no nos dé otra razdn sino que “tuvo que hacer algo”, le afiade el signo de desencadenamiento que provoca la tinica twaicidn intolerable”. ! in referiré esta traici6n al hecho de que Gide (quien ya la ha- nado cien veces) accede esta vez a su primer amor fuera esto lo que la Hevard a querer abrir una hiancia en el ser de Gide. En este punto Lacan la compara con Medea, quien también suffe una traicién de amor que la leva a la venganz: “Algunos dicen que, repudiada por Jas6n para casarse con Glau- cea, fingié estar conforme para mejor vengarse de la ofensa. Para hacerse aceplar por su rival envidle un traje muy vistoso; pero em- ponzofiado por sus secretos artificios. Apenas se lo hubo puesto Glaucea, sintidse invadida de un fuego inexplicable que la devoré a ella y a Cresn que intentaba distraerla, y como si esta venganza no fuese bastante, atin degoll6 la despechada a los hijos que habia teni- do con Jasn. Después de consumtados estos crimenes, Medea mon- 56 NIEVES SORIA (6 en un carro arrastrado por alfgeros dragones, y vag6 durante al- gin tiempo sobre Corinto incendiado, emprendiendo luego vuelo hacia Atica, donde se cas6 con el rey Egeo”.? ‘Tenemos entonces la siguiente secuencia en ambos actos: trai- cidn amorosa, venganza que recae sobre los objetos preciosos del amado (que también lo son para la traicionada), “desencadena- miento” en Madeleine, errancia en Medea. Es decir que la “verda- dera mujer" surge como efecto de un acto que implica una salida (temporaria) de la cadena significante, y también una pérdida de las referencias. Ademds un sacrificio del tener en el orden félico, sacrificio cuya recompensa es el golpe recibido en el ser por el traidor. Que Lacan escriba “verdadera", muestra que é1 piensa que en es- te acto hay un signo especffico del ser femenino, como diferente del ‘masculino. Pero Lacan no escribe solamente sobre las “verdaderas muje- res", También lo hace sobre las falsas. En “La Tercera”, Lacan lo dird con todas las letras: “Bs evidente que se tiene un automévil como se tiene una falsa ‘mujer: uno se empefia en que sea un falo, pero su tinica relacién con el falo consiste en que el falo es lo que nos impide tener una rela- cin con algo que sea nuestra contrapartida sexual”? Siguiendo este texto, una falsa mujer serfa entonces aquella que impide al hombre tener relaci6n con el Otro sexo: en lugar de ha- cerse Otro se hace Uno, se parece al falo. Esta posicién en la mujer ya habfa sido, sin embargo, frecuente- mente sefialada por Lacan: —En “Ideas directivas...": “... Ia ausencia en la mujer del fetichismo que representa el caso casi manifiesto de este deseo deja sospechar un destino diferente de ese deseo” (de preservar el falo en la madre) “en las perversiones que ella presenta, Pues suponer que 1a mujer misma asume el papel de fetiche no ‘SEXUALIDAD FEMENINA 31 ee es sino introducir la cuestiGn de la diferencia de su posicin en ‘cuanto al deseo y al objeto”.* —En “La significacién del falo”: “Por muy paraddjica que pueda parecer esta formulacién, deci- ‘mos que es para ser el falo, es decir el significante del deseo del ‘Oto, para lo que la mujer va a rechazar una parte esencial de Ia fe- mineidad, concretamente todos sus atributos en la mascarada”.* —Finalmente, en “SubversiGn del sujeto...”: “Tal es 1a mujer detrés de su velo: es la ausencia de pene la que la hace falo, objeto del deseo”.® De estas afirmaciones de Lacan acerca de la verdad y la falsedad ‘en las mujeres, podemos concluir que habria cuatro posiciones posi- bles para las mujeres dentro del orden félico y la gia del todo, se- ‘gin elijan 1a vfa del ser o del tener el falo; y segdn afirmen o sacti- fiquen el falo en cada una de ellas. De este modo obtendrfamos las siguientes posibilidades (que no se excluyen todas entre sf): 1) La verdadera mujer: sacrifica el tener. (Abre una hiancia en el ser del hombre, pero puede sacrificar o no su propio ser: Medea, después de un tiempo de errancia, va a ser la mujer de otro hom- bre; Madeleine, segin Lacan, s6lo en el acto de quemar las car- tas demuestra separarse enteramente del ser en que la transform6 Gide). 2) La falsa mujer: afirma el ser. (Puede sacrificar 0 no el tener: en la mascarada ella rechaza sus atributos femeninos, pero esta via le est4 indicada por una ausencia que no es efecto de un rechazo; la del pene). 3) La mujer félica: afirma el tener. (Puede sacrificar 0 no el ser: el ejemplo de esta posicién es 1a mujer absolutamente identificada alla madre, Otro de la demanda absoluto). 4) La masoquista: sactifica el set, para encarnar el objeto a como resto en el fantasma de un hombre. (Hay una cafda del semblan- te félico, y una precipitaciGn en la posiciGn de desecho). No desarrollaré estas dos dltimas posiciones formuladas la una 38 NIEVES SORIA por J.-A. Miller en De mujeres y semblantes, y la otra por Colette Soler en “Posicién masoquista y posicién femenina”, y por Eric Laurent en “Posiciones femeninas del ser”.* ‘Tres afos después de “Juventud de Gide...", el interés de Lacan por situar una especificidad de lo femenino en algun personaje per- siste: en referencia a P. Claudel nos dit .. en otro lugar, en “Partage de Midi”, Claudel nos hizo una mujer, Ysé, que no esté tan mal. Se parece mucho a lo que es una mujer”.” Reencontramos este interés de Lacan en escritos de estos afios: en “Ideas directivas...” (1958) plantearé los lineamientos a seguir en 1a teorizacién de la sexualidad femenina. Tomaré dos parrafos de este texto: “... todo puede ponerse en la cuenta de la mujer en la medida en que, en la dialéctica falocéntrica, ella representa el Otro absoluto”.® la sexualidad femenina aparece como el esfuerzo de un goce envuelto en su propia contigiiidad (...) para realizarse a porfia del deseo que la castraci6n libera en el hombre déndole su significante enel falo”? En el primer pérrafo, encontramos al ser femenino situado en el lugar del Otro absoluto respecto de la dialéctica falocéntrica; en et segundo, la sexualidad femenina como un esfuerzo de imitacién y superacién del deseo masculino, en plena competencia félica. Encontramos la misma oscilacién en “La significacién del falo” (1958): “Pues si se mira de cerca el mismo desdoblamiento (que en el hombre) se encuentra en la mujer, con la diferencia de que el Otro del Amor como tal, es decir en cuanto que esté privado de lo que da, se percibe mal en el retroceso en que se sustituye al ser del mis- mo hombre cuyos atributos ama’’!° Ribos trabajos en este volumen SEXUALIDAD FEMENINA so El desdoblamiento al que se refiere aquf Lacan. es aquel que esté en juego entre amor y deseo en ta degradacién de ta vida erdtica en el hombre. Lacan sefiala que en la mujer s6lo aparentemente no hay tal desdoblamiento. En “SubversiGn del sujeto...” (1960) encontramos un pérrafo que podria ilustrar la posici6n a la que alude Lacan en relacién a Made- Ieine/Medea e Ysé: refitiéndose a la funcién de la castracién en el fantasma, relacionada con la funcin de asegurar el goce del Otro, dentro de los limites de la ley (del deseo), escribird: “A quien quiere verdaderamente enfrentarse a ese Otro, se le abre la via de experimentar, no su demanda, sino su voluntad. Y en- tonces: 0 de realizarse como objeto, hacerse 1a momia de tal inicia- ccién budista, 0 de satisfacer 1a voluntad de castraciGn inscrita en el Otro, lo cual desemboca en el narcisismo supremo de la causa per- dida (es la vfa de lo trégico griego, que Claudel vuelve a encontrar en.un cristianismo de desesperacién)”."" Encontramos aquf esta posici6n de enfrentamiento “verdadero” a ese Otro, que implica ir més all del punto de detencién de la carga objetal que mantiene al goce de! Otro dentro de los Itmites de la Ley (via la castracién). Bste ir mAs alld del limite falico leva al go- ce: “La castracién quiere decir que es preciso que el goce sea recha- zado, para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo”.! Este goce del Otro se encuentra més all del Ifmite del deseo, pe- To no més alld del fantasma; excede el limite félico, pero se produce como fantasia del neurGtico, en la que esté operando el patrén fali- co, Es un mAs allf del Ifmite, dentro del orden félico, subsidiario de lo que posteriormente Lacan formalizar4 como el orden del todo dentro de la l6gica de las formulas de la sexuacién. La oscilacién entre el Uno y el Otro que encontramos en los ps- rrafos citados, al intentar Lacan dar cuenta de 1a posicién femenina, podria ser una de las razones que lo Hlevaron a la elaboracién de las formulas de Ja sexuaci6n, y al intento de formalizar una I6gica que

También podría gustarte