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Vida de Viktor Frankl

Contenido
Dedicatoria..................................................................................................................................................2
El accidente de la Mina................................................................................................................................2
La Revolución y el desplazamiento..............................................................................................................8
Porfirio y el milagro de San Francisco de Asís..............................................................................................8
Trabajador de las Minas del Real.................................................................................................................9
Primer Matrimonio....................................................................................................................................10
Del Real a Monterrey.................................................................................................................................10
Divorcio y nuevo Matrimonio....................................................................................................................10
De la belleza de las personas a la belleza de las casas...............................................................................11
Fecha Inolvidable.......................................................................................................................................11
El estudio y los nietos................................................................................................................................12
Sus historias y enseñanzas.........................................................................................................................12
Historias del Real de Catorce y San Francisco de Asís................................................................................12
Vida de San Francisco de Asís................................................................................................................12
oración de San Francisco De Asís...........................................................................................................17
¿Cómo llegó la venerada imagen de San Francisco de Asís a Real de Catorce?.....................................17
Destrucción del Real de Catorce............................................................................................................19
Dedicatoria
Dedico este texto a la memoria de mis padres, el Señor Porfirio Flores
Gómez (+2013) y mi madre la Señora Romualda Rodríguez de Flores (+2011).

En este escrito narro parte de la Historia del Real de Catorce, por boca de
quien vivió los hechos y los relató en vida, mi padre; y asumo la tarea de poner
por escrito estas historias y leyendas que dieron vida a los habitantes de este
lugar, en el transcurso del siglo XX en este Pueblo Mágico, de San Luis Potosí,
apoyado también en algunos libros de la historia del Real de catorce que
corroboran los aconteceres aquí descritos.

Agradezco a familiares y amigos que me motivaron en la elaboración de


este texto, que seguramente a muchas personas les agradará leerlo, y así
enterase de la vida social, política y cultural de este pueblo que movió la
economía de nuestro país, en tiempos en que los españoles eran dueños de las
minas y haciendas de Real de Catorce.

El accidente de la Mina

En nuestro hermoso país existen muchos lugares mágicos y hoy quiero


referirme al pueblo llamado Real de Catorce, que originalmente era Real de los
Álamos de Catorce, y que forma parte del actual estado de San Luis Potosí, al cual
mucha gente le tiene cariño, es allí donde empieza la historia de Porfirio Flores
Gómez.

Un hecho antecedente a la vida de nuestro personaje Porfirio Flores, quien


es mi padre, está marcado por el accidente de mi abuelo Juan Flores, en la mina
de San Agustín. Me platicaba mi padre, que mi abuelo había tenido un accidente
que lo dejó incapacitado para toda su vida, pues cuando apenas tenía la edad de
30 años, y trabajaba en el interior de la mina San Agustín, una de las tantas minas
de Real de Catorce, menciona que "de pronto se deprendió de la pared de la
mina, una enorme roca", así lo describía mi padre, de acuerdo con el relato de mi
abuelo; menciona que en aquel momento mi abuelo, Juan estaba trabajando en
el interior de la mina y mientras borneaba la cuña para poder perforar la pared de
la mina junto con su compañero, el cual golpeaba fuertemente la cabeza de la
cuña para realizar el agujero, en donde posteriormente se pondría un caño de
dinamita, con el fin de destrozar gran parte de la pared y así encontrar la veta de
plata, que les iría señalando el pequeño hilo incrustado en el cerro que estaban
perforando. Entre golpe y golpe, se desprendió un peñasco de unas siete
toneladas de peso y cayó justamente donde se encontraban mi abuelo y su
compañero, el cual murió en ese mismo instante, pues la pesada roca
prácticamente lo molió al caerle todo el peso de la misma, en cuanto a mi abuelo
únicamente el peñasco le aplastó una de sus piernas, dañándole la tibia y peroné
del pie derecho, pero como “la piedra era tan grande que no la podían mover”,
eso contaba mi abuelo Juan Flores a su esposa la señora Desideria Gómez e hijos,
Margarito, Pascuala y Juan. En ese momento mi padre el señor Porfirio Flores aún
no había nacido.

Este accidente ocurrió en el año de 1913, cuando mi abuelo tenía 30 años


de edad, pues había nacido a fines del siglo XIX, en el año 1883. Narraba, mi
abuelo, que cuando los demás compañeros se dieron cuenta del accidente,
fueron inmediatamente a avisar a los mayordomos de lo sucedido y rápido
acudieron al lugar donde había pasado el accidente, pero por una parte era tarde,
el cuerpo inerte del compañero de mi abuelo yacía en el suelo sin vida, sin
embargo mi abuelo había sobrevivido; sin perder tiempo, los mismos
trabajadores se dieron a la tarea de buscar la manera de sacarlo ya que solo tenía
el tobillo debajo de la enorme roca, pero como ésta era tan grande y no la podían
mover tuvieron que poner dinamita para deshacerla y rescatar a mi abuelo.

Contaba mi abuelo a mi padre, que fueron varios barrenos que utilizaron


para deshacer la gran piedra, pero cuando prendieron los barrenos al hacerlos
explotar y triturar la roca, volaban grandes pedazos de la misma en todas
direcciones y a mi abuelo lo trataron de proteger lo más que se pudo, pero
desgraciadamente al estallar la dinamita un peñasco salió disparado y le golpeó la
clavícula derecha, ya no solamente era la fractura del tobillo, sino también la
clavícula.
Por fin después de tantos esfuerzos, quedó libre de la pesada piedra que lo
oprimía, fueron casi ocho horas de inmenso dolor, y cerca del cadáver del que
había sido su compañero durante varios años, en el peligroso trabajo de
gambusino.

Mientras todo esto ocurría en el interior de la mina de San Agustín, los


familiares se aglutinaban en la puerta del gran socavón, unas personas lloraban
por lo que se imaginaban que sucedía dentro de la mina y otras rezaban por los
accidentados. Los familiares más cercanos querían introducirse en el interior de la
mina, pero los encargados de cuidar el orden no los dejaban entrar.

Finalmente, y después de muchas horas de trabajos y angustia, sacaron el


cadáver del compañero de mi abuelo, fue en ese momento cuando los seres
queridos rompieron en llanto, al ver destrozado el cuerpo de su familiar. Su
esposa desesperada gritaba "¡hay mi querido esposo, ahora que voy a hacer sin
él!", "¿quién se hará cargo de mis hijos?"; otros lloridos se escuchaban diciendo
"¿papá por qué te paso ésto? ¡por qué no me paso a mí!"; "¡mi hermano querido,
te amaba tanto, por qué nos dejaste solos en este mundo!"; "¡Tío te quiero, te
quiero mucho y ahora con quién jugaré si tú ya no vas estar conmigo!" "¡Tío te
amo!”. Otros gemidos surgían de la madre del difunto, la cual lloraba con un
llanto desgarrador, que prácticamente invitaba a los concurrentes que hicieran lo
mismo, como señal del amor al hijo que ya nunca volvería a estar con ellos en
este mundo.

Por otra parte, mi abuelita, la señora Desideria Gómez de Flores, junto con
sus hijos Margarito, Páscuela, Juan y los demás familiares de mi abuelo esperaban
verlo salir de aquel agujero. De pronto apareció en una camilla improvisada, aun
retorciéndose del dolor, tanto del pie como de la clavícula y otras escoriaciones
causadas por los barrenos que habían triturado el gran peñasco, que lo tenía
oprimido tanto a él como a su compañero fallecido.

De inmediato mi abuela se abalanzó sobre la camilla para ver a su esposo, y


con lágrimas en los ojos, lo alentaba, pues estaba con vida, rezaba y le daba
gracias a Dios, al señor San Francisco de Asís, patrono de este lugar por haber
salvado a su esposo, pero también hacían lo mismo los hijos y parientes que
impacientes habían esperado tanto tiempo para ver con vida a su hermano, tío,
cuñado...

De forma inmediata trasladaron a mi abuelo a una pieza que era parte de la


mina, la cual se transformó en ese momento en una clínica improvisada. El doctor
encargado empezó a tratar a mi abuelo, quien gritaba de dolor, por lo cual tuvo
que salir y preguntar:

- "¿Quién es la esposa del accidentado?"


- "yo soy la esposa", respondió de forma inmediata mi abuela.
- "Necesito hablar con usted para explicarle que procede con el
accidentado".

De manera discreta la llamó a un lugar dentro de la pieza.

- "Mire señora, el pie de su esposo no tiene remedio", le comentó.


- "¿Cómo que no tiene remedio? ¿Qué quiere decir con eso?", preguntó
asustada.
- "Mire señora necesito que me autorice a cortarle el pie a su esposo".

Lo que provocó que nuevamente rompiera en llanto.

- "¿Por qué lloras?" le preguntó mi abuelo, pues estaba cerca de ellos, y le


tuvo que repetir lo que el médico le acababa de decir.

- "¡No hay manera de salvar el pie ¡" de inmediato mi abuelo reaccionó y le


preguntó al médico, ¿Qué dice?
- "¡No hay remedio don Juan, a usted se le tiene que cortar esa pierna! de lo
contrario le causará infinidad de problemas en su vida y corremos el riesgo
de una infección, y finalmente se le tiene que cortar tarde o temprano",
respondió el medico con una voz fría.

Mi abuelo hombre fuerte, en ese instante se preguntaba así mismo "¿y


ahora que voy a hacer con un solo pie, mis hijos aún son adolescentes, ¿quién
los mantendrá? ¿cómo voy a llevar que comer a la casa? ¿en qué voy a
trabajar?" fueron muchos los pensamientos que pasaron por su cabeza, en ese
instante, no se imaginaba andar en un solo pie.

- ¿No hay forma de salvar el pie? preguntó nuevamente al doctor.


- "No señor, es necesario que amputar su pie", con voz fría nuevamente le
replicó.
- "Sino hay remedio adelante, córteme el pie", afirmó sin titubeo.

De pronto el médico trajo sus rudimentarios instrumentos de trabajo y le dijo


a mi abuelo:

- "Don Juan le voy a explicar cómo va a ser su intervención; mire por lo


pronto hay que subirse el pantalón para que quede libre el pie y podamos
trabajar". En ese instante también le dijo el médico: "le voy a poner
cloroformo para que no sienta tanto la intervención o sea lo voy a dormir".

Sin embargo, ¿cuál fue su sorpresa? Que por más cloroformo que le puso en su
nariz, mi abuelo nunca se durmió.

- "¿Oiga don Juan, usted se alimenta muy bien verdad? es que está muy
fuerte no lo puedo dormir, ¿pues qué come?" el doctor le preguntó.
- "Frijoles y tortilla con chile, nopales, es lo único que como", respondió.
- ¡Pero no me explico cómo su organismo es tan resistente que no lo puedo
dormir o sea anestesiar ¡ replicó el médico.
- "¿No será que el aguardiente me hace resistente al medicamento?" dijo
don Juan.
- prosiguió diciendo el doctor.
- "¿Toma vino o mezcal?"
- "pues algo"
- "Por eso no lo puedo dormir", afirmó el doctor.
- "Doctor, mócheme el pie así sin dormirme", mi abuelo le responde.
- "Pues yo creo que sí, porque usted no cae". El médico prosiguió: "le voy a
poner un trapo negro en su cara para que no vea lo que hago".
- "Usted échele". le respondió, y se quitó el trapo de su cara.
- Súbase el pantalón para que el pie quede descubierto y pueda hacer la
intervención, y le explicó: "mire le voy a hacer cuatro cortes a su ante
pierna, hasta llegar al hueso y luego le voy a cortar el huesito y la carne,
posteriormente la haré nudo en lo que quede del hueso de la pierna y le
cauterizaré las venas para evitar el desangrado.

Sólo de oír esas palabras mi abuelo quedó pasmado, de nuevo vinieron a su


cabeza lo que iba a sufrir, aun así, tenía que ser valiente y someterse a la
irremediable intervención de aquel rudimentario médico.

Contaba mi abuelo que con un gran dolor físico, sintió donde el filoso cuchillo
rompía las carnes de su muslo en cuatro ocasiones seguidas, sintiendo como
aquel instrumento llegaba hasta el hueso de su pierna ya desgarrada, y cuando el
médico hubo hecho los cortes, de inmediato vio un pequeño serrucho que sería el
que le cortaría el hueso de su pie, y entre quejidos y gemidos escuchaba el ruido
de aquel instrumento que le cortaba su pie y que iba a ser su gran calamidad, vivir
con un solo pie.

- "Cuando vi caer el pie en una palangana, casi me quise desmayar, porque


fue en ese preciso instante cuando mi ser se colapsó y me sentí totalmente
indefenso ante la vida, ante la sociedad, pero principalmente ante mi
familia, que presenciaba como me destruían mi cuerpo, el cual me había
servido durante treinta años para caminar, correr, brincar. Recordaba mis
brincos de niño inquieto y ahora se acababa mi vida, me tendría que
resignar a caminar con un solo pie o quizás a usar muletas y pensaba,
¿ahora quién me va a contratar para trabajar si no puedo ni caminar?",
mencionaba mi abuelo.

La fuerza y vigor de aquel hombre de treinta años se derrumbaba en ese


preciso instante, en que su pie caía en la vasija que ya lo esperaba. Pues estaba en
su plena juventud cuando eso le sucedió. Y como si no fuese poco mencionaba
que la mina no lo indemnizó, únicamente le pagaron las curaciones y una o dos
semanas de trabajo. Mientras que a la viuda del difunto únicamente le pagaron el
cajón y una pequeña indemnización.
Pasado el tiempo llegaron otros administradores a la mina y mi abuelo se
acercó para pedir trabajo al ingeniero encargado de la mina.

- ¿Qué te pasó en tú pie? preguntó el encargado.


- Mi abuelo le relató toda la historia de lo que había sucedido.
- "Mira como diste gran parte de tu vida al servicio de esta mina, a partir de
hoy y mientras yo esté de administrador tú serás un trabajador más, y el
trabajo va a consistir en checar a tus compañeros que lleguen a la hora, que
no pierdan tiempo, y ayudarles en lo que ellos necesiten, con tu experiencia
puedes ayudar a mucha gente, por lo tanto quedas contratado de nuevo en
esta mina de San Agustín", le dijo el ingeniero.

Y así fue como nuevamente obtuvo un salario para sostener a su familia, sin
embargo, ésto duró poco tiempo, más o menos un año y medio, pues llegó la
orden de que se cerrara la mina y se acabó el trabajo. Cuando esto terminó se
dedicó al trabajo en el monte, lo que hacía allí era tallar lechuguilla, una planta
que su fibra sirve para hacer mecates, costales, estropajos y muchas otras cosas
más, decía mi abuelo que tenían que trabajar mucho para poder sacar un peso de
ganancia, pues el kilo lo pagaban a veinticinco centavos y era mucho el trabajo,
pero no había más opción que esa, también cortaba zacate para vender como
comida para los burros, caballos mulas etc.

La Revolución y el desplazamiento.
Porfirio Flores Gómez, hijo de Juan Flores Gómez y Desideria Gómez; nació en un
lugar llamado Acatitas de Bajan en el Estado de Coahuila, un 15 de septiembre
de 1916, época de la Revolución Mexicana, motivo por el cual sus padres viajaban
de un lugar a otro, hasta llegar nuevamente al pueblo de Real de Catorce, de
donde habían salido.
A pesar de no haber nacido en el legendario Real de Catorce fue el pueblo que lo
vio crecer, pues su infancia, adolescencia y juventud la paso en un barrio de este
pueblo llamado “El Venadito”; barrio que se encontraba en lo alto de uno de los
cerros que rodean al pueblo.
Porfirio y el milagro de San Francisco de Asís
Don Porfirio tuvo siempre una gran devoción al seños San Francisco de Asís,
Patrono del Real de catorce, ya que cuando él estaba recién nacido, su madre
sintió que estaba muy mojado, y a oscuras se levantó de la cama a cambiarle de
pañal, sin embargo, al estarlo arropando lo volvió a sentir mojado y por segunda
vez lo cambió, pero nuevamente al acomodarlo para volverlo a dormir, lo volvió a
sentir mojado, entonces prendió una vela para ver qué era lo que sucedía, y con
asombro observó que lo que ella creía que era pipí del bebé, ¡era sangre!.
Rápidamente descobijó al niño para checar que le ocurría, ya que en ese
momento llegó a pensar que quizá algún animal, en la obscuridad de la noche lo
había mordido… su sorpresa fue tan grande cuando vio que la sangre no dejaba
de salir del ombligo del niño, inmediatamente le habló a su esposo para llevarlo
con algún médico, por desgracia no encontraron a nadie que les diera auxilio… no
tuvieron otra opción más que regresarse a la casa.
Asustados y angustiados sus padres creían que el niño estaba muriendo
pues ya no se movía, no quería ni comer, a pesar de que su madre le ofrecía el
pecho, y no hacía el intento por comer, y tampoco lloraba… Sus padres lo único
que se les ocurrió fue llevarlo a la Iglesia ante la imagen de Panchito y
entregárselo, lo colocaron en sus pies y le dijeron que solo él podía interceder
ante Dios para que les hiciera el milagro de salvarlo: “aquí lo tienes Panchito es
tuyo, te lo entregamos, tú decides si te lo llevas o lo dejas con nosotros…”. Pero
de pronto el gran milagro, pues después de entregárselo a Panchito, el niño se
empezó a moverse entre las cobijitas… sus padres lo veían incrédulos, pero
instantes después escucharon un leve llanto y emocionados checaron que era el
niño quien lloraba, rápido lo cargó su madre y lo abrazó con gran emoción, en ese
instante, el bebé empezó a buscar el pecho de su madre y empezó a comer de su
lechita…
Desde entonces mis abuelos muy agradecidos con San Francisco de Asís,
cada año iban a venerar y a dar gracias por haber intercedido por la vida de mi
padre, el sr. Porfirio Flores Gómez. Dándose así en nuestra familia, el amor y la
veneración a “Panchito”, es decir, a San Francisco de Asís y a esta hermosa tierra
Real de Catorce…
Trabajador de las Minas del Real
La pobreza que existía en aquellos tiempos llevaron a mi padre a trabajar
desde muy temprana edad (13 años) allí mismo en el Real, en el interior de las
minas por los años 1929- 1932. su trabajo fue sencillo, pues únicamente era estar
al pendiente de que a la rudimentaria maquinaria no le faltara agua ni aceite para
que estuvieran trabajando debidamente. Cundo llegó a la mayoría de edad, pidió
a los encargados que lo dejaran trabajar barrenando, separando y sacando plata y
otros metales que también abundaban en ese lugar. Algunas de las minas donde
llegó a trabajar fueron: La mina de Santa Ana, El Socavón de Purismo, San Agustín,
la Mina de Varones entre muchas más que aún existen en ese pueblo. También
trabajó en el interior del Túnel Ogarrio, el cual es la entrada al Real de Catorce y
que tiene una longitud de casi dos kilómetros y cuyo interior está plagado de
socavones o minas, de donde se extraía metal que tenía infinidad de usos y un
alto costo en el mercado.

Primer Matrimonio
Siendo ya adulto, contrajo matrimonio a la edad de 25 años por primera vez
con la señora Elena Rodríguez, con la cual procreó cinco hijas: Pompeya, Ventura,
Juana, María Concepción y Leonarda. La primera de ellas (Pompeya) murió siendo
una niña, fue inhumada en el panteón Municipal del Real de Catorce. Hoy en día
sólo sobreviven Juana y Leonarda.
La Niña Pompeya

Al poco tiempo de casados fueron bendecidos con su primera hija, una niña
hermosa, a quien bautizaron con el nombre de Pompeya, mejor conocida como
Pompa, pues así le decían de cariño. Mi padre y su esposa eran felices, sin
embargo esta felicidad fue opacándose cuando de pronto la niña, que ya tenía un
año y medio empezó a ponerse muy triste, sin saber que hacer y sin poder darle
un remedio casero ya que era una bebé, la niña fue empeorando rápidamente
y aunque después la llevaron al doctor, el médico le recetó algunos
medicamentos para que sanara, más esto ya no fue posible porque el virus que la
había atacado prácticamente ya había invadido el cuerpo de la pequeña, que
pronto entregaría su alma a Dios.
La partida de ella fue muy duro, como cualquier muerte de los seres
humanos, este fue un acontecimiento que removió los sentimientos de toda la
familia de mi padre y de su esposa, tanto que el duelo duró algunas semanas. Era
tanto el dolor que mi padre sentía, que a diario le rezaban y pedían por la
salvación del alma de la niña, que apenas si alcanzaron a bautizar y que por cierto
murió sin su confirmación.

Fue tanto el pesar y dolor de mi padre por la partida de su pequeña hija,


que pronto encontró un refugio en el vicio para poder olvidar el trago amargo de
no tener en sus brazos a su primogénita, se puso a tomar alcohol hasta ahogarse
prácticamente, de tal manera que perdió la dimensión del tiempo y el espacio, en
su embriaguez.

Al punto de unos tragos de alcohol.


Cierto día después de andar tomando con sus amigos en el centro de
aquel Real de Catorce, se acordó del fallecimiento de su pequeña niña y se
enfiló hacia el panteón rumbo al norte del pueblo de Real de Catorce, donde
había sido enterrada su pequeña hija, durante su recorrido iba cantando y
llorando recordando y diciéndole cosas bonitas a su niñita, eran
aproximadamente las doce o una de la mañana de aquel viernes ya casi sábado,
después de tanto balancearse durante todo el camino, desde la plaza de armas
o plaza Hidalgo, la cual está en el centro del pueblo, por fin llegó a la entrada
del panteón sin ninguna piscachita de miedo, pues el alcohol le daba esa valentía
que prácticamente nadie en sus cinco sentidos o sea bueno y sano hubiera
realizado, el hecho de visitar un panteón a media noche, eran tantas las ganas de
estar frente a la tumba de su niña, que no tenía el menor miedo de entrar a
ese camposanto, pero al llegar, se dio cuenta que estaban cerradas las puertas y
no había manera de introducirse en ese lugar, de pronto recordó que en la
parte alta del portón de entrada estaba una varilla doblada y que entonces
probablemente por allí podría entrar, de inmediato se subió por las rejas del
portón y se trepó, una vez que estuvo arriba se introdujo hacia el interior del
panteón y de nuevo se fue deslizando hasta caer al piso, cuando tocó tierra firme
emprendió su camino rumbo a la iglesia que se encuentra en el camposanto,
caminó lentamente hasta que llegó a la tumba de su hija, que por cierto estaba a
un lado de la entrada de la iglesia; una vez ya frente a la tumba y a esas horas
de la noche empezó a llorar recordando cuando la niña estaba en vida y se puso
a platicar y a decirle todo lo que la quería y los planes que como padre tenía
para ella, fue un momento muy íntimo entre padre e hija en medio de aquel
panteón y las demás tumbas que fueron testigos mudos de aquel acontecimiento
que contaba mi padre. Continuaba diciendo, que rezando y cantando alabanzas
a su niña se quedó dormido, y no recuerda cuánto fue el tiempo en que el
sueño se apoderó de él, pero cuando recordó, al abrir los ojos, como estaba
acostado bocarriba, pues lo único que veía era el cielo estrellado, pero una vez
que volteó hacia los lados, observó tumbas y cruces que le causaron un gran
pánico, entonces se acordó de lo que había hecho unas horas antes,
prácticamente ya se le había quitado lo tomado, entonces sintió un miedo
enrome, pues ¡imagínense a esas horas de la madrigada, solo y en un panteón,
pues a quien no le va a dar miedo!

Una vez que ya reaccionó se levantó de inmediato, se sacudió la tierra que


traía en la ropa que portaba y pronto se enfiló hacia abajo de las escalinatas del
panteón y de un salto, como un felino asustado brincó al portón del panteón,
subió hasta donde estaba la varilla rota y se deslizó por el portón de fierro
forjado hacia la calle que lo llevaría al centro del Pueblo, iba prácticamente
corriendo del miedo que le causó la impresión de estar en el panteón, después de
casi media hora de ir literalmente corriendo, llegó a su casa y tocó la puerta, de
pronto la esposa le abrió y de inmediato se dio cuenta que algo le había
sucedido, pues su aspecto era de un ser bastante asustado, luego la esposa le
preguntó ¿Qué tienes, qué te sucede, porqué estas tan pálido y asustado? y él le
dijo deja sentarme en la cama y contarte que fu lo que me pasó, una vez que
terminó de relatarle lo que le había sucedido, la esposa lo curó de espanto y
así terminó aquella situación dramática que él mismo se buscó al punto de
unos tragos de alcohol.

Del Real a Monterrey


La carestía que va tomada de la mano con la pobreza para la gente de
pocos recursos, hizo que don Porfirio Flores emigrara a la ciudad de Monterrey,
pues ya para entonces casi todos sus hermanos estaban en este lugar viviendo y
le invitaban a que se viniera a esta ciudad que era ya en ese entonces próspera,
con mucho trabajo.
Su arribo a esa ciudad fue en tren, y mencionaba que llegaron a la estación
del ferrocarril hoy desaparecida, la cual se encuentra en la famosa colonia
Industrial en las calles de Miguel Nieto y Calzada Victoria. Una vez que llegaron,
mi padre con su familia y sus padres se instalaron en la casa de su hermano
Margarito Flores, el cual los recibió con gran alegría al igual que los hijos y la
esposa de su hermano mayor.

Divorcio y nuevo Matrimonio


Trascurrieron alrededor de seis años, y por problemas en el matrimonio se
separaron, mi padre quedó solo, y la señora se marchó y se llevó a las niñas.
Una vez sólo y sin hijas se dedicó a trabajar en la construcción, sin embargo,
tiempo después se encontró con mi madre la señora Romualda Rodríguez Muñoz,
a quien se unió para formar una nueva familia. Pasado el tiempo Dios los bendijo
con dos hijos, un servidor, Martiniano Flores, nacido en el año1959 y mi hermana
Pascuala Flores quien nació 8 años después (1967).
Con la responsabilidad de sostener la nueva familia, mi padre trabajaba en
un molino donde se trituraban los olotes de maíz y hacía harina que
posteriormente se vendía como producto comestible para los animales, allí tanto
mi padre como mi madre trabajaron para sacar el sustento diario.
Tiempo después mi padre se dedicó a vender varilla, oficio que ya había
ejercido en el Real de Catorce, también a vender agua por las casas en la colonia
Independencia, en las faldas del cerro de la Loma Larga.

De la belleza de las personas a la belleza de las casas


Con el tiempo se convirtió en un comerciante, comenzó vendiendo
productos de belleza como cremas, brillantinas, labiales, polvo facial, talco para
los niños, lociones. etcétera. Dichos productos dejaba que sus clientes se los
pagaran en abonos; recuerdo que me llevaba a sus recorridos cada semana, y
llegábamos a las casas a cobrar el producto que nos debían, así mi padre duró
mucho tiempo vendiendo artículos de belleza, después cambió de giro, se dedicó
a vender ropa sobrecamas, sábanas, colchones, cortinas, muebles para el hogar,
juegos de sala, roperos, trasteros, estufas, juegos de comedor y además aparatos
electrónicos como televisores, radios, tostadores. etc. Ya contaba con 80 años y
aun así recorría las faldas del cerro de la Loma Larga para cobrar los abonos de los
productos que dejaba a sus clientes.

Fecha Inolvidable
Ya viviendo en la ciudad de Guadalupe Nuevo León, en la colonia Camino
Real, un 31 de diciembre de 1996 estando en casa, y apunto de disfrutar la cena
del fin de año, mi padre estaba sentado en uno de los sillones de la sala, sin
embargo, cuando le hablamos que se levantara para compartir la cena de fin de
año, ya no se pudo parar del sillón, aun así, lo levantamos para llevarlo a la mesa y
disfrutar de la cena que con tanto amor habían preparado mi esposa y mi
hermana Pascuala. Al día siguiente primero de enero de 1997, lo llevamos con un
quiropráctico para que lo atendiera, le dio medicamento para la rodilla del pie
izquierdo. El médico recomendó que no se esforzara en caminar, así que dejó de
hacer sus largas caminatas por las faldas del cerro de la Loma Larga para recoger
los abonos de sus clientes. A partir de esa fecha, ya no lo dejé que trabajara y
quien siguió cobrando esas deudas pendientes fueron mis hijos Edy y David.

El estudio y los nietos


Con su trabajo y consejos, mi padre y mi madre nos motivaron a estudiar
desde muy temprana edad, lo que nos ayudó a ser profesionistas el día de hoy y
tener nuestras familias y le hemos dado 5 nietos: Vanessa Abigail, hija de mi
hermana y mis hijos: Edy Martin, David, Luis Humberto y Evelyn Yazmín.

Sus historias y enseñanzas


Durante la infancia, tanto mi padre Porfirio como mi mamá nos contaban
cuentos, historias y leyendas, mi hermana y yo continuamente le pedíamos esa
actividad a nuestros padres, recordemos que todos algún día fuimos niños y que
esos relatos de los padres o los abuelos nos hacían vivir grandes emociones, pues
las narraciones eran tan reales, que los receptores nos imaginábamos los
escenarios que nos describían de cada lugar, ésto es y sigue siendo algo
hermoso, porque son momentos inolvidables que quedan en la mente y en el
corazón de los protagonistas ya sean los emisores o los receptores.
Mi padre aun con 80 años estaba lúcido, contaba con una gran memoria
que le permitía sacar de sus recuerdos grandes historias. En otras ocasiones nos
poníamos a interpretar canciones que hacían que aflorara la nostalgia de su Real
de Catorce, el cual visitábamos constantemente juntos.
Otra de las grandes cosas que le debo a mi padre es que me enseñó a
pulsar la guitarra clásica, y con el tiempo, me enseñé a tacar el bajosexto, uno de
mis hijos, Edy también ejecuta el acordeón y en varias ocasione amenizamos
juntos en algunas fiestas familiares y en las escuelas en los festivales, tocando las
tres generaciones, nieto, papá y abuelo, incluso recuerdo que en una ocasión
fuimos a alegrarles la vida a unos ancianitos en una Asilo de Guadalupe, Nuevo
León.

Historias del Real de Catorce y San Francisco de Asís


Vida de San Francisco de Asís

Hablar del Real de Catorce es hablar del San Francisco de Asís. ¿Pero quién
fue San Francisco de Asís? Francisco de Asís fue un personaje que al igual que
todo ser humano vivió y cometió errores, pero siempre Dios lo llamó a vivir en
santidad.

La Iglesia antes de canonizarlo ya lo consideraba santo, por su gran entrega


hacia la gente necesitada y principalmente a los pobres, enfermos y desvalidos
que encontraba en su camino y los que se acercaba a él.

Francisco nació en Asís, Italia en 1182, en el seno de una familia


acomodada, pues su padre don Pedro Bernardino era un gran comerciante, que
negociaba mercancías dentro y fuera del país y su madre la señora Pica se
dedicaba a las labores del hogar y a atender al niño Francisco. Primeramente, lo
educó su madre y posteriormente unos sacerdotes de la Iglesia de San Jorge.

La vida de san Francisco se divide en tres grandes periodos:

1°-. Desde su nacimiento hasta los veinte años: En esta etapa Francisco no tenía
paz espiritual en su corazón, a pesar de que poseía todo a su alcance, sentía que
algo le faltaba, y así vivió toda su niñez de rico, pero pobre en espiritualidad que
realmente era lo que necesitaba.
2° De los veinte a los veintisiete años: Es la época más importante de su vida, es
donde siente más frecuentemente el llamado de Dios a la santidad, estos siete
años prácticamente le sirvieron para definir su vida y entregarla a Dios, a los
enfermos, así como a dar salud espiritual a toda persona que se acercaba a
pedirle consuelo.

En su juventud, Francisco era muy dado a las canciones románticas


tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores. Disponía de dinero en
abundancia y lo gastaba pródigamente, con ostentación. Ni los negocios de su
padre, ni los estudios le interesaban mucho, sino el divertirse en cosas vanas que
comúnmente se les llama "gozar de la vida". Se divertía enormemente con sus
amigos y lo querían tanto porque era el que ponía el ambiente, su diversión era
constante y era el alma de las fiestas, reuniones, pues tenía ese ángel para
destacar entre los jóvenes de su edad y además la capacidad económica para
hacerlo, de tal manera que disfrutaba al máximo como cualquier muchacho de su
edad.

Una de las actividades de aquel joven Francisco fue la de dedicarse a la


milicia. Cuando Francisco tenía unos 20, estalló la discordia entre las ciudades de
Perugia y Asís, y en la guerra, el joven cayó prisionero de los peregrinos. La prisión
duró un año, y Francisco la soportó alegremente. Sin embargo, cuando recobró la
libertad, cayó gravemente enfermo. La enfermedad, en la que el joven probó una
vez más su paciencia, fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se sintió con fuerzas
suficientes, determinó ir a combatir en el ejército de Galterío y Briena, en el sur
de Italia. Con ese fin, se compró una costosa armadura y un hermoso manto. Pero
un día en que paseaba ataviado con su nuevo atuendo, se topó con un caballero
mal vestido que había caído en la pobreza; movido por la compasión ante aquel
infortunio, Francisco cambió sus ricos vestidos por los del caballero pobre. Esa
noche vio en sueños un espléndido palacio con salas colmadas de armas, sobre las
cuales se hallaba grabado el signo de la cruz y le pareció oír una voz que le decía
que esas armas le pertenecían a él y a sus soldados.

Francisco partió a Apulia con el alma ligera y la seguridad de triunfar, pero


nunca llegó al frente de batalla. En Espoleto, ciudad del camino de Asís a Roma,
cayó nuevamente enfermo y, durante la enfermedad, oyó una voz celestial que le
exhortaba a "servir al amo y no al siervo". El joven obedeció. Al principio volvió a
su antigua vida, aunque tomándola menos a la ligera. La gente, al verle
ensimismado, le decían que estaba enamorado. "Sí", replicaba Francisco, "voy a
casarme con una joven más bella y más noble que todas las que conocéis" En una
ocasión emprendió un viaje a Roma y solicitó ayuda para encontrar su verdadera
vocación y en ese entonces fue cuando sintió el llamado de Jesús a la santidad.

A su regreso a su ciudad Asís, en una ocasión asistió el pequeño templo de


San Damián, medio abandonado y destruido, oyó ante una imagen románica de
Jesucristo una voz que le hablaba en el silencio de su muda y amorosa
contemplación: "Ve, Francisco, repara mi iglesia. Ya lo ves: está hecha una ruina".
Al salir del templo se puso a reflexionar y pensó voy a vender algunas telas de las
que comercia mi padre, y así lo hizo y una vez que tuvo el dinero en sus manos
fue y lo entregó al párroco de la iglesia y le comentó para que debía utilizarse ese
dinero y además le pidió que lo dejara vivir allí en el templo, pues era su deseo
estar refugiado en ese lugar pues ya para entonces sentía el llamado de Dios.

Cuando su padre regresó de comerciar en el extranjero y se dio cuenta de


lo que había hecho su hijo, fue y lo buscó hasta que lo encontró escondido en una
cueva y de allí lo sacó y lo azotó hasta que sació su coraje de la acción, después lo
llevó ante el obispo de Asís a fin de que renunciara formalmente a cualquier
herencia, y Francisco le entregó todos los vestidos y pertenencias que su padre le
había comprado y el 1° de abril del año 1207 se desposó con su novia la pobreza.

Mientras tanto Francisco hallaba consuelo en la oración a diario y el


cuidado a los enfermos que estaban a su cargo, poco a poco fue renunciando a la
ostentación mundana y decidió dirigirse a Roma con las peregrinaciones que por
su ciudad pasaban, a su regreso de Roma continuó con su labor de ayuda y
definitivo casamiento con su dama.

En una ocasión Francisco estaba escuchando misa y en el evangelio decía


“Id y predica diciendo, ya se acerca el reino de los cielos; no llevéis oro ni plata, ni
alforja, ni comida ni calzado” y dijo Francisco he aquí lo que yo buscaba, en ese
instante se transformó y tomó el hábito en señal de entrega total a Dios.

Su tercera etapa fue de los veintisiete a los cuarenta y cuatro años de edad,
que se convirtieron en dieciocho años de entrega total a Dios y al prójimo, este
tiempo fue lleno de incomprensiones y desilusiones de la gente mundana, a lo
largo de esos dieciocho años fundó tres órdenes de su doctrina, una de sus frases
era el saludo a diario a la gente diciendo “hermanos el señor hoz de paz” he
iniciaba hablándoles de la vida de Jesús.

Debido a su carisma con la gente, se le fueron adhiriendo muchos


personajes ricos y de gente humilde y así llegó a tener muchos seguidores y dio
principio a su actividad apostólica y él les decía a la gente que para
pertenecer a su apostolado les pedía renunciar a sus riquezas y pedir su sustento
de puerta en puerta predicando el evangelio, él enviaba misioneros de dos en
dos a predicar en Toscana y otras ciudades de Italia.

En cierta ocasión reunió doce seguidores y se dirigió a Roma para que el


papa Inocencio III le aprobara su labor apostólica y finalmente en el años 1209,
el papa formalizó la primera orden de franciscanos llamada “Hermanos menores”
la segunda orden fue de mujeres pobres y la integraron la hermana Clara, Inés y
Hortulana, madre de Clara y que posteriormente se llamó las Clarisas, esta orden
fue fundada el domingo de ramos de 1212, ya para 2011 había unas 20000
monjas clarisas en 75 países y la tercera y última orden se formó con laicos
consagrados y se llamó “La asociación de la vida perfecta” y estaba formada
por gente que vivía bien, pero Francisco les pedía que fueran pobres de
espíritu y practicaran las virtudes de Jesús, la humildad, penitencia, y castidad y
así fue fundada la tercera orden en el año 1221 y la integraron el comerciante
Luquecio y su esposa Bonna Donna quienes llegaron a tal perfección que fueron
beatificados. En la actualidad existen más de 405 millones de seguidores de san
Francisco de Asís.

En el año 1219 Francisco renunció a dirigir las tres órdenes que había
formado y se fue a vivir en una cueva, en el año 1223 pidió autorización al Papa
para hacer un nacimiento en la cueva donde vivía y así recordar el nacimiento de
Jesús en el mes de diciembre, así nació la tradición de los nacimientos impulsada
por Francisco de Asís.

En el año 1224 dejó de vivir en el Valle de Rieti y se refugió en una cueva


del Monte Alvernia. Allí surgen los estigmas en sus manos y su costado. Vio unos
ángeles volar y posarse sobre un crucifijo y en ese instante él sintió como se le
enterraban los clavos en sus manos y pies y empezó a brotar sangres de su
costado y escuchó una voz que le decía “Que el fuego del amor divino lo estaba
abrazando y se transformaría en la imagen de Jesús crucificado y sintió los
dolores”

San Francisco de Asís dejó de existir el 4 de octubre de año 1226 y sus


restos fueron depositados en la iglesia de San Jorge, a los dos años de su muerte
fue canonizado, ésto sucedió en el año 1228 y en 1230, dos años después sus
restos fueron llevados a su iglesia, San Francisco de Asís, recién edificada.

Durante su muerte todos los frailes lloraban y entre sollozos se escuchaba


la voz de Francisco que decía “Amen a Dios” sus últimas palabras fueron
“Quedaos hijos míos en el temor del señor y permaneced siempre en él, dichosos
serán los que perseveran en el bien”

oración de San Francisco De Asís

Señor haz de mí un instrumento de paz: Que donde halla odio ponga yo


amor; donde halla injuria, ponga yo perdón; donde halla duda, ponga yo fe;
donde halla desesperación, ponga yo esperanza; donde halla tinieblas, ponga yo
luz; donde halla tristeza, ponga yo alegaría.

Concédeme divino maestro, que no me empeñe tanto en ser consolado,


sino en consolar; en ser comprendido sino en comprender; en ser amado sino en
amar; porque es dando como recibimos, es perdonando como somos
perdonados; es muriendo en ti, como nacemos a la verdadera vida.
¿Cómo llegó la venerada imagen de San Francisco de Asís a Real de Catorce?

De las grandes historias que contaba mi padre, era sobre la veneración de


San Francisco de Asís en el Real de Catorce. Se dice que un día llegó un burrito
cargado con una caja grande y se posó afuera de la iglesia de Guadalupe, la del
cementerio, y que pasaron muchos días y el burrito estaba muy cansado de la
carga, y al ver que el dueño no llegaba, el Padre ordenó abrir la caja y en ella se
encontraba la imagen de San Francisco. Esta versión concuerda con la de Adame
(2006)

Al principio se le rindió culto a la imagen de San Francisco de Asís en la


Capilla de Guadalupe, y con el tiempo fue trasladada a la antigua Capilla a la
Parroquia actual. Contaba la gente que en un principio san Francisco no quería
estar en la iglesia actual y se regresaba a la capilla de Guadalupe, en el panteón
donde originalmente estaba, hasta que le construyeron su propio nicho en la
parroquia, así fue como el Santo ya no se regresó a la capilla del panteón. Pero
con el tiempo se colocó a un costado del altar en el interior de la iglesia de la
Inmaculada Concepción, patrona del templo.

Son innumerables los milagros que ha realizado “San Francisco de Asís” en


el Real de Catorce y sus alrededores y en muchos pueblos más. Entre las historias
que se cuentan de la imagen, es que San Francisco recorre los caminos para
socorrer a los menos afortunados que aclaman a él, por lo cual sus huaraches
están gastados de tanto peregrinar.

Una de las historias contadas por el pueblo y mi padre es la de dos


parroquianos que se enfrascaron en una pelea mortal con cuchillos, y cuando las
cuchilladas empezaban a hacer estragos en los protagonistas, de pronto un
misterioso personaje los conminó a suspender la lucha. Al desaparecer los efectos
del licor, ambos coincidieron en que su salvador se parecía a San Francisco de
Asís, por lo que acudieron a la capilla y al llegar ante la imagen se encontraron
que la vestidura de Panchito mostraba lo rasgado por las cuchilladas que
supuestamente recibió al interponerse entre ellos

Otra historia que nos contaba era la del niño que se perdió en el desierto; lo
buscaron por muchas horas y al no encontrarlo decidieron avisar a la policía de
Catorce. Cuando lograron hallar al pequeño, éste dijo que un señor lo había
consolado y ayudado. Los padres acudieron a dar gracias a Panchito y ¿cuál no
sería su sorpresa? cuando al llegar frente a la imagen, el pequeño les dijo que él,
panchito, como le dice la gente, había sido el señor que lo cuido y ayudó.

Entre las tradiciones que existían en aquellos tiempos era que, durante las
festividades, la imagen de panchito era bajada de su camarín en el mes
septiembre por los mineros de “Charcas” y posteriormente el doce de octubre era
subida por los mineros de “Villa de La Paz”, y una vez que se terminaban las
fiestas patronales de San Francisco en el mes de octubre, los restantes once
meses permanecía en un costado del templo. En la actualidad la imagen se
encuentra colocada en el centro del altar mayor del templo, donde se venera
cada cuatro de octubre.

Destrucción del Real de Catorce.

Otra historia de dominio público que nos contaba mi padre es la de por qué
se destruyó el Real de Catorce. Al igual que los demás pueblos o ciudades en
pleno desarrollo, este pueblo gozaba de buen nivel socioeconómico, pues
recordemos que allí se acuñaba el dinero que se distribuía a otras poblaciones. Y
es que en el Real existió la “Casa de Moneda”, en donde se acuñaban el dinero
que circulaba en la región; imagínense el poder económico de ese pueblo, de
donde salían grandes cantidades de efectivo cargadas en el lomo de las mulas,
que era el medio de transporte en ese tiempo y lugar, este dinero era llevado a
los diferentes lugares, en donde tenían que pagarle a la gente que trabajaba en
las minas de plata de los alrededores.

Si bien es cierto que el pueblo estaba en pleno apogeo, también es correcto


afirmar que había toda clase de diversiones, al menos las de esos tiempos, como
eran los bailes populares, eventos cívicos organizados por el municipio o por las
escuelas, así como eventos de carácter religioso. Me decía mi padre que un día se
organizó una gran corrida de toros, y el personaje principal era un torero que en
esos tiempos andaba triunfando en los ruedos, por tal motivo lo contrataron
para la corrida del Real de Catorce. En el pueblo no se hablaba de otra cosa más
que de la corrida de toros, tanto niños como adolescentes, adultos hombres y
mujeres esperaban con ansiedad esa gran fiesta de tauromaquia.

Cuando se llegó el dichoso día de la corrida y como se había previsto fue un


éxito y lleno total, las localidades estaban agostadas desde días antes del evento,
no había un solo boleto para poder asistir a la fiesta; gentes de los pueblos
aledaños asistieron a la fiesta de los toros, en fin, era una gran algarabía que
contagiaba a propios y extraños. Pero como todos los sabemos, y aun se estila
que ese tipo de espectáculos se presentan en sábados o domingos, por lo tanto,
estaba el regocijo a todo lo que daba un evento de esa naturaleza y
prácticamente de orden internacional, por la figue del torero que se iba a
presentar en ese coloso.

Tanto era la euforia por asistir al gran evento taurino que la gente se olvidó
de las sus obligaciones religiosas y se concentró en las cuestiones de orden
material y diversión, dejando a un lado toda la espiritualidad que aun caracteriza
a este pueblo fantasma, como ahora le llaman. Las familias enteras se aglutinaban
en la entrada de la plaza de toros. El pueblo se volcó en ese lugar para presenciar
tal espectáculo. Entonces el párroco misionero encargado de la parroquia de la
Inmaculada Concepción, la cual aún sigue en pie y que es visitada por mucho
feligreses sobre todo en la fiesta de San Francisco de Asís, empezó a llamar a
misa, cuando dio la primera llamada se dio cuenta que no había ninguna alma
en el interior de la parroquia y ésto le extrañó pues el pueblo siempre había
sido de mucha devoción, pero hizo caso omiso y nuevamente se internó en la
sacristía para seguir preparando la misa de ese domingo, cuando pasó el
tiempo prudente, ordenó al sacristán dar la segunda llamada a misa, pero
aun el interior de la iglesia seguía vacío, entonces ésto le extrañó mucho pues
aún las personas más devotas no estaban presentes; lo cual llamó más su
atención. Desconcertado y molesto, con su enojo a flor de piel preguntó al
sacristán ¿qué pasa porque no hay gente en el interior de la iglesia? y éste le
contestó, padrecito acuérdese que hoy es la corrida de toros y la gente prefirió
irse a ver esa diversión que escuchar la palabra de Dios; replicó el sacerdote
¡ha es eso! entonces es pura farsa que quieren o estiman a Dios, pues
cambian la Santa Misa por una corrida de toros, mal halla estos impíos. Aun
así, ordenó dar la tercera llamada y el de nuevo se dirigió al interior del templo,
preparando, aun así, la misa de ese célebre domingo.

De inmediato el sacristán cumplió con su cometido y trepó hacia el


campanario para dar la tercera y última llamada a misa, pues así lo estaba
ordenando el sacerdote del lugar. Cuando subió a lo más alto de la iglesia, vio
como la gente se dirigía rumbo a panteón, pues allí es donde se encontraba el
inmueble llamado plaza de toros, de la cual todavía existen vestigios de la misma,
que por ese momento era la principal atracción para el pueblo del Legendario
Real de Catorce.

El Sacristán veía en las calles, como familias enteras casi corrían hacia
donde se iba a presentar el espectáculo, y él al igual que el sacerdote, su
corazón se llenó de tristeza al ver que el pueblo se volcaba a disfrutar de la
corrida de toros, cambiando así la palabra de Dios a través del evangelio, por
un espectáculo de toros, en donde se iban a sacrificar a los animales que al
final de cuentas también son seres vivos, y otros seres vivos gozando con el
suplicio que pasan esos animales. En fin, tomó el mecate que sostenía el badajo
de la campana, e inició con la tercera y última llamada a misa de ese fatal
domingo en el pueblo del Real de Catorce. Una vez terminado su trabajo de hacer
la última llamada fijó nuevamente su vista hacia las calles para ver si alguien se
encaminaba rumbo a la iglesia, pero sus ojos no vieron una sola alma que se
dirigiera al templo. Cuando bajó las escalinatas y buscó al padre para comunicarle
que ya había hecho la tercera llamada, y rápido le comentó lo que había visto
desde lo alto del campanario, lo cual indignó más al sacerdote misionero que aún
no podía creer lo que estaba sucediendo en el pueblo.

En otro lugar, a unos quinientos metros de la iglesia, todo era algarabía, la


gente se aglutinaba a la reventa de boletos para presenciar el espectáculo,
prácticamente todo el pueblo estaba concentrado en aquel coloso taurino, donde
esperaban presenciar un gran espectáculo, como en las más grandes ciudades
cosmopolitas del mundo europeo.

Con todo lo que estaba sucediendo en la plaza de toros, se oían los


comentarios de la gente, de que la iglesia se encontraba vacía y que el
sacerdote estaba muy enojado por tal acto de la población, y algunos
decían: “ésto no es de todos los días y ahora tenemos que aprovechar”,
otros comentaban “al cabo solo es este domingo y después iremos a misa” y
así los más impíos comentaban, “lo primero es la diversión y luego la
devoción”. y así muchas frases que se referían a lo que estaba aconteciendo, y
que en realidad no sabían lo que traería como consecuencia esa desobediencia
espiritual.

Tantos eran los cometarios de la gente, que llegaron a oídos del


empresario y como muchos de nosotros, su reacción fue la siguiente “¡y a mí que
me interesa que el padrecito esté enojado¡ ¡ojalá viniera para echarle el
toro más bravo que tengo!” esas palabras llegaron hasta los oídos del
sacerdote, que indignado por lo que había blasfemado el empresario, más
se enejó y en ese sentimiento de ira, se dirigió también hacia la plaza de
toros, la gente que lo veía caminar a paso firme por las calles de aquel
pueblo, lo seguía temerosos de lo que iba a suceder. Mientras tanto, caminaba
a paso firme y maldecía a ese pueblo minero y lleno de opulencia y decía
¿cómo es posible que los seres humanos prefieran las cosas mundanas, que
la Palabra de Dios a través del evangelio? y en su religiosidad maldecía
fuertemente a la gente y a las instituciones, que iban en deterioro de la vida
espiritual de los seres humanos; así fue todo el caminar hasta que llegó a la
plaza de toros, ya para entonces traía detrás de él, un gran cúmulo de gente
que estaba temerosa por la reacción de aquel sacerdote misionero, que se
entrevistaría con el empresario que lo llamó para enfrentarlo con el toro
más bravo.

Al ir acercándose el cura al inmueble, alguien le avisó al empresario que


el sacerdote se dirigía a la plaza de toros y comentó déjenlo que llegue ya
verá, en ese instante hizo su arribo a la plaza el misionero y lo primero que
hizo al llegar fue: Quiero hablar con el empresario y éste se negó a recibirlo
pero el sacerdote insistió y les dijo a los guardias si no me dejan
entrevistarme con él, lo haré por otros medios hasta que esté en presencia de
él para pedirle que cumpla su palabra.

Tanta fue la insistencia que los guardias lo dejaron entrar hasta donde
se encontraba el empresario y entonces el cura le replicó “¿Usted es el
empresario de esta evento?” y él contestó así es padrecito, muy bien, vine
primero a conocerlo y a exigirle lo que usted dijo hace algunos minutos ante la
gente, de que me echaría el toro más bravo, de inmediato replicó el
empresario ¿cómo le voy a echar al toro más bravo padre? lo va a matar,
cumpla su palabra para eso vine y de inmediato el sacerdote se dirigió al ruedo
y le gritaba suelte al toro, aquí estoy para recibirlo, pero aun así el hombre no
ordenaba que saliera el bruto animal, pues sabía que destrozaría al anciano
sacerdote que pretendía torearlo.

Paso un buen rato y la gente en las gradas rezaba fervientemente por lo


que estaba aconteciendo, pues sabían que aquel sacerdote estaba totalmente
enfurecido con el empresario y aún más, con la gente que prefirió irse a los toros
que ha escuchar la palabra de Dios en ese domingo. La gente lloraba y gritaba al
ver qué futuro le esperaba a ese pueblo en donde habían nacidos sus ancestros y
que tenían toda una historia en las vidas de esas familias Catorceñas.

Al fin de tanto insistir, el empresario ordenó que le soltaran al animal más


bravo que traían para esa corrida de toros, mientras tanto el cura se encontraba
en el centro del ruedo, esperando que saliera su adversario. Al salir el
animal al ruedo, el sacerdote tomó un grande crucifijo que traía en el cuello y
llamó al animal, cuando el toro escuchó la voz del cura de inmediato se le fue
encima y el sacerdote empuño fuertemente el Santo Cristo y esperó la
envestida de aquel fiero animal, que al ir llegando a donde se encontraba, el
padre, exclamo “¡ a bruto, obedece a tu Dios¡”, el toro se detuvo
abruptamente frente al crucifijo y se inclinó delante del sacerdote rindiéndole
obediencia a Dios en presencia del sacerdote que ya hacia hincado frente
aquel feroz animal que pretendían sacrificar en ese celebre domingo. De
inmediato el bruto animal en ese preciso instante, desdobló sus extremidades
delanteras, dio media vuelta y se dirigió lentamente al toril, mientras tanto la
gente en las graderías incrédula por lo que acababan de presenciar, lloraba de
angustia y de pensar que pasaría después de eso.

El sacerdote salió del ruedo, entre gritos, lágrimas y llanto de la gente se


dirigió nuevamente a la iglesia, ya para entonces la gente iba tras él haciendo
oración, mas sin embargo, el sacerdote al ir pasando por las calles y a los
cuatro vientos maldecía al pueblo por su inobediencia al llamado de Dios; y en
esa recapitulación que hacía en su mente, recordaba los pecados que
durante su corta estancia los fieles le habían confesado y decía: “¿demonio
a quién quieres llevarte al infierno? aquel hijo desobediente con sus padres,
ven yo te lo entregaré, demonio ¿a quién quieres? al padre que es injusto con
sus hijos, ven yo te lo voy a entregar, demonio ¿a quién quieres? a la esposa infiel
que abandonó a su marido y su sagrada familia, ven yo te la entregaré, ¿satanás a
quién quieres? a ese esposo infiel, ven yo te entregaré, ¿luzbel a quién quieres? a
esa madre pasalona y cómplice de las fechorías de sus hijos, ven yo te la
entregaré, demonio ¿a quién deseas? al patrón que roba el dinero a sus
trabajadores, ven con gusto te lo entrego, satanás ¿a quién quieres? aquel tío que
abusó de su sobrina, ven yo te lo entrego para que le des su merecido, demonio
¿a quién quieres? aquellos infieles que nunca van a misa, ven yo te los entrego
para que sufran el destierro eterno, satanás ¿a quién quieres? a los blasfemos
de este lugar, ven yo te los entregaré, belcebú ¿a quién quieres? a los incrédulos,
ven yo te los entregaré, demonio ¿a quién más deseas? a las almas impuras,
ven por ellas aquí están, demonio ¿a quién quieres? a las mujeres que han
levantado falsos, ven yo te las entrego con gusto, demonio ¿a quién quieres? al
que ha jurado el nombre de Dios en vano, aquí está yo te lo entrego para que
lo remitas al fuego eterno, demonio ¿a quién más deseas? , a esos padres
mentirosos, ven yo te los entregaré, demonio ¿a quién quieres? a los que no
guardan las fiestas y celebraciones religiosas, ven por él o ella yo te los entrego,
¿a quién quieres a quienes? a los que no honran a sus padres, ven yo te los doy,
satanás ¿a quién quieres? a los asesinos, ven yo te los entregaré, luzbel ¿a quién
quieres? a todos los infieles, ven por ellos, yo te los doy, demonio ¿a quién
quieres? a los que han robado a la iglesia, aquí están son tuyos, ¿a quién más
quieres? a los que desean la mujer u hombre del prójimo, ven yo te lo entrego,
demonio ¿a quién quieres? a todos los malditos, a los hombres y mujeres que
no quieren a sus hijos y sus semejantes ven yo te los entrego, para que les des
el fuego eterno”.

Y así de esa manera, aquel santo sacerdote misionero, estaba terminando


con los habitantes de aquella opulenta ciudad, donde se ganaba tanto
dinero, pues recordemos que era un centro económico muy poderoso en
época de la colonia, de esa manera y con esa furia y ese rencor se iba
derritiendo la sociedad Catorcena. El padre se dirigió nuevamente por las
calles que previamente había recorrido para llegar al inmueble, pero también
cuenta la leyenda que mientras por medio de rezos maldecía al Real de
Catorce, el cielo se iba oscureciendo y algo muy raro, porque era pleno día,
que digamos las dos o tres de la tarde; el cielo se fue ocultando lentamente,
que de pronto se veían puras tinieblas en una noche lóbrega y llena de temor
para todas aquellas gentes de este pueblo, que después de estar tan
gustosas, se encontraban en una situación tan adversa, al ser maldecidos por el
cura del lugar en ese instante; de pronto entre la lobreguez de la noche,
cuentan que se aparecía y desaparecía la figura del mismo satanás, en
donde el padre le decía que fuera por todos los impíos de lugar; la gente
rezaba desesperada pues aquel sacerdote no dejaba de acabar y maldecir al
pueblo impuro para Dios. Cuando los habitantes veían o sentían la presencia del
demonio, más se acercaba al sacerdote, pero las plegarias de la gente del pueblo,
no quitaban la intención al sacerdote de acabar con su ciudad.
Los habitantes oraban y le pedían a Dios que calmara la ira del santo
sacerdote, pero ésto no era posible, la desobediencia ya estaba de manifiesto, y
esto traería como consecuencia dicho acontecimiento. Cuenta que al llegar al
atrio de la parroquia, la gente se aglutinaba para entrar a la casa de Dios, más sin
embargo, cuando el sacerdote hizo su entrada a la iglesia, estaba replete de tanta
gente, imagínense era toda la que estaba en aquel espectáculo y que no llegó a su
fin, sino que el fin había llegado para el Pueblo.

Una vez estando ya dentro del templo, el misionero se subió al púlpito y


continuó con la destrucción y maldición del pueblo y de todos sus habitantes,
y entre su palabras decía: “maldito sea este Real de Catorce que hoy rechazó a
Dios nuestro señor, malditos sean cada uno de los habitantes de este pueblo, en
verdad les digo, no quedará piedra sobre piedra de este opulente pueblo, así
como fue destruida Sodoma y Gomorra, hoy termina la vida social del Real de
Catorce. Dirán la gente común y arrieros de años posteriores a este
acontecimiento, éste era el Real de Catorce, pasarán por estas ruinas y
recordarán diciendo, esto fue el opulente Real de Catorce; esta es mi maldición
por la desobediencia de sus habitantes a la llamada de Dios Nuestro Señor”.

Todo esto acontecía en el interior de la iglesia y no se oían más que


plegarias de misericordia, llanto, lágrimas y susurros de perdón para este
legendario pueblo y sus habitantes. Mientras tanto, el cura seguía en su afán
de terminar en esos precisos momentos con esos habitantes infieles; viendo
que ésto acontecía con tanta saña por parte del cura, otro sacerdote
compañero misionero intentó bajarlo del púlpito, pero fue inútil; hablaba con
una propiedad bastante fuerte y afirmativa que en cada frase que esbozaba,
se sentía el derrumbe y muerte de este pueblo; de pronto otro sacerdote se
unió al primero y juntos bajaron casi en peso al sacerdote del púlpito, para que
ya no siguiera sucumbiendo esa Sociedad Catorcena.

Cuenta la gente de que ese hermoso pueblo lleno de vida se fue acabando,
las minas, principales fuentes de trabajo y riqueza de aquel lugar fueron
abandonadas pues la gente emigraba a otros pueblos, rancherías y ciudades de
aquella época, en donde no los alcanzara la maldición de aquel sacerdote.
Con el tiempo y al cabo de muchos años de penurias, el Real de
Catorce fue decayendo hasta convertirse prácticamente en un pueblo
fantasma, pero aun así la gente originaria de ese lugar cada año seguía y
sigue visitándolo con la finalidad de ver a Señor San Francisco de Asís y
seguramente al estar de nuevo en su tierra, aflora la nostalgia de ver a su
ciudad en ruinas, prácticamente puedo afirmar de manera categórica, que el
Real de Catorce no se acabó porque señor San Francisco ha sido un gran
centinela y punta de lanza para que la gente vuelva los ojos a este hermoso y
mágico lugar, perteneciente a los pueblos mágicos de nuestro querido México.

De manera personal constaté las ruinas de esta hermosa ciudad que en los
siglos XVIII y XIX, vivió su mayor opulencia, con la vida económica basada en sus
minas, las cuales fueron la fuente de vida del pueblo de Catorce, S.L.P. Por los
años 1959-1979 mi padre el señor Porfirio Flores nos llevaba a la familia a este
majestuoso pueblo y me daba nostalgia verlo totalmente en ruinas, recuerdo
que únicamente veíamos tapias destruida, bardas caídas y calles deshechas por el
tiempo de abandono de ese legendario lugar; cuando mucho recuerdo alcanzar a
ver algunas 10 o 15 chozas en las laderas de los cerros que envuelven a
este pueblo.

Esta fue la maldición hecha por los padres misioneros que dieron por
terminadas aquellas épocas de gran abundancia en el Real de Catorce, pero
pasaron los años y la gente de aquel pueblo fantasma seguía procreando hijos
y con el tiempo algunos de ellos tuvieron la oportunidad de viajar a la
ciudad de San Luis Potosí, y además entrar al seminario de esa ciudad así,
como otros que emigraron a la ciudad de México capital, en donde también
después de concluir sus estudios en el seminario se ordenaron sacerdotes y
¡saben? estos sacerdotes volvieron a su pueblo y platicaron con la gente de la
decadencia y maldición del Real y los invitaron a orar y rezando por los cerros
que rodean a esta pueblo, trataban de levantar la maldición que aún recaía
sobre esta ciudad fantasma.

Los escasos habitantes del Real de aquel entonces, con mucho gusto
aceptaban las propuestas de los diferentes sacerdotes y en diferentes momentos
que amablemente se ofrecían para rehacer su pueblo en ruinas y así
después de décadas de tanta oración, tanto a nivel pueblo como las de
carácter individual, esto surgió efecto y ahora el Pueblo de Real de Catorce
volvió a ser una urbe en donde la gente es feliz, e incluso los que visitan al
Real y no nacieron allí, ellos se entusiasman con las ruinas de este mágico lugar,
pero que definitivamente siento y creo que el principal propósito es visitar al
patrono de este lugar nuestro señor San Francisco de Asís, que es venerado
el 4 de octubre de cada año. Es correcto aclarar que ha pesar de los años de
incertidumbre y decadencia del pueblo siempre la gente acude a la fiesta de señor
San Francisco desde tiempos inmemoriales.

En la actualidad año 2020 este mágico pueblo se encuentra lleno de


infinidad de ciudadanos que compraron casas y terrenos en este lugar, porque
para las personas que adquieren un lote es algo maravilloso y se sienten muy
contentos ser ahora ciudadanos del Pueblo de Real de Catorce, es correcto
aclarar que hasta el momento de editar este libro, en Real de Catorce viven
ciudadanos incluso que no son de nuestro México, allí moran gente del
extranjero, tanto de los Estados Unidos, Suiza, Italia y de otra nacionalidades,
así como gente de otros estados de la república que ya se asentaron allí y
que viven del turismo, que es la principal fuente de la economía, pues en la
actualidad las minas que fueron fuentes de riqueza ya no están en actividad
porque en su gran mayoría están inundadas y cuesta mucho dinero activarlas,
aunque en realidad afirman algunos peritos en la materia que el Real aún tiene
gran cantidad de plata, azogue y otros metales preciosos. Sin duda alguna
quizás en algún tiempo van a poner en actividad esos socavones que tanta
riqueza dieron, pues el material que de allí se extrae es parte de la naturaleza
como el hombre mismo y que al final de cuentas esto es algo inherente al ser
humano, el trabajo adjunto a la naturaleza.

La Historia de Lázaro Flores


Entre las grandes historias del Real de catorce contadas por mi padre, se
encuentra la del personaje llamado Lázaro Flores, quien vivió allá por las
postrimerías del año 1,850 en el barrio del Venadito, en las faldeas de uno de los
cerros que rodean el Real de Catorce, su casa era una cueva. Este señor tenía su
familia, pero también un grande defecto o vicio, era alcohólico.

En aquel entonces, cuenta mi padre, que le platicaba mi abuelo que en una


de tantas ocasiones, Lázaro Flores duró siete días sin pararse a su casa, pues
andaba en el centro del Real de Catorce, gustando de la tomada y divirtiéndose
de lo mejor en su parranda; ya tenía una semana de andar tomando y tomando;
los familiares lo dejaron que siguiera con su fiesta, pues estaban enterados
donde andaba, además, no era la primera vez que lo hacía, y sabiendo que era
inútil ir por él, pues era muy terco y no hacía caso, simplemente no atendía las
suplicas de regresarse a la casa; por eso mejor lo dejaban hasta que ya por si
solo se cansaba de tomar y de manera voluntaria, su organismo le pedía que
regresar a casa y así era como terminaban esas grandes parrandas del señor
Lázaro Flores.

En su última parranda sucedió lo siguiente, don Lázaro, como algunas


personas le decían, salió de trabajar de la mina un sábado por la tarde y con
ganas de tomar para sentirse alegre, se juntó con unos amigos y empezó la
odisea de la semana, cuenta mi padre que Lázaro y sus acompañantes se fueron
al centro de aquel Real de Catorce y se metieron a una cantina a tomar
aguardiente, jugar y contar chascarrillos, de tal manera que llegó la noche y ni
cuenta se dieron, pues los tragos de licor le habían hecho perder la noción del
tiempo y entre gritos, canciones y pláticas con los amigos, Lázaro se quedó
dormido afuera de la cantina donde estaba tomando con los demás
parroquianos; ya casi en la madrugada del domingo, despertó con un cruda
espantosa y buscó un lugar donde comprar más bebida y así poder curarse la
cruda que aún se le veía en su cara, pues el licor estaba haciendo grandes
estragos en su organismo y por tanta deshidratación en su cuerpo buscaba con
desesperación quien le brindara una copa de vino, para así apagar un poco su sed
de aquel néctar que lo hacía volver a la vida. Por fin después de andar
deambulando en las calles del Real de Catorce y observando como la gente se le
quedaba viendo, al fin encontró un lugar abierto para que le pudieran vender la
bebida deseada.
Una vez que se sintió un poco mejor siguió ingiriendo más alcohol
durante toda la mañana y ya muy tarde, Arnulfo, uno de los amigos de
parranda lo invitó a que fueran a probar algún bocado, pues andaban sin
almorzar, por fin Lázaro accedió y se dirigieron a la fondita de doña Chole, una
señora que tenía un pequeño expendio de comidas y al llegar pidieron de
comer un par de huevos rancheros, un café bien caliente para poder mitigar el
frio que se sentía aquella mañana del mes de noviembre, por fin terminaron
de comer y de nuevo Lázaro le dice a su compañero Arnulfo, ¡oye porque no
vamos a la cantina de la curra Justa¡ y respondió el compañero ¡ha me parece
muy bien sirve de que allí a ver si nos encontramos al papá del merzote, ya ves
que también le gusta la parranda, ¿cómo ves vamos? ¡Pues vamos! y ambos
personajes se dirigieron a la cantina de la curra Justa.

Allí iniciaron la tomadera de ese día domingo, y toda la tarde fue


brindar copa tras copa y botella tras botella, llegó la noche y ni cuenta se dieron
Arnulfo y Lázaro, continuaron en esa pequeña cantina hasta que de nuevo
llegó la noche, cuando de pronto se suscitó un connato de pleito entre los demás
parroquianos que se encontraban en ese lugar, de inmediato uno de los rijosos
le propinó un fuerte puñetazo a otro y lo tumbó, cayendo sin remedio al duro
piso y ya en el suelo los dos individuos se liaron a golpes hasta que uno de ellos
sacó una daga y se le enterró al otro sujeto en el estómago, cuenta mi padre
que decía la gente que se escuchaban unos gritos agudos del gran dolor por parte
del herido, pues estaba con el cuchillo clavado en el vientre ¡hayyyyyyy¡ y
aventando grandes chorros de sangre, los cuales dejaban al individuo sin nada de
ese preciado líquido para poder vivir, por fin, el agresor cuando ya vio tendido
a su adversario, salió corriendo de la cantina y se internó en uno de los cerros
de ese Real de Catorce; al llegar las autoridades y contemplar la escena del
crimen, el comandante de la policía ordenó que levantaran el cuerpo ya sin vida
de aquella persona que llevara por nombre Anselmo Quintanilla.

Asustados Lázaro y Arnulfo, se fueron a deambular por las calles sin rumbo
fijo, platicando el incidente que cortó la vida al Sr. Anselmo. Una vez que
digirieron el tremendo acontecimiento, en lugar de terminar con la parranda,
buscaron otra cantina, pues ya se les había quitado lo borracho y andaban
crudos y necesitaban más tragos de licor, para poder entrar en ese estado de
adormecimiento de su cuerpo al estar nuevamente ingiriendo las bebidas, y así
continuaron toda la noche hasta el amanecer del lunes por la mañana que
despertó Lázaro tirado a la orilla del Panteón Municipal, lugar donde se habían
quedado dormido después de los últimos tragos de la noche del domingo. Se
levantó y buscó una fondita para llegar a comer, pues su cuerpo le pedía a gritos
algo de alimento para poder seguir de pie y con vida.

Una vez que terminó de comer, aun con una fuerte peste de alcohol que
despedía cada vez que exhalaba, salió de la fonda, cuando de pronto le habló una
persona, Lázaro ¿cómo te va? ¿todavía andas borracho?, ¡allá en el Venadito te
están esperando desde el sábado, ¡que bárbaro, no tienes llenadera ¡pero Lázaro
ni caso hizo a las palabras que aquella persona le habían dirigido. Lo único que le
importaba era encontrar un lugar donde seguir bebiendo alcohol, que ya le hacía
falta a su mermado organismo que poco a poco se iba atrofiando, por tanta
bebida que le dañaba gravemente los riñones y el páncreas. De tanto caminar
rumbo al pueblo encontró otros teporochos como él y se juntaron para seguirle
de frente a esa odisea que les restaba momentos de su existencia, pues la bebida,
la mala alimentación y la falta de sueño, van mermando cada día la vida de una
persona en esas condiciones. Al llegar a una cantina rápido pidieron de
tomar y de nuevo comenzaron a emborracharse y con ello las pláticas y las
risas que no cesaban, mientras otros ebrios lloraban por sus desgracias
personales en sus familias o simplemente en su propias vidas de amoríos, pues
se escuchaban pláticas de infinidad de temáticas por los cuales pasa la vida de
un ser humano, desde andar ebrios de felicidad, hasta por sentimientos
encontrados en sus vidas, y bueno el hecho de que te escuchen es un desfogue
que todos algunas ves deseamos hacer, pero no al calor de las copas como se
hace en las cantinas y bares de la actualidad, en fin así transcurrió toda la tarde
y la noche del lunes, por fin de nuevo el sueño venció a Lázaro y nuevamente
se quedó dormido dentro de la pequeña cantina, pero al tiempo de que ya iban
a cerrar tuvieron que echarlo fuera y volvió a dormir en la vil calle y con un frío
tremendo.
El martes por la mañana un par de niños traviesos lo fueron a despertar
echándole bastante agua en la cara y luego corrieron, risa y risa de la maldad que
habían hecho con aquel pobre borrachito que temblaba, ya no tanto de frío,
sino por las crudas que traía arrastrando; una vez que despertó bien, se fue
Lázaro a buscar aunque fuera un pequeño trago de vino, que aliviara su pena
moral y física, a pocas cuadras de caminar encontró abierto ya un estanquillo y
allí se metió desesperado y pronto metió la mano a la bolsa y se encontró aun
con unas monedas con las cuales compró un vinito para aliviar la fuerte cruda,
después siguió tomando con gran ahínco que pareciera que estuviera tomando
café, pues en su gran desesperación le daba unos grandes sorbos a la bebida que
le sabia tan sabroso, aunque después se convertía en sufrimiento. Así continuo
toda ese día y amaneció el miércoles, el jueves y el viernes fue exactamente lo
mismo; la única diferencia fue que a partir del jueves ya no traía dinero y andaba
a las pegadas con los amigos de parranda, para que le compraran su bebida y en
algunas ocasiones les tenía que hacer algún mandado a la gente, para que le
dieran dinero para poder seguir comprando el preciado líquido para él. Todo lo
que fue el viernes, como ya no le daban dinero se dedicó a robar para
conseguir para la bebida, ya por la noche casi entrada la madrugada del sábado
reaccionó y dijo para sí, ya me siento muy mal y creo que lo mejor es irme
para la casa, ya iba Lázaro rumbo al Venadito cundo alguien le habló y le invita
otro trago, el cual aceptó sin resistencia y eso motivó que no cumpliera su
cometido de ir a casa, aun así, tarde ya casi entrada la madrugada y bien
borracho se dirigió hacia su casa, eran como las cuatro o cinco de la mañana y se
enfiló por los pequeños callejones oscuros, de aquel Real de Catorce de finales
del siglo XIX.

Para llegar a su casa eran como unos cuarenta y cinco minutos de camino,
entre calles angostas y puentes que tenía que cruzar para así llegar al barrio del
Venadito, donde se encontraba su hogar y lo esperaba su esposa Juana y su
familia.

Después de caminar por un buen rato, continuó entre la penumbra de la


luna y la oscuridad que reinaba en esa lugar en el cual se sentía un frio
escalofriante; al enfilarse, siguiendo el camino hacia su hogar, meneándose de
un lado hacia otro por lo borracho aun, de pronto vio entre la penumbra la
silueta de una hermosa mujer, la cual llevaba cargado en su hombro un jarrón
de barro, en el cual llevaría agua a su casa, Lázaro la describió en sus
narraciones posteriores como una hermosa mujer de pelo largo y de figura
esbelta, con un cabello que le caía hasta las sentaderas, de tal manera que
según Lázaro, la hacía ver aún más bella; la mujer antes descrita le llevaba
unos veinte metros de distancia a Lázaro y éste le hablaba diciéndole
¡MAMACITA ESPÉRAME TE VOY A AYUDAR CORAZÓN, NO QUIERO QUE
CARGUES ESE CÁNTARO MI VIDA, TE VAS A LASTIMAR CARIÑO, VEN
CONMIGO YO TE AYUDO MAMACITA¡ y narra que él apresuraba el paso para
alcanzarla, pero siempre le fue imposible, afirmaba que llegó un momento en
que corrió para alcanzarla, pero que aquella mujer de aspecto hermoso
parecía volar tratando de que Lázaro no la alcanzara, mientras tanto en la
mente de aquel borracho se maquinaba grandes deseos carnales de estar con
aquella mujer que nunca más se le olvidaría en su vida. Pero aquel personaje
que perseguía aquella mujer sentía de repente algo de escalofrió, pues se le ponía
chinita la piel y los bellos de su piel se crispaban, no sabía el pobre borrachito lo
que le esperaba.

Si bien era cierto que no podía alcanzar a la bella dama, también iba
calculado Lázaro que la hermosa fémina ya pronto llegaría al arroyo y pues allí
la iba a encontrar y que estarían solos en la penumbra de aquel tardío amanecer:
De pronto llegó a la orilla del arroyo y al ver hacia abajo, era verdad lo que él
había pensado, allí estaba la mujer que momentos antes no la pudo alcanzar,
porque al parecer ella volaba, se deslizaba en el espacio, así lo describía el
personaje.

Una vez que Lázaro llegó, nuevamente le habló con cariño, pero la mujer
no volvió hacerle caso y entonces, él brincó hacia el arroyo y así quedó junto
a ella; él le hablaba pero la mujer extraña jamás le respondió ninguna de las
frases que le decía. De pronto la dama sacó un cigarrillo y empezó a fumar, pero
en ningún momento le dio la cara a Lázaro, él le buscaba el rostro, pero la mujer
jamás se lo enseñó; de pronto el también sacó su cigarro de hoja y lo empezó a
preparar y de pronto le dice: Mamacita me prestas tu cigarro para prender el
mío, también tengo ganas de fumar. La mujer le pasó el cigarro por encima de
sus hombros, para no verlo de frente y Lázaro tomó el cigarrillo de la extraña
mujer y empezó a encender también su cigarrillo, cuando de repente al soplar un
cigarro con otro para prender el de él, vio de costado la cara escalofriante de la
mujer que no era otra cosa que el vil demonio, Luzbel convertido en mujer
frente a él, y en esos precisos momentos observó totalmente la cara de aquel ser
aterrador que le cambiaría su vida para siempre, pues contaba que con la
impresión de ver el horripilante ser, siento un pánico que lo hizo desvanecer y
que cuando iba cayendo, le vio unos ojos que eran desorbitantes,
tremendamente ardientes, llenos de una gran masa de lumbre que desprendían
fuego, su boca observó que era enorme y de la cual salían unos tremendos
colmillos, que parecían los de un animal jamás descrito y por su nariz salía un
aliento de azufre, que quemaba al llegar a su cara totalmente desvanecida; decía
Lázaro que en ese instante también se escuchó un fuerte estruendo que
sacudió aquel lugar y quedó totalmente desmayado, y ya no supo más de él.
Afirmaba el personaje que después de que pasaron acaso algunos cincuenta o
sesenta minutos de aquel acontecimiento, despertó y se acordó lo que le había
sucedido y que en ese lugar había un tremendo olor a azufre, que se sentía la
presencia del mismo demonio. También mencionaba que traía en su pecho una
pequeña imagen de una virgencita y que ella prácticamente fue quien lo salvó de
las garras del demonio que esa madrugada iba acabar con él; de inmediato subió
el barranco y atravesó el puente, se persignó con la virgencita del puente y se fue
casi corriendo para llegar a su hogar, decía que largo se le hacia el camino para
llegar a su casa. Cuando arribó a su hogar, tocó la puerta y su mujer se levantó y
prendió la vela para ver quién tocaba, pues aún estaba oscura la mañana de
otoño y dijo ¡soy yo Lázaro! pero al ver la luz de la vela se desmayó nuevamente
y de inmediato la esposa les habló a los hijos para que juntos metieran a su
padre del marco de la puerta en donde ya se encontraba desmayado y rápido
lo metieron hacia de la choza, hasta que despertó y les narró lo que le había
acontecido.
Esto fue un gran escarmiento para Lázaro Flores, el cual jamás volvió a
llegar tarde a su casa, tomar una gota de alcohol y andar de mujeriego, hasta que
por fin murió, después de haber pasado algunos veinte años de aquel terrible
acontecimiento que cambio totalmente su vida.

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