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Reconstrucción Territorio Conflicto Armado
Reconstrucción Territorio Conflicto Armado
Fernán E. González G., director Odecofi • Camilo Echandía Castilla • Ana María Arjona
Ana Clara Torres Ribeiro • Clara Inés García • Teófilo Vásquez • Jorge Restrepo
Omar Gutiérrez Lemus • Silvia Monroy Álvarez • Arturo García Durán • Jorge Iván González
Daniel Pécaut • Jenny Pearce • Mauricio García Villegas • Gloria Isabel Ocampo
Ingrid J. Bolívar Ramírez • Gustavo Duncan • Mauricio Romero • Mauricio García Durán
ODECOFI / Observatorio Colombiano para el Desarrollo Integral, la Convivencia Ciudadana y el Fortalecimiento Institucional
COLCIENCIAS / Instituto Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología Francisco José de Caldas
CINEP / Centro de Investigación y Educación Popular
Las ideas expuestas en este libro son responsabilidad de
sus autores y no re-flejan necesariamente la posición de
las entidades participantes y convocan-tes al seminario.
© CINEP-ODECOFI
Carrera 5ª No. 33A – 08
PBX (57-1) 2456181 • (57-1) 3230715
Bogotá D.C., Colombia
www.cinep.org.co
www.odecofi.org.co
ISBN: 978-958-644-121-6
Septiembre de 2008
REFLEXIONES INTRODUCTORIAS
Fernán E. González G. 7
CONCLUSIONES
Mauricio García Durán 359
AGRADECIMIENTOS
El seminario “Hacia la Reconstrucción del País”, que originó los artículos aquí
reproducidos; y el posterior ejercicio de corrección y edición de este libro,
son fruto del apoyo intelectual, económico y logístico de muchas institucio-
nes, y del trabajo esmerado de muchas personas.
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REFLEXIONES
INTRODUCTORIAS
Desarrollo y ciudadanía en regiones
afectadas por el conflicto armado
Fernán González*
* Director de Odecofi, investigador del Cinep, ex director de la misma institución y profesor universitario. Politólogo de la Universidad
de los Andes en Bogotá - Colombia e historiador de la Universidad de California en Berkeley.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
El desafío de Odecofi
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Conflicto y territorio
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Con relación al ELN, Echandía señala que este grupo ha sido todavía más
golpeado por la ofensiva militar, las incursiones de los grupos paramilitares,
las continuas deserciones y las contradicciones con las Farc. Todo eso redujo
su actividad, incluso la involucrada en los sabotajes contra la infraestructura
económica, que antes era su operación más recurrente. La presión paramilitar,
particularmente, los forzó a replegarse a zonas montañosas donde han tenido
que buscar el apoyo de las Farc, con las cuales han terminado por cohabitar
o actuar coordinadamente, como ocurre en las regiones más altas de la se-
rranía de San Lucas, en el sur de Bolívar, la serranía del Perijá en el Cesar y la
Sierra Nevada de Santa Marta y los departamentos del Valle del Cauca, Cauca
y Chocó. En algunas regiones, grupos del ELN han consolidado alianzas con
las Farc u otros destacamentos armados en su afán de garantizar corredores
para el tráfico de narcóticos, aunque en otros parajes, como los departamen-
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La “agencia” de la sociedad
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Para entender esa interacción, Arjona parte del supuesto de que los gru-
pos insurgentes requieren crear un orden social propicio en los territorios
donde pretenden establecerse: para asegurar su supervivencia necesitan
abastecerse de comida, abrigo y ropa en lugares lejanos e inhóspitos, objetivo
que exige cierta colaboración de la población vecina; pero, igualmente, el
mantenimiento del control territorial reclama un nivel mínimo de obediencia y
suministro de información por parte de las comunidades locales. En algunos
casos exigen contribuciones ocasionales de la población para financiar su
lucha, así como cierta legitimidad, nacional o internacional. Además, deben
reclutar seguidores.
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Por lo demás, Arjona matiza las explicaciones del conflicto armado ba-
sadas en la llamada precariedad del Estado y se acerca de alguna manera
a nuestra conceptualización de presencia diferenciada del Estado. Ella hace
distinción entre los casos donde la presencia de las instituciones estatales
es precaria y no existen formas sólidas de autogobierno local, y las zonas
mayormente insertadas en la vida política y económica del orden nacional.
En el primer caso los grupos insurgentes pueden alcanzar una influencia
más amplia y directa mediante un sistema de control social, pero en el
segundo optan por formas de infiltración que le permiten ejercer poder de
otra manera. Esta situación también incide en la diversificación de las formas
de victimización de la población civil y determina las alternativas que ella
tiene frente a los actores armados. De ahí que su análisis tienda a concluir
que las interacciones presentadas son el resultado de los procesos locales
preexistentes y no la expresión directa del respaldo a la agenda política y a
la lucha del grupo insurgente. Por eso carece de todo fundamento la estig-
matización que como simpatizantes se hace de los civiles que conviven con
un actor armado.
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Clara Inés García, por su parte, se refirió a las ponencias centrales y las
relacionó con su experiencia investigativa en el oriente antioqueño, que
contrasta con las tipologías de Ana María Arjona. Allí no se trata de un grupo
armado que se inserta en un territorio y busca la colaboración de la comuni-
dad, sino de un orden local ya establecido que se resiste frente a los cuatro
grupos armados que actúan en la región. La acción militar de las Farc, las AUC
y el Ejército obliga al ELN a modificar su relación con la población, en cuyo
orden social había participado antes, para adoptar pautas similares a las del
resto de actores en armas. Esto explica, según ella, la reacción de resistencia
de la población frente a los cuatro factores de guerra, que se concreta en la
creación de uno de los más activos laboratorios de paz colombianos.
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reacciones colectivas contra los efectos de la guerra, pues las raíces y lazos
familiares y de vecindad que mantuvieron los miembros de estos dos frentes
con los pobladores de la región muy posiblemente facilitaron el éxito de los
acercamientos humanitarios impulsados por alcaldes y asambleas comuni-
tarias: los individuos armados procedían de las mismas comunidades que
les reclamaban.
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Para eso, aduce como ejemplos la colonización del sur de Bolívar, el po-
blamiento del Sarare y el proceso mítico de establecimiento de las columnas
de marcha en la zona del Ariari y el Guayabero, muy ligadas a la presencia
de la guerrilla desde sus inicios. Esta diferenciación explica que en algunas
zonas haya una fácil implantación de grupos armados ilegales y que en
otras esa implantación haya sido mucho más problemática. Además, señala
la necesidad de diferenciar más claramente en ambas ponencias los niveles
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urbano y rural, y pone como ejemplo lo que ocurre en las áreas urbanas de
Barrancabermeja, Cúcuta y Saravena. Igualmente el tipo de economía: la
implantación de un grupo armado tiene diferentes características entre una
zona de colonización campesina y una zona productora de coca. Por eso, en
muchas de las regiones observadas en su trabajo de campo, él encuentra unas
sociedades o comunidades organizadas, nada anómicas, en contra de lo que
ordinariamente se piensa al considerar únicamente la existencia en ellas de
actividades ilegales. Allí operan organizaciones, a veces ligadas con actores
armados, que asumen funciones estatales, crean cierta institucionalidad y
preanuncian de alguna manera cierta presencia del Estado en territorios
llamados periféricos o marginados.
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representación y poder real en las zonas. Según él, esta doble situación está
creando nuevas fracturas sociales que pueden alimentar así mismo renovadas
expresiones de violencia en el futuro.
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Finalmente, para el estudio de los órdenes locales, Ana María Arjona sugi-
rió comparar una sociedad democrática con una dictadura, con el propósito
de averiguar los efectos que provoca el hecho de vivir en una zona disputada
donde no hay lazos constructivos con los actores armados. En esos sitios, se
podrían combinar formas de reparación y reconciliación, tanto sicológicas
como simbólicas, encaminadas a la superación de traumas colectivos e in-
dividuales. Pero, en casos donde se encuentre una cultura jurídica diferente
de la oficial del Estado o una imagen negativa del Estado, el tratamiento del
posconflicto tendría que centrarse o enfocarse en el ámbito institucional. Para
recuperar la autoridad de las instituciones en una comunidad dominada por un
grupo armado ilegal, sin afectar a la comunidad, habría que recurrir a esque-
mas de participación que permitan reconocer su proceso sin estigmatizarlo.
Con respecto a los paramilitares desmovilizados, su reintegración dependería
de la existencia o ausencia de simpatías con que cuenten en las regiones. Y
sobre políticas de paz centradas en la sociedad y no en el Estado, considera
que no ve una disyuntiva entre sociedad y Estado. En torno a la recuperación
de miembros combatientes por parte de una comunidad autárquica, Arjona
admitió la posibilidad de negociación en los casos en que el grupo armado
ha reconocido la capacidad de resistencia de las comunidades. Y aceptó que
no veía diferencia clara entre combatientes y no combatientes, consagrada
en el derecho, sino que precisamente su interés investigativo se concentra
en los que están en la mitad de los dos.
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En ese contexto general, Arturo García ubica los posibles aportes de los
programas de desarrollo y paz, los PDP, cuya responsabilidad destaca por
los relativamente altos recursos que han recibido y por las expectativas que
han despertado. En primer lugar, señala el hecho de haber erigido la dignidad
humana como punto de referencia para la valoración de las alternativas de
desarrollo y haber propuesto como única alternativa una intervención integral
que incluya la atención humanitaria, el desarrollo de una base económica y la
reconstrucción de lo público. Luego, la promoción de valores de honestidad,
transparencia y participación, lo mismo que la prioridad dada a la inclusión
social como prerrequisito para el desarrollo de grandes proyectos. El princi-
pal aporte de los PDP es, según este autor, la vasta muestra de experiencias
concretas donde se han aplicado esos principios.
Sin embargo, sostiene García, los PDP tienen todavía por delante un largo
camino de retos: la necesidad de diferenciar entre problemas de atención
humanitaria y posibilidades de desarrollo, sin forzar el paso de los primeros
a los segundos; el diseño de una visión coordinada de las regiones; el enfren-
tamiento a los círculos viciosos en los problemas de correlación especial, y
finalmente el reto de que su mirada trascienda el microescenario y se proyecte
hacia horizontes más amplios. Para ello es necesario abandonar los entor-
nos geográficos no favorables, que necesitarían un gran esfuerzo para ser
alterados, y garantizar masas críticas mínimas, ya que acciones marginales
y de escaso impacto se diluyen en el espacio y el tiempo: hay que asegurar
concentraciones territoriales mínimas, sin hacer imposible la atención a todos
los municipios que lo necesitan. Para ello debe trabajarse en la propagación
de impactos mediante la réplica de experiencias exitosas, la expansión de
las que ya funcionan, la búsqueda de encadenamientos y el efecto en las
políticas públicas. Tales efectos podrían lograrse con el acompañamiento a
la formulación o ejecución de planes de desarrollo municipales, la formula-
ción de políticas públicas en asuntos específicos y el apoyo a las iniciativas
de otros PDP en sus campos respectivos, que puedan proyectarse a escala
municipal o regional, lo mismo que el asesoramiento a otros programas o
iniciativas similares.
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1 El pensamiento económico del jesuita canadiense Bernardo Lonergan (1904-1984) es relativamente desconocido en nuestro medio,
pero sus ideas sobre la circulación buscaban una reorientación fundamental de la macroeconomía: en 1930 la depresión de Canadá
despertó su interés en el estudio de la naturaleza de los ciclos económicos. Estos acercamientos a la economía se plasmaron en
dos trabajos: For a new Political Economy y An esssay in circulation analysis. A pesar de que sus horizontes intelectuales abarcaban
la filosofía de la historia, la cultura y las ciencias sociales y económicas, es más conocido por sus obras teológicas y filosóficas,
como su libro Gracia y libertad: la gracia operativa en el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, Verbum:Word and Idea in Aqui-
nas,; su libro Insight: a study of human understanding busca acercarse al acto de entender como condición de posibilidad de la
epistemología, la metafísica, la ética, la teología, con referencias al entender en ciencias naturales, matemáticas, física e historia.
Su libro Method in Theology pretendía incorporar las ciencias históricas en la teología.
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Por eso, para lograr la apropiación del excedente producido los PDP
necesitan la mediación de la función distributiva. Por eso mismo los niveles
territoriales deberían tener la autonomía fiscal de una instancia con capacidad
distributiva. Desde esta perspectiva, el circuito lonerganiano no puede ope-
rar en regiones como el Magdalena Medio, los Montes de María o el oriente
antioqueño, porque allí no se ha constituido una unidad fiscal autónoma. La
organización institucional más cercana sería una asociación de municipios con
criterios impositivos homogéneos (impuestos predial, de plusvalía, de industria
y comercio, etc.). Es un error pretender que haya transferencias de excedentes
dentro de zonas inhabilitadas para realizar tareas distributivas. Sin embargo,
anota González, la importancia central que Lonergan atribuye a la función
distributiva no está acompañada de un análisis sobre las tareas del Estado,
que serían necesarias para lograr la transferencia óptima de recursos.
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las costas Caribe y Pacífica, que contrasta con un área central, conformada
por el eje Bogotá-Antioquia-Valle del Cauca-zona cafetera (zona andina). La
pobreza relativa está en la periferia costera, donde se asienta la mayoría de
la población indígena y afrodescendiente del país. Esta estructura centro-
periferia está relacionada con los problemas actuales del conflicto armado.
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De ahí su interés por esos que Clifford Geertz llama “lugares complica-
dos”: ni modernos ni tradicionales del todo, ni tampoco en tránsito de lo uno
a lo otro. Este interés por estas situaciones extrañas y difíciles de definir se
enmarca en una preocupación por el Estado, obsesiva y desorientada, que
hace parte del espíritu del tiempo. No basta recurrir al diagnóstico obvio de
la inexistencia, en nuestros países, de la “cultura cívica” que el Estado moder-
no necesita para funcionar. Pero el problema no es moral sino de estructura
política: no existen las virtudes cívicas que imagina el modelo republicano
porque no existe la forma de Estado que tendría que servirles de soporte. No
se puede exigir la obediencia del ciudadano a la ley cuando el Estado no es
capaz de garantizar la seguridad en el orden cotidiano y hay otros actores
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El autor sostiene que ni siquiera está seguro de que la debilidad estatal sea
un problema: en ocasiones, algunos rasgos de esa supuesta debilidad, como
el clientelismo y el cumplimiento selectivo de la ley, pueden ser recursos
indispensables para asegurar la gobernabilidad. Estas reflexiones lo llevan a
pensar que el problema de la concentración del poder estatal es un problema
de política práctica, que no depende solo de la ley, que puede ser incluso un
obstáculo para la concentración del poder y, por lo tanto, paradójicamente,
un obstáculo para la consolidación del Estado. Además, conviene siempre
recordar que muchos de los estados considerados débiles, como Chad, Ca-
merún, Nigeria o Perú, por ejemplo, han podido suprimir rebeliones, sofocar
guerras civiles y movimientos secesionistas: su capacidad política no depende
de criterios abstractos, sino de prácticas concretas.
Escalante afirma que el Estado consiste en dos cosas: una idea de au-
toridad soberana, racional y neutral, y un conjunto de prácticas concretas
que despliegan esa lógica y a las que esa idea otorga sentido y coherencia.
La idea de Estado hace aparecer coherentes, como partes de un todo, a
funcionarios, oficinas y trámites burocráticos, pero, a su vez, las prácticas
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2 Ingrid Bolívar, “Transformaciones de la política: movilización social, atribución causal y configuración del Estado en el Magdalena
Medio”, en Mauricio Archila et al., Conflictos e identidades en el Magdalena Medio, 1990-2001, Bogotá, Cinep, 2006.
3 Fernán González, Ingrid Bolívar y Teófilo Vásquez, Violencia política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del
Estado. Bogotá: Cinep, 2003.
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la fuerza relativa del Estado, según que logre o no imponerse con facilidad
sobre los poderes fácticos o quede subordinada a ellos. La llamada “presencia
diferenciada del Estado” no es solo un problema de recursos económicos sino
también de arbitrios políticos y culturales que hacen que las instituciones
estatales sean fuertes en unos campos y débiles en otros. Incluso un mismo
funcionario u oficina estatal puede actuar con perfecta legalidad en la con-
tratación de obras públicas, pero tiene que recurrir a otros métodos para
resolver una disputa agraria.
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deben ser toleradas por razones prácticas; además, allí se hacen presentes
poderes fácticos, como caciques y clientelas, que no pueden ser justificados
normativamente y que obstaculizan el proceso racional de construcción co-
lectiva que caracteriza la vida ciudadana en una verdadera democracia.
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4 Achille Mbembe, “On Private Indirect government”, en Mbembe, On the Postcolony, Berkeley: University of California Press, 2001,
p. 66 y ss.
5 Charles Tilly, 1993, “Cambio social y revolución en Europa, 1492-1992”, en Historia Social, No. 15, invierno 1993, pp. 78-80.
6 Achille Mbembe, op. cit., p. 93.
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tando pero su forma concreta solo puede conjeturarse a partir del análisis de
las estrategias particulares de los distintos actores en cada caso.
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tica del país: la hegemonía de las elites civiles sobre las fuerzas militares,
reducidas a simple fuerza policial destinada a mantener el orden público; la
multiplicidad de elites políticas y económicas, ligadas a intereses regionales,
cosa que impidió la concentración de poder en un Estado centralizado o en
un caudillo y que terminó configurando algo parecido al modelo liberal de
Estado, aunque distante del liberalismo doctrinario; y la subordinación de
las clases populares a las elites por medio de los partidos políticos, que han
preservado la hegemonía de las elites y se han convertido en los puntos de
referencia para la actividad y la cultura políticas.
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pues García está convencido de que solo los aparatos de justicia pueden lidiar
con los paramilitares.
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Por eso habría que tener en cuenta las circunstancias que tornan funciona-
les a paramilitares y políticos clientelistas, en el sentido de que proporcionan a
la población sensaciones de protección y seguridad: los sectores populares se
sienten representados por los políticos clientelistas, que les permiten acceder
a bienes y servicios. Esta situación otorga a la política un lugar determinante
en la vida cotidiana de la gente de Córdoba, que busca permanentemente
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Duncan anota que en los años más recientes se ha operado una gran
transformación, que inclusive puede ser considerada como una revolución en
las elites colombianas, sobre todo en las regionales y en esas zonas grises:
la aparición de los guerreros y los empresarios del narcotráfico. Según este
autor, no fueron las oligarquías tradicionales las que crearon los ejércitos de
las autodefensas con suficiente disciplina y capacidad de fuego para impo-
nerse en las regiones, aunque se presentan variaciones regionales: algunos
jefes provenían de clases altas y otros de origen más popular. Pero unos y
otros lograron trasformar radicalmente las relaciones clientelistas, hasta con-
vertir su poder local en estados de hecho, especialmente en zonas rurales,
yendo más allá del tradicional control de los caciques sobre el presupuesto
público y la burocracia.
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I PARTE
TERRITORIO
Y CONFLICTO
Dimensiones territoriales del conflicto
armado y la violencia en Colombia
Camilo Echandía Castilla*
En esta ponencia se sostiene que si bien es cierto que las Farc han sido debi-
litadas en forma importante en las áreas centrales de país, aún mantienen su
retaguardia y la capacidad de realizar acciones con el propósito de multipli-
car los escenarios de la confrontación, sin tener que comprometerse en una
lógica bélica directa que en las circunstancias actuales sería particularmente
desventajosa para el grupo guerrillero. Por otra parte, a pesar de que en los
últimos años se ha producido una importante caída en las manifestaciones de
violencia: se señala que la persistencia, con posterioridad a la desmovilización
de las autodefensas, de retaguardias armadas encargadas de mantener el
control sobre los gobiernos locales y el narcotráfico, los enfrentamientos que
se producen entre estas estructuras y el propósito de la guerrilla de recuperar
el control de zonas de alto valor estratégico, han comenzado a incidir en los
índices de homicidio en varias regiones del país.
* Profesor titular de la Universidad Externado de Colombia e investigador del Centro de Investigaciones y Proyectos Es-
peciales (CIPE) de la misma universidad; catedrático de universidades nacionales y extranjeras; asesor y consultor
de entidades gubernamentales en asuntos de paz, violencia, derechos humanos y Derecho Internacional Humanitario.
Esta ponencia se elaboró en el marco del proyecto “Seguimiento y análisis del conflicto armado en Colombia” de la línea de inves-
tigación sobre Negociación y Manejo de Conflictos del CIPE de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales.
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Cambios recientes en el conflicto armado
1 Trabajos como los de Bejarano, Echandía, Escobedo y León, 1997, Echandía, 1999, Vélez, 1999, Sánchez y Núñez, 2000 y Bottía,
2002, muestran que la lógica en la expansión de la guerrilla se encuentra altamente relacionada con la búsqueda de objetivos
estratégicos, representados en recursos mineros, cultivos ilícitos, actividades dinámicas y un nivel de urbanización superior al de
los municipios donde la guerrilla hizo presencia inicialmente.
I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
Fuente: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Fuente: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
Fuente: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.
en cuenta que hace diez años las Farc contaban con un poderío tan elevado
que les permitió emprender la ofensiva que concluiría con la toma a Mitú en
1998, lo cual es hoy impensable. Por otra parte, el gráfico 4, muestra que la
reducción se registra principalmente en la ejecución de sabotajes contra la
infraestructura, mientras que las acciones dirigidas contra la Fuerza Pública
presentan mayor estabilidad.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Fuente: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
Fuente: DAS. Procesado y georreferenciado por el Observatorio del Programa Presidencial de DH y DIH. Viceperesidencia de la Repú-
blica. Base cartográfica IGAC. Manejo del sistema georreferenciado de datos: Luis Gabriel Salas Salazar.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Fuente: DAS. Procesado y georreferenciado por el Observatorio del Programa Presidencial de DH y DIH. Viceperesidencia de la Repú-
blica. Base cartográfica IGAC. Manejo del sistema georreferenciado de datos: Luis Gabriel Salas Salazar.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
Fuente: DAS. Procesado y georreferenciado por el Observatorio del Programa Presidencial de DH y DIH. Viceperesidencia de la Repú-
blica. Base cartográfica IGAC. Manejo del sistema georreferenciado de datos: Luis Gabriel Salas Salazar.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Fuente: DAS. Procesado y georreferenciado por el Observatorio del Programa Presidencial de DH y DIH. Viceperesidencia de la Repú-
blica. Base cartográfica IGAC. Manejo del sistema georreferenciado de datos: Luis Gabriel Salas Salazar.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
los combates, sino con el accionar de los grupos irregulares que desbordaba,
en aquel entonces, la capacidad de contención de la Fuerza Pública.
En todo caso es importante tener en cuenta que el Ejército y las Farc tran-
sitan por caminos diferentes en lo que tiene que ver con las estrategias para
ganar la guerra, tal como se observa en los mapas adjuntos. En efecto, mientras
que la Fuerza Pública ha priorizado como objetivo principal lograr el pleno
control territorial del suroriente del país, para conseguir lo cual desplegó el
Plan Patriota, las Farc han renunciado a la defensa de su territorio buscando
en cambio el control de zonas estratégicas que garanticen su supervivencia,
como el suroccidente del país o el Catatumbo donde la presencia de la Fuerza
Pública es menor.
En este mismo sentido, en los escenarios diferentes a los del Plan Patrio-
ta, las Farc están recurriendo a la realización de “paros armados” (Chocó,
Huila, Putumayo, Nariño y Arauca), ataques contundentes contra la Fuerza
Pública (Córdoba y Norte de Santander) y emboscadas a unidades militares
y de policía (Nariño, Putumayo, Santander, Norte de Santander y Cesar). Esta
evidencia muestra el propósito de las Farc de tratar de diluir y dispersar el
mayor esfuerzo militar desplegado contra su retaguardia estratégica.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Fuente: DAS. Procesado y georreferenciado por el Observatorio del Programa Presidencial de DH y DIH. Viceperesidencia de la Repú-
blica. Base cartográfica IGAC. Manejo del sistema georreferenciado de datos: Luis Gabriel Salas Salazar.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
Fuente: DAS. Procesado y georreferenciado por el Observatorio del Programa Presidencial de DH y DIH. Viceperesidencia de la Repú-
blica. Base cartográfica IGAC. Manejo del sistema georreferenciado de datos: Luis Gabriel Salas Salazar.
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Fuente: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.
El más duro revés para las Farc se produce hacia mediados de 2008, cuan-
do en desarrollo de una operación llevada a cabo en un territorio selvático
del suroriente del país controlado por el frente 1, las FF.MM. lograron liberar
sanos y salvos a Ingrid Betancourt, a tres contratistas estadounidenses y a
once integrantes de la Fuerza Pública. No parece exagerado afirmar que éste
ha sido uno de los golpes más contundente asestado por el Ejército a las
Farc en toda su historia, por haber logrado el rescate de los 15 rehenes: esta
acción representa una derrota mayor que haber dado de baja a algunos de
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
2 Internacional Crisis Group. Colombia: ”¿Se está avanzando con el ELN?”. Bogotá/Bruselas, octubre de 2007.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
entre ambas fuerzas. Así mismo, en Nariño, el ELN que ha establecido vín-
culos con nuevas bandas al servicio del narcotráfico, se disputa con las Farc
el control de corredores estratégicos, cultivos de coca y laboratorios para el
procesamiento de droga.
Cabe señalar que las alianzas con grupos armados ligados al narcotráfico
no han sido ajenas a la Farc. En efecto, en el sur de Bolívar, Urabá, Córdoba,
el Bajo Cauca antioqueño, el sur de Cesar, Meta y Vichada, al menos seis
frentes de las Farc han establecido pactos para el manejo de los cultivos de
coca, la protección de los laboratorios y la utilización de las rutas para sacar
la droga.
3 Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, “Disidentes, rearmados y emergentes ¿bandas criminales o tercera generación
paramilitar?”, agosto de 2007.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
4 Hasta mayo de 2008, cuando Víctor Manuel es dado de baja y Miguel Ángel capturado por la policía, los hermanos Mejía Múnera
lideran al grupo que registra el crecimiento más rápido.
5 Según la Policía las “Águilas Negras” y en general los grupos emergentes tienen lazos con los ex comandantes de las autodefensas.
El Tiempo. 25 de agosto de 2007. “Grabaciones: la prueba de que Macaco le hizo conejo a la paz”, El Espectador, semana del 23
al 29 de septiembre de 2007. “El reciclaje de Jorge 40”, El Tiempo, 13 de abril de 2008 “Las jugadas secretas de Macaco” y El
Tiempo, 14 de mayo de 2008 “Intimidades de la extradición para”.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Fuente: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
6 “Segunda guerra de los paras en los llanos deja ya 350 muertos”, El Tiempo, 23 de septiembre de 2007.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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Fuente: Datos SIMCI. Procesado y georreferenciado por el Observatorio del Programa Presidencial de DH y DIH.
Viceperesidencia de la República. Base cartográfica IGAC.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
“Cuchillo”, con el apoyo de “El Loco” Barrera y Los Mellizos Mejía, habrían
conformado, junto con Martín Llanos, el Bloque de Los Llaneros.7
7 “Guerra entre paisas y llaneros incrementa el sicariato en Villavicencio”, El Tiempo, 16 de enero de 2007; “Los del Meta y Guaviare
buscan alianza con Martín Llanos”, El Tiempo, 8 de abril de 2007; “La guerra en el Llano no ha parado”, El Tiempo, 2 de junio de
2007.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
8 “La costa pacífica de Nariño se convierte de la Tranquilandia de las Farc y los paramilitares”, El Tiempo, 29 de mayo de 2005.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
11 Hacia finales de 2007, más de medio centenar de muertos en Valle y Chocó arrojaba el enfrentamiento entre “Capachivo”, la mano
derecha de Diego Montoya que lidera uno de los bandos y el ala más dura de la estructura sicarial del capo.
12 “Guerra entre segundos de don Diego asusta de nuevo en el norte del Valle”, El Tiempo, 30 de diciembre de 2007.
13 “El hombre que traicionó a Varela”, El Tiempo, 3 de febrero de 2008.
14 . “Sigue Impacto para en Urabá”, El Tiempo, 6 de junio de 2007.
15 “¿Se acabaron los paras en Antioquia?, El Tiempo, 4 de marzo de 2006.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Hacia finales de 2005, San José del Palmar vivía una situación semejante
por cuenta de los enfrentamientos protagonizados entre las Farc y las “Au-
todefensas Campesinas del Valle”, grupo que hace parte de las estructuras
armadas al servicio del narcotráfico en el norte de este departamento.18
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
20 Los Nevados comenzaros a gestarse en enero de 2006, tras la desmovilización del bloque Tayrona, al mando de Hernán Giraldo
quien vendió a los Mellizos Mejía el reducto que no se desmovilizó. Ya en 2001, para ingresar al proceso entre las AUC y el Gobierno,
Víctor Manuel Mejía había adquirido la franquicia del bloque “Vencedores de Arauca”. Con esta estructura y ex paramilitares de
Sucre, Bolívar, Córdoba y Antioquia se proponen controlar las rutas del narcotráfico desde Nariño hasta La Guajira rumbo a Centro
América, así como desde los llanos hasta Norte de Santander rumbo a Venezuela. “Los Nevados, el cartel de la mafia que le declaró
la guerra al Estado”, El Tiempo, 16 de diciembre de 2007.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
24 De acuerdo con el Observatorio de Seguridad de la alcaldía el enfrentamiento entre mafias explica el 45% de las muertes que se
producen en Bogotá. El Tiempo, 22 de noviembre de 2007.
25 “Alarma por casos de sicariato en Bogotá”, El Tiempo, 22 de febrero de 2007.
26 “El Pacificador”, Semana, 24 de abril de 2005; “La mano invisible de Don Berna” Cromos, 5 de junio de 2005; “Alarma en comuna
13 por reclutamiento forzado de menores”, El Tiempo, 5 de agosto de 2005; “Traslado de Don Berna dispara las extorsiones en el
municipio de Itaguí”, El Tiempo, 31 de octubre de 2005.
27 “Don Berna negocia en secreto con E.U”, El Tiempo, 26 de agosto de 2007; “Lucha subterranea por las comunas de Medellín”. El
Tiempo, 9 de diciembre de 2007; “Alarma por homicidios en Medellín”, El Tiempo, 17 de julio de 2008.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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Grupos armados, comunidades y órdenes
locales: interacciones complejas*
Ana María Arjona**
1. Introducción
“Las Farc lo eran todo en esta vereda. Ellos tenían la última palabra en todas
las disputas entre vecinos. Decidían qué se podía vender en las tiendas,
la hora en que debíamos irnos a la casa cada día y quién debía irse y no
volver nunca más a la zona. Ellos decían cuál era el castigo para quien
desobedeciera (…) También manejaban los divorcios, las herencias y los
conflictos por linderos. Ellos eran los que mandaban aquí. No el Estado”.
* Para hacer justicia a los comentaristas de la presentación de Ana María Arjona, conviene aclarar que los comentarios y la discusión
posterior se refieren a la exposición oral que ella hizo en Cartagena durante el seminario. El texto actual fue fruto de una reelaboración
cuidadosa de la autora, que tuvo muy en cuenta esos comentarios, lo mismo que algunas discusiones, observaciones y reflexiones
posteriores de varios analistas.
** Candidata al doctorado de Ciencia Política de la Universidad de Yale y Master en Ciencia Política de la misma institución, realizo
estudios de postgrado en Sociolo-gía en la Universidad Complutense de Madrid y es economista de la Universidad de los Andes.
Agradezco por sus valiosos comentarios a las siguientes personas: Ingrid Bolívar, Laia Balcells, Regina Bateson, Jon Elster, Fer-
nán González, Stathis Kalyvas, Pablo Kalmanovitz, Eudald Lerga, Marcela Meléndez, Silvia Otero, Mauricio Romero, Ian Shapiro,
Vivek Sharma, Teófilo Vásquez, María Alejandra Vélez y Elisabeth Wood, así como a los participantes del Seminario de ODECOFI.
Francisco Gutiérrez hizo valiosas sugerencias sobre el proyecto de investigación y tanto él como Camilo Echandía y Rodolfo Es-
cobedo brindaron un apoyo fundamental para el trabajo de campo. Agradezco especialmente su ayuda. La Fundación Harry Frank
Guggenheim y al Premio Robert Leylan de la Universidad de Yale proporcionaron financiación para escribir la tesis doctoral de la
que se desprende este artículo. El Social Science Research Council (SSRC), la Academia Folke Bernadotte de Suecia, el Centro de
Estudios Internacionales MacMillan de la Universidad de Yale y la Escuela de Graduados de la misma universidad apoyaron con
becas de investigación el trabajo de campo.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
“Nosotros sí interactuamos con las Farc todos esos años. Un poco más de
dos décadas. Ellos venían, pasaban, nos decían cosas, pedían que hiciéra-
mos ciertas cosas, como no hablar con el Ejército (…) Luego empezaron
a poner normas y a decirnos cómo hay que hacer las cosas. Quisieron
tomarse todo el poder sobre esta gente y esta tierra. Pero no pudieron.
Tuvimos que obedecerles en ciertas cosas, claro, porque ellos tienen las
armas. Pero nosotros somos la autoridad aquí. La gente nos reconoce como
la autoridad. Ellos no nos podían quitar eso. Aquí no nos gobernaron”.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
2 Me refiero a las Comunidades de Paz que han hecho pública su exigencia a estos actores.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Este artículo presenta una mirada tentativa a los distintos modos de in-
teracción entre grupos armados y comunidades locales en las zonas donde
los primeros están presentes de un modo permanente.3 Para ello se centra
en tres preguntas: ¿cómo abordan los grupos armados a las comunidades
que viven en los territorios donde ellos buscan asentarse?, ¿de qué manera
reaccionan dichas comunidades?, ¿qué dinámicas locales resultan de la inte-
racción entre los dos actores?4
3 Esto es, cuando mantienen una forma de presencia continua (y no esporádica) en la zona, a través de milicianos o combatientes.
4 El argumento forma parte de mi tesis doctoral. Es tentativo en la medida en que el proyecto de investigación está aún en curso.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
5 La recolección de información cualitativa contó con la valiosa colaboración de un grupo excelente de asistentes de investigación
a quienes agradezco por su interés en este proyecto y su trabajo. La encuesta forma parte de un trabajo colaborativo con Stathis
Kalyvas.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
6 En este sentido, el argumento tal y como está planteado aquí versa sobre grupos paramilitares y guerrilleros pero no sobre las
fuerzas armadas estatales. Sin embargo, algunos elementos del análisis son aplicables al Ejército, en particular cuando adopta
estrategias de contrainsurgencia propias de la guerra irregular.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
estudio —el tipo de interacción entre grupos armados y población civil— varía
no solo dentro de las regiones sino también dentro de los municipios. A lo
largo del texto presento argumentos y material empírico que soportan esta
afirmación.7
¿COLABORACIÓN O PARTICIPACIÓN?
Primero, en su uso más frecuente los dos términos suelen asumir que se
trata de un apoyo voluntario derivado de posiciones ideológicas favorables
hacia el grupo en cuestión, lo cual es empíricamente falso.8 Como sugiero
más adelante, son muchas las razones que pueden llevar a los civiles a actuar
de un modo que favorece a los grupos armados. Solo en algunas ocasiones
su conducta está basada en la intención de respaldar o promover a un bando
de la guerra o su agenda política. La falsa presunción de estas motivaciones
es problemática, no solo porque impide describir y entender la conducta de
los civiles, sino también porque da lugar a afirmaciones peligrosas sobre
la responsabilidad de las poblaciones que conviven con combatientes. Esto
mismo ocurre con el término base social (de la guerrilla o de los paramili-
tares), frecuentemente utilizado en Colombia. Su uso suele llevar a que las
comunidades que conviven con los grupos armados por un periodo largo
7 González et al. (2003:50) resaltan esta variación al interior de un mismo municipio. Diversos estudios de caso encuentran la misma
heterogeneidad, por lo general presentada contrastando las zonas rurales y las urbanas.
8 En este artículo presento tanto argumentos teóricos como evidencia empírica en contra del supuesto de que la ideología es la única
motivación (o la más frecuente) del apoyo de los civiles a los grupos armados que están presentes en su territorio.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
“No se pueden doblegar las conciencias con las armas. Si [las Farc] vuelven
ahora la gente no se dejaría. Denunciarían” (habitante de una vereda del
departamento de Cundinamarca).
9 Dos importantes excepciones son los trabajos de Petersen (2001) y Wood (2003).
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
10 El término ‘agencia’ (o ‘capacidad de agencia’ o ‘agencia humana’) puede ser entendido desde diversas perspectivas (Emirbayer y
Mische 1998). En este artículo me refiero a la capacidad del individuo de tomar la decisión de actuar de una manera particular dado
un conjunto (más o menos reducido) de alternativas. En este sentido, la agencia se contrapone a un enfoque determinista según el
cual la voluntad no juega un papel importante en la acción ya que ésta está determinada por uno o varios factores estructurales.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
12 Kalyvas (2006:89) se refiere a esta capacidad de los combatientes de esconderse y hacerse pasar por pobladores locales como
el ‘problema de identificación’ en las guerras civiles.
13 Estos autores suelen hablar de colaboración civil. Siguiendo la discusión de la segunda sección de este artículo, me referiré a las
conductas de la población civil que favorecen a un grupo armado como ‘contribución’
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Por último, el grupo persigue así mismo crear una imagen nacional e in-
ternacional de su organización que lo muestre como legítimo y militarmente
poderoso. La percepción dentro del país importa porque su reputación puede
afectar la reacción de comunidades locales ante su presencia y el apoyo de la
población en general ante una eventual victoria militar, así como sus posibi-
lidades a la hora de sentarse a una mesa de negociación. En cuanto al plano
internacional, es posible que los grupos que dependen de la financiación de
diásporas, Estados o sectores civiles extranjeros necesiten contar con una
imagen sólida y favorable, más que aquellos cuyas fuentes de financiación
son puramente nacionales. De igual modo, los grupos que, ante una eventual
victoria, temen represalias por parte de países vecinos (o que esperan su
apoyo), pueden estar más interesados en labrar su imagen en el plano inter-
nacional. Dado que la mayoría de los recursos debe destinarse a la conquista
y mantenimiento del control territorial, el grupo tiene incentivos para utilizar
dicho control en el propósito de ganar visibilidad como actor político.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
¿EN QUÉ CONSISTE LA COOPERACIÓN CIVIL QUE BUSCAN LOS GRUPOS ARMADOS?
14 Puede decirse, con razón, que la neutralidad y la resistencia constituyen reacciones diferentes por parte de la comunidad. Sin
embargo, ambas constituyen formas de desobediencia al actor armado que se traducen en un nivel de cooperación nulo.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
La violencia es evidentemente una de las vías por las cuales los grupos ar-
mados buscan alcanzar sus objetivos. Aunque sus efectos sobre la cooperación
civil parecen evidentes —se trata del bien conocido poder coercitivo—, son
más complejos de lo que suele pensarse. A continuación discuto tres tipos de
mecanismos distintos por medio de los cuales la violencia afecta la conducta
de los civiles: primero, la transformación de los beneficios y costos asociados
a alternativas diferentes;15 segundo, la creación de nuevas preferencias o
motivaciones, incluidas las diferentes emociones; tercero, la transformación
de las creencias de los civiles sobre diferentes estados de cosas.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
El primer mecanismo por medio del cual la violencia afecta los costos
asociados a alternativas disponibles es evidente: al lanzar amenazas creíbles,
el grupo armado hace de ciertas conductas una alternativa muy costosa. Este
es el mecanismo que suele estar implícito en el análisis del poder coercitivo
de la violencia. Según el argumento tradicional sobre el poder disuasivo de la
violencia (p. e., Bentham, 1830; Becker, 1968), ella resulta útil para moldear
el comportamiento cuando es percibida como un castigo suficientemente
probable y severo en comparación con el beneficio que podría obtenerse
actuando de otro modo. Este es, sin lugar a dudas, uno de los efectos princi-
pales del uso de la violencia por parte de los grupos armados. Cabe esperar
que muchas instancias de cooperación sean el producto del deseo de evitar
la victimización.
La violencia puede, por lo tanto, lograr obediencia por medio del temor.
Esta obediencia es sustancialmente distinta de la que resulta del cálculo de
los costos y beneficios asociados con una acción prohibida: ante el miedo, la
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Por otra parte, el uso de la violencia puede tener una serie de efectos
adicionales, en dependencia de quiénes sean las víctimas. Cuando las personas
están siendo asesinadas, la idea de que algunas de ellas son las “adecuadas”
puede llevar a mejorar la imagen del grupo armado. En una comunidad donde
la violencia es ejercida por otro grupo, como los delincuentes comunes, las
riñas u otro tipo de conflictos han traído inseguridad y los habitantes locales
necesitan protección. Los grupos armados que analizamos suelen explotar
esta necesidad convirtiéndose en garantes del orden público, lo que les
permite ganar el reconocimiento de algunos pobladores. En esto consisten
las tristemente célebres “campañas moralizantes” de los grupos armados:
olas de violencia contra ladrones, violadores y otros delincuentes comunes
que trastornan la vida local.16 En este sentido, e independientemente de
las ideologías y las preferencias políticas de los civiles, la presencia del
grupo armado puede ser vista como un cambio positivo. Diversos autores
han encontrado en esta mejora de las condiciones de seguridad una fuente
importante de simpatías hacia los grupos armados. (Taussig, 2003: 31-
33), por ejemplo, ilustra este punto en su descripción de los efectos de la
“limpieza” iniciada por los paramilitares en un pueblo colombiano. Según el
autor, los civiles se mostraban satisfechos por la disminución de los robos
y los asesinatos, lo que los llevó a ver con buenos ojos la presencia de los
paramilitares en la zona.17
16 Estas campañas tienen otros fines estratégicos, como lograr el monopolio del uso de la violencia y aumentar el control social sobre
la población. Volveré a este punto más adelante.
17 Es importante resaltar que las creencias positivas sobre el grupo no presuponen un acuerdo sobre el uso de la violencia. Aquí
pueden intervenir distintos mecanismos sicológicos. Precisamente porque se trata de un contexto de guerra, los civiles pueden
valorar la nueva seguridad aún si ésta es el resultado de medios que, en otro contexto, no aprobarían. Los mecanismos de ‘pensar
con los deseos’ (wishful thinking), la reducción del ‘efecto de disonancia’ (Festinger 1957) y las ‘preferencias adaptativas’ (Elster
1983; Sen 1987) pueden explicar este fenómeno. En general, las poblaciones parecen ser mucho más permisivas con los medios
que usan sus gobernantes en contextos de grandes dificultades económicas e inseguridad.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
Los grupos armados parecen ser muy conscientes de los réditos que pue-
den obtener trayendo “seguridad” a una comunidad. En diferentes entrevistas
hechas a comandantes medios de grupos guerrilleros y paramilitares quedó
claro que lo que algunos llaman la pacificación abre puertas importantes hacia
la comunidad. Un antiguo combatiente de las Farc sugiere que “traer segu-
ridad a una población desprotegida y aburrida de los robos y las riñas deja
ver los beneficios que nuestra presencia puede traerle a la gente”. El análisis
que hizo un periodista del modus operandi de algunos grupos paramilitares
colombianos describe este patrón en términos similares: “la entrada [de los
paramilitares] a las ciudades se da usualmente a través de los barrios más
marginales, donde la presencia del estado es débil y la provisión de servicios
públicos insuficiente. Los paramilitares comienzan por matar a ladrones y
drogadictos con el fin de traer una sensación de seguridad a los habitantes
(…) Esto ayuda a entender, en parte, por qué en los barrios más pobres de
[diferentes ciudades colombianas] los asesinatos han aumentado mientras
los robos han disminuido”.18 Así mismo, varios autores han señalado el papel
central que ejercen los grupos armados al controlar ciertas violencias en las
zonas donde están presentes (p. e. Cubides et al., 1998).
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
“Las AUC regulan mucho la vida de los civiles. Le dan orden al barrio para
mantener el control” (habitante de Barrancabermeja, Santander).
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
Además, dicha influencia puede ser utilizada para crear un orden de cosas
favorable en términos financieros o políticos. Por ejemplo, el grupo puede
instaurar reglas sobre la actividad económica en la zona que le permitan un
cobro organizado y rentable de impuestos o su participación directa en ac-
tividades lucrativas. También puede utilizar su poder local para aprovechar
espacios políticos y administrativos útiles para diversos fines. Por ejemplo,
la captación de los espacios de poder en las instituciones formales puede
permitir la apropiación directa de recursos públicos con destino a las arcas
de la organización armada. Así mismo, puede brindar espacios útiles para su
visibilidad como actor político, tanto en el nivel nacional como en el interna-
cional. Por último, la creación de un nuevo orden de cosas también posibilita
al grupo armado poner en práctica algunos de sus postulados ideológicos.
Un grupo de izquierda puede, por ejemplo, emprender una reforma de la
propiedad de la tierra o regular los salarios de los trabajadores.
¿Qué características debe tener ese nuevo orden local para favorecer al
grupo armado? Volvamos por un momento a los objetivos que esta organiza-
ción persigue al asentarse en un territorio local: buscar el control del territorio
y la cooperación civil, lo cual es valioso como instrumento para mantener el
control y también por razones de abastecimiento. Pero el control es multidi-
mensional. Si bien lo que cuenta en la confrontación es el control militar o
la soberanía —es decir, la capacidad de excluir al enemigo del territorio—,
tal control es mayor en la medida en que el soberano lo consiga también en
otros ámbitos, además del puramente militar. Adicionalmente, contar con un
control que va más allá de lo militar le permite al grupo utilizar su soberanía
para alcanzar otros fines, tales como obtener recursos para financiarse o
para avanzar en el plano político. Por lo tanto, ese nuevo orden es más útil
para el grupo armado si le permite obtener un mayor dominio sobre distintos
campos de la vida local. En otras palabras, el mejor escenario para el grupo
armado es el que lo convierte en el gobernante de hecho y le permite ejercer
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
Por otra parte, existen canales por los cuales algunas organizaciones
que tuvieron éxito en guerras irregulares han transmitido las lecciones que
aprendieron. Esta difusión de ideas sobre cómo luchar en un conflicto irre-
gular ha sido especialmente importante en las guerras de la segunda mitad
del siglo XX. Los documentos de Mao (1937) y Guevara (1960) han sido leí-
dos por la gran mayoría de los líderes de movimientos revolucionarios, no
solo de Suramérica y Centroamérica sino también de África y Asia. Es más:
los dirigentes de diversos grupos guerrilleros recibieron un entrenamiento
similar y adoptaron explícitamente los mismos principios estratégicos de la
lucha de guerrillas.20 En el contexto colombiano, los grupos paramilitares
se “beneficiaron” del aprendizaje de antiguos miembros del EPL, ex comba-
tientes israelíes y miembros retirados de la fuerza pública; además, según
algunos de sus jefes, estudiaron el modus operandi de la guerrilla y trataron
de convertirse en su “espejo” (Aranguren, 2001).
20 Agradezco a Stathis Kalyvas por destacar la importancia de esta difusión de ideas en el nivel transnacional.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Como sugerí antes, dado que optar por una estrategia que despierte
resistencia acarrea el peor de los escenarios posibles (en el mismo el grupo
logra un nivel nulo o mínimo de cooperación), el grupo tiene incentivos
para autolimitar su intervención y optar por un orden menos intrusivo en
aquellos casos en que anticipa una alta probabilidad de oposición. Esta in-
terrelación entre el sistema de autoridad de la comunidad, la estrategia del
grupo armado y la reacción de la población civil, lleva a la creación de tres
tipos de orden local:
21 El concepto de orden alternativo insurgente propuesto por Uribe (2001) comparte rasgos con el orden de control social. Sin
embargo, según la tipología que propongo, los órdenes alternativos insurgentes pueden ser órdenes de control social u órdenes
de infiltración.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
ii) En las comunidades que cuentan con un sistema de autoridad fuerte —efi-
caz, reconocido como válido por sus miembros y arraigado en ellos— el
grupo armado opta por instaurar un orden de ocupación militar. En él,
la comunidad se limita a obedecer de forma pasiva únicamente en lo re-
ferente al plano militar, lo cual solo permite al grupo contar con un bajo
nivel de cooperación civil.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
* Las celdas grises indican los patrones de interacción más frecuentes, según el argumento.
Vale la pena insistir en que las estrategias de los grupos armados, los siste-
mas de autoridad y los patrones de creación de órdenes locales identificados
en esta sección son tipos ideales y como tal no pretenden describir todos
los casos que en realidad se observan. Se trata más bien de herramientas
analíticas que ayudan a capturar aspectos centrales de la interacción entre
grupos armados y comunidades locales y, por ello, permiten entender una
dimensión importante de la forma que toma la guerra local, así como de sus
complejas implicaciones sobre la población civil.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
En este sentido, las tres etapas son una herramienta analítica que resulta
útil para analizar los procesos de cambio. No se trata de un esquema capaz
de capturar en estas tres etapas la historia de cualquier comunidad (a lo
largo del conflicto armado). Se trata de un proceso en el cual el orden exis-
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
“En las veredas los paras eran una especie de paraestado que solucio-
naba todos los problemas de los civiles, desde deudas hasta maltrato
familiar (…) A los jóvenes les gusta mucho ser paras y los que no lo son
los admiran y respetan. Las niñas se ‘derriten’ por los comandantes y los
combatientes. Siempre tienen carros, mucha plata y armas” (habitante de
Granada, Meta).
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Sumada a esto aparece la ausencia de bienes públicos, los cuales son di-
fícilmente provistos en una comunidad que carece de una autoridad clara o
de un arreglo institucional que vele por su sostenimiento o permita la acción
colectiva necesaria para ello (Ostrom, 1990). Dada la necesidad de una fuente
de orden público y la débil organización social necesaria para sostener un
movimiento de resistencia, el espacio que estas comunidades ofrecen para
que un actor que aspira a gobernarlas llene el vacío es inmenso. En esto
coinciden los pobladores de diversas zonas rurales y urbanas. Por ejemplo,
un habitante de Apartadó afirma lo siguiente:
“No había garantías para la población. A todos los grupos les quedaba muy
fácil llegar acá porque antes no había nada. Nadie conoció otra manera
de gobernar que la que imponían los grupos, tanto los guerrilleros como
los paramilitares” (habitante de Apartadó, Antioquia).
“La poca presencia del Estado propició la creación de las AUC. La gente
estaba esperanzada de que tal vez así fueran a encontrar en las AUC la
solución a sus problemas sociales” (habitante de Montería, Córdoba).
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
El grupo armado no tiene ningún incentivo para optar por otras estra-
tegias, ya que, al convertirse en el gobernante de hecho, obtiene todas las
ventajas que ofrece el hecho de establecerse en un territorio y encuentra poca
resistencia. De un lado, el grupo logra el nivel de cooperación civil más alto
posible: obediencia y apoyo amplios, cosa que, como sugiero más adelante,
es el resultado de su influencia en diversos campos de la vida local. De otro
lado, ostentar un poder que va más allá de lo militar y permite organizar de
un modo u otro a la comunidad también brinda al grupo la oportunidad de
transformar el orden económico, político y social de maneras que le resultan
favorables.
22 La facilidad con la que los grupos armados pueden penetrar comunidades que no cuentan con una presencia institucional ha sido
reconocida por varios académicos y analistas del conflicto colombiano. Véase por ejemplo González (1997); González et al. (2003);
LeGrand (1994); Molano (1994); Uribe (2001).
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
resultado más pobre desde la perspectiva del grupo armado que opera en
una guerra irregular.
¿Cómo logra el grupo instaurar ese nuevo orden local? En la primera etapa
el grupo armado recoge información sobre los miembros de la comunidad:
quiénes son, qué problemas enfrentan, qué necesidades existen, quiénes
podrían convertirse en aliados importantes, de quiénes cabe esperar la mayor
reticencia, qué divisiones internas existen y cuáles son los principales pro-
blemas que afectan a la comunidad? Un desmovilizado de las Farc recuerda
ese proceso con estas palabras:
En una segunda etapa los combatientes llegan a la zona, bien sea vestidos
de civil o vistiendo su uniforme militar. Combinan la provisión de bienes priva-
dos –como mercados para familias necesitadas o asistencia a enfermos– con
la organización de la comunidad para proveer o regular un bien público. En
algunas ocasiones el grupo adopta tempranamente el papel de garante de
la seguridad mediante la amenaza, el destierro o el asesinato de ladrones,
violadores y otros tipos de delincuentes.
“Cuando usted llega a esas zonas (…) y le ayuda a una persona a levantar
la casa, o aparece con un mercado en una casa necesitada, o logra orga-
— 136 —
I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
nizar a la comunidad para construir algo, como un camino (…) luego esas
personas no le negarán su ayuda, así tengan que arriesgar su propia vida.
Y así, poco a poco, van siendo más y más, hasta que se puede llegar en
grupo y de uniforme a la zona a organizar en serio a la comunidad”.
23 Sobre la reciprocidad como factor explicativo de la participación civil en guerras civiles véase Wood (2003).
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
“Ellos tienen una gran influencia en la manera en que la vida de la gente está
organizada. Aquí son algo así como el Estado. Regulan todo y ponen normas
como, por ejemplo, no violar, no robar o no pegarles a los niños”.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
“Aquí les regalaban la comida [a las Farc] y se les ayudaba cuando pedían
algo (…) La gente acudía a ellos para resolver cualquier asunto. Todos iban a
hablar con ellos (…) Yo creo que el setenta por ciento de la gente reconocía
las mejoras de la comunidad pero no sus ideales [de las Farc]. Creían más
en el trabajo local pero no en su proyecto político. [Por ejemplo,] sí hubo
muchos que se fueron con ellos [como combatientes] por gusto, pero por
lo general sus padres no estaban de acuerdo” (habitante de una vereda de
Tierralta, Córdoba).
¿Cuáles son los mecanismos mediante los cuales un orden de control social
transforma el comportamiento de la población civil? En lo que sigue sugiero
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
que la obediencia masiva y los actos de apoyo (más o menos cotidianos) son
el producto de múltiples motivaciones y complejos mecanismos que pasan
por la transformación de preferencias, creencias y alternativas disponibles.
“Hasta ese momento en las zonas rurales [la relación con las Farc] era más
como de un respeto impuesto. No los veían como héroes pero tampoco
como asesinos” (habitante del departamento de Sucre).
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
26 El término ‘clientelismo armado’ ha sido usado para referirse a dos prácticas distintas (aunque relacionadas entre sí). Una se
refiere a la apropiación de recursos públicos (Álvaro 2007; Peñate 1999; Rangel 1998; Sánchez y Chacón 2006). A esta práctica
— 141 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Al vigilar lo que se dice y lo que se calla, los grupos pueden, con el tiempo,
obtener un poder enorme sobre los discursos disponibles y su validación.
Aunque limitado, el poder sobre lo que se dice suele dejar secuelas en lo que
se ve, lo que se interpreta y lo que se piensa, como bien lo saben los líderes
autoritarios que, aun cuando se sienten muy poderosos, se desvelan por con-
trolar los flujos de información.27
me referiré más adelante. La segunda acepción del término se refiere a la centralización del poder y la ‘influencia’ de un actor sin
el cual los ciudadanos no pueden acceder a recursos, trámites o servicios (Sousa Santos y García Villegas 2001).
27 Aquí cabría una larga lista de fuentes académicas, periodísticas y nombres propios tanto de dictadores como de presidentes en
regímenes democráticos.
28 La autoridad es uno de los conceptos más complejos de la teoría política, pero también uno de los más relevantes. A pesar de los
problemas que puede acarrear el uso de este término, es necesario para capturar el mecanismo al que me refiero aquí. Parto de la
definición de Hannah Arendt (1993:93) donde la obediencia a una entidad reconocida como autoridad “excluye el uso de medios
externos de coerción; donde la fuerza es utilizada, la autoridad como tal ha fallado”. Al mismo tiempo, “la autoridad es incompatible
con la persuasión, la cual presupone igualdad y opera a través de un proceso de argumentación. Cuando los argumentos son
utilizados, la autoridad se deja en suspenso… Si la autoridad debe definirse, debe hacerse en contraste tanto a la coerción por la
fuerza como a la persuasión a través de argumentos”.
29 En otro lugar exploro este punto de un modo más exhaustivo (Arjona 2007).
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
“El gran proyecto de (...) las Farc (...) pretendió por más de cinco años im-
poner su propio sistema de gobierno. ‘Aquí somos la primera autoridad’,
sentenciaron las Farc en un comunicado (…) Y de eso dan fe los habitantes
de Miraflores, Cartagena del Chairá, El Retorno y Calamar, al mostrar los
carnés que certificaban su identidad y nacionalidad: farianos”.31
Por último, el hecho de que el grupo armado sea una autoridad recono-
cida por muchos abre aún más el abanico de los tipos de apoyo que pueden
brindar los civiles. Una vez que saben que otros miembros de su comunidad
ven al grupo armado como una autoridad, aquellos que quieren alcanzar un
mayor reconocimiento, estatus o prestigio, bien pueden encontrar en el apoyo
al grupo la mejor manera de lograrlo. Un claro ejemplo es el reclutamiento,
motivado muchas veces por el deseo de adolescentes de ganar posición
social, respeto y admiración.32
“La comunidad era cerrada y no hablaba con ellos (…) Había varias formas
de organizarse. Lo que pasaba normalmente era que pedían colaboración
para realizar ciertas actividades, como un arreglo a vías, pero había re-
sistencia de la comunidad indígena” (habitante de resguardo indígena,
Caquetá).
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
33 La importancia de la existencia de normas compartidas en la acción colectiva ha sido señalada por diferentes estudios teóricos
y empíricos. El estudio de Olson (1990) sigue siendo la referencia por excelencia. Sobre los resultados de estudios en economía
experimental véase por ejemplo Ledyard (1995) y Offerman (1997).
34 Diferentes autores han señalado que la resistencia sólo es posible cuando existe una fuerte cohesión social. Las reflexiones de
Molano (2004) sobre la tensión que existe entre la autoridad indígena y las Farc son particularmente interesantes a la luz de este
argumento: el autor describe la resistencia pacífica característica de diversos grupos indígenas como una consecuencia directa
de la fuerza de su autoridad y su reconocimiento por parte de los miembros de la comunidad.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
atentar contra su autogobierno, del mismo modo que un grupo armado que
busca instaurar un orden de control social. Dadas las difíciles condiciones de
la vida civil en medio del conflicto armado, lograr una presencia puramente
militar constituye una forma de adaptación riesgosa y heroica, como algunos
de sus artífices lo reconocen:
“En esta zona la guerrilla quería atraer a los presidentes de las juntas de
acción comunal para aumentar su poder. La mayoría aceptaron. Les tocaba,
también. Los de [esta vereda] no. Pero nos molestaban mucho (…) Claro
que nos tocaba obedecer en ciertas cosas (…) Pero a los que hemos tenido
poder de tiempo atrás, la autoridad, nos tenían que respetar. Por eso no
nos mataron (…) [Como líder] yo me mantuve en lo mío, a pesar de las
amenazas” (dirigente comunitaria, vereda de Cundinamarca).
35 Esto no quiere decir que los miembros de grupos indígenas (y sus líderes) hayan logrado evitar la victimización. Desafortunada-
mente diversas comunidades han sufrido ataques por parte de todos los actores armados. Como se verá en la sección siete del
artículo, diversos factores pueden llevar a un grupo armado a victimizar a una población a pesar de que al hacerlo logre obtener
un nivel de cooperación nulo o mínimo.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
“Ellos [las Farc] impusieron normas sobre violar y robar pero la sociedad
civil no siguió sus normas como ellos querían. Con el tiempo, esas normas
desaparecieron” (habitante de Toribío, Cauca).
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
“[En esa época] el ELN permeó todas las instancias del gobierno local. Los
paramilitares están dentro de las instituciones, en puestos altos y de mucha
influencia… Se quedan con la mayoría de las licitaciones y deciden a quién
emplean en Ecopetrol” (habitante de Barrancabermeja, Santander).
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
36 Diversos estudios de caso han documentado la capacidad de los paramilitares de contar con la cooperación de trabajadores y
campesinos y de las Farc de lograr alianzas con las élites políticas o económicas, por ejemplo a cambio de seguridad (ver por
ejemplo Torres 2004; Gutiérrez y Barón 2006).
37 En este sentido, Pécaut (2001) señala que los grupos armados tienen dificultades para insertarse en comunidades que cuentan
con formas de organización social fuertes.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
que el grupo alcanza éxitos —como sostener un paro, convocar gente a una
protesta, mejorar la seguridad o hacer creíbles las amenazas del movimien-
to—, la aceptación inicial del papel que cumple el grupo en el territorio va
creciendo y su presencia se va consolidando. En un municipio de Casanare, un
habitante recuerda de la siguiente manera la reacción inicial ante la formación
de grupos paramilitares:
“A algunas personas les gustó [la presencia de las ACC], por la idea de no
dejar meter a la guerrilla, pero por los muertos les daba miedo. A otros
también les gustó su llegada porque acabaron con los ladrones” (habitante
de Villanueva, Casanare).
“Se sabía que ellos tenían su gente en la Alcaldía y que las decisiones
pasaban por sus manos, principalmente si estaba un contrato de por me-
dio, porque ellos tenían sus propias cooperativas de trabajo a las que les
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
38 La instrumentalización de movimientos sociales, organizaciones locales y líderes ha sido reconocida por otros autores. Por
ejemplo Pécaut (2001).
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
“El gobierno local siempre ha tenido mucha influencia de los grupos ar-
mados, pues les conviene ser amigos; si no es por las buenas (recibiendo
plata y seguridad), es por las malas (amenazas, muertes, secuestros). A
la mayoría de los concejales y alcaldes que no han querido colaborar los
han matado (...) En la época de la zona de distensión, la influencia de la
guerrilla en la elección de alcaldes y concejales era muy fuerte” (habitante
de Granada, Meta, 2006).
“La táctica [de los paramilitares] aquí fue el terror y por eso las masacres
fueron tan salvajes (...) Aquí los paras no llegaron a imponer normas
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
como tal. Lo que hicieron fue terminar [matar] a quienes les parecieron
colaboradores de la guerrilla” (Habitante de Sucre).
Existen diversos escenarios en los que un grupo armado puede optar por
el terror. Primero, donde el valor estratégico del territorio implica la necesidad
de contar únicamente con un nivel alto de cooperación o, en su defecto, con
un territorio despoblado. En el primer caso, si el grupo no cree que pueda
lograr esa cooperación amplia por parte de la comunidad (o piensa que dicho
proceso será demasiado largo), puede optar por el terror para desterrar o
eliminar a la población y “repoblar” la zona con migrantes cooperantes. Es lo
que ocurre en los anillos de seguridad próximos a campamentos importantes
o a corredores de alto valor estratégico. En el segundo caso el grupo puede
optar por eliminar la población del territorio mediante el desplazamiento o
la aniquilación, para dejarlo vacío y sujeto a un control puramente militar.
39 Desde luego las otras estrategias pueden incluir altas dosis de violencia. Incluso, pueden tener etapas en las que el grupo sólo
usa la violencia y no regula ni ordena. Sin embargo, es importante diferenciar estos casos en que la violencia forma parte de una
estrategia más amplia que incluye una forma de gobierno, de ésta donde esa etapa de gobierno nunca llega.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
8. Conclusión
Si bien la violencia es una de las principales vías por medio de las cuales
estas organizaciones intentan alcanzar sus objetivos, es insuficiente: la coer-
ción solo puede traer formas de cooperación civil limitadas, condicionales
e inestables. Por ello, los grupos combinan el uso de las armas con otras
prácticas. Su estrategia consiste en crear un nuevo orden de cosas en las
comunidades donde intentan establecerse. Dicho orden permite moldear la
conducta de los civiles y la manera como funciona la vida económica, polí-
tica y social, de tal forma que resulte favorable para el grupo. Por ejemplo,
la expedición de normas de conducta le facilita controlar mejor, tanto a los
habitantes locales como a los forasteros. Al cambiar las pautas de la actividad
económica puede recaudar impuestos e incluso involucrarse directamente
en ciertas actividades económicas. Igualmente puede transformar el juego
político para obtener recursos públicos, visibilidad política y expansión de
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
40 Para ello, el diseño de la investigación consiste en combinar el material de las entrevistas semi-estructuradas y en profundidad con
una comparación controlada de casos y el análisis de las implicaciones del argumento sobre el reclutamiento haciendo uso de datos
estadísticos. El proyecto también incorpora en el análisis elementos clave del conflicto como las fuerzas estatales y el narcotráfico.
Aunque el argumento, tal y como está planteado aquí, tiene implicaciones sobre ambos, no los aborda directamente. Por último, el
proyecto indaga de una forma más directa por las diferencias entre el comportamiento de grupos guerrilleros y paramilitares.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
y político. En línea con lo que autores como Pécaut (2001) y Kalyvas (2006)
han señalado, las condiciones iniciales de la guerra tienen una débil capacidad
explicativa de diversas facetas de su evolución.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
gran mayoría lo hace porque, más que grupos armados que luchan por uno
u otro fin, para la comunidad local se trata del gobernante de hecho del que
depende todo: una fuerza que infiltra una serie de estamentos de la estruc-
tura local y que, por esta vía, controla diversos componentes de la vida de la
comunidad, o un ejército de ocupación que ejerce un control militar estricto.
Por cumplir estos papeles en la escena local, los grupos logran erigir un orden
de cosas donde las personas tienen la necesidad o el interés de obedecerles y
apoyarlos, por razones que, en la mayoría de las ocasiones, tienen poco que
ver con la guerra y las ideas que, en teoría, enarbolan quienes la libran. Por lo
demás, independientemente de los motivos para cooperar con el actor arma-
do de turno, la victimización de poblaciones civiles y su instrumentalización
como blancos militares —sea por parte de las organizaciones guerrilleras o
paramilitares o por parte de las fuerzas estatales— son claramente inmorales
e ilegales, a la luz tanto del ordenamiento jurídico colombiano como de los
tratados y convenciones internacionales.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
Por todas estas razones parece evidente que, para entender la situación
de la población civil en medio del conflicto, conviene estudiar las variadas
formas que toma la guerra en el espacio local. Dicha variación implica que
el tipo de experiencias que los civiles recogen de su interacción con los
grupos armados y la manera como éstas los afectan no son los mismos en
las diferentes regiones y municipios, y ni siquiera en cada uno por sepa-
rado. Es de esperar, además, que en el posconflicto las comunidades que
han experimentado la guerra de manera diversa enfrenten distintos retos y
oportunidades para sanar las heridas y transitar exitosamente hacia la paz.
Si bien queda todavía un largo recorrido para entender cabalmente cómo
varían estos órdenes locales y de qué manera influyen en fenómenos como la
victimización, el desplazamiento, el reclutamiento, la fortaleza institucional o
la participación política, los elementos de análisis presentados aquí sugieren
que es importante continuar esta línea investigativa.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
PANEL 1
Territorio y Conflicto
Esa crisis es también una crisis de la concepción del Estado tal como se
lo pensaba desde el siglo XVIII. Hay una necesidad de reinventar el Estado
junto con la nación, porque, de lo contrario, la violencia será la norma conti-
nua. Hay una verdadera necesidad de discutir sobre la cuestión del poder, de
sus nuevos contenidos, lo mismo que sobre el problema del gobierno, y no
solamente el tema de la gobernanza o de la gobernabilidad. Es el problema
* Doctora en Sociología, Universidad de São Paulo, profesora del Instituto de Investigación y Planeación Urbana y Regional, (Ippur),
de la Universidad Federal de Río de Janeiro e investigadora del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
del gobierno en el sentido clásico, así como del sentido clásico del Estado
y la necesidad de recuperar plenamente el problema de la institucionalidad
colectiva. Nos encontramos, de alguna manera, dentro de una pauta trans-
nacional, que es un problema que transforma la problemática de la política
en el mundo actual.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Por otra parte, no se trata solo del tema de la localización de los conflictos
armados sino también de lo que significan los lugares donde se combate para
la gente que los habita. Esto significa una relación con las prácticas sociales
de la gente en su territorio: por una parte, la comprensión del lugar de la
intervención, el escenario de los ataques armados, y, por otra, la memoria,
la sociabilidad, el espacio banal de toda la gente a la que le gustaría estar
junto con toda la otra gente.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
diferentes lecturas del territorio, que son lecturas legítimas pero no necesa-
PANEL 1
riamente legales o legalizadas. Esto produce una conflictividad cada vez más
central en el mundo contemporáneo, en las diferentes escalas de realización
de la vida colectiva. Hay una disputa del sentido en torno al territorio. Creo
que es necesario poner atención a esta dimensión de las luchas sociales
actuales, que son, sobre todo, luchas territorializadas, donde están invo-
lucradas las cuestiones identitarias con una inmensa complejidad. Es una
visión que antagoniza, con una lectura exclusivamente centrada en la lucha
por los recursos económicos del territorio. Hay un conflicto cultural latente,
no necesariamente armado, entre la lectura más ancestral, histórica y pro-
yectiva de la sociedad, y una lectura más política, estratégica y geopolítica
del mismo territorio. Hay una confluencia de territorialidades que enmarca
mucho el mundo contemporáneo: ante él hay que responder por medio del
reconocimiento de una cronotopía de nuestras sociedades latinoamericanas
–como lo ha formulado Carlos Fuentes, inspirado en Jorge Luis Borges– que
permita comprender mejor el espacio-tiempo de la vida colectiva, de la so-
ciabilidad, del sentido de estar juntos, el espacio-tiempo de la perspectiva
de futuro y del hacer sociedad.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
PANEL 1
cultural de la militarización de la experiencia colectiva.
* Investigadora del Instituto de Estudios Regionales, INER, de la Universidad de Antioquia y miembro de Odecofi. Socióloga de la
Universidad Javeriana con maestría en Políticas Sociales de la Universidad de Grenoble, Francia, y candidata al doctorado de la
Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de Paris. cigarcia@iner.udea.edu.co
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
frente a todos los actores armados, y que, a partir de ella encontremos hoy
PANEL 1
allí uno de los pocos Laboratorios de Paz del país.
• ¿Cuáles fueron los principales factores que, a partir del conflicto armado,
afectaron la forma de apropiación del territorio y cuál es el resultado que
se observa hoy en la organización espacial de la región y en su geografía
socioeconómica y política?
• ¿Cuáles son los rasgos más notorios que, a partir de la producción de las
subjetividades colectivas desencadenadas por el conflicto armado, aportan
nuevas bases a la reconfiguración de la región?
• La primera está configurada por los efectos que tiene el conflicto armado
sobre la economía, la demografía y las formas del control político-militar
de la región. En conjunto, estos efectos han acentuado notoriamente la
brecha entre los “dos orientes”, el del altiplano –urbanizado, industrializado
y fuertemente interconectado– y el de las vertientes campesinas históri-
camente periféricas y sujetas a la presencia guerrillera. En otras palabras,
una parte de la incidencia del conflicto armado sobre el territorio ha sido
la aceleración de la fractura entre los dos orientes.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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de manera novedosa, esa capacidad de organizarse, actuar y pensarse.
En otras palabras, el conflicto armado activó también una respuesta social
que tiende a darle mayores y renovados recursos simbólicos y políticos
al Oriente antioqueño como entidad territorial vivida, pensada y proyec-
tada.
Tres son los procesos que se activan o desencadenan con tal conflicto,
para producir un primer gran resultado socioespacial: el ahondamiento de
la gran fractura que diferencia al “oriente cercano” del “oriente lejano”. Estos
procesos son:
• Por efecto del conflicto, la economía del altiplano decae inicialmente, para
luego reactivarse y aumentar notoriamente su asentamiento industrial. Si
bien los niveles de violencia, vividos y medidos en términos del número
de homicidios, secuestros y “vacunas” afectaron el nivel de inversión en
el altiplano durante la época de la escalada del conflicto (1999-2003), la
Seguridad Democrática aplicada en la región —factor que el empresariado
resalta con mayor fuerza— los recuperó con creces; es más, posibilitó su
aceleración.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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solos, no producen el milagro del retorno y la reactivación de la economía
campesina.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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demográfica del Oriente antioqueño
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Fuente: con base en la cartografía regional de cultivos ilícitos del Simci, Policía Nacional.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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La fuerza que hala hacia la “dislocación” del territorio, hacia la profundi-
zación de la brecha que diferencia el oriente cercano del lejano, puesta de
manifiesto en estos tres procesos —económico, demográfico y político-mi-
litar—, tiene su correlativo en los discursos. No es gratuito encontrar en la
región dos discursos contrapuestos sobre el manejo futuro de la misma: el
que pugna por fraguar una “región metropolitana” en el altiplano, muy direc-
tamente imbricada con el área metropolitana de Medellín, y el que propugna
la existencia de la “provincia del Oriente antioqueño” en su integridad. Para
el primero prima la lógica de la competitividad y el desarrollo económico
(ver el índice de competitividad regional en el Mapa No. 6). Para el segundo
predomina la lógica política y de identidad.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Fuente: con base en Cartografía Regional de Cultivos ilícitos de Simci. Policía Nacional
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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actores conciban, deseen e intervengan como una unidad de significación.
Observemos lo dicho a partir de algunos mapas.
• En el caso del Oriente antioqueño podríamos decir que los grupos del
ELN que allí actuaron —el Carlos Alirio Buitrago y el de Bernardo López
Arroyave— tienen una raigambre regional y eso —me atrevo a afirmar-
lo— imprimió un carácter especial a las posibilidades que tuvieron las
primeras reacciones colectivas contra los efectos de la guerra, pues las
raíces y lazos familiares y de vecindad que tuvieron los miembros de estos
dos frentes con los pobladores de la región muy posiblemente facilitaron
el éxito de los acercamientos humanitarios impulsados por alcaldes y
asambleas comunitarias: se trataba de individuos armados que procedían
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
1993
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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2001
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
BLOQUE METRO
ACCU
PARAMILITARES
DE RAMÓN
ISAZA
de las mismas comunidades que les estaban reclamando y que por tanto
tenían razones subjetivas que tendían a facilitar sus decisiones.
• Por último, quiero destacar el hecho de que la guerra ligó muy estrecha-
mente el destino del “oriente cercano” al del “oriente lejano”. Parafrasean-
do al profesor Alejandro Grimson, la guerra trajo “la periferia al centro”,
pues el “oriente lejano”, sin dejar de ser “lejano” en términos de desarrollo
desigual, deviene estratégico en la guerra y por tanto se convierte en
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
“central”, tanto para las políticas de seguridad democrática como para las
PANEL 1
políticas y programas de desarrollo y paz. La mejor muestra de ello es la
espacialidad de las inversiones del Laboratorio de Paz:
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
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pósito de la construcción de ciudadanía, de organización de mujeres, de
víctimas, de desplazados, de reconciliación, de la Asamblea Provincial y de
programas de desarrollo y paz en general han implicado la movilización
periódica de cientos de pobladores y de líderes locales de unos puntos de la
región a otros. Estos recorridos físicos, acompañados de los contenidos de
los eventos que los promueven, originan redes de interconexión subjetiva
entre pobladores y organizaciones y producen representaciones acerca de
los distintos lugares frecuentados como partes del “oriente antioqueño”.
• La primera se juega entre las fuerzas que impulsan los intereses econó-
micos centrados en el altiplano (que puede redundar en una brecha cada
vez mayor entre los dos orientes) y las fuerzas que promueven el fortale-
cimiento del Oriente en su integridad y su complejidad regional, tensión
que hemos pretendido desarrollar en esta intervención.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
* Investigador de Cinep y miembro de Odecofi. Sociólogo de la Universidad Nacional y estudiante de la maestría de Geografía de la
Universidad de los Andes.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
PANEL 1
se vuelve tan abstracta que, al momento de analizar casos empíricos, sea
absolutamente general y pueda ser aplicable a n casos o a ningún caso.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
PANEL 1
inflexión casi simultáneo con el proceso de diálogo de las Farc con Pastrana.
Esto hay que enfatizarlo porque a veces existe el mito de que Pastrana aplazó
la solución militar mientras se puso a negociar con las Farc. Creo que esto
hay que revisarlo, porque para nadie hay duda de que el gobierno Pastrana
puso, mediante la primera fase del Plan Colombia, la cuota inicial, tanto de
la reingeniería de las Fuerzas Armadas como de lo que hoy ha logrado el
presidente Uribe con su “seguridad democrática”.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
* Director del Centro de Recursos para el Análisis de los Conflictos, miembro de Odecofi. Economista de la Universidad Javeriana y
doctor en Economía del Royal Holloway - Universidad de Londres. Profesor de la Universidad Javeriana.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
PANEL 1
entre violencia y paz como los resultados en términos de desarrollo.
Esta labor, de tipo colaborativo, puede alimentarse muy bien tanto del
trabajo académico que hace Camilo Echandía como del que realiza Ana María
Arjona. Dos estudios muy diferentes pero que nos aportan, hasta cierto punto,
visiones complementarias, sugestivas, a veces contradictorias, como lo se-
ñalaba antes Teófilo Vásquez. Todo ello hace muy útil este tipo de diálogo.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
hasta cierto punto, nos dice Ana María, con un ordenamiento territorial que
ha pasado por el filtro de la violencia y es por tanto un resultado de ella.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
PANEL 1
al final de su charla, al posconflicto, que debe verse como una intervención
estratégica sobre una región o un territorio. El desplazamiento forzado de
la población, el retorno o el restablecimiento de pobladores, tanto de vícti-
mas como de victimarios, las fórmulas de construcción local de la memoria
—sobre todo de la memoria de la violencia— y la restitución de bienes son
todos elementos que tendrán un impacto importante en el nivel regional y
la configuración territorial. La operatividad o no de las instituciones en el
posconflicto de una región particular puede impactar en las comunidades
de manera muy precisa. Para considerar un caso específico, un posconflicto
manejado de modo desordenado puede revictimizar a algunas comunidades,
tanto receptoras como expulsoras de víctimas y victimarios, y provocar to-
da suerte de problemas y dificultades de orden político y social. Una serie
de preguntas como éstas pueden encontrar una guía en la investigación de
Ana María.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
— 202 —
I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
años, y hoy día su declive. Sin embargo, de hecho, la misma teoría económica
PANEL 1
afirma que la intensidad del conflicto está primordialmente determinada por
la distancia que exista entre los grupos que estén enfrentados en el conflicto,
en términos de sus preferencias sociales y políticas.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
relación, que muestra una correlación que es incitada por los grupos armados,
PANEL 1
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
PANEL 1
Mis comentarios afrontan el desafío de poder decir algo nuevo sobre conflicto
y territorio después de las ponencias y comentarios que se han escuchado.
Sin embargo, a partir de la investigación que estoy desarrollando sobre lo que
hemos denominado macrorregiones del oriente y nororiente de Colombia,
que cubre una o dos regiones, según la óptica que se adopte, voy a intentar
hacer algunos comentarios puntuales al esfuerzo de clasificación lógica que
intenta Ana María Arjona sobre las relaciones entre los actores armados y la
población civil, y el análisis de las transformaciones recientes de los actores
armados que presentó Camilo Echandía. Mis comentarios parten de un tra-
bajo de investigación que hemos venido realizando en el Cinep, que trata de
complementar, con una mirada paralela, las investigaciones que han venido
realizando Teófilo Vásquez y el grupo del Cerac en el sur del país.
* Investigador del Cinep y miembro de Odecofi. Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia y magíster en Ciencia Política,
Economía y Relaciones Internacionales del Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo - Universidad Externado de Colombia y
I.E.P, Paris. Consultor de varios organismos multilaterales.
— 205 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Mapa 1
PANEL 1
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
PANEL 1
que tiene como unidad los municipios. Por ejemplo, en la primera subregión,
la de Caño Limón, ustedes pueden ver la manera como se ha asentado en el
espacio una serie de relaciones de diverso tipo, social, político, económico,
que permiten agruparlas en un cierto nivel de unidad socio-espacial que puede
contradistinguirse del de otra subregión, espacialmente muy cercana y que
comprende la zona de Saravena, Fortul y Tame. Por otra parte, la subregión
de Caño Limón estaría compuesta por Arauca y Arauquita, que se diferencia-
rían de los municipios del sur, como Puerto Rondón y Cravo Norte, que están
ubicados en el mismo espacio departamental pero cuyas características y
actividades están más ligadas al Casanare y Vichada. Para el caso específico
de otras subregiones, como el Magdalena Medio, acudí a mi experiencia
previa en el trabajo que ha venido desarrollando el Programa de Desarrollo
y Paz del Magdalena Medio, como base de su subregionalización.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
En ese sentido, hay que atreverse a decir, por ejemplo, que el poblamiento
y la configuración espacial de algunas zonas de Colombia han estado profun-
damente ligados a la presencia de estos grupos armados y específicamente
de la guerrilla. Podría mencionar varios casos: la colonización del sur de
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
Mapa 2
PANEL 1
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
las columnas de marcha en la zona del Ariari y Guayabero. Esa relación mu-
chísimo más dinámica hace que en algunas zonas haya una fácil implantación
de grupos armados ilegales y que en otras esa implantación haya sido mucho
más problemática; incluso podría decirse que la génesis de esos grupos está
a veces muy articulada a la historia de las regiones.
Además, habría que señalar un aspecto importante, que toca a las dos
ponencias: la necesidad de diferenciar los niveles rural y urbano en las lógi-
cas territoriales de los actores armados. Por ejemplo, en mi zona de estudio
hay por lo menos tres ciudades que en los últimos diez años han sufrido
dinámicas supremamente importantes de violencia y conflicto armado, que
habría que diferenciar de la violencia de las área urbanas: Barrancabermeja,
Cúcuta, Saravena. Sería muy importante advertir esas diferencias en el análi-
sis. Hay que tener en cuenta que las zonas rurales tampoco son homogéneas
—parece otra verdad de Perogrullo pero lo importante es dar información y
sustento a lo que se dice—, ya que la implantación de un grupo armado tiene
diferentes características entre una zona de colonización campesina y una
zona productora de coca. En otros casos, como Arauca, se puede ver curio-
samente que hasta hace poco tiempo existía una presencia muy importante
de los grupos guerrilleros en zonas relativamente urbanas, situación que no
se reduce solamente a los casos de Saravena y Arauca. Sería muy importante
avanzar en este aspecto.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
PANEL 1
actores armados, fundamentalmente de la guerrilla pero a veces también
de los paramilitares: ambos, como advierte Ana María Arjona, configuran
cierto tipo de órdenes. Por eso podría afirmarse que en estos procesos de
poblamiento y colonización no solamente hay violencia y elementos anómicos
sino también configuración de órdenes que, a veces, no son tan radicalmente
diferentes al estatal. Por eso, cuando el Ejército y algunas instituciones del
Estado aparecen en esas zonas, se articulan incluso con el funcionamiento de
las Juntas de Acción Comunal y con las organizaciones sociales existentes.
Aunque pueda sonar atrevido decirlo, en algunos casos podría decirse que
la guerrilla ha creado institucionalidad y ha preparado alguna presencia del
Estado en territorios llamados periféricos o marginados.
Con respecto a lo dicho por Camilo Echandía, habría que reiterar tam-
bién la necesidad de advertir, como lo dije antes, las diferencias rurales y
urbanas. Por ejemplo, mi trabajo de campo y la revisión de la información
pertinente me habían permitido detectar que en algunos lugares de la zona
del nororiente las dinámicas de violencia y conflicto armado tienen una in-
tensificación “tardía”. Además, con relación a la presencia de las Farc o el ELN
en ciertos puntos estratégicos, como el extremo oriente del país, del que me
estoy ocupando ahora, señalaría que el retraimiento de la guerrilla no está
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
dirigido solamente hacia las zonas periféricas y selváticas sino también hacia
PANEL 1
Además, diría también que el esfuerzo del Estado por medio de la po-
lítica de Seguridad Democrática en algunos territorios no se ha reducido
solamente al control militar del territorio y la población sino que indicaría,
en cierto sentido, un intento de implementación de una nueva noción de
lo público, que implicaría un nuevo estilo de relaciones entre el Estado y la
población civil. Incluso hay algunos intentos de posicionar mejor al gobierno
y al Estado por medio de los procesos electorales y del apoyo a grupos muy
cercanos al gobierno. Esto va acompañado por mecanismos que integran,
de alguna manera, algunos sectores socioeconómicos, pero que marginan a
otros, considerados más débiles o con menor capacidad de representación y
poder real en las zonas. Desde mi punto de vista, esta doble situación puede
provocar nuevos conflictos, porque está creando nuevas fracturas sociales
que pueden alimentar nuevas expresiones de violencia en el futuro. Por otra
parte, en algunas regiones se puede advertir que la población civil se rehúsa
a la marginación: ensaya estrategias de adaptación al conflicto apropiándose
y haciendo suyo el discurso institucional, pero dentro de una concepción que
introduce muchos matices frente a la acción del Estado.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
DISCUSIÓN Y PREGUNTAS
PANEL 1
Relatoría de Silvia Monroy*
Según ella, las tipologías muestran un cierto estado ideal de las cosas, pero
constituyen, de todos modos, valiosas herramientas de análisis. A su modo de
ver, el análisis teórico no descarta el trabajo de campo ni el trabajo histórico.
En respuesta a varios comentarios de los expertos invitados, asegura que
su interés por enfatizar los rasgos más generales y abstractos hizo que su
presentación oral no considerara de la misma manera los grados de variabi-
lidad de las comunidades y de los grupos armados. Así mismo, afirma que
no desconoce tampoco la sucesiva transformación de las comunidades por la
presencia de los diferentes grupos armados. Citando el caso de localidades
* Antropóloga de la Universidad de los Andes, Bogotá, y magíster en Antropología Social por la Universidad de Brasilia, donde se
encuentra actualmente realizando estudios doctorales en Antropología Social. Fue docente e investigadora en el Departamento de
Antropología de la Universidad de Antioquia.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
gura que es posible observar una especie de continuo en los órdenes locales
cambiantes, pese a que también puedan identificarse puntos de ruptura. En
relación con el comentario de Omar Gutiérrez sobre la diferencia entre los
tipos de colonización y las manifestaciones del conflicto armado, responde
que su trabajo comparado en tres veredas de un mismo municipio de Córdo-
ba muestra efectivamente que una “misma” comunidad, con características
culturales, étnicas e históricas comunes, responde frente a la incursión de
los grupos armados con expresiones organizativas diferentes.
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
PANEL 1
comparación del cuadro de violencia global con la violencia correspondiente a
grupos organizados y a la violencia derivada del conflicto armado. Hace esta
aclaración al citar trabajos previos de Teófilo Vásquez: añade, no obstante,
que las investigaciones realizadas por el Observatorio de Derechos Humanos
muestran que sí existe una coincidencia entre la dinámica de la violencia ge-
neral y la violencia desplegada por los grupos armados y las organizaciones
al servicio del narcotráfico. A partir de la exposición de Clara Inés García
sobre el caso del oriente de Antioquia, lo mismo que de la información sobre
regiones como el Bajo Cauca y Urabá, sostiene que no tiene dudas sobre
la estrecha relación que existe entre la dinámica de los homicidios en su
conjunto y la que surge de la violencia derivada de los protagonistas de la
confrontación armada.
Más adelante cita el estudio realizado en 1987 por los violentólogos, que
estima que la participación de la violencia política solo equivalía entonces a
un porcentaje entre 10% y 15% del conjunto de la violencia homicida del país.
Trae a colación el estudio de Francisco Gutiérrez Sanín aparecido en el libro
“Nuestra guerra sin nombre”, publicado por el Iepri, que estima en un 25% la
participación de la violencia política en el total de la violencia colombiana. En
este punto, Echandía habla de la dificultad de establecer cifras definitivas o de
calcular ese porcentaje, lo que se hace aún más difícil debido al enorme su-
bregistro que existe, cuando ni siquiera la justicia consigue determinar quién
ha perpetrado la mayoría de los homicidios ocurridos en el país. Lo que sí se
puede concluir es que el análisis enfocado sobre determinadas regiones hace
más evidente la relación entre la dinámica de la violencia global y la perpe-
trada por los actores armados. Esto queda comprobado en una investigación
reciente del Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia de la
República sobre los departamentos de Arauca, Casanare, Meta, Guaviare y
Putumayo, donde la correlación entre las altas tasas de homicidios en general
y las tasas de homicidios cometidos por grupos organizados coinciden en
un 90%. Sin embargo, en este escenario causa mucha sorpresa la correlación
del 25% encontrada en el departamento del Valle, dato que pone de relieve
la dificultad de interpretación de los registros existentes.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Ante la pregunta formulada sobre las estrategias que los gobiernos locales
PANEL 1
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I PARTE : TERRITORIO Y CONFLICTO
PANEL 1
de un grupo armado. En ese caso, el tratamiento del posconflicto tendría que
centrarse o enfocarse, como primera instancia, en el ámbito institucional y
no tanto en la superación de la “traumatización colectiva”.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
— 218 —
II PARTE
ECONOMÍA
Y CONFLICTO
Desarrollo y conflicto:
los retos para el trabajo y la investigación
Arturo García Durán*
* Economista de la Universidad de los Andes, Bogotá y master en Economía del London School of Economics; profesor de la Universidad
de los Andes y la UIS. Director Ejecutivo de la Fundación Ideas para la Paz, ex funcionario del Departamento Nacional de Planeación.
Consultor de entidades gubernamentales y de programas regionales de paz y desarrollo.
— 221 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
En ese sentido es muy relevante partir del tema del desarrollo para abor-
dar el de la construcción de la paz. Tal como lo plantea Francisco de Roux
en el último número de los “Pertinentes del Magdalena Medio”, “Tomamos el
nombre de ‘desarrollo y paz’ porque el desarrollo sostenible e integral que
hacemos busca hacer los cambios estructurales necesarios para que la paz
sea posible”.
— 222 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
Pobreza
Al dar un vistazo general a los países que soportan conflicto armado, se
encuentra que muchos de tales conflictos se concentran donde existen los
mayores problemas de pobreza. Los conflictos armados no son un problema
de los países con ingresos altos. Incluso tampoco de los de medianos ingre-
sos, por lo que el caso colombiano resulta un tanto atípico.
— 223 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Inequidad
La existencia de riqueza y diferencias significativas entre distintos gru-
pos de la población crea la situación perfecta para una disputa distributiva.
Esta situación, al menos en el caso colombiano, podría explicar el conflicto
armado mejor que la pobreza. El mapa de la violencia en Colombia, como
lo han detallado múltiples autores, coincide en buena medida con el mapa
de la riqueza, particularmente aquella asociada con los recursos naturales:
petróleo, carbón, ganadería extensiva, esmeraldas, banano, coca, etc.
Organización de la producción
Igual que la pobreza o la inequidad, la forma específica que tome la orga-
nización de la producción puede ser determinante para el desarrollo y la paz.
Colombia ha tenido experiencias que, vistas en retrospectiva, la marcaron
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II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
— 225 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
— 226 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
El robo del erario público conlleva también una depredación de las or-
ganizaciones públicas, que provocaría deficiencias en la prestación de los
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Esta falencia aparece en el nivel local del Estado, para el cual problemas
de esta dimensión exceden con frecuencia su capacidad de manejo, con el
agravante de que, cuando se presentan dichos problemas, el Estado nacional
no suele acudir en apoyo del Estado local.
— 228 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
Es importante aclarar que ellos no son las únicas iniciativas en este campo.
En el país existen muchas otras que igualmente trabajan por la construcción
de la paz. Sin embargo, por varias razones, conviene hacer referencia espe-
cífica a los PDP, que tienen, por cierto, una gran responsabilidad con todo el
país por el monto de recursos que han canalizado (de los mismos pobladores
—especialmente en especie—, del Estado —en los distintos niveles— y de la
cooperación internacional). Tales recursos, aunque son siempre insuficientes
para el trabajo que los PDP se proponen adelantar, son muy superiores a los
de la gran mayoría de iniciativas similares. Otra responsabilidad reside en la
amplia convocatoria que han despertado.
— 229 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Como punto de partida para estimar la contribución de los PDP hay que
resaltar dos hechos: primero, las regiones donde operan sufren las peores
condiciones de desarrollo y paz; segundo, aún más importante: las políticas
y los programas que han funcionado adecuadamente para muchas otras
regiones del país, no dan allí los resultados esperados.
2. Partir de una propuesta que plantea una intervención integral como úni-
ca alternativa para enfrentar los problemas de estas regiones. En esta
estrategia se incluyen: a) la atención humanitaria, b) el desarrollo de una
base económica, y, c) la reconstrucción de lo público.
— 230 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
Los PDP no tienen el propósito de ser una alternativa para atender las
necesidades de los pobladores, aunque con frecuencia se siente esa tenta-
ción. Los PDP deben estimarse como laboratorios de la sociedad destinados
a encontrar formas alternativas de intervención que resuelvan los problemas
de estas regiones, que por mucho tiempo no han encontrado alternativas.
— 231 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
— 232 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
de los PDP, pero igualmente porque constituye el tema central de este semi-
nario: el problema del aprendizaje.
Por el énfasis en la acción que tienen los PDP, se tiende a valorar poco la
sistematización de las experiencias y el aprendizaje que emana de ellos. En
un principio lo más importante es llegar a la población que está padeciendo
los problemas de atraso y violencia, pero con el tiempo debe ir adquiriendo
mayor importancia el aprendizaje, la proyección en terrenos comunitarios y
la formulación de políticas públicas.
A manera de conclusión
— 234 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
¿Qué diferencia hay entre unas y otras? Resaltaría dos aspectos. Primero,
la aproximación integral a los temas. La economía aporta muchos elementos
pero no es la única área de conocimiento que debe considerarse. Procesos
organizativos, dinámicas políticas y el desarrollo institucional que se vaya
presentando son tanto o más importantes que las condiciones económicas
que se logren. El avance del conocimiento ha llevado a una creciente división
de las ciencias. Esta división permite profundizar en los problemas, pero a
su vez limita una visión de conjunto, que en determinados momentos pue-
de ser más importante. Aplicar la economía, entendida como el estudio del
uso eficiente de los recursos escasos, cuando se parte de unas instituciones
adecuadamente desarrolladas y socialmente aceptadas, puede ser lo más
conveniente. Si no se cumplen tales condiciones, esa aplicación puede traer
efectos nefastos.
— 235 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
cosas así, no hay discusión alguna. Nada hay más importante que atender a
las poblaciones que enfrentan necesidades, y cuantos más recursos puedan
dedicarse a ese propósito, tanto mejor.
Sin embargo, este camino puede llevar a una trampa peligrosa. Por la vía
de la cobertura nunca van a alcanzarse efectos importantes de manera direc-
ta por parte de organizaciones que apoyan el desarrollo. Eso no es factible
porque no hay tantos recursos como se desearía, y no es conveniente en la
medida en que ello podría llevar a la desinstitucionalización.
— 236 —
El circuito de Lonergan, la función
distributiva y los programas de
desarrollo y paz
Jorge Iván González*
Introducción
Estas páginas tienen una doble finalidad. Primero, exponer algunas ideas bá-
sicas del concepto de circuito económico propuesto por Lonergan y, segundo,
mostrar las implicaciones que podrían derivarse de él para el análisis de los
laboratorios de paz (LP) financiados por la Unión Europea, los programas de
paz y desarrollo (PD) financiados por el Banco Mundial y, desde una perspec-
tiva más amplia, el conjunto de programas de desarrollo y paz (PDP).
* Filósofo de la Universidad Javeriana, Bogotá; magíster en Economía de la Universidad de los Andes; doctorado en Economía en la
Universidad de Lovaina. Profesor de Economía de la Universidad Nacional de Colombia, ex decano de la misma facultad, investigador y
ex director del Centro de Investigaciones para el Desarrollo, CID, de la misma institución. Miembro de Odecofi.
Agradezco los comentarios de María Virginia Angulo, Marta Cardozo y Rubén Maldonado.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
— 238 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
— 239 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Fuente: Diagrama propio, inspirado en la versión propuesta por los editores en 1999. Ver Lonergan (1983: 55).
2 La función de producción de Hayek es dinámica por naturaleza. Esta aproximación es completamente distinta de la función de producción
Cob
— 240 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
3 La categoría excedentario es una traducción del término surplus de Lonergan (1983). El autor se refiere al basic stage y al surplus
stage. El primer término cubre las interacciones que se presentan entre los bienes básicos, y el segundo corresponde a las relaciones
que tienen lugar entre los bienes excedentarios.
— 241 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
4 Y ésta fue una de las grandes preocupaciones de la escuela austriaca. Es necesario que la secuencia de factores productivos tenga un
punto de partida, porque de lo contrario se llegaría a una regresión infinita hacia atrás.
— 242 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
β Y β son los flujos que equilibran la oferta y la demanda básicas (OB = DB).
Un flujo es un cambio en el tiempo, y en equilibrio,
1.
2.
3.
4.
5. β = β' + δ
6. ε' = ε + δ'
— 243 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
— 244 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
5 La tensión dinámica no se aplica sólo a la economía sino que es un principio básico del pensamiento de Lonergan. Ver, además, Lonergan
(1957, 1971).
— 245 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
6 Una prueba de este desprecio por la ciclicidad es el olvido en que ha caído el texto de Hicks (1979) en el que defiende la circularidad de
la causalidad.
7 El método dinámico también lo utiliza Lonergan (1957, 1971, 1971 b) en sus trabajos de filosofía y teología. De manera más concreta,
en su análisis de la tensión planteada por Tomás de Aquino entre la libertad humana y la influencia de la gracia divina.
— 246 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
— 247 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
cios, con expansiones y recesiones. En las fases del ciclo de los negocios sí
pueden presentarse procesos de desaceleración (recesión). El ciclo puro se
transforma en un ciclo de los negocios debido a la “falta de adaptación” de
los “agentes humanos” (Lonergan, 1983: 115).
La función distributiva
— 248 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Volviendo a los PDP, la apropiación del excedente por parte de las comuni-
dades locales requiere la mediación de una función distributiva. Es necesario
que el nivel territorial tenga autonomía fiscal. Sin ella, la tarea distributiva
no se puede llevar a cabo. De allí se derivan conclusiones importantes que
inciden en la definición de los alcances de los PDP. Para que el circuito loner-
ganiano mejore las condiciones de vida de la población es indispensable que
exista una instancia con capacidad distributiva. Desde esta perspectiva, el
circuito de Lonergan no puede operar en regiones como el Magdalena Medio,
los Montes de María o el oriente antioqueño, porque allí no se ha constitui-
do una unidad fiscal autónoma. La organización institucional más cercana
sería una asociación de municipios con criterios impositivos homogéneos
(impuestos predial, de plusvalía, de industria y comercio, etc.). El municipio
tiene un instrumento distributivo muy poderoso que se deriva de la gestión
del suelo, tal como lo dispuso la Ley 388 de 1997.
— 250 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
— 251 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Conclusiones
Segundo, la economía debe crear mecanismos que permitan que las ga-
nancias aumenten y que los salarios sean suficientes para que las familias ad-
quieran los bienes necesarios para gozar de un mínimo estándar de vida.
Tercero, el circuito económico debe ser una pieza central del análisis. La se-
cuencia virtuosa sigue este orden: producción de bienes básicos, producción
de excedentes (bienes de capital), compatibilidad entre oferta y demanda. Si
los excedentes aumentan, se esperaría que el estándar de vida mejore. Para
que ello sea posible se requiere que la función distributiva permita que el
excedente se convierta en un mejor estándar de vida. El circuito monetario
de Lonergan tiene tres grandes virtudes: asume la dimensión temporal, pone
en el centro el tema distributivo y muestra que los avances en la producción
deben servir para mejorar el estándar de vida del conjunto de la población.
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II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
REFERENCIAS
Böhm-Bawerk Eugen, 1895. “The Positive Theory of Capital and Its Critics”,
Quarterly Journal of Economics, vol. 9, No. 2, enero, pp. 113-131.
Böhm-Bawerk Eugen, 1895b. “The Positive Theory of Capital and its Critics”,
Quarterly Journal of Economics, vol. 9, No. 3, abril, pp. 235-256.
Böhm-Bawerk Eugen, 1896. “The Positive Theory of Capital and its Critics”,
Quarterly Journal of Economics, vol. 10, No. 2, enero, pp. 121-155.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Hayek Friedrich von, 1934. “On the Relation Between Investment and Output”,
Economic Journal, vol. 44, No. 174, junio, pp. 207-231.
Lonergan Bernard, 1971b. Grace and Liberty: Operative Grace in the Thought
of St. Thomas Aquinas, Darton, London.
— 254 —
II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
PANEL 2
Economía y Conflicto
Antes de comentar las dos ponencias centrales no quiero hacer una pre-
sentación elaborada sino solo mostrar tres gráficos que ilustran de alguna
manera la evolución reciente de las desigualdades regionales en Colombia
utilizando las cifras del ingreso per cápita calculado por el Cega, que refleja
el nivel de ingresos de sus habitantes mejor que el PIB. Por ejemplo, si se
utilizan las cifras del producto interno bruto per capital, La Guajira aparece
con un producto por encima del promedio nacional, ya que ahí se encuentra
el Cerrejón en la zona norte, lo que afecta enormemente el valor de la pro-
ducción y el PIB. Sin embargo, los ingresos del Cerrejón no se perciben en
La Guajira, cuyo ingreso per cápita sigue estando bastante por debajo del
promedio nacional. Así, aunque hay una relación muy estrecha entre ingresos
* Economista de la Universidad de los Andes, estudios de maestría y doctorado en Sociología en la Universidad de Yale, maestría y
doctorado en Economía en la Universidad de Illinois, en Urbana. Investigador del Banco de la República en la sede de Cartagena.
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II PARTE: ECONOMÍA Y CONFLICTO
Gráfico 1. IDB per cápita como porcentaje del nacional, 1975 - 2000
— 257 —
HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
PANEL 2
Fuente: Banco de la República.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
27% - 69%
70% - 100%
101% - 120%
121% - 236%
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
PANEL 2
la media nacional - 2000
27% - 69%
70% - 100%
101% - 120%
121% - 236%
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
— 262 —
II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
PANEL 2
la relación de estos planteamientos sobre la construcción de una sociedad
donde primero se solucionan los problemas de los consumos básicos y una
vez estén satisfechos se avanza en los consumos definidos como suntuarios,
con la necesidad de trabajar con los concejos municipales, que es la conclu-
sión que saca. Sobre todo si se tiene en cuenta el estilo clientelista de política
que suele imperar en muchos de ellos.
También Jorge Iván González enfatizó en que la situación ideal sería que
estuviera ya definida la instancia regional en Colombia, porque parte de las
dificultades que afrontamos reside en que no se está avanzando en el or-
denamiento territorial. Si no hablamos de un ordenamiento territorial ideal,
sino del ordenamiento territorial que está establecido por la Constitución
colombiana de 1991, sabemos que la regionalización del país quedó en el
vacío en la medida en que se creó una instancia regional pero sin recursos.
En realidad, yo creo que hay pocas regiones con claras diferenciaciones
en lo cultural y económico. Por ejemplo, la Costa Caribe no es una región
económica desde el punto de vista de muchas metodologías —no todas—.
Algunos sectores de la Costa tienen interés en la regionalización por razones
identitarias más o menos comunes. Pero eso no es cierto en otras partes del
país. En esto reside una de las razones políticas por las cuales se han pre-
sentado ya en el Congreso diecisiete proyectos de ley para decidir sobre el
ordenamiento territorial. Hasta ahora, ese proceso no ha sido exitoso. Pero,
incluso si llegare a ser exitoso, dados los límites que la Constitución impone
y los distintos intereses presentes, una ley de nuevo ordenamiento territorial
sería bastante sosa en sus consecuencias.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Mi intervención en este seminario quiere tocar dos puntos tratados por los
ponentes: uno, que se refiere al aspecto metodológico de la presentación y
el otro, que está dedicado a la discusión sobre el régimen de acumulación o
forma de distribución de nivel nacional. La propuesta metodológica de Jorge
Iván González a partir de Lonergan me permite retomar una discusión que
tengo con él sobre los esquemas de reproducción ampliados, sobre cómo
lograr que el excedente producido en la región o en el país pueda ser utiliza-
do y apropiado en función de la población. O sea, cómo lograr cambiar las
formas de vida de la población, que es la definición clásica de desarrollo. En
otras palabras, cómo lograr que el proceso de producción se convierta en
un proceso de desarrollo, que se mide por medio de las mejoras en el nivel
de vida de la población.
* Economista de la Universidad Nacional de Colombia con maestría en Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Lovaina. Actual-
mente director del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Iepri, de la Universidad Nacional de Colombia, de la que
es igualmente profesor titular. Fue vicerrector académico, decano de Ciencias Económicas, consultor y asesor de entidades nacionales
e internacionales.
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
PANEL 2
públicos. Nunca ha habido un proceso de distribución que hubiera podido
sostener y ampliar una demanda grande de bienes manufacturados. Por eso,
las misiones como la de Currie en 1949 o los estudios del Banco Mundial
en los años ochenta encontraban que la producción industrial en Colombia
se caracterizaba por una gran gama de bienes ofrecidos en pequeñísimas
cantidades. Esta caracterización estaba íntimamente ligada a la función de
distribución. Además, cabe recordar que la inmensa mayoría de la población
económicamente activa de este país, más de la mitad, ha estado siempre ubi-
cada en el sector informal. Esto nos da una característica de ese régimen de
acumulación profundamente excluyente que hemos tenido en Colombia.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
En ese sentido, se puede afirmar que la apertura fue impulsada por la gran
industria manufacturera, que reemplazó valor agregado nacional por valor
agregado externo. Además, la apertura convirtió a muchas de las empresas
en importadoras de bienes terminados.
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
las expresiones— a aumentar los salarios para negociar con los sindicatos
PANEL 2
e incrementar el mercado interno, en los últimos años ha sucedido todo lo
contrario. Esta disminución de los salarios refleja un marcado desinterés del
sector manufacturero frente al mercado interno porque lo que está creciendo
es la transformación de recursos naturales, que tiene un mercado exterior.
Entonces vemos aquí una enorme disyunción entre los procesos de cre-
cimiento de los grandes grupos económicos, que se han concentrado, por
una parte, en la producción de bienes no transables y en las zonas que el
gobierno ha privatizado como los servicios públicos, y, por otra parte, se
han volcado hacia las inversiones en el exterior. Los grandes grupos, como
Santodomingo y el Grupo Antioqueño, etc., están haciendo inversiones en el
exterior, lo que muestra que consideran el mercado interior como marginal.
Pero, a la vez, la forma de adaptarse a las nuevas condiciones de la compe-
tencia internacional ha sido romper los compromisos institucionalizados en
el nivel interno. Esto es, los compromisos establecidos con sus trabajadores:
hoy en día prácticamente ninguna empresa tiene convenciones colectivas,
casi la totalidad de las grandes empresas tiene acuerdos colectivos y, en
cambio, hay un recurso enorme de trabajo contratado con terceros. Lo que
más ha crecido es el trabajo informal, la subcontratación, el Outsourcing. El
resultado de todo esto —volviendo a la pregunta inicial— es que no se están
creando las condiciones para hacer que el excedente se traduzca en mayor
nivel de trabajo con más y mejores empleos
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
PANEL 2
En vez de hacer comentarios detallados sobre las ponencias centrales de Jorge
Iván González y Arturo García, quiero hacer algunas referencias históricas
sobre el proceso del Programa de Desarrollo y Paz, para seguir la sugerencia
que hizo Juan Plata en su introducción, en el sentido de que, para entender
la historia, hay que comenzar por contarla. Pero también quiero subrayar la
importancia de lo que aportaba Jorge Iván González sobre el papel signifi-
cativo de la función distributiva y del lugar que la política tiene en ella. Lo
mismo que la llamada de atención de Arturo García para que trascendamos
el estado actual de los programas de desarrollo y paz para ir logrando la
apropiación social del conocimiento originado en los mismos programas.
Además, en el primer comentario de Adolfo Meisel encontré un importante
llamado de atención para que consideremos cuidadosamente el sentido de
lo regional y de la desigualdad creciente del desarrollo regional. Además,
también comparto la idea de la presentación de Gabriel Misas acerca de cómo
vamos perdiendo la participación del trabajo en el conjunto de la producción
del producto interno bruto, lo que incide en la creciente dificultad de acceder
a los bienes de la canasta familiar.
* Provincial de la Compañía de Jesús en Colombia, ex director del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, ex director del
Cinep, donde fue también investigador. Maestría en Economía de la Universidad de los Andes, master en Economía de la London School
of Economics, Doctor en Economía de la Universidad de París.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Y esta es la otra pregunta: ¿por qué en una región apasionada por la vida
hay tantos asesinatos? Esa cartelera (ver Imagen 2), del año pasado, alude a
un “positivo” del Ejército que mató a Alejandro Uribe, un minero de la cordi-
llera de San Lucas, al cual presentó luego como guerrillero.
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
PANEL 2
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
PANEL 2
exclusión y la violencia si no se va al municipio vecino de Yondó”. Y de Yon-
dó nos mandaron a Cantagallo y de Cantagallo a San Pablo y de San Pablo
a Santa Rosa; de Barrancabermeja nos rebotaron a San Vicente de Chucurí
y de ahí a Cimitarra; de Cimitarra a Landázuri y de ahí a Puerto Berrío. En la
respuesta a estas preguntas los pobladores iban tratando de encontrar una
manera de definir lo que estaba pasando, que incorporaba un territorio hasta
cuando se consolidaron unos límites totalmente agibles y flexibles. Pero, de
otro modo, sus respuestas daban cuenta de un problema regional que era a
su vez de violencia y pobreza.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Imagen 2
PANEL 2
nes que se vienen haciendo dentro del programa para subrayar los puntos
en los que nosotros hacemos más insistencia.
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
que para nosotros está claro que la dignidad humana es absoluta: la dignidad
PANEL 2
humana no depende del Estado, la dignidad —por decirlo de alguna forma
muy descriptiva— es el valor que los hombres y las mujeres nos otorgamos
simplemente por ser seres humanos y que queremos también darles a los
otros. En la ética liberal kantiana esto está perfectamente establecido cuando
afirma que usted no puede utilizar a una persona como medio porque todas las
personas son un fin en sí mismas. O que usted debe tratar a los demás como
quiere que los demás lo traten a usted. Y en la tradición judeocristiana, amar
a Dios, amarse a uno mismo y amar al hermano es un solo mandamiento. Este
mismo mandamiento de amor universal muestra la grandeza del ser humano.
Y ustedes saben que la dignidad no puede crecer: los que son aquí doctores
no tienen mayor dignidad que los que cursan el primer año de universidad.
Ni se puede disminuir por tener el sida o estar en la cárcel. En lo referente a
la dignidad humana, estamos todos en el mismo plano.
Este planteamiento de la dignidad nos sirvió de base para discutir con las
Farc, el ELN, los paramilitares y el Ejército. En esos diálogos hay algo que es
central para nosotros: empezamos por hacerle sentir al interlocutor que, así
como nosotros respetamos su dignidad, respete él la nuestra.
Estas son fotos de guerrilleros del ELN (ver Imagen 4) erradicando minas
“quiebrapatas” después de una discusión con la comunidad.
La Imagen 5 muestra una reunión con las Farc para liberar a un ingeniero
de Fumpat que había sido secuestrado por ellos.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Imagen 3
PANEL 2
explicable porque nosotros tenemos una montaña que produce carbón, una
montaña que produce oro, una planicie cruzada por un río que permite sacar
las cosas producidas directamente a Miami. Aquí existe la posibilidad de
producir biodiesel y extraer, hoy en día, petróleos profundos. Para eso usted
no necesita a la gente, sobran las ochocientas mil personas del Magdalena
Medio; basta con quedarse con la gente de Barranca, Aguachica y Puerto
Berrío, que son solamente trescientas cincuenta mil personas. Y se pueden
repartir los demás entre Cartagena, Bogotá y Bucaramanga.
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
Imagen 4
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Imagen 5
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
sotros pensamos que de lo que aquí se trata es de crear las condiciones para
que un pueblo pueda vivir su dignidad de la manera como la gente quiere
vivir. Esta es una definición evidentemente muy abstracta pero que supone
unas cosas que son básicas para nosotros.
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
PANEL 2
que nos hizo el año pasado la Corporación Colombia Internacional para un
seminario con los pescadores del Magdalena Medio, mostraba que hoy en
día 95.000 personas participan directamente en los proyectos del programa
en el Magdalena Medio: entre ellos hay 15.000 pescadores. Por otra parte,
nosotros hicimos un estudio que dio como resultado que la oferta de pescado
que hacía el Magdalena Medio en la zona era de 17.000 toneladas, mientras
que el año pasado la oferta fue solo de 750 toneladas. Esto es especialmen-
te significativo para la gente del Magdalena Medio, especialmente para los
ribereños, para quienes parte esencial de la vida querida en su cultura reside
en que la gente no se siente desayunada si no se come un bocachico acom-
pañado con un pedazo de plátano o de yuca. Ahora todo eso se acabó.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Todo esto muestra que es un problema muy serio poder lograr el tipo
de desarrollo que traiga la paz al territorio, caracterizado por la cultura de
enclave. La presencia de Ecopetrol, el caso de las extracciones mineras, res-
ponden a un modelo de economía que trata de hacer del Magdalena Medio
una plataforma de exportación dentro del dilema terrorismo-antiterrorismo.
Nosotros queremos escaparnos definitivamente de ese esquema. Por eso
buscamos el diálogo continuo con los actores que están en la guerra de
todos los lados, partiendo de nuestra concepción de la dignidad humana, la
seguridad humana y los derechos humanos.
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
DISCUSIÓN Y PREGUNTAS
PANEL 2
Relatoría de Silvia Monroy*
En relación con los comentarios realizados por Misas y Meisel, Jorge Iván
González insistió en que su propuesta consiste en un llamado a las instan-
cias que efectivamente pueden incidir en la redistribución de recursos; en
el ámbito local, este sería el caso específico de los concejos municipales.
Y fue enfático en afirmar que en este tipo de instancias se pueden lograr
establecer márgenes de acción. Por su parte, García reforzó su idea de la
necesidad de la sistematización de las experiencias logradas en los Progra-
mas de Desarrollo y Paz; además, señaló otro aspecto que dejó de lado en
su presentación: la diversidad de los grupos de trabajo que participan en
estos programas y que, a la postre, contribuyen a una mayor dispersión del
conocimiento adquirido.
* Antropóloga de la Universidad de los Andes, Bogotá, y magíster en Antropología Social por la Universidad de Brasilia, donde se encuentra
actualmente realizando estudios doctorales en Antropología Social. Fue docente e investigadora en el Departamento de Antropología de
la Universidad de Antioquia.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Por su parte, para responder a una pregunta sobre los aspectos económi-
cos del actual esquema de “Seguridad Democrática”, Gabriel Misas se remitió
a una investigación realizada por la Cepal con base en una encuesta aplicada
en 36 empresas colombianas. Antes de 1998, los empresarios consideraban
que el conflicto solo los afectaba de una forma indirecta y la mayoría de
los inconvenientes que encontraban para la producción tenían que ver con
problemas ligados al transporte y a la infraestructura vial. Ya en el periodo
entre 1998 y 2003 la desconfianza de los empresarios fue en aumento, junto
con los índices de afectación derivados del conflicto armado. En esta etapa
el principal recelo era la posibilidad de que regiones enteras del país fueran
tomadas por la guerrilla, especialmente a propósito del proceso de negociación
de Andrés Pastrana y de la instauración de la zona de despeje. En relación
con el esquema actual de “Seguridad Democrática”, la principal preocupación
apuntada por Misas tiene que ver con la inversión en la guerra, que equivale a
6,3% del producto interno, pues cree que este monto de inversión es insoste-
nible a largo plazo. Además, la concentración de fondos en el esfuerzo militar
va acompañada de la reducción sustancial de los recursos para el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar y el Sena. El aumento de la inversión en la
guerra va de la mano de un aumento en los gastos de seguridad social, lo
cual impide la perpetuación —por lo menos desde una perspectiva fiscal— del
conflicto armado y de la política de “Seguridad Democrática”.
Ante una pregunta hecha por el público sobre la relación entre los Progra-
mas de Desarrollo y Paz y la formulación efectiva de políticas públicas, Arturo
García volvió a reiterar la importancia de la sistematización de las experiencias
de estos programas como paso previo para el establecimiento de políticas
públicas efectivas. García respondió a otra pregunta del público sobre la
relación entre recursos públicos, recursos privados y propuestas específicas
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II PARTE : ECONOMÍA Y CONFLICTO
PANEL 2
un efecto de la naturaleza de las propias instituciones del Estado.
En esta misma línea, alguien del público formuló a Jorge Iván González
una pregunta sobre la posibilidad de las políticas públicas para modificar
las relaciones sociales. En su respuesta, González volvió de nuevo al tema
de la actuación de los concejos municipales, cuya potencialidad para inci-
dir en los cambios es diferenciada, según las regiones y localidades. Para
ilustrar su respuesta, el conferencista contrasta el caso del funcionamiento
del concejo municipal de Cartagena con el de Bogotá: en el primer caso el
funcionamiento estaría regido por relaciones clientelistas y dominado por la
burocracia local, mientras en el segundo se observa un funcionamiento más
ágil y eficiente, lo que configuraría un escenario con un mayor margen para
la intervención en la redistribución. Si bien Cartagena, Medellín y Bogotá
muestran economías favorables para el periodo 2003-2004, el problema
estaría en las instituciones que tienen posibilidades de redistribución en el
seno del modelo de democracia participativa.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
PANEL 2
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III PARTE
POLÍTICA Y
CONFLICTO
Menos Hobbes y más Maquiavelo
Notas para discutir la debilidad del Estado
Fernando Escalante Gonzalbo*
Por otra parte, hace casi una década el EZLN formó en Las Cañadas,
Chiapas, la zona de su mayor influencia, una serie de municipios autónomos
* Licenciado en Relaciones Internacionales y doctorado en Sociología del Colegio de México, donde ha sido profesor investigador, coor-
dinador académico y coordinador general académico.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
bajo su control. Sus límites coinciden exactamente con los de la división ad-
ministrativa vigente, su régimen de propiedad es el mismo y, de hecho, en
todos ellos hay también autoridades municipales elegidas de acuerdo con la
legislación mexicana. En muchos casos, el ayuntamiento constitucional y el
autónomo despachan incluso en el mismo edificio: uno por la mañana y otro
por la tarde. Resuelven problemas distintos, con procedimientos distintos, y
permiten tejer una complicada red de apoyos exteriores por medio de par-
tidos políticos, organizaciones no gubernamentales, iglesias.
Otro ejemplo, un poco más lejano: desde hace casi veinte años en Mathare,
una barriada de las afueras de Nairobi, las funciones cotidianas de gobierno
y policía están a cargo de los mungiki. Es una organización difícil de defi-
nir: según a quién se lea, se trata de una secta, una organización criminal,
étnica, un grupo paramilitar, religioso o político. Venden protección, cobran
el suministro de agua y energía eléctrica tomadas de las redes públicas, or-
ganizan el comercio informal y controlan el transporte colectivo: son kikuyu
y al parecer tienen ritos de iniciación y juramentos que recuerdan los de los
Mau-Mau, la misma beligerancia retórica —antioccidental, tradicionalista— y
una relación densa y ambigua con el gobierno de Kenia.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
1 Clifford Geertz, “What is a State if it is not a Sovereign? Reflections on Politics in Complicated Places”, Current Anthropology, vol. 45,
No. 5, diciembre de 2004.
2 En México es muy notable: ante el desencanto con el gobierno de Vicente Fox, sin la posibilidad de culpar al PRI de la corrupción y
el autoritarismo, muchos comenzaron a buscar el problema en la falta de valores democráticos o de virtudes cívicas en la sociedad
mexicana. No obstante, ninguno de los estudios recientes sobre cultura política mexicana tiene la agudeza y complejidad del análisis de
hace tres décadas de Rafael Segovia, La politización del niño mexicano, México: El Colegio de México, 1975.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
3 Solo como ejemplos: Hilda Sábato (coord.). Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina,
México: FCE, 1999; Antonio Annino (coord.) Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, México: FCE, 1995.
4 Cuento entre ellos, por ejemplo, los trabajos de Norbert Lechner, Los patios interiores de la democracia, México: FCE, 1996, o Lechner,
Las sombras del mañana, Santiago: LOM, 2004.
5 Cuando digo de traza hobbesiana quiero decir: pacificación y desarme general, concentración del poder, supresión de jurisdicciones de
cuerpos intermedios, constitución de una autoridad soberana.
6 Por ejemplo: Marco Palacios, Parábola del liberalismo, Bogotá: Norma, 1999.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
Para los más pesimistas es un problema sin solución. En tono más o me-
nos dramático, más o menos sensato, muchos han llegado a la conclusión
de que el modelo moderno de Estado no tiene futuro en la mayor parte del
mundo y que debemos más bien acostumbrarnos al lento descenso hacia
7 Sirve como indicio de esa preocupación el Índice Internacional de Fracaso del Estado, elaborado anualmente por The Fund for Peace,
Carnegie Endowment for International Peace y Foreign Policy (ver “The Failed States Index, 2007”, Foreign Policy, julio-agosto, 2007).
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
La debilidad del Estado siempre será relativa: depende, entre otras cosas,
del término de comparación y de las expectativas que se hayan puesto en él.
Y depende también, es obvio pero no sobra decirlo, de la definición que se
tenga de Estado. En general, hoy se piensa que la fortaleza del Estado como
Estado requiere no solo el monopolio de la violencia, no solo la capacidad
coercitiva, sino también el cumplimiento más o menos regular de la legali-
dad. Es una definición discutible pero sirve como punto de partida. Es decir,
cuando se habla del Estado se piensa en un Estado de Derecho.9
8 Es la tesis que ha expuesto en términos trágicos y en general poco convincentes Robert Kaplan, en The coming Anarchy. Shattering the
Dreams of the Post Cold War, Nueva York: Vintage, 2001. Más mesurado, más reflexivo, Robert Cooper llega a una conclusión similar
en The Breaking of Nations. Order and Chaos in the Twenty-First Century, Nueva York: Atlantic Monthly Press, 2003.
9 Por esa razón, entre los indicadores que se usan para medir el “fracaso del Estado” suelen estar la legitimidad del poder público y el
respeto de los derechos humanos, por ejemplo.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
Hoy sabemos que ambas ideas tienen que matizarse. Sabemos que un
Estado puede ser aparatoso, entrometido y arbitrario y ser, al mismo tiempo y
por esa misma razón, débil: porque gasta mucho más de lo que tiene, porque
su institucionalidad es precaria, porque no puede racionalizar su operación,
porque es ineficiente o falto de legitimidad.10 Y sabemos igualmente que la
liberalización, la desregulación y la privatización no requieren menos Estado
sino otro Estado, que funcione con otras reglas y otros propósitos. Transferir
decisiones o funciones al mercado significa en un sentido concreto despoli-
tizarlas, ponerlas fuera de la esfera de la argumentación pública, nada más:
todo mercado necesita del Estado en cuanto necesita leyes (y legisladores,
funcionarios, jueces y policías).
Pueden emplearse otros criterios, acaso más sólidos. ¿En qué se reconoce
a un Estado débil? Hay que mencionar, para empezar, la debilidad fiscal: son
Estados con muy baja capacidad de recaudación, en parte debido a la pobreza,
sin duda, pero también debido a la estructura del sistema impositivo, a que
hay pocos contribuyentes, a sistemas plagados de excepciones y altas tasas
de evasión. Eso se puede estimar con varios indicadores: el volumen de la
recaudación comparado con el producto, los porcentajes que corresponden
a impuestos directos e indirectos o los que provienen de otras fuentes, como
la renta petrolera.
10 El caso mexicano es ejemplar: setenta años de estabilidad política y gobiernos del PRI, con un extenso sistema de educación pública y
regulación de todos los mercados, daban la idea de un Estado no fuerte, sino fortísimo. Y no: era un Estado incapaz de cobrar impuestos,
en bancarrota casi permanente, con una burocracia ineficiente y enormes dificultades para que se cumpliera la ley.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
transita por otras vías, predominan otros recursos. Un caso típico: Colombia,
a fines del siglo XIX, según la descripción de Marco Palacios:
11 Marco Palacios y Frank Safford, Colombia. País fragmentado, sociedad dividida. Bogotá: Norma, 2002, p. 456.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Por otro lado, conviene tener presente que Estados muy débiles, con
cualesquiera criterios que se empleen para evaluarlos, como Chad, Camerún,
Nigeria o Perú, por ejemplo, han podido suprimir rebeliones, sofocar guerras
12 Los intentos de explicación más o menos sistemática de la debilidad del Estado van por un camino muy distinto: preguntan sobre todo
por la estructura social y la organización del campo político. Por ejemplo, Joel Migdal, Strong Societies and weak States. State-Society
Relations and State Capabilities in the Third World. Princeton, NJ: Princeton University Press, 1988.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
No hace falta que nadie nos recuerde que el Estado del que se habla en la
literatura académica, en la prensa, en los discursos políticos, es un modelo,
una elaboración abstracta que tiene muy pocas posibilidades de materiali-
zarse. Los Estados concretos, los realmente existentes, se aproximan más
o menos al modelo pero nunca lo reproducen con exactitud. Tampoco hace
falta que se nos recuerde que, como idea, el Estado es producto de la tra-
dición intelectual europea, derivado de las ideas de Hobbes, Locke, Kant, y
que en la práctica, los que nos sirven de ejemplo para seguir son los Estados
europeos.
Eso hace que los Estados del resto del mundo aparezcan siempre defec-
tuosos, deficientes, limitados, porque no reproducen exactamente el modelo
o porque no poseen los mismos rasgos que los europeos. Es una crítica un
poco descaminada, que nos obliga a concebir el Estado y la política a partir
de lo que no son. Pero es igualmente un error desestimar el modelo porque
ha sido importado y no responde a estas otras realidades.
Aclaremos eso, porque importa. El modelo del Estado moderno con todos
sus atributos —soberanía, representación, igualdad, libertad, democracia—
es nuestro modelo de organización política. No tenemos otro en América
Latina.13 Las ideas a las que responde el modelo estatal forman parte de
nuestro idioma normativo desde hace siglos, están en la letra y en el espíritu
de todas nuestras constituciones, sobre todo las que han sido redactadas
13 En muchos aspectos, desde luego, nuestro Estado es diferente del europeo, como producto de una historia diferente, pero no es otra
forma política. Ver Marcello Carmagnani, El otro Occidente. América Latina desde la invasión europea hasta la globalización, México:
FCE, 2004.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Esa ilusión de exterioridad del Estado es el corazón del modelo. Los demás
rasgos —soberanía, legalidad, racionalidad, eficacia— son derivados. En lo
esencial el Estado, la idea del Estado, supone una separación nítida entre lo
público y lo privado, entre Estado y sociedad, réplica de la distinción kantiana
entre el ámbito exterior de la legalidad y el ámbito interior de la moralidad,
que se supone que es también, en última instancia, una distinción entre el
reino de la razón —objetiva, impersonal, universal— y el de los intereses,
emociones, sentimientos, vicios y virtudes particulares.
14 Mitchell Timothy, “Society, Economy and the State Effect”, en Aradhana Sharma y Akhil Gupta (eds.), The Anthropology of the State,
Londres: Blackwell, 2006.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
15 Ingrid Bolívar, “Transformaciones de la política: movilización social, atribución causal y configuración del Estado en el Magdalena Medio”,
en Mauricio Archila et al., Conflictos e identidades en el Magdalena Medio, 1990-2001, Bogotá, Cinep, 2006.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
16 Fernán González, I. Bolívar y T. Vásquez, Violencia política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del Estado. Bogotá:
Cinep, 2003.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
17 Gonzalo Sánchez y Donny Meertens, Bandoleros, gamonales y campesinos. El caso de la violencia en Colombia, Bogotá: Punto de
Lectura, 2006, p. 346.
18 “Los Estados más débiles no solo son un peligro para ellos mismos, sino que pueden amenazar el progreso y la estabilidad de países a
medio mundo de distancia”, The Fund for Peace and Foreign Policy Magazine, “Failed States Index 2007”, Foreign Policy, julio-agosto,
2007.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
4. El Estado, en la práctica
19 Es una de las razones por las que resulta cada vez más difícil terminarlas. Ver Paul Collier et al., Breaking the Conflict Trap. Civil War and
Development Policy. Washington: World Bank/Oxford University Press, 2003.
20 Es la historia que relató Tocqueville hace siglo y medio, la que ha documentado con masiva erudición Norbert Elias en El proceso de la
civilización, México: FCE, 1988.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
Desde luego, en contraste con el frondoso paisaje legal del Antiguo Ré-
gimen, lleno de corporaciones, estamentos, fueros, parlamentos y tribunales
particulares, la sociedad moderna se antoja a primera vista un páramo, don-
de no hay sino individuos frente a la estructura única del Estado. Además, la
elaboración filosófica de la forma estatal contribuye a acentuar los rasgos de
esa imagen: en el modelo ideal —generalizo con alguna licencia— el espacio
público es un campo abierto, vacío, donde los individuos se encuentran como
ciudadanos, capaces de encarnar una racionalidad de validez universal, de la
que resulta el interés público.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
21 Sirve como caso ejemplar el de los invasores de tierras en los alrededores de Ciudad de México que ha estudiado Antonio Azuela de la
Cueva, La ciudad, la propiedad privada y el derecho, México: El Colegio de México, 1989.
22 Ver David Pratten, “The politics of Vigilance in Southeastern Nigeria”, en Christian Lund (ed.), Twilight Institutions. Public Authority and
Local Politics in Africa, Oxford: Blackwell, 2007, p. 33 y ss.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
23 Sirven de ejemplo los clásicos de Sir Ivor Jennings, Party politics, Cambridge: Cambridge University Press, 1960, y Sir Lewis Namier,
The structure of politics at the accession of George III. Londres: MacMillan, 1957, o para el caso español el libro de José Varela Ortega,
Los amigos políticos, Madrid: Alianza, 1977.
24 Para un análisis de la importancia de ese capital jurídico que permite al Estado producir distinciones, Christian Lund, “Twilight Institutions”
en Lund, op. cit., pp. 17 y ss.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
Hay una extensa franja fronteriza, liminal, donde las instituciones estatales
y los poderes fácticos se encuentran: el cacique convertido en delegado o
juez de paz, la agrupación de vendedores ambulantes tolerada, el grupo de
vigilantes informalmente amparado por la policía. Siempre hay esa franja,
pero es mayor en los Estados débiles. Es un espacio extraordinariamente
productivo en términos políticos. Ciertamente revela la debilidad del Estado
como Estado de Derecho, pero sirve para producir una forma de poder par-
ticularmente eficaz, a la vez atractiva y amenazadora, justo porque está en
el punto en que coexisten a la vez los recursos, la autoridad y la racionalidad
del Estado, junto con la arbitrariedad de los poderes sociales.25
25 Ver Deborah Poole, “Between Threat and Guarantee: Justice and Community in the Margins of the Peruvian State”, en Veena Das y
Deborah Poole (eds.) Anthropology in the Margins of the State, Santa Fe: School of American Research Press, 2004, p.45 y ss.
26 Ver Paul Kingston e Ian Spears, States within States. Incipient Political Entities in the Post-Cold War Era, Nueva York: Palgrave / MacMillan,
2004.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Eso significa que, precisamente por la debilidad del Estado, puede haber
un proceso de acumulación del poder y de fortalecimiento de la autoridad
política a partir de redes informales, clientelas y caciques, en un sistema
que Achille Mbembe ha llamado de “gobierno privado indirecto”,28 favore-
cido además por la economía de concesiones del régimen neoliberal. Desde
luego, podría ser que, a largo plazo, esa acumulación de poder diese lugar
a la formación de un Estado más parecido al del modelo: “Nada nos permite
decir que, a la larga, la prosperidad y la democracia no pueden surgir del
crimen”.29 De momento, lo que padece sobre todo es la dimensión pública
del poder político.
Conclusión
27 Janet Roitman, “Productivity in the Margins: The Reconstitution of State Power in the Chad Basin”, en Das y Poole, op. cit., p. 221.
28 Achille Mbembe, “On Private Indirect government”, en Mbembe, On the Postcolony, Berkeley: University of California Press, 2001, p.66
y ss.
29 Ibidem, p.93.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
concreta que eso adquiera, su sentido, solo puede conjeturarse a partir del
análisis de las estrategias particulares de los distintos actores en cada caso,
es decir, para entenderlo hace falta menos Hobbes y más Maquiavelo.
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Ciudadanía e instituciones
en situaciones de conflicto
Daniel Pécaut*
Introducción
* Pregrado y doctorado en Sociología, Universidad de París; director de estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales,
París. Recientemente recibió la ciudadanía colombiana por su labor de investigación sobre nuestra vida política y nuestros conflictos.
III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
estaría en realidad recorriendo el mismo camino por el que han pasado mu-
chos países donde la violencia y las guerras internacionales fueron algunos
de los factores que contribuyeron a la conformación del Estado moderno y
de la ciudadanía nacional. Puede ser que ese enfoque sea válido para el caso
de las guerras civiles colombianas del siglo XIX, pero es dudoso que pueda
aplicarse a los fenómenos de violencia de la segunda mitad del siglo XX.
Aunque es claro que estos conflictos han provocado ciertos efectos centrí-
petos, muchos de ellos han sido más bien centrífugos. Además, no debemos
olvidar que Colombia no se encuentra precisamente en el mismo momento
europeo de consolidación estatal al cual se refería Tilly, sino más bien en
un momento de debilitamiento de los puntos de referencia nacionales y, a
veces, incluso también de los referentes estatistas.
Por otra parte, hoy parece demasiado prematuro hablar de las posibili-
dades de reconstrucción posconflicto. Además, no hay que volver a repetir
lo que decía Camilo Torres, quien afirmaba que uno de los resultados de
la Violencia de los años cincuenta habría sido el surgimiento de un nuevo
campesinado, mucho más autónomo y consciente de sus derechos, lo que
nunca aconteció.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
En primer lugar, el control que ejercen sobre los territorios y sus pobla-
dores. La definición de esos territorios obedece también a múltiples crite-
rios: importancia estratégica (corredores de comunicación, cercanía a las
fronteras), presencia de economía cocalera o de recursos mineros, carencia
de implantación de las instituciones estatales. Conviene subrayar que, a
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Por eso, repito, la política de los grupos debe analizarse a partir de estas
situaciones: no por sus declaraciones sino por lo que hacen; no a partir de
las finalidades que subrayan sino por los efectos, no siempre deseados, que
provocan sus actuaciones, incluso sobre las mismas políticas gubernamen-
tales.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
armados. Pero creo que el punto de partida que hay que tener siempre en
cuenta es la capacidad de intimidación y coerción que manejan los grupos
organizados en armas.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Prueba de eso fue la capacidad del Frente Nacional para lograr la supera-
ción del conflicto, porque en ese periodo las pertenencias políticas partidistas
ayudaban mucho: en pocos años, este acuerdo permitió la disminución de la
violencia en numerosas zonas. Esto significa que el problema no se reducía
únicamente a condiciones de venganza local existentes en algunas zonas
que sirvieran para explicar el conflicto del nivel central. No era así: había
elementos manejados por los actores organizados que hacían que tuviera
sentido buscar arreglos con altas esferas del nivel nacional que surtieran
efecto en el ámbito local.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
PANEL 3
Política y Conflicto
Mis comentarios parten de los interrogantes que han planteado Daniel Pé-
caut y Fernando Escalante sobre la posibilidad de hablar de ciudadanía en
contextos como el nuestro, marcados por la violencia y las relaciones clien-
telistas. Sin descartar del todo la posibilidad del pesimismo del intelecto,
quiero inyectar un poco de optimismo de la voluntad al debate, que hasta
ahora se ha caracterizado por el pesimismo. Por eso quiero mirar las cosas
desde otro “lente”.
* Directora del Instituto de Estudios de Paz, ICPS, de la Universidad de Bradford. Profesora de Política Latinoamericana en el mismo instituto.
Sus áreas de interes investigativo son la política contemporánea y cambio social en América Latina, la construcción de ciudadanía en
contextos de violencia crónica, especialmente en Guatemala y Colômbia.
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III PARTE: POLÍTICA Y CONFLICTO
Ayer salí pensando en cuál era la relación entre las dinámicas locales y
regionales de la guerra en Colombia y los problemas estructurales econó-
micos y sociales que se discutieron en la sesión anterior del seminario. Esta
relación me llevó a preguntarme cómo pensar, dada esta estructura y esta
dinámica violenta, en lo que podríamos denominar “agencia” como práctica
y normatividad. Por ejemplo, ¿cuál sería la diferencia entre la adaptación a
los órdenes de facto impuestos por los actores armados, como analizó Ana
María Arjona, y la construcción de ciudadanía, en el sentido presentado por
Daniel Pécaut?
Quiero complementar lo que Ana dijo sobre la resistencia como una forma
que surge a veces en estos contextos, mencionando lo que encuentro en mu-
chos lugares de Colombia. En mi experiencia de trabajo de campo en zonas
de conflicto en Colombia, es común encontrar en muchos lugares algo que
es mucho más positivo que la resistencia: por ejemplo, hay muchas formas
de desafío a estos órdenes impuestos. En muchos casos los actores locales
y regionales están creando lo que yo llamaría “las bases de una forma de
proto-ciudadanía” en torno a la búsqueda de paz.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
En este sentido hay varios factores que se pueden tomar en cuenta: el tipo
de actor armado, las cuestiones de género, las relaciones hombre-mujer, los
factores generacionales –juventud y longevidad –, las historias previas de
organización social, la evolución del clientelismo en el lugar, etc. La com-
binación de estos factores nos da entonces la posibilidad de mapear, junto
con los actores sociales de las comunidades, la manera como todos ellos
intervienen, para analizar si son y hasta qué punto, la base de una posible
ciudadanía del futuro.
Mis visitas en los trabajos de campo me permiten tener muy clara esta
gama de posibilidades. A pesar de la mirada pesimista de muchos, yo creo que
esta conferencia también llama la atención a la heterogeneidad. El contraste
de situaciones es muy visible: hace dos años, me dijeron en Sincelejo “ya no
hay sociedad civil aquí”, mientras que en Buga me decían que el control de
los narcotraficantes se reflejaba en todo tipo de incursión en la vida diaria de
la gente, lo que distorsionaba, obviamente, esas posibilidades. Sin embargo,
esto contrasta con el Nororiente antioqueño donde –como dijo ayer Clara
Inés García- hay una historia bastante llamativa de organización social; ade-
más, del hecho de que esta región no haya producido grupos paramilitares
propios. Todo esto muestra que hay factores que hacen posible un ejercicio
distinto de ciudadanía.
En los pocos minutos que tengo todavía quiero profundizar un poco más
sobre la diferencia que supone realizar este tipo de participación en medio
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
PANEL 3
reconocer algo que es muy vital en la política colombiana. En un estudio
de diferentes formas de participación en Colombia que hicimos hace dos
años, miramos varios espacios de poder donde actúan varios actores de la
sociedad civil y en varios niveles, a veces local, a veces regional y a veces
hasta nacional.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
una actividad, es lo que piensa cada uno, todo eso articularlo de forma
constructiva para fortalecer las relaciones, incorporar todas las opiniones
que son valiosas. Es tener la oportunidad de compartir experiencias de
beneficio de una comunidad o una persona, de dar soluciones.”
Estas acciones pueden llevar a hacer pensar que hay algo más allá de la
resistencia que está emergiendo en Colombia hoy en día, si las reconocemos
como un ejercicio de construcción de ciudadanía en el sentido de ser también
una reclamación de derechos. Esta emergencia de sujetos de derechos está
en el fondo de lo que es la ciudadanía, especialmente si destacamos el he-
cho de que este tipo de actividades son realizadas en medio de la violencia:
ellas abren espacios, visibilizan violencias ocultas y deslegitiman violencias
sancionadas. Este ejercicio de movilización social se caracteriza por legitimar
algunas violencias y deslegitimar otras, como el caso de la violencia domés-
tica. Hace unas décadas esta violencia no era considerada importante en el
mundo; pero gracias a muchos esfuerzos dentro de la sociedad civil, aunque
todavía se practica, por lo menos es sancionada.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
PANEL 3
en la actualidad. La acción social por la defensa de los derechos hace de
la violencia una cuestión de políticas públicas, cuestionando las relaciones
de género que generan violencia y proponiendo formas de relación respe-
tuosa y constructiva entre los sujetos capaces de producir beneficios para
muchos.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Quiero aclarar que los organizadores del seminario me pidieron que, en lugar
de comentar propiamente las dos ponencias principales de esta mañana, hi-
ciera una brevísima presentación sobre una investigación en curso que está
relacionada con jueces que operan en zonas de conflicto armado. Creo que
tal estudio está estrechamente relacionado con esas dos exposiciones.
* Abogado, doctor en Ciencia Política de la Universidad Católica de Lovaina, con estudios post-doctorales en la Universidad de Wisconsin-
Madison, USA; profesor de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia y director de investigaciones del Centro de Estudios de
Derecho Justicia y Sociedad - DeJusticia.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
PANEL 3
existe para nada. Tenemos grandes extensiones del territorio nacional donde
el Estado no tiene ninguna presencia ni ninguna capacidad de imposición;
allí existe una especie de situación precontractual –que persiste hoy en día
como existió durante la Colonia, el siglo XIX y parte del XX–. En una posición
intermedia tenemos una situación donde el Estado existe de alguna manera:
están los jueces, los alcaldes, los procuradores, la fiscalía, la policía, etc.,
pero estas instituciones en realidad no funcionan como tales, sino que con
mucha frecuencia tienen que negociar con los actores hegemónicos de las
localidades y regiones, con los intermediarios, los gamonales, los políticos
clientelistas. Es decir, allí se presenta un proceso muy complejo de imbrica-
ción entre instituciones que tienen poder.
Por otro lado está la sociedad civil, que también es un concepto demasiado
general para expresar la complejidad del fenómeno que tenemos en América
Latina: hay una parte de la sociedad civil que está tan cerca del poder y del
Estado, que los maneja casi como una propiedad privada. Estos sectores no
dependen del Estado sino que lo operan como suyo: llaman al ministro para
que le resuelva un problema en un ministerio o lo relativo a un contrato. Al
lado de esos sectores aparece una sociedad civil completamente huérfana
que no tiene ninguna capacidad de acceder al Estado para hacer respetar
sus derechos. Y en la mitad de esos dos extremos se observa algo que se
parece a una sociedad civil.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
recer entre estos rasgos. De este interés surgieron dos investigaciones que
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Para hablar de esta primera investigación empiezo por decir que el tema
de la justicia ha estado dominado tradicionalmente en Colombia por los
ministerios de justicia y los abogados, aunque de un tiempo para acá ha
despertado el interés de economistas y gerentes del Banco Mundial, el BID
y las agencias de cooperación internacional, todos los cuales buscan hacer
más eficiente la justicia. Es un tema del cual se han preocupado muy poco
los politólogos, los violentólogos y los expertos en violencia en Colombia, de
manera negligente, creo yo. Hace un tiempo hice una revisión de los artículos
publicados durante más de veinte años por la revista Análisis Político, del Iepri.
Encontré que, de unos cuatrocientos cincuenta artículos, solo había diez sobre
la justicia. Además, hay que tener en cuenta que esos diez artículos fueron
publicados en una época muy particular: hace más de diez años, cuando en
el Iepri estaban Hernando Valencia Villa, Juan Gabriel Gómez e Iván Orozco,
todos abogados e interesados en el tema de la justicia y que escribieron unos
ocho o nueve artículos poco relacionados con el conflicto armado.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
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justicia como un elemento fundamental del conflicto y de la violencia en que
vive Colombia. La investigación consiste en mirar qué pasa con la justicia en
los territorios donde hay presencia de actores armados: son entre trescientos
cincuenta y cuatrocientos municipios. Lo que hacemos fundamentalmente
en la investigación son dos cosas, entre otras muchas. En primer lugar,
realizar entrevistas en profundidad a jueces que están en esos territorios,
pidiéndoles que nos cuenten de qué manera operan en esos territorios; en
eso hemos gastado más o menos un año. Inicialmente pensé que todos esos
jueces estaban amenazados, y muchos de ellos lo están realmente. Pero
lo que nos hemos encontrado es que muchos de ellos hacen muy poco en
términos de administración de justicia: permanecen en esos territorios pero
no deciden prácticamente casi nada, porque no les llegan casos sobre los
cuales decidir. Es decir, son jueces inocuos: siguen teniendo un despacho
judicial, siguen recibiendo los sueldos que les corresponden, siguen siendo
funcionarios públicos pero pierden el estatus jurídico de jueces, pues no tie-
nen la posibilidad de resolver los conflictos fundamentales que se presentan
en sus municipios.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
disputa donde están los dos actores armados y municipios pacíficos. A partir
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
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no tenemos todavía suficiente evidencia, por disponer solo de la relación
entre homicidios y la justicia en el año 2002, que la relación entre el cúmulo
de justicia y la criminalidad real es más importante en los municipios pacífi-
cos. Todavía habría que profundizar en la comparación haciendo referencia
a las resoluciones de acusación, sentencias anticipadas, absoluciones y
condenas. Pero la tendencia es que la relación entre la conflictividad real y
las decisiones de justicia es mucho mayor en los municipios pacíficos que
en los demás municipios.
* Pregrado y postgrado en Etnología, Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, París. Investigadora del Instituto Colombiano de
Antropología e Historia (Icanh), vicerrectora académica de la Universidad de Antioquia, profesora y, actualmente, jefe del Departamento
de Antropología de esa misma Universidad. Coordina el grupo de investigación Observatorio de las relaciones Estado/sociedad en
contextos locales, que es Miembro de Odecofi.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Para mis comentarios voy a asumir el punto de vista local. Quiero aclarar
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que local no significa aislado: o sea, soy consciente de que las situaciones
locales hacen parte de dimensiones mucho más amplias, que pueden ser na-
cionales e incluso planetarias. También quiero advertir que mi consideración
de lo local no significa que piense que la situación del país sea simplemente
la sumatoria de situaciones locales, como criticaba Daniel Pécaut de algunas
interpretaciones. Considero que la situación nacional es mucho más que eso,
pero creo que hay que poner atención a esas situaciones locales.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
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de Córdoba, quiero continuar tratando de responder a la pregunta que se ha
hecho aquí sobre lo que pasa con la sociedad en situación de conflicto armado,
pero quiero advertir que ellas son mucho más consistentes y precisas para
el momento en que Carlos Castaño era el jefe de las Autodefensas Unidas de
Colombia. Sobre la situación actual, estoy todavía haciendo observaciones
pero no podría avanzar en resultados.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
también para una población que no se había sentido atendida por el Estado
PANEL 3
en diversos aspectos o dimensiones. Y también la manera informal como el
Estado respondía a esto. Sabemos bien que la respuesta de los hacendados
a la inseguridad fue resuelta ayudando a los paramilitares a armarse, pero
también en los sectores populares el Estado creaba frentes de seguridad y
otras formas de organización de la gente que podían sustituir al Estado. Estas
circunstancias refuerzan el paralelismo ya mencionado entre el Estado y el
para-Estado (y los juegos miméticos entre ellos), que puede percibirse en las
estrategias políticas o de manejo del conflicto.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Para finalizar, habría que preguntarse también por los efectos de este tipo
de políticas en momentos cuando el país está adelantando unos procesos de
reinserción de los grupos armados. No sé si habría que invertir los términos
de estos procesos para preguntarnos si esta etapa posconflicto no requiere
más bien un proceso inverso, que podríamos llamar “reinserción del Estado
a la sociedad”, para redefinir esas relaciones.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
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Además de agradecer la capacidad de los conferencistas para compartir
con nosotros lo que están pensando, quiero aprovechar la experiencia y
la presencia de ustedes aquí —y cuando digo ustedes me refiero a mucha
gente involucrada en los Programas de Desarrollo y Paz— para hacer unos
comentarios que alienten la discusión de las mesas de trabajo que tendremos
esta tarde y que, a la vez, me ayuden a problematizar nuestros hábitos de
pensamiento sobre la política y el Estado. Por eso he decidido elegir algunos
puntos para precisar, aunque en algunos aspectos no les hagan justicia a
los conferencistas, pero que tal vez nos permitan avanzar en la discusión.
He organizado mi presentación en tres partes. En la primera voy a llamar la
atención sobre tres cosas que señaló el profesor Pécaut, que quisiera que
discutiéramos; luego algunos comentarios puntuales sobre algunas asuntos
que señaló el profesor Escalante y, en tercer lugar, dos discusiones que los
articulan a los dos.
* Politóloga e historiadora, maestría en Antropología Social de la Universidad de los Andes, investigadora del Cinep y profesora e investi-
gadora de la Universidad de los Andes en el Departamento de Ciencia Política. Miembro de Odecofi.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
relación unas con otras. Eso me parece muy importante porque una cosa que
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Una tercera cosa que señaló Pécaut en dos momentos tiene que ver con
la pregunta sobre qué llamamos política hoy, qué llamamos política entre los
actores armados, qué de lo que hacen ellos es fundamental. En la primera
parte de su intervención Pécaut dice que los jóvenes ya no los leen, que las
Farc, por ejemplo, no inspiran a nadie hoy. Esto me parece muy gracioso
porque nos habla ya de una comprensión determinada de la política, de una
comprensión de la política que nos hace creer que la política consiste en los
discursos, que la política es la orientación ideológica y que la política es un
tipo de actividad muy específica. En cambio, lo que he estado investigando
recientemente es que la misma definición de la política es objeto de lucha
política en las distintas sociedades, y que nosotros tenemos, como tarea,
precisamente discernir qué formas y qué contenidos asume la política, en
qué regiones y por qué es así.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
quiero también recordarles a ustedes que hay una intensa discusión alrede-
PANEL 3
dor de cómo se define un actor político o cómo se define una organización
política. En unos trabajos fundamentales, como los del sociólogo Max Weber,
está claro que una asociación política no se define por sus propósitos, porque
históricamente las asociaciones políticas han perseguido los propósitos más
distintos. Sin embargo, hoy, después de dos guerras mundiales y el Holocaus-
to, no podemos reducirnos solamente a acuñar definiciones procedimentales
de lo político —lo político definido por los medios—, sino que tenemos que
hacer otras cosas. Por otra parte, quisiera, de nuevo, volver a la experiencia
que tienen ustedes, volver a uno de los objetivos del Odecofi, que es revisar
nuestras formas de conocimiento y producir formas de pensar distintas sobre
nuestras sociedades.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Hay dos cosas más que quisiera recalcar. Una, sobre la que Escalante
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Otro punto que Escalante señaló dos veces —y que me pareció bello— es
la necesidad de que la legalidad sea respetada no solo por los ciudadanos
sino también por los propios funcionarios del Estado. Ahí hay un punto
importante. Ustedes, y nosotros en los programas de desarrollo y paz, ex-
perimentamos una relación constante con los funcionarios públicos, pero
no tenemos investigaciones que nos digan quiénes son los funcionarios del
Estado colombiano en las regiones, ni cuál es la trayectoria de esos fun-
cionarios, ni cómo son. También sabemos que muchos funcionarios de los
programas de desarrollo y paz están pasando a ser funcionarios del Estado.
Esto nos presenta también un campo inmenso para trabajar y para observar
qué lógicas se imponen, dadas las condiciones estructurales en que se hace
la vida política en Colombia.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
PANEL 3
sociedad, como científicos sociales y como ciudadanos queremos construir
sobre nuestras sociedades. Cuando Escalante dice que algunos miran por la
ventana y no ven mexicanos en México, yo me pregunto: ustedes qué ven
cuando se asoman por la ventana. Cuántos de nosotros, cuando hacemos
procesos de formación política, no vemos sino gente inculta, ignorante y
manipulada por el partido político o por el cacique. Eso nos hace revisar las
formas de conocimiento desde donde producimos nuestros informes para
las agencias, las formas de conocimiento desde donde se producen nuestras
propias relaciones como integrantes de una ONG o de una universidad. Es
posible que a las agencias haya que hablarles en un lenguaje específico,
pero el problema es cuando uno no sabe que está hablando con el lenguaje
de quien lo domina, con el lenguaje de quien le ha dado las categorías para
analizar su propia experiencia.
Termino con una cita del sabio Caldas que me gusta y que dice: “qué triste
destino ser americano; nada de lo que encuentro está en mis libros”. Esa cita
siempre me impresionó porque a mí me pasaba lo mismo: nada de lo que
yo encontraba estaba en mis libros, lo que yo encontraba era clientelismo y
eso estaba mal, no encontraba partidos políticos, no encontraba sociedad
civil, no encontraba ciudadanía, no encontraba paz, no encontraba Estado,
no encontraba nada de lo que los libros me decían que debía ser el Estado.
Sin embargo, en las regiones, como ustedes saben, la gente tiene un gran
anhelo del Estado, en los pueblos más distintos no hay agencias del Estado
pero la gente dice “el Estado nos abandonó, el Estado nos hace falta, el Es-
tado”. Eso no es realismo mágico pero a eso solo le podemos dar un lugar
analítico si podemos conversar más, por medio de este tipo de iniciativas
como las del Centro de Excelencia, con aquellos que tienen experiencia en
las regiones y comprenden el sentido común de los pobladores y con las
personas que pueden, desde estos lugares, traducir eso en libros que los
científicos sociales sí pueden leer.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Más que hacer una serie de comentarios sobre mis acuerdos y desacuerdos
con los ponentes centrales, quisiera agregar otra serie de puntos a la discu-
sión sobre lo que han dicho los dos expositores. Hay una idea general que se
nota en ambas presentaciones: el consenso sobre el hecho de que la creación
del Estado moderno liberal es hoy la única opción viable como un proyecto
articulado, como un discurso articulado en el proyecto de la modernidad. En
otros casos pueden existir otras formas alternas de Estados y orden social,
pero estas formas, sean como sean, no tienen una expresión en un discurso,
no están articuladas en una construcción académica e intelectual. Sin em-
bargo, tienen un peso más allá de su forma puramente espontánea, lo que
me sitúa en el problema que vamos a analizar: esas “zonas grises” donde no
están definidas las formas tradicionales del Estado y la sociedad, pero donde
tampoco se ha llegado a un estadio mínimo de modernidad apreciable.
* Investigador independiente, profesor asistente de la Universidad de los Andes, master en Global Security de la Universidad de
Cranfield.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
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se ha ido paulatinamente olvidando: el apoyo de la población para el poder
de los caciques. Normalmente, analizamos mucho el contenido del inter-
cambio desigual que llega de los caciques hacia las bases clientelistas pero
nos alejamos un tanto de considerar qué es lo que esas clientelas otorgan a
los caciques y patrones para que accedan al poder que detentan. Y tampoco
nos preguntamos hasta dónde llega ese poder de regulación, ni sobre qué
pueden regular, ni sobre qué transacciones permiten que los caciques ad-
quieran ese poder. Creo que todo esto va a estar dado por el tipo de apoyo
que van a recibir.
Sé que esto puede sonar polémico, pero no creo que hayan sido las oligar-
quías ni las elites tradicionales de las regiones las que formaron los ejércitos
de autodefensa ni las que crearon una organización con suficiente disciplina y
capacidad de fuego para imponerse regionalmente. Considero que los orígenes
de estos grupos son muy confusos: algunos de estos jefes, como Mancuso
o “Jorge 40”, provenían de las clases altas pero otros, como “Don Berna” y
“Macaco”, tienen un origen totalmente lumpenizado. Pero ambos tipos de
grupos se parecen en que logran transformar esas relaciones clientelistas y los
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
espacios que van a hacer parte del poder. Es decir, las relaciones clientelistas
PANEL 3
van a controlar el poder y el tipo de apoyo que van a recibir ahora en la rela-
ción clientelista. Si antes los caciques políticos de los setenta controlaban el
presupuesto público y ciertas inversiones en barrios marginales, aumentando
su prestigio carismático en determinadas comunidades, la llegada de estos
ejércitos produce una transformación radical, pues alcanzan a convertirse en
Estados de hecho en numerosas regiones, sobre todo en zonas rurales.
Por otro lado, otro elemento importante de esa transformación está dado
por los empresarios del narcotráfico, que no son empresarios capitalistas
racionales en el sentido weberiano, sino de una lógica empresarial muy dife-
rente: la gran diferencia de estos empresarios, lo que los hace convenientes
para estas sociedades es su capacidad de crear nuevas fuentes de ingreso
dentro de los limitados mercados de sus regiones, semejantes a la depreda-
ción local que amplía el respaldo de estas bases clientelistas. Los paramilitares
eran capaces de cobrarle impuestos a Chiquita Brands, no porque querían
hacerle un favor a esta multinacional bananera, sino porque controlaban el
narcotráfico y este control los hacía capaces de imponerse como poder re-
gional: si Chiquita o la Drummond o quienquiera quería trabajar en su zona,
pues, tenía que pagar un impuesto.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
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diría que afortunadamente, porque no resistiría a un Marulanda que fuera
tan locuaz como el subcomandante Marcos. Esto sería un esperpento y ya
tenemos suficiente con los consejos comunitarios. En este caso el punto im-
portante es que en estas sociedades hay órdenes espontáneos que funcionan
sin necesidad de un gran discurso: paramilitares y guerrillas defienden algún
tipo de orden sin que éste pase por un discurso ideológico que convenza a
la población. Sin embargo, su orden termina imponiéndose, de manera que,
incluso, cuesta mucho trabajo transformarlo después. En el día de hoy puedo
decir que hasta los jefes paramilitares recluidos en Itagüí han perdido ya su
poder frente al rearme de las regiones que antes controlaban, porque esto
les va a significar su no retorno a largo plazo; no van a poder regresar a esas
regiones porque las condiciones de seguridad van a ser incontrolables. Eso
nos muestra que el orden que ellos estaban ejerciendo era un orden espon-
táneo, que no era muy fácil de transformar para esa organización armada.
También habría que decir que no solamente los cambios en esas formas
de Estados locales van a estar expresados por la interacción de los actores,
sino que van a ser también fruto del mismo contexto social. Es decir, los
actores armados solo controlan hasta donde la sociedad se deja controlar,
pero se trata de una situación estática, pues la acumulación de recursos del
narcotráfico ha posibilitado también grandes transformaciones sociales. Por
ejemplo, veamos simplemente dos hechos que van de la mano del proceso
de modernización: por un lado, han permitido la acumulación de grandes
núcleos de población en capitales y centros urbanos, pues entre los dos
censos ciudades como Villavicencio han crecido un 67%, y Montería un 39%,
mientras que Soledad y Soacha, ciudades satélites de Barranquilla y Bogotá,
respectivamente, crecen al 90% y 70%. Eso nos muestra que se está dando
una condición mínima del proceso de modernización, que es la aglomeración
de población, mientras que los municipios de menos de diez mil o veinte
mil habitantes van decreciendo en tasas promedio del 20% entre censos,
aunque existen grandes fluctuaciones, dependiendo del tipo de municipio
de que se trate.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
ellos siguen estando en zonas grises porque no son regulados por el Estado.
Me refiero a los “sanandresitos” y las ventas ambulantes, que permiten el
acceso a ciertas mercancías y servicios del mundo globalizado con todos
los cambios que producen en el sistema de hábitos y normas, pero que no
pueden ser regulados por el Estado, debido a cuestiones de precio y a la
economía política del narcotráfico, si no por algún tipo de mafias, grupos
paramilitares, etc.
* Doctor y master en Ciencia Política del New School for Social Research, economista de la Universidad de los Andes. Profesor de la
Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana.
La intervención de Mauricio Romero no pudo ser reproducida en su totalidad por fallas en la grabación pero la relatoría de Silvia Monroy
nos permitió reconstruir las ideas centrales de la misma.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
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que sean precisamente los descendientes de los jefes paramilitares los que
van a liderar la reconstrucción del país.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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DISCUSIÓN Y PREGUNTAS
Relatoría de Silvia Monroy*
Sin explicitar claramente las preguntas del público a las que se refirió,
Pécaut analizó el tema de las sociedades jerárquicas. Reconoce que las eli-
tes colombianas se han venido transformado, como lo muestra el caso de
la familia Ospina, una de las familias que poseían simultáneamente el pres-
* Antropóloga de la Universidad de los Andes, Bogotá, y magíster en Antropología Social por la Universidad de Brasilia, donde se encuentra
actualmente realizando estudios doctorales en Antropología Social. Fue docente e investigadora en el Departamento de Antropología de
la Universidad de Antioquia.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
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de formaciones sociales de la misma manera, máxime en un contexto en el
cual los pobres se vuelven rápidamente ricos y los ricos se empobrecen con
la misma rapidez.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
de un tercero que haga justicia, Escalante insistió en que las personas del
común piden justicia y no ley. En México, dice Escalante, una encuesta re-
ciente arrojó como resultado que un 60% de los mexicanos piensa que la ley
no debe cumplirse si es injusta. Para el conferencista, esto refleja una cultura
política elaborada, en la cual las personas creen que debería haber un vínculo
entre la ley y la justicia, lo que significa que se continúa aspirando a que la
ley represente a la justicia.
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III PARTE : POLÍTICA Y CONFLICTO
PANEL 3
de clientelas, egoísta, interesado y bárbaro. El problema es que el acento sobre
las virtudes del ciudadano —el sacrificio, el valor, la abnegación— nos hace,
en palabras de Escalante, correr el riesgo de defender una ciudadanía ideal
abstracta, que puede terminar convirtiéndose en un lenguaje de clase.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
PANEL 3
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CONCLUSIONES
El papel de las Ciencias Sociales en
la resolución de los problemas del país:
algunos retos
Mauricio García Durán, s. j.*
Teniendo presente este marco, quiero referirme a algunos retos que en-
frentan las Ciencias Sociales en su esfuerzo por contribuir a la resolución de
los problemas del país, particularmente los emanados del conflicto armado
y la violencia. En la Colombia de hace veinte años era escasa, por no decir
nula, la investigación y la producción académica sobre temas de paz y re-
solución de conflictos. Eso ha cambiado significativamente en estos últimos
años. Hoy no se encuentra una universidad que no maneje un programa o
* Director del Cinep, politólogo de la Universidad de los Andes, maestría en Filosofía de la Universidad Javeriana y doctor en Estudios de
PaĐ
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
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CONCLUSIONES
Por ejemplo, las Ciencias Sociales deben aportar los elementos necesarios
y pertinentes para reflexionar sobre problemas como la seguridad en nuestro
país, a fin de distinguir las diversas exigencias que se derivan de las distintas
temporalidades de la guerra y la paz. Es un tema que no todos los actores
sociales hemos asumido y trabajado. Está el ejemplo del movimiento por la
paz, que en ocasiones se dejó de lado por considerarlo un tema “retrógrado”.
Ello ha creado un vacío para avanzar en la consolidación de un Estado social y
democrático de derecho, para plantear alternativas concretas en los distintos
momentos de escalamiento del conflicto y de procesos de negociación. Se
requiere pensarlo y trabajarlo a fondo, teniendo presentes las complejidades
de nuestro conflicto y los distintos momentos de la construcción de la paz,
de forma tal que Colombia pueda avanzar hacia un legítimo monopolio de
la fuerza, en unas condiciones de seguridad que respeten la democracia
y la participación social: es decir, que podamos contar con una seguridad
verdaderamente democrática.
Un tercer reto que tienen las Ciencias Sociales en Colombia es dar cuen-
ta crítica de los principios y fundamentos normativos que subyacen en las
categorías y conceptos que utilizamos en las investigaciones para analizar
las situaciones de conflicto y los esfuerzos en la construcción de la paz. De
hecho, la crisis de paradigmas dejó en la sombra la relación entre nuestras
categorías de análisis y las condiciones de cambio social. Es necesario resca-
tar ese debate. En los estudios del conflicto no siempre es claro el horizonte
normativo que existe en algunos de nuestros análisis. Por ejemplo, una co-
rrelación estadística, por muy alta que ella sea, no obvia la pregunta acerca
de los supuestos que subyacen en la relación que se pretende establecer
entre dos variables.
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HACIA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS
Una sexta y última tarea que tenemos en las Ciencias Sociales colom-
bianas es la de ampliar la capacidad comparativa del caso colombiano con
situaciones de conflicto y construcción de paz de otros países. Se han hecho
esfuerzos en esa dirección, particularmente en lo relacionado con los proce-
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CONCLUSIONES
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