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Antorcha.
— se oculta para tratar de fundamentar el régimen actual en una supuesta transición del
fascismo a la democracia
En ese marco, las peleas entre los distintos figurones de la transición eran muy
secundarias porque aludían al cómo y no al fondo mismo de la reforma. No fueron ellos
los protagonistas, ni mucho menos, de la transición, por más que nos traten de hacer
creer lo contrario. No hubo más protagonista que las masas con sus luchas que, además,
estaban a la ofensiva. De ahí que el gobierno intentara tomar la iniciativa antes de verse
desbordado y a tal fin:
— lanza la cruzada terrorista del verano de 1975 para atemorizar a las masas
— se abre (aperturismo) a los reformistas para ocultar su fachada.
Durante el verano de 1975 se produjo una verdadera prueba de fuerza entre el fascismo
de viejo cuño y las masas populares, prueba de la que saldría vencedor el movimiento
popular de resistencia. Durante los meses de julio y agosto se producen detenciones
masivas en las principales ciudades del país, la policía sale a la calle haciendo grandes
alardes de fuerza, se producen tiroteos en Madrid y Barcelona donde son detenidos
varios militantes de ETA y, en Ferrol, Moncho Reboiras cae asesinado por la policía. En
Bilbao la policía habilita la plaza de toros porque los miles de detenidos no caben en los
calabozos de comisarias y cuartelillos.
Ese mismo día los GRAPO salieron a la calle a dar respuesta a los fusilamientos,
abatiendo a cuatro mercenarios de la policía armada. En el momento mismo en que las
huestes fascistas fetejaban la matanza de cuatro días antes ante su Caudillo, cuatro
comandos actuaron simultáneamente en distintos puntos de Madrid en uno de los
operativos guerrilleros más importantes desde 1939, directamente dirigido a frenar en
seco el verano del terror. Aquel día fue, pues, histórico para la lucha guerrillera en
España. Donde hay opresión hay resistencia y el 27 de setiembre tuvo su justa respuesta
el Primero de Octubre.
La sorpresa en las esferas oficiales ante esta cadena de golpes guerrilleros fue total y no
pudieron disimular el pánico que les infundió. Cuando le dieron la noticia de la heroica
acción, Franco no pudo terminar su discurso -que sería el último- y rompió a llorar. El
régimen sufrió el más duro golpe de su sanguinaria historia, declarándose desde ese
momento en completa bancarrota.
Uno de sus principales objetivos, mantenerse mediante la política de terror, quedó claro
que no se iba a conseguir y que, en lugar de aplastar al movimiento de resistencia con
dicha política, éste se incrementaba y tomaba más fuerza.
Con las acciones guerrilleras del 1 de octubre de 1975, el movimiento popular recibió
un gran estímulo. Por eso es la fecha que marca, mejor que ninguna otra, el cambio de
orientación en la política fascista: Tras la histórica jornada del 1º de octubre del 75 se
vinieron abajo los últimos intentos de la oligarquía española destinados a mantener
intacto para después de la muerte de Franco el régimen creado por él. Este régimen no
sólo no era ya capaz de contener con los viejos métodos fascistas las grandes oleadas
de la lucha obrera y popular, sino que, además, se mostraba muy vulnerable a los
ataques de la guerrilla, tal como vinieron a poner de manifiesto las acciones del 1º de
octubre en Madrid. Acosado por todas partes, corroído por sus propias
contradicciones internas, con la perspectiva de una mayor agravación de la crisis
económica y con un fuerte movimiento huelguístico de tipo revolucionario respaldado
por la lucha armada guerrillera, la política 'aperturista' preconizada por Arias
Navarro se vino abajo como un castillo de naipes (2).
El objetivo del gobierno pasaba por pedir ayuda a los reformistas y por eso acelera las
negociaciones con la oposición domesticada, con el fin de romper su aislamiento y,
sobre todo, hacer frente a la resistencia popular.
Sin embargo, el régimen logró mantenerse en pie y remontar la crisis política más difícil
de su larga existencia, en medio de una de las más grandes oleadas de la lucha de clases
registrada hasta entonces en nuestro país. Pero había retrocedido visiblemente y se
encontraba más débil por la pugna creciente entre las diversas camarillas que
componían la oligarquía, y castrado por el valeroso movimiento de resistencia a sus
medidas terroristas. Este movimiento de resistencia había sentado un precedente,
señalando el camino a seguir para hacer frente a todo nuevo intento de la reacción de
contener el avance del movimiento de masas mediante el crimen legalizado y el
terrorismo abierto.
Esta situación fue analizada por nuestro Partido a comienzos de diciembre de 1975 en la
II reunión plenaria del Comité Central donde nuestro Secretario General presentó un
detallado Informe sobre la situación (3). Las razones por las cuales el fascismo había
logrado conjugar la crisis eran múltiples, pero entre ellas cabía destacar la juventud y
debilidad de nuestro Partido y la actividad traicionera de los revisionistas y otros grupos
oportunistas, que habían desconcertado a muchos, sembrando no pocas ilusiones en
amplios sectores de las masas (luego transformadas en el llamado desencanto).
No obstante, las espadas seguían en alto, decía el Informe: Este desenlace de la crisis
no puede ser interpretada como que se han resuelto ya las agudas contradicciones que
la habían provocado. Al contrario. Las contradicciones continúan existiendo y se
agudizarán más cada día. Por este motivo se puede decir también que la crisis no ha
terminado. Pero ya no es la misma crisis. Es otra la crisis que ahora comienza, mucho
más profunda y extensa. Pues, sin lugar a dudas, alcanzará a sectores mucho más
amplios de la población. Se trata de la crisis del fascismo y de las ilusiones reformistas.
Nosotros nunca nos habíamos hemos hecho ilusiones respecto al cambio, ni las
habíamos sembrado, añadía el citado Informe: Tan sólo hemos confiado en la fuerza de
las masas, en lo que éstas, con su lucha resuelta, pudieran arrancar a la bestia fascista
acorralada. Como se ha demostrado ya hasta la saciedad, las clases explotadoras y
decadentes no atienden a otras razones más que ésas. Sólo el ‘recibir golpes las vuelve
razonables’. Y la verdad es que, por el momento, el movimiento obrero y popular no es
lo suficientemente fuerte, no está todavía lo suficientemente organizado y esclarecido
como para haber inclinado más la balanza a su favor, en un momento en que las otras
condiciones se han presentado muy favorables.
En el momento crucial de la crisis por la que el país había pasado, ya avanzamos nuestra
apreciación acerca de lo que iba a pasar: el fascismo reculaba ante la lucha
revolucionaria de masas; retrocedía, pero no abandonaba sin lucha ni una sola pulgada
de terreno. Para derribarlo y destruirlo sería necesario un trabajo duro, largo y una gran
acumulación de fuerzas.
El papel de los reformistas
Nuestro Partido siempre sostuvo que el principal objetivo de la reforma fascista era la
integración de los revisionistas y demás grupos políticos domesticados en el régimen
con el fin de ampliar la base de éste, darle una apariencia de cambio y proseguir, más
intensificada que antes, la explotación y la represión sobre el movimiento obrero y
popular.
El auge de la lucha de masas y de las acciones del movimiento armado había obligado a
los reformistas a agruparse primero, y después a abandonar toda veleidad de ruptura con
el régimen: El fascismo no ha cambiado, solo pretende camuflarse [...] El lugar de
Franco ha sido ocupado por las instituciones creadas por los fascistas en el curso de
los últimos 40 años. Por eso se puede decir que nada esencial ha cambiado. La base
económica monopolista del régimen se mantiene intacta, el Ejército que estranguló las
conquistas populares sigue en su sitio, los burócratas y la policía son los mismos,
incluso más especializados, y oprimen y torturan igual que en vida de Franco. Es cierto
que han dado algunos retoques, pero en todos los casos, como el de la ‘desaparición’
del Movimiento, esos retoques los han hecho para reforzar al mismo Estado fascista y
explotador (4).
El gobierno traza un plan para camuflar las anteriores instituciones fascistas como las
Cortes y el Consejo Nacional del Movimiento, dándoles otro nombre e introduciendo en
ellas a algunos políticos vendidos y corruptos, planeando, como colofón de esta
operación reformista, la elaboración de una Constitución fraudulenta que consagre a la
monarquía introducida por Franco como la forma de Estado y preserve todos los
intereses y los privilegios económicos y políticos de las castas dominantes.
La sustitución del Tribunal de Orden Público por la Audiencia Nacional fue otro de
aquellos cambios cosméticos de la transición, saludado por los oportunistas como un
gran logro: desaparecía un tribunal fascista; pero se olvidaban de añadir que aparecía o,
mejor dicho, reaparecía, con otro nombre, el mismo día de enero de 1977. Es uno de los
emblemas de la transición: la Audiencia Nacional tenía la misma sede, los mismos
funcionarios, los mismos jueces, los mismos fiscales y las mismas leyes. No había
cambiado nada más que el nombre. Era un tribunal ilegalmente constituido porque ni
siquiera con las leyes fascistas se podían crear órganos judiciales por decreto-ley del
gobierno. Pero a nadie pareció importar que durante años un tribunal ilegal pretendiera
aplicar la ley e imponer largas condenas a los revolucionarios. Los fascistas hablaban
del respeto a unas leyes que ni los mismos que las habían promulgado respetaban,
¿cómo íbamos a respetarlas nosotros?
Antes los revisionistas habían defendido la ruptura como la mejor salida para el
aislamiento del régimen, e incluso habían desatado movilizaciones para presionar en esa
línea. Ahora ya ni siquiera abogaban por la ruptura; les habían obligado a tragar las
migajas porque la crisis era mucho más profunda. Desde entonces los revisionistas se
dedicaron a sabotear el movimiento, a desmovilizar a las masas frente a las arremetidas
furiosas de la reacción y a calificar como provocación cada una de las acciones del
movimiento popular.
Los fracasos de los domesticados en su política de controlar a las masas les colocó en
una posición tan débil y servil respecto al gobierno, que el propio falangista Suárez salió
como prohombre de la democratización dando de lado sus ofrecimientos de
colaboración.
Desde finales 1974 venía desarrollándose, sobre todo en Euskal Herria, un intenso
movimiento popular por la obtención de la amnistía total, que ya había costado varios
muertos. A finales de 1976 numerosas organizaciones de solidaridad habían preparado
la segunda campaña pro-amnistía, titulada Para Navidad todos a casa. A la lucha de
masas se vino a sumar la guerrilla antifascista.
Atendiendo al clamor popular por la amnistía y haciéndola coincidir con el referéndum,
los GRAPO ponen en marcha la Operación Cromo. El día 16 de diciembre apresan al
financiero y destacado jerifalte fascista Oriol y Urquijo, presidente del Consejo de
Estado, proponiendo un canje de este personaje por quince presos políticos de distintas
organizaciones antifascistas, algunos de los cuales habían sido condenados a muerte por
el régimen en procesos judiciales de gran resonancia pública que resultaban
emblemáticos en la lucha por la amnistía.
En contra de lo que predican los oportunistas, la lucha por la amnistía demostró que la
lucha guerrillera no paralizaba (y mucho menos suplantaba) la lucha de masas; por el
contrario, la combinación de ambas formas de lucha es lo que permitió obtener que más
presos antifascistas salieran a la calle. Después de las movilizaciones populares y las
acciones armadas de los GRAPO, el gobierno tendría que volver sobre sus pasos y
promulgar otras dos leyes parciales de amnistía en marzo y octubre de 1977.
El ruido de sables
El régimen no pudo contener de ninguna manera la oleada revolucionaria en ascenso.
Después del fracaso de la política de conciliación, intentó contener el movimiento
obrero y popular desencadenando la escalada de terror de la que también salió mal
parado. La transición tampoco se comprendería sin tener en cuenta la guerra sucia, la
violencia institucionalizada, los golpes de Estado y el intento de intimidación con los
continuos rumores sobre golpe de Estado.
La intimidación fue una de las armas mejor utilizadas por los revisionistas para lograr
sus fines, especialmente la amenaza del golpe militar, el permanente ruido de sables: si
no queréis esta democracia los generales darán un golpe de Estado, decían. El Informe
al II Congreso salía al paso de este chantaje: De nada les va a servir a los monopolistas
y a sus lacayos levantar el espantajo de la ultraderecha ni del golpe militar para
granjear un apoyo de masas a los gobiernos turnantes. Las masas saben muy bien que
la ultraderecha son los mismos que las gobiernan y que el Ejército no está para otra
cosa que para apoyar a esa misma ultraderecha gobernante. La clase obrera no hará
diferenciación alguna entre los distintos grupos monopolistas, no se va a convertir en
el apéndice de ninguno de esos grupos ni va a caer en la trampa de combatir, como a
los principales enemigos, a las bandas de provocadores y asesinos que pagan y
manejan los del Gobierno para situarse en el ‘centro’ y eludir así los golpes
revolucionarios (5).
La experiencia de la lucha de clases enseña que sin legalidad, o más bien fuera de la
legalidad, y en oposición a esa legalidad y a todas las instituciones fascistas, se ha
desarrollado el movimiento obrero y popular hasta un punto inigualable en ningún otro
país de los llamados democráticos. Aún en las mejores condiciones de libertad, la
vanguardia de la clase obrera tiene que mantener vivo su espíritu revolucionario y su
aparato político en la clandestinidad; cuánto más había que hacer eso en las condiciones
del fascismo en que nos veíamos obligados a trabajar. Naturalmente nos hubiera
gustado disponer de libertad de movimientos, pues eso hubiera facilitaría nuestra labor.
Pero la legalidad no es una cosa que se mendigue a la burguesía, sino que se conquista
en la lucha. Los que aspiran a la legalidad y lloriquean a cada paso para que les sea
concedida, es porque no se proponen hacer frente al Estado burgués ni mucho menos
destruirlo.
El Informe del II Congreso alertaba una vez más contra cualquier tentación en este
sentido: Nosotros debemos saber aprovechar las organizaciones legales que están
creando los oportunistas y toda posibilidad de trabajo legal; nunca nos hemos opuesto
ni hemos dicho nada contrario a eso, pero son tan escasas esas posibilidades en las
condiciones del fascismo y han llegado a tomar un carácter tan reaccionario las
organizaciones montadas por el oportunismo en colaboración con el régimen, que el
trabajo que podamos realizar en ellas es mínimo en relación a la labor que tendremos
que realizar entre las amplias masas, las cuales se mantienen al margen y enfrentadas
a todo el orden político vigente (6). Además, el Informe indicaba también los objetivos
que se podían perseguir utilizando la legalidad fascista: El Partido debe aprovechar
todas las posibilidades de trabajo legal; esto hemos de hacerlo, no para sacar a la luz
a los militantes y cuadros del Partido, no para liquidar a la organización
revolucionaria de la clase obrera, para relajar su espíritu y arrinconar los métodos de
organización y de lucha revolucionaria; debemos aprovechar todas las posibilidades
de trabajo legal para reforzar la clandestinidad y el aparato político del Partido, para
elevar en todo momento su espíritu revolucionario, para llevar a cabo acciones
revolucionarias y atraer a nuestras filas a los hombres y mujeres más avanzados. Para
todo eso necesitamos aprovechar las posibilidades de trabajo legal, aunque bien es
verdad que esas posibilidades, como hemos visto a lo largo de este Informe, son tan
escasas en nuestro país que apenas merecen que nos detengamos en ellas. El trabajo
legal, como decía también Stalin, debía supeditarse al trabajo clandestino:
El revolucionario acepta las reformas para utilizarlas como una ayuda para combinar la
labor legal con la clandestina, para aprovecharlas como una pantalla que permita
intensificar la labor clandestina de preparación revolucionaria de las masas con vistas a
derrocar a la burguesía.
El reformista, por el contrario, acepta las reformas para renunciar a toda labor
clandestina, para minar la preparación de las masas con vistas a la revolución y echarse
a dormir a la sombra de las reformas otorgadas desde arriba (7).
El trabajo por la edificación del Partido no había terminado con el I Congreso; podía
considerarse lento, no obstante estar aplicando una línea general justa y unos métodos
de trabajo acordes con ella. Además el Informe apuntaba las causas de esta lentitud eran
externas al mismo Partido: había que buscarlas en las condiciones en que nos
desenvolvemos, en la existencia del fascismo, en la labor sistemática de liquidación que
vienen haciendo el revisionismo y los demás grupos oportunistas, en la compleja
situación internacional, en la misma juventud del Partido, tomando esto último como un
dato objetivo. Y finalizaba con una premonición que no dejaba lugar a las falsas
ilusiones de los impacientes: El trabajo por la edificación del Partido no ha terminado,
sino que empieza ahora realmente. Este trabajo va a resultar largo y muy difícil: va a
exigirnos muchos sacrificios y una gran tenacidad; que nadie se lleve a engaño. Había
por delante un trabajo duro y abnegado de para todos los camaradas. Durante un largo
período íbamos a tener que sembrar, como decía Lenin, en pequeños tiestos. A corto
plazo, no se podía esperar un cambio en la situación que hiciera más cómoda o más fácil
nuestra labor. Esperar tal cosa sólo podía crear falsas ilusiones, relajar el espíritu
revolucionario en nuestras filas y conducir a la liquidación del Partido.
Notas:
(1) Manuel Pérez: La clase obrera tiene su propio Partido, su línea política y sus
propios métodos de lucha y de organización, Informe Político al II Congreso, 1977.
(2) Manuel Pérez Martínez: ¿A dónde ir? ¿Qué camino debemos tomar?, Informe
Político al Comité Central, setiembre de 1984.
(3) Una crisis ha terminado, otra crisis está abierta, publicado Bandera Roja, núm. 7,
enero de 1976.
(4) Manuel Pérez: La clase obrera tiene su propio Partido, su línea política y sus
propios métodos de lucha y de organización, Informe Político al II Congreso, 1977.
(5) Manuel Pérez: La clase obrera tiene su propio Partido, su línea política y sus
propios métodos de lucha y de organización, Informe Político al II Congreso, 1977.
(6) Manuel Pérez: La clase obrera tiene su propio Partido, su línea política y sus propios
métodos de lucha y de organización, Informe Político al II Congreso, 1977.