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EL DECRETO NO.

230 DE 2002 SU IMPACTO EN LA MOTIVACIÓN DE LOS


ESTUDIANTES

Miguel De Zubiría Samper

Resumen

El autor inicia el artículo planteando la realidad de vida de un joven, quien además


de otras realidades manifiesta poca motivación frente al estudio apoyado en el
argumento: “Hoy da lo mismo ser excelente estudiante que pésimo, todos pasan”.

Situación que le permite preguntarse ¿cómo se ha podido pasar de una educación


supuestamente represiva donde muy pocos sobresalían y demasiados perdían,
hasta el extremo contrario de que por Decreto la inmensa mayoría apruebe sin
esfuerzo, sin estudio?, ¿Podría el Decreto 230, planeado con la mejor intención de
evitar que los niños repitan el año, mejorar la cobertura, impedir la deserción y hacer
grata la vida escolar, eliminando cientos de dolorosas tensiones, estrés, exigencias,
estimular el suicidio de nuestros jóvenes?

Esta perspectiva le permite inferir que muchas veces las buenas intenciones no
siempre llevan a buenos resultados y para esto alude a un refrán popular: “El camino
al infierno está lleno de buenas intenciones”.

Afirmando que con esto podría ocurrir que el “remedio” para la repitencia y la
deserción escolar que a cambio de corregir las fallas psicológicas y pedagógicas
que causan en nuestros estudiantes la repitencia y la deserción ataca su efecto
aparente: disminuye el número de alumnos que pierde el año, los promueve,
obviando su pobre rendimiento académico, mientras anula de un plumazo la
autoridad de los profesores... la que les quedaba.

En ese contexto Zubiría hace referencia a Jean-Jacques Rousseau quien proclamó


la necesidad de rechazar cualquier sanción a los jóvenes, apoyado sobre un
razonamiento que implica no imponer (al niño) ningún género de castigo, pues no
sabe qué cosa sea cometer una falta. Ni ponerlo nunca a que pida perdón, pues no
puede ofender. Idea que el autor considera por completo coja y falsa.

En ese mismo escenario aparece la publicación del doctor Spock llamada


manifiesto de la crianza amorosa, a quien pronto secundan los hippies y los
movimientos comunistas que auguraban un mundo de paz, amor, fraternidad e
igualdad.

Las normas, las exigencias, las sanciones causaron la tragedia, dijeron. Había que
acabar con la educación y la crianza “represivas”, bastaba con eliminar los
sufrimientos, las frustraciones, las sanciones, y cada quien haría lo que quisiese,
incluidos los niños. ¡Nadie obligaría a nadie! De este modo llegaría el paraíso
prometido de la libertad, todos vivirían felices, reinaría la alegría por siempre. La
labor de los padres desde entonces sería darles la mejor vida a sus hijos, la de los
profesores igual. Ideología que comenzó a liderar la recién creada televisión que
elevó el consumo hasta cifras escandalosas.

Mientras tanto se debía anular la autoridad del profesor, cambiarla por la figura ligth
de un asistente, asesor, tutor, consejero, “amigo” de los estudiantes, sin poder sobre
ellos; ni siquiera del de hacerles perder su materia cuando fuera justo.

Se pensó que eliminada la educación “represiva” y eliminadas las calificaciones en


rojo y la pérdida dolorosa del año aparecería una nueva y radical generación de
muchachos alegres, entusiastas, felices. Si los estudiantes tuviesen asegurado su
año y su cupo iría con gusto al colegio, mejoraría su auto estima, estudiaría sin
obligación, por el gusto de hacerlo, y muchas otras ganancias.

Es entonces cuando Zubiría cita al presidente de la APA, Martín Seligman, quien


luego de décadas de investigar a niños pesimistas, derrotados, concluyó con una
idea asombrosa: "…demasiado éxito, o una existencia demasiado regalada dejan al
niño indefenso cuando termina topando con su primer suspenso”… situado cerca del
filo de la existencia.

A este respecto el autor señala que si desde pequeños nuestros alumnos se


habitúan a que cualquier mamarracho dibujado es hermoso, interesante o a nivelar
cualquier asignatura, o nunca sacan calificaciones rojas, ni pierden el año si no se
esfuerzan lo suficiente, sus colegios les hacen el mayor daño posible: los
CONFUNDEN, porque El éxito y una vida fácil son malos consejeros para vivir la
existencia.

La vida fácil bloquea el sistema de expectativa, esfuerzo, logro de los niños y


jóvenes por una poderosa razón que hasta ahora descubre la neuropsicología: el
éxito y una vida fácil paralizan el sistema de expectativa, esfuerzo, logro de los
niños y jóvenes. En consecuencia, los muchachos pierden lo más grato de vivir: las
SATISFACCIONES. Carencia que los inclina hacia las dos peores epidemias
psicológicas de nuestro tiempo: la depresión y el suicidio.

La pista vino de los estudios del psicólogo húngaro Mihaly Csikszentmihalyi, quien
siguió por décadas a pintores, bailarinas, empresarios, escaladores, y muchos
quienes no llevaban una vida, tranquila, plácida, con todo resuelto; sino al revés.
Comprobó algo notable: que eran personas más satisfechas con ellas y con la vida,
pues vivían insertos en elevados retos, habitaban el reino de la dificultad, bien
intuido por el maestro Estalisnao Zuleta.

Csikszentmihalyi confirmó que los más felices eran quienes asumían retos mayores,
muchos casi imposibles, y de modo desconcertante disfrutaban el mayor estado
psicológico conocido llamado “conciencia fluida”.

Recién aparece la explicación de por qué son más felices quienes enfrentan
dificultades y problemas, es bioquímica, un neurotransmisor y ciertas regiones
cerebrales. Enfrentar y superar problemas y retos hace secretar dos sustancias
cerebrales muy gratas: la dopamina y la serotonina. Dopamina durante el proceso, y
serotonina ante cada resultado positivo ascendente hacia la meta, o cuando se
requiere de esfuerzo adicional. En los más esforzados siempre.

Los humanos derivamos SATISFACCION (dopamina y serotonina) al afrontar retos,


situaciones extremas; nunca del bienestar, la comodidad, ni el consumo.
Razón para que en el colegio los estudiantes con alta expectativa disfruten mucho
más que los estudiantes con baja. El problema es que decretos como el 230 anulan
en todos los estudiantes el hecho de imponerse retos, exigencias, tareas, anula por
completo el mecanismo motivacional de la expectativa positiva, los deja peor
parados que la sencilla abeja.

Por salvar artificiosamente a los peores estudiantes, en lugar de descubrir las


causas de su bajo rendimiento, condena a todos a la mediocridad. Y no a cualquiera,
sino a la más grave de cuantas conocemos: a la mediocridad motivacional, pues
bloquea las funciones mentales superiores. ¿Para qué esforzarse si hay
nivelaciones, validaciones y en caso de pérdida el salvavidas del Decreto 230? Para
nada.

Cerrando su artículo Ziubiría afirma: La vida fácil fragiliza el yo y para esto cita otro
experimento científico realizado por el doctor Seligman quien colocó un grupo de
50 ratas de laboratorio en un estanque de agua del cual les fue imposible escapar.
De las cuales, 45 lucharon 30 minutos y solo cinco lucharon tres días por escapar
de la muerte y estas cinco ratas eran de alcantarilla. El ejemplo habla por sí solo y
es en este punto que el autor lanza la pregunta contundente ¿hoy educamos a
nuestros hijos o alumnos como ratas de laboratorio en hogares amorosos y
dadivosos, eximiéndoles de cualquier obligación o deber, o como organismos de
alcantarilla?

Lo que a su vez le da pie para expresar que otra consecuencia no menor del
Decreto 230 es convertir al colegio en una guardería amorosa; para nada en un
modelo real a escala de la sociedad adulta donde vivirán nuestros estudiantes,
basado en el trabajo exigente, comprometido, de muchas fricciones, decepciones.

Concluyo con la reflexión del maestro Fernando Savater en su bello libro, El valor de
educar, cuando reconviene a los padres amorosos, laxos, compresivos que
desterraron los deberes y las sanciones de su hogar, siguiendo los preceptos de
Rousseau, Spock y los hippies, muy aplicable hoy a los mismos profesores:

“Si los padres no ayudan a los hijos con su autoridad amorosa a crecer y prepararse
para ser adultos, serán las instituciones públicas las que se verán obligadas a
imponerles el principio de la realidad, no con afecto sino por la fuerza. Y de este
modo sólo se logran envejecidos niños díscolos, no ciudadanos adultos libres.

POSICIÓN PERSONAL FRENTE AL ARTÍCULO

Considero que lo que expresa el autor corresponde sin duda a la realidad que se
vive nuestras aulas de clase, donde la desmotivación de nuestros estudiantes frente
al estudio es evidente, pareciera que no los moviera nada, a la mayoría les da lo
mismo perder que ganar, impera la ley del menor esfuerzo, esa es una realidad
innegable y la queja de la mayoría de los docentes.

Al respecto la tesis que plantea Zubiría es bastante lógica, el salto mortal que se dio
entre una educación represiva (en la cual era difícil ganar el año, a una educación
demasiado laxa en la cual lo difícil es perder el año), ha generado que los
estudiantes se esfuercen poco y se conformen con mínimos, olvidando que tienen
potencialidades para volar tan alto como las águilas.

Estoy de acuerdo cuando el autor plantea que con la buena voluntad de liberar a
nuestros niños y jóvenes de posibles traumas y frustraciones se les ha facilitado
tanto la vida que se les está inhabilitando para enfrentar asertivamente los
verdaderos retos de la vida indistintamente de clases sociales, condiciones
económicas y demás les planteará. Se les está sobreprotegiendo de tal manera que
no se les está educando para enfrentar la dificultad.

Creo que necesario enseñarles a saber perder, a comprender que las cosas cuestan
y que solo se valora lo que se ha logrado con el esfuerzo personal y que la
adversidad nos hace fuertes y nos enseña a apreciar lo que se tiene. Y esta es una
tarea de la familia y de la escuela, las cuales mancomunadamente deben trabajar
por fortalecer la parte volitiva en los niños y jóvenes generándoles expectativas altas
frente a los cuales ellos se sientan impulsados a avanzar posibilitándoles
experimentar la satisfacción que produce el logro de metas y objetivos. Siento que
esto ayudaría a recobrar la motivación de nuestros niños y jóvenes frente a la vida y
sus procesos.

Pero disiento de la posición del autor cuando señala como uno de los responsables
directos de esta realidad al decreto 0230, porque creo que la pela no la tenemos que
dar todos los actores educativos, empezando porque siento que este decreto ha sido
mal interpretado, cada cual lo ha tomado a su manera y en su nombre se han
cometido muchas barbaridades.

Tendríamos que preguntarnos ¿cuáles son las estrategias que desde la familia y la
escuela estamos implementando para ofrecer una educación que motive a los
estudiantes? ¿Qué medios estamos utilizando para ofrecer una educación que se
centre más en los procesos y en las personas más que en los contenidos? O será
que nos ocurre que nos quejamos tanto de la realidad pero la verdad es que somos
nosotros los educadores los que nos hemos relajado y hemos bajado la guardia en
los procesos, en la calidad de lo que hacemos.

El hecho es que de nada sirve buscar culpables, ni llorar sobre la leche derramada,
lo más sano es preguntarnos qué podemos hacer para trasformar esta realidad,
llenándonos de esperanza creyendo de corazón que es posible lo que soñamos,
porque como dice Benedicto XVI “ La esperanza es el alma de la educación” y
brindarles a los estudiantes desde el testimonio de nuestra propia vida modelos
creíbles que les posibiliten elevarse sobre el horizonte de su proyecto de vida y
conquistar grandes ideales, siendo para ellos un punto de apoyo para que puedan
mover el mundo.
RESUMEN

ADRIANA JANETH CADAVID MENESES

Docente: Beatriz Elena Arias V


Asignatura: autonomía y autorregulación
Fecha: Noviembre 22de 2008

UNIVERSIDAD SAN BUENAVENTURA


LICENCIATURA EN GESTIÓN
X SEMESTRE (Cerrado)

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