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CAPÍTULO VI

INTERPRETACIÓN DE LA LEY PENAL

Sumario: 1. Objetivos. — 2. Caso de introducción. — 3. Concepto de interpretación. — 4. Interpretación,


subsunción y aplicación de la ley. — 5. Teoría objetiva y teoría subjetiva de la interpretación. — 6.
Necesidad de la interpretación. — 7. Clases de interpretación. — a. Clasificación de la interpretación según
el origen. — a.1. Interpretación auténtica. — a.2. Interpretación doctrinal. — a.3. Interpretación judicial o
jurisprudencial. — b. Clasificación de la interpretación según el resultado. — b.1. Interpretación declarativa,
literal o estricta. — b.2. Interpretación extensiva. — b.3. Interpretación restrictiva. — c. Interpretación
declarativa e interpretación correctiva. — 8. Métodos, elementos o criterios de interpretación. — a. Primera
regla. Elemento gramatical o literal. — b. Segunda regla: Elemento teleológico. — c. Tercera regla:
Elemento histórico. — d. Cuarta regla: Elemento lógico-sistemático. — d.1. Argumento a coherentia o
conforme. — d.2. Argumento sedes materiae. — 9. Orden, jerarquía o prelación de los criterios
interpretativos. — 10. Argumentos interpretativos. — a. Argumento por analogía. — b. Argumento a fortiori.
— c. Argumento a contrario. — d. Argumento de principios. — e. Argumento de autoridad. — f. Argumento
de la no redundancia. — g. Argumento pragmático. — h. Argumento por el absurdo o apagógico o hipótesis
del legislador razonable.—

1. Objetivos
a. Determinar qué se entiende por interpretación.
b. Distinguir entre interpretación, subsunción y aplicación de la ley.
c. Diferenciar entre teoría objetiva y teoría subjetiva de la interpretación y precizar la
importancia de adherir a una u otra teoría.
d. Resolver si es o no siempre necesaria la interpretación de la ley.
e. Clasificar la interpretación según el orígen y según el resultado de la interpretación.
f. Identificar los métodos, elementos o criterios de interpretación.
g. Establecer si Orden, jerarquía o prelación de los criterios interpretativos.
h. Identificar los argumentos interpretativos.

2. Caso de introducción
El art. 390 del Cp. incorpora como sujeto pasivo del delito de parricidio al
conviviente y al ex conviviente. Sin embargo, no define que ha de entenderse por
convivencia y, por lo tanto, la jurisprudencia debe determinar si conforme a la legislación
vigente646 y la doctrina que se refiere al delito de parricidio, procede esta figura agravada

646
La ley N° 20.066 (2005), sobre violencia intrafamiliar agregó la protección de relaciones generadoras de
confianza, afecto y dependencia con la finalidad de prevenir, sancionar y erradicar la violencia intrafamiliar y
de otorgar protección a las victimas, por regla general, niños y mujeres (art. 1°). La ley N° 20.480, (2010)
amplió los sujetos pasivos a quienes “han sido” cónyuges o convivientes y denominó “femicidio” la muerte
de la víctima mujer que es o ha sido cónyuge o conviviente del femicida e incorporó la violencia de genero,
ejercida contra la mujer por el hecho de ser tal. La ley de acuerdo de unión civil, fue promulgada el día 13 de
abril de 2015 y publicada el día 21 de abril de 2015 y comenzó a regir seis meses después de su publicación
(21 de octubre de 2015). De acuerdo con el art. 1° de esta ley, el acuerdo de unión civil es un contrato
celebrado entre dos personas que comparten un hogar, con el propósito de regular los efectos jurídicos

155
de delito contra la vida únicamente cuando se trata de parejas heterosexuales o si se hayan
comprendidas también las parejas homosexuales.

3. Concepto de interpretación
Interpretar, en términos generales, consiste en establecer el significado de algo647.
El vocablo interpretación suele ser usado, como suele ocurrir con el lenguaje, en múltiples
sentidos: para interpretar un comportamiento humano, como por ejemplo, las razones de
un sujeto para cometer un hecho, subsumir un comportamiento en una clase de conductas o
calificar un acto según el esquema ofrecido por una norma648. También se utiliza el término
para interpretar un evento histórico o social, como sucede cuando establecemos una
relación de causa y efecto entre un hecho condicionante y otro condicionado649. Por último,
ocupamos la palabra interpretar, cuando nos referimos a la interpretación de textos, en cuyo
caso, el término interpretar significa atribuir significado, sentido y referencia, a algún
fragmento del lenguaje (vocablos, grupos de palabras que constituyen una unidad o
enunciados)650. La interpretación jurídica pertenece al género de la interpretación textual,
porque consiste en la actividad de constatar o decidir el significado de alguna disposición
o de algún documento o texto jurídico, o bien en el resultado o producto de la actividad
interpretativa651. Cuando se habla de la interpretación de fuentes del Derecho (textos
normativos, formulaciones de normas), interpretar significa aclarar, a veces, el contenido
normativo de un disposición (qué norma o normas expresa), otras veces su contenido o su
campo de aplicación (a qué casos concretos se aplica)652. La interpretación jurídica tiene
por objeto los textos o documentos normativos; se interpretan enunciados que expresan
normas o disposiciones y, por lo tanto, la norma constituye no el objeto, sino el resultado de
la actividad interpretativa y de ahí que la interpretación jurídica es la atribución de sentido
o significado a un texto o enunciado jurídico653/654 y por ello es denominada interpretación
textual que consiste en determinar el significado de una disposición –el componente
elemental de cualquier texto jurídico normativo: un enunciado previamente aislado por el
intérprete, en el discurso de las fuentes- obteniendo de ésta una o más normas explícitas,

derivados de su vida afectiva en común, de carácter estable y permanente. Los contrayentes se denominarán
“convivientes civiles” y serán considerados parientes para los efectos previstos en el art. 42 del CC. Su
celebración confiere el “estado civil de conviviente civil”. Conforme a lo prevenido en el art. 24 de la ley, las
leyes y reglamentos que hacen alusión a los convivientes, sea con esta expresión u otras que puedan
entenderse referidas a ellos, serán igualmente aplicables a los “convivientes civiles”. Si bien la Ley de
acuerdo de unión civil parece clarificar bastante el ámbito de aplicación y los requisitos de la convivencia,
está todavía por determinarse si el término convivencia se aplica en el contexto del art. 390 del Cp.
únicamente a los convivientes civiles o también a las parejas heterosexuales u homosexuales que mantienen
púnicamente un vínculo de hecho o informal.
647
Squella, Introducción al Derecho, Editorial Jurídica de Chile, 2008, p. 377.
648
Guastini, Interpretar y Argumentar, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2014, p. 23.
649
Guastini, Interpretar y Argumentar, p. 24.
650
Ídem.
651
Ídem, p. 25.
652
Ídem, pp. 25-26.
653
Ídem, pp. 26 y 27.
654
El CC. italiano en el art. 12, apartado 1, disposiciones preliminares, define interpretar como atribuir (...)
sentido a un texto.

156
acreditadas o acreditables como sus interpretaciones jurídicamente correctas655. En tales
términos, la interpretación656 identifica el contenido de sentido o contenido normativo (la
norma o, más a menudo, las normas) expresado o lógicamente implícito en un texto
normativo (una fuente de Derecho) y por eso es asimilable a la traducción, la cual consiste
en reformular el texto interpretado. Como el ordenamiento jurídico es indeterminado,
debido a la equivocidad de los textos normativos, la interpretación reduce dicha
indeterminación, identificando las normas en vigor657.

4. Interpretación, subsunción y aplicación de la ley


En Derecho penal la aplicación de la Ley significa (para el supuesto de una
condena) el pronunciamiento de una pena respecto de un sujeto, por el hecho delictivo
cometido, basado en las leyes en las que se encuentra un comportamiento descrito a través
de elementos abstractos (el tipo penal) que está conminado con la pena como consecuencia
jurídica658.
El tipo penal es la premisa mayor, el hecho material la premisa menor y la pena la
conclusión. La aplicación de la Ley al caso concreto consiste en poner en relación la
premisa mayor abstracta con la premisa menor que se extrae a partir de un hecho de la vida
misma. De ello se deduce como conclusión la sentencia judicial; en la que un sujeto es
castigado por haber cometido un delito determinado con la pena referida en la ley. Esta
operación deductiva se denomina silogismo en el que la premisa mayor la constituye una
norma jurídica completa; la inclusión de un caso de la realidad en el supuesto de hecho de
esa norma jurídica, la premisa menor; y la conclusión, la aplicación a ese caso de la
consecuencia jurídica prevista en la norma659. La obtención de la premisa mayor o
averiguación del sentido de la norma jurídica incumbe a la interpretación660; y, por lo tanto,
es un presupuesto de la subsunción y opera con anterioridad aclarando el sentido de la
premisa mayor aplicable661. La obtención de la premisa menor, es decir, la inclusión del
caso de la realidad en el supuesto de hecho de la norma jurídica constituye la llamada
subsunción; y la conclusión está constituida por la aplicación de la consecuencia jurídica.
En el siglo XIX se pensaba que bastaba con el silogismo jurídico, es decir, con que
el Juez mediante una operación mecánica, verificara si los hechos eran o no susceptibles de
subsumirse en un precepto legal determinado662. Lo anterior era necesario a fin de evitar el

655
Chiassoni, Técnicas de interpretación jurídica. Breviario para juristas, Editorial Marcial Pons, 2001, p.
56.
656
Aclaramos desde ya que con el término interpretación, nos estamos refiriendo a la llamada interpretación
en abstracto, esto es, orientada a texto y no a la llamada interpretación en concreto u orientada a los hechos,
que dice relación con el proceso de subsunción de un campo concreto al campo de aplicación de una norma
previamente identificada en abstracto. Sobre la distinción entre interpretación en abstracto e interpretación en
concreto, ver Guastini, Interpretar y Argumentar, pp. 33-36.
657
Ídem, pp. 35 y 36.
658
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 163.
659
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 128.
660
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 164.
661
Guastini, Interpretar y Argumentar, p. 36, Nota: 17.
662
Beccaría afirmaba que: “En todo delito debe hacerse por el juez un silogismo perfecto. Pondráse como
mayor la ley general; por menor la acción, conforme o no con la ley, de que se inferirá por consecuencia la

157
arbitrio judicial, lo que trajo como consecuencia el uso y abuso de la técnica del casuismo,
acorde con la cual, el legislador sería capaz de prever en la ley todos los casos que podrían
presentarse en la realidad. Hoy sabemos que no basta con que la decisión legal se
fundamente al modo establecida con claridad la premisa fáctica como la premisa normativa,
la conclusión se obtiene por medio de un simple proceso de tipo deductivo. Este proceso,
llamado silogismo o justificación interna, se relaciona con la racionalidad interna de la
decisión jurídica663, porque siempre tiene el juez un ámbito de discrecionalidad, para
argumentar su decisión judicial, de manera que el problema en la actualidad, no se produce
en el ámbito del la justificación interna, sino que en el ámbito de la justificación externa
que se relaciona con la racionalidad externa de la decisión. Una decisión está externamente
justificada cuando sus premisas están calificadas como buenas según los estándares
utilizados por quienes hacen la calificación664. La justificación externa, comprende por lo
tanto, las proposiciones que apoyan el establecimiento de la premisa menor (hechos
acreditados) y las proposiciones que apoyan el establecimiento de la premisa mayor (norma
jurídica decisoria). Si la premisa menor que ha sido determinada correctamente, se
encuadra adecuadamente en la premisa mayor que ha sido precisada respetando las
proposiciones que la apoyan, la decisión estará bien fundamentada.
Afirma Wroblewski: “En la cultura jurídica contemporanea, tanto en los sistemas de statutory
como en los de common law, se cuenta con que la decisión legal sea una decisión justificable.
Esto significa que una decisión legal podría justificarse identificando los argumentosque la
sustentan (justificación interna), justificando estos argumentos justificativos como
razonamientos apropiados (justificación externa)”665.
La actividad que va desde la interpretación a la aplicación de la ley penal, pasando
por la subsunción, pasa por tres momentos o fases:
a. La primera fase corresponde a la determinación del hecho y de la participación
del acusado. Dichos aspectos dicen relación con el caso que surge como problema de la
realidad y que se trata de subsumir en el supuesto de hecho de la norma jurídica. El hecho y
su autor, deben establecerse respetando los principios y las reglas del Derecho Procesal
Penal. En tal sentido el establecimiento de la premisa menor o hechos acreditados, debe
respetar los límites que imponen los principios del Derecho Procesal Penal, tales como la
presunción de inocencia, el derecho de defensa jurídica y técnica, el onus probandi
corresponde al Estado, el principio de oralidad, el derecho a un juez independiente e
imparcial, el derecho al recurso procesal, la inadmisibilidad de la reformatio in peius, el
principio de publicidad, el derecho a guardar silencio entre otros. Además, el
establecimiento de los hechos debe respetar la reglas probatorias, que en caso chileno
implica valorar la prueba conforme a las reglas de la sana crítica, es decir de acuerdo a las
reglas de libertad de prueba, libertad de valoración de las pruebas y al respeto por los
límites a la valoración de las pruebas, esto es, a las reglas de la lógica (principios de
identidad, de no contradicción, de razón suficiente y tercero excluido) a las máximas de la

libertad o la pena. Cuando el juez par fuerza o voluntad quiere hacer más de un silogismo, se abre la puerta a
la incertidumbre” (Beccaria, Tratado de los delitos y de las penas, Editorial Eliasta, 1993, p. 63).
663
Squella, siguiendo a Wroblewski señala: “Una decisión está internamente justificada si se infiere de sus
premisas según las reglas de inferencia aceptadas, dándose en gtal casopor supuesta la validez de las premisas
utilizadas” (Squella, Introducción al Derecho, p. 425).
664
Ídem.
665
Wróblewski, Constitución y teoría general de la interpretación jurídica, Editorial Civitas, 1985, p. 57.

158
experiencia; a los conocimientos científicamente afianzados, al deber de fundamentación
por parte del Tribunal y al estándar de convicción “más allá de toda duda razonable”.
b. La segunda fase corresponde al juicio de subsunción666. Consiste en subsumir un
caso concreto en el campo de aplicación de una norma previamente identificada, la cual
implica una decisión en torno a la extensión que se otorgará a la premisa mayor para
identificar los casos concretos regulados por la norma, toda vez que la vaguedad del
lenguaje no permite determinar exactamente qué casos entran en su campo de aplicación667.
El proceso de subsunción permite identificar los casos concretos que cada norma regula668.
El problema fundamental de la subsunción consiste en relacionar los preceptos jurídicos
abstractos con el hecho real concreto. El estadio previo de la subsunción es la interpretación
de la ley, es decir, que antes de la subsunción hay que aclarar primero el sentido de la
premisa mayor a aplicar, para lo cual hay que tener en cuenta los criterios de interpretación
de la ley que veremos más adelante (gramatical, teleogógico, lógico, sistemático e
histórico)669. En el proceso de subsunción en cambio, se trata de interpretar, por ejemplo, si
es posible incluir en el concepto de cosa mueble del art. 432 del Cp., ya interpretado, una
cosa determinada, por ejemplo, la energía eléctrica, tarea que se dificulta, cuando el
concepto jurídico es demasiado genérico o implica un juicio valorativo por parte del
juzgador670. Así, por ejemplo, piénsese en la determinación de si una determinada cantidad
de droga constituye o no una “pequeña cantidad” para los efectos de precisar si estamos en
presencia de un delito de tráfico en pequeñas cantidades de droga del art. 4° de la Ley
20.000. En Derecho penal, el proceso de subsunción debe respetar, en el contexto de
justificación externa, los principios o límites al ius puniendi, consistentes en los principios
de legalidad, culpabilidad, lesividad, fragmentariedad, última ratio, Derecho penal de acto y
no de autor y non bis in ídem; así como las reglas de imputación jurídico penal que emanan
de la teoría del delito, tales como la imputación objetiva, que sirve para excluir en el ámbito
de la subsunción en la norma, un gran número de casos que a primera vista podrían ser
subsumibles en ella671.
c. La tercera fase está constituida por la aplicación de la norma penal al caso cuya
prueba y subsunción en la norma penal se ha realizado. En esta fase lo más importante es la
determinación de la consecuencia jurídica672. En Derecho penal es casi imposible
determinar con absoluta seguridad la consecuencia jurídica justa para un hecho concreto673.
En esta fase el arbitrio judicial es aún mayor que en la fijación de los presupuestos de la
pena, porque la exacta determinación de la pena es un acto de decisión que implica siempre
una valoración subjetiva del juzgador, que, en última instancia, pretende con su decisión la
solución del caso o del conflicto que motivó su intervención, aunque ello casi siempre esté
fuera de su alcance674. Sin embargo, en la etapa en comento, el juzgador debe respetar el
principio de proporcionalidad de la pena en abstracto y el principio de humanidad de las

666
También llamada interpretación en concreto (Guastini, Interpretar y Argumentar, pp. 33 y ss.)
667
Guastini, Interpretar y Argumentar, pp. 33-35.
668
Ídem, p. 36.
669
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 133.
670
Ídem.
671
Ídem, p. 134.
672
Ídem.
673
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., pp. 134-135.
674
Ídem, p. 135.

159
penas y, además, en la determinación judicial de la pena, los criterios contenidos en el art.
69 del Cp., acorde con el cual, “dentro de los límites de cada grado el tribunal determinará
la cuantía de la pena en atención al número y entidad de las circunstancias atenuantes y
agravantes y a la mayor o menor extensión del mal producido por el delito”.

Interpretación judicial de la ley en materia penal

Silogismo jurídico

Justificación externa Justificación interna

a. Proposiciones que apoyan la a. Premisa menor


premisa menor (hechos acreditados)
* Principios procesales
* Reglas probatorias
• Sana crítica
+ Libertad de prueba
+ Libertad de valoración
+ Límites a la valoración
- Lógica c. Decisión
- Máximas de experiencia (Consecuencia jurídica)
- Conocimientos científicamente
afianzados
+ Deber de fundamentación
+ Estándar de convicción
* Argumentación de forma, en
base a las fuentes del Derecho

b. Proposiciones que apoyan la b. Premisa mayor


premisa mayor (norma jurídica decisoria)
* Principios sustantivos
* Criterios de interpretación de
la ley
* Argumentación de forma, en
base a las fuentes del Derecho

5. Teoría objetiva y teoría subjetiva de la interpretación


Según la teoría subjetiva o psicológica, la tarea del intérprete consiste en buscar la
voluntas legislatoris675, rehaciendo el pensamiento del legislador en el momento de poner
en vigencia el precepto legal, de manera que la voluntad de la ley se confunde con la del
legislador, en términos tales que lo que la ley quiere mandar o prohibir actualmente no es
sino lo que su autor quería mandar o prohibir al promulgarla676. La teoría subjetiva
predominó en la doctrina a fines del siglo XVIII y durante la primera mitad del siglo XIX,
fundada en el temor a la arbitrariedad que caracterizaba a la justicia y el peligro de que el

675
García-Pablos, Introducción…, p. 824.
676
Cury, Derecho penal..., p. 187.

160
texto legal fuese desnaturalizado por los intérpretes aplicando leyes penales por analogía677,
con el pretexto de desentrañar su espíritu y en el respeto por los legisladores de la época,
que, según el criterio de entones, habían convertido en ley positiva el derecho natural
racional y no era admisible que su interpretación tendiera a otro objetivo678. Sin embargo, la
dificultad de la teoría subjetiva consiste en precisar en qué consiste la voluntad del
legislador toda vez que ésta no pasa de ser una ficción porque las mayorías parlamentarias
varían y las leyes responden a pactos, concesiones y estrategias circunstanciales, más que a
una voluntad concreta y determinable679. El legislador es plural, toda vez que se encuentra
integrado por los prelegisladores o autores de un proyecto, personas que trabajaron en él en
el Ministerio y el Gobierno que lo impulsó, diversos parlamentarios y grupos
parlamentarios e incluso diversas cámaras que intervinieron en su aprobación, de modo que
cada uno de los componentes del legislador pudo tener una idea o finalidad diferente, con
lo que muy frecuentemente es prácticamente inviable hablar de una voluntas legislatoris o
mens legislatoris680. Además, en que al intentar mantener vigente el sentido original de los
mandatos y prohibiciones, la interpretación se hace incompatible con la evolución social
que pretende regir, colocando en un punto de tensión a las normas con la realidad, lo que
produjo durante el siglo XIX y principios del XX un vuelco hacia el positivismo,
desplazándose las consideraciones de seguridad por las de justicia681.
Ya Cousiño alababa la redacción del art. 19 inc. 2° del CC y criticaba la interpretación que él se
hacía y se enseñaba en su época, porque se solía confundir la voluntad de la ley con la voluntad
del legislador, de manera que a falta de claridad en un precepto se recurría de inmediato a la
intención de los legisladores sin pensar que adentro de la ley misma, siempre hay elementos
racionales y finalísticos que contribuyen a determinar su sentido propio 682.
Para la teoría objetiva en cambio, la finalidad de la interpretación consiste en
debelar la voluntas legis o voluntad de la ley683 y hoy por hoy es la doctrina dominante, y
porque la ley, por su estabilidad y vocación de futuro, se independiza de la voluntad del
legislador histórico, tan pronto como se publica y entra en vigor y se aplica a menudo, en
un contexto social, económico o político diferente no contemplado hasta por el legislador
más previsor684, de manera que en tal sentido, toda interpretación debe ser progresiva,
dinámica o evolutiva685.
En tal sentido Cobo y Vives señalan: “El principio dinámico no es sino la expresión de la
influencia del cambio en el contexto sobre el sentido del texto. Dado que las normas están
destinadas a regir la realidad, la interpretación ha de tener en cuenta las modificaciones que se
producen, constantemente, en el mundo real. Tales cambios plantean nuevos problemas, y
alteran los planteamientos que condujeron a dictar las reglas. La interpretación no puede
quedar, por así decirlo, congelada en el sentido originario, sino que ha de avanzar al compás de

677
Cousiño, “La interpretación de la ley penal en la dogmática chilena”, en RCP, 1960, T. XIX, p. 199.
678
Ídem.
679
García-Pablos, Introducción…, p. 824.
680
Luzón Peña, Derecho penal..., p. 162.
681
Cury, Derecho penal..., pp. 187-188.
682
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 197.
683
De hecho Jiménez de Asúa, definía la interpretación afirmando: “La interpretación es una operación
lógico-jurídica que se dirige a descubrir la voluntad de la ley, en funciones con todo el ordenamiento jurídico
y las normas superiores de cultura, a fin de aplicarla a los casos concretos de la vida real” (Jiménez de Asúa,
Tratado de Derecho Penal, Editorial Losada, 1992, T. II, p. 409).
684
García-Pablos, Introducción…, p. 824.
685
Ídem.

161
las exigencias del tiempo en que se efectúa. El dinamismo de la exégesis no es sino una
consecuencia de la concepción “objetiva” de la interpretación. Allí donde esa dinámica conduce
a un cambio de sentido que -permaneciendo dentro del “tenor literal posible” del texto permite
adaptarlo a las necesidades del presente, se habla de interpretación “progresiva” o
“evolutiva”686.
Dados los complejos procesos legislativos, bien puede ocurrir que las voluntades del
legislador y de la ley entren en pugna. Si la voluntad del legislador no coincide con la
voluntad de la ley, debe prevalecer la voluntad de la ley, ya que, como decía Mezger, sólo
es Derecho obligatorio el contenido en la ley (la voluntad de la ley), no su proceso de
generación (la llamada voluntad del legislador)”687.
No obstante lo anterior, para evitar el riesgo de inseguridad jurídica que podría
suponer un exceso de esta orientación objetiva de la interpretación si se centrara exclusiva o
desmedidamente en la finalidad de la ley olvidando su tenor, se exige que la interpretación
se mantenga dentro de los límites del sentido literal posible del precepto, que marca el
límite máximo de toda interpretación688.

6. Necesidad de la interpretación
Toda ley, necesita ser interpretada antes de ser aplicada, incluso cuando el tenor
literal es aparentemente inequívoco689, porque en tales casos, debe asumirse el sentido
manifiesto del texto legal, ya que todo proceso interpretativo comienza con el tenor literal
de la ley y avanza hasta desentrañar su telos690, de manera que no debe confundirse la
ausencia de dificultades con la ausencia de interpretación691 y, por lo tanto, la afirmación:
in claris non fit interpretatio o lo que es claro no necesita ser interpretado, es una auténtica
falacia692/693/694. El legislador, al realizar un texto legal, utiliza el lenguaje o signos que

686
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 107.
687
Mezger, Tratado de Derecho penal, Editorial Hammurabi, 2010, T. I, p. 153.
688
Luzón Peña, Derecho penal..., p. 163.
689
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 334.
690
Ídem.
691
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 103.
692
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 198; García-Pablos, Introducción…, p. 825 y Velásquez,
Derecho penal..., T. I, pp. 334-335.
693
En el extremo opuesto, Beccaría sostenía que: “Tampoco la autoridad de interpretar las leyes penales
puede residir en los jueces criminales por la misma razón que no son legisladores. Los jueces no han recibido
de nuestros antiguos padres las leyes como una tradición y un testamento, que dejase a los venideros sólo el
cuidado de obedecerlo; recíbenlas de la sociedad viviente, o del Soberano su representador, como legítimo
depositario en quien se hallan las actuales resultas de la voluntad de todos. Recíbenlas, no como obligaciones
de un antiguo juramento; nulo porque ligaba voluntades no existentes; inicuo, porque reducía los hombres del
estado de sociedad al estado de barbarie; sino como efectos de otro tácito o expreso, que las voluntades
reunidas de los súbditos vivientes han hecho al Soberano, como vínculos necesarios para sujetar o regir la
fermentación interior de los intereses particulares. Esta es la física y real autoridad de las leyes. ¿Quién será,
pues, su legítimo intérprete? El Soberano; esto es, el depositario de las actuales voluntades de todos, o el juez,
cuyo oficio sólo sea examinar si tal hombre haya hecho o no un acción que les sea contraria” (Beccaria,
Tratado de los delitos y de las penas, p. 63).
694
Corcoy Bidasolo refiere: “El positivismo de la Escuela de la Exégesis en Francia y de la Jurisprudencia de
Conceptos en Alemania pretendieron que no era necesaria la interpretación porque las normas son claras y no
hay antinomias. A partir de la segunda mitad del S. XIX, la Escuela de Derecho Libre, la Jurisprudencia de
Intereses y el Realismo Jurídico ponen de manifiesto que esta situación ideal no existe y que la decisión

162
desempeñan una función simbólica y comunicativa695; para establecer mandatos o
prohibiciones abstractas y generales, mientras que la realidad que pretende regular es
dinámica y cambiante, la interpretación es imprescindible696. Los enunciados jurídicos se
comunican por la autoridad normativa a los ciudadanos a través del lenguaje escrito con la
finalidad de establecer normas o pautas de comportamiento. Las palabras son símbolos que
proviene de una convención social y, por lo tanto, no tienen un único significado que pueda
ser considerado como verdadero, al contrario las palabras tienen múltiples significados y,
en tal sentido, son ambiguas697. Por lo tanto, la ambigüedad se produce cuando una palabra
tiene diverso significados, o bien, cuando las palabras se aplican a varios objetos que no
presentan propiedades comunes y donde, a pesar de ello, se tiene la impresión de que el uso
de una misma palabra no es un mero accidente, sino algo justificado698. Así, por ejemplo, la
palabra juego es utilizada para aludir al fútbol, a la rayuela, a la ruleta, en fin, a cualquier
actividad humana guiada por un fin de diversión o entretenimiento699. Pero además, las
palabras suelen tener una cuota de vaguedad, caso en el que la incertidumbre en la
interpretación se produce porque se ignora dónde termina el campo de su aplicación, como
ocurre con los términos joven, adulto, anciano, calvo, cuyos significados conocemos pero
tenemos duda sobre su exacto campo de aplicación700. En estos casos, las palabras son
vagas, porque su campo de referencia es indefinido, púes consiste en un núcleo o zona
central y un nebuloso circulo exterior de incertidumbre701. Es prácticamente imposible que
el campo de aplicación de las palabras esté absoluta y totalmente definido, porque siempre
puede existir algún caso en que la aplicación sea dudosa702.
En tal sentido, Rodríguez Devesa señala: “Como la ley tiene que servirse por fuerza de
conceptos que revisten un grado mayor o menor de abstracción, pero que siempre son
generales, y la vida no ofrece más que casos concretos, la interpretación es siempre necesaria
para determinar si una conducta específica está o no comprendida en la ley, y, salvo que
estemos ante penas absolutamente determinadas, para llegar a la magnitud penal que procede
imponer. Mediante la interpretación, la ley se vitaliza y desciende a la realidad. Por eso, en
cierto modo, la labor del intérprete es una labor creadora, puesto que tiene que extraer de la ley
los elementos decisorios para un caso concreto”703.
Por muy preciso que haya tratado de ser el legislador y muy claro, aparentemente,
resulte el tenor literal de la ley, siempre se plantearán dudas interpretativas respecto de su
significado y alcance, porque la ley no es un producto definitivo y acabado, sino un

jurídica no puede reducirse a una mera operación formal por lo que no es suficiente el conocimiento de las
leyes sino su “entendimiento”, es decir, su interpretación. Ello proviene, entre otras razones, del
reconocimiento de la incidencia de factores subjetivos, culturales, valorativos. Así mismos las tesis del
positivismo jurídico de Kelsen y Hart sobre el margen de discrecionalidad contribuyeron a cuestionar el mito
de la certeza del Derecho, afirmando que la pretensión de querer encontrar una única solución correcta para el
caso concreto era una ilusión sin fundamento (Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho Penal. Favor
libertatis versus Favor securitatis. In dubio pro reo versus In dubio contra reo”, en Luzón Peña (Dir.) DP del
Estado social y Democrático de Derecho, L.H., a Santiago Mir Puig, Editorial La Ley, 2010, pp. 143-144).
695
García-Pablos, Introducción…, p. 825.
696
Ídem.
697
Squella, Introducción al Derecho, Editorial Jurídica de Chile, 2008, p. 385.
698
Ídem.
699
Ídem.
700
Ídem, p. 386.
701
Ossandón, La formulación de tipos penales...., p. 66.
702
Ossandón, la formulación de tipos penales..., pp. 66-67.
703
Rodriguez Devesa y Serrano Gómez, Derecho Penal, Parte General, Editorial Dykynson, 1994, p. 190.

163
enunciado parcialmente abierto e incompleto, cuyo mensaje final solo se materializa en el
momento de su aplicación704. El juez no se limita a “aplicar” un texto legal previa y
definitivamente dado, sino que busca la norma aplicable que nacerá de la confrontación del
tenor de la ley y las exigencias del sector de realidad a que alcanza, en un proceso de
“concreción” de la ley a la realidad705.
Así, Mezger afirmaba que la interpretación de la ley es el descubrimiento y determinación de su
propio sentido al objeto de aplicarla a los casos concretos de la vida real706 y Cousiño señalaba
que: “la mayor o menor claridad de la norma escrita y el juicio intelectual que resuelve sobre si
el caso se acomoda o no a su contenido, son dos cosas bien diversas, de tal modo que siempre
que un juez trata de dar vida y contenido a la ley realiza una tarea de interpretación, aunque no
tenga dudas respecto del alcance y significado del precepto707.
La necesidad de una labor interpretativa se constata en los tipos penales abiertos, en
blanco, etc., y en aquellos que abusan de elementos valorativos, conceptos jurídicos
indeterminados, cláusulas generales, etc.708, pero la necesidad de interpretación dice
relación con la estructura de la ley y las limitaciones de su formulación a través del
lenguaje, cuyos términos raramente tienen un significado unívoco y preciso, sino que la
mayoría de las veces, los términos tienen un significado vago, o con usos distintos, es decir,
el significado ordinario es a menudo controvertido709.
La necesariedad de la interpretación, se encuentra condicionada por el momento
histórico político en el que se inserta. La Ilustración se manifestó en contra de la
interpretación, porque el juez debía ser la boca710 o incluso esclavo de la ley, Beccaria,
temeroso de que el juez rebasara los designios del legislador, único legitimado por el
contrato social para establecer los delitos y las penas, afirmó que no existía mayor peligro
para el nuevo régimen de libertades que el de la interpretación 711. La exaltación de la
soberanía del legislador, como representante de la voluntad popular, el principio de división
de poderes, como manifestación particular del mismo y la experiencia traumática del viejo
régimen, explican la radical actitud de desconfianza hacia los jueces y, por tanto, de
rechazo hacia la labor interpretativa por parte de los ilustrados712.
Hoy, se reconocen los peligros de un mecanicismo obsoleto que desconoce la
necesidad de la interpretación, porque, aún si no se aceptara la tesis de la textura abierta,
según fórmula de Hart, del ordenamiento jurídico y sus normas713, siempre existirán

704
García-Pablos, Introducción…, pp. 825-826.
705
Mir Puig, introducción a las bases…, p. 261.
706
Mezger, Tratado de Derecho penal, T. I, p. 151.
707
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 198.
708
En estos casos el lenguaje legal funciona intencionalmente como generador de vaguedad, admite una
mayor discrecionalidad del intérprete o se utiliza como fórmula que permite incorporar la realidad social en la
descripción normativa (Ossandón, la formulación de tipos penales..., p. 68).
709
Guastini, Distinguiendo. Estudios de teoría y metateoría del Derecho, Editorial gedisa, 2011, pp. 212-213.
710
Quintero Olivares y Morales Prats, Manual de Derecho penal, p. 124.
711
Ídem.
712
García-Pablos, Introducción…, p. 827.
713
Afirma Hart: “Cualquiera sea la técnica, precedente o legislación, que se escoja para comunicar pautas o
criterios de conducta, y por mucho que éstos operen sin dificultades respecto de la gran masa de casos
ordinarios, en algún punto en que su aplicación se cuestione las pautas resultarán ser indeterminadas; tendrán
lo que se ha dado en llamar una “textura abierta”. Hasta aquí hemos presentado esto, en el caso de la
legislación, como una característica general del lenguaje humano; la falta de certeza en la zona marginal es el
precio que hay que pagar por el uso de términos clasificatorios generales en cualquier forma de comunicación

164
conceptos vagos y ambiguos714, antinomias715, lagunas716 y casos limite o fronterizos717
requeridos de ser interpretados. En el Estado democrático de Derecho, la ley en sí misma
aparece como resultado final de un proceso dialéctico -no de un proceso ideal de creación-
por lo que tan inherentes a aquella son sus contradicciones internas y ambigüedades como
necesaria e imprescindible su interpretación718. Por lo demás, como pone de relieve Corcoy
Bidasolo, en muchos casos la solución no se desprende del texto de la ley719 sino de la

relativa a cuestiones de hecho. Los lenguajes naturales —tal como el idioma inglés— muestran, cuando se los
usa así, una irreducible textura abierta. Es importante apreciar, sin embargo, por qué, aparte de esta
dependencia respecto del lenguaje tal como efectivamente es, con sus características de textura abierta, no
podríamos considerar deseable, ni aun como un ideal, la concepción de una regla tan detallada que la cuestión
sobre si ella se aplica o no a un caso particular estuviera siempre resuelta de antemano y nunca exigiera, en el
momento de aplicación efectiva, una nueva elección entre alternativas abiertas. Dicho brevemente, la razón
está en que la necesidad de tal elección nos es impuesta porque somos hombres y no dioses” (Hart, El
concepto de Derecho, Editorial Abeledo-Perrot, 1998, pp. 159-160).
714
Con varios significados posibles.
715
Consiste en que dos normas dispongan para un mismo supesto de hecho, singular y concreto,
consecuencias jurídicas entre ellas incompatibles (Guastini, Interpretar y Argumentar, p. 117).
716
En virtud del principio de legalidad que constituye un pilar del Derecho penal, es discutible que en esta
área del ordenamiento jurídico puedan existir lagunas legales.
717
Afirma Luzón Peña: “la concreción de la ley no se agota en la subsunción de un caso concreto, ni siquiera
en la de los casos más frecuentes en la práctica, sino que se completa con el examen de la aplicabilidad de la
norma al máximo número posible de casos, incluyendo los supuestos límite. Ello permite, como destaca la
moderna hermenéutica, definir de modo completo (en ese sentido se habla de completar) el ámbito de la
norma” Luzón Peña, Curso de Derecho penal, p. 97.
718
Quintero Olivares y Morales Prats, Manual de Derecho penal, p. 124.
719
Calsamiglia describe los modelos de la función judicial en la historia del pensamiento jurídico y entre las
diversas concepciones destaca: a. El modelo silogístico defendido por el formalismo jurídico. Según esa
concepción, la tarea del juez es lógico-mecánica. El problema del juez es la subsunción del caso en una norma
preestablecida. Si no existe norma aplicable entonces el juez debe rechazar la demanda. En el derecho no
existen casos difíciles porque todo lo que no está prohibido está permitido. El derecho siempre ofrece
respuesta a los problemas que se plantean. La función del juez está subordinada a la ley. El modelo realista
defendido por muchas corrientes antinormalistas. Según ese modelo las decisiones de los jueces son fruto de
sus preferencias personales y de su conciencia subjetiva. El juez primero decide y luego justifica su decisión
mediante normas. Por eso Llevellyn afirmaba que las normas no son más juguetes vistosos. En ese modelo
carece de sentido plantear el tema de los casos difíciles porque no se dan en la realidad. El juez siempre
soluciona los casos que se le plantean. El juez tiene por tanto poder político y en realidad no está subordinado
a la ley. Este modelo justifica el apartamiento del Juez de la ley. Concede al poder judicial un auténtico poder
político que no es congruente con el sistema de legitimación del estado- democrático ni con el postulado de la
separación de poderes. El modelo positivista de la discreción judicial. Este modelo reconoce la existencia de
casos difíciles en los cuales no existe norma aplicable. Es por autores como Hart o Bobbio. En los casos
difíciles el juez tiene discrecionalidad en el sentido fuerte del término. Este modelo defiende el poder político
del juez y le permite la aplicación de normas retroactivas. El derecho no ofrece respuestas correctas sino una
variedad de posibles respuestas. El juez elige discrecionalmente entre ellas. El modelo de Dworkin de la
respuesta correcta. Según ese modelo el juez siempre encuentra respuesta correcta en el derecho
preestablecido. El juez carece de discreción y por tanto de poder político. La verdadera respuesta corresponde
a la teoría que es capaz de justificar del mejor modo los materiales jurídicos vigentes. Evita que el juez se
constituya en legislador, lo cual significa que el poder judicial tiene como función garantizar derechos
preestablecidos. La tesis de Dworkin es compatible con el postulado de la separación de poderes puesto que
el juez está subordinado a la ley y al Derecho. El poder judicial es «nulo» —como afirmaba Montesquieu—
porque su función es garantizar derechos. El modelo de la respuesta correcta rechaza la teoría del silogismo,
pero acepta su principio político básico: el juez no tiene ni puede tener poder político. La función del juez es
garantizar los derechos individuales y no señalar los objetivos sociales. La función judicial es distinta a la
legislativa o a la ejecutiva. En los casos difíciles los jueces no basan sus decisiones en objetivos sociales o
directrices políticas. Los casos difíciles se resuelven en base a principios que fundamentan derechos

165
teoría del delito. Sin perjuicio del rol de garantía que cumple en Derecho penal, el principio
de legalidad, la teoría del delito a veces amplia la interpretación de la ley penal –piénsese
en las repercusiones que para la autoría y participación tiene el hecho de adoptar la teoría
del dominio del hecho- y en otros casos la restringe, como sucede por ejemplo con la teoría
de la imputación objetiva720.
Corcoy Bidasolo plantea que al aplicar el juez la teoría del delito, “crea” Derecho y afirma:
“Planteémonos unas simples cuestiones: ¿Qué es dolo?, ¿Qué es imprudencia?, Quién es autor?
Quién es cooperador?, ¿Qué es tentativa?, ¿Qué es un acto preparatorio?. A estas preguntas y
otras muchas, no nos responde el Código Penal sino la Teoría del delito o, mejor dicho, las
diversas teorías del delito que han ido asentándose en la doctrina. Pero las cuestiones se
plantean también en la Parte Especial: ¿Qué es engaño bastante? ¿Qué actos atentan contra la
libertad sexual? ¿Qué actos atentan gravemente contra la integridad moral? ¿Cuáles contra el
honor? ¿Cuáles contra la intimidad? ¿Cuáles contra la libertad, especialmente, en amenazas y
coacciones? Cuándo se afecta la salud? ¿Cuándo hay tratamiento quirúrgico? ¿Qué es miembro
principal? Qué se entiende por domicilio?. Para ello hay que interpretar “razonablemente” los
tipos, atendiendo a criterios sistemáticos, teleológicos, sociológicos y axiológicos, respetando el
criterio literal. Ello explica el por qué, en España, los Tribunales pudieron seguir utilizando el
llamado Código Penal de 1973, que en su origen era de principios del S. XIX, durante casi
veinte años desde la entrada en vigor de la Constitución, 1978, hasta la entrada en vigor del
Código Penal de 1995, llamado de la democracia, en mayo de 1996721.

7. Clases de interpretación
La interpretación puede clasificarse según su origen o según su resultado.

a. Clasificación de la interpretación según el origen


Atendiendo a su origen, la interpretación puede ser auténtica, judicial o doctrinal.

a.1. Interpretación auténtica


Es la actividad interpretativa y el producto de la interpretación llevada a cabo por el
mismo autor del objeto de interpretación, en forma sucesiva o separada del objeto
mismo: por ejemplo, la ley interpretativa de otra ley722. El legislador puede llevarla a
cabo mediante Preámbulos, Exposiciones de Motivos, declaraciones del propio órgano
legislativo o mediante normas interpretativas723.
La interpretación que propone el legislador en los Preámbulos y Exposiciones de
Motivos carece de valor vinculante, si no se incorpora a normas interpretativas que
desarrollen las declaraciones programáticas. El valor interpretativo indiciario de la rúbrica

(Calsamiglia, “Ensayo sobre Dworkin”, prologo, en Dworkin, Los derechos en serio, Editorial Ariel,
Barcelona, 2002, pp. 20-22).
720
Cfr. Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 144.
721
Ídem, pp. 144-145.
722
Tarello, La interpretación de la ley, Editorial Palestra, 2015, pp. 71-72.
723
Cobo y Vives, Derecho penal…, p. 104.

166
legal que intitula el precepto controvertido, cede ante el tenor literal o texto de este último,
que prevalece caso de conflicto interpretativo724.
La interpretación auténtica se realiza a través de normas interpretativas, o
disposiciones cuyo contenido consiste en la determinación del significado de una o más
disposiciones legislativas anteriores725 y es la única que tiene carácter vinculante si la
efectúa una norma del mismo o mayor rango que el de la disposición interpretada726.
El CC alude explícitamente a la interpretación contextual, en el art. 3° prescribiendo
que “Sólo toca al legislador explicar o interpretar la ley de un modo generalmente
obligatorio” y el art. 9°, dispone en el inc. 2°: “Sin embargo, las leyes que se limiten a
declarar el sentido de otras leyes, se entenderán incorporadas en éstas; pero no afectarán
en manera alguna los efectos de las sentencias judiciales ejecutoriadas en el tiempo
intermedio”.
Como afirma Etcheberry, de acuerdo con el art. 9° del Cc., las leyes meramente
interpretativas se entienden incorporadas en éstas, o sea, tienen efecto retroactivo. Sin
embargo, y aparte de la excepción general consagrada en el mismo artículo relativa a la
intangibilidad de la cosa juzgada en el tiempo intermedio, en materia penal no puede operar
esta retroactividad a menos que en virtud de esta ley interpretativa posterior se produjeran
las condiciones excepcionales del art. 18 del Cp. que autorizan la retroactividad de la ley727.
En el mismo sentido, Politoff platea que si la interpretación se contiene en una ley
posterior, esa interpretación se considera –por una ficción- incorporada al texto
interpretado, pese a lo cual, si la interpretación resulta más gravosa para el procesado no se
será aplicable728. En el mismo sentido, Cousiño afirma que no obstante lo dispuesto en el
Código civil, respecto a las leyes interpretativas, la ley más gravosa de carácter penal no
tiene nunca efecto retroactivo, de tal manera que si ella es contraria, en cualquier sentido, al
reo que cometió el hecho criminal antes de su promulgación (nullum crimen), no podrá
recibir aplicación a su respecto. Igualmente, en el caso inverso, si la interpretación es
menos gravosa, la ley que la contiene se aplica retroactivamente por expresa prescripción
del art. 18 del Código penal. En otros términos, la disposición del art. 9° del Código civil
no rige jamás en materia penal729. En contra Cury afirma que si la ley es interpretativa, es
decir, fija su sentido dentro de los marcos conceptuales preestablecidos y si decisión
respecto a esa calidad pertenece a los tribunales, no se divisa la forma en que su aplicación
retroactiva vulneraria el principio de reserva, puesto que la interpretación efectuada por la
ley también hubiese podido ser realizada lícitamente por el juez aunque aquélla no se
hubiere dictado y agrega que si la ley interpretativa se ha limitado a fijar uno de los varios
sentidos que era posible atribuirle ya a la interpretada según su contenido preexistente, no
se percibe cómo podría llegar a ser “favorable” o “gravosa” para el autor; si hace más, ya
no es una ley interpretativa730.

724
García-Pablos, Introducción…, p. 844.
725
Guastini, Interpretar y argumentar, p. 95.
726
Cobo y Vives, Derecho penal…, p. 104.
727
Etcheberry, Derecho penal…, T. I, pp. 101-102.
728
Politoff, Derecho penal, T. I, p. 98.
729
Cousiño, Derecho penal chileno, Editorial Jurídica de Chile, 1975, T. I, p. 105.
730
Cury, Derecho penal…, p. 193.

167
No parecen convincentes los argumentos de Cury, toda vez que si existe una ley
interpretativa es porque la ley interpretada no era clara y por lo tanto no cumplía la función
de garantía para el ciudadano. Luego si la fijación del sentido de la ley interpretada es
desfavorable al reo no debiese aplicarse retroactivamente, porque fijar uno de varios
sentidos de una ley a través de otra ley, supone eliminar los otros sentidos posibles de la
misma y en virtud de los cuales pudo haber actuado el imputado. Además, si el juez podía
en el contexto de una ley asumir una de varias posibilidades interpretativas, pero la ley
interpretativa limita su campo de acción a aquella interpretación más desfavorable para el
acusado, con toda propiedad es posible concluir que la ley interpretativa es más
desfavorable y, por lo tanto, rige con toda su fuerza el principio de irretroactividad de la ley
penal más desfavorable.
En todo caso, resolver si una ley es verdaderamente interpretativa o si modifica,
complementa o incluso deroga de manera tácita a la pretendidamente interpretada, debe
resolverse soberanamente por los tribunales con un criterio material, es decir, una
disposición puede ser considerada interpretativa, aunque formalmente no se atribuya ese
carácter, cuando sea patente que su única finalidad radica en esclarecer y fijar el sentido de
otra norma y por lo tanto, la ley no es interpretativa, aunque se titule como tal, si resulta
que en realidad altera, extiende o hasta contradice el alcance de aquella a la que
supuestamente tenía el propósito de interpretar731.

a.2. Interpretación doctrinal


Por interpretación doctrinal se entiende la interpretación -como actividad y como
producto- 1levada a cabo por los juristas en las obras de doctrina y en las escuelas de
Derecho732. Se realiza en las ciencias jurídicas en general y en la dogmática jurídica en
particular733 y tiene por finalidad orientar la labor de los tribunales y de los demás
operadores jurídicos, contribuyendo a elevar el rigor científico de la praxis del Derecho.
Cobra especial interés cuando los problemas fundamentales del Derecho penal que no
encuentran una respuesta clara e inequívoca en el ordenamiento positivo y con las reformas
legislativas, que producen vacíos y desorientación en los aplicadores del Derecho y demás
operadores jurídicos734. Carece de valor vinculante, por lo que se limita a presentar
propuestas y sugerencias que podrán o no ser acogidas por los órganos jurisdiccionales, sin
perjuicio que pueden ejercer una influencia muy relevante sobre la interpretación judicial
del Derecho735.

a.3. Interpretación judicial o jurisprudencial


Es aquella que llevan a cabo los jueces en el ejercicio de la función jurisdiccional
que les está encomendada, en virtud de la cual deben conocer y resolver, mediante

731
Cury, Derecho penal…, p. 192.
732
Tarello, La interpretación de la ley, p. 73
733
Wróblewski, Constitución y teoría general de la interpretación jurídica, p.28.
734
García-Pablos, Introducción…, p. 846.
735
Etala, Diccionario jurídico de interpretación y argumentación, Editorial Marcial Pons, 2016, p. 188.

168
sentencias, los casos jurídicamente relevantes que se les someten en aplicación de las leyes
que regulan tales casos736.
Los jueces son los llamados a interpretar las normas legales, puesto que deben
aplicarlas a los casos que conocen. Cada vez que se habla de interpretación jurídica, y en
particular de interpretación de la ley, se piensa comúnmente es en la interpretación judicial,
esto es, en la atribución de significado que los jueces hacen de las leyes abstractas y
generales a los casos concretos de que conocen, estableciendo la norma jurídica individual
para el caso de que se trate737.
El art. 3° del CC, se refiere a esta clase de interpretación al sostener que: “Las
sentencias judiciales no tienen fuerza obligatoria sino respecto de las causas en que
actualmente se pronunciaren”.
Sin perjuicio que conforme a este precepto la interpretación judicial tiene
obligatoriedad sólo en relación al caso de que se trate, goza de hecho de una notable
autoridad, a causa de la tendencia a la consolidación de la jurisprudencia que están
profundamente arraigadas en todos los sitios en que los jueces son profesionales y están
encuadrados en una magistratura institucionalizada como cuerpo, en algún sentido
autónomo, del aparato burocrático738.

b. Clasificación de la interpretación según el resultado


Según los resultados del proceso interpretativo, la interpretación puede ser
declarativa, extensiva o restrictiva.

b.1. Interpretación declarativa, literal o estricta


Consiste en atribuir a un texto normativo su significado intrínseco (tanto desde el
punto de vista objetivo lingüístico como desde el prima subjetivo intencional), sin alterarlo
en modo alguno739. El intérprete se atiene, allí donde fuera posible porque la letra de la ley
no es oscura, al sentido más inmediato de los términos740, esto es, el sugerido por el uso
común de las palabras y de las conexiones sintácticas741. Una vez efectuada la
interpretación, el intérprete llega a la conclusión que el sentido de la norma coincide
plenamente con su tenor literal742 y, por lo tanto, el texto legal interpretado debe ser
aplicado únicamente a los casos que él expresamente menciona, sin extender por tanto la
aplicación del texto a más casos de los que éste contempla y sin restringirlo tampoco a
menos casos de los que el propio texto interpretado señala743. Una forma bastante frecuente
de esta clase de interpretación, en la doctrina y en la jurisprudencia, la reproducción de la
disposición interpretada, sin paráfrasis ni reformulaciones, como si el intérprete hubiese

736
Squella, Introducción al Derecho, p. 398.
737
Ídem, p. 399.
738
Tarello, La interpretación de la ley, p. 73.
739
Guastini, Interpretar y argumentar, p. 111.
740
Tarello, La interpretación de la ley, p. 58.
741
Atienza, Curso de argumentación jurídica, Editorial Trotta, 2015, p. 218.
742
García-Pablos, Introducción…, p. 848.
743
Squella, Introducción al Derecho, p. 401.

169
identificado el significado del término sin interpretación744, cuestión que como vimos no es
posible.

b.2. Interpretación extensiva


Es aquella que incluye en el término legal el máximo de acepciones permitidas por
su tenor literal, pero sin rebasarlo745. Debemos diferenciar la analogía in malam partem con
la realización de una interpretación extensiva de la ley penal, porque mientras la analogía
supone la aplicación de la ley penal a un supuesto no comprendido en ninguno de los
sentidos posibles de su letra, pero análogo a otros sí comprendidos en el texto legal, la
interpretación extensiva consiste en aplicar la ley penal en un sentido que no desborde o
rebase los límites del texto legal. Por lo tanto, la interpretación extensiva es legítima, por
cuanto se halla dentro del sentido literal posible del texto legal746. El sentido de la ley se
expresa en las palabras utilizadas por el legislador y por ello, las palabras son el material
básico de la interpretación y el “sentido literal posible” es el límite externo de aquélla, lo
que se encuentra más allá de esta frontera es creación jurídica complementadora, es
analogía prohibida en contra del reo, porque en un Estado de Derecho es imprescindible
respetar el límite que impone el sentido literal posible, puesto que es el único elemento
objetivo verificable que permite reconocer con seguridad dónde comienza la
responsabilidad del Juez por su propia creación del Derecho747. Al respecto debe tomarse
en consideración que en materia de interpretación de la ley, para obtener el sentido
profundo de una norma es necesario acudir a los diferentes recursos hermenéuticos en
orden sucesivo pero no subsidiario ni excluyente748/749. Luego, de acuerdo con el fin de la
ley penal, la interpretación puede ser restrictiva o extensiva750, ya que el hecho de que en
Derecho penal el sentido literal constituya el límite entre la interpretación admisible y la
analogía prohibida, no significa que la primera pueda desplazarse hasta la frontera del tenor

744
Guastini, Interpretar y argumentar, p. 111.
745
García-Pablos, Introducción…, p. 848; Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal…, p. 128.
746
A favor de esta postura véase, Mir Puig, Derecho penal…, pp. 115-116; Cerezo Mir, Curso de Derecho
penal español, T. II, p. 254; Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 168-169; Cury, Derecho penal…, pp. 197-
198; Jiménez de Asúa Tratado de Derecho penal, T. IV, p. 469; Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 149; de otra
opinión, Velásquez Derecho penal…, p. 207; Politoff, Derecho penal, p. 99 (aunque parece existir una
confusión terminológica, toda vez que parece atribuir a la interpretación extensiva una amplitud superior a la
del tenor literal de la ley, concepción distinta a la defendida en este artículo); Etcheberry, refiriéndose a las
reglas de interpretación de la ley contenidas en el CC chileno, refiere que: “no todas estas reglas son siempre
aplicables a la ley penal, por la particular naturaleza de ésta y la primacía del principio de reserva dentro del
DP liberal, inspirador de las codificaciones decimonónicas. El propio Bello estimaba que en materia penal era
siempre obligatoria la interpretación restrictiva, principio ampliamente admitido en la tradición histórica
romano-canónica, pero en pugna con los principios de la Escuela de la Exégesis, particularmente reflejados en
esta materia en el art. 23 del CC.”, (Etcheberry, Derecho penal…, pp. 102-103).
747
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 169-170.
748
Cury, Derecho penal…, p. 196.
749
En tal sentido Roxin expresa que: “El legislador crea con el tenor literal de un precepto un marco de
regulación que es rellenado y concretado por el juez. A ese respecto el marco es delimitado por el sentido
literal posible en el lenguaje corriente del texto de la ley, mientras que el juez efectúa dentro de ese marco la
interpretación, considerando el significado literal más próximo, la concepción del legislador histórico y el
contexto sistemático-legal, y según el fin de la ley (interpretación teleológica)” (Roxin, Derecho penal…, p.
T. I, 148-149).
750
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 148-149.

170
literal. Repetidas veces la formulación de un tipo penal va más allá del ámbito de aplicación
querido por el legislado751. En tales casos es misión del intérprete proporcionarle
efectividad a la “voluntad de la Ley” por medio de una reducción teleológica adecuada al
sentido de la interpretación detenida de un concepto752. Luego, una aplicación del Derecho
al margen del marco de la regulación legal, o sea una interpretación que ya no esté cubierta
por el sentido literal posible de un precepto penal, constituye una analogía fundamentadora
de la pena y por tanto es inadmisible753.
Esquematicemos la interpretación extensiva para diferenciarla de la analogía in malam
partem:

Núcleo duro del término


Zona gris del término
Frontera del término
Analogía in malam partem

Sin perjuicio de que la vaguedad es una característica connatural al lenguaje,


necesario es admitir que todos los términos de una descripción típica van a ser siempre, en
mayor o menor medida, indeterminados y por ello, en todo término o concepto, es posible
distinguir un núcleo duro en el cual se encuentran comprendidas todas aquellas acepciones
o situaciones que indiscutiblemente pertenecen al concepto de análisis y así, por ejemplo,
nadie discutiría que un joven de veinte años de edad es una persona en el sentido jurídico,
pero en la medida en que nos vamos alejando del núcleo del concepto, los términos o
situaciones, no resulta posible afirmar con la misma claridad que estamos en presencia del
concepto de análisis, así por ejemplo, no resulta tan claro desde cuándo existe vida humana
independiente y, por lo mismo, sería discutible si la criatura durante el parto ha adquirido o
no la calidad de persona, sin embargo, pareciéramos movernos siempre dentro de la
frontera del término. En cambio si se sostuviera que el embrión tiene la calidad jurídica de
persona, claramente nos encontraríamos en el terreno basto de la analogía in malam
partem. Si el legislador no establece parámetros claros para determinar la frontera del
término, la zona indeterminada o esfera conceptual, resulta especialmente dilatada, lo que
se traduce en un amplio margen de discrecionalidad para el intérprete754. „
Sin perjuicio de lo señalado en este acápite, parte de la doctrina entiende por
interpretación extensiva aquella en la que como resultado de la misma se concluye que la
ley interpretada debe aplicarse a más casos o situaciones de los que ella expresamente
menciona755/756. Evidentemente mientras en el concepto que aquí hemos dado a la

751
Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 170-171.
752
Ídem, pp. 170-171.
753
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 149.
754
Ossandón, La formulación de tipos penales..., p. 110
755
Squella, Introducción al Derecho, p. 401.
756
Squella, asumiendo un concepto de interpretación extensiva que entronca con la analogía, ejemplifica la
distinción entre interpretación estricta, extensiva y restrictiva recurriendo al conocido ejemplo de Gustav
Radbruch señalando que: “Una norma comunicada por medio de un aviso a la entrada de una estación de

171
interpretación extensiva, reducimos la indeterminación o zona de penumbra de la norma,
extendiendo el campo de aplicación también a los casos dudosos, el segundo concepto de
interpretación extensiva, por el contrario, produce una norma nueva con el auxilio del
argumento analógico, esto es, acudiendo a la pretendida semejanza, a la luz de una supuesta
ratio legis)757. Asi las cosas, este segundo concepto de interpretación extensiva, en tanto se
confunde con la analogía, se encuentra proscrito en Derecho penal si es in malam partem y,
por lo tanto, sólo podría utilizarse una interpretación de este tipo, si el resultado
interpretativo favorece al imputado.

b.3. Interpretación restrictiva


Es aquella que establece un sentido de la norma que reduce el ámbito del sentido
literal propio de los términos legales. Atendiendo a la voluntad o finalidad de la ley, escoge
solo algunos de los significados compatibles con su tenor literal, excluyendo otros, de
manera que el resultado de la interpretación concluye que la ley interpretada debe aplicarse
a menos casos o situaciones de las que ella menciona expresamente758. El criterio
clasificatorio, en definitiva, es muy claro: si el intérprete agota todas las opciones
interpretativas que ofrece el tenor literal posible del precepto (interpretación extensiva) o si
las selecciona, descartando alguna (interpretación restrictiva). Pero en uno y otro supuesto,
la acepción escogida es compatible con el tenor de la ley y con su sentido literal posible de
acuerdo con la significación usual del lenguaje759.
6.c. Interpretación declarativa e interpretación correctiva
Atienza sintetiza el esquema de ordenación de las técnicas interpretativas utilizado por Guastini
señalando: “Guastini presenta una ordenación de las técnicas interpretativas a partir de la
distinción entre dos tipos de interpretación: la interpretación literal o declarativa, entendiendo
por tal la que atribuye a una disposición el significado más inmediato, esto es, el «sugerido por
el uso común de las palabras y de las conexiones sintácticas»; y la interpretación correctora, que
sería «toda interpretación que no atribuya a un texto normativo el significado literal más
inmediato, sino un significado distinto, que sólo podrá ser un significado más estricto o más

ferrocarriles dispone Prohibido el ingreso con perros”. ¿Qué acontecería, sin embargo, si un campesino
intenta ingresar al andén con una cabra? ¿Deberá el jefe de estación correspondiente interpretar esa norma en
forma estricta y permitir el ingreso del campesino con su cabra o deberá dar a la norma en cuestión una
interpretación extensiva e impedir el ingreso de la cabra? Nos parece que lo que el jefe de estación debe hacer
es lo segundo y, basado en que la finalidad de la norma es prohibir el ingreso a los andenes de cualquier
animal que pueda perturbar a los pasajeros, sean o no perros, tendría que impedir el ingreso de la cabra. Pero
supongamos que, cansado de discutir con quienes pretenden ingresar a los andenes con cabras y otros
animales ditintos de los perros, el jefe de estación cambia el enunciado de la norma por el siguiente:
“Prohibido ingresar con animales”. Imaginemos a continuación que un campesino pretende entrar al andén
con una mariposa posada en su hombro y preguntemonos cuál tendría que ser en este caso la actitud del
intérprete, porque si se da una interpretación estricta a la nueva norma tendría que impedirse el ingreso del
campesino y su mariposa. Sin embargo, todos coincidiremos -salvo tal vez los alérgico a las mariposas- que la
norma será interpretada restrictivamente por entender que al decir “animales” no quiso incluir a aquellos que
por su tamaño y demás características no están en condiciones de molestar a los pasajeros. Se podría admitir
que, en principio, toda interpretación de la ley debe ser estricta y que tanto la interpretación restrictiva como
extensiva sólo pueden ser adoptadas -como en el ejemplo anterior- en caso de que el intérprete pueda ofrecer
buenas razones para ello” (Squella, Introducción al Derecho, pp. 401-402).
757
Guastini, Interpretar y argumentar, p. 113.
758
Squella, Introducción al Derecho, p. 401.
759
García-Pablos, Introducción…, p. 848.

172
amplio que aquél. A favor de la interpretación literal o declarativa se pueden aducir dos tipos de
argumentos: el argumento del lenguaje común (que apela al significado ordinario de las
palabras y a las reglas gramaticales comúnmente aceptadas); y el argumento a contrario en una
de sus variantes (no cuando se usa para producir una nueva norma y colmar una laguna. Y a
favor de la interpretación correctora en general, esto es, cuando lo que se desea es excluir la
interpretación literal, se usan tres tipos de argumentos: el argumento lógico, psicológico o
teleológico, que tiene dos variantes según que la intención del legislador se identifique con el
legislador histórico, o bien con la ratio legis considerada de forma abstracta: el argumento ad
absurdum; y el argumento naturalista (apelación a 1ª «naturaleza de las cosas», al cambio de las
circunstancias). La interpretación correctora extensiva es la que «extiende el significado prima
facie de una disposición, de forma que se incluyen en su campo de aplicación supuestos de
hecho que, según la interpretación literal, no quedarían incluidos». Para apoyar eso, el jurista
dispone esencialmente de dos argumentos: el argumento a silimi y el argumento a fortiori (con
las dos variantes: a maiore ad minus y a minori ad maius). Y la interpretación correctora
restrictiva es la que «circunscribe el significado prima facie de una disposición, de forma que
excluye de su campo de aplicación algunos supuestos de hecho que, según la interpretación
literal, se incluirían en él». Para justificar esa interpretación se usa principalmente el argumento
«de la disociación. La anterior clasificación de los argumentos interpretativos es matizada por
Guastini en los dos siguientes sentidos. Por un lado, señala que existen también ciertas técnicas
argumentativas que pueden ser empleadas indiferentemente para justificar tanto una
interpretación extensiva como una restrictiva. Aquí tiene particular importancia la
interpretación sistemática (la apelación al contexto en el que se ubica la disposición) que puede
entenderse de diversas maneras: la interpretación consistente en combinar fragmentos
pertenecientes a distintas disposiciones normativas; la interpretación según la sedes materia; la
apelación a la «constancia terminológica»; al contexto específico (para justificar que el
significado de una misma expresión cambie al cambiar el contexto) a construcciones
dogmáticas; la interpretación llamada conforme; o la interpretación para colmar lagunas
(analógica, o a partir de principios). Por otro lado, habría dos formas de interpretación que no
pueden reconducirse a la oposición interpretación declarativa-interpretación correctora. Se trata
de la interpretación histórica (empleada para atribuir a una disposición el significado que le fue
atribuido en el momento de su emanación); y de la interpretación evolutiva (mediante la cual se
atribuye a la disposición un significado nuevo y distinto de su significado histórico)” 760.

8. Métodos, elementos o criterios de interpretación


Son los medios de que dispone el intérprete para establecer el o los posibles sentidos
y alcances de la ley interpretada, los cuales son comúnmente aceptados por la doctrina y, en
ocasiones, contemplados expresamente por los ordenamientos761. En nuestro ordenamiento
jurídico, el legislador ha contemplado reglas expresas en materia de interpretación de la ley
y, por lo tanto, hay que preguntarse si dichas reglas contenidas en el Código Civil, son o no
aplicables en materia penal. Sin perjuicio de la necesidad de tener en cuenta las exigencias
que el principio de legalidad impone al interprete, pensamos que las reglas de interpretación
contenidas en el Código Civil son aplicables en materia penal762, de hecho en las notas al
Proyecto Inédito, Andrés Bello señaló que: “Este Título debe considerarse como una

760
Atienza, Curso de argumentación jurídica, pp. 218-219.
761
Squella, Introducción al Derecho, p. 408.
762
De acuerdo, Cury, Derecho penal…, p. 190; Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 200; Matus
y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno. Fundamentos y límites constitucionales del Derecho penal
positivo, Editorial Thomson Reuters, 2015, p. 334. Con matices Etcheberry afirma que no todas las reglas de
interpretación de la ley del Código Civil son siempre aplicables a la ley penal, por la particular naturaleza de
ésta y la primacía del principio de reserva dentro del Derecho penal liberal, inspirador de las codificaciones
decimonónicas (Etcheberry, Derecho penal…, T. I, pp. 102-103).

173
introducción, no sólo al presente Código Civil, sino a la legislación toda; cualquiera que
sea, por ejemplo, la ley que se trata de interpretar, ya pertenezca al presente Código, ya a
los Códigos que sucesivamente se publiquen, ya a la legislación española, que estuvo en
vigor hasta el 19 de enero de 1857, o que todavía lo está, es preciso observar en su
interpretación las reglas contenidas en el párrafo 4 de este Título Preliminar” 763. No
obstante lo anterior, reconociendo, acertadamente, las particularidades de la ley penal y en
especial la prohibición de analogía in malam parten, en una nota al art. 20, Bello dijo
expresamente: “En las leyes penales, se adopta siempre la interpretación restrictiva: si falta
la razón de la ley, no se aplica la pena, aunque el caso esté comprendido en la letra de la
disposición”764. Las disposiciones sobre interpretación de la ley del Código Civil, chileno
fueron tomadas del Código Civil de las Luisianas y mejoras en su redacción por Bello,
quien introdujo modificaciones de forma y de fondo, alejándose del “canon” de Savigny765.

a. Primera regla. Elemento gramatical o literal


Se relaciona con el positivismo jurídico, según el cual, todo Derecho se contiene y
agota en las normas766, de manera que el sentido de la ley debe debelarse analizando el
significado de los términos que utiliza el precepto legal, en atención a su acepción
gramatical o lingüística767. La interpretación del enunciado jurídico penal debe comenzar
con la interpretación literal, por la relevancia del principio de legalidad y la consecuente
prohibición de analogía contra reo, de manera que el sentido literal posible representa el
punto de partida y el límite máximo de toda interpretación768. El principio de legalidad o
nullum crimen, nullum poena sine lege prohíbe fundamentar la responsabilidad criminal o
agravarla, mediante una interpretación que rebase la barrera infranqueable del tenor literal
de la ley, el cual traza la frontera entre la analogía contra reo, proscrita en el Derecho penal
(porque va más allá del sentido literal posible) y la interpretación extensiva, permitida
aunque no favorezca al reo (porque hace suya uno de los significados posibles del tenor
literal de la ley)769. Los tipos penales no pueden, por su propia naturaleza, ensancharse
según el sentir comunitario vigente en cada momento histórico de la comunidad, sin
embargo, el control de legalidad es más fácil de ejercer respecto de los elementos objetivos
descriptivos del tipo y más difícil respecto de los elementos subjetivos y valorativos, como
sucede, por ejemplo con los protocolos médicos que pretenden dar directrices respecto a lo
que debe considerarse como lex artis se refiere, o la determinación del riesgo permitido que
evoluciona y reduce su alcance, conforme avanza la tecnología y con las mayores
exigencias de seguridad que la sociedad demanda770. La interpretación literal constituye el
punto de partida, aporta, o suele aportar, un indicio de carácter provisional, pero la labor
interpretativa no se agota en el análisis gramatical771 que debe verificarse con la ayuda de

763
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 200.
764
Etcheberry, Derecho penal…, T. I, p. 103.
765
Cury, Derecho penal…, p. 190.
766
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 152.
767
García-Pablos, Introducción…, p. 831.
768
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 153.
769
García-Pablos, Introducción…, pp. 831-832.
770
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, pp. 153-154.
771
Ídem, p. 153.

174
otros criterios o pautas interpretativas, por lo que es necesaria, pero no suficiente772/773.
Cuando el tenor literal solo admite un significado posible, fija el marco de las acepciones
subsumibles, en principio, en dicho “tenor literal”, fijando los límites posibles de una
interpretación teleológica, pero no se debe sobrevalorar la relevancia de la interpretación
literal o gramatical, por las limitaciones estructurales del lenguaje y la incapacidad de la
ley, como mandato abstracto y generalizador, para determinar los supuestos concretos de la
vida real que pueden subsumirse en aquélla, sin recurrir a un inútil casuismo774.
El art. 19 del CC prescribe: “Cuando el sentido de la ley es claro, no se desatenderá
su tenor literal, a pretexto de consultar su espíritu”. Como el legislador se expresa con
palabras y el Derecho penal se sujeta al principio de legalidad, resulta evidente que la
determinación del sentido literal posible y, por lo tanto, de la labor dogmática comience con
el análisis de los términos, expresiones o palabras utilizadas por el legislador775.
Ahora bien, para determinar cómo deben entenderse las expresiones que la ley
emplea, el CC se encarga de establecer tres reglas:
a. La regla general, según se desprende de la primera parte del art. 20 del CC,
consiste en que las expresiones legales deben entenderse en “su sentido natural y obvio,
según el uso general de las mismas”. Lo primero que debemos aclarar es que, siendo
coherentes con lo referido en las páginas anteriores, es que el uso general se refiere al uso
actual de las palabras y no al uso general vigente a la época de la dictación de la ley776.
Una tendencia bastante difundida en la jurisprudencia chilena777 y de manera
minoritaria en la doctrina778, han sostenido que el sentido natural y obvio de las palabras es
el que se encuentra en el Diccionario de la Lengua Española, obra de la Real Academia
Española. Si bien es cierto que recurrir al Diccionario como regla general tendría como
ventajas que es una fuente de conocimiento objetivamente contrastable y que es una fuente
disponible para todos los ciudadanos779/780, creemos, como la mayoría de la doctrina, que es

772
García-Pablos, Introducción…, p. 832.
773
En tal sentido el TSesp. afirma: “la interpretación literal es siempre un mero punto de partida que podrá ser
corroborado o corregido por otros criterios de mayor entidad” (Corcoy Bidasolo, “La interpretación en
DP…”, p. 153).
774
García-Pablos, Introducción…, pp. 832-833.
775
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal. Fundamentos…, p. 337; Etcheberry, Derecho penal…, T.
I, p. 103; Cury, Derecho penal…, p. 190.
776
Etcheberry, Derecho penal…, T. I, p. 103.
777
Etcheberry, Derecho penal ante la jurisprudencia, Editorial Jurídica de Chile, año 2002, T. I, p. 103.
778
Cousiño sostenía que el sentido natural y obvio de las palabras es el el que determina el léxico, pues está
referido al uso de las palabras por las personas instruidas y en dicha virtud el primer auxiliar del intérprete es
el Diccionario de la Lengua y argumentaba que dada la circunstancia de que Bello era, además de excelso
jurista, un eminente gramático, no era posible suponer que entendiera por tenor literal de una ley, aquel
consagrado por el uso popular (Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, pp. 211-212).
779
Cfr. Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno. Fundamentos…, p. 338.
780
De hecho si tomamos por ejemplo el término “objeto”, incluido en el art. 365 bis del CP y nos remitimos a
la definición de la Rae, resulta que objeto sería: “Todo lo que puede ser materia de conocimiento o
sensibilidad de parte del sujeto, incluso este mismo” y resulta que como afirman, Matus y Ramírez: “Aunque
al discutirse el texto en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado se señaló
que los objetos a que se hace referencia pueden ser miembros corporales diferentes al pene nos parece que se
trata de una interpretación extensiva que, por una parte, degrada la esencia del ser humano como sujeto,
distinguible a todo nivel de las cosas del mundo; y otra, al incorporarse la introducción de objetos por la vía
bucal, podría extender la incriminación con las graves penas que se proponen de hechos tan comunes en la

175
un criterio equivocado. Primero, desde un punto de vista histórico, Bello no tenía gran
simpatía por la real Academia de la Lengua, de manera que no era seguidor en materias
gramaticales de dicha institución781, por lo que es poco probable que, al elaborar el
enunciado jurídico en comento, estuviese pensado en el recurso al diccionario de la Rae
para determinar el sentido natural y obvio de los términos legales782. En segundo lugar, esta
línea interpretativa es contradictoria con el texto expreso del art. 20 del CC, que se remite,
de manera clara al uso general y no a los significados que les da el Diccionario de la Rae783.
Difícilmente podría sostenerse que son más naturales y obvias las definiciones del
Diccionario de la Lengua784. Politoff, de hecho, afirma que el propio Cousiño refiere
algunas definiciones de la Rae que sin mayor reflexión conducen a conclusiones objetables,
como sería por ejemplo el concepto de “engaño”, en la estafa del N° 4 del art. 470 del Cp.,
que en algunos fallos se define “falta de verdad en lo que se dice, cree, hace, piensa o
discurre” (esto es, una simple mentira), en vez de exigir artificios, tretas o artimañas aptas
para inducir a que se suscriba el documento, en vez de entender el sentido natural y obvio
como aquel que concede a las palabras el uso común de las mismas785. Etcheberry
criticando la utilización del Diccionario de la Rae para determinar el sentido natural y obvio
de los términos de la ley, afirma que el Diccionario de la Rae, en su afán de proteger el
esplendor lingüístico, es muy conservador en cuanto a la admisión de nuevos vocablos, y
camina con muchos años de retraso con relación al uso general de los mismos, 786 agrega
que el Diccionario es hecho en España y fundamentalmente para los españoles y pese a que
en los últimos tiempos se ha dado más cabida a las voces americanas, lo dicho sigue siendo
cierto, más aun cuando las palabras españolas tienen a veces en Chile un sentido o un matiz
diferente del que tienen en España y por último, sostiene que hay expresiones que en el uso
común tienen un significado diverso del que les atribuye el Diccionario, como sucede con
las voces como “nimio”, “álgido”, “lívido”, “involucrar” y sólo en una segunda o tercera
acepción aparece el uso general
b. La segunda regla, es la contenida en la segunda parte del art. 20 del Cc., la cual
señala que: “Pero cuando el legislador las haya definido (las palabras) expresamente para
ciertas materias, se les dará en éstas su significado legal”. Esta regla se refiere
expresamente a la interpretación legal y es de suma importancia, toda vez que en el Código
penal hay múltiples definiciones de términos tales como alevosía (art. 12 N° 1), arma (art.

vida diaria como la obtención de un beso forzado, por poner un ejemplo vinculado a la sexualidad. Por lo
tanto, para evitar absurdos procesos y condenas, debe entenderse que los objetos a que hace referencia la ley
no comprenden las partes y miembros del cuerpo, y deben introducirse efectivamente por las vías que la ley
señala en un claro contexto de abuso sexual (excluyendo del mismo, obviamente, la alimentación o la toma de
temperatura), que dé cuenta patentemente del ánimo libidinoso del autor y de la relevancia sexual del acto”
(Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte especial, Editorial Thomson Reuters, 2014, p.
342). Lo anterior no es menor, toda vez que Matus y Ramírez resaltan las bondades de determinar el sentido
natural y obvio acudiendo al Diccionario de la Lengua. Al respecto ver: Matus, La Ley Penal y su
Interpretación, Editorial Metropolitana, 2012, pp. 190 y ss. y Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal
chileno. Fundamentos…, p. 338.
781
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 104.
782
Cury, Derecho penal..., p. 194 y Ectcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 104..
783
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 104.
784
Cury, Derecho penal..., p. 194.
785
Politoff, Derecho penal..., pp. 99-100.
786
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 104.

176
132), empleado público (art. 260), violencia o intimidación (art. 439)787. Cuando la ley
proporciona una definición de ciertos términos, ésta prevalece sobre su significado
corriente, por lo que será necesario investigar si la materia sobre la que versa la ley que se
trata de interpretar, es la misma para la que se dio la definición legal, porque de no ser así,
recupera su vigencia el enunciado legal del art. 20, primera parte, referido al sentido natural
y obvio de las palabras de la ley788. De esta manera, muchas de las definiciones del CC se
encuentran elaboradas y rigen únicamente respecto de las materias que el CC reglamenta,
esto es, la adquisición, goce, ejercicio y extinción de los derechos civiles y no para materias
penales. Por ejemplo, la voz “cosa mueble”, definida en el art. 567 del CC, entrega un
concepto mucho más restringido que el utilizado por el Código Penal. En efecto, conforme
al art. 567 del CC, son muebles las cosas que pueden transportarse de un lugar a otro, sea
moviéndose ellas a sí mismas, sea que sólo se muevan por una fuerza externa. Dicho
concepto de cosa mueble no es aplicable en materia penal y para efectos del hurto y del
robo, debe entenderse por cosa mueble cualquier objeto corporal que pueda moverse de un
lugar a otro. Se trata, por ende, de un concepto más amplio que el civil y así lo sostiene la
mayoría de la doctrina nacional789.

787
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, pp. 210-211.
788
Cury, Derecho penal..., p. 194.
789
Como dice Oliver, el Código Civil distingue tres clases de cosas inmuebles: las que no pueden
transportarse de un lugar a otro, como las tierras (inmuebles por naturaleza); las que adhieren
permanentemente a ellas, como los árboles (inmuebles por adherencia) y las que están permanentemente
destinadas al uso, cultivo y beneficio de ellas, como los animales destinados al cultivo de una finca, puestos
en ella por el dueño de la misma (inmuebles por destinación) (arts. 568, 569 y 570). El punto que debe captar
nuestra atención en este momento es el relativo a si puede utilizarse en esta materia el concepto civil de cosa
mueble. En este tema, una antigua opinión doctrinal postulaba que dicho concepto era aplicable. La
apropiación de una cosa adherida o permanentemente des tinada a un inmueble por naturaleza puede
constituir un hurto o un robo, a pesar de que la ley civilla considera inmueble. Pero dicha opinión doctrinal
planteaba que no por eso debía sostenerse que el concepto penal de cosa mueble era distinto del civil, porque
conforme a la ley civil los inmuebles por adherencia o destinación pasan a ser muebles desde el instante
mismo en que elladrón realiza la apropiación. En efecto, por lo que respecta a los inmuebles por adherencia,
conforme al art. 573 CC, éstos no dejan de serlo por su separación momentánea, pero desde que se separan
para darles un destino diferente, recuperan su calidad de muebles. y en cuanto a los inmuebles por
destinación, del art. 570 del mismo Código se desprende que si desaparece su destino permanente, también
vuelven a ser muebles. Como elladrón sustrae la cosa inmueble por adherencia o destinación para darle un
destino diferente, se trataría de una cosa mueble. Reconociendo la lucidez de dicha opinión, no resulta
aceptable. Efectivamente, el citado art. 573 señala que las cosas accesorias a bienes raíces no dejan de
considerarse inmuebles por su momentánea separación, y lo que pretende elladrón no es su separación
momentánea, sino definitiva. Pero podría ocurrir que la cosa sea momentáneamente separada por su dueño,
manteniendo por tanto su calidad de inmueble, y apropiada por un tercero durante dicha separación. Para el
derecho penal podría haber un hurto o un robo, a pesar de que para la ley civil se trataría de una cosa
inmueble. Además, dicha opinión no soluciona satisfactoriamente las hipótesis de tentativa, ya que mientras
no tenga lugar la separación de la cosa del inmueble al que está adherida o destinada, no se trataría aún de
cosa mueble para la ley civil. Haciéndose cargo de este punto, la opinión que criticamos sostenía que lo que
devuelve al inmueble por adherencia o destinación su carácter de mueble no es tanto su efectiva separación,
sino la voluntad de separarla definitivamente, creyendo ver en el art. 571 del citado Código un argumento a
favor de esta idea (según este precepto, “los productos de los inmuebles, y las cosas accesorias a ellos [ ... ], se
reputan muebles, aun antes de su separación, para el efecto de constituir un derecho sobre dichos productos o
cosas a otra persona que el dueño”). Pero es obvio que al apropiarse de la cosa, el ladrón no constituye ningún
derecho sobre ella. Además, del art. 573 del mismo Código no se desprende que las cosas accesorias a bienes
raíces dejen de ser inmuebles desde que se pretende separarlas con el objeto de darles un destino diferente,

177
c. La tercera regla, es la establecida en el art. 21 del CC, la que prescribe que: “Las
palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán en el sentido que les den los que
profesan la misma ciencia o arte; a menos que aparezca claramente que se han tomado en
sentido diverso”.
Las palabras técnicas deben entenderse en su acepción técnica790. Luego, si entre los
que profesan la misma ciencia o arte hay disenso sobre el sentido de una palabra técnica, el
tribunal debe decidir por el significado más adecuado al contexto legal, no por
consideraciones estadísticas, toda vez que la opinión mayoritaria puede no coincidir con la
el significado utilizado en el enunciado legal791. Si el sentido técnico es controvertido,
normalmente se recurrirá a los informes de perito792. El ejemplo clásico es el de los
términos loco o demente, del art. 10, N° 1, del Cp., que deben ser interpretados con el
apoyo de la psiquiatría y no del sentido que les da el Diccionario de la Lengua o el lenguaje
común793. Subsidiariamente, si de la ley aparece claramente que la expresión técnica ha
sido tomada en un sentido diferente del que le atribuyen los especialistas, el intérprete debe
prescindir de éste794 y entenderla en su sentido legal o literal795.

b. Segunda regla: Elemento teleológico


Es aquel que permite establecer el o los sentidos y alcances posibles de una ley
atendiendo a su finalidad u objetivos796, por lo que atiende a su voluntad objetiva, y a las
valoraciones explícitas o implícitas que de ella emanan, delimitando el objeto de protección
de la norma y constituyendo el criterio rector en la exégesis de los tipos penales de la Parte
Especial797. Se inicia con la determinación del bien jurídico penalmente tutelado en cada
precepto, que fija el contenido de injusto de la conducta incriminada798, por lo que habrá
que justificar en cada caso, por qué la interpretación elegida es la única que protege de
manera adecuada el bien jurídico o por qué lo hace de mejor forma 799. En la Parte General,
la interpretación teleológica se orienta a la función instrumental o garantista de cada
precepto, porque fija las bases estructurales de la infracción y las garantías del ciudadano
frente a la intervención penal800. Es una interpretación dinámica, progresiva o evolutiva,
que adapta la ley a las necesidades y concepciones del presente, a la situación cambiante
del momento en que se aplica, de manera que el intérprete debe ponderar las valoraciones
explícitas o implícitas que expresa la ley, ya que ésta persigue la solución de problemas
concretos y la protección efectiva de intereses sociales 801. Se refiere a la interpretación

sino desde que efectivamente se separan con dicho fin (Oliver, Delitos contra la propiedad, Editorial
Thomson Reuters, 2013, pp. 97-99).
790
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 211.
791
Cury, Derecho penal..., p. 194.
792
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 104.
793
Politoff, Derecho penal..., p. 100.
794
Cury, Derecho penal..., p. 194.
795
Cfr. Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 211.
796
Squella, Introducción al Derecho, p. 411.
797
García-Pablos, Introducción…, pp. 838-839.
798
Ídem, p. 839.
799
Cfr. Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 160.
800
García-Pablos, Introducción…, p. 839.
801
Ídem.

178
teleológica de la norma concreta, de su finalidad objetiva y no a la finalidad total del
ordenamiento jurídico802.
En Derecho penal el criterio teleológico se relaciona con el criterio del fin de
protección de la norma, en el ámbito de la imputación objetiva del resultado o relación de
riesgo. Además, el fin de protección de bienes jurídico-penales, como función esencial del
Derecho penal, legitima la intervención penal y determina la distinción entre antijuridicidad
formal y material. La relevancia jurídico-penal de los hechos requiere la antijuridicidad
material, en cumplimiento del principio de lesividad803. Los tipos penales no pueden ser
determinados con prescindencia del bien jurídico para cuya tutela han sido formulados en la
ley804, de manera que se debe probar no sólo que los hechos son incardinables formalmente
en un determinado injusto típico sino, además, que el bien jurídico-penal ha sido lesionado
o puesto en peligro por la conducta objetiva y subjetivamente antijurídica imputable a un
autor, como sucede en los delitos de resultado, o bien que al menos la conducta típica tiene
la aptitud ex ante, para lesionar o poner en peligro el objeto jurídico, como sucede en los
delitos de mera actividad.
El art. 19 de CC prescribe en su inc. 2°: “Pero bien se puede, para interpretar una
expresión oscura de la ley, recurrir a su intención o espíritu, claramente manifestados en
ella misma, o en la historia fidedigna de su establecimiento”.
Una interpretación extensiva del tipo legal, en que sus elementos fueran ampliados
más allá de su significado “natural y obvio”, con la excusa de proteger de mejor manera el
bien jurídico, quebrantaría las reglas legales de interpretación e implicaría una violación de
la prohibición de la analogía, de manera que debe prevalecer, en el caso propuesto el
criterio gramatical. De ahí que el legislador, plantee la necesidad de recurrir al criterio
teleológico cuando la ley emplea una expresión oscura, debiendo buscar la determinación
del sentido del término, en la misma ley que se trata de interpretar, la cual no debe
considerarse aislada o fraccionadamente, sino que en su contexto general, buscando la
correspondencia y armonía entre sus diversas partes y de ahí que conforme al art. 22 del
CC, las palabras no deben tampoco analizarse aisladamente, sino en relación con el
contexto general. Así las cosas, la ratio legis es el núcleo, su razón de ser, el fin de la ley o,
en materia penal, el bien jurídico penalmente tutelado805. Sin perjuicio de lo anterior, si la
interpretación del tipo legal, subsume en el tipo legal elementos que nada tienen que ver
con el bien jurídico tutelado, se estaría negando la determinación teleológica del sentido de
la incriminación806.
Cousiño, incluso planteaba que no se puede tratar los elementos de interpretación de
la ley penal como entidades jurídicamente diversas, puesto que el objetivo único es el de
conocer la voluntad de la ley y para llegar a ese resultado se requiere tan solo de un criterio
racional y finalista, de manera que la única interpretación válida sería la teleológica807.
Según Cousiño, el criterio teleológico no excluye ninguno de los elementos tradicionales,
pero incluso la interpretación gramatical debe realizarse teleológicamente, lo que se

802
Ídem.
803
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 160.
804
Politoff, Derecho penal..., p. 102.
805
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 105.
806
Cfr. Politoff, Derecho penal..., T. I, pp. 102-103.
807
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 205.

179
ajustaría a los términos de las reglas del Código Civil y agrega que los tipos penales se
elaboran con expresiones que requieren de una valorización, aunque se trate de conceptos
vulgares y comunes y por ello, en la tipificación o encuadramiento de una conducta, hay
siempre una labor teleológica808. Como el motivo determinante de la ley está en un factor
ocasional, pero ella subsiste para regir situaciones no consideradas ni previstas y la ley nace
a la vida jurídica dentro de un momento histórico-cultural ambiental que puede ser
esencialmente cambiable, la consideración del motivo que indujo a la dictación de la ley,
sólo es un elemento válido para la interpretación, en tanto subsistan esos motivos, pero en
caso contrario, la ratio legis debe apreciarse teleológicamente809.

c. Tercera regla: Elemento histórico


Parte de la Escuela Histórica del Derecho de Savigny y del método histórico-
evolutivo de la interpretación. En la actualidad puede entenderse de dos modos.
La posición estática, sostiene que la interpretación se concibe como un instrumento
conservador y continuista al servicio de la seguridad jurídica y del respeto a la voluntad del
legislador810. El elemento histórico debe establecer el o los sentidos y alcances posibles de
una ley atendiendo para ello a la historia del texto legal que se trata de interpretar811. El
significado que se otorga a una disposición corresponde a aquel que le fue atribuido en el
momento de su emanación812. Proclaman la superioridad del legislador sobre el juez en
base a la preeminencia del principio democrático, conduciendo a un conservadurismo,
sobre todo interpretando y aplicando normas antiguas813.
Tanto Roxin como Jakobs, otorgan un valor segundario a la teoría subjetiva
(voluntad del legislador) en el marco de un Estado Democrático de Derecho. Las
exposiciones de motivos, en no pocas ocasiones, contradicen lo realmente preceptuado en
la ley; las afirmaciones en los debates son, a lo sumo, indicios de las presuposiciones de
algunos parlamentarios que, incluso por falta de conocimiento técnico o de interés carecen
de la suficiente información sobre el objeto de la regulación; la denominada voluntas
legislatoris, también en no pocas ocasiones, resulta realmente un conglomerado de
voluntades, donde participan los autores del proyecto o comisiones de codificación, el
ministerio o gobierno que lo impulsó, diversos grupos parlamentarios, por lo que resulta
inviable hablar de una única voluntas legislatoris, además es inválida en una democracia
por falta de determinación vinculante de las presuposiciones de las respectivas mayorías
parlamentarias. El principio de legalidad, es decir las leyes penales y no sus previas
deliberaciones, supone la principal garantía que el Ordenamiento Jurídico otorga a los
ciudadanos de la República814.. En materia penal la interpretación de la ley en un Estado de

808
Ídem.
809
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, pp. 206-207.
810
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 155.
811
Squella, Introducción al Derecho, p. 409.
812
Cfr. Guastini, Distinguiendo..., p. 233.
813
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 155.
814
Fernández Cruz, “Los delitos de violación y estupro del art. 365 bis Cp.: Una racionalización desde el
mandato de lex stricta y el principio de lesividad. Especial referencia a la introducción de dedos u otras partes

180
Derecho Democrático, respetuoso de los límites al ius puniendi, debe necesariamente acatar
los límites que le impone el pilar fundamental del Derecho penal, consistente en el
principio “Nullum crimen, nulla poena sine lege” y las exigencias derivadas del mismo.
Así conforme al principio Nullum crimen, nulla poena sine lege praevia, existe expresa
prohibición de aplicar retroactivamente las leyes penales que crean nuevos delitos o
agravan su punición. En atención al principio Nullum crimen, nulla poena sine lege scripta,
existe mandato de escritura y la reserva de ley en materia penal. Conforme al principio
Nullum crimen, nulla poena sine lege stricta, existe prohibición de analogía por parte de los
jueces y tribunales, y exigencia en el cumplimiento escrupuloso del principio de legalidad a
la hora de aplicar la ley penal. Por último, de acuerdo con el principio Nullum crimen, nulla
poena sine lege certa, existe mandato de determinación o taxatividad que se concreta en la
tipicidad del hecho y en la determinación legal de la pena815.
La posición dinámica o evolutiva sostiene que la interpretación es un trabajo de
adaptación de la norma positiva a las necesidades que imperan en una sociedad, de manera
que el intérprete no sólo indagará la voluntad del legislador en el momento de elaborar la
ley sino que analizará históricamente, tanto la evolución jurídica como la social816. Otorga a
la disposición un significado nuevo y distinto de su significado histórico, de acuerdo al
momento en el que se realiza la interpretación817. la interpretación evolutiva es
eminentemente correctora, toda vez que corrige el significado histórico de las palabras,
adaptándolo a los tiempos, a las nuevas circunstancias sociales y culturales818.
Para descubrir la ratio legis de la ley actual, sugiere indagar retrospectivamente su
génesis histórica y antecedentes, los anteproyectos, proyectos, trabajos legislativos
preparatorios, enmiendas y debate parlamentario que la misma suscitó819. La Exposición de
Motivos de la propia Ley puede auxiliar, también, al intérprete, así como la comparación de
la nueva norma con la regulación o regulaciones precedentes820. El factor histórico pierde
autonomía y se instrumentaliza, importando solo y en la medida que contribuya a clarificar
la voluntas legis, cometido básico del intérprete y si la voluntas legis y voluntas legislatoris
no coinciden, debe preferirse la voluntas legis, porque la voluntad del legislador, es una
ficción, porque lo que importa es lo que dice la ley no lo que pretendió decir el
legislador821. Por lo tanto, la interpretación histórica, no es decisiva, si bien, cuando
coincide con los resultados obtenidos mediante otros criterios o métodos, refuerza la
interpretación822. A menudo, permite comprender errores del legislador, determinar el
significado de preceptos enigmáticos o contradictorios y es particularmente necesario para
conocer los orígenes y evolución de una determinada figura delictiva y para valorar el
proceso de adaptación, en su caso, de la misma al inevitable cambio social 823.

del cuerpo, en Revista Ius et Praxis, año 13, N° 2, pp. 116-117. En el mismo sentido, ver Jakobs, Derecho
penal..., pp. 93-94.
815
Al respecto ver Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 134 a 141.
816
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 155.
817
Guastini, Distinguiendo..., p. 233.
818
Guastini, Distinguiendo..., p. 234.
819
García-Pablos, Introducción…, p. 834.
820
Ídem.
821
Ídem.
822
Ídem.
823
García-Pablos, Introducción…, pp. 839-840.

181
El art. 19 del CC, en su inc. 2°, dispone: “Pero bien se puede, para interpretar una
expresión obscura de la ley, recurrir a su intención o espíritu, claramente manifestados en
ella misma, o en la historia fidedigna de su establecimiento”.
Squella, en tanto sostiene que el artículo en comento contempla el elemento
histórico en sentido estricto, es decir, estático, puesto que remite al intérprete a la historia
fidedigna del establecimiento de la ley que se trata de interpretar y, apunta que la entrada
del elemento histórico aparece condicionada a la presencia de una expresión oscura de la
ley y únicamente como un método adecuado para ruar la intención o el espíritu de la ley
que se trata de interpretar824. En contra de esta postura, Etcheberry sostiene que en nuestro
sistema el elemento histórico es un aspecto del elemento teleológico que obliga a estudiar la
ocasión o marco histórico en el que la ley nació; luego la historia del precepto, desde que
fue ideado hasta que se concretó en la ley, adquiriendo importancia los precedentes
legislativos, de los modelos que han inspirado la ley, las obras de los tratadistas
consultados, las opiniones de los redactores y legisladores, la legislación comparada si la
ley penal fue tomada de modelos extranjeros, sin perder de vista, que lo que debemos
desentrañar a través del elemento histórico es la voluntad de la ley825. Acorde con el
planteamiento de Etcheberry, Garrido Montt, afirma que en que la historia fidedigna del
establecimiento de la ley la conforman los antecedentes que motivaron su dictación, las
condiciones socioculturales de la época, cómo se promovió su dictación, los trabajos
preparatorios, su mensaje o exposición de motivos, las discusiones a que dio lugar, las
opiniones de sus redactores, el Derecho comparado que se tuvo en cuenta, etc.,
antecedentes que deben ser “fidedignos” y no meras referencias, suposiciones o recuerdos.
Sostiene que pueden incorporarse a esa historia las modificaciones que sufrieron algunos de
los textos legales vinculados a la materia por su posible repercusión en los bienes jurídicos
protegidos; las nuevas contingencias políticas, sociales, científicas y culturales en general,
que suministran nuevos bienes jurídicos susceptibles de tener cabida, conforme a una
interpretación progresiva, de manera que considera insuficientes las opiniones de los
redactores e insiste en que con su promulgación, la ley se desprende de manera definitiva
del ámbito de poder y de los motivos del legislador y llega a ser una fuente jurídica
independiente, que debe ser enjuiciada a partir de su función actual. Por último sostiene que
la interpretación histórica no tiene generalmente carácter decisivo, pero sirve de refuerzo a
otros criterios826.

d. Cuarta regla: Elemento lógico-sistemático


Si bien parte de la doctrina sostiene que son elementos diferentes827, Cury en
cambio, estima que dicha diferenciación es artificiosa porque ambos elementos están
824
Squella, Introducción al Derecho, pp. 411-412.
825
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, pp. 105-106.
826
Garrido, Derecho penal..., T. I, pp. 102-103.
827
Squella sostiene que el elemento lógico es aquel que para establecer el o los posibles sentidos y alcances de
una ley, se vale del análisis intelectual de las conexiones que las normas de una misma ley guardan entre sí,
esto es, entendidas en el contexto que ellas forman y no de manera aislada, así como de las conexiones que las
normas de la ley que se trata de interpretar puedan reconocer con las de otras leyes que versen sobre la misma
materia. En tal sentido, sostiene que el elemento lógico parte de la base de que las normas de una ley hacen un
conjunto y que deben ser interpretadas no en forma aislada o desvinculada unas de otras, sino en el contexto
del mensaje normativo del cual forman parte, y asume, del mismo modo, que las normas de una ley hacen

182
destinados a precisar el sentido de la ley manifestado en su texto, de manera que ambos
elementos formarían parte de la interpretación literal en el proceso hermenéutico, al cual
servirían como instrumentos de la misma forma que el elemento gramatical828.
La interpretación sistemática pretende obtener el significado de una disposición a
partir de su ubicación en el “sistema” del Derecho: algunas veces, en el sistema jurídico en
su conjunto; más frecuentemente, en un subsistema del sistema jurídico, esto es, en el
conjunto de las disposiciones que regulan una determinada materia o una determinada
institución829. El sistema jurídico y los subsistemas que lo componen son generalmente
concebidos como conjuntos de normas coherentes (sin contradicciones o antinomias) y
completos (sin lagunas)830. En la práctica se realiza una interpretación sistemática cada vez
que, para decidir el significado de una disposición, no se observa la propia disposición de
forma aislada, sino el contexto en el que está ubicada831. Ese contexto puede ser más o
menos amplio: los otros párrafos de un mismo artículo, los otros artículos de una misma
ley, hasta llegar a la totalidad de las disposiciones que componen un ordenamiento
jurídico832. Por lo tanto, busca desvelar el significado del tenor de la ley, partiendo del
contexto en que ésta se halla ubicada y de la relación del precepto controvertido con otros
preceptos en el seno del ordenamiento jurídico, entendido este como un todo orgánico y
coherente833.
Según Alf Ross, es ilusorio pensar que la interpretación de la ley puede o tiene que tomar como
punto de partida el significado ordinario de las palabras tal como resulta de su uso, porque no
existe tal significado, sino el contexto y el deseo de hallar un significado “bueno” o “razonable”
en relación con una situación dada, la que determina el significado de las palabras
individuales834. Ross sostiene que los siguientes axiomas se aplican a las palabras en el uso
cotidiano: 1) El significado posible de toda palabra es vago; su posible campo de referencia es

también un conjunto con las de otras leyes que versen sobre una materia similar. Dicho elemento se
desprendería del art. 22 del CC, que señala que: “el contexto de la ley servirá para ilustrar el sentido de cada
una de sus partes, de manera que haya entre todas ellas la debida correspondencia y armonía”, a lo que
agregar el inc. 2° de la misma disposición que señala que “los pasajes oscuros de una ley pueden ser
ilustrados por medio de otras leyes, particularmente si versan sobre el mismo asunto”. El elemento
sistemático, en tanto, representaría sólo un grado más avanzado del elemento lógico, puesto que consistiría en
establecer el o los posibles sentidos y alcances de una ley atendiendo ahora a las conexiones que la ley que se
trata de interpretar pueda guardar con la totalidad del ordenamiento jurídico del cual forma parte, incluidos los
principios generales del derecho, y no solamente con las normas de otras leyes que versan sobre la misma
materia de la ley interpretada. El elemento sistemático asumiría que las normas de una ley guardan relaciones
no sólo entre sí y con las de otras leyes que versen sobre la misma materia, sino que tales relaciones se dan
por referencia a todo el ordenamiento jurídico, de modo que su interpretación tiene que ser efectuada en el
contexto más amplio de este último. Dicho elemento se desprendería del art. 22 cuando señala que “los
pasajes oscuros de una ley podrán ser ilustrados por medio de otras leyes, particularmente si versan sobre el
mismo asunto”, puesto que la presencia de ese adverbio es indicativa de que los pasajes oscuros de una ley
pueden también ser ilustrados por medio de otras leyes, aunque éstas no versen sobre la misma materia o
asunto de la ley que se trata de interpretar. Además, este elemento puede desprenderse según Squella del art.
24, en la parte en que remite al interprete al espíritu general de la legislación (Squella, Introducción al
Derecho, pp. 410-413).
828
Cury, Derecho penal..., p. 195.
829
Guastini, Distinguiendo..., pp. 227-228.
830
Guastini, Distinguiendo..., p. 228.
831
Ídem.
832
Ídem.
833
García-Pablos, Introducción…, p. 839.
834
Ross, Sobre el Derecho y la Justicia, Editorial Universitaria de Buenoa Aires, 2005, p. 153.

183
indefinido. 2) La mayor parte de las palabras son ambiguas. 3) El significado de una palabra se
determina en forma más precisa cuando ella es considerada como parte integrante de una
determinada expresión, 4) El significado de una expresión -y con ello el significado de las
palabras contenidas en la misma- se determina en forma más precisa cuando la expresión es
considerada en la conexión en que es formulada. Esta conexión puede ser lingüística (el
contexto) o no lingüística (la situación). A partir de 3) y 4) es posible formular la siguiente
generalización: el significado de una palabra es una función de la conexión -expresión,
contexto, situación- en que la palabra aparece. Para analizar más de cerca el papel que
desempeña la conexión835. El principio guía para toda interpretación es el de la primaria función
determinativa de significado que cumplen la expresión, como una entidad, y las conexiones en
que ella aparecen836. El punto de partida de toda comprensión es la expresión como entidad, tal
como es experimentada por la persona que la recibe en una situación concreta definida. A partir
de ese punto la interpretación puede proseguir, parcialmente hacia un análisis de los elementos
que constituyen la expresión: las palabras individuales y su conexión sintáctica, y parcialmente
hacia un análisis del contexto en el que la expresión aparece, y de la situación en que fue
formulada837. En el primer análisis -esto es, el que se dirige al significado de las palabras- es
importante entender que el significado de una expresión no está construido como un mosaico
con el significado de las palabras individuales que la componen. Por el contrario, el significado
que el análisis puede atribuir a los elementos individuales es siempre una función del todo en el
cual aparecen838.

La interpretación sistemática, parte de la idea que las leyes integran armoniosamente


un sistema complejo, superior, orgánico y estructurado, dotado de lógica interna, que les
confiere un sentido general o contextual global839. Por lo tanto, la ubicación del precepto no
es fortuita porque cada pieza adquiere su significado en función de su pertenencia y
situación en el conjunto del sistema. La interpretación de las normas debe tener en cuenta
este criterio y atribuir el significado de cada precepto en función del conjunto del que forma
parte840. Tampoco cabe aislar la norma controvertida, descontextualizarla, tratando en vano
de interpretarla al margen del ordenamiento en el que se integra y del contexto en el que es
utilizada841. Descansa en la confrontación del término o tenor de un precepto con el de otro
u otros preceptos que se hallan emplazados en una misma división, con el objeto de atribuir
a todos ellos un significado común que deriva del sistema y del sentido general del
ordenamiento al que pertenecen842. Sin embargo, no es necesariamente decisiva porque
puede conducir a resultados antagónicos: unas veces, sugerirá se asigne al precepto
examinado la misma acepción que sus términos tienen en los otros preceptos con los que se
confrontó, otras propondrán una interpretación contrario sensu; alternativa que se resuelve
con valoraciones843. No se agota en la valoración del emplazamiento de la norma o
precepto bajo una determinada rúbrica legal, porque el significado y relevancia del sistema
en orden a la interpretación de la norma trasciende la cuestión formal y secundaria de su

835
Ídem, p. 150
836
Ídem, p. 152
837
Ídem,, pp. 152-153
838
Ídem, p. 153.
839
García-Pablos, Introducción…, p. 840.
840
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 156.
841
García-Pablos, Introducción…, p. 840.
842
Ídem, p. 840.
843
Ídem, p. 840.

184
concreta ubicación y del acierto o desacierto de la rúbrica legal que la contiene, de manera
que puede constituir un indicio, pero no un argumento concluyente y definitivo844.
La interpretación sistemática se puede manifestar a través de diversos argumentos:
7.d.1. Argumento a coherentia o conforme. Guastini distingue dos tipos. La
primera consiste en adaptar el significado de una disposición al significado, previamente
establecido, de otra disposición de rango superior, de manera que si, por ejemplo, una
disposición legal admite dos interpretaciones en conflicto, de forma que la primera sea
conforme con las normas constitucionales, mientras que la segunda está en contraste con
ellas, se hace una interpretación conforme escogiendo la primera interpretación y
rechazando la segunda845. La segunda, consiste en adaptar o adecuar el significado de una
disposición a un principio general o fundamental del Derecho, que no necesariamente
reviste un rango superior al de la disposición particular846. La interpretación conforme tiene
por finalidad evitar la aparición de antinomias, tanto entre normas de diverso grado
jerárquico como entre normas particulares y principios generales, según los caso847.
Tarello afirma que el argumento de la coherencia de la disciplina jurídica es por un lado un
argumento dotado de notable eficacia persuasiva y, por el otro lado, un argumento auxiliar y
subsidiario848. Está dotado de notable fuerza persuasiva porque se funda en la creencia de que el
«derecho», o el «sistema jurídico» o «el ordenamiento jurídico» (según la locución preferida en
los varios ámbitos culturales) provea una disciplina coherente - priva de antinomias – de la vida
en sociedad, y esta creencia está largamente difundida entre los operadores jurídicos operantes
en todas las organizaciones modernas, en particular entre los jueces849. Es sin embargo un
argumento auxiliar y subsidiario, porque no alcanza por sí solo, para decidir la aplicación del
derecho o para resolver un problema de interpretación en sentido lato toda vez que nos
encontramos frente a un así llamado «conflicto de normas», sino que debe ser integrado al
menos con otro argumento retórico o bien debe ser completado con la asunción de un principio
general sobre la solución de los conflictos de normas850. En las organizaciones jurídicas
modernas son frecuentes las disposiciones relativas a los conflictos de normas. El carácter
auxiliar y subsidiario del argumento de la coherencia deriva del hecho de que, a fin de no hacer
emerger un conflicto de normas de la interpretación de dos enunciados normativos, es necesario
proceder a una ulterior interpretación de uno de tales enunciados o bien de ambos: ello deberá
hacerse recurriendo a otros argumentos interpretativos, de modo tal que el argumento de la
coherencia funciona como criterio de elección de ulteriores argumentos (en base a los
resultados de estos últimos: serán excluidos aquellos que conducen a un conflicto de
disposiciones)851.

7.d.2. Argumento sedes materiae. Se usa este argumento siempre que se aduce que
una determinada disposición debe ser entendida de una forma determinada (y no de otra) en
virtud de su ubicación en el discurso legislativo852. El llamado argumento a rubrica supone

844
Ídem, p. 840.
845
Guastini, Distinguiendo..., p. 231.
846
Ídem, p. 232.
847
Ídem.
848
Tarello, La interpretación de la ley, p. 324.
849
Ídem.
850
Ídem, pp. 324-325.
851
Ídem, p. 325.
852
Guastini, Distinguiendo..., p. 229.

185
la atribución de un significado en función de la rúbrica o título que encabeza la sección, y
no es otra cosa que una modalidad de argumento sedes materiae853.
Corcoy Bidasolo sostiene que la interpretación sistemática resulta avalada por cuatro razones:
1º. La conexión material entre preceptos que regulan la misma materia; 2º. La unidad o íntima
conexión de los apartados de un mismo art.; 3º. Motivos gramaticales que exigen tomar en
consideración la totalidad del artículo para entender o interpretar una parte; 4º. Razones
históricas o antecedentes doctrinales. En este sentido, sostiene Corcoy, que el Cpesp. de 1995
trató de tomar en consideración el criterio sistemático agrupando los diversos grupos de delitos
en atención al bien jurídico penal protegido y efectuando una prelación de estos diferentes
grupos de delitos, en atención a la jerarquía de los bienes jurídico-penales protegidos,
comenzando por los delitos contra derechos fundamentales –vida, salud, libertad, intimidad,
dignidad, propiedad-, siguiendo con los delitos contra bienes jurídico penales supraindividuales.
Entiende Corcoy, que esta forma de legislar, es mucho más adecuada que la anterior y sirve
para que tengan una mayor utilidad tanto el criterio sistemático como el teleológico 854.

El art. 22 del CC explica el elemento en análisis en los siguientes términos: “El


contexto de la ley servirá para ilustrar el sentido de cada una de sus partes, de manera que
haya entre todas ellas la debida correspondencia y armonía. Los pasajes obscuros de una
ley pueden ser ilustrados por medio de otras leyes, particularmente si versan sobre el
mismo asunto”.
En la doctrina nacional, Cousiño afirmaba que el elemento sistemático se funda en
el hecho de que los preceptos jurídicos no son fracciones de pensamiento, a manera de
mónadas, que vivan aisladamente, sino que forman parte de sistemas amónicos y que como
tales deben ser siempre entendidos y sostenía que la validez del elemento sistemático es
incuestionable en la interpretación teleológica, especialmente porque los conceptos
jurídicos para ser tales deben jugar tanto intra como extra legem855. Etcheberry también
sostiene que el elemento sistemático complementa a los criterios anteriores, porque un
precepto legal no debe considerarse aislado, y de que el Derecho penal no es tampoco un
islote dentro del orden jurídico, de manera que la interpretación sistemática no excluye la
búsqueda de la intención o espíritu, ni es subsidiaria de la misma, sino que puede realizarse
paralelamente a ella856. Cury, junto con afirmar que el elemento lógico-sistemático está
destinado a precisar el sentido de la ley manifestado en el texto y por eso forman parte del
momento filológico en el proceso hermenéutico, al cual sirven como instrumentos de la
misma forma que el gramatical sostiene que en un proceso de interpretación normativa
como la exigida por la ley, la tarea no es descriptiva, sino axiológica, puesto que apunta al
esclarecimiento de los contenidos de valor que se expresan en los mandatos y prohibiciones
del ordenamiento jurídico, de manera que no interesa establecer lo que cada vocablo
describe, sino la función que cumple ese contenido en la determinación de un deber, por lo
que es lícito acudir también y conjuntamente a la consideración del factor sistemático, el
cual tiene por objeto, justamente, colaborar a la precisión de tal significación axiológica

853
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 157.
854
Ídem, pp. 157-158.
855
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, pp. 215-216.
856
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 106.

186
mediante la consideración de la unidad de las valoraciones realizadas por el
ordenamiento857.

9. Orden, jerarquía o prelación de los criterios interpretativos


Si bien no hay un orden jerárquico establecido que vincule al interprete en el uso de
los criterios de interpretación de la ley penal y, por lo tanto, el intérprete debe valorar los
resultados que arrojan los distintos métodos o criterios de interpretación, si fueren
contradictorios, para reconstruir la voluntad o finalidad objetiva de la ley y todos los
métodos son útiles para este fin, es evidente el peso específico que en materia penal tiene el
elemento gramatical en virtud de la trascendencia que en esta materia tiene el principio de
legalidad. Luego el criterio teleológico, cuenta con mayor rango al orientarse
específicamente a la búsqueda de la ratio legis o finalidad objetiva del precepto examinado.
En concordancia con lo anterior, para determinar el fin de protección de la norma es
importante el elemento histórico. Concluyendo con el emplazamiento de la ley en el
ordenamiento jurídico a través del elemento lógico-sistemático.
Si llevamos el orden propuesto a las reglas del Código Civil, es necesario sostener
que la principal de las reglas de interpretación de la ley es la del art. 23 del CC, cuyo texto
señala: “lo favorable u odioso de una disposición no se tomará en cuenta para ampliar o
restringir su interpretación. La extensión que deba darse a toda ley se determinará por su
genuino sentido y según las reglas de interpretación precedentes”858/859. Ello porque la
meta del interprete es captar el verdadero sentido de la ley, esto es el “genuino sentido de la
ley”, el cual determina la extensión que deba darse a ésta y que el intérprete debe esforzarse
por verificar860. Para fijar el genuino sentido de la leyes hay que partir por el análisis del
texto de la ley, ya que los arts. 6 y 7 del CC, que se refieren a la promulgación y
publicación de la ley, presuponen que la ley sea escrita, y por ello el inciso primero del
artículo 19 establece que “cuando el sentido de una leyes claro, no se desatenderá su tenor
literal a pretexto de consultar su espíritu” y se refiere al caso en que existe plena
congruencia o coincidencia entre la extensión de las palabras y la extensión del sentido y,
por lo tanto deben aplicarse la o las palabras del texto de la ley, que equivalen a su
sentido861. El propósito de esta regla, en concordancia con el art. 23 del CC, es impedir que
se amplíe o restrinja el campo de aplicación que el texto de la ley delimita con claridad862 o
no debe ampliarse o restringirse la letra, si el sentido coincide plenamente con ella863.

857
Cury, Derecho penal..., p. 195.
858
Squella, Introducción al Derecho, p. 414.
859
Guzmán Brito, lo restringue a la segunda parte del art. 23 del CC al afirmar: “De todas las normas
contenida en dicho párrafo, la principal es la perteneciente a la segunda parte del articulo 23 del Código Civil:
“La extensión que deba darse a toda ley, se determinará con su genuino sentido y según las reglas de
interpretación precedentes” (Guzmán Brito, “La historia dogmática de las normas sobre interpretación
recibidas por el CC de Chile”, en Universidad de Chile y Universidad Adolfo Ibáñez, Interpretación,
integración y razonamiento jurídicos, Editorial Jurídica de Chile, 1992, p. 69)
860
Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, pp. 69-70; Squella, Introducción al Derecho, pp. 414.
861
Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, p. 70.
862
Cfr. Squella, Introducción al Derecho, p. 414.
863
Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, p. 70.

187
Luego, el inciso segundo del art. 19 admite que la ley pueda ser portadora de alguna
expresión oscura, debiendo entenderse por “expresión” no sólo una o más palabras aisladas
de la ley, sino las frases que fueron formadas por el autor de la ley al momento de aprobarla
y promulgarla como tal864. En presencia de una expresión oscura de la ley, lo que ocurre
cuando el sentido del texto no es claro o porque el texto tiene más de un sentido o porque
aparentemente no tiene ninguno865, el inciso segundo del art. 19 dispone que debe recurrirse
a la “intención o espíritu de la ley, claramente manifestados en ella misma o en la historia
fidedigna de su establecimiento”. Por “espíritu” de la ley habría que entender la “razón” de
la ley, esto es, el fin objetivo que ésta tiene, con lo cual se podría sostener, que el inciso
acoge el método o elemento teleológico de la interpretación de la ley866. Por su parte,
“intención” se refiere al elemento histórico de interpretación de la ley, puesto que para fijar
la intención o espíritu de la ley se remite al intérprete a la historia fidedigna del
establecimiento de aquélla, con lo cual se parte de la base de que toda ley, como producto
humano que es, tiene una historia, normalmente documentada, que el intérprete puede
reconstruir al momento de tener que establecer el o los sentidos posibles que la ley
interpretada pueda tener867.
Luego hay que relacionar el primer inciso del art. 19 con las disposiciones de los
arts. 20 y 21, los cuales establecen el modo en que deben ser entendidas las palabras de la
ley. La alusión explícita del art. 20 al “sentido natural” de las palabras, se refiere al uso
común o general de las mismas868.
El art. 23 toma una posición, en principio, adversa tanto frente a las interpretaciones
extensivas como restrictivas, sin embargo, no impide el intérprete lleve a cabo una
interpretación de este tipo, sino que fundamentar una interpretación extensiva o restrictiva
en lo favorable u odioso que pueda existir en la norma legal que se trata de interpretar869.
Por lo demás, la extensión razonable que deba darse a la leyes es algo que el intérprete sólo
puede saber cómo resultado de la interpretación, esto es, una vez efectuada la interpretación
de la ley de que se trate y una vez fijados los distintos sentidos y alcances de ésta y las
diversas alternativas de aplicación que ella presente870.
El art. 24, tiene un carácter restrictivo, puesto que autoriza la entrada de los
principios generales y de la equidad sólo en los casos a que no pudieren aplicarse las reglas
de interpretación de los arts. 19 al 23, únicamente con el fin de interpretar pasajes oscuros o
contradictorios, y adjudicando a estas fuentes supletorias del Derecho unas denominaciones
que limitan la conceptualización que pueda hacerse de ambas y, por lo tanto, los principios
tienen, según el art. 24 del CC, un carácter supletorio y una de tales restricciones se
produce en la medida en que esa disposición se refiere a los principios generales del
derecho con la expresión “espíritu general de la legislación” 871.

864
Squella, Introducción al Derecho, p. 414.
865
Cfr. Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, p. 70.
866
Squella, Introducción al Derecho, p. 415.
867
Ídem.
868
Ídem.
869
Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, p. 75; Squella, Introducción al Derecho, pp. 415-416.
870
Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, p. 75; Squella, Introducción al Derecho, pp. 415-416.
871
Squella, Introducción al Derecho, pp. 413-416.

188
En cuanto a “equidad natural”, se trata de una expresión más amplia que la de
“espíritu general de la legislación”, puesto que aquélla no sería propia de un determinado
ordenamiento jurídico, sino de todo Derecho. El art. 24, al adjetivar el sustantivo “equidad”
con la palabra “natural”, restringió deliberadamente el campo de juego de la equidad, sin
perjuicio de introducir la dificultad que significa acordar algún sentido y alcance a la
palabra “natural”, que en todo caso, obligaría al juez al momento de fundar su fallo, a
ofrecer razones que justifiquen las decisiones judiciales dadas en nombre de la equidad872.
Si bien hablar de equidad, implica hablar del sentido de lo justo que se forma el juzgador
frente a un caso dado, no se debe perder de vista que en materia penal el principio de
legalidad impide fundamentar la decisión judicial en la mera idea de justicia, idea de suyo
subjetiva que introduciría inseguridad jurídica a la de cisión jurisdiccional.

10. Argumentos interpretativos


Los intérpretes de la ley, en particular los jueces, se valen también, comúnmente, de
determinados argumentos que les permiten dar una justificación a las conclusiones a que
llegan en su labor interpretativa. Tales argumentos pueden ser presentados de la siguiente
manera:

a. Argumento por analogía


Es aquel por medio del cual la solución dada por la ley para un caso determinado se
traslada a otro caso no-previsto por la ley, aunque semejante a aquel que sí se encuentra
previsto por ella873. La analogía jurídica es propiamente un método de integración del
derecho y esta proscrita del Derecho penal a menos que favorezca al acusado.

b. Argumento a fortiori
Es aquel en virtud del cual, dada una norma jurídica que establece una calificación
normativa de un sujeto o de una clase de sujetos, se concluye que tal calificación vale
también para otro sujeto o clase de sujetos que merecen esa calificación con mayor razón
que el primer sujeto o clase de sujetos874. Por lo tanto, es un procedimiento discursivo para
justificar interpretaciones extensivas de una norma legal. Descansa en alguna cláusula del
tipo de “tanto más” o del tipo de “con mayor razón“. En el primer caso, consiste en aducir
alguna consideración nueva que refuerza la conclusión que se trata de sentar. En el segundo
caso, consiste en establecer, a partir de un caso dado con una cualidad o bajo una
condición, otro caso que tiene esa cualidad de modo más evidente aún o que está sujeto a
dicha condición con mayor razón875. Dada una norma jurídica que predica una obligación u
otra calificación normativa de un sujeto o clase de sujetos, debe concluirse que es válida
para otra norma que predique la misma calificación normativa de otro sujeto o clase de

872
Ídem, pp. 416-417.
873
Ídem, p. 421.
874
Ídem.
875
Etala, Diccionario jurídico de interpretación y argumentación, pp. 34-35.

189
sujetos que se encuentre en situación tal de merecer, con mayor razón que los primeros, la
calificación que la norma en cuestión a ellos acuerda. No se trata, no obstante la apariencia,
de un sub caso de argumento analógico, o de un argumento analógico particularmente
fuerte y persuasivo, dado que el argumento a fortiori no se funda en la semejanza, sino sólo
en la razón o ratio de la norma o del enunciado normativo876. El argumento a fortiori se
apoya en la ratio decidendi o razón alegada para resolver el caso anterior de una manera
determinada, de manera que recurre al espíritu de la ley, de manera que si, por ejemplo, se
ha castigado a alguien que ha herido a otro golpeándole, a fortiori se ha de castigar a quien,
golpeándolo, ha ocasionado la muerte de otro877 Aunque el caso A (no regulado) no sea
parecido al caso B (sí regulado), se concluye que el caso A merece con mayor razón el
mismo tratamiento que el caso B, todo ello a partir de un juicio abiertamente valorativo.
Tanto la analogía como el argumento a fortiori se orientan a la búsqueda de la ratio legis, o
sea, de la razón que justifica la regulación de un cierto supuesto y que debe justificar
también la regulación de otro878. El argumento a fortiori se manifiesta bajo dos formas: ad
maius aplicable a las calificaciones jurídicas ventajosas, como los derechos y las
autorizaciones, y ad minus aplicable a las calificaciones desventajosas, como los deberes879.

c. Argumento a contrario
Sostiene que el legislador ha dicho exactamente lo que pretendía decir; y en cuanto
a lo que no ha dicho, evidentemente no pretendía decirlo, ya que, si hubiese querido decido,
lo habría dicho880. Dada una norma que establece una calificación normativa de un sujeto o
de una clase de sujetos, se concluye que tal calificación no vale para otro sujeto o clase de
sujetos no expresamente mencionados o incluidos en la norma de que se trate. Por lo
mismo, puede afirmarse que el argumento a contrario es un procedimiento justificatorio de
interpretaciones literal o estrictas881. Dada una determinada proposición jurídica que afirma
una obligación (u otra clasificación normativa) de un sujeto (o de una clase de sujetos), a
falta de una disposición expresa, se debe excluir la validez de una proposición jurídica
diferente que afirme esta misma obligación (u otra calificación normativa) con respecto a
cualquier otro sujeto (o clase de sujetos)882.
Lo anterior se grafica en el siguiente esquema:
Premisa: Si un hecho llena los supuestos legales VI, V2 ... Vn, se producen a su respecto las
consecuencias jurídicas Rl, R2 ... Rn. Conclusión: si un hecho no llena los supuestos legales VI,
V2 ... Vn, entonces no tendrán lugar a su respecto las consecuencias jurídicas Rl , R2 ... Rn.
Si una disposición obliga a los jóvenes que hayan alcanzado la edad de veinte años a cumplir su
servicio militar, se sacará de ella la conclusión contraria de que las jóvenes no están sometidas a
la misma obligación883

876
Tarello, La interpretación de la ley, p. 320.
877
Perelman, La lógica y la nueva retórica, Editorial Civitas, 1979, p. 18.
878
Prieto Sanchís, Apuntes de la teoría del Derecho, Editorial Trotta, 2010, p. 268.
879
Squella, Introducción al Derecho, p. 421; Tarello, La interpretación de la ley, p. 320.
880
Guastini, Distinguiendo..., p. 214.
881
Squella, Introducción al Derecho, p. 421
882
Perelman, La lógica y la nueva retórica, p. 78; Tarello, La interpretación de la ley, p. 313.
883
Perelman, La lógica y la nueva retórica, p. 79.

190
d. Argumento de principios
Es aquel que procura justificar una determinada interpretación de un texto legal, o la
solución dada a un caso no regulado por la ley, invocando principios jurídicos que puedan
informar el respectivo ordenamiento jurídico, o bien principios de otro orden, por ejemplo,
morales, que puedan resultar pertinentes en relación con el caso de que se trate. Por lo
mismo, el argumento de principios puede ser utilizado tanto para interpretar la ley en
cuanto es utilizado para decidir atribuir, o para motivar la atribución, o para proponer
atribuir, significados a los enunciados normativos, como para integrarla884, caso éste
último en el que se comportaría como un argumento productivo en cuanto se utiliza para
colmar lagunas del Derecho, asociándose a la analogía885 y que por lo tanto no procede en
en materia penal en contra del acusado, conforme al principio de legalidad.
Los principios tienen una función explicativa en cuanto describen el ordenamiento,
o un sector o rama de éste, proporcionando információn jurídica en forma abreviada o
económica886. Aparecen a través del método inductivo como normas fundamentales que
presiden el ordenamiento en su conjunto, o un sector de éste, o como criterios que están
presupuestos en la multiplicidad de las normas de ese ordenamiento o sector, de manera
que permiten que los juristas lleven a cabo una reconstrucción y exposición sistemática u
ordenada, del material normativo con el que trabajan887.
Los principios cumplen una función normativa, en cuanto colaboran en la
aplicación y producción de normas por parte de los órganos jurídicos correspondientes,
como cuando se los emplea para interpretar un enunciado jurídico, para integrar el Derecho
legislado en ausencia de normas -lo que está prohibido en Derecho penal en contra del
imputado-, o para orientar la actividad de los operadores jurídicos cuando deciden sobre el
contenido de las normas que están autorizados a producir888. Si en la interpretación de un
precepto legal determinado resulta aplicable un principio general o un conjunto de
principios de Derecho, debe favorecerse en todo caso la interpretación del precepto que
mejor se adapte al principio o conjunto de principios identificados. En tal sentido, la
referencia a los principios cumple, en la argumentación interpretativa, ante la pluralidad de
significaciones posibles que suscita la textura abierta del lenguaje, vaguedad u obscuridad
del precepto, el intérprete opta por la significación más acorde con un principio general del
Derecho, cuya invocación proporciona una respuesta correcta al dilema o cuestión
planteada al intérprete889. Los principios juegan un papel importante en la argumentación
en la aplicación y producción del Derecho y si bien, comparados con las reglas, tiene la
desventaja de no permitir ahorrar tiempo en la decisión del curso de acción, toda vez que
implican la necesidad de entrar en un proceso de ponderación, permiten por su generalidad,
entrar en juego en un mayor número de situaciones.
Afirma Robert Alexy: “La base del argumento de los principios está constituida por la
distinción entre reglas y principios. Las reglas son normas que, cuando se cumple el tipo de

884
Squella, Introducción al Derecho, pp. 421-422.
885
Tarello, La interpretación de la ley, p. 342.
886
Squella, Introducción al Derecho, p. 286.
887
Ídem.
888
Squella, Introducción al Derecho, pp. 286-287.
889
Etala, Diccionario jurídico de interpretación y argumentación, p. 49.

191
hecho, ordenan una consecuencia jurídica definitiva, es decir, cuando se cumplen determinadas
condiciones, ordenan, prohíben o permiten algo definitivamente o autorizan definitivamente
hacer algo. Por lo tanto, pueden ser llamadas «mandatos definitivos». En cambio, los
principios" son «mandatos de optimización». En tanto tales, son normas que ordenan que algo
se realice en la mayor medida posible según las posibilidades fácticas y jurídicas. Esto significa
que pueden ser realizados en diferente grado y que la medida de su realización depende no sólo
de las posibilidades fácticas, sino también de las jurídicas. Las posibilidades jurídicas de la
realización de un principio están determinadas esencialmente, a más de por las reglas, por los
principios opuestos. Esto último significa que los principios requieren ponderación? y dependen
de ella. La ponderación es la forma característica de la aplicación de los principios ”890.

Una tercera función de los principios es la de legitimar y controlar el poder debido


a que en las culturas occidentales decae la fe en las autoridades, lo que trae consigo
mayores demandas del público en orden a limitar el poder y a exigir una mejor y más
completa justificación de las decisiones, por lo que los principios tienden a ser formulados
de manera explícita en las declaraciones de derechos en las constituciones de los Estados
democráticos891.

e. Argumento de autoridad
Es aquel que justifica la interpretación dada a un texto legal invocando el prestigio
del autor o autores que la hacen suya, en el Derecho comparado o apoyándose en el hecho
de que se trata de la interpretación aceptada por los tribunales superiores de justicia892.

f. Argumento de la no redundancia
Es aquel que concluye que entre dos o más significados posibles de una norma ha de
rechazarse el que constituya una mera repetición de lo establecido por otra norma del
mismo ordenamiento jurídico893.

g. Argumento pragmático
En un sentido amplio, es aquel que consiste en dar por justificada aquella
interpretación de una norma legal que produce determinadas consecuencias que el
intérprete considera favorables. En un sentido estricto, sin embargo, el argumento
pragmático es aquel que en presencia de dos significados posibles de una norma, uno de los
cuales le da efectividad y el otro la convierte en inútil, prefiere u opta por el primero de
ellos894.

h. Argumento por el absurdo o apagógico o hipótesis del legislador razonable

890
Alexy, El concepto y la validez del Derecho, Editorial Gedisa, 2004, p. 75.
891
Squella, Introducción al Derecho, p. 287.
892
Etala, Diccionario jurídico de interpretación y argumentación, p. 40 y Squella, Introducción al Derecho,
p. 422.
893
Squella, Introducción al Derecho, p. 422.
894
Ídem.

192
Es el argumento por el cual se debe excluir aquella interpretación de un enunciado
normativo que dé lugar a una norma «absurda». La fuerza persuasiva de este argumento
reside en la creencia de que el Derecho no contiene normas absurdas, ya sea porque se
confía en la razonabilidad del legislador o porque se considera que la norma absurda no
puede ser válida. Se relaciona el criterio teleológico y supone que el legislador es razonable
y que no hubiera podido admitir una interpretación de la ley que conduzca a consecuencias
ilógicas o inicuas895.
Puede esquematizarse del siguiente modo: El enunciado A debe ser interpretado como a(1),
según una interpretación teleológica, porque la otra posibilidad, a saber, la de interpretado como
a(2), daría lugar a un absurdo.

895
Perelman, La lógica y la nueva retórica, p. 82.

193

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