Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
— El respeto por la autonomía del mundo y por las estructuras humanas. El mundo es
capaz de darse esas estructuras desde las que construye su propia historia. Y la Iglesia las
respeta porque valora y aprecia lo que ellas son. Este reconocimiento implica que no es
misión de la Iglesia marcar esos rumbos ni definir los caminos que el mundo ha de seguir
para construir su historia. Desde los fenómenos naturales hasta las opciones políticas, la
Iglesia sabe que no pertenece a su cometido el trazar los rumbos.
La respuesta a estas preguntas desde la situación concreta y humana no va a ser otra distinta
de Cristo, cuya palabra y obra iluminan al hombre y cuya palabra y obra continúan
actuando en la sacramentaidad de la Iglesia
1. La primera parte
— Dentro de este fuerte cristocentrismo que preside toda la Constitución, especialmente en
su primera parte, el capítulo primero de la primera parte de la Constitución ofrece la
persona de Cristo como sentido último que resuelve la pregunta misma por el hombre.
«En realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado
( ) En el, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros
a dignidad sin igual El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con
todo el hombre»
Estas afirmaciones son, sin duda, la razón y el origen de todo diáligo y del encuentro, en la
persona del hombre, de la Iglesia con el mundo.
— El capítulo segundo, que se centra en la comunidad humana, concluye con el n.32 que
habla de Cristo encarnado no sólo viviendo en comunidad, sino formando una comunidad
nueva que será la plenitud y la perfección de las relaciones humanas; esta comunidad, que
es gracia y será total al final de los tiempos, se vive y se anuncia ya a los hombres en la
Iglesia.
— El capítulo tercero, que habla de la actividad humana, concluye con los n.38-39 en los
que se afirma que Cristo nos enseña como ley fundamental de perfección humana y de
transformación del mundo el mandamiento del amor, que Cristo por su muerte y
resurrección ha logrado el señorío de una humanidad nueva, que en él se nos han revelado
los cielos nuevos y la tierra nueva, que la Iglesia ha comenzado ya a vivir por la fe y los
sacramentos este nuevo orden de vida, lo anuncia y lo anticipa con su actividad.
«El Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, hecho El mismo carne y
habitando en la tierra, entró como hombre perfecto en la historia del mundo, asumiéndola y
recapitulándola en sí mismo (...) Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha
sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el
corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del mundo futuro, sino alentando,
purificando y robusteciendo también con ese deseo aquellos generosos propósitos con los
que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este
fin»
En estos tres capítulos generales de la primera parte, el tema de Cristo está presente dando
el último sentido al hombre, a su actividad y al mundo; y la Iglesia está unida a Cristo en
cuanto que es depositaría de este sentido y lo ofrece continuamente a los hombres como un
servicio.
Pero en la Gaudium et spes no sólo aparece el Verbo encarnado como una referencia al
pasado, sino, y sobre todo, como una esperanza de futuro. El cuerpo del Verbo, gracias a la
resurrección, introduce en la humanidad la novedad a la que todo hombre está llamado;
gracias a su Espíritu derramado, esa novedad llegará y comienza a ser posible ya ahora en
la Iglesia congregada en su nombre. La Iglesia es vista así también como un servicio a la
nueva humanidad y al nuevo Cuerpo de Cristo; como la comunidad en la que, gracias al
Espíritu, la vida nueva comienza a ser realidad, anuncio y fermento para el mundo.
Indudablemente esta visión escatológica de la encarnación es bastante nueva en el
magisterio de la Iglesia y ha podido llegar gracias a la distinción entre Iglesia y Reino.
— Las ideas trazadas por los tres primeros capítulos son el fundamento del capítulo cuarto,
en el que se aborda la misión de la Iglesia en el mundo actual. Realmente ya están dadas las
pautas para que, lejos de toda mera espiritualización o reflexión abstracta en el ser de la
Iglesia, la encarnación en las realidades mundanas sea el único camino de la misión de la
Iglesia. La Iglesia valora y realiza su misión en un mundo real que necesita ser salvado y
convertido en signo del Reino de Dios. Y por ello, la Iglesia y el mundo se encuentran en su
camino y lo recorren juntos. La Iglesia tiene una finalidad para el mundo desde el
acontecimiento de Cristo, que es a la vez salvación de toda esclavitud y anticipo del Reino;
el mundo y la Iglesia caminan juntos siendo ésta fermento y servicio para aquél. De este
modo se explican las dualidades en la Iglesia: el ser humana y divina, el ser visible e
invisible, el ser temporal y escatológica.
Toda esta misión eclesial también ha recibido y recibe bienes del mundo. El intercambio es
asi completo. El capítulo cuarto concluye reconociendo la Iglesia lo que ha recibido del
mundo (n.44); gracias a la cultura de la humanidad, la Iglesia ha podido conocerse mejor,
expresarse y acomodarse a los tiempos. La Iglesia tiene necesidad del mundo para realizar
su misión, del mundo concreto y preciso que en cada momento de la historia la acompaña;
lo cual exige de la Iglesia un conocimiento cultural y una adaptación histórica para que el
mensaje de salvación pueda encarnarse y llegar ciertamente a los hombres de todo tiempo y
lugar. El final del capítulo, como en los anteriores, se centra en Cristo como recapitulador
del mundo y de la Iglesia (n.45).
El capítulo cuarto de la Gaudium et spes supone así el mayor esfuerzo hecho por el
magisterio de la Iglesia en orden a sacar las consecuencias prácticas de la doctrina de la
encarnación de Cristo y de la sacramentalidad de la Iglesia. Desde Cristo encarnado, la
Iglesia cree y fomenta un hombre comprometido en la historia concreta, transformador del
mundo y de sus estructuras, instaurador del Reino de Dios. Gracias a la doctrina de la
encarnación, la gracia llega al mundo por medio del hombre. Y centrando esta idea, es la
encarnación de Cristo la que descubre el papel auténtico del hombre en medio del mundo
que la Iglesia anuncia y vive; pero Cristo como acontecimiento completo, como pasado
histórico y como presente y futuro escatológico.
2. La segunda parte
Puestos todos estos presupuestos, la Constitución pastoral pasa en su segunda parte a
analizar concretamente problemas urgentes de la humanidad: la familia, la cultura, la vida
económico-social, la comunidad política, la paz en el mundo, todos aquellos problemas que
en un principio no se veían como objeto de una constitución conciliar, pero ahora, puestas
las bases de la primera parte de la Gaudium et spes, tienen perfecta cabida y son exponente
concreto de la doctrina de la encarnación.
No nos detenemos ni entramos en el desarrollo de todas las ideas que, en este terreno, están
presentes en la Constitución. En nuestra temática, nos interesaba más el análisis de su
forma de hacer teología y de tratar las realidades mundanas y el diálogo de la Iglesia. La
doctrina concreta en torno a los temas de la segunda parte es más histórica y está sujeta a
cambios culturales y a las nuevas situaciones de la humanidad.
Sin embargo, es preciso que hagamos alguna referencia a unas cuantas ideas que van a
iluminarnos después en el camino de algunos temas pastorales.
Desde estos presupuestos, la Constitución aborda uno de los temas más candentes en
aquellos momentos, el fomento de la paz y de la comunidad de los pueblos, cuando estaban
aún latiendo las secuelas de una guerra mundial, la humanidad se iba concienciando del
peligro de la guerra total por el desarrollo del armamento atómico y el asentamiento de las
Naciones Unidas hacía pensar en una autoridad universal como camino y arbitro por todos
aceptado de una solución global para la humanidad.
El camino que se ha elegido para esta colaboración dialogal ha sido el expuesto en toda la
primera parte: el del hombre como valor supremo de la creación y del orden social al que la
Iglesia valora desde el misterio salvador de Jesucristo. El diálogo nace de que Iglesia y
Mundo buscan lo mismo, que el hombre triunfe, aunque la búsqueda sea por
procedimientos y por medios diversos. Esa búsqueda hace que la Iglesia se autocomprenda
como servidora del hombre