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INSTITUTO PANAMERICANO DE GEOGRAFIA E HISTORIA Revista de Arqueologia Americana Sourval of Revue American Archaeology & Archéologie Américaine ETNOHISTORIA, ARQUEOLOGIAY SOCIEDADES ANTIGUAS EN CENTROY SUR AMERICA ETNOHISTORY, ARCHAEOLOGY AND ANCIENT SOCIETIES OF CENTRAL AND SOUTH AMERICA ETNOHISTOIRE, ARCHEOLOGIE ET LES SOCIETES ANCIENNES EN AMERIQUE CENTALE ET DU SUD ETNO-HISTORIA, ARQUEOLOGIA E SOCIEDADES ANTIGAS NA AMERICA CENTRAL E DO SUL NUMERO 11 JULIO-DICIEMBRE 1996 EL TERRITORIO DEL GRAN ZENU, EN LAS LLANURAS DEL CARIBE COLOMBIANO Arqueologia y Etnohistoria Ana Maria FALCHETTI Resumen El trabajo interdisciplinario cobra cada vez mayor fuerza en los estudios so- bre la organizacion y desarrollo histérico de las sociedades antiguas ame- ricanas. Arqueologia y etnohistoria constituyen fuentes complementarias, cuyo aporte, carencias y necesidades se analizan en el presente articu- lo, con referencia a un caso conereto: el de los Zenties, antiguos poblado- res de las llanuras de! Caribe Colombiano. Segiin los conocimientos aportados hasta el momento por las dos disciplinas, se hace especial énta- sis en temas como el “territorio ancestral" de los Zenues, su organizacion y relaciones con zonas vecinas, destacando al mismo tiempo los vacios de informacién y las prioridades para investigaciones futuras. Abstract The Grand Zend territory of the Colombian Caribbean lowlands. Archaeol- ogy and Ethnology. Interdisciplinary studies have proven to be a powerful force in the study of the organization and historical development of ancient ‘American societies. Archaeology and ethnohistory constitute complemen- tary sources, whose contributions, shortcomings and needs are analyzed in the present article. Reference is made to a conerete case: that of the Zenies, ancient inhabitants of the lowlands of the Colombian Caribbean. Based on available information gathered by the two disciplines, special emphasis is placed on topics such as the “ancestral territory” of the Zenuies, their organization and relations with neighboring areas, while also empha- sizing the scarcity of information and priorities for future research. * Museo det Oro, Bogota, Colombia (Pensionada). 8 Ravistade Arquoologia Americana No, 11 Résumé Le terretoire du Grand Zenu, dans les prairies caralbes en Colombie. Archéologie et Etnohistoire. Le travail interdisciplinaire est particuligrement ‘écond quand il vise lorganisation et le développement historique des anciennes sociétés américaines. L'archéologie et |'ethnohistorique constituent des sources complémentaires dont le présent article précise {a contribution, les carences et les besoins en faisant état d'un cas concret: celui des Zenus, les anciens colons des prairies caralbes de la Colombie, Compte tenu des connaissances foumies par les deux disciplines, on met €n lumiere des thémes particuliore, par exemple le “territoire ancestral” des Zenus, leur organisation et leurs relations avec les zones voisines: on ‘mentionne en méte temps les lacunes et les priorités de Information en vue des enquétes futures. Resumo © territério do Gran Zenu nas planicies do caribe colombiano. Arqueotogia e Etno-histérla, O trabalho interdisciplinar cobra cada vez ‘maior forga nos estudos sobre a organizagao e desenvolvimento historico das antigas sociedades americanas. Arqueologia e Etno-hist6ria constituer fontes complementares, cuja abordagem, carencias e necessidades s80 analisadas no presente artigo, com reféncia a um caso concrato: 0 dos Zenties, antigos povoadores das planicies do Caribe Colombiano. Segundo os ‘conhecimentos abordades até o momento pelas duas disciplinas, se faz especial enfase em temas como “o territério ancestral" dos Zenues, sua ‘organizagao ¢ relapdes com zonas vizinhas, destacando ao mesmo tempo 08 vazios de informagao e as prioridades para investigagdes futuras. Ertenitorio del Gran Zend, en tas Nanuras.. 8 Enel intento de comprender la organizacién y desarrollo hist6rico de las so- cledades antiguas americanas, el trabajo interdisciplinario cobra cada vez mayor fuerza. Arqueologfa, etnohistoria, etnologia, genética y lingiistica, combinan sus esfuerzos para ir reconstruyendo lentamente diversos aspec- tos de esa historia. La organizacién de las sociedades indigenas permitié que su historia fuera ‘siempre una de miltiples interrelaciones. Existio una modalidad de intercam- bio gradual e indirecta entre distintas areas culturales que formaban una cadena ininterrumpida con fronteras fluidas. Es ésta la organizaci6n sefia- ada por Osborn (1985, 1988) para los U'wa de la Sierra del Cocuy y las co- ‘munidades relacionadas extendidas en los Andes orientales y zonas vecinas, Y por Bray (1984/1990) para las interrelaciones entre los grupos del norte de Colombia y de la baja Centroamérica. En este sistema los rasgos culturales, ideol6gicos, lingusticos, etc... tienen una distribucién gradual y, frecuentemente, independiente, unién- dose de maneras diversas con otros elementos al ser adoptados por sociedades diferentes. Las zonas de contacto eran graduales y difusas, y en ellas suelen encontrarse elementos compartidos como resultado del in- tercambio constante y de esa especie de “ésmosis cultural” entre regiones unidas en cadena. Asi, la definicién del territorio correspondiente a una et- nia determinada debe hacerse con cautela, debido a la inexistencia de limi- tes étnicos y territoriales rigidos, y a que éstos son matcados mas por semojanzas y diferencias culturalés institucionalizadas, por distinciones radicales en idioma, adaptacién y visién del mundo; la identidad cultural implicita en todos los aspectos de la vida, se fortalece o debilita segun el grado de cercania geografica o la distancia entre los grupos (Osborn 1988:25, 39). Esta situacién no opaca, sin embargo, la existencia de territorios que, aun- gue sin fronteras rigidas, fueron ocupados por etnias particulares que se ferenciaban de sus vecinos y cuya identidad étnica disminuia con la distancl esta diversidad cultural, siempre presente en la historia de las comunida- des americanas, fue producto de largos desarrollos con numerosos cam- bios a través del tiempo. Nos preguntamos entonces, hasta qué punto podemos reconstruir la na- turaleza de organizaciones pasadas, la identificacion de grupos étnicos determinados y la extensién territorial de su influencia. Esta tarea es aun mas dificil para regiones donde la tradicién indigena se ha perdido en gran medida y donde los estudios lingUisticos son escasos. Este es el caso de amplios sectores de las llanuras del Caribe colombiano, donde debe- mos contar principalmente con la arqueologia y la etnohistoria. Un ejemplo de la complementariedad de estas fuentes de informacién, de las carencias y necesidades de esta investigacién, puede analizarse entonces particular- mente para el caso de los antiguos Zenties de las llanuras del Caribe, enfatizando aspectos como su “territorio ancestral", su organizacién y las relaciones con zonas vecinas. 10 Rovictade Arqueologia Amoricana No. 11 El lejano pasado La historia prehispénica de las tlanuras del Caribe, junto con la de otras re- giones det centro y norte de Colombia, la baja Centroamérica y el occiden- te venezolano, fue una de multiples interrelaciones a través de los siglos. A medida que la arqueologia reconstruye el desarrollo cultural en distintas 20- ‘nas es posible detectar el continuo intercambio que las caracteriz6 durante siglos, desde la lejana época precerémica (Bray 1984/1990). Entre distin- tas comunidades dispersas en el Area también existié una relacién cultural, lingiistica y genética, ademas de vinculos ideolégicos percibidos en dis- tintas mitologlas locales y en la iconogratia de materiales arqueolégicos re- lacionados. A la luz de los estudios interdisciplinarios actuales, esta situacion se interpreta como expresion de substrates comunes que se remontan a po- blaciones muy antiguas (Constenla 1991; Barrantes ef al. 1990; Cooke 1986). Las investigaciones arqueoldgicas han ido sefialando oémo, hacia los si- glos V y X d.C., en extensas regiones del norte del continente suramericano y del isimo centroamericano, se manifestaron fuertes cambios culturales y movimientos de poblacién. En el istmo, por ejemplo, se han estudiado los cambios ocurrides en territorio costarricense hacia el siglo V d.C., manifies- tos en el debilitamiento de los fuertes vinculos anteriores con Mesoamerica, al tiempo que se refuerza el intercambio y relaciones con el sur (Snarskis 1981). Por la misma época, en el norte de Colombia, en zonas aledafias a la Sierra Nevada de Santa Marla se manifestaban las sociedades que ca- racterizaron el periodo conocido como Tairona Temprano, vinculado con ex- tensos desarrollos en el occidente venezolano y en el istmo centroamericano, para dar lugar posteriormente, hacia el siglo X d.C., a la consolidacién de las sociedades conosidas con el nombre genérico de Tairona (Bischof 1968, 1991; Oyuela 1985). En este contexto, la historia prehispanica de los antiguos habitantes de las llanuras del Caribe colombiano ha sido reconstruida paroialmente por la arqueologia. Desde el segundo milenio antes de nuestra era pudo dar- se la paulatina adecuacién de extensas zonas inundables para habitar y expiotar esas regiones especiales por la fertiidad de sus suelos y la rique- za do sus recursos faunisticos (Plazas y Falchetti, 1990). Con el tiempo, las comunidades prehispanicas construyeron sistemas de canales artiiciales que llegaron a cubrir 500,000 hectareas en la Depresién Momposina —ex- tenso delta interior al sur de las llanuras del Caribe donde confluyen las aguas de los rios Magdalena, Cauca y San Jorge— y 150,000 hectareas en el curso bajo del rio Sinu (Plazas y Falchetti, 1986; Plazas et al. 1999). Los lineamientos de mas de 2,000 afios de desarrollo cultural en la hoya del rio San Jorge obtenidos hasta el momento, muestran una historia en la cual se vieron involucrados los Zeniies, pero seguramente también sus an- Eltemtrio del Gran Zend, on las lanuras.. " tecesores y grupos vecinos. El mayor esplendor de estas sociedades tuvo lugar siglos antes de la conquista espafiola, entre los siglos Vy X 4.C. (Pla zas y Falchetti, 1981; Plazas et al. 1988; Plazas et al. 1993). Hacia el siglo X d.C., los Zenties fueron desalojando las éreas inundables de su habitat tradicional, para replegarse a zonas mas elevadas circundantes. Nuevos mo- vimientos de poblacién, como los de los Malibties del bajo Magdalena, cam- biaron la balanza de poder y las relaciones interétnicas en las llanuras (Plazas y Falchett, 1981; Plazas ef al. 1993). EI siglo XVI En las llanuras del Caribe colombiano aun existian en el siglo XVI impor- tantes reductos zeniies, sobrevivientes de Jo que fue una sociedad con so- icada organizacién socio-politica y econémica que controls amplias regiones. Al incursionar en territorio de las hoyas de los rfos Sind y San Jorge, los conquistadores espafioles advirtieron antiguos vestigios, eviden- clas de que esas tierras habian sido més pobladas en la antigledad. Pero ‘se sorprendieron ante la organizacién de los poblados zenues, el poder re- gional de sus caciques y la fuerza de sus centros ceremoniales. Ain man- {enian muchos aspectos de su organizacién social y politica tradicional y conservaban memoria de su antiguo terrtorio. Las crénicas de la conquista, con su cardcter de relacién de grandes ha- afias, hacen énfasis en el oro que posefan las gentes del Zeniiy tienden a sefialer aspectos de las riquezas sepultadas en sus tumbas. Al hablar del territorio zend lo van extendiendo hasta convertirio en un gran “imperio" que, de occidente a oriente se extenderia desde el rio Magdalena hasta Uraba, y por el sur cubriria el macizo antioquefio hasta el valle de Aburra (Medellin). Existe, por un lado, la tendencia a una exageracién inherente al cardcter de las crénicas, pero también sabemos que, alla llegada de los espafioles, exis- tian los remanentes de un territorio zen cuyo mayor desarrollo ocurrié si- glos antes de la conquista espafiola. Los relatos espafioles mezclan datos procedentes originalmente de lo que vieron los primeros conquistadores que llegaron a esas tierras, con retazos de una tradicién nativa aun viva en el siglo XVI, En esa época, pasado y presente, realidad, tradicién y leyenda se mezclaron, para producir lo que hoy podemos leer sobre el territorio zend. La fama de las riquezas de esta zona aceler6 su saqueo y la pronta des- integracién de la sociedad zendi como tal desde tempranos tiempos de la cconquista. El oro, sepultado por muchas generaciones nativas en los timulos funerarios esas colinas artificiales que sobresalen en las lanuras— fue la razén misma de que esta zona se convirtiera, desde la primera mitad del siglo XVI, en el primer sitio de guaqueria sistematica en el continente, ge- nerando incluso la expedioién de leyes especiales por parte de la Corona Espafiola para intentar salvaguardar su parte del botin obtenido en ‘la ex- 2 Revista de Arqueclogia Americana No. 11 plotacién del oro de tumba" (Recopilacién de Leyes de los Reynos de las Indias 1537/1943). Asi, comparativamente con otras regiones del territorio colombiano, los datos sobre ol primer contacto espariol en et corazén del territorio zenti que aiin funcionaba como tal en el siglo XVI, no son muy abundantes. En este sentido es lamentable la destruccién de los archivos histéricos de Cartagena donde seguramente existiria informacién sobre esos tiempos. Por esto, de- bemos mirar hacia el Archivo de Indias de Sevilla, donde sabemos de la exis- tencia de alguna informacion, gracias a las recopilaciones de Juan Frieds y ‘otros y, tal vez, una paciente bisqueda de afios saque a Ia luz nuevos do- cumentos que nos permitan ir ampliando el conocimiento sobre la organi- zaci6n de los Zenties en el siglo XVI. El temprano despoblamiento de esos sectores es también la causa de que no se asentara alli una poblacién espafiola estable, con la consecuente escasez de documentacién posterior relativa a una administracion colonial. Sin embargo, las fuentes documentales para el siglo XVII pueden aportar valiosa informacién sobre las comunidades indigenas que sobrevivieron al norte del tertitorio del Zend, regién donde los espaficles se establecieron desde tempranos tiempos, como puede ser el curso bajo del rio Sint y 20- nas aledafias. Por otro lado, son mas abundantes los datos —relaciones geoaraticas, visitas, etc.— sobre regiones vecinas donde existié una con- tinuidad en el poblamiento, como es el caso del territorio de los Malibues. del bajo Magdalena. Para el antiguo territorio zenti de las llanuras del Caribe, también existe el problema de la ausencia de comunidades que hayan conservado viva su tradicion y su propia visi6n del mundo. Alli, en cercanias del bajo Sind, ha- bitan las comunidades del actual resguardo de San Andrés de Sotavento, gentes que creemos son herederas de una tradicién zend, que a través de la historia se fue mezolando con la de otros pobladores de las llanuras. Aspactos de una lejana tradicién propia de las gentes del resguardo duer- ‘men bajo muchos afios de destruccién y algunas investigaciones han inten- tado rescatarlos (Turbay y Jaramillo, 1986); a pesar de la transformacién historica de esas gentes y de su adopsién de creencias no tradicionales, aquellos elementos existen como remanentes que bien valdria la pena con- tinuar rescatando. El territorio ancestral del Gran Zenti segtin la arqueologia y las fuentes documentales Cuando combinamos los datos de Ia historia prehispénica proporcionados por la arqueologia y las fuentes documentales de la conquista y colonia que conocemos hasta el momento, podemos plantear como hipstesis la antigua existencia del territorio del Gran Zend, formado por tres “provincias": Finzeni, en la hoya del rio Sind; Panzend, en la hoya del San Jorge y 20- Eltenitoro del Gran Zend, en las lanuras... 18 nas vecinas, y Zenufana, un territorio impreciso que cubriria la regién del rio Cauca, el Nechf y las zonas montafiosas aledafias (Mapa 1). Elementos de la tradicisn indigena consignados en las crénicas espafio- las, permiten intuir c6mo los mismos Zenuies explicaban su historia, cuan- do tres gobernantes miticos organizaron el territorio ancestral del Gran Zenti: 3s tres Zeniies nombrados, en los cuales tienen por tradicion los naturales hhubo tres demonios que fueron caciques y seforos de llos grandes tiempos...De estos tres ol més principal era el de Zenufana que por tierra mas rica la escogié para su particular gobiemo, y en el Finzenti gobemaba una hermana suya a quien élera tan aficionado que deseaba que todos sus vasallos y los de los otros dos Zentes le hiciasen la misma reverencia que a él.” (Simén 1625/1981:V, 98). Alubicar la zona correspondiente a cada uno de los tres zentes, las cré- nicas espafiolas son contradictorias. En el siglo XVI, ésta ya era una tradi- cién que hablaba de un territorio del pasado asi existieran alin sus reductos. También, los cronistas pudieron tergiversar la informacion escuchada de otros 0 consignada en fuentes originales atin desconocidas que debfan apor- tar datos fragmentarios sobre esas ubleaciones. Ast, por ejemplo, Aguado (1881/1957) atribuye al Gran Zend un extenso y vago territorio entre el rio Darién. (que posibiemente confunde con el Sint) y el rio Cauca, pero en otra oca- sién lo extiende hasta el rio Magdalena. Por otro lado, una tradici6n que s6lo ‘conocemos a través de indicios, hablaba de una relacién ancestral con de- terminados territorios y sus pobladores, relacién que pudo darse de mane- ras diversas. El territorio del Finzent E| término “Cent es utilizado por varios cronistas para referirse al valle del rfo Sind desde su curso alto hasta su desembocadura. Sin embargo, tam- bién se refieren al ‘pueblo de! Cenu” ubicado hacia el curso medio de la via fluvial: “.y pasadas las [islas] de Bari, més al oeste, esta el puerto del Cend, que es tuna bahia grande y tiene la entrada por el este. Es un puerto seguro. Hay desde Cartagena al Ceniiveint y cinco leguas... En el Gent se face mucha sal; la gente es recia, belicasa; usan arcos ytlechas herboladas; andan desnudos todos horn- bres y mujeres... En esta tierra del Cen hay mucho oro en poder de los in- dios y muy fino... que...10 trafan al lugar que se llama Genii, que esté diez leguas de la mar sobre ero, y que alo labran y facian lo que querian dl. (Enciso 1519/1974:268-269), Los cronistas identifican al pueblo de! Gent con el asentamiento princi- pal del territorio del Finzend y el conquistador Vadilo lo identifica con el nom- 4 Revista de Arqueclogia AmoricanaNo. 1 Mapa. Asentamientos y territorios indigenas. Elteniterio det Gran Zend, enias Vanuras.. 16 bre de Betanoi, hecho que nos hace pensar que este asentamiento estaba cerca del rfo a la altura de la cignaga de Betanct “porque solo uno [pue- blo] abia en que poder estar ques xunto al Cenu que se llama Betenci, questar en elo en el Cenu es todo uno...” (Vadillo 1587, en: Murioz 1884.41, 394). También, los cronistas sefialan que el pueblo estaba rodeado de extensas sabanas, seguramente en un lugar alejado de las estribaciones de la cordi- llera de San Jerdnimo al oriente del rio: fueron a dar a unas largas y rasas campifias 0 sabanas de més de quince leguas en contomo, en las cuales, cbra de ies laguas motido en lo raso, estaba el pueblo del Cenu..” Aguado 1681/1957: 1V,19) La primera expedicion al Cend fue enviada desde Uraba en 1515 bajo la direcoién de Francisco Becerra (Las Casas 1552/1951:lll, 58) seguido, en 1534, por Pedro de Heredia, entoncas gobemador de Cartagena. En ese mo- mento el pueblo era relativamente pequefio aunque los cronistas mencio- nan vestigios de un esplendor pasado (Simén 1625/1981:V, 103, 110). Atribuyen el despoblamiento del sector a las epidemias que contagiaron a los indigenas después de la expedicién de Becerra, cuyos integrantes mu- rieron a manos de los indios. Sin embargo, sabemos por la arqueologfa de importantes desarrollos cul- turales antiguos y la magnitud de los vestigios si sefiala la existencia de un “esplendor pasado’. En la region del curso madio del rfo Sin, donde los con: quistadores hallaron el pueblo del Cent, fue definido el Complejo arqueols- gico Betanci, una de las ultimas etapas del desarrollo cultural en ta hoya del rio. El Complejo Betanci marca cambios culturales en la zona: la proli- feracién de construcciones artifciales para vivienda y entierro (timulos) y la introduccién de una cultura material distintiva, como la cerémica, con sus grandes copas de pedestal con decoracién excisa, las vasijas con repre- sentaciones femeninas (Lamina 1) 0 con disefios geométricos en pintura roja (Reichel-Dolmatoff 1957). Las plezas de orfebreria que forman parte de este desarrollo —como remates de baston, orejeras de filigrana fundida y pectorales mamiformes— pertenecen a lo que hoy conocemos como orfe- breria Zend (Lamina 2), de amplia dispersién y larga duracién en las hoyas de los rios Sind, San Jorge, Cauca, Nechi y zonas aledafas (Falchetti 1995). Es posible que el Complejo Betanc/ se remonte por lo menos al siglo X de nuestra era (Falchetti 1995) y creemos ver una continuidad cultural entre las poblaciones responsables de ese desarrollo y las comu- nidades que alli encontraron los espafioles en el siglo XVI (Reichel-Dolmatott 1957; Plazas y Falchetti, 1961). Los cementerios de timulos funerarios aun * Unmapa elaborado enol siglo pasado, ocalza aun pueblo llamado Betanci, an el sito donde los anteriores localizan al Cend (Venezuela, New Granada, Equador and Guyana, en: Tals strated Aias 1851-1860), 18 Revista de Arqueclogia Americana No. 11 formaban parte importante de la vida social de esas gentes quienes los iden- tificaban como de ellos y sus antepasados. En el bajo rio San Jorge, los tdmulos funerarios han podido asociarse solamente a los materiales arqueo- légicos que se creen identificar con los ancastros de los Zenties (pg. 18). Nuevas investigaciones arqueoldgicas en la zona de Betanci, en el Sinu, podrian ayudar a establecer una secuencia cronolégica e identificar con mas claridad la ocupacién correspondiente a la 6p0ca del contacto espafiol. Son interesantes, al respecto, las referencias consignadas en las crénicas so- bre diferencias cronolégicas en la forma de las tumbas: fasta aqui no sacaban sino las sepulturas que lamaban de Mogote [timulos}, que tenfan su bulto alto por donde se conocian, e no tenian notycia de otras se- pulturas que laman Llanas que creen que son mas antiguas: estas estan ya tan Cubiertas que ay nacidos en ellas grandes &rboles...”(Vadilo 1837, en Mufioz 1884:361-362). Lémina 1. Vasija del Complejo Betanci, de la hoya del rio Sind, antiguo territorio del Finzeni. Eltemitoro de! Gran Zend, en as lanuras... 7 Lémina2b. Orejeras de filigrana fundida, son piezas caracteristioas de la orfebreria Zenii. 8 Revista da Arqueologia AmoticanaNo. 11 El Panzent La hoya del rio San Jorge formaba parte del territorio del Panzend. Alli via- jaron los espafioles en 1534 comandados por Alonso de Heredia. Seguin el itinerario mencionado en las crénicas, la expedicién partié del Finzend al oriente y atravesé una cordillera —seguramente la serranfa de San Jeréni- ‘mo— para intemarse luego en las sabanas y llegar al pueblo del Cacique ‘Yapel (Ayapel) en la hoya del San Jorge (Simén 1625/1981:V, 127-129, 135- 136): En el siglo XVI, las zonas inundables del bajo San Jorge que se extien- den al oriente de Ayapel estaban poco pobladas comparativamente a lo que fueron en el pasado, desarrollo antiguo que pudo corresponder al del Panzend ancestral. / ‘Sabemos que en una época cercana al siglo IX antes de nuestra era ya se habia iniciado la construccién de canales artificiales en las zonas inundables del bajo rio San Jorge (Plazas at a/. 1986; Plazas et al. 1993) (Lamina 3). Hacia el siglo Il, grupos humanos vivian en asentamientos dis- persos ubicados sobre plataformas artificiales a lo largo de las vias acuati- cas. Estas comunidades se extendieron gradualmente y, en los comienzos de nuestra era, habitaban asentamientos nucleados estructurados que evider cian la complejizacion de esta sociedad (Plazas y Falchetti, 1981). H: €l siglo segundo se manifiestan cambios culturales en el bajo San Jorge que Lamina 3. Canales atiicialos on ol bajo rfo San Jorge. Antiguo territorio del Panzend. Eltenitorio det Gran Zend, an as tenures. 19 arecen corresponder a una evolucién de las poblaciones locales, a ia cual pudo afadirse, lenta y progresivamente, una influencia fordnea (Plazas et al. 1993). Esta se manifestaria en el pattén de poblamiento —con la gene- ralizacién de uno lineal continuo a lo largo de las vias acuticas— en los entierros en timulos funerarios (Lamina 4), en la introduccién de una ceré- mica perteneciente a la tradicién Modelada Pintada (Lamina 5) que se po- ularizaria en amplias regiones (Plazas et al. 1993), y de una orlebreria local # incontundible que hoy denominamos Zend temprana, la manitestacion mas antigua conocida para la orfebreria Zenti (Falchetti 1995), y que hoy cree- ‘mos identiticar, al igual que la cerémica, con la etnia de los Zenties. En la regién del bajo San Jorge esas comunidades caracterizaron un de- sarrollo cuyo mayor auge se registré entre los siglos V y X de nuestra era. Grupos relacionados ocuparon regiones mas al sur, como la de Ayapel y, hacia el siglo X, el curso medio del San Jorge donde construyeron exten. 808 cementerios de tumulos funerarios (Plazas et al. 1993). Después del siglo X las comunidades zendes desalojaron gradualmente las llanuras inundables, pero se mantuvieron en zonas més altas de saba- nas donde los espafioles hallaron sus importantes asentamientos, como el mencionado pueblo de Yapel (Ayapel). Ayapel sorprendié a los esparioles por la organizacion del poblado “dis- puesto en calles, plazas y casas bien trazadas...” (Simon 1625/1981: 20 Revista de Arqueotogia Americana No. 11 Lamina, Vasija de la tradicién cordmica Modelada-Pintada de la hoya del San Jorge. la presencia de poblaciones estructuradas, nos recuerda la disposicién de los asentamientos de tiempos antes: en el siglo Il d.C. ya existian pue- blos con estructura de canales que entran unos en otros formando segmentos triangulares, de manera que el asentamiento adquiere la forma general de estrella (Plazas y Falchetti, 1981). En Ayapel, los espafioles advirlieron la abundancia y extensién de los culti- vos, disouastos en “extonsisimas labranzas” de yuoales y otros tubérculos, asi como variados arboles frutales (Simén 1625/1981:V, 136; Plazas y Falchettl, 1981), cuyas descripciones nos hacen pensar en la supervivencia hasta el siglo XVI de cultivos en zonas inundables aledafias que, siglos atras, ha- bian cubjerto extensas areas. Ei énfasis en actividades agricolas y de pes- ca con orientacién hacia el intercamibio que ain sobrevivia en el siglo XVI, sugiere que en el pasado la produccién de alimentos debié rebasar amplia- ser la produccién masiva para abastecer a poblaciones de amplios territo- rios (Plazas y Falchetti, 1981). Ayapel estaba situado en una posicién estratégica para controlar los pro- ductos de dos microambientes distintos: las llanuras inundables y las sa- banas mds altas del occidente. En esa zona, en las margenes de las lanuras

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