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UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES


LICENCIATURA EN FILOSOFÍA
FILOSOFÍA ANTIGUA
DOCENTE: CÉSAR AUGUSTO DELGADO
RELATOR: JUAN GUILLERMO DÁVILA SUAZA
FECHA: MAYO 03 DEL 2018

RELATORIA: LIBRO II DE LA REPÚBLICA


“Cosechando en los surcos profundos que atraviesan su
corazón, de donde brotan sus nobles propósitos” (362b).
“También en abundancia se puede alcanzar a la perversidad
fácilmente; el camino es liso y ella morada muy cerca”
(364d).
Hoy en día en nuestra sociedad, en estos días donde nos acercamos a las elecciones
presidenciales, podemos encontrar candidatos que buscan sus propios beneficios y el
modo en cómo los obtienen no es el mejor, ya sea que por medio de discursos logran
persuadir a las personas para ganar votos o logran disfrazar sus intenciones viles y
grotescas con intenciones que parecen ser honradas y serias. En otras palabras, fingen
ser justos pero realmente no lo son; de manera que, quien en realidad no aparenta ser
justo y, por el contrario, es sincero y coherente con lo que dice, se le tacha como injusto o
como no idóneo. Es así como en la República, el autor nos logra aclarar si en realidad en
una situación como la anteriormente planteada el justo puede llegar a gobernar, o por el
contrario, lo hace el que aparenta ser justo pero en realidad es injusto.
El Libro II de la República inicia con que Sócrates creía que el diálogo ya había terminado,
pues Trasímaco se había retirado. Glaucón, en su reemplazo, interviene, éste a su vez, va
a tomar una postura igual a la de Trasímaco. Y se dirige a Sócrates con la siguiente
pregunta: “¿quieres que parezca que hemos quedado convencidos o que verdaderamente
nos convenzamos de que lo justo es mejor que lo injusto en todo sentido?” (Platón, La
República 1998, 357b). Sócrates responde que si de él depende, lo hubiese preferido.
A continuación Glaucón diferencia tres clases de bienes: los primeros, no los deseamos
poseer pero nos agradan por sí mismos (como el regocijo y placeres inocentes); los
segundos, los anhelamos tanto por sí mismos como por lo que de ellos se genera (la vista
o la salud); y los terceros, nos benefician pero son penosos (la gimnasia o la medicina).
Sócrates clasifica la justicia en la segunda clase de bienes, pues “es un bien que
anhelamos tanto por sí mismos como por lo que de ellos se genera, al menos para quien
se proponga ser feliz” (Platón, La República 1998, 358a). A lo que Glaucón opina que
muchas personas en su tiempo la clasificaban (la justicia) en la tercera clase de bienes,
pues “la cultivan con miras a obtener salarios y a ganarse un buena reputación” (Platón,
La República 1998, Ibíd) como con el objetivo de obtener un beneficio propio; entre esas
personas se encontraba Trasímaco.
Ahora vemos como Glaucón (como dije más arriba) retomara algunos argumentos propios
de Trasímaco como: de dónde se ha originado la justicia y qué es, es por necesidad y no
por voluntad que se cultiva, por último ¿es el mejor modo de vivir el del injusto?
Posteriormente manifiesta que su postura en ese momento era la parecida a la de
Trasímaco (la de defender el modo de vivir del injusto); necesitaba responder muchas
preguntas acerca de la justicia, por lo que su postura iba a ser esa.
En el segundo punto aparece la intervención de Glaucón de que los que practican la
justicia en la mayoría de veces es por la impotencia de cometer injusticias
A lo largo de esta parte Sócrates permanece en silencio pero no es por otro asunto que
por el que se siente Sócrates a final de este diálogo va a manifestar que se siente
El tema en cuestión es ¿alguna vez nos hemos visto a la tarea, por nuestras malas
acciones, a resguardarnos dentro del anillo de Giges?

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