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Uso de audífonos sin control dispara problemas de audición en los niños

El abuso de MP3 y IPOD ha disparado los problemas auditivos entre los menores
de edad. Los padres deben ejercer control sobre el tiempo que sus hijos usan
estos equipos. Según investigaciones La invasión de nuevas tecnologías, y en
particular de los reproductores de sonido como el MP3 y el iPod, está llevando a
que los adolescentes presenten problemas auditivos propios de los adultos. Vivir
conectados durante horas a estos aparatos, de los que disponen dos de cada tres
menores de 13 años en Colombia, hace que con frecuencia estos chicos sean
víctimas de efectos nefastos en la audición.

Así lo confirma Ángela María López, audióloga del Centro Médico Imbanaco y
presidenta de la Asociación Colombiana de Audiología, quien comenta que en
países como Canadá, Alemania, Inglaterra, Italia y Nueva Zelanda ya se habla de
una epidemia de pérdida de audición asociada a la invasión de las nuevas
tecnologías.
Es tal la gravedad de la situación que incluso la
Organización Mundial de la Salud, OMS ya ha encendido
las alarmas sobre el tema, al insistir en que los efectos del
ruido sobre la audición que se relacionan con el auge de
estos aparatos del mundo contemporáneo son de carácter
irreversible. Tal como lo advierte Luisa Fernanda Ochoa,
fonoaudióloga especialista en audiología del Centro de
Diagnóstico Otológico, tal vez algunos jóvenes no lo noten
ahora, pero a largo plazo van a presentar problemas
auditivos a más temprana edad. Así, se calcula que
cuando lleguen a los 50 años presentarán problemas
usualmente detectados en personas de 70.

los mayores usuarios de las tecnologías del sonido, corren el riesgo de quedarse
sordos 30 años antes que las generaciones anteriores.

Su efecto en el oído: La parte del oído que más se altera con el ruido es la cóclea,
ubicada en el oído interno, encargada de la audición.

La doctora Ochoa explica así lo que ocurre en su interior ante este tipo de
agresión: Las células ciliadas, que se encargan de hacer llegar el sonido al
cerebro, se atrofian, por lo que pierden capacidad para enviarlo o lo hacen pero de
forma distorsionada, aclara. La consecuencia de este daño celular son problemas
como el tinnitus, la hipoacusia y la sordera precoz. El primero consiste en
zumbidos que pueden afectar uno o ambos oídos y después se sienten en toda la
cabeza, pero que difícilmente se corrigen. Y la pérdida de la audición (hipoacusia)
se presenta inicialmente con incapacidad para escuchar los sonidos agudos, como
el canto de los pájaros, el tic tac de un reloj o el timbre del celular. Pero poco a
poco se va extendiendo a los sonidos medios y graves, explica Ochoa.  
Lo peor es que las consecuencias de la pérdida auditiva trascienden a otros
niveles. repercute en el aprendizaje, y por ende, en el rendimiento académico y
laboral, por lo que va a incidir en falta de empleo y bajos ingresos en el futuro. En
efecto, un estudio norteamericano encontró que una pérdida de audición en un
oído hace a los niños diez veces más propensos a experimentar dificultades de
aprendizaje. Asimismo, los niños con discapacidad auditiva tienen más dificultades
en el desarrollo del habla y la lectura.

Pero el efecto nocivo del abuso de estos equipos no para allí. Según López, los
menores afectados por el ruido están presentando trastornos del sueño y el ritmo
respiratorio, taquicardia, náuseas y cefaleas.

por otro lado, permanecer conectados a estos aparatos hace que los jóvenes
tiendan al aislamiento, la irritabilidad y la intolerancia. En el daño que puedan
causar los reproductores de sonido intervienen varios factores, según la doctora
Ochoa: "Entre ellos, el modelo de audífonos, el volumen e intensidad al que se
utilicen, el tiempo de exposición y el tipo de sonido que se escuche".

Los audífonos: para la doctora López los más nocivos son aquellos cuyo diseño
cubre completamente el pabellón auditivo, de manera que el espacio que queda
entre el aparato y el conducto auditivo no permite que el sonido salga y se
replique". Además, entre más pequeños sean ejercen mayor presión sonora y
el sonido se tiene que amplificar más.

El volumen: usualmente los escolares y universitarios suelen usar sus aparatos en


la calle o durante la ruta escolar, por lo que se ven precisados a subir el volumen
de sus reproductores para atenuar los ruidos del tráfico. Pero la realidad es que
el volumen de estos aparatos no debe ser mayor al 60% de la salida total del
equipo. Es decir, que si da la posibilidad de tener 20 puntos de volumen, solo debe
usarse hasta 10. Conscientes del daño que ocasionan, algunas marcas han
producido equipos dispuestos con un bloqueo que no permite superar ciertos
rangos de volumen, pero con frecuencia los jóvenes lo desactivan.

La intensidad: el oído humano está en capacidad de soportar hasta 85 decibeles,


que es lo que equivale al ruído del tráfico intenso. Pero con frecuencia, los jóvenes
que usan reproductores de sonido superan los 90, 100 o más decibeles, ruido que
es comparable con el de un avión al despegar.

Tiempo: no debe ser superior a dos horas diarias, pero muchos jóvenes
permanecen conectados hasta ocho.

Sonido: según Ochoa, no es lo mismo escuchar rock que música de la nueva era,
pues la gran cantidad de bajos que tiene el primer género aumenta la presión en
el oído y, por ende, el daño.
Si bien las nuevas tecnologías son parte del desarrollo, los especialistas advierten
que no se puede permitir que se conviertan en verdaderas amenazas para la salud
auditiva de los menores. Lo ideal, según ellos, es trabajar con los padres de
familia y las instituciones educativas, en la prevención, control y vigilancia del uso
de los reproductores, de forma que se puedan advertir los problemas a tiempo.

De hecho si la pérdida de audición no se trata, las consecuencias pueden ser muy


severas para el resto de la vida. En cambio, si se identifica y diagnostica a tiempo
puede tratarse con audífonos digitales, permitiéndole a la persona llevar una vida
normal, explica la doctora López.

Por otro lado, los padres de familia lleven a sus hijos menores de 12 años a
chequeo auditivo cada año y de ahí en adelante cada dos años. Esta revisión
incluye tres pruebas clave: la audiometría que determina cuánto oye, la impedían
siometría que evalúa la transmisión del sonido a través del oído medio y la
logoaudiometría, qué tiene qué ver con la capacidad de entender lo que se oye
aún con sonidos de baja intensidad, aclara la profesional.

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