120 OBRAS DE SARMIENTO
ras grabadas en los ladrillos de Ia torre de Babel, que se es-
tn trayendo para colocarlos al lado de los sarcdfagos ejip-
cios, dé los cartuchos, que muestran por feels, por cifras
duras, de granito, que no se doblegan a interpretacion huma-
na, que hai veinte siglos mas que afiadir a Ja historia de la
eivilizacion del hombre.
JBs Ua. literato? Enténees consagre un afio a leer lo que
publican cada dia esa turba de romancistas, poetas, drama-
tistas, que tienen en ajitacion los espiritus, que hacen de
Paris una sociedad pueril, oyendo con la boca abierta a esa,
multitud de contadores de cuentos para entretener a los ni-
jios, Dumas, Balzac, Sue, Seribe, Souli¢, Paul Feval, que os:
hacen Ilorar i reir, que inventan mundos i pasiones estrafias,
absurdas, imposibles para entrener a este pueblo fatigado sin
hartarse de sentir emociones, de hacerse pinchar los nervios
con deseripciones atroces, terribles, irritantes.
Es Ud, artista? Aun dura la esposicion del Lonvre de 1846.
Dos mil cuatrocientos objetos de arte, cuadros, estatuas, gra-
bados, jarrones, tapices de Gobelin, que ocupan leguai media
en los salones del Louvre. All{ estén los productos de la
pintura relifoss qu va a buscar sus asimtos en les tradieio-
nes de la edad media, al lado de la batalla de Isly, inmenso
Yienzo de Horacio Vernet, que ha trasportado a Paris un
pedazo del Africa con su cielo tostado, sus camellos, su
atmésiora polvorosa, sus Arabes indémitos ya domados. De-
tras de cada cuadro hai un nombre, una escuela, una historia,
un taller, un artista que ha pasado por ‘todas las angustias,
todas las miscrias, Bie los deseneantos, i que con la paleta:
en Ja mano, i apartando el pensainiento del suicidio que rue-
da, susurra i voltejea en torno suyo, ha Iegado al fina la
puerta del Louvre, i permitidosele colgar en sus murallas el
cuadro que ha de servir de ensefia para trabajar sn gloria i
sn fortuna de artista,
iGistanle los sistemas politicos? Oh! no entre Ud. en ese
Aédalo de teorins, de principios ide cnestioncs. Una cosa
hai estraiia, en despecho de la aparente calma de esta cindad
enferma de tiebre cerebral. Dirit Ud. que ol mundo politico
esté para acabarse; todos los signos son de un cataclismo
universal; los hombres andan afanados rejistrando la historia
de los tiempos pasados, compnisando las fechas, eorrijiendo
los errores, reproduciendo libros olvidades, tomanco un
camino i dejéndolo al dia siguiente para echarse en otro.
Nadie es hoi lo que ayer era, Michelet esti, borrando apre-