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Bitácora:
Introducción:
Bosch aclara muy bien la causa central del Caribe y sus padecimientos:
Ahora el panorama está más claro, la historia del Caribe y de sus conflictos
políticos está marcada por violencia, explotación y dominación. Ahora falta aclarar
cómo se hacen presentes las cuestiones religiosas en el tema. De entrada, se
podría pensar en la participación religiosa en la conquista del llamado nuevo mundo,
otorgada a los católicos durante los primeros tiempos de la conquista la tarea de la
conquista y dominio de las almas, la evangelización de los pobladores de aquellas
zonas desconocidas. También se puede tomar en cuenta el contexto español
durante las épocas de la conquista, que fueron momentos precedidos por una ardua
contienda política-religiosa, a saber, la lucha de los españoles católicos contra los
árabes que implicó cierto retraso para el ascenso de la burguesía como clase social
dominante (Bosch, 2009, p. 74).
La creencia que sostiene que el quehacer científico (en este caso, el histórico)
está libre de prejuicios y sesgos ideológicos refleja una incomprensión de la
operación de los contextos e ideas y la influencia que estos factores ejercen en los
distintos modus operandi de la humanidad. Aun cuando se considere que la
imparcialidad y el distanciamiento son una virtud, muchas veces esto no es más que
una pretensión. ¿Cómo llegar a ser completamente imparcial y qué tanta distancia
hay que tomar del objeto de estudio? Ambas son preguntas que podrían suscitar
discusión y argumentación en torno al sujeto historiador, enfocando en este como
sujeto social, que también participa de la historia y su desarrollo, que también tiene
sus ideas.
C. R. L. James sostiene que hay dos factores que gobiernan la historia del
Caribe: la plantación azucarera y la esclavitud negra (2017, p. 36). Ambos temas
están estrictamente relacionados, así lo pone en evidencia Eric Williams (2017) en
su texto Capitalismo y esclavitud. La esclavitud fue fundamental para el crecimiento
y desarrollo de las industrias que enriquecieron a muchos países europeos,
incluyendo a los ingleses. Cabe preguntarse, ¿hay una relación entre religión y
esclavitud? Y después viene otra interrogante: ¿está relación se hace vigente en
todos los tipos de esclavitud, incluyendo las presenciadas en el Caribe?
Desde la antigüedad se han propuesto justificaciones de la esclavitud a partir
de ideas religiosas, un claro ejemplo es Agustín de Hipona, quien en su texto Ciudad
de Dios sostiene que la esclavitud es una de las tantas consecuencias del pecado
en el mundo (Civ Dei, XIX, 15), consecuencia de la cual solo se puede escapar en
la vida celestial, en la ciudad de Dios. Por la recepción que tuvo el pensamiento de
Agustín de Hipona en el medioevo, es plausible considerar que esta forma de
pensar fue aceptada y continuada por las sociedades cristianas. ¿Fue así también
en la modernidad? Si bien es cierto que los primeros colonizadores vinieron de un
país predominantemente católico (religión de la cual formó parte Agustín de
Hipona), hay que identificar si en otras en zonas, como las protestantes, la religión
servía de fundamento para un acto como la esclavitud, que tiene relevancia política
y económica.
Cuando Aimé Cesairé aclara la cuestión sobre qué es la colonización, pone por
aparte las causas con las que esta se ha justificado a sí misma, exponiendo así que
dichos motivos no son más que coartadas (2005, p. 158). La colonización no es
ninguna práctica que se haga por perseguir algún bien como el de expandir el
conocimiento, atender a la salud de quienes lo necesiten, no es filantropía y
tampoco es evangelización ni en donde Dios realiza sus complacencias. Todos
estos discursos son reconocidos por Cesaré como ajenos al verdadero motor de la
colonización, que es el crecimiento económico.
Las críticas a la religión cristiana son duras, toda virtud que se pueda esperar
de dicha fe se ve desvanecida ante las atrocidades de la colonización y la esclavitud.
La religión se entiende aquí como un instrumento más de los muchos que se
emplearon para subyugar a los colonizados, un pretexto para el dominio y la
expansión del poder político. Por otra parte, también es importante señalar la
mención que se hace al reverendo Barde, quien sostuvo que, de no ser por la
colonización, los bienes de este mundo no estarían repartidos según los designios
divinos (Cesairé, 2005, p. 162). La exposición de muchos otros discursos en favor
de la colonización, como lo fueron los de Renan y Sarraut, queda muy clara la
importancia de la conciencia europea para la pretendida justificación de la
colonización, conciencia que estaría incompleta sin el funcionamiento de los
aparatos religiosos y sus influencias en el pensamiento político y social.
El ideal del martirio y de la vida plena después de la muerte son nociones que
tuvieron una expansión masiva debido al esfuerzo europeo por propagar su cultura
y su religión. Sin embargo, para el esclavo, para el dominado y explotado lo que
importa es su vida presente, su condición actual, no una promesa sobre una vida
grata que es traída por los mismos que causan sus sufrimientos. Pese a que dicho
pensamiento religioso tuvo sus orígenes en el continente oriental, es innegable que
Europa va a ser el principal conquistador tanto en materia política como en materia
religiosa. Queriendo imponer con su dominio tanto sus modos de vida como sus
modos de creer. Pero en el Caribe no se anhela la muerte porque la muerte fue y
es su cotidianidad, el apocalipsis no significaría nada nuevo, nada importante, nada
que temer, porque lo han vivido a través de su historia.
La historia del Caribe no encontró nada nuevo frente a la crisis de los misiles,
pues la amenaza de perder la vida es algo recurrente en dicha historia, es algo que
se repite. La religión no presenta aquí el auxilio moral que pueda significar para
muchos otros, incluso tal vez mucho menos si es la religión que trajeron los
conquistadores. Sin embargo, la pretendida imposición religiosa no opacó y eliminó
por completo a las creencias de propias de los sometidos. Benítez Rojo expone lo
siguiente: “Ave María, decían en voz alta los negros esclavos de las minas de cobre
de Santiago del Padro, y a continuación, en un susurro, sin que ningún blanco los
escuchara, dirían Ochún Yeyé” (1998, p. 30). Alejo Carpentier, en su novela El reino
de este mundo también recrea una situación similar. En la preparación de las
revueltas en Haití se empieza figurar una visión mítica del personaje Mackandal,
aquél que puede transformarse a gusto (1983, p. 33). Más recreaciones ofrece la
obra en relación con la religiosidad de los caribeños. Las comparaciones y
exámenes que ofrece Benítez Rojo entre las creencias del caribe y las mitologías
griegas y cristianas da las señales para identificar cómo la religión figura un papel
importante para establecer las identidades que se relacionan en el Caribe: por un
lado, los oprimidos y por otro los opresores, y en cada cuales opera la imaginación
religiosa.
Las reflexiones ofrecidas por Fanon en este segmento son centradas en el tema
del lenguaje y en las relaciones de movimiento entre blancos y negros. Fanon
expone como los usos del lenguaje, así también como sus apropiaciones, forman
parte de identificación del otro, de una división entre blancos y negros. Es aquí el
lenguaje una herramienta de división, de brecha de clases. Además, también se
muestra como por medio de la apropiación de la lengua se pretende alcanzar la
aceptación de los blancos europeos, pues es la apertura hacia la cultura blanca.
Fanon exhibe esto con claridad:
Bien es cierto que “el colonialismo no se contenta con apretar al pueblo entre
sus redes, con vaciar el cerebro colonizado de toda forma y todo contenido. Por una
especie de perversión de la lógica, se orienta hacia el pasado del pueblo oprimido,
lo distorsiona, lo desfigura, lo aniquila” (Fanon, 2007, p. 168). Esa erradicación de
su pasado supone y requiere tener algo con que rellenar esos huecos, puede que
una carencia de identidad suponga una fácil dominación, pero la lógica colonial no
solo se satisface con dejar a los colonizados sin lo su identidad, sino que les impone
la suya. El colonialismo hace a los colonizados participar de una percepción de sí
mismo que no fue configurada por ellos propiamente, busca que los colonizados se
reconozcan como inmersos en la visión de mundo del colonizador, donde ellos son
inferiores, mero instrumento. Lo que buscan es que se los colonizados se sepan así
a partir de sí mismos.
Ante la amenaza de sus identidades, así como sus propias vidas se vieron
también amenazadas, los colonizados reaccionaron ante la opresión. Ejemplos hay
muchos. La obra de Bosch es una referencia a la que hay que recurrir cuando se
trata de identificar las muchas revueltas que sucedieron en el Caribe debido a las
ansias de libertad y el odio a la represión sufrida. Fanon utiliza a los árabes como
un ejemplo de resistencia, como uno de los muchos esfuerzos ejercidos para
rescatar un pasado que en su momento peligró desaparecer (2007, p. 170). Los
africanos y caribeños no se quedan atrás con esto.
Dicha tarea resulta harto compleja pese a todo. El pluralismo cultural que se da
en los territorios colonizados es basto, no puede centralizarse o concentrarlo para
hacer de lo mucho un todo sin que eso implique dejar de lado a muchos factores,
todos también importantes. Sin embargo, hay un factor unificador: la relación que
tienen los negros con los blancos (Fanon, 2007, p. 172). Aquello que los
colonizadores agrupaban en un solo conjunto son en realidad varias historias, varias
culturas, varias religiones e identidades. Rescatar la memoria de su pasado implica
también rescatar lo que los distingue, dejando de lado esa unificación forzada por
los colonizadores. Afirma Fanon que el escritor colonizado que escribe para su
pueblo utilizando al pasado, debe hacerlo con miras al futuro (2007, p. 187), para
así rescatar la esperanza que una vez fue arrebatada. También se puede agregar:
para rescatar la identidad que una vez fue nublada.
La agitación que sufrió Europa ante el encuentro con el nuevo mundo supuso
un reordenamiento de ideas, un nuevo examen para el itinerario de ideas
cosmológicas y religiosas concebidas para tratar de comprender dicho
acontecimiento a la luz del marco teórico habitual de los tiempos. “Europa […] iba a
rehacer por sí misma una nueva existencia en todas sus formas” (Wynter, 2017, p.
382), pese a esto, no queda de lado la visión religiosa imperante en el mundo y sus
sucesos, aun cuando ya hallamos visto cómo la colonización fue movida
principalmente por causas económicas.
Tal afirmación supone que el quiebre con las visiones religiosas tradicionales
no implican un abandono total a la religión. Ya se vio cómo la religión sirvió para
subyugar personas y para legitimar la esclavitud, pero también funcionó como una
vía para la fijación de nuevas narrativas sobre el mundo conocido y para el mundo
por conocer. Además, dichas narrativas van a recibir influencia por parte del islam
y de religiones africanas, evidenciando así que el peso de la religión en los temas
en cuestión no se reduce estrictamente al cristianismo, pese a que la religión de
Roma haya sido hegemónica.
Conclusión:
Hoy por hoy dichas visiones siguen estando vigentes en muchos sectores de
las sociedades que en antaño fueron colonizadas, esto indica como los resultados
de las colonizaciones no pudieron ser completamente superados, aun cuando se
hayan realizado esfuerzos para rescatar los legados de las sociedades colonizadas.
Así como el sistema económico capitalista, las formas de legislas y las estructuras
políticas occidentales vinieron para quedarse, la religión como constituyente de la
cultura europea no queda fuera de esto. Sino que también su presencia implica la
continuidad de un acontecimiento que marcó a la historia de la humanidad de
manera distintiva, ese acontecimiento no es otro que la colonización.
Bibliografía:
Dussel, E. (1997). 1492, el encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de
la modernidad. Bolivia: Plureal,