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Nueva Evangelizacion Vol II
Nueva Evangelizacion Vol II
VOLUMEN II
VOLUMEN II
RESUMEN
Este trabajo surge como respuesta a las problemáticas que se encuentran inmersas en un mundo regido por un
capitalismo exacerbado y consumista en donde, por una conservación de la imagen, se pierde el sentido de
todo aquello que representa lo sacro y el hombre entra en un sinsentido en el que no puede responder por los
interrogantes más fundamentales de su existencia. La respuesta a esa desazón va en consonancia a una nueva
evangelización en donde se le devuelva al hombre esa visión de lo sagrado. Donde se dé un encuentro con el
amor de Dios, y por consiguiente descubre la felicidad, aun en el sufrir.
INTRODUCCIÓN
En este proyecto, intentaré mostrar los principales problemas por los cuales la iglesia está
pasando, y como a lo largo de la historia el hombre, ha perdido el sentido por lo religioso.
Optando por una vida guiada por las filosofías actuales en que se encuentra inmerso. Pero
me centraré en la post-modernidad donde el hombre ha optado por quitar a Dios de en
medio, y esto ha repercutido en las sociedades, ya que se han dado una serie de
hermenéuticas racionalistas y empiristas, metiendo al cristianismo en simple categorías
morales, una de ella es la moral de esclavos, como lo planteó Federico Nietzsche, situando
a Dios en simples categorías racionalistas, donde intentó meter a Dios en simples
conceptos. Creando una imagen de Jesús como un maestro de la ética a la medida de este
pensamiento.
Esto le ha causado un gran daño a las generaciones actuales, donde la religión es vista
como algo opcional. Estamos inmersos en un mundo desacralizado, donde el valor por
sacro se ha perdido, ya no dice nada, los sacramentos y la tradición de la iglesia se han
opacado, por posturas racionalistas, y aquellos lugares y sacramentos, que una vez fueron
procesos vivos de la presencia de cristo para evangelizar, hoy no llevan a la gente al
encuentro con el resucitado. Otros términos que se viven en la actualidad son la
descristianización y la crisis de fe, en respuesta a estos fenómenos que se han presentado, el
espíritu santo ha suscitado el concilio vaticano II. Donde han surgido una serie de
realidades de pequeñas comunidades heterogéneas donde se verdaderamente cristianismo
que es el cuerpo de cristo resucitado, y donde las personas llegan a entender el verdadero
significado de la existencia y la esperanza de la resurrección, el sentido del sufrimiento ya
es visible y aceptable a través de la cruz. Y descubren que como cristianos, tienen la misión
de ser sal, luz y fermento, para aquellos que aún no se ha encontrado con este verdadero
amor.
El hombre de hoy es un ser individualista, sujeto a su propia razón, regido por un mundo
secularizado, donde lo único válido es lo empírico, lo que el hombre pueda experimentar
por los sentidos, donde es guiado por la cultura actual de la sociedad.
Así la iglesia está corriendo un gran riesgo. Esto lo dijo el cardenal Dell’Acqua en una
alocución a los párrocos de Roma: si la iglesia mantiene solo esta pastoral ya no es
misionera.
La respuesta a esta situación de la iglesia ha sido el Concilio Vaticano II. Ante estos
procesos de desacralización, descristianización y crisis de fe, el espíritu santo no se ha
quedado tranquilo, sino que ha inspirado el concilio.
El concilio ha respondido, ante un proceso de desacralización, porque se ha perdido el
sentido del culto, porque la liturgia ya no dice nada, lo primero que ha hecho el concilio ha
sido renovar la liturgia y hablar de los signos que tienen que ser recuperados.
El concilio ha iniciado una renovación litúrgica. “En efecto, liturgia, por cuyo
medio, se ejerce la obra de nuestra redención, sobre todo en el divino sacrificio de
la eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y
manifiesten a los demás, el misterio de cristo y la naturaleza autentica de la verdad
de la iglesia.” (SC.2)
Esta es la sociedad en que vivimos, donde son más importantes los derechos
fundamentales, que es verdad que son importantes, y que se les debe dar pleno
cumplimiento, y el gobierno está en la obligación de velar, para que se den estos derechos
a los ciudadanos, pero abecés, atentan contra la propia vida, como los discursos actuales
sobre el aborto y la eutanasia.
Este divorcio entre religión y vida, es el resultado, de la falta de evangelización, de
procesos que lleven al verdadero encuentro con Jesucristo, el modelo actual, las catequesis
que recibe la gente antes de un sacramento, son solos conceptos, que por medio de ellos es
imposible llevar a la gente al encuentro con el resucitado.
Todos los miembros de la comunidad parroquial son responsables de la
evangelización de los hombres y mujeres en cada ambiente. El espíritu
santo, que actúa en Jesucristo, es también enviado a todos en cuanto
miembros de la comunidad, porque su acción no se limita al ámbito
individual, sino que abre siempre a las comunidades a la tarea misionera, así
como ocurrió en pentecostés( AP 171)
Los catequistas a los que el párroco les encomienda la tarea de la dar catequesis pre-
sacramentales como son, el bautismo, la eucaristía, la confirmación. Son guiadas por
personas que lo único que pueden transmitir es la preparación aprendida de las cartillas
asignadas por cada diócesis. Pero que en la mayoría de veces no dice nada, se quedan en
simples ritualismos y oraciones de tradición e historia de la iglesia, que son muy buenos.
Pero que no aseguran la fe, y no son capaces de llevar al encuentro con el resucitado, y se
ve vigente que tanto al catequista que se supone que tiene fe, como al niño, al joven al
adulto que se está preparando, no les dice nada, cumplen el sacramento y no vuelven nunca
más por la iglesia. Esto es lo que se debe cuestionar, e interrogar en que se está fallando, y
que modelos se deben instaurar
El problema es que se le dan dado interpretaciones a la escritura, por intentarla hacerla más
amena, más factible al grupo de personas que aún siguen viniendo por la iglesia, y se ha
caído en reduccionismo donde se ha perdido el verdadero sentido de la religión, ejemplos
concretos
“La nueva evangelización se orienta a una situación intermedia,
especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en
las iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el
sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la
iglesia, llevando una existencia alejada de cristo y de su evangelio.”
Hace poco se empezó a plantear un término que quizás responde a este interrogante, el
“Patio de los Gentiles”, que es un lugar donde los hombres pueden entrar en contacto de
alguna manera con Dios sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su
misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia. Es necesario perseverar en el
diálogo no sólo con las religiones, sino también con los que consideran la religión una cosa
extraña.
Los escenarios de la “Nueva Evangelización”.
Escenario cultural: Estamos en un mundo secularizado, se intenta imaginar la vida del
mundo y de la humanidad sin referencia a la trascendencia. Esta tiene un tono modesto que
ha invadido la vida cotidiana de las personas y ha desarrollado una mentalidad en cual Dios
está, de hecho, ausente, en todo o en parte, de la existencia y de la consciencia humana.
Aquí hay graves implicaciones antropológicas.
Escenario Social: El fenómeno migratorio provoca un encuentro y una mezcla de culturas
que nuestras sociedades no conocían desde hace siglos. Aquí entra el tema la globalización
que puede tener ser una fenómeno negativo si prevalece la hermenéutica determinista,
vinculada solamente con la dimensión económica y productiva, y al mismo tiempo tiene
una dimensión positiva en cuanto es un fenómeno de crecimiento en el cual la humanidad
aprende a desarrollar nuevas formas de solidaridad y nuevos caminos para compartir el
progreso de todos hacia el bien.
Escenario de los Medios de Comunicación: Este es uno de los grandes retos para la Iglesia,
son los nuevos areópagos, es uno de los más importante ya que el dialogo, el principal eje
de la sociedad.
Escenario económico: desequilibrios entre Norte y Sur del mundo.
Escenario de la investigación científica y tecnológica: Son los nuevos ídolos del mundo, la
ciencia puede ser una nueva religión.
Escenario Político: Temas como la paz, el desarrollo, la liberación de los pueblos, los
derechos humanos, etc…Son temas que afectan a la Iglesia, pues el centro de todo es la
persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.
Como el cristianismo enfrenta estos nuevos escenarios:
Primero esto exige una actitud crítica de los estilos de vida, de las estructuras de
pensamiento y de los valores y también una autocrítica.
Podemos decir que la “Nueva Evangelización” es trabajar para construir caminos de lectura
de los fenómenos ya indicados, permitiendo traducir la esperanza del Evangelio en
términos practicables, tener la audacia de formular la pregunta acerca de Dios al interno de
estos problemas, realizando lo especifico de la misión de la Iglesia y mostrando de esta
manera como la perspectiva cristiana ilumina en modo inédito los grandes problemas de la
historia.
Es de vital importancia, para llevar acabo los procesos de iniciación cristiana, que los
obispos, y los sacerdotes, estén en comunión con Roma. Ya que uno de los principales
problemas, hoy son los curas, que se cierran a la nueva evangelización, ya que prefieren
seguir con su pastoral, o tienen una mentalidad muy cerrada, muy clerical, esto se resume
en que los presbíteros no tienen fe y deberían ser los primeros en hacer estos procesos de
evangelización.
La iglesia, las parroquias, deben estar abiertas al dialogo con las demás ciencias, estar al
tanto de la sociedad, estar presente en los debates actuales, donde se pone en riesgo la vida,
como son los temas del aborto y la eutanasia, refutar y dar su punto de vista de frente a
todos, aquellos pensamiento anticleralistas.
Es necesario también pasar de una iglesia de masas donde la gente va pero la celebraciones
no les dice nada, y al final optan por dejarla, a una iglesia, de pequeñas comunidades, como
comenzó el cristianismo en la iglesia primitiva, donde verdaderamente se geste en aquella
comunidad los signos de la fe la unidad y el amor, mirad como se aman, donde den
testimonio del encuentro vivo con Jesucristo.
BIBLIOGRAFÍA
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
1. DIAGNOSTICO: SIN VERDAD NO HAY HUMANIDAD
2. LA APUESTA POR EL SER
3. ¿PODEMOS SABER CUAL ES ESA NUEVA DOCTRINA QUE TU EXPONES? CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFIA
RESUMEN
Apenas estrenando el nuevo milenio la Iglesia ha tenido que sentarse a pensar acerca de su esencia,
acerca de lo que le es más necesario. Y por eso desde el pontificado de Juan Pablo II se ha propuesto poner a
la Iglesia en estado de nueva evangelización. La verdad es que por todos lados se habla de eso pero pocos se
atreven a dar pasos para lograrlo.
Uno de los ambientes a recuperar para llevar a cabo este proceso es la evangelización de los nuevos
areópagos. Son muchos y seguro que cada día surgirán nuevos lugares para ir a proclamar la resurrección del
Señor.
Ante estos múltiples ambientes surge una pregunta ¿Cómo llegar, cómo evangelizar en estos lugares?
La respuesta puede encontrarse en el pensamiento y el modo de actuar de Benedicto XVI. Desde su forma de
poner a dialogar la fe con la razón surge una propuesta firme y clara de cómo lograr este objetivo. Esto sirve
tanto para creyentes como para los que no lo son, pues sencillamente invita a dejar del lado el miedo y las
prevenciones y a entrar en un diálogo donde el aporte de cada uno para con el otro sea reciproco y
constructivo. Pues si la Iglesia no le tiene miedo a la razón de igual forma la razón no ha de temerle a la fe.
INTRODUCCIÓN
La presencia del cristianismo en el mundo ha cambiado la historia, su presencia se
encuentra en las raíces de la cultura occidental. Durante mucho tiempo todo se vio
permeado abiertamente por la influencia de la fe. Grandes fueron las oportunidades y los
esfuerzos de generaciones de cristianos por llevar la presencia del resucitado hasta los
confines de la tierra (cf. Mt 28, 19-20).
Pero con el paso del tiempo fue creciendo tanto la cultura y la civilización que,
como apenas es lógico, fue olvidando sus raíces y se sintió capaz de seguir adelante sola.
Pronto se llegó a mirar de nuevo el cristianismo como una superstición inoficiosa e
irracional, incapaz de dialogar con el mundo actual y lo único que le tocaba hacer era
quedarse totalmente muda.
Ante esta realidad la Iglesia ha invitado a todos los creyentes a iniciar un proceso de
nueva evangelización que responda y de sentido a los hombres de hoy. En esta perspectiva
el pensamiento de Benedicto XVI es una pauta necesaria para que en los nuevos areópagos
se haga audible el mensaje de la fe, que habla al mundo de hoy. Una fe que no tiene miedo
a la razón y que invita a no tener miedo de la fe. Esa es la doctrina, y el estilo de vida por el
que todavía siguen preguntando y que desde el pensamiento del Papa teólogo se tratará de
responder.
CAPITULO 1. DIAGNÓSTICO, SIN VERDAD NO HAY HUMANIDAD
El mundo actual como hijo, o si se quiere nieto de la modernidad ha ido llevando en
su carga “genética” aquello que sus antecesores le han heredado, grandes inventos y
avances que han ayudado al avance de la raza humana, pero junto con estos avances hay
enfermedades que a pesar del tiempo y los descubrimientos no se han frenado, sino que al
contrario se han vuelto crónicas. Hay dos que han marcado en gran parte la historia de
occidente. Por un lado están los racionalismos exacerbados y por el otro los fideísmos
irracionales que lo único que han logrado hacer es disminuir la grandeza de la humanidad
realizada en Jesús.
Joseph Ratzinger ha asumido desde sus primeros años como profesor en la
universidad de Bonn hasta su servicio como pontífice una posición beneficiosa y acorde
con la realidad, tratando de lograr que el mundo comprenda lo necesario de ambas
realidades, fe y razón, para llegar a la Verdad, “pues ambas son como alas que le ayudan al
espíritu humano a llegar a ella” (Cf. FR preámbulo).
En una charla comentando la encíclica Fides et Ratio, el entonces cardenal
Ratzinger pone sobre la mesa aquello contra lo que hay que luchar y porque esta encíclica
es tan importante y necesaria. En el fondo sigue patente, y no podría ser de otra manera,
aquella afirmación de Henri de Lubac (1990), que luego retomaría Pablo VI en la
Populorum progressio: “El humanismo exclusivo (sin Dios, sin la Verdad) es un
humanismo inhumano” (p. 11), cualquier realidad humana sin la presencia de Dios, sin el
deseo de la Verdad tiende a destruir al hombre, sea ciencia, técnica, filosofía, economía,
política etc… sino tiene en cuenta la presencia de Dios lo único que hace es acortar la
mirada y cerrar las posibilidades de una verdadera humanidad. La crisis actual de la
humanidad se debe en gran medida al imperio del relativismo y el triste reconocimiento de
la imposibilidad humana de llegar a la Verdad en una “falsa humildad y una falsa soberbia”
(Ratzinger, 2000) parece que el hombre actual se cansó de los absolutos, del Absoluto, y ya
no quiere arriesgarse a llegar allá y a favor de la tolerancia a impulsado el aparecer de las
verdades.
Otra de las realidades analizadas es la pérdida del ser y el reino del hacer, así “la
identidad entre la verdad y el ser queda suplantada por la identidad entre la verdad y la
facticidad; puede conocerse el hecho, lo que nosotros mismos hemos hecho” (Ratzinger,
1969, p. 41) logrando entender que no hay nada más. Solo aquello que es experimentable es
real y entendible, solo lo que llegue por medio de la razón es válido, no hay nada más, y
¿acaso no tiene el hombre dos ojos: la fe y otro la razón? ¿No se acorta mucho la vista
cuando solo confía en uno o pierde alguno? ¿O es que de verdad solo se puede confiar en la
razón y en la técnica? ¿No demostró el siglo pasado de las guerras dicho error?
Cabe también resaltar el error que cometen aquellos que se cierran a la razón y
hacen de la fe un acto totalmente irracional, pues no solo están quedándose a medio camino
sino que estarían negando la realidad de Dios que se ha hecho “Histórico, uno de los
nuestros se ha hecho razón, pues es Logos” (Ratzinger, 1969, p. 106) olvidando que la
decisión del cristianismo por la razón, por la filosofía viene desde los primeros siglos de su
vida y así sigue diciendo este teólogo a modo de conclusión: “decido optar por aquel Dios
que no es mito, ni pertenece a un pueblo especifico, sino por aquel que es razonable, por el
que pueden entender los filósofos y todos los pueblos” (ibíd).
Y ¿cómo es posible que aquel de quien solo se habla en la academia sea el Dios
cristiano? Entonces ¿Por qué Platón y Aristóteles no lo encontraron? ¿Cómo aquello que es
frío y solo intelectual puede venir a ser el fundamento de todo, el fundamento de una vida
nueva y la salvación del hombre? Luego ¿solo es posible recibirlo por la razón e ir y
aprenderlo o experimentarlo? ¿Sera un número, o fuego, aire o tierra? Y la verdad es que
les hacía falta algo, entender lo que la Iglesia primitiva hizo y mostró que este Dios decidió
hacerse carne, pues algo es seguro “tiene un corazón, está ahí como amante, con todas las
extravagancias de un amante” (Ibíd, 117) y no solo tiene corazón sino que ha buscado tener
corazón humano, amar con corazón humano, trabajar con manos humano y pensar con la
razón humana (CEC, 478). “Se ha hecho uno de los nuestros” (Ratzinger, 1969, p. 287), por
amor y así “este Dios de los filósofos, cuya pura eternidad e inmutabilidad excluye toda
relación a lo mutable y contingente, es para la fe el Hombre-Dios, que no solo es pensar del
pensar sino agapé, potencia de amor creador” (Ibid, p. 115), que no es pura inteligencia fría
“sino la inteligencia que me conoce y me ama, puedo confiarme a ella con la seguridad de
un niño que en el tú de su madre ve resueltos todos los problemas” (Ibíd, p. 58) por eso la
confesión cristiana debe ser en el logos encarnado, en la persona del Hijo de Dios, que se
ha hecho alcanzable, más aun ha venido en la búsqueda del hombre y así todo cristiano
confiesa: “Yo creo en ti, Jesús de Nazaret, como inteligencia (logos) del mundo y de mi
vida” (Ibid p. 58) Por tanto Dios que es amor en quien se cree, también es razón.
Y es en virtud de la razón acompañada de la fe que existe la misión, porque el deseo
del hombre siempre es por su fin último, por el fundamento de su existencia, por la verdad,
¿no es acaso ese el fin de la filosofía, y el fin de la religión cristiana? ¿Y no es derecho del
hombre conocerla y obligación de los cristianos anunciarla? pues para que esto suceda
“quien quiera llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar
correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas.” (Benedicto XVI, 2006), se
encuentra pues aquí un punto indiscutible de unión y de necesidad recíproca entre ambas,
pues “creí y por eso hable” (2Cor 4,13). De este modo la razón apoya a la fe para que en
verdad entre en dialogo con las culturas, para que se haga creíble y logre que “todos los
hombres se salve y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm 2,4). Es por eso que el
verdadero cristiano, en el camino del seguimiento de las huellas de su divino Maestro ha de
encarnar también ese “logos” y en la entrega de su propio ser extenderlo por todo el mundo
para que sea conocido, creído y amado, cosa que es posible solo si el discípulo toma en las
manos el libro (la razón, la ciencia, la filosofía) y en el corazón la presencia del Dios-
Hombre.
En esta misión tras la huellas del “Logos encarnado”, hay que llevar a los hombres a
una verdadera libertad, que solo puede ser lograda por la verdad, meta de todo el camino
guiado por la razón y la fe, y esa Verdad tiene un nombre, tiene un rostro, es una persona:
Jesús. Por eso el Santo Padre siempre ha luchado contra las tentativas de la dictadura del
relativismo que niega la verdad, y por ende al Dios-Logos “¿Qué objeto tiene una
“libertad” que, ignorando la verdad, persigue lo que es falso o injusto?” (Ratzinger, 2008):
Así lograr llegar a la diestra de Dios, lugar al cual se asciende de la mano de aquel que nos
compartió su naturaleza. Como canta la Iglesia en la ascensión del Señor: “Vosotros sois
mi cosecha. El Padre ya os ha sentado conmigo, a su derecha”(PG 43,439-451.462-463)
.Por eso en la mirada que se dirige a Jesús que invita a no tener miedo y a caminar por
encima de los embates de la existencia para llegar a la otra orilla, (Cf. Mt 14, 22-33) puede
haber una seguridad “Él no quita nada y lo da todo” (Ratzinger, 2005), no acaba la razón
sino que la expande y la hace llegar a su fin último, hace creíble la fe pues puede pensarse y
comprenderse, en esta línea cita Paul Ricoeur a San Agustín: “pues para esta era moderna
incapaz de llegar a un conocimiento directo de Dios debe comprender para creer, pero debe
creer para comprender” (Ricoeur, 2003, p. 271). Y así todos pueden llegar de nuevo a Dios,
venciendo el temor a creer y a pensar.
“Cuando hablamos de Dios nos referimos al ser mismo, a lo que los filósofos
consideran como el fundamento de todo ser, al que han ensalzado como Dios sobre todos
los poderes, ese es nuestro único Dios” (Ratzinger, 1969, p. 110) “así el cristianismo se
puso del lado de la verdad y no de las ceremonias vacías” (ibíd, p. 113). Pero obviamente la
visión que completa al Dios de los filósofos desde el cristianismo es su cercanía e irrupción
en el mundo, pero hay más acerca de este Ser, pues la ya larga tradición filosófica iniciada
en los griegos y continuada por los pensadores cristianos habían visto en el Ser unas ciertas
características bien significativas y que lo hacía Ser, Uno, Bueno, Bello y Verdadero. Las
primeras no es el caso de entrar a discutirlas, la última ya se ha trabajado anteriormente al
pensar en Jesús como la Verdad. Resta ahora hablar de la belleza, pues esa verdad de Dios
es al mismo tiempo belleza que es la gran necesidad del hombre, que es armonía. De este
modo al entrar en la basílica de la Sagrada Familia afirmaba el papa acerca de Gaudí como
hombre capaz de conciliar fe y razón en la belleza:
Hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión
entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este
mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y
Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con
piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad
del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de
nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como
Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo
(2010)
Se hace necesario revalorizar la belleza de nuevo, pues ella saca lo más íntimo del
hombre y lo plasma para Él, el Papa es un gran defensor de la teología de la belleza, pues
en verdad ella revela a Dios, sigue en el fondo la lucha contra un mundo relativista y
superficial, que deja de lado lo más humano, y se va volviendo cada vez más plástico, mas
ciego ante la verdadera hermosura de Dios, y en esta negación lo que se niega es la gracia
de contemplar su rostro en la naturaleza, en el hermano, en la Iglesia. Por eso el Santo
Padre no cesa de invitar a la familia de Dios para que como un espejo revele en el mundo la
luz bellísima que viene de Dios, “pues el gran servicio que la Iglesia puede y debe prestar a
la humanidad: -es este- ser icono de la belleza divina, llama ardiente de caridad, cauce para
que el mundo crea en Aquel que Dios ha enviado (cf. Jn 6,29)” (Benedicto XVI, 2010).
Este es el anuncio necesario que ha de hacerse a los nuevos areópagos 1, desde las
razones que exige y la que se propone. Una fe inteligente que da como resultado la lectura
adecuada de la realidad y permite descubrir como en el proceso histórico hay ámbitos que
son demasiado susceptibles y necesarios para el anuncio de la fe. Solo una fe inteligente y
una razón creyente permiten que el cristiano descubra cuales son los nuevos escenarios
donde hablar de Dios. De este modo se descubre que los nuevos areópagos no son signo de
un fracaso o de temor ante lo nuevo, sino las posibilidades de seguir haciendo actual el
anuncio de Cristo haciendo de este anuncio algo nuevo en su ardor y en sus métodos, pero
conservando la pureza del mensaje que aun hoy habla del corazón de Dios al corazón al
hombre.
1
Sobre los nuevos areópagos se ha escrito mucho, no creo que sea el caso repetir de nuevo lo que en los
documentos del magisterio se ha dicho. Me parece más necesario empezar a anotar pautas que ayuden a llevar
a la práctica el diálogo en esos ámbitos. Los documentos consultados que hablan acerca de esto son:
Redemptoris Missio de Juan Pablo II de 1990, el Documento conclusivo de Aparecida de 2007. Mensaje de
Benedicto XVI al cardenal Ivan Dias prefecto de la congregación para la evangelización de los pueblos con
motivo del inicio de la asamblea de esta congregación en 2009 con el tema de San Pablo y los nuevos
Areópagos, Mensaje final “Ay de mi si no evangelizo” de la congregación para la evangelización de los
pueblos en 2009. Finalmente la lineamenta para la XIII asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos
de 2012 con el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe”
anuncio de Benedicto XVI (2005) al iniciar su ministerio, retomando las mismas palabras
de Juan Pablo II en la misma misa sigue siendo la respuesta que ayer a los atenienses y hoy
a todos los hombres se da: si la pueden vivir, si la pueden saber y “¡No tengáis miedo de
Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid,
abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida”
Bibliografía
Benedicto XVI (2005) Homilía en el solemne inicio del pontificado. Libreria Editrice
Vaticana2. Consultado el 15 de septiembre de 2012
2
Los documentos se consultaron online en www.vatican.va
SEMANA EN TAIZÉ. UNA EXPERIENCIA ECUMÉNICA
Enán Xavier Humáne
Pretendo realizar una reflexión sobre la experiencia personal del encuentro que tuve hace
algunos años en la Comunidad de Taizé, a partir de los elementos desarrollados en la
materia de Fenomenología y Teología, fundamentando el discurso a través de algunos
apartes del texto de Carlos Arboleda, Experiencia y Testimonio, Medellín, Edt. UPB 2011.
Una de las inquietudes que siempre me ha asaltado antes de ingresar al seminario es el por
qué hay varias religiones, si es el mismo Dios?; Por qué estamos tan divididos? Cuáles son
las causas, razones o circunstancias, que no todos creamos en el mismo Dios? Por qué
estamos separados?. Evidentemente, este ensayo no alcanza responder todas estas
preguntas; quizá, servirá, para plantear más profundamente las preguntas que las respuestas,
pero dará inicio al planteamiento que pienso estudiar.
Cómo fue esta experiencia? Siendo verano llega mucha gente de toda Europa, algunos
dicen que es el lugar preferido por los jóvenes, que de manera económica pasan allí sus
vacaciones. Dormíamos por grupos de lenguas, camas sencillas, comida parca, con muchas
legumbres y medio vegetariana. Qué me impactó de esta experiencia?, fundamentalmente
3
Esta comunidad hoy en día está integrada por más de cien hermanos ortodoxos, protestantes y católicos
provenientes de veinticinco países, que viven solo de su trabajo (alfarería, edición de libros religiosos) y no
aceptan donaciones.
4
Guillermo I de Aquitania, El piadoso, duque de Aquitania y conde de Auvernia, fundó la abadía benedictina
de Cluny en el año 909; el cual instaló allí al abad Bernón de Baume, y puso la abadía bajo la autoridad
inmediata del Papa Sergio III. La localidad de Cluny, situada en el departamento de Saona y Loira, en la
región de Borgoña, en el centro-este de Francia, creció alrededor de la antigua abadía. La orden benedictina
fue clave en la estabilidad conseguida por la sociedad europea del siglo XI. El mismo monasterio de Cluny se
convirtió en el mayor y más prestigioso monasterio, y en la institución monástica mejor preparada de Europa.
La influencia de Cluny se extendió desde la segunda mitad del siglo X hasta principios del siglo XII.
tres vivencias: la oración en forma de canto, la integración comunitaria ecuménica y la
pedagogía catequética.
1. La oración a través de breves citas bíblicas cantadas y repetidas en forma de salmos, van
calando y haciéndose una especie de Lectio Divina, que permite contemplar la Palabra,
orar, cantar, meditar y extasiarse en el ritmo y la meditación del contenido. Un ambiente
que a capela con las solas voces, entre luces y sombras de las candelas y la vistosidad de
los colores que adornan de manera sencilla la gran capilla; favorecen un clima que permite
sentirse en ambiente, cerrar los ojos; el lugar se reviste de un aurea espiritual facilitando la
concentración, a tal punto de no pensar en otras cosas. El cuerpo se va descargando y
relajando, mientras se entra en sintonía y armonía con todo lo que está alrededor. Se es
capaz de repetir las frases en varios idiomas sin conocer el significado de sus palabras; y al
mismo tiempo se provoca un éxtasis y mayor profundidad, con la sensación de sentirse
pleno y descansado, como cuando se está en casa, y no se siente extraño, en medio la
diversidad de gentes, culturas, lenguas, costumbres, etc. Podría decirse, que una especie de
magia cubre el entorno, y se entra en un silencio interior, mientras que al mismo tiempo se
sigue el ritmo.
2. La segunda vivencia que se rescata, unida a esta sensación musical, es que la comunidad
de Taizé5 está formada por personas cristianas de diferentes denominaciones,
fundamentalmente protestantes, ortodoxos y católicos. Lo increíble de la experiencia, es
que no se percibe ningún ambiente hostil, mejor dicho, si no se llega con preconceptos, no
se percata que allí están cristianos protestantes, ortodoxos y católicos orando, cantando,
celebrando la Eucaristía, compartiendo la comida, el mismo techo, el mismo destino y hasta
la misma vida en fraternidad. Se escucha decir que la comunidad comenzó con el Hermano
Roger Schutz6, protestante, quien preocupado de cómo había quedado Europa después de
5
Esta comunidad hoy en día está integrada por más de cien hermanos ortodoxos, protestantes y católicos
provenientes de veinticinco países, que viven solo de su trabajo (alfarería, edición de libros religiosos) y no
aceptan donaciones.
6
Roger Schütz, más conocido como Frère Roger (Provence, Suiza, 12 de mayo de 1915-Taizé-Francia, 16 de
agosto de 2005) fue el fundador y prior de la comunidad de Taizé ecuménica. De 1937 hasta 1940 cursó
estudios de teología protestante en Lausana y Estrasburgo. El 20 de agosto de 1940, después de la derrota del
ejército francés y la ocupación de parte de Francia por el ejército alemán, se estableció en Taizé (Borgoña),
las dos guerras mundiales perpetradas en el corazón de la cristiandad, se cuestionaba su fe,
y se preguntaba de qué había servido todo el progreso y desarrollo europeo. Aún más, se
estaban echando las bases de la unión europea en el sector político, económico y social; y él
se preguntaba, cómo se construía unidad en estos aspectos externos, mientras que en el
aspecto interno del ser religioso los cristianos se encontraban divididos. Esta intuición le
permitió, iniciar la experiencia de acercamiento ecuménico; al respecto el mismo Hermano
Roger, describe la experiencia comunitaria de amor:
Pienso que desde mi juventud nunca me ha abandonado la intuición que una vida de
comunidad pudiese ser el signo que Dios es amor y solamente amor. Poco a poco
surgió en mí la convicción que era esencial crear una comunidad con hombres
decididos a dar toda su vida y que buscasen comprenderse y reconciliarse siempre:
una comunidad donde la bondad del corazón y la simplicidad estuviesen al centro de
todo. (Hermano Roger, Dios solo puede amar, 2003)
donde vivió hasta su muerte, con una interrupción de dos años durante la segunda guerra mundial: se refugió
en Suiza ya que tenía que temer la persecución de la Gestapo por haber escondido en su domicilio a judíos y
opositores a la ocupación alemana de Francia. En 1944 volvió a Taizé y en 1949, siete hombres de este
círculo, entre ellos Roger Schütz como prior se comprometieron a la vida en celibato y pobreza. Una de las
mayores preocupaciones del hermano Roger fue la reconciliación de los cristianos. Aunque era cristiano
protestante, recibió la comunión de manos del cardenal Ratzinger durante las exequias del Papa Juan Pablo II,
lo que algunos interpretaron como una conversión al catolicismo, lo que fue desmentido por la propia
Comunidad de Taizé.
sintetizar la enseñanza a través de un símbolo que no solo queda en el contenido de las
palabras, sino en la imagen de la pintura; llama la atención que los mismo participantes
extraían de manera mayéutica las propias conclusiones y enseñanzas para la vida. Esta
impresión recuerda las palabras de Carlos Arboleda en Experiencia y Testimonio, quien
hablando del papel del símbolo, dice que éste “ nace de la necesidad de expresar la
manifestación del fenómeno saturado” (p.93). Es una manera sencilla de aprender de Dios,
no tanto por un concepto cuanto de una experiencia que se hace vida. Arboleda llama la
atención advirtiendo que “uno de los problemas grandes para la evangelización ha sido la
concepción doctrinaria y conceptual de la fe…Dios era concebido como cosa o como ser.
El fin del hombre era servirle y adorarle en esta vida y después gozarle en la vida eterna.
Pero no se presentaba como una persona con la que se tenía una experiencia de amor. En
los niños y adultos se daba una aceptación intelectual de lo que era Dios pero no se tenía la
experiencia de Dios” (p.37). Constituye un desafío para la Nueva Evangelización transmitir
la fe de manera sencilla, profunda, no tanto desde el aprendizaje de fórmulas; cuanto de la
experiencia de amor y de la vivencia en comunidad. La comunidad de Taizé utiliza estas
herramientas pedagógicas y simbólicas para enseñar la fe y creer en Dios por convicción.
Se intuye que uno de los problemas de la transmisión de la fe, no está en la parte
dogmática, sino en la forma y en los métodos, de cómo esta se vivencia y se transmite. El
documento de Aparecida ilustra la deserción de católicos, con estas palabras:
Según nuestra experiencia pastoral muchas veces la gente sincera que sale de
nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos ¨no católicos¨ creen, sino
fundamentalmente por lo que ellos viven; no por razones doctrinales sino
vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por
problemas teológicos sino metodológicos de nuestra Iglesia. En verdad mucha gente
que pasa a otros grupos religiosos no está buscando salirse de nuestra Iglesia sino
que está buscando sinceramente a Dios (Aparecida, No 225)
Deseo cerrar esta reflexión con la invitación que hace el Documento de Aparecida en el
numeral 266, con el fin de favorecer en nuestras expresiones religiosas un reforzamiento
de la experiencia y el testimonio, como la vivida en la Comunidad de Taizé; cita que el
mismo Arboleda hace en el libro Experiencia y Testimonio (p.46-47):
REFERENCIAS
CONTENIDO
Presupuestos de la investigación
I. La cultura litúrgica hoy: ¿por qué se ha olvidado?
II. Sentido estético de la liturgia
III. Mística en la liturgia
IV. Evangelización y estética en una civilización de la imagen
V. Conclusión
Bibliografía
LISTA DE ABREVIATURAS
RESUMEN.
Este texto se propone explicar, brevemente, las dos connotaciones que contiene la liturgia: la estética y la
mística. Se propone la recuperación de la cultura litúrgica en medio de la civilización de la imagen.
Palabras clave: Cultura litúrgica, mística, estética, eucaristía, Concilio Vaticano II, documento de aparecida,
civilización de la imagen, liturgia posconciliar.
PRESUPUESTOS DE LA INVESTIGACIÓN
¡Claro! es que se nota que mientras dura la fanfarria con luces y adornos en el tiempo y el
altar y ese tipo de cosas, la gente acude en masa a festejar muchos ritos; pero, si se les quita
todo eso la gente sale como ahuyentada. Falta entonces algún tipo de redescubrimiento
acerca de la forma en como se puede vivir más intensamente la liturgia, máxime en la
eucaristía, y que ello permita comprender el sentido profundo que aquello encierra. A esto
último, lo he entendido como una cultura litúrgica, la cual ampliaré un poco en el siguiente
apartado.
Con base en lo anterior, se percibe que la religión es un fenómeno cultural muy marcado;
no es casualidad que el Concilio Vaticano II en su constitución Gaudium Et Spes 57 haya
determinado ésto como algo a lo que todos los seres humanos apuntan, pero que es tarea de
los cristianos, hacer que los demás hombres recuperen el sentido de todo aquello:
Los cristianos, en su peregrinación hacia la ciudad celeste, deben buscar y gustar las
cosas de arriba, esto no disminuye nada, sino que más bien aumenta, la importancia
de su tarea de trabajar juntamente con los hombres en la edificación de un mundo
más humano”. (GS 57)
El hombre con todos los elementos y bagaje de conocimientos que le ofrece la sociedad va
construyendo poco a poco lo que se conoce como cultura, y hace de ello un estandarte de
identidad, de modo que puede asumir su realidad e interpretarla. Del mismo modo, los
cristianos, al confesar un credo específico se configuran como pueblo de Dios; su liturgia es
el sello con el cual se identifican y con el que ponen de manifiesto las normas de vida que
los rigen, dándole así una hermenéutica con la que han de apropiarse de esa realidad en la
que habitan.
Las costumbres, como toda opción ética y moral que se escoja, hacen que los hombres
determinen su comportamiento en la sociedad. Pasa igual en la liturgia. Cuando un grupo
de hombres, de diversas condiciones, se reúnen en una asamblea7 a fin de alabar y bendecir
a su Dios, estas acciones hacen que ellos adquieran unas costumbres acorde a los preceptos
en los que se cree y procuran reflejarlos ante los demás. Esto último será el fin que persiga
7
Recordemos que éste s el significado de la palabra iglesia.
todo creyente pues como se afirma en el concilio Vaticano “la liturgia es la cumbre a la
cual tiende toda actividad de la iglesia y al mismo tiempo la fuente donde mana toda su
fuerza” (S.C. 10).
Más aún, y en base a lo anterior, el catecismo de la iglesia católica nos pone de manifiesto
dos connotaciones con las que se nos ayuda a comprender el sentido que guarda la liturgia.
Dice la primera: << La palabra “liturgia” significa originariamente “obra o quehacer
público”, “servicio de parte y a favor del pueblo”. En la tradición cristiana quiere significar
que el pueblo de Dios toma parte en la obra de Dios>> (C.C.E. 1069). Más adelante nos
agrega: <<la palabra “liturgia en el Nuevo Testamento es empleada para designar no
solamente la celebración del culto divino, sino también el anuncio del evangelio y la
caridad en acto>> (C.C.E 1070). Esto último nos lleva a afirmar que la liturgia es una
actividad (costumbre) que se centra en el anuncio del evangelio y se participa del
sacerdocio de Jesucristo8.
Según lo anterior, se puede llegar a una conclusión un tanto a priori acerca de lo que es la
cultura litúrgica. Ésta, pues, se entenderá como el hacer vivo el anuncio del evangelio cuyo
germen brota de la celebración eucarística y su significación.
Ahora bien, ¿por qué se ha perdido, o no se ve visible este tipo de cultura? La respuesta que
aquí se ofrece es que debido a la pérdida de ese sentido que encierra la liturgia, está se
convierte en un gran espectáculo de teatro que reduce su misterio a una simple ritualidad y
no se percibe en ella el carácter soteriológico que encierra y el compromiso al cuál llama.
II. SENTIDO ESTÉTICO DE LA LITURGIA
8
Cfr. (S.C. 7)
En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial, que
se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como
peregrinos y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro del
santuario y del tabernáculo verdadero; cantamos al señor el himno de gloria con
todo el ejército eclesial; venerando la memoria de los santos, esperamos tener parte
con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al salvador, nuestro señor Jesucristo,
hasta que se manifieste él en nuestra vida y nosotros nos manifestemos también
gloriosos en él. (S.C. 8).
Con lo anterior, se puede percibir como el anhelo de todo creyente apunta hacia ese
encuentro con Dios, en la persona de Cristo. La liturgia debe, por tanto, propender a que
dicho propósito se llegue a realizar; para ello, el ambiente se adecua de modo tal que se
viva con gran exaltación el misterio de la fe. Es por ello que “la liturgia ha buscado siempre
un arte integral capaz de unir las artes del tiempo y las artes del espacio” (Gioia, 2010,
p.85); todo gira en torno a la idea de hacer un microcosmos en el que la creatura se
encuentre con su creador. Ésta debe ser un “encuentro entre la fe y la belleza” (Gioia,
2010, P.85).
Junto con los espacios celebrativos, el hombre hace actual y viva, por medio de la
proclamación de la palabra, aquella historia de salvación en la que Cristo se manifiesta
portentosamente y le otorga esa finalidad que es la de vivir en el amor. “Cristo está siempre
presente en su palabra, pues cuando se lee en la iglesia la sagrada escritura, es Él quién
habla” (D.V. 20)
No hace falta hacer actos rituales de forma muy pomposa sino que según C.V. II “los ritos
deben resplandecer con una noble sencillez; deben ser claros en su brevedad y eviten las
repeticiones inútiles” (S.C. 34). Todos los signos están dispuestos para que por medio de la
proclamación de la palabra, los cantos y la celebración del acto pascual se llegue a
comprender el misterio de la salvación y de allí salir a proclamarlo a los hombres.
Unido al apartado anterior, es posible que comprendiendo estos elementos se logre llegar a
aquella cultura litúrgica que se ha mencionado.
Este apartado, aunque parece suelto de los dos anteriores, por su brevedad, no es sino la
síntesis que de lo anterior se puede colegir.
El principio básico de la mística dice que Dios, en la persona de Cristo, sale a nuestro
encuentro haciéndonos participar del misterio de la salvación. Dicho encuentro se realiza en
la encarnación de Cristo que toma por novia a su iglesia, desposándola y haciéndole
disfrutar de la primicia de sus amores.
Esto puede sonar muy poético y muy romántico, pero, en el fondo, resuena un gran llamado
vocacional, que todo cristiano debe afrontar y es el de la misión, anunciándole a la gente el
evangelio del que Cristo ha hecho participe a su iglesia. Todo cristiano no puede ser
indiferente a este llamado pues “el mandato misionero de Jesús se comprende y vive en
sintonía con sus sentimientos acerca de la salvación a la humanidad” (González, 2008,
P.43). Este anuncio de ir siempre iluminado por las palabras de Jesús en su evangelio de
modo que se pueda dar la acción salvadora hacía los hombres partiendo desde el hombre
mismo.
Éste hombre que sale al encuentro de otros, comprende que es por la gratuidad del amor de
Dios como se le puede abrir las puertas del cielo a sus prójimos. Esto tiene su origen en la
celebración de la eucaristía
El documento de Aparecida, nos reforzará lo que hasta aquí se ha dicho, pues nos dice que
“la eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente
inextinguible del impulso misionero” (Ap. 252)
¿Cuál es entonces ese sentido místico que encierra la liturgia? Es el hacer participes a todos
los hombres de ese encuentro con Jesucristo que se da al celebrar el misterio pascual en la
eucaristía. Es una actitud existencia que se da en el encuentro íntimo con Cristo y que
impulsa a reunir a todos los hombres en un mismo desposorio que se ofrece por el anuncio
del evangelio
IV. EVANGELIZACIÓN Y ESTÉTICA EN UNA CIVILIZACIÓN DE LA IMAGEN
Se ha dicho con anterioridad qué la liturgia es el encuentro, o mejor dicho, las nupcias
entre la fe y la belleza. No obstante, la liturgia, después del concilio, ha sido cargado de un
montón de arandelas innecesarias, con lo cual se pierde por completo el sentido que la
liturgia ofrece; siendo así que también se produce un divorcio entre la estética y la liturgia.
Esto nos lo corrobora Gioia (2010) al citar las palabras del papa Juan Pablo II en Ecclesia
de Eucaristía, donde afirma: Por desgracia es de lamentar que, sobre todo a partir de los
años de la reforma litúrgica postconciliar, por un mal entendido sentido de la creatividad y
adaptación, no hayan faltado abusos que para muchos han sido causa de malestar” (p.88).
De lo anterior, quisiera asumir la posición que postula Gioia (2010) en donde dice que es
necesario “reeducar a los hombres pertenecientes a la “civilización de la imagen, de los
días de hoy” (p.89). El problema de una evangelización estética en la sociedad actual es
que ésta es demasiado sensualista, por lo tanto se puede caer en conjeturas subjetivas ante
lo que es bueno y lo que es malo; la religión, y todo lo que de ella se desprende, se
convierte en algo arcaico que se debe mandar a recoger, pues en tanto no toque aquellas
fibras sensitivas de los hombres no tendrá ningún valor.
Se debe entonces educar a esa “civilización de la imagen”, para que se explore nuevamente
en el arte sacro y sobre todo en los focos celebrativos que hemos hablado anteriormente,
para poder así evangelizar y recuperar esa estética que si bien alguna vez fue la forjó la
cultura de muchos pueblos, hoy está en detrimento.
La belleza, que es uno de los elementos esenciales en la estética, se puede percibir desde
cosas muy sencillas, estás se pueden convertir, inclusive, en el sancta sanctorum que defina
esa experiencia mística con la que el hombre puede acercarse a Dios, a partir de ella quiera
compartirla y divulgarlas con otros y, por qué no, en ella se podría dar un proceso de
conversión bastante profundo; cosa que lo permite la mística en el arte. Las oraciones, el
silencio, un canto, el anuncio del evangelio, incluso una pintura, se pueden disponer en la
liturgia para que todo ésto salga al encuentro del hombre y le penetre en lo más hondo de su
ser y le ayude a recuperar ese primer anhelo que en su interior existe y es el del anhelo de lo
sublime y su proximidad con él.
CONCLUSIÓN
Hasta aquí, el propósito de quien realiza este trabajo ha sido el de explicar como poder
redescubrir el sentido estético y místico que encierra la liturgia. Se ha de asumir que el
primero de ellos es la sencillez y belleza que encierran lo espacios o focos celebrativos de
la liturgia que, en este caso, se asume la eucaristía como máxima expresión de ésta. Hay
que salir al encuentro de estas bases para que al reorientar su sentido se pueda educar a la
sociedad en una cultura litúrgica acorde a los tiempos actuales.
En segundo lugar, se asume que el sentido místico de la liturgia es el encuentro que el
hombre tiene con la persona de Cristo en medio de esa experiencia mística. Al darse lo
anterior, el hombre sale al encuentro de sus congéneres para hacerles partícipes de éste
misterio con el que se han encontrado, de modo que Cristo pueda recibir a su esposa, que es
la imagen de la iglesia universal, y se una a ella de una manera íntima. Con lo que se ha de
entender que la posición mística que se asume en estas páginas corresponde a un acto de
gratitud que se tiene al conocer a Cristo resucitado en medio de la liturgia.
La sociedad de este tiempo se ha de denominar como civilización de la imagen. Dado que
es el sensualismo el que genera producción de pensamiento subjetivo, la estética de la
liturgia va en búsqueda del hombre para que, en medio de sus vivir cotidiano, no pierda de
presente su naturaleza primera y que es la del anhelo de sublimidad con un ser superior.
La liturgia que surge después del concilio ha caído en el error de creer que al llenarse ésta
de signos innecesarios e inexplicables, podrá acercar a los hombres al misterio de Cristo
resucitado. Para el autor de este texto, es visible, a partir de los presupuestos planteados al
comienzo de este escrito, que la liturgia que se lleva a cabo en algunas parroquias de esta
ciudad está atiborrada de dichos elementos innecesarios que no acercan al misterio que allí
se quiere contemplar, puesto que todo queda reducido al mero espectáculo; se debe
entonces replantearse métodos pastorales que proporcionen una ayuda a lo que aquí se ha
expuesto.
BIBLIOGRAFÍA
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN. Contextualización de los Templos – Comedores.
CONCLUSIONES.
BIBLIOGRAFÍA
RESUMEN.
9
La información presentada en esta sección se basa en entrevistas personales con el Director de la Fundación
SACIAR y con la Coordinadora del programa de Templos-Comedores de la misma institución.
La Fundación SACIAR surgió en Medellín - Colombia en 1999 como un Banco de
Alimentos10 por iniciativa de un grupo de fieles cristianos con la intención de brindar ayuda
a personas en situación de vulnerabilidad a través de la alimentación. Buscando que las
industrias de alimentos, las cadenas de supermercados y las entidades de agroindustria les
donarán productos que por motivos comerciales o técnicos no debían ser comercializados
pero que eran aptos para el consumo humano. Así, los productos empezaron a ser
recogidos, seleccionados y entregados gratuitamente a los destinatarios.
10
Los Bancos de Alimentos o Food-Banking, son programas de acopio de alimentos para luego ser
canalizados a poblaciones en situación de vulnerabilidad. Existen en un gran número de países del mundo,
tanto por iniciativa pública como privada, con diferentes mecanismos para el acopio y para la entrega de
alimento a las poblaciones. Por su naturaleza los Bancos de Alimentos se entienden como un programa social
y no están necesariamente vinculados a movimientos o creencias de tipo religioso.
11
Sobre este asentamiento del nororiente de Medellín en los límites con el Municipio de Bello: cfr. Un
reportaje a San José del Pinar, Tierra de desterrados. San José del Pinar: historias de desplazamientos y otras
violencias, Periódico el Mundo, 16 de Agosto de 2011, en
http://www.elmundo.com/portal/noticias/derechos_humanos/__un_reportaje_a_san_jose_del_pinar.php,
Consulta de 3 de septiembre de 2012.
evangelización a través de componentes de nutrición, formación, recreación, catequesis y
pastoral. Teniendo en cuenta la limitación de recursos y de espacios, la intención –tanto de
la Fundación como de las comunidades del lugar- no fue crear un templo con un comedor
anexo o viceversa, sino un solo espacio en el cual se sirvieran con dignidad los alimentos
durante los días de la semana y se pudiera realizar la celebración Eucarística dominical.
12
Entrevista realizada el 10 de septiembre de 2012.
Lugar donde los niños aprenden a amar y a servir a través del servicio abnegado de
las religiosas, laicos y sacerdotes.
Espacio de paz y convivencia.
Es en este contexto que surgen algunas voces dentro y fuera de la jerarquía eclesial
que se preguntan sobre la conveniencia y la ortodoxia de mantener unido el espacio de
alimentación diaria de niños y ancianos y el lugar de celebración eucarística y de otros
sacramentos. Surgen entonces preguntas fundamentales como: ¿Son los Templos–
Comedores, verdaderos Templos cristianos de acuerdo con el mensaje del evangelio y la
disciplina eclesial?, ¿Requieren un régimen especial? Existen otras preguntas derivadas,
pero no de menor importancia como: ¿Debe primar la programación de la alimentación o la
celebración de unas exequias en el Templo-Comedor?, ¿Hasta dónde llega la competencia
de las religiosas o familias comprometidas encargadas de la administración y utilización del
espacio y como evitar desacuerdos sobre las actividades con el sacerdote que asiste el
Templo-Comedor del sector?
Estas preguntas que han surgido de la experiencia real de la Fundación son las que
fundamentan un análisis de carácter teológico al respecto. En este sentido se hará expreso
en la primera parte un análisis de los Templos-Comedores a la luz de las fuentes de la
teología (1), y poder pasar, en un segundo momento, a analizar la ortodoxia y la
conveniencia de estos espacios a la luz de otros lugares teológicos (2).
La cena y demás actos que conforman esta fiesta judía son determinantes de la
pertenencia a la comunidad. Es una fiesta en familia en la que todos tienen un rol, el padre,
las mujeres y los niños. Una lectura de los Templos-Comedores en clave de Haggadá
hebrea es posible. Al igual que en la tradición judía la alimentación que se recibe en los
Templos-Comedores no es igual, en ningún sentido, a la alimentación que se toma por fuera
de ellos. Existen igualmente en las dos celebraciones (Haggadá y Templos-Comedores)
unas etapas previas a la comida. La santificación (quiddús) tiene un paralelo con los
procedimientos de limpieza de manos y su revisión, La primera parte del Hallel tiene un
paralelo en las oraciones de gracias por la comida que se recibirá y por los benefactores que
hacen posible la unión comunitaria. Finalmente se da la cena y la segunda parte del Hallel
puede tener relación con la despedida orante que muchos de los niños y ancianos realizan
ante el sagrario.
En este contexto cabe anotar la frecuencia con la que en el AT, dar de comer al
peregrino que no tiene alimento, es una manifestación de hospitalidad en cumplimiento de
normas divinas y, en el mismo sentido, dar de comer al hambriento una muestra de piedad
(Charpentier, 1981). Así, y para ilustrar brevemente esta última afirmación basten algunas
citas bíblicas (Biblia de Jerusalén, 1998). En Job 22, 7, Elifaz hace una lista de acciones
aborrecibles a los ojos de Shaddai y dice “no dabas agua al sediento, al hambriento le
negabas el pan”. El mensaje de los profetas es recurrente en la opción por los pobres
privados de alimento, y en la piedad que refleja dar alimento:
Isa 29, 8. Será como cuando el hambriento sueña que está comiendo, pero despierta
y tiene el estómago vacío; como cuando el sediento sueña que está bebiendo, pero
se despierta cansado y sediento. Así será la turba de todas las gentes, que guerrean
contra el monte Sión.
Isa 32, 6. Porque el necio dice necedades y su corazón medita el mal, haciendo
impiedad y profiriendo contra Yahveh desatinos, dejando vacío el estómago
hambriento y privando de bebida al sediento.
Isa 58, 7, 10. ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir
en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?
Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te
precederá tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá. Entonces clamarás, y Yahveh te
responderá, pedirás socorro, y dirá: “Aquí estoy.” Si apartas de ti todo yugo, no
apuntas con el dedo y no hablas maldad, repartes al hambriento tu pan, y al alma
afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será
como mediodía.
Eze 18, 7. No oprime a nadie, devuelve la prenda de una deuda, no comete rapiñas,
da su pan al hambriento y viste al desnudo.
En segundo lugar, todo el capítulo 14 del tercer Evangelio, trata las enseñanzas de
Jesús en torno al banquete con el fin de dar luces sobre la relación con el prójimo. Para
efectos de nuestro objeto de estudio son reveladores los versículos 12 al 15:
Dijo también al que le había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no
llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que
ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los
pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden
corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos.” Habiendo oído
esto, uno de los comensales le dijo: “¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!.
Finalmente en esta selección de pasajes neotestamentarios y en tercer lugar en
cuanto al uso de la mesa en las enseñanzas de Jesús encontramos las parábolas de la
misericordia en el capítulo 15. En los versos 11 a 32 (el Padre misericordioso) la alegría del
padre por el regreso del hijo se manifiesta en una cena de celebración que sobrepasa el
entendimiento del hijo obediente.
En las tres secciones señaladas, sin duda la idea del Reino está presente pero
también existe una reivindicación del converso, del que vela, de los marginados y del que
vuelve. La mesa del Padre, y no cualquier mesa, en los tres relatos los comensales son
reivindicados en su dignidad (Cardona, 2003). “En realidad, lo que hace Jesús en el
Evangelio de Lucas, para hablar de Dios, es cambiar el paradigma de la santidad por el de
la misericordia” (Aguirre, 2006).
Por otra parte podemos identificar un segundo grupo de referencias sobre la mesa y
la comida, como hemos mencionado en la introducción de esta sección, o lo que, cada vez
con más frecuencia se denominan las comidas de Jesús. Algunos autores reconocen en la
actividad de Jesús, junto con la predicación una acción de interacción estrechamente
vinculada con las cenas (Cardona, 2003; Barrios, 2008). Así, podemos señalar seis escenas
particularmente relevantes para nuestro objeto de estudio, es decir la comida como
celebración, oración y comunidad en los Templos-Comedores.
Se podría replicar que los Templos no son para comer, veremos más adelante que
esto no es tan claro, y dos versículos más adelante los fariseos hacen una replica parecida
cuando dicen:
Luc 5, 33 Ellos le dijeron: “Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan
oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben.” Jesús les
dijo: ¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con
ellos?
Después de unos comentarios sobre el amor Jesús perdona los pecados de la mujer
que ha demostrado amor, a diferencia de aquel que ofrece la comida sin amor. Este pasaje
sirve para iluminar la filosofía de la Fundación que expresamente, como decíamos en la
introducción, niega ser una ONG que alimenta niños y ancianos pobres. La gran mayoría de
sus funcionarios son voluntarios que trabajan por amor y caridad hacia los más necesitados.
Los Templos-Comedores no solo proveen alimento material, su intención va mucho más
allá.
En tercer lugar en Lc. 9, 10 y paralelos, encontramos el conocido pasaje de la
llamada multiplicación de los panes. Los números sobre la cantidad de personas de esta
perícopa hay que pensarlos a la luz del método histórico crítico. En cualquier caso, lo que
es relevante para el presente estudio es el mandato del verso 13 dirigido a los discípulos:
“dadle vosotros de comer”; comieron en la presencia del Señor y quedaron saciados.
Teniendo en cuenta que todos los cristianos somos discípulos, la cercanía con la acción de
los Templos-Comedores es tan patente que no requiere mayores comentarios.
Las otras tres comidas de Jesús se dan en tres momentos claves, “que Lucas realza
de una forma muy especial en su Evangelio: La comida poco antes de morir, lo que
llamamos La Cena, y dos comidas después de la resurrección. Son comidas en las que Jesús
les va a inculcar las enseñanzas más importantes sobre el seguimiento” (Aguirre, 2006).
Las citas bíblicas son: La Cena Pascual en el capítulo 22,14-38, el episodio de Emaús en el
capítulo 13-35 y la aparición a los discípulos en el capítulo 24,36-52. Sobre la institución
de la Eucarística, su carácter comunitario y celebrativo volveremos en la segunda parte del
presente trabajo con ocasión de las normas litúrgicas y las normas contenidas en el Código
de Derecho Canónico. “La obra lucana continúa en los Hechos de los Apóstoles, en los que
la mesa compartida tiene un lugar preeminente, un lugar donde los discípulos recuerdan al
Señor, donde Él se hace presente, y donde se expresa el carácter fraterno de la comunidad.
Cuando la comunidad se reúne, lo hace para recordar la palabra del Señor” (Aguirre, 2006,
p. 14).
No podemos terminar esta sección sobre el Nuevo Testamento sin hacer referencia a
los escritos paulinos, Además de la opción por los pobres de la Carta a los Gálatas, es
pertinente señalar la Carta a los Corintios en la que el Apóstol guía y reprende a quienes no
han entendido el sentido de la celebración de la cena eucarística y cometen el grave error de
hacer diferencias de clase social en los tipos de comida, o en dejar a los más pobres sin
alimento ya que ellos no aportaban nada al banquete o llegan más tarde. La vehemencia de
San Pablo es evidente:
1Co 11, 21-24 porque cada uno come primero su propia cena, y mientras uno pasa
hambre, otro se embriaga. ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O es que despreciáis a la
Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué voy a deciros? ¿Alabaros? ¡En eso
no los alabo! Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la
noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es
mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío”.
En los tres primeros siglos del cristianismo la celebración eucarística tenía unas
formas básicas derivadas de la institución de la Cena de Jesús con los apóstoles. La Primera
Carta a los Corintios, mencionada en la sección anterior, junto con los relatos de Hechos de
los Apóstoles nos confirma la idea de que el recuerdo del Señor se mantenía a través de las
cenas dominicales en las casas de miembros de la comunidad. La disciplina del banquete
fue desarrollándose no sin dificultades (Crossan y Reed, 2004). Crossan dedica un capítulo
al estudio detallado, desde el punto de vista social, de lo que significaba yuxtaponer la vida
pública y la vida privada en las comidas comunitarias. El autor señala que una de las
grandes dificultades del mantenimiento de la unión comunitaria de la cena eucarística era la
división de rangos sociales propios de las culturas helénica y romana. (Ibíd, p. 297).
Aunque hoy el sustento material del pan consagrado es pequeño, en los primeros
siglos del cristianismo la comida comunitaria era una comida completa, en la que además
de los momentos de alimentación se destinaban momentos a la oración.
Las persecuciones romanas en sus diferentes períodos y los motivos funerarios han
llevado a pensar que el momento de encuentro comunitario para compartir el alimento, orar
y estar en comunidad con el riesgo de ser descubiertos y asesinados, era particularmente
intenso. El amor fraterno era el apoyo de personas que arriesgaban su vida por sus creencias
celebrando la continuación de la vida que simboliza alimentarse haciendo anamnesis del
sacrificio de Cristo.
Entre el siglo XII y el siglo XIV llegan nuevas luces y procesos determinantes para
la Iglesia. Los aportes de Santo Tomas, Erasmo y las reivindicaciones de Lutero implican
una revisión y reordenación. En menor medida que los otros sacramentos, también para la
Eucaristía se revisan las Escrituras, el Concilio de Trento reconoce la septena sacramental,
defiende el carácter sacrificial y la transubstanciación del pan y vino en el cuerpo y sangre
de Cristo. Queda claro que cada Eucaristía es un nuevo sacrificio y no un mero recuerdo.
La generación de nuevos carismas y comunidades religiosas se apoya en la riqueza de los
Padres de la Iglesia y en un retorno a los orígenes, las homilías y las acciones de figuras
como San Juan Crisóstomo, San Francisco de Sales, San Cesáreo de Arlés y San Vicente de
Paul son una muestra del interés continuado en la Tradición de la Iglesia por los pobres en
la comunidad (Diccionario católico, voz Pobreza). Así se recupera de manera expresa el
carácter comunitario y celebrativo de la cena cristiana. Sin embargo las grandes formas
permanecieron.
Entre los siglos XVII a XIX el desarrollo industrial y el racionalismo ganan terreno,
la división de clases se hace más evidente, igual que la brecha social. La iglesia se enfrenta,
sobre todo en el siglo XIX a fenómenos que trata de combatir con la denominada “Doctrina
Social de la Iglesia”. La opción por los pobres se expresa cada vez con más frecuencia y en
el siglo XX América Latina se convierte en “el continente de la esperanza”. La noción de
Iglesia se transforma de “jerarquía eclesial” en “Pueblo de Dios”. Todo este proceso tiene
consecuencias en la celebración de la Eucaristía: se adaptan los misales y rituales que se
interesan cada vez más una participación activa de la asamblea, con la intención de que
entienda y sienta lo que realmente sucede.
Con este breve esbozo de la Tradición eclesial podemos cerrar esta primera sección.
Las implicaciones prácticas de las nociones hasta aquí presentadas con base en las fuentes
de la teología serán útiles para el recorrido de la segunda parte, donde se analizará la
realidad de los Templos-Comedores en clave de algunos tratados teológicos y de la praxis
eclesial.
Si bien las fuentes de la teología son fundamentales para avanzar en el análisis sobre
la coherencia y la ortodoxia cristiana católica de los Templos-Comedores, es necesario
llevar el análisis a niveles prácticos y actuales de la Iglesia y de la disciplina teológica. Por
ello esta sección se interesará en cuatro aspectos de la praxis eclesial que están en relación
directa con las actividades que impulsan los Templos-Comedores. En una primera sub-
sección se hará referencia al Magisterio (2.1.) (lugar teológico privilegiado por su
autoridad), luego se considerará uno de los temas que más polémica podría suscitar y es el
cumplimiento de las normas litúrgicas (2.2.), en tercer lugar se consideran las normas sobre
Eucaristía del Código de Derecho Canónico (2.3.), para terminar con unas consideraciones
sobre la evangelización (2.4.).
En el jubileo del año 2000 decía el Papa Juan Pablo II: “es la hora de un nueva
‘imaginación de la caridad’, que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas
prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el
gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno”.
En el mismo sentido Benedicto XVI ha emitido la encíclica Deus Caritas Est (25-XII-05).
En 2007 y con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación, el Papa expresaba las
siguientes palabras que coinciden en todo con el espíritu que guía los Templos-Comedores:
Debemos constatar que los esfuerzos realizados hasta ahora no parecen haber
disminuido significativamente el número de hambrientos en el mundo, a pesar de que todos
reconocen que la alimentación es un derecho primario. Esto es debido quizás a que se
tiende a actuar motivados, sólo o principalmente, por consideraciones técnicas y
económicas, olvidando la prioridad de la dimensión ética del “dar de comer a los
hambrientos”. Esta prioridad atañe al sentimiento de compasión y solidaridad propio del ser
humano, que lleva a compartir unos con otros no sólo los bienes materiales, sino el amor
del que todos tenemos necesidad. Efectivamente, damos demasiado poco si sólo ofrecemos
cosas materiales.
No solo los Sumos Pontífices sino también la autoridad de los Concilios han
manifestado la opción por los pobres. Ya en 1962, poco antes de comenzar el Concilio
Vaticano II, Juan XXIII dijo que “la Iglesia, que es la Iglesia de todos, quiere ser
particularmente la Iglesia de los pobres”. Podemos seleccionar el siguiente apartado de la
Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual:
Que se evite, pues, el escándalo de que, mientras ciertas naciones, cuya población es
muchas veces en su mayoría cristiana, abundan en toda clase de bienes, otras, en cambio, se
ven privadas de lo más indispensable y sufren a causa del hambre, de las enfermedades y de
toda clase de miserias. El espíritu de pobreza y de caridad debe ser la gloria y el testimonio
de la Iglesia de Cristo. (…) Por eso, la Iglesia debe estar siempre presente en la comunidad
de las naciones para fomentar o despertar la cooperación entre los hombres; y eso tanto por
medio de sus órganos oficiales como por la colaboración sincera y plena de cada uno de los
cristianos, colaboración que debe inspirarse en el único deseo de servir a todos. (GS 88-90).
Por otra parte, hay que recordar que el lugar de encuentro cristiano por excelencia es
el templo y donde la celebración eucarística es central, “ninguna comunidad cristiana se
edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la eucaristía” (PO 6). Pasaremos a
considerar las normas sobre la Eucaristía, pero desde ya podemos decir que si bien el
sacramento tiene una disciplina particular, nada impide que celebraciones cristianas
complementarias se realicen en los templos. Lo expresa claramente uno de los autores
citados cuando dice: “La eucaristía es la actividad central de la Iglesia, pero esa actividad
aparece ante la mayoría como un acto de culto, ritual y sagrado, no como un acto familiar y
comunitario, como puede ser el comer” (Floristán, 2004). Los Templos-Comedores no
pretenden retroceder en la Tradición de la Iglesia, sino que siguiendo la Constitución
Gaudium et Spes se interesan por vivir los sacramentos en concordancia con nuestras
realidades sociales presentes, sin disminuir la dignidad del carácter sacrificial, sino
fortaleciendo el sentido comunitario, celebrativo y de caridad.
Con base en lo investigado y presentado hasta aquí, nada indica una contradicción
entre la acción de alimentación de los pobres en el amor comunitario y la utilización de los
templos. La dignidad con que realizan las actividades y el sentido cristiano del programa es
entonces coherente con los documentos magisteriales. Profundicemos en estas
proposiciones considerando ahora otra rama de la teología.
Con base en las entrevistas realizadas en al Fundación que sirve de caso de estudio,
este tema es el que con más frecuencia esgrimen los opositores de los Templos-Comedores.
Consideremos el argumento a la luz de la Ordenación General del Misal Romano (OGMR)
evitando así subjetivismos llevados al límite por fuera de las normas disciplinares de la
jerarquía eclesial. Teniendo en cuenta además que la Ordenación reconoce que:
El nuevo Misal, que testifica la lex orandi de la Iglesia Romana y conserva el
depósito de la fe transmitido en los últimos Concilios, supone al mismo tiempo un
paso importantísimo en la tradición litúrgica.
Es verdad que los Padres del Concilio Vaticano II reiteraron las afirmación
dogmáticas del Concilio de Trento; pero tuvieron que hablar de un momento
histórico muy distinto, y por ello hubieron de aportar planes y orientaciones
pastorales totalmente imprevisibles hace cuatro siglos. (OMGR 10) -Subraya por
fuera de texto-.
2.3. Consideraciones de las normas del Código de Derecho Canónico sobre el sacramento
de la Eucaristía y su relación con la actividad de los Templos-Comedores.
En el libro IV, tìtulo III del CIC están consagradas las normas sobre la Eucaristía. El
canon 932 establece:
§ 1. La celebración eucarística se ha de hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un
caso particular, la necesidad exija otra cosa; en este caso, la celebración debe
realizarse en un lugar digno.
§ 2. Se debe celebrar el Sacrificio eucarístico en un altar dedicado o bendecido;
fuera del lugar sagrado se puede emplear una mesa apropiada, utilizando siempre el
mantel y el corporal.
El canon 1213 establece que “la autoridad eclesiástica ejerce libremente sus poderes
y funciones en los lugares sagrados”, sin embargo debemos entender que esta autoridad no
puede ser arbitraria y debe seguir el espíritu, no solo del derecho canónico, sino de toda la
Iglesia –Pueblo de Dios-. A este respecto debemos recodar que la construcción y
financiamiento de los Templos-Comedores es posible gracias a las donaciones pías
realizadas por los benefactores y que se canalizan a través de la Fundación SACIAR. El
canon establece:
1300. Deben cumplirse con suma diligencia, una vez aceptadas, las voluntades de
los fieles que donan o dejan sus bienes para causas pías por actos inter vivos o
mortis causa, aun en cuanto al modo de administrar e invertir los bienes, salvo lo
que prescribe el c. 1301 § 3.
Es con base en estos últimos dos cánones que el acuerdo de administración conjunta
y consultada entre la Arquidiócesis de Medellín13 y la Fundación SACIAR tiene sentido. La
Arquidiócesis esta legitimada para ejercer su autoridad con base en el carácter sagrado del
templo y el bien de los fieles. La Fundación vela por la intención de los donantes y el bien
de los fieles. Claramente hay un elemento común que es el bien de los niños y ancianos que
13
La Fundación Saciar ha celebrado este tipo de acuerdos con las Diócesis de Montería y Apartado, ambas en
Colombia.
allí se alimentan. De acuerdo con las entrevistas realizadas la relación entre la Fundación
SACIAR y la Arquidiócesis es buena; sin embargo, igual que en muchos lugares del mundo
la obediencia del clero se relativiza y el ejercicio de competencias de los sacerdotes no
siempre sigue la pauta marcada por el Ordinario del lugar y en algunas ocasiones puede (tal
vez sin intención) poner en riesgo la continuidad del programa de alimentación en los
Templos-Comedores.
Debemos concluir en esta sección que los Templos-Comedores cumplen las normas
del CIC, y que la coordinación y colaboración conjunta de autoridades eclesiásticas,
voluntarios de la Fundación, comunidades de religiosas y familias administradoras
comprometidas es determinante para seguir adelante con la reconstrucción del tejido social
de los barrios marginales donde se lleva a cabo el programa. En esta misma línea y
siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II debemos considerar finalmente los
Templos-Comedores desde la perspectiva de la difusión del Evangelio.
Las duras realidades de nuestro continente han dado pie a posiciones como las de la
Teología de la Liberación. Sin embargo debemos recordar que ninguna causa pacífica se
puede defender por medios violentos. Es posible levantar la voz frente a las injusticias de
nuestro tiempo pero siempre se debe actuar de manera coherente con los principios
evangélicos. Con base en la función evangelizadora de los laicos la Fundación SACIAR ha
actuado con base en la caridad más común a las grandes religiones monoteístas: “dar de
comer al hambriento”.
Los documentos del Magisterio son abundantes sobre este tema.14 Con base en las
entrevistas realizadas en la Fundación en cuestión sobre los Templos-Comedores,
parecieran indicar que hay dos tendencias opuestas en los sacerdotes encargados de los
sectores donde están ubicados estos Templos-Comedores. Algunos no ven el programa
como una oportunidad de evangelización y por ello no acompañan el programa, otros por el
contrario están siempre presentes, reforzando la idea de comunidad eclesial guiada por un
pastor.
CONCLUSIONES.
14
Cfr Novo Millenium Ineunte. No. 50 de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Deus Caritas Est. No. 25 y
sobre todo Aparecida y Medellín.
En 10 años y a pesar de estar en las zonas más violentas de la ciudad y del país, el
programa no ha sido blanco de los grupos al margen de la ley. Las religiosas y familias
líderes de los Templos-Comedores siempre lamentan la muerte de alguno de los niños o
jóvenes beneficiarios que se presenta por las dinámicas de los barrios, pero saben que con
su acción cristiana están poniendo la semilla de un futuro más justo, al menos sin hambre
infantil, en estos lugares donde la presencia de la institucionalidad estatal es mínima.
Por todo lo anterior es fundamental que el clero relacionado con los Templos-
Comedores unifique sus criterios (esperamos que este escrito colabore en esa tarea) y
permita que la Iglesia –Pueblo de Dios- actúe donde antes no había esperanza.
Manifiestan estar saturados de lo sagrado, porque esto suele ser ajeno a su realidad
humana, algunos participan de su parroquia y manifiestan que lo que piensan, viven y
sienten ellos, no tiene que ver con las celebraciones que la Iglesia hace.
15
Los jóvenes a los que hago referencia son aquellos que han pasado y han estado en mi experiencia de vida
como docente en el Liceo Salazar y Herrera de la ciudad de Medellín.
No me detendré en una explicación exhaustiva de lo que son, sino que me permitiré tenerlos como
referencia para este trabajo.
Viven una experiencia religiosa muy personal e íntima, esta no genera ningún tipo
compromiso, pero se muestran sensibles, en muchos casos al dolor humano, por eso,
fácilmente se involucran en todo aquello que tenga tinte social.
En esta búsqueda de nuevo sentido, los jóvenes sondean alternativas de relación, por
eso, se unen y son capaces de crear el caos o el orden; haber nacido en la era de las
telecomunicaciones y las redes sociales ha posibilitado una nueva filosofía del
encuentro16Es innegable que se han perdido experiencias que eran claves en la construcción
de relaciones de amistad, hoy es posible estar cerca sin estar juntos, algo impensable hace
años hay menos contacto físico y más virtualidad, suelen ser divertidos pero a veces se les
ve poco felices, andando por el mundo como si fueran zombis.
Ante esta realidad se muestra difícil pero no imposible transmitir la Fe a los jóvenes,
implica un pensar creativo y novedoso que ofrezca alternativas diferentes de los que les da
el mundo, hoy la Fe siguen teniendo actualidad para ellos, retomando del resumen que hace
Torró en su artículo ¿qué ofrece la fe cristiana a las nuevas generaciones? (TORRO,
2012,pág 405 ):
Hay que reconocer que a pesar de esas dificultades los responsables del trabajo pastoral,
deben estar atentos a estos signos para responder creativamente; la validez que habla Torró
en relación a la fe nos remite necesariamente a la necesidad que tiene el hombre de Dios
(CATOLICA, 1993, pág. 19):
16
Antoni J.Colom y Joan. Carles Melich: Estos autores en1997, en el libro - Después de la Modernidad –
presentan como una característica de la posmodernidad la actitud de muertos vivientes de las personas y
manifiestan que ellas andan por el mundo como si fueran zombis
El deseo de Dios, está inscrito en el corazón del hombre, porque el
hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no
cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la
verdad y la dicha que no cesa de buscar
“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y
con ella una orientación decisiva”
Y que mejor forma para ofrecerles el encuentro con la persona de Jesús, pero no
cualquier tipo de encuentro, sino posibilitando una experiencia que transforme la existencia
al estilo del encuentro con la Samaritana (PORTA FIDEI, 3):
“Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de
acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que
mana de su fuente”
Los encuentro de las personas de su época con Jesús – Samaritana, Zaqueo,
Magdalena, El joven rico – se convierten en modelos didácticos y catequéticos que sirven
de referencia para un posible trabajo con los jóvenes: se les acerca, los llama por su
nombre, los ama, les recuerda su existencia, los confronta y del encuentro brota la
necesidad de la conversión, este modelo de encuentro lo vemos reflejado en Aparecida
(CELAM, 2007, pág. 132):“El Encuentro con Jesucristo, La Conversión, El Discipulado,
La Comunión y La Misión”
Una experiencia de este tipo se puede ofrecer a los jóvenes, allí ellos pueden
reconocerse, revisar sus vidas y tomar conciencia que solos no pueden hacer nada, que
necesitan de un encuentro amoroso con Jesús que transfigure sus vidas. (DCE 17):
“El encuentro con las manifestaciones visibles del amor de Dios puede
suscitar en nosotros el sentimiento de alegría, que nace de la experiencia de
ser amados. Pero dicho encuentro implica también nuestra voluntad y
nuestro entendimiento. El reconocimiento del Dios viviente es una vía hacia
el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y
sentimiento en el acto único del amor. No obstante, éste es un proceso
que siempre está en camino: el amor nunca se da por « concluido » y
completado; se transforma en el curso de la vida, madura y, precisamente
por ello, permanece fiel a sí mismo”
Los jóvenes se ven influenciados por la tiranía del mundo de los objetos que generan
falsas felicidades, produciendo en ellos hondos vacíos existenciales, una experiencia de
encuentro con Jesús se muestra cada vez más necesarias en esa búsqueda insaciable de los
jóvenes por encontrarse con Dios, pero este encontrarse implica un acto de generosidad
para salir de nuestro propio mundo y encontrarnos con el otro en una construcción afectiva
y efectiva que produzca una relación significativa en este encuentro .
CONCLUSIÓN
Los jóvenes, a pesar de todas sus dificultades están abiertos y a la espera de personas
significativas que les muestren el camino para hacer realidad toda su vitalidad en potencia,
de ahí la importancia de docentes que se esfuercen desde el evangelio por mostrarles una
sana y buena experiencia de Jesús, para que ellos, sean capaces de mostrar su capacidad
comunicativa, su fidelidad y su sentido de pertenencia.
BIBLIOGRAFIA
BENEDICTO XV. Carta Apostólica “Porta Fidei”. Lib Editrice Vaticana: Roma 2011.
____________. Carta Encíclica “Deus cáritas est”. Lib Editrice Vaticana: Roma 2005
CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA. Colombia: Librería Juan Pablo II, 1992 .
CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. Aparecida. Ediciones Paulinas: Bogotá
2007.
TORRO, Luis Oviedo . (2012). ¿QUÉ OFRECE LA FE CRISTIANA A LAS NUEVAS
GENERACIONES? RAZON Y FE: REVISTA HISPANOAMERICANA DE CULTURA,
TOMO 265, No 1363-1364 , 405-420.
EL LAICO Y LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
1. ¿Qué es la Nueva Evangelización?
2. Identidad y misión del laicado
3. La evangelización del mundo contemporáneo
CONCLUSIÓN
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
LISTA DE ABREVIATURAS
AG Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia “Ad Gentes”. Concilium Oecumenicum Vaticanum
II. Acta Apostolicae Sedis. 1966.
LG Constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen gentium”. Concilium Oecumenicum Vaticanum II.
Acta Apostolicae Sedis. 1965.
RESUMEN.
El presente trabajo busca profundizar en la identidad y misión del laico en la Nueva Evangelización
impulsada por la Iglesia. Al cumplirse cincuenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, todavía la
Iglesia viene profundizando y comprendiendo la riqueza que nos dejó el Concilio. Se hará un recorrido, a
continuación de las luces que el Concilio da acerca de la misión evangelizadora de la Iglesia y de manera
particular de la identidad y misión del laico. También se presentar algunos desafíos que la Nueva
Evangelización deberá afrontar. Finalmente se presentarán algunas respuestas a estos desafíos que el Espíritu
Santo ha suscitado en la Iglesia para responder a «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de
los hombres de nuestro tiempo» (GS 1).
En medio de este clima, de renovación y urgencia evangelizadora, el papel del laico es muy
importante y valioso. Ellos son mayoría del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, y tienen
gran capacidad de impulsar la extensión del Reino de Dios en el mundo, desde sus labores
cotidianas. Ya el Vaticano II nos habla del papel del laico en la consagración del mundo a
Dios y es que la santificación del mundo y de las realidades temporales, parte de la santidad
personal de cada uno de los miembros de la Iglesia y en este caso particular, de la santidad
de los laicos.
El evangelio según San Mateo «utiliza la palabra “Evangelio” y, por tanto, también
“Reino”, para expresar, no solo lo que Jesús predicaba, sino también sus obras (…) lo del
Reino de Dios no es solo cuestión de una enseñanza doctrinal, sino juntamente con eso es
también forma de actuar, un comportamiento, que, como vamos a ver desencadena
consecuencias» (Castillo, 2002, pág. 33). El Evangelio sería, en consecuencia, la
realización del Reino que Jesús anunció. El Reino de Dios ya está presente aquí y ahora.
Las comunidades cristianas son las portadoras de un gran tesoro en vasijas de barro, que se
difunde a través de toda obra que comunique la caridad de Dios.
El Reino de Dios está en la comunidad que ayuda a los pobres, cuida de los enfermos, visita
a los encarcelados, da de comer al hambriento, que viste al desnudo, etc.; no porque “quiere
ayudar” sino porque “quiere al que sufre”. Hace concreta la caridad a través de la acción.
La centralidad del Señor Jesús es fundamental, la Iglesia continúa su acción
evangelizadora. El cristiano es continuador del proyecto del Reino de Dios que fascinó a
Jesús, durante su vida terrena, y que lo sigue fascinando, haciendo participe a muchos
hombres y mujeres en la extensión del Reino de Dios en todo el mundo: « Id por todo el
mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Mc 16,15).
Dice el Concilio: «Queriendo intensificar más la actividad apostólica del Pueblo de Dios, el
Santo Concilio se dirige solícitamente a los cristianos seglares, cuyo papel propio y
enteramente necesario en la misión de la Iglesia ya ha mencionado en otros lugares. Porque
el apostolado de los laicos, que surge de su misma vocación cristiana nunca puede faltar en
la Iglesia» (AA 1). El Concilio también hace evidente la exigencia del apostolado de los
laicos, especialmente en estos tiempos, en los que la ciencia y la técnica ha progresado.
Además ha surgido nuevos retos y problemas que exigen del laico «su cuidado y
preocupación diligente» (AA 1).
El Papa Pío XII ya decía en 1957, en el II Congreso mundial del apostolado de los laicos,
que «la consecratio mundi es misión de los laicos, puesto que ellos están íntimamente
insertos en la vida económico-social de los pueblos». El Concilio hace explicita también
esta afirmación y la confirma (LG 34; AA 7). La vocación de todo laico es «a ser testigos
de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana» (GS 43). Las diferentes citas
que el Vaticano II presenta sobre la vida y misión del laico son abundantes. En suma, las
luces que da el Concilio sobre el laico se pueden generalizar en: primero, los signos de los
tiempos hacen necesario la participación protagónica del laico en la misión evangelizadora
de la Iglesia; segundo, el laico, por su inserción en el mundo puede hacer de su acción
apostólica una realidad más cotidiana y de mayor alcance; tercero, el laico, participando de
la vida de Cristo, con sus acciones ha de consagrar el mundo para Dios.
1.3. Iglesia evangelizadora permanentemente evangelizada.
Jesucristo es el Evangelio vivo, toda la vida de Cristo es una acción evangelizadora. «La
Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los Doce (…) Nacida, por
consiguiente, de la misión de Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por Él» (EN 15).
Es Jesucristo quien nutre a su Iglesia con la fuerza del Evangelio y la fortalece con la
efusión del Espíritu Santo. La Iglesia evangelizada con la vida de Cristo, asume la misión
encomendada por el Maestro de anunciar la Buena Nueva hasta los confines del mundo.
Esta dinámica en la vida de la Iglesia se vuelve también sobre sí misma, es decir la Iglesia
ha de ser permanente evangelizada por sus propios miembros. Puesto que corre el peligro
de dejarse influenciar por los criterios del mundo, la Iglesia continuamente se verá
renovada y llena de ardor apostólico en la medida en que vuelva permanentemente a la
esencia del mensaje evangélico. Con todo lo anterior, ¿qué significa concretamente
evangelización? «Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los
ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma
humanidad (…) La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio
interior » (EN 18).
Se destaca que lo propio de este estado es la vida cristiana en medio del mundo, y la misión
de evangelizar y santificar a los hombres en medio de las realidades temporales. Por el
bautismo el laico es incorporado al Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, y ejerce la
función sacerdotal, profética y real de Cristo. El laico, siendo parte de la Iglesia, asume
junto con ella su misión, «la propagación del Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria
de Dios Padre, todos los hombres sean partícipes de la redención salvadora, y por su
medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo» (AA 2).
El laico es, por tanto, un apóstol, un enviado por el Señor Jesús a «haced discípulos a todas
las gentes» (Mt 28,19). El horizonte de la misión apostólica del laicado tiene en
consideración la santificación personal, él mismo es su primer campo de apostolado. El
Papa Juan Pablo II decía a los portugueses: «Vuestra misión de laicos, por tanto, es
fundamentalmente la santificación del mundo, por vuestra santificación personal, al
servicio de la restauración del mundo» (Discurso al laicado católico en la Catedral de
Lisboa, 1982).
De este modo los laicos deben conferir al mundo una nueva consagración que consiste en
instaurar el Reinado de Dios en este mundo.
«El hombre de hoy se encuentra desconcertado, angustiado por preguntas sobre las
transformaciones del mundo, sobre la naturaleza del ser humano, sobre el puesto y la
misión del hombre, sobre el sentido de sus esfuerzos, personales y comunitarios, y hasta
sobre el destino último de todo, sobre la razón o sin razón de la propia existencia sobre la
tierra (…) ¡Nos ha tocado un mundo en cambio!, se dice, y se cree haberlo dicho todo.
Hoy, los cambios se suceden unos a otros, a velocidades increíbles; son cada vez más
rápidos, cada vez más absorbentes» (Figari, 2004, pág. 106)
El cambio acelerado de hoy lleva al mito del progreso. Lleva a las personas a creer que todo
cambio, toda novedad, significa un progreso o una mejora en la vida del hombre. Se da una
sensación de que todo lo que viene del pasado ha perdido su validez, o ha pasado de moda.
Y a todo esto se incluyen los valores morales y sociales, todo aquello que no cambia en el
ser humano y que tendría que llevarlo a vivir una vida feliz. Todo ser humano tiene la
necesidad de proyectar su vida hacia el futuro, de orientar su vida hacia una finalidad, darle
un sentido. El sentido que le da a su vida tiene relación con las repuestas que se desprendan
de las preguntas: ¿quién soy yo?, ¿quién es el hombre? Si el hombre no sabe quién es,
tampoco sabrá qué es lo que lo lleva a ser feliz. La respuesta que se encuentre tiene gran
importancia porque de ella depende la orientación que dará a su vida. En la actualidad se
puede declarar que hay una gran confusión sobre la realidad del hombre. Existen distintas
propuestas que ofrecen modelos de vida novedosos y alternativos que dependen solo de la
elección de las personas, sin tomar en cuenta la naturaleza real e identidad del ser humano.
Las propuestas que partan de una noción parcializada o reducida del ser humano, solo
lograrán desorientar y perder al hombre cada vez más. El materialismo, el hedonismo, el
consumismo, la diversión entre otros, se alzan como los pilares sobre los que se sostiene la
ilusión de una vida feliz, sin respuesta a las inquietudes más profundas del ser humano.
«Quizás una de las más vistosas debilidades de la civilización actual está en una
inadecuada visión del hombre. La nuestra es, sin duda, la época en la que más se ha
escrito y hablado sobre el hombre, la época de los humanismos y del antropocentrismo. Sin
embargo, paradójicamente, es también la época de las hondas angustias del hombre
respecto de su identidad y destino, del rebajamiento del hombre a niveles antes
insospechados, época de valores humanos conculcados como jamás lo fueron antes» (Juan
Pablo II, Puebla, I, 9).
«En nuestro mundo, frecuentemente dominado por una cultura secularizada que fomenta y
propone modelos de vida sin Dios, la fe de muchos es puesta a dura prueba y no pocas
veces sofocada y apagada. Se siente, entonces, con urgencia la necesidad de un anuncio
fuerte y de una sólida y profunda formación cristiana. ¡Cuánta necesidad existe hoy de
personalidades cristianas maduras, conscientes de su identidad bautismal, de su vocación
y misión en la Iglesia y en el mundo! ¡Cuánta necesidad de comunidades cristianas vivas!
Y aquí entran los movimientos y las nuevas comunidades eclesiales: son la respuesta,
suscitada por el Espíritu Santo, a este dramático desafío del fin del milenio» (Juan Pablo II,
1998, Encuentro con los Movimientos Eclesiales).
4. Conclusión
Se viven nuevos tiempos para la acción evangelizadora de la Iglesia y los “signos de los
tiempos” hablan ahora de una Nueva Evangelización, nueva en su ardor, en sus métodos, en
su anuncio. La Nueva Evangelización es una responsabilidad de todo miembro de la
Iglesia, y ciertamente tiene una gran necesidad de la participación de los laicos, hombres y
mujeres que desde sus labores cotidianas, sean testigos, con su ejemplo y con su anuncio de
palabra, de la acción reconciliadora del Señor Jesús en la vida de todos los seres humanos.
Este mundo contemporáneo, que ha dado la espalda a Dios, necesita de personas que
insertas en él puedan iluminar su realidad con la luz del Espíritu de Dios y construyan una
sociedad más justa y reconciliada. Esta es la misión que compromete a todos los miembros
de la Iglesia y de manera urgente a los laicos, Apóstoles de la Nueva Evangelización.
5. Material de consulta
Benedicto XVI. (2011). Carta apostólica en forma de Motu Proprio PORTA FIDEI.
Castillo, J. (2002). EL REINO DE DIOS Por la vida y la dignidad de los seres humanos.
Bilbao: Desclée de Brouwer.
Poupard, Card. (1998). Evangelio y cultura en los umbrales del tercer milenio. Lima:
Vida y Espiritualidad.
LA INICIACIÓN CRISTIANA: RESPUESTA A LA NECESIDAD ACTUAL DE LA
IGLESIA
DIEGO ALEJANDRO DÍAZ URIBE
TABLA DE CONTENIDO
1.2.2. Medellín
1.2.3. Puebla
RESUMEN
Con la trasformación que la Iglesia ha vivido a partir del Concilio Vaticano II, en la que de manera especial
se proponía “acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana (…) promover todo aquello que pueda
contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo” (SC. 1), ha surgido una fuerte preocupación respecto al
método por medio del cual los fieles comienzan a pertenecer a la Iglesia. Esta preocupación se ha
incrementado gracias a la reciente influencia del documento de Aparecida sobre la práctica pastoral en la
iglesia del continente latinoamericano y, así, ha tomado una gran fuerza la reflexión acerca de la iniciación
cristiana.
De manera directa o indirecta, todas las asambleas generales del episcopado latinoamericano han tocado el
tema, aportando las bases suficientes para la vivencia del proceso de fe, según los parámetros pastorales,
doctrinales y sacramentales. Sin embargo, en aras a la conservación de la Tradición de la Iglesia y a la
continuidad que debe existir entre las diferentes reformas litúrgicas, se ha propuesto como modelo universal
de la iniciación cristiana el mismo del cual dan testimonio los padres de la Iglesia del siglo IV y los códices
litúrgicos del siglo V, respetando, claro está, los cambios necesarios para inculturar los ritos. Es evidente la
total correspondencia que existe entre lo que presentan Ambrosio de Milán, Agustín de Hipona y el
Sacramentario Gelasiano con la catequesis y el rito actual de la iniciación cristiana.
Basado en el principio de acercar la liturgia a los fieles, procurando que cada vez los cristianos estén más
convencidos de su fe, la Arquidiócesis de Medellín se ha interesado por volver a pensar el proceso de la
iniciación en la fe, devolviéndole la importancia que se merece y que, debido al arraigamiento cultural del
catolicismo, ha perdido, haciendo de las nuevas generaciones de bautizados, cristianos ignorantes de su fe. Es
entonces cuando surge la necesidad de una nueva propuesta pastoral que involucre un proceso serio y sólido
de iniciación cristiana.
El segundo bloque llevará la reflexión diecisiete siglos atrás, hasta el siglo IV, en el
que se comienza a desarrollar de manera más sistemática la teología de la iniciación
cristiana gracias a algunas doctrinas heterodoxas, como es el Donatismo, que inspiraban a
los grandes padres a consignar, en sus cartas y demás escritos, la auténtica doctrina. En este
capítulo se podrá conocer, someramente, el pensamiento de Ambrosio de Milán y de
Agustín de Hipona sobre los sacramentos del bautismo, la confirmación y la eucaristía y
sobre el mejor método para educar la fe de los que se acercan a ellos. También este capítulo
presentará el Sacramentarium Gelasianum, una de las primeras sistematizaciones litúrgicas
de la historia de la Iglesia romana, tradición a la cual pertenece la iglesia de Latinoamérica.
Finalmente, el tercer momento reflexivo apuntará a una propuesta pastoral para la
Arquidiócesis de Medellín. Este capítulo no pretende decir lo que hay que hacer, sino
aportar las bases necesarias para planear un coherente proceso de catecumenado que se
complemente con la celebración litúrgica de la iniciación cristiana y que, a la vez, se
extienda durante toda la vida del cristiano. Para este fin, el tercer capítulo comienza
mostrando cómo la Iglesia, después del Concilio Vaticano II, ha querido hacerse más
cercana a las personas de su tiempo, procurando de los fieles una mejor comprensión de su
pertenencia a ella y, por consiguiente, una celebración más consciente y dinámica de los
sacramentos.
Así pues, con el deseo alejar a la Iglesia de nuestro tiempo, especialmente a la que
peregrina en la Arquidiócesis de Medellín, del peligro de vivir una fe sin fundamentos, es
necesario repensar la iniciación cristiana para hacer que sea vivida con toda la plenitud que
ella misma ofrece a pesar de su, aparentemente, anticuada máscara que, por
desconocimiento, ha hecho que los cristianos se prevengan contra ella y busquen celebrarla
con prisas y sin una adecuada preparación espiritual y humana.
Por tanto, es necesario comenzar un periodo de reflexión que, partiendo desde las
escuelas de teología, permee los ámbitos catequéticos (Arquidiócesis, parroquias, familias,
instituciones educativas) y, desde allí, comprometa a todos los cristianos en una vivencia
de la fe que se vive, se celebra y se comparte. Éste es el camino para poder hablar de una
nueva iniciación cristiana.
CAPÍTULO 1: LA INICIACIÓN CRISTIANA EN EL MAGISTERIO DE
APARECIDA
Estas palabras con las que el papa Benedicto XVI, al principio de la Conferencia de
Aparecida, animaba a los obispos latinoamericanos a reflexionar sobre el lugar que la
Iglesia ocupa en América Latina y el Caribe, brindan, por lo menos, dos primeras ideas con
respecto al objetivo de reflexionar acerca del gran paso de la Iniciación Cristiana en nuestro
continente.
En segundo lugar, el Papa pone una condición a quienes por el bautismo han sido
insertados en la Iglesia, indicando que ser discípulos y misioneros exige estar enraizados
profundamente en Cristo. Este enraizamiento es entendido como una conciencia clara de
pertenecer a la familia de Dios, a la comunidad de los bautizados que, teológica y
ontológicamente, es considerada Cuerpo de Cristo. Es así como queda definido que la
identidad propia y, tal vez, única del bautizado es ser discípulo y misionero.
Bien es cierto que Rio de Janeiro hace una invitación a evangelizar a las
culturas indígenas y afro descendientes del continente, pero no aborda respecto a
ellas el tema de la iniciación cristiana, sino respecto a la misma Iglesia el imperativo
de incluir cada día a más miembros en el Cuerpo Místico de Cristo. De hecho, hay
que anotar que no hay un afán formativo y celebrativo, hay más bien una urgencia
de aumentar el número de fieles de la Iglesia, lo cual, se hace notar en frases como
ésta: “dada la escasez de misioneros, sobre todo en las regiones de un elevado
porcentaje de población indígena, se favorezca la institución de catequistas o
doctrineros, que instruyan a los indios, dirijan sus rezos, preparen para el bautismo
de urgencia, asistan a los moribundos, etc.” (Puebla, 86c).
Antes de hablar de uno u otro tema, sería interesante conocer cuáles fueron los
principales acontecimientos más relevantes que vivió la Iglesia Católica durante el siglo IV;
no es la intención ampliar cada acontecimiento sino, solamente, mencionarlos a manera de
descripción para mostrar el panorama general en que se movía la Iglesia de entonces.
Sin duda, todos los temas centrales de la teología se vieron desarrollados desde los
primeros siglos de existencia de la Iglesia. El proceso de iniciación cristiana no es la
excepción, sobre todo en el mismo ambiente en que la religión cristiana se va abriendo un
lugar en el mundo político, social y económico del Imperio Romano, de manera especial a
partir del siglo IV, cuando el emperador Constantino Magno, en el año 313, dio un rescripto
de libertad a la fe cristiana y, más adelante Teodosio la eleva a la categoría de religión
oficial del Imperio en el año 380.
Uno de estos fenómenos que desestabilizó a la Iglesia fue el gran problema de los
lapsi, aquellos que por temor a la discriminación, a la tortura o al martirio apostataron de la
fe y, luego, viendo el fin de la persecución, desearon volver a la comunión de la Iglesia.
Este fenómeno le movió el piso a la Iglesia y fue motivo para muchas y muy profundas
reflexiones acerca de la validez y radicalidad del Bautismo y la comunión. La reflexión,
inicialmente, surgió a partir del pensamiento de Donato, obispo -usurpador- de Cartago,
quien afirmaba que los sacramentos administrados por los clérigos traditores (que traían a
las autoridades romanas los libros sagrados como signo de renuncia a la religión cristiana)
no gozaban de validez; en otras palabras “todos los sacramentos dados o recibidos por los
traditores eran considerados nulos: los donatistas rebautizaban a los católicos que, por
propia voluntad o por la fuerza, estaban en sus filas” (Daniélou y Marrou, 1982, 284).
No demoró en surgir una respuesta de la Iglesia universal a este planteamiento
donatista, quedando claro que los sacramentos gozan de plena validez por Jesucristo y no
por quien los administra. Aunque la Iglesia sentó su posición con las palabras del papa
Melquiades, primero, y luego en el concilio de Arles, reafirmando la validez definitiva del
bautismo y prohibiendo que se rebautizara a los que, según ellos, habían recibido el
bautismo de los traditores, los donatistas no acogieron la voz del Papa y el Concilio, por lo
cual, su movimiento se extendió hasta mediados del siglo VII, pasando, incluso, del norte
de África a algunas regiones de Europa.
Después del lavatorio de pies, se recibe el soplo espiritual que hace perfecto el
bautismo, en el cual, por “la invocación del obispo, el Espíritu es infundido:
espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fuerza, espíritu de
conocimiento y piedad, espíritu del santo temor, que son como las siete virtudes del
Espíritu” (Ambrosio, De sacramentis, libro III, 8: SC, 25 bis). Como se afirmaba
antes, si en el bautismo se recibió al Espíritu Santo y, en general, a la Trinidad,
ahora por la confirmación se reciben los dones o virtudes del Espíritu y, aunque
aclara san Ambrosio que todas las virtudes provienen del Espíritu, afirma que estas
siete son las más importantes, de las que proceden todas las demás, pues “si bien el
Espíritu Santo tiene muchas formas, él posee toda una variedad de virtudes”
(Ambrosio, De sacramentis, libro III, 10: SC, 25 bis).
Al recibir los dones del Espíritu, el que ha sido confirmado puede abrir sus
ojos a la verdadera perfección de la fe y de la vida cristiana. San Ambrosio lo
resume así: “has acudido, fuiste bañado, has venido al altar, has comenzado a ver
lo que antes no veías (…) Tú que parecías tener el corazón ciego, has sido
impulsado a ver la luz de los sacramentos” (Ambrosio, De sacramentis, libro III,
15: SC, 25 bis).
Luego, propone un acto del catequista que consiste en anunciar el amor de Dios por
medio del anuncio completo de la historia de la salvación que, según sean las condiciones y
capacidades del catequizando, se hará de forma más breve o de forma más prolongada. No
puede darse por finalizada esta importante etapa del anuncio sin antes corroborar con los
actos del catecúmeno su deseo de adoptar una vida nueva, trasformada por el anuncio de la
salvación. “Raras veces, o por mejor decir, jamás sucede que quien viene a hacerse
cristiano no venga herido por algún temor de Dios, pues si le trae la esperanza de algún
provecho humano o el deseo de evitar alguna ofensa o enemistad de los hombres, no puede
decirse que quiere hacerse, sino que quiere fingirse cristiano; que la fe no consiste en
aprobar exteriormente, sino en creer de corazón” (Agustín, De Catechizandis Rudibus V,
9: PL 40, 322).
Su énfasis, que por cierto nunca ha perdido validez, es suscitar en quien pretende
hacerse cristiano un cambio de vida, en el que evidentemente deje atrás los paradigmas
paganos, ajenos a la religión, y adopte una fe sólida, convencida y sin fingimiento, una fe
comprometida eclesialmente con los hermanos, que no cree ni promueve cismas y herejías,
que no teme a la persecución ni a la muerte. Y entonces, después de haber entregado una
correcta preparación previa a la recepción del sacramento, sin una mayor dilatación,
“pregúntale si lo cree y desea cumplirlo; y si responde afirmativamente, haz sobre él
solemnemente la señal de la cruz y las demás ceremonias de la Iglesia: por lo que hace al
sacramento que recibe, hazle ver que estas cosas son señales visibles de las cosas divinas y
que hemos de venerar en ellas las cosas invisibles que representan, y que, por esto, no
puede usarse esta materia bendita para los usos ordinarios. Explícale su significado, y qué
es lo que sazona en él la plática que acaba de escuchar. Y con esta ocasión dile que
cuando encuentre en la Escritura alguna cosa de sentido mundano, aunque no las entienda
crea que por ellas se representa algo espiritual, tocante a las buenas costumbres y a la
vida futura; y que se acostumbre a interpretar simbólicamente todas las cosas que
encontrare en la Sagrada Escritura, si no puede referirlas directamente al amor de la
eternidad o al amor del prójimo. Ni se debe entender por prójimo solamente a aquel con
quien nos unen vínculos humanos, sino a todo el que puede formar parte del reino celestial,
sin desesperar de la enmienda de ningún hombre, cuando se ve que vive aún por la
paciencia de Dios, no por otra razón, como dice el Apóstol, sino para ser conducido a
penitencia” (Agustín, De Catechizandis Rudibus XXV, 50: PL 40, 332).
El sacramentario del papa Gelasio presenta dos aspectos importantes con relación a la
iniciación cristiana, más directamente al bautismo que, tanto en su época como ahora, son
de importante reflexión y, permiten que se reviva el interés de la liturgia de la Iglesia por
resaltar de tal manera los signos que por sí solos sean una catequesis para quienes los viven.
Después de todo esto, se bendice la fuente bautismal con una fórmula que comienza
con estas palabras: “te exorcizo a ti, creatura que eres el agua, en el nombre de Dios Padre
omnipotente y en el nombre de Jesucristo su Hijo y del Espíritu Santo” (Elorriaga, 1998,
210). Luego se profesaría la fe, con la misma forma responsorial que se conserva hoy en día
en el ritual del bautismo y, finalmente era sumergido en la fuente y ungido con el crisma.
Cabe aclarar que, para efectos del desarrollo de este escrito, se ha invertido el orden
de los momentos expuestos anteriormente, es decir, el sacramentario presenta primero la
invitación al bautismo y luego el periodo de catecumenado, lo cual es entendido si se tiene
en cuenta que el catecumenado de aquella época era para recibir de nuevo en la Iglesia a los
ya bautizados que por cisma o herejía se habían apartado de ella. La razón de invertir el
orden es acomodarlo al orden del rito actual, mostrando, de esa manera, cómo se genera la
primera estructura el rito que se celebra en la actualidad.
El gran suceso eclesial del siglo XX, el Concilio Vaticano II, que marcó una nueva
etapa en la historia de la Iglesia, se cuestionó acerca de la manera cómo la Iglesia se
relacionaba con el mundo de su época. Como fruto de la reflexión y discusión de los más de
dos mil obispos asistentes y de los teólogos asesores, quedó consignada una atrevida, pero
adecuada, propuesta de pastoral que debería ser considerada como el punto de partida, en el
contexto actual, de cualquier proceso de iniciación en la fe, no sólo en la acción
sacramental, sino también en la acción catequética. Hay que aclarar que no es una
propuesta consignada explícitamente en los documentos del Concilio, sino que se encuentra
escondida en cada línea, alimentando el que sería, tal vez, el primer objetivo de esta
solemne reunión de los obispos del mundo: “acrecentar de día en día entre los fieles la
vida cristiana (…) promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen
en Jesucristo” (SC. 1).
El cumplimiento de este objetivo va más allá de una reforma litúrgica que se puede
definir como radical, en el caso del Vaticano II, pero que toca sólo la dimensión celebrativa
del hombre; en este orden de ideas, el cumplimiento del objetivo, que desde un primer
momento queda consignado en el Concilio, debe tocar toda la realidad del hombre, su fe, su
vida, su cotidianidad. Por eso, el proceso de iniciación de la vida creyente debe ser fuerte y
suscitar, desde el comienzo, un verdadero encuentro con Jesucristo, un encuentro que no
sólo trasforme la vida de quien se acerca, sino que lo impulse a ayudar a otros a trasformar
su vida, así se estaría cumpliendo la labor del cristiano de ser un verdadero discípulo
misionero, al interior de una comunidad eclesial que es el Pueblo de Dios, adquirido por la
muerte y resurrección de Cristo.
Es cierto que, en el caso del bautismo de niños y, hasta cierto punto, de la primera
comunión, la formación se debe dirigir, fundamentalmente, a los padres o adultos
responsables de los niños, de los cuales se confía que son cristianos convencidos y
comprometidos; sin embargo, no se debe perder de vista que, en muchos casos los mismos
padres y padrinos no son conscientes de la fe que profesan y que quieren trasmitir a sus
hijos. Se evidencia una marcada ignorancia de su fe entre el común de los fieles bautizados
que, además, desencadena en una notable incoherencia entre la vida cotidiana y la moral
propuesta por la Iglesia.
Este mismo diagnóstico lo hacía el papa Benedicto XVI en la homilía que pronunció
en la eucaristía de apertura del año de la fe, con motivo de los cincuenta años de la
inauguración del Concilio Vaticano II: "El cristiano de hoy muchas veces no conoce ni
siquiera el núcleo central de la propia fe católica, el Credo, y así deja espacio a un cierto
sincretismo y relativismo religioso. No está lejos el riesgo de construirse una religión
hecha por sí mismo" (Benedicto XVI, 2012). Sin lugar a dudas, éste no es un fenómeno
solamente actual, ya antes se presentaba, no sólo entre los fieles laicos, sino también en
muchos de los fieles clérigos, los cuales, al no tener claridad en la doctrina de la fe que
profesaban, se expusieron a dos peligros: el primero, dejar contaminar dicha fe de otro tipo
de creencias y supersticiones ajenas a ella; el segundo, dejarla enfriar hasta el punto de
relativizarla y hasta perderla.
El Concilio quiso poner freno a esta realidad que afrontaban no pocos cristianos, por
lo cual se esforzó en acercar la Iglesia al mundo contemporáneo, abrir sus ventanas para
permitir que ésta mire hacia el mundo y así, el mundo mire hacia ella, pues en la Iglesia
brilla radiante la luz de Cristo para el mundo.
Después de todo ¿qué viene a ser un Concilio Ecuménico sino el renovarse de
este encuentro del rostro de Jesús resucitado, rey glorioso e inmortal, radiante
en toda la Iglesia para salud, alegría y resplandor de las naciones? (…)
Verdadera alegría para la Iglesia Universal de Cristo quiere ser el nuevo
Concilio Ecuménico. Su razón de ser —tal como viene saludado, preparado y
esperado— es la continuación, o mejor, es la repetición más enérgica de la
respuesta del mundo entero, del mundo moderno al testamento del Señor,
formulado en aquellas palabras, pronunciadas con divina solemnidad,
mientras las manos se extendían hacia los confines del mundo: Euntes ergo—
docete omnes gentes—baptizantes eos in nomine Patris et Filii et Spiritus
Sancti— docentes eos servare omnia quaecumque, dixi vobis (cf. Mt 28, 19-20).
Efectivamente, el mundo tiene necesidad de Cristo: y la Iglesia es la que debe
llevar a Cristo al mundo. (Juan XXIII, 1962)
Así pues, el Concilio buscó aterrizar la fe de los fieles, de manera que cada vez que
nazca un nuevo cristiano y llegue a la madurez espiritual, sea porque de verdad ha
conocido, comprendido y profundizado en la doctrina, la moral y la liturgia de la Iglesia a
la cual se está acercando y por medio de la cual se relacionará con el mundo.
La pregunta sería, entonces, ¿cómo lograr esto en una cultura que ha acogido la
religión cristiana como una tradición cultural?
La respuesta no es difícil de descubrir. Es necesario “sacar al proceso de iniciación
cristiana del aislamiento en el que ha llegado a encontrarse, insertándolo en un camino
pedagógico y ritual que tiene el propio culmen en la participación en la eucaristía, y por
consiguiente en la plena y fructuosa pertenencia a la comunidad cristiana. Tal exigencia
resulta fundamental sea en las situaciones de primera evangelización, sea en aquéllas en
las que es urgente dar cuerpo a una nueva evangelización” (Marengo, 2012). En otras
palabras, es necesario insertar los sacramentos en la vida común de las personas; volver a
cerrar la brecha que la misma Iglesia ha abierto entre vida espiritual y vida cotidiana;
volver a crear comunidades eclesiales vivas, tal como lo proponen los obispos
latinoamericanos en Aparecida.
Es necesario que la celebración sea significativa para quien participa de ella; es decir,
lo que se pretende es que la liturgia, por una parte, brote de la vida del fiel y, a la misma
vez, la alimente. Debe combatirse el hecho de que muchos participen de los ritos por
experimentarlos como una tradición, un compromiso social y, en la gran mayoría de los
casos, como una obligación inflexible.
Tal vez, éste ha sido el error de nuestros procesos de iniciación cristiana, pues hemos
dada por supuesta la fe, cuando la responsabilidad de los que guían el proceso es, en
realidad, afianzarla, inculcarla o anunciarla. Sin embargo, muchos han abrazado la fe sin
siquiera haber escuchado del kerigma, lo cual no es un fenómeno nuevo, pues incluso en el
libro de los Hechos se da una evidencia de esto: “Pablo les preguntó «¿Recibisteis el
Espíritu Santo cuando abrazasteis la fe? Respondieron, «Pero si nosotros no hemos oído
decir siquiera que exista el Espíritu Santo. Pablo replicó: «¿Pues qué bautismo habéis
recibido?» - «El bautismo de Juan», respondieron. Pablo añadió: «Juan bautizó con un
bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después
de él, o sea en Jesús.» Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor
Jesús” (Hch 19, 2-5).
Finalmente, hace falta que los cristianos de este tiempo tomen consciencia de la
necesidad de vivir la fe al interior de una pequeña comunidad, en la cual se refresque el
amor primero por la persona del Hijo de Dios, en la que se renueven los conocimientos
doctrinales y en la que se celebre con el profundo sentido festivo de la liturgia cristiana.
Éste es el medio por el cual el Señor de la Iglesia ha querido darle carácter de eternidad a su
pueblo y, sólo de esa manera, la Iglesia tiene la esperanza de seguir brillando para el mundo
a lo largo de la historia que a la humanidad le resta vivir.
LISTA DE REFERENCIAS
1. Referencias patrísticas
2. Referencias conciliares
3. Libros referenciados
Daniélou, Jean y Marrou, Henri (1982). Nueva Historia de la Iglesia: Desde los
orígenes a Gregorio Magno. Madrid, Cristiandad.
4. Referencias magisteriales
Benedicto XVI (2012). Homilía de apertura del año de la fe. Recuperado de internet
el 22 de octubre de 2012: http://www.publico.es/internacional/444027/el-papa-denuncia-
que-muchos-cristianos-ni-siquiera-conocen-su-fe
5. Otras referencias