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NUEVA EVANGELIZACION

DOCUMENTOS DE TRABAJO PUBLICADOS POR EL GRUPO DE


INVESTIGACION RELIGION Y CULTURA DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA
BOLIVARIANA

CARLOS ARBOLEDA MORA (director)

VOLUMEN II

UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA


ESCUELA DE TEOLOGIA, FILOSOFIA Y HUMANIDADES
MEDELLIN, COLOMBIA
2013
NUEVA EVANGELIZACION

CARLOS ARBOLEDA MORA (director)

VOLUMEN II

UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA


ESCUELA DE TEOLOGIA, FILOSOFIA Y HUMANIDADES
MEDELLIN, COLOMBIA
2013
PRESENTACION

El grupo de investigación Religión y Cultura de la Universidad Pontificia Bolivariana para


ayudar a la Iglesia en las labores de la Nueva Evangelización, publica estos documentos de
trabajo.
Son escritos, ensayos e investigaciones elaborados por los alumnos de los cursos servidos
por los miembros del Grupo de investigación. No son, por tanto, obras acabadas, sino
esfuerzos reflexivos e investigativos de los estudiantes de diversas asignaturas en la Escuela
de Teología, Filosofía y Humanidades. Sus autores son estudiantes de pregrado de Teología
principalmente; de ahí su carácter inicial y provisorio pero llenos de entusiasmo por la
causa de la transmisión de la experiencia cristiana.
El eje fundamental de los trabajos es la categoría Experiencia-Testimonio. El cristianismo
entendido no como una serie de conceptos, recetas y elaboraciones especulativas, sino
como una experiencia fundamental de amor que se transmite a través del testimonio de
quienes han tenido esa experiencia. La fe no es adhesión a unos conceptos doctrinales sino
experiencia viva, mística, que hace al que la tiene, heraldo de la luz, la belleza y la verdad
del amor.
El proyecto es publicar algunos volúmenes, de los cuales este es el segundo, para uso de los
agentes evangelizadores especialmente de la Arquidiócesis de Medellín, pero que son útiles
en toda América Latina. Por eso su uso es libre.
Confiamos en que sean de utilidad para las comunidades de evangelizadores del siglo XXI.
Carlos Arboleda Mora
Director
Grupo Religión y Cultura
TABLA DE CONTENIDO

1. SECULARIZACION Y NUEVOS AREOPAGOS. FREDY YESID CASTILLO


MURCIA
2. NUEVOS AREÓPAGOS DESDE EL DIÁLOGO FE Y LA RAZÓN EN EL
PENSAMIENTO DE BENEDICTO XVI. JUAN CAMILO HIGUITA
MONSALVE
3. SEMANA EN TAIZÉ. UNA EXPERIENCIA ECUMÉNICA. ENÁN XAVIER
HUMÁNE.
4. SENTIDO ESTÉTICO Y MÍSTICO DE LA EUCARÍSTÍA. GUILLERMO
EDUARDO NARVÁEZ SALAMANCA
5. LA EXPERIENCIA DE LOS TEMPLOS – COMEDORES EN COLOMBIA,
UN ANALISIS TEOLÓGICO SOBRE SU COHERENCIA Y SU
ORTODOXIA CRISTIANA CATÓLICA. RAFAEL TAMAYO FRANCO.
6. EL ENCUENTRO CON JESUS EXPERIENCIA TRANSFORMADORA
PARA LOS JÓVENES. JOSÉ MANUEL LOBO MENESES
7. EL LAICO Y LA NUEVA EVANGELIZACIÓN. DANTE GIOVANNI
BOGGIANO ROSSI
8. LA INICIACIÓN CRISTIANA: RESPUESTA A LA NECESIDAD ACTUAL
DE LA IGLESIA . DIEGO ALEJANDRO DÍAZ URIBE
SECULARIZACION Y NUEVOS AREOPAGOS

FREDY YESID CASTILLO MURCIA

RESUMEN

Este trabajo surge como respuesta a las problemáticas que se encuentran inmersas en un mundo regido por un
capitalismo exacerbado y consumista en donde, por una conservación de la imagen, se pierde el sentido de
todo aquello que representa lo sacro y el hombre entra en un sinsentido en el que no puede responder por los
interrogantes más fundamentales de su existencia. La respuesta a esa desazón va en consonancia a una nueva
evangelización en donde se le devuelva al hombre esa visión de lo sagrado. Donde se dé un encuentro con el
amor de Dios, y por consiguiente descubre la felicidad, aun en el sufrir.

Palabras claves: nueva evangelización, desacralización, crisis de fe, pequeñas comunidades.

INTRODUCCIÓN
En este proyecto, intentaré mostrar los principales problemas por los cuales la iglesia está
pasando, y como a lo largo de la historia el hombre, ha perdido el sentido por lo religioso.
Optando por una vida guiada por las filosofías actuales en que se encuentra inmerso. Pero
me centraré en la post-modernidad donde el hombre ha optado por quitar a Dios de en
medio, y esto ha repercutido en las sociedades, ya que se han dado una serie de
hermenéuticas racionalistas y empiristas, metiendo al cristianismo en simple categorías
morales, una de ella es la moral de esclavos, como lo planteó Federico Nietzsche, situando
a Dios en simples categorías racionalistas, donde intentó meter a Dios en simples
conceptos. Creando una imagen de Jesús como un maestro de la ética a la medida de este
pensamiento.

Esto le ha causado un gran daño a las generaciones actuales, donde la religión es vista
como algo opcional. Estamos inmersos en un mundo desacralizado, donde el valor por
sacro se ha perdido, ya no dice nada, los sacramentos y la tradición de la iglesia se han
opacado, por posturas racionalistas, y aquellos lugares y sacramentos, que una vez fueron
procesos vivos de la presencia de cristo para evangelizar, hoy no llevan a la gente al
encuentro con el resucitado. Otros términos que se viven en la actualidad son la
descristianización y la crisis de fe, en respuesta a estos fenómenos que se han presentado, el
espíritu santo ha suscitado el concilio vaticano II. Donde han surgido una serie de
realidades de pequeñas comunidades heterogéneas donde se verdaderamente cristianismo
que es el cuerpo de cristo resucitado, y donde las personas llegan a entender el verdadero
significado de la existencia y la esperanza de la resurrección, el sentido del sufrimiento ya
es visible y aceptable a través de la cruz. Y descubren que como cristianos, tienen la misión
de ser sal, luz y fermento, para aquellos que aún no se ha encontrado con este verdadero
amor.

CAPITULO 1. ORIGEN DEL TÉRMINO Y PROBLEMAS ACTUALES


DE LA IGLESIA ACTUAL

El beato Juan pablo segundo vio la necesidad, de volver a re evangelizar la cultura, y


aprovechando su visita a Puerto Príncipe, Haití, 9 de marzo de 1983, y pronuncio por
primera vez la palabra nueva evangelización, con ocasión de empezar la novena de años
para celebrar el quinto centenario de la evangelización en América latina. La frase en sí
misma, puede tener un significado general, pero de hecho en sí misma, es una invitación a
encontrar y suscitar nuevos métodos nuevas expresiones y nuevo fervor de los apóstoles.

El hombre de hoy es un ser individualista, sujeto a su propia razón, regido por un mundo
secularizado, donde lo único válido es lo empírico, lo que el hombre pueda experimentar
por los sentidos, donde es guiado por la cultura actual de la sociedad.

La sociedad post-moderna en la que se vive actualmente, es una sociedad marcada por el


pragmatismo, donde su órbita y su punto de partida es la ciencia, es una sociedad de corte
racional, donde todo aquello que no se pueda explicar por el método científico, o no entre
en los parámetros de la razón, se rechaza o se deja a un lado.
Han creado una serie de paradigmas anti-clericales, tachando a la iglesia de ser una
institución que ya está mandada a recoger, y que lo único que hace en el hombre es meterle
el miedo. Se atreven hablar de esta forma sin haber conocido el verdadero sentido del
paradigma cristiano, donde tiene sus raíces en el Jesús histórico, representando un
paradigma de pensamiento y de vida nueva.
CAPITULO 2. RESPUESTA DE LA IGLESIA, DE FRENTE A LOS PROBLEMAS
DE UN MUNDO SECULARIZADO
Estos problemas repercuten de forma directa en la iglesia, ya que se enfrenta a una cultura
descristianizada, donde se da la pérdida del misterio de Dios en el interior de la iglesia.
¿Por qué se pierde? Porque la iglesia ya nos le dice nada, por una razón muy simple porque
aquellos que ya no vienen a la iglesia, lo que se han marchado de ella, no tienen fe, y, por
lo tanto la pastoral de sacra mentalización y de conservación, ya no les sirve. Porque para
creer que Jesucristo está en el sagrario, y que Jesucristo está en la eucaristía se necesita fe.

Así la iglesia está corriendo un gran riesgo. Esto lo dijo el cardenal Dell’Acqua en una
alocución a los párrocos de Roma: si la iglesia mantiene solo esta pastoral ya no es
misionera.

Por su propia misión, la iglesia avanza junto con toda la humanidad y


experimenta la misma suerte terrena del mundo, y existe como fermento y
alma de la sociedad humana que debe ser renovada en cristo y
transformada en la familia de Dios. El esfuerzo misionero exige entonces
la paciencia. Comienza con el anuncio del evangelio a los pueblos y a los
grupos que aún no creen en Cristo; continuando con el establecimiento de
comunidades cristianas, signo de la presencia de Dios en el mundo.(CEC
854)

La respuesta a esta situación de la iglesia ha sido el Concilio Vaticano II. Ante estos
procesos de desacralización, descristianización y crisis de fe, el espíritu santo no se ha
quedado tranquilo, sino que ha inspirado el concilio.
El concilio ha respondido, ante un proceso de desacralización, porque se ha perdido el
sentido del culto, porque la liturgia ya no dice nada, lo primero que ha hecho el concilio ha
sido renovar la liturgia y hablar de los signos que tienen que ser recuperados.
El concilio ha iniciado una renovación litúrgica. “En efecto, liturgia, por cuyo
medio, se ejerce la obra de nuestra redención, sobre todo en el divino sacrificio de
la eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y
manifiesten a los demás, el misterio de cristo y la naturaleza autentica de la verdad
de la iglesia.” (SC.2)

El proceso de descristianización, pérdida del sentido cristiano, un divorcio manifiesto entre


religión y vida. Cada vez son más personas que abandonan la iglesia, o van por cumplir,
por el simple hecho de que les vaya bien como una superstición, estos son problemas
patentes que se ven a diario en la cultura.
Los hombres optan por buscar sus seguridades en personas, como, futbolistas, cantantes,
científicos, que se convierten en iconos para imitar. La mayoría de estos famosos son
personas entregados a los placeres, a disfrutar la vida de una manera única, sin tener en sus
vidas a Jesucristo, solo les interesa el ser reconocido, eso es lo que mueve hoy la sociedad
secularizada.

Esta es la sociedad en que vivimos, donde son más importantes los derechos
fundamentales, que es verdad que son importantes, y que se les debe dar pleno
cumplimiento, y el gobierno está en la obligación de velar, para que se den estos derechos
a los ciudadanos, pero abecés, atentan contra la propia vida, como los discursos actuales
sobre el aborto y la eutanasia.
Este divorcio entre religión y vida, es el resultado, de la falta de evangelización, de
procesos que lleven al verdadero encuentro con Jesucristo, el modelo actual, las catequesis
que recibe la gente antes de un sacramento, son solos conceptos, que por medio de ellos es
imposible llevar a la gente al encuentro con el resucitado.
Todos los miembros de la comunidad parroquial son responsables de la
evangelización de los hombres y mujeres en cada ambiente. El espíritu
santo, que actúa en Jesucristo, es también enviado a todos en cuanto
miembros de la comunidad, porque su acción no se limita al ámbito
individual, sino que abre siempre a las comunidades a la tarea misionera, así
como ocurrió en pentecostés( AP 171)

Los catequistas a los que el párroco les encomienda la tarea de la dar catequesis pre-
sacramentales como son, el bautismo, la eucaristía, la confirmación. Son guiadas por
personas que lo único que pueden transmitir es la preparación aprendida de las cartillas
asignadas por cada diócesis. Pero que en la mayoría de veces no dice nada, se quedan en
simples ritualismos y oraciones de tradición e historia de la iglesia, que son muy buenos.
Pero que no aseguran la fe, y no son capaces de llevar al encuentro con el resucitado, y se
ve vigente que tanto al catequista que se supone que tiene fe, como al niño, al joven al
adulto que se está preparando, no les dice nada, cumplen el sacramento y no vuelven nunca
más por la iglesia. Esto es lo que se debe cuestionar, e interrogar en que se está fallando, y
que modelos se deben instaurar
El problema es que se le dan dado interpretaciones a la escritura, por intentarla hacerla más
amena, más factible al grupo de personas que aún siguen viniendo por la iglesia, y se ha
caído en reduccionismo donde se ha perdido el verdadero sentido de la religión, ejemplos
concretos
“La nueva evangelización se orienta a una situación intermedia,
especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en
las iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el
sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la
iglesia, llevando una existencia alejada de cristo y de su evangelio.”

Es importante recuperar, la evangelización de los primeros siglos. Donde estos primeros


discípulos vivían del testimonio, y anunciaban desde su experiencia inclusive hasta con su
propia vida, y unos pocos llevaron la religión a todo un imperio. “¿Cómo creerán en aquel a
quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les prediquen?
La nueva evangelización, consiste en el coraje de atreverse a transitar por nuevos senderos,
frente a las nuevas condiciones, y los problemas de la sociedad contemporánea, en las
cuales la Iglesia está llamada a vivir hoy el anuncio del Evangelio. La iglesia tiene que ir a
la par con la sociedad, pero sin caer en relativismos, tiene que tener un espíritu crítico,
hacer diálogos con las otras ciencias.
Aunque la primera vez que se dijo “Nueva Evangelización” fue en América Latina, la
expresión fue lanzada a la Iglesia Universal por el mismo Juan Pablo II (1990) en la
encíclica Redemptoris Missio, donde dice:
“Hoy la Iglesia debe afrontar otros desafíos, proyectándose hacia nuevas
fronteras, tanto en la primera misión “ad gentes”, como en la Nueva
Evangelización” de pueblos que han recibido ya el anuncio de Cristo. Hoy
se pide a todos los cristianos, a las Iglesias particulares y a la Iglesia
universal la misma valentía que movió los misioneros del pasado y la
misma disponibilidad para escuchar la voz del Espíritu.” (no. 30)
Podemos decir que la “Nueva Evangelización” es una acción sobre todo espiritual, que
exige un proceso de discernimiento acerca del estado de salud del cristianismo.
Sin embargo la expresión no logra, ser recibida de modo pleno y total, dentro de la Iglesia y
dentro de la cultura. Existe la duda de que la “Nueva Evangelización” cubra o esconda la
intención de nuevas acciones de proselitismo de parte de la Iglesia católica, principalmente
en relación a las otras confesiones cristianas. Dice el profeta Isaías que el “templo debería
ser una casa de oración para todos los pueblos”.

CAPITULO 3. LOS NUEVOS AREOPAGOS PARA


LA EVANGELIZACION

Hace poco se empezó a plantear un término que quizás responde a este interrogante, el
“Patio de los Gentiles”, que es un lugar donde los hombres pueden entrar en contacto de
alguna manera con Dios sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su
misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia. Es necesario perseverar en el
diálogo no sólo con las religiones, sino también con los que consideran la religión una cosa
extraña.
Los escenarios de la “Nueva Evangelización”.
Escenario cultural: Estamos en un mundo secularizado, se intenta imaginar la vida del
mundo y de la humanidad sin referencia a la trascendencia. Esta tiene un tono modesto que
ha invadido la vida cotidiana de las personas y ha desarrollado una mentalidad en cual Dios
está, de hecho, ausente, en todo o en parte, de la existencia y de la consciencia humana.
Aquí hay graves implicaciones antropológicas.
Escenario Social: El fenómeno migratorio provoca un encuentro y una mezcla de culturas
que nuestras sociedades no conocían desde hace siglos. Aquí entra el tema la globalización
que puede tener ser una fenómeno negativo si prevalece la hermenéutica determinista,
vinculada solamente con la dimensión económica y productiva, y al mismo tiempo tiene
una dimensión positiva en cuanto es un fenómeno de crecimiento en el cual la humanidad
aprende a desarrollar nuevas formas de solidaridad y nuevos caminos para compartir el
progreso de todos hacia el bien.
Escenario de los Medios de Comunicación: Este es uno de los grandes retos para la Iglesia,
son los nuevos areópagos, es uno de los más importante ya que el dialogo, el principal eje
de la sociedad.
Escenario económico: desequilibrios entre Norte y Sur del mundo.
Escenario de la investigación científica y tecnológica: Son los nuevos ídolos del mundo, la
ciencia puede ser una nueva religión.
Escenario Político: Temas como la paz, el desarrollo, la liberación de los pueblos, los
derechos humanos, etc…Son temas que afectan a la Iglesia, pues el centro de todo es la
persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.
Como el cristianismo enfrenta estos nuevos escenarios:
Primero esto exige una actitud crítica de los estilos de vida, de las estructuras de
pensamiento y de los valores y también una autocrítica.
Podemos decir que la “Nueva Evangelización” es trabajar para construir caminos de lectura
de los fenómenos ya indicados, permitiendo traducir la esperanza del Evangelio en
términos practicables, tener la audacia de formular la pregunta acerca de Dios al interno de
estos problemas, realizando lo especifico de la misión de la Iglesia y mostrando de esta
manera como la perspectiva cristiana ilumina en modo inédito los grandes problemas de la
historia.

Nueva Evangelización” y deseo de espiritualidad:


Los grandes encuentros mundiales de la juventud, las peregrinaciones hacia los lugares de
devoción, antiguos y nuevos, la primavera de los movimientos y de las asociaciones
eclesiales, constituyen el signo visible de un sentido religioso que no se ha apagado.
La “Nueva Evangelización” en este contexto pide a la Iglesia que sepa discernir los sinos
de los tiempos, la acción del Espíritu, orientado y educando sus expresiones, en vista de una
fe adulta y consciente, hasta alcanzar “la plena madurez de Cristo” (Ef 4,13).
Nuevos modos de ser Iglesia.
“Nueva Evangelización” indica finalmente la exigencia de encontrar nuevas expresiones
para ser Iglesia dentro de los contextos sociales y culturales actuales, en proceso de
continua mutación.
Siempre hay que tener presente la primera evangelización, la atención pastoral y la “Nueva
Evangelización”.
El mandato misionero con el cual se concluye el Evangelio “id pues y haced discípulos a
todas las gentes bautizándolas en el nombre del padre y del hijo y del espíritu santo y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (MT 28, 19-20).
CONCLUSIONES

Es de vital importancia, para llevar acabo los procesos de iniciación cristiana, que los
obispos, y los sacerdotes, estén en comunión con Roma. Ya que uno de los principales
problemas, hoy son los curas, que se cierran a la nueva evangelización, ya que prefieren
seguir con su pastoral, o tienen una mentalidad muy cerrada, muy clerical, esto se resume
en que los presbíteros no tienen fe y deberían ser los primeros en hacer estos procesos de
evangelización.
La iglesia, las parroquias, deben estar abiertas al dialogo con las demás ciencias, estar al
tanto de la sociedad, estar presente en los debates actuales, donde se pone en riesgo la vida,
como son los temas del aborto y la eutanasia, refutar y dar su punto de vista de frente a
todos, aquellos pensamiento anticleralistas.

Es necesario también pasar de una iglesia de masas donde la gente va pero la celebraciones
no les dice nada, y al final optan por dejarla, a una iglesia, de pequeñas comunidades, como
comenzó el cristianismo en la iglesia primitiva, donde verdaderamente se geste en aquella
comunidad los signos de la fe la unidad y el amor, mirad como se aman, donde den
testimonio del encuentro vivo con Jesucristo.

BIBLIOGRAFÍA

Biblia de Jerusalén. (1999). Bilbao. Desclée De Brouwer


CELAM. (1992). Catecismo de la iglesia católica. Madrid. Asociaciones de Editores del
catecismo.
CELAM. (2007) Documento de Aparecida. Bogotá. Editores Verbo Divino.
Gaudium et Spes. En: Concilio vaticano II (1968). Madrid. BAC.
Juan Pablo II. (1991). Redemptoris misio. Madrid. Paulinas
Sacrosantum Concilium. En: Concilio vaticano II (1968). Madrid. BAC
NUEVOS AREÓPAGOS DESDE EL DIÁLOGO FE Y LA RAZÓN EN EL
PENSAMIENTO DE BENEDICTO XVI.
JUAN CAMILO HIGUITA MONSALVE

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN
1. DIAGNOSTICO: SIN VERDAD NO HAY HUMANIDAD
2. LA APUESTA POR EL SER
3. ¿PODEMOS SABER CUAL ES ESA NUEVA DOCTRINA QUE TU EXPONES? CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFIA

RESUMEN
Apenas estrenando el nuevo milenio la Iglesia ha tenido que sentarse a pensar acerca de su esencia,
acerca de lo que le es más necesario. Y por eso desde el pontificado de Juan Pablo II se ha propuesto poner a
la Iglesia en estado de nueva evangelización. La verdad es que por todos lados se habla de eso pero pocos se
atreven a dar pasos para lograrlo.
Uno de los ambientes a recuperar para llevar a cabo este proceso es la evangelización de los nuevos
areópagos. Son muchos y seguro que cada día surgirán nuevos lugares para ir a proclamar la resurrección del
Señor.
Ante estos múltiples ambientes surge una pregunta ¿Cómo llegar, cómo evangelizar en estos lugares?
La respuesta puede encontrarse en el pensamiento y el modo de actuar de Benedicto XVI. Desde su forma de
poner a dialogar la fe con la razón surge una propuesta firme y clara de cómo lograr este objetivo. Esto sirve
tanto para creyentes como para los que no lo son, pues sencillamente invita a dejar del lado el miedo y las
prevenciones y a entrar en un diálogo donde el aporte de cada uno para con el otro sea reciproco y
constructivo. Pues si la Iglesia no le tiene miedo a la razón de igual forma la razón no ha de temerle a la fe.

Palabras claves: Fe, razón, diálogo, hombre, Dios, Iglesia.

Le tomaron y le llevaron al Areópago; y le dijeron:


¿Podemos saber cuál es esa nueva doctrina
que tú expones? Pues te oímos decir cosas extrañas
y querríamos saber qué es lo que significa. (Hch 17,19-20)

INTRODUCCIÓN
La presencia del cristianismo en el mundo ha cambiado la historia, su presencia se
encuentra en las raíces de la cultura occidental. Durante mucho tiempo todo se vio
permeado abiertamente por la influencia de la fe. Grandes fueron las oportunidades y los
esfuerzos de generaciones de cristianos por llevar la presencia del resucitado hasta los
confines de la tierra (cf. Mt 28, 19-20).
Pero con el paso del tiempo fue creciendo tanto la cultura y la civilización que,
como apenas es lógico, fue olvidando sus raíces y se sintió capaz de seguir adelante sola.
Pronto se llegó a mirar de nuevo el cristianismo como una superstición inoficiosa e
irracional, incapaz de dialogar con el mundo actual y lo único que le tocaba hacer era
quedarse totalmente muda.
Ante esta realidad la Iglesia ha invitado a todos los creyentes a iniciar un proceso de
nueva evangelización que responda y de sentido a los hombres de hoy. En esta perspectiva
el pensamiento de Benedicto XVI es una pauta necesaria para que en los nuevos areópagos
se haga audible el mensaje de la fe, que habla al mundo de hoy. Una fe que no tiene miedo
a la razón y que invita a no tener miedo de la fe. Esa es la doctrina, y el estilo de vida por el
que todavía siguen preguntando y que desde el pensamiento del Papa teólogo se tratará de
responder.
CAPITULO 1. DIAGNÓSTICO, SIN VERDAD NO HAY HUMANIDAD
El mundo actual como hijo, o si se quiere nieto de la modernidad ha ido llevando en
su carga “genética” aquello que sus antecesores le han heredado, grandes inventos y
avances que han ayudado al avance de la raza humana, pero junto con estos avances hay
enfermedades que a pesar del tiempo y los descubrimientos no se han frenado, sino que al
contrario se han vuelto crónicas. Hay dos que han marcado en gran parte la historia de
occidente. Por un lado están los racionalismos exacerbados y por el otro los fideísmos
irracionales que lo único que han logrado hacer es disminuir la grandeza de la humanidad
realizada en Jesús.
Joseph Ratzinger ha asumido desde sus primeros años como profesor en la
universidad de Bonn hasta su servicio como pontífice una posición beneficiosa y acorde
con la realidad, tratando de lograr que el mundo comprenda lo necesario de ambas
realidades, fe y razón, para llegar a la Verdad, “pues ambas son como alas que le ayudan al
espíritu humano a llegar a ella” (Cf. FR preámbulo).
En una charla comentando la encíclica Fides et Ratio, el entonces cardenal
Ratzinger pone sobre la mesa aquello contra lo que hay que luchar y porque esta encíclica
es tan importante y necesaria. En el fondo sigue patente, y no podría ser de otra manera,
aquella afirmación de Henri de Lubac (1990), que luego retomaría Pablo VI en la
Populorum progressio: “El humanismo exclusivo (sin Dios, sin la Verdad) es un
humanismo inhumano” (p. 11), cualquier realidad humana sin la presencia de Dios, sin el
deseo de la Verdad tiende a destruir al hombre, sea ciencia, técnica, filosofía, economía,
política etc… sino tiene en cuenta la presencia de Dios lo único que hace es acortar la
mirada y cerrar las posibilidades de una verdadera humanidad. La crisis actual de la
humanidad se debe en gran medida al imperio del relativismo y el triste reconocimiento de
la imposibilidad humana de llegar a la Verdad en una “falsa humildad y una falsa soberbia”
(Ratzinger, 2000) parece que el hombre actual se cansó de los absolutos, del Absoluto, y ya
no quiere arriesgarse a llegar allá y a favor de la tolerancia a impulsado el aparecer de las
verdades.
Otra de las realidades analizadas es la pérdida del ser y el reino del hacer, así “la
identidad entre la verdad y el ser queda suplantada por la identidad entre la verdad y la
facticidad; puede conocerse el hecho, lo que nosotros mismos hemos hecho” (Ratzinger,
1969, p. 41) logrando entender que no hay nada más. Solo aquello que es experimentable es
real y entendible, solo lo que llegue por medio de la razón es válido, no hay nada más, y
¿acaso no tiene el hombre dos ojos: la fe y otro la razón? ¿No se acorta mucho la vista
cuando solo confía en uno o pierde alguno? ¿O es que de verdad solo se puede confiar en la
razón y en la técnica? ¿No demostró el siglo pasado de las guerras dicho error?

Cabe también resaltar el error que cometen aquellos que se cierran a la razón y
hacen de la fe un acto totalmente irracional, pues no solo están quedándose a medio camino
sino que estarían negando la realidad de Dios que se ha hecho “Histórico, uno de los
nuestros se ha hecho razón, pues es Logos” (Ratzinger, 1969, p. 106) olvidando que la
decisión del cristianismo por la razón, por la filosofía viene desde los primeros siglos de su
vida y así sigue diciendo este teólogo a modo de conclusión: “decido optar por aquel Dios
que no es mito, ni pertenece a un pueblo especifico, sino por aquel que es razonable, por el
que pueden entender los filósofos y todos los pueblos” (ibíd).

1.1. Para llevarnos a todos a Dios


Pero a pesar de todas las tensiones que se han dado a lo largo de la historia, la Iglesia
desde sus mismo orígenes soluciono esta discusión al optar por el Dios de los filósofos, y
eso es lo que ha asegurado que la fe cristiana se mantenga, pues no cayó en la sola piedad,
sino que aseguró sus pasos en la firmeza de la razón, de tal modo que para llegar a Dios se
necesiten ambos pies y ambos ojos, es por eso que

El cristianismo primitivo llevó a cabo una elección purificadora: se decidió


por el Dios de los filósofos en contra de los dioses de las otras religiones. El
problema era este: ¿a qué Dios corresponde el Dios cristiano, a Zeus, a
Hermes, a Dionisio o a algún otro? La respuesta fue esta: a ninguno de esos,
a ninguno de los dioses que vosotros adoráis, sino a aquél a quien no dirigís
vuestras oraciones, al único, a aquel del que hablaron vuestros filósofos”
(Ratzinger, 1969, p. 109-110)

Y ¿cómo es posible que aquel de quien solo se habla en la academia sea el Dios
cristiano? Entonces ¿Por qué Platón y Aristóteles no lo encontraron? ¿Cómo aquello que es
frío y solo intelectual puede venir a ser el fundamento de todo, el fundamento de una vida
nueva y la salvación del hombre? Luego ¿solo es posible recibirlo por la razón e ir y
aprenderlo o experimentarlo? ¿Sera un número, o fuego, aire o tierra? Y la verdad es que
les hacía falta algo, entender lo que la Iglesia primitiva hizo y mostró que este Dios decidió
hacerse carne, pues algo es seguro “tiene un corazón, está ahí como amante, con todas las
extravagancias de un amante” (Ibíd, 117) y no solo tiene corazón sino que ha buscado tener
corazón humano, amar con corazón humano, trabajar con manos humano y pensar con la
razón humana (CEC, 478). “Se ha hecho uno de los nuestros” (Ratzinger, 1969, p. 287), por
amor y así “este Dios de los filósofos, cuya pura eternidad e inmutabilidad excluye toda
relación a lo mutable y contingente, es para la fe el Hombre-Dios, que no solo es pensar del
pensar sino agapé, potencia de amor creador” (Ibid, p. 115), que no es pura inteligencia fría
“sino la inteligencia que me conoce y me ama, puedo confiarme a ella con la seguridad de
un niño que en el tú de su madre ve resueltos todos los problemas” (Ibíd, p. 58) por eso la
confesión cristiana debe ser en el logos encarnado, en la persona del Hijo de Dios, que se
ha hecho alcanzable, más aun ha venido en la búsqueda del hombre y así todo cristiano
confiesa: “Yo creo en ti, Jesús de Nazaret, como inteligencia (logos) del mundo y de mi
vida” (Ibid p. 58) Por tanto Dios que es amor en quien se cree, también es razón.
Y es en virtud de la razón acompañada de la fe que existe la misión, porque el deseo
del hombre siempre es por su fin último, por el fundamento de su existencia, por la verdad,
¿no es acaso ese el fin de la filosofía, y el fin de la religión cristiana? ¿Y no es derecho del
hombre conocerla y obligación de los cristianos anunciarla? pues para que esto suceda
“quien quiera llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar
correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas.” (Benedicto XVI, 2006), se
encuentra pues aquí un punto indiscutible de unión y de necesidad recíproca entre ambas,
pues “creí y por eso hable” (2Cor 4,13). De este modo la razón apoya a la fe para que en
verdad entre en dialogo con las culturas, para que se haga creíble y logre que “todos los
hombres se salve y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm 2,4). Es por eso que el
verdadero cristiano, en el camino del seguimiento de las huellas de su divino Maestro ha de
encarnar también ese “logos” y en la entrega de su propio ser extenderlo por todo el mundo
para que sea conocido, creído y amado, cosa que es posible solo si el discípulo toma en las
manos el libro (la razón, la ciencia, la filosofía) y en el corazón la presencia del Dios-
Hombre.

En esta misión tras la huellas del “Logos encarnado”, hay que llevar a los hombres a
una verdadera libertad, que solo puede ser lograda por la verdad, meta de todo el camino
guiado por la razón y la fe, y esa Verdad tiene un nombre, tiene un rostro, es una persona:
Jesús. Por eso el Santo Padre siempre ha luchado contra las tentativas de la dictadura del
relativismo que niega la verdad, y por ende al Dios-Logos “¿Qué objeto tiene una
“libertad” que, ignorando la verdad, persigue lo que es falso o injusto?” (Ratzinger, 2008):

Hay que salvaguardar rigurosamente la importancia fundamental de la


libertad. No sorprende, pues, que muchas personas y grupos reivindiquen en
voz alta y públicamente su libertad. Pero la libertad es un valor delicado.
Puede ser malentendida y usada mal, de manera que no lleva a la felicidad
que todos esperamos, sino hacia un escenario oscuro de manipulación, en el
que nuestra comprensión de nosotros mismos y del mundo se hace confusa o
se ve incluso distorsionada por quienes ocultan sus propias intenciones.
(Ibid)
De este modo el grito del hombre en la voz del Papa, es el deseo último de hallar
saciadas todas sus aspiraciones, aspiraciones de verdad, aspiración de Jesús, que se conoce
por la fe, pero por una fe razonable, pensable, una fe que como don parte de Dios pero se
vive humanamente El cielo ha comenzado.

Así lograr llegar a la diestra de Dios, lugar al cual se asciende de la mano de aquel que nos
compartió su naturaleza. Como canta la Iglesia en la ascensión del Señor: “Vosotros sois
mi cosecha. El Padre ya os ha sentado conmigo, a su derecha”(PG 43,439-451.462-463)
.Por eso en la mirada que se dirige a Jesús que invita a no tener miedo y a caminar por
encima de los embates de la existencia para llegar a la otra orilla, (Cf. Mt 14, 22-33) puede
haber una seguridad “Él no quita nada y lo da todo” (Ratzinger, 2005), no acaba la razón
sino que la expande y la hace llegar a su fin último, hace creíble la fe pues puede pensarse y
comprenderse, en esta línea cita Paul Ricoeur a San Agustín: “pues para esta era moderna
incapaz de llegar a un conocimiento directo de Dios debe comprender para creer, pero debe
creer para comprender” (Ricoeur, 2003, p. 271). Y así todos pueden llegar de nuevo a Dios,
venciendo el temor a creer y a pensar.

CAPITULO 2. LA APUESTA POR EL SER

“Cuando hablamos de Dios nos referimos al ser mismo, a lo que los filósofos
consideran como el fundamento de todo ser, al que han ensalzado como Dios sobre todos
los poderes, ese es nuestro único Dios” (Ratzinger, 1969, p. 110) “así el cristianismo se
puso del lado de la verdad y no de las ceremonias vacías” (ibíd, p. 113). Pero obviamente la
visión que completa al Dios de los filósofos desde el cristianismo es su cercanía e irrupción
en el mundo, pero hay más acerca de este Ser, pues la ya larga tradición filosófica iniciada
en los griegos y continuada por los pensadores cristianos habían visto en el Ser unas ciertas
características bien significativas y que lo hacía Ser, Uno, Bueno, Bello y Verdadero. Las
primeras no es el caso de entrar a discutirlas, la última ya se ha trabajado anteriormente al
pensar en Jesús como la Verdad. Resta ahora hablar de la belleza, pues esa verdad de Dios
es al mismo tiempo belleza que es la gran necesidad del hombre, que es armonía. De este
modo al entrar en la basílica de la Sagrada Familia afirmaba el papa acerca de Gaudí como
hombre capaz de conciliar fe y razón en la belleza:

Hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión
entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este
mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y
Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con
piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad
del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de
nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como
Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo
(2010)

Se hace necesario revalorizar la belleza de nuevo, pues ella saca lo más íntimo del
hombre y lo plasma para Él, el Papa es un gran defensor de la teología de la belleza, pues
en verdad ella revela a Dios, sigue en el fondo la lucha contra un mundo relativista y
superficial, que deja de lado lo más humano, y se va volviendo cada vez más plástico, mas
ciego ante la verdadera hermosura de Dios, y en esta negación lo que se niega es la gracia
de contemplar su rostro en la naturaleza, en el hermano, en la Iglesia. Por eso el Santo
Padre no cesa de invitar a la familia de Dios para que como un espejo revele en el mundo la
luz bellísima que viene de Dios, “pues el gran servicio que la Iglesia puede y debe prestar a
la humanidad: -es este- ser icono de la belleza divina, llama ardiente de caridad, cauce para
que el mundo crea en Aquel que Dios ha enviado (cf. Jn 6,29)” (Benedicto XVI, 2010).

CAPITULO 3. ¿PODEMOS SABER CUÁL ES ESA NUEVA DOCTRINA QUE TÚ


EXPONES? CONCLUSIONES

El diálogo entre la fe y la razón es un encuentro necesario para propiciar el encuentro con el


hombre de hoy en los nuevos areópagos. Para nadie es un secreto la sed de razones y la
búsqueda del misterio que se hace hoy en día, en este ámbito la propuesta eclesial resulta
aún diciente y necesaria, pues como en el inicio de la Iglesia primitiva ante un mundo que
exigía razones y otro que exigía misterio (cf. 1Cor 1,22), el cristianismo supo compaginar
ambos muy bien optando por el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y por el Dios de la
razón, el Dios de los filósofos pero que se acerca y ama. No es puro pensar y no es egoísta
encerrado en sí mismo, es el Padre de Jesucristo que se acerca a la humanidad, es el Dios
que es Abba.

Este es el anuncio necesario que ha de hacerse a los nuevos areópagos 1, desde las
razones que exige y la que se propone. Una fe inteligente que da como resultado la lectura
adecuada de la realidad y permite descubrir como en el proceso histórico hay ámbitos que
son demasiado susceptibles y necesarios para el anuncio de la fe. Solo una fe inteligente y
una razón creyente permiten que el cristiano descubra cuales son los nuevos escenarios
donde hablar de Dios. De este modo se descubre que los nuevos areópagos no son signo de
un fracaso o de temor ante lo nuevo, sino las posibilidades de seguir haciendo actual el
anuncio de Cristo haciendo de este anuncio algo nuevo en su ardor y en sus métodos, pero
conservando la pureza del mensaje que aun hoy habla del corazón de Dios al corazón al
hombre.

Con el descubrimiento de esto ahora si es posible hablarle al mundo presentarle a la


economía, a la política, a los medios, a los inmigrantes, jóvenes y niños, mujeres y
hombres, la propuesta de la fe. Que desde un diálogo acertado entre la razón y la fe logre ir
mucho más allá del sentimiento y logre sembrar algo duradero en el hombre. Pues al final
cuando se absolutiza solo una de las dos alas para llegar a Dios lo único que se está
haciendo es evitar que el hombre se eleve a contemplar la verdad que le da sentido a su
existencia, se le está cerrando la posibilidad de la nueva humanidad. Es por eso que el

1
Sobre los nuevos areópagos se ha escrito mucho, no creo que sea el caso repetir de nuevo lo que en los
documentos del magisterio se ha dicho. Me parece más necesario empezar a anotar pautas que ayuden a llevar
a la práctica el diálogo en esos ámbitos. Los documentos consultados que hablan acerca de esto son:
Redemptoris Missio de Juan Pablo II de 1990, el Documento conclusivo de Aparecida de 2007. Mensaje de
Benedicto XVI al cardenal Ivan Dias prefecto de la congregación para la evangelización de los pueblos con
motivo del inicio de la asamblea de esta congregación en 2009 con el tema de San Pablo y los nuevos
Areópagos, Mensaje final “Ay de mi si no evangelizo” de la congregación para la evangelización de los
pueblos en 2009. Finalmente la lineamenta para la XIII asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos
de 2012 con el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe”
anuncio de Benedicto XVI (2005) al iniciar su ministerio, retomando las mismas palabras
de Juan Pablo II en la misma misa sigue siendo la respuesta que ayer a los atenienses y hoy
a todos los hombres se da: si la pueden vivir, si la pueden saber y “¡No tengáis miedo de
Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid,
abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida”

Bibliografía

Benedicto XVI (2005) Homilía en el solemne inicio del pontificado. Libreria Editrice
Vaticana2. Consultado el 15 de septiembre de 2012

_____________ (2008) Encuentro con los jóvenes y seminaristas en Estados Unidos.


Consultado el 15 de septiembre de 2012

____________ (2010). Homilía en la dedicación de la basílica de la Sagrada Familia.


Consultado el 3 de octubre de 2012

____________ (2011). Discurso pronunciado en la visita al parlamento. Consultado el 3 de


octubre de 2012

Blanco, Pablo (2012) El pensamiento teológico de Joseph Ratzinger. Scripta Theologica,


44, 2 p. 273-303

Ratzinger, Joseph (1969) Introducción al Cristianismo. Salamanca: Sígueme

_______________ (1995) Ser cristiano en la era neopagana. Madrid: Encuentro


_______________ (2000) Fe, verdad y cultura: Reflexiones sobre la "Fides et ratio".
http://www.conoze.com/doc.php?doc=1424 (15 09 2012)
Ricoeur, Paul (2003). El conflicto de las interpretaciones. Buenos Aires: Fondo de cultura
económica

2
Los documentos se consultaron online en www.vatican.va
SEMANA EN TAIZÉ. UNA EXPERIENCIA ECUMÉNICA
Enán Xavier Humáne
Pretendo realizar una reflexión sobre la experiencia personal del encuentro que tuve hace
algunos años en la Comunidad de Taizé, a partir de los elementos desarrollados en la
materia de Fenomenología y Teología, fundamentando el discurso a través de algunos
apartes del texto de Carlos Arboleda, Experiencia y Testimonio, Medellín, Edt. UPB 2011.
Una de las inquietudes que siempre me ha asaltado antes de ingresar al seminario es el por
qué hay varias religiones, si es el mismo Dios?; Por qué estamos tan divididos? Cuáles son
las causas, razones o circunstancias, que no todos creamos en el mismo Dios? Por qué
estamos separados?. Evidentemente, este ensayo no alcanza responder todas estas
preguntas; quizá, servirá, para plantear más profundamente las preguntas que las respuestas,
pero dará inicio al planteamiento que pienso estudiar.

Cuando estaba en el Seminario y como Presbítero, he visto y descubierto cómo el tema se


ha ampliado; y a partir de una inquietud inicial, ahora observo con preocupación y hasta
con desafío para la pastoral y la evangelización el tema de las sectas y denominaciones
religiosas. Me cuestiona profundamente, no para dar respuestas absolutas, dogmáticas o
apologéticas, sino para buscar las causas. Manifiesto que he navegado por estos modelos de
respuestas anteriormente, y en esta etapa de mi ministerio, ya no hago las preguntas hacia
afuera sino hacia adentro, al interior de mi Iglesia y de mi mismo. Ahora la pregunta
adquiere mayor sentido, pues me interrogo por la raíces, del por qué cristianos católicos,
emigran a las sectas u otras religiones, y me interrogo, si soy parte del problema, de la
pregunta o de la respuesta. Precisamente en este discernimiento, escarbando en las
aprehensiones de mi ministerio y la experiencias vividas, me atrevo a plantear esta
reflexión, con el riesgo de caer en el subjetivismo, pero a la vez con la convicción, que la
mayor producción de lo aquí descrito, provendrá, de mis cábalas, y no tanto de los
planteamientos de otros pensadores, o como he aprendido en este curso, de la razón
instrumental.
Sin más preámbulos, en el verano europeo del año 2000, me encontraba en Roma como
estudiante, y un sacerdote amigo, me invitó a que realizáramos una experiencia ecuménica
en la comunidad de Taizé3. Cuando era seminarista lo único que sabía de Taizé, lo había
encontrado en la biblioteca, con la famosa regla de Taizé del Hermano Roger, y recuerdo
que era una especie de consejos de vida, que me gustaron y seguramente me ayudaron en su
momento. No sabía muchas cosas de la comunidad que después descubrí; entre las muchas
cosas que ignoraba era el lugar, el amigo sacerdote me indicó que estaba en Francia.
Reconozco que mi atención se centró más en la oportunidad de conocer otro país y otra
cultura; más que la importancia histórica, cultural y religiosa que embargaba el lugar. Solo
tiempo después consultando en internet y en la historia de la Iglesia, descubrí que Taizé, se
encuentra ubicada en la misma región de la antigua Abadía de Cluny4, famosa para la
historia de la Iglesia, hasta allí llegaban mis conocimientos de seminarista. Ahora en la
distancia del espacio y el tiempo, comprendo la inmensidad de mi ignorancia, y a la vez, la
importancia de formarse bien, pues la Iglesia, no ha sido construida sobre briznas efímeras
que desaparecen en el tiempo, sino sobre las bases sólidas, que a lo largo de la historia se
han ido convirtiendo en enseñanzas definitivas para la fe, pero sobre las cenizas de otros
que han precedido el sueño de la fe, y que han aportado y transmitido ésta misma,
deparando para las ignotas generaciones, la concreción de muchos de sus valores perennes.

Cómo fue esta experiencia? Siendo verano llega mucha gente de toda Europa, algunos
dicen que es el lugar preferido por los jóvenes, que de manera económica pasan allí sus
vacaciones. Dormíamos por grupos de lenguas, camas sencillas, comida parca, con muchas
legumbres y medio vegetariana. Qué me impactó de esta experiencia?, fundamentalmente

3
Esta comunidad hoy en día está integrada por más de cien hermanos ortodoxos, protestantes y católicos
provenientes de veinticinco países, que viven solo de su trabajo (alfarería, edición de libros religiosos) y no
aceptan donaciones.
4
Guillermo I de Aquitania, El piadoso, duque de Aquitania y conde de Auvernia, fundó la abadía benedictina
de Cluny en el año 909; el cual instaló allí al abad Bernón de Baume, y puso la abadía bajo la autoridad
inmediata del Papa Sergio III. La localidad de Cluny, situada en el departamento de Saona y Loira, en la
región de Borgoña, en el centro-este de Francia, creció alrededor de la antigua abadía. La orden benedictina
fue clave en la estabilidad conseguida por la sociedad europea del siglo XI. El mismo monasterio de Cluny se
convirtió en el mayor y más prestigioso monasterio, y en la institución monástica mejor preparada de Europa.
La influencia de Cluny se extendió desde la segunda mitad del siglo X hasta principios del siglo XII.
tres vivencias: la oración en forma de canto, la integración comunitaria ecuménica y la
pedagogía catequética.

1. La oración a través de breves citas bíblicas cantadas y repetidas en forma de salmos, van
calando y haciéndose una especie de Lectio Divina, que permite contemplar la Palabra,
orar, cantar, meditar y extasiarse en el ritmo y la meditación del contenido. Un ambiente
que a capela con las solas voces, entre luces y sombras de las candelas y la vistosidad de
los colores que adornan de manera sencilla la gran capilla; favorecen un clima que permite
sentirse en ambiente, cerrar los ojos; el lugar se reviste de un aurea espiritual facilitando la
concentración, a tal punto de no pensar en otras cosas. El cuerpo se va descargando y
relajando, mientras se entra en sintonía y armonía con todo lo que está alrededor. Se es
capaz de repetir las frases en varios idiomas sin conocer el significado de sus palabras; y al
mismo tiempo se provoca un éxtasis y mayor profundidad, con la sensación de sentirse
pleno y descansado, como cuando se está en casa, y no se siente extraño, en medio la
diversidad de gentes, culturas, lenguas, costumbres, etc. Podría decirse, que una especie de
magia cubre el entorno, y se entra en un silencio interior, mientras que al mismo tiempo se
sigue el ritmo.

2. La segunda vivencia que se rescata, unida a esta sensación musical, es que la comunidad
de Taizé5 está formada por personas cristianas de diferentes denominaciones,
fundamentalmente protestantes, ortodoxos y católicos. Lo increíble de la experiencia, es
que no se percibe ningún ambiente hostil, mejor dicho, si no se llega con preconceptos, no
se percata que allí están cristianos protestantes, ortodoxos y católicos orando, cantando,
celebrando la Eucaristía, compartiendo la comida, el mismo techo, el mismo destino y hasta
la misma vida en fraternidad. Se escucha decir que la comunidad comenzó con el Hermano
Roger Schutz6, protestante, quien preocupado de cómo había quedado Europa después de

5
Esta comunidad hoy en día está integrada por más de cien hermanos ortodoxos, protestantes y católicos
provenientes de veinticinco países, que viven solo de su trabajo (alfarería, edición de libros religiosos) y no
aceptan donaciones.
6
Roger Schütz, más conocido como Frère Roger (Provence, Suiza, 12 de mayo de 1915-Taizé-Francia, 16 de
agosto de 2005) fue el fundador y prior de la comunidad de Taizé ecuménica. De 1937 hasta 1940 cursó
estudios de teología protestante en Lausana y Estrasburgo. El 20 de agosto de 1940, después de la derrota del
ejército francés y la ocupación de parte de Francia por el ejército alemán, se estableció en Taizé (Borgoña),
las dos guerras mundiales perpetradas en el corazón de la cristiandad, se cuestionaba su fe,
y se preguntaba de qué había servido todo el progreso y desarrollo europeo. Aún más, se
estaban echando las bases de la unión europea en el sector político, económico y social; y él
se preguntaba, cómo se construía unidad en estos aspectos externos, mientras que en el
aspecto interno del ser religioso los cristianos se encontraban divididos. Esta intuición le
permitió, iniciar la experiencia de acercamiento ecuménico; al respecto el mismo Hermano
Roger, describe la experiencia comunitaria de amor:

Pienso que desde mi juventud nunca me ha abandonado la intuición que una vida de
comunidad pudiese ser el signo que Dios es amor y solamente amor. Poco a poco
surgió en mí la convicción que era esencial crear una comunidad con hombres
decididos a dar toda su vida y que buscasen comprenderse y reconciliarse siempre:
una comunidad donde la bondad del corazón y la simplicidad estuviesen al centro de
todo. (Hermano Roger, Dios solo puede amar, 2003)

3. Por último, me gustó de Taizé, la manera sencilla de transmitir la sabiduría de la Palabra,


a través de frases breves que se cantan; pero también a través de sencillas catequesis,
cargadas de enseñanzas que tocan la vida. Recuerdo de manera particular, cómo nos
reunían por grupos de lenguas, y colocaban una pintura que aludía algún pasaje bíblico,
algo así, como el pasaje de Lucas 15,11-32, en esa parábola de la Misericordia, del Hijo
pródigo, del Padre Misericordioso, o del hermano mayor egoísta. Presentaban una pintura
de esta escena bíblica, con el cuadro “El regreso del Hijo pródigo” de Rembrandt(1662), y
a partir de una catequesis, se hacían preguntas, dinámicas y se transmitía una experiencia de
fe bíblica que traspasa las enseñanzas dogmáticas y deontológicas. Esta didascalia
convence por la sencillez de la forma, la profundidad del contenido y la capacidad de

donde vivió hasta su muerte, con una interrupción de dos años durante la segunda guerra mundial: se refugió
en Suiza ya que tenía que temer la persecución de la Gestapo por haber escondido en su domicilio a judíos y
opositores a la ocupación alemana de Francia. En 1944 volvió a Taizé y en 1949, siete hombres de este
círculo, entre ellos Roger Schütz como prior se comprometieron a la vida en celibato y pobreza. Una de las
mayores preocupaciones del hermano Roger fue la reconciliación de los cristianos. Aunque era cristiano
protestante, recibió la comunión de manos del cardenal Ratzinger durante las exequias del Papa Juan Pablo II,
lo que algunos interpretaron como una conversión al catolicismo, lo que fue desmentido por la propia
Comunidad de Taizé.
sintetizar la enseñanza a través de un símbolo que no solo queda en el contenido de las
palabras, sino en la imagen de la pintura; llama la atención que los mismo participantes
extraían de manera mayéutica las propias conclusiones y enseñanzas para la vida. Esta
impresión recuerda las palabras de Carlos Arboleda en Experiencia y Testimonio, quien
hablando del papel del símbolo, dice que éste “ nace de la necesidad de expresar la
manifestación del fenómeno saturado” (p.93). Es una manera sencilla de aprender de Dios,
no tanto por un concepto cuanto de una experiencia que se hace vida. Arboleda llama la
atención advirtiendo que “uno de los problemas grandes para la evangelización ha sido la
concepción doctrinaria y conceptual de la fe…Dios era concebido como cosa o como ser.
El fin del hombre era servirle y adorarle en esta vida y después gozarle en la vida eterna.
Pero no se presentaba como una persona con la que se tenía una experiencia de amor. En
los niños y adultos se daba una aceptación intelectual de lo que era Dios pero no se tenía la
experiencia de Dios” (p.37). Constituye un desafío para la Nueva Evangelización transmitir
la fe de manera sencilla, profunda, no tanto desde el aprendizaje de fórmulas; cuanto de la
experiencia de amor y de la vivencia en comunidad. La comunidad de Taizé utiliza estas
herramientas pedagógicas y simbólicas para enseñar la fe y creer en Dios por convicción.
Se intuye que uno de los problemas de la transmisión de la fe, no está en la parte
dogmática, sino en la forma y en los métodos, de cómo esta se vivencia y se transmite. El
documento de Aparecida ilustra la deserción de católicos, con estas palabras:

Según nuestra experiencia pastoral muchas veces la gente sincera que sale de
nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos ¨no católicos¨ creen, sino
fundamentalmente por lo que ellos viven; no por razones doctrinales sino
vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por
problemas teológicos sino metodológicos de nuestra Iglesia. En verdad mucha gente
que pasa a otros grupos religiosos no está buscando salirse de nuestra Iglesia sino
que está buscando sinceramente a Dios (Aparecida, No 225)

Deseo cerrar esta reflexión con la invitación que hace el Documento de Aparecida en el
numeral 266, con el fin de favorecer en nuestras expresiones religiosas un reforzamiento
de la experiencia y el testimonio, como la vivida en la Comunidad de Taizé; cita que el
mismo Arboleda hace en el libro Experiencia y Testimonio (p.46-47):

Hemos de reforzar en nuestra Iglesia cuatro ejes:

a. La experiencia religiosa. En nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros


fieles un ¨encuentro personal con Jesucristo¨, una experiencia religiosa profunda
e intensa, un anuncio kerigmático y el testimonio personal de los
evangelizadores, que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida
integral.
b. La vivencia comunitaria. Nuestros fieles buscan comunidades cristianas, en
donde sean acogidos fraternalmente y se sientan valorados, visibles y
eclesialmente incluidos. Es necesario que nuestros fieles se sientan realmente
miembros de una comunidad eclesial y corresponsables en su desarrollo. Eso
permitirá un mayor compromiso y entrega en y por la Iglesia.
c. La formación bíblico-doctrinal. Junto con una fuerte experiencia religiosa y una
destacada convivencia comunitaria, nuestros fieles necesitan profundizar el
conocimiento de la Palabra de Dios y los contenidos de la fe, ya que es la única
manera de madurar su experiencia religiosa. En este camino, acentuadamente
vivencial y comunitario, la formación doctrinal, no se experimenta como un
conocimiento teórico y frío, sino como una herramienta fundamental y necesaria
en el crecimiento espiritual, personal y comunitario.
d. El compromiso misionero de toda la comunidad. Ella sale al encuentro de los
alejados, se interesa por su situación, a fin de reencantarlos con la Iglesia e
invitarlos a volver a ella.
En conclusión, la experiencia ecuménica de Taizé sembró en mi corazón la inquietud de
buscar formas para comprender el fenómeno religioso y trabajar por la unidad; por ello, se
ha mantenido siempre en el corazón las ganas de servir en una misión ad gentes, donde
pueda percibir la frescura del Evangelio, venido de las personas de Buena Voluntad; pero al
mismo tiempo, captar en la Iglesia que peregrina en América Latina, a través de sus
Conferencias Episcopales, los retos y desafíos para que la Nueva Evangelización sea una
experiencia y una vivencia de Cristo, y no un concepto que hay que aprender de memoria.
La vivencia adquirida en la experiencia en Taizé: oración hecha canción, fraternidad
ecuménica y enseñanza hecha vida que facilita la conversión y reconciliación, me permiten
seguir caminado con la esperanza de contribuir en la unidad de todo el Cuerpo de Cristo
que es la Iglesia.

REFERENCIAS

Abadía de Cluny, Recuperado de: http://es.wikipedia.org/wiki/abad%C3%ADa_de-Cluny.


Arboleda Mora Carlos, Experiencia y testimonio. Edit. UPB Medellín 2011.
Hermano Roger, Dios sólo puede amar, carta de Taizé 2003 en Revista de Teología y
Ministerio. Discípulos. Documentos No 6-Abril 2003. Recuperado de:
http://www.ciberiglesia.net/discipulos/06/06materiales-taize2003.htm.
Roger Schütz, Recuperado de: http//es.wikipedia.org/wiki/Roger_Schutz.
V Conferencia General Del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento
Conclusivo Aparecida, Edit. San Pablo, Bogotá 2007
SENTIDO ESTÉTICO Y MÍSTICO DE LA EUCARÍSTÍA.
GUILLERMO EDUARDO NARVÁEZ SALAMANCA

CONTENIDO

Presupuestos de la investigación
I. La cultura litúrgica hoy: ¿por qué se ha olvidado?
II. Sentido estético de la liturgia
III. Mística en la liturgia
IV. Evangelización y estética en una civilización de la imagen
V. Conclusión
Bibliografía

LISTA DE ABREVIATURAS

AP. Documento de Aparecida.


C.C.E. Catecismo de la iglesia católica.
S.C. Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium”. Concilio Ecuménico Vaticano II.

RESUMEN.

Este texto se propone explicar, brevemente, las dos connotaciones que contiene la liturgia: la estética y la
mística. Se propone la recuperación de la cultura litúrgica en medio de la civilización de la imagen.

Palabras clave: Cultura litúrgica, mística, estética, eucaristía, Concilio Vaticano II, documento de aparecida,
civilización de la imagen, liturgia posconciliar.

PRESUPUESTOS DE LA INVESTIGACIÓN

A lo largo de dos meses, aproximadamente, conté con la experiencia de poder acercarme a


distintas parroquias para celebrar la eucaristía. Cuando se ingresa a estos lugares, se puede
observar como el ambiente, en ocasiones, lejos de ser el propicio para poder disponerse a
la escucha de la palabra y de recibir el sacramento de la comunión del Dios hecho carne, se
torna muy lúgubre y en una carrera contra el tiempo, esperando que el sacerdote salga,
inicie con los ritos, diga dos o tres cosas de las lecturas que se proclaman en menos de diez
minutos, consagre las hostias y despida a los asistentes. Después de esto, la gente sale,
como quien entra a un museo o un centro comercial, y la vida continua como si nada.
Duración de la eucaristía: 25 minutos; total de asistentes: menos de treinta.
Durante este mismo tiempo, se llevaron a cabo celebraciones de piedad popular en donde
hubo posteriormente celebración de la eucaristía; en estas hubo lleno total, digamos que
alrededor de trescientas a trescientas cincuenta personas, empero, al pasar a la celebración
de la eucaristía, no quedaron sino las mismas veinte o veinticinco personas. ¿Qué es lo que
tienen de atractivos estos ritos populares? ¿Qué es lo que lo que no poseen los
sacramentos? ¿Por qué la eucaristía ha quedado relegada en el culto? Esas fueron las
preguntas que me hice cuando observe aquel fenómeno; el problema con el que me
enfrentaba ahora era poder definir aquello que he observado.

¡Claro! es que se nota que mientras dura la fanfarria con luces y adornos en el tiempo y el
altar y ese tipo de cosas, la gente acude en masa a festejar muchos ritos; pero, si se les quita
todo eso la gente sale como ahuyentada. Falta entonces algún tipo de redescubrimiento
acerca de la forma en como se puede vivir más intensamente la liturgia, máxime en la
eucaristía, y que ello permita comprender el sentido profundo que aquello encierra. A esto
último, lo he entendido como una cultura litúrgica, la cual ampliaré un poco en el siguiente
apartado.

I. LA CULTURA LITÚRGICA HOY: ¿POR QUÉ SE HA OLVIDADO?

No es un secreto que los hombres, según la fenomenología de la religión, buscan, por


naturaleza, contestar aquellos interrogantes que le producen los fenómenos trascendentales
y que le abarcan un sentido religioso muy profundo. Hoy por hoy, a pesar del ateísmo
inducido, la apostasía, el relativismo, el subjetivismo y cada fenómeno cultural que provoca
la acogida de una sociedad posmoderna, cada ser humano no logra superar los interrogantes
metafísicos que le produce la idea de un ser superior y trascendental. Es por ello que aún se
pueden encontrar a muchas personas que, por diversos motivos, muy arraigados en sí,
tienen la necesidad de acogerse a un credo religioso, deben vivir de ciertas ritualidades que
alimenten dicha premura por lo sagrado. No obstante, es muy evidente que el sentido de
aquellos ritos, muchas veces, no sobrepasa más allá el significado piadoso que encierra.
En el caso del cristianismo se ha recurrido a miles de “métodos”, con los cuales se pretende
llegar a vivir una liturgia más viva y eficaz. Pero, lastimosamente, como se ha aludido con
anterioridad, está liturgia se empaña de guirnaldas, bailes y cantos que desvirtúan el
mensaje de Dios a los hombres y, sobre todo, el misterio de Cristo resucitado, haciendo que
esto sea como un rito más que ha de cumplirse.

Con base en lo anterior, se percibe que la religión es un fenómeno cultural muy marcado;
no es casualidad que el Concilio Vaticano II en su constitución Gaudium Et Spes 57 haya
determinado ésto como algo a lo que todos los seres humanos apuntan, pero que es tarea de
los cristianos, hacer que los demás hombres recuperen el sentido de todo aquello:

Los cristianos, en su peregrinación hacia la ciudad celeste, deben buscar y gustar las
cosas de arriba, esto no disminuye nada, sino que más bien aumenta, la importancia
de su tarea de trabajar juntamente con los hombres en la edificación de un mundo
más humano”. (GS 57)

El hombre con todos los elementos y bagaje de conocimientos que le ofrece la sociedad va
construyendo poco a poco lo que se conoce como cultura, y hace de ello un estandarte de
identidad, de modo que puede asumir su realidad e interpretarla. Del mismo modo, los
cristianos, al confesar un credo específico se configuran como pueblo de Dios; su liturgia es
el sello con el cual se identifican y con el que ponen de manifiesto las normas de vida que
los rigen, dándole así una hermenéutica con la que han de apropiarse de esa realidad en la
que habitan.
Las costumbres, como toda opción ética y moral que se escoja, hacen que los hombres
determinen su comportamiento en la sociedad. Pasa igual en la liturgia. Cuando un grupo
de hombres, de diversas condiciones, se reúnen en una asamblea7 a fin de alabar y bendecir
a su Dios, estas acciones hacen que ellos adquieran unas costumbres acorde a los preceptos
en los que se cree y procuran reflejarlos ante los demás. Esto último será el fin que persiga

7
Recordemos que éste s el significado de la palabra iglesia.
todo creyente pues como se afirma en el concilio Vaticano “la liturgia es la cumbre a la
cual tiende toda actividad de la iglesia y al mismo tiempo la fuente donde mana toda su
fuerza” (S.C. 10).

Más aún, y en base a lo anterior, el catecismo de la iglesia católica nos pone de manifiesto
dos connotaciones con las que se nos ayuda a comprender el sentido que guarda la liturgia.
Dice la primera: << La palabra “liturgia” significa originariamente “obra o quehacer
público”, “servicio de parte y a favor del pueblo”. En la tradición cristiana quiere significar
que el pueblo de Dios toma parte en la obra de Dios>> (C.C.E. 1069). Más adelante nos
agrega: <<la palabra “liturgia en el Nuevo Testamento es empleada para designar no
solamente la celebración del culto divino, sino también el anuncio del evangelio y la
caridad en acto>> (C.C.E 1070). Esto último nos lleva a afirmar que la liturgia es una
actividad (costumbre) que se centra en el anuncio del evangelio y se participa del
sacerdocio de Jesucristo8.
Según lo anterior, se puede llegar a una conclusión un tanto a priori acerca de lo que es la
cultura litúrgica. Ésta, pues, se entenderá como el hacer vivo el anuncio del evangelio cuyo
germen brota de la celebración eucarística y su significación.
Ahora bien, ¿por qué se ha perdido, o no se ve visible este tipo de cultura? La respuesta que
aquí se ofrece es que debido a la pérdida de ese sentido que encierra la liturgia, está se
convierte en un gran espectáculo de teatro que reduce su misterio a una simple ritualidad y
no se percibe en ella el carácter soteriológico que encierra y el compromiso al cuál llama.
II. SENTIDO ESTÉTICO DE LA LITURGIA

Al entender plenamente, o al menos en un modo básico, lo que encierra la liturgia en su


sentido ético, vivencial, como también soteriológico, podemos entrar a comprender el
carácter escatológico que esta misma encierra. Esto último se puede dar gracias a la estética
que contiene en todos sus espacios celebrativos.

8
Cfr. (S.C. 7)
En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial, que
se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como
peregrinos y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro del
santuario y del tabernáculo verdadero; cantamos al señor el himno de gloria con
todo el ejército eclesial; venerando la memoria de los santos, esperamos tener parte
con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al salvador, nuestro señor Jesucristo,
hasta que se manifieste él en nuestra vida y nosotros nos manifestemos también
gloriosos en él. (S.C. 8).
Con lo anterior, se puede percibir como el anhelo de todo creyente apunta hacia ese
encuentro con Dios, en la persona de Cristo. La liturgia debe, por tanto, propender a que
dicho propósito se llegue a realizar; para ello, el ambiente se adecua de modo tal que se
viva con gran exaltación el misterio de la fe. Es por ello que “la liturgia ha buscado siempre
un arte integral capaz de unir las artes del tiempo y las artes del espacio” (Gioia, 2010,
p.85); todo gira en torno a la idea de hacer un microcosmos en el que la creatura se
encuentre con su creador. Ésta debe ser un “encuentro entre la fe y la belleza” (Gioia,
2010, P.85).

Junto con los espacios celebrativos, el hombre hace actual y viva, por medio de la
proclamación de la palabra, aquella historia de salvación en la que Cristo se manifiesta
portentosamente y le otorga esa finalidad que es la de vivir en el amor. “Cristo está siempre
presente en su palabra, pues cuando se lee en la iglesia la sagrada escritura, es Él quién
habla” (D.V. 20)

No hace falta hacer actos rituales de forma muy pomposa sino que según C.V. II “los ritos
deben resplandecer con una noble sencillez; deben ser claros en su brevedad y eviten las
repeticiones inútiles” (S.C. 34). Todos los signos están dispuestos para que por medio de la
proclamación de la palabra, los cantos y la celebración del acto pascual se llegue a
comprender el misterio de la salvación y de allí salir a proclamarlo a los hombres.
Unido al apartado anterior, es posible que comprendiendo estos elementos se logre llegar a
aquella cultura litúrgica que se ha mencionado.

III. MÍSTICA EN LA LITURGIA.

Este apartado, aunque parece suelto de los dos anteriores, por su brevedad, no es sino la
síntesis que de lo anterior se puede colegir.

El principio básico de la mística dice que Dios, en la persona de Cristo, sale a nuestro
encuentro haciéndonos participar del misterio de la salvación. Dicho encuentro se realiza en
la encarnación de Cristo que toma por novia a su iglesia, desposándola y haciéndole
disfrutar de la primicia de sus amores.

Esto puede sonar muy poético y muy romántico, pero, en el fondo, resuena un gran llamado
vocacional, que todo cristiano debe afrontar y es el de la misión, anunciándole a la gente el
evangelio del que Cristo ha hecho participe a su iglesia. Todo cristiano no puede ser
indiferente a este llamado pues “el mandato misionero de Jesús se comprende y vive en
sintonía con sus sentimientos acerca de la salvación a la humanidad” (González, 2008,
P.43). Este anuncio de ir siempre iluminado por las palabras de Jesús en su evangelio de
modo que se pueda dar la acción salvadora hacía los hombres partiendo desde el hombre
mismo.

Éste hombre que sale al encuentro de otros, comprende que es por la gratuidad del amor de
Dios como se le puede abrir las puertas del cielo a sus prójimos. Esto tiene su origen en la
celebración de la eucaristía

El documento de Aparecida, nos reforzará lo que hasta aquí se ha dicho, pues nos dice que
“la eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente
inextinguible del impulso misionero” (Ap. 252)
¿Cuál es entonces ese sentido místico que encierra la liturgia? Es el hacer participes a todos
los hombres de ese encuentro con Jesucristo que se da al celebrar el misterio pascual en la
eucaristía. Es una actitud existencia que se da en el encuentro íntimo con Cristo y que
impulsa a reunir a todos los hombres en un mismo desposorio que se ofrece por el anuncio
del evangelio
IV. EVANGELIZACIÓN Y ESTÉTICA EN UNA CIVILIZACIÓN DE LA IMAGEN
Se ha dicho con anterioridad qué la liturgia es el encuentro, o mejor dicho, las nupcias
entre la fe y la belleza. No obstante, la liturgia, después del concilio, ha sido cargado de un
montón de arandelas innecesarias, con lo cual se pierde por completo el sentido que la
liturgia ofrece; siendo así que también se produce un divorcio entre la estética y la liturgia.
Esto nos lo corrobora Gioia (2010) al citar las palabras del papa Juan Pablo II en Ecclesia
de Eucaristía, donde afirma: Por desgracia es de lamentar que, sobre todo a partir de los
años de la reforma litúrgica postconciliar, por un mal entendido sentido de la creatividad y
adaptación, no hayan faltado abusos que para muchos han sido causa de malestar” (p.88).

De lo anterior, quisiera asumir la posición que postula Gioia (2010) en donde dice que es
necesario “reeducar a los hombres pertenecientes a la “civilización de la imagen, de los
días de hoy” (p.89). El problema de una evangelización estética en la sociedad actual es
que ésta es demasiado sensualista, por lo tanto se puede caer en conjeturas subjetivas ante
lo que es bueno y lo que es malo; la religión, y todo lo que de ella se desprende, se
convierte en algo arcaico que se debe mandar a recoger, pues en tanto no toque aquellas
fibras sensitivas de los hombres no tendrá ningún valor.

Se debe entonces educar a esa “civilización de la imagen”, para que se explore nuevamente
en el arte sacro y sobre todo en los focos celebrativos que hemos hablado anteriormente,
para poder así evangelizar y recuperar esa estética que si bien alguna vez fue la forjó la
cultura de muchos pueblos, hoy está en detrimento.

La belleza, que es uno de los elementos esenciales en la estética, se puede percibir desde
cosas muy sencillas, estás se pueden convertir, inclusive, en el sancta sanctorum que defina
esa experiencia mística con la que el hombre puede acercarse a Dios, a partir de ella quiera
compartirla y divulgarlas con otros y, por qué no, en ella se podría dar un proceso de
conversión bastante profundo; cosa que lo permite la mística en el arte. Las oraciones, el
silencio, un canto, el anuncio del evangelio, incluso una pintura, se pueden disponer en la
liturgia para que todo ésto salga al encuentro del hombre y le penetre en lo más hondo de su
ser y le ayude a recuperar ese primer anhelo que en su interior existe y es el del anhelo de lo
sublime y su proximidad con él.

CONCLUSIÓN
Hasta aquí, el propósito de quien realiza este trabajo ha sido el de explicar como poder
redescubrir el sentido estético y místico que encierra la liturgia. Se ha de asumir que el
primero de ellos es la sencillez y belleza que encierran lo espacios o focos celebrativos de
la liturgia que, en este caso, se asume la eucaristía como máxima expresión de ésta. Hay
que salir al encuentro de estas bases para que al reorientar su sentido se pueda educar a la
sociedad en una cultura litúrgica acorde a los tiempos actuales.
En segundo lugar, se asume que el sentido místico de la liturgia es el encuentro que el
hombre tiene con la persona de Cristo en medio de esa experiencia mística. Al darse lo
anterior, el hombre sale al encuentro de sus congéneres para hacerles partícipes de éste
misterio con el que se han encontrado, de modo que Cristo pueda recibir a su esposa, que es
la imagen de la iglesia universal, y se una a ella de una manera íntima. Con lo que se ha de
entender que la posición mística que se asume en estas páginas corresponde a un acto de
gratitud que se tiene al conocer a Cristo resucitado en medio de la liturgia.
La sociedad de este tiempo se ha de denominar como civilización de la imagen. Dado que
es el sensualismo el que genera producción de pensamiento subjetivo, la estética de la
liturgia va en búsqueda del hombre para que, en medio de sus vivir cotidiano, no pierda de
presente su naturaleza primera y que es la del anhelo de sublimidad con un ser superior.
La liturgia que surge después del concilio ha caído en el error de creer que al llenarse ésta
de signos innecesarios e inexplicables, podrá acercar a los hombres al misterio de Cristo
resucitado. Para el autor de este texto, es visible, a partir de los presupuestos planteados al
comienzo de este escrito, que la liturgia que se lleva a cabo en algunas parroquias de esta
ciudad está atiborrada de dichos elementos innecesarios que no acercan al misterio que allí
se quiere contemplar, puesto que todo queda reducido al mero espectáculo; se debe
entonces replantearse métodos pastorales que proporcionen una ayuda a lo que aquí se ha
expuesto.

BIBLIOGRAFÍA

CELAM. (2007). Documento de Aparecida. Bogotá. Editores Verbo Divino.


Dei Verbum. En: Concilio Vaticano II. (1972). Bilbao. Editorial Mensajero
Gioia Otero, Fernando Néstor. (2010). Y la palabra se hizo “belleza”. Medellín. Tesis
presentada en 2010 en la Universidad Pontificia Bolivariana para optar al título de
licenciado canónico en teología.
González Magaña S. J., Jaime Emilio. (2008). Aparecida y la mística de la misión. Algunos
elementos de espiritualidad misionera. Apuntes ignacianos Volumen53 p.p 30-56.
Sacrosanctum Concilium. En: Concilio Vaticano II. (1972). Bilbao. Editorial Mensajero.
LA EXPERIENCIA DE LOS TEMPLOS – COMEDORES EN COLOMBIA,
UN ANALISIS TEOLÓGICO SOBRE SU COHERENCIA Y SU ORTODOXIA
CRISTIANA CATÓLICA.
RAFAEL TAMAYO FRANCO.

CONTENIDO
INTRODUCCIÓN. Contextualización de los Templos – Comedores.

1. EL ANÁLISIS DE LOS TEMPLOS-COMEDORES DESDE LAS FUENTES DE LA TEOLOGÍA.

2. EL ANÁLISIS DE LOS TEMPLOS-COMEDORES DESDE ALGUNAS RAMAS DE LA TEOLOGÍA.

CONCLUSIONES.

BIBLIOGRAFÍA

RESUMEN.

En 1999 se creó la Fundación SACIAR en Medellín, está institución en coordinación con la


comunidad de un barrio marginado y con autorización de la Arquidiócesis inicio la construcción de un
Templo-Comedor para proveer alimentación semanal a los niños más necesitados. El programa se ha venido
extendiendo en la ciudad y en otras regiones del país. La filosofía que inspira la acción de los Templos-
Comedores es la de la nueva evangelización a través de la caridad cristiana; sin embargo algunas voces, tanto
fuera como dentro de la Iglesia, dudan sobre la coherencia y la ortodoxia de realizar la alimentación de niños
y ancianos pobres en lugares sagrados. Tomando esta Fundación como estudio de caso, el presente estudio
busca describir, explicar y analizar la acción de los Templos-Comedores a la luz de las fuentes de la teología
(Sagrada Escritura y Tradición) y considerar otros aspectos dogmáticos y pastorales (Magisterio, liturgia,
derecho y evangelización) con el fin de dar mayor información sobre el tema y generar así las herramientas
para considerar la coherencia y la ortodoxia de los Templos-Comedores en el cristianismo católico.

Palabras claves. Templo-Comedor, niños, caridad, evangelización, Medellín.

¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a


la levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres
medidas de harina, hasta que fermentó todo.”
Lc. 13, 20-21.

INTRODUCCIÓN. Contextualización de los Templos – Comedores.9

9
La información presentada en esta sección se basa en entrevistas personales con el Director de la Fundación
SACIAR y con la Coordinadora del programa de Templos-Comedores de la misma institución.
La Fundación SACIAR surgió en Medellín - Colombia en 1999 como un Banco de
Alimentos10 por iniciativa de un grupo de fieles cristianos con la intención de brindar ayuda
a personas en situación de vulnerabilidad a través de la alimentación. Buscando que las
industrias de alimentos, las cadenas de supermercados y las entidades de agroindustria les
donarán productos que por motivos comerciales o técnicos no debían ser comercializados
pero que eran aptos para el consumo humano. Así, los productos empezaron a ser
recogidos, seleccionados y entregados gratuitamente a los destinatarios.

Después de un tiempo de asentamiento de actividades y logística, y teniendo en


cuenta la base cristiana de los fundadores se creó en 2001 el programa denominado
Comedores del Corazón con el fin es satisfacer las necesidades alimenticias de niños,
ancianos y madres gestantes de los sectores más pobres de la ciudad. El primer intento se
llevó a cabo en el asentamiento San José del Pinar11 y arrojo como resultado, después de
reuniones entre la comunidad y las directivas de la Fundación en cuestión, una nueva
modalidad de comedores: los Templos-Comedores, idea que integró el deseo de
alimentación y al mismo tiempo de contar con un espacio de culto cristiano inexistente en
el asentamiento. Esta propuesta fue acogida por las autoridades eclesiásticas de Medellín,
quienes continuaron promoviéndola en otros sectores de la ciudad y del país.

Con recursos propios y con la ayuda de benefactores, la Fundación inicia la


construcción de los Templos-Comedores, entendiendo estos como centros familiares y de

10
Los Bancos de Alimentos o Food-Banking, son programas de acopio de alimentos para luego ser
canalizados a poblaciones en situación de vulnerabilidad. Existen en un gran número de países del mundo,
tanto por iniciativa pública como privada, con diferentes mecanismos para el acopio y para la entrega de
alimento a las poblaciones. Por su naturaleza los Bancos de Alimentos se entienden como un programa social
y no están necesariamente vinculados a movimientos o creencias de tipo religioso.
11
Sobre este asentamiento del nororiente de Medellín en los límites con el Municipio de Bello: cfr. Un
reportaje a San José del Pinar, Tierra de desterrados. San José del Pinar: historias de desplazamientos y otras
violencias, Periódico el Mundo, 16 de Agosto de 2011, en
http://www.elmundo.com/portal/noticias/derechos_humanos/__un_reportaje_a_san_jose_del_pinar.php,
Consulta de 3 de septiembre de 2012.
evangelización a través de componentes de nutrición, formación, recreación, catequesis y
pastoral. Teniendo en cuenta la limitación de recursos y de espacios, la intención –tanto de
la Fundación como de las comunidades del lugar- no fue crear un templo con un comedor
anexo o viceversa, sino un solo espacio en el cual se sirvieran con dignidad los alimentos
durante los días de la semana y se pudiera realizar la celebración Eucarística dominical.

En la administración in situ de los Templos–Comedores se comprometieron en


primera instancia comunidades de religiosas y más tarde familias ejemplares. Existe todo
un cronograma de entrega de suministros, visitas y apoyo por parte de los directivos de la
Fundación SACIAR. Los alimentos son preparados por las madres de los niños
beneficiarios siguiendo una programación de ayuda al Templo, así se dan cuenta
rápidamente que también pueden ayudar y servir, dejando a un lado la idea de que solo
están para ser ayudadas. La Fundación cuenta con voluntarios y practicantes en diversas
áreas incluyendo nutrición; área que diseña guías de alimentación y realiza seguimientos a
los beneficiarios.

En los Templos-Comedores se conjugan tres realidades de la Iglesia: Los


sacerdotes, las religiosas y los laicos. En la actualidad se encuentran Templos-Comedores
en:

1. San José del Pinar – Vereda Granizal Bello, 2001.


2. Santa Teresa Benedicta de la Cruz – Vallejuelos, 2003.
3. Nuestra Señora de la Caridad del Cobre – Villatina, 2003.
4. Nuestra Señora del Rocío – La Avanzada, 2004.
5. Santo Ecce Homo - Nueva Colonia (Turbo), 2006.
6. San José del Mirador – El Salado, 2007.
7. San Pío de Pieltrecina – Sahagún (Córdoba), 2008.
8. Santa Cruz de la Misericordia – La Cruz, 2009.
9. Madre Teresa de Calcuta - Montería (Córdoba), 2009.
10. Santa María la Antigua del Darién – Apartadó, 2009.
En 2009 la Fundación SACIAR celebró sus 10 años de actividades. Ellos reconocen
que es providencial su permanencia en el tiempo y el gran crecimiento que han tenido.
Reconocen igualmente que no son una Organización No Gubernamental (ONG) a secas,
sino una entidad cristiana con un vínculo estrecho con la jerarquía eclesial. Declaran que no
reciben ningún tipo de ayuda económica por parte del Estado o la Iglesia, todos los aportes
son privados ya sean de personas naturales o jurídicas a quienes se les presenta el trabajo de
la Fundación y se les invita a ayudar. A las empresas hoy se les entrega un certificado de
responsabilidad social empresarial por los bienes que aporten en dinero o en especie.

En palabras de la Coordinadora de la división de Templos-Comedores, Clemencia


Tamayo Uribe:
El dar de comer es un principio para evangelizar, la multiplicación de los panes, las
comidas de Jesús con publicanos y pecadores, la última cena, las comidas con el
resucitado, son fieles testimonios a este principio y el hecho de compartir el pan nos
llama en unidad; a que en comunidad se le agradezca al Padre por ser el proveedor
de todo alimento. El hecho de compartir el alimento, es ya el hecho de celebrar la
unión entre Dios y los Hombres; y que mejor espacio hacer esto en un espacio de
culto.12

La Fundación hoy reconoce que el programa de Templos–Comedores tiene como


base material un espacio que es al mismo tiempo:
 Lugar físico donde se atiende a la persona de manera integral –alimento material y
espiritual-.
 Espacio de evangelización a través de la liturgia, catequesis y grupos pastorales.
 Centro de culto católico.
 Espacio de amor y dignidad.
 Lugar para el encuentro fraterno.
 Centro para la atención de las familias.

12
Entrevista realizada el 10 de septiembre de 2012.
 Lugar donde los niños aprenden a amar y a servir a través del servicio abnegado de
las religiosas, laicos y sacerdotes.
 Espacio de paz y convivencia.

En la celebración de los 10 años de la Fundación, el ex-Arzobispo de Medellín


Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo expresaba: “Las personas están necesitadas, claro, de
alimento, de comida. Pero, están más necesitadas todavía de Evangelio (…) Templo
Comedor, para alimentar, para evangelizar.”

Durante la administración de este Arzobispo la Fundación SACIAR y la


Arquidiócesis firmaron un acuerdo de cooperación en la que ambas partes se comprometen
a consultarse mutuamente sobre las decisiones relacionadas con la destinación de los
espacios, el trabajo de religiosas y familias por una parte y la autoridad del sacerdote
encargado del sector.

Es en este contexto que surgen algunas voces dentro y fuera de la jerarquía eclesial
que se preguntan sobre la conveniencia y la ortodoxia de mantener unido el espacio de
alimentación diaria de niños y ancianos y el lugar de celebración eucarística y de otros
sacramentos. Surgen entonces preguntas fundamentales como: ¿Son los Templos–
Comedores, verdaderos Templos cristianos de acuerdo con el mensaje del evangelio y la
disciplina eclesial?, ¿Requieren un régimen especial? Existen otras preguntas derivadas,
pero no de menor importancia como: ¿Debe primar la programación de la alimentación o la
celebración de unas exequias en el Templo-Comedor?, ¿Hasta dónde llega la competencia
de las religiosas o familias comprometidas encargadas de la administración y utilización del
espacio y como evitar desacuerdos sobre las actividades con el sacerdote que asiste el
Templo-Comedor del sector?

Estas preguntas que han surgido de la experiencia real de la Fundación son las que
fundamentan un análisis de carácter teológico al respecto. En este sentido se hará expreso
en la primera parte un análisis de los Templos-Comedores a la luz de las fuentes de la
teología (1), y poder pasar, en un segundo momento, a analizar la ortodoxia y la
conveniencia de estos espacios a la luz de otros lugares teológicos (2).

1. EL ANÁLISIS DE LOS TEMPLOS-COMEDORES DESDE LAS FUENTES DE


LA TEOLOGÍA.

Comer como celebración religiosa y compartir el alimento como manifestación de


comunidad son una constante en la tradición judeo-cristiana. Con base en las fuentes de la
teología cristiana, esta sección busca señalar el carácter celebrativo, familiar y social de
compartir la mesa. Así, en una primera parte se abordara la Sagrada Escritura, tanto
veterotestamentaria como neotestametnaria (1.1.), para pasar luego a unas someras
consideraciones sobre la Tradición de la Iglesia (1.2.); todo en clave del espíritu que anima
al programa de Templos-Comedores objeto de estudio.

1.1. Los Templos-Comedores a la luz de la Sagrada Escritura.


1.1.1. Comida y sacralidad en el Antiguo Testamento.

La comida, y su relación con Dios, es una noción anclada en el pensamiento hebreo.


Con frecuencia en los libros del Antiguo Testamento (AT en adelante) la alimentación y su
celebración juegan un rol importante. En el libro del Génesis (3, 6) la idea de comer el fruto
del árbol de la sabiduría marca el simbolismo de la obediencia a las normas divinas y es la
base de la teología moral y la hamartiología, incluyendo obviamente el pecado original. En
los versos 17 a 19 el castigo de Adán se refiere a la dificultad que tendrán los hombres para
sacar de la tierra su alimento y el esfuerzo que implicará conseguir el pan. De acuerdo con
Hernando Barrios:
El pan es un término que en las tradiciones veterotestamentarias refiere no una
especie de alimento sino expresa la comida misma. Son muchas las figuras
simbólicas plasmadas por los autores bíblicos cuando hablan de diferentes clases de
pan. La vertiente profética utiliza la simbología del pan o de comer pan con una
riqueza de expresiones. El profeta anuncia una situación concreta a través de la
simbología del alimento: “Aunque el Señor os ha dado pan de escasez y agua de
opresión, tu Maestro no se esconderá más, sino que tus ojos con templarán a tu
Maestro” (Is 30,20). La experiencia del exilio fue simbolizada por el profeta en
comer un pan de no muy buena calidad: “Entonces YHWH dijo: Así comerán los
hijos de Israel su pan inmundo donde los arrojaré” (Ez 4,13). (Barrios, 2008, pp.
353-354).

Más allá de la frecuencia de la noción de alimentación en el AT, es importante


señalar, para efectos del presente estudio, el desarrolló religioso celebrativo de las comidas
judías. En este sentido la fiesta de la Pesá o Pascua Judía es sin duda central (Avril y De la
Maisonneuve, 1996). La celebración de la liberación de Egipto es una tradición en la que se
funden la remembranza, la comida y el canto de salmos.

La cena y demás actos que conforman esta fiesta judía son determinantes de la
pertenencia a la comunidad. Es una fiesta en familia en la que todos tienen un rol, el padre,
las mujeres y los niños. Una lectura de los Templos-Comedores en clave de Haggadá
hebrea es posible. Al igual que en la tradición judía la alimentación que se recibe en los
Templos-Comedores no es igual, en ningún sentido, a la alimentación que se toma por fuera
de ellos. Existen igualmente en las dos celebraciones (Haggadá y Templos-Comedores)
unas etapas previas a la comida. La santificación (quiddús) tiene un paralelo con los
procedimientos de limpieza de manos y su revisión, La primera parte del Hallel tiene un
paralelo en las oraciones de gracias por la comida que se recibirá y por los benefactores que
hacen posible la unión comunitaria. Finalmente se da la cena y la segunda parte del Hallel
puede tener relación con la despedida orante que muchos de los niños y ancianos realizan
ante el sagrario.

La comida de los Templos-Comedores simboliza el encuentro en comunidad y la


liberación del hambre antes o después de la jornada escolar. Es una alimentación en
“familia” con la dignidad de la mesa y sus formas donde los beneficiarios, sin importar su
pobreza extrema, se sienten reconocidos, valorados, acompañados, dignos y amados.

En este contexto cabe anotar la frecuencia con la que en el AT, dar de comer al
peregrino que no tiene alimento, es una manifestación de hospitalidad en cumplimiento de
normas divinas y, en el mismo sentido, dar de comer al hambriento una muestra de piedad
(Charpentier, 1981). Así, y para ilustrar brevemente esta última afirmación basten algunas
citas bíblicas (Biblia de Jerusalén, 1998). En Job 22, 7, Elifaz hace una lista de acciones
aborrecibles a los ojos de Shaddai y dice “no dabas agua al sediento, al hambriento le
negabas el pan”. El mensaje de los profetas es recurrente en la opción por los pobres
privados de alimento, y en la piedad que refleja dar alimento:

Isa 29, 8. Será como cuando el hambriento sueña que está comiendo, pero despierta
y tiene el estómago vacío; como cuando el sediento sueña que está bebiendo, pero
se despierta cansado y sediento. Así será la turba de todas las gentes, que guerrean
contra el monte Sión.

Isa 32, 6. Porque el necio dice necedades y su corazón medita el mal, haciendo
impiedad y profiriendo contra Yahveh desatinos, dejando vacío el estómago
hambriento y privando de bebida al sediento.

Isa 58, 7, 10. ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir
en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?
Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te
precederá tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá. Entonces clamarás, y Yahveh te
responderá, pedirás socorro, y dirá: “Aquí estoy.” Si apartas de ti todo yugo, no
apuntas con el dedo y no hablas maldad, repartes al hambriento tu pan, y al alma
afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será
como mediodía.

Eze 18, 7. No oprime a nadie, devuelve la prenda de una deuda, no comete rapiñas,
da su pan al hambriento y viste al desnudo.

Toda esta tradición judía, tanto de piedad como de celebración de la comida


comunitaria se amplía considerablemente en el Nuevo Testamento.

1.1.2. Comida y sacralidad en el Nuevo Testamento.

Existen un gran número de estudios sobre las comidas de Jesús y su significado.


Hernando Barrios publicó una versión resumida de su tesis doctoral (Barrios, 2008) que
ilustra en gran medida el estado del arte en la materia. Siguiendo este autor, gran parte de
los estudiosos que realizan los análisis bíblicos están de acuerdo en que el Evangelio de
Lucas es el que más referencias sobre mesa y comida presenta, incluyendo su sentido
celebrativo, comunitario y caritativo. Para abordar el fenómeno de los Templos-Comedores
podemos referirnos a dos tipos de referencias textuales neotestamentarias y particularmente
evangélicas: en primer lugar, a las parábolas y demás referencias de Jesús a las comidas con
intenciones ilustrativas o explicativas; y en segundo lugar, a las propias comidas de Jesús
como acciones narradas por los evangelistas cargadas de intencionalidad (Charpentier y
Burnet, 2006).

En cuanto al primer grupo, es decir a las parábolas y referencias de Jesús a las


comidas podemos señalar tres referencias profundamente significativas, con sus respectivos
paralelos en los otros Evangelios.

En primer lugar, y siguiendo al profesor Rafael Aguirre, en la sección destinada a


estar preparados para cuando vuelva el Señor (Lc 12, 35-37), hay una referencia a la mesa
que con frecuencia es opacada por el comentado simbolismo de las lámparas encendidas
(Aguirre, 2006). En el verso 37 dice “Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre
despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro,
les servirá.”. De acuerdo en el autor citado “no hay parábola más asombrosa que ésta sobre
lo que es el amor de Dios”.

En segundo lugar, todo el capítulo 14 del tercer Evangelio, trata las enseñanzas de
Jesús en torno al banquete con el fin de dar luces sobre la relación con el prójimo. Para
efectos de nuestro objeto de estudio son reveladores los versículos 12 al 15:

Dijo también al que le había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no
llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que
ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los
pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden
corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos.” Habiendo oído
esto, uno de los comensales le dijo: “¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!.
Finalmente en esta selección de pasajes neotestamentarios y en tercer lugar en
cuanto al uso de la mesa en las enseñanzas de Jesús encontramos las parábolas de la
misericordia en el capítulo 15. En los versos 11 a 32 (el Padre misericordioso) la alegría del
padre por el regreso del hijo se manifiesta en una cena de celebración que sobrepasa el
entendimiento del hijo obediente.

En las tres secciones señaladas, sin duda la idea del Reino está presente pero
también existe una reivindicación del converso, del que vela, de los marginados y del que
vuelve. La mesa del Padre, y no cualquier mesa, en los tres relatos los comensales son
reivindicados en su dignidad (Cardona, 2003). “En realidad, lo que hace Jesús en el
Evangelio de Lucas, para hablar de Dios, es cambiar el paradigma de la santidad por el de
la misericordia” (Aguirre, 2006).

Por otra parte podemos identificar un segundo grupo de referencias sobre la mesa y
la comida, como hemos mencionado en la introducción de esta sección, o lo que, cada vez
con más frecuencia se denominan las comidas de Jesús. Algunos autores reconocen en la
actividad de Jesús, junto con la predicación una acción de interacción estrechamente
vinculada con las cenas (Cardona, 2003; Barrios, 2008). Así, podemos señalar seis escenas
particularmente relevantes para nuestro objeto de estudio, es decir la comida como
celebración, oración y comunidad en los Templos-Comedores.

En primer lugar, siguiendo también el Evangelio de Lucas, la primera comida en la


que Jesús participa es la que se realiza en casa de Leví (5,29-39), en una acción que
tempranamente en el Evangelio señala el cambio en los paradigmas Judíos. Los versículos
más dicientes desde nuestra óptica son el 30 y 31: Los fariseos y sus escribas murmuraban
diciendo a los discípulos: “¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?” Les
respondió Jesús: “No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal”.
Podríamos hacernos con ocasión de los Templos-Comedores una pregunta cercana a
la que formulan los Judíos del grupo de los fariseos: ¿Por qué comen esos niños pobres en
un templo?, la respuesta podría ser porque no tienen mucho mas donde comer, su
comunidad prefiere un templo a un comedor y sus benefactores son cristianos.

Se podría replicar que los Templos no son para comer, veremos más adelante que
esto no es tan claro, y dos versículos más adelante los fariseos hacen una replica parecida
cuando dicen:
Luc 5, 33 Ellos le dijeron: “Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan
oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben.” Jesús les
dijo: ¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con
ellos?

En segundo lugar, otra de las comidas de Jesús es presentada por el evangelista en el


capítulo 7 versículo 36 se refiere a una comida en la casa de un fariseo (nuevamente el
grupo al que se le criticaba un apego excesivamente formalista a la Ley) y donde una mujer
lava los pies de Jesús y los perfuma. La crítica no se hace esperar:
Luc 7, 39 Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: “Si éste fuera
profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una
pecadora.

Después de unos comentarios sobre el amor Jesús perdona los pecados de la mujer
que ha demostrado amor, a diferencia de aquel que ofrece la comida sin amor. Este pasaje
sirve para iluminar la filosofía de la Fundación que expresamente, como decíamos en la
introducción, niega ser una ONG que alimenta niños y ancianos pobres. La gran mayoría de
sus funcionarios son voluntarios que trabajan por amor y caridad hacia los más necesitados.
Los Templos-Comedores no solo proveen alimento material, su intención va mucho más
allá.
En tercer lugar en Lc. 9, 10 y paralelos, encontramos el conocido pasaje de la
llamada multiplicación de los panes. Los números sobre la cantidad de personas de esta
perícopa hay que pensarlos a la luz del método histórico crítico. En cualquier caso, lo que
es relevante para el presente estudio es el mandato del verso 13 dirigido a los discípulos:
“dadle vosotros de comer”; comieron en la presencia del Señor y quedaron saciados.
Teniendo en cuenta que todos los cristianos somos discípulos, la cercanía con la acción de
los Templos-Comedores es tan patente que no requiere mayores comentarios.

Las otras tres comidas de Jesús se dan en tres momentos claves, “que Lucas realza
de una forma muy especial en su Evangelio: La comida poco antes de morir, lo que
llamamos La Cena, y dos comidas después de la resurrección. Son comidas en las que Jesús
les va a inculcar las enseñanzas más importantes sobre el seguimiento” (Aguirre, 2006).
Las citas bíblicas son: La Cena Pascual en el capítulo 22,14-38, el episodio de Emaús en el
capítulo 13-35 y la aparición a los discípulos en el capítulo 24,36-52. Sobre la institución
de la Eucarística, su carácter comunitario y celebrativo volveremos en la segunda parte del
presente trabajo con ocasión de las normas litúrgicas y las normas contenidas en el Código
de Derecho Canónico. “La obra lucana continúa en los Hechos de los Apóstoles, en los que
la mesa compartida tiene un lugar preeminente, un lugar donde los discípulos recuerdan al
Señor, donde Él se hace presente, y donde se expresa el carácter fraterno de la comunidad.
Cuando la comunidad se reúne, lo hace para recordar la palabra del Señor” (Aguirre, 2006,
p. 14).

No podemos terminar esta sección sobre el Nuevo Testamento sin hacer referencia a
los escritos paulinos, Además de la opción por los pobres de la Carta a los Gálatas, es
pertinente señalar la Carta a los Corintios en la que el Apóstol guía y reprende a quienes no
han entendido el sentido de la celebración de la cena eucarística y cometen el grave error de
hacer diferencias de clase social en los tipos de comida, o en dejar a los más pobres sin
alimento ya que ellos no aportaban nada al banquete o llegan más tarde. La vehemencia de
San Pablo es evidente:
1Co 11, 21-24 porque cada uno come primero su propia cena, y mientras uno pasa
hambre, otro se embriaga. ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O es que despreciáis a la
Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué voy a deciros? ¿Alabaros? ¡En eso
no los alabo! Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la
noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es
mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío”.

De la exhortación paulina queda clara la igualdad que tenemos en la cena eucarística


y en los templos, también la diferencia que hay entre comer en comunidad y comer de
manera individual. La cena en comunidad es anamnesis y por tanto requiere un espacio
propio y digno.

Después de este breve análisis bíblico con ocasión de la experiencia de los


Templos–Comedores es pertinente pasar a la segunda fuente de la teología.

1.2. Los Templos-Comedores en clave de la Tradición de la Iglesia.

Junto con el bautismo, el sacramento de la Eucaristía es uno de los bastiones de la


Tradición de la Iglesia, los documentos magisteriales reconocen una tradición
ininterrumpida (OGMR 6) y los reportes de toda la historia del Cristianismo (Johnson,
1977) dan cuenta de su existencia con algunas variaciones de forma, pero siempre
manteniendo el carácter sacrificial, particularmente defendido en los primeros Concilios, en
Trento y el Concilio Vaticano II.

En los tres primeros siglos del cristianismo la celebración eucarística tenía unas
formas básicas derivadas de la institución de la Cena de Jesús con los apóstoles. La Primera
Carta a los Corintios, mencionada en la sección anterior, junto con los relatos de Hechos de
los Apóstoles nos confirma la idea de que el recuerdo del Señor se mantenía a través de las
cenas dominicales en las casas de miembros de la comunidad. La disciplina del banquete
fue desarrollándose no sin dificultades (Crossan y Reed, 2004). Crossan dedica un capítulo
al estudio detallado, desde el punto de vista social, de lo que significaba yuxtaponer la vida
pública y la vida privada en las comidas comunitarias. El autor señala que una de las
grandes dificultades del mantenimiento de la unión comunitaria de la cena eucarística era la
división de rangos sociales propios de las culturas helénica y romana. (Ibíd, p. 297).

Aunque hoy el sustento material del pan consagrado es pequeño, en los primeros
siglos del cristianismo la comida comunitaria era una comida completa, en la que además
de los momentos de alimentación se destinaban momentos a la oración.

Las persecuciones romanas en sus diferentes períodos y los motivos funerarios han
llevado a pensar que el momento de encuentro comunitario para compartir el alimento, orar
y estar en comunidad con el riesgo de ser descubiertos y asesinados, era particularmente
intenso. El amor fraterno era el apoyo de personas que arriesgaban su vida por sus creencias
celebrando la continuación de la vida que simboliza alimentarse haciendo anamnesis del
sacrificio de Cristo.

Con la declaración de tolerancia de la administración de Constantino y la


declaración de religión oficial de Teodosio, la comida en comunidad se transforma. Las
formas se multiplican y se imponen, los grupos incrementan considerablemente su número
y el sentimiento de comunidad unida en el peligro, el amor y la ayuda mutua se difumina.
El paso de la casa a la basílica, y la centralización del poder y de los métodos de control
afectan el lugar prioritario del mensaje evangélico. Los cristianos del común se pierden en
un mar de símbolos que deben ser explicados siglo tras siglo por los doctos en teología. La
Edad Media desarrolla una escatología más de miedo que de esperanza (Le Goff, 1981) que
no se conecta muy bien con los sacramentos. Sorprendentemente, el carácter sacrificial
nunca se pierde en los estrechos caminos medievales. No se puede decir lo mismo del
carácter celebrativo y comunitario.

Entre el siglo XII y el siglo XIV llegan nuevas luces y procesos determinantes para
la Iglesia. Los aportes de Santo Tomas, Erasmo y las reivindicaciones de Lutero implican
una revisión y reordenación. En menor medida que los otros sacramentos, también para la
Eucaristía se revisan las Escrituras, el Concilio de Trento reconoce la septena sacramental,
defiende el carácter sacrificial y la transubstanciación del pan y vino en el cuerpo y sangre
de Cristo. Queda claro que cada Eucaristía es un nuevo sacrificio y no un mero recuerdo.
La generación de nuevos carismas y comunidades religiosas se apoya en la riqueza de los
Padres de la Iglesia y en un retorno a los orígenes, las homilías y las acciones de figuras
como San Juan Crisóstomo, San Francisco de Sales, San Cesáreo de Arlés y San Vicente de
Paul son una muestra del interés continuado en la Tradición de la Iglesia por los pobres en
la comunidad (Diccionario católico, voz Pobreza). Así se recupera de manera expresa el
carácter comunitario y celebrativo de la cena cristiana. Sin embargo las grandes formas
permanecieron.

Entre los siglos XVII a XIX el desarrollo industrial y el racionalismo ganan terreno,
la división de clases se hace más evidente, igual que la brecha social. La iglesia se enfrenta,
sobre todo en el siglo XIX a fenómenos que trata de combatir con la denominada “Doctrina
Social de la Iglesia”. La opción por los pobres se expresa cada vez con más frecuencia y en
el siglo XX América Latina se convierte en “el continente de la esperanza”. La noción de
Iglesia se transforma de “jerarquía eclesial” en “Pueblo de Dios”. Todo este proceso tiene
consecuencias en la celebración de la Eucaristía: se adaptan los misales y rituales que se
interesan cada vez más una participación activa de la asamblea, con la intención de que
entienda y sienta lo que realmente sucede.

En los veinte siglos de la Tradición de la Iglesia se han transformado muchas


realidades, sin embargo, comer y beber el pan y el vino, junto con la oración (plegarias
eucarísticas) sin duda ha permanecido. Parece claro entonces que la noción Templo-
Comedor no es nueva; ya los primeros cristianos (siglos I a III) celebraron la Pasión,
Muerte y Resurrección del Señor en el comedor o la sala de las casas, en la catacumba y
otros lugares dignos, a pesar de que se realizaban otras comidas en los mismos lugares, los
caracteres celebrativo, sacrificial y comunitario marcaban una clara diferencia ente una
comidas y otras. Cuando estaban reunidos en el nombre de la Trinidad ese comedor se
convertía en un Templo.

Con este breve esbozo de la Tradición eclesial podemos cerrar esta primera sección.
Las implicaciones prácticas de las nociones hasta aquí presentadas con base en las fuentes
de la teología serán útiles para el recorrido de la segunda parte, donde se analizará la
realidad de los Templos-Comedores en clave de algunos tratados teológicos y de la praxis
eclesial.

2. EL ANÁLISIS DE LOS TEMPLOS-COMEDORES DESDE ALGUNAS RAMAS


DE LA TEOLOGÍA.

Si bien las fuentes de la teología son fundamentales para avanzar en el análisis sobre
la coherencia y la ortodoxia cristiana católica de los Templos-Comedores, es necesario
llevar el análisis a niveles prácticos y actuales de la Iglesia y de la disciplina teológica. Por
ello esta sección se interesará en cuatro aspectos de la praxis eclesial que están en relación
directa con las actividades que impulsan los Templos-Comedores. En una primera sub-
sección se hará referencia al Magisterio (2.1.) (lugar teológico privilegiado por su
autoridad), luego se considerará uno de los temas que más polémica podría suscitar y es el
cumplimiento de las normas litúrgicas (2.2.), en tercer lugar se consideran las normas sobre
Eucaristía del Código de Derecho Canónico (2.3.), para terminar con unas consideraciones
sobre la evangelización (2.4.).

2.1. Los documentos magisteriales y su cumplimiento en la figura de Templos-Comedores.

Debemos en este apartado poner en comunicación dos posiciones del Magisterio de


la Iglesia que con ocasión de los Templos-Comedores están estrechamente unidas. Por una
parte los pronunciamientos sobre la acción por los pobres y en particular la ayuda en el
cumplimiento del derecho básico a la alimentación, y por otra parte las manifestaciones
sobre el espacio de los templos y su utilización.

En primer lugar entonces, sobre la alimentación de los más pobres la Iglesia ha


mantenido desde sus inicios una clara posición de ayuda, donde la alimentación está en la
base. Paradójicamente con el avance científico y técnico este interés no ha disminuido sino
aumentado debido a la cantidad de personas que sufren miseria y hambre. Podríamos
realizar un estudio independiente sobre el tema, bástenos algunas referencias en la materia
desde los diferentes niveles de la jerarquía eclesial. Juan Pablo II hizo suya la expresión
“opción preferencial por los pobres” en diversos discursos. Esta noción es defendida en el
documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunos problemas de la
teología de la liberación (Floristán, 2004). El Papa manifestó constantemente su
preocupación y su exhortación con relación a la pobreza extrema y por los niños que están
inmersos en ella:

Eliminar las causas profundas de la miseria y de la desesperación para dar a todo


hombre su dignidad fundamental es un deber sagrado para todas las naciones, y en
particular para quienes las gobiernan. Juan Pablo II, 22-XI-02. El grito de millones de
niños, en el sur del planeta, condenados a morir de hambre y enfermedades ligadas a la
pobreza se ha hecho más desgarrador e interpela a todos... Se ha registrado una pérdida de
valores y el precio más elevado lo han pagado precisamente los más pequeños, sin olvidar
que también en las naciones desarrolladas permanecen áreas de gran pobreza. Juan Pablo II,
15-VI-03.

En el jubileo del año 2000 decía el Papa Juan Pablo II: “es la hora de un nueva
‘imaginación de la caridad’, que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas
prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el
gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno”.
En el mismo sentido Benedicto XVI ha emitido la encíclica Deus Caritas Est (25-XII-05).
En 2007 y con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación, el Papa expresaba las
siguientes palabras que coinciden en todo con el espíritu que guía los Templos-Comedores:

Debemos constatar que los esfuerzos realizados hasta ahora no parecen haber
disminuido significativamente el número de hambrientos en el mundo, a pesar de que todos
reconocen que la alimentación es un derecho primario. Esto es debido quizás a que se
tiende a actuar motivados, sólo o principalmente, por consideraciones técnicas y
económicas, olvidando la prioridad de la dimensión ética del “dar de comer a los
hambrientos”. Esta prioridad atañe al sentimiento de compasión y solidaridad propio del ser
humano, que lleva a compartir unos con otros no sólo los bienes materiales, sino el amor
del que todos tenemos necesidad. Efectivamente, damos demasiado poco si sólo ofrecemos
cosas materiales.

No solo los Sumos Pontífices sino también la autoridad de los Concilios han
manifestado la opción por los pobres. Ya en 1962, poco antes de comenzar el Concilio
Vaticano II, Juan XXIII dijo que “la Iglesia, que es la Iglesia de todos, quiere ser
particularmente la Iglesia de los pobres”. Podemos seleccionar el siguiente apartado de la
Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual:

Que se evite, pues, el escándalo de que, mientras ciertas naciones, cuya población es
muchas veces en su mayoría cristiana, abundan en toda clase de bienes, otras, en cambio, se
ven privadas de lo más indispensable y sufren a causa del hambre, de las enfermedades y de
toda clase de miserias. El espíritu de pobreza y de caridad debe ser la gloria y el testimonio
de la Iglesia de Cristo. (…) Por eso, la Iglesia debe estar siempre presente en la comunidad
de las naciones para fomentar o despertar la cooperación entre los hombres; y eso tanto por
medio de sus órganos oficiales como por la colaboración sincera y plena de cada uno de los
cristianos, colaboración que debe inspirarse en el único deseo de servir a todos. (GS 88-90).

En el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia el numeral 449 se intitula “La


lucha contra la pobreza y nuestra responsabilidad” y reconoce que al comienzo del nuevo
milenio, la pobreza de miles de millones de hombres y mujeres es “la cuestión que, más que
cualquier otra, interpela nuestra conciencia humana y cristiana”. La pobreza manifiesta un
dramático problema de justicia: la pobreza, en sus diversas formas y consecuencias, se
caracteriza por un crecimiento desigual y no reconoce a cada pueblo el “igual derecho a
‘sentarse a la mesa del banquete común’”. Esta pobreza hace imposible la realización de
aquel humanismo pleno que la Iglesia auspicia y propone, a fin de que las personas y los
pueblos puedan “ser más” y vivir en “condiciones más humanas".

La Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín (1968) habló de dar


"preferencia efectiva a los sectores más pobres y necesitados y a los segregados por
cualquier causa” (Pobreza, 90). Según Puebla (1979), la Conferencia de Medellín hizo en
1968 “una clara y profética opción preferencial y solidaria por los pobres” (DP 1134).
(Floristán 2004).

Por otra parte, hay que recordar que el lugar de encuentro cristiano por excelencia es
el templo y donde la celebración eucarística es central, “ninguna comunidad cristiana se
edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la eucaristía” (PO 6). Pasaremos a
considerar las normas sobre la Eucaristía, pero desde ya podemos decir que si bien el
sacramento tiene una disciplina particular, nada impide que celebraciones cristianas
complementarias se realicen en los templos. Lo expresa claramente uno de los autores
citados cuando dice: “La eucaristía es la actividad central de la Iglesia, pero esa actividad
aparece ante la mayoría como un acto de culto, ritual y sagrado, no como un acto familiar y
comunitario, como puede ser el comer” (Floristán, 2004). Los Templos-Comedores no
pretenden retroceder en la Tradición de la Iglesia, sino que siguiendo la Constitución
Gaudium et Spes se interesan por vivir los sacramentos en concordancia con nuestras
realidades sociales presentes, sin disminuir la dignidad del carácter sacrificial, sino
fortaleciendo el sentido comunitario, celebrativo y de caridad.

En los Templos-Comedores se celebra la Eucarística dominical y sus asistentes son


en gran medida los beneficiarios de la alimentación que allí se da en semana y sus familias.
Así la alimentación fraterna semanal de los niños y ancianos se completa con el sacramento
de la Eucaristía. En algunas ocasiones sacerdotes parroquiales han querido celebrar
Eucaristías en los horarios programados para la alimentación, lo que sin duda deja a los
beneficiarios (que fácilmente en un solo Templo-Comedor pueden ser más de 200 niños y
ancianos) sin una de las comidas del día. No es posible afirmar de manera tajante que una
actividad sea más o menos importante que la otra, pero si es posible afirmar desde el
testimonio del amor y la caridad cual es, entre 11 am y 1 pm, el grano de mostaza de la
comunidad eclesial del futuro. Obviamente el programa nunca esta cerrada a la posibilidad
de celebraciones litúrgicas en horarios que no coincidan con la alimentación de los
beneficiarios.

Debemos recordar en este punto tres realidades: (i) la Fundación SACIAR no


construye ninguno de los Templos-Comedores sin consultar a la Diócesis respectiva, (ii)
Pocos sacerdotes colaboran de manera activa o al menos con su presencia durante las
jornadas de alimentación en los Templos-Comedores que están en la jurisdicción de su cura
de almas, y (iii) La intención de los benefactores de los recursos de la construcción del
Templo-Comedor y de la alimentación es poner sus recursos para un Templo-Comedor, no
solo para un templo ni solo para un comedor.

Con base en lo investigado y presentado hasta aquí, nada indica una contradicción
entre la acción de alimentación de los pobres en el amor comunitario y la utilización de los
templos. La dignidad con que realizan las actividades y el sentido cristiano del programa es
entonces coherente con los documentos magisteriales. Profundicemos en estas
proposiciones considerando ahora otra rama de la teología.

2.2. La coherencia de los Templos-Comedores con las normas litúrgicas.

Con base en las entrevistas realizadas en al Fundación que sirve de caso de estudio,
este tema es el que con más frecuencia esgrimen los opositores de los Templos-Comedores.
Consideremos el argumento a la luz de la Ordenación General del Misal Romano (OGMR)
evitando así subjetivismos llevados al límite por fuera de las normas disciplinares de la
jerarquía eclesial. Teniendo en cuenta además que la Ordenación reconoce que:
El nuevo Misal, que testifica la lex orandi de la Iglesia Romana y conserva el
depósito de la fe transmitido en los últimos Concilios, supone al mismo tiempo un
paso importantísimo en la tradición litúrgica.
Es verdad que los Padres del Concilio Vaticano II reiteraron las afirmación
dogmáticas del Concilio de Trento; pero tuvieron que hablar de un momento
histórico muy distinto, y por ello hubieron de aportar planes y orientaciones
pastorales totalmente imprevisibles hace cuatro siglos. (OMGR 10) -Subraya por
fuera de texto-.

El capítulo quinto de la Ordenación se refiere a la disposición y ornato de las


iglesias para la celebración eucarística (288 y ss.). Hay que considerar que los Templos-
Comedores siguen hoy un plano y estructura común en los lugares en los que se
construyen, cumpliendo con las disposiciones eclesiásticas del altar, el ambón y la sede.
Estos lugares han sido dedicados (290) y en todos ellos existe obviamente un sagrario (314)
que cuenta con un espacio independiente digno, decorado y visible para la oración.
Ninguno de los beneficiarios se alimenta de espaldas al altar. En las celebraciones
eucarísticas dominicales se retiran las mesas y se incrementan, de ser posible, el numero de
asientos. Toda la alimentación se realiza en el “lugar de los fieles” (311), los otros espacios
son profundamente respetados. Las imágenes sagradas tienen espacios dignos y recuerdan
la memoria de los Santos y de la Virgen María, ninguna de esas imágenes tiene un lugar
preeminente al del crucificado.

Si bien hemos afirmado que el sentido comunitario y fraterno de estas comidas es la


esencia de los Templos-Comedores, podemos afirmar también que ellas no son una liturgia
en el sentido mas estricto del término, hay oración, caridad, alimento, presencia de fieles,
presencia de clérigos y espacio sagrado pero claramente no se puede afirmar (de manera
ortodoxa) el carácter sacrificial, o la equiparación entre la fracción del pan entre hermanos
y la fracción del pan consagrado; existe coherencia entre los dos actos pero no son iguales.
Lo anterior no implica una deformación litúrgica (encargada a los Obispos en la OGMR)
sino más bien una preparación, una extensión en obras de lo predicado.

Además de las normas litúrgicas, existen otros tipos de normas en la disciplina


eclesial. Consideremos entonces los cánones relativos la Eucaristía.

2.3. Consideraciones de las normas del Código de Derecho Canónico sobre el sacramento
de la Eucaristía y su relación con la actividad de los Templos-Comedores.

En el libro IV, tìtulo III del CIC están consagradas las normas sobre la Eucaristía. El
canon 932 establece:
§ 1. La celebración eucarística se ha de hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un
caso particular, la necesidad exija otra cosa; en este caso, la celebración debe
realizarse en un lugar digno.
§ 2. Se debe celebrar el Sacrificio eucarístico en un altar dedicado o bendecido;
fuera del lugar sagrado se puede emplear una mesa apropiada, utilizando siempre el
mantel y el corporal.

Este canon se cumple en los Templos-Comedores, que como mencionamos más


arriba siguen las indicaciones de la OGMR. Ahora bien, en este mismo libro, el título I de
la tercera parte consagra las normas sobre los lugares sagrados. El canon 1205 establece
que “son lugares sagrados aquellos que se destinan al culto divino o a la sepultura de los
fieles mediante la dedicación o bendición prescrita por los libros litúrgicos” Incluyendo,
claro está, las iglesias. El canon 1210, determinante para nuestro objeto de estudio dice:
En un lugar sagrado sólo puede admitirse aquello que favorece el ejercicio y el
fomento del culto, de la piedad y de la religión, y se prohíbe lo que no esté en
consonancia con la santidad del lugar. Sin embargo, el Ordinario puede permitir, en
casos concretos, otros usos, siempre que no sean contrarios a la santidad del lugar. -
Subraya por fuera de texto-.
Este canon nos ayuda a dilucidar una respuesta a la pregunta principal que hemos
formulado sobre la ortodoxia de alimentar niños y ancianos pobres en Templos-Comedores.
Si consideramos que esa actividad liderada por religiosas y familias comprometidas, donde
se educa y se ora “favorece el ejercicio y el fomento de la piedad y de la religión” sin
afectar negativamente el culto; desde el Derecho Canónico tendríamos que concluir que los
Templos-Comedores no infringen la norma.

Adicionalmente y sobre la problemática de la autoridad y toma de decisiones de la


cotidianidad de los Templos-Comedores existen dos cánones que debemos poner en
equilibrio. Por una parte el canon 1213 y por otra el canon 1300.

El canon 1213 establece que “la autoridad eclesiástica ejerce libremente sus poderes
y funciones en los lugares sagrados”, sin embargo debemos entender que esta autoridad no
puede ser arbitraria y debe seguir el espíritu, no solo del derecho canónico, sino de toda la
Iglesia –Pueblo de Dios-. A este respecto debemos recodar que la construcción y
financiamiento de los Templos-Comedores es posible gracias a las donaciones pías
realizadas por los benefactores y que se canalizan a través de la Fundación SACIAR. El
canon establece:
1300. Deben cumplirse con suma diligencia, una vez aceptadas, las voluntades de
los fieles que donan o dejan sus bienes para causas pías por actos inter vivos o
mortis causa, aun en cuanto al modo de administrar e invertir los bienes, salvo lo
que prescribe el c. 1301 § 3.

Es con base en estos últimos dos cánones que el acuerdo de administración conjunta
y consultada entre la Arquidiócesis de Medellín13 y la Fundación SACIAR tiene sentido. La
Arquidiócesis esta legitimada para ejercer su autoridad con base en el carácter sagrado del
templo y el bien de los fieles. La Fundación vela por la intención de los donantes y el bien
de los fieles. Claramente hay un elemento común que es el bien de los niños y ancianos que
13
La Fundación Saciar ha celebrado este tipo de acuerdos con las Diócesis de Montería y Apartado, ambas en
Colombia.
allí se alimentan. De acuerdo con las entrevistas realizadas la relación entre la Fundación
SACIAR y la Arquidiócesis es buena; sin embargo, igual que en muchos lugares del mundo
la obediencia del clero se relativiza y el ejercicio de competencias de los sacerdotes no
siempre sigue la pauta marcada por el Ordinario del lugar y en algunas ocasiones puede (tal
vez sin intención) poner en riesgo la continuidad del programa de alimentación en los
Templos-Comedores.

Debemos concluir en esta sección que los Templos-Comedores cumplen las normas
del CIC, y que la coordinación y colaboración conjunta de autoridades eclesiásticas,
voluntarios de la Fundación, comunidades de religiosas y familias administradoras
comprometidas es determinante para seguir adelante con la reconstrucción del tejido social
de los barrios marginales donde se lleva a cabo el programa. En esta misma línea y
siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II debemos considerar finalmente los
Templos-Comedores desde la perspectiva de la difusión del Evangelio.

2.4. Los Templos-Comedores como oportunidad de evangelización.

La evangelización no se restringe sólo al ámbito de la proclamación de la Palabra o


la celebración de los sacramentos, sino que también se realiza cuando se muestran signos
de esperanza que hablan de la misericordia de Dios (Ríos, 2011). Al final de la década de
los 60 del siglo XX, justamente después del Concilio Vaticano II, surgió una mística grupal
plasmada en el fenómeno comunitario cristiano. Su origen se debió, de una parte, a la nueva
conciencia de Iglesia como communio en su doble significado: comunidad de creyentes y
comunión de Iglesias. De otra, a la oferta de participación personal del laicado cristiano,
con preferencia de pobres y marginados. Sin olvidar el influjo de los grupos educativos,
psicológicos, laborales y políticos (Floristán, 2004).

La noción de evangelización de nuestro tiempo se ha modificado en comparación,


por ejemplo, con la evangelización de la época de la colonia en el sur del continente
americano. La función evangelizadora de los laicos en la Iglesia es mandada por el último
Concilio y desarrollada en gran medida en la Exhortación Apostólica Christi Fideli Laici
del Papa Juan Pablo II, quien reconoce en el numeral 34 que “los fieles laicos están
plenamente implicados en la misión evangelizadora de la Iglesia” y más adelante en el
mismo numeral dice que “ha llegado la hora de emprender una nueva evangelización, que
debe llegar a formar Comunidades eclesiales maduras, y en esta tarea los laicos juegan un
papel importante”.

Las duras realidades de nuestro continente han dado pie a posiciones como las de la
Teología de la Liberación. Sin embargo debemos recordar que ninguna causa pacífica se
puede defender por medios violentos. Es posible levantar la voz frente a las injusticias de
nuestro tiempo pero siempre se debe actuar de manera coherente con los principios
evangélicos. Con base en la función evangelizadora de los laicos la Fundación SACIAR ha
actuado con base en la caridad más común a las grandes religiones monoteístas: “dar de
comer al hambriento”.

La exhortación Christi Fideli Laici es vehemente cuando afirma:


A nadie le es lícito permanecer ocioso dentro de la Iglesia; no hay lugar para el ocio.
(…) Por eso se nos invita a mirar cara a cara este mundo con sus valores y problemas,
inquietudes y esperanzas, conquistas y derrotas y preguntarnos ¿cuál es el rostro actual de
la "tierra" y del "mundo" en el que los cristianos han de ser "sal" y "luz"? Se nos insiste en
que es muy grande la diversidad de situaciones y problemas que hoy existen en el mundo y
que además están caracterizados por la creciente aceleración del cambio. (Christi Fideli
Laici, 3-5)

Por eso este programa de Templos-Comedores, que en un primer momento puede


generar perplejidad por el lugar donde se lleva a cabo la alimentación en comunidad, sigue
no solo la idea de una nueva evangelización, sino también de una nueva forma de caridad,
más continuada, más formadora, más fraterna. El padre Ríos Gómez afirma:
En este orden de ideas, consideramos de vital importancia desarrollar “una Nueva
Imaginación de la Caridad” que, en concordancia con el Evangelio, responda a las
exigencias del mundo en que vivimos. Una Nueva Imaginación de la Caridad significa,
pues, tener claridad para ver, lucidez para discernir y capacidad de inventiva para imaginar
y determinar las acciones que corresponde realizar en cada momento histórico. Pero esta no
será posible si la comunidad parroquial no tiene la Caridad -el amor- como eje fundamental
de su acción pastoral. Y es que la Caridad es para toda la Iglesia y, por supuesto, para la
comunidad parroquial, una dimensión “que pertenece a su naturaleza y es manifestación
irrenunciable de su propia esencia (Ríos, 2011).

Los documentos del Magisterio son abundantes sobre este tema.14 Con base en las
entrevistas realizadas en la Fundación en cuestión sobre los Templos-Comedores,
parecieran indicar que hay dos tendencias opuestas en los sacerdotes encargados de los
sectores donde están ubicados estos Templos-Comedores. Algunos no ven el programa
como una oportunidad de evangelización y por ello no acompañan el programa, otros por el
contrario están siempre presentes, reforzando la idea de comunidad eclesial guiada por un
pastor.

CONCLUSIONES.

Después de este análisis, siempre breve, es posible perfilar algunas conclusiones. En


primer lugar, hemos visto que la acción los Templos-Comedores encuentra sus puntos de
apoyo en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia de los primeros siglos donde la
alimentación, la reunión en comunidad y la caridad saltan a la vista del lector. También
hemos considerado, desde una perspectiva más actual las declaraciones del Magisterio, las
normas canónicas –incluidas las litúrgicas- y los nuevos mandatos de evangelización. En
cada una de estas secciones hemos concluido que el carácter particular del programa
implica que no se presente una mención expresa de los Templos-Comedores, pero que no
se limite o prohíba la acción de la caridad en los templos, siempre que esta favorezca y
fomente el culto, la piedad y la religión; lo que efectivamente sucede hoy.

14
Cfr Novo Millenium Ineunte. No. 50 de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Deus Caritas Est. No. 25 y
sobre todo Aparecida y Medellín.
En 10 años y a pesar de estar en las zonas más violentas de la ciudad y del país, el
programa no ha sido blanco de los grupos al margen de la ley. Las religiosas y familias
líderes de los Templos-Comedores siempre lamentan la muerte de alguno de los niños o
jóvenes beneficiarios que se presenta por las dinámicas de los barrios, pero saben que con
su acción cristiana están poniendo la semilla de un futuro más justo, al menos sin hambre
infantil, en estos lugares donde la presencia de la institucionalidad estatal es mínima.

Por todo lo anterior es fundamental que el clero relacionado con los Templos-
Comedores unifique sus criterios (esperamos que este escrito colabore en esa tarea) y
permita que la Iglesia –Pueblo de Dios- actúe donde antes no había esperanza.

El 18 de Agosto el Nuncio Apostólico Aldo Cavalli visitó el Templo-Comedor de la


Transfiguración en Apartado. Hizo referencia a su infancia pobre, a la importancia de
compartir en silencio y con amor, y manifiestamente conmovido reconoció un espacio de
servicio comunitario donde se celebraba una comida vinculada a uno de los mensajes más
originarios del cristianismo. Una vez impartida la bendición antes de comer y entendiendo
que encontrarse con una comunidad cristiana unida en la caridad y el amor en un templo es
encontrarse con el resucitado, dijo: “Muchas gracias por invitarme, muchísimas gracias,
muchísimas gracias.”
BIBLIOGRAFÍA
Libros y artículos.

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(Navarra), Verbo Divino. 126 p.
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Ríos Gómez, Jaime Alberto (2011). Una Nueva Imaginación De La Caridad Desde La
Parroquia. No publicado.
EL ENCUENTRO CON JESUS EXPERIENCIA TRANSFORMADORA PARA LOS
JÓVENES.
JOSÉ MANUEL LOBO MENESES
Resumen
En este trabajo se plantea, en primer lugar una aproximación a la realidad del joven en relación con su
experiencia religiosa en el contexto educativo y sus dificultades para tener una profunda experiencia de Dios.
En segundo lugar, retomando a (TORRO, 2012) plantearnos que la fe cristiana, tiene algo que decirle a los
jóvenes de hoy, proponerles una experiencia de Dios y por último tomando como referencia los encuentros
de Jesús presentar un modelo de encuentro con Él.

Los jóvenes15 en el mundo educativo, no dudan en cuestionar la forma como las


diferentes instituciones –Familia, Iglesia y Escuela- les han transmitido la fe, por eso
desafían incesablemente a aquellos que tienen la responsabilidad de formarlos y de manera
especial los que de alguna manera tienen el compromiso de trabajar con ellos la formación
religiosa y trascendente.

El relativismo es una realidad que los envuelve, manifestándose en la poca capacidad


que tienen para sorprenderse, será por eso que cada vez se hace más difícil hablar de
trascendencia en la escuela; creen en el amor, pero no eterno, sus relaciones se vuelven
pasajeras, sus noviazgos resultan ser cortos

Manifiestan estar saturados de lo sagrado, porque esto suele ser ajeno a su realidad
humana, algunos participan de su parroquia y manifiestan que lo que piensan, viven y
sienten ellos, no tiene que ver con las celebraciones que la Iglesia hace.

Manifiestan no entender lo que dicen los responsables de la Iglesia, porque suelen


hablar en un lenguaje demasiado desconocido para ellos, sin embargo, dejan ver una
apertura a lo trascendente, pero esperan que sea de una manera nueva.

15
Los jóvenes a los que hago referencia son aquellos que han pasado y han estado en mi experiencia de vida
como docente en el Liceo Salazar y Herrera de la ciudad de Medellín.

No me detendré en una explicación exhaustiva de lo que son, sino que me permitiré tenerlos como
referencia para este trabajo.
Viven una experiencia religiosa muy personal e íntima, esta no genera ningún tipo
compromiso, pero se muestran sensibles, en muchos casos al dolor humano, por eso,
fácilmente se involucran en todo aquello que tenga tinte social.

En esta búsqueda de nuevo sentido, los jóvenes sondean alternativas de relación, por
eso, se unen y son capaces de crear el caos o el orden; haber nacido en la era de las
telecomunicaciones y las redes sociales ha posibilitado una nueva filosofía del
encuentro16Es innegable que se han perdido experiencias que eran claves en la construcción
de relaciones de amistad, hoy es posible estar cerca sin estar juntos, algo impensable hace
años hay menos contacto físico y más virtualidad, suelen ser divertidos pero a veces se les
ve poco felices, andando por el mundo como si fueran zombis.

Ante esta realidad se muestra difícil pero no imposible transmitir la Fe a los jóvenes,
implica un pensar creativo y novedoso que ofrezca alternativas diferentes de los que les da
el mundo, hoy la Fe siguen teniendo actualidad para ellos, retomando del resumen que hace
Torró en su artículo ¿qué ofrece la fe cristiana a las nuevas generaciones? (TORRO,
2012,pág 405 ):

La transmisión de la Fe a los jóvenes constituyen en la actualidad


un grave problema. Los jóvenes no necesitan de la fe ni tampoco
de la religión para vivir y ser felices. Sin embargo la fe cristiana,
pensamos los creyentes, sigue teniendo validez y actualidad.
Amén de los muchos beneficios que a nivel humano sigue
Aportando la fe, su transmisión facilitaría a nuestros jóvenes una
fuerte experiencia religiosa de un Dios que ama, una esperanza
firme en la resurrección y la vida eterna

Hay que reconocer que a pesar de esas dificultades los responsables del trabajo pastoral,
deben estar atentos a estos signos para responder creativamente; la validez que habla Torró
en relación a la fe nos remite necesariamente a la necesidad que tiene el hombre de Dios
(CATOLICA, 1993, pág. 19):

16
Antoni J.Colom y Joan. Carles Melich: Estos autores en1997, en el libro - Después de la Modernidad –
presentan como una característica de la posmodernidad la actitud de muertos vivientes de las personas y
manifiestan que ellas andan por el mundo como si fueran zombis
El deseo de Dios, está inscrito en el corazón del hombre, porque el
hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no
cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la
verdad y la dicha que no cesa de buscar

Pero esta necesidad de búsqueda de Dios en los jóvenes se presenta en un tiempo


propicio donde se está reflexionando en el mundo filosófico sobre el giro teológico, se
hablar de recuperar la experiencia mística de nuestra religión y mostrar a Dios ya no como
un concepto como veníamos acostumbrados desde tiempos memorables sino como una
experiencia que brota de un encuentro personal (DCE 1 ):

“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y
con ella una orientación decisiva”

Y que mejor forma para ofrecerles el encuentro con la persona de Jesús, pero no
cualquier tipo de encuentro, sino posibilitando una experiencia que transforme la existencia
al estilo del encuentro con la Samaritana (PORTA FIDEI, 3):
“Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de
acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que
mana de su fuente”
Los encuentro de las personas de su época con Jesús – Samaritana, Zaqueo,
Magdalena, El joven rico – se convierten en modelos didácticos y catequéticos que sirven
de referencia para un posible trabajo con los jóvenes: se les acerca, los llama por su
nombre, los ama, les recuerda su existencia, los confronta y del encuentro brota la
necesidad de la conversión, este modelo de encuentro lo vemos reflejado en Aparecida
(CELAM, 2007, pág. 132):“El Encuentro con Jesucristo, La Conversión, El Discipulado,
La Comunión y La Misión”
Una experiencia de este tipo se puede ofrecer a los jóvenes, allí ellos pueden
reconocerse, revisar sus vidas y tomar conciencia que solos no pueden hacer nada, que
necesitan de un encuentro amoroso con Jesús que transfigure sus vidas. (DCE 17):
“El encuentro con las manifestaciones visibles del amor de Dios puede
suscitar en nosotros el sentimiento de alegría, que nace de la experiencia de
ser amados. Pero dicho encuentro implica también nuestra voluntad y
nuestro entendimiento. El reconocimiento del Dios viviente es una vía hacia
el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y
sentimiento en el acto único del amor. No obstante, éste es un proceso
que siempre está en camino: el amor nunca se da por « concluido » y
completado; se transforma en el curso de la vida, madura y, precisamente
por ello, permanece fiel a sí mismo”

Los jóvenes se ven influenciados por la tiranía del mundo de los objetos que generan
falsas felicidades, produciendo en ellos hondos vacíos existenciales, una experiencia de
encuentro con Jesús se muestra cada vez más necesarias en esa búsqueda insaciable de los
jóvenes por encontrarse con Dios, pero este encontrarse implica un acto de generosidad
para salir de nuestro propio mundo y encontrarnos con el otro en una construcción afectiva
y efectiva que produzca una relación significativa en este encuentro .

CONCLUSIÓN
Los jóvenes, a pesar de todas sus dificultades están abiertos y a la espera de personas
significativas que les muestren el camino para hacer realidad toda su vitalidad en potencia,
de ahí la importancia de docentes que se esfuercen desde el evangelio por mostrarles una
sana y buena experiencia de Jesús, para que ellos, sean capaces de mostrar su capacidad
comunicativa, su fidelidad y su sentido de pertenencia.
BIBLIOGRAFIA
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TORRO, Luis Oviedo . (2012). ¿QUÉ OFRECE LA FE CRISTIANA A LAS NUEVAS
GENERACIONES? RAZON Y FE: REVISTA HISPANOAMERICANA DE CULTURA,
TOMO 265, No 1363-1364 , 405-420.
EL LAICO Y LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.

DANTE GIOVANNI BOGGIANO ROSSI

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN
1. ¿Qué es la Nueva Evangelización?
2. Identidad y misión del laicado
3. La evangelización del mundo contemporáneo
CONCLUSIÓN
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
LISTA DE ABREVIATURAS

AA Decreto sobre el Apostolado de los laicos “Apostolicam Actuositatem”. Concilium Oecumenicum


Vaticanum II. Acta Apostolicae Sedis. 1966.

AG Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia “Ad Gentes”. Concilium Oecumenicum Vaticanum
II. Acta Apostolicae Sedis. 1966.

DH Declaración sobre la libertad religiosa “Dignitatis humanae”. Concilium Oecumenicum Vaticanum


II. Acta Apostolicae Sedis. 1966.

EN Exhortación apostólica “Evangelii Nuntiandi” acerca de la evangelización en el mundo


contemporáneo. Pablo VI. Acta Apostolicae Sedis. 1975.

GS Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual “Gaudium et spes”. Concilium


Oecumenicum Vaticanum II. Acta Apostolicae Sedis. 1966.

LG Constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen gentium”. Concilium Oecumenicum Vaticanum II.
Acta Apostolicae Sedis. 1965.

SC Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium”. Concilium Oecumenicum


Vaticanum II. Acta Apostolicae Sedis. 1964.

RESUMEN.

El presente trabajo busca profundizar en la identidad y misión del laico en la Nueva Evangelización
impulsada por la Iglesia. Al cumplirse cincuenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, todavía la
Iglesia viene profundizando y comprendiendo la riqueza que nos dejó el Concilio. Se hará un recorrido, a
continuación de las luces que el Concilio da acerca de la misión evangelizadora de la Iglesia y de manera
particular de la identidad y misión del laico. También se presentar algunos desafíos que la Nueva
Evangelización deberá afrontar. Finalmente se presentarán algunas respuestas a estos desafíos que el Espíritu
Santo ha suscitado en la Iglesia para responder a «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de
los hombres de nuestro tiempo» (GS 1).

Palabras clave: Nueva Evangelización, laico, Concilio Vaticano II


Introducción
Son evidentes los diferentes esfuerzos y la insistencia de la Iglesia en estos últimos
tiempos, a partir del Concilio Vaticano II. El magisterio pontificio desde Pablo VI, hasta
Benedicto XVI, ha resaltado la urgencia de la evangelización, misión fundamental de la
Iglesia. También cabe resaltar el reciente Sínodo de los Obispos sobre la Nueva
Evangelización, como un signo importante de la vida de la Iglesia de este tiempo.

En medio de este clima, de renovación y urgencia evangelizadora, el papel del laico es muy
importante y valioso. Ellos son mayoría del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, y tienen
gran capacidad de impulsar la extensión del Reino de Dios en el mundo, desde sus labores
cotidianas. Ya el Vaticano II nos habla del papel del laico en la consagración del mundo a
Dios y es que la santificación del mundo y de las realidades temporales, parte de la santidad
personal de cada uno de los miembros de la Iglesia y en este caso particular, de la santidad
de los laicos.

¿Qué es la Nueva Evangelización?

1.1. “Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio” (Mc 16,15)


El Reino de Dios es el tema central de la predicación de Jesús en el Evangelio.

El evangelio según San Mateo «utiliza la palabra “Evangelio” y, por tanto, también
“Reino”, para expresar, no solo lo que Jesús predicaba, sino también sus obras (…) lo del
Reino de Dios no es solo cuestión de una enseñanza doctrinal, sino juntamente con eso es
también forma de actuar, un comportamiento, que, como vamos a ver desencadena
consecuencias» (Castillo, 2002, pág. 33). El Evangelio sería, en consecuencia, la
realización del Reino que Jesús anunció. El Reino de Dios ya está presente aquí y ahora.
Las comunidades cristianas son las portadoras de un gran tesoro en vasijas de barro, que se
difunde a través de toda obra que comunique la caridad de Dios.

El Reino de Dios está en la comunidad que ayuda a los pobres, cuida de los enfermos, visita
a los encarcelados, da de comer al hambriento, que viste al desnudo, etc.; no porque “quiere
ayudar” sino porque “quiere al que sufre”. Hace concreta la caridad a través de la acción.
La centralidad del Señor Jesús es fundamental, la Iglesia continúa su acción
evangelizadora. El cristiano es continuador del proyecto del Reino de Dios que fascinó a
Jesús, durante su vida terrena, y que lo sigue fascinando, haciendo participe a muchos
hombres y mujeres en la extensión del Reino de Dios en todo el mundo: « Id por todo el
mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Mc 16,15).

1.2. Luces del Concilio Vaticano II para la Nueva Evangelización.


El presente apartado buscará hacer un desarrollo de algunas de las ideas presentes en el
Concilio Vaticano II, con referencia al papel del laico en la Nueva Evangelización.

Dice el Concilio: «Queriendo intensificar más la actividad apostólica del Pueblo de Dios, el
Santo Concilio se dirige solícitamente a los cristianos seglares, cuyo papel propio y
enteramente necesario en la misión de la Iglesia ya ha mencionado en otros lugares. Porque
el apostolado de los laicos, que surge de su misma vocación cristiana nunca puede faltar en
la Iglesia» (AA 1). El Concilio también hace evidente la exigencia del apostolado de los
laicos, especialmente en estos tiempos, en los que la ciencia y la técnica ha progresado.
Además ha surgido nuevos retos y problemas que exigen del laico «su cuidado y
preocupación diligente» (AA 1).

El Papa Pío XII ya decía en 1957, en el II Congreso mundial del apostolado de los laicos,
que «la consecratio mundi es misión de los laicos, puesto que ellos están íntimamente
insertos en la vida económico-social de los pueblos». El Concilio hace explicita también
esta afirmación y la confirma (LG 34; AA 7). La vocación de todo laico es «a ser testigos
de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana» (GS 43). Las diferentes citas
que el Vaticano II presenta sobre la vida y misión del laico son abundantes. En suma, las
luces que da el Concilio sobre el laico se pueden generalizar en: primero, los signos de los
tiempos hacen necesario la participación protagónica del laico en la misión evangelizadora
de la Iglesia; segundo, el laico, por su inserción en el mundo puede hacer de su acción
apostólica una realidad más cotidiana y de mayor alcance; tercero, el laico, participando de
la vida de Cristo, con sus acciones ha de consagrar el mundo para Dios.
1.3. Iglesia evangelizadora permanentemente evangelizada.
Jesucristo es el Evangelio vivo, toda la vida de Cristo es una acción evangelizadora. «La
Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los Doce (…) Nacida, por
consiguiente, de la misión de Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por Él» (EN 15).

Es Jesucristo quien nutre a su Iglesia con la fuerza del Evangelio y la fortalece con la
efusión del Espíritu Santo. La Iglesia evangelizada con la vida de Cristo, asume la misión
encomendada por el Maestro de anunciar la Buena Nueva hasta los confines del mundo.
Esta dinámica en la vida de la Iglesia se vuelve también sobre sí misma, es decir la Iglesia
ha de ser permanente evangelizada por sus propios miembros. Puesto que corre el peligro
de dejarse influenciar por los criterios del mundo, la Iglesia continuamente se verá
renovada y llena de ardor apostólico en la medida en que vuelva permanentemente a la
esencia del mensaje evangélico. Con todo lo anterior, ¿qué significa concretamente
evangelización? «Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los
ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma
humanidad (…) La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio
interior » (EN 18).

Entonces, ¿en qué consiste la Nueva Evangelización? Ya en la Conferencia del Episcopado


Latinoamericano, reunida en Medellín, pedía «alentar una nueva evangelización y
catequesis intensivas» (Medellín, Mensaje, 6). Es el Papa Juan Pablo II quien hace un
llamado intenso a «una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su
expresión» (Discurso al CELAM, 1983). La nueva evangelización ha sido uno de los temas
más constantes en el magisterio pontificio del Beato Juan Pablo II y ha sido acogida,
positivamente, por el Papa Benedicto XVI, con la creación del Pontificio Consejo para la
Promoción de la Nueva Evangelización en 2010. Monseñor Rino Fisichella, presidente de
este Pontificio Consejo, en un discurso pronunciado en octubre de 2011 menciona tres
puntos principales que indican el camino que ha de seguir la nueva evangelización.
o Debe proporcionar “respuestas adecuadas” a hombre y mujeres sumergidos en una
crisis de fuerte secularización. El ser humano ha perdido el sentido de su identidad
y ha excluido injustificadamente a Dios de su vida.
o Se hace necesario un “nuevo celo misionero”, esto es, anuncio explícito de Cristo.
o En el mundo hay “realidades diferenciadas” que requieren “diversos impulsos de
evangelización”.

2. Identidad y misión del laicado


2.1. ¿Quién es el laico?
«Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los
miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir,
los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de
Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo,
ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a
ellos corresponde» (LG 31).

Se destaca que lo propio de este estado es la vida cristiana en medio del mundo, y la misión
de evangelizar y santificar a los hombres en medio de las realidades temporales. Por el
bautismo el laico es incorporado al Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, y ejerce la
función sacerdotal, profética y real de Cristo. El laico, siendo parte de la Iglesia, asume
junto con ella su misión, «la propagación del Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria
de Dios Padre, todos los hombres sean partícipes de la redención salvadora, y por su
medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo» (AA 2).

El laico es, por tanto, un apóstol, un enviado por el Señor Jesús a «haced discípulos a todas
las gentes» (Mt 28,19). El horizonte de la misión apostólica del laicado tiene en
consideración la santificación personal, él mismo es su primer campo de apostolado. El
Papa Juan Pablo II decía a los portugueses: «Vuestra misión de laicos, por tanto, es
fundamentalmente la santificación del mundo, por vuestra santificación personal, al
servicio de la restauración del mundo» (Discurso al laicado católico en la Catedral de
Lisboa, 1982).
De este modo los laicos deben conferir al mundo una nueva consagración que consiste en
instaurar el Reinado de Dios en este mundo.

2.2. El primer campo de apostolado es uno mismo


Nunca se debe olvidar que el primer campo de apostolado es uno mismo. El laico debe
tener siempre presente que la evangelización es un proceso de irradiación del propio
encuentro con Jesucristo. El apostolado que el laico está llamado a realizar apunta primero
a algo esencial, la propia conversión y a una continua conversión. ¿Se puede transmitir a
Cristo sin que la persona antes lo tenga en el corazón? ¿Se puede evangelizar sin antes
haber por el proceso de ser evangelizado? Nadie da lo que no tiene. Solo quien lleva a
Cristo y se esfuerza día a día por vivir su vida será un verdadero apóstol de la Nueva
Evangelización. «Pues para mí, la vida es Cristo» (Flp 1, 21).

El apostolado a uno mismo es un estado continuo de conversión al Señor Jesús. Configurar


la propia vida con la de Cristo, implica un apertura y docilidad a la gracia de Dios y un
sistemático combate espiritual contra todo aquello que sirve de obstáculo para un encuentro
pleno con el Señor Jesús y para la respuesta a la misión que encomienda a cada hombre y
mujer.

2.3. La consagración del mundo


Es importante en este apartado hacer un análisis de tres términos que se relacionan
profundamente: consagración, mundo, laicos. Siguiendo las enseñanzas de Pablo VI al
Pueblo de Dios, se puede decir que por consagración se entiende no la separación de alguna
cosa del mundo para reservarla exclusivamente a la divinidad, sino más bien el restablecer
la relación entre una cosa y Dios, según el propio orden y naturaleza de la cosa, según el
plan de Dios. Por mundo se entiende el conjunto de valores que existen en el orden
temporal, es «la entera familia humana con el conjunto universal de realidades entre las
que vive» (GS 2).

La noción de laico ya ha sido desarrollada anteriormente en el presente trabajo en 3.1.


La consagración del mundo por parte de los laicos consistirá en «restablecer rectamente el
orden de los bienes temporales y ordenarlos hacia Dios por Jesucristo» (AA 7), es decir,
animar las realidades del mundo mediante los principios del Evangelio. El laico no ha de
acomodar el Evangelio según el mundo, sino convertir el mundo según el Evangelio.

3. La evangelización del mundo contemporáneo


3.1. Situación del mundo contemporáneo
No es difícil darse cuenta que en la actualidad se vive una realidad de cambios continuos y
avances tecnológicos que se producen a grandes velocidades, y su alcance tiene una
influencia global. El avance veloz y acelerado de la tecnología ha producido un mundo
cambiante, en el que han surgido nuevos paradigmas. Este cambio de paradigmas ya se
había iniciado con el pensamiento de la modernidad, que han llevado a confusiones de lo
que es verdadero y falso, de lo que es real o irreal.

«El hombre de hoy se encuentra desconcertado, angustiado por preguntas sobre las
transformaciones del mundo, sobre la naturaleza del ser humano, sobre el puesto y la
misión del hombre, sobre el sentido de sus esfuerzos, personales y comunitarios, y hasta
sobre el destino último de todo, sobre la razón o sin razón de la propia existencia sobre la
tierra (…) ¡Nos ha tocado un mundo en cambio!, se dice, y se cree haberlo dicho todo.
Hoy, los cambios se suceden unos a otros, a velocidades increíbles; son cada vez más
rápidos, cada vez más absorbentes» (Figari, 2004, pág. 106)

El cambio acelerado de hoy lleva al mito del progreso. Lleva a las personas a creer que todo
cambio, toda novedad, significa un progreso o una mejora en la vida del hombre. Se da una
sensación de que todo lo que viene del pasado ha perdido su validez, o ha pasado de moda.
Y a todo esto se incluyen los valores morales y sociales, todo aquello que no cambia en el
ser humano y que tendría que llevarlo a vivir una vida feliz. Todo ser humano tiene la
necesidad de proyectar su vida hacia el futuro, de orientar su vida hacia una finalidad, darle
un sentido. El sentido que le da a su vida tiene relación con las repuestas que se desprendan
de las preguntas: ¿quién soy yo?, ¿quién es el hombre? Si el hombre no sabe quién es,
tampoco sabrá qué es lo que lo lleva a ser feliz. La respuesta que se encuentre tiene gran
importancia porque de ella depende la orientación que dará a su vida. En la actualidad se
puede declarar que hay una gran confusión sobre la realidad del hombre. Existen distintas
propuestas que ofrecen modelos de vida novedosos y alternativos que dependen solo de la
elección de las personas, sin tomar en cuenta la naturaleza real e identidad del ser humano.
Las propuestas que partan de una noción parcializada o reducida del ser humano, solo
lograrán desorientar y perder al hombre cada vez más. El materialismo, el hedonismo, el
consumismo, la diversión entre otros, se alzan como los pilares sobre los que se sostiene la
ilusión de una vida feliz, sin respuesta a las inquietudes más profundas del ser humano.

«Quizás una de las más vistosas debilidades de la civilización actual está en una
inadecuada visión del hombre. La nuestra es, sin duda, la época en la que más se ha
escrito y hablado sobre el hombre, la época de los humanismos y del antropocentrismo. Sin
embargo, paradójicamente, es también la época de las hondas angustias del hombre
respecto de su identidad y destino, del rebajamiento del hombre a niveles antes
insospechados, época de valores humanos conculcados como jamás lo fueron antes» (Juan
Pablo II, Puebla, I, 9).

3.2. Evangelización de la cultura secularizada


La evangelización de la cultura surge como una clave ante la crisis de la modernización.
Las tendencias de la “cultura de muerte” son las que han llevado a la desacralización de la
vida humana o vale también decir que algunas personas buscan una respuesta en el
espiritualismo sincrético o en creencias “new age”. Toda acción del ser humano es
creadora de cultura y esta ha sido transmitida de generación en generación. La
evangelización se dirige a la persona humana y tiene como objetivo la formación de la
comunidad cristiana (Card. Poupard, 1998). La estrategia de evangelización para fomentar
una cultura de vida y construir la anhelada “civilización del amor” consistirá en la
inculturación del Evangelio en las distintas realidades humanas, con esto no se pretende
decir que el Evangelio se acomode a la cultura, sino que consiste en ayudar a las personas
para que puedan descubrir luces de la verdad evangélica en las realidades culturales que
viven.
La cultura secularizada no es capaz de dar respuesta al ser humano de los anhelos más
profundos que anidan en lo profundo de su ser. Acompañar, conducir y ayudar a los
hombres y mujeres de este tiempo a tomar conciencia de esto, es la clave para anunciar la
fuerza reconciliadora y transformante del Evangelio de nuestro Señor.

3.3. Los movimientos eclesiales y su propuesta de evangelización del mundo


contemporáneo
Los movimientos eclesiales son los frutos, que el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia, a
partir del Concilio Vaticano II. Se ha hablado de un nuevo Pentecostés en la Iglesia, y los
diversos carismas son una fuerza evangelizadora que se inserta en las diferentes realidades
del mundo contemporáneo.

«En nuestro mundo, frecuentemente dominado por una cultura secularizada que fomenta y
propone modelos de vida sin Dios, la fe de muchos es puesta a dura prueba y no pocas
veces sofocada y apagada. Se siente, entonces, con urgencia la necesidad de un anuncio
fuerte y de una sólida y profunda formación cristiana. ¡Cuánta necesidad existe hoy de
personalidades cristianas maduras, conscientes de su identidad bautismal, de su vocación
y misión en la Iglesia y en el mundo! ¡Cuánta necesidad de comunidades cristianas vivas!
Y aquí entran los movimientos y las nuevas comunidades eclesiales: son la respuesta,
suscitada por el Espíritu Santo, a este dramático desafío del fin del milenio» (Juan Pablo II,
1998, Encuentro con los Movimientos Eclesiales).

El laico es un agente importante y activo de la nueva evangelización. Los movimientos


laicales son una fuerza de primera línea en la misión de la Iglesia, llegando a realidades a
las que quizá el clero no pueda llegar.

4. Conclusión
Se viven nuevos tiempos para la acción evangelizadora de la Iglesia y los “signos de los
tiempos” hablan ahora de una Nueva Evangelización, nueva en su ardor, en sus métodos, en
su anuncio. La Nueva Evangelización es una responsabilidad de todo miembro de la
Iglesia, y ciertamente tiene una gran necesidad de la participación de los laicos, hombres y
mujeres que desde sus labores cotidianas, sean testigos, con su ejemplo y con su anuncio de
palabra, de la acción reconciliadora del Señor Jesús en la vida de todos los seres humanos.
Este mundo contemporáneo, que ha dado la espalda a Dios, necesita de personas que
insertas en él puedan iluminar su realidad con la luz del Espíritu de Dios y construyan una
sociedad más justa y reconciliada. Esta es la misión que compromete a todos los miembros
de la Iglesia y de manera urgente a los laicos, Apóstoles de la Nueva Evangelización.

5. Material de consulta
Benedicto XVI. (2011). Carta apostólica en forma de Motu Proprio PORTA FIDEI.

Castillo, J. (2002). EL REINO DE DIOS Por la vida y la dignidad de los seres humanos.
Bilbao: Desclée de Brouwer.

Colombo, N. (1996). Apostolicam Actuositatem o la misión del laico en el mundo. En


Vigencia y poyección del Concilio Vaticano II (pp. 143-153). Lima: Vida y Espiritualidad.

Figari, L. (2004). Horizontes de Reconciliación. Lima: Vida y Espiritualidad.


(2004). Un mundo en cambio. Lima: Vida y Espiritualidad.

Fisichella, R. (2011). Discurso para los nuevos evangelizadores. Recuperado de


http://www.annusfidei.va/content/novaevangelizatio/it/segreteria/presidente/discorsi-
interventi/2011-10-15.html
Morandé, P. (1988). Evangelización de la cultura y modernización. Lima: Vida y
Espiritualidad.
(1990). Iglesia y Cultura en América Latina. Lima: Vida y Espiritualidad.

Poupard, Card. (1998). Evangelio y cultura en los umbrales del tercer milenio. Lima:
Vida y Espiritualidad.
LA INICIACIÓN CRISTIANA: RESPUESTA A LA NECESIDAD ACTUAL DE LA
IGLESIA
DIEGO ALEJANDRO DÍAZ URIBE

TABLA DE CONTENIDO

Introducción: LA NUEVA INICIACIÓN CRISTIANA


1. LA INICIACIÓN CRISTIANA EN EL MAGISTERIO DE APARECIDA

1.1. Iniciación Cristiana: configuración del discípulo misionero


1.2. Algunas propuestas del Magisterio Latinoamericano

1.2.1. Río de Janeiro

1.2.2. Medellín

1.2.3. Puebla

1.2.4. Santo Domingo

1.3. La Iniciación Cristiana en el documento conclusivo de Aparecida


2. LA TEOLOGÍA PATRÍSTICA SOBRE LA INICIACIÓN CRISTIANA
2.1. La Iglesia del siglo IV

2.2. La preocupación por el bautismo y la herejía de Donato

2.3. Ambrosio de Milán y el gran sacramento de la iniciación cristiana


2.3.1. Bautismo
2.3.2. Confirmación
2.3.3. Eucaristía
2.4. San Agustín y la Iniciación Cristiana
2.5. El Sacramentario Gelasiano

3. UNA PROPUESTA PASTORAL PARA UNA NUEVA VIVENCIA DE LA INICIACIÓN


CRISTIANA EN MEDELLÍN
3.1. A la luz del Concilio Vaticano II

3.2. La iniciación cristiana en la Arquidiócesis de Medellín

Conclusión: LA NECESIDAD DE UNA SANA INICIACIÓN EN LA FE

RESUMEN

Con la trasformación que la Iglesia ha vivido a partir del Concilio Vaticano II, en la que de manera especial
se proponía “acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana (…) promover todo aquello que pueda
contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo” (SC. 1), ha surgido una fuerte preocupación respecto al
método por medio del cual los fieles comienzan a pertenecer a la Iglesia. Esta preocupación se ha
incrementado gracias a la reciente influencia del documento de Aparecida sobre la práctica pastoral en la
iglesia del continente latinoamericano y, así, ha tomado una gran fuerza la reflexión acerca de la iniciación
cristiana.

De manera directa o indirecta, todas las asambleas generales del episcopado latinoamericano han tocado el
tema, aportando las bases suficientes para la vivencia del proceso de fe, según los parámetros pastorales,
doctrinales y sacramentales. Sin embargo, en aras a la conservación de la Tradición de la Iglesia y a la
continuidad que debe existir entre las diferentes reformas litúrgicas, se ha propuesto como modelo universal
de la iniciación cristiana el mismo del cual dan testimonio los padres de la Iglesia del siglo IV y los códices
litúrgicos del siglo V, respetando, claro está, los cambios necesarios para inculturar los ritos. Es evidente la
total correspondencia que existe entre lo que presentan Ambrosio de Milán, Agustín de Hipona y el
Sacramentario Gelasiano con la catequesis y el rito actual de la iniciación cristiana.

Basado en el principio de acercar la liturgia a los fieles, procurando que cada vez los cristianos estén más
convencidos de su fe, la Arquidiócesis de Medellín se ha interesado por volver a pensar el proceso de la
iniciación en la fe, devolviéndole la importancia que se merece y que, debido al arraigamiento cultural del
catolicismo, ha perdido, haciendo de las nuevas generaciones de bautizados, cristianos ignorantes de su fe. Es
entonces cuando surge la necesidad de una nueva propuesta pastoral que involucre un proceso serio y sólido
de iniciación cristiana.

INTRODUCCIÓN: LA NUEVA INICIACIÓN CRISTIANA

Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la


edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero en
cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino
que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y
de cosas; por ello se llaman sacramentos de la fe. Confiere ciertamente la
gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para
recibir fructuosamente la misma gracia, rendir culto a Dios y practicar la
caridad.
Por consiguiente, es de suma importancia que los fieles comprendan fácilmente
los signos sacramentales y reciban con la mayor frecuencia posible que han
sido instituidos para alimentar la vida cristiana (SC. 59).

Esta definición de sacramentos, que nos regala la constitución Sacrosanctum


Concilium, es inspiración para pensar un poco acerca del primer momento vital de fe que
vive el cristiano, el momento al que, precisamente, la iglesia ha dado el nombre de
iniciación cristiana; momento en el cual, al estilo de las antiguas religiones mistéricas, el
fiel se acerca por primera vez a gustar de los ritos de la religión, participando de manera
progresiva de la gracia que estos ritos le confieren.

Genera grandes interrogantes la manera cómo los cristianos de la actualidad buscan


cada vez más simplificar los momentos sacramentales, buscando ejecutar la celebración de
una manera ágil y no necesariamente muy espiritual, con el simple objetivo de realizar una
acción sagrada más por el cumplimiento de una normal familiar, social o tradicional, que
por el deseo existencial de unirse espiritual y físicamente al objeto central de la fe: el Dios
uno y trino. Muchas preguntas podrían ser el motor de una profunda investigación en este
campo: ¿Qué celebran los cristianos? ¿Cómo celebran actualmente los cristianos? ¿Qué los
motiva a celebrar? Y otras cuestiones, las cuales se podrían responder desde diferentes
puntos de vista, como la antropología, la sociología, la teología.

El interés de esta investigación se centra, específicamente, en dar una respuesta a la


necesidad de ayudar a los fieles a tomar consciencia de la fe que profesan y que, por una u
otra razón, han recibido como propia, aunque no siempre con plena convicción o deseo.

La más reciente de las conferencias del episcopado latinoamericano, desarrollada en


el año 2007 en aparecida, Brasil, hizo notar con preocupación el decaimiento de la fe en el
continente americano; este fenómeno responde a procesos de catecumenado superficiales,
anticuados y, tal vez, vacíos, que se han limitados a inculcar ciertos conocimientos, a veces
innecesarios, en los catecúmenos y que, presuponiendo una fe ya sólida, lanzan al ruedo a
cristianos ignorantes que, aun con un sentido de pertenencia por su Iglesia, terminan por
poner su fe en objetos diferentes al único objeto de la fe, que es, obviamente, el Dios Padre
de Jesucristo, al cual hemos conocido gracias a la acción del Espíritu Santo en la vida de la
Iglesia.

Ciertamente, uno de los fines de los sacramentos es ayudar en la santificación de los


fieles; pero, cómo lograr esto cuando la mayoría de los cristianos no comprende los signos
de los que se componen las celebraciones sacramentales; cómo promover la santificación
de una persona que sólo percibe parcialmente la presencia de Cristo en los sacramentos y
que no entiende, muchas veces, cuál es la razón para celebrarlos; cómo lograrlo cuando en
nuestro medio los sacramentos han pasado de ser un estilo de vida para convertirse en una
obligación con la cual hay que cumplir.

Surge, entonces, la necesidad de reflexionar acerca de lo que la Iglesia espera del


proceso de la iniciación cristiana y, esa es la intención de este breve trabajo de
investigación. Interesa iluminar un poco la práctica sacramental del primer momento de la
fe al interior de la Arquidiócesis de Medellín, pero sin el deseo de hacer una ruptura con la
historia de la Iglesia ni con las exigencias del contexto latinoamericano. Por eso, el trabajo
consta de tres bloques de reflexión que, de forma progresiva, aportarán las bases más
apropiadas que inspirarán un proceso de iniciación cristiana dentro de esta iglesia particular
de Medellín.

En el primer bloque de reflexión se ampliará un poco la noción de iniciación cristiana


que han aportado las diferentes asambleas generales del episcopado latinoamericano,
comenzando por la de Río de Janeiro, en la que tal vez no se expresa de manera directa el
tema de la sacramentalidad cristiana, pero que puede aportar algunas bases de reflexión,
hasta llegar a la conferencia de Aparecida, en la que se evidencia la gran preocupación de la
Iglesia por formar cristianos firmes y seguros de su fe.

El segundo bloque llevará la reflexión diecisiete siglos atrás, hasta el siglo IV, en el
que se comienza a desarrollar de manera más sistemática la teología de la iniciación
cristiana gracias a algunas doctrinas heterodoxas, como es el Donatismo, que inspiraban a
los grandes padres a consignar, en sus cartas y demás escritos, la auténtica doctrina. En este
capítulo se podrá conocer, someramente, el pensamiento de Ambrosio de Milán y de
Agustín de Hipona sobre los sacramentos del bautismo, la confirmación y la eucaristía y
sobre el mejor método para educar la fe de los que se acercan a ellos. También este capítulo
presentará el Sacramentarium Gelasianum, una de las primeras sistematizaciones litúrgicas
de la historia de la Iglesia romana, tradición a la cual pertenece la iglesia de Latinoamérica.
Finalmente, el tercer momento reflexivo apuntará a una propuesta pastoral para la
Arquidiócesis de Medellín. Este capítulo no pretende decir lo que hay que hacer, sino
aportar las bases necesarias para planear un coherente proceso de catecumenado que se
complemente con la celebración litúrgica de la iniciación cristiana y que, a la vez, se
extienda durante toda la vida del cristiano. Para este fin, el tercer capítulo comienza
mostrando cómo la Iglesia, después del Concilio Vaticano II, ha querido hacerse más
cercana a las personas de su tiempo, procurando de los fieles una mejor comprensión de su
pertenencia a ella y, por consiguiente, una celebración más consciente y dinámica de los
sacramentos.

Así pues, con el deseo alejar a la Iglesia de nuestro tiempo, especialmente a la que
peregrina en la Arquidiócesis de Medellín, del peligro de vivir una fe sin fundamentos, es
necesario repensar la iniciación cristiana para hacer que sea vivida con toda la plenitud que
ella misma ofrece a pesar de su, aparentemente, anticuada máscara que, por
desconocimiento, ha hecho que los cristianos se prevengan contra ella y busquen celebrarla
con prisas y sin una adecuada preparación espiritual y humana.

Por tanto, es necesario comenzar un periodo de reflexión que, partiendo desde las
escuelas de teología, permee los ámbitos catequéticos (Arquidiócesis, parroquias, familias,
instituciones educativas) y, desde allí, comprometa a todos los cristianos en una vivencia
de la fe que se vive, se celebra y se comparte. Éste es el camino para poder hablar de una
nueva iniciación cristiana.
CAPÍTULO 1: LA INICIACIÓN CRISTIANA EN EL MAGISTERIO DE
APARECIDA

1.1 Iniciación Cristiana: configuración del discípulo misionero


La Iglesia tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del Pueblo de
Dios, y recordar también a los fieles de este Continente que, en virtud de
su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo.
Esto conlleva seguirlo, vivir en intimidad con él, imitar su ejemplo y dar
testimonio. Todo bautizado recibe de Cristo, como los apóstoles, el
mandato de la misión: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena
Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará” (Mc
16, 15). Pues ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida
“en Él” supone estar profundamente enraizados en Él. (Benedicto XVI,
2007)

Estas palabras con las que el papa Benedicto XVI, al principio de la Conferencia de
Aparecida, animaba a los obispos latinoamericanos a reflexionar sobre el lugar que la
Iglesia ocupa en América Latina y el Caribe, brindan, por lo menos, dos primeras ideas con
respecto al objetivo de reflexionar acerca del gran paso de la Iniciación Cristiana en nuestro
continente.

En primer lugar, la participación en el bautismo hace del cristiano un discípulo y


misionero del Señor, lo cual no es otra cosa que decir que lo vincula a una dinámica
especial y continua de escuchar la Palabra, dejándose interpelar por ella para unirse a Cristo
como un verdadero discípulo, para luego, animado por lo que se ha aprendido de Cristo y
de la Iglesia, salir a contagiar a otros de ese mismo espíritu de discipulado, ejerciendo así la
labor misionera del discípulo. Viéndolo de esta manera parece un proceso lineal que
comienza con el ejercicio del discipulado y termina con el ejercicio de la misión, pero no es
así como lo han entendido el Papa y los obispos latinoamericanos, sino más bien como un
momento único de adhesión a Cristo que, aun cuando ha llegado ya a la etapa del anuncio
misionero, debe retomar el primer anuncio que ha despertado en la persona el deseo de
seguir al Señor. Ésta es, tal vez, la razón por la cual en la redacción final del documento
conclusivo de Aparecida decidieron retirar de la expresión “discípulos y misioneros” la
conjunción “y”, para mostrar que ésta es una única identidad de quien ha sido bautizado en
la iglesia.

En segundo lugar, el Papa pone una condición a quienes por el bautismo han sido
insertados en la Iglesia, indicando que ser discípulos y misioneros exige estar enraizados
profundamente en Cristo. Este enraizamiento es entendido como una conciencia clara de
pertenecer a la familia de Dios, a la comunidad de los bautizados que, teológica y
ontológicamente, es considerada Cuerpo de Cristo. Es así como queda definido que la
identidad propia y, tal vez, única del bautizado es ser discípulo y misionero.

1.2 Algunas propuestas del Magisterio Latinoamericano


Todo esto que evidencia el papa Benedicto XVI al comienzo de la conferencia de
Aparecida, no brota solamente del espíritu del momento; más bien, es el resultado de un
proceso histórico del desarrollo de la Iglesia Latinoamericana que se sistematizó desde
1955 con la asamblea de Rio de Janeiro en Brasil y que, hasta llegar por fin a Aparecida,
señala las realidades que en materia de fe y de formación cristiana afronta el continente. No
es necesario, en este momento, hacer un resumen general de cada una de las conferencias
generales del episcopado latinoamericano, sino sólo resaltar algunos de los aspectos
relevantes que podría ayudar a entender la necesidad de una iniciación cristiana más viva.

1.2.1 Río de Janeiro: La conferencia de Rio de Janeiro de 1955 no habla


explícitamente de los sacramentos de la Iniciación Cristiana, ya que su interés se
centra en una apremiante necesidad de la Iglesia de la época: la escasez de
vocaciones sacerdotales y religiosas en América, agravada por la llegada de iglesias
de otras confesiones cristianas al continente.

No es difícil descubrir que, en la preocupación de la Iglesia por conservar su


unidad y su consistencia en el Nuevo Continente, insiste con mayor fuerza en la
formación vocacional de los fieles, formación que debía ir orientada por la opción
religiosa o sacerdotal. Sin embargo hay un vacío en cuanto a una primera etapa de la
formación de los cristianos, esa etapa tan necesaria que, sin ella no cabría la menor
posibilidad de fomentar en los cristianos la intención vocacional.

Bien es cierto que Rio de Janeiro hace una invitación a evangelizar a las
culturas indígenas y afro descendientes del continente, pero no aborda respecto a
ellas el tema de la iniciación cristiana, sino respecto a la misma Iglesia el imperativo
de incluir cada día a más miembros en el Cuerpo Místico de Cristo. De hecho, hay
que anotar que no hay un afán formativo y celebrativo, hay más bien una urgencia
de aumentar el número de fieles de la Iglesia, lo cual, se hace notar en frases como
ésta: “dada la escasez de misioneros, sobre todo en las regiones de un elevado
porcentaje de población indígena, se favorezca la institución de catequistas o
doctrineros, que instruyan a los indios, dirijan sus rezos, preparen para el bautismo
de urgencia, asistan a los moribundos, etc.” (Puebla, 86c).

Todo esto responde, ciertamente, a una mentalidad preconciliar, en la que aun


prima la visión de la Iglesia católica como única alternativa de salvación y ella, en
aras a la salvación de las almas, sentía la necesidad de aumentar cada día el número
de cristianos, sin preocuparse de su proceso de Iniciación y sin percatarse de la
necesidad de profundizar las raíces de la fe.

1.2.2 Medellín: La segunda conferencia del episcopado latinoamericano,


reunida en Medellín en 1968, deja claro desde el comienzo que “la fe es la base, la
raíz, la fuente, la primera razón de ser de la iglesia” (Pablo VI, 1968), superando
así el vacío del que hablábamos en la conferencia de Rio de Janeiro; la intención ya
no es sumar adeptos a Cristo por un bautismo de urgencia, se trata ahora de formar a
las personas en la fe para lograr un cambio social que debe partir de la familia y,
desde allí, renovar todos los demás campos de acción del hombre.

Medellín se preocupa por regresar a la Iglesia americana la dinámica cristiana


por excelencia que es la evangelización. Expresado en las palabras propias del
documento, es necesario decir que “hasta ahora se ha contado principalmente con
una pastoral de conservación, basada en una sacramentalización con poco énfasis
en una previa evangelización” (Medellín 6, 1 §3).

Dicha evangelización ha de ser el fundamento de todo el proceso de Iniciación


en la vida cristiana y debe llevar a quienes participan de la triada sacramental de
dicho proceso a “un compromiso personal con Cristo y a una entrega consciente de
la obediencia de la fe” (Medellín 8, 9 §3), pues no se trata de simplemente
aumentar el número de cristianos, se trata de perfeccionar al máximo la vida de los
cristianos para purificar ante el mundo el rostro de la Iglesia, “de ahí la importancia
de una revisión de la pastoral de la confirmación así como de las nuevas formas de
catecumenado en las catequesis de adultos” (Medellín 8, 9 §3), no sólo para una
óptima participación del rito sacramental, sino, sobre todo, para una coherente vida
cristiana.

Adicional a lo anterior, que se refiere únicamente al proceso de instrucción en


la fe, el documento de Medellín invita a que la liturgia y la educación se
compenetren, integrándose de manera que unidas encarnen la acción de Cristo, sin
confundir a los fieles y sin ser incomprensible, partiendo de “celebraciones serias,
graduales y adecuadas para el bautismo (a los padres y padrinos), confirmación y
primera comunión -con el fin de que- los sacramentos alimenten y robustezcan la fe
en la situación presente de Latinoamérica” (Medellín 9, 13).

1.2.3 Puebla: La tercera conferencia del Episcopado, reunida en Puebla en


el año de 1979, sí elaboró una mejor reflexión acerca de la teología de la iniciación.

Puebla quiere desvelar el rostro demacrado de la iglesia latinoamericana,


realzando la belleza de los distintos rostros de los cristianos del Nuevo Continente,
rostros que hacen a cada uno ser distinto de los otros, con sus propias situaciones y
problemas, pero en definitiva iguales y, por eso, ubicados al mismo nivel de hijos de
Dios. Esta importante dignidad de los cristianos surge de la participación del
sacramento del Bautismo y de la perfección de la vida cristiana por la Confirmación
y la Eucaristía, sacramentos, por los cuales, la persona se configura totalmente con
Cristo, a tal punto que “su resurrección es signo y prenda de la resurrección a la
que todos estamos llamados” (Puebla, 195).
Hay una situación especial de la que se percatan los obispos en Puebla:
Latinoamérica, desde sus orígenes, ha sido cristiana, pero con una fe dormida que
debe desde ya comenzar a despertarse, dejando de lado todo tipo de imposición
irracional de la religión y optando mejor por una formación en la fe que responda a
las necesidades del tiempo presente.

Además, la fe debe ayudar a los americanos a crecer en dignidad, pues, como


se decía antes, por la adhesión a la Iglesia, el hombre adquiere la total dignidad de
hijo de Dios; “en Jesucristo hemos descubierto la imagen del hombre nuevo, con la
que fuimos consagrados por el bautismo y sellados por la confirmación, imagen
también de lo que el hombre está llamado a ser, fundamento último de su dignidad”
(Puebla, 333).

Así mismo, el documento de Puebla, basado en el capítulo IV de Lumen


Gentium, presenta la radicalidad de la unión del laico a la Iglesia por medio de la
Iniciación Cristiana. La pertenencia a la iglesia trae, por supuesto, beneficios para el
cristiano, el principal, la salvación; pero, al revestir al individuo de una condición
especial como bautizado, le confiere también ciertos compromisos, como son la
fidelidad a Cristo y el ejercicio de la evangelización.

A este respecto, afirma la tercera conferencia del episcopado latinoamericano


que “la misión del laico encuentra su raíz y significación en su ser más profundo
que el Concilio Vaticano II se preocupó por subrayar, en alguno de sus
documentos: el bautismo y la confirmación lo incorporan a Cristo y lo hacen
miembro de la Iglesia; participa, a su modo, de la función sacerdotal, profética y
real de Cristo y la ejerce en su condición propia; la fidelidad y la coherencia con
las riquezas y exigencias de su ser le dan su identidad de hombre de Iglesia en el
corazón del mundo, y de hombre del mundo en el corazón de la Iglesia” (Puebla
786).
Finalmente, el documento de Puebla, expresa una realidad particular del
hombre, que es de vital interés. Se trata de la realidad sacramental del ser humano,
la cual se puede explicar con las mismas palabras del documento: “el hombre es un
ser sacramental, a nivel religioso expresa sus relaciones con Dios en un conjunto
de signos y símbolos; Dios, igualmente, los utiliza cuando se comunica con los
hombres” (Puebla, 920). Es necesario aclarar que toda esta dimensión sacramental
del hombre se centra en el momento eucarístico, en que el hombre se une en el
ámbito celebrativo a toda la Iglesia y a Dios mismo en la más plena comunión; así
pues, “la celebración eucarística, centro de la sacramentalidad de la Iglesia y la
más plena presencia de Cristo en la humanidad, es centro y culmen de toda la vida
sacramental” (Puebla, 923).

1.2.4 Santo Domingo: En 1992, la conferencia de Santo Domingo aportó


una novedad a la reflexión sobre la Iniciación Cristiana en el Continente. Esta
novedad consistió en experimentar el gran sacramento de la fe, la Iniciación
Cristiana, como un llamado a la misión, pero después de comprender totalmente que
con él somos constituidos Pueblo de Dios y que, por él, alcanzamos la dignidad
máxima del ser humano.

“El anuncio cristiano, por su propio vigor, tiende a sanar, afianzar y


promover al hombre, a construir una comunidad fraterna, renovando la misma
humanidad y dándole su plena dignidad humana, con la novedad del bautismo y de
la vida según el Evangelio” (Santo Domingo, 13). Las conferencias anteriores
habían, por supuesto, tocado el tema de la dignidad de la persona a partir del
momento de su incorporación a la Iglesia, sin embargo, ahora Santo Domingo
propone esta dignidad como resultado de la evangelización y de la participación en
el bautismo, por el cual, “el hombre está llamado a colaborar y ser instrumento con
Jesucristo en la evangelización” (Santo Domingo, 13). Nótese cómo evangelización
y bautismo van siempre de la mano, es más se complementan recíprocamente.
En este sentido, siendo que la Iniciación Cristiana, con el bautismo como
primer paso, “nos constituye pueblo de Dios, miembros vivos de la Iglesia” (Santo
Domingo, 65), nos hace también ser misioneros, comprometiendo a cada cristiano a
dar testimonio a los hermanos alejados de Dios: “muchas puertas de los hermanos
alejados esperan el llamado del Señor a través de los cristianos que, asumiendo
misioneramente su bautismo y confirmación, salen al encuentro de aquellos que se
alejaron de la casa del Padre” (Santo Domingo, 131).

Pero, la conferencia de Santo Domingo conoce la realidad de los cristianos


latinoamericanos que, en su gran mayoría, no han recibido el Kerigma, sino que han
sido bautizados por una simple tradición popular, de forma que no pueden ser
verdaderos misioneros. Así, pues:
Se comprueba que la mayor parte de los bautizados no han tomado aún
conciencia plena de su pertenencia a la Iglesia. Se sienten católicos, pero
no Iglesia. Pocos asumen los valores cristianos como un elemento de su
identidad cultural y por lo tanto no sienten la necesidad de un
compromiso eclesial y evangelizador. Como consecuencia, el mundo del
trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, del arte, de la
literatura y de los medios de comunicación social no son guiados por
criterios evangélicos. Así se explica la incoherencia que se da entre la fe
que dicen profesar y el compromiso real en la vida. (Santo Domingo, 96)

Todas estas asambleas generales del episcopado latinoamericano plantean la situación


que, respecto al tema de la Iniciación Cristiana, vive la Iglesia de América Latina. Todo
esto nos abre el panorama para comprender mejor lo que, en Aparecida, plantearán los
obispos acerca de la mejor manera de vivir el bautismo, la confirmación y la eucaristía, por
medio de los cuales se es plenamente cristiano, hablando en sentido sacramental.

1.3 La Iniciación Cristiana en el documento conclusivo de Aparecida


Sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de
iniciación en la vida cristiana que comience por el kerigma, guiado por la
Palabra de Dios, que conduzca a un encuentro personal, cada vez mayor, con
Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre, experimentado como plenitud de la
humanidad, y que lleve a la conversión, al seguimiento en una comunidad
eclesial y a una maduración de fe en la práctica de los sacramentos, el servicio
y la misión. (Aparecida, 289)

En el año 2007, en Aparecida Brasil, los obispos aportaron, respecto al tema de la


iniciación cristiana, algunas visiones importantes que han desencadenado en una serie de
propuestas y estrategias para mejorar el proceso por el cual se adhieren en el continente
cientos de cristianos a la Iglesia Católica. Ya se citaba al principio el numeral 289 del
documento conclusivo de esta asamblea, en el cual se hace un especial énfasis en la
predicación del kerigma para contagiar al catecúmeno o al neófito del verdadero espíritu de
la fe en Jesucristo, que no nace de una simple tradición cultural o familiar, sino que brota
de la escucha de la Palabra de Dios. Esto quiere decir que la primera intensión del
episcopado en esta reunión es intensificar el anuncio de la Palabra, pues, de la misma
manera como lo afirma san Pablo “¿Cómo, pues invocarán a aquel en el cual no han
creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien
les predique?” (Rom 10, 14).

Lo fundamental de este primer momento de la iniciación en la fe no es el anuncio,


sino el efecto que éste debe generar en quienes son sus receptores; es decir, después de
predicarse la Palabra debe surgir en el oyente una experiencia de fe tan real y tan evidente
que desee expresarse al interior de una comunidad. Es así como brota el espíritu eclesial de
la fe que, aunque aún no se ha celebrado por el bautismo, la confirmación o la eucaristía, ya
ha engendrado su semilla en la vida del oyente del kerigma.
En ese mismo orden de ideas, Aparecida le da gran importancia a la experiencia de la
fe, la cual nace, crece y se desarrolla al interior de la vida eclesial, de manera más
particular, de la vida parroquial o de pequeñas comunidades: “la parroquia ha de ser el
lugar donde se asegure la iniciación cristiana” (Aparecida, 293). Queda claro que, aunque
la vocación cristiana es universal, se expresa al interior de una comunidad de fieles
particular y reducida, la cual debe ser formada en la vida fraterna y en la dimensión
espiritual para que nutra, ella misma, a los fieles que en diferentes momentos se unen a ella,
confirman su fe y comulgan con ella en el Cuerpo del Señor. Por eso, Aparecida recuerda
de manera explícita las responsabilidades que debe cumplir la parroquia en aras a una
verdadera y eficaz celebración de los ritos de iniciación. Afirma, entonces, que la parroquia
“tendrá como tareas irrenunciables: iniciar en la vida cristiana a los adultos bautizados y
no suficientemente evangelizados; educar en la fe a los niños bautizados en un proceso que
los lleve a completar su iniciación cristiana; iniciar a los no bautizados que, habiendo
escuchado el kerigma, quieren abrazar la fe” (Aparecida, 293).

Todo lo anterior, como ya se insinuaba, debe tender a generar en cada catecúmeno o


en cada cristiano una experiencia plena de la vida cristiana, tan profunda e intensa que
motive en la persona un claro deseo de pertenecer activamente a la Iglesia universal, a la
cual sólo se llega por medio de la participación convencida y cotidiana en la comunión
parroquial, o expresado en las mismas palabras de los obispos en Aparecida:
Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos
misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de
la Iglesia y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una
experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial (…) -éstas deben ser de
verdad- espacios de la iniciación cristiana, de la educación y celebración de la
fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios. (Aparecida,
170)

No es posible, evidentemente, obviar la responsabilidad de las parroquias en el


proceso de formación cristiano de los fieles que a ella pertenece, tarea en la cual Aparecida
da una pista muy sutil para llevar a cabo este proceso de educación en la fe: “en esta tarea -
la de la catequesis- el estudio y la asimilación del Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos
es una referencia necesaria y un apoyo seguro” (Aparecida, 293). Además, debe tenerse en
cuenta que “la catequesis no debe ser sólo ocasional, reducida a momentos previos a los
sacramentos o a la iniciación cristiana, sino más bien un itinerario catequético
permanente” (Aparecida, 298), para lo cual puede ayudarse también de los mismo espacios
litúrgicos en los que, de manera prudente, puede darse también una instrucción cristiana a
través de los signos y de los ritos que, aunque llenos de significado, suelen ser
desconocidos por los fieles laicos.

La propuesta de Aparecida es, entonces, revivir el proceso fundamental de la fe, el de


la iniciación cristiana, pues en él se plantan las bases sobre las cuales se construirá el
edificio de la fe; de la profundidad de estas bases depende la estabilidad de la vida cristiana
y de la fe, por lo cual, debe ponerse todo el empeño en la formación pre-sacramental y post-
sacramental, y en el desarrollo ritual del bautismo, la confirmación y la eucaristía.
CAPÍTULO 2: LA TEOLOGÍA PATRÍSTICA SOBRE LA INICIACIÓN
CRISTIANA

2.1 La Iglesia del siglo IV

Antes de hablar de uno u otro tema, sería interesante conocer cuáles fueron los
principales acontecimientos más relevantes que vivió la Iglesia Católica durante el siglo IV;
no es la intención ampliar cada acontecimiento sino, solamente, mencionarlos a manera de
descripción para mostrar el panorama general en que se movía la Iglesia de entonces.

Sin duda, todos los temas centrales de la teología se vieron desarrollados desde los
primeros siglos de existencia de la Iglesia. El proceso de iniciación cristiana no es la
excepción, sobre todo en el mismo ambiente en que la religión cristiana se va abriendo un
lugar en el mundo político, social y económico del Imperio Romano, de manera especial a
partir del siglo IV, cuando el emperador Constantino Magno, en el año 313, dio un rescripto
de libertad a la fe cristiana y, más adelante Teodosio la eleva a la categoría de religión
oficial del Imperio en el año 380.

Seguramente, la creciente afluencia de nuevos adeptos al cristianismo hizo que los


cristianos sintieran la necesidad estructurar métodos para iniciar en la fe a los que iban
llegando, pues la iniciación cristiana pasó de ser una opción netamente personal, contraria a
los intereses de la época, a ser la mayor aspiración de todos cuantos vivían en la cuenca del
mediterráneo, por la cual se había esparcido el Imperio Romano.

Muchos acontecimientos marcan la historia de la Iglesia durante el mencionado siglo


IV. Acontecimientos como el ya mencionado Edicto o Rescripto de Milán (año 313) en que
se decreta la libertad religiosa en todo el Imperio; la herejía arriana y su refutación en el
Concilio de Nicea (año 325), con el cual se inaugura la serie de los concilios ecuménicos y
en el cual se define dogmáticamente la divinidad de Jesucristo; la también mencionada
oficialización de la fe en el año 380; el primer Concilio de Constantinopla (año 381), con el
cual queda casi totalmente definido el dogma trinitario (posteriormente será replanteado en
el primer Concilio provincial de Toledo, en el año 397, cuando se declara el artículo del
Filioque); el florecimiento de la teología sistemática en occidente, representada,
especialmente, por Tertuliano, Ambrosio de Milán, Agustín de Hipona, Jerónimo de
Estridón y otros muchos cristianos decididos a poner en orden todos los pensamientos
doctrinales de la fe en Cristo.

2.2 La preocupación por el bautismo y la herejía de Donato

Decíamos anteriormente que el siglo IV es un siglo de grandes trasformaciones para


el mundo y para la Iglesia, la cual se vio enfrentada a la sociedad de una manera diferente,
dejando de existir clandestinamente para convertirse en un faro luminoso de la civilización
imperial. Desde este contexto, el tema de la iniciación cristiana cobró gran fuerza y
desestabilizó en algún sentido la estructura que la Iglesia traía de los tres siglos anteriores.

Uno de estos fenómenos que desestabilizó a la Iglesia fue el gran problema de los
lapsi, aquellos que por temor a la discriminación, a la tortura o al martirio apostataron de la
fe y, luego, viendo el fin de la persecución, desearon volver a la comunión de la Iglesia.
Este fenómeno le movió el piso a la Iglesia y fue motivo para muchas y muy profundas
reflexiones acerca de la validez y radicalidad del Bautismo y la comunión. La reflexión,
inicialmente, surgió a partir del pensamiento de Donato, obispo -usurpador- de Cartago,
quien afirmaba que los sacramentos administrados por los clérigos traditores (que traían a
las autoridades romanas los libros sagrados como signo de renuncia a la religión cristiana)
no gozaban de validez; en otras palabras “todos los sacramentos dados o recibidos por los
traditores eran considerados nulos: los donatistas rebautizaban a los católicos que, por
propia voluntad o por la fuerza, estaban en sus filas” (Daniélou y Marrou, 1982, 284).
No demoró en surgir una respuesta de la Iglesia universal a este planteamiento
donatista, quedando claro que los sacramentos gozan de plena validez por Jesucristo y no
por quien los administra. Aunque la Iglesia sentó su posición con las palabras del papa
Melquiades, primero, y luego en el concilio de Arles, reafirmando la validez definitiva del
bautismo y prohibiendo que se rebautizara a los que, según ellos, habían recibido el
bautismo de los traditores, los donatistas no acogieron la voz del Papa y el Concilio, por lo
cual, su movimiento se extendió hasta mediados del siglo VII, pasando, incluso, del norte
de África a algunas regiones de Europa.

En definitiva, gracias al error donatista, la Iglesia pudo valorar en gran medida su


sacramento más preciado, el bautismo, o mejor, el gran sacramento de la iniciación
cristiana, pues se vivía todo en un solo rito, como lo veremos a continuación. Ésta fue una
época de gran reflexión teológica acerca de los procesos de iniciación en la fe.

2.3 Ambrosio de Milán y el gran sacramento de la iniciación


cristiana

Mientras en África se desacreditaba el bautismo, haciendo depender su validez de la


pureza y santidad del ministro, al norte de Italia brillaba la teología sacramental del obispo
de Milán, Ambrosio, quien instruía con rigurosidad a quienes iniciaba en la fe. Su
testimonio se conserva, sobre todo, en sus catequesis mistagógicas pascuales, en las que
explica a sus súbditos, después de haberles impartir los sacramentos, cuáles han sido las
gracias que, por ellos, han recibido.

2.3.1 Bautismo: En primer lugar, el bautismo, para él, es vida, pues, al


pecar, el hombre fue expulsado de la vida de Dios y fue sometido a la muerte. Aun
así, Dios no abandonó a su criatura sino que le ofreció un remedio: la muerte y la
resurrección. “La muerte por su intervención, pone fin al pecado. Cuando nos
morimos, en efecto, cesamos de pecar (…) y mientras el hombre está muerto, el
Cristo encuentra la Resurrección para restablecer el influjo celeste que se ha
perdido por la tentación de la serpiente. Las dos cosas son para nuestro favor: la
muerte es el fin de los pecados y la resurrección la reparación de la naturaleza”
(Ambrosio, De sacramentis, libro II, 17: SC, 25 bis). Para vencer las acechanzas
del mal, Cristo nos ha regalado el Bautismo como designio de Dios, con el cual se
restituye la vida perdida; restitución que se alcanza al acudir a la fuente bautismal y
ser sumergidos tres veces en ella como signo de la sepultura del pecado, mientras se
confiesa el amor y la fe en Jesús, en su Padre y en su Espíritu. Es así como “el
Padre repone el pecado, el hijo lo repone y también el Espíritu Santo. Porque
somos bautizados en un solo nombre, es decir en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo (…) porque se habla de un solo nombre allí donde sólo hay una
substancia, una divinidad, una majestad (…) es en ese nombre en que todos
vosotros habéis sido salvados, en que vosotros habéis sido rendidos a la gracia de
la Vida” (Ambrosio, De sacramentis, libro II, 22: SC, 25 bis).

A nivel litúrgico, podemos descubrir cómo en el tiempo y en el contexto de


san Ambrosio la práctica del bautismo incluía un rito introductorio diferente de los
que hoy se conservan: el ministro tocaba las orejas y la nariz del catecúmeno como
signo de apertura a la vida en el espíritu. Sin embargo, el acento fundamental se
hacía, entonces como ahora, en el rito del agua mediante la presencia del ministro
que válidamente bautiza. Si vamos más allá, podemos decir que dos cosas son
fundamentales en el sacramento del bautismo: el agua y el sacerdote; sin embargo,
no son ellos los que le dan la fuerza al sacramento, pues el sacerdote por sí solo no
puede santificar y, el agua por sí sola no puede curar. Al respecto, dice san
Ambrosio: “tú has visto el agua. Sin embargo, no toda el agua cura, sino sólo el
agua que tiene la gracia de Cristo. Hay una diferencia entre el acto y la eficacia. El
acto se cumple con el agua, pero la eficacia viene del Espíritu Santo. El agua no
cura si el Espíritu Santo no ha descendido para consagrarla” (Ambrosio, De
sacramentis, libro I, 15: SC, 25 bis). El papel fundamental, según este dato
teológico, no lo desempeña ni el ministro, ni la persona que va a ser consagrada, ni
el elemento del agua, sino el Espíritu Santo que el Hijo ha enviado desde el Padre.

2.3.2 Confirmación: Respecto de la confirmación, san Ambrosio habla de


un segundo paso en la vida del nuevo cristiano; es prácticamente una continuación o
un anexo del sacramento del bautismo, pues se hace inmediatamente después. Si
bien, con el baño bautismal el neófito había recibido al Espíritu Santo y se había
adherido al misterio de la Trinidad, ahora, por la confirmación, va a recibir los
dones especiales de ese mismo Espíritu.

El rito de este sacramento no es en todo igual al rito universal que se


celebraba en la época, pues comienza con un lavatorio de los pies, haciendo
memoria de las palabras de Cristo en un contexto inmediatamente posterior al baño
bautismal: “aquel que se ha bañado no tiene necesidad de hacerlo de nuevo, sino de
lavarse sólo los pies” (Jn 13, 10). Aun así, Ambrosio reconoce la autoridad de
Roma y declara explícitamente que “no ignoramos que la Iglesia romana no tiene
esta costumbre, aun cuando nosotros seguimos en todo su ejemplo y su rito. Sin
embargo, ella no tiene la costumbre de lavar los pies” (Ambrosio, De sacramentis,
libro III, 5: SC, 25 bis).

Después del lavatorio de pies, se recibe el soplo espiritual que hace perfecto el
bautismo, en el cual, por “la invocación del obispo, el Espíritu es infundido:
espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fuerza, espíritu de
conocimiento y piedad, espíritu del santo temor, que son como las siete virtudes del
Espíritu” (Ambrosio, De sacramentis, libro III, 8: SC, 25 bis). Como se afirmaba
antes, si en el bautismo se recibió al Espíritu Santo y, en general, a la Trinidad,
ahora por la confirmación se reciben los dones o virtudes del Espíritu y, aunque
aclara san Ambrosio que todas las virtudes provienen del Espíritu, afirma que estas
siete son las más importantes, de las que proceden todas las demás, pues “si bien el
Espíritu Santo tiene muchas formas, él posee toda una variedad de virtudes”
(Ambrosio, De sacramentis, libro III, 10: SC, 25 bis).

Al recibir los dones del Espíritu, el que ha sido confirmado puede abrir sus
ojos a la verdadera perfección de la fe y de la vida cristiana. San Ambrosio lo
resume así: “has acudido, fuiste bañado, has venido al altar, has comenzado a ver
lo que antes no veías (…) Tú que parecías tener el corazón ciego, has sido
impulsado a ver la luz de los sacramentos” (Ambrosio, De sacramentis, libro III,
15: SC, 25 bis).

2.3.3 Eucaristía: La celebración del bautismo empuja el nuevo cristiano a


la celebración eucarística, haciéndolo digno de comulgar con el cuerpo y la sangre
de aquel que lo ha llamado a la fe. Es decir, después del bautismo y la confirmación,
se suscita en el cristiano la necesidad del Alimento de vida eterna; así, se hace
indispensable que los recién incorporados en la Iglesia, habiendo sido bañados por
el agua del Espíritu, y adornados con sus dones y virtudes, se hagan, ahora,
comensales de la mesa del banquete eucarístico.

La asistencia al altar se hace con la consciencia limpia de pecados, pues ya


Dios, por el baño del Espíritu, ha purificado a sus nuevos hijos y, por lo tanto, se
pretende que quienes han sido incluidos en la Iglesia, se conserven en la gracia que
han recibido; al respecto, dice el santo: “la gracia que recibiste, si guardas lo que
recibiste, será durable y perpetua” (Ambrosio, De sacramentis, libro III, 13: SC, 25
bis). Debido a esta gracia, el fiel, lleno de alegría y juventud, puede gozar del
alimento eterno que se sirve sobre el altar, un altar que “representa el cuerpo, y el
cuerpo de Cristo está en el altar” (Ambrosio, De sacramentis, libro IV, 7: SC, 25
bis).
Ambrosio resalta la figura de las especies eucarísticas, mostrando cómo ellas
han sido uno de los signos más antiguos de la bendición de Dios a su Pueblo, pues
en la mesa santa hay pan y vino como ofrecimiento de Dios mismo desde mucho
antes de que lloviera Maná sobre los israelitas; la ofrenda del pan se remonta a
Abraham, cuando el sacerdote Melquisedec –figura tipológica de Cristo- ofrece pan
y vino como rey de justicia y de paz.

Este sacramento lo realiza el ministro encarnando a la persona de Cristo y


utilizando, no sus propias palabras, sino las palabras de Cristo; dice Ambrosio: “en
cuanto se llega a producir el venerable sacramento, ya el sacerdote no usa sus
propias palabras, sino las de Cristo; de modo que la palabra de Cristo es la que
produce el sacramento” (Ambrosio, De sacramentis, libro IV, 14: SC, 25 bis). Si
bien, el sacerdote celebra el misterio eucarístico con palabras humanas, no son las
palabras de él las que consagran el pan y el vino, sino las palabras de Cristo que
salen de la boca del sacerdote y envuelven a los recién bautizados y confirmados,
invitándolos así a la plena comunión con la Iglesia que, alimentándose del Cuerpo
real del Señor, se trasforma en nada menos que su Cuerpo místico.

2.4 San Agustín y la Iniciación Cristiana

Mientras Ambrosio de Milán se detenía más en la descripción de los ritos y, a partir


de ellos, en ampliar la comprensión de lo que ya se había celebrado, Agustín de Hipona
pone el acento en la preparación del catecúmeno a la iniciación cristiana, buscando elevar
la conciencia de quien se acercaba a la fe antes de recibirlo plenamente en ella.

En la carta De Catechizandis Rudibus, enviada como respuesta a un diácono


cartaginés que le preguntaba cómo brindar una adecuada preparación para el bautismo, san
Agustín brinda algunos elementos que pueden ser de interés para el tema del que se trata en
este trabajo. En primer lugar, el obispo de Hipona propone que, antes de dar a conocer el
kerigma a una persona, es necesario conocer a la persona, con el fin de saber la realidad en
que ésta se desenvuelve y cuál es el mejor medio para hacerla comprender las cuestiones de
la fe.

Después de haber procurado este conocimiento del catequizando, comienza la labor


del anuncio que no puede hacerse sólo por medio de palabras, sino que debe comprometer
la vida del que lo proclama. Para Agustín, lo más deseable sería lograr poner en las palabras
del catequista todo el contenido de la predicación, sin embargo, como el mismo afirma,
“por desgracia no podemos presentar a los sentidos del oyente las huellas que imprime el
entendimiento en la memoria, del mismo modo que estas otras que se imprimen en el
rostro; porque aquellas quedan dentro, en el ánimo, no como éstas que salen por fuera del
cuerpo. Así que ya se ve cuán distante está la palabra de aquel fulgor de la inteligencia,
puesto que ni siquiera es semejante a la impresión de la memoria” (Agustín, De
Catechizandis Rudibus II, 3: PL 40, 320).

Luego, propone un acto del catequista que consiste en anunciar el amor de Dios por
medio del anuncio completo de la historia de la salvación que, según sean las condiciones y
capacidades del catequizando, se hará de forma más breve o de forma más prolongada. No
puede darse por finalizada esta importante etapa del anuncio sin antes corroborar con los
actos del catecúmeno su deseo de adoptar una vida nueva, trasformada por el anuncio de la
salvación. “Raras veces, o por mejor decir, jamás sucede que quien viene a hacerse
cristiano no venga herido por algún temor de Dios, pues si le trae la esperanza de algún
provecho humano o el deseo de evitar alguna ofensa o enemistad de los hombres, no puede
decirse que quiere hacerse, sino que quiere fingirse cristiano; que la fe no consiste en
aprobar exteriormente, sino en creer de corazón” (Agustín, De Catechizandis Rudibus V,
9: PL 40, 322).

Su énfasis, que por cierto nunca ha perdido validez, es suscitar en quien pretende
hacerse cristiano un cambio de vida, en el que evidentemente deje atrás los paradigmas
paganos, ajenos a la religión, y adopte una fe sólida, convencida y sin fingimiento, una fe
comprometida eclesialmente con los hermanos, que no cree ni promueve cismas y herejías,
que no teme a la persecución ni a la muerte. Y entonces, después de haber entregado una
correcta preparación previa a la recepción del sacramento, sin una mayor dilatación,
“pregúntale si lo cree y desea cumplirlo; y si responde afirmativamente, haz sobre él
solemnemente la señal de la cruz y las demás ceremonias de la Iglesia: por lo que hace al
sacramento que recibe, hazle ver que estas cosas son señales visibles de las cosas divinas y
que hemos de venerar en ellas las cosas invisibles que representan, y que, por esto, no
puede usarse esta materia bendita para los usos ordinarios. Explícale su significado, y qué
es lo que sazona en él la plática que acaba de escuchar. Y con esta ocasión dile que
cuando encuentre en la Escritura alguna cosa de sentido mundano, aunque no las entienda
crea que por ellas se representa algo espiritual, tocante a las buenas costumbres y a la
vida futura; y que se acostumbre a interpretar simbólicamente todas las cosas que
encontrare en la Sagrada Escritura, si no puede referirlas directamente al amor de la
eternidad o al amor del prójimo. Ni se debe entender por prójimo solamente a aquel con
quien nos unen vínculos humanos, sino a todo el que puede formar parte del reino celestial,
sin desesperar de la enmienda de ningún hombre, cuando se ve que vive aún por la
paciencia de Dios, no por otra razón, como dice el Apóstol, sino para ser conducido a
penitencia” (Agustín, De Catechizandis Rudibus XXV, 50: PL 40, 332).

2.5 El Sacramentario Gelasiano

Para contextualizar un poco, es importante conocer algunos datos generales acerca de


la historia e importancia del Gelasiano. Finalizado el siglo IV, tiempo de reflexión y de
desarrollo teológico y litúrgico de la iniciación cristiana, llega el tiempo de la
sistematización de las fórmulas sacramentales existentes en las diferentes comunidades
cristianas, las cuales, reunidas en códices fueron dando paso a los sacramentarios, especies
de libros que contenían las generalidades catequéticas y rituales de cada sacramento. El
gelasiano es, precisamente, uno de esos códices, tal vez el más importante ya que su
contenido ha sido fuente de todas las reformas litúrgicas que ha promovido la Iglesia. Su
redacción se atribuye al papa Gelasio I a mediados del siglo V, pero la versión que ha
llegado a nosotros es una recopilación posterior hecha en Francia, tanto que algunos se
atreven a afirmar que el códice atribuido a esta sumo pontífice romano “no procede de
Roma, sino del reino de los francos y es uno de los numerosos testimonios del celo con que
en el reino de los francos, por iniciativa privada, se asumió material litúrgico romano”
(Jedin, 1980, 890). De cualquier forma, es claro que “el Gelasianum se remonta al tiempo
anterior a san Gregorio Magno, pero la forma con que luego pasó de Roma a Francia no
pudo aparecer antes del año 628, fecha en que el emperador Heraclio devolvió la santa
Cruz de Persia a Jerusalén, pues en tal versión hallamos el 14 de septiembre la fiesta de la
Exaltación de la Cruz, que celebra la victoria de Heraclio” (Jedin, 1980, 893).

El sacramentario del papa Gelasio presenta dos aspectos importantes con relación a la
iniciación cristiana, más directamente al bautismo que, tanto en su época como ahora, son
de importante reflexión y, permiten que se reviva el interés de la liturgia de la Iglesia por
resaltar de tal manera los signos que por sí solos sean una catequesis para quienes los viven.

El primero de estos aspectos es el tiempo del catecumenado, el cual no era, como lo


entendemos ahora, un periodo de preparación para los que querían ser recibidos por primera
vez en la Iglesia, sino un periodo penitencial para aquellos que después de haber sido
bautizados, de alguna manera habían renegado de la fe. Este periodo de catecumenado
evolucionó hasta convertirse en el proceso previo al bautismo que incluso hoy en día se
celebra, junto a él, en la misma ceremonia. Podríamos describirlo a partir de cinco
momentos: en primer lugar, la bendición del aceite para el exorcismo (llamado,
actualmente, óleo de los catecúmenos); en segundo lugar, se hacía una “bendición sobre
aquellos que vuelven de la herejía arriana a la unidad católica” (Elorriaga, 1998, 214),
implorando sobre ellos los dones del Espíritu Santo; una oración similar, pero más breve, se
realizaba sobre los que provenían de otras herejías; había también un extenso momento de
reconciliación de aquellos que habían recibido por segunda vez el bautismo de manos de
los donatistas, “esto es así porque, al hacer un duplicado del rito, no se borra el poder de
la primitiva consagración sino que se comete una injuria contra los sacramentos de la fe
que ya antes se habían recibido” (Elorriaga, 1998, 215), al final, sobre todos los que
participaban del proceso catecumenal, se hacía un exorcismo, pidiendo a Dios que libre de
cualquier vestigio de maldad a este que se acercaba de nuevo a la Iglesia, haciendo de él,
por Jesucristo, un segundo Adán.

El tercer elemento es, finalmente, la invitación al bautismo, la cual se realiza por


medio de los ritos de la imposición de manos, la oración sobre el catecúmeno enfermo, las
renuncias de éste a la maldad y el exorcismo y bendición del agua. Todos estos ritos, que
dentro de la teología de este sacramentario tienen como fin alejar al catecúmeno del poder
de Satanás, se hacen distinguiendo la condición del que se acerca a recibirlos, es decir que
son distintos para quienes los reciben en perfecto estado de salud y abrazan la fe como una
determinación radical de su vida y para quienes, padeciendo la enfermedad, temen morir
sin haber sido bañados por el agua santificante del bautismo.

La imposición de manos es siempre un signo de separación del catecúmeno de todo


tipo de corrupción; así, sobre el que se haya enfermo, se pide que sea liberado de la
enfermedad, mientras que para el catecúmeno sano se pide que sea liberado de la ira y la
maledicencia. Para ambos, esta imposición de manos pide que sean liberado, además, del
paganismo, para que, cada persona, “renaciendo del agua y del Espíritu Santo, y despojada
del hombre viejo, se revista del nuevo creado según tu voluntad -la del Señor-” (Elorriaga,
1998, 208-209). Unido al signo de la imposición de manos, que tiene una fórmula propia,
viene una oración que se realizaba sólo cuando el catecúmeno se encontraba padeciendo
alguna grave enfermedad que pudiera llevarlo a la muerte; era una oración en la que se
pedía al Señor que levantara al que se encontraba yaciendo y lo liberara de la seducción de
Satanás: “arrebata al diablo la ocasión de triunfar y guarda al que preparas para la
victoria de Cristo para que, al nacer de nuevo, lo haga sano en la Iglesia en virtud de la
gracia del bautismo” (Elorriaga, 1998, 207).
Continuaba el rito con las renuncias, que se llevaban a cabo por medio de un rito que
se puede describir en los siguientes términos: en primer lugar, se entregaba el símbolo de la
fe y la oración del Señor; luego, con saliva, el ministro le tocaba la punta de la nariz y las
dos orejas, mientras le dice effetá; “despuésle toca el pecho y lo unge con aceite del
exorcismo mientras le hace estas preguntas: ¿Renuncias a Satanas? Responde. Renuncio
¿Y a todas sus obras? Responde: Renuncio ¿Y a todas sus pompas? Responde: Renuncio”
(Elorriaga, 1998, 209).

Después de todo esto, se bendice la fuente bautismal con una fórmula que comienza
con estas palabras: “te exorcizo a ti, creatura que eres el agua, en el nombre de Dios Padre
omnipotente y en el nombre de Jesucristo su Hijo y del Espíritu Santo” (Elorriaga, 1998,
210). Luego se profesaría la fe, con la misma forma responsorial que se conserva hoy en día
en el ritual del bautismo y, finalmente era sumergido en la fuente y ungido con el crisma.

Cabe aclarar que, para efectos del desarrollo de este escrito, se ha invertido el orden
de los momentos expuestos anteriormente, es decir, el sacramentario presenta primero la
invitación al bautismo y luego el periodo de catecumenado, lo cual es entendido si se tiene
en cuenta que el catecumenado de aquella época era para recibir de nuevo en la Iglesia a los
ya bautizados que por cisma o herejía se habían apartado de ella. La razón de invertir el
orden es acomodarlo al orden del rito actual, mostrando, de esa manera, cómo se genera la
primera estructura el rito que se celebra en la actualidad.

CAPÍTULO 3: UNA PROPUESTA PASTORAL PARA UNA NUEVA VIVENCIA


DE LA INICIACIÓN CRISTIANA EN MEDELLÍN

3.1 A la luz del Concilio Vaticano II

El gran suceso eclesial del siglo XX, el Concilio Vaticano II, que marcó una nueva
etapa en la historia de la Iglesia, se cuestionó acerca de la manera cómo la Iglesia se
relacionaba con el mundo de su época. Como fruto de la reflexión y discusión de los más de
dos mil obispos asistentes y de los teólogos asesores, quedó consignada una atrevida, pero
adecuada, propuesta de pastoral que debería ser considerada como el punto de partida, en el
contexto actual, de cualquier proceso de iniciación en la fe, no sólo en la acción
sacramental, sino también en la acción catequética. Hay que aclarar que no es una
propuesta consignada explícitamente en los documentos del Concilio, sino que se encuentra
escondida en cada línea, alimentando el que sería, tal vez, el primer objetivo de esta
solemne reunión de los obispos del mundo: “acrecentar de día en día entre los fieles la
vida cristiana (…) promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen
en Jesucristo” (SC. 1).

El cumplimiento de este objetivo va más allá de una reforma litúrgica que se puede
definir como radical, en el caso del Vaticano II, pero que toca sólo la dimensión celebrativa
del hombre; en este orden de ideas, el cumplimiento del objetivo, que desde un primer
momento queda consignado en el Concilio, debe tocar toda la realidad del hombre, su fe, su
vida, su cotidianidad. Por eso, el proceso de iniciación de la vida creyente debe ser fuerte y
suscitar, desde el comienzo, un verdadero encuentro con Jesucristo, un encuentro que no
sólo trasforme la vida de quien se acerca, sino que lo impulse a ayudar a otros a trasformar
su vida, así se estaría cumpliendo la labor del cristiano de ser un verdadero discípulo
misionero, al interior de una comunidad eclesial que es el Pueblo de Dios, adquirido por la
muerte y resurrección de Cristo.

En consonancia con lo anterior, el Concilio, en el decreto Ad Gentes, propone:


“iníciense, pues, los catecúmenos convenientemente en el misterio de la salvación, en el
ejercicio de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que han de celebrarse en
los tiempos sucesivos, introdúzcanse en la vida de la fe, de la liturgia y de la caridad del
Pueblo de Dios” (AG. 14). Propone, por tanto, que la formación de quienes entran a la
Iglesia se haga en torno a tres pilares, la doctrina, la moral y la liturgia, en las cuales queda
abarcada la integridad y la totalidad de la vida humana. Nótese que la formación en los
ritos, es decir, la liturgia, es la última de las áreas que menciona el decreto Ad Gentes en
este numeral, por lo que debe quedar claro, siempre que se acompañe a un catecúmeno o a
un cristiano que se prepara para la confirmación o la eucaristía, que la celebración del
sacramento es la evidencia existencial de su vida al interior de la Iglesia o, al menos, de su
deseo de pertenecer a ella, en el caso de quien va a ser bautizado.

Es cierto que, en el caso del bautismo de niños y, hasta cierto punto, de la primera
comunión, la formación se debe dirigir, fundamentalmente, a los padres o adultos
responsables de los niños, de los cuales se confía que son cristianos convencidos y
comprometidos; sin embargo, no se debe perder de vista que, en muchos casos los mismos
padres y padrinos no son conscientes de la fe que profesan y que quieren trasmitir a sus
hijos. Se evidencia una marcada ignorancia de su fe entre el común de los fieles bautizados
que, además, desencadena en una notable incoherencia entre la vida cotidiana y la moral
propuesta por la Iglesia.

Este mismo diagnóstico lo hacía el papa Benedicto XVI en la homilía que pronunció
en la eucaristía de apertura del año de la fe, con motivo de los cincuenta años de la
inauguración del Concilio Vaticano II: "El cristiano de hoy muchas veces no conoce ni
siquiera el núcleo central de la propia fe católica, el Credo, y así deja espacio a un cierto
sincretismo y relativismo religioso. No está lejos el riesgo de construirse una religión
hecha por sí mismo" (Benedicto XVI, 2012). Sin lugar a dudas, éste no es un fenómeno
solamente actual, ya antes se presentaba, no sólo entre los fieles laicos, sino también en
muchos de los fieles clérigos, los cuales, al no tener claridad en la doctrina de la fe que
profesaban, se expusieron a dos peligros: el primero, dejar contaminar dicha fe de otro tipo
de creencias y supersticiones ajenas a ella; el segundo, dejarla enfriar hasta el punto de
relativizarla y hasta perderla.

El Concilio quiso poner freno a esta realidad que afrontaban no pocos cristianos, por
lo cual se esforzó en acercar la Iglesia al mundo contemporáneo, abrir sus ventanas para
permitir que ésta mire hacia el mundo y así, el mundo mire hacia ella, pues en la Iglesia
brilla radiante la luz de Cristo para el mundo.
Después de todo ¿qué viene a ser un Concilio Ecuménico sino el renovarse de
este encuentro del rostro de Jesús resucitado, rey glorioso e inmortal, radiante
en toda la Iglesia para salud, alegría y resplandor de las naciones? (…)
Verdadera alegría para la Iglesia Universal de Cristo quiere ser el nuevo
Concilio Ecuménico. Su razón de ser —tal como viene saludado, preparado y
esperado— es la continuación, o mejor, es la repetición más enérgica de la
respuesta del mundo entero, del mundo moderno al testamento del Señor,
formulado en aquellas palabras, pronunciadas con divina solemnidad,
mientras las manos se extendían hacia los confines del mundo: Euntes ergo—
docete omnes gentes—baptizantes eos in nomine Patris et Filii et Spiritus
Sancti— docentes eos servare omnia quaecumque, dixi vobis (cf. Mt 28, 19-20).
Efectivamente, el mundo tiene necesidad de Cristo: y la Iglesia es la que debe
llevar a Cristo al mundo. (Juan XXIII, 1962)

Así pues, el Concilio buscó aterrizar la fe de los fieles, de manera que cada vez que
nazca un nuevo cristiano y llegue a la madurez espiritual, sea porque de verdad ha
conocido, comprendido y profundizado en la doctrina, la moral y la liturgia de la Iglesia a
la cual se está acercando y por medio de la cual se relacionará con el mundo.

3.2 La iniciación cristiana en la Arquidiócesis de Medellín

A pesar de los laudables esfuerzos que se hacen por mejorar la catequesis, no


se logra la adecuada trasmisión y el necesario afianzamiento de la fe en los
bautizados. Por tanto, urge revisar nuestra pastoral, impulsar aún más una
acción evangelizadora y misionera e incluso restablecer, en toda su fuerza, la
iniciación cristiana, a fin de ayudar a los bautizados a que puedan llegar a la
conversión, al seguimiento fiel de Cristo y a una fructuosa participación en la
vida de la Iglesia. (Tobón Restrepo, 2012)
A la luz de las propuestas de Aparecida e inspirada en el objetivo principal del
Concilio Vaticano II, anteriormente expuesto, la Arquidiócesis de Medellín se ha hecho
consciente de la necesidad de fortalecer el proceso de iniciación cristiana, con el fin de
ayudar a que los fieles que participan de la vida de la Iglesia conozcan mejor la fe a la cual
se adhieren por el bautismo y la confirmación, y de la cual participan plenamente cada vez
que se acercan al altar en la Eucaristía.

Lanzar una propuesta de pastoral que intensifique la vivencia de la iniciación


cristiana tiene que partir, necesariamente, del propósito de llevar a los receptores del
proceso pastoral, no sólo a un conocimiento de Cristo y de la doctrina de la Iglesia, sino a
una verdadera experiencia de fe, que los vincule, por medio del amor y conocimiento de
Cristo, a una vida eclesial, convencida y comprometida con la caridad y las buenas
costumbres morales y, que además, se celebre coherentemente en la liturgia,
principalmente, de la eucaristía y, desde ella, se extienda a los demás sacramentos.

En el discurso de inauguración del congreso internacional de liturgia y pastoral,


programado por la Universidad Pontificia Bolivariana, monseñor Ricardo Tobón Restrepo
(2012) presenta claramente la necesidad de un cambio de paradigma en el proceso de
iniciación cristiana, tantas veces mencionado. Este cambio “debe saber responder en
nuestros días a las diversas situaciones en las que debe darse la iniciación cristiana
cuando se piden los sacramentos para los niños, cuando los solicitan los adultos que no
han sido bautizados en la infancia y cuando se requiere un catecumenado posterior que
ayude a los adultos a desarrollar la gracia bautismal” (Tobón Restrepo, 2012). Todo esto,
claro está, debe hacerse buscando que la catequesis sea profunda y que quien la recibe sea
totalmente consciente del compromiso que asume al aceptar el sacramento para el cual se
prepara.

La pregunta sería, entonces, ¿cómo lograr esto en una cultura que ha acogido la
religión cristiana como una tradición cultural?
La respuesta no es difícil de descubrir. Es necesario “sacar al proceso de iniciación
cristiana del aislamiento en el que ha llegado a encontrarse, insertándolo en un camino
pedagógico y ritual que tiene el propio culmen en la participación en la eucaristía, y por
consiguiente en la plena y fructuosa pertenencia a la comunidad cristiana. Tal exigencia
resulta fundamental sea en las situaciones de primera evangelización, sea en aquéllas en
las que es urgente dar cuerpo a una nueva evangelización” (Marengo, 2012). En otras
palabras, es necesario insertar los sacramentos en la vida común de las personas; volver a
cerrar la brecha que la misma Iglesia ha abierto entre vida espiritual y vida cotidiana;
volver a crear comunidades eclesiales vivas, tal como lo proponen los obispos
latinoamericanos en Aparecida.

Así las cosas, el proceso de iniciación se alimentará con el testimonio de vida


comunitaria de las iglesias particulares y, a la vez, la iglesia particular se alimentará de la fe
de los nuevos hijos que, día a día, irán abrazando el bautismo.

Respecto a esto, un método interesante y seguro es la conformación de pequeñas


comunidades eclesiales, las cuales, atendidas desde la parroquia, se encarguen de
acompañar y fortalecer el proceso de fe de cristianos, nuevos y viejos, y de los catecúmenos
que aspiran abrazar la fe.
Es necesario aceptar, antes de que sea más tarde, que el ámbito vital para
descubrir, crecer y permanecer en la fe, no son solamente las instituciones
conocidas -familia, escuela, contexto cultural y medios de comunicación- sino
la pequeña comunidad eclesial, en profunda vinculación con la parroquia, en
la que se aprende a escuchar la Palabra de Dios, a hacer un camino de
conversión, a vivir la fraternidad y a asumir un compromiso misionero. Una
orientación prioritaria de la pastoral en este sentido permitiría, tal vez más
directamente, el encuentro con Cristo y la urgente renovación de nuestras
parroquias. (Tobón Restrepo, 2012)
Además, debe existir en la catequesis un apartado serio y profundo acerca de la
liturgia del sacramento, que no sólo prepare en la sucesión de los ritos, o en la oportuna
participación de quienes los viven, sino que exprese la belleza y tradición que la iglesia ha
consignado en los signos de cada sacramento y, cómo cada uno de ellos es una
manifestación celebrativa de la vivencia de la Palabra de Dios. Ha de quedar claro en cada
cristiano que la vida sacramental es consecuencia de la vida cotidiana pues, como se
afirmaba antes, no puede existir una fractura entre la vida celebrativa y la vida cotidiana,
pues juntas integran la vida cristiana, es decir, el único modo de vida posible entre los
bautizados.

Será necesario que los catequistas, y demás encargados de la formación en la fe,


conozcan al menos el origen y significado de los signos más relevantes de cada sacramento,
fundamentalmente de los tres que forman parte de la iniciación cristiana, pues de su
correcta celebración y vivencia depende el buen desarrollo de los demás sacramentos.

En el caso propio del sacramento del bautismo, cuya celebración ordinariamente se


realiza a muy temprana edad, no es necesario extenderlo hasta la edad de la consciencia,
basta con brindar una amplia y clara formación de los compromisos bautismales a los
padres y padrinos, para que ellos se encarguen de aportar las bases sólidas de la fe en los
nuevos cristianos, como resultado de una educación integral, que comprometa todas las
dimensiones de la persona, incluida la dimensión espiritual.

Esto, además, garantizará, a un no muy largo plazo, que si se sigue un proceso de


formación al estilo de pequeñas comunidades, como ya se había propuesto, que las nuevas
generaciones de creyentes estarán bien orientadas y sabrán orientar a otros en lo
concerniente a la fe; “en todos los casos se requiere un itinerario catequético que
acompañe a las personas en el proceso de fe, de conversión y de integración a la Iglesia.
Conviene tener presente que, en definitiva, se trata hoy de poner los cimientos mismos de
la fe en muchos bautizados” (Tobón Restrepo, 2012).
Todo esto tiene una finalidad: suscitar verdaderamente la fe y el deseo de la vida
cristiana en los cientos de fieles que se adhieren a la Iglesia en la Arquidiócesis de
Medellín, en un proceso que debe ser cada día más consciente y comprometido, que parta
de cero, con el anuncio del kerigma, pero que no se quede sólo ahí. “Esto implica, no
suponer la fe y dedicarse a celebrar el culto, sino partir de un anuncio de salvación que
llame a la conversión y propiciar una formación orgánica y progresiva de los católicos.
Pide, igualmente, desarrollar la identidad maternal y comunitaria de la Iglesia para que
sea capaz de engendrar y cuidar los hijos de Dios. Resulta imprescindible comprender que
los sacramentos de la iniciación cristiana no son ritos aislados sino parte de un proceso
para llegar a ser cristiano y, por consiguiente, es preciso mantener la profunda unidad
entre catequesis, liturgia y vida” (Tobón Restrepo, 2012).
CONCLUSIÓN: LA NECESIDAD DE UNA SANA INICIACIÓN EN LA FE

El proceso de iniciación cristiana debe tenerse como un paso fundamental y definitivo


en la vida de cada persona que abraza la fe, pues en él se experimentan tres situaciones
fuertes: en primer lugar, se cruza la puerta de la fe y se recibe una nueva identidad
configurada con Cristo, por su muerte y resurrección; en segundo lugar, se recibe la
plenitud de la conciencia espiritual, que ilumina toda la vida del creyente y le capacita para
realizar un profundo discernimiento de su fe; en tercer lugar, se llega a la fuente de donde
brota toda fuerza espiritual y se asciende a la cumbre, que es la meta de toda la vida
cristiana. En otras palabras, la iniciación le regala al creyente todos los auxilios necesarios
para aspirar a la salvación.

La Iglesia de Latinoamérica se ha hecho cada vez más consciente de la necesidad de


formar cristianos convencidos, con una fe sólida que no se deje derribar por las amenazas
externas que buscan atentar contra ella. Ésta es la razón por la que las asambleas generales
del episcopado latinoamericano, en especial la de Aparecida, se han interesado en proponer
y promover una nueva iniciación cristiana, que toque las fibras más profundas del corazón
del hombre, y los mueva a un verdadero seguimiento del Señor y, de esta manera, contagien
a otros del deseo de abrazar con radicalidad la fe por la que ellos también han optado,
cumpliendo así las palabras del evangelio: “seguidme, y os haré pescadores de hombres”
(Mt 4, 19).

La iniciación cristiana debe introducir al cristiano en el rol de discípulo misionero; en


este sentido, al mismo tiempo que la persona se esfuerza por seguir a Jesucristo, pone
también sus fuerzas en anunciar a otros aquello que va aprendiendo y viviendo del maestro.
Así, pues, todo cristiano debe convertirse en un catequista para otros por medio de su
testimonio y de su vida y, en ese mismo sentido, se adquiere la doble dimensión discípulo y
pescador.

Pero la fe cristiana tiene la particularidad de que, al mismo tiempo que se vive, se


comparte y se celebra por medio de la liturgia. Las acciones litúrgicas no deben ser
entendidas como el punto de partida de una realidad que comienza, sino como la
ratificación de una realidad que se ya se vive y, de manera coherente, se expresa de forma
celebrativa al interior de la comunidad eclesial.

Es necesario que la celebración sea significativa para quien participa de ella; es decir,
lo que se pretende es que la liturgia, por una parte, brote de la vida del fiel y, a la misma
vez, la alimente. Debe combatirse el hecho de que muchos participen de los ritos por
experimentarlos como una tradición, un compromiso social y, en la gran mayoría de los
casos, como una obligación inflexible.

Tal vez, éste ha sido el error de nuestros procesos de iniciación cristiana, pues hemos
dada por supuesta la fe, cuando la responsabilidad de los que guían el proceso es, en
realidad, afianzarla, inculcarla o anunciarla. Sin embargo, muchos han abrazado la fe sin
siquiera haber escuchado del kerigma, lo cual no es un fenómeno nuevo, pues incluso en el
libro de los Hechos se da una evidencia de esto: “Pablo les preguntó «¿Recibisteis el
Espíritu Santo cuando abrazasteis la fe? Respondieron, «Pero si nosotros no hemos oído
decir siquiera que exista el Espíritu Santo. Pablo replicó: «¿Pues qué bautismo habéis
recibido?» - «El bautismo de Juan», respondieron. Pablo añadió: «Juan bautizó con un
bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después
de él, o sea en Jesús.» Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor
Jesús” (Hch 19, 2-5).

Todavía hoy, muchas personas se hacen cristianas sin conocer a profundidad, al


menos, quién es Cristo. Ésta es la falla más grande de nuestro proceso de fe, con la
salvedad de que, en la mayoría de los casos en nuestra Arquidiócesis, por no decir que en
todos, los fieles llegan a un conocimiento doctrinal del Señor, pero no dan un paso más allá,
hacia el conocimiento trascendental y vivo de la fe a la que se abrazan y que los vincula de
una manera especial con el mundo.

El gran sacramento de la iniciación debe garantizar la fe de los nuevos discípulos. Así


se ha hecho en la Iglesia desde el mismo comienzo, tal como lo muestra el libro de los
Hechos de los Apóstoles en el relato de Felipe y el eunuco etíope, que al no saber de quién
hablaba el profeta, pide al apóstol que lo instruya en la fe y lo bautice, ya que la catequesis
de Felipe lo llevó a una profunda convicción del seguimiento de Jesús. “Felipe entonces,
partiendo de este texto de la Escritura, se puso a anunciarle la Buena Nueva de Jesús.
Siguiendo el camino llegaron a un sitio donde había agua. El eunuco dijo: «Aquí hay agua;
¿qué impide que yo sea bautizado?»” (Hch 8, 35-36).

Hace falta, pues, repensar el proceso catequético, litúrgico y vivencial de la iniciación


cristiana. Será de gran ayuda recurrir a los conceptos y a las sugerencias de los padres de la
iglesia, para recuperar la fuerza y el valor que, en algún momento de la historia, ante la
facilidad de acogerse a la Iglesia, perdió el momento sacramental más importante de la vida
del cristiano, que es el conjunto de los tres sacramentos de la iniciación.

Finalmente, hace falta que los cristianos de este tiempo tomen consciencia de la
necesidad de vivir la fe al interior de una pequeña comunidad, en la cual se refresque el
amor primero por la persona del Hijo de Dios, en la que se renueven los conocimientos
doctrinales y en la que se celebre con el profundo sentido festivo de la liturgia cristiana.
Éste es el medio por el cual el Señor de la Iglesia ha querido darle carácter de eternidad a su
pueblo y, sólo de esa manera, la Iglesia tiene la esperanza de seguir brillando para el mundo
a lo largo de la historia que a la humanidad le resta vivir.
LISTA DE REFERENCIAS

1. Referencias patrísticas

Ambrosio de Milán, De sacramentis: SC, 25 bis

Agustín de Hipona, De Catechizandis Rudibus: PL 40, 332

2. Referencias conciliares

Concilio Vaticano II (1963). Constitución Sacrosanctum Concilium: sobre la sagrada


liturgia.

Concilio Vaticano II (1965). Decreto Ad Gentes: sobre la actividad misionera de la


Iglesia.

3. Libros referenciados

Daniélou, Jean y Marrou, Henri (1982). Nueva Historia de la Iglesia: Desde los
orígenes a Gregorio Magno. Madrid, Cristiandad.

Elorriaga, Carlos (1998). Bautismo y Catecumenado en la Tradición Patrística y


Litúrgica: una selección de textos. Baracaldo, Grafite.

Jedin, Hubert (1980). Manual de Historia de la Iglesia: La Iglesia imperial después de


Constantino hasta finales del siglo VII. vol. 2. Barcelona, Herder.

Righetti, Mario (1955). Historia de la Liturgia: Introducción general. Vol 1. Tr.


Urtasun Irisarri, Cornelio. Madrid, BAC.

4. Referencias magisteriales

Benedicto XVI (2012). Homilía de apertura del año de la fe. Recuperado de internet
el 22 de octubre de 2012: http://www.publico.es/internacional/444027/el-papa-denuncia-
que-muchos-cristianos-ni-siquiera-conocen-su-fe

Juan XXIII (1962). Radiomensaje Ecclesia Christi Lumen Gentium. Del 11 de


septiembre de 1962. Recuperado de internet el 22 de octubre de 2012:
http://www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/messages/pont_messages/1962/documents/hf
_j-xxiii_mes_19620911_ecumenical-council_sp.html
Consejo Episcopal Latinoamericano (1994). Conferencias Generales del Episcopado
Latinoamericano: Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo. CELAM, Santa Fe
de Bogotá.

Consejo Episcopal Latinoamericano (2010). V Conferencia General del Episcopado


Latinoamericano y del Caribe: Documento Conclusivo de Aparecida. CELAM-San Pablo-
Paulinas, Santa Fe de Bogotá.

Tobón Restrepo, Ricardo (2012). Situación actual de la iniciación cristiana en la


Iglesia Católica. Congreso internacional de liturgia y pastoral. Recuperado de internet el 14
de octubre de 2012: http://www.upb.edu.co/pls/portal/docs/page/gpv2_upb_
medellin/pgv2_m030_pregrados/pgv2_m030080010_teologia/pgv2_m030080180_memori
as/congresoliturgiaypastoral-ricardotobon2012.pdf

5. Otras referencias

Marengo, Gilfredo (2012). La iniciación cristiana en la reforma litúrgica del Vaticano


II: una constatación de la pastoralidad. Congreso internacional de liturgia y pastoral.
Recuperado de internet el 14 de octubre de 2012:
http://www.upb.edu.co/pls/portal/docs/page/gpv2_upb_medellin/pgv2_m030_pregrados/pg
v2_m030080010_teologia/pgv2_m030080180_memorias/marengo-reformaliturgica-
1%20(2).pdf

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