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Los Angeles forman parte de esa realidad "invisible", también creada por Dios, de la cual
rezamos en el Credo: "Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra,
de todo lo visible y lo invisible".
ARCÁNGELES
Por la Biblia sólo se conocen los nombres de tres Angeles, pertenecientes al Coro de los
Arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Y, aunque sabemos por la misma Escritura que son
siete los Arcángeles : "Yo soy Rafael, uno de los siete Angeles que tiene entrada a la gloria
del Señor" (Tob. 12, 15; "Reciban gracia y paz de Aquel que Es, que era y que viene, de
parte de los Siete Espíritus que están delante de Su Trono" (Ap. 1, 4), la Iglesia no permite
nombres de Angeles que no se encuentren en la Biblia. Otros nombres fueron tomados de
escritos apócrifos, y estos nombres de ángeles que no aparecen en la Biblia fueron
rechazados por la Iglesia en el año 745 y posteriormente en el año 789.
EL COMBATE ESPIRITUAL
Hemos visto que es artículo de Fe Católica que la caída del hombre vino por la tentación
de Satanás (Lucifer) y que éste y los demás demonios continúan tentando y persiguiendo a
la humanidad. Así leemos en la 1ª Carta de San Pedro (5, 8) y en el Documento Gaudium
et Spes (#13) del Concilio Vaticano II y lo reitera el Catecismo de la Iglesia Católica (#391-
395). A esta lucha entre las fuerzas del Bien y las del Mal que se ha llamado "Combate
Espiritual", se refiere también San Pablo en su Carta a los Efesios: "Nuestra lucha no es
contra hombres de carne y hueso, sino contra principados, autoridades y poderes que
dominan el mundo de tinieblas. Nos enfrentamos contra los espíritus y las fuerzas
sobrenaturales del Mal." (Ef. 6, 12).
Los demonios siguen siendo espíritus, que no han perdido ninguna de sus cualidades
angélicas, con excepción de la gracia sobrenatural (cfr. Catholic Encyclopedia,
Broderick, 1986). Son, por lo tanto, seres superiores en inteligencia y poderes a nosotros
los seres humanos, con una capacidad de engaño digna de su inteligencia y astucia,
superiorísimas a las nuestras. No en vano Satanás es el inventor o "padre de la mentira"
(Jn. 8, 44), el Engañador, que busca engañar a los seres humanos sin descansar.
Y hoy, como antes a nuestros progenitores, Satanás y los demás ángeles rebeldes buscan
tentarnos con la misma idea: "ser como dioses". (cfr. CIC #392).
No se puede, entonces, exagerar la importancia del Diablo, pero tampoco se puede
esconder, ni minimizar, ni negar su poder maligno. Conocer de su existencia y de su
influencia en el mundo y en cada hombre es vivir una realidad invisible, pero presente en
cada persona y en toda la humanidad.
A fines del siglo XIX, el Papa León XIII pudo vislumbrar las pruebas a que serían sometidos
la Iglesia y los hombres, pruebas que provenían de la lucha de los poderes del Infierno.
Pero en medio de esa visión que tuvo, también pudo vislumbrar a San Miguel Arcángel,
que arrojaba a Satanás al abismo del Infierno. Y, basado en esa visión, compuso él mismo
la conocida Oración a San Miguel Arcángel.
(cfr. P. Roberto Cayuela, s.j. en "Cristiandad", Julio 1976).
Nos decía el Papa Juan Pablo II: "La existencia de los ángeles malos nos pide a nosotros el
sentido de la vigilancia... en esto estamos válidamente ayudados por los Angeles
Buenos" (20-agosto-86).
El Príncipe de los Ejércitos Celestiales, el glorioso San Miguel Arcángel, es el defensor de la
Iglesia y de los elegidos de Dios en estas persecuciones. Esto está predicho por el Profeta
Daniel: "En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que defiende a los hijos de tu
pueblo. " (Dn. 12, 1). Y esta batalla entre San Miguel Arcángel y los Angeles Buenos, y
Satanás y los ángeles malos está descrita en el Apocalipsis (12, 7-11).
El Demonio es poderoso. Sin embargo, dice el Catecismo, "el poder de Satanás no es
infinito ... Aunque su acción cause graves daños ... en cada hombre y en la sociedad, esta
acción es permitida por la Divina Providencia" (#395). Así, el poder del Demonio
está limitado por la Voluntad de Dios (cfr. Libro de Job) y Dios no permite que seamos
tentados por encima de la gracia con que El nos fortalece (cfr. 1ª Cor. 10, 13). Y nosotros
podemos vencer sus ataques con armas espirituales: la Oración, la Confesión, la
Comunión, con el auxilio de los Angeles Buenos, etc. y, por encima de todo, buscando
siempre la Voluntad de Dios para nuestras vidas y no la propia voluntad que con
frecuencia nos puede desviar por caminos equivocados.
He aquí las recomendaciones que hacía el Papa Juan Pablo II, sobre este "Combate
Espiritual": "Quiera Dios que la oración nos fortalezca para la batalla espiritual de la que
habla la carta a los Efesios ... A esa misma batalla se refiere el libro del Apocalipsis,
reviviendo ante nuestros ojos la imagen de San Miguel Arcángel ... Seguramente tenía
muy presente esa escena el Papa León XIII cuando al final del siglo pasado introdujo en
toda la Iglesia una oración especial a San Miguel Arcángel ... Aunque en la actualidad esa
oración ya no se rece al final de la celebración eucarística, os invito a todos a no olvidarla,
a rezarla para obtener ayuda en la batalla contra las fuerzas de las tinieblas y contra el
espíritu de este mundo" (cfr. Juan Pablo II en Meditación Dominical 24-abril-94).