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Tres poemas
Gladys González
mi día
se reduce a sangrar
en un espejo
boca abajo
mientras pasan los meses
como un manual
de primeros auxilios
y se delatan los signos de tortura
en el rostro
tal como el moho
en mi ropa.
Trozos de mercurio
Una pensión en Valparaíso
una cama
una mesa y dos sillas
tengo a John Milton
sobre la taza del baño
estoy bebiendo lo que queda de la tarde
he escrito cosas mientras estaba borracha
que me parecen bien
espero a mi amiga del cerro Barón
para que me recoja despacito
como trozos de mercurio
y me lleve a comer algo
en un restauran donde halla wurlitzer
porque quiero escuchar
esa canción de Bob Dylan
todo lo que me resta de vida
Adiestramiento
.:::
Manual de Instrucciones
escucho la música
y me pongo rebelde
pero ya no tengo edad
para ser rebelde
ninguno
de los que está acá
tiene edad para serlo
mi día
se reduce a sangrar
en un espejo
boca abajo
mientras pasan los meses
como un manual
de primeros auxilios
y se delatan los signos de tortura
en el rostro
.::::
Colirio
voy trazando
la línea blanca
que deja el colirio
con la negrura del delineador
decoro
lo que pueda verse herido
bajo las luces
.:::
Ceniza
.::::
http://poesia.uc.edu.ve/gladys-gonzalez/
Pequeño pájaro azul
fracasar
y sonreír
contemplar
la tormenta
el naufragio
y su grieta
entre cajas
de Naltrexona
y Trankimazín
substituir
a alguien más
en la jaula
manteniendo la obsesión
de buscar
en la catástrofre
algo similar
a la libertad
saberse cazador
y presa herida
bajo la luminaria
donde cuelgan
un par
de zapatillas viejas
repetir los actos
hasta hacerse invisible
apretar los dientes
lanzar golpes al aire
noquear
a la propia sombra
en una calle desierta
ser la imagen
más fiel
al pequeño pájaro azul
seco
por el veneno
Rebozo
los ademanes
de la pobreza
la cabeza gacha
la mirada perdida
el rebozo
apolillado y roído
de la dignidad
caminando
bajo la sombra
de una muleta
que reemplaza
a un muñón
el rengeo
al andar
cerro abajo
la soledad del gesto
al saludar
a desconocidos
para entablar
un diálogo mudo
camino al bar
de jubilados
cuidadores de autos
lisiados
domésticos
monrreros
el bar
de antiguos ferroviarios
de traje
sombreros
y corbatas
con manchas de grasa
pantalones zurcidos
y bastas descosidas
donde se respira
a lo lejos
como una brisa
de memoria
el perfume
de mi abuelo
folletos
de carreras de caballos
absorven el agua
del inodoro
que cae
sobre una botella plástica
recortada
un hombre anciano
duerme
con el rostro enrojecido
y rodeado de moscas
sobre una mesa escolar
sin cubierta
mientras
una mujer
con los ojos nublados
por las cataratas
le espera sentada
en la berma
la parafina quemada
que seca las paredes
de cartón y periódico
forma un hilo de plata
y aceite
en la calle
a las once de la mañana
Padre
la figura del padre
bebiendo
en el comedor
la dentadura negra
el vacío
de la pulpa
y su hedor
ausencia
de incisivo
y premolar
una habitación
que quedó
en una instantánea
de los ochenta
grasa sobre el barniz
de la mesita de centro
la impresión rugosa
del mismo vaso
en el costado
el papel mural
rosa
y floreado
como una escara
seca
rota
abierta
el recuerdo
de una cama de metal
en un galpón
donde la corriente inflama
y quema los poros
vapor de sudor
gritos
música
a todo volumen
canciones del verano del 73
las imágenes familiares
desplegándose
en la memoria
las fotografías
de una casa en la playa
una esposa
una hija
una identidad
los dedos temblorosos
y finos
las huellas digitales borradas
por el exceso de tabaco
un brazo roto
por la golpiza
de algún desconocido
recogido en la calle
para no beber solo
escucha en la radio
melodías románticas italianas
llora
gime
se desvanece
llama por teléfono
alguien atiende
habla unos minutos
solloza
vacía en su garganta
una botella de pisco
con jugo en polvo
va al baño
toma clorfenamina maleato
para dormir
abrazado a su perro
en la vieja
cama matrimonial
llenándose de pulgas
como si un capullo
lo cubriera
una sarna oscura
y sanguinolenta
que le acompaña
y hunde
otra noche más