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EL DINERO

La economía no es sólo dinero, pero el dinero nos convierte en economistas a todos nosotros. Pida a
cualquier persona que pague un precio por algo (en lugar de ofrecérselo gratis o a cambio de un favor) y
habrá activado un interruptor invisible en su interior.

El economista del comportamiento Dan Ariely realizó un experimento para demostrar eso. Ofreció a sus
estudiantes caramelos Starbucks a un centavo cada uno. Por término medio, los estudiantes compraron
cuatro caramelos. Luego, Ariely cambió el precio a cero: los caramelos pasaron a ser gratis.

La economía tradicional nos dice que, siendo el precio más bajo, la demanda debería aumentar (véase el
capítulo 2), pero eso no fue lo que ocurrió. Una vez que se sacó el dinero de la ecuación, sucedió algo
extraño. Casi ninguno de los estudiantes cogió más de un caramelo.

El dinero mueve el mundo

El dinero es uno de los elementos clave de la economía. Si no existiera, nos veríamos obligados a recurrir
al trueque, es decir, a intercambiar bienes u ofrecer favores o servicios para pagar por las cosas que
queremos. Del mismo modo en que la comunicación resulta enormemente más fácil cuando ambos
participantes tienen una lengua en común, el dinero proporciona un medio de intercambio sencillo sin el
cual toda transacción sería insoportablemente complicada (el equivalente a tener que hacernos entender
con gestos).

En los países en los que la gente pierde la fe en el dinero (debido a la hiperinflación, por ejemplo) con
frecuencia la población recurre al trueque. Cuando la Unión Soviética estaba derrumbándose a finales de
la década de 1980, muchos empezaron a usar los cigarrillos como moneda. No obstante, las economías
basadas en el trueque son en extremo ineficientes: imagine sólo cómo sería tener que idear una oferta
atractiva de bienes o servicios a cambio de lo que necesita cada vez que va de tiendas. Quizá preferiría
quedarse en casa.

Además de cumplir su función principal como medio para el intercambio, el dinero tiene otros dos
propósitos. En primer lugar, es una unidad contable, en el sentido de que es un baremo para poner precios,
lo que nos ayuda a juzgar el valor de las cosas. En segundo lugar, es un depósito de valor, en el sentido de
que no pierde su valor con el paso del tiempo (aunque es discutible si el papel moneda actual cumple
realmente con esta función).

Aunque todos estamos familiarizados con las abundantes formas de dinero actuales (y a sean billetes de
dólar, monedas de libra, céntimos de euro o cualquier otra clase de divisa), en términos técnicos cualquier
tipo de unidad negociable puede emplearse como dinero: conchas, joyas, cigarrillos o drogas (los dos
últimos, por ejemplo, se utilizan con frecuencia como dinero en las cárceles). Y hoy, más que nunca antes,
el dinero constituye un flujo invisible de crédito (dinero prestado) entre prestamistas y prestatarios.

Liquidez

La liquidez es una medida de cuán fácil es para alguien cambiar un activo (una casa, un lingote de oro o una caja de
cigarrillos) por dinero en efectivo u otro tipo de moneda. Por ejemplo, las acciones de la mayoría de las grandes
compañías tienen por lo general una liquidez muy alta: es posible venderlas con facilidad porque lo normal es que
tengan compradores potenciales. Las casas son un activo mucho menos líquido porque toda venta de una propiedad
inmobiliaria requiere tiempo para organizarse. Cuando las empresas realizan ventas de liquidación, lo que buscan es
sencillamente convertir todos sus bienes en efectivo.
Tipos de dinero

Es posible dividir el dinero en dos grandes categorías:

El dinero mercancía. Es aquel que tiene un valor intrínseco, que conserva independientemente de que se
utilice o no como dinero. El oro es quizá el ejemplo más obvio, pues puede usarse para hacer joyas y es un
metal clave en la industria. Otros tipos de dinero mercancía son la plata, el cobre, ciertos alimentos (como
el arroz o los granos de pimienta), el alcohol, los cigarrillos y las drogas.

El dinero fiduciario. Es aquel que representa un valor que intrínsecamente no tiene, por lo que su valor
depende de la confianza (fiducia) en el gobierno que ha estipulado que unas monedas y billetes, con un
valor intrínseco insignificante, valen ciertas cantidades. Éste es el sistema vigente en las economías
avanzadas modernas. La Reserva Federal y el Tesoro estadounidense emiten dólares; el Banco de
Inglaterra, libras esterlinas; el Banco Central Europeo, euros; etc. Originalmente, el papel moneda era
convertible en metal (dinero mercancía), de modo que, en teoría, los ciudadanos podían exigir cierta
cantidad de oro a cambio de sus billetes de dólar, por ejemplo. Sin embargo, desde el 15 de agosto de 1971,
tras una orden del presidente Nixon, se abandonó la convertibilidad monetaria y el dólar pasó a ser una
moneda fiduciaria pura. La estabilidad de las monedas fiduciarias depende de la fe de la gente en el sistema
legal del país y la credibilidad económica del gobierno.

La medición del dinero

Medir cuánto dinero circula en una economía es una de las formas claves de determinar qué tan saludable
es. Cuando las personas tienen más dinero, se sienten más ricas y tienden a gastar más, mientras que las
empresas responden a un aumento en las ventas con mayores pedidos de materias primas y aumentos de
producción, lo que a su vez eleva el precio de las acciones y el crecimiento económico.

Los bancos centrales miden el dinero de diversas maneras. La más popular es la que la Reserva Federal
(Banco Central de los Estados Unidos) denomina M1, que mide la cantidad de papel moneda en circulación
fuera de los bancos y la cantidad de fondos que la gente conserva en sus cuentas bancarias. En otras
palabras, M1 representa cuánto efectivo tienen inmediatamente disponible las personas. Existen asimismo
otras medidas del dinero, más amplias que ésta: M2, que incluye activos menos líquidos (no accesibles de
inmediato) como los depósitos de los que no se puede retirar dinero sin preaviso; y M3, que abarca también
instrumentos financieros que muchos consideran un sustituto cercano del dinero, como los depósitos a
largo plazo y los fondos del mercado monetario. Por alguna razón, en el Reino Unido el Banco de Inglaterra
llama M4 al equivalente al M3.

A comienzos del nuevo milenio, había cerca de 580.000 millones de dólares en circulación y 599.000
millones adicionales en depósitos a la vista. Si se divide la cantidad de dinero en circulación por el número
de estadounidenses adultos, 212 millones, tenemos que cada adulto tenía en ese momento alrededor de
2.736 dólares, lo que evidentemente es mucho más de lo que las personas normales llevan en la billetera.
La razón para que la cifra per cápita sea tan alta es, en parte, que una gran cantidad de dinero en circulación
realmente se encuentra en el extranjero, pues los dólares se utilizan como divisa en muchos otros países
diferentes de Estados Unidos y, en parte, que algunas personas (como lo delincuentes y quienes trabajan
en el mercado negro, por ejemplo) prefieren tener su dinero en efectivo en lugar de ponerlo en cuentas
bancarias.

«El dinero nunca ha hecho feliz a un hombre, y nunca lo hará. Cuanto más tiene un hombre, tanto más
quiere. En lugar de llenar un vacío, el dinero lo crea.»
Benjamín Franklin
El dinero es mucho más que la moneda. Es más incluso que el efectivo en circulación y en las cuentas
corrientes de los ciudadanos. Es también un estado mental. Los billetes de papel y las monedas de latón o
níquel que llevamos en nuestros bolsillos sólo valen una fracción de su denominación, y las transferencias
electrónicas de efectivo de una cuenta bancaria a otra tienen aún menos valor intrínseco. Lo cual explica
por qué el dinero debe estar respaldado por la confianza: Confianza en el dinero que entrega el pagador, y
confianza en que el gobierno garantizará la validez del dinero en el futuro.

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