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aalma 8 TODO ES |, LA CA + ues Senior, es mas Seid entrar en la careel gue en la Camara ae LIipuleaes VARELA el portefio irresponsable GARIBALDI EN ENTRE RIOS HECTOR VARELA el porteno irresponsable Por Héctor Viacava Florencio Varela, padre de ‘Héctor, fué e idoio det travieso nino de Montevideo En los comienzos de su madurez —o mejor dicho de su trasnochada adolescencia, pues nunca maduré— las fo- tografias y caricaturas muestran a un Héctor de mediana estatura, mas bien bajo, pasablemente corpulento, un poco cargado de hombros, metena larga y obscura, cara redon. da, frente amplia y bombeaida, ojos encapotados, picaros ¢ infantiles, que legado e} caso miraban fijo y firme, nariz. respingada, labios gruesos, mostachos con las puntias le~ vantadas y barba espesa. El conjunto era de una simpatica ingenuidad. La voz un tanto débil y aflautada —terrible desgracia para “el Castelar argentino"— por lo gue el pro pietario debia impostarla, Habia nacido en Montevideo el 2 de julio de 1832, el ‘mayor de los once hijos de Florencio Varela y Justa Cané, iTata Florencio?: un genio, sabiduria universal, mo- dales exquisitos, suavidad de malva y paciencia de Job, que 9 excluyen una intrépida energia si la vida lo pone a prueba o seres innobles lo provocan. Con su prole es tierno y severo a la vez, su mirada irradia dulzura y en su voz han quedado atrapadas todas las armonias celestiales. Si quella trigica noche de 1848 Andrés Cabrera lo mira a los ojos y eambia dos palabras con él, seguro que no le hunde el putal en la espalda.. Siendo éste el retrato del padre, se imaginaré el de la niadre, raz6n por la cual se omite, . Héctor fue la piet de Judas. Su padre habia alquilado tuna quinta cerca de la ciudad. (¥ conste aqui que si bien Hector se lamenta de la pobreza del desterrado, y dice que 8 veces ni tenia para comprar porotos, todos los cuadvos ue pinta en sus inconclusas to bienestar. ZY cémo no, si'el-mismo Héctor para clo. giarlo como abogado nos informa que lo era de los prince pales comerciantes ingleses y franceses de Montevideo), En la quinta vivia una mujeraza estrafalaria, colorada co. ‘mo una remolacha y que se ataba las polleras con un piolin. A esta sefiora, que era hermana del fraile Aldao, Hectorci. to see aproximaba sigilosamente, y con una especie de pi, 8 cana y al grito de ‘‘muera el fraile Aldao”, la pinchaba en las nalgas y salia disparando. Otras veces, cuando la taras- ca abria la enorme caja (todo en ella parece gargantuesco) fen que guardaba el rapé, una manito surgia por atris y le robaba la pulgarada. Al fin, después de mil intentos frustrados, una vez la arpia supo ser més rapida, y el ‘malhechor, caido en sus manos, después de ba fue a parar a un ranchito que la Aldao ut despensa y letrina. Hectorcito se dio un atracon de pasas € hhigos secos, y lo que no pudo comer Jo arrojé al-barril ma- loliente. ‘A monsieur Weil, cliente de su padre, le rob6 dela me- ssa de luz el ojo de vidrio y lo forz6 a andar con un parche hhasta que lleg6 el repuesio de Europa. A Pancho Wright (Pancho Uri, le decian)... Pero el rosario de travesuras es iterminable y conviene narrar algo aparentemente mis se- Ho. Lo disfrazaron de guardiamarina inglés, lo embarca- ron en una corbeta de Su Majestad, y con la complicidad del capitan y un nombre supuesto, Edward Gibson, paso a Buenos Aires a visilar a su bisabuela, dofia Bernabela ‘Andrade, Aqui las tiujeres lo cubtieron de besos, mimos y regalos, comi6 cuanto quiso, pased por la ciudad con su cb- mico atuendo (contestaba a todo moviendo la cabeza, pues se suponia que no hablase castellano, ¢ inglés no habiaba), ¥ visitando el diorama de la calle de la Piedad €1 y el sefior Lara se llevaron un tremendo susto cuando el mazorquero Parra se acered a echar unos parrafos. También cabalgo hasta Palermo con Manuel Lainez y vié de lejos la casa de Rosas. “Me espanto de solo pensar que este nifio haya po- dido estar cerca de ese monstruo”, coment6 su padre en Montevideo, ya el peligro pasado y Hectorcito a salvo. Sin embargo, en Palermo no se ignoraba que el hijo de Floren- cio Varela habia viajado a Buenos Aires, y hasta es de su- Boner que el gllgo Para salese del diorama indosepa- raadentro,.. Vista de los tejados de la ciudad de Montevideo En Rio de Janeiro, a donde la'salud de Florencio Vare- la llevé ala familia, continuaron las travesuras, a veces con sintomas alarmantes maladvertidos por la indulgencia pa- terna. Pupilo en el carisimo colegio del seftor Stolz, para vengarse de un justficado tiron de orejas y encierro, Hec- itorcito se deslizé a la despensa, se banqueted y destruy6 to- do cuanto no pudo ingerir: vertio aceite en el vino, molié vidrios y los introdujo en las bolsas de arroz y porotes, etc. Esa misma noche orin6 en las botas del profesor verdugo y Ie lend los bolsillos de la levita con la contrapartida sélida, ‘Algo mas gracioso, conocido el empaque de la victima: a don Bernardino Rivadavia le vaci6 el gallinero, jirando las ‘aves por encima del cerco ala casa vecinal Ya restablecido, para volver a casa Florencio Varela: flet6 una barea, tomé algunos pasajeros y carg6 multitud de cajones con las naranjas de una sofiada especulacién co- mercial, y unos pocos més con el archivo de Rivadavia, pues pensaba escribir la historia patria. Lindisimo viaje, si al embocar el Rio de la Plata no se encabrita la naturaleza wientos ululantes, olas altisimas, una tormenta sin igual en {memoria de marino. Del capitan abajo todos pierden la ca- beza, salvo tata Florencio, claro. Impone el orden, con una pistola en la mano, con el ejemplo o razonando; dirige las ‘maniobras. Las circunstancias lo han sorprendido en "robe de chambre”, y esto.en opinion de Héctor le da un aspecto augusto de patriarca antiguo. Hace embicar la nave contra unos escollos de la costa, preside el salvataje en la tinica lanchita. Cumplida la tarea, cae desvanecido sobre la are- a... Al volver en si, 1a mafiana siguiente, le faltaba una ca- Jja.con algunas joyas que se habia atado a la cintura. Se diri- ‘g16 a su mujer: “—{Me la has tomado ti, hija mia?— No, Florencio. —Entonces ha sido un pobre que tal vez la nece- sita, més vale asi”. Mientras tanto, por el rio ya calmo, se alejaban bogando los cajones conllasnaranjas y el archivo de don Bernardino... Montevideo de vuelta. El colegio de don José Manuel Bonifaz, donde el sabandija dura poco. Lecciones privadas de contabilidad que le da don Pedro Pico, Y cuando Hec- torcito esta por viajar a Europa; se interrumpen definitiva- mente sus dos veces pueriles memorias, dejando a sus improbables bidgrafos sin ese acuoso pero eémodo testi- monio. Abreviemos, pues: el chico viajé con su padre, Va- rela debia gestionar Ia intervencién anglo-francesa en el Plata; los gastos de la misidn y los de la familia en Montevi- deo es uno de los iltimos datos que se le escapan al ‘memorialista— corrian por cuenta de don Samuel Lafone. Pasaron cuatro afios. El 20 de marzo de 1848, a las 8 de la noche, Héctor, empleado de la firma Rodger herma- nos, de Montevideo, volvia a su casa. Iba por la calle del Porton, y al acercarse a la de Misiones vio que su padre doblaba por ésta. Tal vez alguna irregularidad en la linea de edificacién lo oculté a su vista. Un grito penetrante y ‘desgarrador llend la noche. Corrié. Un hombre alto, vest do de negro, subia por Misiones, impasible, Por detrés, tuna figura tambaleante cruzaba Ia calle y se desplomaba sobre la vidriera de la zapateria. Le pregunt6 al hombre de negro: —{Qué hay, seftor?. El hombre sigui6 sii camino, no dijo una palabra. Héctor atravesé la calle y entre peda- 208 de vidrio encontr6 a su padre. Una mancha roja se ex- 4endia por la espalda de su levita. Ya estaba muerto. Caseros y después Once hijos, dura carga para dofla Justa. Héctor debe trasladarse a Rio y bien recomendado se emplea en Gex y Decosterd. Todos los dias, en el puerto, vigila la carga y descarga de bultos. En las vacaciones viaja a Santa Catali na, donde su tio politico y tutor, Luis Domingue, le da lec- ciones de “filosofia’” (las comillas son prudenciales). En 1851 se pronuncia Urquiza, y los Varela intuyen que ha cambiado su suerte radicalmente y para siempre. Mariano, €l segundo se transporta a Entre Rios y sirve en la campana dde Caseros. Héctor se instala en Montevideo y a las prime- ras noticias de la caida de Rosas toma un velero para Buenos Aires. Desembarca el $ de febrero de 1852, en com= de Adolfo Alsina, cinco afios mayor-que é, hijo del intimo amigo de su padre. Alsina, los Varela, los Murga, Emilio Agrelo, Angel Plaza Montero, Eustaquio Diaz Vé- Jez, serdn los gallitos:de 1a juventud portena, Con una imprenta de Martin Rodriguez. (hijo) fundan La Nueva Epoca. A Adeodato de Gondra, redactor del diario off- cialista, lo llaman ““Ediondato”. Los clausuran. Desde luego, ellos y otros como ellos son los peones de brega del Mariano, Juan Cruz, Rufino y Luis Varela; hermanos de Héctor: no se caracterizaron bor ser ejemplo de solidaridad fraternal Dalmacio Vélez Sérsfeld: su intervenci6n salvé a los Varela de perder “La Tribuna” 2 fraude eléetoral del 11 de abril de 1852, el primero en que votaron los muertos, y cuya alta concepcién y direccion — de acuerdo a reproches y contrarreproches posteriores— habria correspondido a Mitre y Tejedor, fetes imitadores de modelos chilenos. De esas elecciones salié la legislatura de junio, y en las Jornadas de Junio habra gritado como lo- co... en la barra. También es comparsa el 11 de septiembre. Pero el 7 de diciembre se singulariza modestamente: al sa- berse el levantamiento de Lagos, recorre las calles acom- paiiado por el tambor de tal batallén, convocando con el redoble a la juventud portena. Segin una segunda version (Ge as segundas, terceras y cuartas versiones de Héctor nos ‘ccuparemos oportunamente), a dicho tambor se le habia apoyado una pistola en la nuca. En el sitio actia primero como ayudante del coronel Diaz y después como oficial del 1° de linea. En la tltima escaramuza recibe un rasgufio en ‘una mano. Se acab6 el sitio. Comienzan a realizarse las es- peranzas delos Varela. Son ante todo los hijos del ‘marti de la libertad”, y hasta pareceria que ‘“‘mértir de la libertad” es riombre y apellido, y “Florencio Varela” solo una actaracién para profanos. Valentin Alsina vela por ellos. Por ley, el Estado de Buenos Aires se hace cargo de la educacion de los once. Se anula la concesién de la imprenta oficial, que Urquiza entregara a Diego de Alvear y Delfin Huergo, y ahora se transfiere a Héctor y Mariano Varela. E17 de agosto de « 1853 aparece el primer nimero de La Tribuna, que durante casi treinta aflos serd el més porteno y liberal de los diarios, el “salvaje unitario” por excelencia, casi siempre el mas in- sensato y durante mucho tiempo’ el mas irresponsable, ‘También el mas leido. fi @Por qué lo leen; por qué lo leerdn? 1) Por su absoluta sincetidad. Los Varela escriben enel diario loque habrian Ieido con gusto, y sus lectores leen lo que quisieran escribir xy muchos de ellos podrian haber escrito, pues no sobrepasa nieen estilo ni en doctrina el nivel medio de la juventud por- tea inquieta e “intelectual” (las comillas Yuelven a ser prudenciales). Salvo los picds de nobles anhelos, de pasion y de odio, su cima es la chatura, y abunda en estupidez. 2) Por la seccion “‘Hechos locales”, Pareceria una paradoja del antiguo periodismo que, nacido para informar, no dis- pusiese de noticias suficientes para cubrir la superficie de papel que él mismo se fijara. Hacia esta época, los diarios europeos llenaban el vacio con la “‘erénica”, comentario sofisticado de hechos relativamente marginales. Pero como en Buenos Aires no habia material cotidiano para la croni- ‘ain, gente competente para redactarla) ios. aborigenes, sin mengua de plimbeas “Correspondencias de Europa”, se volvieron puros edito- les. {Es que la politica argentina generaba todos los dias tun hecho mayésculo, merecedor de dos o tres columnas (iy de aquellas'columnas!). No. Entonces cuatro hechos me- dianos, dignos de cuatro medias columnas?. Tampoco. Sin embargo, los editoriales se escribian lo mismo, no diremos con impavidez, sino al contrario, con entusiasmo. Algu- no , tenido por bueno, hacia carrera, pero a la produccion habitual s6lo la consumian los articulistas del diario de enfrente. Los Varela (claramenté, Héctor), sin mejorar los edi toriales (empeordndolos), ‘tuvieron’ la astucia de los ““Heechos locales”, a los que dieron mas extension que las secciones andlogas de la prensa europea. Otra vez: {Mordian en Buenos Aires tantos perros a tantos nifios? Se caian tantas seforas por el Puente de os Suspiros? {Proliferaban tanto el “hombre-perro”, el. “hombre- chancho” y “la viuda’”?. Seguramente no. Pero se inventa- ban los sucesos (con precaria imaginacién), como lo su- gieren los datos imprecisos, la ausencia de nombres y apellidos. Se introducian chismes politicos y “virutas”, ¢s decir, sueltos maliciosos. La estupidez de La Tribuna flore- ce casi siempre en los ‘*Hechos locales”. Pero es una sec- cin ala medida dela aldea grande, y la aldea grande alee. La competencia —aun la mas pacata y escrupulosa— Héctor amenaza a sus tendra que imitarla, ‘enemigos con un arma, ostumtbre que le ert ‘aracterstica. (Salvo mencién fa su importancia fué confiada su- cesivamente a los delfines de los Varela: Iuego de Héctor, a Rufino, después a Horacio, a Juan Cruz, y (el timo antes eae ean be de la decadencia del diario) al primo Miguel Cané. Ningu- Garenturas hahaa s ‘no de llos sobrepasaba en mucho los veinte afios cuando la Dertenecen a diverses nimeros tomé a su cargo; Rufino y Cané tenian 18, ; de “EI Mosquito") Gracias a La Tribuna, el poder que da la prensa Héc- tof y. Mariano lo ejercerdn durante 20 afios, con una efica- cia y en una extensién no sofiadas por el padre Florencio y el tfo.Juan Cruz, mas capaces que ellos. ,Cémo son los dos ‘muchachos? Héctor se llama Héctor Florencio Varela, es hijo del “‘midrtir de Ia libertad” y odia a Rosas y a Oribe. Estos son Jos tinicos datos y pasiones que lo vinculan al pasado y lo royectan al porvenir. En todo lo demas vive en un perpe- ‘uo presente. Sus opiniones pueden cambiar en 24 horas, : sis enconos casi, casi, sus afectos también, aunque en ge- a neral sean més durables. Le es facil: su memoria transfor- a ‘ma constantemente el pasado, que é] confunde siriceramen- tecon a ficcion: un hecho contado por él dos veces equiva- le dos variantes del mismo suceso; tres veces, tres varian- tes. ¥ como es muy vanidoso (esto se hard visible mas ade- lante, cuando estalle, se destape), las modificaciones lo fa- vorecen, sin dejar de ser casi siempre involuntarias, Y hay un ‘crescendo’: dada la segunda version como hecho ad- quirido, 1a tercera se construye sobre ella, y asi sucesiva mente. Su memoria es también un cajén de sastre donde se ‘almacenan y pugnan por salir a la luz infinidad de frases acompatiadas por los nombres de sus probables autores; frases allegadas de mil maneras, salvo la lectura de los libros originales, Hay en él un fondo de nobleza y otro ven- gativo, Es prodigo —0 lo sera cuando pueda— e ingenuo. Su dinamismo y capacidad de trabajo mas pareven yanquis gue argentinos. Como vive hacia fuera, como no puede es- tar solo, cuanto dice de si mismo es equivocado 0 dudoso. Su inteligencia ¢s limitada; su imaginacion infatigable pero ieee once One Alarms ah Batya lt — Gaba DO Helly Ca samision te marie os rst yo de Bi Cajon ab ri Gineéra gue dw inmortetsado Vipara pue wn whe puede Ghepar tue hain tt YH Hira ah agus, crdimile canatte ob mats tetas (asbatas aie mt rirabur aie novenia p nuevo Tove —/ U0 sea zenze, lombry,y madiseles a gue aordesa, ¢ gutere 14 vulgar. Le gustan la bueiié mesa (desde la infancia, ya se vid), las mujeres (ni bien conocidas), los amigos, Ia com- pabfa y hablar, hablar, hablar......Dice: “Dondequiera que he estado (...) aqui, siempre y en todas partes he producido cl mismo efecto, he causado entusiasmo, he arrebatado, he hecho lo que hasta ahora no he visto hacer a nadie con la palabra”. La oratoria de Héctor se compondra de todas las frases y lugares comunes del romantieismo y de la filosofia casera —cuyo despliegue podra requerir tres 0 cuatro ho- ras, sin detenerse a ordenar ideas, sin tomar aliento, sin equivocar una palabra— y en sus vuelos més autogratif- cantes ha de consistir en una sucesion disparatada de imé- genes que procuran acompafiar el, digamos, desarrollo de un, digamos; pensamiento: “,Pero qué hacer? Esta és Ia historia de la vida huma- nna, de sus flaquezas y miserias: esta es mis bien la historia de las miserias humanas; el que se muere, muerto se queda, yy cuando cae al silencio de la tumba, siente sobre ella una palabra fatidica y sombria, que alrededor de los sepulcros parece que hiciera las veces de una angel malo que en su de- lirio viniese a disputar hasta los huesos de esos muertos: esa palabra es el olvido"”.«?) Sus autores preferidos —y dinicos— eran Dumas, Sué xy Ponson du Terrail; los personajes de acci6n historica po- sitiva que mas cita son Florencio Verela, Garibaldi y Cami- la O'Gorman; los de accion negativa Rosas, Oribe y Neron (€l iltimo invariablemente asociado a los primeros); entre las criaturas inventadas preferia a Cabrion y Rodin (ambas de Su); entre las mitolbgicas posiblemente al cuervo que le roia las entrafas a Prometeo, pues demostr6 una singular perseverancia en suponer que el buitre del mito era un cuer- vo. Por su parte Mariano es alto, flaco, impetuoso, da siempre la cara, es mas Valiente que Héctor aunque alardea menos, y por el momento casi tan irresponsable. Pero hay fn él un principio ordenador: el odio inicial racionalizado. Como odia a todos los federales —no s6lo a Rosas y Oribe— infiere que su pecado de origen los excluye para siempre dela vida politica, asi sean hoy liberales perfectos. No transa con ellos y, por extensiOn, no transard con nadie nj nada que le parezca (més o menos arbitrariamente) malo o'regular, Se volvera rigido, rectilineo, insobornable. Tal vez el contacto de varios afos con Juan Carlos Gomez (de cuyo ingreso en La Tribuna ya informaremos) 1o modelo Gefinitivamente, 6 tal vez fue construyendo su personal dad por oposicién a la alegre inconsciencia del hermano ‘mayor, pues cuando las relaciones habian dejado de ser fraternales, Héctor cont que a Mariano la madre de am- ‘bos lo llamaba “el portugues Fraga”, aludiendo a un vec no de Montevideo, famoso pot su manfa de dar la contra en todo. En 1853 los Varela fundaron La Tribuna traduciendo su condicién de hijos dl “martir de la libertad” en influen- cia practica: la imprenta del gobierno, el local (alquilado a ‘bajo precio) en’ta easa de gobierno y el derecho a publicar la informacion del gobierno, que los otros diarios debian copiarle. Durante mucho tiempo Héctor y Mariano asegu- raron ser los tinieos duefios del periddico, pero éste deman- daba una inversion mensual —40.000 Sm/c en 1858— que en sus pininos dificilmente pudieran aportar. ;Tendrian un socio? Silo tenian debid de ser don Luis Casafousth, que ‘mis tarde aparecera abiertamente como tal, El capitalista (0 los protectores de los Varela, si aquel _fuese fantasia nuestra). nombr6 (0 nombraron) redactor ‘principal de La Tribuna a Juan Ramén Muioz Cabrera, Figura opaca y prudente de la emigracién. Opaca por na: turaleza y prudente por experiencia, ya que habiendo ‘ranscurrido su exilio, como el de Félix Frias, en Bolivia y servido a gobiernos que no eran los sofiados, aprendi6, co- ‘mo Frias, adistinguir entre lo mejor ylo posible. Atacaba a Urauiza, pero no mucho, y no ereia que Buenos Aires de- Diese cambiar de la noche a la mafana. El 22 de marzo de 6 1854 se fue de La Tribuna y comenzd a redactar La Croni- ca, diario mas templado. ‘Alalejarse Mufioz Cabrera, los Varela pudieron acen~ tuar el atague contra Urquiza y emprender otro contra el ministro Epifanio Portela, eje dela politica ‘‘fusionista” y depositario, por el momento, de la confianza del goberna- dor Obligado. (EI “fusionismo” queria mantener la alian- za del II de septiembre, la de los portenos “decentes™, uni= tarios y federales, contra Urquiza y la “mazorca”; algo inaceptable para los emigrados y la juventud inquieta). tuacion paradojica, pues como por contrato entregaban diariamente al gobierno S00 ejemplares (a cambio de la Imprenta y de las noticias oficiales), el gobierno distribuia en el interior y en el extranjero una hoja opositora. Las elecciones de junio de 1854 fueron palidas, y los candidatos apoyados por La Tribuna y El Nacional, derrotados. Légi- o,! las invasiones y amenazas de invasion de la “mazor- a" (Lagos, Flores, Costa), prolongando el clima del sitio, ‘daban cierto consenso a los "“fusionistas™. En septiembre, yy dado que Héctor y Mariano continuaban su ofensiva an: tiministerial, Portela, esgrimiendo, un dictamen de Vélez Sarsfield, les anulé el contrato. Sin embargo, don Dalma- cio agregaba: ‘‘jévenes a quienes mucho se puede disculpar por la edad (...) hijos huérfanos de uno de los mas ilustres hijos de Buenos Aires", por ello, y a titulo de eoncesion raciosa, se les permiti6 conservar la imprenta y las noticias oficiales. Desde luego, debian hacer buena letra, y durante varios meses los muchachos se mostraron dseretos. Pero en.marzo y abil de 1855 ya hablan vuelto a la carga, y aunque lo hicieran con disimulo, el ministro, ten- 50, les cay6 con rigor, El desalojo de la imprenta fue me- morable y escenogréfico: algunas figuras del liberalismo oficiaron de changadores. Luego, en mayo y junio, el aho amenaz6 volverse trégico: malones, a los que el jefe de los liberales, el coronel Mitre, ministro de guerra, no conse- guia poner coto, toda clase de rumores: invasiones desde ‘cualquier parte,’ desde Montevideo, desde Santa Fe; una cuartelada de Lorenzo Torres, Mitre y Hornos; otra de si no opuesto: la de Portela, en combinacién con los indios y los jefes federales de Montevideo, etc, etc. De todos mo- dos, las clecciones de junio repitieron las de 1854, Pero los rumores erecian, y en el pico de los mismos, el 27 de junio, renuneié Portela. El gobernador Obligado, un fusionista sobre cuyo espiriiu comenzaban a prevalecer los unitarios, después de mil idas y venidas, nombr6 a Valentin Alsina. Los Varela, que desde Ia ida de Mufoz Cabrera habfan cargado solos con el peso de La Tribuna —menos en los primeros meses de 1854, cuando colaboré como tercer hombre José Maria Gutiérrez, més sensato que ellos pero agitado por las mismas pasiones—, encargaron ahora la re- daccion principal al caudillo de su grupo juvenil, Adolfo Albina. La temperatura de los editorials sigui6 siendo la misma (salvo el cambio de opositor a oficialista) y lo demas no mejoré demasiado. Alsina hizo mutis el 3 de enero de 1856 para ferminar sus estudios de derecho , ya que no tenia titulo, como ninguno de estos articulstas universales. (Mariano habia presentado en 1854 un proyecto de const tucién para el Estado de Buenos Aires, no se lo aceptaron y vse ulcer6: testimonio algin editorial de La Tribuna. De sbogado se recibiriaen 1859). Por fin el 4 de enero la redac- cidn en jefe fue ocupada por un hombre mayor (34 ahos), pero no precisamente el ideal para-aportar cordura en los dias que se aproximaban, Juan Carlos Gomez era uruguayo, alto, feo (pero de cof0s grisverdosos), hombre de mundo, apasionado, valien- te, recto, principista, la honestidad misma, Tenia éxito real con las damas y supuesto con las, musas. Odiaba a los caualllos —orientales y argentinos— hasta perder la cabe- Y efectivamente, entre enero y febrero del 56 La Tri ‘buna delira, Las incursiones de Flores cruzaido el Arroyo del Medio, el desembarco de Costa, la sacan de quicio. gEs indignacién contra esos jefes federales, perturbadores in- cansables ¢ inhabiles, que atraviesan la frontera, montone- ‘an por la campafia sin encontrar mucho apoyo y se vuelven a acoger al cOmodo asilo de la Confederacién? {Es odio? qMiedo? Comiinmente, Gomez no firmaba sus editoriales, Hector los inicialaba “"V”" y Mariano “M”. Pero desde ahora todos han de salir anénimos, como silos, tres asu- mieran una responsabilidad solidaria. A medida que Costa se acerca a Buenos Aires, la histeria, el clamor por medidas cejemplares crece: “Actos semejantes son verdaderas pira- terias que munca se castigardn con bastante rigor, y que es preciso impedir por el escarmiento que vuelvan a repetirse ..) ibrémonos al mismo tiempo de una plaga que podria hhacernos mucho mal en lo venidero’’.) ¥ luego de la ma- tanza o ejecuciones sumarias de Villamayor se escupe el ca- daver de hombres de probada valentia: Bustos se entreg sin disparar un tiro, Costa temblaba como una mujer y tra- taba de ganar momentos a la muerte con los mas bochorno- 508 pretextos. ‘Aungue los editoriales sean colectivos, éste no se atri- bbuiré a Gomez, evidentemente: ‘‘al comunicarse a Oribe en 1851 su iiltima derrota, se levanto de su asiento exclaman- dor jEs la muerte de Varela...!, Bl remordimiento que le- vant6 ante los ojos de Oribe fa sombra de Varela para ha- 1 3 rh Héctor entra et Ia legislatur'- “El visio Teatro Coiény hémté de la provincia con el carro 4 la Plaza de Mayo ‘atmostérico de sus denuncias {noticias escandalosas 18 «Ba plies pis Heo. sAS ORDENANZAS, DROLA MONICIPALIDAD SOBRE EL CARAVAN ‘allando bi “La Princesa Rusa’, un personaie pot & creado, pero.a quien sus ‘enemigos identificaron con la ‘condesa de Soulange. Acris: Dresidente det consejo, Periena no Screen cerle perder la cabeza y dejarse vencér con 10,000 por una fuerza de 1,500, es sin duda el que hizo caer sin resistencia, las armas de la mano de Costa y Bustos”. Como seve, qos manes de Florencio Varela aunaban la obstinacién de Bango al eficacia del Cid. as elecciones de marzo de 1856 fueron una vez mas adversas para la lista promocionada por La Tribuna, lista fue, como las dos anteriores (1854 y' 55), compartia algu- fos’candidatos con la opuesta. Ain asi, estas elecciones fueron mis coloridas y violentas que 13s. precedents: Sefialaron la reaccion franca de la clase conservadora Contra "los jévenes anarquistas”. “Ya es mucha democra- Gia" habria dicho don Juan Bautista Peha en un club parzoquial, Los Varela hablaron de fraude (mejor dicho, lo Pnltaron). Sarmiento, redactor de El Nacional desde junio Ee 18s5, se sumo turnultuosamente a su quay a una pug- ft que hasta entonces contemplara con relativa objetivi- dad. Cabrion, bromista pesado —ver los Misterios de culoguecia al epénimo de los porteros parisienses, Monsieur Pipelet. Héctor llama, pues, ‘‘cabrionera” a la Fedaccion de La Tribuna porque rebos® siempre de amigos, demetides, de pedigiefog, cn tales impertinent 0 “*plo- tos” imposible trabajar. Héctor bromea, desde luego: no podria escribir una lines alejado del ruido y de la com- Pata, Preside la tertulia informal y continia el busto de Florencio Varela; alli esta su biblioteca, raleada por Mitre, quien cae con el chambergo inclinado sobre el ojo. Entre el Hlumo de los egarros y elit y venir de la charla se juega al ajedrezy se tira esprima, Con el florete Emilio Mitre se de- > eS a EL myracRoSo BomBo ¥ 2A PRINCESA ROSA EN: hA OPERA aisNA— Viotlenle,aesnuee we conclurdoc! baile me Wera estos a fiende bastante, pero Nicolis Calvo no tiene igual: le lena Ja pechera de botonazos hasta al italiano Cesareo, maestro de todos los tiradores de la ciudad. Nicolas Calvo —hermano de Carlos, cnsul en Monte- video, laborioso olfateador de las andanzas federales en la vvecina orilla— habia vuelto de Europa en 1854, Pertenecia Auna familia acomodada de tenderos. Su reputacién (co- mo se aprende leyendo la correspondencia; relativamente fngenua, de sus enemigos entre sf) no era buena, aunque no sea posible concretar cargos. Recomendado por su herma- no, eseribié en La Tribuna sobre economia politica y se ‘inteul6 a don Lorenzo Torres. No pudo ingresar a la cdma- ra de diputados en 1854 (era candidato de los Varela) pero. si, mas tarde, al Senado por la campaiia. ‘La historia y el retrato de don Lorenzo Torres ain es-' tan por hacer; en aquella época tenia fama de tortuoso. Al- guna vez unitario, fue después uno de Jos més capaces y. eomprometidos miembros de la legislatura rosista. Estrechamente vinculado al levantamiento de Lagos (segin acusaciones de éste), Io habria abandonado en el momento: de estallar 0 poco antes. Nadie le negaba su calidad de ccaudilloreivil de la defensa. A él, y no a la guardia nacional, como pretendian los jovenes debe atribuirse la derrota de- {os sitiadores: é1 reunio las onzas del soborno de Coe y de tantos otros jefes federales de agua y tierra; él, con sus vin- culaciones en el campo opuesto, tcjié la intriga, Y tal vez porque Ie habian saqueado sus’estancias fue en adelante, luno de los més feroces enemigos de los vencidos; en caso de invasion —propuso en el Senado— el ejército debia perse- iguirlos hasta dentro del territorio de Santa Fe; concordaba en todo con los extremistas liberales. Pero desde mediados de 1856, acaso por las medidas extremas que éstos impulsa- ron en las cémaras —verbigracia, anulacion de algunas ventas de tierras piblicas hechas por Rosas— volvié a su partido natural, y prevalecié en él, aunque deteriorase la imagen del “fusionismo” y provocara la fuga de personas conspicuas. Calvo lo acompaiid: (Torres siendo ministro de gobierno habia firmado cont los Varela el célebre contrato aquel, anulado por Por. tela. Héctor, desde 1853, lo elogiaba con cierta frecuencia en La Tribuna, y casi siempre en tales casos, Mariano se sentia obligado a publicar unas lineas contreras: ya hemos dicho que Mariano odiaba a todos los federales, no sdlo a Oribe y Rosas. Desde mediados de 1856, como en todas las circunstancias decisivas, hasta el grande, clamoroso acon- tecimiento que liberd a Héctor (ya diremos cual fue), pre- vvalecié la opinién de Mariano. Cuando Héctor se libero, volvié a hablar bien de Torres). Las elecciones de marzo de 1857 cran capitales, pues en mayo de ese afio, las cémaras, parcialmente renovadas por ells eligitian al nuevo gobernador. Asi, casi durante doce meses —desde el dia siguiente a su derrota de 1856— los extremistas liberales fueron a pedirles a las novelas “g6- ticas’” sus trazos mas espeluznantes y alos afios 40 y 42 sus poores recuerdos, para desplegar anie la sensibilidad pibli- ‘ca un interminable cortejo de degollados, cabezas vendidas por las calles al grito de ‘‘jduraznos!”", comerciantes es- pafioles quemados vivos en una barrica, miembros de lac mara de representantes ebrios de odio, clamando por el ex- terminio de los unitarios y sus crias (Lorenzo Torres, que siempre negé haber dicho tal cosa), mofios rojos pegados con brea en las cabelleras de las matronas y de las “virge- nes”, etc, etc. En las cAmaras, proyectos cuyo puntal era el diputado Rufino de Elizalde —autorizacién para ‘dispo- ner” de los bienes de Rosas (confiscarlos hubiese sid constitucional) invalidez de las compras de tierras pablicas, hhechas con los “boletos de sangre””— encendian a la prensa a las barras. Salvo Torres, ninguno de los jefes de la chupandina’” —remoquete aplicado a la antigua fusion— habia apoyado a Rosas més allé de lo seguramente inevi- table, y hasta figuraban entre ellos unitarios, pero los Vare- Ja esgrimian un argumento macizo, extensible a Urquiza: “Si los unitarios reconocemos el fusilamiento de Dorrego como un error, los federales deben aceptar el fusilamiento de Camila O'Gorman”. ‘Yaeen diciembre de 1856 van y vienen los insultos entre La Tribuna y El Nacional, de este lado, y La Reforma Pacifica, redactada por Nicolas Calvo, dei otro. Pero Sar- ‘miento y los Varela aclaran que ellos discuten con razones no se baten, No asi Juan Carlos Gémez. Su duelo con Cal. vo seré a pistola, y habiéndole tocado ia cargada, Gomez disparara al aire exclamando: “Yo no vine aqui a matat’™, Después el uruguayo se va a Montevideo —hace tna breve incursion en ta politica de su tierra— y Héctor y Mariano quedan duenos absolutos de su diario. Evocan ante Torres las sombras de Costa, Troncoso y Badia: “No se quejen Torres y sus amigos del fallo que hayan provocado, desa- fiando (como lo habian hecho esos tres) ala moral de la so- ciedad dirigida por la mano de la Providencia"”9 Prome- ten una ley de Lynch criolla: “Al primer amigo de la liber- tad que caiga, que un gran acto de justicia popular como en California y Bstados Unidos cuelgue de los faroles a todos los instigadores de la mazorca, el primero a don Lorenzo Torres”. Como oficialistas, aseguran las garantias que se infieren‘de este texto: “El padre Marin pide que durante las elecciones se retien los cuerpos de linea (...) los jefes, oft. ciales y soldados tienen el mismo derecho que Marin para votar ¢influir en las elecciones”. El fraude del 30 de marzo fue prepotente y monstruoso (innecesario, tal vez, vista la movilizacion jul Yenil conseguida por los liberales), y en mayo la asamblea lepislativa eligié gobernador a Valentin Alsina, ese al airopellamiento con que vivia, Héctor era pa- 20 ciente: capaz de pasarse horas enteras soportando las san- deces de algin loco o escuchando los memoriales de ‘uienes han descubierto el antidoto contra la suba del oro predican un nuevo evangelio. Mr Foster, Mr Raymond, el abate Mac Cartan, Bayoneta Calada, el pardo Zamudio, el negro Bacani, don Pepe de la Cazuela, Ignacio Candela- tio... Convirtié en noticia periodistica —e hizo escuela— a todos los perturbados y extravagantes de Buenos Aires, pobres diablos ni mas locos ni més cémicos que los que hoy {rotan nuestras calles con auditorio casi exclusivamente in- fant. Y en 1857 descubri6 al sol que podia servir oca- sionalmente de centro a ese sistema planetario despatarra- do. Ocasionalmente, pues el “conde” Manghi no era veci- no de esta ciudad.’ En Europa su escenario natural 10 constituian los café-concert, aunque su discreta voz 10 fa- cultaba para corista de pera y hasta para un conde de La ‘Traviata, que sefald la cispide de su carrera, A veces se quedaba actuando en el viejo mundo, a veces recorria la costa del Pacifico con un modesto atropamiento de opere- tas, Y ya se transparenta el gran secreto: Manghi no “‘era"™ sino que ‘'se hacia”. En el alo.'S7, el desu primera venida, Héctor tuvo la genial idea de alquilar el teatro Argentino ‘montar un espectaculo en que el divo cantaba con “fioritu- as” (su especialidad y el secreto de su éxito portefio) y lo hacia también a duo con Bayoneta Calada; Zamudio y don Pepe de la Cazuela representaban sendas obras de sus res- Pectivas invenciones; Bayoneta Calada volvia a surgir vest- do de caballero, o'de soldado romano, y sobre el previsible matungo;,el conde remataba con la gran aria alemana Sfelfis Varsovia, siempre con fiorituras, y lovian sobre los intérpretes las papas y repollos recomendados por los a¥i- $08 periodisticos —final eterno de los conciertos Manghi—. Las “fiorituras”, que no hicieron la fortuna del “conde”, Pero si paliaron su mala fortuna, consistian en una serie de ‘yariaciones sobre el tema de la flatulencias. Cepeda. .Seré necesario decir que para llegar a la rup- La Tribuna habia hecho todo lo posible, que lo vena haciendo desde 1854, declarada o solapadamente, que ala ruler de Urquiza, dofia Dolores Costa, en un sueito de ese ho ’S9 la llamé "Dolores Guisado”, nombre dela prosti- tuta més popular y mugrienta de Buenos Aires?. Para Héc- tor —capitin de guardias nacionales— la campaha transcurrié en Martin Garcia, y habiendo tlevado como asistenté a don Pepe de la Caztela, no faltaron representa- ciones teatrales que entretuviesen a la pequeha guarnicion, a falta de peripecias bélicas, . En 1860, acompatiado por su mujer, Carlota Romero, viajé por Europa. E! nombre de su padre —recordemos la mision de 1844— y las recomendaciones de Emilio Caste- Jar, corresponsal de La Tribuna, le abrian las puertas (por Jo menos para una primera y-ltima visita) de famosos politicos y escritores. Mas tarde, en otros viajes, multipli- caria tales relaciones epidérmicas. Y sin embargo, ni ahora, ri después, ni nunca, ni en sus correspondencias copiosas nien sus recuerdos citcunstanciales, se encontrar nada in- teresante sobre uno sélo de tales personajes ni proveniente de ellos; apenas alguna vulgaridad que le dijeron (comiin- mente un elogio de Florencio Varela). Nada tampoco que valga la pena sobre pueblos, paisajes, costumbres, sucesos Politicos. Hector carecia de panorama, de agudeza de vi sion (psicol6gica y social) y hasta del sentido del detalle pintoresco. El Ide octubre visit6 a Garibaldi, que acamipabe fren- tea Capua. En el momento de su llegada las fuerzas borbo nicas sian de la ciudad y en cuadros compactos avanza- ban sobre las lineas del libertador de Népoles. (Héctor pus do asistir asia Ia batalla del Volturno como testigo, segin Ja primera versibn; de acuerdo a la segunda fue combatien te). El Papa les concedié audiencia a Carlota ya el. Pio IX era muy agradable, tenia un dejo melancolico y hablaba tn castellano claro. Les mostré una hermosa pila de marmol en que habia bautizado a los hijos del rey de Italia. Hecho elefecto, metié su pia: —jY ahora me quiere echar de Ro- mal —Y, si Ud tiene la conciencia tranquila..., contest) 1 Héctor, no queriendo comprometerse, Al despedirse le pi- Héctor representado con el di6 a Su Santidad Ia pluma con que acababa de firmar una caraclerieo bombo sobre indulgencia plenaria para la familia Varela, y en Buenos espaldas y con “a princes Aires se la regal6 a su madre. a hea avon, A Héctor lo juzgaron mis itil al frente de La eer eee Tribuna que en la linea de fuego, y se quedé en Buenos 2 Altes con et grado de sargento mayor y como ayudante del ‘ministro de guerra, coronel Gelly y Obes. Sobrentendido Sarmiento nunea quiso mucho que por su diario, antes y después de la batalla, hablo el 4 Héctor... portefismo. més beliger:ate y extremado. Al volver Ma- oa eat Fe —porquie él si he prechia if anaes 3 jos dos hermanos se dividieron a proposito de lacapitaliza cin de Buenos Aires. Mariano ardientemente en contra, “Histor presenta sat proyectoe Héctor ingenuamente a favor: su idolo era Mitre, y crela ap que habia que apoyarlo en todo. Durante algunos meses, igual que antafio sobre Torres, La Tribuna opind de dos rmaneras. Pero en el momento decisivo, el del debate en las cdmaras nacionales y provinciales, el mayor-de los Varela cant6 la palinodia: “Cuando la idea de la federalizacion se anuncié, sin encontrar quien la combatiese como ahora, la aceptamos con sinceridad y buena fe; con la candidez, aquizd diseulpable del que no est& preparado para los gran” des debates dela vida pibica, ni por su edad, ni por su in- suficiencia’”. (Tenia 30 aos y hacia 9 que redactaba un diario influyente). Nombrado cérisul general en Francia, se embarcé para Europa elogiando a Mitre y continu elo-! siandolo desde all... A su regreso no le cost6 mucho a Ma- iano convertirlo en autonomista acérrimo. Por inclinacién, por algunos afios de residencia y hasta por agradecimiento—~Caseros— los Varela eran amigos del Brasil, Acogieron la Triple Alianza eon entusiasmo y Hée- tor asisti a la capitulacion de Uruguayana como corres- ponsal de guerra. (Sin embargo, durante la. secesion de. Buenos Aires, los vinculos de Urquiza con-el Imperio’ < SS FUNDADO POR: VARIAS NINAS Y DEDICADO AL SEXO FEO .- APARECE LOS LUNES Y JUEVES habian conivertido a La Tribuna en organo paraguayista,| cordialidad que los Lépez pagaban —sabian o inventaban algunos— con gruesos cargamentos de yerba. Pero, los articulos antibrasilefios de esa época deben atribuirse a Suan Carlos Gomez). Elorador dé Ginebra ‘A comienzos de 1867 Héctor viajd por cuarta vez a Europa, O mejor digamos: A fines de 1867 regres6. de Europa. Porque lo extraordinario fue el regreso: exultante, ‘con su personalidad en eclosién, liberado de la paradojica tutela de su-hermano menor, perdida la modestia y el poco sentido comin, Inmediatamente atrés quedaba, apuntalan- do toda su vida futura —con la solidez con que puede ha- cerlo un comico malentendido— el Congreso de Ginebra. ee Hlabia sido el 11 de septiembre, En el congreso, su- puestamente de la Paz.—de la que se hablo poco, y siempre para desviarse a otro tema— prevalecian los liberals exal- {ados y los idealistas delirantes de la revoluciém europea, con gran inquietud de los suizos, duefios de casa, a quienes preocupaba ya lo que estaban.oyendo y lo oian tambien ‘Napoleon Iti, Alejandro Il, Guillermo I y Francisco José. Ese dia, el dia aquel, el dia inolvidable, hablaba precisa- ‘mente uno de los suizos, Dupasquier. Deseaba-alertar —lo hizo entre interrupciones airadas— sobre los peligros de la democracia excesiva o prematura; sefalaba —entre gritos y vituperios— los males producidos por la liberacién de los tesclavos en la América del Norte; pintaba —entre indigna- tiones acaso atribuibles a la fuerza de la inercia— una ‘América Espaiola sumida en la barbarie, Cuando termin6, ios silbidos y abucheos lo siguieron hasta su asiento y por, ‘unos minutos para toda la sala exstiétinicamente el odiado’ Dupasquier, mientras all, alta, dominante, y sin embargo olvidada, desierta, como ofreciéndose, estaba la tribuna. = a Basie con sus lates indipestos — Lo Unies gue puedes comer care gusib son posives Cived mos o2°% D2 gue rs Be apg A ver, DP Hector, Val pabieit far desinsbresanh $2 re Gras wd 38 Entonces, él, Héctor, se atrevi6, y pidiéndole permiso al presidente para replicarle al suizo, tomé posesion de ella y, en un francés con acento, pero claro ¢ inteligible, comenz6 a pronunciar un diseurso ni mejor ni peor que los muchos que habia pronunciado y los muchos mas que pronun- ciarfa, "Ciudadanos de la gran Repiiblica Universal (gran- des aplausos), Me parece encontrarme en el seno de mi pro- pia familia, viendo en cada uno de vosotros un hermano en Dios, en la libertad y en la democracia (estruendosos y pro- longados aplausos)”. El iba a combatir “as blasfemias del seflor a quien yoy a contestar sin tener el honor de cono- cerle”. UNA VOZ: ‘Se llama Dupasquier. Es yn aristocra- taconocido”. Héctor justificd la guerra’ civil norteamericana entre delirantes aplausos. Un joven italiano subié a la tribuna y lo abrazo. Las interrupciones de Dupasquier eran'acalladas, con gritos como ‘‘A fuera el traficante de carne humana”. “Tal es —prosiguié Héctor—, resumida en dos pa: labras, Ia historia de esta guerra colosal, en pro de la cual, el presidente Lincoln, antes de bajar a la tuba, se presen- 6 a los ojos del mundo, mostrando en una mano las cade- nas despedazadas de cuatro millones de esclavos y’en la otra Ia ley de su emancipacién (prolongados aplausos). {Mas a los ojos del Sr. Dupasquier esto ha sido un crimen!. ‘Benditos sean los crimenes que tienen por base la emanci- pacién de los esclavos y la libertad de nuestros semejan- tes!””.-Ya no fue un ignoto joven italiano, ahora fue Ed- gard Quinet, el que subié ala tribuna y abraz6 al orador. Héctor volé aiin més alto: “El que llama crimen al hecho humanitario de volver a un semejante su libertad perdida por qué no puede creer también que Dios es el ‘mal? (jmuy bien!). El que llama crimen a la emancipacion de los esclavos zpor qué no ha de sostener que el mal ¢s el bien y la virtud una Furia, bajo cuyas alas sacrilegas nadie debe cobijarse? (jbravo, bravo!)”. Se pronunci6 contra los ejércitos permanentes: ““De- sarmad al Emperador de Rusia y al dia siguiente vereis le vantarse dei fondo del sepulero donde yace agraviada por todos los martirios ala infeliz Polonia, para pedir cuentas @ su eterno verdugo”. Aqui salt6 Bakunin: jsalud al orador americano! jSalud!™ iQue haria el héroe fantastico de la epopeya italiana cuando se quitasen las armas al ejéreito de Victor Manuel? {Qué los cautivos de Ceuta y Filipinas, cuando se desarma- se al de Isabel 11? Héctor lo explicd con la imagineria correspondiente. (Aplausos, vivas). Luego clogi® a tos gobiernos ¢ instituciones del Plata, a Buenos Aires y Montevideo, llenas de muelles, aduanas y edificios dignos de las grandes ciudades europeas, lenas de teatros “'sobre cuyos escenarios los barbaros de esas ciuda- des hemos tenido el mal gusto de oir a Tamberlick, a la Grua, la Grange y Thalberg (vivas y aplausos prolongados M ucmullos en varios puntos de la sala)". México, Maximiliano, Judrez. “A. los cuatro aos, después de ‘una lucha homérica, grande colosal, en que Juarez se ha inmortalizado tomando asiento al lado de los grandes capitanes, los soldados franceses regresaron, con las banderas replegadas 2 sus cuarteles, no para cantar la leyenda de su victoria, sino para hacer los funerales de Ma- ximiliano, cuya cabeza ha sido arrojada al Palacio de las Tallerias, por la mano potente de la Repiiblica, al mismo tiempo que su esposa, loca, inspira compasién a los que he- mos presenciado el desenlace de ese tremendo drama (fre- néticos aplausos, a agitacion dura algunos momentos)” ‘Al terminar lo sacaron en andas, De todos ellos, inos cuantos habian conseguido atrapar su nombre, el resto no lo sabia ni lo supo jamas. El nuevo Héctor El coronel Guevara era un peruano disgustado por la actitud de la Argentina y el Uruguay respecto a la guerra de su patria con Espafia. Plantandose frente a Héctor en una 24 calle de Paris, le comunicd su gruesa opinion sobré Mitre y Venancio Flores. Héctor lo abofeted y después en duelo a pistola lo hitié en un hombro. Guevara fue el primero en conocer al nuevo Héctor, En diciembre de 1867 ya esté ‘el orador de Ginebra’ —este estribillo. se volveré .seguidor como. epiteto homérico— ‘en Buenos Aires, Por poco tiempo, sin em- ‘bargo, pues ex la vecina orilla Venancio Flores lo ha hecho clegir diputado, (Afios mas tarde asegurard que si volvié al Plata, fue por una cariiosa carta de Flores). Adopta una decisidn grave: renuncia a la Gludadania argentina y se em- bara para Montevideo, Lega el 6 de febrero de 1868 en medio de una epidemia de cdlera, E17 se subleva Fortunato Flores, hijo de Venancio, y ocupa tina parte de la ciudad, Pero no se piense,en uno de esos dramas del Serallo: hijos contra padres, padres contra hijos. Terminan los tres aos de dictadura de Venancio, debe elegirse presidente, y For- tunato tiene el candidato que su armor filial le impone. Pero don Venancio no quiere. Héctor, amigo de Fortunato, vay viene como mediador, mientras se cumple una constante de la historia uruguaya: @ pedido del comercio, desembarca la marinerfa extranjera y ocupa la aduana. Ali fin Fortunato desaloja, se va con parte de sus tropas en un barco francés, Poco después renuncia Venancio Flores, y hasta la fecha de reunibn de la Asamblea Legislativa, que debe elegir a su re- emplazante constitucional, queda a cargo del ejecutivo don Pedro Varela (son otros Varela), presidente del senado. Pe- 10 el 19 de febrero Bernardo Berro, jefe del Partido co, ex presidente de la Repiiblica, con un grupo armado, ataca y ocupa la: casa de gobierno. A Flores, que a las nuevas de la revuelta se dirigia en coche a la casa de gobier- ‘no, una partida lo embosca y asesina. Héctor declara en la cchmara:; “Nuestro deber es defender al gobierno con el fu- sil en la mano”; luego en el cuartel del ““Constitucional” promete una recompensa que asegura la fidelidad de una {ropa en buena parte paraguaya, prisioneros de Uruguaya- na. En tanto, los conjurados, reunidos en varios puntos de la campafa vecina, esperan en vano una orden: al chasque ‘encargado de levarla, lo abatid el cdlera a mitad de cami- ‘no. Por fin, en la casa de gobierno, ya controlada por el ejército, Héctor asiste al interrogatorio de Berro, ve como Jo golpean y asesinan. Fusilado después de un juicio’ ‘miente en su correspondencia a La Tribuna. De este desor” den sale ministro de gobierno. (gConvendré repetilo? Mi- nistro de gobierno —e interino de relaciones exteriores). Por supuesto, los marinos extranjeros ya ocuparon la aduana, En todo el pais hay matanzas de blancos, El go- bierno distribuye proclamas y circulares rencorosas. Segiin al diario oficalista, los blancos se vengan envenenando las aguas: les carga los muertos del colera. El general ‘“Goyo” Suérez, colorado antiflorista, es ahora el mas fuerte candidato a'la presidencia, le falta un solo voto en la Asamblea Legislativa, dicen, Sus amigos vi sitan a Héctor, que, recordemos, es diputado, y le ofrecen, le habrian ofrecido (el potencial parece siempre necesatio cuando la tinica fuente es Héctor, pero lo usamos sélo en casos graves, como éste) 100.000 patacones y la plenipoten- cia en Europa. El se niega (se habria negado), “e hice elegir —afirmard mas tarde— al imbécil de Batlle, que nos traicioné de manera indigna’’. Pareceria pues que alo lar- £20 de ese aflo’68 se fueron desvaneciendo las rosadas espe- yanzas que acaso le incubara la carta de Flores, y en oc- tubre cruza de vuelta el Rio de la Plata, No es mas argenti- no, pero ya no se acuerda. En todo caso, cuando se lo re- cuerden, contestard que es uruguayo, argentino, chileno, francés italiano, todo: ciudadano del mundo. En 1867, estando en Paris, habia recibido una carta de su hermano Rufino, a cargo por entonces de La Tribuna: “aunque te sorprenida, he lanzado la candidatura de Sar- miento”. Héctor dijo’ después que, considerando a Sar- ‘miento un loco rematado, se sometié s6lo por disciplina fa- miliar. (Desde luego, también dijo que &! habia sido el in- ventor de la candidatura), Al escribirse la carta, Mariano era ministro de hacienda de Adolfo Alsina (gobernador de la Provincia y candidato natural de la familia a la presiden- cia), pero lo inquietaban —o indignaban— los contactos de su jefe y amigo con federales del interior, asi fuesen tacti- cos y los motivasen las préximas elecciones. ‘*Ademés, dos candidaturas porteflas, Alsina y Elizalde, se destruyen mu- tuamente”, habian razonado los Varela, y sacaron pot conclusion que Sarmiento, provinciano y eniemigo acérri- ‘mo delos caudillos, debia ser necesariamente su candidato, Desde el 12 de octubre de 1868, Sarmiento era presi- dente, La Tribuna oficialista y Mariano ministro de rela- ciones exteriores. Las “Cosas” aparecieron en La Tribuna el 11 de no- viembre de 1868. Mientras Héctor estuvo en Montevideo el corresponsal de La Tribuna en el Uruguay firmaba “Orion”. Ni bien Negado Hector a Buenos Aires, al pie de las “Cosas” se leia “Orién", A mayor abundamiento, Héctor era el propictario de La Tribuna. Sin embargo la gente se preguntaba {Quien es Oridn? Gracias a ello el liario se vendia prodigiosamente, y siguié incrementando su venta cuando el enigma se hubo aclarado. La nueva sec- cién atrapaba como unos “Hechos locales” de Iujo y al mismo pablico. En dos o tres aflos La Tribuna mont de 3 6 4.000 ejemplares 7 ‘18.000, y estas tiradas La Nacion y La Prensa s6lo las alcanzarian en la década del "80, Las ‘‘Cosas” eran crénica miscelénea, parientes de los “Hechos locales”, pero con mas derecho'@ la fantasia, la divagacion y el comentario. Secciones parecidas existian en la prensa europea... parecidas en abstracto. Lo que en cconereto le salié a Hector nos lo explica Miguel Cane: “En cuanto a las “Cosas” alli habia cuanto Dios crié, Viruti gis, felpas, reclamos, bombos, anuncios, sablazos disimt- lados 0 no, transcripciones, cuentos, anécdotas, versos, cuanto es ‘posible imaginar, todo bajo la firma de “Orion”. Cané olvida a los dos ingleses: Smith, secreta- rio de Orion y su hermana Kate, personajes inventados que se pasean por las ‘Cosas’. Héctor les atribuye ilegibles pe- +o muy lefdas aventuras y se introduce en ellas con sus ami gos y con las figuras de la actualidad politica —mezela de ficcion y realidad que lo expresa intimamente, Vaya si tuvo razon Cané!: en las “Cosas” habia de todo. Pudo agregar: charadas, adivinanzas, didlogos. ‘Admirador de Dumas padre, a Héctor lo seducen los didlo 0s interminables, hechos de réplicas y contrarréplicas cor- tas, en los que no dice nacla, él bien lo sabe, pero acaso no se imagina con cuanta insulsez, En este ejemplo se en- contrard, al pasar, un modelo de “bombo” (propaganda): (Lo damos corrido para economizar espacio). “Vis a Vis/ Sefiora iquiere Ud. que filosofemos un poco?/ Filosofemos./ zTema?/ Las mujeres/ No, prefiero la mu- iet/ Adelante./ Empieza Ud./ Pueé ‘bien, es en contra Iuestra, pero allé va, toda mujer tiene en su interior un diablo y a su lado un angel./ Sefiora, Ud. perdoné, pero yo creo que Ud. tiene un diablo y medio./ Caballero, Ud. se personaliza, y e30 por lo menos es inconducente. Yo, sien- do mas galante, me generalizaré, diciendo que los hombres. tienen la ignorancia del infierno en el mismo sitio en que las ‘mujeres tenemos la sabiduria del cielo./ Pero sera eso es ‘metafisica pura y sobre todo una especie de elogio que Ud. se hace ante el espejo./ A propésito de espejos no ha visto Ud, Jas preciosas funas que han sacado Fussoni y Mave- rofi?/ Sefiora, desde que Ud. me dejé a la de Valencia yo no me ocupo mas de lunas./ Pues hace Ud, mal, porque hay algunas muy ricas./ Si, las de miel, por ejemplo./ Calle Ud., hablo de las venecianas./ :De las venecianas ricas?/ Es Ud. insoportable./ Y Ud. hechicera./ jesus, qué pesa- dez!/ jSanto Dios, qué gracial/ Lo detesto a Ud./ Y yo la amo./ Purrum, ruido de sillas./ Toman los interlocutores distancia de compaiiia.. y adiés filosofia”. © En fin, por debajo del ciimulo casi infranqueable de inepcias, estaba Héctor vivo —eran él mismo—, habla una personalidad desbordante y un simpatico desparpajo, El 6 Sarmiento sobre le nube se presenta ante Jos arrodillados: ‘Avellaneda, Carlos Casares Ievando en sus brazos a ‘Antonino Cambaceres, Monsetior Aneiros y Héctor. Sobre la derecha el dibujante representa a "BI Mosquito”. Sobre el fondo ea la cuerds Moja Alsioa manteniendo su equilib. grueso de los lectores de La Tribuna, en estado de gracia por definiciOn, estableci6 contacto inmediato y quiso reno- varlo todos los dias. Este cruce de “el argentino que triunfo en Europa”? con “Orién” Io convirtié en el hombre del dia por un par de afios y en un lider de la colectividad. Aparecieron yerba, polka, hesperidina, restaurantes, almacenes, caballos, aba- nicos “Oridn””. Los més famosos fueron los sombreros “Orion” (tiroleses, de panza de burro con una plumita al costado), introducidos por Bazille(probablemente su socio en ello), y que con el mismo nombre y algunas modifica- ciones se usaron hasta promediar el presente siglo. Refor- zandolo con lo aprendido en Europa, extendié a La Tribu- na su agudo sentido del autobombo: machacé constante- mente sobre cuanto vendian los avisos de La Tribuna y sobre el continuo aumento del niimero de suscriptores;le- 1 a calle de hombres-avisos; sacé el carro “La Tribuna’”, con espacio para avisos; public6 los “Almanaques Orin", ‘con abundantes avisos; pens6 editar la ‘Biblioteca del Tranway”, a venderse en ferrocarriles, tranvias, vapores, teatros y paseos, libros de 200 paginas, de elas 30 para avi- 50s. La Tribuna —primer caso en la historia del periodi ‘mo argentino— se convirtid en una excelente inversion, y ‘como los negocios ajenos son siempre los mejores, los de afuera suponian que ‘era un inagotable hontanar de oro. Llego a ser un mito perdurable, “En 25 aftos he tirado 30,000,000 $”, dijo una vez. Héctor de la triste decadencia. ynniuchos le ereyeron, cuando ya nadie le erefa nada. Pero en sus aos felices cerca estaba de dar el ico en una sociedad en evolucion y forzosamente “cache”. En 1869 introdujo el desfile de las comparsas el domingo del entierro del carnaval, Salieron 18 de ellas, coloridas y bullangueras, desde Moreno y Pert, por ésta, Florida y la calle del Parque, hasta la plaza tambien del Parque, donde se despidid al finado, Héctor encabezaba la columna, de garibaldina, y cabalgando un chileno obscuro y braceador, con jaeces y gualdrapas de seda. En una de las carrozas iban Smith y Kate. En otra, el mariseal Lopez (era su doble, el tendero Iturriaga) y Madame Lynch (un hermano de Iturriaga). Fue por siempre recordado el baile que dié el 3 de julio de 1869. Los invitados casi no entraban en su casa, con ser sta grande. Sobre las cabezas se balanceaban multitud de faroles chinescos y los arboles estaban cuajados de Iuces léctricas. El adorno de las patedes, ya de por si abun- dante, habia sido reforzado con las banderas de diversas naciones. Llamé la atencin un cartel de letras de fuego ‘con una frase patriética coronada por una estrella. Las rmesas ofrecian toda clase de exquisiteces. Se bailé en varios salones, Las damas Ilegaban al toilette por una gruta de flo- res, caminando sobre flores y al entrar en él se les regalaban flores. En esta fiesta, o en otra parecida, los cocheros que cesperaban en la calle fueron convidados con habanos. Héctor alquilaba una casa muy grande, holgada para tuna familia de cuatro personas, pero no para su tren de vi- da y natural “‘vedetismo”’. La habia llenado de muebles, piniuras, retratos de personas célebres, porcelanas y plan- tas tropicales. Con visible orgullo exhibia a sus visitantes la obra maestra de su colecci6n: ‘La muerte de Goya", pin- tada por... Goya (). Héctor abandonaba el bullicio de la “eabrionera’” para caer con gozo en el bullicio de su casa, siempre lena, Veinte, treinta personas comiendo diariamente. El, desde la cabecera, dirigia, inagotable, 1a conversacion, en ocasiones bilingtle o trilingue, daba el vis- to bueno a las botellas de los excelentes vinos, obsequio, como los cigarros, de algin amigo, agradecido o postulan- te. Lamesa la servian el indiecito Orion, que también hacia de portero, un italiano de sainete, y el célebre marica “Petronita’”, apurado a veces, ya que formaba parte de los, conciertos Manghi. En e608 dos afios felices, el prodigiosamente activo (9 La Tribuna 8/7/1869: “Las paredes ostentaban orgullosas ‘agnificos cuadros de autores conocidos y célebres; el ‘ildino cuadro de Goya, sobre todo, ha llamado profundamente la atenciOn, Verded que es una obra maestra. En primer término la simpatica cabeza del egregio artista, vvelada ya por as sombras de la muerte, estdreclinada en los hhombrés de su viejo amigo, el médico (..) Este magnifico ‘cuadro fue hecho por el lustre pintor, retablecido ya, en tributo de gratitud a su amigo el doctor”. Puesto que el ‘cuadro era “el dltimo cuadro de Goya”, el restablecimiento hhabrd sido enganoso, La nota aparece ea los “Hechos Tocales” y su autor es, evidentemente, Miguel Cane. Héctor hizo muchisimas cosas, amén de las rutinarias (en su rutin incluimos a tas cantantes del Colén). EscribiO una biografia-novela-revoltijo Blisa Lynch, de la que es impo. sible dar cuenta aqui: contiene desde poestas de Guido Spa zo hasta documentos de la conspiracién Alzaga; sin em bbargo le pagaron por ella 100.000 $ m/c, y ain se oy6 lla. mar “genio” (verdad que por su hermano ¥ emipleado Luis Varela); perdi6 plata —300,000 $ m/c, segin él—e int contables palabras en editorials, y discursos apoyando a Mariano Acosta, el candidato a gobernador de a juventud autonomista, opuesto a Emilio Castro, que lo era dl resto del partido y del mitrismo. A la muerte de Uruiza, aspire —con el apoyo de su amigo Evaristo Carriego— ala gober- nacion de Entre Rios, provincia en la que, sumando, habia estado 15 6 20 dias, divisibles en dos excursiones. Cuando estallo la guerra franco-prusiana, en sociedad con La Prem. say El Nacional, flet6 un vapor, redactiones y una imprent recoger las noticas, los boletines y pergefiaban los editorials del dia siguiente, En mayo de 1870 él y Mariano le compraron a don Luis Casaffousth su iercera parte del diario en 1.500.000 $ m/c. “La Tribuna vale 4.500.000 $”, coment Héctor con orgullo. Era, en efecto, el precio de una muy buena estancia, pero quedaba bastante lejos de la mina de oro imaginada por el projimo. En realidad, y si aceptamos los peculiares conceptos de riqueza y pobreza manipulados por los historiadores autéctonos (San Martin pobre, Sar. miento pobre, Alberdi pobre, etc.) s6lo uno de los Varela legé a ser auténticamente i ‘mayor explicaria cémo: Paranhos, en casa del consul br lero Pinto, le propuso a Héctor: “Ya que todo el mundo hace negocios y gana tanto con estos asuntos de prove- durias {por qué no hace Ud. alguno? yo lo protegere™, Héctor se neg6 (se habria negado), pero... “una persona de nuestra familia hizo los negocios que a nosotros se nos pro- Ponia, gan6 unos cuantosde cientos de miles de duros, ¥ja- ‘mas nos mandé un ramo de flores. Fue sin duda un oivi- do” (8). Siendo Mariano ministro de relaciones exteriores yy Héctor redactor del diario mas leido, el propésito de so. | omar es claro, Los detalles podran ser tan dudosos como cualesquiera del mismo origen, pero el hecho es que La Tri- ‘buna reconocié en su momento que Juan Cruz Varela era proveedor del ejcito brasilero. 0) Le maicia y un episo- dio posterior sugieren sospechas que relegamos'a une nota alpie. © E12 de abril de 1871 dejaron de aparecer las “Cosas”, Desde comienzos de afto, la fiebre amarila, partiendo dé Jos conventillos de. San ‘Telmo, se habia extendido por Bueros Aires. Poco a poco, La Tribuna perdié su tr dad, su palabrerio y'su abiirimiento, para transformarse en una seca sucesién de partes. En medio de la inercia de los dos gobiernos, el nacional y el provincial, el 13 de mar 20, los solidarios, los héroes, habian fundado la “Comi- sin Popular”. Héctor era uno de ellos. El primer presiden tede la Comisin, José Roque Perez murid el 28 de marzo, Héctor lo reemplaz6 el 29. El Viernes Santo, hasta en la noche profunda, ayudo a enterrar a 600 muertos insepul- tos. Después del horror de abril, en mayo la peste comenz6 declinar, En julio habia desaparecido, Pero las “Cosas” no retomaron, Héctor, mAs loco qué nunca, le habia vendido st mitad del diario a Rufino, y se iba a Europa, la sirena tentadora, a del Congreso de Gi nebra, a fundar El Americano. Pero antes, para juntar fon- dos, recorri6 la costa del Pacifico y Centroamérica. Los go- bicrnos lo agasajaban, vid —el presente comienza avol. versele tan disponible como el pasado— teatros llenos que lo aclamaban, multitudes que'lo vivaban por las calles, diarios repletos de elogios a su persona. : El Americano, publicacion semanal destinada —ate- niéndonos a los hechos y no a los prospectos— a transmit 4 105 seflores y sobre todo a las sefloras y sefioritas de Buenos Aires, Lima 0 Quito, las novedades de Paris con varios meses de atraso, nacié'muerto. Subsistiria dos afos. {Su excelente papel, tipografia y grabados devoraron los 200.000 patacones —ajenos en su mayor parte— que Héctor, euforico, dijo haber reunido? Alquilé Héctor un teatro para la Marchetti, mediocre cantante que, habia ac- tuado en conciertos a beneficio de la Comision Popular? aPerdié sumas desmesuradas en Baden-Baden? ;Tramped, Petarde6? Ciertamente, estuvo preso por deudas y guar daria un perdurable rencor a todos los argentinos-parisien- ses testigos de su barranca abajo: el ministro Balcatce, José Prudencio Guerrico, Otto Bemberg. A Balearce lo llama siempre “avaro”, “usurero”, “Rodin” (un, siniestro je~ sulta que aparece en El Judio Errante de Sué ("), Tal vez lo creyese eternamente obligado a prestarle dinero sin com- pensaciones: me debe su fortuna —razonaba—, yo lo hice nombrar ministro argentino en Francia (pura fantasia, des- ‘de luego) y ahora tiene 200.000 $ mensuales de renta. Al sa lir de la cércel se trasiad6 a Turin y fundé La Italia y el Plata, periédico quincenal, trilingile y superefimero. Por ‘esta época, en Montevideo, Florencio Escardé recibe una carta suya: en ella le anticipa el envio de su famoso Rubens para ser rifado, pues desea que quede en la Argentina o el Uruguay esa obra maestra, por la cual el sha de Persia le ha ‘ofrecido 8.000 francos: Entre los recuerdos —pocos y al pasar— de su vida en’ ‘Turin, sorprende éste: vivia en un palacete, cayd un amigo @ comer, ¥'no teniendo que ofrecerle ni con que, mando a empefiar ia lapicera cubierta de brillantes, regalo del presi- dente de Costa Rica (valor 50.000 $, pero.s6lo le dieron el equivalente de 500). Comian, pobres pero alegres, cuando ‘Te Mega una carta y tiene uno de sus presentimientos infa. libles: la abre y encuentra varios miles de francos, que sal dando una vieja cuenta le remite Guzmén Blanco; dictador de Venezuela. Fuese como haya sido, en agosto del "75 ex taba de vucita en Buenos Aires, gracias a'un pasaje de ter- era, pagado —segiin él— por Garibaldi Elregreso Volvia resentido contra'su familia: un poco contra Ja- cobo y Luis, bastante contra.Rufino, mucho contra Ma iano y Juan Cruz. Con el tiempo, a los tres primeros les devolverd parte de su antiguo carifo, y concedié a Mariano elrelativo perdén de una absoluta frialdad, pero su rencor, roximo al odio, contra Juan Cruz —el més rico, el mis Obligado, tedricamente, a ayudarlo— era jnextinguible. Buscé un puesto piiblico, pero el gobernador Carlos Casares, su ex amigo, y el ministro Arist6bulo del Valle, su ex protegido, se lo negaron.(se lo habrian negado). Tuvo ‘que sablear, comié una vez con 500 $, caridad de Eduardo Wilde. Al fin, manipulando antiguas'relaciones, fundé El ‘Tribuno (capitalista, don Goyo Soler), dedicado’a ensalzar @ Avellaneda (y también a Casares y del Valle, contra ss (©) Si Juan Cruz era —como dice su hermano— win modesto sronista de La Tribuna (1.000 $ de sueldo) de donde sacé el apital?. Atos mds tarde, el 27/11/1878, Hector, solictindolea Roca una proveedurla, leeseribe: “Para elo fengo un socio, que es, a ms, un amigo intimo, casi un hijo iio: Jalién Martinez, que pondrd estas cartas en manos de Ud, Dado Ja acttud que he tomado en la prensa con ‘especto a Ud., y la que seguiré tomando con la misma, ‘espontaneidad, ya comprende Ud.,.que mi nombre no debe iguras, i figufaré para nada, siendo Julia ef intermediario Yel representante para fodo". (A.G.N. Roca Lep. 6), (©) Rodin era su peyorativo predilecto, Mids tarde se lo aplicaiia 4 Dardo Rocha, y aunque trascartéa propuso a date pare iministro de relaciones exteriores, y hasta escribio una carta diciendo que el que lo llamase “'Rodin’” no habia leido “la ssenial obra de Sué", Rocha quedé Rodin” toda sa vide. ‘quienes habia bramado poco antes y bramaria poco des- pués). En las elecciones imaginables, lo cligieron diputado ‘acional, pero como hubiese renunciado a su ciudadania en 1868, la ‘céthara lo rechazb. (Nueva expansi6n de vitupe- rios, prolongados hasta que a estos odios los reemplacen Jos siguientes). Sin muchos leetores y en medio de la crisis se funde El Tribuno, y el 7 de julio de 1876 saca el primer nnimero de El Porteflo, ef diario més suyo, es decir, un diario nico. El editorial fundador decta asi: ‘La situacion se des- morona vertiginosamente. El desquicio esté en todas par- tes: lo mismo en el gobierno, en el congreso, en las cAmaras provinciales, en la administracién y en las alts esferas que en el organismo moral de la sociedad”. Avellaneda (elo- siado meses atrés en El Tribuno) habla liegado ala cima de Su desprestigio (sic). Ely Alsina eran dos fuerzas que se re- pelian, El gobernador Casares vivia en jauja. Milre y su partido eran cémplices de ese desquicio. Los senadores y diputados iban al Congreso s6lo a almorzar y tomar mate, EI Banco Nacional habia estafado a los trabajadores, a las viuidas ya los empleados, etc, etc. ¥ al fin de tes 0 cuatro columinas de este tenor y de variedad de sarcasmos'e in- sultos contra algunos enemigos personales, Héctor propo- hla. fa conelacion. O lo que un aio més are se lamar Fue el primero en hacerlo. Podemos lo grotesco: estos rasgos de sensatez politica de pronto sorprenden en él. Y si aeaso rumi6 que dada la crisis un diario mitrista 0 autono- mista s6lo.podia aspirar al SO % de los ya reducidos lecto- tes, tendriamos una de sus claras intuiciones periodisticas, Sensatez ¢ intuiciones que en la practica casi siempre se las levaba el diablo... De donde salié la plata para El Portefio? Segin Héc- tor de algunos ahorros, del empefio de la famosa lapicera regalo del presidente de Costa Rica, del empefio de las jo- yas dela condesa de Soulange.. La condesa de Soulange (Héctor dijo haberse batido dos veces en Paris con un conde de Soulange). La condesa, née Adela Chalat, era alta, escultural, un poco gruesa, de facciones felinas y andar majestuoso. Habian venido los cuatro en tercera: Héctor, la condesa, una hija de la conde- sa —sobre la que no se plantearon dudas— y una seflora mayor —cuya calidad fue muy discutida—. Los calum- niadores decian que se trataba de Ia matsona del prostibulo en donde la condesa se hiabria ganado la vida. Segin Héc- tor, eta lamadre de la condesa, Nadie convenci6 a nadie, y aunque la version més negra fuese ruin e inaceptable, tam~ poco termina de satisfacer esa adiltera saliendo de Europa con su hija, sin que el padre interveniera... zNo seria Adela tuna viudita o divorciada, amante del conde de Soulange?... Geertamente, el palacete de Turin en que ayunaba Héttor se pparece mucho, hechos los inevitables descuentos, a una ca- sa bien puesta y con algunos meses de alquiler pagos, aban- donada por el locatario... Si la aventura europea, poniéndolo por primera vez ante ingratas dificultades, habia desnudado la substancial inmoralidad de Héctor, regreso pobre y desprestigiado y las historias sobre la mujer amada, despertaron todo lo pe- ‘or que dormia en él. Volvié a ser ei chico que orinaba en las botas del pobre maestro. Sabiendo que la gente es timida y el fanfarr6n pocas veces.encuentra la horma de su zapato —recordaria acaso su experiencia personal con Calvo— se volvi6 un matasiee. A los débiles los amenazaba con azo- tarlos, alos robustos con pegarles un tiro, Por lo demas, su mismo y creciente desconcepto le garantizaba una cierta impunidad, El Portefio recorria desde el chisme con- ventillero hasta la infamia: el “tuertito”” Huergo le robaba su padre a plata de los cajones; Guersco perseguia alas siryientas; “*Bayoneta”” Funes con el aliento mataba una mosea a una vara, jugaba con los dados cargados y le pega- baa su esposa; Bemberg, el hijo de la vendedora de pun- tilas de Colonia, le habia vendido su mujer al banquero Fould, en Paris. “Cornudo”” no se le caia de la boca, “Ba- 0 TAGE nontire for ee Mes py URRabroane, Con ck Tanna iar7 Bernardo de Iigoyen y Mariano Varela ‘Quien se opane 2 la ‘andidatura del primero alegando su procedencia federal Pellegrini se opone al.ingreso de Hector en la Chara de. Dipui Sobre Ia izquierda 1a condesa de Soulange aplaudlendo a HECTOR stor nmero ens PUEBLO yoneta”” Funes —Io llamaba asi por su parecido con Bayo- neta Calada— era uno de los diputados que se habia puesto ‘a su admisi6n en la camara, S6lo contra él roz6 las vias de hecho: se le fue aparatosamente encima en la Plaza de Ma- ‘yo, ante muchos testigos, gritandole: “Ese es Bayoneta, laden que me ha robado, ladrén que esta indignamente en el Congreso, lo digo por honor de la Nacién, vivo en mi ca- sal”. Como Funes era un hombre viejo y enfermo, Cané observé que también Carlos Pellegrini habia votado contra elingreso de Héctor. ‘Véase esto: “Yo creo que hace muy bien (en no clausu- rar El Correo de los Nifios) desde que la autoridad sabe que ese papelucho es escrito en una casa piiblica en la que un hermano negocia con el honor de su hermana, y sus dos hi- jos, los propios hijos de esa hermana, empleados ambos, son los que corren con la tarifa del deshonor de su madre. Con la plata que consiguen de ese trafico, al que también contribuye un empleado de un ministerio a quien los dos hermanos laman papa, se costea la publicacion, que i sulta al que no compra su silencio. Su propietario, un ladrén, vendié su mujer a un coronel brasilero, de quien él fue asistente, tipo que no hace mucho pinté La Repdblica como era, Cuando unos malvados de esa especie, unos ban- didos de ese jaez, insultan a la gente honrada jqué quiere Ud. que la autoridad haga? Yo creo que hace muy bien en ejarlos seguir. Todo esto puede concluir en un drama sangriento, lo comprendo, pero quelos dejen’”. (1) ‘Luego escribia esta pagina casi montaignesca: “De aqui la conformidad con la que encaro la existengia, to- mandola como ¢s (..) todos los afios son los mismos para mi, todos los dias son iguales. Esta conformidad regular de mi espiritu viene de que yo tomo la vida como es, como la hace Dios, no como la inventa la fantasia, la concibe la ilu- n 0 la desea Ia ambicién de cada uno. ;Me manda Dios una desgracia? A qué luchar contra ella? Es su voluntad y se ha de cumplir. ;Me depara por el contrario dias felices? Nada ha de impedir que de ellos goce; porque lo que decre- ta el que todo lo puede, se ha de realizar a despecho de to- dos y de todo, (2) La crisis que le habia impuesto a El Portefio un forma- to relativamente chico, lo favoreci6, pues Héctor tuvo el ti- no de podar los editoriales. Prevalecieron las “noticias” y las “‘amenidades” (suponiendo que unas y otras puedan existr sin ser lo que sus nombres sugieren). De todos mo- dos —y siempre en dicho supuesto— era Agil, Su éxito fue prodigloso: $000 clemplares, a veces 6 0 7,000 lo con- virtieron en el diario mas leido. Practicaba el autobombo machacén y constante: no se le descubrira un nimero que se olvide de repetir cuanto aumentaba su venta, qué rendi- dores eran sus avisos, cémo traia todas las primicias y to- dos los pronésticos exactos —pura imaginacién esto Ulti- mo, pues si alguna vez publicé una sesién secreta de la cé- mara de senadores, también dio por ya jurados a ministros que en su vida los serian, o anuncio para el dia siguiente la guerra con Chile. En cuanto a sus pronésticos, solo acerta- ba cuando en los nameros previos habia agotado sucesiva- ‘mente todas las posibilidades contrarias. ‘He aqui una de sus noticias, un didlogo entre el Presi- dente Avellaneda y el gobernador de Tucumén, Tiburcio Padilla: ‘Eso de mufiecas es cuestion seria, ,De donde la saco yo? En esta cuestion tengo que someterme a lo que Al- sina quiere. Inmediatamente después de la sibatina, cuan- do con su actitud impidié que me hiciesen tortilla...) — iUna tortilla, Nicolds!/ —Si, una tortilla, estaba furioso, pero al momento se calm6./ —Pues te aseguro que a partir ide aquel momento, tu prestigio ha bajado casi a cero, comprendiendo todos que no tienes voluntad propia,/ — {Te habris inspirado en El Portefto cuando me dices ¢s0?/ Yo no ssi ese diario, que se ha hecho popular en Tueu- ‘min, lo dice, pero te garanto que tal es la opinion general stds en la cuenta de un,../ Aqui estoy seguro que Padilla ibaa decir de un maricén, pero no se atrevi6, (13) Ya no se trata timicamente de chicos mordidos por 92 perros 0 de seforas caidas en ina zanja; ahora la parentela proxima de los fantasmas creados por Sué y Ponson du ‘Terrail se instala en Buenos Aires y para gogoso espanto de los lectores y lectoras de El Porteio pueblan Ia opaca coti- dianidad de ta aldea grande. Hay en ella condes y mar- ueses de incégnito, y los hubo también en tiempos ante- riores y tuvieron hijos con nifias dela sociedad; hay herma- nos que se easan sin saber que lo son; hay hermanas decari- dad poseedoras de tremendos secretos de moribundos; hay tuna pobre seflora que obligada por su amante (uno de los calumniadores de Héctor) va a arrojar a su hijto al torno de la inclusa: son las 12 de la noche, de las sombras surge Héctor, caza el infante'al vuelo y desarma al miserable, pe- ro sale gente de la obscuridad esgrimiendo estiletes y o ata- ca, él silba y aparece un contragrupo oportunamente dis- uesto. Algunas de estas noticias, desarrolladas, dan pie a folletines, que también escribe el infatigable redactor. ;Se desnudan asi como ficciones? ;Quién sabel, pues alos mis- ‘mos folletines se les atribuye verdad hist6riea, y alo sumo seran —para sus lectoras— historia novelada. El Portetio sun continuo realidad-ficcién. ‘Condensamos una noticia del 17 de junio de 1877: El novio de Ia hija de uno de nuestros capitalistas mas conoci- dos le falsificaba la firma a éste. El padre rompe el noviaz- 0 y el joven lo chantagea: —Si no permite que me case con su hija, contaré como dejé en la calle ala viuda de su ex so- cio, El padre se trasléda a la pobrisima casa de la viuda y Guiere taparle Ia boca con 100.000 $. Aparece el joven con un revélver... E119 en la secci6n “Ultima Hora” (equivalia a la “primera plana’ actual, iban en ella las noticias mas graves e importantes) se informa que en easa del Dr. Eva- Histo Carriego se presentaron dos hombres y ofrecieron 100.000 $ para que el redactor de El Porte se callase. Carriego Ie dijo al portavoz: “Es Ud, un miserable”, lo abofeted y saco un revolver. El 21 la historia se complica con la aparicion de una hermana de caridad, argentina, de origen noble... Si un diario se compra para estar informado, ;Cémo pudo comprarse éste? ;Cémo pudo ser el mas leido? {No implica el inventarlo una prodigiosa intuicion de la psico- logia de sus posibles lectores y una mégica seduccién sobre ellos el sostenerlo? Casi tentados por la palabra “genial” —que parece escabroso aplicarla a Hécior—, preferimos otra, asentada paginas atrés:‘sincero”, auténtico, ‘Toma apasionadamente parte en las polémicas politi- as, insulta a medio mundo, y dice que es "“imparcial”; de pronto, como para probarlo, se cansa, deja de escribir edi- toriales, y publica en lugar de ellos cualquier carta que le remiten con cualquier opinion, El 11 de febrero de 1878 los lectores al terminar El Portefio encontraron este suelto: “APUESTA DE MIL HABANOS: El redactor de El Porteflo aposté ayer con el seftor Isaac Tezanos, ex mi- nistro de gobierno, mil habanos a que se escribia todo lo que contiene hoy el diario, en cinco horas. El St. Tezanos permanecio presente él tiempo de la apuesta, Alas cinco ‘menos diez minutos estaba eserito todo lo que contiene hoy E] Portefio”. Descubramonos: tal vez sea el méximo deo sinalidad que hasta hoy nos hayamos permitido los argent nos. gHubo alguna vez en el mundo un diario igual? ‘Hemos alcanzado la verdad final sobre Héctor: era to- 4a juego, Io Kécido fluia de él con una esponténea frescura y abundancia, Pero como no podia encauzar ese maravillo- ‘0 desborde vital en ninguna habilidad socialmente estima- da, como no sabia ni escribir, ni pintar, ni componer, como sbio habia recibido el don de emitir frases sin tsa, se qued6 en lo que las personas graves y sensatas llaman un irres- ponsable. Una sola de aquellas capacidades —o acaso me- nos, la aptitud para aprender la respectiva téenica—, y hoy deberiamos lamarlo genial, con mas derecho que a hingin argentino de su época. El Portefio le devolvié parte de lo antiguo. Otra vez.en sy casa —mas pequefa que la anterior, recordada con pena (au actual medianta no se resignara nunca), otra ver su casa siempre lena, dé nuevo 20, 30 personas a comer. En las tertulias que siguen a la cena, Ia Soulange canta piezas de su repertorio (no dejara de llamarla “la condesa de Soulange”, aunque en la hip6tesis mAs favorable el conde y el Soulange sea su ex marido). Pero salvo unos pocos ami- 40s fieles, como Guido Spano, los invitados y autoinvita- dos pertenecen al medio pelo. "Héctor, a quien la buena sociedad le hizo Ia cruz, es ahora “el tribuno del pueblo”, entendiendo por pueblo exactamente al mismo que aparece en los coros de épera. Discursea con cualquier pretexto. Muchos criollos de las clases media y popular, muchos italianos, muchos es- pafioles, suponen que al escucharlo acceden @ los goces que otros se permiten en el Colén, Cuando termina de hablar, le piden que siga hablando. Se inaugura una parte del nuevo mercado de la Boca, El grueso del piblico come carne con cuero y agota cinco pipas de vino al are libre, mientras bajo un alero se ha ten- dido una mesa para los invitados de honor. Le piden a Héc- tor que hable. Después de la eterna coqueteria de negarse, sube a una siia y evoca su amistad con Garibaldi, “el leon due lanzaba sus lebreles a combatir los tiranos”. Dice que Jo acompaii6 en su primera visita a Roma, luego della caida del poder temporal: “Me parecia que todas las genera jones enterradas en las entrafas de aquella tierra, que ha ido la tumba de la humanidad, se habian levantado aira- das de sus sepulcros, como si hubiesen tenido vergtienza de no volver ala vida para saludar al gran atleta del pensa- miento y de la idea que rompié con sus brazos las cadenas del pueblo marr, para hacer con sus eslabones joyas que adornasen la corona del rey de Italia libre’’. Podria ser un buen final, pero Héctor sigue. Al eabo, por gentileza — haya otros que también quieren hablar, y muy principal- mente don Jost Fernindez, el cauaillo de la parroquia— concluye. Terminada la festa, no lo dejan ir solo. Todos, Ja banda de masica, soplando con entusiasmo, cientos y tos de personas, lo acompafan hasta la parada del tranvia en la Calle Larga, Parte el tranway, Héctor saluda desde la plataforma (agreguemos unos chicos corriendo detras; aunque la cronica los omite), yn quieren perderse en la tarde declinante los diltimos gritos: Viva Vs 1 iVi Va el amigo de Garibaldi! ;Viva el amado de los italiano iViva la Repablica Argentina! ; Viva Italia! * Es diputado provincial, ya diremos como. Se acaba de aprobar un impuesto indirecto al tabaco y las bebidas al- cohblicas (que e, dicho sea de paso, no distingue bien de un derecho de aduana). Se remueven los fabricantes y ven- 34 dedores de cigarros, duefios de alambiques, confiteros, ete. Héctor propone que se suspendan los efectos de la ley, y los ‘comerciantes lo nombran presidente honorario de la comi- ‘que debe organizar un acto en Plaza Lorea. El 18 de diciembre de 1878 fue uno de los dias mas grandes de su vi da. Procuremos verlo con sus ojos: Es el acto de homenaje del comercio de Buenos Aires a Héctor Varela. Desde las diez de la mafiana empezaron a cerrar los negocios. A las once, ni uno abierto. Los tranvi vvan lenos de gente, que grita su entusiasmo. Por las calles yy veredas una multitud confluye hacia Plaza Lorea, Cuan- do llega Héctor,-a las doce, la plaza esta lena. Es tun bos- que de estandartes. Lo acoge un clamoreo delirante. Abriéndose paso con dificultad se acerca ala tribuna, colo- cada ante el depésito de aguas. Sube a ella, es decir, trepa sobre tna mesa. Habla, y otros después. Ahora el gentio, formando columna, se pone en marcha hacia Plaza Retiro. Las pancartas dicen: Igualdad ante 1a ley, Equidad en los impuestos, Vivan los gremios reunidos, Labor y economia, ‘Viva a libertad de reunion. Una banda de misica va al frente y tres intercaladas. Desde las azoteas y balcones ueven las flores y los vivas al tribuno del pueblo, amigo de los pobres, etc. La cabeza de la columna ya desciende gor i, y la cola todavia no ha salido de Plaza Loree. ;To- a conciliaci6n: en la cama Mitre y Alsina, De pie Héctor, Carlos Casares y Avellaneda do Buenos Aires marcha en ella? No, porque en Plaza Reti- ro hay otra multitud esperando, que la cubre por completo. Entre aplausos, Héctor sube @ una mesa, colocada al pie ‘del monumento a San Martin, y habla. Se lee un petitorio, yuna delegacion del pueblo, con Héctor al frente, se enca- ‘mina a la legislatura provincial, Peri y Moreno. Alli otra multitud aguarda y lo aclama, De donde sale tanta gente?, se pregunta Héctor, repentinamente logico. Ingresa al edi- ficio, toma parte en la sesidn y presenta su proyecto, que como no recolect6 las 14 firmas exigidas en sesiones extra- ordinarias no puede entrar en la comisin de presupuesto. Sale, la multitud le pide que hable. Habla. “Varela esta in- dispuesto! jun coche! jun coche!, piden algunos comedi- dos. En coche, por lo tanto, vuelve a Retiro entre victores. Monta a la mesa y habla. ‘Terminé el acto, ya esti en su casa (calle Chacabuco, frente al Mercado Nuevo), y la multitud lo reclama: ;Que hhable Varela! {Que hable el tribuno del pucblo!, Sale al balcén y habla, Es a quinta vez. en ocasiones como ésta algin amigo ‘Después de esto, ya te puedes morir” “Asi lo creo yo también”. En abril de 1878 habia conseguido entrar en la cimara La Torre de Babel de la concilacibn. Aparecen AristSbulo del Valle, Eduardo Coste, Sarmiento, Aneiros, Vicente F. Lépez, Antonio Cambaceres, Héctor, Mitre, Casares ¥ Nicolés Avellaneda A aepgang Toe de diputados provincial, por la campana y a titulo de inde- pendiente, pero “colada” (en el campo podia ocurrir cual- uier cosa) en una lista republicana: algunos amigos — Goyo Soler, Ataliva Roca— hicieron tachar un-nombre convenido y lo cambiaron por el suyo. El escéndalo fue la cocasion para que el partido se-disolviese. Pero Héctor de- fendia su diploma con absoluta honestidad, exponiendo su vieio principio de derecho constitucfonal: no se puede ant- lar una eleccién fraudulenta, pues como desde 1852 todas lo han sido, hacerlo equivaldria a declarar ilegal a la suma de as legislaturas y los ejecutivos anteriores. Su labor en la cdmara fue la imaginable: ‘‘no vengo con discursos prepa- rados sino a decir io que siento aqui dentro (tocandose el echo)...” (14) Este diflogo nos exonera. de largas transcripciones; el Sr Varela propone suspender el pago de la amortizacién de Ja deuda externa provincial: SR MINISTRO DE HACIEN- DA:... la amortizacién de la deuda piblica solo importa 4.700.000. SR VARELA: ;Ménsuales? SR MINISTRO DE HACIENDA: Anuales, sefior diputado. 9) ‘Como al aproximarse las elecciones presidenciales Bl Portefio propusiese la candidatura de don Bernardo de Iri- xgoyen, en la ya raquitica Tribuna se agravié Mariano: “Lo sdecimos ingenuamente; sentimos oprimido el esprit al re- cok WAKE Te8tr N ty An + cordar que corre sangre de nuestra sangre en la mano que haa trazado las ineas que levantan en Ia prensa la candia- tura de Irigoyen, a quien Sarmiento condenaba a vivir toda Ia vida con un lazo de cinta colorada en la mufieca, tanto se habia distinguido en su entusiasmo por Rosas primero, y or Urquiza desputs”, (16) La polémica entre los dos her- manos sigue durante varios dias, parecida a esas discu- sionés de mesa de café, en que lo ‘nico importante es no quedarse callado. ¥ la logica y la sensatez estan de parte de Héctor, pues, sintiéndose acaso desnudo ante el ojo que lo ‘conoce de cefea, por debajo del Dr. Mariano Varela apare- te el portugués Frage... Héctor, enfrascado en cualquier otra cosa, se olvida de la candidatura de don Bernardo, la fetoma y ia vuelve olvidar. Al fin adhierea la de Roca (de ual muy pronto se dé el inventor). Integra el co discursea, insulta desde El Portefio. :Sincero patriotismo? @Alatin pequefio 0 mediano acomodo de proveeduria? {Buen juicio politico, calculos, ambiciones? Tal ver ni él {nismo lo sabe; ciertamente afta el tiempo de La Tribuna Oficalista y todopoderosa. La Patria Argentina, vocero del Imitrismo, pero cuyos redactores, los Gutiérrez, estén en ‘buena amistad con éi, informa, sin comentarios, que Héc- tor seri el ministro de relaciones exteiores de Roca. El lo desmiente, encantado en el fondo, sin advertir la nada 35 oculta mala intencién de la noticia, Pero en una Buenos Aires cada vez més encendida de localismo, se-va quedando sin lectores. La guerra civil que flota en el aire yla ruina de su negocio, le quiebran por primera ver la fibra vital. Se lo ve chato, deprimido, El Portefio trasunta honda preocupa- cién en lo politico y desgano en las amenidades. Le envia tun telegrama a Roca pidiéndole que renuncie a su candida- tura, levanta de nuevo la de Irigoyen. Ya es tarde en cual- quier sentido. Simula la venta de El Porteio, que bajo la direccién de su hermano Jacobo se hace tejedorista, Nada. Ni tampoco mejoran las cosas después de la victoria del go- bierno nacional. Vuelve a tomar la redaccién e informa que Jacobo también compré la parte de un socio antes munca mencionado. Por dos 0 tres dias el diario se hace vesperti- no, luego retorna a matutino. Ahora dice que entrega la imprenta para saldar una deuda, pero que el periédico gue siendo suyo. Como fin de este embrollo, digno resu- men y espejo de toda su existencia, es evidente que hacia mediados de septiembre de 1880, El Portefto no es mas de ‘Héctor, supuesto que alguna vez.lo haya sido, FINAL “Me ha dicho Vuestra Majestad en distintas ocasiones 36 Caricatura de 1887. Héctor on sus ropas cubiertas de ‘emiendos escrbe solicitando tn puesto al emperador de Brasil, al presidente de Uruguay, et. Garibaldi: habia pagado a ‘Héctor el pasaje de vuelta a Buenos Aires que como amigo y rey, disponga de V M incondicional- mente. Y bien, vengo a pedir a VM un servicio” (Aqui de- be saberse que Venezuela y Colombia tenfan una cuestiin de limites, y que el arbitro propuesto, Alfonso XII, no queria aceptar. Guzman Blanco, presidente de Venezuela, acababa de designar a Héctor ‘“agente confidencial”” ante el rey de Espana). ““—Cual, amigo mio? —Que V M me autorice para anunciar al presidente Guzman Blanco que. acepta el arbitraje; sera un regalo que le hace $ M la Noche- bbuena. Con la fisonomia alegre, festiva, risueha y bonda- dosa, me contest en el acto: —Puedes hacerle el despacho aqui mismo, toma pluma y escribe”. (1?) {Qué recomendacién o pedido intrascendente de Guz- ‘mn Blanco, creyetdo o fingiendo creer en la simpatia de Alfonso por Héctor, se habré convertido en esa “‘agencia confidencial””? {Qué conversacién inocua, una vispera de “Héctor se jactaba que El * Porteno ténla veinte pperiodistas. Esta caricatura lo ‘muestra trabajando con los ‘ies como nico escritor de a ‘publicacion Navidad, en que tal vez cruzaran las palabras “Guzmén Blanco”, “tu amigo”, ‘Venezuela’, “Colombia”, se habré transformado en la escena que acaba de leerse? Héc- tor era consul general de la Argentina en Espafia: en e50 habia ido'a parar el supuesto ministerio de Relaciones Exte- ‘Ademés:habia obtenido los consulados generales del Uruguay y el Paraguay, y ocasionalmente —afirma él— una misiOn extraordinaria del Salvador ante el rey de Por- tugal, sinecuras que se le habrén ido escurriendo a medida ue sus favorecedores perdian el poder o la paciencia. No eran los buenos tiempos de La Tribuna, ni siquiera los me- dianos de El Portefio, pero otra vez en su casa 15 6 20 per- sonas diarias, en los recibos 50 6 100: ,Qué hacerle?, esa imposibilidad de estar solo, la necesidad de hablar, de oir adulaciones. Afios antes, al solicitarle a Roca una pro- veeduria cualquiera, le habia escrito: “Me voy haciendo viejo: tengo un estado mayor que me come mas de lo que gano, privando a mi familia de algunos pequefios goces, ue podria proporcionarle con lo que me comen los de fuera’, (8) Y ahora vivia en la ciudad de los pardsitos sim- paticos y conversadores, que le pagaban el almuerzo, la ce- na, el vino y los cigarros con un suelto amable en cualquier petiodicucho. ‘Scguia hablando, dié una serie de conferencias en Ga- licia a las que atribuy6 que la inmigracién espaiola al Rio de la Plata se hubiese multiplicado por cinco y hasta por diez. Vivia en rifia perpetua con los consules de él depen- dientes y en Optimas relaciones con cuanto argentino de ‘mala fama llegaba a Madrid. Becado en Europa (civil 9 mi- litar) que se divertia con el dinero de la beca, ése era amigo suyo *. Por esos afios, en’ Buenos Aires, murieron adoles- centes sus dos hijos, Héctor y Florencia. En 1886 renuncid porque —dijo— el ministro de rela- ciones exteriores Ortiz no le habia pagado el afio; es de su- poner que no haya querido pagirselo dos veces. Volvié ala Patria, mientras en Madrid sobre el ministro argentino, Mi- ‘uel Cané, se derrumbaban avalanchas de facturas impa- " En Buenos Aires, con dinero dé Luis y Rufino, resuci 8 EI Portetio que se fundirfa a los pocos meses. Durante dos alos estuvo haciendo chistes malos sobre el generalato de Sarmiento, pero ahora solicita el grado de sargento mi ‘yor, alegando el sitio de Buenos Aires. Pese a la adver ad, sigue convencido de tener una alianza particular con Dios, entre gitana y corsa: después de una maldicion que le echo a Balcarce, se murié la mujer de éste, la hija de San Martin; uno de sus calumniadores —lo sabe de buena fuente~ murié de céncer en la lengua, pidiendo a gritos {que lo perdonara, Al fin consigue un nuevo nombramiento en Europa, en las condiciones de cambalacheo que se in fieren de una carta a Judrez: “Como Quimo me ha dicho que en vez de-los 4508 que tienen los agentes de informa- ciones, solo me dara 300 necesito hacer algo mas para tenet como vivir y maniobrar. He concebido, pues, la idea de pe- dira a Intendencia que me dé una comisin en Europa con — *) Roca en el margen de una carta de Héctor del 30/5/1879 anot6, posiblemente mucho tiempo después: “Héctor Varela. El primer Ginico,cripula y corrompido de su tiempo. Mierda pura”. A.G.N. Roca Leg. 7. a 1008 mensuales y al efecto dirijo una solicitud @ Crespo. Al ‘mandaria desearia que alguien me sirviese de padrino, pues no lo conozco”. (%) En definitiva obtuvo un comisariato de inmigracion. En julio de 1887, el “‘Comisario argentino de inmigta- ion en Italia” se instalé en... Barcelona. Alquil6 una casa hizo la mudanza de los muebles que tenia en Madrid, En mayo de 1888 continuaba alli, discurseando. Sobre Ia le cién argentina volvian a llover las cuentas impagas; Cané envio un seco comunicado a la prensa. La solicitada de Héctor fue mas larga, y aun amenazaba a su ‘‘antiguo escribiente” con una continuacién en hoja suelta, que distribuiria a millares. Dijo haberse quedado en Barcelona por dos razones: “primera, porque me ha dado la regalada gana de quedarme en este Hermoso pedazo de Espaia”, se- gunda, por su amigo ‘el eminente ministro de estado, Sr. Moret, queria que asistiese a la proxima apertura de la Exposicion Internacional. Terminaba asi: “Esto Dentro de tres dias me oirdn hasta los sordos” bien le escribié a Juarez Celman, comunicdndole que se di- rigia a Madrid a “azotar” a su "querido primo, so bandido Miguel Cané ‘Ni fue a Madrid ni hubo mas azotaina que otras veces. Se quedé en Barcelona, y el 18 de mayo cortia por Buenos Aires una noticia casi increible: “Héctor habia intentado snicidarse, estaba gravemente herido". ,Como se le volvi6 de pronto el mundo sin sentido? Como la realidad, insumisa por una vez, le mostrd su cara mas horrible? Si fue la suma de todo, acaso deba incluirse en ella esta turbia posibilidad: Dos afios antes le contestaba Luis Dotiinguez a Mi: ‘piel Cané: “H, me presentd como hija suya esa nia; —no rei quello fuera ni Io creo. No dudo qui sea hija dela fran- cesa. Aparte de la posibilidad de las intericiones del padre putativo, el mozo‘que te cuenta la historia me parece que es tun jactancios6 en esa linea; a tno de mis hijos le dijo G. tenia en su casa una criada intima y que lo sorprendié a intimandose con ella, y que por es0 1o queria mal En fin, todo puede ser”. 2 “G" es Manuel R. Garcia, @ quien Dominguez acababa de reemplazat en Londres. ¥ el pre- tendido Don Juan, seguramente Tearzabal, un funcionario de la legacién menciomzado en otra carta de Dominguez. Pe- ro.apartemos la sospecha més sucia: en 1886 una hija, de Héctor y la Soulange dificilmente tuviera 12 6 13 afos, yen tal caso IgarzAbal no se habria jactado. Volvié a Buenos’ Aiiés, @ adular a Juérez. Bstaba vigjo, alos $6 afos, tenia el pelo blanco, las caricaturas le escubrian el labio inferior caido, y Ia cargazén de los hombros se le habia acentuado, hasta convertirse en un simbolo de abandono y derrota. El Portefo, tercera época, fue un diario oficalista y efimero; ni existe en la hemerote- ca nacional, Sin embargo su redactor conservaba algunos arestos fanfarrones, como en esta carta a Juarez: “‘Si bien La Prensa tiene aqui més circulacién que El Portefio, no sucede lo mismo con el eco que su palabra pueda tener en Europa. Para neutralizar el efecto que alli puede producir la inicua revista que hoy dirige a los lectores del extranjero (..) he mandado a mis amigos de Espafia 500 ejemplares dei Portefio con el articulo adjunto.” © Muerto el-diario, Se queda sin mas ingreso visible que el del comisariato de inmigraciOn, absurdamente conservado,.quizé por influjo de Luis Rufino, juaristas y carcanistas notorios. En enero de 1889 inicia una suscripcin para refundar El Americano, concebido aliora como un érgano de propaganda continen- tal, qué se imprimira y distribuird gratuitamente en Euro- pa, Compran cada uno una accion de 100§ Mitre, Roca, ‘usrez Celman, Crcano y 60 personas més, entre ellas Ni- tolés Calvo, su amigo desde 1880. Et pudoroso velo que ‘cubre ala colecta es transparente: imposible hablar de esta- fa. En agosto de ese aito 89 muere Carlota Romero, su mu jer legitima; el nombre de Héctor no aparece en los avisos flinebres. Los diarios ya casi no se ocupan de-él. Luego Viaja a Espatia, y en junio de 1890 sus amigos de Buenos 38 Aires reciben esta participacién: “Héctor F, Varela tiene el placer de participar a Ud, su enlace con la seRora condesa A. de Soulange, celebrado por el Excelentisimo e Tlustrisi-» mo Sefior Obispo de esta didcesis en la capilla del Palacio Episcopal, ef 26 del corriente mayo, siendo madrina la Excelentisima Senora Angela V de Sagasta y padrinos el Excelentisimo Setor Emilio Castelar y general: Guzman Blanco. Barcelona. Palacio Balta. Mayo 31”. @3) Apenas ha llegado la noticia, ya esta de vuelta, esperando acaso mi- Jagros de este ingreso, real 0 supuesto, en la legalidad so- cial, lgescribe a Roca, ministro del interior: “por eso llamo a su puerta en una situaciOn extrema, cosa que parece iri- soria, una burla del destino que pueda encontrarse en ella el hombre mas querido de estos paises —como decia Walls. Me tiembla la mano, y se me vienen, al decilo, ligrimas a Jos ojos: no tengo que comer. Y tengo diez personas de fa- milia a que dar pan. ;Quiere mataros el hambre, materialmente?”’ (24) Le pide la direccidn de la oficina de inmigracion 0 que lo ayude a costear El Portefio, y obtiene las palabras amables reservadas a los postulantes desaht~ ciados. Ocho meses después, insiste: ““;Me ha olvidado ge- neral? {No ha encontrado la tabla en que pueda salvarme? 1i)Por Dios, por los santos que estan en el cielo, por sus hi- jitos, por los mios —casi desnudos!!! le suplico que me tienda la mano, evitando una catastrofe... {Cielo santo! Soy algin malvado para que en la Patria por la que tanto trabajé, en la que Ilegué a ser el mas popular de sus hombres, los que creia amigos, me dejen materialmente morir de hambre?”” @) Mas persuasivos que su literatura, Jos continuos cambios de domicilio —sus direeciones apa recen al pie de éstas y otras cartas— sugieren insistentes problemas con los alquileres. Por consejo de algunos ami- 805, piensa hacerse conferencista, recorrer el interior del pais. Pero en noviembre él y su compafiera se embarcan pa- ta Barcelona. “Me voy a morir lejos de Buenos Aires”, le dice a Manuel Léinez. El 6 estan en Rio, esperando el transbordo. En Rio a fiebre amarilla era endémica. El 10, en Buenos Aires, Luis Varela recibio este te- legrama: “Héctor. gravisimo. Bocayuba”. Ye 1 ‘Nada le ha faltado. Bocayu: ‘FL 12 de noviembre de'1891, en el cementetio de San Javier, 2° plan, sepultura 14.471, Héctor se qued6, por pri- ‘mera vez, y para siempre, solo, ‘NOTAS » 15) ELPorteno, 8/10/1878 Cémara de Diputados de la 2) provincia de Bs. As. - Sesion La Tribune 30/1/1886 8e19/12/1878 >, 16), La Tribuna 7/2/1856 4 Teun 28/3/1818 4 1), La Tribuna 10/12/1886 E1Portefo 3/6/1887 9, 1) La Tribune 12/4/1887 A.G.N.: Roca — 5 Dyyivisi8 La Tribuna 2/7/1862 19) D A.G.N.: Jubrer Célman—25— Miguel Cané: “La primera de 24/5/1887 don Juan" en “Provaligers” 20) 8) "A.G.N.: Cané S bis La Tribuna 27/11/1869 21) 9 AGN: Cant —2— 5/6/1886 E1Porteto 8/2/1877 22) 10), A.G.Nz Juérer Célman —25— La Tribuna 19/5/1869 24/s/1887 1) Erportto 0/6/1877 2) EL Porte 27/12/1877 3) 2 EL Porieno 11/10/1876 4) El Portefio 7/6/1878

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