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INTRODUCCIÓN

Los tributos son tan antiguos como el hombre, su origen se remonta a los albores de la
humanidad y su aparició n obedece a la religió n y/o a la guerra y el pillaje. Al
evolucionar la sociedad, dichas ofrendas se tornaron obligatorias y la clase sacerdotal
se volvió fuerte y poderosa, llegando a ser la principal latifundista del mundo
medieval, ejerciendo gran influencia sobre las monarquías conjuntamente con la clase
de los guerreros o militares con la cual en ocasiones se confundía, como es el caso de
las huestes guerreras promovidas por la Iglesia conocidas como las Cruzadas o la
Orden de los Templarios, organizació n fundada defensa y protecció n de los peregrinos
que visitaban a Jerusalén, después en Europa llegaron a conformar uno de los poderes
econó micos má s importantes por sus posesiones, convirtiéndose en un centro
financiero dedicado al préstamo de capital hasta el añ o 1311 cuando fue abolida por el
Concilio de Vieene, se condenaron sus dirigentes y empezaron a expropiarse sus
bienes por las Coronas de Francia y Castilla.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS SOBRE EL TRIBUTO A NIVEL MUNDIAL
Época Primitiva
Igualmente en América, culturas indígenas  como la Inca, Azteca y Chibcha, pagaban
los tributos de manera justa por medio de un sistema de aportes bien organizado. En
la época del Imperio Romano, el Emperador Constantino extiende los impuestos a
todas las ciudades incorporadas “para hacer grande a Roma”, segú n sus propias
palabras.
En Europa, durante la Edad Media, los tributos los cancelaban los pobladores en
especies a los señ ores feudales, con los vegetales o animales que crecían en las
pequeñ as parcelas que les eran asignadas, y a la Iglesia Cató lica en la forma conocida
como “diezmos y primicias”, de cará cter obligatorio y relacionados con la eliminació n
de posibles cadenas después de la muerte. Vale resaltar que al conocerse ambos
mundos, el impuesto entre comerciantes era de un buque por flota perdida en los
mares.

Época egipcia.
Egipto fue el primer Estado centralizado del mundo, lo que significa que los egipcios
fueron también los primeros en cumplir con una de las obligaciones ineludibles de los
ciudadanos en todas las épocas y todos los lugares: pagar impuestos. Ya desde el IV
milenio a.C., antes de la unificació n del país, se recaudaban impuestos a pequeñ a
escala, dentro de los límites geográ ficos de los reinos prediná sticos del Alto Egipto
como Abydos, Nagada e Hieracó mpolis. Con la aparició n de un Estado unificado en
todo Egipto, en torno a 3100 a.C., los faraones crearon un sistema recaudatorio que
cubría el conjunto del país, y que se apoyaba en una burocracia especializada y
eficiente.
Al principio era el propio rey el encargado de realizar la recaudació n o, cuando menos,
de propiciarla con su presencia. Junto a su corte se embarcaba en una flotilla con la
cual recorría el valle del Nilo para trasladar su residencia desde Abydos, en el sur del
país, a Menfis, en el norte, y viceversa; era lo que se conoce como «el seguimiento de
Horus» (el rey se consideraba la encarnació n del dios halcó n Horus en la tierra) y le
daba al faraó n la ocasió n de dejarse ver ante sus sú bditos. Las dificultades del viaje se
reflejan en el hecho de que, al principio, se hacía só lo cada dos añ os.
EL «RECUENTO DEL GANADO»
Aprovechando la presencia del soberano, los
encargados de llenar las arcas del Tesoro –
integrados en un departamento que existía al
menos desde la dinastía I– organizaban en cada
localidad ceremonias de recaudació n,
denominadas «el recuento del ganado». Su
relevancia era tal que se llevaba la cuenta para cada reinado y servían de referencia
cronoló gica. Pero durante el Imperio Antiguo la corte se sedentarizó y la recaudació n
fue tomando cará cter anual, a la vez que dejaba de estar vinculada al viaje perió dico
del faraó n por el Nilo.
Maqueta en madera policromada descubierta en la tumba del visir Meketre, en una de
las necró polis de Tebas oeste.
WERNER FORMAN / GTRES
Los funcionarios llevaban una contabilidad detallada de la recaudació n. En uno de los
anales má s antiguos que conocemos, el de la Piedra de Palermo (dinastía V),
encontramos un registro fiscal típico: «Añ o octavo de Ninetjer. Seguimiento de Horus;
cuarta ocasió n del recuento de ganado. 4 codos, 2 dedos». La entrada consignaba
cuatro informaciones: el añ o de reinado del faraó n, el traslado del faraó n de Abydos a
Menfis, el nú mero de la recaudació n fiscal (la cuarta en este caso; por tanto, se
cumplía la regla de las recaudaciones cada dos añ os) y la altura alcanzada por la
crecida del Nilo, unos 3,5 metros.
Este ú ltimo dato era un factor crítico para el cá lculo de los impuestos en Egipto. La
inundació n de las tierras del valle entre julio y septiembre era la clave de la
extraordinaria riqueza agrícola del país, motivo de envidia de todos los pueblos del
Mediterrá neo antiguo. Pero el nivel de la crecida variaba mucho de añ o en añ o, y eso
tenía graves consecuencias: una crecida insuficiente significaba que quedaban tierras
sin irrigar, mientras que una inundació n excesiva causaba la destrucció n de poblados
y cultivos.
El nivel de la inundació n determinaba, pues, el resultado de la cosecha, y con ello la
recaudació n fiscal, pues los impuestos se calculaban siempre como una parte de la
recolecció n: en época saíta (664-525 a.C.) eran el 20 por ciento, segú n cuenta el Papiro
Rylands IX. Por ello, los funcionarios del faraó n estaban siempre preparados para
controlar la altura de la crecida a través de los niló metros, como los situados en
Elefantina o Medinet Habu, en cuyas paredes había grabada una escala en codos.
Así podían conocer la altura má xima de las aguas, un dato que luego dejaban
registrado en los archivos reales añ o a añ o. A partir de esta informació n se podía
calcular, al menos en teoría, las aruras de terreno (cada arura equivalía a 0,279
hectá reas) que ese añ o quedarían irrigadas y plantadas. Como se conocía la
productividad aproximada de los campos –unos 10 granos por cada grano plantado
má s o menos, dependiendo del cultivo–, los diligentes escribas del faraó n sabían qué
cantidad podían exigir a los campesinos.

Época Romana.
Roma, fundada en el añ o 753 a. c., a orillas del río
Tíber por Ró mulo y Remo, segú n la leyenda. Se
basó en las instituciones griegas y etruscas, de
cuyos pueblos tomó la cultura y la organizació n social, entre ellas, las instituciones
tributarias, especialmente después de dominar a los griegos.
Los botines de guerra, por la expansió n del imperio, fueron de tal magnitud que los
romanos disminuyeron los impuestos a la par que se polarizó la fortuna: los ricos
fueron má s ricos y los pobres fueron má s pobres.
Las regiones vencidas, como Egipto, Grecia, Judea, etc. convertidas en provincias,
pagaban altísimos tributos que muchas veces se despilfarraban y generaban
asesinatos en la cú spide del poder; precisamente Ciceró n cuestionó a Catalina por
malos manejos y principalmente por ello, fue elegido para ordenar las finanzas
pú blicas, utilizó la contabilidad como fuente probatoria en materia tributaria, á rea que
conocía bastante bien, ya que en su juventud fue cuestor (recaudador de impuestos).
Posteriormente, Julio César, destacado jefe militar, quien conquistó las Alias,
Germania, Inglaterra y buena parte del Asia Menor, una vez proclamado dictador
vitalicio, modificó el Senado y reorganizó el estado disminuyendo el nú mero de
funcionarios y retirando a los publícanos (funcionarios de impuestos de la
aristocracia) la funció n de cobro de los impuestos y se la entregó a los cuestores
(recaudadores de impuestos). Recordemos que los impuestos se cobraban incluso en
las colonias del imperio (incluida Jerusalén) y se pagaban en numerario, en cuyas
monedas aparecía el César.
Conviene precisar que la actividad del publicano se ejercía por el sistema de contrato
(remate), cuya ganancia consistía en lo que pudiera recaudar por encima de cierta
suma estipulada. Tales funcionarios eran, pues, odiados por el pueblo y considerados
como ladrones.
El cristianismo, inicialmente perseguido, fue finalmente aceptado especialmente por
el apoyo de Pablo de Tarso -militar de Diocleciano, emperador romano que reorganizó
el Estado después de la caída del imperio y la subsecuente invasió n de los bá rbaros
(después del gobierno de Adriano 117 a 138 d.c.).
Para tal reorganizació n y a efecto de contener precios y salarios, se estableció una
tributació n personal y territorial, así como la rebaja de los impuestos para pequeñ os
propietarios y se tomaron otras medidas no aceptadas por la clase rica, por lo cual
Diocleciano debió abdicar en el añ o 305 de nuestra era, generá ndose una serie de
guerras civiles.
El Clero se formó y adquirió gran fuerza bajo el mandato de Constantino I El Grande:
Emperador Romano de 306 a 337. Há bil político, advirtió la extraordinaria fuerza de
la comunidad cristiana y trató de convertirla en un puntal del debilitado imperio. En
313, poco después de la batalla del puente Milvio sobre el Tíber, otorgó el Edicto de
Milá n, por el que se proclamaba la libertad de cultos, y en los añ os siguientes devolvió
a los cristianos los bienes confiscados.
Pero la actitud de Constantino fue má s allá de la simple tolerancia, intervino en los
asuntos internos de la iglesia y convocó el Concilio de Nicea (325). También trató de
introducir el espíritu cristiano en la legislació n romana. Todo lo anterior, a cambio de
protecció n de la Iglesia y el apoyo en la lucha por el poder.
La sociedad se dividió en nobles, proletarios, libertos y esclavos.
Constantino, adelantó las reformas administrativas y políticas iniciadas por
Diocleciano (284-305), trasladó la capital imperial a Constantinopla (antigua Bizancio,
actualmente Estambul) y adoptó los siguientes cambios: Extensió n de los impuestos a
todo el territorio, suprimiendo las excepciones que tenía Roma; unificació n del Tesoro
Pú blico (llamado fisco), delegació n de la cobranza de impuestos en pequeñ os
propietarios llamados Curiales, los que má s tarde para reunir la cuota fijada por el
Estado, se tornaron abusivos y violentos contra los contribuyentes
En síntesis, la má s remota referencia al Impuesto sobre la Renta, la encontramos en
Roma donde se cobraban tributos a las industrias, a los prestamistas de capital a
interés ya los comerciantes; se denominaba lucratis collactio. En la época de
Constantino existía una especie de impuesto a la renta mobiliaria, llamado
"chysargfreí; pagadero cada lustro, pero sin mayores datos sobre su estructura.

Época Feudalista.
En primer lugar es conveniente precisar que má s que una época de la humanidad, es
un modo de producció n, un sistema econó mico de la edad media; de hecho se le define
como "Sistema econó mico, social y político que caracterizó la baja edad media de
Europa Occidental". (siglos Xl al XIV).
Su sistema econó mico se basaba en la agricultura, actividad comercial escasa y de
limitada circulació n monetaria.
El origen del feudalismo se encuentra en la fusió n de la cultura germá nica con la
romana en constante expansió n; como consecuencia de los frecuentes
enfrentamientos entre occidente y oriente el comercio se vio seriamente afectado
dando lugar a un resurgimiento de la producció n agrícola, es decir, se desarrolló la
economía a partir del factor tierra, cuyo principal propietario, después de los
monarcas, era la Iglesia.
Los pueblos de Asia y Europa se replegaron a su propia geografía y, en el caso
europeo, se generaron guerras entre diferentes señ ores feudales, quienes armados y
poderosos sometían a los campesinos y les imponían onerosos tributos a cambio de
seguridad; a su vez estos señ ores feudales reconocían a un rey nominal y por ello
pagaban su propio impuesto.
Los tributos pagados por siervos sin tierra eran, inicial mente, en dinero y,
posteriormente, en especie con frutos de la tierra y trabajo personal, en ocasiones con
servicio militar.

Época Capitalista o actual.


Se considera que esta era de la humanidad va desde la caída de Constantinopla en
1453 hasta la Revolució n Francesa en 1789.
Conviene precisar que en Europa no se presentaron mayores desarrollos en materia
tributaria durante este período, debido en buena medida a que vivieron de los
recursos provenientes de las colonias y del gran desarrollo comercial que originaban
importantes recaudos por concepto de las rentas aduaneras, es decir, a los tributos
que imponían a los productos objeto de comercio con los pueblos de ultramar.
Si se da un repaso a la historia de la humanidad, se encuentra que la mayoría de los
países europeos tenían colonias no solamente en América sino en otros continentes.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL TRIBUTO EN


GUATEMALA.
La primera época de la conquista en Guatemala fue sumamente violenta. Al despojo
abierto y al terror se agregó un tributo tasado arbitrariamente, es decir, que se
impuso una tributació n conforme al interés inmediato de los conquistadores en
enriquecerse rá pidamente y no de los indígenas dominados. Tan insoportable fue ese
impuesto que originó diversas rebeliones, entre ellas la de los cakchiqueles, relatada
en sus textos y a la que ya se ha hecho referencia (Mó bil y Déleon, 1995).
Ademá s, en lo que sería el Reino de Guatemala, durante varios añ os el tributo
exagerado fue apropiado por los conquistadores, mientras que muy poco del mismo
llegaba a las arcas reales, que solo recibían los ingresos del denominado quinto real.
En ésta época -de 1524 a 1555- el tributo es exigido a los conquistadores ya sea en
especie –oro, plumas, piedras, jade, mantas, productos agrícolas, etcétera- puesto que
no existe aú n moneda, problema que ha de perdurar durante toda la colonia. En esta
primera fase se produce una combinació n o coexistencia de diversas formas de
explotació n del trabajo indígena. Se hace esclavos y se les marca con hierro para
identificarlos como propiedad, se exige a otros un tributo excesivo en especie o se
obliga a trabajo forzado gratuito (Mó bil y Déleon, 1995).
Con las Leyes Nuevas, se reorganizó la tributació n indígena. En Guatemala el sistema
de tributació n de los indios a la Corona -que perduró con ciertas características
fundamentales hasta la Independencia-, fue organizado entre 1549 y 1554 por Alonso
Ló pez de Cerrato, segundo Presidente de la Real Audiencia de Guatemala. El tributo
fue pues, desde el comienzo, una carga específica para los indios, por ser vasallos del
rey, consistente en un valor que cada contribuyente debía entregar en un monto
independiente de cuales fueran sus ingresos. Como todo, existieron excepciones
legales o de hecho (Mó bil y Déleon, 1995).
En lo que fue el Reino de Guatemala, antes o después de que se estableciera el régimen
de intendencias en 1787, todo indio que habitara en las 23 provincias estaba obligado
al pago de tributo. De manera general, puede decirse que nunca llegó a establecerse
dicha carga para los otros estratos como los negros libres, mulatos, los mestizos y
otros grupos como los tlaxcaltecas, caciques o primogéntitos de estos (Mó bil y Déleon,
1995).
La tributació n era fijada o tasada específica y globalmente para cada pueblo por la
Junta Superior de la Real Hacienda, y era revisada cada cierto tiempo. Se atendía para
esa tasació n a la mayor o menor riqueza de cada pueblo de indios y al nú mero de
indios inscritos en a matrícula, padró n o censo. La tasació n era para que la cantidad se
pagara anualmente, pero en realidad se cobraba en dos partes, es decir dos veces al
añ o: en junio y en diciembre (Mó bil y Déleon, 1995).
En los dos siglos iniciales del período colonial, los indios pagaron el tributo en especie
–en frutos de la tierra, segú n expresió n de la época-. En 1747 la junta superior ordenó
que el tributo se pagara solo en moneda, disposició n que tardó muchos añ os en
cumplirse por las dificultades que planteaba la ausencia o escasez del circulante
metá lico (Mó bil y Déleon, 1995).
Sobre el monto del tributo individual anual no hay manera de establecerlo
específicamente, ya que variaba segú n el pueblo o pueblos, segú n la cantidad fijada o
tasada para ese pueblo y segú n el nú mero de tributadores afectos en cada pueblo
(Mó bil y Déleon, 1995).
Lo trascendental del tributo es que constituyó una carga pesada y fue una forma clave
de explotació n, que aunque debía pagarla solo el indio señ alado como tributario, la
forma en que se tasaba y cobraba -con abusos, fraudes y trampa- hacía que recayera
sobre la masa total de la població n castigá ndola en muchas formas (Mó bil y Déleon,
1995).
Cuando se produjo la Independencia de Guatemala en septiembre de 1821, el
excapitá n general y luego jefe del Estado, Gabino Gainza, decretó una rebaja en el
tributo, no obstante el generalizado clamor de los pueblos por la supresió n total.
Gainza hizo rebaja en tanto se instalaba el Congreso, que debía sancionar la cantidad
que como contribució n debe ser general y de todas las clases, restá ndole ademá s la
denominació n de tributo. En consecuencia, el tributo como carga impositiva y forma
de explotació n en favor directo de la monarquía españ ola dejó de existir con la
independencia. Perduraron, sin embargo, otras formas de explotació n, entre ellas
el repartimiento y el trabajo forzado (Mó bil y Déleon, 1995).
CONCLUSIÓN
El origen de los tributos se remonta a la era primitiva, cuando los hombres entregaban
ofrendas a los dioses a cambio de algunos beneficios. Posteriormente, desde la
civilizació n griega, se manejaba el término de la progresividad en el pago de los
impuestos por medio del cual se ajustaban los tributos de acuerd o a las capacidades
de pago de las personas. También se controló su administració n y clasificació n.
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tributos.html

Bibliografía

Haeussler, C. (1983). Diccionario General de Guatemala. Guatemala, Guatemala: Sin


editorial.

Asociació n de Amigos del País (2004). Diccionario Histórico Biográfico de Guatemala.


Guatemala, Guatemala. Fundació n para la Cultura y el Desarrollo.

Mó bil, J. y Déleon, A., (1995). Guatemala: su pueblo y su historia. Guatemala,


Guatemala. Editorial Serviprensa Centroamericana.

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