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g Juan Ruiz, arcipreste de Hita, floreció a mediados del siglo XIV, como lo prueban
las fechas de los códices de sus libros, que hoy se hallan preciosamente conservados; mas
ha sido imposible precisar cuál fuera su patria, si Alcalá de Henares o Guadalajara .
Como suele ocurrir con todos estos poetas primitivos de Castilla, poco o casi nada de él
se sabe, más de lo que en sus obras se puede aprender.
Y lo que de su libro se puede deducir, es que lo compuso en la cárcel, donde por
ignoradas razones le hizo encerrar el cardenal don Gil, arzobispo de Toledo, eminente
personalidad de la Iglesia española, que fue consagrado por uno de los papas de Aviñón, en
no recuerdo qué año, hacia mediados del siglo XIV.
Lo sabido es que, mientras esta eminencia ocupó la sede metropolitana de Toledo, tuvo
preso al arcipreste, lo que fue obra de trece años, y de que en su calabozo compuso este
libro el maravilloso poeta no puede caber duda, pues en más de un lugar, tanto al principio
como al fin de él, alude a esta prisión, y ruega a Dios y su madre que de ella se sirvan
hacerle salir.
En resumen es esto todo lo que del arcipreste se puede asegurar, en lo que a su vida
hace.
Hablemos ahora de sus obras.
Más que ninguno de los demás poetas predecesores o contemporáneos suyos, maese
Juan Ruiz puede ser considerado como padre de la poesía castellana, pues antes de él,
hallábase sometida a influencias extrañas, latinas particularmente, y fue el primero en
emplear variedad de metros amén de haber abandonado los temas históricos o religiosos,
para producir algo más personal y lírico, que se distanciase del obligado poema épico. Pero
su principal mérito consiste, a mi ver, en haber sido el primero que cultivara el género
festivo y humorístico, manejando la aguda sátira con portentosa habilidad, como se ve en
sus poemas, principalmente en el que hace mofa de las costumbres de los religiosos de su
época, con la ficción de un concilio en que, entre otras decretales, hay la de prohibirles que
vivan con mujeres, etc.
Y no se crea que afirmamos que el arcipreste hiciese burla de la religión, ni que
descuidase la moralidad, pues que en todas sus obras, según el gusto de la época, intercala
fábulas o que hacen que se le pueda considerar conto el más antiguo fabulista
español.
También es de agradecer a este delicioso autor el haber roto con los moldes de la poesía
anterior a él, cantando el amor profano, pero con gracia y donaire, y hasta cierta sorna,
cuyas delicia y donosura tanto encantan, como repugnan las maneras de los novelistas
contemporáneos que se complacen en naturalismos que nada tienen que ver con el arte,
sino que revelan la intención baja de halagar los bajos instintos de un vulgo inconsciente.
No quiere esto decir que hayamos hoy d e prologar las producciones con una dedicatoria
a
, sino simplemente que se tenga un poco más de instinto
artístico, y se dejen de lado las jactancias que en cierto prólogo de un libro que alardea de
erótico he leído tiempo ha...
... cualesquiera que sean las orientaciones de la literatura de lo por venir, el naturalismo
de buena ley de aquellos pobres señores del pasado que no cobraban derechos de autor,
ocupará un lugar eminente dentro de la universal consideración, mient ras las procacidades
deliberadamente bajas de ciertos novelistas de nuestra época no pasarán de ser
consideradas sino como engendros independientes de toda idea artística, y solamente
encaminados a una explotación puramente industrial.
Obras que, salvo detalles de presentación y orden exclusivamente relacionados con el
conocimiento de la habilidad mecánica del oficio, en nada difieren de las vanas
declamaciones de los churuleros que en las ferias populares explican, con comentarios, el
último crimen sensacional del reino.
Juan Ruiz, mejor conocido por el Arcipreste de Hita, vivió a mediados del siglo XIV, de
acuerdo a los datos cronológicos de las publicaciones de sus libros, nunca pudo concretarse
el año de nacimiento ni el de su muerte, ni siquiera pudo ubicarse el lugar exacto de su
nacimiento, aunque los historiadores han situado su nacimiento en Alcalá de Henares y
otros en la ciudad de Guadalajara.
Fue clérigo y ejerció de arcipreste en Hita, provincia de Guadalajara. Se conocen muy pocos
datos de su biografía, apenas su nombre y el de uno de los protagonistas de su libro, Ferrán
García, en un documento de un cedulario que se conserva en la catedral de Toledo.
Escribió el Libro de buen amor. Este libro encierra una protesta de tipo goliardesco f rente a
la postura integrista de ese prelado, que pretendía extender a su diócesis la doctrina papal
del celibato obligatorio, frente a la tradición hispánica de la barraganía o contrato de
convivencia de un sacerdote con una mujer, más asentada en un territorio multicultural
como era la diócesis de Toledo, antaño fuente de la herejía del adopcionismo de Elipando,
engendrada por la convivencia entre judíos, moros y cristianos. Así se expresa en la "Cántiga
de los clérigos de Talavera" incluida en dicho libro, donde se protesta airadamente contra
las disposiciones del arzobispo contra la barraganía en la archidiócesis. Tal protesta fue la
que pudo acarrearle la prisión por parte del arzobispo. Esta postura crítica hacia el alto
clero, así como el restante contenido desenfadado y crítico de su libro, le emparenta con la
literatura goliardesca.
Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, se considera como el primer poeta lírico español, con una
manifiesta y vasta cultura, con un lenguaje rico, que gusta de acumular sinónimos parciales
y repetir el mismo concepto de distintas maneras, recursos que se relacionan con la técnica
del sermón. Su lenguaje es popular y coloquial, muy vivo y creador, e incluye frases hechas
del árabe andalusí de su día. Su obra demuestra un profun do conocimiento de las pasiones
humanas y se caracteriza por un portentoso balance entre la delicadeza y osadía.
Su obra refleja el multiculturalismo del Toledo de su época. Entre las múltiples influencias
literarias que se encuentran en los versos del Arcipreste se nombra el género de narrativa
en prosa rimada, la macama, cultivada por varios autores peninsulares en árabe y hebreo
durante los siglos XII-XIV.
Del Libro de buen amor existen tres códices: el de Salamanca o S, hoy en la Real Biblioteca, y
considerado el mejor de este prodigioso poema. Los otros dos códices son el de la Real
Academia Española, conocido como códice de Gayoso o G, y el de Toledo o T. El poema
consta de 1.728 estrofas y es una colección heterogénea de diversos materiales unidos en
torno a una pretendida autobiografía amorosa del propio autor, en la que aparecen
representadas a través de sus amantes todas las capas de la sociedad medieval española.
Así, se recogen composiciones líricas profanas (serranillas, muchas veces paródicas) al lado
de otras religiosas, fábulas, apólogos, glosas al Ars amandi de Ovidio y del Panphilus de
amore, parodias de la liturgia de las horas canónicas o de los cantares de gesta (el combate
de don Carnal con doña Cuaresma), plantos como el hecho a la mu erte de Trotaconventos,
personaje que constituye el precedente más claro de La Celestina, sátiras como las dirigidas
contra las dueñas chicas o el poder igualador del dinero, alegorías, moralidades, sermones,
cantigas de ciegos y de escolares, etc.
Más que ninguno de los demás poetas predecesores o contemporáneos suyos, maese Juan
Ruiz puede ser considerado como padre de la poesía castellana, pues antes de él, estaba
sometida a influencias latinas y fue el primero en emplear variedad de metros amén de
haber abandonado los temas históricos o religiosos, para producir algo más personal y lírico,
que se distanciase del obligado poema épico. Pero su principal mérito consiste en haber sido
el primero en cultivar el género festivo y humorístico.
El "Libro de Buen Amor" es la obra de un hombre que había pertenecido a la Iglesia, lo que
en la Edad Media solía ser sinónimo de persona con cierta preparación, superior al común
de la gente de su época. Por añadidura, Juan Ruiz era un hombre culto, docto en Sagrada
Escritura y en Derecho Civil -como lo demuestra, por ejemplo, en el pleito del lobo y la
raposa (coplas 321-371)-. El Arcipreste había tenido acceso a numerosos textos -situación
que queda plasmada en la obra por la profusión de citas de textos de distinta procedencia -,
y, por lo tanto, a los géneros y estilos en ellos contenidos.
En el presente trabajo, se intentará analizar estos géneros que Juan Ruiz utilizó
magistralmente para la elaboración de su obra, obra que posee entidad literaria autónoma y
que forma parte de lo más selecto de la literatura española.
"¡Qué lástima que un hombre de tanto
ingenio naciera en un siglo tan rudo!"
Martínez de la Rosa
En este género está inscripta la intención del autor. El Arcipreste la declara expresamente
en distintos pasajes de la obra, como el prólogo (c. 64 -70) , y en varios episodios (fábulas y
cuentos).
Hay, en el LBA, poesías líricas, sagradas y profanas. Se observa allí diversidad de temas y de
formas métricas.
Al comienzo, a continuación de una invocación en verso pidiendo la ayuda de Dios para la
empresa que va a emprender, hace un homenaje en forma de dos composiciones líricas -
sagradas-: los Gozos de Santa María (c. 20-32).
Más adelante, en ocasión de un viaje a la sierra y del encuentro con unas vaqueras, otra
composición de género lírico aparece en el texto -esta vez profano-: son las cantigas de
serranas (c. 959-971, 987-992, 997-1005, 1022-1042).
Enseguida, terminado el episodio con las cuatro mujeres, ofrece nuevas canti gas, esta vez
en honor a la Virgen y a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo ʹsagradas-.
Retoma por última vez el citado género en las coplas 1635-1728: nuevamente Gozos de
Santa María, cantigas de loores a la madre de Dios , cantar de los escolares , cantiga de los
clérigos de Talavera , y el Cantar de ciegos
El uso de las alegorías, frecuente en el Mester de Clerecía, tiene también un d estacado lugar
en varios episodios del LBA.
El propio autor alude a ellas, cuando advierte al lector en el prólogo que, de lo escrito,
puede escoger lo que le convenga, ya sea pecador o de buen entendimiento.
"...de buen entendimiento que se quiera salvar, escogerá y obrarlo ha..."
La parodia épica de la Batalla de Don Carnal y Doña Cuaresma, tiene el mismo carácter
alegórico, introduciendo aquí el tono de poema burlesco.
María Rosa Lida de Malkiel ha visto en los personajes de Don Melón y Doña Endrina, dos
alegorías: Don Melón, como símbolo de aquello cuyo éxito depende del azar. Endrina,
ciruela silvestre, como símbolo del honor femenino.
Aunque ampliamente discutido por distintos críticos de la obra, la cárcel a la cual hace
alusión el Arcipreste (c. 1-2), puede ser también una alegoría.
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