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Por Jean Pierre Matus Acuña
Contenidos
1. Introducción ............................................................................................................................... 3
2. El bien jurídico protegido ........................................................................................................... 4
2.1. Definición ............................................................................................................................... 4
2.2. La extensión del peligro para la salud pública como factor de determinación de la pena .... 5
3. Tipicidad..................................................................................................................................... 7
3.1. Sujeto activo: ......................................................................................................................... 7
3.2. El objeto material ................................................................................................................... 7
3.2.1. La prueba de la droga incautada ................................................................................ 10
3.3. La conducta punible ............................................................................................................ 11
3.3.1. La figura básica: tráfico en sentido amplio, como inducción, promoción o
favorecimiento del consumo (artículo 5º, inc.1º, parte final) .................................................... 11
3.3.2. La figura de tráfico ilícito de drogas en sentido estricto (artículo5º, inc.1º).
Presunciones de tráfico (artículo 5º inc. 2º). ............................................................................ 19
3.3.2.1. Las presunciones de tráfico (artículo 5 inc.2º) ....................................................... 20
3.3.2.1.1. . Las presunciones de tráficos en particular (I): Posesión (adquisición) y tenencia
de estupefacientes ............................................................................................................ 23
3.3.2.1.2. Las presunciones de tráfico en particular (II): Transferir (Suministrar) ............. 25
3.3.2.1.3.Las presunciones de tráfico en particular (III): Transportar (Importar/Exportar).26
3.3.2.1.4. Las presunciones de tráfico en particular (IV) Sustraer .................................... 28
3.3.3. Otras formas de poner a disposición de consumidores finales las sustancias
prohibidas. Presunciones de tráfico sancionadas como delitos especiales: desviación de
cultivos, suministros abusivo de sustancias estupefacientes, prescripción abusiva.. ............. 29
3.3.3.1. Desviación de cultivos ............................................................................................ 29
3.3.3.2. Suministro abusivo de sustancias estupefacientes ................................................ 30
3.3.3.3. Prescripción abusiva de sustancias estupefacientes ............................................. 33
3.4. Elemento normativo en el delito de tráfico ilícito de estupefacientes: la falta de competente
autorización. ................................................................................................................................. 37
*
Este trabajo es un resultado del proyecto FONDECYT 1970611-97, dirigido por el Prf. Sergio
Politoff L.,. y sistematiza y amplía los aportes contenidos en los artículos publicados
conjuntamente por Sergio POLITOFF y Jean Pierre MATUS bajo el título “Tratamiento penal
del tráfico ilícito de estupefacientes”, Santiago 1998. Los artículos mencionados son:
POLITOFF/MATUS: Objeto jurídico y objeto material en los delitos de tráfico ilícito de
estupefacientes; Sergio POLITOFF: El agente encubierto y el informante infiltrado en el marco
de la ley Nº 19.366, sobre tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas; Sergio
POLITOFF: La conspiración para cometer delitos previstos en la ley sobre tráfico de
estupefacientes; y Jean Pierre MATUS A.: El tráfico ilícito de estupefacientes en sentido
amplio, como figura básica en los delitos de la ley Nº 19.366. La jurisprudencia que se cita fue
recopilada como memoria de prueba dentro del marco del Proyecto de Investigación por
Patricio ARAVENA, la que se encuentra publicada íntegramente en el libro citado, pp. 167ss,
bajo el título Tratamiento jurisprudencial del tráfico ilícito de estupefacientes.
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Abogado P.U.C. de Chile, Dr. y Mg. en Derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona.
Profesor Asistente de Derecho Penal en la Universidad de Talca.
2
1. INTRODUCCIÓN
1
Sobre este concepto, v. MATUS (1998:136).
2
“Artículo” y “Artículos” sin otra indicación, pertenecen a la ley 19.366.
3
Aparte de las figuras que en este artículo se estudiarán, la ley 19.366 contempla otra gran
cantidad de ilícitos penales que se irán estudiando en los apartados pertinentes, como la
facilitación de bienes del artículo 9º que se entiende aquí una especial forma de participación.
Sin embargo, no trataremos en esta oportunidad, por no referirse directamente al tráfico ilícito
de estupefacientes, las siguientes figuras penales también establecidas en la ley 19.366: a)
delitos y delitos-falta referidos principalmente al consumo personal: i) el consumo
personal en lugares públicos (artículo 41º, inc.1º), ii) el consumo personal previo concierto
(artículo 41º, inc. 4º), iii) la tenencia para el consumo en lugares públicos (artículo 41º, inc. 3º),
iv) el consumo o porte por gente de mar (artículo 11º, inc.1º), v) el consumo o porte por
personal de Gendarmería e Investigaciones (artículo 11 inc. 2), y vi) el consumo o porte por
militares (artículo 52); b) infracciones referidas principalmente a delitos cometidos por
funcionarios públicos en la persecución de los delitos de la ley: i) la omisión del
funcionario público de denunciar delitos de la ley (artículo 21º, inc.1º), ii) la destrucción de
pruebas por parte de un funcionario público (artículo 21º, inc. 2º), iii) el abuso de poder en la
intercepción de comunicaciones (artículo 31 inc. final), y iv) la violación del secreto del sumario
(artículo 34º, inc. final); y c) otras figuras penales: i) suministrar hidrocarburos solventes a
menores (artículo 10°), y ii) desempeñar sus funciones el personal aeronáutico bajo la
influencia del alcohol o las drogas (artículo 53°).
4
2.1. Definición
La propia ley 19.366 señala en sus artículos 1º y 55º, que estos delitos afectan al
bien jurídico salud pública, en la medida que las sustancias objeto material de los
mismos lo hacen, y también a esta clase de delitos deben entenderse referidas las
conductas punibles, a efectos de la aplicación extraterritorial de la ley chilena. Sin
4
discusiones, nuestra jurisprudencia sostiene un predicamento similar . Así se
sostiene también en POLITOFF/MATUS (1998:14), donde se afirma que el
principal bien jurídico protegido por esta disposición parece ser la salud pública,
“es decir, la salud física y mental de aquel sector de la colectividad que pueda
verse afectado por el efecto nocivo de las sustancias prohibidas”, a lo que debe
agregarse el peligro que este delito supone para la libertad de los individuos
afectados, “de resultas de la eventual dependencia física o síquica a que el
consumo frecuente de las mismas puede conducir, con las derivaciones negativas
de marginación social que lleva consigo la drogadicción”. La medida del peligro
para estos bienes jurídicos se encuentra en la posibilidad de la difusión
incontrolable de las sustancias prohibidas, en la medida que de ese modo dichas
sustancias son puestas ilícitamente a disposición de los consumidores finales. La
determinación de este riesgo, es compatible, por una parte, con el carácter de
5
delito de peligro que se le atribuye a esta figura penal , pues no se refiere a
intereses individuales determinados -como la propiedad o la salud e integridad
personal-; y por la otra, con la prohibición constitucional de establecer
presunciones de derecho en materia penal (artículo 19 nº3 Constitución Política de
la República), pues niega el carácter de praesumptio juris et de jure de los delitos
6
de peligro abstracto .
En consecuencia, y aquí radica la mayor importancia de la determinación del bien
jurídico en este plano dogmático, aquellas conductas que, por las caracterísitcas
del caso particular, con seguridad, según el saber de la experiencia humana, no
pueden poner en peligro la salud pública o la libertad de los potenciales
consumidores de las sustancias prohibidas, o lo hacen de un modo altamente
4
SC Suprema de 5.6.1984, en RDJ 84:72; SC Suprema 10.12.1985, en RDJ 85:264.
5
Calificados así por la jurisprudencia, como puede verse en las SC Suprema de 25.11.76; en
RDJ 76:239; SC Suprema de 18.5.77, en FM 222:104; SCA Pedro Aguirre Cerda de 27.10.86,
en RDJ 86:253; y en SC Suprema de 24.10.89, en RDJ 89:103.
6
Al respecto, v. POLITOFF/MATUS (1997:17ss)
5
9
En este sentido, ARAVENA (1998:186), y el voto disidente de GARRIDO MONTT citado por el
mismo ARAVENA (1998:nota 59).
10
MATUS (1998:139)
11
Ibíd. Vid. en el mismo lugar, además, la nota al pie nº 20.
7
3. TIPICIDAD
12
SC Suprema 17.5.93, en FM 414:287; SC Suprema 3.11.1988, en FM 360:785; y SC Suprema
25.11.76, en RDJ 76:239.
13
Sobre el concepto, delimitación, y efectos de estas sustancias, vid. POLITOFF/MATUS
(1998:19ss).
8
14
S Corte Suprema de 13.9.95, en GJ 183:100.
15
POLITOFF/MATUS (1998:45ss.)
9
cantidad permitiría alejarse hacia arriba de esa atenuación máxima, siempre que
16
se mantuviese la pena dentro del marco penal atenuado a que faculta la ley .
“2.- Si sólo se trafica con sustancias que provocan graves efectos tóxicos, el
Tribunal debiera tener en cuenta la cantidad traficada para determinar la pena.
Una pequeña cantidad, en atención a su capacidad de difusión incontrolada,
debiera conducir siempre a liquidar la pena partiendo del grado mínimo del marco
penal establecido; mientras una gran cantidad, que ponga en riesgo un mayor
número de personas en atención a su capacidad de difusión incontrolada,
justificaría en algunos casos la aplicación de una pena más cercana al grado
máximo previsto en la ley;
“3.- En caso de tratarse de mezclas entre sustancias que producen graves efectos
tóxicos y aquéllas que no la produce, por ejemplo, si alguien trafica al mismo
tiempo con hojas de coca y con clorhidrato de cocaína, o produce un químico que
contenga agentes listados en los artículos 1 y 2 del DS 565/1995, la presencia de
las sustancias que producen graves efectos tóxicos impedirá la aplicación de la
atenuación facultativa, y el Tribunal debería aplicar la pena del inc. 1 del art 1. Sin
embargo, todavía podría el Tribunal, en la concreta determinación de la pena,
estimar la proporción y la cantidad de substancias traficadas capaces de provocar
graves efectos tóxicos o daños considerables a la salud pública, en relación a las
también traficadas, pero que no producen esos efectos. Así, una escasa
proporción de las llamadas “drogas duras” permitirá justificar una pena que se
acerque lo más posible al mínimo legalmente permitido, mientras no se trate de
una cantidad importante de esas “drogas duras”, pues en este último caso se
justificaría una pena más alejada de ese mínimo, aunque la proporción respecto
17
de las “drogas blandas” traficadas siga siendo escasa ; y
“4. En los casos del resto de los delitos relativos al “ciclo de la droga”, y cuyo
marco penal no permite la atenuación facultativa del artículo 1 y del artículo 5,
sería posible aplicar los mismos principios recién expuestos, dentro del marco
penal establecido para cada caso. Así, por ejemplo, tratándose de abandono
negligente de materias primas, sancionado en el artículo 4º de la ley 19.366, las
consideraciones acerca de la cantidad y la calidad de la especie vegetal que se
abandona negligentemente, podrían recaer en la cuantificación de la multa
aplicable, que oscila entre las veinte y las doscientas UTM; mientras que en lo que
respecta a la disposición que castiga el cultivo de especies vegetales productoras
de las substancias cuyo tráfico ilícito se persigue (artículo 2º Ley 19.366), la rebaja
16
Conforme señala nuestra jurisprudencia, la rebaja de dos grados se efectúa a partir del mínimo
asignado por la ley al ilícito, con lo cual la sanción a imponer es sólo la de presidio menor en su
grado medio (SC Suprema 17.7.96, en GJ 193:96), pena divisible de un solo grado sobre la
que deben entrar a jugar las eventuales agravantes que concurran (SC Suprema de 7.9.94, en
RDJ 94:111).
17
No obstante, la jurisprudencia se ha inclinado en estos casos por considerar bien un concurso
real o uno ideal, con argumentos no del todo convincentes y por lo demás contradictorios,
como puede verse en la SC Suprema de 14.10.92, en RDJ 92:226, y en la SC Suprema de
25.3.92, en RDJ 92:93, respectivamente.
10
18
SC La Serena (1945), en RCP IX, p. 70, citada por ETCHEBRRY (1987 III:225).
12
19
MATUS (1998:130). La distinción entre el peligro para una persona determinada frente al que
se genera ante indeterminados sujetos es de QUINTANO RIPOLLÉS (1967:267).
20
Otra cosa es que la prueba de la inducción, promoción o facilitación del consumo pueda, en
determinados casos, depender de la determinación de los consumidores potenciales a que
dicho acto iba dirigido. Sin embargo, dicha determinación es totalmente innecesaria en la
mayor parte de los casos, y sobre todo, como se explicará arriba en el texto, cuando estamos,
por ejemplo, ante actos de corretaje de estupefacientes entre distribuidores ilegales de los
mismos, o de compra y venta mayorista de ellos, etc.. No obstante, la determinación del sujeto
cuyo consumo se ha inducido, promovido o facilitado, es relevante en la ley, pero no para
establecer el tipo legal, sino, para la aplicación de la agravante especial del artículo 23.6.
14
26
He excluído de esta lista los delitos mencionados en el artículo 3.1.a)iv) y 3.1.c).ii); en el
artículo 3.1.a).v); en el artículo 3.1.b); y en el artículo 3.1.c) i), iii) y iv). Los del artículo 3.1.a)iv)
y 3.1.c).ii), por cuanto se refieren a actos preparatorios especialmente punibles, el llamado
“tráfico de precursores”, que son en sí mismos equívocos y por lo general objetivamente lícitos,
y cuya ilicitud deriva no de su naturaleza, sino de su destino: el tráfico. Los del artículo 3.1. b),
por cuanto se refieren a lo que se ha venido en llamar el “lavado de dinero”, conducta que por
su especial naturaleza posterior al tráfico ilícito propiamente tal, merece un tratamiento
diferenciado. Y los del artículo 3.1.c).i), iii) y iv), por cuanto el primero de ellos castiga una
forma de “aprovechamiento personal” de los efectos del delito; el de la letra iii), una especie de
“apología del tráfico” -instigaro o inducir públicamente a éste-; y el de la letra iv), la
participacipación delictiva en todas sus formas posibles, la tentativa y otros actos preparatorios,
tales como la asociación ilícita y la confabulación para cometer los delitos de tráfico.
27
El hecho también podría considerarse como autoría mediata si se acepta la doctrina que la
afirma en caso de existir instrumento doloso, como afirma MIR (1996:???).
28
CURY (1992 II:238).
16
tales sustancias, y eso es precisamente lo que hace quien, aún sin tomar
participación directa en la actividad de tráfico propiamente tal, como sería el caso
de quien “invierte” en esa activiad ilícita, financiando a sus operadores y
esperando a cambio una utilidad en relación al capital invertido, utilidad que sólo
puede provenir, directa o indirectamente, del gasto que en las sustancias ilícitas
realizan los consumidores finales. Pero como ya dijimos, aquí no es necesario,
como en los casos de delitos de lesión, que esta inducción lleve necesariamente al
consumo a que se refiere, pues sólo es necesario acreditar el peligro de que tal
consumo masivo llegue a realizarse, inducido por la conducta del autor.
La oferta, es, según la Academia, “la promesa que se hace de dar, cumplir o
ejecutar una cosa”, y la oferta de venta, es la que se hace específicamente para
ello. La oferta es un acto unilateral formal, y por tanto, para su consumación no
requiere el consentimiento de otra persona ni el efectivo cumplimiento de lo
prometido.
Distribución es, según el Diccionario, no sólo la acción y efecto de distribuir
-“dividir una cosa entre varios, designando lo que a cada uno corresponde, según
voluntad, conveniencia, regla o derecho”-, sino también, en su acepción comercial,
el “reparto de un producto a los locales en que debe comercializarse”. Es por ello
que, como señalan SAAVEDRA/DEL OLMO (1991:26), “es evidente que en
relación con la materia que nos interesa, la distribución es la acción realizada por
una persona o un grupo de personas con el fin de hacer llegar al
narcodependiente o al consumidor en general la cantidad de droga que necesita
para su consumo”. Esta es la actividad que principalmente realizan los dirigentes
de las organizaciones criminales surgidas de esta actividad, tendiente a establecer
zonas y lugares de comercialización de su producto.
Corretaje es, según al Real Academia, “la diligencia y trabajo que pone el
corredor en los ajustes y ventas”, concepto que necesariamente nos lleva al de
corredor, quien es, en términos mercantiles, “quien asiste a los mercaderes para
29
despacharles sus géneros, solicitando personas que los compran” . Naturalmente,
todas las referencias que en estas definiciones se hacen a actividades lícitas
deben dejarse de lado para rescatar de ellas la idea principal de la conducta que
se trata: se castiga a un tercero que hace las veces de intermediario entre el
productor y el distribuidor, entre el distribuidor y el vendedor, entre el vendedor y el
consumidor final, etc.. Esta actividad puede ser a título oneroso o gratuito, sobre
todo en los casos que se esperan compensaciones no estrictamente dinerarias o
no inmediatas para la labor realizada. La intermediación como forma de promover
o facilitar el consumo ya ha sido reconocida por la jurisprudencia y la doctrina
española, entendiéndola una forma de “cooperación necesaria”, reconducible a
30
nuestro artículo 15 Nº 3 Código penal , y también por un reciente fallo de la I.
Corte de Apelaciones de Talca, en que se estimó no ya cooperador necesario al
29
El concepto legal, contemplado en el artículo 48 del Código de Comercio, que define al
corredor como el “oficial público instituido por la ley para dispensar su mediación asalariada a
los comerciantes y facilitarles la conclusión de sus contratos”, es totalmente inadecuado a la
especie.
30
ROMERAL/GARCÍA (1993:45).
17
“En resumen, la donación, en principio conducta atípica -sin duda alguna cuando se trate de
consumo compartido entre personas mayores de edad, o cuando todos los consumidores
sean menores de 18 años-, sólo devendrá punible, a la vistas del nuevo contenido del artículo
344, cuando se efectúe como técnica de marketing -supuesto en el que es de apreciar la
concurrencia de un fin de lucro si no inmediato, sí mediato, y por tanto, encajable dentro de la
escueta expresión “tráfico” del párrafo 1º-, o cuando concurran las circunstancias recogidas
en en párrafo 2º, siendo incluible entonces dentro de la difusión [difusión entre menores de
18 años, en centros docentes, unidades militares o establecimientos penitenciarios, cuando el
culpable perteneciere a una organización que tuviere como finalidad difundir la droga, así
36
como cuando la cantidad fuera de notoria importancia]” .
Finalmente, no está demás destacar que esta figura comprende también los actos
de tráfico cuyo objeto son las especies vegetales productoras de las
sustancias prohibidas, así como de sus semillas, en la medida que unas y otras
no posean agentes activos que las hagan acreedoras del calificativo de materias
primas. Ello por cuanto, en lo que atañe al bien jurídico protegido, no parece muy
discutible que dichos actos se encuentran encaminados a facilitar o favorecer la
puesta a disposición de los consumidores finales el producto de dichas especies.
Y por lo que respecta a la simple sistemática de la ley, la impunidad de esas
conductas llevaría al absurdo de que mientras se castiga al cultivador de las
especies vegetales que se trata, no sería punible la conducta de la compra en
verde para su posterior tráfico, o la de quien las compra para llevarlas a otro, el
que, en el mismo país o en otro diferente, continuará con su cultivo hasta el
momento de su procesamiento.
Se excluyen del ámbito de tipicidad de este delito, aquellas conductas que no
realizan el peligro que la ley pretende prevenir, esto no es, que no pueden
considerarse destinadas a la inducción, promoción o facilitación del consumo de
estupefacientes prohibidos.
Así, como ya se dijo, no cometerá el delito quien por “mera pasividad o descuido
en los deberes de padres o guardadores” no evita el consumo por parte de
quienes están a su cuidado, excluyéndose, por tanto, la comisón omisiva de estos
delitos; quien acerca al consumidor el frasco o paquete de droga, o un sillón para
ingerirla o inhalarla más cómodamente; ni tampaco la mera conversación, las
“palabras, consejos o proposiciones” sobre los supuestos efectos benéficos de las
sustancias prohibidas, o sobre los lugares donde conseguirla, o aún la preparación
de un viaje destinado a ese efecto.
36
No obstante, existían en esa época opiniones más radicales contrarias a la punición de la
donación, como las de MUÑOZ CONDE y MARTÍNEZ BURGOS, citadas por el propio PRIETO
(1986:211); y también más radicales en favor de su castigo penal, como la de REY
(1987:44ss). Posterior a la reforma de 1988, la expresión de otro modo relacionada con el
favorecimiento o promoción del consumo ilegal terminó con la polémica, aceptándose casi sin
discusión que la donación es una forma de promoción o favorecimiento del cosumo, salvo que
se trate de donación entre consumidores finales, como puede verse en el propio MUÑOZ
CONDE (1995:525), ROMERAL/GARCÍA (1993:34), REY (1990:142).
19
El artículo 5º, inc. 1º de la ley 19.366 castiga con las penas de su artículo 1º “a los
que trafiquen, a cualquier título, con las substancias a que se refiere dicho artículo
o con las materias primas que sirvan para obtenerlas”.
Al igual que la figura básica, el tráfico ilícito de estupefacientes en sentido estricto,
es un delito de emprendimiento, consistente en la participación indeterminada en
una actividad criminal iniciada o no por el autor. Así lo ha entendido también
nuestra Corte Suprema, al declarar en sentencia de 23.5.95 (RDJ 95:62), que “lo
castigado es el tráfico de drogas en tanto conducta habitual de un sujeto en orden
a la compra, venta e intermediación de ella, sin una referencia necesaria a la
situación en que se encuentra específicamente la droga con que el sujeto sea
sorprendido; en otras palabras, se castiga el tráfico de drogas y no exclusivamente
el tráfico de solo aquella droga con la que sea efectivamente descubierto o
aprehendido un sujeto”. En el mismo sentido, la SC Suprema de 12.7.95 (FM
439:666) estableció que “la droga con que específicamente se detuvo a la
procesada...ha de considerarse como manifestación puntual de la habitual
comercialización ilícita de dichas sustancias”.
Como puede verse con claridad en relación a lo antes expuesto, el tráfico ilícito de
estupefacientes, en sentido estricto, representa la forma por antonomasia de
inducción, favorecimiento o facilitación del uso o consumo de dichas sustancias, y
es por ello una figura especial de ese delito y no constituye un delicta sui generis.
Dos particularidades ofrece esta figura de tráfico ilícito de estupefacientes, en
sentido estricto, respecto de la figura básica: en primer lugar, que se refiere
solamente a la actividad de tráfico en sentido estricto; y en segundo término, que
dicha actividad no es necesaria probarla como tal, sino que puede probarse
acreditando alguna de las conductas que la ley señala como “presunciones de
tráfico” en el inc. 2º del artículo 5º.
Por traficar, entiende el Diccionario “comerciar, negociar con el dinero y las
mercancías”, y ese es el significado que alguna jurisprudencia le otorga, como la
SC Valparaíso de 28.1.94 (GJ 163:89).
Sin embargo, la interpretación que a esta expresión le ha dado nuestra
jurisprudencia es en muchos casos más amplia que la transcrita, basándose en el
alcance que se le atribuye a la expresión “a cualquier título”, que le sucede en la
disposición legal en estudio, incluyendo en ellas actos de donación - SC Santiago
29.9.87 (RDJ 87:160) -, y sobre todo, excluyendo la necesidad de acreditar un
elemento subjetivo especial, como sería el ánimo de lucro -SC San Miguel 13.6.95
(RDJ 95:147) -.
No obstante esta tendencia jurisprudencial, cabe destacar que la donación, en
tanto liberalidad pura y simple, ya se encuentra incorporada en la figura básica de
tráfico en sentido amplio, esto es, en el inducir, promover o facilitar el consumo,
como se dijo Supra 3.3.1. Como en ambos casos la pena es idéntica, la discusión
sobre su calificación puede resultar meramente teórica, pues en todo caso, la
donación de estupefacientes, en la medida que con ello se induce, promueve o
facilita su conumo, es una forma de tráfico de estupefacientes punible, tanto si se
20
37
SC Santiago 27.9.94 (RDJ 94:120). En el mismo sentido, SC Suprema 8.5.91 (GJ 131:74); SC
San Miguel 28.04.97 (GJ 202:148) y SC Valparaíso 28.1.94 (GJ 163:89).
38
En este sentido, REY (1990:49)
21
Sin embargo, esta tesis debe descartarse por dos motivos: primero, porque olvida
que el legislador no está configurando delitos particulares en el inciso segundo del
artículo 5º de la ley, sino sólo señalando modalidades de comisión de un único
delito, el tráfico ilícito de estupefacientes. Y segundo, porque aunque acierta en
suponer que buena parte de los actos de tráfico al menudeo suponen el porte o la
posesión de las sustancias que se trata -sobre todo en el caso de la transferencia
y el suministro-, olvida que ello no es necesariamente así en todos los casos, ni
tampoco en relación a todos los intervinientes, respecto a los cuales, de no
extenderse la punición del tráfico más allá de la mera posesión, no habría forma
de perseguirlos criminalmente. Ello, sobre todo, si se piensa que aquí se trata de
un delito que suele cometerse internacionalmente, donde existen muchas
39
SC Suprema de 8.5.91, en GJ 131:74, donde se afirma que el inciso segundo del artículo 5º
“establece una presunción legal correspondiendo la carga procesal de desvirtuarla, a quien
afirme que no se encuentra en esa hipótesis”.
40
Oo. PASTÉN (1996:39), para quien no estaríamos ante presunciones de tráfico, sino
simplemente con el hecho de que “el legislador no tuvo más intención que la de clarificar el
concepto de “tráfico” brindando con ello una importante ayuda a los jueces y demás
encargados de la aplicación de la ley”, conceptos que en atención a lo antes expuestos deben
rechazarse.
41
La crítica es similar a la que dirigiera a la redacción del artículo 344 Código penal español de
1944 BACIGALUPO (1991:137), quien señala: “Todo tipo penal, cuya realización está
amenazada con la misma pena que el tipo de menor número de elementos, es, en la práctica,
un tipo superfluo y una muestra de mala técnica legislativa: si al legislador le alcanza con la
realización del tipo más sencillo y de menos elementos para justificar la pena, no se entiende
qué razón puede haber tenido para crear otro tipo con mayores exigencias sin modificar el
marco penal”.
22
42
KÖRNER (1994:§29/778ss). Una opinión similar, en relación a la jurisprudencia española,
puede verse en BACIGALUPO (1991:137).
43
Cfr. KÖRNER (1994:§29/781).
44
La clasificación proviene de la propia Convención de Viena de 1988, que en su artículo 3.1.a),
diferencia entre los actos de tráfico propiamente tales, producción, fabricación, extracción,
oferta, oferta de venta, distribución, venta, entrega, corretaje, envío, envío en tránsito,
transporte, importación y exportación -mencionados en su letra i)-, y “la posesión o la
adquisición de cualquier estupefaciente o sustancia sicotrópica con objeto de realizar
cualquiera de las actividades enumeradas en el precedente apartado i)” -como señala en su
letra iii)-. Una clasificación diferente puede verse en HERNÁNDEZ (1992:264), quien distingue
dos grupos de presunciones: las que “responden a la idea de traficar, como es el caso de las
acciones de exportar, transferir o suministrar drogas ilegales”; y las que “no responden a esa
idea, como es el caso de la importación, la adquisición, la sustracción, el transporte, la
posesión, la guarda o el porte”
23
45
Según la RAE, posesión es el “acto de poseer o tener o una cosa corporal con ánimo de
conservarla para sí o para otro”.
46
Cfr. ETCHEBERRY (1997 III:296); LABATUT/ZANTENO7ma (1996:196).
47
Cfr. REY (1987:25).
48
SSTS 26.5.87, 18.4.89 y 5.11.90, cit. por ROMERAL/GARCÍA (1993:51ss), quienes comparten
esta posición.
49
Asimilando también la permuta a la venta Cfr. REY (1987:38s) y PRIETO (1986:204).
50
Para el caso que de la compra o permuta no se siga la posesión de las cosas, por no haberse
adquirido, esto es, por no tener sobre ellas poder de disposición el comprador, la solución
técnica es la planteada por REY (1987:40s), para quien, aunque el vendedor ha perfeccionado
su propio delito de tráfico -por la oferta de venta, que supondría tenencia-, el comprador, en
tanto no entra en la posesión material de las sustancias que se tratan, se encuentra en una
situación de tentativa de delito, delito que sólo se consumaría al entrar en la posesión material
de ellas. A la misma solución llegan la STS 4.2.1985 y ROMERAL/GARCÍA (1993:40s). Sin
embargo, por expresa disposición del artículo 24 de la ley 19.366, aún en este caso la pena
aplicable es la del delito consumado.
51
Según el Diccionario, adquirir tiene cuatro sentidos: “1.Ganar, conseguir con el propio trabajo o
industria.//2. Comprar.//3. Coger, lograr, conseguir.//4.Der. Hacer propio un derecho o cosa que
a nadie pertenece, o se transmite a título lucrativo u oneroso, o por prescripción”. Pero como
señala acertadamente DÁVILA (1993:92), debe rechazarse para la interpretación de esta figura
el significado forense que a la voz en comento otorga el Diccionario. Sin embargo, en contra
de lo que sostiene ese autor, tampoco resultan aplicables directamente a la materia las otras
tres acepciones que allí figuran, significando la expresión sólo la posibilidad de acreditar la
24
posesión de estupefacientes por medio del acto a través del cual se entró en ellas, sin
necesidad de incautarle la droga al procesado, esto es, sin necesidad de acreditar tenencia
material.
52
A pesar de que a ella parecen reducir la posesión los artículos 2 o) de los D.S. (Salud) 404 y
405/1984, donde se define “posesión” de estupefacientes y psicotrópicos, respectivamente,
como “tenencia de las substancias incluidas en este reglamento, para uso personal o lícito” , y
alguna doctrina nacional [DÁVILA (1993:61) y HERNÁNDEZ (1992:207ss; 264)], influída por
esas disposiciones y por las discusiones de la dogmática española, cuyo texto legal hasta
1983, hablaba precisamente de “tenencia” y no de posesión [Cfr., por todos, PRIETO
(1986:221ss)].
53
DÁVILA (1993:95).
54
SSCS 6.9.95 (FM 444:1699) y 28.6.94 (FM 427:375). Sin embargo, en un fallo anterior, SCS
18.8.92 (RDJ 92:113), se sostuvo que no bastaba acreditar el hecho de guardar
estupefacientes para configurar el delito de tráfico, si no se probaba, además, la preordenación
a ese fin, castigando a quien guardaba a título de encubridor (en el mismo sentido, pero
atribuyendo la calidad de cómplice al guardador, SC Valparaíso 28.1.94, en GJ 163:89).
55
En este sentido, DÁVILA (1993:95) califica el porte como “acarreo de substancias”.
25
que muchas veces no reciben a cambio de sus servicios sino cantidades fijas,
independientes de la venta posterior de las sustancias que se tratan, los llamados
“burreros”.
Pero también alcanza esta modalidad al distribuidor local que lleva consigo las
sustancias prohibidas que, tarde o temprano, pondrá a disposición de los
consumidores finales. En este caso, basta acreditar el porte para configurar el
delito, sin entrar a determinar si sobre las sutancias que se tratan tenía o no el
agente un ánimo de señor y dueño.
Sin embargo, la distinción entre el poseedor que porta consigo sus propias
sustancias estupefacientes y el mero tenedor, que porta consigo sustancias de
otros, aunque no influye a la hora de calificar el delito, ha de tener importancia a la
hora de la concreta determinación de la pena, conforme dispone el artículo 69 del
Código penal, en atención a la menor extensión del mal -el peligro de difusión
incontrolada de las sustancias estupefacientes- que representa la conducta de un
simple portador en relación con la de quien tiene el poder de disposición sobre
56
tales sustancias .
De todas las acepciones que ofrece el Diccionario para la voz transferir, la más
ajustada al sentido del texto legal es la cuarta, que entiende por tal “ceder o
57
renunciar en otro el derecho, dominio o atribución que se tiene sobre la cosa” ,
concepto que a estos efectos no difiere mucho del de suministrar, “proveer a uno
de algo que necesita”, sino sólo en el punto de vista de la definición.
Como señala HERNÁNDEZ (1994:264), bien podría haberse ahorrado el
legislador incorporar estas presunciones de tráfico entre las del artículo 5º inc. 2º,
pues ambas suponen la entrega de las sustancias que se tratan -proveer de ellas-,
de su tenencia, o al menos la renuncia al poder de disposición sobre las mismas, a
su posesión, en favor de otro. También resultarían superfluas tales presunciones
si atendiésemos al sentido estricto del delito de tráfico ilícito de estupefacientes,
pues la transferencia y el suministro de los mismos, su venta en definitiva, son los
actos que lo constituyen por antonomasia, al excluir, en principio, el destino a un
consumo personal y próximo en el tiempo de las sustancias transferidas o
58
suministradas .
56
Ilustrativa al respecto resulta la jurisprudencia española -STS de 30.1.89- que declara: “la
tenencia [porte] y el transporte de sustancias tóxicas, estupefacientes y psicotrópicos,
mediante los cuales se promueve, facilita o favorece el consumo de tan nocivos productos son
actos auxiliares del tráfico propiamente dicho”. En el mismo sentido, STS 25.1.86, ambas cit.
por ROMERAL/GARCÍA (1993:39)
57
Las otras acepciones son : “1. Pasar o llevar una cosa desde un lugar a otro.//2. Diferir.//3.
Extender o trasladar el significado de una voz a un sentido figurado.//5. Remitir fondos
bancarios de una cuenta a otra (las otras dos acepciones se refieren a conceptos propios de la
esgrima)”.
58
Diferente situación es la que regulan los artículos 2 m) de los D.S. (Salud) 404 y 405/1984, que
entienden por “transferencia a cualquier título” el “traspaso de dominio, mediante documento
26
escrito que así lo deje establecido, que efectúa el distribuidor a los establecimientos
autorizados para su expendio o uso”.
59
De todas maneras, como señala ARAVENA (1998:194 nota al pie Nº 72), no debe descartarse
que en el fallo en comento, “pudo haber influido -aunque no se explicite- el hecho de que
intervino un agente encubierto”.
60
Oo. en DÁVILA (1993:92), para quien la única diferencia entre el transporte lícito definido en los
D.S. citados y el punible, es la existencia o no de la “competente autorización”. Sin embargo,
no corresponde en este punto admitir la definción que de transporte ofrecen los artículos 2 l) de
los D.S. (Salud) 404 y 405/1984, que restringen el “transporte” a la traslación de las sustancias
27
prohibidas “dentro del territorio nacional” y “con la debida autorización sanitaria”, por dos
razones. En primer lugar, porque el transporte es la forma material de realizar una exportación
o importación, y ello requiere traslado desde o hacia otro Estado y no necesariamente, traslado
“dentro del territorio nacional”. Y en segundo término, porque la “debida autorización” no es
parte de la conducta que se trata, sino un elemento normativo del tipo que atiende a la
justificación de la conducta, pero no a su materialidad, y que analizaremos más adelante, infra
3.4.
61
Así, particularmente, el artículo 1 m) de la Convención Única de Estupefacientes de 1961
define los términos antes transcritos, del siguiente modo: “Por “importación” y “exportación” se
entiende, en sus respectivos sentidos, el transporte material de estupefacientes de un Estado a
otro”. Cfr., también al respecto, artículo 3.1 a) i) Convención de Viena de 1988; y artículo
36.1.a) Convención Única de Estupefacientes de 1961. En consecuencia, deben descartarse
en la interpretación de esta disposición las definiciones que de importación y exportación se
contienen en al artículo 18 de la Ordenanza de Aduanas (D.F.L. 30/1983 Hacianda), por cuanto
éstas se refieren sólo a las importaciones legales, a las que sin duda no hace referencia la
disposición en estudio. En efecto, según el Artículo 18 de la Ordenanza de Aduanas (D.F.L.
30/1983 Hacienda), importar es “la introducción legal de mercaderías extranjeras para su uso o
consumo en el país”; y exportar el “envío legal de mercaderías nacionales o nacionalizadas
para su uso o consumo en el exterior”. Por lo tanto, tratándose de especies de comercio
prohibido o restringido, su importación o exportación, en el sentido aduanero, será legal, esto
es, se habrá efectuado con la competente autorización, o no será importación o exportación.
Definiciones más ajustadas a la materia se encuentran en los artículos 2 d) de los Reglamentos
de Estupefacientes y Psicotrópicos, D.S. (Salud) 404/1984 y 405/1984, respectivamente, que
definen “importación y exportación” en los siguientes términos: “transporte material, sea de
ingreso o de salida, respectivamente del territorio nacional, de una droga, preparado o producto
estupefaciente o psicotrópico”, aunque como señala DÁVILA (1993:89), estas definiciones
“suponen las competentes autorizaciones” y “no tienen más relación con esta norma que el ser
las figuras opuestas. vale decir, ...las conductas legales o lícitas”.
62
El envío, y el envío en tránsito, son las actividades que realiza el que, según el artículo 167
del Código de Comercio correpondería al cargador, remitente o consignante en un contrato de
trasporte lícito, es decir, quien por cuenta propia o ajena encarga la conducción. Según la
Academia, enviar es “hacer que una cosa se dirija o sea llevada a alguna parte”, lo también
incluye el transporte propiamente tal. Sin embargo, en atención a que el transporte como tal es
también una de las formas de tráfico ilícito en sentido estricto, ella se analizará cuando
tratemos esa figura típica especial. El envío en tránsito no es más que una forma especial de
envío, conocida vulgarmente como reenvío, y en la cual el consignante recibe una mercadería
determinada para remitirla a otro lugar diferente del de su despacho original. Especial
importancia tienen estas figuras cuando el transportista desconoce que sirve de tal -y por tanto
no es culpable del delito de tráfico-, pues se la hace creer que el producto consignado es un
cargamento de flores, maderas, etc., dentro del cual se oculta la sustancia prohibida. En estos
casos, aunque el trasporte resulta en definitiva impune, bien se puede castigar a quien envía la
sustancia, al que, materialmente, resulta ser el consignante de la mercadería prohibida.
28
416:485), o incluso cuando el envío se realiza por vía postal -pública o privada-, o
63
por cualquier otro sistema a un lugar diferente . En ambos casos, el trasporte, la
importación y la exportación no son más que formas de ejercer la posesión de las
sustancias que se tratan.
Por tanto, lo que la ley ha querido dejar en claro al incorporar expresamente las
modalidades en estudio como conductas constitutivas de tráfico, es señalar que
también participan de modo inmediato y directo en dicho tráfico, y por tanto son
autores del mismo, quienes realizan los actos constitutivos de transporte,
importación, y exportación de dichas sustancias, aunque no tengan la posesión ni
la tenencia materal de ellas.
Así, por ejemplo, el agente de aduanas que tramita una importación o exportación
de tales sustancias a nombre de otro, importa o exporta materialmente las
mismas, y responde por sus actos como autor del delito que se trata. Lo mismo
sucede con el empresario de transportes que contrata un envío de tales
sustancias, pues anque nunca tenga materialmente las cosas, y el porte lo realice
un empleado, dicho empresario es el transportista a los efectos de esta ley.
En todo caso, tomando en cuenta que, como señala la jurisprudencia española, “la
tenencia y el transporte de sustancias tóxicas, estupefacientes y psicotrópicos,
mediante los cuales se promueve, facilita o favorece el consumo de tan nocivos
64
productos son actos auxiliares del tráfico propiamente dicho” , sería posible
distinguir la penalidad del tercero auxiliar de la de quien tiene el poder de
disposición sobre las sustancias traficadas en el momento de la concreta
determinación de la pena, en virtud de lo dispuesto en el artículo 69 del Código
penal.
66
Según se expresó en el Senado, “este artículo es una disposición nueva, que se explica por la
necesidad de que quienes cuenten con la autorización del Servicio Agrícola y Ganadero y
defrauden esa confianza, desviando las plantaciones al tráfico ilícito, reciban una sanción más
grave” [VERDUGO/BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:19)].
30
beneficiar al autor, tampoco parace del todo acertado que lo perjudique al punto
67
de transformar en un grave crimen lo que para terceros sería un simple delito .
Se trata, además, de un delito especial impropio, por cuanto los terceros que
participan en la comisión del delito con el autor no se castigan por este título, sino
por el de tráfico correspondiente, ya que sobre ellos no pesa el deber de cumplir
con los términos de la autorización concedida al agricultor que desvía sus cultivos.
Naturalmente, el empleado o el tercero que desvía las especies vegetales que se
tratan sin el consentimiento de quien se encuentra autorizado a cultivar, no
cometen este delito sino el de tráfico que corresponda, pues la autorización a ellos
no los vincula.
Sin embargo, a pesar de la especial preocupación demostrada por el legislador,
esta disposición no alcanza a quien, contando con la competente autorización
para cultivar una cantidad determinada de especies vegetales, cumple con el
mandato de la autorización, pero abusa del respaldo legal para cultivar otras
especies o una mayor cantidad de la autorizada. En tales situaciones lo desviado
no serán las especies vegetales sino el sentido de la autorización, y la conducta se
enmarca en la figura especial de cultivo ilícito de especies vegetales productoras
de estupefacientes, contemplado en el artículo 2º de la Ley 19.366. Se produce de
este modo una paradoja en el marco penal aplicable, pues aquí vale la obligatoria
rebaja de dicho artículo frente a la pena del tráfico -igual a la del desvío-, a pesar
de que el abuso sobre la autorización existe en ambos casos. Naturalmente, en
estos casos no será de recibo la atenuación facultativa que el mentado artículo 2º
contempla, ya que las circunstancias del hecho, el abuso de la autorización, la
hacen impracticable, al menos en principio.
El artículo 7º de la ley 19.366 castiga con las penas de presidio menor en su grado
máximo a presidio mayor en su grado máximo, y otras sanciones especiales
-clausura del establecimiento temporal o definitiva, y prohibición de oarticipación
en establecimientos de similar naturaleza-, a “el que, estando autorizado para
suministrar las substancias a que se refiere el artículo 1º de esta ley o las materias
primas que sirvan para obtenerlas, lo hiciere en contravención de las disposiciones
legales y reglamentarias pertinentes”.
Esta figura reúne las mismas caracterísitcas del recién estudiado desvío de
cultivos en materia de sujeto activo, esto es, se trata de una figura especial
impropia, donde sólo quien se encuentra autorizado a suministrar las sustancias
que se trata comete el delito, quedando la calificación de los partícipes no
calificados entregadas a las figuras correspondientes. Por otra parte, tanto lo
concerniente al objeto material como lo que debe entenderse por suministro ya se
explicó Supra 3.3.2.1.2, y no requiere en este lugar de mayor análisis.
Sin embargo, su diferencia fundamental con la figura del artículo 4º de la ley,
radica en la discutible constitucionalidad de la técnica empleada en la descripción
típica, pues como señala HERNÁNDEZ (1992:280): “no se cumple con la
67
Oo. HOFFMANN/ROJAS (1998:83), para quienes la medida de la pena se encontraría
suficientemente justificada
31
68
Nótese la escasa diferencia existente entre el precepto en estudio y la Ley Nº 15.192 de 8 de
mayo de 1963), que castigaba penalmente a “los que infringieren las disposiciones del Banco
Central de Chile en relación con las operaciones de cambios internacionales”, citada por
POLITOFF (1997ª:104) como un caso de “arbitrariedad contradictoria con la función de
garantía que la Constitución otorga al principio de legalidad”.
69
HERNÁNDEZ (1992:284), aunque con otro argumento llega a una conclusión parecida y
afirma: la tipificación penal “se justifica en los casos de despacho sin receta o con infracción
grave de las reglas sobre el despacho, y en materia de faltantes considerables o reiterados y
no justificados de estas sustancias, hecho del cual cabe presumir un despacho indebido. En
todo lo demás parecen apropiadas las sanciones penales”.
70
En el mismo sentido, HOFFMANN/ROJAS (1998:89) y DÁVILA (1993:102).
32
71
Más radical es HERNÁNDEZ (1992:285), quien propone aplicar analógicamente la rebaja
facultativa de dos grados que correspondería. Por el contrario, DÁVILA (1993:104) propone
sanciones privativas de libertad aún más “duras” de las previstas.
72
En el mismo sentido HERNÁNDEZ (1992:285), quien estima la figura “propicia para admitir el
dolo eventual”. Oo. PADILLA (1985:93), para quien sólo tendría cabida el doilo directo y
DÁVILA (1993:102), quien acepta “algún grado de culpa”.
33
El delito de prescripción abusiva de estupefacientes del artículo 8º, castiga con las
penas de presidio mayor en su grado mínimo a medio y multa de 40 a 400 UTM al
“médico, dentista, matrona o veterinario que recetare alguna de las substancias
señaladas en el artículo 1º, sin necesidad médica o terapéutica”.
Del mismo modo que el abuso del médico que practica un aborto en el artículo 345
del Código penal, el facultativo que prescribe indebidamente las substancias cuyo
tráfico se encuentra controlado, sufre una agravación en su pena respecto a
quienes no tienen esa calidad, por representar su conducta un abuso en el
74
ejercicio de su profesión . Aunque el artículo 8º de la ley 19.366 limita claramente
75
el abuso a la prescripción “sin necesidad terapéutica” , debe tenerse presente al
73
También con reservas, afirma HERNÁNDEZ (1992:285) que, en relación a esta medida “lo
prudente será imponerla sólo cuando el delito no importe un acto aislado de una persona por
propia iniciativa, sino cuando se advierta que se trata de una práctica habitual o general,
situación que justifica y hace aconsejable la clausura temporal o definitiva”.
74
Oo. HOFFMANN/ROJAS (1998:90), para quienes la razón de la agravación parece limitarse a
la calidad del sujeto activo y al hecho de que, efectivamente, algunos profesionales mñedicos
hayan incurrido en esta figura punible, en la forma establecida en la anterior ley 18.403.
75
Se eliminó del texto la referencia explícita al “abuso de su profesión” que se contenía en el
texto del artículo 7º de la anterior ley 18.403, aunque ello no modifica, como se verá en el texto,
el sentido de la disposición ya que la prescripción sin necesidad terapéutica es una forma de
34
“Aquí no se trata de sancionar penalmente un acto reñido con la ética profesional, sino de
prevenir que el facultativo autorizado como está por su profesión para la prescripción de las
sustancias cuyo tráfico ilícito se pretende evitar, use dicha autorización como plataforma para
iniciar una empresa de tráfico ilícito, poniendo indebidamente a disposición de consumidores
finales las sustancias prohibidas. Y así lo ha declarado también nuestra Corte Suprema,
aunque sin explicitar el argumento aquí expuesto, naturalmente, al establecer en un fallo de
14.12.88 (RDJ 88:144) que se había cometido un único delito de recetar estupefacientes sin
necesidad terapéutica, en circunstancias que se había acreditado que el encausado, durante
el mes de mayo de 1986, extendió varias recetas de diversas sustancias, anfetaminas y
metanfetaminas, las que su secretaria hacía circular a cambio de dinero, circunstancia
facilitada porque no solo faltaba en ellas la necesidad terapéutica en ellas, sino también
82
porque falsos eran los diversos destinatarios de las mismas, así como sus domicilios .”
82
El fallo se encuentra publicado también en Jurisprudencia al día Ediar, penal, procesal penal,
Santiago 1991, pp. 369ss.
83
Como lo exigían para la figura del artículo 7º de la ley 18.403 DÁVILA (1993:106) y
HERNÁNDEZ (1992:289).
84
Una indicación del Senador Urenda en ese sentido fue explícitamente rechazada en el Senado,
argumentándose que con una rabaja facultativa establecida en la propia norma legal, sobre la
base del menor daño a la salud pública que provocarían las sustancias del inciso segundo del
artículo 1º, “se estaría estableciendo un trato igual para cualquier particular y para estos
profesionales de la salud que proveen dicho tipo de sustancias”
[VERDUGO/BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:21s)].
37
85
HERNÁNDEZ (1992:291), aún reconociendo la especial gravedad de la intervención médica en
esta figura especial, sostiene de todos modos que, tratándose de “drogas blandas el tribunal
puede rebajar la pena hasta en dos grados”. Oo. DÁVILA (1993:107) quien afirma que “la
penalidad establecida, tratándose de una figura calificada, es muy baja”.
38
El inc. 2º del artículo 5º de la ley 19.366 establece que “Se entenderánque trafican
los que, sin contar con la autorización competente, importen, exporten, aquieran,
transfieran, substraigan, posean, suministren, guarden o porten consigo tales
substancias o materias primas, a menos que justifiquen que están destinadas a la
atención de un tratamiento médico o a su uso personal exclusivo y próximo en el
tiempo. En este último caso, se aplicarán las normas de los artículos 41 y
siguientes”.
El alcance de este elemento negativo del tipo es, en principio, más amplio que el
aparente, pues aunque esta circunstancia se establece explícitamente sólo en
relación al tráfico ilícito de estupefacientes, en sentido estricto, el análisis
sistemático del tráfico ilícito de estupefacientes tanto en ese sentido estricto como
en el amplio de inducir, promover o facilitar el consumo de dichas sustancias, así
como la simple lógica, llevan a la conclusión que los delitos derivados de esa
figura amplia de tráfico no se cometen cuando la sustancia, materia prima,
precursor, semilla, cultivo o especie vegetal que se adquiere, posee, elabora,
cultiva, etc., está destinada al consumo personal de quien la utiliza. Así sucede
particularmente con el cultivo de drogas destinado al consumo personal, que
86
nuestros tribunales han considerado atípico , lo mismo que han hecho los
tribunales españoles respecto de las permutas de drogas de distinta clase que
practican los consumidores finales con las sustancias destinadas a su propio
consumo, las que acertadamente estiman atípicas, por estar destinadas al
87
consumo personal de los permutantes .
La razón por la cual, cuando la conducta está destinada a proveer el consumo
personal, se excluye la tipicidad del tráfico ilícito de estupefacientes, en sentido
estricto, así como la del cultivo de especies vegetales productoras de los mismos,
se aplica también al tráfico en sentido amplio: no puede sancionarse la facilitación
88
del consumo propio sin sancionar el consumo . Y el consumo individual no es
punible en Chile, salvo los excepcionales casos en que, por razones de orden
público, se le castiga como falta (artículo 41º); o como simple delito, cuando afecta
86
GJ 143:106, GJ 184:115. REVISAR.???
87
STS 26.10.1981 y STS 6.4.1987, ambas citadas por ROMERAL/GARCÍA (1993:42), quienes no
parecen mostrarse del todo favorables a esta solución, argumentando que en estos casos se
también se promovería o facilitaría el consumo. Sin embargo, el argumento de estos autores
debe desecharse, por cuanto como ya hemos explicado, lo que la ley castiga no es el
facilitamiento del consumo a un consumidor particular, sino en la medida que dicho
facilitamiento representa un peligro de difusión incontrolada de tales sustancias, lo que en el
caso propuesto no sucede, tratándose de sustancias destinadas al propio consumo de cada
uno de los participantes.
88
Significativa en este aspecto es la SC Santiago 6.6.97 (GJ 204:146), antes citada Supra
3.3.2.1.2.
39
En cuanto a la prueba del destino de las sustancias que se trata, ésta recae en la
investigación judicial, por tratarse de un elemento negativo del tipo penal, que el
juez debe determinar en conformidad a lo dispuesto en el artículo 108 del Código
de Procedimiento Penal. La pretensión de los Diputados que propusieron la
eliminación de la expresión “o sea notorio” que sucedía a la de “justifiquen” en el
proyecto y en la anterior ley 18.403, de que “siempre el inculpado deberá probar
que las sustancias están destinadas a la atención de un tratamiento médico o a su
91
uso personal exclusivo y próximo en el tiempo” , no es de recibo, pues olvida que,
en todo caso, conforme a nuestro ordenamiento jurídico, el artículo 109 del Código
de Procedimiento Penal prescribe: “el juez -no el inculpado- debe investigar con
igual celo, no sólo los hechos y circunstancias que establecen y agravan la
responsabilidad de los inculpados, sino también los que les eximan de ella o la
92
extingan o atenúen” .
Para delimitar este elemento negativo del tipo, utiliza el legislador dos criterios:
que las sustancias sobre que recae la conducta estén destinadas a un tratamiento
médico o al uso personal, y en este último caso, agrega otros dos requisitos:que el
uso personal sea exclusivo y próximo en el tiempo.
Naturalmente, la prueba del destino a un tratamiento médico es relativamente
sencilla, sobre todo por el régimen de control que existe respecto de las recetas
que se utilizan necesariamente en estos casos. Sólo surgirán algunas dificultades
probatorias en caso de que una persona realice alguna de las conductas que se
señalan en el inc. 2º del artículo 5º, respecto de sustancias destinadas que estén
89
Así, Artículo 11 ley 19.366, artículo 193 Código Arenáutico, y 299 bis Código de Justicia Militar.
90
VERDUGO/BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:19). La indicación propuesta establecía
que “se sancionará según lo establecido en el artículo 42 y siguientes”, en tanto que, en
definitiva, se aprobó el texto comentado arriba.
91
VERDUGO/BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:18s).
92
En el mismo sentido, HERNÁNDEZ (1992:211s), añadiendo que así lo exigiría también la
necesidad de apreciar la prueba en conciencia.
40
93
Para la doctrina española, véase por todos ROMERAL/GARCÍA (1993:48ss), REY
(1990:108ss).
94
SC San Miguel 13.6.95, en RDJ 95:147.
95
Así lo declara la SC Talca 18.3.97, rol 286.853, al estimar que no puede considerarse
destinada al consumo personal una plantación de cannabis sativa, si la compra y siembra de
las semillas se hizo antes de que el inculpado probase por primera vez las sustancias que ellas
producen.
96
Así, la SC Antofagasta 15.1.93 (RDJ 93:56), que condenó al encausado que portaba 25
papelillos de pasta base de cocaína, con un peso total de 2,5 grs. y una valoración de 55,44%,
41
porque el porte de tal cantidad de papelillos “resulta altamente sugerente” y “en absoluto
corresponde a lo que debiera ser la conducta de una persona que tiene droga para su
consumo, la que no tiene necesidad de repartir en papelillos, ni menos aún llevarlos todos
consigo.”
97
SC San Miguel de 29.11.96 (GJ 197:149). En el mismo sentido, SC Suprema 29.7.96 (GJ
193:82) y SC San Miguel 28.6.96 (GJ 192:124).
98
Al respecto, puede verse la jurisprudencia citada por ARAVENA (1998:30s), que demuestra la
inexistencia de criterios claros y consistentes en la materia, con flutuaciones de cantidades
importantes, llegándose a aceptar, como destinadas al consumo personal cantidades de hasta
71,2 grs. de cocaína, por la sola circunstancia de ser su poseedor un adicto crónico (SC Punta
Arenas 15.9.93, en RDJ 93:228).
99
En España, como información farmacológica, se cuenta con la obra de AGUAL (Drogas y
fármacos de abuso, Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, Madrid 1981),
cit. por CONDE-PUMPIDO (1986:127, nota 23), con detalle sobre la forma de administración,
frecuencia y dosis necesaria para cada sustancia y nivel de consumo, y a nivel jurisprudencial,
con la circular 1/1984 de la Fiscalía General del Estado, que recoge básicamente la misma
información, y que puede verse en ROMERAL/GARCÍA (1993:60).
100
Aunque en Alemania la posesión para el consumo constituye también delito, la pena se rebaja
cuando la cantidad es reducida, siguiéndose para su determinación la tabla que se transcribe
en KÖRNER (1994:§31a/16). Para los criterios de distinción de carácter legal y otros en
nuestro continente, véase la obra de HERNÁNDEZ (1992:216ss).
101
Así, en términos generales, la SC Suprema de 4.11.97 (Rol 2241-97) que declaró: “no puede
sostenerse que “la ínfima cantidad de sustancia incautada” sea suficiente por sí sola para
desvirtuar la existencia del delito”.
102
SC Suprema 6.12.95, en RDJ 76:242.
103
SC Suprema 29.7.96, en GJ 193:82.
104
SC Santiago de 29.11.94, en GJ 173:139. En el mismo sentido, SC San Miguel 27.3.96, en GJ
189:155; SC Santiago 8.10.96, en GJ 196:141.
42
Antes de la entrada en vigor de la ley 19.366 podía plantearse con algún grado de
dudas sobre su solución el problema del tratamiento penal de los consumidores
finales, que, concertados al efecto, adquirían las sustancias que se trata, se
reunían para su consumo, se facilitaban entre sí los medios para su realización -
geringillas, quemadores, etc.-, e incluso se entregaban libremente o se
permutaban entre sí las sustancias que se trata, puesto que la ley limitaba la
excención de la pena al “uso personal exclusivo” y no existía nada como la actual
figura del artículo 41 inc. 4º, que castiga expresamente como autores de una falta
y no del delito de tráfico, a “quienes consuman tales drogas en lugares o recintos
privados, si se hubieren concertado con tal propósito”.
Así, mientras RIVACOBA (1974:21) planteaba la posibilidad de castigar por
facilitación al consumidor que acercaba a otro el frasco o paquete de droga, o un
sillón para ingerirla o inhalarla más cómodamente; HERNÁNDEZ (1992:224)
sostenía que tales conductas no constituían el delito de inducción, promoción o
facilitamiento al consumo, a pesar de afirmar que se cumplía con los requisitos
típicos de esa figura penal, porque tratándose del consumo personal colectivo, las
conductas que en su seno se desarrollan “pierden su significación individual, y
sólo se reconocen en la significación global de la “sesión” de consumo personal
colectivo, significado en el cual no está presente el ánimo de tráfico, que es lo que
106
la ley reprime” .
El problema también se planteó en la doctrina y jurisprudencia españolas,
existiendo una fuerte corriente doctrinal que entiende impune el consumo colectivo
y las conductas que a él se encaminan (v.gr., encargar la adquisición a uno de la
cantidad a consumir por todos), por su atipicidad o por su insignificancia,
concluyendo REY (1990:125) que de otro modo se castigaría también el consumo
personal, por la vía de castigar el colectivo; en tanto la jurisprudencia se encuentra
dividida, aunque mayoritariamente a favor del castigo de las acciones de consumo
107
colectivo que importan facilitación o promoción de éste .
Sin embargo, no es por la intricada vía que propone HERNÁNDEZ como ha de
resolverse esta cuestión, ni conforme a los predicamentos de la doctrina y
jurisprudencia española, sino recurriendo derechamente al concepto de bien
105
A menos que se acreditara consumo ocasional, como en la SC San Miguel 29.11.96 (GJ
197:149).
106
Otro problema menor entonces, ahora irrelevante, y cuya solución no planteaba dudas, era el
de si al concertarse los consumidores, el consumo de cada uno de ellos era o no “personal
exclusivamente”, lo que debía resolverse por la afirmativa sin más, pues como señala
HERNÁNDEZ (1992:223), “el consumo personal no deja de ser tal consumo personal por el
hecho de que se practique conjuntamente con otras personas”.
107
Cfr., al respecto, jurisprudencia y autores citados por REY (1990:121 a 125).
43
108
SC Punta Arenas de 15.9.93, en RDJ 93:228
109
En RCP XXXI, Vol. 2º (1992), 187.
110
Nos hacemos cargo también de las dificultades probatorias que en estos casos existen, pero
como plantea HERNÁNDEZ (1992:225), ellas han de quedar entregadas a la apreciación del
44
3.6. Tráfico ilícito por omisión: (el delito sui generis del artículo 9 inc.2º).
juez de la causa. En todo caso, deben rechazarse los criterios del “ánimo de consumo” y de la
“amistad comprobada” que ofrece REY (1990:124), por cuanto se trata de elementos que no
están contemplados en la figura de nuestro artículo 41inc.4º, y nada aportan en verdad a la
cuestión, sobre todo cuando el traficante es “amigo” de los inducidos y “quiere”, además,
consumir.
111
POLITOFF (1997a:306).
112
POLITOFF (1997a:309).
113
HERNÁNDEZ (1992:276) rechaza también la posibilidad de un favorecimiento al consumo por
omisión, aunque con otros argumentos. En este sentido, vale también la apreciación indirecta
de ETCHEBERRY (1997IV:78), quien al explicar el delito de promover o facilitar la prostitución,
de similar estructura al de favorecimiento del tráfico ilícito de estupefacientes (vid. Supra 3.3),
señala que “la mera pasividad o descuido en el ejercicio de los deberes de padres o
guardadores no convierte a éstos en autores de este delito”, por lo que descarta indirectamente
la posibilidad de su comisión por omisión.
45
114
omisión en los delitos de peligro, sobre todo en los de peligro abstracto , tampoco
resultan de recibo los casos de comisión por omisión que propone REY en esta
materia.
En efecto, en cuanto al caso de los padres que no evitan las actividades de tráfico
de sus hijos, corresponde a una extensión desmesurada de la posición de garante
que frente a la vida e integridad corporal de sus hijos tienen los padres, por el
115
mérito de la ley , que debe rechazarse si no se quiere transformar dicha
obligación de cuidar a los hijos en una obligación de responder criminalmente por
la conducta de los hijos, lo que se encuentra totalmente reñido con el principio de
116
la responsabilidad personal en materia penal .
Por lo que respecta al dueño del terreno que no denuncia la plantación ilícita, hay
que distinguir: si acuerda un reparto de ganancias, como en el caso propuesto, su
situación no es la de la comisión por omisión, sino la de la participación sucesiva
117
en un delito consumado pero no agotado por su autor , y responderá ya no por
una omisión, sino por alguna de las formas de participación en el delito de cultivo
que el artículo 15 del Código Penal asimila a la autoría, o por la regla de la
complicidad del artículo 16, en todo caso. Y si ese acuerdo de reparto de
ganancias no existe, estamos también ante un caso de participación y no de
omisión, pero ya no sancionado a través de los artículos 15 y 16 del Código Penal,
118
sino a través del artículo 9º inc. 1º de la ley 19.366 .
Finalmente, el caso del dueño de un establecimiento abierto al público que tolera y
no impide o denuncia los actos de tráfico que en su interior se realizan, no puede,
de acuerdo a la legislación chilena, considerarse un delito de tráfico en comisión
por omisión, en la medida que ha sido el propio legislador quien ha establecido el
castigo de dichas conductas en una figura particular de omisión propia, la del
artículo 9º inc. 2º, cuya exigencia adicional de habitualidad la convierte en un delito
sui generis, impidiendo considerar la tolerancia aislada como una forma omisiva
de favorecimiento del tráfico ilícito de estupefacientes, según veremos enseguida.
114
La cuestión en la dogmática española y en la alemana histórica, puede verse en SILVA
SÁNCHEZ (1986:326,350ss), con persuasivos argumentos para rechazar la comisión por
omisión en delitos que no requieren resultado. Cfr., también, la limitación que JAKOBS
(1991:§29/2) ofrece al respecto, pues entiende que el §13.1 del StGB sólo alcanza a los delitos
de peligro concreto, y el reconocimiento a las excepciones que señala JESCHECK (1988:548
nota 21).
115
Se entiende, en todo caso, que además de la posición de garante, para hacer efectiva la
responsabilidad criminal que de la omisión se deriva, debe existir una asunción efectiva de
dicha posición por el garante, y sobre todo, que a través de dicha asunción o de su actuar
precedente, la omisión de evitar el resultado sea equivalente a su comisión por vía activa (vid.,
con detalles, POLITOFF (1997a:315-322).
116
Sólo a efectos civiles permite nuestro ordenamiento la responsabilidad por el hecho de otro,
como en relación al caso propuesto puede verse en los artículos 2.320 y 2.321 del Código Civil.
Chileno.
117
POLITOFF (1998:§1/1.1).
118
vid. Infra 7.1.
46
121
Sobre la necesidad de la interpretación ajustada a los límites constitucionales de la ley penal,
vid. MATUS (1994:251ss).
122
Lugares de “gran concurrencia”, al decir de HOFFMAN/ROJAS (1998:92).
48
Un ejemplo de tales locales son las máquinas automáticas de fotografía, así como
los baños públicos individuales.
En cuanto a la acción esperada, la conducta omitida propiamente tal, aunque
ETCHEBERRY (1987 IV:303), considera que se trata, “en la práctica”, de “una
exigencia de poner el hecho [tráfico o consumo en lugares abiertos al público] en
conocimiento de la autoridad, aunque el texto no lo dice, pues rara vez será
posible o lícito usar la fuerza privada para tales fines”, lo cierto es que el legislador
no ha establecido una figura autónoma de omisión de denuncia, como la del
artículo 86 del Código de Procedimiento Penal. En efecto, desde luego la
exigencia de la habitualidad en esta clase de omisión parece contraria, a nivel
conceptual, con la idea de tratarse de un caso de omisión de denuncia, que no
requiere para su perfeccionamiento dicha habitualidad. Por otra parte, cuando la
propia ley 19.366 ha querido sancionar la simple omisión de denuncia con una
pena superior a la del ordenamiento común, lo ha hecho directamente en su
artículo 21, con el añadido de exigir un provecho en el omitente que justifique la
pena a imponer. Es notorio en estos casos que la sanción, al igual que sucede con
la figura general de la omisión de denuncia, se limita a quienes se encuentran
obligados a realizarla: funcionarios públicos. Ello por cuanto en nuestro país no
existe un deber genérico de denunciar del que respondan los particulares, sino
que ese deber se encuentra limitado a quienes ejercen determinadas funciones
públicas, personas taxativamente señaladas en el artículo 84 del Código de
123
Procedimiento Penal .
Luego, la alternativa planteada por ETCHEBERRY no es de recibo pues la
conducta esperada, lo omitido, no es denunciar los actos de tráfico o consumo que
se conozcan, ni tampoco impedirlos por la vía de los hechos, sino otra cosa muy
diferente, como es “tomar las precauciones adecuadas para evitar dichos actos”.
Ello consiste, básicamente, en que el dueño o administrador del establecimiento
abierto al público que se trata, una vez descubierta la existencia de los actos de
tráfico o consumo que la ley reprueba, adopte medidas destinadas a impedir su
reiteración, como sería el establecimiento de avisos prohibiendo dichas conductas,
impedir el ingreso a sus establecimiento de quienes sabe realizan dichos actos,
etc.. Así se estableció claramente en la Comisión Mixta del Congreso Nacional,
que aprobó mantener la exclusión de la frase “sin tomar las debidas precauciones”
que había sido añadida al texto propuesto en el Ejecutivo en la Cámara de
Diputados, “por ser superflua e, incluso, contradictoria con los verbos rectores de
la conducta que se trata, toda vez que resulta claro que el sujeto activo no
está permitiendo ni tolerando el tráfico o consumo de drogas o
estupefacientes, si toma las precauciones adecuadas para evitar la
124
realización de dichos actos” .
123
Como se lee en el Mensaje de nuestro Código de Procedimiento Penal: “La denuncia, que es
uno de los medios como puede darse origen a un sumario, no se impone como un deber sino a
los funcionarios públicos, que por razón de la naturaleza de su empleo, deben tomar
conocimiento de los delitos que cometan”.
124
VERDUGO/BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:24).
49
125
LABATUT/ZENTENO (19967ma:146), y ETCHEBERRY (1987 IV:469ss).
126
VERDUGO/BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:24).
127
ETCHEBERRY (1997 IV:303).
128
Acerca de los delitos especiales propios e impropios y de las reglas relativas a la participación
en los mismos, Cfr. GIMBERNAT (1966:292ss), PEÑARANDA (1990:336ss). Para un estado
de la discusión en Chile, Cfr. GARRIDO (1997 II:330ss).
50
129
instrucciones del dueño del local, p. ej. -, no comete el delito de favorecimiento al
tráfico, sino que es partícipe en el delito especial de omisión del artículo 9. Inc. 2º,
punible en la medida de su participación según las reglas de los artículos 15 y 16
Código penal.
4. ANTIJURIDICIDAD
Según el artículo 34 inc. 1º de la ley 19.366, se entiende por agente encubierto “el
funcionario policial que, debidamente autorizado por sus superiores, oculta su
identidad oficial y se involucra o introduce en las organizaciones delictivas
simulando ser parte de ellas o estar interesado en la comisión del delito que se
investiga, con el propósito de identificar a los partícipes o recoger pruebas que
servirán de base al proceso penal”.
Cuando el agente encubierto, simulando ser parte de una organización criminal, o
estar interesado en la comisión del delito que se investiga, se ve en la necesidad
de participar -en sentido amplio- en las actividades delictivas de esa organización
criminal o en la comisión del delito en que demuestra interés, o actúa como
agente provocador de dichos delitos, induciendo a su comisión a fin de desbaratar
130
la organización criminal, surge el problema de su tratamiento penal .
Según se explica en un trabajo anterior, la conducta del agente encubierto que,
para el cumplimiento de su misión, debe convertirse en agente provocador o en
partícipe -en sentido amplio-, de los delitos que se investigan, podría entenderse
especialmente justificada por la disposición del artículo 10 nº 10, que exime de la
129
La participación activa en un delito de omisión es aceptada actualmente por la doctrina
dominante en Alemania –Cfr. JESCHECK (1988:582)-, aunque no se trata de una cuestión
plenamente aceptada por la doctrina chilena, como puede verse en CURY (1992:305).
130
Como señala acertadamente POLITOFF (1997b:9), la prevención de la Comisión Mixta del
Congreso que conoció del proyecto, en el sentido de agregar a las Actas respectivas que la
autorización del agente encubierto parecía valer “siempre y cuando aquél no induzca a la
comisión de un delito y no incurra en alguna infracción de tipo penal desde el punto de vista de
la normativa general”, no puede entenderse en su sentido literal estricto, pues de ser así “la
actividad del agente encubierto y/o del informante estaría reducida a la de un contemplador
puramente pasivo de las acciones de la asociación ilícita a la que se ha introducido”, lo que
resultaría, por una parte utópico, y por otra, “bastante más peligroso para el agente o
informante que los riesgos que se quieren evitar a través de las medidas de precaución con
que la ley ha rodeado sus declaraciones en el sumario”.
51
131
POLITOFF (1997b:20).
132
A este respecto, tanto la jurisprudencia española -STS 3.07.1984 y STC 11/1983, cit. por REY
(1987:224)- como la alemana -BGH U 9.8.1984 y BVerfG E v. 26.5.1981, cit. por KÖRNER
(1994:§31/167)- han sostenido que, tratándose de delitos como el tráfico ilícito de
estupefacientes, la utilización de técnicas de investigación encubiertas, no sólo es legal y
constitucional, sino también obligatoria para quellos agentes de la autoridad que tienen por
obligación la averiguación y constatación de esta clase de delitos.
133
POLITOFF (1997b:21).
52
136
La observación de los representates del Ejecutivo en la Comisión del Senado
[VERDUGO/BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:??)], en el sentido de que los agentes
encubiertos descubren su verdadera identidad ante el Juez del Crimen sólo al presentarse a
declarar, tiene sentido sólo en cuanto a que su designación queda entregada a los superiores
policiales, pero no puede entenderse como si tales agentes pudieran estar actuando sin orden
judicial y fuera del marco de una investigación criminal dirigida por el Juez del Crimen
competente, tal como lo establece nuestro Código de Procedimiento Penal vigente. Una
actuación de agentes encubertos totalmente al margen de la judicatura, sólo será posible
cuando nuestro sistema procesal se modifique a otro de carácter oral, donde la investigación
quede radicada en la Fiscalía. Pero, en ese caso, tampoco podrá la policía determinar
libremente cuándo utilizará esta técnica de investigación, pues su actividad será dirigida por un
Fiscal en términos similares a la dirección que actualmente ejerce el juez del crimen (artículos
253 y 257 Proyecto “Código de Derecho Procesal Penal”, Anexo Boletín Nº1630-07-1, Cámara
de Diputados).
137
Lamentablemente, y a pesar de solicitárselo por escrito, no hemos podido hasta la fecha
obtener de las instituciones policiales chilenas información relevante sobre esta materia, que
Carabineros de Chile entiende de “clasificación reservada”.
54
Conforme a la ley, dos son las posibilidades de actuación del agente encubierto: a)
que se introduzca en una organización delictiva; o b) que se involucre en la
comisión de un delito perpetrado por una organización delictiva.
La constante en ambos casos, es la existencia de una organización criminal cuyas
actividades se pretenden desbaratar, y es precisamente la existencia de esa
organización lo que hace necesaria la actuación del agente encubierto, y por tanto,
la justifica.
Cabe, por tanto, a efectos de delimitar el alcance de la justificación, establecer el
del concepto de organización delictiva a que se refiere la ley. Y éste no puede ser
otro que el de las asociaciones ilícitas a que se refiere el artículo 22 de la misma
ley.
En efecto, en primer lugar, no puede tratarse de cualquier organización criminal,
sino de una dedicada al tráfico ilícito de estupefacientes, en sentido amplio. En
segundo término, tampoco puede extenderse el ámbito de la justificación de la
actuación del agente encubierto a su participación en simples conspiraciones,
como las sancionadas en el artículo 24 de la ley, pues este mismo cuerpo legal ha
establecido una diferencia entre ese acto conspirativo, preparatorio del delito, y la
asociación ilícita, propia organización criminal donde existe una cierta jerarquía y,
sobre todo, un ánimo de permanencia en la comisón continuada de los delitos que
se trata
No obstante, atendida la común organización de estas sociedades delictivas en
compartimientos estancos, la justificante alcanza no sólo a la actividad del agente
encubierto destinada a descubrir a los jerarcas de las mismas, sino tambiénn a los
partícipes en ellas, en cualquier lugar de la cadena de producción o
comercialización en que se encuentren.
138
4.1.2. Las formas de actuar del agente encubierto
Las principales formas de actuación del agente encubierto, que de cumplirse los
requisitos antes señalados, estarían amparadas por la justificante de cumplimiento
de un deber son las siguientes:
Existen algunos casos en que los agentes de Policía, para el mejor cumplimiento
de sus fines, ocultan su identidad oficial -esto es, su carácter de agentes
138
La base de esta clasificación está tomada del texto de POLITOFF (1997b:23s).
56
policiales-, sin que por ello actúen propiamente como agentes encubiertos, ya que
no inducen a ni participan en la comisión de delito alguno.
En estos casos, no opera la justificante del cumplimiento del deber basada en el
artículo 34 de la ley 19.366, pues no se comete delito alguno del que deba
responder el agente policial.
Se trata, por tanto, de supuestos de pseudoagente encubierto, en la medida que
los agentes policiales no se infiltran en las organizaciones criminales ni se
involucran con ellas.
Dos son los ejemplos típicos de esta forma de actuación policial, donde la policía
se encuentra justificada por las reglas generales -en el evento que se cometan
faltas-, sin necesidad de recurrir a la disposición del artículo 34 de la ley 19.366:
a) La seudocompra minorista, esto es, la actividad del agente encubierto que,
139
simulando ser un consumidor final, impune por tanto , ofrece comprar o compra
sustancias estupefacientes a distribuidores locales, cuya pertenencia a una
organización delictiva se conoce o se pretende descubrir, con el objeto de recoger
pruebas contra dicho distribuidor y, eventualmente, obtener de éste indicios acerca
140
de la organización a que pertenece ; y
b) La simple ocultación de la identidad oficial a objeto de investigar los lugares de
comisión y personas involucradas en los delitos que se tratan. Esta técnica de
investigación supone en el agente policial la simple omisión de identificarse como
tal, acompañada o no de una identificación con nombre supuesto, no es, en sí
misma, una forma de involucrarse en las operaciones de una organización criminal
o de infiltrarse en ella, sino sólo un simple recurso policial tendiente a descubrir
operaciones criminales, fundamentalmente, puntos de venta, cultivo o elaboración
ilícita de estupefacientes, sin que importe en modo alguno una forma de
141
proposición o inducción a la comisión de un delito .
139
La compra para el consumo personal es impune, al ser un mero hecho acompañante
insignificante frente al principal lícito, el consumo personal, por el principio de consunción
inversa (MATUS 1998:144). De hecho, incluso la venta aislada de un ínfima cantidad, para
procurarse dinero con que adquirir más droga destinada al consumo personal ha sido
considera por nuestra jurisprudencia como un acto impune [SC Santiago de 6.6.97 (GJ
204:97)].
140
También resultará impune el agente encubierto que, actuando como seudocomprador
minorista, pretende involucrarse en una organización criminal (como acto preparatorio), pues
en estos casos, aunque no falte la tipicidad -supuestos de consumo punible del artículo 41-,
faltará la antijuricidad material, pues la acción del agente policial no crea riesgo alguno para la
salud pública, sino que, al contrario, al remitir a sus superiores las cantidades compradas con
el propósito de involucrarse en una organización criminal, como afimarma POLITOFF
(1997b:???): “su actuación está dirigida a proteger la salud pública, al lograr en defintiva que la
droga salga del circuito ilícito y favorecer la acción de impedición de la policía” .
141
Esta forma de investigar fue utilizada con éxito por el Fiscal Nacional Económico en la causa
seguida contra la empresa SEDYLAN S.A.C., Resolución Nº 25 de la H. Comisión Resolutiva
del D.L. 211. En este proceso el Sr. Fiscal se constituyó, ocultando su identidad oficial, en las
oficinas de la empresa sancionada, para constatar la efectividad de una denuncia sobre venta
injustificada y fijación de precios, lo que efectivamente hizo. El fallo sancionatorio fue
confirmado por sentencia de la Exma. Corte Suprema de 6 de julio de 1976 (Vid. Ortúzar
57
transporte, etc., pero no alcanza a los hechos correlativos cometidos por los
miembros de la organización criminal (venta, compra, despacho y recibo, etc.),
quienes responderán, en la medida de su propia culpabilidad, de dichos actos
criminales, que no se presentan como hechos aislados o inducidos directamente
por la actividad del agente encubierto, sino como parte de una actividad delictiva
más o menos permanente en el tiempo: el tráfico ilícito de estupefacientes.
143
Aunque KÖRNER (1997:§31/206) cita entre estos casos la provocación mediante “inmensas
sumas de dinero”, demás está decir que dada la situación precaria de una parte importante de
nuestra población, y el abuso de que son susceptibles simples drogadictos, la fuerza (moral)
puede ejercerse sobre dichas personas con la sola promesa de una cantidad moderada de
dinero o de estupefacientes.
144
Esta es la solución jurisprudencial implícita en las SC Santiago de 21.4.97(GJ 202:146) y
6.6.97 (GJ 204:146), aunque en Chile, como señala POLITOFF (1997b:23), no puede recurrirse
a planteamientos explícitos sobre la inadmisibilidad absoluta de pruebas obtenidas
irregularmente. Sin embargo, en España, donde existe un sistema procesal similar nuestro, con
59
gran preponderancia del principio de legalidad estricta [v. al respecto y, con detalles, GIMENO
SENDRA/MORENO/CORTÉS (1993:57)], la jurisprudencia -STS 3.7.1984, cit. por REY
(1987:227); 25.6.1990 y 20.2.1991, cit. por ROMERAL/GARCÍA (1993:148s, nota 5)-, tiende a
resolver esta cuestión distinguiendo entre el descubrimiento de un delito que ya se viene
cometiendo, donde la actuación del agente provocador no modifica una situación de hecho
preexistente, en que los inducidos actúan como omnimodo factorus dentro de una organización
criminal; y los casos de pura inducción a un delito imposible, donde los inducidos, de no ser por
la actuación del agente encubierto, nunca habrían llegado a cometer el hecho por el que se les
incrimina, el cual, al estar bajo el control absoluto de los agentes policiales, se entiende un
delito imposible, y por tanto, impune, por no poner en riesgo la salud pública. Como solución
principal al problema, plantea esta misma distinción REY (1987:222).
145
Tratándose de “informantes” que no participan en investigaciones encubiertas, el Texto Modelo
del Departamento de Justicia de los Estados Unidos de Nortemérica, citado en la nota 134,
Sección I (c), aparte de admitir derechamente la posibilidad de que el informante tenga “la
expectativa de un pago u otro trato favorable” –subección (a)(2)- regula su uso bajo los
siguientes parámetros: “(1) Los organismos de seguridad pública procurarán utilizar como
informantes y acusados-informantes sólo a personas que estén en condiciones de proporcionar
información o servicios confiables, y que se crea que son capaces de mantener la
confidencialidad de los intereses y actividades del Gobierno. (2) Todos los organismos de
seguridad pública que hagan uso de informantes o acusados-informantes utilizarán todos los
medios legales disponibles para mantener la confidencialidad de su identidad. No obstante, no
se proporcionará garantía alguna de confidencialidad. A falta de circunstancias extraordinarias
y de la aprobación del [oficial de seguridad pública supervisor de alto rango], ningún agente de
seguridad puede prometer a un informante que no estará obligado a testificar, o que su
identidad nunca será revelada. (3) En el caso de un acusado-informante, el organimso de
seguridad pública deberá llamar la atención del fiscal competente sobre la naturaleza, alcance
y calidad de la cooperación de un acusado-informante. El fiscal será el único competente para
determinar si corresponde ofrecer alguna concesión a cambio de la cooperación del
acusado-informante. (4) Salvo en la medida que lo autorice un agente de seguridad pública
asignado a una investigación, el informante o acusado-informante no deberá violar ninguna ley
penal en el curso de la recopilación de información o prestación de otros servicios para el
organismo de seguridad pública”.
60
146
La clasificación está tomada de KÖRNER (1994:§31/159SS). Naturalmente, no se opone a la
retribución monetaria de los informantes el que la Comisión Mixta del Congreso haya juzgado
“inconveniente” “el reconocimiento expreso de la actuación por recompensa, ya que podría
estimarse éticamente impropio que el Estado gratifique la delación con dinero”, puesto que tal
juicio no importó una prohibición expresa en ese sentido [vid. VERDUGO/BLANC/
PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:??)].
147
v. Supra 4.1.3. Aún en el caso que los contactos aparenten un consumo concertado, punible
en principio según el artículo 41, la conducta no es, en verdad, delictiva, en la medida que el
concierto para consumir, en tales casos, no existe, sino sólo es aparente para el vendedor,
faltando por tanto el requisito objetivo de dicha figura.
148
Así también, ETCHEBERRY (1997 IV:311).
61
149
Como señala ETCHEBERRY (1997 IV:192S), la expresión “procesado” que hoy contempla el
artículo 207, “es un error” causado por la trasposición mecánica de lo dispuesto en las leyes
19.047, 19.114 y 19.158, pues el sujeto sobre quien recaen los efectos del falso testimonio, no
es siempre un “procesado” en el sentido de los artículos 247ss del Cósdigo de Procedimiento
penal, sino que puede serlo también el simple inculpado y el acusado en un juicio criminal.
150
En todo caso, debe tenerse presente que la Policía al interactuar con los informantes, sobre
todo con aquéllos que hemos denominados contactos, de alguna manera induce a que éstos
entreguen información, y es muy posible que al verse apremiados, señalen cualquier nombre, a
efectos de obtener la contrapartida prometida. En estos casos, y también en aquéllos en que la
calidad de los informantes haga suponer dudas acerca de su fiabilidad, parece evidente que
faltará el animus injuriandi o que la imputación del delito que se trata es sólo una suposición del
informante que la Policía ha de tomar como tal, obligándose a su verificación; no siendo, por
tanto, punibles a título de injurias o calumnias.
151
Nótese, además, que en esta clase de delitos, la disposición del artículo 40 hace aún más
apremiante la situación del inculpado que quiere atenuar los efectos de la pena aplicable, pues
sólo pueden acceder a los beneficios de reclusión nocturna y libertad vigilada quienes hayan
prestado una colaboración eficaz en los términos del artículo 33.
62
152
V. EDWARDS (1996:60), comentando la limitación que en ese sentido existe en la ley
argentina sobre la materia.
63
Aunque el texto del artículo 34 de la ley 19.366, señala que el informante infiltrado
actúa como tal, en la medida que sus actividades sean de “conocimiento de los
organismos policiales”, es claro que no basta el conocimiento de los organismos
policiales para configurar la eximente, pues ésta se funda en la colaboración con
dichos organismos, lo que se traduce en un acuerdo donde las mismas
autoridades encargadas de señalar a quienes actuarán como agentes encubiertos,
convienen con el informante infiltrado su participación en la investigación del delito
o banda criminal que se trate.
Puesto que, a diferencia del agente encubierto, el informante infiltrado no es un
funcionario policial, a su respecto no caben las prevenciones relativas a la omisión
de denunciar y, en su caso, de detener a quienes se encuentran cometiendo
delitos -los miembros de la organización criminal que se trate-. Sin embargo, esas
prevenciones recaen sobre los funcionarios policiales que autorizan o acuerdan la
introducción del informante infiltrado. Por lo que, al igual que en el caso del agente
encubierto, se concluye necesariamente que la inflitración de un civil a una
organización criminal, “con conocimiento” de los organismos policiales, sólo ha de
ser posible dentro del marco de una investigación dirigida por un Juez del Crimen,
154
y previa orden o autorización expresa del magistrado que se trata .
Cabe destacar aquí, además, que la actuación del informante infiltrado, en cuanto
tal, siempre es a futuro, esto es, la justificante se extiende a sus operaciones
dentro o con la organización criminal que se investiga desde el momento en que
se autoriza, no incidiendo en su conducta anterior en relación con esa u otra
organización criminal.
En relación con esas actividades anteriores a su coptación por los organismos
policiales, el informante es responsable criminalmente, en la medida de su
culpabilidad, pudiendo servir su colaboración posterior como base para admitir la
atenuante del artículo 33.
Conforme dipone la ley, el informante infiltrado debe actuar “como si fuese agente
encubierto”, y por tanto, rige lo mismo dicho respecto a este último Supra ???.
153
Según el Texto Modelo del Departamento de Justicia de los Estados Unidos de Nortemérica,
citado en la nota 134, Sección I (a), un “informante” o “informante-acusado” puede participar en
una “investigación encubierta, y en tal caso se ciñen a las reglas descritas en la nota referida.
154
v. Supra 4.1.1.1.
64
Para el caso del informante infiltrado, este requisito se expresa ern la ley
negativamente, con la expresión “sin intención de cometerlo” (el delito). En efecto,
esa expresión no afecta a la culpabilidad, como podría parecer, pues en las
conductas del informante infiltrado no se excluye el dolo, sino que es el propio
ordenamiento el que las autoriza, siempre que tengan una finalidad legítima.
Como en el caso del agente encubierto, este requisito subjetivo del fundamento de
la justificación excluye del ámbito de la misma las conductas de los informantes
que, abusando de su cometido, aprovechan para sí o para otros su posición en la
estructura de la organización criminal o los resultados de la operación con ella
realizada.
Por tanto, no se encuentran dentro del ejercicio legítimo de un derecho, y cometen
actos jurídicamente reprobados, los informantes que, introducidos o involucrados
en las operaciones de una organización criminal, lucran para sí con esa actividad,
obtienen o retienen sustancias estupefacientes, comercian con ellas al margen de
la investigación incoada, etc..
5. CULPABILIDAD
5.1. El dolo
155
POLITOFF (1997a:452)
65
Más problemáticos son los casos en que el error recae sobre el objeto material de
la conducta: como la propiedad relevante del objeto material, su capacidad
“productora de dependencia física o síquica”, es un efecto del mismo en las
personas, y no una característica de él directamente apreciable por los sentidos, la
casuística a este respecto puede ser importante, sobre todo cuando se trata de
sustancias elaboradas o de derivados químicos, y también tratándose de especies
vegetales cuyas características son materia propia de botánicos y agricultores
experimentados. A ello debe sumársele el hecho de que es una norma de carácter
reglamentario la que delimita, entre todas las sustancias capaces de producir
dependencia física o química, aquéllas cuya difusión incontrolada se pretende
prevenir por la vía penal.
De allí que no baste afirmar, en estos casos, que el dolo precisa que el sujeto
156
activo “conozca que las sustancias con que comercia son drogas tóxicas” , pues
ese conocimiento, en propiedad, le está vedado al lego; como también le está
vedado el conocimiento y significado de los listados contenidos en el D.S.
565/1995, por cuanto de nada le sirve saber que el “Etonitaceno” es una de las
sustancias incorporadas en el artículo 2º de dicho reglamento, si desconoce las
propiedades físicas de ese compuesto.
Una primera aproximación a este problema pasa necesariamente por determinar
el carácter del elemento típico que se trata, pues la observación recién planteada
nos indica claramente que no estamos ante un simple elemento descriptivo, cuya
presencia pueda advertirse por el simple uso de los sentidos. Estamos más bien
ante un elemento típico que requiere una doble valoración: por una parte, una
valoración de carácter científico, referida a la naturaleza de los efectos que
producen las sustancias que se trata; y por otra parte, una valoración jurídica,
referida a la constatación de la presencia de la sustancia que se trata en alguno de
los listados de la norma complementaria contenida en el D.S. 565/1995. Su
tratamiento, corresponde, por tanto, al del error que recae en un elemento
157
normativo del tipo :
“BINDING considera suficiente que la subsunción por el hechor haya sido efectuada “como
un profano” ... Lo único que exige el sistema penal -escribe BOCKELMANN- es que el
hechor, sobre la base de una valoración semejante a la que hace un juez al aplicar la ley,
pero en su caso en la esfera de un profano, pueda contestar a la pregunta acerca de si el
respectivo elemento de la descripción típica se halla presente. Como en la comunicación
social el significado de las cosas está también determinado por el contexto social en que ellas
existen o suceden, no se puede hablar de dolo si el sujeto no entiende el significado de su
acto en la vida social. En otras palabras, para obrar con dolo debe el sujeto conocer el
158
significado de sus hechos en el mundo de la vida” .
156
REY (1987:157). En el mismo sentido, CÓRDOBA (1981:30).
157
v., al respecto, POLITOFF (1997a:617ss) y CURY (1992 I:269s). Incluímos aquí también el
error sobre la existencia de la norma complementaria, el cual, según señala POLITOFF
(1997a:618S), debe tratarse como error de tipo.
158
POLITOFF (1997a:453S).
66
por ostentación de una persona a otra y que corresponde al significado social que
159
se asigna a esa cosa .
Así, es claro que para traficar con estupefacientes, en sentido amplio, es
necesario conocer, al menos por la vía de la ostentación, que el objeto traficado se
señala por otras personas como droga estupefaciente o psicotrópica, por producir
ciertos efectos placenteros y algún grado de adicción, y que no es de libre
circulación. De ninguna manera podría exigirse que se conocieran los elementos
activos de dichas sustancias, los efectos fisiológicos que producen o su precisa
inclusión en los listados del Reglamento respectivo, casos en los cuales sólo entre
un círculo muy reducido de especialistas podrían encontrarse los autores de estos
delitos.
Por lo tanto, quien no sepa que las pastillas o las hierbas que recibía, entregaba
guardaba, transportaba, etc., eran de aquéllas sustancias que producen ciertos
efectos placenteros y que comúnmente se denominan “drogas”, no actúa
160
dolosamente y no comete delito alguno .
Así lo ha resuelto también nuestra jurisprudencia, que en fallo de la Corte de
Apelaciones de Santiago de 24.4.90(GJ 118:63), pese a haberse acreditado que
en la casa habitación de la acusada se encontró una importante cantidad de
marihuana, la absolvió por cuanto los demás antecedentes de la causa hacían
161
presumir que ella ignoraba la existencia de la hierba en su domicilio .
159
El procedimiento paralelo que lleva al Juez de la causa a entender presente la sustancia que se
trata, está establecido en el inc. 5º del artículo 26 de la Ley 19.366, que obliga al Servicio de
Salud respectivo a entregar a dicho Juez un protocolo de análisis de las sustancias que se
traten, señalando, además, la peligrosidad que revista para la salud pública., protocolo que se
considera, conforme dispone el artículo 472 del Código de Porcedimiento Penal, “prueba
suficiente de la existencia del hecho”.
160
Como tampoco lo comete quien cree traficar con drogas, cuando la sustancia que se trata no
se encuentra entre las señaladas en el D.S. 565/1995, por constituír ese un supuesto de delito
imposible absolutamente, por falta de objeto material, según se verá Infra 6.4. La posibilidad
que plantea KÓRNER (1994:§29/220), de castigar por el tráfico aún en estos casos, cuando al
hecho ha precedido una oferta de venta consumada, que constituye por sí misma una forma de
tráfico, en sentido amplio, debe descartarse en Chile por el principio de consunción impropia,
según el cual el acto principal impune absorbe al meramente acompañante, anterior o posterior
típico, pues la oferta de venta de una cosa es, con relación a la venta de esa cosa,
insignificante (v. al respecto MATUS (1998:138ss)). Por lo demás, no debe olvidarse que,
conforme sostiene la doctrina dominante en Alemania, aún la tentativa inidónea es punible, lo
que explica la diferente conclusión de KÖRNER (v. al respecto, JAKOBS ?????).
161
En otro fallo de segunda instancia se absolvió a la procesada, por alegar ésta que el paquete
que portaba en su ropa interior le había sido entregado por su hermano, ignorando ella su
contenido; pero finalmente la CS, sin contradecir el argumento jurídico, la condenó como autora
de tráfico por la “inverosimilitud” de su historia (SCS 6.11.90, en RDJ 1990:132).
67
162
Internacionales -que hablan de la comisión de estos delitos “intencionalmente”- ;
y de que así lo impidiría la existencia de un elemento subjetivo del tipo,
163
identificado con la finalidad de promover o facilitar el consumo . En Alemania, en
cambio, KÖRNER (1994:§29/217) afirma expresamente la posibilidad de cometer
esta clase de delitos con dolo eventual, cuando el autor tiene en cuenta que a
través de su actividad podría favorecerse el tráfico ilícito de estupefacientes, lo
que le resulta indiferente.
Para saber cuál de las dos posiciones expuestas acepta la ley chilena, debemos
analizar su contenido a la luz de las objeciones propuestas a la posibilidad del dolo
eventual.
En cuanto al argumento basado en las Convenciones Internacionales, cabe
señalar que si bien el artículo 3.1 de la Convención de 1988 establece que los
delitos que señala han de cometerse “intencionalmente”, ello nada agrega a la
exigencia del dolo, que es precisamente, establecer la intencionalidad del agente.
La cuestión es saber si esa intencionalidad ha de ser directa o basta con la
derivada del dolo eventual. Sin embargo, no es necesario adentrarse en una
discusión semántica acerca del significado de la expresión “intencionalmente” en
la Convención de 1988, desde el momento en que el legislador nacional no la ha
incorporado a nuestra ley positiva. No obstante, puede señalarse que un sentido
probable de dicha expresión es la exclusión de la atribución puramente causal de
los delitos en referencia, y sobre todo, la necesidad de excluir la punición en casos
de falta de dolo por error mencionados en el apartado anterior. Por lo demás,
Alemania ha suscrito también las Convenciones Internacionales referidas, y ello no
ha conducido a su doctrina a la conclusión que aquí se rechaza.
Por otra parte, la supuesta existencia de un elemento subjetivo adicional, una
especial intención de favorecer o promover en provecho propio el consumo o de
164
traficar -ánimo de lucro - no se encuentra tampoco en nuestra ley positiva, como
no sea en el contenido del dolo, lo que, naturalmente, no resuelve el punto
debatido en el sentido de exigir para ello un dolo directo, sino al contrario,
mantiene abierta la pregunta acerca de la posibilidad del dolo eventual, es decir,
de concebir el tráfico, el favorecimiento o la promoción del consumo, como una
posibilidad real del curso de una conducta, posibilidad que el agente conoce, pero
cuyo resultado le es indiferente. Como tampoco nuestra ley exige un otro especial
elemento subjetivo del tipo, que excluya el dolo eventual, debemos concluir que,
por esta vía, no existen razones para dicha exclusión en la figura básica del tráfico
ilícito de estupefacientes.
162
PRIETO (1986:184), quien se refiere a las Convenciones e 1961 y 1971, artículos 36 y 22. La
actual Convención de Viena 1988, utiliza también la fórmula “cuando se cometan
intencionalmente” en su artículo 3.1., circunstancia que resalta en su artículo 3.3., donde se
señala que dicha intención podrá “inferirse de las circunstancias objetivas del caso”.
163
REY (1987:156).
164
La cuestión acerca de un especial ánimo de lucro para configurar el delito de tráfico ilícito de
estupefacientes ha sido definitivamente dejada de lado tanto por la doctrina y la jurisprudencia
nacional. En efecto, así lo señalan HERNÁNDEZ (1992:263) y los fallos de la Corte de
Santiago de 29.9.87 (RDJ 87:160), y de la Corte de San Miguel de 13.6.95 (RDJ 95:147).
68
Finalmente, cabe destacar que, atendida la naturaleza del objeto sobre que recae
el delito, también existe la posibilidad de que el dolo eventual recaiga no ya en la
conducta, se sabe que se está transportando, guardando, etc., sino en el objeto de
la misma. Así, actuará con dolo eventual, y será punible a título de tráfico, quien
recibe el encargo de “guardar” unas “pastillas”, “matas” o “empanadas”, y
representándose la probabilidad de que ese objeto encargado sea una sustancia
prohibida –porque el encargo se lo hace un conocido traficante o por otra razón
análoga–, acepta y cumple el encargo, siéndole indiferente que tales sustancias
sean o no de aquéllas cuyo tráfico la ley castiga penalmente.
En todo caso, lo que resulta claro es que, conforme dispone el artículo 10 Nº 13
del Código penal, no existe favorecimiento del consumo ilícito de estupefacientes
culposa, al no contemplarse expresamente tal figura punible en la legislación
165
respectiva .
165
Aunque en MATUS (1998:137) se menciona la figura del artículo 4º de la ley 19.366 como una
especie de cuasidelito de tráfico ilícito de estupefacientes en sentido amplio, esta opinión debe
entenderse superada por lo dicho arriba en el texto, y por las razones que ahora paso a
explicar: el artículo 4º es la única figura culposa que contempla la ley 19.366, y castiga con la
pena de multa de 20 a 200 UTM al que, “estando autorizado para efectuar las siembras,
plantaciones, cultivos o cosechas a que se refiere el artículo 2º, abandonare, por negligencia o
descuido, en lugares de fácil acceso al público, plantas, sus rastrojos, florescencias, semillas u
otras partes activas”. Esta disposición contempla también, en su segunda parte, un delito de
omisión propia, tal como lo señalan HOFFMANN/ROJAS (1998:84), al castigar del mismo
modo al que “no cumpliere con las obligaciones establecidas en el reglamento sobre cierro y
destrucción de tales especies”. En verdad, estamos aquí ante figuras cuya realización
importarían un riesgo tan ínfimo para el bien jurídico protegido que el legislador, con acertado
juicio, las sanciona con sólo una pena pecuniaria (Oo. DÁVILA (1998:85), quien no está de
acuerdo con esta rebaja penal). Sin embargo, hubiera sido todavía más acertado dejar esta
sanción pecuniaria entregada al mismo Reglamento a que se refiere (Título II del D.S. (Justicia)
565/1995, artículos 13 y 14), sustrayéndola definitivamente de la jurisdicción criminal, ya que la
fiscalización y acreditación de su comisión queda entregada completamente al sistema de
control que en dicho reglamento se establece, con la intervención permanente de funcionarios
del Servicio Agrícola y Ganadero, pues no estamos sino ante propias infracciones
reglamentarias elevadas a la categoría de delito por decisión legislativa, aunque al parecer la
“mala conciencia” de sus redactores les aplica sólo la pena de multa. Las mismas razones, me
inclinan a desechar la posibilidad de considerar el mentado artículo 4º como una forma culposa
de desvío al tráfico deñ artículo 3º, según la entiende ETCHEBERRY (1997 IV:301), pues a
pesar de la buena razón sistemática que puede esgrimirse, lo cierto es que ni el abnadono
negligente ni la omisión de cierros están vinculados en el texto de la ley al tráfico ilícito como
resultado previsible y que debiera evitarse, requisito necesario para entender tales conductas
como formas culposas u omisivas de desvío.
De allí que no estemos propiamente ante un favorecimiento culposo del consumo masivo de
estupefacientes, ya que no se alcanza a apreciar cómo su comisión podría de alguna manera
poner en riesgo de manera más o menos significativa el bien jurídico protegido, pues falta en
ella la destinación a los consumidores finales (o a la red de distribución dirigida a los mismos)
propia de esta clase de delitos. Piénsese, además, que se trata de abandono de partes de las
especies o de cierres inadecuados de plantaciones de las mismas de agricultores autorizados a
su cultivo y fiscalizados en el mismo, al punto que, por ejemplo, en la quema de que habla el
artículo 14 del Reglamento de la ley 19.366, si no se quema todo el sobrante, cabría pensar no
sólo en una actitud negligente del agricultor involucrado, sino también de los funcionarios del
Servicio Agrícola y Ganadero y de la Policía de Carabineros o Investigaciones que deben estar
69
Con razón afirma CASTELLÓ (1997:211) que “la semejanza” entre la intoxicación
alcohólica y la producida por el consumo de drogas “permite concluir que merecen
un tratamiento igualmente parejo”. Sin embargo, salvo el caso de la autointoxicación
168
aguda fortuita e impune , de ello no puede extraerse sin más que dicha situación
presentes en el acto. Finalmente, cabe argumentar que para imponer una multa elevada en la
infracción de un deber reglamentario no existe en nuestro ordenamiento limitación alguna, por
lo que la cuantía de la multa, que no se acerca a las elevadísimas que pueden imponer, por
ejemplo, las Superintendencias de Seguros y Valores y la Superintendencia de Bancos,
tampoco parece ser justificación suficiente para su incorporación al ordenamiento punitivo, y
mucho menos como una aparente forma culposa de favorecimiento del tráfico ilícito de
estupefacientes, que no lo es.
166
Vid. Supra 3.5.
167
Según ROMERAL/GARCÍA (1993:319ss), se admiten generalmente las siguientes fases en la
drogodependencia: iniciación, impregnación, dependencia progresiva, dependencia
estacionaria, dependencia regresiva, tóxica crónica y deterioro multiorgánico. En la primera y
segunda fase no se observa el síndrome de abstinencia ni se presentarían problemas relativos
a la imputabilidad, salvo en los transtornos psíquicos provenientes del consumo del LSD y, en
mucha menor escala, de la cannabis. En las fases de dependencia progesiva, estacionaria o
regresiva, caracterizada por la tolerancia y la aparición de síndromes de necesidad y
dependencia, “para poder valorar la imputabilidad conviene proceder del siguiente modo: En
primer lugar, establecer el patrón general para cada droga. Posteriormente hay que estimar el
grado de dependencia, la personalidad del individuo, su catalogación como drogofílico o
drogadicto simplemente. Valorar la profundidad y gravedad del síndrome y, finalmente,
establecer una correlación entre los actos y el estado psicofísico”. Finalmente, en la fase tóxica
crónica, es un hecho que “se han producido lesiones orgánicas y manifestaciones funcionales
tanto en la esfera física como en la psíquica y aun suprimiendo la droga persistirían los efectos
lesivos, como resultado del daño celular producido”; presentándose en la fase de deterioro
multiorgánico efectos directamente relacionados con la naturlaeza de la droga y las
consecuencias secundarias del hábito: “generalmente se observa estado demencial”.
168
La exculpación de quien cae en estado de embriaguez plena y fortuita, por la causal de pérdida
temporal de la razón del artículo 10 Nº 1 es reconocida por nuestra doctrina plenamente como
se lee en POLITOFF (1997a:590). Además, debe tenerse presente que a este estado puede
70
llegarse aún cuando exista conciencia del consumo de las sustancias que se trata, si no se
tiene de los efectos, que de ese acto de consumo se derivarían. Como señala GARRIDO (1997
II:224): "El que bebe alcohol o se droga voluntariamente, pero sin tener conciencia de que perderá
totalmente sus facultades intelectivas y la aptitud para adecuar su conducta a aquéllas, es
inimputable, a menos que medie culpa de su parte".
169
PRIETO RODRÍGUEZ (1986:347)
170
En España, esta vinculación entre la intoxicación aguda pasajera y la actio liberae in causae ha
sido puesta de relieve por REY (1990:239) y alguna jurisprudencia, en los casos de consumo
preordenado al delito (STS 20.5.1987 y 23.9.1988). En Chile, aunque la opinión minoritaria de
CURY (1992 II:37) entiende que la doctrina de la actio libera in causa no tiene apoyo legal y que
la frase "el que por cualquier causa independiente de su voluntad se halla privado totalmente de
razón", del artículo 10, Nº 1º, segunda parte, "no constituye una fórmula relativa a las actiones
liberae in causa, sino, más bien, la consagración de un régimen de calificación por el resultado
sumamente reprobable", lo cierto es que la doctrina y jurisprudencia dominante acuden a esta
teoría precisamente en relación a esa disposición legal, pues entiende, como afirma GARRIDO
(1997 II: 224), que "la finalidad de la norma es excluir la imputabilidad únicamente del que se
provoca ese estado en conocimiento de que puede delinquir. En otros términos, alude
exclusivamente a la actio libera in causa".
171
POLITOFF (1997a:577s).
172
POLITOFF (1997a:584ss). En verdad, la discusión no radica tanto en si se castigará
penalmente en estos casos o no, sino en el fundamento y consecuencias dogmáticas que el
castigo en tales situaciones habría de tener, como puede verse en la extensa obra monográfica
de JOSHI (1992:passim)
71
173
Hacia la que parece inclinarse la SC Suprema de 21.11.96 (GJ 197:140), donde se afirma sin
matices que el haber ingerido el procesado previamente drogas y alcohol ”no puede servir para
atenuar su responsabilidad criminal, pues, además de no estar ello sentado como hecho de la
causa, de ser efectivo, derivaría de un acto voluntario del encausado, quién se habría colocado
en un estado de menor control volitivo por actos queridos y aceptados, lo que implica no poder
acoger sobre tal base una conducta de menor reproche.”
174
Como pretendían los redactores de nuestro Código al hacer constar su opinión contraria a que el
estado de ebriedad pudiera eximir o atenuar la responsabilidad criminal (sesión 5ª), incluso en los
casos de delirium tremens (sesión 120). Sin embargo, esta opinión del legislador histórico es,
como señala GARRIDO (1997 II:224), sólo un antecedente “respetable como muchos otros” que
no obliga al intérporete actual.
175
Donde la intoxicación plena excluye la culpabilidad por encontrarse el paciente “privado
totalmente de la razón”, y la semiplena, permite aplicar la atenuante del N°1 del artículo 11,
como en el caso de la SC Suprema de 10.10.85 (en FM 323:709), donde, acreditado que otro
procesado “subrepticiamente mezcló sustancias alcaloides y anfetaminas con alcohol, que
después suministro al reo G.O. y a las mujeres que le acompañaban”, nuestro Máximo Tribunal
sostuvo que “al decidir en la sentencia reclamada ,que no concurre en favor de Nelson
González la circunstancia atenuante del articulo 11N°1° en relación con la eximente
establecida en el articulo 10N°1, ambos del Código Penal, han cometido falta que debe ser
enmendada...”.
176
POLITOFF (1997a:592).
72
177
Vid. nota 174.
178
Cfr., por todas, SC Santiago de 24.7.1940, en GT 95:426.
179
SC Santiago de 4.7.94, en GJ 169:103. En el mismo sentido, anteriormente se había
pronunciado la SC Suprema de 27.10.1984, en RDJ 82:168.
180
SC Suprema de 6.5.81 (en FM 270:147), donde se añade: “Es evidente que la simple
circunstancia, por lo demás muy generalizada, de ser el reo al mismo tiempo traficante ilegal y
toxicómano no basta para configurar una atenuante en su favor. Con este criterio la gran
mayoría de los traficantes que son a la vez adictos a la droga que comercializan se beneficiaría
indiscriminadamente con esta atenuante.”
73
6. ITER CRIMINIS
181
POLITOFF (1997a:630ss).
182
POLITOFF (1997a:393).
183
Un exceso no atribuíble a error, sino a un celo excesivo, por ejemplo, podría conducir todavía,
según POLITOFF (1997a:393), a la admisión de la una eximente incompleta del artículo 11 Nº
1 en relación con el artículo 73 del Código penal .
74
184
VERDUGO/BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:47).
185
De este modo, el legislador configura los delitos de la ley 19.366 en forma similar a los que el
§11.6 StGB conoce como delitos de emprendimiento, en que la conducta que se sanciona a
título de delito consumado comprende tanto su tentativa como su consumación
[SCHÖNKE/SCHRÖDER/ESER (1991:§11/46ss); JESCHEK (1988:476s); JAKOBS
(1992:§25/5s)]. Sin embargo, nosotros hemos reservado el uso de la expresión “delito de
emprendimiento” para comprender no sólo el efecto recién descrito, sino otros más amplios,
como puede verse Supra 3.3.1. De todas maneras, podrá apreciarse en el texto que, en el
sentido estricto de delito de emprendimiento puede entenderse también el tráfico ilícito de
estupefacientes [así, KÖRNER (1994:§29/140)], y por lo tanto se producen en él efectos
similares en relación a la tentativa a los que se describen por los autores antes citados. Sin
embargo, dada la diversa legislación de referencia, hemos preferido no utilizar en el texto el
término “delito de emprendimiento” en sentido estricto, ni tampoco las soluciones que se
propondrán serán compatibles en su totalidad con las que rigen en Alemania. A la misma
solución, pero en base a la consideración del delito de tráfico como uno de peligro, que por su
naturaleza no admitiría la ejecución imperfecta, llega una parte de la doctrina y jurisprudencia
española [Cfr. PRIETO (1986:185ss)], aunque últimamente existe una tendencia a reconocer,
en algunas de los supuestos de tráfico, la posibilidad de incriminar la tentativa [Cfr. REY
(1990:308ss) y LUZÓN PEÑA (1989:1ss)] en la medida que los actos que a él conducen
admitan un desglose o fraccionamiento, al menos desde el plan del autor, como sucedería en
los casos de cultivo o elaboración. Sin embargo, esas conclusiones vienen determinadas en
gran medida por la disposición legal que interpretan, ya que, como veremos arriba en el texto,
en Chile el cultivo o la elaboración de estupefacientes, en la medida que supone posesión de
materias primas, es una especie de tráfico, y por tanto, incriminar aún la tentativa de esas
75
6.2. Conspiración
190
JAKOBS (1992:§25/6).
191
En cambio, como ha resuelto nuestra Corte Suprema en un fallo aún no publicado de 17.3.97,
causa rol 4584-96, la conspiración –y tampoco el desistimiento de la misma– “no tiene lugar
cuando el hecho se comienza a ejecutar porque en tales casos los actos dejan de ser
preparatorios pasando a configurar el conato u otra etapa ulterior del iter criminis, por lo que si
el procesado G. se concertó con el procesado R. para efectuar la adquisición, transporte y
traslado de la droga, poniendo a disposición de éste último un camión de su propiedad, comete
el delito de tráfico en grado de consumado y no conspiración, aunque la adquisición y
transporte (actividad en que fue descubierta la droga) hayan estado a cargo del procesado R.”.
77
192
En cuanto a la incorporación del castigo penal de la conspiración para cometer el delito de
tráfico ilícito de estupefacientes, los representantes del Ejecutivo explicaron en el Senado, “en
cuanto al concepto de conspiración, o sea, la concertación de, al menos, dos personas para
cometer delito” que, “al ser sancionada en nuestro ordenamiento jurídico, va a permitir practicar
las extradiciones que sean pertinentes (Cfr. VERDUGO/ BLANC/ PFEFFER/PINTO/THAYER
(1996:47). Al respecto, debe recordarse que si bien el artículo 7º de la ley 17.934 contemplaba
el castigo de la conspiración para cometer esta clase de delitos, la ley 18.403 no mantuvo tal
disposición –hecho alabado por HERNÁNDEZ (1992:233) –, por lo que en alguna ocasión,
nuestra jurisprudencia recurrió al heterodoxo recurso de considerar la “confabulación” (vid. nota
siguiente) como un supuesto de “asociación para delinquir”, a efectos de dar por cumplido el
requisito de la doble incriminación y poder, de este modo, conceder una extradición solicitada
por Australia (SC Suprema 16.5.94, en RDJ 94:57).
193
Un acabado estudio sobre el concepto de conspiracy en el derecho anglosajón, y de la
conspiración en general en los países europeos, puede verse en la obra citada de POLITOFF
(1997c:449-453).
194
Así, en SCS 16.5.94 (RDJ 94:57) se estimó que se cumplía con el requisito de la doble
incriminación en un requerimiento de una extradición pasiva solicitada por el gobierno de
Australia, por el delito de “confabulación” para traficar estupefacientes, argumentando que
dicha “asociación” u “organización” “no es más ni menos que una conspiración sancionada
expresamente en nuestra legislación cuando ella tiene por objeto el tráfico de estupefacientes”;
aunque finalmente denegó la solicitud por no haberse acreditado en conformidad con las leyes
patrias, la comisión del hecho punible.
195
POLITOFF (1997c:454).
78
196
En el mismo sentido, entre nosotros, p. ej. CURY (1992 II: 197); ETCHEBERRY (1987 IV:
215ss); y MATUS (1994:179).
197
Con detalles, véase la explicación de POLITOFF (1997c:456).
198
El propio artículo 41, inc. 5º, refuerza esta interpretación, al castigar como falta el consumo en
lugares privados, siempre que los consumidores se hubieran concertado previamente con tal
propósito, lo que hace conceptualmente imposible la conspiración para tal “concierto previo”.
199
Como advierte PACHECO (1881 T. I: 104): “ni el ocuparse dos personas en la posibilidad de un
delito, ni el desearlo, es conspirar para su comisión. La ley exige más, y el buen sentido
aprueba las exigencias de la ley”.
200
MAURACH/GÖSSEL/ZIPF (1983 II:329).
201
BAUMANN/WEBER/MITSCH (1995:687).
202
POLITOFF (1997a:673).
203
CURY (1992 II:210). En el mismo sentido, GARRIDO (1997 II:286s).
79
caso, al hecho de la delación, ya que hubiera bastado para justificar la excusa una acción de
su parte que evitara la comisión del delito por los demás partícipes.”
Según nos enseña POLITOFF (1987c:456s), “Más que una mera conspiración es
la figura de asociación criminal del artículo 22 de la ley 19.366, que sanciona “a los
que se asociaren u organizaren con el objeto de cometer alguno de los delitos
contemplados en esta ley”, graduando la penalidad según se trate de “individuos
que hubieren ejercido mando en la organización o hubiesen aportado el capital”,
para los que está prevista una pena agravada, o se trate, tan sólo, de quien
“hubiese tomado parte en la asociación” o “voluntariamente y a sabiendas, hubiere
suministrado, a alguno de sus miembros, vehículos, armas, municiones,
instrumentos, alojamiento, escondite o lugar de reunión para la comisión de estos
delitos”. Ese tipo legal (que se halla, a su vez, en relación de especialidad con
respecto a la figura de asociación ilícita del artículo 292 del Código Penal, que
tiene su origen en el Código belga y más lejanamente en la association des
malfaiteurs del Código de Napoleón ) requiere -como lo ha reconocido la
jurisprudencia con respecto a una figura casi idéntica de la precedente ley sobre
la materia (artículo 8 de la ley 17.934 citada)- “una organización con cierta
estructura jerárquica en los participantes del delito, con un carácter más
permanente”. Añade el fallo que la asociación criminal debe ser un “cuerpo
organizado”. En efecto, los partícipes deben haber constituido un aparato de
colaboración estructurada, con una jerarquía interna, a diferencia de la
conspiración, en la cual los sujetos que han adoptado la resolución de cometer un
delito “no han puesto en obra los actos materiales necesarios para llevar a cabo su
204
propósito” .Debe agregarse todavía que la asociación criminal está integrada por
“los que se asociaren u organizaren”, es decir, por los que formen una unión de
cierta duración para la comisión de alguno de los delitos -indeterminados, pero de
205
semejante naturaleza - previstos en la referida ley, en lo que difiere dicha figura
delictiva de la mera fase preparatoria para la ejecución de un delito determinado,
pero incidental, en que consiste la conspiración. La figura del artículo 22 no difiere
206
de tipos delictivos similares previstos en el derecho comparado y que apuntan,
en rigor, a sancionar penalmente casos de constitución de una organización de
estilo mafioso (aunque adopte la forma de una sociedad legalmente constituida) y
que, en cuanto generan una subcultura criminal conforman un delito pluriofensivo,
esto es, un delito de peligro, no sólo, en la hipótesis que nos ocupa, contra la
salud pública, sino también contra la libertad de los que quedan atrapados por la
204
Cf. SCS. de 19 de julio de 1973, cit. supra.
205
En el Senado se hizo presente que “esta disposición es más amplia que el actual artículo 11 de
la ley Nº 18. 403, que sanciona a quienes se asociaren u organizaren para “elaborar o traficar”
sustancias o drogas estupefacientes o sicotrópicas”. Cf. VERDUGO/BLANC/PFEFFER/
PINTO/THAYER (1996:45).
206
Cf. p. ej. §149 del C.P. alemán; artículo 140 del C.P. holandés; artículo 450-1 del C.P. francés
81
207
SC Punta Arenas 15.9.93, en RDJ 93:228. Los requisitos que el fallo enuncia: permanencia y
estructura jerárquica interna, ya habían sido expuestos en un fallo anterior de la Corte Suprema
(SCS 19.7.78, en FM 236:183).
208
VERDUGO/BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:20). Sin embargo, se excluye de la
punibilidad el tráfico o desvío de materiales o equipos que sirvan a la elaboración o cultivo de
las sustancias prohibidas, como lo proponen los artículos de la Convención de Viena citados,
salvo en lo que respecta a su tenencia, que en las circunstancias indicadas Infra 6.3.4, que
podrían constituir una presunción de autoría en el delito especial de elaboración ilícita de
estupefacientes.
209
Según lo indicado por los representantes del Ejecutivo en el Senado de la República, como
puede verse en VERDUGO/BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:20).
82
210
HOFFMAN/ROJAS (1998:87) refieren la figura básicamente a la elaboración de cocaína, y así
lo dieron a entender también los representantes del Ejecutivo ante el Congreso [VERDUGO/
BLANC/PFEFFER/PINTO/THAYER (1996:20)]. En todo caso, debe tenerse presente que
cuando dichos precursores sean parte de preparados farmacéuticos o de otra clase, que por su
composición no puedan emplearse o recuperarse por medios de sencilla aplicación, carecen de
las propiedades por las cuales su tráfico y desvío se sanciona y, por tanto, según lo prevé el
artículo 12.14 de la Convención de Viena de 1988, no deben entenderse como objeto material
de este delito. Cfr., en el mismo sentido, ROMERAL/GARCÍA (1993:235).
211
Es de destacar que en el proemio de la Convención de Viena de 1988, entre los puntos que se
señalan como motivaciones para su adopción, se expresa: “Considerando que son necesarias
medidas de control con respecto a determinadas sustancias, como los precursores, productos
químicos y disolventes, que se utilizan en la fabricación de estupefacientes y sustancias
sicotrópicas, y que, por la facilidad con que se consiguen, han provocado un aumento de la
fabricación clandestina de esas drogas y sustancias”.
212
Estos son los casos para los cuales HERNÁNDEZ (1992:321) encuentra superflua una
disposición como la analizada.
213
Causa Rol Nº 3391-97, no publicada aún. En esta misma sentencia, nuestro Máximo Tribunal
se pronunció acerca del valor vinculante del Tratado de Viena de 1988 en esta materia,
83
En efecto, atendido que las penas asignadas al delito de tráfico del artículo 5º son
las mismas que las del artículo 1º, donde se distingue entre drogas o sustancias
estupefacientes que causan un grave daño a la salud, y las que no causan ese
grave daño, la única forma de saber cuál es la pena asignada al tráfico de
materias primas, es en relación a su carácter actual o potencial de droga o
sustancia estupefaciente, y al efecto en la salud que produce o puede llegar a
producir. De otro modo, se estaría imponiendo a los autores una pena no
establecida por la ley. Caso distinto, como dijéramos, es el de la compra o
tenencia de precursores para elaborar estupefacientes, porque aquí la conducta
del autor puede relacionarse con la naturaleza de la sustancia que, según las
214
pruebas del caso, se pretende elaborar o se ha elaborado .
En todo caso, aún de admitirse que también la venta o producción ilícita de
precursores puede considerarse un acto de tráfico ilícito, no debe perderse de
vista que la disposición en comento contempla una penalidad inferior a la señalada
por la ley para el tráfico ilícito de materias primas, referido en particular a las
sustancias productoras de graves daños a la salud, como son los derivados
químicos para los cuales se requieren habitualmente de los precursores que habla
la ley, por lo que la particularidad de los productos a que se refiere nos indica
claramente que se trata de una figura especial de tráfico de materias primas,
privilegiada en razón de que tales materias no son en sí mismas sustancias
estupefacientes ni contienen elementos de las que puedan producirse, sino que
actúan como catalizadores de dichas sustancias, contenidas en las especies
vegetales o derivados químicos con que se hacen interactuar. Luego, en razón del
privilegio que se otorga, no existiría motivo para no aplicar la disposición especial
referida incluso con efecto retroactivo, en la medida que ello se imponga por la
215
disposición del artículo 18 del Código Penal .
216
En sentido similar, HOFFMAN/ROJAS (1998:88). El fundamento de la exclusión del dolo
eventual por un elemento cognoscitivo especial, puede verse en
POLITOFF/BUSTOS/GRISOLÍA (1971:117s, especialmente, la nota 26).
217
REY (1990:128).
218
SSTS 3.12.1983 y 25.10.1985, cit. por ROMERAL/GARCÍA (1993:27).
85
219
SCS 8.5.1991, en FM 131:74. De allí que las prevenciones de HERNÁNDEZ (1992:246) acerca
de que dichas especies también contienen o están constituídas en sí mismas por sustancias
estupefacientes, pueden considerarse sólo advertencias de que, a pesar de ello, si se trata de
especies vegetales, no se aplica la pena del tráfico propiamente tal, sino la privilegiada del
cultivo.
220
Así lo declaró expresamente la Corte Suprema en SCS de 2.12.91 (RDJ 91:154), al afirmar
contra el argumento de la defensa: “que según su claro sentido y tenor literal, el referido
artículo 2° sanciona específicamente la siembra, cultivo, cosecha o posesión del género
cannabis en circunstancias que hagan presumir el tráfico ilícito de ellas; y sanciona, también a
quienes siembren cultiven cosechen o posean otras especies productoras de sustancias
estupefacientes o sicotrópicas, en circunstancias que hagan presumir aquel propósito. En otras
palabras, la expresa mención a las especies del género cannabis excluye la interpretación que
pretende el recurso, desatendiendo aquel tenor literal y apelando a la intención o espíritu del
legislador. Si tal hubiere sido el propósito, intención o espíritu con que se dictó la norma de que
se trata, habría bastado que ella se refiriera, simplemente, y en términos generales, a especies
vegetales o sintéticas productoras de sustancias estupefacientes o sicotrópicas.” [En el mismo
sentido: SC Santiago de 3.10.1989, en autos seguidos c/ Fredy Roman Tobar (no publicada)].
221
Otra explicación, Cfr. en HOFFMAN/ROJAS (1998:80).
86
222
En RDJ 95:28.
223
Como bien lo hace notar HERNÁNDEZ (1992:237), esta diferenciación aparece sólo implícita
en la ley, a pesar de la importancia penológica que se le atribuye.
87
230
7. AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
Aunque como señala REY (1990:319), la redacción de la figura básica del delito
de tráfico ilícito de estupefacientes, que castiga a los “que por cualquier medio
induzcan, promuevan o faciliten el consumo” masivo de las sustancias ilícitas, no
sólo parece llevar por delante la posibilidad de construir figuras de tentativa, sino
231
también “formas de participación secundaria en el mismo” , la jurisprudencia
chilena, a través de la idea de concebir como autor de estos delitos no a
cualquiera que toma parte en la ejecución inmediata y directa de los hechos que
se trata, sino sólo a quienes de ellos tienen el poder de disposición sobre las
sustancias traficadas o de decisión sobre los actos ejecutados, abre un
espacio para aplicar la pena rebajada en un grado que, según el artículo 51
corresponde al cómplice de un crimen o simple delito, a quienes, sin tener ese
poder de disposición o de decisión sobre las sustancias que se tratan, cooperan a
232
la ejecución de los hechos punibles por actos anteriores o simultáneos .
Así se ha calificado como cómplice a quien guarda u oculta una cantidad de
sustancia a pedido de un tercero que actúa sobre ellas con ánimo de señor y
230
La llamada “presunción de autoría” del inciso segundo del artículo 1º ha sido tratada
suficientemente en relación a la figura especial de elaboración de estupefacientes, Supra 6.3.4,
y los problemas de inducción a través de un agente encubierto, en su respectivo apartado,
Supra 4.1, a los que nos remitimos expresamente.
231
Esta es la aplicación más o menos uniforme que de la ley penal española ha dado también su
jurisprudencia, que con el argumento de que la configuración de estos delitos como de mera
actividad y peligro abstracto, junto con la amplitud de las acciones castigadas, afirma que se
“dificulta la admisión de formas participativas distintas a la autoría” (STS 3.3.87 y 30.5.91, cit.
por ROMERAL/GARCÍA (1993:141), salvo algunos casos excepcionales donde se ha admitido
tal complicidad (SSTS 10.5.1982; 9.8.1987 y 15.1.1991). Sin embargo, estos últimos casos
podrían considerarse directamente impunes (“acompañar a comprar”, en STS 9.8.1987) o
reconducibles a alguna de las figuras de participación que la ley chilena contempla
expresamente (“facilitación de inmuebles”, en STS 15.1.1991, que corresponde al artículo 9º de
la Ley 19.366).
232
En un sentido similar también se pronunció el TS español en el caso de quien acompañaba en
el auto a un traficante, calificando a quien “nunca ejerció la posesión” como mero cómplice
(STS 30.5.91). La diferencia con la tendencia dominante en la jurisprudencia española se
explica porque ésta sólo atiende, para calificar la autoría, al concierto previo y a la ejecución
personal y material de algún acto esencial y característico en la ejecución del tipo penal por
cada uno de los concertados (STS 8.2.91, cit. por ROMERAL/GARCÍA (1993:142)).
90
233
dueño , siempre que el acto de guardar no pueda considerarse parte de una
separación del trabajo, donde por el rol que realiza el agente toma parte inmediata
234
y directa en un hecho sobre el que tiene poder de decisión .
Y aún se admite el encubrimiento, en los casos de quien sin conocimiento de la
naturaleza de la sustancia que guardaba a un tercero, descubre ésta
235
posteriormente , y del que “se limitó a ocultar los efectos o instrumentos del
236
delito, con posterioridad a su perpetración” .
Aunque en los casos antes citados nuestra jurisprudencia se basa también en la
afirmación de que las presunciones del del artículo 5º de la ley 19.366 no alteran
237
las reglas generales de la participación , no deja de ser cierto que en dicha
disposición legal el margen de maniobra se limita, precisamente, a desvirtuar que
el mero hecho, por ejemplo, de guardar sustancias estupefacientes para otro, no
necesariamente conduce a la calificación de traficante de quien lo realiza, si se
puede considerar un mero cómplice.
Sin embargo, la amplitud de esa disposición y su carácter de delito de peligro,
hacen difícil imaginar casos en que la conducta desplegada por el agente, con
independencia de su calificación de autor, cómplice o encubridor, se encuentre
fuera de los márgenes de la descripción típica, sin que de ese modo se amplíe
238
exhorbitantemente el ámbito de lo punible .
Este aserto se comprueba por el hecho de que ha sido el propio legislador, quien
previendo tales dificultades, ha establecido en el artículo 9º inc. 1º un delito
especial en que se castiga a quienes entreguen bienes a otros a sabiendas de que
los emplearán para la elaboración, cultivo o tráfico de drogas con una pena
sensiblemente privilegiada respecto a la figura de tráfico en sentido amplio, y aún
a la que correspondería de castigarse el hecho como mera complicidad del mismo.
Las dudas acerca de la calificación que correspondería a esa conducta de no
existir la disposición especial referida quedan de manifiesto si se examina la
jurisprudencia española, donde, sin contar con un texto expreso como el mentado
artículo 9º de la ley 19.366, se ha castigado tales conductas a título de
239
complicidad en el tráfico ilícito , pero también a título de cooperación
240
necesaria (artículo 15 nº 1 de nuestro Código Penal) .
233
SC Suprema 18.8.92 (RDJ 92:113) y SC Valparaíso 28.1.94 (GJ 163:89).
234
SC Suprema 6.9.95 (FM 444:1699).
235
SC Suprema 9.8.94 (FM 429:490). En casos similares, no obstante, la jurisprudencia española
se ha inclinado por ver un caso de autoría del artículo 15 Nº 3, en vez de una simple
complicidad (STS 18.4.1988 y 11.6.1991)
236
SC Suprema 16.3.95 (FM 434:1157).
237
SC Valparaíso 28.1.94 (GJ:163:89).
238
Vid. en KÖRNER (1994:§29/248ss) la casuística prácticamente ilimitada en la doctrina
alemana.
239
STS 15.1.91, en ROMERAL/GARCÍA (1993:153).
240
STS 11.6.91, en ROMERAL/GARCÍA (1993:152).
91
241
TOLEDO/VILLAMÁN (1971:80) y VIVANCO (1972:82) mostraban su perplejidad ante la
redacción del tipo del artículo 319 e) del Código Penal, reformado en 1969. Por su parte, desde
puntos de vista totalmente opuestos HERNÁNDEZ (1992:289) y DÁVILA (1993:112) se
refieren, también en tono crítico al texto del artículo 8º de la anterior Ley 19.366, aunque sólo el
primero de ellos aboga derechamente por su supresión.
92
aplicación de una pena inferior para quien entrega el vehículo, casa rodante, nave
242
o aeronave, que la que normalmente le correspondería en calidad de coautor” .
Sin embargo, tal como lo ha establecido nuestra jurisprudencia, debe descartarse
que esta figura se refiera a la coautoría, en el sentido de la cooperación necesaria
del artículo 15 Nº 3, pues esta forma de autoría supone el concierto previo que la
243
figura en estudio excluye conceptualmente . De allí que el riesgo previsto por los
representantes del Ejecutivo es inexistente: si hay acuerdo previo, en el sentido de
que quien entrega lo hace para que se cometa el delito que él quiere que se
realice, entonces su actividad es la del autor cooperador necesario del artículo 15
244
Nº 3 . Pero si no participa de ese acuerdo previo, será castigado conforme a esta
disposición especial. Por lo demás, como replicara la Comisión de Justicia del
Senado, si se trataba de establecer un tratamiento especial a la “entrega” de
245
bienes, no se veía razón para limitarlos a los raíces . En verdad, se trata aquí de
imponer una pena autónoma a uno de esos “reducidos casos” en que es
concebible la complicidad del artículo 16 del Código penal, descrita expresamente
246
en el afán característico de la ley 19.366 de no dejar “lagunas de punibilidad” .
Discutible es, sin embargo, la afirmación de que estaríamos ante un caso de
247
“complicidad privilegiada” . Ello por cuanto en relación con la pena aplicable al
cómplice según el artículo 50 del Código Penal, la disposición comentada no
produce siempre y en todo caso un efecto privilegiante, como veremos enseguida.
El privilegio denunciado sólo se produciría en relación con el límite inferior de la
pena que correspondería a quien entregara un bien raíz para el cultivo de
especies vegetales productoras de sustancias estupefacientes, a sabiendas que
parte de ese cultivo se desviará al tráfico –delito del artículo 3º de la ley, cuyo
marco penal tiene como límite inferior la pena de presidio mayor en su grado
mínimo-. Sin embargo, no se debe olvidar que el artículo 9º contempla una pena
compuesta de dos grados, cuyo límite superior corresponde a la pena que se
impondría al agente, en caso que fuera castigado como cómplice conforme al
artículo 50 del Código penal.
242
VERDUGO/BLANC/PFEFFER/THAYER (1996:22).
243
Así lo declara la SC Santiago de 30.9.1995 (en GJ 63:62), que estimó la norma precedente,
contenida en el artículo 5º de la ley 17.934, sólo “aplicable a un tercero, ajeno al delito de
tráfico de estupefacientes”. En el mismo sentido, HERNÁNDEZ (1992:294).
244
El acuerdo previo como concierto de voluntades destinadas a la realización del delito, como
requisito para dar cabida a la figura del artículo 15 Nº 3, es admitido en este sentido por
GARRIDO (1997 II:313), CURY (1992:247), ETCHEBERRY (1997 II:94).
245
VERDUGO/BLANC/PFEFFER/THAYER (1996:22).
246
La conclusión señalada se refuerza tomando en cuenta que en la doctrina española, donde la
legislación no contempla un delito de esta clase, se ha entendido que uno de los escasos
posibles casos de complicidad en estos delitos sería precisamente el de “ceder un terreno para
plantar droga” [TORÍO (1977:498ss)]. Sobre los comentarios al limitado alcance del artículo 16
del Código Penal, vid. los textos citados en la nota 245.
247
HERNÁNDEZ (1992:301).
93
248
Esto es lo que sucede, según CURY (1992 II:247) en el castigo a título de autor del llamado
cooperador necesario del artículo 15 Nº 3 del Código penal. Oo. YÁÑEZ (1975:59).
249
Vid., con respecto al tema en esta clase de delitos, Supra 6.1.
94
material, atendido el mayor o menor daño que la sustancia que se trate puede
provocar en la salud, resulta también absurdo que una forma de complicidad en el
hecho más grave, según la propia ley, como sería entregar un bien raíz para
elaborar cocaína, resulte privilegiada –al menos en su límite inferior-, no sólo
respecto a la pena que correspondería de aplicarse en el caso el artículo 50 del
Código penal, sino también respecto de la que correspondería si la entrega del
bien raíz se hiciera para elaborar aceite de Cannabis, donde, de aplicarse la
rebaja facultativa del artículo 1º, la pena del autor sería igual –presidio menor en
su grado medio- y aún inferior a la del cómplice, cuyo límite superior podría llegar
al de presidio menor en su grado máximo.
La necesidad de adecuar la pena señalada en el artículo 9º de la ley 19.366 al
sistema penal en general y al de la propia ley 19.366, en particular, se encuentra
implícitamente reconocida en dicha disposición legal, por cuanto establece un
marco penal compuesto de dos grados, cuya aplicación y recorrido podrían dar
cabida a los criterios antes señalados: que el cómplice no puede ser castigado
más severamente que el autor, conforme al sistema general del derecho penal
vigente; y que la participación en un hecho de menor lesividad para el bien jurídico
protegido no puede ser objeto de una pena más grave que la correspondiente,
proporcionalmente, a la participación en un hecho penal más lesivo al bien jurídico
protegido.
Sin embargo, esa flexibilidad que otorga un marco penal compuesto, no siempre
será suficiente para ofrecer una respuesta penológica a estos casos de
complicidad, coherente con los criterios recién expuestos, si de todos modos la
pena asignada al cómplice resulta mayor que la asignada al autor. En esos casos,
el carácter especial de la disposición del artículo 9º de la ley 19.366 en relación
con el artículo 16 del Código penal, entraría en conflicto con el de acto meramente
250
acompañante que a la complicidad en un delito se atribuye frente a su autoría .
Un conflicto de esta especie sólo puede resolverse con el auxilio, como último
recurso, del principio in dubio pro reo, optando por la solución más favorable al
251
reo, atendida la duda de subsunción que se produce . Esta solución impone, en
esos casos extremos, la aplicación de las reglas generales de complicidad de los
artículos 16 y 50 del Código Penal, evitando con ello los absurdos denunciados,
que constituyen “consecuencias contradictorias, que no pueden corresponder al
252
sentido de la ley” . No obsta a esta conclusión lo dispuesto en el artículo 55 del
250
MATUS (1996:224). Como en el texto citado se expone, entre las reglas del concurso aparente
de leyes existe aquélla según la cual los grados más avanzados de autoría y participación
consumen o prefieren a los menos avanzados, por lo que la pena del autor absorbe a la que
correspondería a quien también ha realizado actos calificables de complicidad en el delito que
se trata. Por ello ETCHEBERRY (1997 II:87) habla del carácter absorbente de la autoría frente
a las otras formas de participación criminal.
251
MATUS (1996:214).
252
JAGUSCH (1957: comentario previo al §73/C,2). El argumento que expresa la cita se aplica en
Alemania para limitar el alcance de las cláusulas de subsidiariedad expresa, cuando éstas
producen un efecto similar al denunciado, como puede verse, por todos, en
SCHÖNKE/SCHÖREDER/STREE (1991:comentario previo al §52/106). Sin embargo, la
95
Código penal, cuya función es reconocer explícitamente que pueden existir formas
de complicidad “especialmente penadas por la ley”, como la que aquí se estudia,
pero que no puede entenderse como una regla que consagre los absurdos que se
producirían sin las correcciones que a la aplicación del artículo 9º de la ley 19.366
aquí se proponen.
Hechas las prevenciones expuestas, el ámbito de aplicación de esta especial
figura de complicidad, y de sus penas asociadas, es el siguiente:
Si se trata de entrega de bienes, a sabiendas de que se usarán para la
elaboración, tráfico o favorecimiento del consumo (artículo 9º en relación con los
artículos 1º y 5º de la ley 19.366), corresponde aplicar el marco penal del artículo
9º, siempre que la sustancia que se elabora, trafica, o cuyo consumo se favorece,
sea de aquéllas capaces de provocar un grave daño a la salud, caso en el cual la
pena asignada al autor es de presidio mayor en su grado mínimo a medio, y al
cómplice del artículo 9º, la de presidio menor en su grado mínimo a medio. Pero si
Atendida la naturaleza de la sustancia que se trate y la entidad del delito principal
podrá el juez, si no concurren circunstancias que modifiquen el marco penal,
recorrer libremente los dos grados que se establecen.
Pero si las sustancias son de aquéllas que no causan grave daño a la salud,
donde existe la rebaja facultativa de uno o dos grados que establece el artículo 1º
de la ley 19.366, el juez sólo podrá aplicar la regla del artículo 9º cuando la pena
asignada sea inferior al menos en un grado a la que se le impone al autor. Así,
quien entrega un bien raíz donde otro favorece el consumo de cannabis, será
castigado conforme al artículo 9º en tanto al autor no se le aplique la rebaja
facultativa del artículo 1º. Si la rebaja es en un grado, entonces todavía podrá
recurrirse al artículo 9º, siempre que la pena a imponer en definitiva sea de
presidio menor en su grado medio, o inferior. Pero como respecto del cómplice del
artículo 9º en relación con la entrega de bienes para promover el consumo de
cocaína o heroína, su pena siempre será inferior a la del autor, no resulta acorde
con el sistema de la ley que el cómplice de un delito de menor lesividad frente al
bien jurídico tenga igual o superior pena que su autor. Por esa razón, debe
recurrirse a la regla general del artículo 50 del Código penal siempre que por el
juego de circunstancias del artículo 68 de dicho cuerpo legal, la pena del cómplice,
determinada conforme al artículo 9º de la ley 19.366, sea igual o superior a la del
autor del delito en que coopera. La misma razón impone, para el caso de que el
Tribunal haga uso de la rebaja facultativa de dos grados en relación con el autor
del delito, considerar la participación del artículo 9º no ya conforme a esa
disposición, sino recurriendo a las normas generales de los artículos 16 y 50 del
Código penal.
253
La inexistencia en este caso de una rebaja facultativa en atención a la naturaleza de la
sustancia desviada al tráfico ilícito se fundamenta en que en este delito en particular existe un
abuso de autorización que justifica no tomar en cuenta la naturaleza de la especie vegetal
cultivada sino precisamente ese abuso como factor en la fijación de la pena aplicable. Vid.
Supra 3.3.3.1.
254
Así lo ha resuelto expresamente nuestra jurisprudencia, en relación con la figura similar
contemplada en la anterior ley 17.934, artículo 5º, con el siguiente argumento que compartimos
plenamente: “no puede castigarse en virtud de esta norma –a riesgo de hacerlo dos veces por
un mismo hecho- a quien participando en el tráfico de estupefacientes ... haya facilitado un
inmueble para almacenar esa misma substancia” (en GJ 63:62).
97
259
que se trata, de la realización del delito que cometerá quien lo recibe . Dicho
260
conocimiento ha de ser efectivo y anterior o simultáneo a la entrega . La
exigencia de este conocimiento, implica, por tanto, en el orden de la culpabilidad,
261
la necesaria exigencia de dolo directo por parte de quien hace la entrega .
Conforme al principio de exterioridad, el cómplice del artículo 9º sólo puede ser
castigado si el autor del delito de tráfico en que participa ha dado al menos
262
principio de ejecución al delito , o dicho en otros términos, “la ley sanciona la
participación en una tentativa, como se deduce de los artículos 50 a 54 del Código
263
penal, pero no la tentativa de participación” . Sin embargo, es difícil concebir un
caso en que la aplicación de este artículo 9º se refiera a una tentativa, puesto que
de los delitos a que se refiere la elaboración y el cultivo de estupefacientes
constituyen de por sí formas especialmente punibles de conductas preparatorias
264
del tráfico ; en tanto que en tráfico propiamente tal y el desvío de cultivos –que es
265
sólo una modalidad de tráfico -, se ha sostenido que el principio de ejecución se
266
confunde con su consumación . Pero como el artículo 9º no se refiere
explícitamente a la ejecución de uno de esos delitos por el que recibe la cosa, sino
a que éste la “usará para” su ejecución, podría plantearse la “duda” que
ETCHEBERRY (1997 II:77) concede en este caso, sobre el alcance del principio
de exterioridad. No obstante, la propia ley 19.366 entrega la respuesta a la duda
259
En un sentido similar, se pronuncia hoy en día GARRIDO (1997 II:328s), exigiendo además,
que el cómplice quiera cooperar a la actividad del autor. Como el dolo del cómplice del artículo
9º recae en la entrega del bien, pueden obviarse las críticas que formula CURY (1992 II: 225) a
la propuesta de NOVOA, ya que el conocimiento exigido en el tipo del artículo 9º no requiere un
dolo común, y ni siquiera un “auténtico acuerdo de voluntades” tácito. Incluso, es
perfectamente imaginable el caso de quien, sin estar de acuerdo con la realización del delito,
entrega el inmueble en que se comete por una razón trivial. Por lo mismo, más que un especial
elemento volitivo, lo que esta figura requiere es un elemento subjetivo relativo al conocimiento,
el que según la preferencia sistemática, puede ubicarse directamente en la tipicidad o sólo en
la culpabilidad, donde produce su efecto determinante.
260
La destinación posterior al fin ilícito, por parte del autor del delito principal, no afecta al que
hace la entrega, cuya conducta será impune, lo mismo que si entregara la cosa creyendo que
se destinaría a un fin lícito. El conocimiento o descubrimiento posterior de la destinación ilícita
por parte de quien entregó la cosa, sería también impune, en principio, a menos de llegar a
constituir, según las circunstancias del caso, un acto de encubrimiento o incluso alguna forma
de participación en la empresa criminal ya iniciada por el autor principal.
261
En contra, CURY (1992 II: 226), para quien en toda complicidad bastaría el dolo eventual,
conclusión que se deriva de la exigencia que impone en orden a la existencia de un dolo
común entre cómplice y autor, lo que nosotros rechazamos.
262
GARRIDO (1997 II:330), ETCHEBERRY (1997 II:77).
263
CURY (1992 II:229)
264
Cfr. Supra 6.3.3 y 6.3.4.
265
Cfr. Supra 3.3.3.1.
266
Cfr. Supra 6.1.
99
267
planteada, al consagrar la punibilidad de la conspiración y de la asociación para
delinquir, únicos casos en que la voluntad criminal exteriorizada permite tener
certeza acerca de si quien recibe la cosa “la usará para” los fines delictivos.
Luego, el principio de exterioridad en esta especial forma de complicidad se
satisface con la comisión –consumación- de los delitos a que se refiere, y también,
con el hecho de incurrir el futuro autor de esos delitos en un delito de asociación
para traficar o de acreditarse su participación en una conspiración con el mismo
fin.
Por lo que respecta al principio de accesoriedad, no se altera la regla según la
268
cual el hecho en el que se participa ha de ser típico y antijurídico , por lo que es
necesario, en el orden procesal, acreditar su comisión, el hecho de no encontrarse
justificado, y particularmente, la circunstancia de no tratarse de un acto relativo al
consumo personal del autor. De allí se concluye que si no existen pruebas de la
comisión de un delito de cultivo, desvío de un cultivo, tráfico en sentido amplio, o
de asociación para cometer esos delitos, no es posible aplicar las reglas de este
artículo 9º al que intentó ser cómplice de un delito que no se llegó a cometer.
Finalmente, en cuanto al principio de comunicabilidad, la única dificultad que
plantea esta disposición dice relación con la rebaja facultativa del artículo 2º de la
ley, fundamentada en circunstancias tanto objetivas como personales: “la
gravedad de los hechos y las circunstancias personales del inculpado”.
Al respecto, parece no ser objeto de discusión el que estas circunstancias sean de
aquéllas atenuantes especiales o específicas, no comprendidas en el artículo 11
del Código penal, pero consideradas tales por no modificar la naturaleza o alcance
269
del delito, sino sólo la cuantía de la pena aplicable , y regidas, según la opinión
270
unánime de nuestra doctrina, por la disposición de su artículo 64 .
Sin embargo, como a esta especial forma de complicidad se le asigna una pena
también especial, la importancia de la comunicabilidad de las circunstancias se
limita al caso en que sea necesario recurrir a las reglas generales de la
complicidad del Código penal, como sería si el cómplice conoce la escasa
significación del hecho y se encuentre en similares circunstancias personales que
el autor, caso en el cual la regla del artículo 9º de la ley 19.366 produciría el
absurdo de castigar más severamente al cómplice que al autor del delito.
267
Cfr. Supra 6.2 y 6.3.1.
268
Denominado accesoriedad media por CURY (1992 II:228) y GARRIDO (1997 II:330); y mínima,
por ETCHEBERRY (1997 II:80).
269
LABATUT/ZENTENO (19959ª I:200); ETCHEBERRY (1997 II:15).
270
ETCHEBERRY (1997 II:181), GARRIDO (1997 II:331), CURY (1992 II:232)
100
8. CONCURSOS
271
SC Suprema de 14.12.88, en RDJ 88:144.En el mismo sentido la SC Suprema de 14.7.1994,
en FM 428:361. No obstante, cuando se trata de tráfico de sustancias de distinta naturaleza,
como marihuana o cocaína, en algunas ocasiones se ha inclinado la jurisprudencia por recurrir
al régimen concursal común, considerando la existencia de dos delitos, pero sin claridad en
cuanto a la norma concursal aplicable, existiendo sentencias contradictorias que estiman en
unos casos concurso real (SC Suprema de 14.10.92, en RDJ 92:226) o reiteración (SC San
Miguel de 14.9.93, en RDJ 93:222 [aunque en definitiva se aplicó la regla del artículo 74 por ser
“más favorable” al condenado]), y en otro, concurso ideal .(SC Suprema de 25.3.92, en RDJ
92:32). Una solución diferente a estos casos planteamos Supra 3.2 in fine.
272
SC Pedro Aguirre Cerda de 28.8.95, en GJ 62:96. El fallo es coincidente con el del Tribunal
argentino que estimó como el transporte sancionado “no sólo el que se produce internamente
en el ámbito territorial argentino, sino también el que comenzado en el extranjero, prosigue en
su interior.”
101
273
SC Suprema de 8.8.95, en RDJ 95:127.
274
MATUS (1998:137).
102
275
tanto se consumen en él , siendo ambas figuras especiales de la genérica de
tráfico ilícito, en sentido amplio. De allí que quien cultiva especies prohibidas, para
por sí mismo extraer de ellas las sustancias que posteriormente pone a la venta,
no comete tres delitos, sino sólo uno, el de tráfico ilícito, en sentido estricto, que es
el acto principal al cual los otros le sirven solamente como actos preparatorios
especialmente punibles.
Al mismo resultado se llegaría si se miran estos hechos desde el punto de vista
del delito básico: aquí, puesto que el delito de tráfico, en sentido amplio, es
también un delito de emprendimiento, los actos de cultivo, elaboración y tráfico
pueden verse como meros hechos cuantitativamente irrelevantes dentro de la
empresa global que los reune, esto es, se comete siempre, un único delito de
tráfico en sentido amplio. Sin embargo, como éste queda desplazado por la figura
especial de tráfico, en sentido estricto, que es la principal dentro de los actos
realizados, debe sancionarse conforme a ella, estimando sólo un único delito.
Naturalmente, la variedad y el número de los actos ejecutados debe influir a la
hora de la concreta determinación de la pena, pues es evidente que quien cultiva,
elabora y trafica drogas ha puesto en un riesgo mayor la salud pública que quien
sólo se dedica a su cultivo.
Del mismo modo, señala nuestra jurisprudencia que “no es legalmente pertinente
aplicar las reglas del concurso real o material a quien junto con traficar sustancias
estupefacientes posee cierta cantidad de materia prima para su elaboración por
cuanto en definitiva sólo existe una conducta incriminada: el tráfico ilícito de
276
estupefacientes” . Lo mismo ocurre respecto de la relación entre las figuras de
tráfico y de suministro ilegal de drogas - artículos 5° y 7° de la ley actual – donde
una sentencia de 1966 comentando las figuras del 313 y 314 vigentes a esa fecha
afirma: “ambas figuras son modalidades de un mismo delito: la elaboración, tráfico
o expendio de sustancias o productos nocivos a la salud, en el caso en estudio, de
cocaína, que habría sido expendida sin receta médica en la farmacia de propiedad
y regentada por S. I.; y por lo tanto no se trata de dos delitos diferentes, sino de
277
distintas modalidades que pueden existir en el tráfico ilegal de estupefacientes” .
En cuanto al resto de las figuras que nosotros hemos referido, principalmente, al
“ciclo del tráfico de drogas, en sentido estricto”, esto es, las de los artículos 22°:
asociación ilícita, 6°: traficar precursores, y 9° inc 1.: entregar bienes para la
elaboración, plantación o tráfico de drogas, su relación con la figura básica de
tráfico ilícito, en sentido amplio, no es de especialidad, pues respecto de ellas no
puede decirse que comprendan, como un elemento típico, el peligro de facilitar el
consumo por otros, masivo, de estupefacientes, sino de consunción, pues el
legislador aquí ha castigado especialmente actos preparatorios de un delito
principal, el tráfico de estupefacientes, en sentido amplio, y por lo tanto, existe
275
ANTÓN (1949:462), CÓRDOBA (1972:334). A los mismos resultados llegan quienes hoy en día
entienden estos casos dentro del principio de subsidiariedad tácita, como GARCÍA ALBERO
(1995:352ss), siguiendo con ello la doctrina dominante en Alemania desde la obra de HONIG
(1927:51ss), Cfr., por todos, SCHÖNKE/SCHRÖDER/STREE (1991:V. § 52/123).
276
SC Suprema de 27.9.94, en RDJ 94:120.
277
SC Suprema de 15.7.66, en FM 92:161.
103
entre ellos y éste la misma relación que vimos entre el delito de elaboración y el de
278
tráfico, en sentido estricto .
En efecto, el artículo 22°, al sancionar la asociación ilícita para cometer un delito
de tráfico ilícito, en sentido amplio, naturalmente, no puede comprender la
realización del peligro que dicho tráfico ilícito importa, sino que castiga, para
decirlo algo kafkianamente, el peligro de que una asociación criminal llegue a
realizar el peligro de poner a disposición de consumidores finales las substancias
prohibidas, mediante actos de tráfico ilícito, en sentido amplio. Lo mismo se puede
decir respecto al tráfico de precursores del artículo 6°: aquí no se castiga el tráfico
ilícito de estupefacientes, en sentido amplio, porque no son estupefacientes los
que se trafican, sino que se está previniendo el peligro de que, a través del tráfico
de precursores, alguien pueda poner en peligro la salud pública, elaborando, con
dichos precursores, sustancias estupefacientes.
Y en lo que respecta a la regla del artículo 9°, ésta sanciona, independientemente,
una forma de participación en la comisión de un delito de tráfico ilícito de
estupefacientes, encontrándose, por tanto, en relación de especialidad con las
formas de participación en dichos delitos, pero no con las relativas a su autoría
que son las que aquí estudiamos principalmente, respecto de las cuales se
produce una relación de consunción, en que la autoría del tráfico absorbe la
participación anterior en ese delito. Sobre esta última relación se ha pronunciado
expresamente la jurisprudencia, afirmando que a si una persona ha sido
condenada como autora de tráfico, no era aceptable que fuera “además”,
condenada por facilitación de bienes para el mismo, toda vez que la norma que
castiga esa particular forma de participación en el tráfico “resulta aplicable a un
tercero, ajeno al delito de tráfico de estupefacientes, que facilita un inmueble a otra
persona a sabiendas de que lo está usando o lo usará para elaborar, almacenar,
expender o permitir el consumo de estupefacientes, pero no puede castigarse en
virtud de esta norma - a riesgo de hacerlo dos veces por un mismo hecho- a quien
participando en el tráfico de estupefacientes, como lo hizo la reo M. al transportar
y guardar la cocaína, haya facilitado un inmueble para almacenar esa misma
279
substancia”
Por lo que respecta al lavado de dinero, sancionado en el artículo 12°, sin duda
constituye el objetivo final del tráfico ilícito, en sentido amplio, pero no puede
considerarse, de ningún modo, que esa actividad financiera que no tiene otro
objetivo que encubrir el producto de una actividad ilícita, represente el riesgo para
la salud pública que el castigo del tráfico ilícito, en sentido amplio, quiere prevenir.
278
La misma razón que lleva a la consunción de la asociación ilícita en los delitos a que conduce,
explica que la conspiración, especialmente sancionada en el artículo 24, no pueda castigarse
independientemente del delito a que conduce, como tampoco se castiga la tentantiva
independientemente de la consumación. Por otra parte, la regla especial del artículo 294bis
Código penal, incorporada por el n° 3 del artículo 1° del D.L. N° 2.621 de 28.4.1979, que
excluye expresamente el efecto de desplazamiento de la asociación ilícita en favor del delito
preparado para los casos que allí se señala (atentados contra el orden social, las buenas
costumbres, las personas o las propiedades), no es aplicable a la ley 19.366, que establece un
especial delito de asociación ilícita, al que no se refiere la disposición del Código penal citada.
279
SC Santiago de 30.9.85, en GJ 63:61.
104
280
SANZ (1986:126), GARCÍA ALBERO (1995:394ss), JAKOBS (1991:31/34), VOGLER (1985:V.
§52/137ss). Considerando el supuesto como de subsidiariedad tácita, a la misma conclusión
llegan SCHÖNKE/SCHRÖDER/STREE (1991:V. § 52/123).
281
En verdad, se trata de un caso de concurso entre dos agravantes de un mismo hecho –la
sustracción de una cosa- que corren en paralelo y, por eso, como se explica en MATUS
(1996:????), debe resolverse la cuestión en la forma explicada en el texto, aunque como se
señala en el texto citado no siempre la regla de la subsidiariedad tácita conlleva la aplicación
de la figura más grave, excluyendo la más benigna.
282
Cfr., v. gr., VOGLER (1985:V. § 52/113, 128, 142, 145) y SCHÖNKE/SCHRÖDER/STREE
(1991:V. § 52/116,134ss), y la sentencia BGH 22.7.70 (3 StR 237/69). Este fenómeno ha sido
admitido tímidamente también en España, donde se le conoce con la expresión “vuelta a la
vida de la ley desplazada”, pero sólo se acepta en la forma que aparece en el texto por
GARCÍA ALBERO (1995:196ss), y PEÑARANDA (1991:145, 173ss). Una importante opinión
105
en contra del concepto, aunque no del efecto, esto es, de la aplicación de la ley en principio
desplazada cuando no puede serlo la preferente, puede verse en GIMBERNAT (1992:840ss).
283
VOGLER (1985:V. § 52/107,116,129,146), SCHÖNKE/SCHRÖDER/STREE (1991:V. § 52/136,
139).
284
El alcance de esta excepción es discutido, pues mientras VOGLER (1985:V.§52/130) y
SCHÖNKE/SCHRÖDER/STREE (1991:V. § 52/139), la limitan a los delitos de peligro previos al
de lesión que se desiste; STRATENWERTH (1981:1205) y MITSCH (1993:475) la extienden a
la mayoría de los supuestos de tentativa y actos preparatorios previos, puesto que, afirman, de
otro modo perdería bastante sentido la medida políticocriminal comprendida en la disposición
relativa al desistimiento. En este último sentido, cfr. BGH 21.1.93 (4 StR 638/92), publicado en
JR 94, 71 con comentario crítico de GEEPERT (1994:73), quien sostiene, en estos casos debe
limitarse el efecto del desistimiento al delito de peligro concreto anteriores al mismo,
excluyendo la posibilidad de extenderlo a los delitos de peligro abstracto que se hubiesen
realizado.
285
VOGLER (1985:V§52/115), STRATENWERTH (1981:1205). Oo.
SCHÖNKE/SCHRÖDER/STREE (1991:V. § 52/116), quien declara expresamente la posibilidad
de castigar por la ley general en caso que la especial decaiga por algún impedimento procesal.
286
VOGLER (1985:V§52/145), STRATENWERTH (1981:1204), SCHÖNKE/SCHRÖDER/STREE
(1991:V. § 52/116s). Oo. WESSELS (1993:255) quien parece no admitir excepción alguna a la
punibilidad del acto posterior copenado cuando la del principal se hace imposible por alguna
causa de carácter procesal.
106
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