Está en la página 1de 2

Amables lectores y lectoras:

Decía Isabel Allende (la frase no es de ella estoy casi seguro, pero la citó en uno de sus libros) que
no hay nada más terrible para un escritor que contemplar el horizonte abierto de una hoja en blanco.
Cuando hace algunos años yo mismo comenzaba a escribir algunas invenciones, podía darme el lujo
-al igual que muchos de ustedes- de “escribir a mano” para sentir el placer sensual de ir llenando con
ideas ése espacio prometedor. Hablo de la época en que nos expresábamos con pluma y papel, esos
materiales perennemente incitadores de la creación.

Hoy vi la pantalla del procesador de textos y sentí el vértigo pasmoso de quien se asoma al precipicio.
No supe si me lanzaría al espacio -tu espacio- para encontrarnos en algún punto entre tu inteligencia
y mis afanes. Otra alternativa sería considerar una retirada vergonzosa, claudicar por hoy hasta la
siguiente semana mientras se gestaba con claridad aquello que pudiera atraer tu curiosidad hacia
estas líneas.

Como dijimos anteriormente: la Vida es un Tango ya que es necesario transcurrir en ella a través
delicadas improvisaciones, caminando en sus matices según aflore el sentimiento, abrazando y luego
soltando (a alguien, quizá algo) según se presente la oportunidad. Los maestros y maestras con
quienes tuve la fortuna de aprender mis rudimentos del baile fueron muy enfáticos en que no habría
un plan definido para interpretar el Tango y en que -danzando compenetrado con la pareja-, se irían
descorriendo las celosías hasta casi adivinarla, a fin de moverse por la pista como si fuésemos un
solo ente.

Contemplo una hoja en blanco, y me pregunto si es como un libreto sobre el que podamos dejar volar
nuestra irreprensible imaginación para hilvanar ideas, o si hemos de añadir ingredientes para
machacarlos como en un almirez, e integrar una masa digerible. Cualquiera de los caminos puede ser
fructífero, pero elijo seguir con la improvisación.

Lo que voy a decirte se basa en dos ideas del Tao, ése ancestral libro chino de sabiduría, que en
estos días suele darnos mucha inspiración. La primera es que los seres humanos percibimos la
realidad en contraposición con ausencias y la otra es que, para ser plenos hemos de seguir el flujo de
la existencia misma.

¿Qué significa la primera idea? Simplemente que no podemos comprender un fenómeno más que en
ausencia del mismo y que por medio de estas dicotomías es que vamos creando nuestra percepción
de la realidad. Así, para entender un estado de salud hemos de pasar por la enfermedad, para
comprender la presencia debemos experimentar la soledad de la ausencia, lo lleno y pleno se
contraponen con lo vacío. No es posible estar únicamente en alguna de estas dos caras, sino que
vamos alternando de manera natural entre una y otra: pasamos del dolor a la resignación, de la
violencia a la paz, de la tranquilidad a la vorágine, de la inseguridad a la estabilidad, de la vida a la
muerte... y esto es una ley universal.

La segunda noción es más compleja: no podemos oponernos al flujo de la vida o a su cauce. Cuando
queremos forzar las cosas para resistirnos al devenir caemos en situaciones difíciles, en una ablación
espiritual que desgasta. Un secreto de los bailarines de Tango -y de cualquier ritmo- es seguir
siempre el movimiento de la pareja, no oponerse a él, sino sutilmente integrarse al mismo para
propiciar la fluidez en la danza de los cuerpos y sus pesos. Quienes mejor bailan y quienes viven más
plenos son quienes siguen el movimiento y lo conducen armónicamente, aunque en algún momento
aparezcan condiciones inesperadas que les hagan detenerse, cambiar de dirección o modificar sus
pasos.

Así, discurriendo y ligando ideas es que vamos llegando al final de la columna y te comparto el
sentido de mi improvisación.
Esta semana nos enfrentamos muchos amigos, amigas y yo a la partida inesperada de un gran
compañero, una persona fabulosa a quien vamos a extrañar mucho. La presencia de su ausencia es
paradójica: ahora que no está es como verdaderamente dimensionamos su gran calidad humana, su
amabilidad y talante facundo que siempre le caracterizaron. Sin embargo y aunque duela, no es
posible oponernos al hecho, ni hacer correr el tiempo hacia atrás... el devenir ha dado su giro y nos
corresponde con resignación crear el siguiente paso en la inspiración de lo aprendido, en el recuerdo
del amigo que se ha marchado.

Todos nosotros somos depositarios de estas carencias, echamos en falta a muchos seres queridos
que ya no están por alguna razón. No se vale detenerse en el ritmo de la vida y sí nos corresponde
honrar sus memorias tratando de estar en nuestro “ahora” de la manera más plena posible.

Marguerite Yourcenar escribió en “Memorias de Adriano” que “... nuestro intercambio con los demás
no se produce más que por un cierto tiempo; se desvanece una vez lograda la satisfacción, la lección
sabida, el servicio obtenido, la obra acabada.”

Te invito a que mientras volvemos a encontrarnos tengas presentes a tus grandes ausentes, a que
descifres los innumerables dones, los secretos y las horas compartidas que recibiste de ellos.
Hagamos que su presencia retorne no con dolor, sino con una plenitud exacerbada que nos descubra
su gran herencia mientras nos acompañaron en este peregrinaje vital.

Nos leeremos pronto.

Correo: jc@escuelasdelfuturo.com
http://www.facebook.com/jcgutie

También podría gustarte