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Para comenzar diremos que tras largos años de trabajo con casos de abuso
sexual contra niños y niñas, en los que el abuso ha sido cometido por sus padres
o padrastros, considero que muchas de las intervenciones que respecto a los
mismos se sostienen son sólo mascaradas. Me refiero a todo tipo de
intervenciones, psicológicas, de trabajo social pero sobre todo intervenciones del
sistema judicial.
Recordemos que una mascarada es una farsa con la que se pretende engañar.
Otra de sus acepciones es ficción, falacia, simulación. Es decir es un “como sí”
El ASI constituye en sí mismo una paradoja, con muchas similitudes con otras
violencias de género. Si bien aumentan las campañas para lograr la visibilización,
las acciones concretas siguen siendo, la mayoría de las veces, absolutamente
ineficientes. Dicha ineficiencia tiene un sustrato que es, nada más ni nada menos
que, el sesgo profundamente patriarcal que tiñe la ideología de los operadores del
sistema judicial y en especial de jueces y juezas.
No debemos olvidar que los tiempos de la justicia no son los tiempos de las
víctimas, y por lo tanto mientras los extensos expedientes descansan en los
cajones de atestados e impersonales escritorios, niños y niñas siguen siendo
humillados, maltratados, violados, en fin sufren todas las formas del abuso.
Abusos que marcarán sus vidas en forma indeleble.
En fin vemos que la justicia nada quiere saber del incesto, y prefiere no creer
en la palabra de los/as niños/as ni en las del adulto protector que los acompañe.
Incredulidad q aumenta cuando quién denuncia es la madre y el agresor el padre.
Porque allí la idea del pater familia se despliega con todo su poder y el
patriarcado aplasta todo ordenamiento posible, llevando a los jueces a decir que
un niño/a necesita un padre para poder crecer aún si ese padre no ha podido
operar como tal y ha abusado de ese niño/a desubjetivándolo, arrojándolo a la
sexualidad adulta, reduciéndolo a la categoría de objeto para su propia
satisfacción sexual.
Por otra parte, son muy pocos los y las abogadas que aceptan estos casos, y
la mayoría de los jueces se mantiene (en el mejor de los casos) en una postura
indefinida.
Juezas y jueces que sostienen aún que el adulto es quien sabe lo que el niño/a
necesita y “debe desear” y que forma parte de sus derechos contar con una
familia, aunque cabe precisar – que para ellos – una familia no es tal si no cuenta
con un padre.
Pero hay algo más grave aún, si el juez escuchó la palabra del niño/a ¿cómo
puede minimizar los graves hechos acaecidos la fin de “preservar la familia”.
Cuando las madres hablan de lo que les ha ocurrido a sus hijos e hijas, uno de
los axiomas del trabajo con víctimas es escuchar y creer teniendo en cuenta que
las personas relatan cosas tal vez no de forma referencial. Entonces, esperar que
la gente informe ordenada, cronológica y precisamente los sucesos padecidos es
una falacia. En general, las personas hablan y cuando hablan de cosas tan
terribles como las agresiones sexuales sufridas por sus niños/as, esperan
encontrar en quien los escucha, empatía, respeto y credibilidad.
Las mujeres tienen grabado desde muy temprano que su propio cuerpo incita,
entonces sienten que deben pasar desapercibidas para sobrevivir. Esto
rápidamente es aprendido por las niñas que muchas veces deben escapar del
acoso de primos y hermanos mayores, cuando no de sus propios padres y
padrastros en familias en las que la ideología patriarcal domina la escena.
Para concluir diremos que son muchos los casos donde la escena se repite, y
donde el abuso incestuoso y la violencia de género, quedan impune por “falta de
pruebas”. Pruebas que nunca parecen alcanzarle a los funcionarios de turno.
Situaciones incestuosas que lesionan la vida de niños/as en forma permanente,
situaciones que atentan contra las legalidades que ordenan la vida en la cultura.
Sin embargo, frente a este terrible panorama, tanto los poderes del estado
como muchos de los profesionales intervinientes, sólo siguen montando
mascaradas.
Bibliografía
- Giberti, Eva (2015). Abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes. Un daño
horroroso que persiste al interior de las familias. Noveduc: Buenos Aires.