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Empoderamiento social
Proceso a través del cual las personas, las organizaciones y las comunidades adquieren
competencia para cambiar el propio ambiente, mejorar la equidad y calidad de vida.
Elemento clave del proceso es el sujeto que se conforma en torno a valores como el
reconocimiento y valorización de la persona, participación, puesta en común, pertenencia,
aumento y difusión del poder, responsabilización, cooperación, socialización, el desarrollo
de estos procesos lleva al desarrollo de comunidades competentes, que contribuyen al
sentido de cohesión social, sensibilización sobre problemas relevantes para la comunidad
y a proponer objetivos de acción comunes. Todo esto es idílico, deja fuera los conflictos de
interés y las batallas de poder muy presentes en salud mental.
Para los usuarios el empoderamiento es una conquista y está en la base de los procesos
de recuperación.
Para Coleman el empoderamiento no es sólo la capacidad de tomar decisiones propias y
de influir sobre los tratamientos, sino que se refiere a la comprensión de la propia
experiencia subjetiva, al poder de afirmar el propio modelo explicativo de la enfermedad,
además se opone al modelo médico que reduce la experiencia subjetiva a una
consecuencia de tipo biológico y critica el concepto de que lo síntomas son epifenómenos
de un trastorno, son las circunstancias y los acontecimientos de la vida los que dan cuenta
de que la persona escuche voces y del motivo por el que es incapaz de confrontarlas.
El grupo Intervoice sostiene que las experiencias individuales y las estrategias
comportamentales conectadas a ellas tienen una función causal, el problema del
tratamiento pasa a ser el entender lo que ha causado el problema. Coleman identifica en
una trauma infantil la razón del surgimiento de voces (o abuso sexual, en un contexto que
no permite una adecuada elaboración de esas experiencias), proponiendo nexos entre
victimización y poder y sobre la relación abusador-abusado ( miedo y sentimientos de
culpa inherentes a esta relación en donde la propia identidad resulta afectada) y como las
voces ejercen poder sobre la vida de la persona. Es importante decodificar origen de las
voces para un real empoderamiento individual (como resultado final del proceso de toma
de consciencia) y para el proceso de recuperación, donde el sujeto se libera del poder de
los síntomas y él empieza a ejercer poder sobre ellos.
Deegan señala que su proceso de empoderamiento fue activado por la rebelión frente a
un diagnóstico que pretendía determinar una evolución y un destino, una afirmación de sí
y reapropiación de la dignidad personal. Además ajustar cuentas con la propia historia y
con los acontecimientos dolorosos y traumáticos que lo marcaron tiene que ver con la
recuperación, pero es posterior a la toma de consciencia del propio des-empoderamiento.
Es necesario rebelarse contra los mecanismos de des-empoderamiento, los procesos de
expoliación de la identidad, que hacen que cada comportamiento sea leído en función de
un trastorno, que impide ver a la personas más allá de la enfermedad, a esto se suma el
concepto de master status que tiene que ver con la condición de servidumbre no tanto
respecto al trastorno en sí como al estatus que le confiere la sociedad.
El concepto de consciencia de enfermedad queda obsoleto, y deja paso a la conciencia
biográfica, la conciencia de interacciones entre acontecimientos de vida y estrategias de
restablecimiento y la conciencia de posibilidades de empoderamiento.
Todo esto invita a reflexionar sobre cómo los procesos de empoderamiento se
entrecruzan con los procesos de autoayuda, de la resiliencia y de la psicoterapia en una
reciprocidad que es crucial para el cambio.
La autoayuda no se identifica con una técnica, sino que con el autoguiarse, participar en
decisiones colectivas.6
El empoderamiento es un fenómeno en marcha, la supresión de las barreras que lo
bloquean y que facilitan los círculos viciosos de la pérdida de poder es el primer punto.

14. entre subjetividad e instituciones de Franco Basaglia a la recuperación

Hoy el movimiento por la recuperación parece revertir una importancia similar a la del
movimiento anti-institucional. Según Basaglia no se trata sólo de una mera ideología de
recambio de los viejos saberes y poderes psiquiátricos, sino de un verdadero cambio
paradigmático en el campo de la salud y de la salud mental.
El concepto de recovery ha presentado un desafío al reduccionismo médico-biológico en
psiquiatría, en la medida de que contrapone el rol activo de la persona, la relevancia de
factores vinculados a su existencia concreta, a su expresión empírica, capaces de influir la
evolución de la propia condición psicopatológica a través de la significación del mundo
interior de un individuo.
El énfasis sobre factores y determinantes internos y externos de la persona, subjetivos y
sociales, versus aquellos naturalísticos relativos a la enfermedad, se conjuga con la
necesidad de recibir respuestas a una globalidad de necesidades y a la vez de reivindica
derechos, en un proceso que ve al enfermo, como sujeto individual y colectivo,
protagonista de la transformación de los servicios, de las culturas y de los saberes.
En el discurso sobre la recuperación se perpetúa la visión biomédica de la enfermedad,
que no es criticada en su visión y en su planteamiento reduccionista, se arriesga no solo
confirmar, sino también reforzar los sistemas y los aparatos que la tratan y la manipulan
como objeto construido, útil a lógicas externas al sujeto y a su salud, que son
esencialmente las del beneficio económico y de la exploración de la vulnerabilidad
humana.
El deber de la psiquiatría actual parecería ser, por lo tanto, negarse a buscar una solución
de la enfermedad mental como enfermedad y, por el contrario, acercarse a este tipo
particular de enfermo como a un problema que – solo en la medida en que está presente
en nuestra realidad social- podrá representar uno de los aspectos contradictorios para
cuya solución se deberán plantear e inventar nuevos planteamientos y nuevas estructuras
terapéuticas (Basaglia)
El paradigma reduccionista neurobiológico, tecnológico, asociado a la medicalización de la
vida cotidiana, a las diversas formas de biopoder, ha repropuesto las invariantes como
fundantes del saber científico desde una óptica exclusivamente centrada sobre la visión
positivista de las ciencias de la naturaleza, sin tener una debida consideración de la crisis
de los modelos científicos inspirados en los saberes de la complejidad. Los aspectos
psicosociales como las relaciones, los valores y los sistemas de creencias, las prácticas
diversas, son situadas en segundo plano o abiertamente rechazadas. El concepto más
amplio es enfoque bio-psicosocio-cultural.
En el plano teórico, la critica a los modelos de enfermedad ha empujado a valores críticos
su credibilidad, así como los diagnósticos psiquiátricos en general, y asi se ha confirmado
también la normalización de experiencias como oir voces, en el intento de reconstruir un
significado dentro de la propia experiencia de locura.
Se comienza a proponer la centralidad de una salud mental estudiada en el mundo social,
que es aquel en que se manifiesta el individuo.
La recuperación ha dejado claro la variedad de modos a través de los cuales las personas
afrontan los problemas de salud mental, más allá de los codificados como terapéuticos. Es
necesario considerar la relevancia de los valores y de las relaciones sociales, pero también
de las políticas sanitarias y las bases éticas del cuidar y del hacerse cargo.

La enfermedad y su doble: la recuperación de la institución

El modo en que la enfermedad es tratada, y el enfermo recuperado para la vida social, son
las precondiciones para los procesos de curación clínica y social. Para Basaglia, la critica de
la enfermedad que se superpone a la locura y a la persona que la vive tal como dicta la
psiquiatría en su imponerse como ciencia medica objetivante, es el núcleo de la cuestión.
Esta enfermedad es no solo moldeada por la institución, sino que también directamente lo
es su doble institucional que se delinea como efecto de la reducción de lo humano dentro
de la imposición de reglas y poderes.
El doble de la enfermedad es la transformación de lo real en realidad ideológica, es decir,
en parámetros practico-ideológicos en los que se destruye la experiencia para llevarla al
nivel de un comportamiento común del que es, precisamente, solo el doble. Es a través de
este proceso de racionalización y organización de la las necesidades que el individuo se ve
privado de las posibilidades de ser dueño de sí mismo viviendo por el contrario su
ubicación en el mundo como enfermo; vive por tanto el rol pasivo que le viene impuesto y
que confirma la fractura entre si mismo y la propia experiencia.
Mientras el sujeto lucha por liberarse de la doble identidad institucional con todas sus
implicaciones, psicológicas y de deprivación de poder, debe producirse un
reposicionamiento radical de la psiquiatría y de la medicina frente a esta: una
desinstitucionalización de las practicas, de los saberes, de los roles, de los actores, de las
instituciones y de los circuitos sanitarios, juridicos y sociales.
La recuperación no se dirige a la enfermedad sino que se distancia de ella.

Movimientos de la subjetividad y limites de la recuperación personal

Para que toda posible recuperación se haga realidad, podemos ante todo afirmar con
Basaglia que es necesario salir de la delegación total, del cuerpo y de la psique, a los
técnicos y a la institución que deben tratar juntos la enfermedad.
Es decir, el cambio del sujeto cuidador, a través de la entrada en crisis de su vieja
identidad fundada sobre el manicomio y sobre el control social que este garantizaba, abre
la posibilidad de que el sujeto cuidado se libere de la aporía de la relación de dominio.
Nosotros queremos cambiar el esquema que hace del enfermo un cuerpo muerto, e
intentamos transformar el enfermo mental muerto en el manicomio en una persona viva,
responsable de su propia salud.
La idea de recuperación, de reasumir la responsabilidad de la propia salud, dentro de la
globalidad de la vida, se conjuga con el objetivo de la emancipación y de la recuperación
del poder. La expresión de la subjetividad es en sí misma manifestación de una resistencia
a la institución. ¿Cómo se manifiesta esa subjetividad? Como discurso, como acto, como
proyecto, y por tanto como un movimiento global, un proceso.
La desinstitucionalización ha hecho posible la visibilidad de los sujetos sufrientes, dentro y
más allá de la enfermedad. Desde esta visión se pueden organizar practicas terapéuticas y
de cuidados basadas sobre la totalidad y sobre la integridad de la personas y de su cuerpo,
en la vida concreta.
El concepto de recuperación se funda sobre el reconocimiento de lo mucho que cuentan
los elementos y factores ligados a la subjetividad en el reposicionar la relación no solo con
la enfermedad, sino con la vida. Es ante todo un constructo del individuo, un hecho
personal y como tal es un proceso no lineal y multidimensional. El concepto de
recuperación personal se basa en que la persona en sí permanece como un factor
determinante del proceso, a través de su capacidad de autodeterminación, de resiliencia y
de afrontamiento de la enfermedad. La recuperación también es un hecho interpersonal y
social.

La cuestión de los factores extrínsecos al sujeto

Si no se trata de la evolución de una historia natural de la enfermedad, serán factores


individuales y sociales los que actúen.
Se concibe la curación como hecho de clase, existe un corolario personal, familiar,
ambiental que consiente – si el pronostico es favorable- la curación y recuperación. Esto
no tiene lugar si las necesidad primarias no son satisfechas.

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