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Carta de Presentación

INTERCULTURALIDAD EN EL BARRIO

Por Rubén Darío Trejos Galvis

Opino que la existencia del ser humano está dada por diversas representaciones
respecto de qué o cómo es una cultura, la cual se presenta y se representa a partir
de la abstracción que se hace de ésta cada individuo, cada sujeto, en una
dirección ambivalente, e incluso polivalente de acuerdo a las exigencias que cada
una de las partes decida realizar; en otras palabras, se presentan las partes
(Sujeto/Contexto) como una forma de reivindicación de los contextos. Sea cual
sea la “cultura”, esta posee una forma propia de ver, experimentar, narrar y de
representar su contexto, y de esta forma, de interpretarlo y asumir una postura
bien sea activa o pasiva. El planteamiento central de la Interculturalidad en la
Universidad radica en la capacidad de comprender las diferencias y las relaciones
entre individuos, grupos humanos y/u organizaciones.

Una negativa consciente o inconsciente acerca de la condición tanto pluricultural


como intercultural propia de todas las sociedades latinoamericanas y en este caso
concreto, el universitario, constituye un importante y significativo lastre histórico;
una negación de aceptar lo evidente, lo manifiesto en las formas de vida, en las
formas de vestir, de interactuar e incluso de mostrarse en los diferentes ambientes
universitarios permite la implicación sombría de la ignorancia acerca de nosotros
mismos. De cierta manera, todas las formas sociales están permeadas por dichos
estereotipos artificiales con respecto a la pluriculturalidad debido a la observancia
de las diferencias cuantitativas y muy poco de las cualitativas.

Esta negativa no sólo implica un retroceso en las formas de equidad e igualdad en


las sociedades, sino también, en la forma de pensar y utilizar el conocimiento
como herramienta de construcción de talentos para mejorar el presente y
prepararnos para el futuro. Es por ello, que negar esta clase de aspectos al interior
del ámbito universitario supondría una clase automutilación intelectual, una
automutilación que degrada no solamente la interioridad de quienes lo aplican,
demanda por otro lado, una degradación en la imagen y los principios
institucionales de la universidad misma, llevándola a perder de manera progresiva
y asolapada el norte de sus valores.

Dichas situaciones no podrán resolverse con la amenización folklórica de la


diversidad, ni nacionalizando ritos, danzas y costumbres de dichas poblaciones al
interior de la comunidad universitaria, adentrándolos en celebraciones de orden
multicultural o pluricultural, los cuales desean hacer de ellos monumentos y
rituales del Estado. Una resolución de este paradójico conflicto que por su
naturaleza profunda y antigua en la historia de nuestras sociedades (también de
otras) exige, en primera instancia, asumir la responsabilidad de aceptación de su
existencia y por ende, los conflictos contemporáneos asociados a él, no
refiriéndonos meramente al aspecto nacional y macro-político, sino también en
cada uno de los espacios micro-sociales, y quizás de manera especial en las
experiencias socioeducativas. Por otro lado y en segunda instancia, el trabajo ardo
y concienzudo en la reconstitución de las formas de ver y observar al otro desde
sus diferencias físicas, geográficas y vivenciales. Por ello, que la vía que se desee
tomar para resolver esta problemática y realidad social que afecta a la mayoría de
la comunidad universitaria, podrá ser mediada por el diálogo y la colaboración
intercultural que se manifiesta al interior y exterior del campus universitario, formas
de ser y de saber que necesariamente han de formar parte de los caminos a
transitar para llegar al equilibrio humano de la fraternidad.

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