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Obras de Jean Laplanche en esta biblioteca La angustia Problematicas I Castracién. Simbolizaciones Problematicas IT La sublimacién Problematicas HI El ineonciente y el ello Probleméticas IV La cubeta, Trascendencia de la transferencia Problematicas V ‘Nuevos fundamentos para el psicoandlisis Vida y muerte en psicoanilisis Jean Laplanche Amorrortu editores Buenos Aires Directores de la biblioteca de psicologia y psicoanilisis, Jorge Co- lapinto y David Maldavsky Vie et mort en. psychanalyse, Jean Laplanche © Librairie Ernest Flammarion, 1970 Primera edicién en castellano, 1973; primera reimpresién, 1987; segunda reimpresion, 1992 ‘Treduccién, Matilde Horne Revisién técnica, Mario Levin Unica edicién en castellano autorizada por Librairie Brest Flam- marion, Paris, y debidamente protegida en todos los paises. Que- da hecho el deposito que previene Ia ley n° 11.723. © Todos los derechos de la edicién castellana reservados por Amorrortu edi- tores S.A., Paraguay 1225, 7° piso, Buenos Aires. La reproduceién total o parcial de este libro en forma idéntica 0 modificada por cualquier medio mecinico o electrénico, inclu- xyendo fotocopia, grabacién o cualquier sistema de almacenamiento ¥ recuperaciéa de informacion, nv uuvorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizacién debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina ISBN 950-518-405-0 } > Impreso en los Talleres Graficos Color Efe, Paso 192, Avellane- da, provincia de Buenos Aires, en diciembre de 1992. ‘Tirada de esta edicién: 1.500 ejemplares. Tntroduccién ‘Los seis estudios que a continuacién presentamos constituyen otros tantos elementos 0 etapas de una reflexién sobre el pen- samiento freudiano y de una tentativa de dilucidar, por medio de un enfoqué histérico-estructural de.la obra de Freud, una problematica del objeto del psicoanélisis. Si invocamos, con relacién al descubrimiento psicoanalitico, la necesidad de una determinada aproximacién histérica, no es porque nos propongamos emprender la biisqueda de las fuen- tes 0 influencias capaces de justificar —al menos en parte— tun pensamiento, ni porque pretendamos asignar a la crono- logia otra dignidad que la de un simple punto de referencia. La exposicién o la ¢historias del pensamiento psicoanalitico, tal como hosotros ia entendemos, solo puede referirse a las coor- denadas del psicoandlisis mismo, Esto significa que ella, frente a una historia manifiesta u oficial (Ja que el propio Freud in- tenta por momentos escribir), apela a una historia latente, inconsciente en parte, subtendida por temas que se reiteran, .. Significa, también, que es inseparable de un determinado en- foque dialéctico, puesto que entrafia una evolucién por ciclos y erisis, a través de contradicciones cuya real significacién no puede ser determinada desde un primer momento por quien se proponga, ante todo, identificarlas. Y aunque es posible que, en Ia fase interpretativa, no todas las contradicciones del pen- samiento freudiano merezcan idéntico tratamiento ni deban atribuirse sal mismo mecanismo» o a la misma «instanciay, todas ellas son, en principio, dignas de la misma atencidn «li. bremente flotantes. No cabe duda de que, puestas 2 prueba, algunas de estas contradicciones demostraran ser relativamente ¢extrinsecas», adventicias, frutos de la polémica o de una ex- presiGu inmadura; pero aun en ese caso, no dejaria de ser per- Judicial el desecharias: lo absurdo en él contenido’ manifiesto © en la elaboracién secundaria, en efecto, como lo sabemos desde La interpretacién de los ‘sueftos,* puede ser indicio de * Con respecto a las citas de obras de Freud seguimos el siguiente eriterio: En las notas, conservamos las referencias a las ediciones fran- una critica o de una dificultad de un nivel més profundo, Pero son algunas grandes contradicciones que recorcen la obra de uno a otro extremo las que requieren una interpretacién dialéctica, ya sea como contradicciones del pensamiento —con referencia, en ese caso, a algo end-dicho»—, 0 como contradic- ciones del objeto mismo: tal, por ejemplo, la gran contradic. cién inherente a la nocién de eyo, a la vez totalidad e ins tancia particular, objeto de amor y de catexia que sin em- argo se arroga ia posicién de sujeto. .. etc. Contradicciones del pensamiento y contradicciones del objeto son, en iiltima instancia, inseparables entre si, Pero por lo de- més, el motor de tales contradicciones solo puede entrar en funcionamiento si los problemas o los conceptos en torno a los cuales se suscitan son puestos en relacién con el equilibrio estructural en que se insertan dichos conceptos, con las pzopo- siciones y los sistemas de oposiciones en que estén inscriptos. La historia de un concepto que omitiera la perspectiva estruc- tural conducirfa, o bien al absurdo sencillamente infecundo, , de lo contrario, a una reduccién de los aspectos sucesivos del pensamiento a su minimo comin denominador: desatino en que incurren la mayor parte de los «tratados» de psicoaniliss. Para no citar sino un ejemplo que més adelante tendremos oportunidad de desarrollar: Es imposible desentrafiar, a través de las formulaciones muchas veces inhabiles de Freud, la sig- nificacién del principio del placer» sin tener en cuenta las bbruscas modificaciones estructurales en que aguellas se ubican? Mas alld, entonces, de 1a historia de'tal o cual problema par- ticular, lo que aqui nos proponemos bosquejar es una historia dx metandlonen ¥ comrootiets globular Ue 0s vier tl pasaje de un determinado equilibrio o un determinado des- equilibrio estructurales a otro estado del pensamiento, Un as- pecto particularmente decisive en un estudio de esta natura- Jeza consistitia en mostrar la correlaci6n que existe entre las grandes modificaciones de la obra (los famosos o de cierto deseo primordial? gPero no se correria el riesgo ile que Ia idea de una exigencia fundamental, de una . 2, En el nivel del contenido, la nica respuesta consiste en despejar las coordenadas principales y constantes de la pro- blematica freudiana, para luego, tomando distancia respecto de las formulaciones del autor, tentar una interpretacién de esta problemética que la reduzea a sus elementos més radica- les, Se postula asi la tesis de que es posible, en términos que algunas veces siguen los de Freud y otras fos subvierten, se- construir una estructura de la teorfa freudiana més alld de las figuras sucesivas en que se traduce, Claro est que nuestro enfoque del. pensamiento freudiano tien- de a negar que existan en él momentos de verdadero «corte». Sin pretender discutir este término —del que la moda pa- rece haberse apropiado— nos proponemos demostrar que en Freud, a través de las mutaciones de la teoria, y en una ¢on- ceptualizacin que no siempre logra desde el primer momento su forma cientifica adecuada, se expresa la permanencia de una exigencia y la repeticin del diario de un descubrimiento. Interpretar a Freud, descubrir las lineas de fuerza inconscien- tes en él, he ahi entonces una forma de aproximacién impuesta por aquello mismo que ha de ser abordado, Empero, si cali- ficamos de puros, Freud propone un hébil compromiso: El pricoanilisis sefiala los puntos débiles de 1a teorla, pero es la critica interna Ja que debe demostrar esas debilidades descubiertas por otra disciplina, No persamos que sta esta Ia itltima palabra de lo que podria constituir un’ estudio psicoanalitico del pensamiento, si es.ver- dad que,Jo que el psicoandlisis descubre va més alld de lo in- dividual 'yvuelve a encontrar en el inconsciente individual las figuras,'si no las soluciones, de una combinatoria més general En todo caso, no es por su sesgo psicobiogrdfico que nuestro trabajo aspira a ser psicoanalitico. Nuestro studio ¢s ante todo y en esencia un estudio del texto freudiano, a la vez literal, sritico e interpretativo. Literal ¢ interpretative, nuestro modo de aproximacién a Freud es una tentativa, necesariamente vacilante e imperfecta, de trasponer mutatis mutandis lo que en la cura psicoanalitica 10 puede aprehenderse por la via de Ja escucha y de Ja interpre- tacién? Asi, la doble regla complementaria de la asociacién libre y de Ja atencién libremente flotante debe buscar su equi- valente en una lectura obra de Sigmund Freud, Buenos Aires: Nova, 3 vols.: vol. 1949; vol. 1 1960; vol. mm, 1962.) 6S. Freud, Zeitgemases ber Krieg und Tod, en G.W, vol. x, pigs 328-55. 13 una luz mortal, ese texto nos recuerda, en iltima instancia, que «soportar la vida es, y serd siempre, el deber primero de todos Jos vivientes» y nos invita a trocar el vieio adagio asi quieres conservar la paz, prepdrate para la guerra> en un asi vis vitam para mortem». Sentencia que Freud, cediendo qui- 24s a Ja tentacién de su tema, traduce como ¢si quieres sopor- tar Ja vida, prepdrate para la muerte. Es decir: para tu pro- pia muerte. Con este corolario, y sin més justificaciones, remata Freud una disquisicién orientada sin embargo en un sentido muy distinto: «Nuestro inconsciente es tan inaccesible a Ja representacién de nuestra muerte, tan avido de muerte para con los extrafios y tan dividido (ambivalente) en cuanto a Ja persona amada, como lo fue e] hombre originario».? En el inconsciente, la muerte seria siempre la muerte del otro, la destruccién.o la pérdida provocada, y tnicamente alcanza- riauws a tener algin presentimiento de nuestra propia morta- lidad a través de la identificacién ambivalente con la persona amada, cuya muerte deseamos y temeimos a Ja vez: es decir, evenciaimente en el duelo. De manera que, més modestamente quizés en comparacién con las tentaciones de la formula he- roica, el ¢si quieres soportar la vida, prepdrate para la muer- te», hubiera podido traducirse como ¢si quieres soportar la vida, prepérate para la muerte del otros. Si de la actitud freu- diana’ dobiera inferine una determinada ica teepecto de ta muerte, esta tendria sin duda el sentido de una desconfianza frente a cualquier entusiasmo, incluso el del amor fati, y el de ria lucidez que no disimulase la inexorable intricacién de mi propia muerte con la muerte del otro. El sello de autenti- cidad que marca las «noticias necrolégicass o las cartas de «condolencia» de Freud no hace més que reflejar la prosect- cién de un autoanilisis que no se hace concesiones, © sea que en la cura, por dltimo —y aunque no se la pueda definir sino como revelacién de verdad—, una referencia a la muerte como verdad de la vida o prueba de verdad solo podria ser considerada como un elemento-limite, ininterpretable, axio- mitico. La suspensién de toda «representacién-finy sc relacio- nna asimismo, y en primer término, con lo que en Més alld del principio del placer se describe como é¢el fin ultimo de la vida». Y i acaso se encontrase en la cura otras modalidades a través 7 Ibid, vol. %, pig. $54. 14 de las cuales la muerte se hiciera representar, no se deberia necesariamente buscarlas del lado de la «representatién» sino en clerta inmanencia del discurso mismo. Refractadas o representadas de acuerdo con modalidades sin duda diferentes, ni la vida ni la muerte constituyen pues re- ferencias directas para la prdctica psicoanalitica. Esta compro- bacién implicaré para nosotros un toque de alerta: interrogar sin precaucién el acto psicoanalitico respecto de una concep- cién de la existencia que, pesimista u optimista, refiere la vida humana a su finitud, equivaldrla a negarse desde el comienzo a considerar el replanteo que exige e] descubrimiento del in- consciente y de los impulsos que en él se despliegan. Esto no quiere decir que nos rehusemos definitivamente a tomar en consideracién, en sus relaciones con el psicoanilisis, la dimen- sién del «proyecto». Nos parece, empero, que jas bases de una discusién de esta naturaleza deben ser previamente consolida- das mediante un estudio que se atenga a la posicién delibera. damente teérica adoptada por Freud cuando introdujo en psi- coandlisis Ia polaridad bioldgica de la vida y de la muerte, y que, prolongando —al interpretarlas— las indicaciones freu- dianas, intente indagar el destino del orden vital (vida y muerte) cuando se traslada al plano del aparato psiquico. Ese devenir otro de la vida, cuando se simboliza en el nivel humano, lo seguiremos en tres movimientos que nos conduci- r4n a examinar sucesivamente la problemitica de Ja sexua- lidad, la problemética del yo y la problemdtica de la. pulsién de muerte, 15 1. El orden vital y la génesis de la © sexualidad humana ara hablar de Ja sexualidad en psicoandlisis, nuestro punto Ge referencia cd el ea fundaiaeatal de Freud, Una bora sexual, texto resueltamente innovador. . La importancia que el autor atribixye a este trabajo se pone de manifiesto en las modificaciones sucesivas de la obra: edi- ciones de 1905, 1910, 1915, 1920, 1924-25, revisadas cada vez hasta el minimo detalle, tanto en la redaccién como en la terminologia, con agregados que, aunque cifiéndose al plan ori ginal, dejan amplio margen para la incorporacién de los su- cetivos descubrimientos, Numeroras notas complementan mismo los nuevos textos, sobre todo la ultima revisién, la de 1924, contemporanea de la eiltima teorla de las pulsiones>. Son estos agregados y estas revisiones los que mejor permiten jalonar la evolucién y el enriquecimiento de la teorfa de la sexualidad. Empero, este diltimo vuelco, esta iltima versién —en el] sentido en que se puede decir que una cons stwye también una manera de subvertr una obra, un vueleo— iniciado en 1920, apenas ha sido incorporado —salvo las no- tas— en el texto mismo. De manera que, si quisiéramos for- mamos una idea aproximada de lo que hubieran podido ser los tres ensayos de Una teorla sexual en una reelaboracién acorde con las ideas de 1920, tendrfamos més bien que remi- timos a un escrito como el Compendio del psicoandiisis de 1938 y, en particular, al tercer capitulo de esa obra. Y sin embargo, incluso en un-texto tardio como este Compendio del psicoand- lisis, se percibe toda la dificultad que experimenta Freud para proponer una s{ntesis, como si su iltima aportacién, la del Eros y la pulsién de muerte, lograse diffcilmente integrarse a la primera nocién de la sexualidad. Lo que en realidad acontece es que los tres ensayos de Une teoria sexual no presentan una teoria abstracta de las pul- siones en general, sino que describen esa pulsién por excelen- cia que es la pulsién sexual, Por eso, sin pretender mantener nos fieles (en una especie de falsa sintesis ecléctica) a todo lo que Freud haya podido afirmar a propésito de las pulsiones, 16 creemos —no obstante— permanecer dentro de la linea do- minante de su inspiracién si enunciamos una tesis que reapa- recerd una y otra vez a lo largo de nuestros estudios: Es la sexualidad la que representa el modelo de toda pulsién y pro- bablemente la unica pulsién en el verdadero sentido del tér- mino. Y si es verdad que, después de 1920, Freud propone y sostiene una teoria que engloba dos tipos de pulsiones y vincu- Ja a la sexualidad con uno de ellos, con esa fuerza biolégica, incluso cosmolégica, que lama Eros, es en ese punto donde nuestra tesis pareceré entrar en abierta contradiccién con el pensamiento freudiano, pero también donde habrin de surgir, precisamente, las dificultades dentro de la obra misma de Freud. En nuestra primera etapa, nos limitaremos a la sexualidad tal como constituye el objeto de Una teoria sexual. A fin de com- prender qué es en verdad lo que alli se plantea, nada mis instructivo que detenernos en el plan mismo de ia obra, un plan aparentemente simple, de tres partes: las aberraciones sexuales, la sexualidad infantil y las metamorfosis de la pu- bertad. Sin embargo, si intentamos.reconstruir un indice ana- litico de la obra, nos encontramos en realidad en presencia de una complejidad extrema, Es indudable que esta complejidad se debe, por una parte, a las interpolaciones correspondientes a las sucesivas ediciones; pero existe, ademés, una especie de superposicién de diferentes tipos de ordenamiento: un plano que podriamos llamar heuristico (rastrear la génesis del propio descubrimiento psicoanalitico), un plano polémico (destruir la concepeién popular de la sexualidad), un plano genético (investigar los origenes de la sexualidad en el individuo hu- mano). Intentaremos vislumbrar de qué manera estos planos diferentes podrian articularse; cémo, en particular, el movie miento del. pensamiento, el plano heuristico, sigue, al igual que ery todo pensamiento verdaderamente profundo, el movi- miento de la «cosa mismas: verdad cuya explicitacion es mé- tito de Hegel, E] hilo conductor de nuestro estudio ser el concepto de pul- sién, de Trieb, y el par que este vocablo forma con otro tere mino: el de instinto. Si es cierto que la terminologia y sobre todo su trasposicién de una lengua a olra puede servitnos de gula pero puede también desorientarnos, en el caso presente |os problemas de traduccién han creado una confusién que no Parece préxima a extinguirse. Por ello esperamos que Jas ob. servaciones que siguen no sean tan solo atribuidas a una exce- siva minuciosidad “de parte del traductor. En francés Trieb wv se ha traducido frecuentemente por instinct, voz que también ha sido adoptada por los psicoanalistas de habla. inglesa: instinct.* Ocurre sin embargo que en Freud, y, en general, en la lengua alemana, encontramos no uno sino dos términos, dos «significantess, para empléar una terminologia més mo. derna. Dos significantes, entonces, de los que puede decirse gue en el lenguaje popular tienen casi e] mismo sentido y que sus etimologias son paralelas: Tried viene de treiben, impulear, empujar; Instinkt, de origen latino, deriva de instinguere, que también significa aguijonear, incitar. Pero —proceso muy fre- cuente. en una lengua y sobre todo en la alemana—— cuando un. autor que aborda las ‘inflexiones latentes del vocabulario con toda da seriedad que ellas merecen se encuentra, como en este caso, en presencia de dos significantes, procurar4 utilizar esta duplicidad objetiva para deslizar en ella una diferencia de sentido, algunas veces apenas perceptible pero otras acen- tuada hasta constituirse en una verdadera oposicién. ‘Tal es; por cierto, el caso de Trieb (pulsién) @ Instinkt (instinto) : dos términos empleados ~ambos— por Freud, aunque por des- gracia no siempre se ha comprendido que si su vocabulario inclufa el término Instink, era, precisamente, para referine a algo muy distinto de lo que en el resto de la obra se describe como sexualidad. Bl Instinkt, en el Ienguaje de Freud, es un (comportamiento preformado, cuyo exquema es hereditario y que se repite de acuerdo con modalidades relativamente adap- tadas a un determinado tipo de objeto! Mas importante enton- ces que la etimologia, mAs importante incluso que las resonan- clas ‘seménticas dentro de la cultura alemana, descubrimos cierta relacién entre las significaciones adquiridas por los dos términas en el pensamiento cientifico de Freud relacién com- pleja, formada por una analogia, una diferencia y, ademés, una derivacién de uno a otro término. Tal derivacién no es Gnicamente. conceptual sino que es posible, con Freud, refe- rirla a una derivacién real: la derivacién de la pulsién en el hombre a partir del instinto? Ante todo su analogia: esta se apoya en un fondo comin en * También en expatiol so acostumbra traductr Trie instin saPambitg co stumbra traducir Trieb por , 1 Al menos por parte de los autores, pues algunos de ellos, entre los imax petopieaees, reservan para este’ término freudiano de’ Trich el Soules mis adecsado de drive. J. Laplanche, «Derivation. des entités psychanalytiquess, ea Hommage 2 Jean Hyppolite, Pari: Presses Universitaires de France, 18 el andlisis del concepto. El andlisis de la pulsién, tal como nos lo presenta Freud en sus elementos, es igualmente valido, en su generalidad, para el instinto. Este andlisis es bosquejado mediante aproximaciones sucesivas, a lo largo de las diferentes ediciones de Una teoria sexual, pero para encontrar una ex: posicién mas sistemética del mismo nos es preciso remitimos 2 un texto ulterior, «Las pulsiones y sus destinos».? Aqui la pulsién se halla desglosada segiin cuatro dimensiones 0, como Jo expresa Freud, segiin los cuatro «téminos empleados en relacién con el concepto de pulsiéna: Ia ¢presién> (Drang), el afin> (Ziel), el cobjeto» (Objekt) y la «fuentes (Quelle). La presién, comienza diciendo Freud, es el factor motor de la pulsién, cel monto de fuerza o la medida de exigencia de tra- bajo que representa. Este cardcter de presin es una cualidad general de las pulsionés e incluso constituye la esencia de las mismas>. En estas pocas lineas se encuentra en forma ejem- plar la referencia a la mecénica y mds precisamente a la dind- mica, que es y seguird siendo fundamental para Freud. El punto de vista que en psicoandlisis se denomina econémico es muy precisamente el de una . © sea que en el caso de un instinto preformado, (gs el. montaje motor, la serie de actos que conduce a cierta realizacién.ygEn qué con- siste esta realizacién? Si nos remitimos esta Vez al texto de Las pulsiones y sus destinos», vemos que esta realizacién es siempre la misma y en definitiva bastante monétona; el tinico fin «iltimo» es siempre la satisfaccién, definida de la manera mas general: es el apaciguamiento de una tensién provocada 3S. Freud, Pulsions et destins des pulsions, en Métapsychologic, Paris: Gallimard,'1968, pigs. 11-45; en G.W., vol. x, pags. 209-32. 19 precisamente por la Drang, por esa presién de que hablébamos hace un instante, Se trata ahora de saber cuil es la relacién existente entre, por una parte, un fin absolutamente general y —al igual que la presién— muy abstracto, es decir, la supre- sién de la tensién, y, por la otra, una accién, esta vez muy especifica y determinada, que es el fin de tal 0 cual instinto: comer, ver (puesto que hay para Freud una «pulsién visuals), hacer el amor, etc, El problema que se plantea es el de la especificacién del fin: ¢Qué determina que el fin ditimo esté representado por tal o cual cosa y no simplemente por el apaciguamiento? Si proseguimos este andlisis basndonos en los diferentes textos freudianos, advertimos que el fin de 1a pulsién remite sin cesar a Jos dos siguientes factores: ora al elemento del objeto, ora al de la fuente. El objeto, en la medida en que Freud, y tras 41 el conjunto de los psicoanalistas, se ha orientado poco a Poco hacia el concepto de|erelacién-objetal», representa una especie de punto de vista sintético entre, por una parte, el tipo de actividad, el modo expeoifico de tal o cual accién pulsional y, por la otra, sui objeto privilegiado. Asi la oralidad, por tomar el primer ejemplo de pulsién, implica a la vez.uun determinado modo de relacién, a saber, la incorporacién, y un determinado po de objeto: ef objeto que es precisamente susceptible de ser ingerido, incorporado,:Encontramos aqui la primera explicita- cién posible del concepto de fin, su especificacién por el ob- jeto, su relacién con el objeto; esto abre una perspectiva esen- ‘ialmente intersubjetiva. La otra especificacion del fin de la pulsign es su especificacién por la fuente; y aqui parece pre- valecer una orientacién mucho més biologizante y mas vitalista (pronto veremos que la teorfa es en realidad ms compleja). Examinemos pues de manera més minuciosa estos dos concep- tos: objeto y fuente. gObjeto de la pulsién? Para descartar répidamente ciertos malentendidos, recordemos ante todo que este objeto no es necesariamente un objeto inanimado o una cosa: El Objekt freudiano no se opone, en su esencia, al ser subjetivo. No se designa con él una ,® Hay prio ridad’ para la satisfaccién y la accién satisfactoria respecto de aquello «en lo cual» esta accién encuentra su culminacién. Asi legaraos a un problema perfectamente conocido dentro del pensamiento psicoanalitico y que se resume con el término de écontingencia> del objeto. En la medida en que el objeto es aquello , articulacién fundamental de la metapsicologia freudia- ra, que las limitaciones del presente estudio no nos permitiran coméntar. Notemos solamente que el modelo més comin em- pleado por Freud para explicar la relacién entre lo somtico y Jo psiquico utiliza la metéfora de una especie de provista de un mandato que no seria totalmente imperativo. Por consiguiente, una excitacién local, biolégica, encuentra su «celegacién», su «representancias en la vida psiquica, como pulsién, No sabemos si el proceso somatico en cuestién es es- trictamente de naturaleza quimica o si puede corresponder asimismo a una liberacién de otras fuerzas, mecknicas por ejemplo: El estudio de las fuentes de la pulsién, concluye Freud, «nd corresponde ya a la psicologia y en tiltima instancia tendria que ser resuelto por la biologia».* Tornamos de este modo a encontrar el problema central de 7? Ibid. pags. 19-20; en G.W.. vol. x, pag 215, 8 bid, pag. 20; en'G.W., vol. x, page, 215-16. 22 nuestras reflexiones: ¢] de la relacién con la ciencia de la vida, Pronto volveremos a referimos al problema de la fuente, que nos parece particularmente interesante como punto de articu- lacién entre instinto y pulsién, Por el momento, y antes de nterrogamos acerca de esta articulacién, queremos ante todo poner de relieve la analogia que puede existir, desde el punto de vista de nuestros cuatro . Debemos insistir entonces en. el hecho de que la ; zpodria tal vez decirse, en cierto sentido, ¢E] instinto reencontrado»? Sin lugar a dudas, pero reencontrado a otro nivel. Mds que «reencontra- do» preferimos proponer provisionalmente una férmula como (imitado). Consideraremos répidamente el primero de los ensayos y solo con el fin de situar el segundo, que constituye el objeto funda- mental de nuestro estudio. Nos presenta un desfile polémico, casi apologético, de las aberraciones sexuales. Se trata-de des- truir, a través de una descripcién de las perversiones, las nocio- nes comunes de fin y objeto especificos. Revista que, por lo demés, no descuella necesariamente por el rigor cientifico ni por el cardcter exhaustivo de la explicacién. No se debe buscar en Una teoria sexual el alfa —y en todo caso ciertamente no el omega— de la teoria psicoanalitica sobre las perversiones. Lo esencial es, para Freud, mostrar cudn vasto es este campo, casi universal, y cémo su existencia destruye toda idea de un fin y un objeto determinados para la sexualidad humana. La se- xualidad, puede decirse como consecuencia de este primer ca- pitulo, tiene en el adulto —en el considerado normal—, la apariencia de un instinto, pero no es mds que el resultado precario de una evolucién histérica que en cada nueva etapa puede bifurcarse por otros caminos para dar nacimiento a Jas aberraciones mas extrafias. Nuestra reflexién en torno del segundo ensayo se centraré en un 25 pasaje del que, nos parece, se desprende lo esencial, por cuanto felefin ls ‘erualidad en funcién de ast origenes infants, Se ie la conchusiéa del capitulo titulado «Manifestacio de naked Gs capitulo titulado «Manifestaciones ‘sE] chupeteo [tomado como modelo de la i chu D sexualidad Bermiticbservar los tres caracteres. de Ia senualidad inteoaa Sta ze desarrolla apuntaldndose en alguna de las funciones cor. porales de mayor importancia vital, no conoce atin ningin eto sexual, es cutoerdtica y su fin esth determinado por la actividad de una zona erdgena».20 Notemos desde ahora que estos tres caracteres volverd fontrarse en la mayor parte de las manifestaciones enteicea de ia inten ¥ que trascenderdn incluso ampliamente la sexua- fidad de Ja edad infantil, dojanco un sello indeleble en toda 4a semualidad humana. La definicién reourre a ttes conceptos riginales y complejos: el concepto de apuntalamiento, el con $ePto de autverotismo y finalmente el concepto de zona crdgena ~xaminaremos en primer lugar los dos primeros, que son estre. Ghamente soliderios: En efecto, en vintud del juego combi na factores ix i sis mis ado de esos factors intenta Froud explicar ia genesis mi Apuntalamiento* (éayage) : el lector de habla francesa se sor- prenderd tal vez al enterafse de que es este un término fun. damental del aparato conceptual freudiano. En las traduccio. a actuales de Freud, tanto la francesa como la excelente Standard Edition inglesa, el timico vestigio del concepto freu- diana ox a empleo esporadico y mal legitimado de un adjetivo letivado del griego: «anaclitico», Un trabajo de reflexién so. re a terminologia freudiana.™ un intento de retraduccion de ta obra de Freud, nos indujeron a adoptar,siguiendo lc {ero de la traductora que ya lo habia empleado aunque sin a ae ‘iar su uso,"? e] términe epuntalamiento y sus deriva- ‘os. Si hemos adoptado este término es, por cierto, ‘porque se ety La 6; en G.W., vol. v, pag, 83. El comentario entre ‘cor- 2 Sate sn won seutr o i ra ee ee ili ee : tis Presses Universitaires de France, ic ran aes a ibs, oa Unieres 46 Rane, 1857. (Dicosene de pchnd 12 Revercbon-Jouve, desde su primera traduccién de Una teorta serwal, 26 hacia necesario despejar —cosa que nadie habia hecho en for- ma cabal— el valor conceptual riguroso que adquiere en Freud el vocablo alemén Anlehnung, que significa justamente tomar apoyo, apoyarse en otra cosa. Con ello hemos intentado devol- ver su verdadero relieve y sus resonancias a una nocién que durante mucho tiempo se vio oscurecida, ora por ttaducciones més cuidadosas de la elegancia que del rigor, ora por el em- pleo de un término seudocientifico, excesivamente culto y de- masiado poco sea verifi- cable. Lo que Freud describe es un fenémeno de apoyo de Ja prulsién, el hecho de que la sexualidad incipiente se apuntale en otro proceso a la vez similar y profundamente divergente: La pulsién sexual se apuntala sobre una funcién no sexual, vital 0, como lo expresa Freud en términos que desafian todo otro comentario, sobre una. efuncién corporal esencial para la vida. Se admitird entonces que nos hemos alejado muy poco del pensamiento freudiano, que no hemos hecho més que pre- cisarlo al-decir que lo que se describe como apuntalamiento een su origen un apoyo de Ja sexualidad infantil en el ins- tinto, si por instinto se entiende esa «funcién corporal esencial para la vida»; en el caso particular que primero analiza Freud, se trata de] hambre y la funcién de alimentacién. Sin que la 27 coherencia terminolégica sea del todo sistematica en los escritos freudianos, se encontraré no obstante, de una manera suficien- temente motivada para que podamos a nuestra vez «apoyarnos> en ella, Jos términos funcién, necesidad e instinto para indicar en general el registro vital o registro de Ia autoeonservacién or oposicién al registro sexual, El apuntalemiento de to pulsén en la funcién no es una ge nesis abstracta, una deduccién casi metaffsica, sino un proceso que esté. descrito con la mayor precisién en aguel ejemplo que sigue siendo su arquetipo, el de la oralidad. En la oralidad, se nnos muestra, es posible distinguir dos tiempos: el de la succién del pechs, y luego el que se caracteriza por el «chupeteos, muy diferente de la succién, En el primer tiempo, el de la succién del pecho en la alimentacién, nos encontramos en pre- sencia de una funcién o, para referimos una vez més a las iferenciaciones mencionadas més arriba, de un‘ comportamien- to instintivo completo, tan completo que, como lo hemos visto, es precisamente el hambre, el comportamiento nutricio, el que Ja «concepcién popular> toma como el modelo de todo instinto. Un comportamiento instintivo con ns cpr: a famnos en mejores condiciones para determinar qué es lo qu qe crconde’ detrds de esta eX> energétca; podremos, siguiendo alos psicofisiélogos, xelacionar con un desequilibrio humoral 0 tisular ese estado de tensién que subjetivamente corresponde ‘ala sensacién de harabre, Una «presiina, entonces, una acu- mulacién de tensién; y una «fuentes, el sistema diges- tivo, digamos, con puntos donde s¢ experimenta el hambre en forma més localizaila y especializada. Tenemos el aporte de un objeto» especifico... ¢Diremos que es el pecho? No, no es fl pecho el que procuta Ia satisfaccién, sino el alimento, la leche. Un proceso, en suma, bien montado con miras al «fin, el proceso de la succién que algunos observadores se han apli- cado en describir con gran precisién: busqueda del pezén, ma- mada, alivio de 1a tensién, saciedad. : Ahora bien, lo decisivo es que simulténeamente con la satis- faccién de esta funcién mutricia comienza a aparecer un pro- ceso sexual. Paralela a la alimentacién, se produce una excita- in. de los labios y la lengua por el pezin y el fluir de la cilida Teche, Hata exctacién esté en un principio modelada jendo la funeién, al punto de que al comienzo apenas es posible captar alguna diferencia, zl objeto? Parece estar dado en el nivel de la funcién, 2Se sabe si todavia es la leche 0 si ya hha empezado a ser el pecho? zLa fuente? También est deter- “minada por la alimentacién, puesto que los labios forman parte 28 asimismo dél aparato digestivo. El fin de esta funcién también es semejante al fin alimentario. Por iiltimo, objeto, fin y fuente estan estrechamente contenidos en una proposicién muy simple que permite describir lo que acontece: «eso entra por la boca». «Eso es el objeto; centra> es el fin, y, ya se trate de un fin se- xual o de un fin alimentario, el proceso consiste, en ambos casos, en un y a la ausencia primitiva de objeto, Se trataré, en esta perspectiva, de hacer aparecer el objeto como ex mihilo, por un golpe de varita mgiva, a partir de un estado inicial considerado como absolutamente canobjetals. Seria necesario por lo tanto eabrirs cl individuo humano a su mundo —tanto a las cosas como 2 los otros individuos— a partir de lo que de buen grado des- cribirfamos como una especie de estado de idealismo biolégico, mis impensable atin que el solipsismo filoséfico. Hacer brotay al objeto de un estado sin objeto es algo que a ciertos psico- ‘nalistas les parece tan poco posible que no vacilan en afirmar ~renceién loable quiz4s en sus intenciones pero que solo puede conducirlos aun nuevo error— que la sesualidad, como ta), tiene desde el primer momento un objeto, Esta es la posicién de un psicoanalista como Balint, quien se empetia, com profu: sién de argumentos a menudo fascinantes, en demostrar que existe en ef nifio un eamor primario del objeto».4 De main que de ahora en adelante toda discusién psicoanalitica relativa al objeto queda confinada a esta alternativa: la ausencia total del objeto en el individuo humano o la presencia, desde el primer momento, de un objeto sexual, 7 Qué via enconttercmnes 14M. Balint, Primary love and peychoanalytic technique, Londres: Hogarth Press, 1952, en especial Early Developmental Stites ofthe Ego. Primary Object Loven, 30 capaz de liberarnos de esta. falsa aporia? La salida nos es su- gerida en, varias oportunidades, en pasajes que corresponden a momentos de particular lucidez del pensamiento freudiano, Cuando decimos eparticular lucidez» es para recordar que cir tos descubrimientos pueden ser olvidados, eclipsados, reprimi- dos por su autor: ejemplos bien claros de ello tenemos en el propio Freud, sobre todo en Jo concerniente al punto que nos ocupa. Be oquliun pane fundamental aaa aparece més adelante, en el tercer ensayo de Una teorla sexual, pero que resume las tesis del segundo ensayo: «Cuando la satisfaccién sexual, en sus comienzos, estaba atin ligada con la absorcién de alimentos [se refiere al tiempo del apuntalamiento] la pulsién sexual tenia su objeto sexual fuera del propio cuerpo, en el pecho materno. Este objeto sexual desaparece después, y quiz4 precisamente en Ia época en que el nifio pudo construir la representacién total de la persona a Ja eual pertenecia el rgano productor de satisfaccién. La pulsién sexual se hace en este momento autoerética [por Io tanto, el autoerotismo no es al tiempo primordial] hasta que, superado el perfodo de Iatencia, vuelve a formarse la relacién original. No sin fundamento, la succién del pecho materno por parte del nifio ha Ilegado a ser modelo de toda-relacién amo- rosa. Encontrar el objeto sexual es, hablando con propiedad, reencontrarlos.1 Las resonancias de un texto como este difieren mucho de la gran fabula segin la cual el autoerotismo es el estado de ausen- cia primaria y total de objeto, estado a partir del cual habria gue encontrar un objeto; el autocrotismo es, al contrario, un segundo tiempo, un tiempo de pérdida del objeto. Hablamios de pérdida del objeto ). De manera, pues, que al consultar una obra cualquiera de psiquia- 35 tria se advierte que los autores admiten las perversiones més diversas, en el dominio de todos los «instintos» y segin el nti- mero y la clasificacién de los instintos que adopten; no solo perversiones sexcuales sino también, y acaso sobre todo, perver- siones del sentido moral, perversiones de los instintos sociales, perversionés del instinto de nutricién, etc. En Una teoria sexual, al contrario, Freud funda su concepto de perversién tinica- mente en las perversiones sexuales. zQuiere decir entonces —ya que se trata de definir desviaciones respecto de una nor- ma— que el propio Freud adherirfa a Ja nocién de-un instinto sexual? En tal caso, en dltima instancia, la definicién de un de lo a ha venido a

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