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LOS CICLOS DEL AÑO LITÚRGICO

Los dos ejes del año litúrgico son Pascua y Navidad, que representan muy bien el necesario
dinamismo de una celebración que se prepara con un tiempo particularmente intenso y se
prolonga en una gozosa continuidad, para entrar en la plenitud de todos los posibles recursos
de la fiesta. Este ritmo de preparación, de celebración y de prolongación, requiere que deje
una huella en la vida, la tensión de una cooperación del cristiano y de la comunidad eclesial
que se deja plasmar por cuanto celebra, para ser interiormente moldeado por la liturgia de la
Iglesia.

El ciclo Pascual y el de Navidad, es donde se celebran los tiempos fuertes privilegiados del
año del Señor. Al hablar del Ciclo Pascual hay que abarcar la cuaresma, la cual hace
referencia a un periodo Pre-pascual, el cual lo encontramos en el Oriente a principio del siglo
IV y en el Occidente a finales del mismo siglo.

Para mediados de siglo II, ya se venía afirmando una preparación a la Pascua, mediante la
práctica penitencial del ayuno, puesto que la cuaresma estaba estructura de 40 días a la luz
del simbolismo bíblico, el cual le da a ese tiempo un valor salvífico redentor.

El Vaticano II nos plantea que este tiempo cuaresmal es para preparar a los fieles para oír la
palabra de Dios y la preparación para la oración personal, para así celebrar el misterio pascual
mediante el bautismo y la penitencia.

Por consiguiente, la celebración litúrgica de este tiempo se centra sobre el domingo, en los
primeros cincos domingos que preceden al domingo de ramos. En ese mismo orden se nos
ofrece tres itinerarios: un itinerario bautismal perteneciente al ciclo (A); otro cristocéntrico
del ciclo (B) y por último uno penitencial del ciclo (C).

Para el ciclo Pascual Se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús, sacándonos


de las tinieblas del pecado a la claridad de la luz. Y nosotros mismos morimos junto con Él,
para resucitar a una nueva vida, llena de entusiasmo y gozo, de fe y confianza,
comprometida en el apostolado.

Mientras que el ciclo Navidad se conmemora el nacimiento de Jesús en la Iglesia, en el


mundo y en nuestro corazón, trayéndonos una vez más la salvación, la paz, el amor que trajo
hace más de dos mil años. Nos apropiamos de los mismos efectos salvíficos, en la fe y desde
la fe. Basta tener el alma bien limpia y purificada, como nos recomendaba san Juan Bautista
durante el Adviento.

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