Vista por fin The Predator (2018), la cuarta entrega de la saga iniciada
en 1987 (o la sexta, dependiendo de si se cuentan o no sus encuentros con la saga de Alien), y la verdad no ha sido lo que me esperaba. La presencia como director de Shane Black (quien además escribe el guión junto a Fred Dekker) debería haber asegurado en teoría una vuelta a las raíces de la saga, pero ha terminado siendo todo lo contrario: esta nueva entrega es una película caótica, ruidosa y un completo desastre que no parece tener idea de qué es lo que quiere ser. Pero es también, aunque en eso probablemente algunos no estaréis de acuerdo, una que ocasionalmente muestra buenas ideas que quizás podrían haber funcionado por separado o en otro tipo de material. Esta vez, y al igual que como ocurría en Aliens vs Predator: Requiem (2007) la acción se desarrolla en un pueblo pequeño, aunque la locación parece ser algo sin ningún tipo de consecuencia ya que el monstruo en ningún momento tiene interacción con más que los personajes directamente relacionados con la trama. Por el contrario pareciese que es el monstruo el fugitivo, quien debe escapar no sólo de los soldados y personeros del gobierno a la vez que intenta recuperar un artefacto extraviado, sino que encima debe eludir el ataque de otro depredador, uno mucho más grande y poderoso, a quien ya conocimos incluso desde la primera secuencia de la lucha entre las dos naves alienígenas. Esta primera escena, por cierto, deja claro que la cinta tendrá un tono muy distinto al de todas las entregas anteriores, y mucho me temo que no en el buen sentido. Lo que acabo de soltar arriba es un resumen sumamente simplista de la trama, ya que en realidad pasan muchas cosas, hay un gran número de personajes, y pese a que mantiene grandes momentos e imágenes así como referencias y guiños a todas las entregas anteriores de Predator (algunas muy interesantes como Jake Busey haciendo un papel muy similar al de su padre casi tres décadas atrás), Shane Black y Fred Dekker se encargan muy pronto de destruir sus propios aciertos o bien mediante salidas de guión inexplicables o con un humor constante que en ocasiones funciona pero que en muchas otras me pareció francamente idiota y terminó arruinando la película para mí (especialmente el grupo de soldados del psiquiátrico parece salido de una película distinta). El ángulo infantil de la trama no me resultó tan molesto como pensaba en un principio, pero el tono light de la película y lo intrascendente de su violencia (pese al altísimo número de muertes) me dejaron completamente frío. Al final, mi principal problema con The Predator ha sido haber esperado algo distinto de Black y Dekker. Por el contrario, esta entrega parece haber abandonado por completo el carácter oscuro y violento de la saga para hacer una película de super héroes con un toque sci-fi y un mayor grado de violencia digital. Con un elenco mejor de lo que merece y con algunas ideas lanzadas al aire de forma aleatoria y desenfrenada, me ha parecido la peor de todas las secuelas, y su punto más bajo quizás sea ese vergonzoso epílogo que tiene lugar tras la confrontación final. Espero sinceramente que, en el improbable caso de que se decidan a hacer una continuación, esta tome un camino completamente distinto porque esa escena final lo que me dio fue vergüenza ajena. RELACIONADO