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La Cosa
La Cosa
Traducción de Eustaquio Barjau en Ê
3 Barcelona3 Ediciones
del Serbal3 1994.
El ser humano recorre los más largos trechos en el más breve tiempo. Deja
atrás las más largas distancias y3 de este modo3 pone ante sí3 a una distancia mínima3
la totalidad de las cosas.
¿Qué pasa que3 suprimiendo las grandes distancias3 todo está igualmente
cerca e igualmente lejos? ¿En qué consi ste esta uniformidad en la que nada está ni
cerca ni lejos3 como si no hubiera distancia?
La jarra es una cosa en cuanto recipiente. Es cierto que esto que acoge
necesita de una producción. Pero la condición de ser producida por el alfarero no
constituye en modo alguno lo propio de la jarra en cuanto jarra. La jarra no es un
recipiente porque fue producida sino que tuvo que ser producida porque es este
recipiente.
La producción3 ciertamente3 hace entrar la jarra en aquello que le pertenece
como propio. Ahora bien3 esto q ue es propio de la esencia de la jarra no es nunca
fabricado por la producción. Separada de su fabricación3 la jarra3 que está para sí
misma3 tiene que acogerse coligada allí. En el proceso de la producción3 la jarra3
ciertamente3 tiene primero que mostrar su aspecto al que la produce. Pero esto que se
muestra-a-sí3 el aspecto (el á 3 la )3 caracteriza a la jarra sólo desde el punto
de vista de que el recipiente está frente al que lo produce como lo que tiene que ser
producido.
Sin embargo3 lo que este recipiente que tiene este aspecto como esta jarra3
lo que la jarra como esta cosa-jarra no se puede experienciar nunca3 ni mucho
menos pensar de un modo adecuado3 desde el punto de vista del aspecto3 la . De
ahí que Platón3 que ha visto la presencia de lo presente a partir del aspecto3 haya
pensado tan poco la esencia de la cosa como Aristóteles y todos los pensadores que
han venido después. Más bien lo que ha hecho Platón3 y de un modo decisivo para la
posteridad3 ha sido experienciar todo lo presente como objeto del producir. En lugar de
objeto (÷)3 diremos de un modo más preciso pro -veniente (). En
la plena esencia del pro -venir prevalece un doble pro -venir; por una parte3 el pro -venir
en el sentido del tener su origen...3 ya sea un traerse a sí delante3 ya sea un ser
producido; por otra3 el pro -venir en el sentido del entrar -a-estar de lo producido en el
estado de desocultamiento de lo ya presente.
La pared y el fondo de los que consta la jarra y gracias a los cuales la jarra se
mantiene en pie no son propiamente lo que acoge. Pero si esto último descansa en el
vacío de la jarra3 entonces el alfarero3 que con el torno da forma a la pared y al fondo3
lo que hace no es propiamente la jarra. Lo único que hace es moldear la arcilla. No...
moldea el vacío. Para él3 hacia él y a partir de él moldea la arcilla dándole una forma.
El alfarero lo primero que hace3 y lo que está haciendo siempre3 es aprehender lo
inasible del vacío y producirlo en la figura del recipiente como lo que acoge. El vacío
de la jarra determina cada uno de los gestos de la actividad de producirla. La cosidad
del recipiente no descansa en modo alguno en la materia de la que está hecho3 sino
en el vacío que acoge.
Sin embargo3 así que nos ponemos a investigar la jarra real de un modo
científico en vistas a su realidad3 se pone de man ifiesto un estado de cosas distinto.
Cuando vertemos vino en la jarra3 lo único que ocurre es que sacamos el aire que
llena la jarra y lo sustituimos por un líquido. Llenar la jarra3 desde un punto de vista
científico3 significa cambiar un contenido por ot ro.
Estos datos de la Física son correctos. Por medio de ellos la ciencia representa
algo real3 y éste es el modo por el cual ella se rige de una manera objetiva. Pero ¿es la
jarra esto real? No. La ciencia nunca encuentra nada que no sea aquello que el mo do
de representar ha dejado entrar3 haciendo de esto un posible objeto de ella.
Pero entonces3 ¿qué es la cosa como cosa3 que su esencia aún no ha sido
capaz de aparecer?
Sólo por el hecho de que significa lo que concierne3 puede entrar en
sintagmas como 3
aquéllas son las que conciernen al
hombre de un modo adverso; éstas3 las que le acompañan de un modo favorable. Es
cierto que los diccionarios traducen3 correctamente3 por desgracia y
por suerte; pero sobre aquello que las palabras dicen3 como lo dicho
pensado3 los diccionarios dicen poco. En realidad3 aquí3 y en los otros casos3 no es
que nuestro pensamiento viva de la etimología3 sino que la etimología queda remitida
a considerar primero las relaciones esenciales de aquello que las palabras3 como
elementos que forman sintagmas3 nombran de un modo no desplegado.
Haciendo cosa3 la cosa hace permanecer a los Cuatro unidos -tierra y cielo3 los
divinos y los mortales - en la simplicidad de su Cuaternidad. una Cuaternidad que está
unida desde sí misma.
La tierra es la entrañante (la que po rta) que construye3 la que fructifica
alimentando3 abrigando aguas y roquedos3 vegetales y animales.
El cielo es la marcha del sol3 el curso de la luna3 el ful gor de los astros3 las
estaciones del año3 la luz y el crepúsculo del día3 la oscuridad y la claridad de la
noche3 la bondad y la inclemencia del tiempo3 el paso de las nubes y la profundidad
azul del éter.
Los divinos son los mensajeros de la deidad3 los que dan señales de ella. Es
del prevalecer oculto de esta deidad de donde aparece el dios en su esencia3 que lo
sustrae a toda comparación con lo que es present e.
Los mortales son los hombres. Se llaman los mortales porque pueden morir.
Morir quiere decir: ser capaz de la muerte en cuanto muerte. Sólo el homb re muere. El
animal termina. No tiene a la muerte como muerte ni delante ni detrás de él. La muerte
es el cofre de la nada3 es decir3 de aquello que desde ningún punto de vista es algo
que simplemente es3 pero que3 a pesar de todo3 esencia3 incluso como el misterio del
ser mismo. La muerte. como cofre de la nada3 alberga en sí lo esenciante del ser. La
muerte3 como cofre de la nada3 es el albergue del ser. A los mortales los llamamos
ahora los mortales3 no porque su vida terrena termine sino porque son capa ces de la
muerte como muerte. Los mortales son los que son como los mortales3 esenciando en
el albergue del ser. Ellos son la relación esenciante con el ser como ser.
La Metafísica3 en cambio3 representa al hombre como ani mal3 como ser vivo.
Aunque la rat io prevalece en toda la animalitas3 el ser hombre sigue estando
determinado desde la vida y desde el vivenciar. Los seres vivos racionales tienen
antes que en mortales.
Cuando decimos: los mortales3 estamos pensando ya en los otros Tres desde
la simplicidad de los Cuatro.
Tierra y cielo3 los divinos y los mortales3 formando una unidad desde sí
mismos3 se pertenecen mutuamente desde la simplicidad de la Cuaternidad unitaria.
Cada uno de los Cuatro refleja a su modo la esencia de los restantes. Con el lo3 cada
uno se refleja a sí mismo en lo que es suyo y propio dentro de la simplicidad de los
Cuatro. Este reflejar no es la presentación de una imagen copiada. Despejando a cada
uno de los Cuatro3 este reflejar hace acaecer de un modo propio a la esencia de éstos
llevándolos a la unión simple de unos con otros. En este juego3 reflejando de este
modo apropiante -despejante3 cada uno de los Cuatro da juego a cada uno de los
restantes. Este reflejar que hace acaecer de un modo propio franquea a cada uno de
los Cuatro para lo que les es propio3 pero a la vez vincula a los franqueados en la
simplicidad de su esencial pertenencia mutua.
Este reflejar que liga en lo libre es el juego que3 desde la cohesión desplegante
de la unión3 confía cada uno de los Cuatro a cada uno de ellos. Ninguno de los Cuatro
se empecina en su peculiaridad particular. Por lo contrario3 cada uno de los Cuatro3 en
el seno de su unión3 es de -propiado a lo suyo propio. Este depropiante apropiar e s el
juego de espejos de la Cuaternidad. Desde ella los cuatro están vinculados en la
simplicidad que los confía los unos a los otros.
Cuando dejamos esencia r la cosa en su hacer cosa desde el mundo que hace
mundo3 estamos pensando la cosa como cosa. Rememorando esto3 dejamos que la
esencia que hace mundo de la cosa nos concierna. Pensando así3 estamos bajo la
llamada de la cosa como cosa. Somos -en el sentido estricto de la palabra - los
condicionados (los concernidos por la cosa) (!). Hemos dejado atrás la
presunción de todo lo incondicionado.
Pensando la cosa como cosa3 cuidamos de la esencia de la cosa llevándola a
la región desde la cual ésta esencia. Hacer cosa es acercar del mundo. Acercar es la
esencia de la cercanía. En la medida en que cuidamos de la cosa como cosa3
habitamos la cercanía. El acercar de la cercanía es la dimensión auténtica y única del
juego de espejos del mundo.
Modestas y de poca monta son3 sin embargo3 las cosas3 inclu so en el número3
en contraste con el sinnúmero de los objetos indiferentes (que dan lo mismo) que hay
en todas partes3 si se mide con lo desmesurado de la condición de masa del ser
humano como ser vivo.
Sólo los hombres3 como mortales3 alcanzan habitando e l mundo como mundo.
Sólo aquello del mundo que es de poca monta llegará alguna vez a ser cosa.