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LA RENOVACIÓ N CRISTIANA EN

EL ESPÍRITU SANTO
Espiritualidad

16 DE MAYO DE 2019
RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA
RAMIRIQUÍ BOYACÁ COLOMBIA
LA RENOVACIÓ N CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO

Escuela de Misioneros Juan Pablo II

“Nuevos evangelizadores para una Nueva Evangelizació n: nueva en su ardor, en sus métodos, en
su expresió n”.
Juan Pablo II

Para realizar la Nueva Evangelizació n y Formació n de los Nuevos Servidores, Evangelizadores y


Misioneros de la Iglesia Cató lica, propuesta por la Escuela de Misioneros Juan Pablo II.

Juan Gonzá lez Torres

Duitama, añ o 2000
PRÓLOGO

“Ha llegado para toda la América Latina la hora de emprender una Nueva Evangelizació n sin
Fronteras”. “La Iglesia se renueva y traza su plan para lanzarse decididamente a una tarea
evangelizadora de dimensiones colosales”.

Juan Pablo II

“Quizá nunca tanto como hoy la tarea confiada a la Iglesia por su fundador, Id pues y haced
discípulos a todas las gentes, (Mt 28, 19. Cf. Mc 16, 15), ha asumido tanta amplitud y urgencia. Mas
que nunca la Iglesia debe hacer suyas las palabras del Apó stol ¡Hay de mi si no predicare el
Evangelio! (1ª Cor 9, 16)”
Juan Pablo II

Evangelizar, ha escrito su Santidad Pablo VI, es una gracia y vocació n propia de la Iglesia, su
identidad má s profunda. (Evangeli Nuntiandi # 14)

“Evangelizar significa para la Iglesia, llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad
y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad. “He aquí que hago
Nuevas todas las cosas”. Pero la verdad es que no hay humanidad nueva, si no hay en primer lugar
hombres nuevos, con la novedad del Bautismo y de la vida segú n el Evangelio. La finalidad de la
Evangelizació n es por consiguiente este camino interior y, si hubiera que resumirlo, en una
palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por su sola fuerza divina del mensaje
que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los
hombres, la actividad en la que ellos está n comprometidos, su vida y ambiente concreto. (Evangeli
Nuntiandi # 18)

La Evangelizació n... es un paso complejo, con elementos variados: renovació n de la humanidad,


testimonio, anuncio explicito, adhesió n del corazó n, entrada en la comunidad, acogida de los
signos, iniciativa de apostolado. (Evangeli Nuntiandi # 24)

Como la Iglesia es toda ella misionera y la obra de la Evangelizació n es deber fundamental del
Pueblo de Dios, el Concilio invita a todos a una profunda renovació n interior, a fin de que, teniendo
viva conciencia de la propia responsabilidad en la difusió n del Evangelio, acepten su participació n
en la obra misionera. (Ad Gentes # 3,5)

Igualmente, los grupos y asociaciones seglares cuyo fin sea el apostolado u otros fines
sobrenaturales, deben fomentar cuidadosamente, segú n su finalidad y cará cter, la formació n para
el apostolado. Muchas veces son ellos el camino ordinario de la necesaria formació n doctrinal,
espiritual y prá ctica. Sus miembros, reunidos en pequeñ os grupos con los compañ eros o amigos,
examinan los métodos y resultados de su acció n apostó lica y confrontan con el Evangelio su
método de vida diaria. (Apostolicam Actuositatem # 30)

El Santo Padre Juan Pablo II, habló sobre: “La necesidad y urgencia de realizar una Nueva
Evangelizació n en todos los miembros de la Iglesia: nueva en su ardor, nueva en sus métodos,
nueva en su expresió n”. “Todos los miembros de la Iglesia debemos tomar conciencia de superar
la antigua evangelizació n: teó rica, masiva, inadecuada, sin continuidad, que no lleva a la
conversió n ni a la madurez; una evangelizació n sin renovació n en el Espíritu Santo”, como dijeron
los pá rrocos y la asamblea del Episcopado Colombiano en el añ o de 1982.

Hablando de la Nueva Evangelizació n al Simposio de los Obispos Europeos, se expresó así el Papa
Juan Pablo II: “Para realizar una obra eficaz de evangelizació n, debemos ir a la fuente del primer
modelo apostó lico. Ese modelo lo contemplamos en el Cená culo: “Los Apóstoles unidos
perseveraban en la oración con María, mientras esperan recibir el Don del Espíritu Santo ”. Solo con
la Efusión del Espíritu Santo comienza la obra de Evangelizació n. El Don del Espíritu es el primer
motor, la fuente primera, el primer impulso de la auténtica evangelizació n. Por eso hay que
comenzar la evangelizació n invocando al Espíritu y buscando en donde sopla el Espíritu. Ciertos
síntomas de este soplo está n presentes hoy ciertamente. Para encontrarlos, sostenerlos y
desarrollarlos, será necesario a veces, abandonar esquemas atrofiados para ir allí donde nace la
vida, allí donde vemos que surgen frutos de vida segú n el Espíritu. Esas fuentes de vida segú n el
Espíritu, esas fuentes de vida, en la línea de las características del primer modelo apostó lico, se
encuentran en general allí donde Cristo y el Amor por Cristo se unen a la conciencia y a la vida de
la Iglesia; allí donde la Iglesia, como María es venerada y acogida como una Madre. La tarea es
grande, pero Dios está con nosotros”.

En ese Espíritu, que es el de Jesú s, se debe realizar la Evangelizació n bajo la acció n del Espíritu del
Señ or porque es el primer Evangelizador y el primer Catequista en la Iglesia. Su Santidad Pablo VI
dijo: “Nunca habrá Evangelizació n posible sin la Acció n del Espíritu Santo”. “Gracias al apoyo del
Espíritu Santo, la Iglesia crece. É l es el Alma de esta Iglesia. É l es quien explica a los fieles el
sentido profundo de las enseñ anzas de Jesú s y su Ministerio. É l es quien hoy igual que en los
comienzos de la Iglesia, actú a en cada Evangelizador que se deja poseer y conducir por É l, y pone
en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que
escucha, para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del Reino anunciado”. (Evangelli
Nuntiandi # 75)

Las técnicas de Evangelizació n son buenas, pero ni las má s perfeccionadas podrían reemplazar la
acció n discreta del Espíritu Santo. La preparació n má s refinada del Evangelizador no consigue
absolutamente nada sin É l. Sin É l, la dialéctica má s convincente es impotente sobre el espíritu de
los hombres. Sin É l los esquemas má s elaborados sobre bases socioló gicas o psicoló gicas se
revelan pronto desprovistos de todo valor.

Puede decirse que el Espíritu Santo es el Agente Principal de la Evangelizació n: É l es quien


impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y que en lo hondo de las conciencias hace aceptar y
comprender la Palabra de Salvació n: solamente É l suscita la nueva creació n, la humanidad nueva a
la que la Evangelizació n querría provocar en la comunidad cristiana. A través de É l, la
Evangelizació n penetra en los corazones, ya que É l es quien hace discernir los signos de los
tiempos, signos de Dios que la Evangelizació n descubre y valoriza en el interior de la historia.
(Evangelli Nuntiandi # 75)

La Iglesia Primitiva, la que nació en Pentecostés, tuvo dos etapas:

1- Las personas recibieron la plena Efusió n del Espíritu, “Quedaron todos llenos del Espíritu
Santo”. (Hch 2, 4)
2- Unidos por el Espíritu, formaron una comunidad de fe, de oració n y de amor que será modelo
para todas las épocas de la Iglesia. (Hch 2, 42-47; 4, 32-35)

“En este sentido, un motivo de esperanza es ver multiplicarse en el mundo pequeñ as comunidades
cristianas, diná micas y abiertas que han comprendido la propia responsabilidad, en el anuncio del
Evangelio, prenda y promoció n de un mundo mejor”.

(Juan Pablo II)


PRESENTACIÓN

Los temas de este seminario son para la Evangelizació n y formació n de los Nuevos
Evangelizadores y Misioneros de la Iglesia, está n bien fundamentados pastoral y doctrinalmente, y
el contenido corresponde a una eficaz sistematizació n y profundizació n de los fundamentos de la
Renovació n Espiritual Carismá tica, sobre todo desde la Palabra de Dios. Toda la Doctrina está
inspirada en la Sagrada Escritura, en el Magisterio de la Iglesia, en las Encíclicas y Exhortaciones
Apostó licas de los Santos Padres, especialmente la exhortació n apostó lica del Papa Pablo VI “La
Evangelizació n del Mundo Contemporá neo”, en los Documentos del Episcopado Latinoamericano,
en la teología y pastoral de la Renovació n en el Espíritu Santo y la experiencia de Evangelizació n
obtenida por la Escuela de Misioneros Juan Pablo II, después de varios añ os de trabajo en
diferentes parroquias.

Las enseñ anzas aquí reunidas no se dirigen ú nicamente a los miembros de la Renovació n en el
Espíritu Santo, sino a todos aquellos que sienten necesidad de abrir má s libremente su corazó n al
soplo poderoso del Espíritu Santo que hoy invade a la Iglesia.

Preferencialmente van dirigidas para el estudio y reflexió n de cada persona, en particular, para
todos los miembros de la familia, para los servidores e integrantes de los grupos de oració n, para
servidores e integrantes de las comunidades carismá ticas. Principalmente será destinado para la
formació n de nuevos evangelizadores y misioneros de los miembros de la Iglesia.

De la misma manera este estudio servirá para la proclamació n del “Seminario de Renovació n
Cristiana en el Espíritu Santo”, llamado también: Seminario de Iniciació n, de Vida en el Espíritu, de
Vida Nueva, de Evangelizació n Fundamental, o curso de Evangelizació n Inicial.

Quienes reciban este Seminario y sean Renovados en el Espíritu Santo, pueden ser instrumentos
para la formació n de los nuevos Agentes de Pastoral en las diferentes Parroquias. (2 Tim 2, 2)

Ademá s, puede ser instrumento de trabajo evangelizador para: Catequistas Parroquiales;


Educadores encargados de la Catequesis en las escuelas, colegios, institutos y universidades; para
todos los Grupos Apostó licos; Movimientos y Asociaciones Parroquiales; Comunidades Eclesiales
de Base; Comunidades Religiosas y Presbiterales.

El Señ or Jesú s, primer y má s grande Evangelizador, y la Santísima Virgen María, Estrella de la


Evangelizació n, bendiga este instrumento de trabajo para que produzca muchos frutos para la
Gloria de Dios y para el bien de la Iglesia.

“Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc 16, 15).

Juan Gonzá lez Torres


Escuela de Misioneros Juan Pablo II
TEMAS Y OBJETIVOS

1- EL AMOR DE DIOS

Evangelli Nuntiandi # 26-28.

Revelar y profundizar la relació n Paternal y Amorosa entre Dios y cada Hombre.

La Verdadera Sabiduría del hombre consiste en conocer y experimentar a Dios; Padre, Hijo y
Espíritu Santo, que son fuente de amor, felicidad, alegría y paz.

2- EL PECADO Y SUS CONSECUENCIAS

Reconciliació n y Penitencia, Cap. 1.

“El Pecado es simultá neamente, ofensa a Dios y ruina para quienes lo cometen” (Santo Tomá s
de Aquino).

“El Pecado del siglo es la pérdida del sentido de pecado” (Pio XII).

“Restablecer el sentido justo del pecado es la primera manera de afrontar la grave crisis
espiritual que afecta al hombre de nuestro tiempo” (Juan Pablo II).

Concientizar personal, familiar y comunitariamente de que todos somos pecadores y


necesitamos convertirnos (1ª Jn 1, 8-10). “Pero convencer del pecado, no equivale a condenar”
(Jn 3, 17), convencer del pecado quiere decir; crear condiciones para la salvació n” (Juan Pablo
II, Cruzando el Umbral de la Esperanza, Pg. 80).

3- JESUCRISTO SALVADOR

Evangelli Nuntiandi # 22, 27. Puebla # 351-352.

Crecer en el conocimiento de nuestro Señ or Jesucristo y su misió n.

Evangelizar no es solamente hablar de Jesú s, sino hacer presente a Jesú s, muerto, resucitado y
glorificado, el mismo ayer, hoy y siempre; Redentor; Salvador de todos los hombres; Liberador;
Sanador; Señ or y Mesías; para poder tener un encuentro personal con É l, una experiencia
inicial de salvació n del Señ orío Mesiá nico de Jesú s, camino que nos lleva al Padre.

El hombre librado por Jesucristo del maligno, del pecado y de todas sus esclavitudes, es
instrumento de liberació n y transformació n de una sociedad, donde reine la justicia, el amor y
la paz, como testigo del Señ or Resucitado.

Lograr que los miembros de la comunidad queden confirmados en la fe de la Iglesia Cató lica.

4- LA CONVERSION AL SEÑ OR

Evangelli Nuntiandi # 10. 18-19.


“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,
4).

Pero, ante todo, cada uno consigue la salvació n mediante un total cambio interior, que el
Evangelio designa con el nombre de Metanoia, una conversió n radical, una transformació n
profunda de la mente y del corazó n. (Evangelli Nuntiandi # 10. 1ª Sam 10, 6-9).

5- LA RENOVACION CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO

Evangelli Nuntiandi # 74-75. Ez 36, 25-27.

Crecer en el conocimiento del Don de Dios: “El Espíritu Santo”.

Propiciar una apertura decisiva hacia la persona del Espíritu Santo, su presencia y su poder.

“Es el Espíritu Santo el que es la fuente y el motor de la Renovació n de la Iglesia de Cristo”


(Juan Pablo II). Por eso la renovació n de los hombres y consiguientemente de la sociedad,
dependerá en primer lugar de la acció n del Espíritu Santo” (Puebla # 199).

6- CONDICIONES PARA SER RENOVADOS EN EL ESPÍRITU SANTO

Reflexionar sobre las principales condiciones que el Señ or nos pide para ser renovados en su
Espíritu (bautizados en su Espíritu).

Aceptar ser renovados en el Espíritu Santo (ser bautizados en el Espíritu Santo) (Hch 1, 4-5. 2,
1-4).

Lograr que los miembros de la comunidad sean conscientes de que ser renovados en el
Espíritu Santo, es solamente el comienzo de una Vida Nueva.
SEMINARIO DE RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO

Para la formació n de los nuevos servidores, Evangelizadores y Misioneros de la Iglesia.

TEMA # 5 LA RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO

1. ¿QUIEN ES EL ESPÍRITU SANTO SEGÚN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA?


El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, Dios verdadero como el Padre y el
Hijo.

1.1 CREDO DE LA IGLESIA CATÓLICA, ARTICULO 8.


El artículo 8 del Credo de nuestra Iglesia Cató lica proclama así al Espíritu Santo: Creo en el
Espíritu Santo, Señ or y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoració n y gloria y que habló por los profetas”.

1.2 FÓRMULA ORIENTAL DEL SÍMBOLO APOSTÓLICO.


Símbolo de Epifanio: “Y Creemos en el Espíritu Santo, el que habló en la ley y anunció en los
profetas y descendió sobre el Jordá n, el que habla en los apó stoles y habita en los Santos; y así
creemos en É l, que es el Espíritu Santo, Espíritu de Dios, Espíritu perfecto, Espíritu consolador,
increado, que procede del Padre y recibe del Hijo y es creído”. (El Magisterio de la Iglesia E.D.Z #
13).

1.3 LA DISTINCIÓN DE PERSONAS EN LA SANTÍSIMA TRINIDAD.

1.3.1 El Santo Padre Juan Pablo II en su carta Encíclica “Dominum Et Vivificatem” habla del
Espíritu Santo como persona distinta del Padre y del Hijo.
“Una característica del texto Joá nico es que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son llamados
claramente personas; la primera es distinta de la segunda y de la tercera, y éstas también lo son
entre sí. Jesú s habla del Espíritu Pará clito usando varias veces el pronombre personal «É l»; y al
mismo tiempo, en todo el discurso de despedida, descubre los lazos que unen recíprocamente al
Padre, al Hijo y al Pará clito. Por tanto, «el Espíritu ... procede del Padre» y el Padre «dará » el
Espíritu. El Padre «enviará » el Espíritu en nombre del Hijo, el Espíritu «dará testimonio» del Hijo.
El Hijo pide al Padre que envíe el Espíritu Pará clito, pero afirma y promete, ademá s, en relació n
con su «partida» a través de la Cruz: «Si me voy, os lo enviaré». Así pues, el Padre envía el Espíritu
Santo con el poder de su paternidad, igual que ha enviado al Hijo, y al mismo tiempo lo envía con
la fuerza de la redenció n realizada por Cristo; en este sentido el Espíritu Santo es enviado también
por el Hijo: «os lo enviaré». (Pá g. # 15-16).

1.3.2 Símbolo del Concilio de Toledo.


“Que el Padre no es el mismo Hijo, sino que tiene un Hijo que no es el Padre. Que el Hijo no es el
Padre, sino que es el Hijo de Dios por naturaleza, que es de la misma naturaleza del Padre. Que
existe también el Espíritu Pará clito, que no es ni el Padre mismo ni el Hijo, sino que procede del
Padre, (que procede del Padre y del Hijo) es pues, ingénito el Padre, engendrado el Hijo, no
engendrado el Espíritu Santo, sino que procede del Padre y del Hijo. El Padre es de quien se oyó
esta voz del cielo; “Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido, a este oíd” (Mt 17, 5; 2ª Ped
1, 17; Mt 3, 17). El Hijo es el que dice: “Yo he salido del Padre y de Dios vine a este mundo” (Jn 16,
28). El Espíritu mismo es de quien el Hijo dice: “Si Yo no me fuera al Padre, el Pará clito no vendrá a
vosotros” (Jn 16, 17). (El Magisterio de la Iglesia. D.Z. # 19).

1.3.3 Los Teólogos: A. Wikenhauser y Otto Kuss, hablando del Espíritu Santo y de la
Distinción de Personas en la Trinidad, comentan lo siguiente:
“En los discursos de despedida se habla del Espíritu Santo no como una fuerza divina impersonal,
sino como de una persona distinta del Padre y del Hijo. Lo dice también el nombre mismo de
“Pará clito” con que se lo designa. Que sea distinto del Hijo, resulta evidente de toda una serie de
textos: es el “Otro Pará clito” (Jn 14, 16), es enviado por el Hijo a los discípulos, a fin de que
continú e su obra en la tierra, da testimonio de É l (Jn 15, 26), lo glorifica mediante su acció n (Jn 16,
14). El Espíritu Santo es asimismo distinto del Padre, pues ha salido de É l (Jn 15, 26), y dice lo que
oye al Padre (Jn 16, 13). Sin perjuicio de su indivisible unidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
aparecen como entidades distintas. El misterio de la Santísima Trinidad se encuentra ya presente,
en sus líneas fundamentales en Juan”. (El Evangelio Segú n San Juan. Pá gs. 408-409).

1.3.4 El gran Teólogo del Concilio Vaticano II y profesor de dogma Heribert Muhlen
hablando del Espíritu Santo en el Misterio de la Trinidad, comenta lo siguiente:
“La propiedad personal del Espíritu Santo aparece todavía má s netamente con la doctrina de la
perijó resis de las personas divinas. En la medida en que las procesiones y las relaciones intra-
divinas son el fundamento de la perijó resis, el Espíritu Santo, es una persona, está a la vez en el
Padre y en el Hijo. También el Padre está a la vez en el Hijo y en el Espíritu Santo, y el Hijo está en
el Padre y en el Espíritu Santo, pero es en virtud de la unidad de la naturaleza divina, má s bien que
por las relaciones que constituyen a las personas. En cuanto al Espíritu Santo como persona, está a
la vez y de manera semejante en el Padre y en el Hijo: es una persona en dos personas, y lo es de
un modo propio que no puede ser dicho del Padre ni del Hijo. El Espíritu Santo une al Padre y al
Hijo de tal forma que es numéricamente una sola y misma persona en ambos. He ahí lo que
manifiesta la razó n má s profunda de la distinció n entre Encarnació n e Iglesia, y a la vez el
fundamento trinitario de la formula eclesioló gica fundamental que proponemos. Por lo mismo que
el Espíritu Santo es, en el interior de la Trinidad, una persona en dos personas, se manifiesta en la
economía de la salvació n como ¡Una persona en muchas personas! Su propiedad personal es el de
unir personas, tanto en la vida trinitaria como en la economía de la salvació n. Por otra parte, es un
hecho totalmente de acuerdo con la escritura el designar al Espíritu Santo como el “Nosotros” en
persona. Y por esto, en la historia de la salvació n, es siempre “nuestro Espíritu”; así y solo así se
hace posible el “nosotros” eclesioló gico. Nos contentamos con remitir a lo que antes hemos dicho
sobre este tema. (El Espíritu Santo en la Iglesia. Pá gs. 254-255).

1.4 EL ESPÍRITU SANTO EL GRAN DESCONOCIDO.

1.4.1 Jesús invita a los Samaritanos y a todos los hombres a conocer el Don de Dios “El
Espíritu Santo”.
“Jesú s le respondió : «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le
habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva»”. (Jn 4, 10).

Santa Catalina de Siena, denominaba al Espíritu Pará clito como el “Gran Desconocido” y también el
teó logo Urs Von Balthasar al llamarlo: “El desconocido que está má s allá de la Palabra”.

“Ha sido tal la discreció n de los cristianos para hablar del Espíritu Santo, o mejor para no hablar de
É l, que muchos ni lo mencionan en su vida, salvo quizá cuando al signarse exclaman: “y del
Espíritu Santo. Amén”. A eso se reduce la neumatología de muchos cristianos, de modo que, para
ellos, se ha dicho con humor, el Espíritu es como “El Pariente Pobre” en la familia trinitaria, el que
nunca se menciona, el que no aparece nunca. Es cierto que É l es “la humildad de Dios, la discreció n
de Dios”, pero no de manera que se convierta en algo periférico, totalmente exterior a nuestros
anhelos y a nuestras preocupaciones.
Los cristianos no podemos convertir al Espíritu de Dios en algo oculto, silencioso, cuando es todo
lo contrario: el viento huracanado, el fuego devorador. No lo podemos reducir a algo episó dico de
nuestra vida, cuando de É l depende nuestro ser y nuestro actuar en el orden de la creació n y en el
de la gracia. Alguien se ha preguntado en que podría variar nuestra vida si por un imposible solo
existieran dos personas divinas, el Padre y el Hijo, y en lugar de la Santísima Trinidad tuviésemos
una divina dualidad. Muchos dirían: “no cambiaría nada”. La respuesta es: “cambiaría en todo”. Eso
lo dicen los místicos y lo vislumbran los teó logos. Cambiaría la realidad profunda de nuestro ser
-en- Dios, y nuestro actuar como creyentes, cualquiera que sea el ministerio que tengamos en la
Iglesia. Cambiaría la vida eclesial y cambiaría la doctrina. Cambiaría el mundo todo, porque É l lo
creó . (Escuela de servidores del Espíritu Santo”. Pá gs. 8-9).

1.4.2 El Espíritu Santo en muchos miembros de la Iglesia es el gran Ignorado, como también
lo fue en la Iglesia Primitiva para los habitantes de Éfeso:
Jn 4, 10.
Hch 19, 1-6.

1.4.3 Muchos miembros de la Iglesia hoy también se resisten a la Persona y a la Acción del
Espíritu Santo como lo fueron los Judíos:
Is 63, 10.
Hch 7, 51.
El gran ausente de la reflexió n teoló gica y de la predicació n ha sido el Espíritu Santo. Es curioso
comprobar có mo en la obra reciente “la teología del siglo XX” el tratado má s corto es dedicado a la
neumatología; só lo cinco pá ginas entre 1300. Quizá la explicació n se encuentre en las dificultades
para hablar de É l, antes aludidas, o a la expresió n del patriarca de Jerusalén, San Cirilo: “Es
peligroso hablar del Espíritu Santo”. “Es cierto que muchos tratados teoló gicos aluden a su ser o a
su obrar (Misterio de Dios, Creació n, Iglesia, Sacramentos, Gracia, et.), pero la reflexió n ha sido
má s implícita que explícita” (Escuela de servidores del Espíritu Santo. Pá g. # 9).

1.4.4 El Santo Padre Pablo VI y los Obispos en el Sínodo de 1974, invitan a todos los
Miembros de la Iglesia a que haya un Estudio Nuevo y un Culto Nuevo del Espíritu Santo:
“A la cristología y especialmente a la eclesiología del Concilio debe suceder un estudio nuevo y un
culto nuevo del Espíritu Santo, justamente como necesario complemento de la doctrina conciliar.
Esperamos que el Señ or nos ayude a ser discípulos y maestros de esta posterior escuela suya;
Jesú s, al abandonar la escena visible de este mundo, ha dejado dos agentes para que se realice su
obra salvadora en el mundo: sus Apó stoles y su Espíritu” (Congar Pá g. 129 y ss).

El Sínodo de los Obispos de 1974, insistiendo mucho sobre el puesto que ocupa el Espíritu Santo
en la evangelizació n, expresó asimismo el deseo de que Pastores y teó logos -y añ adiríamos
también los fieles marcados con el sello del Espíritu en el bautismo- estudien profundamente la
naturaleza y la forma de la acció n del Espíritu Santo en la evangelizació n de hoy día. Este es
también nuestro deseo, al mismo tiempo que exhortamos a todos y cada uno de los
evangelizadores a invocar constantemente con fe y fervor al Espíritu Santo y a dejarse guiar
prudentemente por É l, có mo inspirador decisivo de sus programas, de sus iniciativas, de su
actividad evangelizadora. (E.N. # 75).

1.4.5 Reflexionemos las bellas palabras de Mons. Ignacio Hazim acerca del Espíritu Santo:

1.4.5.1 Sin el Espíritu Santo:


“Sin el Espíritu Santo, Dios está lejano; Cristo es algo pasado; el Evangelio es letra muerta; la
Iglesia una mera organizació n; el Culto una evocació n, y el actual cristiano una moral de esclavos”.

1.4.5.2 Con el Espíritu Santo:


Con el Espíritu Santo el cosmos es salvo y gime con dolores de parto; el hombre lucha contra la
carne; Cristo resucitado vive hoy; el Evangelio es poder de vida; la Iglesia quiere decir comunió n
trinitaria; la autoridad es un servicio liberador; la misió n es un pentecostés; la liturgia, memorial y
anticipació n; la actuació n humana es deificada”. (Congar Pá g. # 241).

1.5 EL ESPÍRITU SANTO ES EL ALMA DE LA IGLESIA.


“Decimos alma al Espíritu que hace vivir al hombre, y se llama alma al Espíritu que a cada uno de
los hombres da la vida, y bien sabéis el oficio del alma dentro del cuerpo: dar vida a todos los
miembros. Ve por los ojos, oye por el oído, huele por el olfato, habla por la lengua y por medio de
los pies anda. Presente en todos los ó rganos, a la vez toda entera en todos, presta vida y funció n
peculiar a cada uno. Ni oye el ojo, ni el oído habla, ni la lengua ve; todos, sin embargo, viven; el
oído y la lengua. Las funciones son diversas, mas, la vida es comú n.
Así la Iglesia de Dios obra milagros por medio de algunos Santos; por otros predica la verdad; es
virgen en unos; en otros guarda la castidad conyugal; en estos esto y en aquellos aquello; cada uno
tiene su don, su funció n específica, pero su vida es la misma.
Lo que respecto al organismo humano es el alma, lo es el Espíritu Santo al Cuerpo de Cristo, la
Iglesia; el Espíritu Santo hace en toda la Iglesia lo que hace el alma en todos los miembros, de un
mismo cuerpo”. (La Palabra de Cristo, BAC. Pá g. 33).

Concluimos con San Agustín; “El alma es el principio de vida del cuerpo humano, lo mueve, lo hace
crecer, lo lleva a la plenitud, lo sostiene y lo renueva constantemente. Así obra el Espíritu Santo,
alma de la Iglesia”. (El Espíritu Santo en la Iglesia).

1.5.1 La Acción del Espíritu Santo en la Iglesia.


San Ireneo dijo estas palabras: “Porque donde está la Iglesia, allí está también el Espíritu de Dios. Y
allí donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda su gracia y el Espíritu de la Verdad”. (El
Espíritu Santo en la Iglesia).

En realidad, la Iglesia no puede ser entendida sin la presencia del Espíritu, no puede reducirse a
una sociedad, así sea perfecta y autosuficiente, porque es un sacramento, un signo de la presencia
de Dios entre los hombres, un pueblo de hombres, llamado a ser pueblo de Dios, cuerpo de Jesú s y
templo del Espíritu. (P.O.1.A.G.9).

1.6 EL ESPÍRITU DE DIOS NOS HACE HIJOS DE DIOS.


“El Espíritu Santo hace de nosotros Hijos de Dios” porque É l es el Espíritu del Hijo. Nos
convertimos en Hijos Adoptivos por asimilació n a la filiació n natural; como dice San Pablo a los
Romanos 8, 29; “Estamos predestinados a ser conformes a la imagen de su Hijo, para que este sea
el primogénito de una multitud de hermanos” (Santo Tomas. Carta Gentiles IV, 21).

“Recibisteis un Espíritu de Hijos adoptivos, que nos hace exclamar: Abba, Padre. El Espíritu mismo
se une a nuestro Espíritu mismo se une a nuestro Espíritu para dar testimonio de que somos Hijos
de Dios”. (Rm 8, 15-16).

“La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su hijo que
clama: Abba, Padre. De modo que ya no eres esclavo, sino Hijo”. (Gá l 4, 6-7).

1.6.1 Dios Padre nos Engendró Hijos suyos por el Bautismo.


“Jesú s le respondió : «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino
de Dios.» Le dice Nicodemo: «¿Có mo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra
vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesú s: «En verdad, en verdad te digo: el que no
nazca de Agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo
nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de nuevo.
El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dó nde viene ni a dó nde va. Así es
todo el que nace del Espíritu”. (Jn 3, 3-8).

1.6.2 ¿Cuándo recibimos el Espíritu Santo?


“Recibimos el Espíritu Santo por primera vez en el bautismo; de un modo especial en el
Sacramento de la Confirmació n, y siempre que recibimos un Sacramento. También lo recibimos en
lo que se llama “Bautismo del Espíritu Santo” (Hch 1, 4-5; 2, 1-4), que consiste en suplicar con gran
fe, humildad, buenas lecturas y perseverante oració n, que el Divino Espíritu venga a nuestra alma
hasta que al fin sentimos su Divina Presencia en nuestro Espíritu”. (Catecismo Cató lico Explicado.
Pá g. # 77).

1.6.3 Hay Donación del Espíritu Santo en el Sacramento de la Confirmación.


“El signo sacramental de la Confirmació n da la seguridad absoluta, que Dios mismo ofrece la
plenitud de su Santo Espíritu como fuerza para dar testimonio. En el nuevo ritual de la
Confirmació n, los confirmados renuevan el compromiso bautismal, y entre otras preguntas, el
Obispo dice: ¿Creéis en el Espíritu Santo, que es el Señ or y Vivificador, y que bajó en el primer
Pentecostés sobre los Apó stoles, y que será dado hoy, en el Sacramento de un modo singular?”.
(Ritual de Confirmació n, comisió n Episcopal de Liturgia, Madrid 1976. # 28 y 30).

1.6.4 El Concilio de Florencia, en 1439, dice algo parecido:


“En el Sacramento de la Confirmació n el Espíritu Santo es dado para fortificar, como ha sucedido
con los Apó stoles en el primer Pentecostés, de modo que se proclame el Nombre de Cristo con
valentía. Por eso el Obispo unge al confirmando en la frente con el Santo Crisma, que es el símbolo
y “Portador” del Espíritu Santo, indicando con esto que los confirmados deben confesar con firme
voluntad, con franqueza y sin temor el Nombre de Jesú s”. (D.Z. # 649).

“La imposició n de manos significa que el confirmando entra en contacto personal con la
experiencia inicial de la Iglesia, y que se hace “Visible” por este gesto. La unció n con el Santo
Crisma en la frente indica también la liberació n de miedo falso y del encerramiento interior. La
imposició n de manos y la Unció n en la frente van acompañ ados de las palabras: “Sea sellado con el
Don de Dios, el Espíritu Santo” (Catequesis para la Renovació n Carismá tica. Heribert Muhlen. Pá g.
327-328.

“El Concilio de Florencia, afirma que la materia del Sacramento de la Confirmació n es el Crisma
obtenido con aceite… y bá lsamo, citadas las palabras de los Hechos de los Apó stoles, referentes a
Pedro y Juan, los cuales confirieron el Espíritu Santo con la imposició n de manos (Hch 8, 17),
añ ade: en lugar de aquella imposició n de manos, en la Iglesia se efectuará la Confirmació n”
(Constitució n Apostó lica “Divinae Consortium Naturae” sobre el Sacramento de la Confirmació n).

Desde el siglo IV en Europa la imposició n de manos se separaba del Bautismo y se miraba la


Confirmació n como una segunda efusió n del Espíritu Santo. (Kevin y Doroty Ranagnan. Pá g. 113).

“Esta tradició n ha permanecido en nuestra Iglesia. Después del Bautismo, en la Confirmació n,


cuando el joven se decide a aceptar “Personalmente” al Señ or, el Obispo le impone las manos para
que tenga una “Nueva Efusió n del Espíritu Santo”. (El Espíritu Santo en la Biblia y en nuestra vida.
Padre Hugo Estrada. Pá g. 41).

“El Sacramento de la Confirmació n tiene ciertamente sus raíces en el acontecimiento de


Pentecostés. Así lo ha manifestado la reciente Constitució n Apostó lica sobre la Confirmació n,
cuando afirma: “El Sacramento de la Confirmació n perpetú a de algú n modo en la Iglesia la gracia
de Pentecostés”. Sin embargo, este sacramento no agota el contenido total de aquella experiencia
pneumá tica. Pentecostés tiene una riqueza tal que no puede encerrarse solamente en la
Confirmació n. O lo que es igual, en el Sacramento de la Confirmació n se recibe el Don del Espíritu
Santo, pero de ninguna manera la Confirmació n excluye ulteriores donaciones del Espíritu Santo,
Sacramentarias o Extra-Sacramentarias.

Pentecostés mismo, no excluyó otras efusiones del Espíritu Santo. (Hch 4, 31): “Acabada la
Oració n, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y
predicaban la Palabra de Dios con valentía”. En el orden Sacramental hay que recordar la Efusió n
de Espíritu que se confiere a través del Sacramento del Orden y la comunicació n de gracia y de
Espíritu que, a su manera, da cada Sacramento”. (P. Salvador Carrillo. Bautismo en el Espíritu
Santo. Pá g. 23-24).

1.6.5 El Espíritu se da por la Vía Sacramental.


“Y ¿Có mo se da, de ordinario, pero en forma segura el Espíritu Santo a las almas, después de
Pentecostés? Se da por vía Sacramental. Lo sabemos, este es el gran vehículo de salvació n
instituido por Cristo”. (Pablo VI. El Espíritu Santo animador de la Iglesia. Pá g. 151).

“No, el fuego de Pentecostés no se ha apagado en la Iglesia Viva de Cristo… arde todavía; en todo
acto sacramental y en toda oració n humilde, el “Espíritu Bueno” está presente, y es operante”. (S.S
Pablo VI).

1.6.6 Somos Templos del Espíritu Santo.


1ª Cor 3, 16.
1ª Cor 6, 19-20.
2ª Cor 6, 16.
1ª Jn 4, 13.

1.7 LA DOBLE ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO.

1.7.1 La Sagrada Biblia nos habla de la doble acción del Espíritu Santo:
El Espíritu Santo actú a “En” (Pneuma de los Setenta), y el Espíritu que actú a “Sobre” (Pneuma
Epi).

Encontramos esta distinció n… especialmente en un profeta como Ezequiel… el “Espíritu En” viene
a purificar (Ez 36, 25-27) y dar la vida (Ez 37, 5-10).

El “Espíritu Sobre” empuja bruscamente a alguien para una misió n, a menudo profética, y
acompañ a su venida con signos sensibles (Jl 3, 1-5. Hch 2, 17-18 y 2, 1-4).

El “Espíritu En” que purifica y da la vida, da cuenta atinadamente de la acció n del Espíritu en los
actos iniciales de la vida cristiana (Bautismo y Confirmació n) y en la santificació n del creyente a lo
largo de su vida.

El “Espíritu Sobre” refleja perfectamente la acció n repentina y visible del Espíritu que empuja a
alguien a una misió n: a la que Lucas da el nombre de Bautismo en el Espíritu.

Nota: leemos “En” en Lc 3, 16; Hch 11, 16; “Eis” Gá l 4, 6; “Epi=sobre”. Hch 1, 8; 2, 3, 17; 8, 16-17;
10, 44 ss; 11, 15 ss; 19, 6; 8, 16; 10, 44; se encuentra el verbo “Epipipto=Caer sobre”; Hch 19, 6; la
forma verbal “Elthe=vino”. (Yves Congar. El Espíritu Santo. Pá gs. 402-403).

1.7.2 El Espíritu Santo Vino “Sobre”.


Entre las formas de actuar del Espíritu Santo, la primera es la que conocían los Judíos antes de
Cristo. El Espíritu de Dios venía “Sobre” tal o cual jefe o profeta y le daba poder para emprender
cosas grandes para el bien de los demá s.
“Y vendrá ” “Sobre” ti el Espíritu del Señ or, y profetizará s con ellos, y será s cambiado en otro
hombre”. (1ª Sam 10, 6).

“Y llegaron al referido collado, y he aquí a su encuentro una compañ ía de profetas: y vino “Sobre”
él el Espíritu del Señ or, y profetizó en medio de “ellos”. (1ª Sam 10, 10).

El Espíritu de Yahvé vino “Sobre” …


Moisés Nm 11, 24-25.
Sansó n Jc 15, 14.
Jefté Jc 11, 29.
Otoniel Jc 3, 10.
El Rey David 1ª Sam 16, 13.
Elías y Eliseo 2ª Rey 2, 9.
Isaías Is 44, 3.
Azarías 2ª Cro 15, 1.
Yahaziel 2ª Cro 20, 14-15.

1.7.3 El Espíritu Santo viene “Sobre” los hombres en el Nuevo Testamento.


El Espíritu Santo viene “sobre” la humanidad de Jesú s.

Otro momento trascendental de la vida de Jesú s, en que el Espíritu Santo actuó fuertemente “sobre
É l” fue durante la teofanía en el Jordá n: “En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y
que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres
mi Hijo amado, en ti me complazco»”. (Mc 1, 1-11).
“El Espíritu desciende de los cielos, de allá donde está el Padre y se posa “sobre” Jesú s y penetra en
É l (Els Avtó v), y lo llena, sí, É l es el retorno mesiá nico anunciado por el profeta Isaías, sobre quien
reposa el Espíritu de Yahvé (Is 11, 1-2), y É l es el siervo de Dios sobre quien es puesto el Espíritu
(Is 42, 1). (Salvador Carrillo. Sed de Dios. Pá g. 21).

“Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel» Y Juan
dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba
sobre É l». Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien
veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo le he
visto y doy testimonio de que ése es el Elegido de Dios”. (Jn 1, 31-34).

Santo Tomá s, habla de un primer envío en el momento de la Encarnació n y en el acontecimiento


del Bautismo se lleva a cabo una nueva misió n o comunicació n. (Suma Teoló gica 32a; 1ad 2:).

La humanidad de Jesú s ha sido ungida por el Espíritu Santo en el Jordá n. Esta verdad es
confirmada por el Magisterio de la Iglesia, por los Santos Padres y la mayoría de los teó logos
cató licos: Símbolo Apostó lico de Epifanio, Encíclica Dominum et Vivificatem, Concilio Vaticano II,
Evangelli Nuntiandi, Constitució n Apostó lica “Divina Consortium Naturae”, así habló el Papa,
también los Santos Padres de la Iglesia: San Ireneo, San Ambrosio, Tertuliano, San Hipó lito, San
Ignacio de Antioquía, San Basilio, San Cirilo de Alejandría, San Juan Crisó stomo, San Jeró nimo,
Santo Tomá s, San Agustín, San Justino.

Cristo resucitado y exaltado a la derecha del Padre, derrama su Espíritu Santo “sobre” los
Apó stoles el día de Pentecostés y después “sobre” todos los que han sido llamados:
Hch 2, 1-4.
Hch 2, 17-18.
Hch 2, 33.
Hch 9, 17.
Hch 11, 15-16.
Hch 19, 1-6.

1.7.4 El Santo Padre Pablo VI habló de la doble forma bajo la cual el Espíritu Santo se
concede a los hombres.
La experiencia de que el prodigio de pentecostés tenga que continuar en la historia de la Iglesia y
del mundo; y esto en la doble forma, bajo la cual el don del Espíritu Santo se concede a los
hombres, para santificarlos en primer lugar (y esta es la forma primaria e indispensable mediante
la cual el hombre se convierte en el objeto del Amor de Dios, “Gratum Faciens”, como dicen los
teó logos), y para enriquecerlos de prerrogativas especiales, que llamamos carismas “gratis data”,
en orden al bien del pró jimo y especialmente de la comunidad de los fieles. (S. Tomá s 1-11; 111, 4.
Pablo VI. El Espíritu Santo animador de la Iglesia Pg. 35).

“Es muy digno de atenció n el hecho de que San Pablo caracterice los Carismas como “Phanerosis
tou Pneumatos” (1ª Cor 12, 7): El Espíritu de Cristo se manifiesta, está presente en los Carismas
(genitivo de sujeto). Los Carismas son de este modo “semeia”, signos de la presencia del Espíritu
de Cristo”. (Espíritu, Carisma, Liberació n. Heribert Muhlen. Pá g. 194).

1.7.5 Teología de las Misiones Divinas.


“Inclusive, tratá ndose de una persona que se encuentra en estado de gracia y que por lo tanto es
habitada por el Espíritu Santo, puede decirse que el Espíritu Santo le es enviado de nuevo.

Santo Tomá s de Aquino lo enseñ a claramente: la misió n del Espíritu Santo se da cuando;
1) Por el aumento de la gracia, cuando alguien es elevado a un nuevo estado de gracia.
2) Por el progreso en la virtud.
3) Por la manifestació n de un Carisma del Espíritu Santo.

Santo Tomá s mismo ofrece los siguientes ejemplos: cuando alguien ardiendo en fervor de caridad
se expone al martirio o renuncia a lo que posee o acomete cualquier otra empresa ardua; o cuando
alguien progresa en el don de los milagros de profecía. (Suma teoló gica I, P, 43 a. 6 ad 2m).

1.7.6 El Santo Padre Pablo VI, habló de las Múltiples Intervenciones del Espíritu Santo.
“Catecismo es esto; fundamental para poseer un concepto exacto de la vida cristiana,
especialmente sobre algunos puntos que hoy parece ú til y obligado recordar, y que nos limitamos
a mencionar: el Espíritu Santo sopla donde quiere, dijo Jesú s en el famoso coloquio con Nicodemo
(Jn 3, 8); por ello, no podemos trazar normas doctrinales y prá cticas exclusivas sobre las
intervenciones del Espíritu Santo en la vida de los hombres; É l puede manifestarse en las formas
má s libres e impensables; “É l juega en el círculo de la tierra” (Pr 8, 31); la hagiografía nos narra
muchas aventuras curiosas y estupendas de la santidad, de las que sabe todo maestro de almas”
(Pablo VI. El Espíritu Santo Animador de la Iglesia. Pá g. 254).

San Gregorio Nacianceno hablando del Espíritu Santo, decía que tenía mil formas de obrar, que era
imposible reducirlo a un solo molde.

1.8 LA IGLESIA TIENE NECECIDAD DEL ESPÍRITU SANTO.


El Santo Padre Pablo VI habló de la necesidad del Espíritu Santo que tiene la Iglesia en el siglo XX.

¿Qué necesidad, primera y ú ltima, advertimos para esta nuestra Iglesia bendita y querida? ¿Qué
necesita realmente? Lo debemos decir, temblorosos y en oració n, porque es su misterio, es su
vida: es “El Espíritu” el Espíritu Santo, animador y santificador de la Iglesia, su aliento divino, el
viento de sus velas, su principio unificador, su fuente interior de luz y de energía, su apoyo y su
consolador, su manantial de carismas y de cantos, su paz y su gozo, su prenda y preludio de vida
bienaventurada y eterna.
La Iglesia tiene necesidad de un perenne pentecostés, necesita fuego en el corazó n, palabra en los
labios, profecía en la mirada. La Iglesia necesita ser templo del Espíritu Santo, es decir, de total
limpieza y de vida interior; necesita volver a sentir dentro de sí, en nuestra muda vaciedad de
hombres modernos, totalmente introvertidos por el encantamiento de la vida exterior, seductora,
fascinante, que corrompe con lisonjas de falsa felicidad; necesita volver a sentir, decimos, como
sube desde lo profundo de su personalidad intima como un llanto, una poesía, una plegaria, un
himno, esto es la voz orante del Espíritu que, como enseñ a San Pablo, ocupa nuestro lugar y ora en
nosotros y por nosotros “con gemidos inenarrables”, e interpreta las palabras que nosotros solos
no sabríamos dirigir a Dios (Rm 8, 26-27).

¡Hombres de hoy, jó venes, almas consagradas, hermanos en el sacerdocio! ¿Nos escuchá is? La
Iglesia tiene necesidad de esto. Tiene necesidad del Espíritu Santo. Del Espíritu Santo en nosotros,
en cada uno de nosotros, en todos nosotros juntos, en nosotros Iglesia. (Pablo VI. Catequesis 29 de
noviembre de 1972).

“No es que os efectos de pentecostés hayan cesado de ser actuales a lo largo de la historia de la
Iglesia, pero son tan grandes las necesidades y los peligros de este siglo, son tan vastos los
horizontes de una humanidad conducida hacia una coexistencia mundial que luego se ve incapaz
de realizar, que esa humanidad no puede tener salvació n sino en una nueva efusió n del don de
Dios. Venga, pues, el Espíritu creador a renovar la faz de la tierra” Exhortació n Apostó lica
“Gaudete in Domino” del 9-5. 1975 # 7).

El Santo Padre Pablo VI el 19 de mayo de 1975 les decía a los peregrinos del movimiento cató lico
de Renovació n Carismá tica: “Para un mundo así, cada vez má s secularizado, no hay nada má s
necesario que el testimonio de esta “Renovació n Espiritual” que el Espíritu Santo suscita hoy
visiblemente en las regiones y ambientes má s diversos.

Las manifestaciones de esta renovació n son variadas: Comunió n profunda de las almas, contacto
íntimo, oració n a menudo comunitaria donde cada uno expresá ndose libremente, ayuda, sostiene
y fomenta la oració n delos demá s; basado todo en una convicció n personal, derivada no só lo de la
doctrina recibida por la fe, sino también de una cierta experiencia de vivida, a saber, que sin Dios
el hombre nada puede, y que con É l, por el contrario, todo es posible; de allí esa necesidad de
alabarle, darle gracias, celebrar las maravillas que obra por doquier en torno nuestro y en
nosotros mismos.

Entonces, esta renovació n espiritual ¿Có mo no va a ser una “suerte” para la Iglesia y para el
mundo? Y, en este caso, ¿Có mo no adoptar todos los medios para que continú e siéndolo?

1.9 EL ESPÍRITU SANTO, EL RENOVADOR DE LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA.

1.9.1 En la Constitución Apostólica del 25 de diciembre de 1961, con la que se convoca el


Concilio Vaticano II. Su Santidad Juan XXIII expresaba sus deseos, sus anhelos y sus
plegarias para la renovación de la Iglesia en estos términos:
“Repítase así ahora en la familia cristiana el espectá culo de los apó stoles reunidos en Jerusalén
después de la ascensió n de Jesú s al cielo, cuando la Iglesia naciente se encontró unida toda en
comunió n de pensamiento y oració n con Pedro y en derredor de Pedro, Pastor de Corderos y de
Ovejas. Y dígnese el Espíritu divino escuchar de la manera má s consoladora la oració n que todos
los días sube a É l desde todos los rincones de la tierra: ¡Renueva en nuestro tiempo los prodigios
como de un nuevo pentecostés, y concede que la Iglesia Santa, reunida en uná nime y má s intensa
oració n en torno a María, madre de Jesú s, y guiada por Pedro, propague el reino del Salvador
Divino, que es reino de verdad, de justicia, de amor y paz! Así sea”.
1.9.2 El Santo Padre Juan Pablo II, el 25 de Marzo de 1981 en su carta a los Obispos con
ocasión del 1600 aniversario del primer Concilio de Éfeso, habló de que toda la labor de
renovación de la Iglesia no puede realizarse a no ser en el Espíritu Santo:
“Toda la labor de renovació n de la Iglesia, que el Concilio Vaticano II ha propuesto e iniciado tan
provisionalmente, renovació n que debe ser al mismo tiempo “puesta al día” y consolidació n en lo
que es eterno y constitutivo para la misió n de la Iglesia, no puede realizarse a no ser en el Espíritu
Santo, es decir, con la ayuda de su luz y de su virtud. Esto es importante, muy importante, para
toda la Iglesia en su universalidad, lo mismo que para toda la Iglesia particular en la comunió n con
todas las demá s iglesias particulares. Esto es importante también para la vida ecuménica dentro
del cristianismo… esto es importante también para la obra de las vocaciones sacerdotales o
religiosas y al mismo tiempo para el apostolado de los seglares como fruto de una nueva madurez
de su fe”.

El 26 de marzo de 1982 para clausurar el Congreso Internacional de Pneumatología, el Santo


Padre Juan Pablo II dijo: “Nuestra Iglesia es la Iglesia del Espíritu Santo. Y la fe en el Espíritu Santo
está en el corazó n de nuestra fe cristiana… es el Espíritu Santo quien está en el corazó n de la
santificació n de los discípulos de Cristo. Es É l quien anima su celo misionero y su oració n
ecuménica. Es el Espíritu el que es la fuente y el motor de la Renovació n de la Iglesia de Cristo”.

1.9.3 El Concilio Vaticano II, es un don de Dios para Renovar la Iglesia, así lo expresó el
Santo Padre Juan XXIII al convocar el Concilio:
“Ante este doble espectá culo, la humanidad sometida a un estado de grave indigencia espiritual, y
la Iglesia de Cristo, pletó rica de vitalidad, ya desde el comienzo de nuestro pontificado al que
subimos, a pesar de nuestra indignidad, por designio de la divina providencia juzgamos que
formaba parte de nuestro deber apostó lico el llamar la atenció n de todos nuestros hijos para que,
con su colaboració n a la Iglesia, se capacite É sta cada vez má s, para solucionar los problemas del
hombre contemporá neo. Por ello, acogiendo como venida de lo alto una voz íntima de nuestro
Espíritu, hemos juzgado que los tiempos estaban ya maduros para ofrecer a la Iglesia Cató lica y al
mundo, el nuevo don de un Concilio Ecuménico, el cual continú e la serie de los “Veinte Grandes
Sínodos” que tanto sirvieron a lo largo de los siglos, para incrementar en el Espíritu de los fieles la
gracia de Dios y el progreso del cristianismo” (Convocatoria del Concilio Vaticano II. 25 de
diciembre de 1961).

1.9.4 ¿Cuáles entre otros fueron los Frutos de la Renovación de la Iglesia por el Concilio
Vaticano II?
Una Renovació n Bíblica, la Renovació n Litú rgica, el Ecumenismo, la Renovació n Misionera, la
Renovació n del Apostolado Seglar, la Renovació n de la Vida Religiosa, la Renovació n del
Pensamiento Social, la Renovació n Jurídica y la Renovació n Carismá tica.

1.9.5 La Renovación en el Espíritu Santo, uno de los frutos del Concilio Vaticano II:
La Renovació n en el Espíritu Santo apareció en la Iglesia cató lica en un momento en que se
comenzaba a buscar caminos para poner en prá ctica la “Renovació n de la Iglesia” querida,
ordenada e inaugurada por el Concilio Vaticano II.

La Renovació n en el Espíritu Santo es, segú n la apreciació n del Cardenal Suenens, como una
segunda gracia de Dios a la Iglesia y al mundo, después de esta primera gracia que fue el Concilio
Vaticano II.

El Concilio fue una gracia pentecostal Eclesial a nivel “Obispos”; la Renovació n es una gracia
pentecostal eclesial a nivel “Grande Comunidad Cristiana”. (Cardenal Suenens. Comunicació n
sobre la Renovació n Carismá tica y la Evangelizació n. Roma 19-22 de abril de 1983).
“Entonces esta “Renovació n Espiritual” ¿Có mo no va a ser una “suerte” para la Iglesia y para el
mundo? Y, en este caso, ¿Có mo no adoptar todos los medios para que continú e siéndolo?” (S.S.
Pablo VI el 19 de mayo de 1975).

1.10 EL ESPÍRITU SANTO ES EL GRAN RENOVADOR DE LOS HOMBRES.


“Cristo Resucitado y Exaltado a la derecha del Padre derrama su Espíritu Santo sobre los
Apó stoles el día de Pentecostés y después sobre todos los que han sido llamados.

La Alianza Nueva que Cristo pactó con su Padre se interioriza por el Espíritu Santo que nos da la
ley de la gracia y de la libertad que É l mismo ha inscrito en nuestros corazones.

Por eso, la Renovació n de los hombres y consiguientemente de la sociedad, dependerá en primer


lugar, de la acció n del Espíritu Santo” (Puebla # 198-199).

1.10.1 Es el Espíritu Santo quien Renueva a los Hombres Constantemente.


El Espíritu será para cada uno de forma má s misteriosa, el principio de una renovació n interior
que le hará apto para observar fielmente la ley divina.

El Espíritu Santo es quien cambia a los hombres, transforma sus corazones, obra en ellos un
cambio interior, los hace hombres nuevos, los hace una nueva creació n, y los renueva
constantemente:
1ª Sam 10, 6-9.
Ez 36, 25-27.
2ª Cor 5, 17.
Ef 2, 15.
Ef 4, 22-24.
Ap 21, 5.
Sal 104, 30.

1.10.2 El Espíritu Santo es quien renueva los Miembros de una Familia.


Mons. Alfonso Uribe Jaramillo en su libro “Renovació n y Comunidad” dice lo siguiente:
“Familias para Cristo es la consigna de la renovació n en varias parroquias actualmente. La
renovació n tiene que empezar por las personas, pero debe llegar después a la primera comunidad
creada por el Señ or, la familia. Só lo la renovació n en el Espíritu puede hacer de la familia una
comunidad de amor, de fe, de oració n, de trabajo y de ayuda mutua y continua. El Espíritu del
Señ or está haciendo ahora lo que realizó en la familia de Cornelio y en la del Carcelero de Pablo”
(Pá g. 17).
Hch 10, 1-8; 24-28; 44-48.
Hch 11, 15-17.
Hch 16, 29-34.
Rm 5, 5.

1.10.3 El Espíritu Santo es quien renueva los miembros de una Parroquia.


Mons. Alfonso Uribe Jaramillo dice: El Espíritu Santo, hoy está realizando lo mismo que hizo en la
comunidad primitiva de Jerusalén y en el pueblo de Samaría.
“La Iglesia primitiva, que nació en Pentecostés tuvo dos etapas:
1. Las personas que recibieron la plena efusió n del Espíritu quedaron todos llenos del
Espíritu Santo.
Hch 2, 4.
2. Unidos por el Espíritu formaron una comunidad de fe, de oració n y de amor que será
modelo para todas las épocas de la Iglesia” (Renovació n y Comunidad, pá g. 4).
Hch 2, 41-47.
Hch 2, 32-37.
Hch 8, 4-17.

1.10.4 El Espíritu Santo es quien renueva los miembros de una Comunidad Religiosa.
“Las Congregaciones Religiosas se llaman comunidades y deben serlo. ¿Pero cuá l es la realidad?
Muy diversa, sin duda alguna. ¿Cuá ntas religiosas integran verdaderas comunidades de amor? Solo
el Señ or lo sabe. Lo que sí es que cuando las religiosas abrazan la renovació n empiezan a
comprenderse mejor, a amarse má s y a unirse bajo la acció n unificadora del Espíritu.

Todos los ensayos que se han hecho al margen del Espíritu han sido lamentables fracasos. ¡Y
cuantos se han hecho! Só lo el Espíritu Santo fuente de amor, une y forma comunidad cristiana, es
decir en torno a Cristo el centro y el Señ or. Cuando en esa casa religiosa se forma un grupo de
oració n, empiezan a verse los frutos comunitarios. Las relaciones interpersonales mejoran, lo
mismo que la mutua comprensió n de las limitaciones. Se comienza a apreciar de veras el valor y la
necesidad de la comunidad y a emplear los medios requeridos para lograrla y poco a poco se va
formando la comunidad bajo la acció n del Espíritu”. (Renovació n y Comunidad. Pá g. 25).

1.10.5 El Espíritu Santo es quien renueva a los Miembros de una Comunidad Presbiteral.
“El Espíritu Santo obra en las personas, en las má s sencillas como en las que tienen un rango
elevado, y en las comunidades, comenzando por las pequeñ as Iglesias domésticas que son las
familias. Es a É l a quien se debe el despertar de las vocaciones en la Iglesia, vocaciones de
Sacerdotes, de Religiosos, de personas Consagradas, de apó stoles seglares, pero má s generalmente
el despertar de la vida cristiana concebida como una vocació n. Sí, gracias a Dios, asistimos hoy a
un tal despertar, y se recurre má s voluntariamente al Espíritu Santo. De allí la necesidad a este
respecto, de una buena teología, de una sana eclesiología, que muestre el lugar de los carismas en
la unidad de la Iglesia, en unió n con los ministerios instituidos también por el Espíritu, y de una
profunda teología espiritual… la plena unidad de los cristianos no es un acontecimiento que la
razó n humana puede prever: nosotros podemos solamente esperarlo como un don del Espíritu de
Cristo”. (S.S. Juan Pablo II. El 26 de marzo de 1982, para clausurar el Congreso Internacional de
Pneumatología, celebrado en el aula del Sínodo en el Vaticano).

“Toda una serie de documentos pontificios no ha hecho sino poner de manifiesto la necesidad
urgente de que el prodigio de pentecostés continú e con fuerza y con vigor en la historia de la
Iglesia y el mundo. Y, ¡Que otra realidad percibe la renovació n en el Espíritu? Sino es una nueva
efusió n del Espíritu Santo, ¿con todas sus gracias, dones, frutos y carismas? Podemos concluir
pues este capítulo, señ alando que existe una sintonía providencial entre el magisterio de la Iglesia
y la renovació n en el Espíritu Santo”.

“El presbítero es un hombre de Dios. Só lo puede ser profeta en la medida en que haya hecho la
experiencia del Dios vivo. Só lo esta experiencia lo hará portador de una Palabra poderosa para
transformar la vida personal y social de los hombres de acuerdo con el designio del Padre”.
(Puebla # 693).

Todos los Presbíteros está n invitados por el Señ or a recibir la Nueva Efusió n del Espíritu para ser
renovados espiritualmente y tener así la experiencia del Dios Vivo.

A la Nueva Efusió n del Espíritu el día de pentecostés, Jesú s la llama “Bautismo en el Espíritu
Santo”:
Hch 1, 4-5.
Jn 1, 31-34.
Hch 2, 1-4.
Hch 2, 33.
Hch 2, 17-18.
“Cristo resucitado y exaltado a la derecha del Padre derrama su Espíritu Santo sobre los Apó stoles
el día de Pentecostés y después sobre todos los que han sido llamados. La alianza nueva que Cristo
pactó con su Padre se interioriza por el Espíritu Santo, que nos da la ley de gracia y de libertad que
él mismo ha escrito en nuestros corazones. Por eso, la renovació n de los hombres y
consiguientemente de la sociedad dependerá , en primer lugar, de la acció n del Espíritu Santo. Las
leyes y estructuras deberá n ser animadas por el Espíritu que vivifica a los hombres y hace que el
Evangelio se encarne en la historia”. (Puebla 198-199).

1.10.6 El Espíritu Santo es quien hoy está renovando los miembros de la Iglesia.
El Santo Padre Pablo VI en “Evangelli Nuntiandi” ha dicho: “Nosotros vivimos en la Iglesia un
momento privilegiado del Espíritu Santo, por todas partes se trata de conocerlo mejor, tal como lo
revela la escritura. Uno se siente feliz de estar bajo su moció n. Se hace asamblea en torno a É l.
Quiere dejarse conducir por É l” (E.N. # 75).

La Iglesia está viviendo hoy un Nuevo Pentecostés.


“No es que los efectos de Pentecostés hayan cesado de ser actuales a lo largo de la historia de la
Iglesia, pero son tan vastos los horizontes de una humanidad conducida hacia una coexistencia
mundial que luego se ve incapaz de realizar, que esa humanidad no puede tener salvació n sino en
una nueva efusió n del don de Dios. Venga pues, el Espíritu creador a renovar la faz de la tierra”
(Exhortació n Apostó lica “Gaudete in Domino” del 9 de mayo de 1975 # VII).

“Así pues, Pentecostés está aquí, una vez má s; Pentecostés, ¿es permanente? ¿es actual? Sí, es
permanente, es actual. Desearíamos que lo recordaseis siempre, en todas las circunstancias de
vuestra vida, por extrañ a o adversa que sea la situació n en que os hayá is de encontrar. El Espíritu
Santo no abandona a la Iglesia, a veces desconcertante, que las vicisitudes de la vida presente, o las
objeciones de la cultura, o las oposiciones del mundo, o la expansió n del mal puedan presentar a
nuestra alma, a nuestra fe, todos debemos recordar que no estamos solos; el Espíritu Pará clito,
que quiere decir Defensor y Consolador, esta pró ximo, está vigilante, está dentro de nosotros”.

El Señ or hoy está renovando con su Espíritu los Miembros de la Iglesia. Y se está n cumpliendo las
siguientes promesas entre nosotros:
Mt 18, 19.
Lc 11, 13.
Lc 24, 49.
Hch 1, 4-5.
Hch 2, 33.
Hch 2, 1718.
Ez 36, 25-27.

1.10.7 La renovación en el Espíritu Santo como un Nuevo Pentecostés.


He aquí los momentos má s relevantes en el nacimiento de la Renovació n Carismá tica:
“Del viernes 17 al domingo 19 de febrero de 1967 unas 30 personas hacen un retiro de fin de
semana, “El retiro de Duques ne”. Todo el sá bado 18 lo pasaron en oració n y estudio. Por la noche
oran para pedir el Bautismo en el Espíritu Santo y muchos de ellos tuvieron la certeza espiritual,
confirmada por la transformació n interior y por la manifestació n de dones del Espíritu Santo, de
que su oració n había sido escuchada. Gozaron de la experiencia de un “Pentecostés personal y en
comunidad”. Fue para ellos una verdadera “Actualizació n de Pentecostés”. (La Renovació n en el
Espíritu Santo. Teología y Pastoral. Pá g. # 18).

la gracia de Pentecostés no se redujo a lo sucedido hace 2000 añ os, ni solo cuando recibimos el
Bautismo en el Espíritu Santo, Pentecostés es permanente y actual. Se repite tantas y cuantas
veces sea necesario. Por ejemplo, Pedro recibió Espíritu Santo el día de Resurrecció n (Jn 20, 21-
22), la mañ ana de Pentecostés (Hch 2, 1-4) y cuando predicó frente a las autoridades religiosas de
Jerusalén (Hch 4, 8; 4, 23-31). (Padre Tomá s Forrest. Jesucristo Salvador de mi persona. Pá g. 131).

La Renovació n Carismá tica es un regalo de Dios para la Iglesia y está siendo instrumento en
manos del Señ or para la Renovació n de sus Miembros.

Jesú s ha dicho estas palabras: “Esta es obra mía y nadie la podrá destruir”. (Hch 5, 38-39).
“La Renovació n es una suerte para la Iglesia y para el mundo”. (S.S. Pablo VI).

La Renovació n es una corriente de gracias que concierne a la vida misma de la Iglesia, y que
beneficia a todos sus miembros y sus instituciones: toca a los fieles, las parroquias, la dió cesis, las
comunidades religiosas, los centros de vida creyente y las numerosas y variadas obras de
apostolado. Es una gracia eclesial de extensió n universal”. (La Renovació n en el Espíritu Santo.
Teología y Pastoral. Pá g. # 36).

1.10.8 El Espíritu Santo es quien renueva la faz de la tierra.


“Si envías tu Espíritu, son creados; y renuevas la faz de la tierra” (Sal 104, 30).

2. LA PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO.

2.1 PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.


Desde el Antiguo Testamento Dios anuncio por boca del profeta Joel la venida del Espíritu Santo
para todos los hombres.

Mientras que los Israelitas del Antiguo Testamento experimentaban el descenso del Espíritu Santo
en forma parcial, o particular. Varios de sus profetas predijeron que llegaría el momento cuando el
descenso sería universal o general.

Joel lo expresa en forma definida cuando dice: “Después de esto, yo derramaré mi espíritu sobre
todo mortal y profetizará n vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros ancianos tendrá n sueñ os, y
vuestros jó venes verá n visiones. Y hasta sobre mis siervos y mis siervas derramaré mi espíritu en
aquellos días”. (Jl 2, 28-29).

2.1.1 La Promesa del Espíritu Santo es para todos los hombres.


“¿La gracia de Pentecostés está reservada a unos pocos?, a algunos selectos y privilegiados, ¿o bien
es accesible a todos? ¿Está restringida a algú n individuo afortunado, o bien se concede a todos los
que saben desearla y aceptarla? ¿Está destinada a una casta distinguida, o está abierta a todo un
pueblo? ¿A solo un pueblo, o a todos los pueblos, a toda la humanidad? ¡Oh! La respuesta, como
nueva revelació n, nos anuncia: “Yo derramaré dice el mensajero de Pentecostés mi Espíritu sobre
todo viviente” (Hch 2, 17). ¡El mensaje es universal! No tiene límites geográ ficos, histó ricos,
étnicos y sociales” S.S. Pablo VI. Homilía en el colegio de San Pedro Apó stol, el día de pentecostés,
21 de mayo de 1972).

El Espíritu de Dios se derrama sobre todos, sin distinció n de clases, es a la vez Espíritu de profecía,
caracterizado aquí en sueñ os y visiones, les declararé mi voluntad y cosas muy extraordinarias en
sueñ os y visiones, misterios. (Hch 2, 17-18).

2.1.2 La Promesa para la Efusión del Espíritu Santo por boca del profeta Ezequiel, es para la
Renovación y Transformación Espiritual de la Humanidad:
“Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas
vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazó n nuevo, infundiré en vosotros un espíritu
nuevo, quitaré de vuestra carne el corazó n de piedra y os daré un corazó n de carne. Infundiré mi
espíritu en vosotros y haré que os conduzcá is segú n mis preceptos y observéis y practiquéis mis
normas”. (Ez 36, 25-27).

Los tiempos mesiá nicos se caracterizan por una efusió n extraordinaria del Espíritu, que alcanzará
a todos los hombres para comunicarles carismas especiales. (Nm 11, 29; Hch 2, 16-21). Pero el
Espíritu será para cada uno, de forma má s misteriosa, el principio de una renovació n interior que
le hará apto para observar fielmente la ley divina. (Ez 11, 19; 36, 26-27).

El Espíritu Santo se apoderará de los hombres para dotarlos de un poder sobrehumano. (Hch 1, 8).

Dios derramará su amor en el corazó n de todos los hombres por medio del Espíritu Santo. (Rm 5,
5).

2.1.3 La Promesa del Espíritu de Gracia y de Oración.


“Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y
de oració n; y mirará n hacia mí”. (Zac 12, 10).

“Y de igual manera, también el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no
sabemos pedir como conviene; má s el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
inefables, y el que escruta los corazones conoce cuá l es la aspiració n del Espíritu, y que su
intercesió n a favor de los santos es segú n Dios”. (Rm 8, 26-27).

2.1.4 La Promesa del Espíritu Santo para comprender mejor la Palabra de Dios:
Jr 24, 7.
Jr 31, 33-34.
Jn 14, 26.
Jn 16, 12-15.
1ª Jn 2, 27.
Am 8, 11.

2.1.4 La Promesa de la Nueva Efusión del Espíritu Santo:


Is 32, 15, 17.
Ez 37, 14.
Is 34, 10.
Ez 39, 29.

2.1.6 Esta Efusión del Espíritu se efectuará por medio del Mesías, que será su Primer
Beneficiario para realizar su obra de salvación:
Is 11, 3.
Is 42, 1.
Is, 61, 1.
Mt 3, 16.

2.2 LA PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO EN EL NUEVO TESTAMENTO.

2.2.1 Jesús hace la Promesa de la Venida del Espíritu Santo.


“Si, pues, vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuá nto má s el
Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”. (Lc 11, 13).

2.2.2 La Promesa de Agua Viva.


Otra pretensió n de Jesú s con alusió n al don del agua del desierto: É l es el agua viva. Se refiere al
Espíritu que concederá después de su resurrecció n:
Jn 4, 10.
Jn 4, 13-14.
Jn 7, 37-39.
Ap 22, 1.

2.2.3 Jesús ruega al Padre que le mande Otro Paráclito. El Espíritu Santo:
Jn 14, 16-17.

2.2.4 El Padre enviará el Espíritu Santo en Nombre de Jesús:


Jn 14, 26.

2.2.5 El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo:


Jn 15, 26-27.

2.2.6 La Venida del Paráclito. Jesús lo Promete. Él lo envía:


Jn 16, 7.

2.2.7 La Promesa del Bautismo en el Espíritu Santo.


El Bautismo en el Espíritu Santo ya había sido anunciado por Juan Bautista:
Mt 3, 11.
Mc 1, 8.
Lc 3, 16.
Jn 1, 32-34.

2.2.8 Jesús hace la Promesa del Bautismo en el Espíritu Santo.


“Mientras estaba comiendo con ellos, les ordenó : No os vayá is de Jerusalén, sino aguardad la
Promesa del Padre, que oísteis de mí: Porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis
bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días”. (Hch 1, 4-5).

«Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Vosotros permaneced en la ciudad
hasta que seá is revestidos de poder desde lo alto». (Lc 24, 49).

La Promesa que habló Jesú s es la de Dios, que había anunciado por boca del profeta Joel: (Jl 2, 28-
29).

2.2.9 ¿En qué consiste la Promesa del Padre?


Jesú s explica con toda nitidez su pensamiento: “Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis
bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días” (Hch 1, 5). He aquí el punto culminante de la
instrucció n de Jesú s. Los discípulos será n bautizados en el Espíritu Santo.

2.3 ¿QUÉ ES EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO?


1. Es un Pentecostés personal.
2. Es una Oració n de fe, no un acto sacramental.
“La Oració n por “Efusió n del Espíritu Santo” consiste en la oració n, llena de fe y de
esperanza, que una comunidad cristiana eleva a Jesú s glorificado para que derrame su
Espíritu, de una manera nueva y en mayor abundancia, sobre la persona que ardientemente
lo pide y por quien los demá s oran”.
Esa oració n se hace de ordinario mediante la imposició n de manos, la cual no es ni un
ademá n má gico ni un rito sacramental, sino un gesto sensible de amor fraterno, una
expresió n elocuente de comunió n humana, un signo externo de solidaridad en la oració n,
con el deseo ardiente, sometido a la voluntad de Dios, de que Jesú s derrame sobre nuestro
hermano el Don del Espíritu Santo que É l nos ha comunicado” (La Renovació n en el
Espíritu Santo. Teología y Pastoral. Pá gs. 46-47).
3. Es la renovació n de nuestro Bautismo Mesiá nico.
4. Es como una renovació n de la Confirmació n.
5. En el Bautismo en el Espíritu Santo hay una nueva venida del Don de Dios sobre los
hombres.
6. Es un recibir una nueva efusió n del Espíritu Santo.
7. Es la experiencia de una segunda conversió n.
8. Es una gracia que libera de obstá culos y ataduras.

2.4 SOLO JESÚS GLORIFICADO ES EL QUE BAUTIZA EN EL ESPÍRITU SANTO:


Jn 1, 32-33.
Lc 3, 16.
Hch 1, 4-5.
Hch 2, 1-4.
Hch 2, 33.

2.5 ¿PARA QUÉ SER BAUTIZADOS EN EL ESPÍRITU SANTO?


1. Para ser llenos del Espíritu Santo:
Hch 2, 1-4.
2. Para recibir el poder de Dios:
Hch 1, 8.
3. Para ser apó stoles de Jesucristo con el poder del Espíritu Santo:
Hch 2, 14-41.
4. Para ser profeta del Altísimo:
Hch 2, 17-18.
5. Para ser testigos de Jesucristo resucitado y dar testimonio de É l en todas partes:
Jn 15, 26-27; Hch 1, 8.
6. Para vivir una Vida Nueva segú n el Espíritu de Dios:
Hch 2, 42-47.
7. “El Espíritu Sobre” refleja perfectamente la acció n repentina y visible del Espíritu que
empuja a alguien a una misió n; a la que San Lucas da el nombre de “Bautismo en el
Espíritu”.
8. Para recibir los carismas que el Espíritu Santo nos quiera regalar para la edificació n de la
Iglesia.
9. Para realizar la Nueva Evangelizació n de los miembros de la Iglesia con el poder del
Espíritu Santo:
Mt 28, 18-20.
Mc 16, 15-18.
Lc 24, 47-49.
Jn 21, 15-19.
Hch 2, 42-47.
Hch 4, 19-22.

Gracias a la fuerza del Espíritu Santo, los apó stoles podrá n ser testigos eficaces de Jesú s en todas
partes hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8), de esta ú ltima expresió n brota el eje misionero del
cristianismo y, por tanto, de la renovació n carismá tica.

2.6 ¿SE CUMPLIERON LAS PROMESAS PARA LA VENID DEL ESPÍRITU SANTO SOBRE LOS
HOMBRES, QUE DIOS HABÍA ANUNCIADO POR BOCA DE LOS PROFETAS Y POR MEDIO DE SU
SANTO HIJO JESUCRISTO?
La respuesta es sí: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos con un mismo objetivo.
De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa rá faga de viento, que llenó toda la casa en
la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se
posaron sobre cada uno de ellos; se llenaron todos de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en
diversas lenguas, segú n el Espíritu les concedía expresarse”. (Hch 2, 1-4).

2.6.1 Cristo Resucitado y Exaltado a la Derecha del Padre derrama su Espíritu Santo.
“A este Jesú s, Dios le resucitó ; de lo cual todos nosotros somos testigos. Así pues, exaltado por la
diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado; esto es lo
que vosotros veis y oís”. (Hch 2, 32-33).

2.6.2 ¿Y esta Promesa de Pentecostés para la Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles,
también será para Nosotros Hoy?
Sí. Así lo proclama San Pedro: “Pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para
todos los que está n lejos, para cuantos llame el Señ or Dios nuestro”. (Hch 2, 39; 2, 17-18; Lc 11,
13).

2.6.3 Para explicar la relación del Paráclito con el Hombre, el Nuevo Testamento dice:

 Que Dios lo Promete: Hch 2, 17-18.


 Que Dios lo envía: Jn 4, 26.
 Que Dios lo da: Lc 11, 13.
 Que Dios lo comunica: Gá l 3, 5.
 Que Dios lo regala: Hch 10, 45.
 Que Dios lo derrama: Hch 2, 17; 10, 45.
 Que Dios lo reparte: 1ª Cor 12, 11.
 Que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo: Jn 15, 26-27.

Que los hombres lo deben pedir en Oració n.


“Hacemos una oració n, como dice el Papa Juan Pablo II, que es oració n de petició n del Espíritu
Santo con el explicito propó sito de recibirlo”. (Evangelizació n. Pá g. 73).

Cuando se invoca el Espíritu, el Espíritu viene, Pentecostés se repite:


Lc 11, 13.
Hch 8, 14-15.
Mt 18, 19.
Hch 4, 29-31.

Que el Espíritu Santo viene sobre los hombres…


Hch 2, 2.
Hch 10, 44.
Hch 11, 15-16.

Que el Espíritu Santo baja – desciende del Cielo…


Hch 2, 2.
Hch 10, 44.
Hch 11, 15.

El Espíritu Santo viene “sobre” los hombres…


Hch 19, 6.

Que los hombres lo reciben…


Hch 10, 44.
Hch 11, 15.
3 ALGUNOS FRUTOS DEL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO.

3.1 El Padre Salvador Carrillo en su libro “Bautismo en el Espíritu Santo” comenta lo


siguiente:
En la Renovació n Carismá tica un elemento esencial es, sin lugar a duda, “El Bautismo en el Espíritu
Santo”. Desde un principio, las personas que fueron favorecidas por las primeras experiencias
tuvieron esta intuició n: Dios está realmente reproduciendo entre nosotros una efusió n del
Espíritu Santo semejante a la que obró en los días de la Iglesia primitiva a partir de Pentecostés.
Jesú s nos está bautizando en el Espíritu Santo.

Esta afirmació n no era gratuita, sino que brotaba de los efectos que la acció n del Espíritu Santo
estaba obrando en aquellas personas, a saber:
1- Una renovació n interior muy profunda, un cambio espiritual autentico y una verdadera
conversió n a Dios.
2- La experiencia de una relació n muy personal con Cristo.
3- Un Espíritu apostó lico decidido, con un ardiente deseo de ser testigos de Cristo Jesú s.
4- Una fuerte toma de conciencia de lo que debe ser la comunidad cristiana.
5- Y ademá s de estas anteriores, la aparició n de Carismas Espirituales como el don de lenguas,
la profecía, el discernimiento de espíritus, el poder de curaciones y otros má s.
3.2 El Padre Salvador Carrillo en su libro “La Renovación en el Espíritu Santo Teología y
Pastoral” sigue comentando otros frutos:
Permítasenos enumerar, a manera de ejemplo, algunos de los frutos que se perciben aquí y allí
después de esa oració n implorando la nueva venida del Espíritu Santo:
1- Conversió n interior radical y transformació n profunda de la vida.
2- Luz poderosa para comprender mejor el misterio de Dios y su plan de salvació n.
3- Nuevo compromiso personal con Cristo.
4- Apertura sin restricciones a la acció n del Espíritu Santo.
5- Ejercicio activo de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
6- Entrega generosa al servicio de los demá s dentro de la Iglesia.
7- Gusto por la oració n y amor a la Sagrada Escritura.
8- Bú squeda ardiente de los sacramentos de la Reconciliació n y de la Eucaristía.
9- Revalorizació n de la misió n de la Virgen María en el plan de la redenció n.
10-Amor a la Iglesia y a sus instituciones.
11-Fuerza divina para dar testimonio de Jesú s en todas partes.
12-Ansias de un ilimitado radio de apostolado.

3.3 Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo en su libro “Bautismo en el Espíritu” dice:


Los principales Frutos del este Bautismo en el Espíritu Santo son los siguientes:
1- Un gran amor a la Palabra de Dios. Se experimenta la realidad de esas palabras del salmo:
“Tus palabras, Señ or, son Espíritu y vida”.
2- Una intensa sed de oració n.
3- Un amor muy profundo a la Sagrada Eucaristía y al Sagrario.
4- Un aprecio filial por la Santísima Virgen. Entra ella de un modo nuevo en nuestras vidas.
5- Amor filial al Santo Padre y a la Jerarquía y un gran aprecio por el Magisterio.
6- Se descubre el valor de la comunidad y se experimenta la necesidad de amarla y de
proyectarse a ella con generosidad.
7- Los Carismas empiezan a aparecer y crecer con su ejercicio.
8- Lo mas importante es el gozo inefable que se disfruta con la experiencia de la persona
amorosa del Señ or en nuestras vidas.

3.4 El Padre O’Connor en su importante libro “La Renovación Carismática en la Iglesia


Católica” enumera los siguientes frutos:
1- El conocimiento y la experiencia de Dios como persona a quien se ama con todo el ser y
cuyo amor al hombre se percibe con gran seguridad, gozo y paz.
2- Un gran aprecio por la Oració n personal y especialmente por la participada en los Grupos
de Oració n semanal.
3- Un gran amor a la Sagrada Escritura y un gran empeñ o en conocerla mejor.
4- La transformació n y la profundizació n del ser y de la vida que adquiere valores
posibilidades antes insospechadas. Es muy interesante el testimonio de Dorothy Ranghan;
“Cuando recibimos el Bautismo en el Espíritu Santo no nos sucedió nada: salvo que todo se
tornó diferente”.
5- Una gran liberació n interior, que confirma lo que dice San Pablo: “Vosotros fuisteis
llamados a la libertad como pretexto para soltar las riendas de la carne” (Gá l 5, 13). “Para la
libertad nos liberó Cristo: manteneos pues firmes y no os sometá is de nuevo al yugo de la
esclavitud” (Gá l 5, 11).
6- Actitud positiva frente a la Iglesia institucional y aprecio por la asesoría Sacerdotal.
7- Tienen la Eucaristía como centro de su vida litú rgica y aprecian la presencia real del Señ or
en el Sacramento.
8- Aman filialmente a la Santísima Virgen y muchos aprecian el Santo Rosario.
9- Un profundo deseo de adquirir una mayor santidad y un serio empeñ o por lograrlo. Cristo
nos dio la gran señ al para distinguir cuales arboles son buenos y cuales malos: “Por sus
frutos los conoceréis”.
No está bien juzgar a priori un movimiento como este de renovació n en el Espíritu Santo. Antes de
emitir un juicio es preciso estudiar su doctrina y comprobar los resultados. De lo contrario se obra
con ligereza y sin acierto.

3.5 J.M. Ford en el articulo que publicó en el No. 79 de Concilium, refiriéndose a los frutos
del “Bautismo en el Espíritu Santo” dice:
Sus miembros pasan con frecuencia por una experiencia de conversió n inicial que les arranca de la
vida de pecado o de incredulidad o, si ya son practicantes, los impulsa a una entrega mas profunda
que en el lenguaje de espiritualidad tradicional podríamos llamar “Segunda Conversió n”.

3.6 El Santo Padre Pablo VI dice: Nos alegramos con vosotros, queridos amigos, por la
renovació n espiritual que se manifiesta hoy en día en la Iglesia, bajo diferentes y diversos
ambientes. Ciertas notas comunes aparecen en esta renovació n:
1- El gusto por una Oració n profunda, personal y comunitaria.
2- Un retorno a la contemplació n y un énfasis puesto en la alabanza de Dios.
3- El deseo de entregarse totalmente a Cristo.
4- Una gran disponibilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.
5- Una frecuentació n mas asidua de la Sagrada Escritura.
6- Una amplia abnegació n fraterna.
7- La voluntad de prestar una colaboració n a los servicios de la Iglesia.
En todo esto podemos conocer la obra misteriosa y discreta del Espíritu que es el Alma de la
Iglesia. (S.S. Pablo VI. 10 de octubre de 1973 a los dirigentes de la Renovació n).

4 LOS CARISMAS DEL ESPÍRITU SANTO PARA LA CONSTRUCCION DE LA COMUNIDAD.


Los Carismas del Espíritu Santo para la construcció n de la comunidad son otro fruto del Bautismo
en el Espíritu Santo.

El Concilio Vaticano II habló de los Carismas que son ú tiles para la renovació n y mayor edificació n
de la Iglesia:
“Ademá s, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al Pueblo de Dios por los
Sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que "distribuye sus dones a
cada uno segú n quiere" (1ª Cor. 12,11), reparte entre los fieles de cualquier condició n incluso
gracias especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios
provechosos para la renovació n y una má s amplia edificació n de la Iglesia segú n aquellas palabras:
"A cada uno se le otorga la manifestació n del Espíritu para comú n utilidad" (1ª Cor. 12,7). Estos
carismas, tanto los extraordinarios como los má s sencillos y comunes, por el hecho de que son
muy conformes y ú tiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y
consuelo”. (Lumen Gentium # 12).

“Cuando los carismas, que en la Iglesia primitiva eran comunes, se manifestaron en este siglo XX,
sirvieron para renovar la Iglesia. La Renovació n de los Carismas está ayudando a una renovació n
general de toda la Iglesia. En los Grupos Carismá ticos no solo se dan curaciones, lenguas y
milagros, sino que en ellos se está n integrando todos los aspectos de la Iglesia Renovada: se lee la
Palabra de Dios, se vive con especial gusto la Liturgia, hay una apertura grande hacia todos los
hombres; los hermanos que participan de la misma experiencia espiritual, los pobres, y los
cristianos de denominaciones no Cató licas; se vive un ambiente de oració n, se respeta a la
autoridad eclesial y se ora por ella”. (Una Iglesia que se renueva. Pá g. 16).

“Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñ an todos
los miembros la misma funció n, así también nosotros, siendo muchos, no formamos má s que un
solo cuerpo en Cristo, siendo los unos para los otros, miembros. Pero teniendo dones diferentes,
segú n la gracia que nos ha sido dada” (Rm 12, 4-6).
San Pablo habla de la diversidad de Carismas:
“A cada cual se le otorga la manifestació n del Espíritu para provecho comú n. Porque a uno se le da
por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia segú n el mismo Espíritu; a otro, fe,
en el mismo Espíritu; a otro, carisma de curaciones, en el ú nico Espíritu; a otro, poder de milagros;
a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de
interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y ú nico Espíritu, distribuyéndolas a cada
uno en particular segú n su voluntad”. (1ª Cor 12, 7-11).

San Pedro dice que los Carismas son para ponerlos al servicio de los demá s:
“Que cada cual ponga al servicio de los demá s la gracia que ha recibido, como buenos
administradores de las diversas gracias de Dios. Si alguno habla, sean palabras de Dios; si alguno
presta un servicio, há galo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado en
todo por Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”.
(1ª Ped 4, 10-11).

4.1 Diversidad de Carismas y Ministerios de servicio en la Comunidad.

1) Carismas al servicio de la Palabra de Dios.


Son el Ministerio Apostó lico, el Profético y el Doctrinal. Carismas de Apostolado, Enseñanza
y Gobierno.
1.1) Apó stoles:
1ª Cor 12, 28.
Ef 4, 11.
Rm 1, 1; 5.

1.2) Profetas:
1ª Cor 12, 28.
Ef 4, 11.

1.3) Pastores:
Ef 4, 11.
Hch 20, 28.
1ª Ped 5, 1-6.
1.4) Maestros:
1ª Cor 12, 28.
Rm 12, 7.
Ef 4, 11.
Hch 13, 1.

1.5) Evangelistas:
Ef 4, 11.
Hch 21, 8.
Hch 6, 4.

1.6) Misioneros:
Mt 28, 19.20.
Lc 10, 1.
Mt 10, 5, ss.
Mc 6, 7, ss.
Mc 16, 16, 15-18.
Hch 13, 1-5;
Hch 15, 36-41.
Hch 18, 18-28.

1.7) Epíscopos, Presbíteros, Diá conos:


Hch 14, 23; 15, 2; 20, 17-18.
Fil 1, 1.
Tito 1, 5.

1.8) Diaconías diferentes:


Hch 6, 1-6.
Rm 12, 7.
Ef 4, 12.
1ª Ped 4, 11.

2) Carismas de Revelación o de Conocimiento.


Jn 16, 13-15.
1ª Cor 2, 10.

Carismas de Comunicació n: sirven para mantener la comunicació n entre Dios y el hombre.


Esa comunicació n va en dos direcciones; una, Dios comunica su voluntad, sus deseos, sus
planes, da sus inspiraciones, influye en las conciencias de los hombres. Y la otra, el hombre
habla a Dios por el don de la Oració n en Lenguas.

2.1) Palabra de Profecía:


1ª Cor 12, 10.
Rm 12, 6.
Hch 2, 17-18.
1ª Cor 14, 21.

2.2) Palabra de Sabiduría:


1ª Cor 12, 8.

2.3) Palabra de Conocimiento (Ciencia):


1ª Cor 12, 1-6.
Jn 16, 14.

2.4) Penetració n de Misterios:


1ª Cor 13, 2.
Is 48, 6.

2.5) Visiones:
Hch 2, 17; 9, 3-17.
2ª Cor 12, 1.
Hch 10, 9-21.

2.6) Sueñ os:


Hch 2, 17.
Mt 1, 20-21; 24.
Job 33, 14-18.
Est 1, 1, ss.
Nm 12, 6.

2.7) Discernimiento:
1ª Cor 12, 10.
1ª Cor 14, 29.
Hch 16, 16-18.

2.8) Xenoglosia:
Hch 2, 6-11.

2.9) Lenguas (Glosolalia):


1ª Cor 12, 10.
1ª Cor 14, 1-32.
Hch 2, 4.
Hch 19, 6.
Rm 8, 26-27.

2.10) Interpretació n de Lenguas:


1ª Cor 12, 10-30.

3) Carismas de Poder.
Son dones de Manifestació n. Se recibe poder para actuar en forma sobrenatural.
Hch 1, 8.

3.1) Fe:
1ª Cor 12, 9.
Hch 3, 1-8.
Hch 14, 9.

3.2) Curaciones:
1ª Cor 12, 9-28.
Lc 9, 1-6.
Mc 16, 18.

3.3) Obras de Poder (Milagros):


Hch 4, 30.
1ª Cor 12, 9-28.
3.4) Exorcismos:
Mc 16, 17.
Hch 16, 16-18.

4) Carismas de Servicio.

4.1) Funciones Administrativas:


1ª Cor 12, 28.

4.2) Presidir:
Rm 12, 8.

4.3) Asistencia a los Necesitados:


1ª Cor 12, 28.

4.4) Exhortar:
Rm 12, 8.

4.5) Obras de Misericordia:


Rm 12, 8.

4.6) Distribució n de los propios bienes:


1ª Cor 13, 3.

4.7) Entrega de la propia vida:


1ª Cor 13, 3.

5) Carismas de Estado de Vida.

Matrimonio: 1ª Cor 7, 7.

Celibato, Virginidad, Soltería Consagrada: 1ª Cor 7, 34.

Como todos los dones de Dios, recibimos estos Carismas en proporció n a nuestra fe
y segú n la Gracia de Dios. 1ª Cor 12, 11.

6) Los Dones del Espíritu Santo.


Temor de Dios, Fortaleza, Piedad, Concejo, Ciencia, Entendimiento, Sabiduría.
Is 1, 2-3.

7) Los Frutos del Espíritu Santo.


Amor, Alegría, Paz, Paciencia, Afabilidad, Bondad, Fidelidad, Mansedumbre, Dominio de Sí.
Gá l 5, 22.

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