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DIGNIDAD DE LA PERSONA
Temas de Estudio
a) ¿Por qué conviene reflexionar sobre la persona antes de afrontar las cuestiones
morales sobre de la sexualidad? ¿Qué puede aportar esa reflexión al estudio del
comportamiento sexual de los individuos?
La sexualidad no es algo extrínseco a la persona. Pertenece íntimamente a su
constitución. Se sitúa no tanto en la línea del tener cuanto en la línea del ser. Por lo
tanto es importante reflexionar sobre la persona ya que no existe persona si no es
persona sexuada.
Si se comprende la persona en su constitutivo se entenderá por tanto su
comportamiento sexual pero es necesario comprender que la sexualidad humana no
puede ser reducida a un fenómeno puramente fisiológico. Esta necesidad, siendo a la
vez física y psíquica, integra y supera los límites de la mera manifestación genital.
Tras haberla reducido durante largo tiempo a sus manifestaciones genitales, y estas a
mediaciones indispensables para la generación humana, la antropología coincide hoy
casi unánimemente en considerar la sexualidad humana en el ámbito de la
significatividad y de la comunicación interpersonal.
a) Preguntarse por el puesto que ocupa la afirmación del hombre como imagen de
Dios en la doctrina bíblica y en la tradición cristiana. Reflexionar sobre las
implicaciones éticas que supone para los cristianos de nuestro tiempo.
El hombre es imagen de Dios por su capacidad de escuchar al Creador y de
responderle: el hombre puede ser interlocutor de Dios, puede entrar en una relación
personal con él. Y no sólo eso; es capaz de entrar en relación y en comunión con otros
distintos de él: lo demuestra evidentemente la diferencia sexual que, desde los
orígenes, caracteriza por voluntad de Dios al ser humano. Se puede decir, por tanto,
que el hombre está estructuralmente orientado al encuentro, al diálogo. Además es
imagen de Dios debido a su capacidad de ejercer cierto señorío sobre las demás
criaturas; en cierto sentido puede ser el representante de Dios, transformar la realidad
que lo rodea y hacerla fructificar para remedio de sus propias necesidades. Pero lo
que mejor muestra la singularidad del hombre, su cualidad de ser imagen de Dios, es
su dimensión espiritual: la inteligencia y voluntad, la posesión de la conciencia y la
capacidad de ejercer la libertad.
El creyente, creado y recreado a imagen de Dios, no puede huir de la historia; su ser
icono de Dios lo compromete a ser seriamente ciudadano del mundo, sin indiferencia
por, él, sin ceguera, sin cerrazón. Tan sólo el día de la resurrección, cuando llegue la
hora del descanso, de la gloria, de la alabanza incesante, el hombre alcanzará su
perfecta realización.