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ARS

El verso es vaso santo. Poned en él tan solo


Un pensamiento puro,
En cuyo fondo bullan hirvientes las imágenes
Como burbujas de oro de un viejo vino oscuro.

Allí verted las flores que en la continua lucha,


Ajó del mundo el frío,
Recuerdos deliciosos de tiempos que no vuelven,
Y nardos empapados en gotas de rocío.

Para que la existencia mísera se embalsame


Cual de una esencia ignota
Quemándose en el fuego del alma enternecida
De aquel supremo bálsamo hasta una sola gota!
Vicente Huidobro

(1893-1948)

Ars poética

Que el verso sea como una llave


Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;


El adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Más no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!


Hacedla florecer en el poema;

Sólo para nosotros


Viven todas las cosas bajo el Sol.

El Poeta es un pequeño Dios.

(1916)
Jorge Luis Borges

(1899-1986)

Ars poética

Mirar el río hecho de tiempo y agua


Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos como el río
Y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño


Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo


De los días del hombre y de sus años,
Convertir el ultraje de los años
En una música, un rumor y un símbolo.

Ver en la muerte el sueño, en el ocaso


Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara


Nos mira desde el fondo de un espejo;
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,


Lloró de amor al divisar su Itaca
Verde y humilde. El arte es esa Ítaca
De verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable


Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable.

(1960)
Octavio Paz

(1914-1998)

La poesía

Llegas, silenciosa, secreta,


y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.

El mundo cede y se desploma


como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente
contra invisibles huestes.

Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que sólo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas-

Subes desde lo más hondo de mí,


desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya sólo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa substancia,
avidez subterránea, delirante.

Golpean mi pecho tus fantasmas,


despiertas a mi tacto,
hielas mi frente
abres mis ojos.
Percibo el mundo y te toco,
sustancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas,


y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.

Insiste, vencedora,
porque tan sólo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan sólo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
sustancia de mi alma.

Eres tan sólo un sueño,


pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.

Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.

(1947)
(PUNTOS DE PARTIDA)

PALABRAS, ganancias de un cuarto de hora arrancado al árbol calcinado del lenguaje,


entre los buenos días y las buenas noches, puertas de entrada y salida y entrada de un
corredor que va de ninguna parte a ningún lado. Damos vueltas y vueltas en el vientre
animal, en el vientre mineral, en el vientre temporal. Encontrar la salida: el poema.
Obstinación de ese rostro donde se quiebran mis miradas. Frente armada, invicta ante
un paisaje en ruinas, tras el asalto al secreto. Melancolía de volcán. La benévola jeta de
piedra de cartón del jefe, del Conductor, fetiche del siglo; los yo, tú, él tejedores de
telarañas, pronombre armados de uñas; las divinidades sin rostro, abstractas. Él y
nosotros, Nosotros y Él: nadie y ninguno. Dios padre se venga en todos estos ídolos.
El instante se congela, blancura compacta que ciega y no responde y se desvanece,
témpano empujado por corrientes circulares. Ha de volver. Arrancar las máscaras de la
fantasía, clavar una pica en el centro sensible: provocar la erupción. Cortar el cordón
umbilical, matar bien a la Madre: crimen que el poeta moderno cometió por todos, en
nombre de todos. Toca al nuevo poeta descubrir a la Mujer.

II

Hablar por hablar, arrancar sones a la desesperada, escribir al dictado lo que dice el
vuelo de la mosca, ennegrecer. El tiempo se abre en dos: hora del salto mortal.
Palabras, frases, sílabas, astros que giran alrededor de un cetro fijo. Dos cuerpos,
muchos seres que se encuentran en una palabra. El papel se cubre de letras indelebles,
que nadie dijo, que nadie dictó, que han caído allí y arden y queman y se apagan. Así
pues, existe la poesía, el amor existe, y si yo no existo, existes tú. Por todas partes los
solitarios forzados empiezan a crear las palabras del nuevo diálogo. El chorro de agua.
La bocanada de salud. Una muchacha reclinada sobre su pasado. El vino, el fuego, la
guitarra, la sobremesa. Un muro de terciopelo rojo en una plaza de pueblo. Las
aclamaciones, la caballería reluciente entrando en la ciudad, el pueblo en vilo:
¡himnos! La irrupción de lo blanco, de lo verde, de lo llameante. Lo demasiado fácil, lo
que se escribe solo: la poesía. El poema prepara un orden amoroso. Preveo un
hombre-sol y una mujer-luna, el uno libre de su poder, la otra libre de su esclavitud, y
amores implacables rayando el espacio negro. Todo ha de ceder a esas águilas
incandescentes.
Por las almenas de tu frente el canto alborea. La justicia poética incendia campos de
oprobio: no hay sitio para la nostalgia, el yo, el nombre propio.
Todo poema se cumple a expensas del poeta.
Mediodía futuro, árbol inmenso de follaje invisible. En las plazas cantan los hombres y
las mujeres el canto solar, surtidor de transparencias. Me cubre la marejada amarilla:
nada mío ha de hablar por mi boca.
Cuando la Historia duerme, habla en sueños: en la frente del pueblo dormido el poema
es una constelación de sangre. Cuando la Historia despierta, la imagen se hace acto,
acontece el poema: la poesía entra en acción. Merece lo que sueñas.
(1950)
Dylan Thomas

En mi oficio o mi arte sombrío...

En mi oficio o mi arte sombrío


ejercido en la noche silenciosa
cuando sólo la luna se enfurece
y los amantes yacen en el lecho
con todas sus tristezas en los brazos,
junto a la luz que canta yo trabajo
no por ambición ni por el pan
ni por ostentación ni por el tráfico de encantos
en escenarios de marfil,
sino por ese mínimo salario
de sus más escondidos corazones.

No para el hombre altivo


que se aparta de la luna colérica
escribo yo estas páginas de efímeras espumas,
ni para los muertos encumbrados
entre sus salmos y ruiseñores,
sino para los amantes, para sus brazos
que rodean las penas de los siglos,
que no pagan con salarios ni elogios
y no hacen caso alguno de mi oficio o mi arte.

Versión de Elizabeth Azcona Cranwell


Cómo expresar la poesía

Leonard Cohen

Piensa en la palabra mariposa. Para decirla no hace falta que la voz pese menos de una
onza o que le pongas unas alitas polvorientas. No es necesario inventar un día soleado
o un campo de narcisos. No es preciso estar enamorado de alguien o amar a las
mariposas. La palabra mariposa no es una mariposa real. Existe la palabra y existe la
mariposa. Si confundes estas dos cosas, los demás tendrán derecho a reírse de ti. No
hagas tanto de una palabra. ¿Intentas sugerir que tu amor por las mariposas es mucho
más profundo que el de cualquier otra persona o que en realidad comprendes su
naturaleza? La palabra mariposa es simplemente información, no la oportunidad de
revolotear, flotar, simpatizar con las flores, simbolizar belleza y fragilidad o, de ninguna
manera, encarnar una mariposa. No actúes las palabras. Nunca lo hagas.
Nunca trates de elevarte del suelo cuando hables de volar. No cierres los ojos y niegues
con la cabeza cuando hables de la muerte. No fijes tus ojos ardientes en mí cuando
hables del amor. Si lo que deseas es impresionarme cuando hablas del amor, mete una
mano en tu bolsillo o bajo tu vestido y juega contigo mismo. Si la ambición y la sed de
aplausos te han llevado a hablar del amor, debes aprender a hacerlo sin ponerte en
ridículo o degradar el material.
¿Qué tipo de expresión exige esta época? Ninguna. Hemos visto fotografías de madres
asiáticas¹ que perdieron a sus hijos, no nos interesa el espectáculo de tus órganos
expuestos. Nada que muestres con tu rostro puede igualar el horror de este tiempo. Ni
siquiera lo intentes: lo único que lograrás es causar el desprecio de aquellos que sienten
profundamente. Hemos visto noticias sobre personas en situaciones de dolor y
segregación extremos. Todos saben que te alimentas bien e incluso te pagan por estar
allí. Te presentas ante personas que han experimentado una catástrofe, debes ser
discreto. Expresa las palabras, transmite la información, hazte a un lado. Todos saben
que sufres. No puedes decirle al público todo lo que sabes acerca del amor en cada verso
de amor. Hazte a un lado; así ellos sabrán lo que tú sabes solo por el hecho de que ya lo
sabes. No tienes nada que enseñarles. No eres más bello que ellos. No eres más sabio.
No les grites. No fuerces la entrada, eso es mal sexo. Si muestras los límites de tus
genitales, entonces cumple con lo que prometes. Y recuerda: la verdad es que las
personas no quieren un acróbata en la cama. ¿Cuál es nuestra necesidad? Estar cerca
del hombre natural, estar cerca de la mujer natural. No pretendas ser un cantante
amado y admirado por una vasta audiencia que ha seguido fielmente los altibajos de tu
vida hasta este momento. Las bombas, los lanzallamas y toda esa porquería han
destruido mucho más que los árboles y las poblaciones. También han derribado el
escenario. ¿Creías que tu profesión escaparía de la destrucción masiva? No quedan
escenarios. No hay más candilejas. Estás entre la gente, así que sé modesto. Expresa las
palabras, transmite la información, hazte a un lado. Estás solo. En tu habitación. No te
disfraces de ti mismo.
Este es un paisaje interior. Está adentro. Es privado. Respeta la privacidad del material.
Estos textos fueron escritos en silencio. Expresarlos en público implica coraje; debes
tener la disciplina para no deshonrarlos. Permite que la audiencia sienta tu amor por la
privacidad pese a que no hay privacidad. Sé una buena ramera. El poema no es un
eslogan. No puede hacerte publicidad. No puede promocionar tu sensibilidad. No eres
un semental. No eres una mujer fatal. Toda esa basura de los forajidos del amor. Eres
estudiante de la disciplina. No actúes las palabras; cuando lo haces, las marchitas, las
matas, y lo único que perdura es tu ambición.
Expresa las palabras con la precisión con la que pones a lavar tu ropa. No te pongas
sentimental con la blusa de encaje. No es preciso tener una erección al decir la palabra
pantis. No te pongas friolento al ver la toalla. Las sábanas no deben poner tus ojos
somnolientos. No hay necesidad de usar el pañuelo para llorar. Las medias no están allí
para traer el recuerdo de extraños y remotos viajes. Solo es tu ropa sucia. Son prendas
de vestir; no te asomes dentro de ellas, vístelas.
El poema no es nada más que información. Es la Constitución del país interior. Si lo
declamas y lo agrandas con nobles intenciones, entonces no eres mejor que los políticos
a quienes desprecias. Te conviertes en alguien que ondea una bandera y hace el llamado
más ruin que puede haber a una especie de patriotismo emocional. Considera las
palabras ciencia, no arte. Son un informe. Hablas frente a los miembros del club de
exploradores de la Sociedad Geográfica Nacional, quienes conocen todos los riesgos del
alpinismo. Te honran al darlo por hecho. Si les restriegas esto en la cara, podría ser un
insulto a su hospitalidad. Háblales de la altura de la montaña y del equipo que usaste;
especifica cómo eran las superficies y el tiempo que tardaste en escalar. No los
manipules para que jadeen y suspiren. En caso de que te merezcas que las personas
jadeen y suspiren por ti, no será por tu propio juicio, sino porque el público cree que
eres digno de ello. Se deberá a las estadísticas más que al temblor en tu voz o a la forma
en que tus manos cortan el aire. Será por la discreta organización de tu presencia y la
información que esta transmite.
Evita la ostentación. No temas ser débil. No te avergüences de estar cansado; te ves bien
cuando estás cansado. Te ves como si pudieras continuar por siempre. Ahora ven a mis
brazos: eres la imagen de mi belleza.
Margarito Cuéllar

Hoja de vida

A Mario Meléndez

No nací en esta aldea, llegué con las primeras migraciones:


pájaros, hombres-mosca , trenes o bestias cansadas de esperar.
Cuando la noche cae desconozco las calles y las casas vecinas
y hasta la luz que guía la silenciosa marcha del que vuelve.
A veces un disparo atraviesa ventanas
y las cortinas se abren para ver qué sucede.
Pero el silencio apaga el sonido de afuera
los dueños de la voz se pierden noche adentro
y todo es luz de nuevo en las alcobas.
De vez en cuando el grito de afuera dice que me calle.
No obedezco
al poema lo integran las cosas que se ven y las que parecen otras.
Los peces que busco no son de la tierra sino del cielo
y mientras la escoba duerme recojo las últimas estrellas del patio.

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