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CULTURA Y COMUNICACION
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Viernes 12 de septiembre – Auditorio Flacso -Darío Sztajnszrajber "Religión y
creencias en tiempos posmodernos"
La figura de Gilda como producto de las industrias culturales y su manera
de formar parte del imaginario social, no ocupará lugar predominante en nuestra
reflexión por motivos de extensión y por ser ya un insuperable trabajo, sobre todo
de Eloísa Martín. Sin embargo para poder avanzar en ocuparnos de la dimensión
religiosa y del santuario, simplemente referiremos algunas cuestiones acerca de si
figura para poder ubicarla en una dimensión susceptible de ser considerada como
inestable entre lo popular y lo masivo, lo sagrado y lo profano. Como en otros
casos, sabemos que su fama, masividad y notoriedad crecieron exponencialmente
post mortem. Podemos establecer su popularidad como fenómeno siendo
exponente de la cumbia, entendida de acuerdo a lo expuesto por Pablo Semán,
como música de uso. Es decir, representativa y aglutinante de generaciones y
sectores sociales y su discurso. Es tan factible identificar con lo popular a Gilda,
como su asociación con lo masivo.
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Una biopic sobre la vida de Gilda protagonizada por Natalia Oreiro, de
producción en curso, da cuenta de lo redituable que sigue siendo como producto
de consumo cultural, aún después de su fallecimiento, por ejemplo.
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Oliver Jacob, trabaja a partir de Erica Doss, los “Velvet Elvis”, imágenes de Elvis
sobre terciopelo, que representan frente al merchandising del santuario de Presley
una forma de apropiacionismo y resignificación de los fans. Allí los amantes de
Elvis, pueden recrear y hacer circular sin censura, pero de manera subrepticia,
aspectos del cantante prohibidos por los gestores corporativos de su memoria
habitado, al que denominaremos sagrado. Participación ésta, que no es continua,
sino que es activada en tiempos y espacios específicos”. La “relación que los fans
establecen con Gilda en términos de prácticas de sacralización: los diversos
modos de relacionarse con ella que la inscriben en dicha textura diferencial del
mundo-habitado” (..)”no redundan, sin embargo, en una definición única del stauts
de la cantante” no reducen a los fans a y la relación que establecen con ella al par
"santo/devoto" sino que fluctúa entre secularidad y religiosidad dependiendo de las
prácticas en torno a su figura, al contexto o a ambas.
Este análisis de Martín nos posibilita hablar “de prácticas de sacralización por
fuera de la relación devocional y a partir de recursos ajenos al abanico "religioso",
sin que ello implique cualquier demérito en el sentido de ser versiones falsas,
menores o incompletas de algo "puramente religioso. Nuestra atención se
encuentra desplazada de la figura de la cantante y la complejidad de los procesos
de canonización, a causa de las restricciones en la extensión de este trabajo.
Insististiremos, sin embargo, en la importancia de subrayar la transitoriedad de su
dimensión sagrada y vinculada a las prácticas religiosas adoptadas de manera
cambiante. Martín, cuando define a Gilda como fetiche (de acuerdo a Latour)
refiere que : “Hablar de prácticas de sacralización nos permite, entonces, evitar las
concepciones dualistas de sagrado (entendido como opuesto y radicalmente
diferente a lo profano) y, al mismo tiempo, elude el innatismo apriorístico de las
definiciones clásicas” "( Martín, 2007)
“Las prácticas llevadas a cabo por los fans, empero, si no niegan la especificidad
diferencial de lo "sagrado" …"sagrado" y "profano" … coexisten y se combinan de
modos bastante flexibles” Una dualidad que nos exige aprehender esta
“especificidad diferencial no como discontinuidad, ruptura u oposición sino en las
pequeñas diferencias en un mundo continuo (cf. Martín 2006). Las prácticas de
sacralización, entonces, no vienen a designar una institución, una esfera o un
sistema de símbolos, sino heterogeneidades reconocibles en un proceso social
continuo en un mundo significativo, y por ello, no "extraordinario" ni radicalmente
otro. Texturas diferenciales, heterogeneidades reconocibles que se activan en
momentos específicos y/ o en espacios determinados y que, lejos de existir de
forma abstracta o con un contenido universal, son reconocidas y actuadas por los
nativos en diferentes situaciones: en las discontinuidades geográficas, en las
marcas diferenciales del calendario, en las interacciones cotidianas, en gestos
ordinarios y en performances rituales”. (Martín; 2007)
El de Gilda difiere por su tamaño de las profusas y humildes capillitas al borde del
camino, a causa de la fama de la difunta, pero comparte la cualidad de señalar el
sitio de transición entre la vida y la muerte: “El lugar donde la mala “muerte” ha
acontecido”. Obedece al principio tradicional de que: a más conocida y famosa el
ánima más grande es el tamaño de la construcción5. Su erección corresponde al
agradecimiento de un privado por la sanación de un hijo. Comenzó como cruz con
túmulo y fue variando de formato hasta llegar al definitivo de casita y altares (uno
de ellos en el micro siniestrado) a partir de inundaciones e incendios, que algunos
familiares de Gilda en facebook refieren como “justa ira” contra “ese lugar de mal
gusto”.
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Los hermanos Finol recojen en su libro diferentes alusiones de los habitantes de
pueblos aledaños a los caminos que dicen que algunas ánimas en estado de
desasosiego causaban accidentes de automóvil porque no tenían el amparo del
cenotafio.
Muerta en un accidente, sin estar preparada para ello Gilda, producto de la
industria cultural, cantante popular; es también un ánima5.
Como una gran proporción de otros cenotafios, que se construyen como expresión
y reflejo del recuerdo terrenal que se tiene de los difuntos y sus prácticas,
constituye una más de las prácticas que los fans realizan para el tributo,
mantenimiento y creación (más adelante veremos porqué) de su memoria. Sin
embargo resulta interesante también traer a colación otras cuestiones y
necesidades no tan habituales como recordar a nuestros difuntos. Al venerar a las
ánimas, como esencia de la práctica en cuestión, la “necesidad” de erigirle altares,
capillitas con formas de casa, adornándoles el lugar de la muerte nos habla de la
pervivencia de otras creencias totalmente diversas de la racionalidad del mundo
contemporáneo, que persisten aún. Para quienes creen el cuerpo ya descansa en
el cementerio, pero las ánimas no.Ellas han quedado entre la vida y la muerte,
tienen sed7 6y sin su capillita van por ahí, vagando, sin descansar y a lo mejor
asustan a alguien, o causan algún otro accidente. Allí en cambio sí se le pagan los
favores obtenidos y se recuerda agradecer, se las guarece y se las cuida
manteniendo las flores frescas, las velas encendidas y el lugar limpio se les puede
pedir su intercesión ante lo divino. Al estar muertas aún estando a medio camino,
ellas están más cerca de nosotros los pecadores vivos.
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En otros casos las construcciones suelen ser de una envergadura monumental,
relacionado al viento y aridez de la zona, es decir. Por esta razón comúnmente se
pueden encontrar animitas-templo que albergan otras en su interior. Arica y
Parinacota, Antofagasta y Atacama)
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Como en la veneración a la Difunta Correa, en Argentina y a la difundida práctica
religiosa popular de situar botellas de agua, en su caso particular por su
fallecimiento por deshidratación, se sitúan botellas con agua en otros cenotafios .
Asimismo, varios autores sustentan como punto de partida de esta acción la
cuestión física de la deshidratación de un cadáver a medida que pasan los días,
como inspiración de esta medida de proveer agua porque las ánimas tienen sed.
que un castigo y método de dominio, un “más allá” más cercano. Un lugar donde
los deudos y suplicantes podían identificarse con esas almitas no tan perfectas y
obedientes de la férrea doctrina. Animas cercanas a quien pedirles su intercesión
ante dios y los santos tan lejanos en su inmaculada esencia y su paraíso. En
América a esta tradición del catolicismo popular se van uniendo otras experiencias
como las tradiciones de los pueblos originarios, de la santería y los cultos afro. La
permanencia del carácter sincrético de esta tradición es observable también en el
santuario de Gilda, donde pudimos encontrar ofrendas propias del culto a Yemanjá
como una caracola, bebidas etílicas, magia con velas.
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“La ciudad es un ente jurídico, una realidad social determinada por el derecho.
No solo porque este determina su institucionalidad, sino también y sobre todo
porque es inherente al estatuto de ciudadano, que supone participar en la
constitución de las instituciones representativas " (Borja, 2003).
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9 La construcción de ermitas, capillitas y la práctica exvotiva en los cementerios
es propia del catolicismo popular y otras religiones populares, acontecen sin
mediación ni instrucción por parte de la jerarquía eclesiástica o la planificación
urbanística.
cotidianeidad por fuera del espacio delimitado por el planeamiento y el urbanismo,
demarcando el lugar de la muerte o de la devoción, y muchas veces, de la
injusticia y el dolor, irrumpen, transgrediendo la lógica de la ciudad moderna y su
retórica visual. En Buenos Aires, encontramos ermitas, altares populares,
dedicados al gauchito Gil en las plazas de avenida Warnes, Parque los Andes en
chacharita y otros más pequeños en las esquinas de los barrios de Paternal y la
Isla. En Once, lo que fueron los altares de las víctimas de Cromagnon. En
Santiago, entre otras expuestas en Anexos (ver II a), las “Bicianimitas” chilenas,
capillitas construidas con los restos de las bicicletas de los fallecidos en
accidentes. Las imágenes escogidas, junto con la del santuario elegido, nos
presentan un discurso diferente del mensaje y el recurso estético de los
memoriales y monumentos planificados. Frente al discurso estable, organizado y
armónico con la alegoría de la ciudad moderna, encontramos una estética
disruptiva, regida por otra lógica.
Sin embargo ante este aprovechamiento del discurso político, de las religiones
instituidas y de la industria cultural de los procesos de canonización marca como
horizonte de legitimidad, del fenómeno estudiado el monolito/cenotafio, en el
discurso de los fieles de María Soledad:
¿En qué reside el poder del cenotafio popular como forma arquitectónica? ¿Es
que sus cualidades estéticas son más difíciles de asimilar y diluir por otras
retòricas? ¿Porqué las ánimas parecen tener la fuerza de desestabilizar a sola
vista el discurso de la ciudad/nación, moderna y civilizada?
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El propio Connolly, analiza la pintura del romántico Gericault: “La Balsa de la
Medusa” (ver I b) como contrapartida a la impoluta y neoclásica “Muerte de
Socrates”. Aquí Gericault, pinta lo orgánico, lo pestilente y lo mortuorio sin
eufemismos. La herencia, aunque distanciada según Bajtin, de la estética popular
en su enunciación sin ambages del mundo corpóreo y orgánico, en su falta de
temor al enunciar la decadencia aunque aquí no como ciclo, sino como tragedia
sin risa ni renovación propia de la visión intelectual del romántico.
metonimia del cuerpo que el santuario, los cenotafios y los cultos populares, en
general, proponen en su conformación, en sus objetos devocionales y exvotos.
Consideramos que proponen una estética donde el cuerpo y lo orgánico tienen un
valor constitutivo y totalmente diferente de la relación entre cuerpo y memorial
clásico. Nos proponemos tener en mente este tipo de enfoque, en tanto que el
cuerpo según, André Le Breton, es estructura simbólica, superficie de proyección
pasible de unir a las diferentes formas culturales y vector semántico a partir del
cual construimos la relación con el mundo externo. Y no únicamente a través de la
experiencia perceptiva10.
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En Le Bretón, el cuerpo no sólo es aparato perceptivo sino dimensión
experiencial y soporte de la transmisión de ideas y sentimientos, de rituales,
ceremonias e interacciones sociales, productor de mímicas, gestos y apariencias,
juegos, ejercicios, sexualidad, dolor, muerte y seducción.
sus fans, Carlos, la presencia de Gilda puede sentirse con más fuerza que en el
cementerio (donde también celebran su cumpleaños) porque allí:
“En el micro está ella, porque ella descarnó ahí... Ojo, no es que ella no esté
acá [en el cementerio]... Ella también está acá, pero acá está el cuerpo y allá
quedó el espíritu, ahí arriba, en Entre Ríos... Por eso, si le querés pedir algo,
tenés que irte hasta allá. Es como la Difunta Correa, que te tenés que ir allá...
…, que te tenés que ir hasta allá. Porque allá quedó el espíritu.
Y ahí, donde quedó descarnó, es donde quedó el espíritu.”
“(…) diseñan y generan una obra que es respaldada por el colectivo social al
que pertenecen. De manera que, tanto el difunto como los deudos son los
verdaderos artífices de esta creación. Pero son estos últimos (los miembros del
colectivo social) quienes a fin de cuentas ordenan el conjunto de procesos y
elementos industriales, populares, comerciales y religiosos, de moda y de
artesanías, todos de gran peso significativo, que permiten la conexión entre la
identidad del difunto, el deudo y la memoria histórica, haciendo posible
concretar la obra”. (Benavente; 2011)
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“Las animitas como expresión formal y cultural son lo que Jordi Borja ha
definido como un "urbanismo de acupuntura o metástasis" (2003), en cuanto es
una construcción urbana inconclusa que se modifica mediante la intervención de
múltiples actores. Las animitas son una expresión cultural viva que se materializa
tectónica o estereotómicamente creando un urbanismo de metástasis”
(Ojeda;2012)
La construcción social de las animitas, en constante reconstrucción o
manufacturación orienta “sus prácticas espaciales a través de una trama de
sentido que denominamos imaginario” (Ojeda;2012). Asimismo, en la materialidad
del santuario, hay una materialidad de la memoria del difunto, y también de la
historia y la identidad de las comunidades. Cuando las ofrendas, pedidos y
exvotos, las flores, las velas, de a poco desaparecen, “ el olvido se traduce en la
deconstrucción paulatina y permanente de la obra” llegando a manifestarse
también, materialmente.
“el arte del álbum Corazón Valiente consagró una imagen de la cantante que
combinaba rasgos de belleza, pureza, candor y una sensualidad desexualizada,
completamente alejada de la estética dominante en el mundo de la cumbia. Es
esa la imagen de Gilda, usando un vestido azul que prevalece en las estampitas,
medallas, imágenes de bulto, cuadros y otros elementos devocionales, la que se
convierte en su imagen "oficial" que permite, en esa multiplicación de un código
restringido de presentación (Carozzi 2006), su fácil reconocimiento.” (Martín:2007)
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Algunos autores mencionan como atribuible la elección de esta imagen a la
representación de María en el imaginario de la población, sin embargo es justo
adjudicar a la tipología Warburguiana el patrón de origen, teniendo en cuenta la
síntesis renacentista entre religiosidad y mundo pagano en artistas como Sandro
Botticelli, que reúnen en su repertorio a las pinturas marianas y al Nacimiento de
Venus y la Alegoría de la Primavera.
Esta personificación puede ser, en casos como los trabajados por Martín,
en torno a las herederas de Gilda, más o menos permanente. En el caso de las
herederas, sus intenciones exceden la condición mimética. Su apropiación
performática desafía los límites entre lo religioso y lo laico. No pretenden
representarla y ser una mera copia. Sus personificaciones, si bien están
atravesadas por la idea de mímica, la exceden (Ver Anexo V.F). Las
personificadoras de Gilda, sus “herederas” son portadoras de “algo más”. Martín
las comparas con los personificadores de Elvis Presley quienes, según Rodman
(1996) , se sienten elegidos y consideran a su actividad como un "llamado". En
Erica Doss (1999) esta observación se extiende a su comparación con los
“discípulos religiosos” o "sacerdotes". Los imitadores/imitadoras no ambicionan ser
el rey del rock, o ser Gilda: ocupan un espacio de índole diferente. Tienen la
misión de continuar y honrar su obra y su memoria. Consideramos que el análisis
de Doss y Rodman enfoca demasiado en la tradición discipular canónica y que
deja de lado la cuestión corporal para ocuparse sólo de la lectura mesiánica del
fenómeno de los ritos de imitación y su implicancia.
Para finalizar esta primer parte del análisis no quisiera dejar de lado
algunas prácticas en el entorno virtual. En mi navegación por las diferentes
páginas de fans y a través del facebook de su santuario, no pude dejar de notar
que a través de este tipo de publicaciones pareciera producirse una especie de
emulación de la difunta a partir del soporte de la web. Gilda pareciera tener
entidad y continuar posteando fotos y comentarios en el ciberespacio, destinados
a sus fanáticos, que también comparten entre sí frases, canciones, relatos de vida
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propios y de la cantante, consejos de Gilda y experiencias de visita al santuario.
También en facebook puede relevarse una documentación fotográfica de la
participación colectiva del culto, a través de los álbumes de cada fogata y reunión
aniversario. Cabe destacar también que nos ha sido posible verificar la extensión
del culto a Gilda, más allá de su ya conocido santuario de Mendoza a partir del
conocimiento de dos pequeñas ánimas de Gilda, que tienen su usuario también en
Facebook. Es probable que, por su ubicación lejana y su dimensión pequeña
quizás reciban más visitas virtuales que presenciales. La primera animita está
ubicada en Antofagasta/ Chile, la otra en Maipú/Barrancas, Mendoza. A la
posibilidad de construir anónimamente animitas en el camino o en el propio
terreno, se suma la de seguir su evolución, comentar su crecimiento en adornos y
ofrendas a través de Facebook. Los creadores de estos perfiles reciben
comentarios y elogios acerca de los periódicos posts de imágenes documentando
los cambios en la capillita, por parte de diversos grupos de usuarios generando un
nuevo modo de participación y culto (ver Anexo IV C).
Animista, porque “en contacto directo con los elementos del cosmos, de lo
natural, los seres vivos y los fenómenos naturales”, los exvotos, según Leite, son
objetos antropocéntricos y teocéntricos, a la vez humanizados y espiritualizados.
Por lo tanto también son susceptibles de ser atribuidos como poseedores de
consciencia, sentimientos y emociones, “voluntades, deseos y ¿porqué no?
inteligencia”.
“Las subjetividades y los dramas del practicante forman el texto del discurso
que es la práctica exvotiva y el objeto representado y su substancia: el exvoto.
El practicante es el sujeto y su experiencia de vida, un complejo
entrelazamiento de acontecimientos acontecimentos transmitidos, una cultura
comunicada por la práctica que informa a los otros miembros de la comunidad
que participan como observadores del proceso. (…) El ex-voto es el resultado
artístico-material de la sumatoria de los inter-textos del praticante. Es el cuerpo
interdicto, el sujeto supuesto, oculto, dramatizado, su material semántico, los
márgenes entre el dolor y la cura, entre el estado humano y el mundo
sobrenatural, nuevamente lo sagrado y profano. Partiendo de estos
presupuestos, el cuerpo-imagen – el ex-voto – es una representaçión dualista
que permite un análisis del “yo” de un individuo fuera de su ser físico, concreto.
El ex-voto propone la existencia de un cuerpo fuera del proprio sujeto/actor,
donde ese mismo actor se torna también un observador” (Leite; 2014)
Asimismo la observación de Benjamin acerca del fin del ritual alrededor del
objeto, donde el valor cultual en el caso de la obra de arte, decrece a expensas del
crecimiento del valor exhibitivo, no se verifica en el análisis de las imágenes
devocionales de origen industrial cultural, reproducidas técnicamente y sus rituales
derivados. Ellas nos plantean una paradoja en donde el valor exhibitivo y el cultual
coexisten. En el santuario de Entre Ríos se confirma este punto de vista. Allí los
exvotos tradicionales y los hechos de productos de la industrialización seriada
forman parte de un mismo conjunto, la imagen de Gilda, es tomada como objeto
de veneración y también como objeto para ser visto, distribuido, comercializado y
serializado.
7. A MODO DE CIERRE