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Unidad 1:

APOCALÍPTICA Y APOCALIPSIS

1. Los apocalipsis como género literario.


Muchas noticias que nos llegan a través de los medios de comunicación y las redes sociales
tienden a ser desalentadoras y el panorama frente al futuro del planeta y de la humanidad
parece sombrío: fenómenos naturales como huracanes, terremotos, tsunamis, incendios
forestales, erupciones volcánicas, cambio climático, extinción masiva de diversas especies
de animales y plantas, derretimiento de los polos, epidemias, aumento de los niveles del
océano…; acentuados por fenómenos sociales como guerras, corrupción, masacres,
violaciones, migraciones de refugiados por la guerra o el hambre, explotación indiscriminada
de los recursos naturales, xenofobia, colonización y opresión económica, política y cultural
de unos pueblos sobre otros… Pareciera que no hubiese salida… que la humanidad ha llegado
finalmente a su autodestrucción. Ante esta serie de catástrofes, calamidades o destrucciones,
en el lenguaje popular resulta frecuente escuchar expresiones como “esto es apocalíptico” o
“hemos llegado al Apocalipsis”.

En efecto, tal percepción social tiene también su eco en ciertos discursos religiosos que
refuerzan estos imaginarios confrontándolos con lo que muchos llamarían “visiones y
profecías”: “¡El fin del mundo se acerca!, ¡Arrepiéntanse, para no ser presa de la ira de Dios!,
¡Solo unos pocos se salvarán!”… Dichas “visiones y profecías” tienden a ser interpretadas
como si fuesen el producto de un conocimiento previo de la historia otorgado de manera
privilegiada a algún “elegido” o “iluminado”, como un don especial, por parte de un ser
divino o celestial (Dios, la Virgen, un santo, un ángel, un “maestro de luz”) a través de medios
especiales (sueños, audiciones, intuiciones, inspiraciones, experiencias extáticas, “viajes
astrales”).
Pues bien, estos imaginarios culturales -más comunes en la sociedad occidental debido al
influjo de las tradiciones religiosas monoteístas del judaísmo, el cristianismo y el islam, y
acentuados por las ideas del fundamentalismo evangelista que llegan desde los Estados
Unidos- tienen mucho que ver con la apocalíptica - en su forma -, pero nada que ver con el
Apocalipsis –en su contenido-. Tienen mucho que ver con la apocalíptica en su forma porque
asumen su concepción de la historia (predeterminada, con un presente visto de forma
pesimista y una esperanza futura en una intervención justiciera de la divinidad), su idea del
modo como lo “sobrenatural” se comunica con lo “natural” (de forma extraordinaria y
exclusiva) y su comprensión del ser humano, imbuido en la lucha entre las fuerzas del bien
y del mal.

Sin embargo, no tienen nada que ver con el Apocalipsis en su contenido, ya que en este ni la
muerte, ni la destrucción tienen la última palabra; porque en su mensaje central se encuentra
Cristo, el cordero pascual, animando a las comunidades creyentes a resistir, a no desfallecer,
a mantenerse fieles para participar en la alegría de las bodas mesiánicas, en la Nueva
Jerusalén, en una creación renovada. Así, sin negar que existen realidades desalentadoras, el
Apocalipsis es una invitación a no desanimarnos, a no bajar la guardia, con la convicción de
que Dios es el soberano de la historia y que luchando de su mano podemos participar en la
construcción de una mejor humanidad.

Lo dicho nos lleva a plantear una diferenciación y precisión conceptual necesarios entre la
apocalíptica y el Apocalipsis, puesto que ambos están íntimamente relacionados, pero no se
identifican. Es más, una de las razones por las cuales nos cuesta comprender el Apocalipsis
es porque desconocemos la apocalíptica, es decir, la forma de pensamiento que se traduce en
un género literario particular, del cual el Apocalipsis es solo una de sus expresiones
representativas.
Para empezar, la palabra “apocalipsis” (de donde vienen tanto “apocalíptica” como el nombre
del último libro del canon) es una transliteración del sustantivo griego apokalypsis
(ἀποκάλυψις), que, a su vez, se deriva del verbo apokalypto (ἀποκαλύπτω). Está formada por
dos raíces: apo-, que sería equivalente al prefijo en español des-, y que se refiere a la acción
de quitar algo dado (como des-peinar, des-ordenar, des-arraigar, des-orientar, des-manchar,
etc); y –kalypto, palabra inspirada en la diosa griega Calipso, hija de Atlas, conocida en La
Odisea por querer retener a Odiseo y pretender que este olvidase su vida anterior; Kalypto se
refiere al verbo ocultar o cubrir (de ahí, que el árbol de Eucalipto se llame así porque oculta
muy bien su semilla). Así, al unir el prefijo apo con el sufijo Kalypto, se forma el verbo des-
ocultar o des-cubrir. De ahí que la palabra apocalipsis traduzca literalmente des-
ocultamento, des-cubrimiento, o, como frecuentemente se le conoce, “revelación”.

Teniendo en cuenta esta aproximación etimológica, retomemos la diferenciación entre


apocalíptica y el libro del Apocalipsis. Al respecto, Piñero considera que,
Es normal que el público piense que solo existe un escrito de esta clase, el que lleva el
nombre de Juan, el Apocalipsis por excelencia, el libro que cierra la colección de textos que
llamamos Nuevo Testamento. Resulta, sin embargo, que el judaísmo y el cristianismo
primitivo nos han legado muchos más escritos de este género, muy interesantes para conocer
las ideas sobre el fin del mundo y las expectativas de futuro que albergaban judíos y
cristianos en la época en la que surge el cristianismo, ideas – o al menos muchas de ellas-
que duran hasta hoy día1.

Lo anterior confirma nuestra hipótesis según la cual no podemos reducir la apocalíptica al


Apocalipsis, pero también nos confirma que para poder entender al Apocalipsis, es necesario
estudiar a profundidad a la apocalíptica y sus diversas expresiones, de las cuales el
Apocalipsis es solo una.

2. Características particulares del género apocalíptico

1
Piñero, Los Apocalipsis. 45 textos apocalípticos apócrifos judíos, cristianos y gnósticos, 13.
John Collins, profesor de la Universidad de Yale, y uno de los mayores estudiosos del tema
a nivel mundial, define la apocalíptica como
Un género de la literatura de revelación con una estructura narrativa en el que una
revelación se transmite a un destinatario humano a través de un ser de otro mundo,
revelando una realidad trascendente que es temporal, en tanto que prevé la salvación
escatológica, y espacial, en tanto que supone un mundo distinto y supranatural2.

En primer lugar, Collins señala que la apocalíptica es un género literario; por tanto, como
género literario debe tener unas características formales particulares que posibilitan su
identificación y diferenciación con respecto a otros géneros. En este caso, estamos hablando
de un “sub-género” del género narrativo, cuyo desarrollo gira en torno a una revelación de
carácter trascendental. Es decir, que, en un sentido muy básico, un relato en que se narre que
un ser de otro mundo (divino, celestial, sobrenatural) transmite un mensaje particular a un
ser humano (o un grupo de seres humanos), puede ser considerado de carácter apocalíptico.
Es de notar que el contenido del mensaje no habla necesariamente sobre el futuro o el fin de
la historia (este es solo uno de sus aspectos); puede referirse a una realidad desconocida
(como el “más allá”), al sentido de la vida (en el “más acá”), al origen del universo o a su
estructura astronómica, entre otros temas. Ello significa que la apocalíptica no
necesariamente es escatológica, como se suele pensar.

Asimismo, como género literario, la apocalíptica se caracteriza por su lenguaje repetitivo,


largos discursos, predominio de cifras y listas, simbolismos de carácter aritmético (recurso a
los números y su significado teológico), teriomórfico (uso de analogías con animales y seres
bestiales), antropomórfico (imágenes humanas, masculinas y femeninas, presentadas en
diferentes actitudes, posturas y relaciones) y cromático (descripciones de colores). Es
característica también la presencia de un héroe o personaje autoritativo de la antigüedad que
funja como destinatario de la revelación (Noé, Lamec, Henoc, Moisés, Baruc, Daniel, Esdras)

2
Collins, “Towards the Morphology of a Genre”, 9.
y sea presentado como el autor de la misma (recurso a la pseudo-epigrafía). Con respecto a
la revelación, para recibirla, el protagonista (vidente) puede hacerlo “en este mundo” (a través
de una visión o audición directas o a través de sueños) o ser conducido a “otro” (a través de
experiencias extáticas o viajes celestes)3.

En segundo lugar, Collins propone dos ejes de la revelación: temporal y espacial. Con
respecto al eje temporal, encontramos que la apocalíptica contiene un mensaje referido a la
salvación final, pero también aborda los orígenes del cosmos y de la historia. Además, una
de las estrategias más conocidas para abordar el presente y el futuro la técnica utilizada por
el profetismo bíblico llamada “profecía ex-eventu”, “salto de longitud” o “estudio de
trayectoria”. Consiste en “retroyectar” hacia el pasado una situación del presente para mostrar
que dicha situación ya habría sido prevista de algún modo por una personalidad autoritativa,
y dicha personalidad ya habría contemplado la mejor manera para salir al paso de la misma
por medio de comportamientos virtuosos y hasta heroicos que garantizarían el favor de Dios.

El mejor ejemplo para comprender esta estrategia lo constituye el libro de Daniel. Este fue
escrito en el siglo II a.C. durante la ocupación represiva de la dinastía griega de los Seléucidas
encabezados por el rey Antioco IV Epífanes, quien procuraba forzosamente hacer que el
pueblo judío abandonara sus tradiciones y costumbres para asumir las tradiciones griegas
(1Mac 1-2). En dicho contexto, el libro de Daniel evoca la realidad del exilio en Babilonia,
ocurrido cuatro siglos antes, en que un rey igualmente tirano, Nabucodonosor, quería
imponer las tradiciones de su imperio a los judíos exiliados. La resistencia fiel de un pequeño
grupo de jóvenes, incluso poniendo en riesgo sus vidas, llegaría a ser ejemplar para los judíos
del siglo II oprimidos por Antioco, quienes verían en el rey de Babilonia y en los jóvenes
exiliados una anticipación representativa del infame rey griego y de lo que se esperaría de

3
Recuérdese, al respecto, la experiencia contada por Pablo en 2Cor 12,1-4; también en la literatura apócrifa es
posible encontrar este tipo de viajes, como en 1He 71,1-4 o en SeHe 1,1-7.
ellos a través de la resistencia heroica para mantener la fe y la identidad. Además del caso
paradigmático de Daniel, en el Nuevo Testamento también encontramos el recurso a la
profecía “ex-eventu” en la tradición sinóptica cuando se ponen en boca de Jesús expresiones
relativas a la insurrección judía del año 65 y la consecuente destrucción del Templo en el año
70 (es decir, entre 35 y 40 años después de su muerte). No se puede perder de vista que los
evangelios fueron escritos durante o después de estos acontecimientos, por lo que el autor los
retroyectaría hacia el pasado para mostrar a Jesús como un profeta o adivino del futuro.

Asimismo, el eje temporal de la apocalíptica supone e involucra un juicio y una sentencia


sobre la historia. Dicho juicio tendría un carácter divino y asumiría una comprensión de la
historia según la cual el pasado glorioso y legendario habría sido progresivamente
corrompido hasta llegar al punto culminante de la desolación y el desastre, en el tiempo
presente, por lo que lo que resta esperar es una intervención directa y judicial por parte de
Dios y de sus huestes angélicas (a propósito, la creencia en los ángeles es una de las
características del pensamiento apocalíptico) en que separe a todas sus criaturas (humanos y
seres espirituales) entre justas e injustas, se castigue definitivamente a las injustas y se
reivindique a las justas que han padecido el azote de la opresión por su fidelidad a Dios. Así,
en uno de los escritos apocalípticos más famosos en la época del segundo templo, el libro de
Henoc, se narra lo siguiente en torno al primer juicio divino sobre la creación que empezaba
a viciarse y cuya sentencia fue el diluvio:
En esos días surgirá el castigo del Señor de los espíritus, abriéndose todos los depósitos de
agua de encima de los cielos y las fuentes (de debajo de los cielos) y tierra, juntándose todas,
agua con agua, la de encima del cielo, masculina, la de debajo de la tierra, femenina.
Perecerán todos los que moran sobre la tierra y los que moran bajo los confines del cielo.
En esto habrán conocido su iniquidad, que han cometido sobre la tierra, y por ella perecerán
(1He 54,7-10)4.

No olvidemos, al respecto, otro apartado de Henoc, tan famoso que, a pesar de ser

4
Diez Macho, Apócrifos del Antiguo Testamento. Tomo IV: Ciclo de Henoc, 77.
considerado un texto apócrifo, es citado en el Nuevo Testamento, en Jd 14-15, como si se
tratase de escritura inspirada:
Saldrá el Santo y Grande de su morada, y desde allí el Dios eterno caminará al Monte Sinaí,
y se mostrará con su milicia y aparecerá con toda su fuerza desde el cielo. Temerán todos y
temblarán los vigilantes, sobrecogiéndoles el temor y un gran temblor hasta los confines de
la tierra. Se estremecerán los altos montes, se humillarán los elevados collados y se
derretirán como cera ante la llama. Se hundirá la tierra, perecerá cuanto hay en ella, y tendrá
lugar el juicio universal, incluso de los justos todos. A estos, sin embargo, dará paz (Dios),
custodiará a los elegidos y habrá misericordia para ellos; serán todos de Dios, triunfarán,
serán benditos y brillará para ellos la luz divina. He aquí que llegará con miriadas de santos
para hacer justicia, destruir a los impíos y contender con todos los mortales por cuanto
hicieron y cometieron contra él los pecadores e impíos (1He 1,3-9)5.

Al final, después del juicio y del cumplimiento de la sentencia, la apocalíptica supone la


salvación en forma de renovación de toda la creación. Esta es una diferencia cualitativa con
respecto a los imaginarios “apocalípticos” contemporáneos. Dios, y no la muerte, tiene la
última palabra. Y su palabra es vida renovada para todos aquellos que perseveren.

Con respecto a los contenidos de este eje temporal, Rowland, a partir de un estudio
transversal de la literatura apocalíptica apócrifa judía y cristiana6, propone dos vectores: uno
dirigido hacia los orígenes, titulado “lo que existía antes del tiempo” (protología), y otro
hacia la plenitud de la historia, titulado “lo que acontecerá” (escatología). Entre los temas de
lo que existía antes del tiempo se encuentran: la creación del mundo, de los ángeles, del agua
y de la Torah, el establecimiento del trono, el paraíso y la caída (Gn 3), los nefilín (los hijos
de Dios que se unen a las hijas de los hombres, generando la perversión de la humanidad y
ocasionando, con ello, el diluvio, Gn 6 1-4), el surgimiento y la caída de los imperios, el
sentido oculto de los eventos, la creación de las almas de los hombres (aquí algunas fuentes
apocalípticas recibieron influencia del dualismo antropológico griego y la creencia en la
preexistencia de las almas, rechazada posteriormente por el cristianismo). Entre los temas de

5
Ibid, 39-40.
6
Rowland, The Open Heaven: A Study of Apocalyptic in Judaism and Early Christianity.
lo que acontecerá se encuentran: la distribución de la historia en eones y la certeza de que el
mundo se encuentra en la penúltima etapa de la historia caracterizada por una serie de
desastres naturales y cósmicos, así como por la opresión de las naciones impías. Ello es
previo a la venida del reino mesiánico, la resurrección de todos los muertos, el juicio de las
naciones y de los ángeles, el aprendizaje de la Torah por parte de todos, el descenso de Dios
al Sinaí, la renovación de este mundo y la instauración de la nueva Jerusalén. En este punto
resulta necesario aclarar que lo que se espera en el futuro no es “el fin del mundo”, sino “el
fin de este mundo”; es decir, que no se trata del exterminio definitivo de toda forma de vida
(como Hollywood suele mostrar), sino el fin del modo como nos tratamos unos a otros al
interior de nuestro mundo social (oprimiéndonos, marginándonos, ignorándonos unos a
otros).

Con respecto al eje espacial, Rowland habla de “lo que está arriba” y “lo que está abajo”.
Arriba podemos encontrar los misterios de Dios, los ángeles, los cielos (por lo general, en
plural, según textos como Dt 10,14; 1R8,27), el trono de Dios, la figura del hijo del ser
humano (o hijo del hombre, según algunas traducciones), el tribunal de Dios, Satanás y sus
ángeles7, la astronomía. Abajo se encuentra el hombre y su mundo, caracterizado en el tiempo
presente por el sufrimiento del justo ocasionado por la opresión de las naciones infames;
también se encuentra el lugar del paraíso y la prisión de los ángeles caídos, la Gehena (imagen
que está a la base de la idea cristiana del infierno8, inspirada en el valle de Ben Hinón, que
en la época del segundo templo era el basurero de Jerusalén, donde se quemaba aquello que

7
En los relatos apocalípticos el lugar inicial de el Satán es el cielo. Él hace parte del tribunal de Dios, e incluso
llega a ser presentado como uno de “los hijos de Dios” (Jb 2,1-7). Mientras el rol de Dios es ser juez, la función
de el Satán será la de acusar. No obstante, en el clímax narrativo de los apocalipsis, existe un momento en que
el Satán es expulsado del cielo y desciende a la tierra para engañar y atacar a los humanos. Al final es destinado
a un castigo eterno en el abismo. Al respecto, Diez Macho afirma que “la caída de los ángeles desde los cielos
a la tierra suele funcionar en los apócrifos como explicación del origen del mal entre los hombres” (Diez Macho,
Apócrifos del Antiguo Testamento. Tomo I: Introducción general, 337).
8
Frevel, “Hinon, Valle de”, 765-766.
terminaba siendo inútil), y la montaña sobre la que Dios descenderá en el futuro (así como
en el Éxodo Dios descendió al Sinaí para entregarle la Torah a Moisés, al final volverá a
descender para grabar la Torah en el corazón de toda la humanidad).

Teniendo en cuenta las características formales y de contenido de la apocalíptica, a


continuación presentamos un listado de las obras más representativas del género escritas en
el marco de la dominación griega y romana dentro de tradiciones judías, cristianas y cristianas
gnósticas9.

Apocalipsis judíos Apocalipsis cristianos Apocalipsis cristianos


gnósticos
 Libro 1 de Henoc (Libro de  Primera carta a los  Apocalipsis de Adán
los vigiltantes, viajes Tesalonicenses  Apocalipsis gnóstico de
celestes, libro del curso de  Segunda carta a los Pedro
las luminarias celestes, Tesalonicenses.  Apocalipsis gnóstico de
apocalipsis de las diez  Capítulo 13 de Marcos Pablo
semanas del mundo).  Apocalipsis de Juan  Primer Apocalipsis de
 Ciclo posterior de Henoc  Didaché o Doctrina de los Santiago
(Libro de los secretos de Doce Apóstoles  Segundo Apocalipsis de
Henoc, Apocalipsis hebreo  El Pastor de Hermas Santiago.
de Henoc).  Apocalipsis de Pedro  Apocalipsis apócrifo de
 Apocalipsis de Abraham (etíope y griego) Juan.
 Apocalipsis de Elías  Apocalipsis de Pablo  Preguntas de Bartolomé
 Ascensión de Isaías  Apocalipsis de Tomás
(Martirio de Isaías,
testamento de Ezequías,
visión y ascensión de
Isaías).
 Apocalipsis de Sofonías.
 Libro de Daniel
 Apocalipsis de Sedrac
 Apocalipsis de Ezequiel
 Primer apocalipsis de
Baruc (siríaco)
 Segundo apocalipsis de

9
El esquema ha sido tomado del inventario ofrecido por Antonio Piñero en Los Apocalipsis.
Baruc (griego).
 Libro Cuarto de Esdras
 Ciclo posterior de Esdras
 Libro de los Jubileos
 Apocalipsis de los
manuscritos del Mar
Muerto (Himno -Hodayot-
III) y Regla de la Guerra.
 Testamento de Job
 Testamento de Moisés
 Testamento de los Doce
Patriarcas
 Oráculos sibilinos judíos y
cristianos

3. Origen y evolución de la apocalíptica judía


Dos palabras confluyen en la comprensión del origen y desarrollo histórico de la apocalíptica
judía: crisis y resistencia. Si podemos hablar de una realidad que se convierte en el caldo de
cultivo para el surgimiento de la apocalíptica, esta es la situación de crisis colectiva que
experimenta el pueblo judío ante el embate de la represión generada por los imperios que lo
llegaron a invadir. Ante tal crisis, algunos sectores de la población buscarán defender su
identidad étnica y religiosa y por ello enarbolarán la bandera de la resistencia activa no
violenta a través del recurso a la apocalíptica. Así lo expresa Portier-Young:
Los primeros apocalipsis judíos surgieron como literatura de resistencia al imperio. Este
quería el poder para ordenar el mundo. Ejercía ese poder a través de la fuerza, pero también
mediante la propaganda y la ideología. Manipulaba y procuraba atraerse instituciones
sociales hegemónicas para expresar y potenciar sus valores y su visión del mundo. Resistir
a la dominación imperial exigía no solo afrontar los medios de coerción física, sino también
impugnar los postulados del imperio. Los primeros apocalipsis hicieron precisamente esto10.

Si tenemos en cuenta lo dicho por Portier-Young, son las situaciones de crisis las que
permiten que emerja lo mejor de un pueblo; en este caso, la amenaza real de un imperio tras
otro posibilitó el desarrollo de este modo de pensamiento que, de alguna manera, sembró

10
Portier-Young, Apocalipsis contra Imperio. Teologías de resistencia en el judaísmo antiguo, 24.
motivos de esperanza y resistencia entre los habitantes de judea. Así, de acuerdo con
Hanson 11, los orígenes de la apocalíptica se remontan a uno de los acontecimientos más
traumáticos de la historia antigua de Judea, la invasión babilónica, que en el 587 a.C. condujo
a la destrucción de Jerusalén y su templo y a la deportación a Babilonia de sus habitantes
principales. En tal contexto, tienen lugar las primeras expresiones de apocalíptica en los
grandes escritos profeticos, Isaías (24-27, llamado, por su extensión, el “gran apocalipsis”; y
34-35, o “pequeño apocalipsis”) y Ezequiel (38-39). Aquí encontraremos motivos teológicos
claves que serán desarrollados por los apocalipsis posteriores tales como “el día del Señor”,
“el hijo de ser humano”, y la idea de la restauración de Israel acompañada por el juicio de las
naciones opresoras en medio de convulsiones cósmicas.

Debido a la destrucción del Templo, y a pesar de que este es construido de nuevo en el


periodo persa, el hecho de que el arca de la Alianza (razón de ser del templo) se encuentre
desaparecida, ocasionará que el pueblo empiece a creer que el espíritu profético se ha alejado
de Israel, lo que significará la progresiva desaparición de los movimientos proféticos. Para
Hanson, esta “muerte” de la profecía marcará la llegada de “su hija”, la apocalíptica. No
obstante, estas circunstancias causarán que aquella sea vista bajo sospecha (como “hija no
reconocida) por las autoridades religiosas judías y finalmente quede excluida del canon por
parte de las tradiciones rabínicas posteriores a la destrucción del segundo templo.

Hacia el siglo II a.C., “el primer acontecimiento que inaugura el esplendor de la apocalíptica
judía es la persecución contra los judíos llevada a cabo por Antíoco IV Epifanes (168-165
a.C). Una nueva invasión, en este caso proveniente de los seléucidas, despertó la memoria de
Israel y le hizo recordar lo padecido en Babilonia”12. Dicha “ocupación dio inicio a un duro

11
Hanson, The Dawn of Apocalyptic. The Historical and Sociological Roots of Jewish Apocalyptic Eschatology.
12
Rojas, Qué se sabe de… Los símbolos del Apocalipsis, 58.
periodo de persecución de la fe y de las prácticas judías”13. Si bien la revuelta macabea
supuso una reacción armada como respuesta a la persecución, la apocalíptica, como
resistencia activa no violenta, también tuvo su expresión a través del libro de Daniel, el Libro
de los Jubileos, una primera redacción del Testamento de Moisés y la escritura de los
capítulos 83-90 del Primer Libro de Henoc.

El triunfo de los Macabeos, sin embargo, no significó el restablecimiento esperado de la


soberanía política y religiosa para Israel, debido a que los Macabeos, en lugar de entregar el
poder político y religioso a sus legítimos detentores (la dinastía davídica y la dinastía
levítica), lo usurparon y retuvieron llegando a conformar la dinastía de los asmoneos. No
obstante, para el año 63 a.C. “entre los hermanos asmoneos Aristóbulo e Hircano II (…)
surgió un altercado por el trono y esta disputa derivó en una cruenta guerra civil. Entonces,
los fariseos (…) llamaron al general romano Pompeyo para solventar los enfrentamientos
locales sobre el trono”14. Como consecuencia, Pompeyo llegó a Judea no solo para poner
orden en el enfrentamiento entre hermanos, sino que irrumpió como conquistador para asumir
el control de la región, dando origen así a la época romana en la historia del antiguo Israel.
Para esta época tenemos expresiones de apocalíptica tales como Los Salmos de Salomón, los
capítulos 37 a 71 del Libro primero de Henoc y una revisión actualizada a las circunstancias
del Testamento de Moisés.

Los últimos desarrollos de la apocalíptica judía tendrán lugar en el marco de la destrucción


del segundo templo, en el año 70 d.C., cuando, en repuesta a la revuelta Zelota, los romanos
asedian Jerusalén y la destruyen, masacrando a una buena parte de la población. Aquí se
escribirán 2 y 3 ApBaruc, el libro IV de Esdras y el Testamento de Abraham. De esta manera,
la apocalíptica se consolida como una escritura en tiempos de crisis, que busca dar sentido

13
Ibid.
14
Ibid., 60.
teológico a los acontecimientos, y que no se conforma con que la destrucción tenga la última
palabra de la historia. Es una forma de supervivencia y resistencia crítica frente a los
poderosos y opresores en medio de la adversidad.

4. La apocalíptica en el Nuevo Testamento


Es innegable que el mundo del Nuevo Testamento, no sólo el último libro del canon, está
impregnado del pensamiento apocalíptico. El mismo ministerio de Jesús y su anuncio de la
llegada del Reinado de Dios que derrota los poderes satánicos a través de acciones concretas
como los exorcismos o las curaciones milagrosas, es una clara muestra de la influencia de
dicho pensamiento. Ahora, como bien advierte Rojas,
Conviene precisar que existe una notable diferencia entre la literatura apocalíptica cristiana
y la apocalíptica judía. En la apocalíptica cristiana la espera del desenlace de la historia y
del nuevo mundo de Dios está sostenida en la certeza de que todo ello ha tenido ya lugar,
en una realización anticipada, en la muerte y resurrección del Señor Jesús15.

Teniendo en cuenta este principio hermenéutico fundamental, procederemos a enunciar


algunos textos marcadamente apocalípticos del Nuevo Testamento en los que se registran
varias de las características formales y de contenido abordadas en el numeral inicial. En
primer lugar, por su carácter más antiguo, y por la influencia que ejerció en el pensamiento
cristiano posterior, debemos referirnos a tres textos de tradición paulina, dos de carácter
epigráfico (1Tes y Gal) y uno pseudo-epigráfico (2Tes).

 1Tes 4,13-18
La carta data de los años 50-51; por tanto, se trata del más antiguo documento del N.T. (…).
El pasaje que nos ocupa pertenece a un conjunto dedicado a la parusía (4,13-18) y a la
actitud que hay que adoptar en su espera (5,1-11). Se trata de consolar a la joven comunidad
enfrentada a la muere de sus hermanos. Pablo trata la “resurrección de los muertos” y el
“Día del Señor” como una parte de la exhortación. Este pasaje no es en principio una
enseñanza sobre las representaciones materiales y las modalidades prácticas de la parusía,
sino una exhortación para reconfortar a creyentes sombríos. El lenguaje apocalíptico está al

15
Ibid., 85.
servicio de la pastoral.

En estos versículos Pablo utiliza la forma apocalíptica para describir el acontecimiento por
el cual, en su opinión, la salvación escatológica debe manifestarse con poder: señal dada,
voz del arcángel, sonido de la trompeta, descenso del cielo, resurrección de los muertos y
encuentro en el aire. La cosmología que subyace es corriente en la época: cielo, tierra, seol
(donde residen los muertos) y “aire”, región intermedia. Los protagonistas de la acción
pueden ser distribuidos en estos diferentes lugares: Dios y el arcángel, en el cielo; el
“nosotros” paulino, los tesalonicenses y los “otros”, en la tierra; Jesús, en el lugar
intermedio que constituye el aire (…). Aquí tenemos una utilización del lenguaje
apocalíptico de manera no especulativa. La que domina es la dimensión consoladora. (…).
Pablo dispone de este lenguaje de su ambiente de origen (fariseo), que tiene en común con
sus oyentes. Es la representación del mundo con la que vive. Pero esta representación, en
cuanto tal, apenas le interesa: la dimensión exhortativa es lo primero (…). Por tanto, no es
el marco formal apocalíptico lo que constituye el esqueleto de las convicciones paulinas y
puede fundamentar la exhortación, sino la convicción de la comunión con Cristo en la fe16.

De acuerdo con Rojas,


Los estudiosos han percibido cierta correlación entre el carácter apocalíptico de la
comunidad tesalonicense y el fenómeno de los movimientos milenaristas. Desde el punto
de vista de la antropología cultural, son cinco los factores que dibujan la fisonomía de los
fenómenos milenaristas: a) la salvación inminente, b) la transformación del orden social
presente, c) la liberación de energía emocional, d) la brevedad de la existencia del
movimiento, y e) el carácter central del rol de un leader mesiánico, profético o carismático
(…). [Así,] la comunidad de elegidos, preservada de la ira venidera, contempla cómo el
resto de la humanidad se obstina en someterse a la estructura dominante, capitaneada por
Satanás, que impide a Pablo encontrarse con los creyentes (1Tes 2,18) y que tienta la fe de
la comunidad (1Tes 3,5)17.

 2 Tes 2,1-12
El autor [que no es Pablo] comienza por advertir a sus oyentes: no deben dejarse influir por
revelaciones o por una carta que se pretendería que procede de pablo (v.2). Aquí hay que
suponer que los destinatarios históricos de 2 Tes están influidos por maestros que, tomando
como pretexto la enseñanza paulina (por ejemplo 1Tes), desarrollan un entusiasmo
apocalíptico que conduce a graves confusiones: el cese de las actividades diarias para
“echarse al monte”. Para calmar los ánimos, el autor propone un argumento en forma de
“retraso a fuego lento”; en sustancia: “Aún no estamos en el fin, estamos en marcha hacia
el fin”. Este argumento se desarrolla en cuatro etapas:
- Aún no es la parusía porque todavía no se ha manifestado el hombre impío.

16
Cuvilier, Los apocalipsis del Nuevo Testamento, 13-14.
17
Rojas, Qué se sabe de… Los símbolos del Apocalípsis, 87 y 90.
- La razón estriba en que algo o alguien le retiene.
- Cuando se manifieste, entonces Cristo acabará con él.
- Y entonces será el juicio de todos los impíos (…).
Así pues, tenemos un marco apocalíptico (falsamente) especulativo al servicio de una
voluntad de apaciguar los entusiasmos y las desviaciones apocalípticas. De ahí esa llamada
a lo esencial: mantenerse firmes en la fe y, sobre todo, dedicarse a sus ocupaciones (…). En
2Tes se trata de una comunidad que corre el riesgo de una desviación de tipo “sectario”:
afán elitista y separación del mundo; conciencia de ser un resto puro en un mundo impuro.
El autor pide a esta comunidad que permanezca en este mundo18.

 Ga 1,12.16
En opinión de algunos exégetas, está fundamentado afirmar que el marco de pensamiento
de la carta a los Gálatas es proporcionado por la apocalíptica (…). El contenido del
Evangelio es que el Crucificado es el Hijo de Dios (1,15-16). Dios es el sujeto de la
revelación: reveló a Jesucristo como “su Hijo”. El significado de esta revelación de Dios en
Cristo es proporcionado en el discurso programático de 2,14b-21: “Dios salva al hombre no
por el cumplimiento de la ley, sino a través de la fe en (o de) Jesucristo” (…). La
comprensión apocalíptica del mundo ya no está ordenada a la venida gloriosa de Cristo
(como aún es el caso en 1Tes y 1Cor), sino a su muerte. Sin duda permanecen las referencias
al futuro triunfo de Dios (5, 5.24; 6,8), pero el acento recae en la venida de Cristo
manifestada en la cruz: es la cruz la que ha operado la ruptura y provocado la venida del
tiempo nuevo en la existencia del creyente, independientemente de sus cualidades, sus
funciones o sus acciones (…). Así, para Pablo, el núcleo del Evangelio ya no es el regreso
inminente del Señor, sino el acontecimiento de la cruz. Para Pablo, la manifestación
decisiva, escatológica, de Dios es la cruz de Cristo19.

Finalmente, además de los relatos evangélicos que reflejan cierto contenido apocalíptico,
como la predicación de Juan el Bautista (y su anuncio de la llegada inminente de la ira de
Dios, ver Mt 3,1-12; Lc 3,1-18; 7,18-23), o la práctica exorcista de Jesús, la tradición
sinóptica se encuentra marcada por este pensamiento, especialmente en aquellos textos que
traslucen, más que acontecimientos relativos al Jesús histórico, las expectativas escatológicas
de algunas comunidades de la segunda generación cristiana que, debido a los sucesos del año
70 han incrementado de forma entusiasta la creencia en la inminencia de la parusía y del final
de la historia. Este es el caso de los discursos escatológicos de Mc 13; Mt 24-25 y Lc 21. Por

18
Cuvilier, Los apocalipsis del Nuevo Testamento, 15-16.
19
Ibid., 17-18.
razones de extensión, nos detendremos en el caso particular de Marcos.

 Mc 13
El capítulo 13, conocido con el nombre de “apocalipsis sinóptico”, aparece como una
sección aparte en la narración evangélica (…). Por algunos detalles se percibe el fondo
apocalíptico tradicional en los vv. 7, 8, 9 y 12 (persecuciones y calamidades de todo tipo),
en los vv. 14-20 (abominación de la desolación, alusión a Dn 11,31) y, por último, en los
vv. 24-27 (venida del Hijo del hombre). Se trata aquí de temas clásicos de la apocalíptica
judía (…). Marcos escribe justo después del año 70 (muerte de los testigos oculares,
persecución de Nerón, destrucción del Templo) y está enfrentado a un movimiento
apocalíptico entusiasta dentro de las comunidades cristianas. Este movimiento percibe en
la destrucción de Jerusalén y el Templo los signos precursores del retorno de Cristo (…).
Marcos les exhorta a vigilar activamente y a que no abusen de ellos los falsos profetas que
les apartan de su tarea primordial: seguir a Cristo llevando su cruz (Mc 8,34-35)20.

20
Ibid., 18-23.

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