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UNIVERSIDAD VIZCAYA DE LAS AMERICAS ADICCIONES

ADICCIONES
FACILITADOR:
M.P.G Y LIC. EN PSIC. PAVEL GURROLA CARDENAZ
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS ADICCIONES

El uso de diversas drogas tiene una historia ancestral y su conocimiento se


documenta ya en escritos romanos y griegos. La mayor parte se empleó tanto para
producir efectos de bienestar como para el tratamiento de las enfermedades. El
desarrollo de técnicas modernas en la elaboración o en procesos de refinamiento
llevó a la industrialización de varia- dos compuestos y a su consumo masivo por el
ser humano. El abuso de sustancias adictivas no se hizo común sino hasta eras
más recientes; en gran medida debido al tráfico intenso para el consumo en todo el
mundo. Los griegos y los romanos conocían ya sus aspectos benéficos y recurrían
sobre todo al alcohol, dado que el opio, a pesar de conocer sus efectos, sólo lo
aplicaron con fines curativos. Los conceptos de dependencia y abuso no se
acuñaban aún en esa época, y el consumo de cannabis, por ejemplo, sólo fue
propiciado en Asia menor entre los asirios. En la actualidad, el uso, abuso y
dependencia de drogas es un problema de salud pública mundial, y es importante
conocer la historia de las sustancias a las que más se recurre por su efecto en la
sociedad y en las diversas culturas —como el uso de la hoja de coca en los países
andinos—.

OPIÁCEOS

El opio proviene de la planta conocida como Papavera somniferum. Extraído


de la amapola como alcaloide, el opio es una potente sustancia analgésica. Fue
introducido en China y la India por los árabes, y se sabe que los primeros usos (700-
800 d.C.) fueron medicinales, median- te bebidas e infusiones que rápidamente se
propagaron, sobre todo en China, donde fue muy común entre la población (1000
d.C). En la India, por el contrario, fue utilizada como sustancia para producir euforia
o valor entre los soldados en las batallas. Durante los siglos siguientes se extiende
el uso medicinal del opio, pero el llamado “recreacional” aún permanece limitado.

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Aproximadamente en el siglo XVI, en la India, el opio comienza a ser fuente
significativa de ingresos, ya que buena parte de la población lo bebe y lo come en
pequeñas cantidades. Para el siglo XVII su distribución había alcanzado áreas
distantes de su lugar de origen. Thomas Sydenham escribía en esa época: “Entre
los remedios que Dios todopoderoso tuvo el placer de dar al hombre para aliviar sus
sufrimientos, ninguno es tan universal y tan eficaz como el opio”. Este pequeño
fragmento nos hace reflexionar acerca de los efectos que se obtenían cuando se
recurría a él como medicina. Sin embargo, en el siglo XVIII, ya se empiezan a
observar las consecuencias nocivas de la ingesta crónica de opio, aunque también
hay un incremento en sus usos terapéuticos. Las mezclas de opio y tabaco surgen
como parte de la propagación de la sustancia y China empieza a tener problemas
serios por su uso indiscriminado.

Hacia 1770 aparece en la literatura una obra denominada “The Mysteries of


Opium Reveal’d”, en la que John Jones declara que el opio tiene la cualidad de curar
los síntomas de muchas enfermedades. Esta publicación favoreció el aumento de
su producción y su introducción en diversos países de manera devastadora,
principalmente en la India, donde el gobierno británico recaudó mucho dinero. Lo
mismo se intentó hacer en el imperio chino sin obtener respuesta por parte de éste,
lo que propició una separación entre los dos gobiernos; no obstante, para finales
del siglo XVIII el opio inhalado ganó terreno en Pekín.

A principios del siglo XIX se logra aislar la morfina, principal alcaloide del
opio. En ese tiempo el gran escritor inglés Thomas de Quincey escribe “Confessions
of an English Opium Eater”, con el que se inician los enfoques producidos por la
adicción al opio. Surgen entonces sustancias como el láudano, el elíxir paregórico
y otro tipo de preparaciones cuya base principal era el opio. Los esfuerzos del
gobierno británico por difundir el consumo de opio en China terminan en una
declaración de guerra entre los dos países y en una política por parte del gobierno
chino que incluía una campaña contra el empleo de los derivados del opio, clausura
de centros de consumo y pena de muerte para quien fuese encontrado culpable de
posesión o consumo. A mediados del XIX las consecuencias nefastas del uso

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indiscriminado de los opiáceos comienza a ser notado por los gobiernos británico y
estadunidense debido a los siguientes hechos:

• Surgimiento de la morfina.

• Desarrollo de jeringas hipodérmicas, con lo que la introducción directa en la


circulación sanguínea se hace posible.

• Incremento en la prescripción y producción en masa de derivados del opio.

• Introducción del uso del opio inhalado.

• Aumento en el consumo de cocaína.

• Avances en la identificación y efectos de la droga y en el conocimiento de


los fenómenos de habituación.

• Reforma moral establecida por el gobierno estadunidense.

• Problemas originados por el uso de opio en Filipinas.

• Descubrimiento de otros analgésicos y anestésicos no relacionados con el


opio.

• Atención generada por el debate sobre la fabricación y distribución


generalizada del opio.

Para el año 1874 se logra sintetizar la heroína y, erróneamente, se le


considera como el más potente analgésico hasta ese momento, pero menos
peligroso y adictivo en comparación con la morfina. Su uso se propaga con gran
rapidez, convirtiéndose en uno de los principales problemas que enfrentó el
gobierno estadunidense durante la Guerra de Vietnam.

En la actualidad el uso de opiáceos tiene una extensión importante en todo


el mundo. El desarrollo farmacológico e industrial ha permitido nuevos derivados
sintéticos que tienen los mismos efectos que el opio. El descubrimiento en las

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últimas décadas de los receptores cerebrales —a través de los cuales ejercen su
acción estas sustancias—, permite conocer la actividad agonista, antagonista o
mixta de los diversos compuestos. La adicción a opiáceos es una de las más
temibles a las que se enfrenta la sociedad en todos los estratos socioeconómicos.
Los efectos de placer o recompensa que producen son los que hacen entrar al
consumidor en un círculo en el que la adicción es el principal regidor. La lucha contra
su uso no es nueva; sin embargo, los esfuerzos conjuntos de diferentes gobiernos
hacen que la guerra contra el opio sea declarada como una de las más importantes
a la cual se haya enfrentado el hombre.

ALCOHOL

Una de las sustancias de abuso más antiguas es el alcohol. Los prime- ros
datos que se conocen los registraron griegos y romanos, quienes verdaderamente
sufrieron las consecuencias de su consumo exagerado. Durante el primer milenio
de esta era no había técnicas de destilación que hicieran posible obtener un
derivado más puro del alcohol. Hacia el año 1250 d.C. dichas técnicas comienzan
a ser conocidas en Europa, con lo que se obtienen bebidas más puras y potentes
en relación con su contenido de alcohol. Sin embargo, su alto costo hizo que sólo
se utilizaran con fines medicinales, lo que le ganó el nombre de “aqua vitae”, “agua
de la vida”. Durante los siguientes siglos, las mejoras en las técnicas de destilación
permitieron la elaboración de otras bebidas, y es en Inglaterra donde inicialmente
se observan los efectos relacionados con su uso excesivo. Las primeras menciones
referentes al alto consumo de alcohol considerado como un crimen se atribuyen a
Isabel de Inglaterra, de quien se cree que también abusaba de bebidas destiladas.
Su empleo frecuente en Inglaterra y Estados Unidos trajo aparejada la proliferación
de las tabernas, lo que repercutió grandemente en los índices de mortalidad y
violencia. La aparición de la ginebra tuvo gran repercusión en la sociedad inglesa.
Debido a su alto contenido de alcohol, las borracheras eran más frecuentes y

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prolongadas, lo que ocasionaba problemas serios en las comunidades. La lucha en
contra de esta bebida en especial no fue ganada por el gobierno.

Para el siglo XVIII hacen su aparición nuevos destilados, como el ron y el


whisky. Estas bebidas, obtenidas de fuentes diferentes a las del vino, generaron un
fuerte impacto entre los consumidores, y su distribución por los gobiernos mercantes
permitió su propagación en poco tiempo.

Las leyes contra el uso de bebidas alcohólicas se emitieron en diversos


países, como Finlandia, Estados Unidos e Inglaterra. La más importante, fue la
impuesta por el gobierno estadunidense durante el periodo de la ley seca, tiempo
durante el cual el tráfico ilegal de alcohol se intensificó, la violencia aumentó sus
índices, y el uso de otras sustancias, como los derivados opiáceos, se hizo más
evidente.

Desde los tiempos de griegos y romanos el alcoholismo ha sido un problema


de salud pública. Hoy en día es el de mayor importancia en todo el mundo. El uso
indiscriminado de bebidas alcohólicas y el consumo desde edades tempranas, en
conjunto con otras sustancias adictivas, representa un verdadero problema social.
En los últimos años el conocimiento de los cambios en los neurotransmisores
relacionados con la ingesta aguda y crónica del alcohol se ha profundizado. Las
manifestaciones del síndrome de abstinencia y de avidez que origina la supresión
de su consumo hacen que los tratamientos encaminados a su alivio sean de vital
importancia. El alcohol es una droga impura (estimula receptores múltiples), por lo
que no existe un tratamiento específico para su adicción. Sin embargo, el bloqueo
de receptores que participan en los mecanismos de recompensa es el
procedimiento que más promete hoy en día. Se requiere de más ensayos para
observar los cambios en esta adicción tan antigua como la civilización.

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COCAÍNA

Desde el imperio inca (1200-1553 d.C.) el uso de las hojas de coca


masticadas era parte de los rituales religiosos y sociales. Los efectos euforizantes
producidos por su ingesta eran vistos como un regalo de su dios el Sol. Con la
conquista española y la destrucción del imperio por Pizarro, estas costumbres
pierden su sentido y su uso común se propaga a las clases inferiores. La
introducción a Europa de la coca se le atribuye a Nicolás Monardes hacia el año de
1580; sin embargo, las hojas traídas por este no generaron los síntomas deseados,
posiblemente por que perdían parte de su efecto durante el traslado en los medios
de transporte de ese tiempo. Durante los siguientes siglos el uso de la coca no
ejerció gran influencia en las comunidades, excepto en los países andinos, donde
la seguían utilizando. Para 1859 se aísla el principal alcaloide de la coca y se le da
el nombre de cocaína. A partir de entonces se empieza a incrementar su consumo
debido a los efectos que tiene sobre la fatiga y a su poder para mejorar la fuerza,
elevar el espíritu y aumentar el deseo y la potencia sexual, según lo expresado por
el doctor Pablo Mantegazzo. En 1863 se fabrica una mezcla de vino y cocaína
conocida como Vin Mariani, que tiene un gran éxito por sus efectos, al grado de que
el papa León XIII otorga un reconocimiento a su creador. Entre 1884 y 1887, un
consumidor afamado de nuestra época, Sigmund Freud, describe una de las
principales reacciones del uso de la cocaína: es una “droga mágica” y podría
utilizarse en medicina, principalmente como anestésico local y para el tratamiento
de la adicción a los opiáceos. Esta teoría es avalada por Carl Koller para su uso en
la cirugía ocular, pero otras personalidades lo reprueban y se refieren a la cocaína
como más peligrosa y adictiva que la heroína. En Estados Unidos su uso con fines
médicos fue común, y regularmente se incluía en diversos tónicos y bebidas, entre
ellas la Coca-Cola. Sin embargo, la rápida propagación permitió conocer sus efectos
adictivos, por lo que se comenzó a legislar contra su utilización.

A inicios del siglo XX la presión ejercida por gran parte de la población y por
las leyes federales hace que la cocaína desaparezca de las fórmulas de las bebidas
y que los opiáceos dejen de venderse libremente. Para 1901 la Coca-Cola

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abandona la cocaína como elemento en su fabricación. En los siguientes años sólo
se detecta entre la gente de escasos recursos, los delincuentes y los marginados.

Durante las siguientes décadas, el tráfico y uso de la cocaína se extiende a


todo el mundo y pasa a ser una de las principales drogas de consumo en todos los
estratos socioeconómicos. El abuso de esta sustancia ha generado grandes
ganancias a productores, traficantes, vendedores y distribuidores. Su consumo se
inicia cada vez a menor edad y muchas acciones de violencia y muerte están
relacionadas con su uso. El cerebro no tiene receptores específicos para la cocaína
y su acción la ejerce a través de la liberación excesiva y rápida de
neurotransmisores como la dopamina y la noradrenalina. Esta liberación se produce
por un intenso y rápido bloqueo de la recaptura de estos neurotransmisores debido
a la inhibición del transportador de dopamina. Los desarrollos en la investigación
para el manejo de la adicción a la cocaína y sus derivados han sido una prioridad
en el siglo pasado y en los inicios del presente.

TABACO

Nicotiana tabacum es el nombre científico de la planta del tabaco. Originaria


del continente americano, se esparció por todo el mundo a partir del descubrimiento
de la nueva tierra por Colón. Su introducción en Europa fue en los inicios como
planta medicinal y con este propósito fue enviada a la corte francesa por Jean Nicot
(de aquí el nombre de nicotina). A Inglaterra llegó en 1565, pero su uso como
inhalable se pro- pagó a partir de que sir Walter Raleigh (1570) lo fumara en la corte
inglesa. A finales del siglo XVI los usos del tabaco eran prácticamente medicinales
y Nicolás Monardes escribe en su libro Plantas del Nuevo Mundo un capítulo
dedicado exclusivamente a los remedios elaborados con esta planta, lo que le ganó
el nombre de herba panacea. El consumo del tabaco con estos fines se extiende a
diversos países a través de los comercios marítimos, pero su uso inhalable no era
tan importante. Así, se tienen datos de su utilización en China, Italia, Inglaterra,
Japón y Turquía entre otros. En el siglo XVII se inicia su cultivo y la forma inhalable

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de consumo. Es utilizado en contra de la malaria, el resfriado y el cólera, y en
Inglaterra se fuma como medida contra la plaga. Durante este siglo el empleo de
tabaco varía según los diferentes países; en Inglaterra se trata de impedirlo porque
le encuentran más efectos placenteros que curativos. La imposición de altas tasas
de impuestos frena el consumo. En Japón, Francia, Italia y Rusia es importante, y
en Turquía su uso inicial rápidamente es abatido por el Corán. En algunas
comunidades italianas se establecen los primeros monopolios en la fabricación de
tabaco. Se revocan leyes contra su prohibición en China, y en otras partes se emiten
leyes prohibiendo su uso y castigando a los infractores con la pena de muerte, como
en Rusia. Los cambios en los siguientes siglos fueron paulatinos, y no fue sino hasta
finales del siglo XIX, cuando la mercadotecnia, basada en una propaganda masiva,
propicia el consumo de tabaco y genera gran cantidad de adictos. En el siglo XX
esta gran estrategia ha- ce que surjan leyes prohibitivas en cuanto a su consumo,
aunque tienen pocas repercusiones en cuanto a las ventas generadas. Desde la
centuria pasada se conocen las alteraciones relacionadas con el uso crónico del
tabaco y su relación con la capacidad de generar enfermedades pulmonares y
cáncer. Sin embargo, la nicotina, principal sustancia contenida en el tabaco, también
estimula receptores nicotínicos de ciertas áreas cerebrales que tienen que ver con
los procesos de atención y aprendizaje y, por ende, de la memoria. Los mecanismos
de adicción son plenamente entendidos y las acciones sobre el sistema nervioso
central han permitido en la actualidad contar con medicamentos que bloquean
específicamente este tipo de receptores. A pesar de los años y de las prohibiciones
a las que el tabaco se ha enfrentado, hoy en día es una de las adicciones más
importantes de la humanidad.

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MARIHUANA

El origen de la palabra marihuana se desconoce, aunque existen dos


versiones acerca de sus raíces: la variante mexicana la deriva de “María Juana”, y
la otra, de origen portugués, de “mariguano” que significa “intoxicado”. Es una de
las plantas de la que mayor tiempo ha usado y abusado la humanidad.

Proviene del Cannabis species, del que existen muchas variedades


distribuidas en todo el mundo. A partir del cannabis se han producido dos grandes
derivados: la marihuana propiamente dicha y el hachís, que se obtiene como resina.
El empleo del cannabis se conoce desde aproximadamente 3000 años a.C. Los
chinos la utilizaban como complemento alimenticio, y durante los siguientes siglos
el cáñamo fue utilizado para la elaboración de textiles y finas prendas.

La aplicación del cannabis con propósitos medicinales apareció por primera


vez en la farmacopea china alrededor del año 2727 a.C. Desde esa fecha y hasta
la actualidad se han realizado numerosos trabajos que describen sus efectos en el
tratamiento de diversos padecimientos. Sus propiedades curativas se reseñan en
los textos sagrados hindúes del Atharvaveda, en los que se le considera como
hierba sagrada y es usado en los rituales dedicados al dios Shiva.

Entre los años 700 y 600 a.C., la marihuana se consideraba como un buen
narcótico, y así fue registrado en los textos persas del zoroastrismo Zend-Avesta.
En los siguientes siglos los escitas asocian el cannabis con la muerte y entierran a
sus muertos con bolsas de cuero y semillas de la planta. Este ritual fue descubierto
en una tumba a finales de 1940 en las montañas de Tien Shan (actualmente
Kazajistán). Por esas mismas fechas llegó a Europa, donde se propagó su uso en
los siguientes siglos a través de toda la región.

Para el año 430 a.C. Herodoto hace descripciones de su uso recreativo y


ritual entre los escitas, y en el año 100 a.C. sus propiedades psicotrópicas
reaparecen en los textos de herbolaria china. Durante los dos primeros siglos de la
era cristiana el cannabis fue utilizado en Roma como medicamento. Galeno hacía

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alusión a su efecto psicoactivo, y lo utiliza como parte del arsenal farmacológico de
esa era.

En los siglos siguientes y hasta el año 1000, el uso del cannabis y del hachís
se difundió por Europa y Asia, y su consumo se incrementó a tal punto que los
sabios debatían acerca de los beneficios y perjuicios que la planta podía ocasionar.
Hasta esa fecha el cannabis y el hachís se comían.

Los efectos tóxicos que produce el hachís son descritos en Persia, lugar
donde se decía que Hasan Ibn al-Sabbah, el Viejo de la montaña, reclutaba a sus
seguidores para cometer delitos, relato que años más tarde recogió Marco Polo
durante sus viajes por la región.

A Egipto llegó el cannabis durante el siglo XII y rápidamente se extendió entre


la población. Cuando las fuerzas napoleónicas (1798) invadieron este país,
Napoleón Bonaparte descubrió el uso indiscriminado que se hacía del hachís, por
lo que prohibió su uso; lamentablemente gran parte de sus tropas regresaron a
Francia con este hábito. Diversas adicciones surgen por toda Europa y Asia: alcohol,
opio y hachís son las principales sustancias utilizadas, y el tema sirve para que
Mohammed ebn Soleiman escriba el poema épico Benk u Bode (mediados del siglo
XVI), en el que narra alegóricamente la batalla entre el vino y el hachís. Desde el
siglo XII el hachís fumado pasó a ser la forma más frecuente en que se empleaba.
Con el paso del tiempo se iniciaron los lugares destinados a su consumo, como
ciertos clubes en Francia, donde se fumaba o comía. Asimismo, a partir de esas
fechas la propagación del cannabis fue impresionante y logró llegar a toda Asia,
Europa y África. Su aparición en América data de 1840, aunque es posible que se
conociera desde antes, debido a los intensos viajes que ya se realizaban entre
ambos continentes, y a la gran variedad de cannabis que hay en todo el mundo. El
gobierno británico le impone impuestos dentro de sus territorios en la India. Sin
embargo, el comercio clandestino prospera y no se impide su comercialización ni su
importación en grandes cantidades, por lo que a inicios del siglo XX el hachís
fumado se populariza en todo el Oriente Medio. Gran Bretaña prohíbe su uso
definitivamente en 1926. Las leyes que penalizaban su uso recreativo habían sido

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emitidas en Estados Unidos en los años previos y, para 1937, el cannabis es
considerado federalmente ilegal en ese país.

En el transcurso del siglo XX las enormes producciones de hachís en Líbano,


Grecia y Marruecos invaden toda Europa. La de Afganistán se destaca y su calidad
compite fuertemente con la de otros lugares, considerándose hoy en día como una
de las variedades más potentes.

El compuesto principal del cannabis es el tetrahidrocanabinol. Los receptores


cerebrales de estas sustancias son identificados y surgen nuevas alternativas que
llevan al principio médico de mejorar algunas enfermedades. El dronabinol,
compuesto sintético con propiedades de tipo canabinoide, se utiliza con fines
médicos, pero la Drug Enforcement Administration lo coloca en la clase II:
sustancias con potencial para generar adicción entre los consumidores. Sin duda
es una de las drogas ancestrales a la que más se ha recurrido durante generaciones
con di- versos fines. El empleo de marihuana y hachís es hoy una de las tragedias
que padece el ser humano en su historia. Los grupos dedicados a defender sus
propiedades médicas luchan con el único fin de conseguir su uso legal,
argumentando que es útil para el tratamiento de enfermedades, como el cáncer y el
glaucoma, y ciertos síntomas, como la náusea y la falta de apetito, entre otras. Sin
embargo, no hay evidencia que lo demuestre claramente y, por el momento, sigue
considerándose como sustancia ilegal que debe continuar bajo control.

ALUCINÓGENOS

Los alucinógenos, también conocidos como drogas de los visionarios, son


diversos compuestos que comparten propiedades similares de acción. El efecto que
producen sobre el sistema serotoninérgico es el principio de su acción y las
alucinaciones sus manifestaciones clínicas.

Los alucinógenos, como la psilocibina (contenida en algunos hongos), la


mezcalina (presente en cactus como el peyote), el LSD (dietilamida del ácido

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lisérgico, un compuesto sintético) y el MDMA (metilendioximetanfetamina o éxtasis;
droga de diseño), son los principales representantes de este tipo de drogas.

Desde el año 1000 al 500 a.C. los pueblos de Sudamérica edificaban templos
y hacían esculturas dedicadas a los diversos dioses de los hongos. En la cultura
mixteca, Piltzintecuhtli era el principal de siete dioses que también recibían
veneración como divinidades vegetales. Entre los aztecas se le rendía culto a
Xochipilli, considerada la diosa de las flores, mediante una variedad de plantas,
entre las que se encontraban el tabaco y los hongos. Su uso permitía a los
chamanes entrar en trances alucinatorios como parte de los rituales de
comunicación con los dioses. A su llegada a América, los europeos tuvieron acceso
a los hongos de manera secreta, pero los efectos que provocaban hicieron que
rápidamente se prohibiera su uso. Durante esta época también se decía que el
peyote era consumido desde aproximadamente el año 300 a.C.

Las propiedades alucinatorias de las sustancias contenidas en estas plantas


se mantuvieron en las culturas prehispánicas como parte de los rituales en que
participaban los chamanes. Los efectos duraderos en algunos de ellos permitían
concentrar las fuerzas de la naturaleza como un regalo de los dioses. La llegada de
los españoles disminuyó el consumo con la imposición del cristianismo y la
disminución de los ritos en honor de los antiguos dioses. Sin embargo, en la
actualidad quedan pequeñas comunidades indígenas cuyas fiestas giran en torno
al consumo de peyote, como los huicholes de Nayarit.

El interés en las propiedades del peyote llevó, en el año de 1897, a que el


químico alemán Arthur Heffter aislara la mescalina, y que en 1919 fuera sintetizada
en un laboratorio por Ernst Spath, lo que permitió conocer más acerca de sus
características, información que publicó en Der Meskalinrausch (The mescaline
High). Estos conocimientos fueron explotados por los alemanes durante la segunda
Guerra Mundial y existen registros de su aplicación en los campos de concentración
nazis.

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En 1912, Merck sintetiza la molécula denominada MDMA. En 1914 la patenta
y luego queda en la oscuridad durante los siguientes años.

En forma paralela, en 1938, el interés respecto a los hongos crece y permite


que Schultes y Reko viajen a México y recolecten diversidad de especies que son
llevadas a la Universidad de Harvard para su estudio. En Suiza, Albert Hofmann
sintetiza el LSD-25 como un estimulante sanguíneo, quedando su investigación
frenada en los siguientes años y reanudándose en 1943, cuando de manera
accidental ingiere una pequeña dosis del compuesto y sufre sus poderes
alucinatorios.

Los estudios clínicos sobre la mezcalina tienen su lugar en la historia. En el


año de 1947 la armada de Estados Unidos inicia sus investigaciones bajo los
auspicios del “Project Chatter” y se publica el primer artículo sobre los efectos
mentales producidos por el LSD. Estos estudios fueron realizados por Werner Stoll.
En 1949, el doctor Max Rinkel lleva el LSD a Estados Unidos para iniciar las
investigaciones en la ciudad de Boston, dando paso a que se publiquen cientos de
trabajos en el siguiente año acerca de las cualidades y experiencias sobre su uso.
En 1952 el doctor Humphrey Osmond, trabajando con alucinógenos en el hospital
de Saskatchewan (Canadá), reconoce la similitud entre la molécula de la mezcalina
y la de la adrenalina. Al año siguiente, el gran novelista inglés Aldous Huxley ingiere
por primera vez la mezcalina bajo la supervisión y cuidado del doctor Osmond y
luego escribe sus experiencias con el título The Doors of Perception (1953).

Hacia 1951 la CIA comienza a mostrar interés en el LSD pensando que


podría ser utilizado por los servicios secretos enemigos con la finalidad de producir
ansiedad y terror indistinguibles de la psicosis.

En 1953 el Centro de Química de la Armada de Estados Unidos inicia las


pruebas sobre la toxicidad producida por el MDMA en ratones, monos y perros y,
en ese mismo año, Charles Savage publica los primeros resultados relacionados
con el LSD en el tratamiento de la depresión. Aldous Huxley toma por primera vez
LSD y publica un trabajo que denomina Heaven and Hell.

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También en ese año, el conocimiento acerca de los hongos se incrementó y
R. Ordon Wasson (banquero internacional y micólogo aficionado) viajó a Huautla de
Jiménez, en el estado de Oaxaca, a pasar una noche en compañía de uno de los
personajes más importantes de la cultura mexicana de los hongos: María Sabina.
Chamán, gran conoce- dora de las propiedades alucinatorias de diversos hongos,
se hizo famosa por este aspecto. Dentro de la cultura mazateca ella era respetada
y venerada como la persona que dirigía los caminos de su comunidad. Lo que se
sabía de la actividad psicoactiva de los hongos permitió que Wasson los mostrara
a la luz pública a través de la revista Life en 1957. Para 1960 se concentran ya gran
cantidad de conocimientos históricos sobre estos alucinógenos; Timothy Leary
establece en la Universidad de Harvard el conocido proyecto de investigación
psicodélica y, a la vez, Sandoz sintetiza la psilocibina. En ese año, Albert Hofmann
realiza un viaje a la ciudad de Huautla para compartir con María Sabina la psilocibina
sintética.

La década de 1960 trae hechos importantes en la difusión de este tipo de


drogas. En 1963 el LSD aparece en las calles y se difunde rápidamente; en 1967
surgen los primeros cargamentos secretos de MDMA sintetizado y se inicia la
prohibición del LSD y la psilocibina, mientras que en la década de 1970 son
declaradas ilegales la mezcalina y el MDMA.

finales de los años setenta, Albert Hofmann escribe el libro titulado LSD: My
Problem Child, donde relata los problemas relacionados con este alucinógeno.

En las dos últimas décadas los alucinógenos siguen presentes; el más


utilizado por los jóvenes en la actualidad es el MDMA, también conocido como
éxtasis. Tienen múltiples presentaciones y la calidad es variable, lo que las hace
drogas de alto riesgo para quienes la consumen debido a sus impurezas.

Hoy en día el uso de hongos y mezcalina persiste en ciertas comunidades


rurales o indígenas como parte de su cultura.

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En conclusión, podemos decir que lo que se consideró un regalo de los
dioses es en verdad un regalo del demonio.

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Perspectiva cultural de la adicción

Ante el problema que las múltiples y diferentes adicciones plantean a la


sociedad moderna, sobre lo cual existe una gran variedad de lecturas, destaco la
falta de literatura sobre el contexto cultural -en el sentido antropológico del término-
en el cual la adicción se inscribe. En efecto, son pocos los autores que han
contextualizado el problema de las adicciones (comúnmente conocidas como
toxicomanías y drogodependencias). A pesar de que algunos autores como Oriol
Romaní (1997) y Markez et al. (1989) han subrayado el carácter arbitrario y social
de la droga como problema, es decir, por qué a algunos productos se les cataloga
como droga y a otros no, el problema de las adicciones sigue siendo entendido
como un problema fundamentalmente individual. A ello Francisco Garrido responde
de la siguiente manera:

«la definición de droga es una definición estructural de cualquier ontología


moderna, capitalista. Detrás de esta definición se esconde, como detrás del
estereotipo de la droga, la fascinación esencial de los tiempos modernos, la
fascinación por el fetichismo de la mercancía» (Garrido 1999).

Más allá del individuo aislado de su contexto, algunos autores (Charro 1995;
Arias et al. 1990) han intentado cercar a la familia del adicto, intentado explicar cómo
dicha problemática se inscribe dentro del contexto familiar. Dentro de esta misma
perspectiva, que podríamos llamar social, también están incluidos aquellos estudios
que hablan del entorno social, especialmente el de los amigos y de la influencia que
éstos ejercen.

Poco se ha dicho sobre el contexto cultural -y social- más amplio. Dentro de


esta perspectiva culturalista del fenómeno adictivo, podemos distinguir dos
corrientes, que de alguna manera se solapan. Una, que hace referencia a los
propios valores que la sociedad promociona. Destacamos, dentro de esta
perspectiva, el libro de Anne Wilson Schaef (1987) When society becomes an addict
(Cuando la sociedad deviene una adicta). Esta autora no solamente incide en las
adicciones como un problema común en nuestra cultura (moderna) sino que va más

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allá afirmando que el sistema en el cual estamos inmersos es adictivo: «un sistema
adictivo es un sistema que llama hacia los comportamientos adictivos» (Schaef
1987: 25). Hanna Arendt (1961) nos describe perfectamente este ciclo adictivo
cultural de la sociedad moderna protagonizado por el homo laborans. La
modernidad ha convertido el trabajo-consumición en la actividad principal,
asimilándola al proceso vital cuya característica principal es su continuidad. El
proceso laboral cimentado sobre la consumición se asemeja al metabolismo
biológico. La perpetuidad del proceso laboral está garantizada por el retorno
perpetuo de las necesidades de consumir. En otras palabras, es un continuo llenar
y vaciar lo que domina al ser moderno, apareciendo como un ser esclavo, recluido
en la domesticidad laboral y consumista. Este proceso es devorador, en el sentido
de remplazar, cada vez más deprisa, todo aquello que está en el mundo. Vivimos
inmersos en «una sociedad de consumidores» (Arendt 1961: 176), consecuencia
de la emancipación de la actividad laboral de su esfera privada y doméstica. La vida
moderna gira entorno al trabajo y la consumición, dos estadios de un mismo proceso
basado en las 'necesidades' nunca satisfechas. En este sentido, estamos inmersos,
por así decirlo, en una cultura de la adicción.

La otra perspectiva, concierne los valores que la propia sociedad vehicula


hacia el propio proceso de adicción. En este sentido, destacamos el artículo de
Ammon Suissa (1997) "Rituels sauvages" (Rituales salvajes) para quien el
fenómeno adictivo -toxicomanía- no solamente «se inscribe fundamentalmente en
la cultura» (Suissa 1997: 78), sino que además la cultura podría ser uno de los
factores que favorece la adicción: «Uno de los factores culturales que contribuye
justamente al aumento de la tasa de alcoholismo podría ser, paradójicamente, la
concepción misma del alcoholismo como una enfermedad» (Suissa 1997: 83). En
esta misma línea Stanton Peele (1984) muestra cómo el contexto cultural -valores
y creencias- puede condicionar el consumo de alcohol, ya sea favoreciendo su
adicción o disuadiéndola, como es el caso de la cultura judía.

Este artículo pretende ahondar en nuestro contexto cultural moderno,


poniendo de relieve algunos de los condicionantes más importantes, intentando

17
Elect
avanzar hacia los orígenes de este problema de las adicciones. Las consecuencias
que de ello puedan derivar conciernen no solo la 'rehabilitación' sino la prevención.
Así, si la adicción ha devenido un problema fundamentalmente estructural, para
atajarlo harían falta estrategias que conciernan un cambio cultural y social, en
definitiva, un cambio en el estilo de vida moderno, pues «la realidad de la droga (…)
no puede ser otra que la realidad de su cultura» (Garrido 1999).

El contexto de la modernidad

La llegada de lo social transforma la vida política, heredada de la polis griega,


en la vida social propia de nuestras ciudades modernas. El dominio social se
convierte así en nuestra condición humana; condición social que, para los griegos,
era común a los animales, siendo la política la condición humana por excelencia:
para Aristóteles, la más noble facultad humana era el 'nosotros' (Arendt 1961). La
aparición de lo social es un fenómeno nuevo y coincide con el nacimiento de los
tiempos modernos. El nuevo y moderno dominio social encuentra su forma política
en el Estado-Nación, convirtiendo las comunidades políticas en hogares colectivos,
invirtiendo todo el orden 'social' hasta entonces existente. Esta inversión de órdenes
genera, a su vez, una inversión importante de los valores culturales. Mientras que
en la antigüedad se distinguía claramente entre la vida pública y privada, en la época
moderna, no solamente esta distinción desaparece, sino que además estas dos
esferas van a ser reabsorbidas en la social. De esta manera, la sociedad moderna
transforma las colectividades en sociedades de trabajadores y consumidores. Las
actividades de supervivencia emergen a la esfera de lo público y el trabajo -junto
con su corolario de la consumición- es así elevado al rango de actividad pública por
excelencia, lo que desencadena un crecimiento antinatural de la naturaleza -
superabundancia- (Arendt 1961).

El dominio social de nuestras sociedades occidentales modernas exalta el


progreso de la humanidad, frente a la excelencia exaltada por los griegos,
cambiando así completamente el contenido del dominio público; los hombres son

18
Elect
excelentes en los trabajos ejecutados en público y ello empobrece nuestra actitud
para la acción y la palabra, dominios exiliados a la esfera privada, cuyo reducto
moderno está representado en lo íntimo. La vida es así concebida como un proceso
natural, al igual que el trabajo. Los productos del trabajo, lo mismo que aquellos del
metabolismo humano, no viven lo suficiente en el mundo como para formar parte de
éste. La consumición de productos apenas sobrevive al acto del trabajo. Hay que
consumirlos pues si no perecen: es la era de la consumición. Dicho de otra forma,
todo fruto del trabajo está hecho para ser absorbido, consumido inmediatamente
por el proceso vital y la consumición regenera este proceso vital (Arendt 1961). Es
la inmediatez: «todo, enseguida» (Lipovetsky 1983: 81), aquí y ahora. La necesidad
de subsistir, de supervivencia, subyace al proceso vital que es trabajo y
consumición. Es un proceso devorador (Arendt 1961).

Los productos del trabajo son naturales; las cosas se producen y consumen
siguiendo el movimiento cíclico natural que es perpetuo, pues el final es también el
principio (Arendt 1961). Estamos sumidos en un movimiento continuo en donde no
hay altos, no hay discontinuidades, no hay paradas; como en el segundo principio
de la termodinámica: "la energía ni se crea ni se destruye; sólo se transforma". Este
movimiento continuo deja sumidas a nuestras sociedades modernas en un
sentimiento profundo de vacío (Lipovetsky 1983) que se expresa de múltiples
formas, entre ellas las adicciones.

Hemos hablado de la vacuidad del espacio público cuyo sentido ha sido


reabsorbido en la esfera social, aunque mutado. Ya no hay un espacio que
ensamble a todos: «lo que hace tan difícil de soportar a la sociedad de masas no es
el número de personas, o al menos no de manera fundamental, sino el hecho de
que entre ellas el mundo ha perdido su poder para agruparlas, relacionarlas y
separarlas» (Arendt 1998: 62). La 'res publica' ha sido desvitalizada; no hay
espacios de encuentro. En el hombre moderno existe una indiferencia hacia lo
común. La gente no se interesa por ello; no se siente ni ligada ni separada
(Lipovetsky 1983). Este sentimiento de vacuidad del mundo común intensifica la
consumición. El vacío, en el hombre moderno, sería así esta «ausencia del

19
Elect
sentimiento de participación en la vida común» (Lahabi 1954: 216), esta «ausencia
del sentimiento de contacto con la realidad» (Lahabi 1954: 216), siendo la realidad
humana esta relación con los otros, con la comunidad, con la vida pública. Esta
vacuidad, emergente de la privación de la relación hospitalaria con el otro, implica
la desaparición de la realidad humana, de la vida en común, garantizada
antiguamente por las relaciones públicas. Así, la soledad protagoniza la realidad del
hombre moderno: «Bajo las circunstancias modernas, esta carencia de relación (…)
con los otros (…) se ha convertido en el fenómeno de masas de la soledad, donde
ha adquirido su forma más extrema y antihumana» (Arendt 1998: 68).

La desaparición del dominio público implica la desaparición de la alteridad,


cualidad que posee todo aquello que concierne lo humano. La pluralidad, cuyo
aspecto fundamental es la alteridad, se cultiva a través de la acción y la palabra
(Arendt 1961). Al eliminar estas dos actividades -propias del dominio de lo común-,
se mata lo humano del ser, puesto que una vida humana lo es porque es vivida
entre los hombres. Es por la acción y la palabra que nos insertamos en el mundo
humano. Esta inserción implica un segundo nacimiento (Arendt 1961). La acción y
la palabra están estrechamente ligados de manera que el acto primordial del ser
humano es la revelación de quién es. Sin palabra, la acción pierde su carácter
revelador y la acción sin palabra pierde su carácter específico, convirtiéndose en
una actividad entre tantas otras. La palabra es pues palabra vacía, discurso vacío,
cuando los términos no revelan nada y el sujeto, quien habla, no puede ser revelado
(Arendt 1961). Por otra parte, la acción no tiene nombre y, por lo tanto, sentido. En
este discurso vacío, no hay dirección, es decir, la palabra no se dirige a nadie pues
la masa no tiene identidad. Tampoco hay autor, pues autoridad y autoría se han
perdido. Esta vacuidad del discurso, propia del narcisismo, se expresa en una
comunicación vacía de toda significación:«el objetivo del narcisismo, que es negar
toda comunicación como forma de despersonalizar - disowning - la existencia del
otro, encuentra su expresión en el discurso vacío» (Maldonado 1987: 381). En este
contexto, la alteridad deja paso a la identidad y la diferencia a la igualdad
(Lipovetsky 1983). La autenticidad prima sobre la reciprocidad y el conocimiento de

20
Elect
sí mismo sobre el reconocimiento. Es en este espacio homogeneizado en donde
todo es parecido o igual, que el otro es yo y yo es otro (Lipovetsky 1983).

La vacuidad se hace sentir en la esfera privada pues lo que antaño fue


realmente privado, la propiedad, ahora es de interés público. La modernidad ha
expropiado lo privado, dejando al hombre moderno sin hogar. No solamente lo social
priva al hombre de su lugar en el mundo sino también de un hogar protegido del
mundo. Esta eliminación de lo privado ha sido remplazada por la esfera precaria de
lo íntimo: lo que queda de lo privado es este retraimiento del mundo para refugiarse.
En este sentido, lo que caracteriza al hombre moderno es el retraimiento (Arendt
1961). Otras esferas han sido igualmente vaciadas de significación. La
contemplación, el ocio, ya no tienen sentido; el pensamiento, convertido en un
cálculo de consecuencias y probabilidades, es una función del cerebro, y el arte se
ha convertido en otra forma más de trabajo y consumición (Arendt 1961).

La época moderna comenzó con la alienación de ciertas capas de la


población y ha terminado por alienar al hombre mismo: «La alienación del mundo,
y no la propia alienación como creía Marx, es lo que caracteriza a la época
moderna» (Arendt 1961: 322).

Los tiempos modernos defienden a ultranza el crecimiento desenfrenado de


la propiedad (apropiación) contra toda permanencia de un mundo común. El
proceso de crecimiento de la riqueza se convierte también en un proceso natural
con sus propias leyes naturales y cualquier freno a la acumulación equivale a un
atentado contra la vida de la sociedad moderna. Asistimos así al nacimiento de la
sociedad de abundancia (Arendt 1961). En este sentido, la primera adicción que nos
inculca nuestra sociedad moderna es la del trabajo asalariado para poder consumir
e intentar resarcirse de la mecanicidad y vacuidad a la cual estamos sometidos.

El consumo: la adicción moderna

Con la visión naturalista y objetivista moderna, todo revierte en un proceso


natural, lo que acentúa la sensación de vacuidad del mundo humano. La vida es

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Elect
concebida como un proceso natural igual que el trabajo. La emancipación del trabajo
en nuestra época moderna acaba por plegar a toda la humanidad bajo el yugo de la
necesidad y, en consecuencia, a la consumición entendida como una especie de
metabolismo natural del proceso vital que representa la esfera del trabajo (Arendt
1961). En este contexto, el hombre moderno se ha convertido en un esclavo,
perdiendo su libertad, es decir su iniciativa de reunirse con los otros, dedicándose
ahora en cuerpo y alma al trabajo-consumición. Es lo que en la antigua Roma se
conocía como addictus, designando así a ese nuevo esclavo cuya condición se
caracterizaba por la pérdida de su propiedad (Ramos y Bonet 1991). En otras
palabras, si algo caracteriza la condición del hombre moderno es su adicción, es
decir, su condición de subyugación o esclavitud a la necesidad imperiosa de
consumir y trabajar. En este contexto moderno, la única necesidad humana es la de
trabajar para asegurar su existencia, eliminando así cualquier otra facultad superior
que lo distinga de cualquier otra especie. Todo aquello que no es del orden
metabólico es superfluo: «Cualquier cosa que hacemos, se supone que la hacemos
para 'ganarnos la vida'; tal es el veredicto de la sociedad» (Arendt 1961: 136).

Ante este panorama, el ser moderno se revela contra la sociedad moderna,


naciendo así sus conflictos: incapacidad de vivir tanto en sociedad como fuera de
ella, humores cambiantes, subjetivismo radical de la vida emotiva (Arendt 1961). El
espectro del vacío hace su aparición en el teatro humano contemporáneo. Desde
hace 25 ó 30 años, son los desórdenes de tipo narcisista los que constituyen la
mayor parte de problemas psicológicos tratados por psicólogos, psiquiatras y otros
trabajadores en el dominio de la salud mental (Lipovetsky 1983). Así, oímos hablar
de diagnósticos tales como estado límite -borderline disorder- que no es más que
una 'enfermedad del narcisismo' (Bergeret, en Cormier 1984: 76). Las neurosis
clásicas del siglo XIX, tales como la histeria, no constituyen ya la forma
predominante de patología; son los desórdenes de carácter, caracterizados por un
malestar difuso, un sentimiento de ser invadidos, de vacío interior, de angustia, un
sinsentido de la vida y una vida fragmentada como consecuencia de una
incapacidad para sentir. El peligro inmediato contra el cual estos estados se
defienden es esencialmente la depresión. Los síntomas neuróticos generales

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Elect
propios del capitalismo autoritario de finales del siglo XIX y hasta mediados del XX
han desaparecido, dando paso a los 'desórdenes narcisistas intermitentes'
(Lipovetsky 1983).

Lo que predomina hoy es un desligamiento emocional, dados los riesgos de


inestabilidad que dominan las relaciones interpersonales. Tener relaciones sin un
compromiso profundo para no sentirse vulnerable, desarrollar su independencia
afectiva, vivir solo; todo ello forma parte del perfil del hombre moderno. Es la huida
ante el sentimiento -the flight from feeling- (Lipovetsky 1983: 109). Es la cultura cool
en donde cada uno vive en su bunker de indiferencia hacia los otros y al abrigo de
relaciones interpersonales; relaciones emancipadas de constricciones. En el ser
moderno encontramos sentimientos profundos de soledad, de vacío, de miedo ante
los sentimientos, de alienación física y mental. La única actividad que le queda al
ser moderno es la consumición-trabajo (Arendt 1961): es el culto a la consumición
(Lipovetsky 1983). En este contexto, la consumición es la nueva bulimia de la
modernidad. Las compulsiones, como modo de expresión del hombre moderno,
están a la moda: alcoholismo, toxicomanía, juego compulsivo o gambling, compras
compulsivas, trabajo compulsivo o workaholism, amor compulsivo o love addiction.
Estamos en el dominio de las adicciones. La adicción deviene la norma en una
sociedad fragmentada como la nuestra; la adicción es la 'enfermedad' de la
sociedad moderna (Peele 1989). La desaparición de lo público, lo cultural, lo político,
lo cívico -aquello que da sentido a la vida humana- lleva consigo la desaparición de
rituales y convenciones que enmarcan las relaciones interpersonales en un marco
propiamente humano (Lipovetsky 1983). Con la desaparición de esta esfera,
desaparece también aquello propio de la esfera privada, la familia. Librándose de la
realidad común e intersubjetiva del ser humano, éste pierde su condición de
habitante del mundo (Arendt 1961).

La era de la consumición -adicción- está liquidando la existencia de


costumbres, tradiciones, rituales, produciendo una 'cultura' nacional-social, descrita
por Christopher Lasch (1991) en su obra 'La cultura del narcisismo'. Esta era
moderna reduce toda diferencia, desapareciendo así las generaciones, el género,

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Elect
los pueblos. Es la era de la unidimensionalidad (Marcuse 1954). La lógica de la
consumición se personaliza al extremo de manera que todo puede ser objeto de
consumición. Una nueva forma de socialización nace en esta era de la consumición:
el otro como objeto de consumición (Lipovetsky 1983). La desmesura caracteriza la
consumición moderna, transformándola así en adicción, es decir en esclavitud.

Modernidad y Rituales

Desde la más remota antigüedad, los seres humanos han buscado en la


manipulación de su consciencia, la revelación de los fundamentos de la realidad,
así como la finalidad -el sentido- de su existencia (Cohen y Lévy 1988). En este
contexto, la búsqueda de estados alterados de la consciencia ha existido en todas
las culturas y épocas, de manera individual o institucionalizada, reconocida o
marginalizada, a menudo en contextos religiosos (Suissa 1997). Es así como el
recurso a ciertas sustancias, a la meditación o a rituales religiosos como la oración
han representado formas distintas de alterar la consciencia con el fin de encontrar
un sentido. Sin embargo, nuestro mundo occidental, no solamente ha rechazado
estas prácticas, sino que además, bajo la herencia epistemológica moderna, ha
tratado a estos diferentes estados de consciencia como a cualquier otro fenómeno
biológico, relegando el sentido de la existencia a metafísica. Así, desde el siglo XVII
con Descartes, todo aquello que no fuera del dominio de la ciencia -física por
excelencia- como la religión o el arte, ha sido relegado a la esfera de lo irreal o
ficcional. Esta ruptura científica -propia de la modernidad- representada por la
ruptura cuerpo y alma está vigente y profundamente anclada en Occidente, guiando
médicamente la selección de lo socialmente aceptable o inaceptable (Suissa 1997):
prescripción y proscripción.

Los rituales constituyen esos momentos de transformación que marcan la


transición de una esfera cotidiana a una festiva, esfera de las humanidades, del
arte, de la religión. Marcan el cambio de una perspectiva continua y natural a una

24
Elect
perspectiva cultural de encuentro con el otro, ya sea este otro Dios, el espectador,
la familia, el recién nacido, hombre, mujer, ancestros (Jager 1997b).

Esta búsqueda de sentido, esta creación de rituales propia de la dimensión


humana sigue hoy vigente en nuestra sociedad a pesar de los intentos por hacerla
desaparecer. La cuestión es ¿cómo se ha metamorfoseado esta necesidad en
nuestra sociedad moderna? Los rituales cuya función consistía en marcar el paso,
el tránsito de un estado a otro, de una dimensión a otra, se han convertido en
comportamientos obsesivos, mecánicos y repetitivos, pues han sido vaciados de su
contenido. Las religiones se convierten en ideologías fundamentalistas, sectas,
cuya connotación adictiva pervierte el sentido de encuentro que las originó. El arte
ha devenido una mercancía más a consumir. Al haber reducido las dos dimensiones
a una sola, la religión, el arte, las humanidades, no tienen sentido de ser; al no haber
emancipación real del individuo moderno, los ritos han perdido esta dimensión,
llegando a ser un objeto más de mercancía. El ser moderno no tiene necesidad de
ser singular, de diferenciarse de los otros, de destacarse de los otros por su
excelencia y, por lo tanto, nada que marque dichas diferencias es necesario. Al
contrario, como sociedad de masas, el ser moderno aparece como una réplica
indiferenciada de los otros 'clones'. Ello no quiere decir que el deseo de dotarse de
sentido haya desaparecido. Así, la modernidad ha diseñado una nueva religión, la
ciencia; un nuevo Dios, el dinero; un nuevo arte, la tecnología. El poder, la
información, la fama son los nuevos signos de singularidad y de 'excelencia' que
caracterizan al ser moderno.

La Adicción: Un estilo de Vida

Estando sumidos en un proceso de pérdida generalizado de aquello que nos


condiciona como humanos como es la cultura, los rituales, el mundo común, la
dimensión simbólica, el terreno de las adicciones avanza. La desmesura de la
adicción está presente en todas las esferas cotidianas del ser moderno,
convirtiéndose así en un modo de vida, caracterizado por «la ideología productivista

25
Elect
del progreso y la producción incesante y acelerada» (Garrido 1999: 1). La adicción
deviene un modo de vida organizado, obsesiva y compulsivamente, alrededor de la
consumición y dicho proceso de consumición caracteriza el estilo de vida de la
modernidad. En este sentido, podemos decir que la sociedad moderna es adicta
(Schaef 1987).

Un estilo de vida, además de expresar una solución a la propia existencia, es


a su vez una manera de ver las cosas; una orientación general cara a la vida, a la
existencia, al mundo (Cormier 1984). Dicho estilo de vida significa que ésta se
organiza alrededor de la consumición, ya sea ésta una sustancia, una actividad o
una relación.

La vida moderna, hemos subrayado, se caracteriza por un sentimiento


profundo de vacuidad que hay que llenarlo como sea. Domina así la estructura de
fondo de toda adicción: un continuo llenar y vaciar, reproduciéndose así el llamado
ciclo de la dependencia (Peele 1982): cuanto más se intenta llenar el vacío, más
vacío se siente uno, para lo cual busca algo que lo llene.

Esta sensación de vacío, cultural, sigue a la desaparición de las dos


dimensiones existenciales de la vida humana: la vida cotidiana y la vida festiva, lo
que los griegos denominaban la vida activa y la vida contemplativa. La vida del ser
humano oscila entre estas dos dimensiones discontinuas. En la vida cotidiana
predomina un tipo de vida dominada por la necesidad de supervivencia para la cual
se debe trabajar. En dicho contexto predominan las relaciones de tipo utilitario
(Jager 1997). Dicha forma de vida tiene sentido si tenemos en perspectiva la otra
dimensión, la festiva. En esta otra vida, el mundo se transforma. Las relaciones
entran en la esfera humana y cultural de intercambios. En esta esfera se crean las
historias, se da sentido a la vida. Ello supone una transformación, operada a través
de rituales, momentos de paso, umbrales que permiten la transformación
justamente de la forma cotidiana a la festiva (Jager 1997).

Ambas dimensiones son discontinuas, es decir, aunque son diferentes,


también son complementarias; la una no tiene sentido sin el horizonte de la otra.

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Elect
Esta dimensión tiene su principio y su final. Así, la vida humana está marcada por
esta alternancia constante.

De alguna manera la vida del ser humano está marcada por esta
discontinuidad desde nuestro propio nacimiento, conformando así su naturaleza
incompleta. El desarrollo humano está marcado por la separación de un paraíso
idílico, la relación simbiótica maternal. Dicha separación no resulta fácil, pues
implica una voluntad de unirse a los otros para conformar así la comunidad y una
aceptación de la incompletud y los límites de la existencia humana. La modernidad
persigue la utopía de la completud y la ilusión de la infinitud. Para ello, ha
desarrollado toda una filosofía de vida basada en «la cosificación de las relaciones
(…) y la constitución de la subjetividad por medio de la mercancía y de su doble
perverso, la droga» (Garrido 1999).

Adicción y Melancolía: Metáforas y Narrativas

El destete se comprende como un rito de paso a través de un umbral, de un


mundo pre-humano a un mundo humano. Este pasaje implica dejar atrás un mundo
en donde reina la unidad absoluta -o la separación total- con el otro y entrar en la
esfera de la morada humana. Este pasaje demanda el sacrificio de la unión absoluta
y simbiótica con el otro, el mundo, el objeto. Este proceso de aceptación es gradual
y está sujeto a fluctuaciones, y en esa oscilación reside la fragilidad humana. Por
ello, la decisión humana de vivir bajo la ley del umbral requiere un soporte cultural
y social. Dicha decisión de introducir un umbral entre yo y otro nunca es definitiva.
Además, uno nunca deja de añorar ese estado de fusión primordial. En este sentido,
la vida del ser humano está encantada por la memoria de esta unión paradisíaca
más allá de las palabras, las leyes, los rituales y las convenciones culturales. Este
anhelo melancólico por el paraíso perdido encuentra su expresión máxima en la
forma regresiva de la adicción, cuyo objeto no solamente refiere a sustancias sino
también a actividades y relaciones.

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Elect
Marie Cardinal (1991), en su narrativa "Les grands désordres" (Los grandes
desordenes), captura, con aguda y precisa habilidad descriptiva, la esencia de la
adicción: esta melancolía paradisíaca de absoluta perfección y completud que
persiguen muchos seres humanos y cuya máxima expresión se encuentra en la
muerte. Ese frágil momento, revelado por la depresión, un último reducto de lucha
en el cual la protagonista se debate interiormente entre la vida y la muerte. Esta
depresión se manifiesta en una encrucijada en la vida de la protagonista, en un
momento en el que Elsa se debate entre seguir con toda una manera de hacer y de
relacionarse con el mundo, fruto de una melancólica añoranza de algo, y la apertura
al horizonte del otro, de una manera nueva de estar presente en el mundo y de
relacionarse con él. Este momento de paso, de destete de su adictivo estilo de vida
requiere de la presencia acogedora y hospitalaria del otro, que nos es mostrado en
la narrativa como un segundo nacimiento. Elsa entra finalmente en la comunidad
humana de la mano de su invitado, el lector, a través de todo un ritual de dar y recibir
que entre ambos se instala, dejando definitivamente atrás su adicción. Así, en Elsa
no parecía haber una adicción a una sustancia particular sino más bien una adicción
al otro; una manera compulsiva de relacionarse con el otro, de apropiárselo, pero
que, al final, revela la misma dinámica adictiva que la de su hija con respecto a la
heroína. Elsa comprendió que ese otro mundo que creyó diferente, el de la heroína,
resultaba ser el mismo universo en el que ella vivía, es decir que ella había sido tan
adicta como lo fue su hija con respecto a la heroína: «no he hecho más que vivir en
el absoluto, como Laura. Todas las pasiones tienden hacia el absoluto y ellas son
adictivas. Pero no lo había comprendido aún» (Cardinal 1991: 231). Es decir, Elsa
también buscaba el paraíso perdido, a través de la pasión por el otro: su
apropiación. Su adicción al otro llevó a Elsa a salirse de la condición humana que
es la intersubjetividad.

La metáfora de la adicción ilustra una manera de perder la humanidad


adquirida con la aceptación de la mediación. Como habíamos mencionado
anteriormente, la adicción hace referencia a un procedimiento legal de la Roma
clásica según el cual el deudor insolvente, addictus, perdía la propiedad de su
persona, pasando a ser propiedad de su acreedor hasta que saldase su deuda, bien

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Elect
con el trabajo personal o hasta que fuera vendido -según el Derecho antiguo-. Este
proceso judicial transformaba el estatuto de hombre libre por el de esclavo (Ramos
y Bonet 1991). Ahora bien, en el mundo antiguo, la pérdida de la libertad significaba
la pérdida de un lugar propio de habitación y con ella la perdida de la humanidad,
ya que el esclavo era considerado como un instrumento en las manos de su
propietario. En otras palabras, la condición de esclavo significaba la pérdida de
libertad en tanto que pérdida de un umbral hospitalario que regulara las relaciones
entre ciudadanos libres; la pérdida del privilegio de realizar plenamente las
funciones de anfitrión o invitado. Un esclavo no tiene su propia morada, su propia
habitación, su propia ciudadanía. En consecuencia, debe habitar la casa de otro,
perdiendo así la suya y el umbral que le protegía. Dicha nueva habitación ajena le
sitúa en un campo de interacción que nunca la pertenecerá. Un huésped que
atraviesa el umbral de la casa del anfitrión es visto como alguien que no habita esa
morada, sino que viene de otra casa también protegida por su propio umbral. De
esta forma, el huésped no pierde su propia autonomía o umbral al visitar el anfitrión.

La adicción constituye el proceso inverso de la adquisición de la humanidad


en el desarrollo humano. La adicción, la esclavitud, indican la pérdida de la propia
fundación, de la morada humana. Desde ese momento, el adicto deviene un ser
utópico -utopos-, es decir, habitante de un no lugar (Held 1996: 141); se ha quedado
sin lugar en el mundo. Empieza así la búsqueda de ese paraíso perdido, ilusión de
completud y de retorno al origen que desencadenará el profundo sentimiento
melancólico de pérdida que, diferentemente del duelo -de la aflicción-, no refiere a
una muerte sino a la pérdida de algo en tanto que objeto de amor (Freud 1968),
apareciendo en su lugar el vacío (Kristeva 1987). Imposibilidad de encuentro con el
otro, el ser moderno se sitúa en el registro del narcisismo; patología
fundamentalmente melancólica y utópica, basada en la búsqueda incesante y
obsesiva de lo maternal, pues no acepta estar separado sin posibilidad de retorno
(Kristeva 1987). La utopía es una forma elaborada de no aceptación de los límites,
de la condición humana que es la incompletud y como tal, busca reificar el objeto
fantasmal perdido y añorado, conduciéndolo cada vez más fuera del mundo, en un
no-lugar y también en un no-objeto que la mercancía representa (Garrido 1999).

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El triunfo de la tristeza vendría de la mano del otro, de encontrarse con lo
diferente, transformando ese infranqueable abismo en distancia simbólica que une
(Kristeva 1987) al mismo tiempo que separa, comenzando así el proceso de
humanización.

El proceso de rehumanización del adicto implica el paso por el ritual del


sacrificio, transformando así la naturalidad de la apropiación en cultivación de la
distancia emergida de la separación, de un umbral que regula la relación entre
anfitrión he invitado. La progresiva instalación de una distancia, la separación con
respecto al objeto de adicción hace emerger una profunda tristeza:

«Después, cuando volvieron a París, cuando pude constatar que realmente


retomaban la vida, que hablaban cada vez menos de la droga; cuando comprendí
que se habían desenganchado de la heroína (...) yo me ensombrecí» (Cardinal
1991: 207).

La adicción ha llevado a Elsa a la pasión -pathos-, perdiendo así el amor por


el otro, conduciéndola en consecuencia a refugiarse en su interioridad, en su
naturalidad. Con ello, la condición básica de la existencia humana deviene la
consciencia de sí mismo expresada ejemplarmente en la metáfora del bucle
melancólico, designando un movimiento circular que le caracteriza. El círculo -
kyklos-, además de referir a una imagen geométrica de continuidad, también
representa la imagen de la melancolía en tanto que deseo que parte al rescate de
su objeto perdido y que, al no encontrarlo, vuelve al punto de partida (Juaristi 1998).
Esta imagen de la melancolía emerge claramente en la segunda parte de la novela,
cuando Elsa ha completado lo que sería la primera parte de la novela, narrativa
centrada en los otros:

«A partir de su instalación en el pequeño apartamento, ella hablaba cada vez


menos. Transcurrió todo el mes de febrero y una parte del mes de marzo sin que
ella dijera más de veinte frases. No solamente ella se había vuelto muda, sino que
había cambiado físicamente. Un día ella me pareció desfigurada. Ella no tenía
ninguna elegancia, ella se había borrado, sus cabellos formaban en un moño seco,

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sus ojos estaban ojerosos, ella estaba pálida y delgada. Después el cambio se
acentuó, ella no se cuidaba para nada de ella misma, sus vestidos estaban
polvorientos y manchados, ella parecía más pequeña, sus espaldas estaban rígidas
y altas, se hubiera dicho que ella quería incrustarse en su cráneo. Su mirada era
vaga y extremadamente triste» (Cardinal 1991).

En este pasaje se nos revela todo un movimiento hacia el interior, un plegarse


en sí misma Los pocos movimientos de apertura hacia el exterior iban
desapareciendo rápidamente:

«Llamaba, ella abría (...) Yo me instalaba en el sillón. Ella retomaba su lugar,


siempre el mismo, sobre su cojín, de espaldas al muro, la cabeza inclinada hacia
delante, ella miraba sus manos (...) la situación se había degradado a tal punto que
era alarmante. Ella había desconectado el teléfono (...) Un día ella no respondió al
timbre (...) me di cuenta de que la llave estaba en la cerradura de la puerta. Entré
(...) ella no estaba ni el salón ni en la cocina. La puerta de su habitación estaba
cerrada (...) ella estaba allí, sobre la cama, no giró la cabeza hacia mí (...) Nuestros
silencios y nuestras inmobilidades invadían toda su habitación. Éramos prisioneros
del espesor asfixiante que formaba la ausencia de palabras y de nuestros gestos.
No había nada salvo eso. Su suicidio estaba allí, casi visible, acostado con ella»
(Cardinal 1991).

Elsa se dirigía hacia una casa cerrada al mundo, en donde no recibiría a


ningún vecino, habitando, así como prisionera.

Renunciar a la apropiación del otro implica un doloroso sacrificio, la exclusión


del otro del universo profano de la posesión:

«Frente a (...) la ideología de la droga no cabe otra respuesta madura que


una cultura de los límites razonables (...): admitir y reconocer la finitud (...) Construir
límites abriendo espacios. Gozar de todo lo posible, pero sin pretender hacer posible
todo gozo. (...) Sin este horizonte de realización vital y de emancipación deseada

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es imposible combatir la ideología de las drogas. Salir de la utopía para vivir el juego
y (...) el deseo» (Garrido 1999).

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Estadísticas en el consumo

En años recientes, el uso de drogas se ha extendido en el mundo haciendo


evidente que es un fenómeno global. Sin embargo, existen diferencias entre los
países en cuanto a los niveles de consumo.

Hasta hace poco se afirmaba que este problema se presentaba


fundamentalmente en sociedades muy desarrolladas y con alto ingreso per cápita,
como los países occidentales y del hemisferio norte. Los demás, eran considerados
básicamente como productores y/o de tránsito de drogas hacia los centros de
consumo.

Sin embargo, esta caracterización no refleja la situación actual: países


tradicionalmente productores o de tránsito comienzan a registrar incrementos en su
consumo interno y otros, que eran consumidores, están produciendo drogas.
Además de los diversos factores socioeconómicos y políticos que contribuyen a esta
situación, se debe mencionar que las estrategias de las organizaciones del
narcotráfico se han diversificado de tal modo que ha ido en aumento la cantidad de
drogas que se quedan y se promueve su consumo en el mercado interno de países
que anteriormente sólo eran productores o de tránsito.

Las drogas de origen vegetal, los productos del cannabis, como la mariguana
y el hashish, son los más difundidos en todas partes; menos prevalente, pero con
efectos más serios en la salud, es el abuso de la heroína y cocaína. El incremento
más rápido a nivel mundial en años recientes es el de las drogas sintéticas, como
las anfetaminas.

La comparación entre el consumo de distintas sociedades es una tarea difícil,


ya que muchos países no cuentan con estimaciones cuantitativas del consumo ni
desarrollan estudios sistemáticos en sus poblaciones, sea por razones económicas,
culturales o políticas; algunos no lo consideran como una de sus prioridades. Otra
limitación se encuentra en que, entre los países que realizan estudios, son pocos

33
Elect
los trabajos científicamente válidos y que utilizan indicadores comparables
internacionalmente.

A continuación, se presenta información de México y de algunos países que


cuentan con investigaciones que emplean indicadores del consumo de drogas
comparables. En el cuadro A, figuran los resultados de encuestas en población
general sobre las prevalencias de uso de mariguana y cocaína.

Comparación internacional sobre el uso de drogas alguna vez en la vida


en la población general

34
Elect
Al igual que en México, la mariguana es una de las sustancias más
consumida, aunque se observa importantes diferencias. Con la información
disponible, se puede clasificar a los países según su prevalencia del uso de
mariguana por la población general en alta (los que presentan un 20% o más de

35
Elect
consumidores en la población general); media (los que reportan de 10 a 19%) o baja
(los que tienen prevalencias menores al 10%).

Con ese criterio, dentro del consumo alto se ubicarían: Australia, Canadá,
Dinamarca, Estados Unidos y Gran Bretaña.

Al rango de consumo medio corresponden: Alemania, Chile, España y


Francia.

Dentro del grupo de países con consumo bajo se encuentran: Bélgica,


Bolivia, Colombia, Costa Rica, Finlandia, México, Panamá y Suecia.

La prevalencia del uso de cocaína es más baja, por lo que pueden usarse
otros rangos para hacer esta clasificación: alta (de 3% o más de consumidores en
la población general); media (de 1 a 3%) y baja (menor al 1%).

De este modo, países con alto consumo de cocaína serían: Australia,


Canadá, España y Estados Unidos; medio incluiría a Colombia, Chile, Dinamarca,
Francia, Gran Bretaña, México, Panamá, Perú y Suecia; y en el rango bajo se
encontrarían Bélgica, Bolivia, Costa Rica y Finlandia.

En las gráficas 3 y 4 se presenta información que algunos países han


obtenido con los estudios del consumo de drogas en la población estudiantil.

36
Elect
Comparación internacional del uso alguna vez de drogas por
estudiantes

37
Elect
Con respecto a la población estudiantil, diversos países han elaborado
estudios sobre la prevalencia del consumo de drogas en ese grupo especialmente
vulnerable a experimentar con esas sustancias. Utilizando los mismos criterios que
se usaron para la población general en el caso de la mariguana, tenemos:

 En el consumo alto, se ubican los siguientes países: Canadá,


Chile, Estados Unidos, Holanda y Gran Bretaña.

 Dentro del rango de prevalencia de uso medio: Bélgica,


Dinamarca, España y Francia.

 Con proporciones de uso bajo: Austria, Colombia, Finlandia,


Grecia, Guatemala, Luxemburgo, México, Portugal y Suecia.

En cuanto al uso alguna vez de cocaína, los países se agrupan de la siguiente


manera, de acuerdo a su nivel de consumo en la población estudiantil:

38
Elect
 Alto: Chile, Estados Unidos, Guatemala, México.

 Medio: Austria, Bélgica, Canadá, Gran Bretaña, España,


Francia, Holanda y Portugal.

 Bajo: Colombia, Dinamarca, Finlandia, Grecia, Luxemburgo y


Suecia.

La situación del consumo de drogas en México en relación con la de otros


países, revela que, tanto en la población general como entre los estudiantes, el nivel
de consumo de mariguana en nuestro país es bajo cuando se le compara con otras
sociedades. En cambio, en el caso de la cocaína, México se sitúa en un nivel medio
en lo que respecta a la población general y en alto cuando sólo se analiza su
consumo entre estudiantes.

México y Estados Unidos de Norteamérica: comparación sobre la


demanda de drogas

Es de especial interés analizar comparativamente el uso de drogas en México


y EEUU, países vecinos y con una interacción sociopolítica y económica especial.
Ambos han establecido una importante Alianza contra las Drogas, firmada por sus
dos mandatarios en mayo de 1997, que cuenta con una Estrategia Binacional en la
que la reducción de la demanda de drogas es una de las principales tareas de la
cooperación.

Para comprender mejor el impacto del consumo de drogas en ambos países


en términos de sus respectivas poblaciones, se presenta la información
correspondiente a la distribución del número de habitantes por grupos de edad y
sexo; esto permite traducir las cifras de prevalencias del consumo de drogas al
número de personas.

39
Elect
Estados Unidos presenta prevalencias de consumo más elevadas que
México en todas las drogas y todos los grupos de edad. En ambos países, la
principal droga consumida alguna vez es la mariguana y la mayor proporción de
consumidores de cualquier droga, se encuentra en el grupo de 26 a 34 años.

40
Elect
En el grupo de 12 a 17 años, la mariguana es seguida por los inhalables en
los dos países; en México, en tercer lugar, se encuentra la cocaína y en EEUU los
alucinógenos.

237 por cada mil jóvenes en EEUU y 32 por cada mil en México han
consumido drogas alguna vez.

Por cada 7 estadounidenses, lo hace 1 mexicano

 en la mariguana, la relación es de 13 por 1

 en los inhalables de 11 por 1

 en la cocaína de 5 por 1

 en los alucinógenos 54 por 1, y

 en la heroína 12 estadounidenses por cada mexicano

En el grupo de 18 a 25 años, sigue en importancia a la mariguana, en México


la cocaína y los alucinógenos en EEUU; en tercer lugar, en los dos países se
encuentran los inhalables.

Por cada 6 estadounidenses de 18 a 25 años que han consumido alguna


droga alguna vez, lo ha hecho 1 mexicano

 en la mariguana, 7 por 1

 en los inhalables, 7 por 1

 en la cocaína, 3 por 1

 en los alucinógenos, 35 por 1

 en la heroína, 6 por 1

41
Elect
En el grupo de 26 a 34 años, después de la mariguana, en ambos países se
encuentra la cocaína; en tercer lugar, de importancia, en EEUU los alucinógenos y
en México los inhalables.

En este grupo de edad, por cada 6 (5.6) estadounidenses que han consumido
alguna droga ilegal alguna vez, lo ha hecho 1 mexicano.

 en la mariguana, 7 por 1

 en los inhalables, 11 por 1

 en la cocaína, 9 por 1

 en los alucinógenos, 52 por 1

 en la heroína, 6 por 1

42
Elect
En ambos países el uso de drogas ilegales en el último año fue más elevado
en el grupo de edad de 18 a 25 años y menor en el de 26 a 34 años. Nuevamente
la mariguana es la droga que ocupa el primer lugar en el consumo.

En el grupo de 12 a 17 años, el consumo en México no llega al 1% en ninguna


de las sustancias; en EEUU después de la mariguana figuran los alucinógenos y los
inhalables.

Por cada 12 estadounidenses de 12 a 18 años que consumieron alguna


droga en el último año, hay 1 mexicano que lo hizo

 en la mariguana, 17 por cada 1

 en los inhalables, 11 por cada 1

 en la cocaína, 8 por cada 1

En el grupo de 18 a 25 años, la cocaína es la segunda droga después de la


mariguana en el consumo de los últimos doce meses en México; en cambio, en
EEUU, los alucinógenos se ubican en segundo lugar, en una proporción que duplica
a la cocaína.

Por cada 8 estadounidenses de 18 a 25 años que consumieron alguna droga


en el último año, hay 1 mexicano que lo ha hecho.

 en la mariguana, 11 por 1

 en los inhalables, 14 por 1

 en la cocaína, 4 por 1

 en la heroína, 12 por 1

En el grupo de 26 a 34 años de edad, en México la mariguana es la única


sustancia que rebasa el 1% de consumo en el último año, seguida en importancia

43
Elect
por la cocaína; en EEUU, también esas son las drogas más consumidas, aunque
en proporciones superiores.

Por cada 9 estadounidenses de 26 a 34 años hay 1 mexicano que consumió


alguna droga en los últimos doce meses.

 en la mariguana, 10 por cada 1

 en los inhalables, 7 por cada 1

 en la cocaína, 7 por cada 1

El consumo de drogas durante el último mes (o uso actual) permite estimar


la proporción de individuos que han usado drogas en los 30 días previos a la
encuesta. Tanto en México como en EEUU, la proporción de personas de la
población general que usaron drogas en ese periodo se reduce, pero persistiendo
importantes diferencias entre los dos países. El consumo se presenta

44
Elect
principalmente en el grupo de los de 18 a 25 años de edad. Más de 9 millones de
estadounidenses entre los 12 y 34 años de edad han usado drogas en el último mes
en comparación con 436 mil mexicanos.

En el grupo de edad de 12 a 17 años, la mariguana es la sustancia preferida


en los dos países, seguida por los inhalables.

En este grupo de edad, por cada 11 jóvenes estadounidenses que usaron


alguna droga en el último mes, lo hizo 1 mexicano.

 en la mariguana, 16 por cada 1

 en los inhalables, 11 por cada 1

 en la cocaína, 6 por cada 1

En el grupo de 18 a 25 años de edad, después de la mariguana, en EEUU se


encuentra en segundo lugar de importancia el uso de alucinógenos en el último mes,
mientras en México se observa a la cocaína con proporciones muy bajas.

Por cada 8 estadounidenses de 18 a 25 años que usaron alguna droga en


los últimos 30 días, hay 1 mexicano que lo ha hecho.

 en la mariguana, 10 por cada 1

 en los inhalables, 8 por cada 1

 en la cocaína, 3 por cada 1

En el grupo de 26 a 34 años de edad, la mariguana continúa como la principal


droga consumida en ambos países, pero con una gran diferencia en la proporción,
pues en México no llega al 1%. Tanto en México como en EEUU, la cocaína ocupa
el segundo lugar.

45
Elect
Por cada 6 estadounidenses de 26 a 34 años que consumieron alguna droga
en el último mes, lo hizo 1 mexicano.

 en la mariguana, 7 por cada 1

 en los inhalables, 4 por cada 1

 en la cocaína, 7 por cada 1

Al comparar el consumo de drogas en el último mes o uso actual según


grupos de edad y sexo, en ambos países se observa que entre los hombres hay
más consumidores que entre las mujeres. Sin embargo, en EEUU las diferencias
por sexo son menores que en México.

46
Elect
 Entre los hombres, en ambos países la mayor proporción de
consumidores actuales se concentra entre los 18 a 25 años de edad.

 Entre las mujeres, tanto en México como en EEUU, la mayor


proporción de usuarias en el último mes se encuentra entre los 12 a 17 años.

 Por cada varón de 12 a 17 años que consumió drogas en el


último mes en México, hay 8 en EEUU; entre los 18 a 25 años, por cada
mexicano hay 7 estadounidenses y entre los de 26 a 34 años, por 1 de México
hay 4 en EEUU.

 Entre las mujeres las diferencias entre ambos países son más
marcadas: entre las de 12 a 17 años, por cada mexicana hay 34 en EEUU;
en el grupo de 18 a 25 años, hay 53 mujeres estadounidenses por cada
mexicana que consumió en el último mes, y 65 estadounidenses por 1 mujer
en México. entre las de 26 a 34 años de edad.

 En EEUU, en el grupo de edad de 12 a 17 años, la diferencia


de consumo actual entre hombres y mujeres es baja (20%), en México, por
cada mujer de esa edad que usó, hay 4 hombres; en los de 18 a 25 años,
mientras en EEUU hay 2 hombres por cada mujer que consume, en México
hay 17 por cada mujer.

47
Elect
Cuando se comparan a los hombres y mujeres de México y EEUU según su
consumo en el último mes de mariguana y cocaína por grupos de edad, se observa
que:

 Entre los varones más jóvenes de los dos países hay


diferencias muy marcadas con respecto al uso actual de mariguana, (casi 10
veces mayor en EEUU), pero en los grupos de mayor edad este es menos
acentuado. En el consumo de cocaína, en cambio, las diferencias no son tan
marcadas, excepto para el grupo de más edad (cinco varones
estadounidenses por cada mexicano en el grupo de 26 a 34 años usaron
cocaína en los 30 días previos a la encuesta).

 Entre las mujeres de los dos países las diferencias son


mayores, especialmente para la mariguana y en los grupos más jóvenes; en

48
Elect
la cocaína, también se observan las diferencias más elevadas entre las de
12 a 17 años (por cada mexicana de ese grupo, consumen 27.5
estadounidenses). No se reportó uso de cocaína en el último mes, entre las
mexicanas de 18 a 25 años de edad.

El análisis comparativo México-EEUU, indica que los índices de consumo en


este país son más elevados que en el nuestro, afectando, por lo tanto, a muchos
más habitantes. En México, hay más diferencias en el consumo por género,
mientras que en EEUU las mujeres usan drogas en proporciones mayores, no tan
alejadas de la prevalencia entre los hombres. Se observa, sin embargo, que para
ciertas sustancias y en grupos de edad específicos, la razón de consumidores no
es tan dispar entre ambos países, como el caso del uso actual de cocaína entre los
individuos de 18 a 25 años.

49
Elect
CONCEPTOS GENERALES

Definición de Droga

El uso de psicoactivos con fines terapéuticos, recreativos y


sacramentales es tan antiguo como la propia Humanidad. A lo largo de
casi todo el siglo XX, el uso de sustancias psicoactivas con fines no
médicos ha dado lugar a varias crisis sociales y sanitarias de distinta
intensidad. Pero el primer problema con el que nos encontramos a la
hora de valorar el fenómeno de las drogas es la dificultad para
encontrar una definición adecuada. Los términos drug (en inglés) y
drogue (en francés) se utilizan indistintamente para definir fármacos de
prescripción como sustancias psicoactivas sin utilidad terapéutica.
Según la Organización Mundial de la Salud, droga es “toda sustancia
que, introducida en un organismo vivo, pueda modificar una o varias de
sus funciones” (OMS,1969). Esta definición es poco útil e inexacta, ya
que engloba fármacos de prescripción, sustancia psicoactiva, muchas
plantas, sustancias químicas o tóxicos para el organismo.

El término droga de abuso define mejor lo que coloquialmente


entendemos como droga: “sustancia de uso no médico con efectos
psicoactivos (capaz de producir cambios en la percepción, el
estado de ánimo, la conciencia y el comportamiento) y susceptibles
de ser autoadministradas”. Así, la diferencia entre una droga y un
fármaco no viene dada por criterios farmacológicos, químicos o médicos,
sino por dos pequeños matices de tipo instrumental y social: el que sea
el propio individuo quien se administra la sustancia sin
prescripción médica y que el objetivo sea distinto al de la curación
de una patología. De hecho, algunas sustancias pueden ser
consideradas drogas o fármacos según el contexto: los esteroides son
en principio fármacos de prescripción, pero si son utilizadas en
gimnasios para mejorar el rendimiento físico se considerarían drogas.
Aunque las objeciones que se pueden hacer a esta definición son

50
múltiples, es la más comúnmente aceptada y la que utilizaremos al
referirnos a las drogas en este curso.

Un matiz importante es que la definición “droga de abuso” hace


referencia a sustancias. Así, supuestas patologías como la “adicción” al
móvil, Internet, el sexo, los videojuegos, las compras y otras “adicciones
sin sustancia” …deben considerarse como problemas de conducta o
educación y no como drogodependencias. Por otra parte, la ludopatía
es un trastorno más relacionado con falta de control de impulsos que
con la drogodependencia (de hecho, las clasificaciones DSM-IV y CIE-
10 la clasifican junto a la tricotilomanía, piromanía o cleptomanía) y cuyo
abordaje es distinto al del consumo de las drogas

Clasificaciones de las drogas

Hemos visto las dificultades que entraña definir el término “droga”


y algo parecido sucede a la hora de establecer una clasificación.
Podemos mostrar varias formas de ordenar las sustancias, cada una de
ellas con sus propios problemas y limitaciones

Una primera clasificación hace referencia a su status legal,


distinguiendo entre drogas legales e ilegales. El alcohol, el tabaco y el
café son drogas permitidas por la mayoría de los países occidentales. El
resto de las drogas se encuentran sometidas a distintas regulaciones
legales. La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes
(organismo dependiente de la ONU para el control de las drogas)
distingue cuatro listas con distintos grados de restricción (la Lista I
agrupa sustancias “sin ningún uso médico aceptado, que pueden
generar adicción con rapidez y que suponen graves riesgos para la
salud” y las listas III y IV hace referencia a drogas supuestamente menos
peligrosas y más fácilmente accesibles). La Tabla I resume las
sustancias incluidas en cada una de las Listas de la JIFE En realidad,
esta clasificación no responde a criterios médicos, farmacológicos o

51
toxicológicos sino a cuestiones de índole política y moral.

Con respecto a su origen, se pueden distinguir las drogas


naturales (las que aparecen de forma espontánea en la naturaleza, en
general hongos o vegetales) de las sintéticas (aquellas que requieren
de procesos físicos o químicos para su preparación). El uso de plantas
con fines embriagantes, rituales o terapéuticos es tan antiguo como la
propia Humanidad. Pero la distinción entre lo natural y lo sintético no es
tan sencilla:

Por un lado para obtener determinadas sustancias es necesario


usar procesos físicos o químicos (p.ej: la obtención de la cocaína a partir
de la hoja de coca, la extracción del hachís a partir de la marihuana..).
Pero además muchas drogas de las llamadas sintéticas (como la LSD o
el éxtasis/MDMA) tienen sus precursores inmediatos en productos de
origen vegetal.

Algunos autores distinguen entre drogas duras (aquellas que


producen graves riesgos para la salud) y drogas blandas,
supuestamente menos peligrosas (alcohol, el tabaco y cannabis). Pero
el hecho objetivo es que la morbilidad, mortalidad y gasto sanitario
asociadas al alcohol y el tabaco es mucho mayor que el de todas las
demás drogas ilegales juntas (En España, la mortalidad atribuida
directamente al tabaco y al alcohol es de 55.000 y 12.000 personas al
año respectivamente).Como veremos pronto, la peligrosidad de una
droga está en relación con factores farmacológicos y
extrafarmacológicos. La distinción entre drogas blandas y duras expresa
en realidad diferencias de tolerancia social y no es útil desde un punto de
vista práctico.

Quizá la forma más práctica de clasificar las drogas es aquella


que se refiere a sus efectos. Por un lado, están los estimulantes:
sustancias que activan el Sistema Nervioso Central (SNC) (cocaína,
anfetaminas, cafeína…). Por otro están los depresores: drogas que

52
disminuyen el grado de actividadad del SNC: alcohol, barbitúricos,
benzodiacepinas, GHB… Finalmente hay un tercer grupo de sustancias
que producen alteraciones perceptivas, los psicodélicos (mal llamados
alucinógenos): LSD, psilocibina, ketamina… La clasificación de
Goldstein da una idea bastante exacta de las principales familias de
drogas clasificadas según sus efectos (Tabla 2).

Dependencia. Abstinencia. Craving. Tolerancia

Una de las características más importantes de algunas drogas de


abuso es su capacidad para producir problemas de dependencia.
Hábito, adicción, drogodependencia, drogadicción…son términos
coloquiales utilizados para lo que el manual DSM-IV define como
dependencia a sustancias: conjunto de síntomas cognoscitivos,
comportamentales y fisiológicos que indican que un individuo
continúa consumiendo una sustancia a pesar de la aparición de
problemas significativos relacionados con ella. En el paciente
dependiente existe un patrón de autoadministración repetida que a
menudo lleva a la tolerancia, síntomas de abstinencia y a una
ingestión compulsiva de la sustancia. La Tabla 3 resume los criterios
diagnósticos DSM-IV para dependencia de sustancias. En resumen, el
individuo ha perdido el control sobre la sustancia y su consumo se
convierte en la máxima prioridad en su vida, abandonando otros
aspectos.

Hasta hace pocos años algunos autores distinguían entre


dependencia física y dependencia psicológica. En realidad, esta
distinción no tiene mucho sentido, ya que son dos procesos que van
íntimamente ligados y todos los fenómenos psicológicos tienen una base
orgánica en el SNC. Pero la dependencia física o fisiológica se relaciona
con el síndrome de abstinencia mientras que la dependencia psicológica
está en relación con el fenómeno de craving.

53
El síndrome de abstinencia es el conjunto de signos y
síntomas que aparecen al cesar bruscamente el consumo de una
sustancia, y que desaparece al volverla a consumir. Los cambios
neuro adaptativos que se producen en el SNC como consecuencia de
la administración habitual de algunas drogas de abuso es la base
fisiológica de este fenómeno. En general, son necesarios varias
semanas o meses de administración cotidiana para producir cambios
neuroadaptativos que desencadenen un síndrome de abstinencia si se
deja de utilizar la droga de forma brusca. Estos síntomas producen
malestar y llevan al individuo a recaer en el consumo para aliviarlos o
evitar su aparición. El síndrome de abstinencia debe diferenciarse del
fenómeno de rebote (aparición de sintomatología al abandonar un
tratamiento de forma brusca, p.ej: corticoides).

El término inglés craving hace referencia a un deseo


extremadamente intenso e irrefrenable de autoadministrarse una
sustancia. Algunas drogas como el alcohol, el tabaco o la cocaína tienen
más facilidad para provocar este fenómeno en personas dependientes
o consumidores habituales. El craving puede aparecer semanas o
meses después de haber abandonado el consumo y superado el
síndrome de abstinencia agudo.

Se denomina tolerancia a la necesidad progresiva de


administrar cantidades crecientes de una sustancia para conseguir
el efecto deseado. Otra forma de definir este concepto es el efecto
obtenido tras la administración de una misma cantidad de sustancia, que
disminuye claramente con el consumo continuado. La tolerancia obliga a
incrementar la dosis para alcanzar el mismo efecto. En ocasiones puede
presentarse un fenómeno contrario al de la tolerancia: tolerancia inversa.
La respuesta a una pequeña dosis es exagerada o desproporcionada.
Este fenómeno se ha descrito fundamentalmente con los estimulantes.

Los fenómenos de dependencia, intoxicación y abstinencia no


aparecen en todas las sustancias. La Tabla 4 resume los diagnósticos

54
reconocidos en el DSM-IV para las drogas más habituales. La frecuencia
con la que se presenta cada uno de los trastornos tampoco es la misma:
el diagnóstico de dependencia al alcohol, opiáceos o nicotina es mucho
más prevalente que la dependencia a cannabis o alucinógenos, que se
presentan de forma excepcional.

Abuso

En el lenguaje coloquial (y muchas veces en el lenguaje médico)


se utilizan con mucha frecuencia términos como drogadicto,
drogodependiente, adicto…para hacer referencia a cualquier consumo
de drogas. Como hemos visto, el término dependencia se refiere a un
cuadro clínico cuyos criterios son muy estrictos y estadísticamente poco
frecuente. Mas habitual es encontrarnos ante cuadros de abuso:
consumos de una sustancia psicoactiva que dañen o amenacen
con dañar la salud física, mental o el bienestar social de un
individuo. El término abuso de sustancias (substance abuse) se
encuentra dentro de los trastornos inducidos por sustancias del manual
DSM-IV (Tabla 5). La clasificación CIE-10 incluye el diagnóstico
consumo perjudicial (harmful use), que es relativamente parecido al
abuso del DSM-IV: ambos diagnósticos hacen referencia a cualquier
consumo de drogas que tenga consecuencias negativas (a nivel
orgánico, psicológico, familiar, legal o social). El diagnóstico de abuso
(en el que se excluye por definición la existencia de dependencia) es
mucho más frecuente que el de dependencia en AP, y más sencillo de
manejar.

El uso de drogas, en contraposición al abuso, es aquel patrón


de consumo en el que no se producen consecuencias negativas
para la salud, no aparecen problemas individuales ni dependencia.
Los problemas que conlleva el uso de drogas son de índole social (multas
por tenencia o consumo en la vía pública) y de tipo social. El uso de

55
algunas drogas como el alcohol y, en menor medida el tabaco y el
cannabis, gozan de una mayor tolerancia a nivel social en la población
general.

PRINCIPALES SUSTANCIAS INCLUIDAS EN LAS LISTAS DE


FISCALIZACION DE LA ONU, 1971
Dietilamida de ácido lisérgico (LSD), cannabis, éxtasis y
Lista I
derivados (3,4- metilendioximetanfetamina (MDMA), 3,4-
metilendioxianfetamina (MDA), 3,4-metilendioxietilanfetamina
(MDEA)…), psilocibina, gamma-
hidroxibutirato (GHB).
Anfetaminas y derivados (anfetamina, metanfetamina,
Lista II
metilfenidato…),
secobarbital, cocaína
Algunos barbitúricos (amobarbital, ciclobarbital, pentabarbital) y
Lista III
derivados
benzodiacepinicos (flunitrazepam)
Benzodiacepinas (alprazolam diacepam,oxacepam…),
Lista
barbitúricos
IV
(secobarbital),zolpidem,

56
PRINCIPALES FAMILIAS DE DROGAS (GOLDSTEIN, 2001)
Nicotina Tabaco
Alcohol y sustancias Alcohol etílico (etanol)
relacionadas con Sedantes
efectos sedantes Barbitúricos: pentobarbital, secobarbital…
Benzodiacepinas: diacepam,alprazolam…
Inhalantes: Disolventes (gasolina, acetona…), gases
(óxido nitroso, nitrito de amilo (poppers) )
Otros: gamma-hidroxibutirato (GHB, éxtasis líquido)
Cocaína y Cocaína
anfetaminas
Anfetaminas: Dextroanfetamina, metanfetamina, efedrina,
cationina, metilfenidato…
Anorexígenos: Fenfluramina, fentermina, mazindol
Drogas de síntesis Anfetaminas entactágenas

3,4-metilendioximetanfetamina (MDMA,
éxtasis) 3,4-metilendioxianfetamina (MDA)
3,4-metilendioxietilanfetamina (MDE)
Anfetaminas alucinógenas (derivados
metoxi)
4-bromo-2,5-dimetoxianfetamina (DOB)
2,4,5-trimetoxianfetamina (TMA-2)
Para-metoxianfetamina (PMA)
Cannabis Tetrahidrocannabinol (THC)
Cafeína Metilxantinas: cafeína, teofilina, teobromina
Psicodélicos Derivados del ácido lisérgico : dietilamida del ácido
lisérgico (LSD.-25)
Triptaminas sustituidas: psilocibina, dimetiltriptamina
(DMT), muscimol
Feniletilaminas: mescalina, anfetaminas alucinógenas
Arilcicloalquilaminas: fenciclidina (PCP), ketamina
(Special K)

57
Esteroides Andrógenos: testosterona, estanozolol, nandrolona

anabolizantes

58
CRITERIOS DSM-IV PARA LA DEPENDENCIA DE
SUSTANCIAS
Un patrón desadaptativo de consumo de la sustancia que conlleva un
deterioro o malestar clínicamente significativo, expresado por tres (o más)
de los ítems siguientes en algún momento de un periodo continuado de 12
meses:

1.- TOLERANCIA: Definida como:

(a) necesidad de cantidades marcadamente crecientes de la


sustancia para conseguir la intoxicación o efecto deseado
(b) el efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye
claramente con su consumo continuado
2.- ABSTINENCIA: definida como:

(a) el síndrome de abstinencia característico para la sustancia

(b) se toma la misma sustancia (o una muy parecida) para


aliviar o evitar los síntomas de abstinencia
3.- La sustancia es tomada con frecuencia en cantidades mayores o
durante un periodo de tiempo más largo de lo que inicialmente se pretendía
4.- Existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o
interrumpir el consumo de la sustancia
5.- Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la
obtención de la sustancia (ej: visitar a varios médicos o desplazarse largas
distancias), en el consumo de la sustancia (ej: fumar un pitillo tras otro) o en
la recuperación de los efectos de la sustancia
6.- Reducción de importantes actividades sociales, laborales o
recreativas debido al consumo de la sustancia.
7.- Se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de
problemas psicológicos o físicos recidivantes o persistentes, que parecen causados
o exacerbados por el consumo de la sustancia (ej: consumo de cocaína a pesar de
saber que provoca depresión, ingesta continuada de alcohol a pesar de que
empeora una úlcera...)

59
EPIDEMIOLOGÍA

Uso de drogas en población general

En población general (la comprendida entre 15 y 64 años) las drogas


legales son las que presentan mayores prevalencias de consumo.

El alcohol es el psicoactivo de consumo más extendido. En 2003 un


48,2% de la población había tomado semanalmente bebidas alcohólicas y un
21,2% decía haber experimentado al menos una intoxicación etílica importante en
el último año. Por otra parte, en los 30 días previos, un 14,1% había consumido
diariamente bebidas alcohólicas y un 5,3% presentaba criterios de “bebedor de
riesgo” (hombres con un consumo de 50 cc de alcohol puro/día o más y a las
mujeres con 30cc/día o más). Las bebidas de consumo más extendido fueron la
cerveza, el vino y los combinados por este orden, tanto en fines de semana como
en días laborables.

El tabaco es la segunda droga en cuanto a prevalencia de consumo. En 2003


un 35,1% de la población general fumaba tabaco diariamente. Por grupos de
edad, la prevalencia de consumo diario más elevada correspondía a los hombres
de 35-64 años (43,7%). El número medio de cigarrillos consumidos
diariamente por los fumadores habituales es de 15,7 (si bien un 46,1% fuma 20
cigarrillos/día o más).

Con respecto a las drogas ilegales, los derivados del cannabis (hachís,
marihuana) son las drogas ilegales de consumo más prevalentes: En 2003,
un 29% de los españoles entre 15 y 64 años las había consumido alguna vez en la
vida; un 11,3% en los últimos 12 meses; un 7,6% alguna vez en los últimos 30 días
y un 1.5% a diario en este último período.

El resto de las drogas ilegales (cocaína, anfetaminas, éxtasis y derivados,


alucinógenos) presentan prevalencias de consumo significativamente
inferiores en población general. Conviene destacar la diferencia entre el
consumo experimental (“alguna vez en la vida”) y el habitual (que se correlaciona
con el indicador “alguna vez en el último mes”) (Gráfico 1). Para todas las drogas,

60
las prevalencias de consumo en el grupo de edad entre adultos jóvenes (15-
34 años) son mucho más elevadas que entre las personas de mayor edad (35-
64). Por ejemplo, las prevalencias de consumo experimental de cannabis, cocaína
y éxtasis son del 20,1%, 4,8%, 8,3% en el primer grupo frente al 4,2%, 0,9%, 1,6%
en el segundo.

Otras drogas como la heroína, otros opiáceos o inhalantes volátiles


presentan prevalencias de consumo muy bajas en población general. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que las encuestas a población general no
son un buen método para estimar la prevalencia de consumo de estas
sustancias: el acceso a muchos consumidores socialmente marginados puede ser
complicado y la precisión de las estimaciones es más baja cuando disminuye
mucho la prevalencia de consumo.

Uso de drogas en población escolar

Los estudios y encuestas dirigidos a población escolar muestran que las


drogas legales también son las más consumidas en este segmento de la
población (14-18 años): un 65,6% de los estudiantes de esta edad habían
consumido bebidas alcohólicas en el último mes y un 34,8% había sufrido una
intoxicación alcohólica en ese periodo. Por otra parte, un 21,5% de los
estudiantes fuma tabaco de forma diaria.

El cannabis es la droga ilegal de consumo más extendido. En 2004 un


42,7% lo había consumido alguna vez en la vida; un 36,6% en los últimos 12 meses
y un 25,1% alguna vez en los últimos 30 días. La media de cigarrillos de hachís
(porros) consumidos en los días que hubo consumo fue de 2,5. Estas cifras son
mucho más elevadas que las que se observan en población general. Por ejemplo,
si consideramos únicamente a los chicos y chicas de 18 años, se observa que más
de la mitad han fumado cannabis durante el último año, y uno de cada tres lo ha
utilizado en el mes previo a la encuesta.

El resto de las drogas ilegales presentan prevalencias de consumo


menores. Destacan los indicadores sobre cocaína: un 8,5% de los escolares la ha

61
probado y un 3,6% la ha utilizado a lo largo del último mes. Las prevalencias de
consumo del resto de las drogas ilegales (éxtasis, anfetaminas, alucinógenos y
heroína) son menores: un 4% han probado alguna de estas sustancias y alrededor
de un 1% las han utilizado en el último mes.

Un dato importante a observar es que las diferencias de consumo entre los


límites inferior (14 años) y superior (18 años) de las encuestas son muy elevadas
(Gráfico 2). En cualquier caso, las drogas más utilizadas con diferencia (y aquellas
en las que se deben centrar los esfuerzos preventivos) son alcohol y tabaco, y en
menor medida cannabis y cocaína.

Evolución en las pautas de consumo

Con respecto al alcohol, en la población de 15-64 años se aprecia una


tendencia a la estabilización en el consumo. Entre los estudiantes de
Enseñanzas Secundarias de 14-18 años ha aumentado el consumo intenso,
que suele centrarse en el fin de semana. En este grupo destaca la sustitución del
patrón de consumo tradicional mediterráneo (uso habitual de cantidades
moderadas de bebidas de baja graduación en entorno familiar) por usos menos
frecuentes, centrados en el fin de semana, pero en el que se utilizan grandes
cantidades de bebidas de alta graduación. Entre los estudiantes, la prevalencia de
intoxicaciones etílicas en los 30 días previos a la encuesta pasó de 20,7% en 1994
a 34,8% en 2004 y la proporción de bebedores de riesgo en esos 30 días de 8,6%
en 1996 a1 12,3% en 2004.

Las prevalencias de consumo de tabaco no muestran un descenso


claro y mantenido. Entre los estudiantes de 14-18 años el consumo se ha
mantenido prácticamente estable entre 1994 y 2004, aunque se aprecia un leve
descenso entre los de 14 y 16. Es posible que las recientes reformas legislativas
en nuestro país en relación con el consumo de tabaco puedan tener influencias a
nivel epidemiológico, aunque es pronto para poder evaluar la eficacia de estas
medidas.

62
La cocaína y el cannabis son las dos drogas cuyas prevalencias de
consumo han aumentado de forma más clara en la última década. Este
incremento se observa en todos los segmentos de población, pero es más acusado
entre los adolescentes y jóvenes (Gráficos 3 y 4). La disponibilidad percibida
de estas dos sustancias es también elevada: un 70% de las personas entre 15 y
34 años afirman que es “fácil o muy fácil” conseguir hachís o marihuana (53% para
la cocaína).

El consumo de éxtasis, anfetaminas y alucinógenos se mantiene


estable, sin que pueda apreciarse una tendencia clara. A nivel general la
prevalencia de consumo de estas sustancias es bajo, pero su uso es entre 4 y 8
veces más frecuente en jóvenes (15-34 años) que en personas entre 35 y 64.
El patrón de consumo más habitual de estas sustancias es el ocasional o
esporádico, asociado a espacios de ocio y en el seno de policonsumo de
distintas sustancias.

Edad media al inicio

Los rangos de edad de las encuestas dificultan su interpretación: la Encuesta


Escolar estima una edad de inicio inferior a la encuesta general, ya que el rango
de edad de los encuestados se encuentra entre los 14 y los 18 años. Considerado
en conjunto estos estudios y otros más específicos (encuestas a población juvenil
con rango de edades más amplios, encuestas a jóvenes en edad de servicio
militar...), podemos concluir que las drogas de inicio más precoz son, por este
orden, el tabaco, el alcohol y el cannabis. El resto de las drogas ilegales
presentan una edad media de inicio al consumo más elevada.

La edad media de inicio al consumo se ha mantenido estable durante


la última década. (Gráfico 5). Tanto en población general como en población
escolar, l las variaciones son pequeñas y de significación estadística desconocida.
Una disminución importante en este indicador constituiría una variable
epidemiológica de importancia, ya que el contacto precoz con cualquier droga

63
se asocia a una mayor probabilidad de aparición de problemas como abuso
o dependencia.

Diferencias de género

De forma general, las prevalencias de consumo en todas las sustancias


y en todos los rangos de edad son más elevadas en varones que en mujeres.
La edad de inicio también suele ser más baja entre los varones. Las diferencias
son menos acusadas en alcohol, tabaco y cannabis, y entre la población más joven.

Sin embargo, existen algunas excepciones de importancia: Las diferencias


de género en consumo de tabaco han disminuido en la última década. El
mayor incremento de consumo diario de tabaco entre 1997 y 2003 (del 19,1% al
27%) corresponde al grupo de mujeres entre 35 y 64 años. Por otra parte, y en el
grupo de 14 a 18 años, el consumo de tabaco es diez puntos mayores en
mujeres que en varones. Este cambio epidemiológico puede tener importantes
consecuencias sanitarias en el futuro. Por otra parte, el uso de hiposedantes sin
receta médica es también más prevalente entre mujeres que entre varones en
cualquier edad, incluso en población escolar de 14 a 18 años.

¿Cuáles son los problemas sanitarios más importantes en relación con


el consumo de drogas?

Aunque se han hecho esfuerzos y avances importantes a lo largo de la última


década, la heroína sigue siendo la droga que causa mayores problemas sanitarios.
Está poco claro si las cifras de prevalencia de consumo de esta sustancia han
aumentado o disminuido en los últimos diez años, pero sí es evidente que su uso
ha perdido visibilidad a nivel social, y se ha desplazado determinados núcleos
marginales donde es muy prevalente. En el año 2002, el 58,2% de las todas las
admisiones a tratamiento por problemas en relación con el consumo de drogas lo
fueron en relación con la heroína. Esta sustancia y otros opioides son las drogas
más frecuentemente encontradas en casos de muerte por reacción aguda a
drogas.

64
Con respecto a los diagnósticos de SIDA asociados a la inyección
(incidencia anual), este indicador ha descendido de forma importante entre 1994
y 2003. Sin embargo, a partir de 2001 parece haberse ralentizado el ritmo de
descenso. La infección por el virus de la hepatitis B (VHB) ha estado siempre muy
extendida entre los inyectores de droga (prevalencia 20-40%). A nivel
epidemiológico este fenómeno podrá controlarse a través de la vacunación. La
infección por el virus de la hepatitis C (VHC) (prevalencia 69%) es uno de los
problemas sanitarios más graves en la actualidad para esta población, ya que
un 20% de las infecciones crónicas por VHC evolucionan a cirrosis hepática
en 20-25 años, y un 1-4% pueden desarrollar un carcinoma hepatocelular.

Los problemas asociados al consumo de cocaína han experimentado


un rápido crecimiento, paralelo al incremento del uso de esta sustancia en
población general. Las admisiones a tratamiento por esta droga supusieron un
25% del total en 2002. Sin embargo, si consideramos sólo las nuevas admisiones
(pacientes valorados en servicios específicos por primera vez) este porcentaje
asciende hasta la actualidad, uno de cada dos episodios de urgencia por
consumo de drogas ilegales está relacionado con el consumo de cocaína y la
proporción de conductores fallecidos positivos a cocaína pasó del 5,2% en
1999 al 6,8% en 2003.

Los tratamientos por abuso/ dependencia a cannabis suponen un 10,3%


del total (21,3% si sólo se consideran las nuevas admisiones). Es probable que
esta cifra esté sobreestimada ya que una parte importante de estos tratamientos
están relacionados con sanciones administrativas por consumo/tenencia de esta
sustancia en la vía pública. Sin embargo, tanto en el caso del cannabis como
en el de otras drogas de uso recreativo, su uso habitual puede dar lugar a
distintos problemas de tipo sanitario. Muchos de estos problemas pasan
desapercibidos y el ámbito de Atención Primaria constituye un marco idóneo
para su abordaje.

65
Datos sobre otras sustancias

Existen datos indirectos acerca del consumo de otras drogas. Algunas de


ellas son de reciente incorporación al mercado. Otras presentan bajas
prevalencias de consumo en población general, al menos por el momento. El
conocimiento de las tendencias minoritarias es importante de cara a valorar
futuras estrategias de prevención e intervención.

El consumo de clorhidrato de ketamina por vía intranasal asociado a


espacios de ocio parece ir en aumento. El uso de esta sustancia con fines
recreativos está suficientemente asentado al menos en algunas zonas del norte del
Estado (País Vasco, Navarra, Asturias, Cantabria...) donde se trata de una
sustancia relativamente accesible.

El gamma-hidroxibutirato (GHB) es otra droga de síntesis cuyo uso en


espacios recreativos se ha popularizado en los últimos años. Su fabricación a partir
de precursores legales es sencilla y barata. Sin embargo, su estrecho margen
recreativo a nivel farmacológico con la consiguiente elevada probabilidad de
intoxicación hacen que sea una sustancia relativamente poco atractiva para
muchos consumidores.

Se han descrito casi doscientas feniletilaminas y triptaminas de síntesis


con efectos estimulantes y psicodélicos. Algunas de ellas, como la 2C-B, 2C-I o la
5-MeO- DIPT se encuentran de forma ocasional en el mercado de las drogas
ilegales. Por el momento se trata de un fenómeno muy minoritario. Aun así, no
puede descartarse que alguna de estas sustancias adquiera popularidad y se
convierta en un fenómeno de consumo masivo.

El uso psiconáutico (con fines de autoexploración o crecimiento personal)


de plantas nativas de Latinoamérica con propiedades psicodélicas (ayahuasca,
peyote, Salvia divinorum...) es también un fenómeno reducido a círculos
restringidos.

El uso de cocaína en base (crack) y metanfetamina en base fumadas o


inyectadas son un fenómeno creciente en población marginal de EE.UU. y algunos
países europeos. Aunque en nuestro país esta pauta de consumo es todavía

66
minoritaria, es importante prestar atención a su evolución debido a las graves
consecuencias sanitarias de estas formas de consumo

Puntos clave:

 Se entiende como droga de abuso cualquier sustancia de uso no médico


con efectos psicoactivos (capaz de producir cambios en la percepción,
el estado de ánimo, la conciencia y el comportamiento) y susceptibles de
ser autoadministradas.

 Las drogas pueden clasificarse de varias formas (origen, legalidad,


propiedades…). La clasificación más operativa es la que distingue entre
drogas estimulantes, depresoras y psicodélicas.

 Un consumo suficientemente continuado e intenso de la mayoría de las


drogas puede dar lugar a la aparición de un cuadro de dependencia, que
con frecuencia se acompaña de la aparición de los fenómenos de
tolerancia y abstinencia.

 El abuso de drogas es aquel patrón de consumo en el que, sin haberse


establecido una dependencia, aparecen consecuencias negativas de
tipo sanitario, laboral, escolar, familiar o social.

 El uso de drogas es aquel patrón de consumo en el que no se producen


consecuencias negativas para la salud, no aparecen problemas
individuales ni dependencia.

67
ENTREVISTA CLÍNICA
Factores de importancia en la Entrevista Clínica sobre drogas

La Entrevista Clínica es el instrumento más importante para abordar y


valorar el consumo de drogas de un paciente. Una correcta anamnesis es la
herramienta básica de trabajo, que se encuentra además al alcance de todos los
profesionales. El Médico de Atención Primaria debe acostumbrarse a incluir
preguntas acerca del consumo de drogas. Antes de preguntar es importante
plantearse los objetivos de la intervención: ¿qué vamos a explorar?, ¿cómo? y,
sobre todo ¿para qué? También es necesario tener en cuenta una serie de
elementos:

1. Para muchas personas, el hecho de hablar sobre ciertos


aspectos de su vida privada relativos a conductas íntimas puede resultar
incómodo. Es importante cuidar aspectos formales de la entrevista
clínica (espacio físico, empatía, escucha activa, lenguaje no verbal...) que
faciliten el proceso de la comunicación.
2. El Médico de Familia debe abordar el consumo de drogas
desde una perspectiva estrictamente sanitaria y no moral. Es
fundamental evitar los juicios de valor y los estereotipos (todos los
consumidores de drogas son unos drogadictos, los consumidores de drogas
no se preocupan por su salud, las personas que usan drogas tienen un
problema de valores ...)
3. La tolerancia social hacia las drogas ilegales es, en general,
mucho menor que la que se tiene hacia el alcohol y el tabaco. Pero el hecho
objetivo es que la morbimortalidad y el coste sanitario asociado a estas dos
sustancias es mucho más elevado al del resto de las drogas ilegales juntas.
La exploración y abordaje de los problemas en relación con las drogas
legales debe ser un objetivo prioritario.

4. De forma clásica suelen asociarse algunos síntomas


(cambios bruscos de ánimo, falta de motivación, disminución del
rendimiento laboral o escolar, problemas de sueño y alimentación...)

68
con consumos desadaptativos. En ocasiones son terceras personas
(padres, pareja...) quienes plantean la aparición de estos síntomas
relacionándolos con un hipotético uso de drogas. Aunque esta relación es
posible, es importante recordar que se trata de síntomas muy poco
específicos que pueden aparecer en gran cantidad de patologías o
circunstancias vitales no patológicas.
5. La confidencialidad es un elemento clave en la relación
médico-paciente que debe ser explicitado si es necesario.

6. Se suele recomendar el uso de preguntas abiertas,


exploratorias, sobre escenarios concretos, que den oportunidad al
paciente para explicarse de forma amplia (¿Qué haces cuando sales de
marcha?, ¿Cuánto aguantas? ¿Qué tomas una noche normal? ¿y otras
cosas?).
7. Por el contrario, las preguntas cerradas (aquellas que pueden
responderse con un “sí” o un “no”) son percibidas como un interrogatorio y
dificultan obtener información.
8. También pueden introducirse preguntas cortas sobre el
consumo de sustancias en la anamnesis general de la misma forma que
se pregunta por el consumo de medicamentos, tanto de prescripción médica
como por automedicación.
9. El modelo de Atención Primaria permite un abordaje
continuado en el tiempo. Conviene no obcecarse en obtener toda la
información en una primera entrevista ya que será posible reinterrogar y
reexplorar en sucesivas ocasiones.

Hallazgos en la exploración

Una exploración clínica dirigida puede ofrecer información


complementaria de mucha utilidad a la hora de valorar un consumo.
Nuevamente conviene no dejarse engañar por estereotipos sobre el
aspecto físico del paciente, su nivel socioeconómico o cultural. También es
importante resaltar que ningún hallazgo exploratorio es patognomónico
por lo que los resultados de la exploración deben ser considerados como un

69
complemento de la anamnesis.

Algunos signos pueden indicar consumo reciente: fetor etílico,


hiperemia conjuntival (típica del cannabis), alteraciones del tamaño
pupilar (miosis, midriasis), signos de venopunción en la piel,
alteraciones en el lenguaje o el comportamiento... La existencia de
lesiones en tabique y fosas nasales, epistaxis frecuentes o episodios
repetidos de infección local podrían estar en relación con el uso intranasal
de sustancias. En otras ocasiones podemos encontrar signos patológicos
evidentes (arañas vasculares, telangiectasias, hepatomegalia,
esplenomegalia, adenopatías, ictericia, soplos cardiacos...). Estos
hallazgos suelen indicar deterioro orgánico y con frecuencia están en
relación con complicaciones infecciosas en personas que utilizan (o han
utilizado) drogas por vía intravenosa.

Pruebas complementarias

Como en cualquier otro acto médico, la necesidad de solicitar pruebas


complementarias vendrá dada por el resultado de la anamnesis y la
exploración clínica. El patrón de consumo de la(s) sustancia(s), la vía de
administración, las características toxicológicas y
epidemiológicas...determinarán la necesidad de solicitar pruebas
complementarias. Podemos ver varios ejemplos:
1. Un consumo ocasional o esporádico de cannabis o drogas de
síntesis en una persona sana no precisa en principio de ninguna
prueba complementaria.
2. En un paciente con consumo abusivo de alcohol, la determinación
de parámetros bioquímicos (ácido úrico, triglicéridos, enzimas
hepáticas) y hematológicos permiten objetivar los efectos sobre la
salud del consumo.
3. En un paciente que utiliza o ha utilizado drogas por vía parenteral es
importante descartar complicaciones infecciosas (Mantoux,
serologías para Hepatitis B, hepatitis C, VIH, sífilis, citomegalovirus,
toxoplasma...). Según el resultado de la anamnesis y la exploración

70
pueden estar indicadas otras exploraciones (radiografía de tórax,
espirometría, electrocardiograma, pruebas de neuroimagen...)

Una circunstancia particular es la detección del consumo a través de pruebas


analíticas. Existen test que pueden determinan la presencia de tóxicos en orina o
sudor durante un tiempo variable. En ocasiones, algunos padres demandan estas
pruebas para conocer si sus hijos consumen drogas. Como ya se ha señalado, la
anamnesis es la herramienta fundamental para explorar el consumo de
cualquier paciente. El uso de una prueba analítica para desenmascarar el
consumo de un paciente es inaceptable tanto a nivel ético como a nivel práctico
(ya que no aporta ninguna información sobre las circunstancias, frecuencia y
consecuencias del consumo, además de quebrar la relación médico-paciente y
vulnerar el principio bioético de autonomía).

Elementos importantes a valorar en el consumo de drogas

Existen tres elementos clave que nos permiten valorar si un determinado


consumo supone más o menos riesgos. La sustancia o sustancias consumidas es
uno de ellos, pero existen otros dos que son igualmente importantes: el individuo
que las utiliza y el contexto en el que se realiza el consumo.

Otro factor a considerar siempre es la frecuencia del consumo,


distinguiendo entre consumos episódicos (experimentales u ocasionales) y
consumos sistemáticos (habituales o compulsivos)

Es importante distinguir entre los consumos recreativos (aquellos


asociados a espacios de ocio, típicos del fin de semana) y los instrumentales (en
los que se persigue un fin determinado: rendir más en el trabajo, evitar síndrome
de abstinencia…). También es importante tener en cuenta la elevada frecuencia
con la que se presenta el policonsumo de distintas sustancias: por ejemplo, en
consumidores de heroína es frecuente la asociación con alcohol, tabaco y
benzodiacepinas; en consumidores de drogas de uso recreativo también el
policonsumo es habitual.

71
La sustancia

Existen características inherentes a cada una de las distintas drogas, que


condicionan los efectos y los riesgos:

1. Tipo de sustancia: Una clasificación sencilla de las drogas distingue


entre drogas estimulantes del Sistema Nervioso Central (cafeína, cocaína,
metanfetamina…), depresoras (alcohol, benzodiacepinas…) y alteradores de la
mente o psicodélicas (LSD, ketamina…). Algunas sustancias pueden producir
efectos mixtos: el éxtasis (3,4-metilendioximetanfetamina o MDMA) produce una
estimulación suave con ligeros tintes psicodélicos.
2. Dosis: La dosis mínima eficaz (DME) es aquella a partir de la cual
se manifiestan los efectos buscados al consumir la droga. La dosis mínima tóxica
(DMT) a partir de la cual se inician los efectos tóxicos. El margen de seguridad
(DMT-DME) es propio para cada sustancia y en algunas ocasiones pueden
solaparse. Al incrementar las dosis los efectos pueden variar: dosis bajas de
alcohol suelen tener efectos euforizantes o estimulantes, pero en dosis elevadas el
alcohol se comporta como un depresor.

3. Vía de administración: Las drogas pueden incorporarse al Sistema


Nervioso Central a través de la vía oral, intramuscular, intravenosa, intranasal
(esnifada), pulmonar (fumada) o transmucosa, si bien no todas las sustancias
admiten cualquier vía. La vía de administración afectará a la intensidad y rapidez
de los efectos así como a algunas de las posibles complicaciones: la práctica de
compartir jeringuillas se asocia a la transmisión de patógenos como el VIH o
virus hepatotropos (VHB,VHC...); el consumo intranasal puede ser causa de
ulceraciones en la mucosa nasal…
4. Asociación a otras sustancias: El consumo de más de una droga
incrementa los riesgos. Si los efectos de estas son similares (p.ej:
alcohol+opiáceos, opiáceos+benzodiacepinas) los efectos tóxicos pueden
potenciarse, de forma que la suma de dosis relativamente seguras de las dos
sustancias puede dar lugar a una sobredosis.
5. Valoración social: Las drogas institucionalizadas (alcohol, tabaco,

72
benzodiacepinas…) tienen un reconocimiento legal y un uso normativo. Su
accesibilidad y disponibilidad es mayor a la de las drogas no institucionalizadas,
cuya venta está sancionada por la ley. La falta de controles sanitarios sobre la
producción de drogas ilegales hace que la adulteración sea un riesgo a considerar.
6. Potencial de abuso y dependencia: Las características
farmacodinámicas de determinadas drogas hacen posible la aparición de
dependencia física ante consumos continuados durante largo tiempo. Los
cambios neuroadaptativos que produce el consumo crónico de algunas drogas
(alcohol, benzodiacepinas, opiáceos…) dan lugar a la aparición de un síndrome
de abstinencia al suspender su administración.

El individuo

Existen características propias de cada persona que es necesario tener en cuenta


al evaluar un consumo de drogas.

 Sexo: Existen diferencias biológicas que pueden dar lugar a efectos


distintos de las sustancias en hombres y mujeres. Las mujeres tienen una mayor
susceptibilidad a los efectos de drogas como el alcohol o el éxtasis (MDMA),
necesitando de menores cantidades para alcanzar efectos. Con excepción de los
benzodiacepinas, los consumos de todas las drogas son más prevalentes en
varones que en mujeres. El embarazo y la lactancia son dos circunstancias en la
vida de una mujer en las que el consumo de cualquier droga está absolutamente
contraindicado.
 Edad: Los primeros contactos con drogas (tanto legales como ilegales)
suelen producirse a lo largo de la segunda década de la vida. El riesgo de
desarrollar abuso o dependencia hacia una sustancia es mayor cuanto más
precoz sea el contacto con ella. Un objetivo preventivo de primera magnitud será
retrasar en lo posible el contacto con las drogas.
 Pauta de consumo: Según la frecuencia de consumo se va haciendo
más intensa, el desarrollo de tolerancia farmacológica (necesidad de incrementar la
dosis para conseguir los mismos efectos) se hace más probable, lo que aumenta
también los efectos secundarios y tóxicos.

73
Concurrencia de patología: Es importante considerar los efectos tóxicos selectivos
de ciertas drogas sobre determinados órganos y sistemas. En personas con patología
preexistente los riesgos se incrementan. Se denomina patología dual (comorbilidad
psiquiátrica) a la concurrencia en el mismo paciente de una enfermedad mental
severa con tendencia a la cronicidad (trastornos psicóticos y afectivos) con un
trastorno por abuso y/o dependencia de alcohol u otras drogas. Algunas drogas
parecen facilitar el desarrollo del trastorno mental en personas predispuestas (ej.:
cannabis y esquizofrenia) mientras que en el caso de otros muchos autores creen que
pueden desempeñar un papel de automedicación (ej.: opiáceos y esquizofrenia). El
diagnóstico de trastorno dual dificulta el manejo del paciente y ensombrece el
pronóstico.

El entorno

El consumo de drogas debe entenderse como un fenómeno dinámico, en constante


evolución y social. En el entorno inmediato del sujeto (dimensión micro social)
puede valorarse qué factores familiares predisponen o protegen del consumo de
drogas y cómo influyen sobre la persona factores como la escuela o el grupo de
iguales. La dimensión meso social hace relación a la influencia de los entornos en
los que se mueve el individuo en sus actividades (ocio, intimidad…). Los patrones
generales de cultura, valores, sistema social, legislación, etc., constituyen la
dimensión macrosocial.

74
TIPOS DE CONSUMO DE DROGAS SEGÚN LA FRECUENCIA DE
CONSUMO y TIPOS DE USUARIOS
Consumo experimental: El individuo realiza ensayos, fundamentados
generalmente en la curiosidad, en una o varias ocasiones, sin intención
explícita de repetir posteriormente el consumo; se trata de un primer
contacto con la droga, pudiendo no
volver a retomar el consumo o evolucionar hacia otros patrones de
consumo
Consumo ocasional: El individuo sabe lo que puede obtener de una
droga y a veces recurre a ella; este tipo de consumo puede permanecer
así toda la vida, retroceder, o
evolucionar hacia un patrón de consumo sistemático.
Consumo habitual: El individuo consume drogas de una forma más o
menos habitual,
con una frecuencia más o menos periódica.
Consumo compulsivo, aquel que no puede ser controlado por el
individuo, bien porque
es incapaz de abandonarlo, por miedo al síndrome de abstinencia, o
bien porque una vez que se inicia es llevado a cabo de modo
compulsivo.
Experimental: Todo consumo de SPA empieza por aquí. El individuo
prueba una o más sustancias una o dos veces y decide no volverlo
hacer.
No tiene intenciones de hacerlo de nuevo porque tal vez los efectos no
fueron placenteros, no le ve un sentido a continuar haciéndolo o tal vez
porque no va de acuerdo a su estilo de vida o forma de pensar.
Recreativo: Se empieza a presentar el consumo con cierta regularidad
entre círculos de amigos, en contextos de ocio. No compra ni guarda, lo
hace con gente que conoce y confía solo cuando siente deseos de
hacerlo. Su objetivo es la búsqueda de experiencias agradables,
placenteras y de disfrute, el “aguante” para la fiesta y para facilitar la
relación con sus pares. Aunque consume con su círculo de amigos, no
todos son consumidores. También ocupa su tiempo libre en otras
actividades donde no hay presencia de SPA. No piensa en el consumo
como un “escape” u una “solución” a sus problemas porque tiene la
capacidad de buscar diferentes alternativas frente a estos.
Habitual: Para llegar aquí se tuvo que haber pasado por alguna fase
previa. Se tiene una droga de preferencia (quizás después de probar
con muchas otras) un refuerzo permanente y un gusto por lo que siente.
Por eso la frecuencia y la cantidad aumentan.
La droga juega un papel importante en la vida y cumple funciones cada
vez que la consume por lo que es muy probable que lo haga
repetidamente.

75
Compulsivo: Se depende de la droga, pero no solo de ella sino de los
amigos y del estilo de vida que desarrolla en torno a ella. Es probable
que ese “estilo de vida” no sea solo el consumo sino el círculo de
amigos, el reconocimiento y aceptación dentro del grupo. Pero puede
desarrollar también un consumo solitario y aislado, sin amigos, y sin
mayores actividades.
Consumo problemático: Esta determinado por el impacto que éste
tiene sobre la salud (consecuencias visibles, enfermedades crónicas) y
la aparición de consecuencias de tipo social con una connotación
negativa (deterioro, aislamiento, conductas problemáticas). Se
caracteriza porque se presenta el uso de una o varias drogas en
situaciones que pueden significar peligro: pérdida de velocidad de
respuesta y reflejos (manejando, atravesando una calle u operando una
máquina). Dificultades o incapacidad para cumplir con las
responsabilidades laborales, académicas o familiares (ausentismo, bajo
desempeño, aislamiento, abandono o descuido de intereses y
responsabilidades)
Dependencia: Puede darse de manera abrupta o progresivamente
según la sustancia(s) que se estén usando. Se depende cuando no se
puede dejar de consumir, porque si se deja de consumir vienen
síntomas físicos y/o psicológicos desagradables. La vida cotidiana
empieza a girar en torno al consumo de sustancia y se entra en el
círculo vicioso de conseguir – consumir – conseguir. El consumidor
siente que es imposible resistir el deseo de consumir, que ha perdido el
control; siente una fuerte ansiedad al bajar el efecto que solo se alivia al
consumir de nuevo. Hay dos tipos de dependencia: física y psicológica.
La física implica un cambio permanente en el funcionamiento del cuerpo
y del cerebro, se da cuando ya se ha generado una tolerancia a hacia la
sustancia, por lo tanto, el cuerpo cada vez necesita una dosis mayor
para sentir los efectos deseados. Al dejar de consumir, el cuerpo
reacciona con síndromes de abstinencia o retirada. No todas las
sustancias la producen. (Ej. Nicotina, heroína y derivados opiáceos).

76
FACTORES DE RIESGO Y FACTORES DE PROTECCION

Las investigaciones realizadas durante las últimas dos décadas han tratado de
determinar cómo comienza y cómo progresa el abuso de las drogas. Hay muchos
factores que pueden aumentar el riesgo de una persona para el abuso de drogas. Los
factores de riesgo pueden aumentar las posibilidades de que una persona abuse de
las drogas mientras que los factores de protección pueden disminuir este riesgo. Es
importante notar, sin embargo, que la mayoría de las personas que tienen un riesgo
para el abuso de las drogas no comienzan a usarlas ni se hacen adictos. Además, lo
que constituye un factor de riesgo para una persona, puede no serlo para otra.

Los factores de riesgo y de protección pueden afectar a los niños durante


diferentes etapas de sus vidas. En cada etapa, ocurren riesgos que se pueden cambiar
a través de una intervención preventiva. Se pueden cambiar o prevenir los riesgos de
los años preescolares, tales como una conducta agresiva, con intervenciones
familiares, escolares, y comunitarias dirigidas a ayudar a que los niños desarrollen
conductas positivas apropiadas. Si no son tratados, los comportamientos negativos
pueden llevar a riesgos adicionales, tales como el fracaso académico y
dificultades sociales, que aumentan el riesgo de los niños para el abuso de
drogas en el futuro.

Factores de riesgo Dominio Factores de protección

Conducta agresiva Individual Auto-control


precoz
Falta de supervisión de Familia Monitoreo de los padres
los padres
Abuso de sustancias Compañeros Aptitud académica
Disponibilidad de drogas Escuela Políticas anti-drogas
Pobreza Comunidad Fuerte apego al barrio

Los factores de riesgo pueden influenciar el abuso de drogas de varias maneras.


Mientras más son los riesgos a los que está expuesto un niño, mayor es la probabilidad

77
de que el niño abuse de las drogas. Algunos de los factores de riesgo pueden ser más
poderosos que otros durante ciertas etapas del desarrollo, como la presión de los
compañeros durante los años de la adolescencia; al igual que algunos factores de
protección, como un fuerte vínculo entre padres e hijos, pueden tener un impacto mayor
en reducir los riesgos durante los primeros años de la niñez. Una meta importante de
la prevención es cambiar el balance entre los factores de riesgo y los de protección de
manera que los factores de protección excedan a los de riesgo.

Algunas de las señales de riesgo se pueden ver tan temprano como en la


infancia o en la niñez temprana, tal como la conducta agresiva, la falta de auto-control,
o un temperamento difícil. Cuando el niño crece, las interacciones con la familia, la
escuela y en la comunidad pueden afectar su riesgo para el abuso de drogas en el
futuro.

Las primeras interacciones de los niños ocurren en la familia. A veces la


situación familiar aumenta el riesgo del niño para el abuso de drogas en el futuro, por
ejemplo, cuando existe:

a. La falta de cariño y respaldo por parte de los padres o de los


cuidadores;
b. Una crianza ineficiente; y
c. Un cuidador que abusa de las drogas.
Pero las familias pueden proveer protección contra un futuro abuso de drogas
cuando hay:

a. Un vínculo fuerte entre los hijos y los padres;


b. Participación de los padres en la vida del niño; y
c. Límites claros y una disciplina aplicada consistentemente.

Las interacciones fuera de la familia pueden involucrar riesgos tanto para los
niños como para los adolescentes, tales como:

a. Un comportamiento negativo en la escuela o una conducta


social deficiente;
b. El fracaso académico; y

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c. la asociación con compañeros que abusan de las drogas.

La asociación con compañeros que abusan de las drogas a menudo es el riesgo


más inmediato para que los adolescentes sean expuestos al abuso de drogas y al
comportamiento delincuente.

Otros factores –como la disponibilidad de las drogas, los patrones del


narcotráfico, y las creencias que el abuso de drogas se tolera en general– son
riesgos que pueden influenciar a la gente joven a que comiencen a abusar de las
drogas.

Las investigaciones han mostrado que los períodos claves de riesgo para el
abuso de drogas son durante las transiciones mayores en la vida de los niños. La
primera transición importante para un niño es cuando deja la seguridad de la familia y
va a la escuela por primera vez. Después cuando pasa de la primaria a la escuela
media, a menudo experimenta nuevas situaciones académicas y sociales, como
aprender a llevarse con un grupo más grande de compañeros. Es en esta etapa–la
adolescencia temprana–que hay más probabilidad de que los niños se enfrenten por
primera vez a las drogas.

Cuando entran a la secundaria, los adolescentes confrontan más desafíos


sociales, emocionales y académicos. Al mismo tiempo, pueden estar expuestos a más
drogas, a abusadores de drogas, y a actividades sociales que involucran drogas. Estos
desafíos pueden aumentar el riesgo de que abusen del alcohol, del tabaco, y de otras
sustancias.

Cuando los adultos jóvenes dejan sus hogares para ir a la universidad o para
trabajar y se encuentran solos por primera vez, su riesgo para el abuso de drogas y del
alcohol es muy alto. Por lo tanto, también son necesarias las intervenciones para los
adultos jóvenes.

79
HABILIDADES SOCIALES
Los seres humanos somos seres sociales y, por tanto, debemos adquirir una
serie de habilidades sociales que nos permitan vivir en armonía con los que nos
rodean, puesto que necesitamos a los demás para sobrevivir y para disfrutar de una
vida emocionalmente sana.

No poseer ciertas habilidades sociales determina cómo nos comportamos


cuando estamos con otras personas y nuestra manera actuar puede, en algunas
ocasiones, ser mal interpretada por los demás, lo que puede resultar en un conflicto
que podría haberse evitado.

Las habilidades sociales son un conjunto de conductas que emitimos


cuando interactuamos con otros individuos y que nos ayudan a relacionarnos con
los demás de forma efectiva y mutuamente satisfactoria. Por suerte, pueden ser
adquiridas y desarrolladas con la práctica. Sin embargo, puede ser difícil de dominar
algunas de ellas, pues hay que ser pacientes y tomarse un tiempo para desarrollarlas
adecuadamente.

1. Escucha activa

Hay una gran diferencia entre escuchar y oír. Saber escuchar es muy
importante en la comunicación con otras personas y, aunque no siempre nos demos
cuenta, en ocasiones pasamos más tiempo pendientes de lo que nosotros pensamos
y de lo que nosotros decimos en vez de escuchar activamente al otro.

Escuchar de forma activa no es solamente prestar atención a las palabras que


salen de la boca del otro interlocutor, sino que consiste en ser plenamente
consciente de las emociones y el lenguaje no verbal que la otra persona intenta
comunicar.

La escucha activa es realmente importante a la hora de comunicarnos de


manera efectiva con otras personas.

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2. Asertividad

La asertividad es una habilidad social muy importante por muchos motivos. La


persona asertiva expresa su opinión de manera apropiada y defiende su punto
de vista, siempre respetando la opinión de los demás. Así pues, la asertividad es clave
para comunicarse de manera eficiente con otros individuos, pero también para nuestro
propio bienestar emocional.

3. Validación emocional

La validación emocional es el entendimiento y expresión de la aceptación


de la experiencia emocional de la otra persona, y mejora las relaciones
interpersonales puesto que el otro interlocutor se siente comprendido y reconocido.
Cuando alguien siente que está siendo entendido emocionalmente, su confianza hacia
la otra persona aumenta y es capaz de abrirse, es decir, verbalizar lo que piensa y
siente. Es imprescindible para crear una buena relación con otros individuos.

4. Empatía

La empatía es la capacidad para ponerse en el lugar del otro y saber lo que


siente o incluso lo que puede estar pensando. Por tanto, es necesaria para poder
tener relaciones interpersonales con otros individuos y para saber cómo comportarse
frente a los demás. La empatía, además, es clave para adaptarse a las situaciones
sociales.

5. Capacidad de negociación

Cuando compartimos el día a día con personas es necesario tener una buena
capacidad de negociación. Ya sea con los compañeros de trabajo o con la pareja,
saber negociar es una competencia necesaria pues puede evitarnos muchos conflictos.
Además, el conflicto puede surgir cualquier relación, y aprender a manejarlo y a
negociar es una manera sana y esencial para hacer que las relaciones funcionen.

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6. Respeto

Las personas están más dispuestas a relacionarse con nosotros si mostramos


respeto hacia sus creencias, valores e ideas. Además de respetar su forma de
pensar, el respeto se puede expresar con un contacto visual que indique
sinceridad, para que la personas se sienta tenida en consideración. La falta de respeto
es una de las actitudes que más odiamos y que, en algunos casos, cuesta dejar atrás.

7. Credibilidad

Mostrarse como una persona creíble es necesario para ganar confianza


con los demás y, además, persuadir a una audiencia. Igual que con el respeto, la
credibilidad hace que las personas se muestren tal y como son y estén más receptivas.
Siempre hay que ser coherente con lo que se dice y hace.

8. Compasión

Nadie es perfecto y, por tanto, todos podemos equivocarnos. A veces


somos muy duros con los demás, pese a que no hayan hecho algo con mala fe. Ser
compasivo es clave para tratar con otros individuos, y la aceptación y el perdón ayudan
a mejorar nuestro bienestar.

9. Pensamiento positivo

Vivir la vida de manera negativa va a influir en cómo vemos el mundo y, por


ende, cómo nos relacionamos con los demás. Tener una mentalidad positiva y hacer
frente a las situaciones con optimismo es una de las mejores maneras de vivir.
Y, además, atrae a otras personas.

82
10. Regulación emocional

La regulación emocional es un concepto clave cuando convivimos con otros


individuos y es una competencia necesaria para la vida. Tener conciencia y regular las
propias emociones resulta necesario y a la vez nos ayuda a desarrollar mejor nuestra
posibilidad de favorecer el propio bienestar y el de los demás.

11. Apertura de mente

Una mente libre de prejuicios y de estereotipos es una fortaleza que te


ayuda a relacionarte con distintas personas y a adaptarte mejor al entorno. La rigidez
mental y la intolerancia son sin duda una limitación para las relaciones interpersonales.

12. Paciencia

Ser paciente es una de las grandes virtudes que podemos poseer,


especialmente cuando nos referimos al entorno social. Si no dominamos esta habilidad,
cualquier cosa puede molestarnos y convertirse en un gran problema. La paciencia
ayuda a estar relajado y a evitar estar más tenso de lo necesario. Antes de estallar
en un ataque de ira, mejor tomarse unos segundos para recapacitar.

13. Cortesía

Cuando somos corteses y educados con otras personas rara vez serán
desagradecidas con nosotros. Compórtate con respeto y de forma educada con los
demás y ya verás cómo te van mucho mejor las cosas. Ser gentil y amable, siempre es
un plus.

14. Saber expresarse

Saber expresarse es clave cuando nos relacionamos con los demás.


Respecto al lenguaje verbal, es necesario ser claro y hacer llegar a los demás el

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mensaje que queremos. Esto parece fácil, pero no siempre ocurre así. Utilizar ejemplos
concretos, tener una buena capacidad de improvisación, vocalizar correctamente o
considerar los tiempos son estrategias útiles.

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ESTRATEGIAS DE EVALUACIÓN EN PREVENCIÓN DE
RECAÍDAS
Hoy día teniendo en cuenta los grandes avances tecnológicos y científicos en
lo referido a las adicciones, se disponen de varias estrategias e instrumentos de
valoración de habilidades de afrontamiento y/o situaciones de riesgo, elaborados
fundamentalmente para desarrollar procedimientos específicos de intervención en la
prevención de recaídas. Para esto se propone una clasificación en cinco tipos de
procedimientos:

1) Auto registros

2) Informes autobiográficos de recaídas, (es decir descripción de


recaídas pasadas).

3) Fantasías de recaída.

4) Observación directa.

5) Cuestionarios o autoinformes.

A continuación, estas clasificaciones serán desarrolladas y se mencionarán


distintos autores, valores, porcentajes y escalas de medición.

Utilidad de los Autorregistros

Autores tales como Boudin, (1972); Callahan, Price y Dahlkoetter, (1980);


Marlatt, (1979); Sobell y Sobell, (1973), sostienen que el uso de los autorregistros son
procedimientos habituales en el campo de la adicción a las drogas, y su fiabilidad
como método objetivo de valoración de la conducta de consumo de drogas ha sido
estudiada en varios trabajos. Sin embargo, es conveniente utilizar medidas
complementarias o información facilitadas por familiares o terceros que puedan servir
como fuente de datos. En cuanto al uso del autorregistro, el individuo consigna en ese
formulario lo más significativamente posible al momento del consumo, información
relevante para poder intervenir acerca de distintos aspectos tales como el tipo de
droga y la cantidad, el día, la hora, el lugar, la compañía, el estado de ánimo, los
antecedentes y las consecuencias de la conducta de consumo. Suele ocurrir que, si

85
bien la información puede ser muy valiosa para el terapeuta, esta puede estar un poco
distorsionada por errores de memoria, este instrumento brinda para sí mismo
información que a su vez sirve como retroalimentación inmediata, y es una gran ayuda
para poder centrarse en un posterior cambio de comportamiento.

Los autorregistros, se utilizan generalmente en el inicio de la intervención


terapéutica, es decir cuando el paciente aún no ha abandonado el consumo de la
sustancia, jugando un rol fundamental cuando el objetivo del tratamiento no es la
abstinencia total, como por ejemplo en los programas de consumo de alcohol
controlada cuyo objetivo es lograr una reducción paulatina de la ingesta, o en los
programas de reducción gradual de consumo de cigarrillos.

Una cuestión para destacar y que es de gran utilidad clínica es el “autorregistro


de deseo” (García, 1994). Mediante este instrumento, el sujeto que ya se encuentra
en situación de abstinencia, registra las situaciones de riesgo (internas y externas), el
grado de deseo y la estrategia que utiliza para controlarlo, cuando experimenta el
deseo o la urgencia de consumir.

Con respecto al “deseo de consumo”, existe un procedimiento alternativo que


fue ensayado en un trabajo de Callahan et al. (1980), en el cual los pacientes debían
telefonear a los terapeutas varias veces al día para comunicar las situaciones externas
e internas vinculadas al deseo de consumir drogas.

Hay que destacar que uno de los problemas que siempre se suele plantear en
este tipo de procedimientos es el seguimiento de las instrucciones, es por ello que
mencionaremos que en un estudio de Wilkinson y Le Breton (1988) con jóvenes
politoxicómanos, se encontró que el 30% de los pacientes no cubría el registro diario.
Por lo que el incumplimiento de los mismos suele significar un mal pronóstico, dado
que aparenta indicar una baja motivación del paciente.

Como un hecho que hay que resaltar, es que uno de los riesgos para el
propósito de la evaluación es la reactividad o reticencia que se produce en los
pacientes, la cual se ve acentuada por tratarse de una conducta que el sujeto desea
eliminar. En este contexto, el autorregistro puede ser considerado un componente
activo del tratamiento. Una recomendación para este tipo de evaluación es que esta

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reactividad que mencionamos puede verse reforzada si el registro se realiza antes del
consumo de la sustancia y consensuado con el paciente que consume tabaco o
alcohol, entre otros. Por otra parte, la cumplimentación de los autorregistros posibilita
la elaboración de “gráficas de consumo” reforzando la abstinencia del sujeto, al
proporcionar un feedback visual de los progresos individuales, situación que debe
hacer notar el terapeuta.

En consecuencia, las utilizaciones de estos autorregistros aportan varias


ventajas: a) es de gran utilidad para identificar situaciones de riesgo, b) ofrece
información continua al paciente sobre el consumo de drogas, desde el pretratamiento
y a través de todas las fases de la intervención y c) proporciona feedback al terapeuta
sobre la efectividad del tratamiento.

Informes autobiográficos de recaídas

(Descripción de recaídas pasadas)

La descripción de recaídas pasadas también puede ser un buen elemento para


proporcionar información útil al profesional acerca de futuras situaciones de riesgo,
dado que tiene en sus manos un elemento estadístico que permite hacer una
comparación con situaciones actuales. El procedimiento consiste en que el paciente
relate de manera escrita o de forma verbal, una o varias experiencias de recaídas que
le han ocurrido en el pasado. Esta descripción suele contener información acerca de
los tipos de sustancias que ha consumido, durante cierto tiempo, con quién, cuándo,
en qué situación, entre otros factores. Por lo general, el relato incluye un período
aproximado de tiempo antes del consumo, en el cual la finalidad es buscar posibles
señales de advertencia tanto internas como externas, es decir las relacionadas con el
deseo de consumo o las relacionas con el medio ambiente. Como un valor agregado,
el relato debe incluir la reacción del paciente ante el consumo inicial de la sustancia,
como también la de la familia y otras personas significativas.

Fantasías de recaída

Marlatt y Gordon (1985), han propuesto el concepto de la fantasía de recaída,

87
esta es una de las estrategias específicas para la evaluación de situaciones de alto
riesgo. La misma consiste en que el sujeto debe imaginar en modo propio y sin
ninguna ayuda, cómo cree que podría ocurrir su vuelta al anterior hábito de consumo
de drogas. Esta información es de gran utilidad dado que al terapeuta le permite
evaluar las situaciones de riesgo potenciales a través de cómo el paciente percibe la
posibilidad de una recaída y cómo cree que se sentiría y se comportaría en esa
situación.

Observación directa

Otra estrategia a tener en cuenta, y que no se da en la mayoría de las


ocasiones, es la observación directa en la situación real, a pesar de que es difícil de
llevar a cabo y resulta un método costoso, esta no tiene una utilización sistemática en
los estudios de la conducta de consumo de drogas. Este procedimiento se ha
empleado sobre todo con pacientes alcohólicos, y con fumadores, ya que su utilización
con otro tipo de pacientes (por ejemplo, cocainómanos o heroinómanos) ofrece
mayores costos e inconvenientes, teniendo en cuenta que no todos los pacientes
consienten que una persona lo esté observando durante un determinado tiempo.

En efecto, las observaciones en el ambiente real tienen utilidad práctica sólo


con una parte muy limitada de la población consumidora de drogas. Lamentablemente
hay que hacer notar que los trabajos que describen la observación directa del
consumo de heroína son muy escasos. Wikler (1952), fue el primero en publicar estos
trabajos, basándose sobre un caso clínico de un adicto de 33 años. Aunque, estas
observaciones no se centraron en la descripción objetiva de los cambios
conductuales, sino que se trataban de interpretaciones desde una perspectiva más
bien psicoanalítica. Posteriormente y entre los años 1969 y 1976, han ido apareciendo
diferentes estudios sobre observaciones directas de consumo de heroína. No
obstante, esto, estos trabajos que describen básicamente, el patrón de los efectos de
la heroína, fueron retomados posteriormente por Solomon (1980) para la elaboración
de la teoría del proceso oponente.

Con respecto a la adicción al tabaco, se han realizado numerosos estudios de


este tipo para conocer la topografía del consumo de cigarrillos de los fumadores

88
(consideremos que la topografía hace referencia a una representación gráfica con sus
formas y detalles, tanto naturales como artificiales), analizando parámetros como la
frecuencia, es decir la cantidad de cigarrillos consumidos por día o número de
chupadas por cigarrillo, duración del cigarrillo o de la chupada, intervalo en termino de
minutos o cantidad de horas entre cigarrillos o entre chupadas y volumen de la
inhalación de la conducta de fumar.

Una estrategia alternativa a la observación natural y que puede tener


significados positivos, es la observación en situaciones simuladas, esta puede ser de
utilidad tanto en la fase de inicial de evaluación como, posteriormente en el
tratamiento, debemos resaltar aquí que su utilización en grupo, (fundamentalmente
cuando son grupos terapéuticos), es especialmente efectiva, debido a que facilita una
excelente oportunidad para explorar diferentes aspectos y problemas comunes
relacionados con el afrontamiento de situaciones de riesgo, hay que destacar que
cuando se trata de grupos, estos son un excelente elemento de medición, teniendo en
cuenta que cuando confrontan entre sí, comienzan paulatinamente a surgir soluciones
a problemas que parten de los propios sujetos y estos al ver que tienen un significado
positivo, los alienta a seguir.

Esta estrategia, es una técnica complementaria a los informes verbales que el


sujeto ha ofrecido sobre sus estrategias de afrontamiento. Donde el paciente debe
hacer un ensayo de conducta ante una situación de riesgo simulada, como si
realmente estuviera ocurriendo, es por eso que los aportes de sus propios
compañeros son de gran utilidad, más aún cuando son comentarios positivos, pero si
los comentarios son negativos también son un aporte, dado que sirve para hacer
correcciones y para hacerle tomar conciencia de que puede seguir sin bajar los brazos.
Este tipo de simulaciones permite obtener una idea más aproximada de la ejecución
real en el futuro.

Como destacáramos anteriormente, la evaluación de las respuestas de


afrontamiento en ambientes simulados, principalmente si es apoyado por sus
compañeros, ofrece ciertas ventajas frente a otros procedimientos. Por un lado, no
plantea los problemas que pudieran llegar a surgir de la observación natural y, por otra
parte, el entorno de evaluación se aproxima más a los ambientes reales de consumo

89
que otras estrategias. Aun así, no está claro en qué medida las observaciones en
situaciones de consumo simuladas pueden llegar a ser representativas del ambiente
natural.

Cuestionarios o Autoinformes

Varias investigaciones realizadas por distintos autores han considerado que la


utilización de los autoinformes de aquellas personas que presentan problemas con las
drogas, son generalmente precisos y correctos siempre y cuando la evaluación se
lleve a cabo en una situación clínica adecuada y una vez que el paciente ya no se
encuentre bajo los efectos de las drogas y cuando exista garantía de confidencialidad.

Dentro del contexto de la prevención de recaídas, en los últimos años se han


desarrollado diferentes inventarios estructurados de evaluación individual. Estos
inventarios hacen valoraciones de los diferentes procesos involucrados en la recaída
en el consumo de drogas. Para poder hacer una mejor valoración, estos procesos se
podrían clasificar en: a) situaciones de consumo o de recaída anteriores, b) estrategias
de afrontamiento en las situaciones de riesgo y c) expectativas de autoeficacia del
sujeto.

Para una mejor comprensión de lo anteriormente expuesto, haremos una


revisión somera de algunos de los autoinformes más utilizados en la actualidad, y que
se han podido recabar a lo largo de este proceso de ensayo bibliográfico.

Evaluación de situaciones de riesgo para el consumo

Marlatt (1993) define la situación de alto riesgo como cualquier situación,


incluyendo las reacciones emocionales a la situación, que representa una amenaza
para la sensación de control del individuo y aumenta el riesgo de recaída. Si partimos
del supuesto de que la conducta pasada es el mejor indicador para mejorar la
conducta futura, se puede esperar que las situaciones tanto externas como internas
que han precipitado una recaída en el pasado, provoquen actos tentativos de consumo
en el futuro.

90
La evaluación de las situaciones de riesgo y la delimitación y caracterización
del patrón del consumo del paciente, deberían de constituir una de las etapas previas
al diseño de una intervención conductual en la prevención de recaídas.

Inventory of Drug-Taking Situations (IDTS)

El Inventario de Situaciones de Consumo de Drogas, elaborado por H. Annis


(1985)26 de la Addiction Research Foundation de Toronto, está compuesto por 50
ítems. A pesar de ser extenso, el objetivo de la prueba es que el paciente identifique
las situaciones en las que consumía drogas durante el año anterior. Para ello, debe
utilizar una escala con cuatro alternativas en cada una de las 50 situaciones:

1=” nunca”

2=” raramente”

3=” frecuentemente”

4=” casi siempre”.

Estos 50 ítems se encuadran dentro de las 8 clases de situaciones de riesgo


propuestas por el grupo de Marlatt, que, a su vez, se dividen en 2 categorías
generales: determinantes interpersonales e intrapersonales.

La idea básica del inventario es que las situaciones de consumo ocurridas en


el pasado reciente pueden representar situaciones de riesgo probables en el futuro.
Este dispone de una plantilla de respuestas para ayudar al terapeuta a elaborar un
perfil individualizado de las áreas de mayor riesgo para el consumo de heroína de
cada paciente.

Tejero, Trujols y Avellanas (1991) realizaron un trabajo con una muestra de 124
pacientes adictos a la heroína, de este trabajo se desprende que el IDTS parece poseer
una consistencia y validez interna satisfactoria. Estos autores constatan la existencia
de cuatro subgrupos diferenciados de respuestas:

1) Consumo de heroína para modificar estados afectivos negativos.

2) Presión social externa.

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3) Evitar un malestar físico.

4) Patrón de consumo indiferenciado.

Self-Statement Record (SSR)

En tanto, Beck y Emery (1977) elaboraron este Registro de Auto-Informe


vinculado con la terapia cognitiva para drogodependientes, su finalidad es ayudar a
los pacientes a superar las creencias negativas y a autodefenderse de los
pensamientos conectados con la recaída. El SSR tiene una particularidad, que es la
forma de valorar los estados no adaptativos cuando la persona consume drogas o
está a punto de hacerlo. El procedimiento es el siguiente: en primer lugar, en cada
situación de riesgo, el paciente elabora un informe de “auto-derrota” en el registro y
selecciona el tipo de pensamiento negativo que lo caracteriza entre los que
mencionaremos:

1) Incapacidad, “no tengo fuerza de voluntad”.

2) Excusas, “mis amigos me obligaron”.

3) Necesidad, “necesito consumir”.

4) Auto-culpabilidad, “¿qué es lo que me pasa?, ¿por qué no puedo cambiar?”.

Posteriormente, el paciente registra el “grado de creencia” en ese informe en una


escala desde 0 (no lo creo del todo) a 5 (lo creo completamente). Luego, el sujeto
escribe sobre el registro un argumento para contrarrestar su creencia negativa (auto-
derrotista) y su grado de creencia acerca de este argumento.

The Phases and Warning Signs of Relapse

A pesar de que este instrumento no es precisamente un cuestionario, de igual


modo los hemos incluido en esta revisión dado que el procedimiento denominado
“Fases y Señales de Advertencia de Recaída” elaborado por Gorski y Miller (1986)
dentro de su modelo de prevención de recaídas. El “Modelo de Deterioro Neurológico”
está fundamentado en que el paciente debe conocer y familiarizarse con los indicios

92
de antecedentes de sus recaídas anteriores, con el fin de poder desarrollar un plan
para interrumpir la posible ideación de recaída futura. Esta estrategia está ubicada en
la cuarta fase de las nueve de las cuales consta el proceso de intervención global que
desarrollan estos autores, y consiste en que el paciente elabore una lista personal de
señales de aviso de vuelta al consumo, debiendo hacerlo con exactitud, eligiendo
entre 3 y 5 situaciones que se le presentan por escrito por medio de un formulario que
consigna una revisión de 37 señales de advertencia.

Esta descripción de la “recaída personal” que ha consignado el paciente, debe


ser relatada a familiares, amigos y a otros miembros del grupo de autoayuda, su
finalidad es que estas personas hagan en cierto aspecto un trabajo de co-terapeutas
y puedan detectar alguno de estos indicios en el comportamiento diario del paciente,
dado que son las más indicados para hacer las observaciones.

Inventory of Drinking Situations (IDS)

El Inventario de Situaciones de Bebida propuesto por Annis, (1982a) tiene una


concepción similar al Inventory of Drug-Taking Situations, pero contiene 100 ítems en
lugar de 50, y todos ellos están referidos a situaciones en las cuales el sujeto consumía
alcohol de forma excesiva durante el último año. No obstante, lo demás, el
procedimiento que se sigue es el mismo. Hay que destacar que esta autora en el año
1984 ha desarrollado además una forma abreviada compuesta por 42 ítems.

The Shiffman-Jarvik Withdrawal Scale

El Shiffman-Jarvik Withdrawal Scale fue elaborado debido a la relación


encontrada entre los síntomas de abstinencia y la recaída en la conducta de fumar, en
función de esto se han elaborado varias escalas para evaluar dichos síntomas y las
situaciones que los incitan al consumo. Estas escalas pueden ser un instrumento
interesante en la intervención en prevención de recaídas.

Esta escala presenta 25 ítems de abstinencia de ex fumadores, agrupados en


cinco categorías de síntomas: deseo, síntomas psicológicos, síntomas físicos,
cambios de activación y aumento del apetito. Posteriormente surgió una más breve

93
propuesta por Hughes y Hatsukami (1986) que evalúa los síntomas de abstinencia a
la nicotina.

Evaluación de estrategias de afrontamiento en situaciones de


riesgo

Según el modelo de prevención de recaídas en los pacientes consumidores, la


ausencia de habilidades de afrontamiento ante situaciones de riesgo de consumo es
un factor que puede conducir a la reaparición de la conducta adictiva. Por
consiguiente, dichas habilidades juegan un papel crucial en el mantenimiento de la
abstinencia y es por este motivo que se han elaborado varios procedimientos de
evaluación de estrategias de afrontamiento en situaciones de riesgo para el consumo
de drogas.

Coping Behaviours Inventory (CBI)

El Inventario de Conductas de Afrontamiento ha sido elaborado por Litman y su


equipo para explorar las habilidades de afrontamiento de pacientes alcohólicos. En
este inventario se le pide a los sujetos que describan los métodos que utilizaban para
evitar la recaída en 36 situaciones de riesgo diferentes, y tienen también que indicar
la frecuencia con la que habían utilizado estos métodos en el pasado, mediante una
escala de tipo Likert. Las respuestas se distribuyen en cuatro categorías diferentes:
pensamientos positivos sobre las ventajas de la abstinencia, pensamientos sobre las
consecuencias negativas de la bebida, estrategias de evitación/distracción y
búsqueda de apoyo social. Este inventario también ha sido traducido y adaptado por
García González (1991).

Situational Competency Test (SCT)

El Situational Competency Test, ha sido elaborado por Chaney, O’ Leary y


Marlatt (1978) para la intervención con personas alcohólicas. En este cuestionario se

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presentan 16 situaciones incluidas en las siguientes categorías: frustración e ira,
estados emocionales negativos y situaciones de tentación, todas ellas relacionadas
tanto con situaciones intrapersonales como interpersonales. En el Situational
Competency Test, el paciente escucha cada una de las situaciones a través de una
grabación mientras se imagina a sí mismo como si realmente se encontrara allí, luego
de esto debe describir lo que haría o diría en cada una de ellas.

Los autores han propuesto la utilización de cuatro medidas para evaluar las
respuestas de los sujetos:

1) Latencia

2) Duración de la respuesta

3) Condescendencia

4) Descripción de la respuesta.

La primera de ellas es decir la latencia, debe entenderse como el tiempo


transcurrido desde el final de la exposición de la situación hasta el comienzo de la
respuesta del sujeto, en tanto la segunda medida denominada duración, se refiere al
número de palabras que utiliza el paciente en su respuesta, mientras que la tercera
medida llamada condescendencia, es un resultado dicotómico, indica si el sujeto se
ha enfrentado eficazmente o no a la situación, pero esto es según la valoración del
terapeuta, por último, es decir la cuarta medida vinculada a la especificación de la
nueva conducta o descripción de la respuesta de afrontamiento, se valora si la
respuesta de afrontamiento fue suficientemente detallada, de modo tal que la
descripción se pudiera utilizar como una “guía de actuación de conducta”.

Coping With Temptation Inventory (CWTI)

Por último, el Inventario de Afrontamiento a Tentaciones de Shiffman (1988) se


compone de una exhaustiva lista de estrategias de afrontamiento para no fumar,
divididas en dos grandes categorías: respuestas de afrontamiento conductuales y
cognitivas, donde el paciente debe indicar la frecuencia con la que ha utilizado cada
una de estas estrategias.

95
Evaluación de expectativas de autoeficacia

La autoeficacia ha sido, tal vez, la variable cognitiva más estudiada en el ámbito


de las conductas adictivas. Para este autor, las expectativas de autoeficacia
determinan las conductas de los sujetos en relación a las decisiones que se toman, el
esfuerzo y el tiempo para llevarlas a cabo y a los patrones de pensamiento y
reacciones emocionales durante las interacciones con el ambiente. En el campo de
las adicciones, la autoeficacia está relacionada con la convicción de los individuos
sobre su capacidad para ejecutar las respuestas de afrontamiento necesarias para no
consumir drogas.

Se ha podido observar que, en varios estudios, la autoeficacia se ha propuesto


como un buen predictor de las conductas de abstinencia no-abstinencia de los sujetos.
Es por eso por lo que a continuación se hace un detalle de los distintos instrumentos
de evaluación, no obstante, la variabilidad de estos, el objetivo es el mismo.

96
La Terapia Cognitivo Conductual

La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) compone un modelo de intervención


en la clínica psicológica cuyo fundamento está basado en la investigación científica, y
representa la integración de los principios derivados de teoría tales como: teoría del
comportamiento, la teoría del aprendizaje social y la terapia cognitiva. Esto
hipotéticamente supone uno de los enfoques más comprensivos para tratar los
problemas vinculados con el uso de sustancias, consiste en el desarrollo de
estrategias destinadas a aumentar el control que la persona tiene sobre sí misma. En
este tipo de terapia, los terapeutas focalizan sobre los problemas actuales, establecen
objetivos realistas y a la vez consensuadas con los pacientes, intentan recabar
resultados rápidos para los problemas más urgentes de este modo, hacen uso de
técnicas empíricamente contrastadas para aumentar la capacidad de los pacientes
para manejar sus propios problemas. Se trata de un enfoque flexible que puede
adaptarse a las necesidades de los pacientes, además es estructurado, lo que permite
la evaluación de resultados.

Las estrategias de intervención cognitivo-conductuales, están basadas en la


teoría de que los procesos de aprendizaje juegan un papel crítico en la construcción
de patrones de conducta desadaptada, donde los individuos deben aprender a
identificar y a corregir las conductas problemáticas mediante el uso de una serie de
habilidades que pueden ser instrumentadas para detener el abuso de drogas, y para
hacer frente a otros problemas que con frecuencia conviven con el abuso y/o la
dependencia. Generalmente para los casos de abusos de consumo, la Terapia
Cognitivo-Conductual consiste en un conjunto de estrategias destinadas a mejorar el
autocontrol. Para destacar un elemento central de este tratamiento, es que el
terapeuta intente ver la posibilidad de anticipar posibles problemas y ayudar a los
pacientes a desarrollar eficaces estrategias de afrontamiento.

Este tipo de terapia es de corta duración y ha sido ampliamente estudiada en


ensayos clínicos controlados. Diversos estudios han hecho notar que las habilidades
aprendidas con los enfoques cognitivo-conductuales persisten aun después de la
finalización del tratamiento y tienen efectos duraderos. En la actualidad, la
investigación se focaliza en: a) cómo producir efectos más potentes a través de la

97
combinación de la Terapia-Cognitivo Conductual con fármacos específicos para el
abuso de drogas, b) en la forma de emplear el tratamiento de una forma más eficaz,
c) en la combinación con otros tipos de terapias, d) o en la utilización de las nuevas
tecnologías.

La Terapia Cognitivo-Conductual está propuesta por los profesionales como


una intervención eficaz en el tratamiento de diversos desórdenes del comportamiento,
los que incluyen problemas de ansiedad y estrés, depresión, problemas de salud,
disfunciones sexuales, problemas de pareja, entre otros problemas. Nathan y Gorman,
(2000); Chambless y Olendick, (2001), también han demostrado que este tipo de
terapia es altamente eficaz en el tratamiento de una serie de trastornos por consumo
de sustancias. Hay que mencionar que, en el caso de los problemas relacionados con
el consumo de drogas, el abordaje de esta terapia es recomendada como un
tratamiento de elección por los más importantes organismos y agencias
internacionales tales como la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA, 2000); el
Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA; 1999, 2009); la National Institute
for Health and Clinical Excellence (NICE; 2006). Si tomamos en cuenta la diversidad
de tipos de terapias utilizados en conductas adictivas, ha sido tal vez la Terapia de
Prevención de Recaídas la más utilizada. Este modelo fue desarrollado inicialmente
para el tratamiento de los problemas de bebida, la cual luego fue adaptada para el
tratamiento de la adicción a la cocaína.

Prevención de recaídas en el paciente adicto

En el abordaje de las adicciones, un programa cognitivo-conductual sostiene


que la conducta adictiva presenta dos particularidades: a) es una conducta aprendida
y, b) es una conducta que comporta recaídas. Esta última se refiere a la ruptura o al
fracaso en el intento de una persona para mantener el cambio en cualquier conjunto
de comportamientos de tipo adictivo. Como una generalidad, las recaídas podrían
considerarse como el denominador común de los resultados de los tratamientos,
diseñados para abordar los problemas relacionados con la salud, principalmente los
que están vinculados al alcohol y al uso indebido de las drogas. En este ámbito de las
adicciones se podría aseverar que, por lo general, las tasas de recaídas son

98
significativamente altas, esto es citado habitualmente como un indicador tanto por la
naturaleza patológica de los adictos como de la naturaleza irreversible de las
conductas adictivas. Aunque estas conductas podrían considerarse atípicas o
anormales, si no se observaran con frecuencia fracasos en el incumplimiento de
propósitos previamente estipulados como una característica de la conducta humana,
se podría decir que la reincidencia es probablemente un proceso normal, si
suponemos que estas pueden llegan a ocurrir y aportan información del porqué de las
mismas, y que a la vez puede comprenderse mejor estudiando situaciones no
patológicas en muestras normales más que en muestras clínicas.

Mas allá de cómo se defina una recaída, las investigaciones señalan que la
mayoría de las personas que tratan de cambiar su comportamiento en una
determinada dirección como, por ejemplo, perder peso, reducir la hipertensión arterial,
dejar de fumar, entre otros intentos, experimentarán lapsos (es decir caídas o errores)
que frecuentemente conducirán a una recaída, lo que no quiere decir que tal vez no
logren su objetivo. Esto es tal vez la problemática más difícil al que deben enfrentar
los investigadores y los profesionales que trabajan en el ámbito de la las conductas
adictivas. La mayoría de estos clínicos reconoce que, si bien el hecho de abandonar
un comportamiento problemático como el uso de las drogas puede llegar a ser
dificultoso, mantenerse sin retornar a dicho comportamiento es aún más difícil.

La Terapia de Prevención de recaídas (Relapse Prevention Therapy; TPR), o


simplemente Prevención de Recaídas (PR), es un programa cognitivo-conductual
basado en el modelo de Prevención de Recaídas más prestigioso, fue desarrollado
originariamente por Marlatt y Gordon (1980, 1985), posteriormente mejorado por
Brownell et al. (1986) y actualizado por Witkiewitz y Marlatt (2004). El trabajo en
Prevención de Recaídas está relacionado con el aumento de la capacidad del
individuo para resistir tentaciones. Las tentativas para incitar a mejorar las
capacidades de afrontamiento no tienen significancia si se permite que a la vez las
situaciones amenazantes de la vida cotidiana se vuelvan más duras y las tentaciones
relacionadas con el consumo de las drogas sean cada vez más graves. En este
modelo, la prevención de recaídas se considera un programa de autocontrol cuya
finalidad es el de ayudar a los individuos para que puedan anticipar y afrontar los
problemas de recaída, combinando procedimientos tales como el entrenamiento en

99
las habilidades, el abordaje desde la terapia cognitiva y el reequilibrio en el estilo de
vida.

En la Terapia de Prevención de recaídas, precisamente la recaída es percibida


como un proceso transitorio, es decir una serie de sucesos que pueden o no estar
seguidos por el retorno a niveles de línea base de conducta objetiva, percibidos antes
del tratamiento. Hay que resaltar que cuanto más largo es el período de abstinencia,
mayor es la percepción de autocontrol que tiene el individuo. Este control continuará
hasta que la persona se encuentre en una situación de alto riesgo, en otras palabras,
cualquier situación que represente una amenaza y aumente el riesgo de recaída.
Cummings et al. (1980) identificaron tres situaciones importantes de alto riesgo que
se asociaban con casi tres cuartas partes de todas las recaídas: 1) estados
emocionales, 2) conflictos interpersonales y 3) la presión social. Estas tres situaciones
están casi habitualmente relacionadas a la recaída, más allá del problema de cual se
trate, es decir situaciones donde existen problemas con la bebida, el tabaco, la
cocaína o el juego.

Para los pacientes que sufren problemas con las adicciones, el entrenamiento
en habilidades de afrontamiento es quizás la piedra angular de la Terapia de
Prevención de recaídas, incluye entre otras situaciones la enseñanza de: a) entender
la recaída como un proceso, b) identificar y hacer frente eficazmente a las situaciones
de alto riesgo, c) hacer frente a los impulsos y el deseo de consumo, d) implementar
procedimientos de control de daños durante un consumo puntual (caída) para reducir
al mínimo las consecuencias negativas, e) seguir participando en el tratamiento,
incluso después de una recaída, y f) aprender a crear un estilo de vida más equilibrado.

Para quienes trabajan en el campo de las adiciones, el trabajo en la prevención


de recaídas exige el compromiso activo del paciente, a quién se le adjudica la mayor
parte de las responsabilidades que se precisan para que puedan lograr cambios
necesarios. La recuperación entonces se convierte en una tarea de aprendizaje
programado que implica adquirir nuevas habilidades. Aunque este tipo de terapia es
un procedimiento de intervención originariamente bien estructurado, con etapas y
componentes específicamente diferenciados, en muchos de los estudios que
aparecen en cierta literatura no se aplica de forma sistemática. Por lo que, en la

10
0
mayoría de las ocasiones, esta terapia se ha utilizado como un método general de
afrontamiento de las recaídas en el consumo de drogas, es decir, como un tratamiento
cimentado en el modelo de prevención de recaídas que habitualmente invoca
explícitamente al modelo de Marlatt y Gordon.

Del mismo modo que otras terapias cognitivo-conductuales, la TPR combina


intervenciones conductuales y cognitivas en un trazado global que se empeña por una
parte en la autogestión y por otra parte rechaza el rotulo de que los
pacientes/presentan rasgos de tipo "alcohólico" o “adicto a las drogas”. Aunque
originariamente este modelo se desarrolló como un programa conductual de
mantenimiento, para ser utilizado en el tratamiento de las conductas adictivas, en la
práctica puede emplearse como un modo estratégico de mantenimiento para prevenir
recaídas o bien, sobre la base de un enfoque más general, para cambiar el estilo de
vida, que de manera general han perdido paulatinamente. Las técnicas que
proporciona la TPR son usados para obtener distintos tipos de objetivos y para abordar
distintos tipos de conductas problemáticas, en el que se incluyen además del uso y
abuso de sustancias, los trastornos de la alimentación, síntomas psicopatológicos,
trastorno de estrés postraumático, ansiedad y depresión, además de una amplia gama
de poblaciones que pueden ser adolescentes con problemas médicos, grupos
minoritarios y adultos mayores. En la actualidad se está desarrollando una nueva TPR
basada en técnicas de meditación y/o mindfulness.

Según Vallejo (2006), “Mindfulness es un término que no tiene una palabra que
pueda traducirse al castellano, pero puede entenderse como atención y conciencia
plena, presencia atenta y reflexiva. Estos términos: atención, conciencia y referencia
al momento concreto están incluidos de lleno en su significado. Viene a plantear, por
lo tanto, un empeño para centrarse en el momento presente de forma activa y
reflexiva. Una opción por vivir lo que acontece en el momento actual, el aquí y el ahora,
frente al vivir en la irrealidad, el soñar despierto”.

Prevención de recaídas y práctica clínica

Podríamos decir que prácticamente casi todos los terapeutas vinculados al


tratamiento de las adicciones, más allá de la identificación con un modelo teórico,

10
1
asienten que toda persona que presenta problemas adictivos cursa por diferentes
estadios de cambio en una evolución no lineal, sino más bien helicoidal. En este
contexto, y con el fin de intentar mejorar los resultados del tratamiento con la
posibilidad de reducir la probabilidad de recaída, se ha planteado el uso de tácticas de
Terapia para la prevención de recaídas en relación a los estados motivacionales de
los pacientes, consignados en los llamados “modelos de cambio”. Estos últimos
resaltan diferentes fases de cambio en la descripción, explicación y predicción del
proceso de abandono de diferentes conductas adictivas, opuestamente a la visión
tradicional del cambio como un suceso dicotómico es decir “abstinencia vs. Consumo”.
Es en este marco que se describe el cambio como un proceso a lo largo del tiempo,
en lugar de enfatizar la abstinencia como el primer objetivo a alcanzar, cuando en
realidad es todo lo contrario. El desarrollo y la incorporación en la práctica clínica de
esta perspectiva junto a las estrategias del TPR, permite integrar las diferentes
técnicas y tratamientos validados en un contexto más propicio que permita mejorar la
efectividad de las intervenciones.

Siguiendo con la misma línea de pensamiento, Witkiewitz y Marlatt (2004), han


reconceptualizado el modelo clásico de Prevención de Recaídas y han ampliado la
naturaleza de las relaciones entre los procesos implicados en la recaída. Es en esta
nueva perspectiva donde se aporta una comprensión multidimensional, dinámica y
sistémica, para exponer la compleja interacción de los factores que intervienen en los
procesos de recaída. En tanto el modelo original ofrecía una interpretación lineal
(estática) del proceso, en este nuevo planteamiento se producen influencias recíprocas
entre variables disposicionales, contextuales y las experiencias pasadas y actuales de
los pacientes. Se plantea la importancia de diversos factores desencadenantes y en
función de ello actuar en las potenciales situaciones de riesgo, influyendo en el
funcionamiento general del individuo. Además, se destaca la influencia de variables
predisponentes, como la historia familiar, el apoyo social, la personalidad, la historia de
consumo, entre otras tantas consideraciones.

10
2
Terapia familiar
El consumo de drogas sigue siendo un problema de salud pública de enormes
proporciones, en el Informe Mundial de Drogas 2017, el representante de la Oficina de
Naciones Unidas (ONU) contra la Droga y el Delito, Antonio Mazzitelli, dio a conocer
que en el mundo hay 255 millones de personas que por lo menos han consumido una
vez algún tipo de droga ilegal. El uso y abuso de sustancias adictivas constituye un
complejo fenómeno que tiene consecuencias adversas en la salud individual, en la
integración familiar y en el desarrollo y la estabilidad social. Aunque en la actualidad
toda la sociedad está expuesta a las drogas, hay grupos más vulnerables que otros a
sufrir consecuencias negativas de su uso, como los niños y los jóvenes, quienes
pueden truncar su posibilidad de desarrollo personal y de realizar proyectos positivos
de vida. La definición de droga propuesta por la Organización Mundial de la Salud
(OMS) se refiere a todas las sustancias psicoactivas como: “…cualquier sustancia que,
al interior de un organismo viviente, puede modificar su percepción, estado de ánimo,
cognición, conducta o funciones motoras”. Esto incluye el alcohol, el tabaco y los
solventes y excluye las sustancias medicinales sin efectos psicoactivos.

La investigación científica ha tratado de identificar los factores que influyen en


que algunas personas usen drogas; y se habla de los personales, los interpersonales
y los del medio ambiente social y cultural. Pero hay pocas explicaciones sobre por qué
la mayoría de los individuos que las prueban después las abandonan, mientras otros
las continúan usando. Tampoco hay absoluta certeza sobre los factores que hacen que
la mayor parte de la población no las consuma jamás, a pesar de estar igualmente
expuesta al estrés social, a la disponibilidad de las sustancias y a otras realidades
adversas en su vida personal y colectiva. Varias décadas de consistentes resultados
de investigación apoyan la relación recíproca entre el funcionamiento familiar y el
consumo de drogas, el funcionamiento familiar está significativamente comprometido
por el consumo de drogas de la persona, manteniendo un corrosivo y a menudo
multigeneracional ciclo de adicción y problemas afines. Los factores familiares, incluida
la psicopatología de los padres, los conflictos familiares, la distancia relacional y los
déficits parentales son fuertes predictores de inicio de consumo de drogas y de su
consumo habitual. Estas inferencias parecen hacerse desde una perspectiva moral,

10
3
pues se juzga la conducta de los padres como buena o mala y se intenta establecer la
correlación existente entre esta conducta y el comportamiento de los hijos.

Es importante recordar que el consumo de sustancias inicia básicamente en la


adolescencia, donde se ensayan nuevos comportamientos y nuevas fronteras a los
mismos. También es importante señalar que la adolescencia, entendida como la
adaptación emocional a los cambios físicos de la pubertad, no es únicamente un
cambio del chico, sino de la familia completa sobre todo pensando en la modificación
de horarios, prácticas de crianza, alianzas y coaliciones etc.

Aunque la mayoría de los tratamientos específicos de adicciones incluyen


asistencia familiar, no siempre la familia del adicto ha sido entendida, atendida, ni
aprovechada como recurso terapéutico. La terapia familiar sistémica ha resultado ser
una de las más eficaces a la hora de implicar a la familia, ya que considera a esta como
un sistema en el que cada miembro influye y se ve afectado por el comportamiento del
otro. A veces un problema de adicción es el resultado de una historia familiar conflictiva
donde se han dado carencias importantes. Pero otras veces el problema surge en
familias completamente normales, con una adecuada historia de educación. En un
estudio de 250 familias con adolescentes delincuentes y usuarios de drogas en la
ciudad de Guadalajara (Ramírez Villaseñor, 1989) se encontró que el 71.2 % de los
padres vivían en pareja, sólo en un 1.2% estaban divorciados, y el 19.2% estaba
separado, en dicho estudio, el 34.8% de las madres trabajaban. En otro estudio
(Ramírez Villaseñor, 1990) con una muestra de 100 familias con características
similares, no se encontró a ninguna pareja divorciada. Once de las parejas de la
muestra estaban separadas, es por ello que en ocasiones el hecho de que la familia de
un adicto sea problemática y conflictiva es una importante razón para empezar a
trabajar con ella. Si no lo es, la disposición al tratamiento puede hacer que el problema
sea más fácil de redefinir y por tanto de solventar.

Diferentes perspectivas teóricas han guiado la formulación de intervenciones


basadas en la familia para el consumo de drogas, que por lo general se dividen en tres
categorías: conductual, sistemas familiares, y enfoques ecológicos / sistémicos
múltiples. Los enfoques de terapia familiar conductual enfatizan el papel de la familia
en el fortalecimiento de comportamientos y actitudes que conducen al consumo de

10
4
drogas, e intentan alterar estas contingencias por lo que la familia puede ayudar a
promover la abstinencia del individuo. Los enfoques de sistemas familiares abordan las
relaciones familiares problemáticas y los modelos de gestión que influyen en el
consumo de drogas del individuo. Por lo general abordan el consumo de drogas
indirectamente, ayudando a la familia a desarrollar nuevas formas de interacción que
mejoren el funcionamiento de los miembros de la familia y apoyen el estilo de vida libre
de drogas de la persona.

El tratamiento del consumo de drogas en adolescentes ha sido el foco de


considerable atención empírica y clínica en las últimas dos décadas, y las estrategias
basadas en la familia han estado a la vanguardia de los esfuerzos de desarrollo de
tratamientos y avances en la investigación en este campo. A pesar de haber bastantes
estrategias para el tratamiento de estás adicciones algunas han tenido mejores
resultados que otras.

Terapia Familiar Estratégica Breve

El programa de investigación de la Terapia Familiar Estratégica Breve se basa


en estudios previos que muestran resultados impresionantes usando estrategias de
participación estratégicas-estructurales con niños hispanos con problemas y sus
familias. Más recientemente, Santisteban, Muir, Mena y Mitrani (2003) reportaron los
resultados de un ensayo clínico con 126 hispanos adolescentes involucrados en
drogas, demostrando que la BSFT era superior al grupo de terapia en la reducción del
consumo de marihuana.

Terapia Familiar Funcional. La Terapia Familiar Funcional

Es un enfoque basado en la conducta de terapia familiar orientada a sistemas,


que tiene como objetivo alterar los patrones familiares maladaptativos que mantienen
los problemas de los adolescentes. El tratamiento tiene como objetivo cambiar las
interacciones familiares negativas y usa intervenciones conductuales para reforzar las
formas positivas de respuesta y las estrategias más eficaces de resolución de
problemas dentro de la familia. se encontró que la FFT reduce más significativamente

10
5
el consumo de drogas hasta los 15 meses tras la inclusión que el SAU. La intervención
FFT está ampliamente introducida en las clínicas de salud mental y de atención a los
jóvenes en todo el país y en Europa, lo que demuestra una esperanza considerable en
transportar los esfuerzos por aumentar el uso de prácticas basadas en la evidencia.

Terapia Familiar Multidimensional

La Terapia Familiar Multidimensional es un tratamiento ambulatorio integrador que


mezcla terapia familiar, terapia individual, asesoramiento sobre drogas, y enfoques de
intervención múltiple orientados a sistemas. Las intervenciones MDFT trabajan en
cuatro dominios, apuntando a los cambios en el adolescente; aspectos del desarrollo
intrapersonal y relacional, los padres (funcionamiento individual de los padres, así
como de la educación de los hijos), el entorno familiar (modelos transaccionales de la
familia), y los sistemas extrafamiliares de influencia sobre el adolescente y la familia
(por ejemplo, trabajar con las escuelas y el sistema judicial para menores). Las
intervenciones en etapas tempranas que tienen como objetivo desarrollar múltiples
alianzas con adolescentes, padres, y miembros influyentes de los sistemas
extrafamiliares han dado sus frutos con altas tasas de retención. Los jóvenes en MDFT
mostraron una mayor disminución en el consumo de marihuana que los jóvenes que
recibían tratamiento grupal de iguales y tenían más probabilidades de abstenerse del
consumo de drogas y no reportar problemas de drogas durante los 12 meses de
seguimiento. Estos estudios han demostrado los efectos clínicamente significativos de
la MDFT sobre el consumo de drogas por jóvenes y los problemas relacionados, en
comparación con otros tratamientos de vanguardia, bien articulados y cuidadosamente
monitorizados.

La Intervención Familiar ayuda a retener a los pacientes en los programas de


tratamiento más que los tipos de intervenciones comunes porque los abordajes
familiares consiguen aumentar el compromiso de los pacientes y sus familias con los
programas de tratamiento. La baja tasa de abandono en las intervenciones que se
basan en el trabajo familiar es especialmente importante en adicciones ya que la
adhesión al tratamiento, es decir, la permanencia en el mismo hasta su finalización, es
una de las mayores dificultades con las que se tropieza en la intervención con estos

10
6
pacientes, dicha terapia consigue mejorar de forma significativa el funcionamiento en
la familia (comunicación, ambiente, flexibilidad, disminución de conflictos, etc.) y la
normalización e incorporación social.

10
7
APLICACIÓN DE LA TFS

Los resultados obtenidos en la investigación (ver figura1) llevada a cabo por


Cirillo y Cols., (1999) coinciden con la propuesta de intervención que realizan
Stanton, Todd y Cols. (2006) quienes consideran que en el caso de los hombres
con problemas de adicción la madre está involucrada en una relación indulgente,
apegada, sobreprotectora y permisiva con el hijo, que ocupa la posición de “hijo
favorecido”, mientras que el padre es distante, despegado, débil o ausente (2006).
Figura. 1.- Modelo de organización de la familia de la persona con problemas de
adicciones.

El padre se distancia de la familia de origen prematuramente y de manera solo aparente

La madre no se distancia nunca, permaneciendo dependiente de la relación con la propia madre. Sea
desde el punto de vista objetivo, sea desde el punto de vista emocional

Las dificultades de distanciamiento de los padres crean una unión matrimonial fundada en el intento de
replicar y resolver las temáticas referentes a las propias familias de origen;

El nacimiento de un hijo representa la posibilidad de redefinir el rol padre-hijo en relación a la propia


familia de origen. la madre en posición de dependencia de la propia madre atiende a su hijo de manera
incierta y remedada, mientras que el padre esta afectivamente fuera de rol, expropiado por los abuelos
maternos;

La adolescencia del hijo es una información traumatizadora para los padres, por lo que el adolescente no
es reconocido en sus tensiones evolutivas;

El uso de drogas se convierte en una autoterapia, para enfrentar las desilusiones y los rigores de una
infancia llena de privaciones y de un modelo de crecimiento no querido, y a la vez en un vehículo de
protesta respecto de las numerosas exigencias reivindicativas no vividas conscientemente a causa de los
mecanismos de ocultamiento.

10
8
Las relaciones padre-hijo en las familias de personas con problemas de
adicción son descritas por éste como muy negativas, con una disciplina ruda e
incoherente, donde se pueden observar dos tipos de padres, un “hombre de paja”
autoritario y violento pero fácilmente controlado por la madre; los hermanos del varón
con problemas de adicción suelen tener una relación más positiva con el padre, en el
caso de las mujeres están en abierta competencia con las madres, mientras sus
padres se caracterizan por ineptos, indulgentes, sexualmente agresivos y a menudo
con problemas de alcoholismo (Stanton y cols., 2006).

Las relaciones diádicas de las personas que presentan problemas de adicción


son una repetición del núcleo familiar originario, con roles y patrones de interacción
similares a los vistos en el progenitor de sexo opuesto. Estos se presentan como
individuos dependientes e inadaptados, pero cuando intentan huir al matrimonio o
abandonar la familia, se desencadena una crisis familiar, por lo que retoma una
conducta de fracaso y la crisis familiar se disipa, proceso interdependiente donde el
fracaso sirve como función protectora para mantener la cercanía familiar (ver figura
2).

Una madre sobre involucrada en una relación indulgente,


apegada, sobre protectora,

El hijo adicto, es el hijo favorecido.

Padre distante, periférico o un “hombre de paja” autoritario y


violento, pero fácilmente controlado por la madre.

Los hermanos del adicto se relacionan mejor con el padre.

En el caso de adictas mujeres, están en activa competencia con


la madre.

Mientras los padres de las adictas se presentan como ineptos,


indulgentes, sexualmente agresivos y a menudo alcohólicos.

10
9
La probabilidad del incesto es mucho mayor que en otra
circunstancia.

Figura 2.- Factores familiares de la persona con problemas de adicción (Castillo, Pérez y Rábago,
2016; basado en Stanton y cols., 2006).

La metáfora del síntoma se sintetiza en una secuencia de interaccion familiar


(ver figura 3), en la cual se refleja la relación ambivalente entre el hijo y su madre.

La euforia de la persona con problemas de adicción como comunicación análoga a un apego simbiótico
con la madre.

Se siente cerca, pero al mismo tiempo distante.

La sustancia aplaca la angustia de la separación y la individualización necesaria.

“soy infantil, pero me separo, me diferencio, aunque sea en el clímax del efecto de la droga.

El mensaje de la familia: “necesitas ser incompetente, dependiente”

“la droga me da un espacio de poder sobre ellos”

“Solo drogado puedo decir lo que realmente siento”

“la resaca me rescata de la angustia de haber dicho lo que dije, me siento culpable y vuelvo a ser el niño
que necesita mi familia”.

En la sexualidad, la droga lo rescata de compromisos, tanto hetero como homosexuales, siguiendo leal a
la familia. La droga otorga una experiencia cuasisexual.
La subcultura de la droga, le brinda un espacio para ser un adulto exitoso, “soy triunfador en un mundo
de perdedores”.

Si la persona con problemas de adicción deja la adicción, está siendo traidor a la familia, de allí porque
es difícil dejar este rol.

Figura 3.- Síntesis de la metáfora del síntoma percibido por el hijo con problemas de adicción
(Castillo, Pérez y Rábago, 2016; basado en Stanton y cols., 2006).

11
0
Así mismo, es posible identificar la secuencia de interacción que se
complementa con los dobles mensajes del fenómeno (ver figura 4):

Me sacrifico teniendo
Nuestro matrimonio no es
problemas de adicción a
el mejor porque no
cambio solo pueden ser
tenemos las agallas para
padres y solo me amaran y
salvarlo o hablarlo, que otro
cuidaran a mí, “si y solo si”
lo haga por nosotros
soy leal a mi rol de adicción

Hijo te necesitamos para


que nos ayudes, a ser solo
padres a cambio te
amaremos y serás el
favorito de la familia,
aunque seas un perdedor
siempre

Figura 4.- Pauta de interacción familiar que favorece el problema de la adicción (Castillo, Pérez y
Rábago, 2016; basado en Stanton y cols., 2006).

 La drogadicción sirve para resolver el dilema de la persona que presenta el


problema: “ser o no ser adulto”
 Solución paradójica para una seudoindividuación.
 “ni me salgo ni me quedo”
 “te cuido y te quiero, eres parte de mí, si estas dentro de la familia”
 “La droga es la culpable de todos nuestros pesares”
 “Si la dejas nos traicionas”
 “eres competente si permaneces incompetente”
 “si quieres salir solo es posible, a través de la muerte”
 “Tu muerte revindica nuestra unión, o por fin nos libera a todos”.

11
1
CONTACTO INICIAL
Cuando se lleva a cabo la entrevista inicial con el paciente identificado (PI)
la preocupación del terapeuta va dirigida a tres aspectos:

 Mostrar una comprensión de la drogodependencia de forma general, y

del problema del PI en particular

 Dejar ver una voluntad para ayudar al PI a formular y realizar planes

concretos para un mejor futuro.

 Mostrar durante la entrevista que es competente en su trabajo.

Se le debe de hacer sentir al PI que es un adulto y que las aptitudes que


poseen asociadas con el hábito deben ser respetadas, la entrevista inicial debe de
ir encaminada a que el PI admita que sus esfuerzos para arreglárselas por su cuenta
no funcionan.

11
2
ESTRUCTURACIÓN DE LA ENTREVISTA
Apertura: las primeras preguntas de la sesión deberían relacionarse con el
historial de uso de drogas y tratamiento del PI. “háblame un poco sobre tu hábito”,
“¿alguna vez intentaste abandonarlo?”. El terapeuta puede valerse de ello para
proporcionar un enfoque familiar del problema.

Metas e intereses personales. La conversación pasa de los problemas de la


droga a los intereses y planes futuros del PI. El empleo y la situación educativa son
los temas claves.

Cuestiones familiares. composición de la familia y la intensidad del contacto


entre los miembros.

El tratamiento inicial debe incluir a la familia de origen y ante una negativa a


que se integren se puede sugerir que la falta de la familia es una de las razones por
las que sus anteriores intentos de rehabilitación fueron infructuosos (Stanton y cols.,
2006).

Por ello se considera necesario abordar a la familia desde un interés genuino


no solo en brindar el apoyo para que pueden salir adelante ante el problema del
consumo de drogas de un hijo, explorar las creencias familiares, lenguaje, ideas,
valores y esperanzas, conocer el problema a través de la visión de los integrantes
de la familia para lograr identificar cuáles han sido sus intentos de solución y cómo
es que han llegado hasta este punto (Marcos, J., y Garrido, F., 2009).

El PI debe salir de la entrevista inicial con la idea de qué le gustaría hacer si


logra liberarse de las drogas y convencido de que el terapeuta quiere ayudarle a
conseguir sus metas.

La entrevista ofrece al terapeuta información sobre la crisis familiar y las


estructuras que mantienen la adicción. El terapeuta deberá comprender:

 El ciclo adictivo familiar

 Las intervenciones terapéuticas que han fracasado

 La estructura familiar y la crisis actual.

Las hipótesis se deben verificar a medida que continúa el proceso de

11
3
participación de la familia. Como estas hipótesis vienen primeramente del PI, se
deben de considerar como hipótesis de trabajo tentativas hasta que el terapeuta
pueda tratar con toda la familia.

11
4
PRINCIPIOS Y TÉCNICAS PARA LOGRAR QUE LAS
FAMILIAS “RESISTENTES” COLABOREN CON EL
TRATAMIENTO.
Cuanto más pronto se contacte a la familia es más fácil de lograr el
reclutamiento, se debe abordar con lenguaje no acusatorio hacia los miembros de
la familia, el énfasis se debe poner en ayudar al PI a “ser lo que puede ser”.

El terapeuta debe adoptar las metas que la familia tiene para el PI como
metas primarias del tratamiento. Éste debe ser enérgico en el proceso, entusiasta,
insistente y capaz de tolerar los rechazos de la familia, convencido del valor de su
tarea y pensar que será útil para la familia. Esta convicción se comunicará a los
pacientes y contribuirá a alterar su situación negativa (Stanton y cols., 2006).

Después del reclutamiento el terapeuta debe de ser flexible y hábil para que
el proceso no se atasque. El centro del tratamiento debe tener políticas flexibles que
permitan la flexibilidad del terapeuta.

El Modelo Terapeútico

Un modelo terapéutico que recomiendan Stanton y cols. (2006) es: el enfoque


estructural – estratégico:

 Aplicación del modelo estructural de Minuchin.

 Uso de las técnicas estructurales: acomodación, demarcación de límites,

reestructuración.

 Aplicación del modelo estratégico: énfasis en un plan específico para

cada paciente o familia, acontecimientos extrasesionales, cambio del síntoma,


colaboración del sistema, orientado el proceso hacia metas específicas y
consensuadas y a corto plazo. El uso de la resistencia como detonador de
cambio, no se lucha contra la familia.

El tratamiento familiar debe encarar primero la triada compuesta por el PI y


ambos progenitores y realizar un diagnóstico, negociar las metas y establecer

11
5
prioridades (uso productivo del tiempo, estabilidad y autonomía) el terapeuta debe
conducir la terapia y responsabilizarse del cambio, la terapia debe ser breve y en
general no excede de seis meses. Si la familia se resiste el terapeuta debe postergar
el tratamiento y llegar al acuerdo de reiniciar la travesía cuando hayan decidido no
tener un miembro con problemas de adicción (Stanton y cols., 2006).

Del modelo estratégico se utiliza la retroalimentación positiva, es decir, poner


especial énfasis a la atribución de intenciones nobles: “todo lo que hacen todos es
por una buena razón”; observar qué función cumplen las secuencias, qué ocurría
antes del síntoma y cambiar las secuencias de conductas mostradas por la familia.
A través de la reestructuración se logra que los padres colaboren de manera
conjunta en la rehabilitación del PI.

Por otro lado, lo que se busca en una terapia con personas que presentan
problemas de adicción, es generar la crisis con miras a producir un cambio
beneficioso. La crisis se puede generar en la sesión con técnicas como el
desequilibrio y la intensidad del modelo estructural. Cabe señalar que la
confrontación y las exhortaciones paradójicas no se aconsejan en tiempos de crisis.
Para evitar las luchas por el poder, el terapeuta debe acudir a la jerarquía apropiada
(los padres) cuando se busca el cambio y mantenerlos a estos en su rol de padres
independientemente de que afloren los conflictos conyugales, debido a que la meta
de la terapia es la recuperación del PI.

Técnicas Terapéuticas

Reencuadre. Proponer realidades alternativas que permitan cambios en la


interacción de los miembros. La meta de la terapia no consiste en crear una
jerarquía exagerada que conduzca a la separación, sino que se mantenga gracias
al acomodamiento mutuo de ambas partes.

Representación. Traer el patrón interaccional a la sala de terapia, con el


objeto de introducir directamente patrones y estructuras más funcionales.

Creación de límites. Uno o ambos padres suelen respaldar la conducta


adictiva del joven. Esta técnica es un modo de operar cambios en la estructura. Es

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posible reforzar el límite que rodea al adolescente y su grupo de pares mediante: 1)
el uso de otro adolescente como co-terapeuta, 2) entrevistas conjuntas con el
adolescente y sus hermanos, 3) encomendar a los padres tareas que creen
distancia entre ellos y el joven.

Intensidad. Introducir el mensaje que traspase el umbral homeostático de la


familia.

Desequilibrio. El terapeuta altera la homeostasis tomando partido por un


individuo o subsistema.

Búsqueda de fortaleza. Buscar las fortalezas del paciente identificado y de


toda la familia, facilitando la conexión, la individuación y diferenciación del
adolescente.

Complementariedad. Para cada conducta (problemas de adicción) existe una


conducta reciproca en otras personas significativas (lo que la familia hace) que
mantiene el status quo (Stanton y cols., 2006).

Modelo Clínico

Una forma de iniciar la terapia con la familia de un joven con problemas de


adicción consiste en lograr que los padres lleguen a ciertos acuerdos hablando entre
sí acerca del PI, el énfasis está en que los padres se hagan cargo en forma conjunta
de la familia. Su comunicación acerca del hijo puede resolver la división entre ambos
mientras encabezan conjuntamente la jerarquía familiar. Otro modo de empezar es
que los padres se turnen para hacerse cargo, mientras uno está a cargo del joven,
el otro debe mantenerse aparte, de esta forma se evita que el joven quede atrapado
entre ambos, o que ambos se ataquen mutuamente. Se entiende que la jerarquía
está encabezada por una persona, pero no una persona en particular, pues los
padres pueden turnarse (Stanton y cols., 2006).

La meta de la terapia consiste en establecer una jerarquía correcta, con los


padres haciéndose cargo del hijo irresponsable. El terapeuta insistirá en que el
problema es del hijo y mantener la atención sobre la adicción. Puede ofrecer su

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ayuda para un futuro y aceptar que los problemas parentales no le incumben por
ahora.

Cuando el terapeuta expone su plan de trabajo argumentando que los tres


adultos trabajarán para superar el problema y para ayudar al joven a ayudarse a sí
mismo, que los tres adultos sacarán al joven del atolladero, y solo podrán
conseguirlo si trabajan juntos.

El terapeuta después de exponer su plan, conviene con los padres en que


aquellos continuarán trabajando para tratar de resolver los problemas de adicción
del hijo. Cuando se hace entrar de nuevo al hijo, ha comenzado a instituir a los
padres como autoridades mancomunadas sobre el hijo y como cónyuges en
conflicto que luchan en vano contra el problema. Está realizando la primera función
de la entrevista: aclarar el plan de trabajo y corregir la jerarquía.

El terapeuta debe hacerse cargo y organizar la acción para inducir cambios.


La meta de la terapia consiste en trazar una frontera generacional en la que los
padres se mantengan unidos con relación al hijo sin que ninguno de ambos se una
con el hijo en contra del otro.

El primer paso consiste en averiguar quién tiene un trato más periférico con
el hijo. El terapeuta pone al padre a cargo del hijo, y pide a la madre que se
comunique con el hijo a través del padre. Así el padre queda en medio de la intensa
relación entre el hijo y la madre. Aunque esta maniobra se define como beneficiosa
para la madre, ella tal vez intente reactivar su previo apego con el hijo. El terapeuta
debe bloquear esa maniobra. Si logra mantener al padre entre la madre y el hijo, da
el primer paso hacia la unión eventual entre padre y madre (Stanton y cols, 2006).

Resolución De Crisis Y El Ciclo De Adicción

La terapia eficaz implica mantener el sistema dentro de la familia para que


una crisis interpersonal pueda emerger y el terapeuta ayude a la familia a resolverla.
En las familias, donde no se produce una crisis o interrumpen la terapia antes de
que surja la crisis indicará que no se producirá ningún cambio.

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La Muerte Como Motivación: El Uso De La Inducción De Crisis
Para Penetrar
Básicamente se trata de un proceso en el que el PI crea una crisis relacionada con
el uso de drogas para distraer a los miembros de la familia de conflictos interpersonales
más amenazadores dentro de la familia; el terapeuta puede destrabar este patrón con
intervenciones de reestructuración básica, por ejemplo el bloqueo de interacciones
disfuncionales entre los padres y la negativa a permitir los tópicos e improductivos patrones
de focalización sobre las drogas, cuando las familias están muy estancadas y no reaccionan
ante estas estrategias, el terapeuta debe intensificar sus intervenciones para que la familia
supere esta estabilidad problemática y pueda progresar (Stanton y cols, 2006).

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