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Realidad
Las ciencias sociales han negado, a menudo, las posibilidades de diseñar instituciones (Sartori, 1997; Sunstein, 2002;
Goodin, 1992), pero, en alguna medida, existe una obligación para quienes estudiamos la forma en que funcionan los
gobiernos y es la de reflexionar aún mucho
Gobierno y gobernanza
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HÉCTOR AGUILAR CAMÍN
JOAQUÍN LÓPEZ-DÓRIGA
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por Taboola
"... Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible. Los políticos por hacer lo posible
imposible".
Bertrand Russell
En Política "nuevos tiempos" significan nuevas formas y maneras de hacer las cosas, a veces hacer
un cambio de personas o de instituciones que implique la transformación de nuestro entorno
mediante la mejora continua y la gestión de la calidad en todos los servicios; u otras tantas –cada
vez más escasa- el mantener en el servicio público a los mismos seres y entes (políticos e
instituciones) como premio por su acertada labor desempeñada. El éxito político implica un
reconocimiento genuino de la población por la adecuada obra realizada, también abarca el
agradecimiento social permanente por el buen encargo público ejercido; pero sobre todo se refleja
en el arraigo de leyenda que deja la función realizada como meta a superar para las siguientes
administraciones. El político y su política están obligados a hacer más con menos, a dejar las cosas
mejor de lo que las encontraron, allí radica su éxito; en la obra pública masiva de gran calado. En la
que está al servicio de todos, porque nos beneficia tanto a las mayorías como a las minorías, su
utilidad es visible o no pero siempre será tangible y simplemente es indiscutible. Hoy más que
nunca en el ámbito de lo político las percepciones de transparencia y corrupción han aumentado
(Informe Latinobarómetro 2015) en detrimento de la participación y confianza social.
En días recientes fuimos testigos de dos ejemplos que demuestran el tipo y grado de política y
políticos que tenemos y necesitamos, la conjugación de diversos hechos y fenómenos atmosféricos
nos acarrearon: a) fríos, lluvias y vientos atípicos y, b) una contingencia ambiental indeseada. Los
efectos metereológicos afectaron sensiblemente la vida pública y privada de millones de personas,
gobiernos, empresas y sociedad; en la posmodernidad es inadmisible la inmovilidad e inseguridad
generada. La irregularidad en la expedición y colocación de letreros, espectaculares, postes, cables,
etc. Aunado a la ausencia o inaplicación de planes, programas, normatividad, ha seriamente
agravado la imagen urbana y el medio ambiente; corrupción e impunidad parecen ser la causa de la
falta de garantización de derechos humanos tan disfrutables en otras latitudes, como lo es la
movilidad y la salud. Gobernabilidad es la capacidad de crear las condiciones óptimas de aplicación
y recepción de los modelos y planes de administración. Gobernanza significa una nueva forma de
gobernar con notable eficacia, eficiencia y una elevada calidad.
Idea de gobernanza
Esta definición de gobernanza puede dar la impresión de que coloca al sector público en el centro del proceso de
conducir, pero no estoy planteando, de ninguna manera, que el gobierno sea el único responsable de gobernar
En la mayoría de los sistemas políticos democráticos de gobierno, que asumían este modelo tradicional,
el público se involucraba sólo en la selección inicial de las metas del gobierno, pero sólo de una manera
muy indirecta, a menudo poco efectiva (Rose, 1974). El público estaba en realidad involucrado en la
selección de sus líderes -los que a su vez planteaban objetivos y metas- pero su influencia no podía ir
mucho más allá de su voto. Por supuesto, en sistemas menos democráticos esa oportunidad de
participación estaba aún más limitada, y en realidad la única posibilidad de influir en la gobernanza era
con un cambio total de régimen
Quizás una de las notas más distintivas sea precisamente la inclusión de quienes tradicionalmente han
sido vistos sólo como beneficiarios de las políticas, promoviendo ahora el pleno ejercicio de
su ciudadanía.
Recomienda, apoyar la reforma del servicio civil, organizar la planificación estratégica, profundizar la
transparencia (incluso con el uso de guías para la desclasificación de la información), incrementar el
uso de la tecnología, fortalecer la autonomía de entidades descentralizadas, etcétera.
Gobernanza y descentralización
Cuando la Constitución Política incluye el planeamiento concertado, lo hace recogiendo las mejores
experiencias de gobernanza para que los actores de una determinada zona puedan sentarse a
planificar su futuro y decidir sobre las vocaciones del territorio.
La concertación implica escucharse y llegar a entenderse a pesar de las diferencias. Formular y aprobar
el plan de desarrollo regional concertado con las municipalidades y la sociedad civil, así como aprobar
el plan de desarrollo local concertado con la sociedad civil, son competencias constitucionales de
gobiernos regionales y locales que incorporan una fuerte alineación con los conceptos de gobernanza.
Así se busca que quienes requieren invertir capital, generar producción y empleo y hacer negocios en
un territorio; compartan la mesa con quienes planifican el desarrollo y así encontrar oportunidades de
crear sinergias positivas.
Busca también que quienes habitan, sufren y disfrutan el territorio, tomen conjuntamente con sus
autoridades, las mejores decisiones sobre su uso; y que quienes sufren las carencias o limitaciones en
educación, salud, transporte, justicia, busquen la mejor combinación de prioridades para el uso de sus
recursos.
Un estado que no tuviera que mandar ministros a recibir pedidos o firmar actas sino que escuchara y
orientara a cada representante social en cada oficina de la administración pública, recibiendo su
demanda, respondiendo de inmediato a la misma, explicándo el proceso y el tiempo que podría tomar
que se haga realidad su pedido. Lograr ello requiere ser tratado como un ciudadano por otro
ciudadano.
Gobernanza y ciudadanía
Ciudadanía: ese concepto que los funcionarios y servidores públicos suelen usar para pensar en los
otros, pero difícilmente en ellos mismos; pero que significa que es obligación de cada individuo de
cumplir y respetar las leyes y los contratos; sea que se trate de un ministro, un congresista, un juez, un
empresario o un comunero.
Ciudadanía es actuar sin privilegios, es ese someterse todos a las mismas reglas, con el mismo trato y
la misma oportunidad de ser recibidos y escuchados. Esa confianza que se genera cuando todos
conocemos los espacios y los límites y dejamos que cada uno haga su parte.
La ciudadanía requiere de un ejercicio constante de todo el sector público, que enseñe con el ejemplo.
Los funcionarios públicos están más obligados que cualquier otro peruano o peruana a cumplir y
hacer cumplir la ley. No pensando en la gestión actual; sino actuando como representantes del estado
del cual forman parte, con idénticos derechos que el poblador de la zona más alejada de Lima.
CONCLUSIONES
Conclusiones
Aun cuando falta determinar cuáles son las implicaciones que tienen estos cambios que van en
dirección a una gestión de carácter más estratégico impulsada desde el centro, la única cosa de la cual
podemos estar ciertos es que ello fomentará una nueva ronda de reformas y de cambio. Ese cambio
tendrá lugar tanto en el propio sector público como en las relaciones que éste mantiene con las
organizaciones e instituciones existentes en el contexto que lo rodea. De la misma manera que esas
reformas ocurridas desde los años 70 hasta el presente –que produjeron una extrema descentralización
y desconcentración– están ahora produciendo algún nivel de retorno hacia soluciones centralizadoras,
también cualquier reforma significativa que se implemente hoy producirá una nueva ronda de cambios.
Como afirmó destacadamente Herbert Simon, casi medio siglo atrás, existen numerosos dualismos en
la “ciencia” administrativa, y cada vez que escogemos las posibles soluciones provenientes de un lado
de un determinado par, no pasará mucho tiempo antes de que necesitemos
probar el otro lado.
A pesar de la aparente futilidad de la reforma, pareciera haber algún progreso en lo que a la
capacidad de gobernar se refiere; como también pareciera existir un pensamiento –muy consciente de sí
mismo– acerca de la necesidad de gobernar exitosamente. El movimiento que ha conducido a pensar
sobre la gobernanza, en tanto opuesto al simple hecho de gobernar, indica una creciente sofisticación
de la manera en la cual se puede dar en la sociedad la acción de conducir; también muestra que ya se
puede estar manifestando en la sociedad la necesidad de una concepción más comprehensiva sobre lo
que significa conducir. Crecientemente, la gobernanza se está conceptualizando como una actividad
que debe involucrar a una serie de actores y que debe implementarse más bien a través del compromiso
de esos actores y no como una imposición.
Dicho lo anterior, cabe agregar que también queda claro que existen límites a la capacidad de
gobernar. Dichos límites surgen tanto de aspectos prácticos como normativos.
Por un lado, dirigir implica metas, y el consenso respecto de esas metas es difícil de lograr y de
mantener. La alternativa de un régimen descentralizado puede producir una paradoja en el sentido de
que puede permitir la existencia de programas que son individualmente
eficientes –incluso efectivos– pero que en su conjunto pueden llevar a un
gobierno inefectivo (la “Tragedia de los comunes” o Tragedy of the Commons,
llevada al plano administrativo). Por otro lado, y también de manera paradojal,
un modelo de gobernanza que dependa de manera muy significativa del grado
de involucramiento de los actores de una particular red que gire en torno a un
tema específico, puede generar una forma localizada de democracia pero
también puede excluir al público en general y, quizás, incluso puede excluir a
otros grupos e individuos que tienen interés directo en el área de política en
cuestión.
Otra de las consecuencias importantes de la prospectiva de retornar a una
mayor dirección desde el centro para ciertas actividades propias de la
gobernanza es que se podría dar un aumento en los grados de responsabilidad
(accountability) que, en alguna medida, habían disminuido durante las
reformas descentralizadoras introducidas con anterioridad.
Una virtud de la dirección y de la planificación estratégica conducida
desde el centro es, justamente, que se hace más evidente quién es el
responsable de los éxitos o de los fracasos. En un sistema político
descentralizado -o en un sistema con una participación substancial de actores
no- gubernamentales-, tanto los políticos como el público en general
encuentran dificultades para identificar responsabilidades sobre las acciones y
sus resultados (Peters y Pierre, por publicarse). Si bien es cierto que la
responsabilidad puede empañarse aun en los mejores sistemas (Bovens, 1999),
también es cierto que los sistemas descentralizados y parcialmente
privatizados que fueron creados hacia finales del Siglo XX han empeorado
este problema.
De esta manera, la gobernanza continúa siendo una meta para las
sociedades humanas. El número de “soluciones” que se han descubierto para
los problemas de la gobernanza, y especialmente para la gobernanza de
carácter democrático, es igual al número de decepciones que produjeron las
reformas.
La buena noticia es, en parte, que continuamos tratando de proporcionar
la conducción y la dirección política que las sociedades necesitan. La otra
buena noticia es que pareciera que hemos aprendido algo y hemos logrado
gobernar mejor, aunque sólo sea por el hecho de haber reconocido las
extremas dificultades asociadas a esta tarea.
Las malas noticias, todas muy obvias, es que no existen fórmulas
mágicas para gobernar, y que esto continúa siendo un tremendo desafío para
las personas, tanto para quienes están dentro como para quienes están fuera del
gobierno.
Mario Waissbluth
Introducción
Después de 14 años recorriendo más de 150 entidades municipales, judiciales,
ministerios o servicios públicos de América Latina, uno llega a la conclusión
de que existe un fenómeno estructural y endémico: la “insularidad” o
“feudalización” de la gestión, caracterizada por que en la gran mayoría de
estas instituciones la queja más frecuente es que cada unidad, división,
departamento o subsecretaría trabaja como una isla separada, y en el peor de
los casos, con franco antagonismo, mala comunicación y traslapo de funciones
entre ellas.
Cuando un fenómeno se manifiesta de manera tan generalizada, cabe
preguntarse cuáles son las razones estructurales y profundas que generan esta
situación, a todas luces frustrante y que disminuye notoriamente la eficacia,
calidad y eficiencia de la función pública. Evidentemente, no se trata de que
todos los funcionarios públicos sean “malas personas”, “egoístas” o que “no
sepan trabajar en equipo”. Esa sería una explicación trivial y absurda. En este
trabajo intentaremos algunas explicaciones más sistémicas, ya que un buen
punto de partida para resolver los problemas es la comprensión de las causas
profundas, mas allá de los síntomas aparentes. Si nos dejamos llevar por los
síntomas aparentes, entonces la solución es someter a los directivos
institucionales a cursos y talleres de liderazgo y trabajo en equipo, los cuales
en sí mismos no son malos, pero que equivalen a tratar una insuficiencia
cardíaca con aspirina. Las insuficiencias cardíacas no matan, al menos en el
corto plazo, pero dejan al paciente severamente incapacitado para abordar los
diversos desafíos a que se ve enfrentado.