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versión impresa ISSN 0798-2968
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TF v.24 n.93 Caracas ene. 2006
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La historia de la Tierra Firme: el reto del dato Como citar este artículo
etnográfico y arqueológico
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Kay Tarble Enviar articulo por email

Universidad Central de Venezuela, Caracas, Venezuela Indicadores

Resumen: Julio C. Salas reconoce la vital importancia del conocimiento del Links relacionados
pasado en la comprensión y transformación del presente. Su aguda Bookmark
percepción de la confluencia de formas culturales que forjó la Venezuela de
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su día es todavía vigente. Además, su evaluación crítica de los
componentes "bárbaros y civilizados" de este país mestizo revela las
estructuras que aún subyacen a las formas actuales, y cuyas contradicciones siguen sin resolución. En este
trabajo se destacan varios aspectos del trabajo "etno-histórico" de Salas, entre ellos: su actitud crítica ante las
fuentes que revisa, su reconocimiento de una amplia gama de "protagonistas" en los hechos de la conquista.

Palabras clave: Pasado, bárbaros, civilización, etnohistoria, Venezuela.

History of Dry Land: A Challenge of Ethnographic and Archaeological Data

Abstract:

Julio C. Salas recognizes the vital importance of knowing the past to understand and transform the present. His
great perception of the cultural trends that built the Venezuela of his day is still appropriate. In addition, his
critical evaluation of the barbaric and civilized components of this country of mixed-race shows the structures
that underlie the current forms, whose contradictions have not yet been resolved. This study highlights several
aspects regarding Salas ethnohistorical work, such as his critical attitude towards the sources he consults, and
his recognition of a wide range of protagonists of the conquest period.

Key words: Past, barbaric, civilization, ethnohistory, Venezuela.

Lhistoire de la terre ferme: le défi des données ethnographiques et archéologiques

Résumé:

Julio C. Salas met laccent sur le fait quil est très important de connaître le passé pour pouvoir comprendre et
transformer le présent. Sa perception aiguë à légard des formes culturelles qui ont forgé le caractère du
Venezuela de son époque reste dactualité. De plus, son évaluation critique des composants barbares et civilisés
de ce pays métis témoigne des structures passées qui cohabitent avec les formes actuelles et dont les
contradictions nont pas toujours de réponses. Ce travail comporte plusieurs aspects du travail ethno-historique
de Salas, dont son attitude critique face aux sources quil choisit, et sa reconnaissance dun large éventail de
protagonistes dans les évènements de la conquête.

Mots-clés: Passé, barbares, civilisation, ethno-histoire, Venezuela.

INTRODUCCIÓN

No hay historia; sólo hay historiadores. Paul Ricoer, 1980:9

En su libro de Tierra Firme, así como en sus otras obras, Julio C. Salas reco-noce la vital importancia del

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conocimiento del pasado en la comprensión y transformación del presente. Su aguda percepción de la


confluencia de formas culturales que forjó la Venezuela de su día es todavía vigente. Además, su evaluación
crítica de los componentes bárbaros y civilizados de este país mestizo revela las estructuras que aún subyacen a
las formas actuales, y cuyas contradicciones siguen sin resolución (Vargas, 2000: 97).

Se destacan varios aspectos del trabajo etno-histórico de Salas, entre ellos: su actitud crítica ante las fuentes
que revisa, su reconocimiento de una amplia gama de protagonistas en los hechos de la conquista (Rodríguez
Carucci, 2000:147-148), y su aprecio por el papel de fuentes no documentales en la comprensión de los
procesos históricos. Este último punto es el que queremos desarrollar en esta oportunidad, dado el reto que ésto
representa en nuestras investigaciones. A pesar de que se reconoce la ventaja de utilizar múltiples fuentes para
indagar sobre el pasado, la realidad de compaginar estas fuentes es a veces muy compleja. La evidencia
documental y la evidencia artefactual requieren manejos cuidadosos y a veces minusciosos para ser útil en la
construcción histórica. Ambas presentan ventajas y desventajas, y permiten diferentes tipos de ventanas hacia
el pasado, pero hay que proceder con cautela a la hora de interrelacionarlas.

DEL PASADO ESTÁTICO AL PASADO DINÁMICO

En un pasaje muy perceptivo de Tierra Firme, Salas reconoce la importancia de cotejar diferentes fuentes
históricas, en particular, la evidencia arqueológica y documental, para así «confirmar o desechar los
conocimientos sobre los aborígenes...que hayamos deducido de la observación de las costumbres actuales y del
dicho de los historiadores de la conquista» (Salas, 1997 (orig. 1908):165). De esta cita se desprenden dos
puntos de interés. Por un lado, en Salas encontramos una percepción dinámica del pasado poco frecuente en
muchos estudios etnográficos o etnohistóricos. Podemos ver que Salas reconoce el efecto dramático de la
conquista sobre los indígenas, aún en zonas aparentemente alejadas de los focos de la colonización, como, por
ejemplo, las tierras bajas amazónicas. Por otro lado, encontramos en este pasaje del texto una sugerencia
metodológica para verificar la validez de las inferencias sobre el pasado basadas en los documentos escritos u
observación etnográfica. Vamos a tomar estos dos puntos uno por uno.

El primer punto destaca la disrupción causada por la conquista y colonización, y la posibilidad de encontrar en el
registro arqueológico una fuente de contraste con las sociedades actuales, o las descritas por los cronistas. De
este modo, señala una vía para evitar caer en el uso del tiempo etnográfico tan ubicua en los estudios
antropológicos1. Nos referimos a la tendencia de fundir diferentes momentos históricos en una sola narrativa
descriptiva, que resulta en una imagen destemporalizada de la sociedad descrita. Conlleva también la práctica
del investigador de pasar las observaciones etnográficas o etnohistóricas por un filtro, donde se obvian aquellos
aspectos que no cuadran con la idea preconcebida de lo tradicional. Ésto es el caso de muchas descripciones
etnográficas que hacen caso omiso a la presencia de la misión cercana (¡o del mismo antropólogo!) o que
describen la cestería o cerámica sin mencionar la olla de plástico o el radio reproductor. Los antropólogos o
etnohistoriadores que practican este procedimiento de pelar la cebolla, se proponen llegar a la esencia de las
sociedades que denominamos primitivas, bárbaras, frías, tribales. Estas denominaciones, que frecuentan a la
literatura neo-evolucionista, y aún marxista, y aluden a etapas o estadios, a su vez, llevan a la fusión del tiempo
y el espacio. Se equipara primitivo con antiguo, siendo ésta En la arqueología, la utilización de la analogía
etnográfica ha jugado el papel de ilustración en la reconstrucción de las formas de vida pasadas.una práctica
común desde el descubrimiento de las sociedades indígenas de Asia, Africa y América. De ahí se derivan las
referencias a ciertas sociedades contemporáneas como sobrevivientes de la edad de piedra, o como simples o
atrasados con respecto a las sociedades civilizadas, calientes o complejas (ver Stahl, 1993 y Fabian, 1983 para
una discusión más amplia de este tema).

Esta situación se refleja en el uso (y abuso) de analogías etnográficas por parte de los antropólogos. Las
monografías arqueológicas, por ejemplo, están repletas de inferencias basadas en analogías con sociedades
actuales o con descripciones encontradas en la documentación histórica. Implícita en el uso de estas analogías
es la idea que estas sociedades actuales representan estadios anteriores, o son comparables por ocupar la
misma zona geográfica o por compartir sistemas productivos similares.

Este procedimiento es justificado sólo en aquellas situaciones donde se puede demostrar una continuidad entre
el presente y el pasado (p.ej. el enfoque histórico directo), o si se acepta la presuposición del carácter
determinante de algún factor (p. ej. relación infraestructura- superestructura). Sin embargo, es necesario
demostrar esa relación y no simplemente asumirla. Pueden ser útiles (aunque no infalibles) para la inferencia de
la función de artefactos en un contexto arqueológico -por ejemplo, del hallazgo de un metate se infiere el cultivo
del maíz. Sin embargo, los peligros de la analogía se multiplican cuando pasamos a inferencias de orden mayor,
como en el caso de inferir el comportamiento social de los cazadores/recolectores del paleolítico basado en
analogías con las sociedades actuales tales como los Kung o los aborígenes australianos (Binford, 1983; Lee y
Guenther, 1991; 1995; Lee y DeVore, 1968; Sahlins, 1974; Wilmsen, 1989; 1993)

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En la arqueología, la utilización de la analogía etnográfica ha jugado el papel de ilustración en la reconstrucción


de las formas de vida pasadas.

Igualmente, podemos citar ejemplos de trabajos etnohistóricos, donde se utilizan los datos derivados de la
época postcontacto para construir modelos sobre la época preconquista. Sin embargo, al enfatizar las posibles
coincidencias entre las sociedades actuales y las pretéritas, se desprecia el potencial que nos brinda el contraste
de fuentes para demostrar discontinuidades y, por ende, el cambio y las transformaciones a través del tiempo
(Stahl, 1993:236).

Ésta es precisamente la segunda lección que podemos derivar de la cita de Salas: confirmar o desechar los
conocimientos sobre los aborígenes...que hayamos deducido de la observación de las costumbres actuales y del
dicho de los historiadores de la conquista. Si nuestra meta va más allá de la reconstrucción de las formas de
vida pretéritas hacia la indagación sobre las posibles transformaciones de estas formas de vida en el tiempo, es
el contraste de fuentes lo que nos proporciona nuestra herramienta más poderosa. Dedicaré el resto de esta
ponencia a discutir algunas de las vicisitudes de la contrastación de las fuentes escritas (etnográficas o
etnohistóricas) y las fuentes artefactuales (arqueológicas).

EL CONTRASTE DE FUENTES EN EL ESTUDIO DEL PASADO

Antes de entrar en la discusión del contraste de fuentes, es importante tratar de evaluar resumidamente las
ventajas y desventajas de cada tipo de fuente. Por su parte, el etnógrafo proporciona evidencia de primera
mano sobre la sociedad estudiada. Tiene la ventaja de ser rica en detalles descriptivos; de contar, idealmente,
con una observación participante prolongada y con la contrastación de información de diferentes informantes; a
la vez de poder contar con sofisticadas técnicas de recopilación de diferentes tipos de infor-mación:
documentación escrita, fotografías, videos, grabaciones, dibujos, etc. Sin embargo, como fuente para el estudio
del pasado, su utilidad se limita por la corta duración de la investigación. Por otra parte, los textos etnográficos
tienen que ser analizados críticamente, al igual que otras fuentes documentales, en cuanto a su credibilidad:
¿Cuántos informantes colaboraron con el trabajo? ¿El etnógrafo trabajó en el idioma local o utilizó traductores?
¿Cómo influyó en sus descripciones los modelos teóricos del autor y las imposiciones del discurso o género
etnográfico prevalente en el momento de su publicación?

En el caso de las fuentes documentales, valen estas mismas consideraciones en cuanto a la credibilidad, además
de requerir un análisis del contexto en el cual fue escrito: ¿Para quién y para qué fines? ¿Qué tipo de documento
es? (P.ej. diario personal, censo, testamento, pleito, historia natural, carta, mapa, etc.) ¿La información es de
primera mano o no? ¿Cuáles son los sesgos culturales o personales del autor? Según Gottschalk (1958:139-140
en Wood, 1990:88), una de las reglas más importantes de la evaluación de un documento consiste en que cada
aspecto particular del documento debe ser sometido a un análisis de la credibilidad por separado, sin referencia
a la credibilidad general del autor.

Por otra parte, los documentos escritos requieren un estudio de autenticidad. En este caso nos referimos a la
verificación de la fecha del documento, del autor, del tipo de transcripción y/o traducción a la cual fue sometido
el documento, y si podría ser total o parcialmente falsificado o plagiado (Wood, 1990).

Las ventajas que presentan los documentos escritos son múltiples, y un tratamiento adecuado iría más allá de
los alcances de este trabajo. Sin embargo, queremos destacar algunos puntos que servirán de base para la
discusión del cotejo de fuentes documentales y arqueológicas. Para el antropólogo interesado en el pasado, el
documento escrito ofrece una gama amplia de información que cubre todo el período histórico (en el sentido de
historia escrita). Los diferentes géneros permiten contrastes de fuentes; p.e., entre pleitos y testamentos, o
entre varios protagonistas de un mismo evento. Se pueden utilizar registros para elaborar tendencias
demográficas, tasas de mortalidad, de enfermedad, etc. En fin, se pueden explorar casi todas las esferas de
interés antropológico desde la producción agrícola hasta el simbolismo. Sin embargo, nos encontramos con
ciertas limitaciones importantes. Por un lado, muchos de los enfoques teóricos de la antropología son
sincrónicos: y se prestan para la realización de etnografías del pasado en donde se exploran los mundos
mentales en los cuales las acciones [históricas] se realizaron, el conocimiento cultural que sirvió de base para
las escogencias que se hicieron (DeMallie, 1993:533), o las vidas cotidianas de los protagonistas. Sin embargo,
si la meta de la antropología histórica va más allá de conocer cómo los eventos se estructuran según la cultura,
sino, cómo, en ese proceso, la cultura misma se reordena (Sahlins, 1981:8), tenemos que hacer un esfuerzo
para resaltar los aspectos dinámicos del proceso histórico además de los aspectos estructurales o funcionales.

Aún cuando las fuentes documentales ofrecen una riqueza extraordinaria para la indagación sobre el pasado,
existen áreas problemáticas. En la región amazónica, en particular, existen grandes retos para los analistas;
entre ellos podemos señalar: 1) la ausencia de documentos escritos por individuos provenientes de algunos

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sectores de la población: indígenas, esclavos, mestizos, etc.; 2) el eurocentrismo de los principales autores,
especialmente los misioneros y autoridades coloniales; 3) el escaso trabajo en archivos y, por ende, poca
variedad en el tipo de documento disponible para el análisis; 4) la gran variedad de idiomas de los documentos
originales: español, inglés, holandés, francés, portugués, alemán e italiano y su dispersión en diversos archivos
nacionales y en el exterior; 5) una cobertura muy parcial del espacio y muy irregular en el tiempo, con
particular escasez en cuanto a la documentación de los primeros años de contacto; 6) pocos mapas (carencia
que todavía sufrimos en la actualidad).

Frente a esta situación, el dato arqueológico ofrece alternativas interesantes. Por un lado, permite una visión
priviligiada hacia sectores de la sociedad poco representados en los documentos escritos, sobre todo aquellos
que antecedían el contacto, y los que huyeron frente a la penetración colonial (indígenas, esclavos fugados) o
que no figuraban como protagonistas en los relatos escritos: mujeres, niños, clases bajas, etc. Por otro lado, el
registro arqueo-lógico, por su caracter cumulativo, compuesto de pequeñas acciones cotidianas reveladas en
patrones de deposición en su contexto, proporciona una visión micro de las respuestas de las sociedades
pretéritas ante su entorno. En este sentido, revela una historia de la práctica. En el caso de estudios de la época
de contacto, permite acceder a respuestas locales ante procesos globales: ¿Hubo aceptación o rechazo ante el
influjo de ideas y bienes extranjeros? ¿Surgen nuevas formas de identidad? ¿Qué impacto tuvieron las nuevas
tecnologías, cultivos, y animales domésticos introducidas? ¿Mantuvieron prácticas religiosas clandestinas, lejos
de los ojos de las autoridades coloniales?

A su vez, la arqueología provee una óptica macro de los procesos sociales del pasado. A través de estudios
regionales, se pueden conocer los efectos del contacto europeo sobre el patrón de asentamiento, los
movimientos poblacionales, los cambios demográficos y las redes de intercambio, entre otros. Y, por supuesto,
ofrece una visión única de las tendencias a largo plazo, y de los procesos de transformación previos y
posteriores al contacto. De este modo, permite una apreciación de las estructuras históricas locales y su papel
en la reacción de las sociedades frente a las fuerzas de cambio.

Al igual que las otras fuentes que hemos discutido aquí, las fuentes artefectuales también requieren de una
evaluación crítica, en el sentido de tomar en cuenta la confiabilidad de los contextos deposicionales: ¿Son
contextos primarios o son redepositados? ¿Cuán representativa es la muestra recolectada? ¿Es representativo
de todos los sectores de la población... o se concentra únicamente en ciertos aspectos; p.ej. en sitios de misión
o fortificaciones? ¿Bajo cuáles circunstancias fue abandonado el sitio? ¿Hubo reutilización o custodia de ciertos
objetos que podría confundir la inferencia cronológica?

En el caso del registro artefactual, tiende a haber poca intencionalidad en cuanto a su deposición2. En este
sentido, nos puede proporcionar información menos sesgada por agendas personales o intereses políticos, tal
como suele suceder con muchos documentos escritos. Sin embargo, es un hecho que los restos arqueológicos
suelen ser anónimos; en todo caso, podemos llegar a la identificación de grupos de interés (Trigger, 1975), pero
los individuos generalmente quedan fuera de nuestro alcance.

COTEJANDO FUENTES: PERSPECTIVAS Y PROBLEMAS

Hasta aquí hemos hecho referencia a los diferentes tipos de fuente, con sus particularidades, ventajas y
desventajas. Pero, ¿cómo proceder a cotejar la evidencia que obtenemos de cada fuente? Antes que nada, es
preciso reconocer que la información obtenida de las diferentes fuentes sirve para iluminar diferentes aspectos
del pasado que intentamos construir, y que no siempre van a coincidir. Sin embargo, esto no quiere decir que
estamos condenados a la práctica de abrir un capítulo para cada tipo de dato, como suele suceder (cf. Wagner
1967; Vargas Arenas, 1981; Wilmsen, 1989; para un ejemplo de integración excepcional ver a Schrire, 1995).
Nuestro éxito en aprovechar los datos de diferente índole va a depender del tipo de problema que nos
planteamos, de nuestra experticia en los diferentes campos -o de nuestra suerte en conformar un buen equipo
interdisciplinario, de la naturaleza de los datos que conseguimos y de la orientación teórica-metodológica de los
diferentes investigadores. Este último punto hace referencia a uno de los mayores retos que enfrentan los
antropólogos o historiadores quienes intentan utilizar trabajos de otras disciplinas o sub-disciplinas. Suele
suceder que los trabajos realizados bajo perspectivas diferentes, tales como el neo-evolucionismo de una
investigación arqueológica dada y el análisis simbólico de una etnografía tal, son altamente incompatibles, tanto
por el tipo de dato contemplado en cada uno, como por la forma de interpretarlo.

Idealmente se debe plantear un marco unificador para una investigación que contempla el uso de diferentes
tipos de fuentes. A través de estrategias de investigación sinergéticas (Dietler, 1998) se pueden lograr inter
pretaciones muy iluminadoras de la historia de situaciones de contacto (Kirch and Sahlins, 1992; Dietler, 1995;
Deagan, 1998).

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LA HISTORIA DE NO-EVENTOS

Para terminar, haré referencia a un ejemplo del tipo de discernimiento que permite el cotejo de diferentes
fuentes en un caso del Orinoco Medio. Hemos encontrado referencias a diferentes eventos históricos
concernientes a los Mapoyo, una etnia indígena cuyo territorio se ubica entre los ríos Suapure y Parguaza del
estado Bolívar. En estos relatos, provenientes de la tradición oral y de documentos escritos, figuran dos eventos
de gran magnitud en la historia local: el suicidio Mapoyo y la participación de este grupo en la derrota de los
españoles durante la Guerra de la Independencia (Henley, 1975; Henley, 1983; Perera, 1991; Perera, 1992).

El primer evento, en el que acontece el suicidio colectivo, tiene numerosas versiones en la zona. Inclusive,
existen por lo menos dos cerros de donde supuestamente se tiraron los Mapoyo. Una versión recolectada en
nuestro trabajo de campo relata el evento de la siguiente manera:

Según contaba el abuelo, una vez hubo tres muchachas ´safriscas´ quienes se acercaban para escuchar el
canto de los espíritus, aunque sabían que era prohibido. Se enamoraron del canto y quisieron ver a los espíritus.
Las pillaron viendo para adentro de la choza (donde se realizaban los ritos sagrados) y decidieron que había que
pagar el pecado. Llamaron a todos los miembros de la comunidad a subir el Cerro de Las Piñas y a tirarse hacia
abajo. Ahí, hoy en día, se encuentran los huesos de los difuntos (Relato de José Reyes, 4-2-93).

En otras versiones, se hace referencia a diferentes factores que provocaron el suicidio, entre ellos, la muerte de
uno de los capitanes, la huída ante los españoles asentados en el Fortín del Parguaza, y por hechicerías de parte
de otros grupos. En todos los casos, el desencadenamiento de los hechos lleva al mismo fin: los miembros de la
comunidad suben a lo alto del cerro, se amarran entre sí y se tiran por el precipicio. Siempre hay un
sobreviviente, o un testigo oculto, que llega con el cuento a los demás.

El segundo evento está relacionado con la actuación de los Mapoyo a favor de las tropas republicanas en la
Guerra de la Independencia. Los sitios que anclan esta historia en el espacio son los viejos asentamientos de los
capitanes mapoyos, quienes, según la tradición oral, prestaron ayuda a Paéz en la batalla en el sitio del Fortín
del Parguaza, contra las fuerzas españolas. Luego, los capitanes posteriores tuvieron a su cargo la espada y
daga, y papeles de propiedad del territorio, obsequiados por Bolívar en agradecimiento por el apoyo recibido
(cf.Henley, 1975; Henley, 1983).

Hemos realizado estudios arqueológicos en los sitios donde nos han contado que ocurrieron estos dos eventos.
En el caso de los sitios de los suicidios, hemos podido constatar la presencia de entierros en abrigos rocosos
asociados a los cerros donde se dice que se lanzaron los Mapoyo: en el Cerro Las Piñas y en el Cerro de los
Mapoyos. Sin embargo, los restos óseos no muestran evidencia de fracturas ni de muerte violenta. En el caso
del Fortín de San Francisco Javier de Marimarota, donde se dice que se llevó a cabo la batalla contra los
españoles, hemos hallado evidencia arqueo-lógica que corresponde al período de la ocupación jesuita:
(1730-1767), pero no hallamos restos correspondientes al período de la Guerra de la Independencia, lo cual nos
lleva a concluir que el sitio había sido abandonado previamente.

Estos ejemplos sirven para ilustrar diferentes aspectos de lo que hemos expuesto en este trabajo. Por un lado,
es la contrastación de fuentes que nos permite interpretar los hechos. La falta de coincidencia entre las fuentes
consultadas nos lleva a reflexionar sobre su significado: ¿Debemos utilizar los datos arqueológicos para
desmentir al informante o a las recopilaciones etnográficas? ¿Es una victoria para la ciencia occidental? O
¿podemos entender las discrepancias como indicios de diferentes formas de construir la historia -el Mapoyo y el
occidental- que no necesariamente coinciden en sus métodos ni sus resultados? Optamos por el segundo. En
vista de las contradicciones reveladas por nuestra investigación, sentimos la necesidad de abrir aún más nuestro
ocular para ver el contexto regional y temporal de los eventos que estudiamos. Al tomar en cuenta la secuencia
arqueológica regional, notamos un cambio marcado en los estilos cerámicos de manufactura local: la alfarería
que abundaba en los contextos de los asentamientos jesuitas (Nuestra Señora de Los Ángeles de Pararuma, el
Fortín de San Francisco Javier de Marimarota) desaparece abruptamente. Por su parte, los asentamientos que
pertenecen al período post-jesuita se caracterizan por una cerámica local muy simplificada y con cambios
sustanciales en la tecnología de manufactura que sugiere la inmigración de nuevos componentes sociales. En
otras palabras, estamos frente a una evidencia de la desaparición casi total de los pobladores indígenas del
período colonial.

Con este contexto temporo-espacial ampliado, nos encontramos ante la posibilidad de comprender el significado
de los relatos como eventos imaginarios de la categoría de eventos condensados (Fogelson, 1989). Fogelson
define estos eventos como narrativas que condensan, encapsulan y dramatizan procesos históricos de mayor
duración. Son invenciones, pero poseen cualidades tan llamativas y con tanto poder explicativo que se difunden
rápidamente entre el grupo y llegan a adquirir realidad etnohistórica propia (Fogelson 1989:143). En los casos a

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que hemos hecho referencia en este trabajo, podemos entender los eventos del suicidio y de la batalla contra
los españoles, como eventos condensados, que marcan hitos en la memoria colectiva y narran metafóricamente
los cambios demográficos y de identidad que han sufrido los Mapoyo en estos siglos de contacto.

NOTAS

1 Cabe señalar que el mismo Salas tiende a caer en el uso del presente etnográfico en sus descripciones de los
grupos indígenas y sus costumbres (cf. Tierra Firme).

2 Excepciones a ésto serían los enterramientos, el arte rupestre, y otros tipos de ofrenda cuya deposición
cumplía con un deseo de eternidad.

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Tierra Firme: Revista de Historia y Ciencias Sociales


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