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ABSTRACT: This paper presents some of the serious problems that the business of private
prisons has generated in the U.S. After briefly outlining the main reasons that led to the current
development of this reality, and the points in favor and against privatization, the paper analyses the
impact that this initiative could have on the operation of the U.S. correctional system. The
experience in some states like Oklahoma, New Mexico, Mississippi and California reveals how
influence peddling among politicians, representatives of large companies that control the market
and powerful investment banks has contributed to an increase in the prison population and the
ensuring of this business's profits with taxpayer´s money. The conclusion is that such experiences
represent an "anti-model", a telling example of the path that a civilized prison policy should never
take.
1. INTRODUCCIÓN
* Este trabajo lo he podido realizar gracias a mi estancia en el Center for Administration of Justice
de la Florida International University (desde agosto de 2012 a noviembre de 2012). Agradezco a
esta última institución las facilidades que me dio durante ese tiempo para trabajar en este y en
otros proyectos. A la Generalitat Valenciana (Consellería de Educación, Formación y Empleo.
Dirección General de Universidad, Estudios superiores y Ciencia. Servicio de política científica) por
haberme concedido una beca para estancias de personal investigador doctor fuera de la
Comunidad Valenciana (Resolución de 12 de mayo de 2012). Y, por supuesto, a la Universidad de
Alicante, institución a la que, en último término, debo el haber podido disponer de ese tiempo.
1
Por el contrario, según apunta Paul Krugman, un estudio de la Oficina de Asesoría Jurídica
(Bureau of Justice Assistance), que forma parte del Departamento de Justicia (U.S. Department of
Justice), muestra que el ahorro de costes que supuestamente llevaría consigo la privatización de
las prisiones no se ha materializado, en Paul Krugman: “Cárceles, privatización e influencia”, El
País de 24 de enero de 2012. Véase también, Enrique Sanz Delgado: "La privatización en el
sistema penitenciario: viejos remedios e insatisfactorias soluciones, La Ley Penal. Revista de
Derecho Penal, Procesal y Penitenciario, nº 56, 2009, págs. 17-18.
2
Con esta misma declaración comienza Judith Greene su trabajo sobre la especulación en el
ámbito de la privatización de las prisiones. Aunque la referencia de esta autora es al informe anual
de 2005, la declaración se repite casi con las mismas palabras en el informe de 2012. Véase,
Judith Greene: “Banking on the Prison Boom”, en Tara Hativel and Paul Wright (edit.), Prison
Profiters. Who makes Money from mass incarceration, The New Press, New York, 2007, pág. 3.
Derecho penitenciario. Doctrina
3
Véase, http://ir.correctionscorp.com/phoenix.zhtml?c=117983&p=irol-reportsannual
4
Véase, http://www.alecexposed.org
3
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5
Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., pág. 4.
6
Sobre las diversas formas de intervención privada en el ámbito penitenciario en Estados Unidos
puede verse, Enrique Sanz Delgado: Las prisiones privadas: La participación privada en la
ejecución penitenciaria, Edisofer, Madrid, 2000, págs. 160-165.
7
En este trabajo, con el término “prisiones privadas” haré referencia a todo este tipo de
establecimientos.
8
Como indica Del Rosal, este sistema en concreto “permite al estado o condado
correspondiente, por una parte, esquivar todas las trabas burocráticas que la construcción de un
establecimiento penal o penitenciario exige superar y, por otra, fraccionar o afrontar el pago del
alquiler dentro de sus presupuestos corrientes, sin tener que acudir a los créditos extraordinarios o
a las grandes cifras presupuestarias que proyectos de este tipo requieren. Transcurrido el periodo
de alquiler, y dependiendo de cuáles hayan sido las condiciones pactadas en el contrato, el local
se vende al estado o queda en manos de la empresa propietaria que lo destinará a otros fines”. No
obstante, como Del Rosal apunta, esta última vía no es muy utilizada dado que en el caso de que
no se renueve el contrato de alquiler, la empresa va a tener serias dificultades para realquilar las
instalaciones para otra finalidad. En Bernardo Del Rosal: “Las prisiones privadas: un nuevo modelo
en una nueva concepción sobre la ejecución penal”, en ADPCP, T. 43, 1990, págs. 575-576.
9
Charles H. Logan: Private Prisons. Cons and Pros, Oxford University Press, New York, 1990,
págs. 13-14.
10
Cristopher Petrella: "Leasing through the back door: the private finance of "public" prisons", en
Nation of Change, 31, diciembre de 2011. Sobre el tema puede verse también Roger Matthews:
Doing Time. An introduction to the Sociology of imprisonment, Palgrave Macmillan, United
Kingdom, 2ª edic., 2009, pág. 92; Rita J. Simon and Christiaan A. de Waal: Prisons the world over,
Lexington Books, Maryland, 2009, págs. 20-21.
Derecho penitenciario. Doctrina
11
(general obligation bonds ) y el interés que ofrecen es más alto que el que ofrecen estos
últimos. En algunos casos, la misma empresa que compra los bonos, con posterioridad,
alquila los centros para llevar a cabo su gestión, pero, en otras ocasiones, se limita a
realizar el negocio financiero a través de la compra de bonos, lo que significa que el
beneficio se obtiene con independencia de la buena o mala marcha del centro
penitenciario construido.
En definitiva, se trata de un tema muy complejo con importantes implicaciones
políticas, económicas, jurídicas y morales, de las que no me parece posible dar cuenta
aquí. Mi intención es simplemente tratar de situar el contexto en el que se desarrolla este
fenómeno y poner de manifiesto los riesgos que conlleva el hacer del encierro coercitivo
de personas un negocio del que finalmente se benefician grandes empresas que cotizan
en bolsa y cuyas acciones están en manos de unos pocos. Para ello, a continuación, me
voy a ocupar, en primer lugar, de las razones que parecen haber influido de manera
decisiva en el origen de la actual industria de prisiones privadas en Estados Unidos. En
segundo lugar, comentaré cuáles son los argumentos fundamentales que se manejan
en defensa y en contra de la privatización. En tercer lugar, aludiré a las dos empresas
que dominan hoy el mercado de prisiones privadas en Estados Unidos. En cuarto lugar,
haré referencia a algunas valoraciones doctrinales sobre cómo esta realidad está
influyendo en el sistema penitenciario estadounidense. Y, en quinto lugar, expondré
algunas experiencias de la industria de prisiones privadas en Estados como Oklahoma,
New México, Mississippi y California, con el fin de mostrar el tráfico de influencias que
puede haber detrás de la privatización de un servicio público tan esencial como es la
ejecución de la pena de prisión y las repercusiones que ello conlleva desde el punto de
vista social y económico.
Desde comienzos del siglo XX hasta los años 70 la tasa de reclusión en Estados
Unidos se había mantenido relativamente estable, pero la campaña del presidente Nixon
de law and order provocó un claro incremento del número de personas condenadas a
penas de prisión, sin que paralelamente a esa política de endurecimiento penal se
11
Los bonos de obligación general están garantizados por el crédito del emisor, en este caso el
Estado o los municipios, por lo que el impago es absolutamente infrecuente, sólo sería esperable
en caso de quiebra. La emisión de estos bonos requiere la aprobación de los contribuyentes a
través de un referéndum. Antes de mediados de 1980, las cárceles normalmente se financiaban
bien a través de los presupuestos generales del Estado o del municipio, bien a través de la venta
de general obligation bonds, véase Cristopher Petrella: “Leasing through the back door: the private
financing of “public” prisons”, Nation of Change, 31 de diciembre de 2011.
5
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Ampliamente, sobre los antecedentes históricos de la gestión privada de prisiones en Estados
Unidos, Enrique Sanz Delgado: "Las prisiones privadas...", ob. cit., págs. 21-108; Byron Eugene
Price: Merchandizing Prisoners. Who really pays for prisons privatization, Praeger, Connecticut,
2006, págs. 1-4.
13
Donna Selman and Paul Leighton: Punishment for Sale. Private Prisons, Big Business, and the
Incarceration Binge, Rowman and Littlefield publishers, United Kingdom, 2010, pág. 3. Véase
también, Charles H. Logan: “Private Prisons…”, ob. cit. pág. 3; Byron Eugene Price:
“Merchandizing Prisoners…”, ob. cit. págs. 1-13.
14
Donna Selman and Paul Leighton: “Punishment for Sale…”, ob. cit., págs. 8-9.
Derecho penitenciario. Doctrina
15
Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., pág. 13; Donna Selman and Paul Leighton: “Punishment
for Sale…”, ob. cit. págs. 2-4.
16
Donna Selman and Paul Leighton: “Punishment for Sale…”, ob. cit. pág. 4.
17
Ibid. pág. 45.
18
En general, sobre los argumentos que se manejan a favor y en contra de las prisiones privadas
puede verse, Charles H. Logan: “Private Prisons…”, ob. cit., págs. 38-48. Véase también, Dámaso
Ruíz-Jarabo: "Prisiones privadas", en Jueces para la Democracia, nº 8, 1989, págs. 42-46.
7
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19
Catholic Bishops of the South, “Wardens from Wall Street: Prison Privatization”, en
http://www.catholiclabor.org/church-doc/CBS-2.htm.
20
Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., pág. 8.
21
Véase Byron Eugene Price: “Merchandizing Prisoners…”, ob. cit., págs. 20-21; Roger
Matthews: “Doing Time…”, ob. cit., págs. 92-93
22
Sobre el tema puede verse Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., págs. 4-11. Véase también
Charles H. Logan: “Private Prisons…”, ob. cit., págs. 38-48.
Derecho penitenciario. Doctrina
Además, las empresas privadas no están sujetas a las restricciones propias del sector
público por lo que pueden contratar personal y servicios a menor coste, y pueden
construir centros más rápidamente y también a más bajo precio. En el sector privado, el
ahorro puede venir de determinados gastos sobre los que el sector público tiene poca -o
no tiene- capacidad de maniobra: salarios, margen de beneficios, horas extraordinarias,
etc.
La estrategia de mercado que domina la actividad de la empresa privada también
redundará -aducen- en una mejora de la calidad de los servicios. En primer lugar,
cualquier problema de seguridad trascenderá a los medios de comunicación y
perjudicará gravemente los intereses de la empresa, por lo que tendrán un mayor
incentivo que el Estado para desarrollar mecanismos eficientes para mantener la
disciplina y evitar problemas de seguridad como motines, fugas, etc. En segundo lugar,
los problemas burocráticos y las dificultades que conlleva la exigencia de
responsabilidades en el seno de la Administración pública hacen que la empresa privada
esté en mejor posición para exigir un correcto funcionamiento de los centros si la gestión
se lleva a cabo por una empresa privada que si son funcionarios públicos quienes se
ocupan de las prisiones. En tercer lugar, las empresas privadas pueden verse sujetas a
límites que no sería posible imponer en el sector público, como sanciones por
incumplimiento de contrato o incluso, como ya se ha dicho, su rescisión, lo que supone
un incentivo para la mejora del servicio. Y, en cuarto lugar, las compañías privadas no se
rigen por las normas que regulan el funcionamiento de la Administración y los
procedimientos para la contratación pública, ni se ven sometidas a las exigencias que
imponen los sindicatos en el sector público; podrán contratar en atención a los méritos y
podrán despedir más fácilmente cuando se vulneren derechos humanos o cuando los
trabajadores no cumplan con sus obligaciones. Además, la competencia con el sector
privado -añaden- alentará a la Administración pública a mejorar su funcionamiento, a
tratar de disminuir el poder de los sindicados, y a introducir las innovaciones tecnológicas
23
que son las “señas de identidad” del sector privado .
Por último, los defensores de la privatización afirman que la empresa privada no se ve
afectada por la corrupción que aqueja al sector público.
Pues bien, frente a todos estos argumentos, los oponentes, por su parte, insisten en
que no hay -o son mínimas- las pruebas de esos ahorros que supuestamente conlleva la
gestión privada. En general, se esgrime que las cifras de ahorro que se ofrecen son, por
un lado, el resultado de un cálculo equivocado, al establecer la comparación con
hipotéticas prisiones públicas y no con los datos económicos reales. Y, por otro lado -
23
Sobre esto puede verse, James Austin and Garry Coventry: Emerging Issues on Privated
Prisons, Bureau of Justice Assistance, Washington, DC, 200, pág. 60
9
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24
Donna Selman and Paul Leighton: “Punishment for Sale…”, ob. cit. págs. 128-158.
25
Véase, Bernardo Del Rosal: “Las prisiones privadas…”, ob. cit., págs. 576-578.
26
Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., págs. 6-7.
27
James Austin and Garry Coventry: "Emerging Issues...", ob.cit., págs. 21-38. Véase también,
Donna Selman and Paul Leighton: “Punishment for Sale…”, ob. cit. págs., 125-127; Paul Krugman:
“Cárceles…”, en El País de 24 de enero de 2012.
28
Elliott Sclar: “You don´t always get what you pay for: the economics of privatization, Cornell
University Press, Ithaca, 2000 (citado por Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., págs. 6-7).
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29
Byron Eugene Price: “Merchandizing Prisoners…”, ob. cit. pág. 11.
30
Paul Krugman: “Cárceles…”, en El País de 24 de enero de 2012.
31
Datos extraídos del informe correspondiente al año 2012
(http://ir.correctionscorp.com/phoenix.zhtml?c=117983&p=irol-reportsannual).
32
La American Correctional Association (ACA) fue fundada en 1870 por trabajadores de
prisiones con la finalidad de promover la mejora del sistema penal y penitenciario. Sin embargo,
debido a la intervención de la industria de prisiones privadas, la organización parece haber
olvidado sus ideales de rehabilitación y de reforma, y sus fines hoy se orientan fundamentalmente
hacia la mejora en los beneficios. De hecho sus reuniones cuentan con el apoyo financiero de
11
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fundan CCA con la finalidad de dirigir y administrar el sistema de prisiones del Estado de
33
Tennessee . La empresa contó también con el apoyo de un poderoso socio capitalista,
34
Jack Massy . Entre los inversores de CCA se encontraban también la mujer del
35
gobernador y el entonces presidente del Congreso de Tennessee .
Tras su fundación, en abril de 1984, CCA abrió el Houston Processing Center, centro
de internamiento de inmigrantes ilegales pendientes de deportación, que dependen del
Departamento de Inmigración (Inmigration and Costums Enforcement). La empresa es
propietaria de las instalaciones y las gestiona a través de contratos anuales con la
36
Administración . Y, en ese mismo año, le fue adjudicado el contrato para gestionar la
prisión del Condado de Hamilton (Tennessee). Esto es considerado por algunos el
37
comienzo del actual negocio de las prisiones privadas en Estados Unidos .
Precisamente en Tennessee, CCA ha lanzado fuertes ofertas para asumir la gestión
de todas la prisiones del Estado. Una en 1985, en la que intentó sin éxito asumir la
gestión por 200 millones de dólares; y la segunda en 1997, pero al igual que la primera
fracasó. No obstante, la empresa ha ido prosperando y en la actualidad controla
aproximadamente el cincuenta por ciento del mercado de prisiones privadas del Estado,
entre prisiones de adultos, centros de internamiento y centros de internamiento para
empresas de prisiones privadas, entre las que se encuentran CCA y GEO Group. Como Silja J.A.
Talvi ha señalado, en la situación actual, para esta organización los presos no son otra cosa que la
materia prima que se negocia en el mercado, en Silja J.A. Talvi: "On the inside with the American
Correctional Association", en Tara Hativel and Paul Wright (edit.), Prison Profiters. Who makes
Money from mass incarceration, The New Press, New York, 2007, págs. 119-127.
33
Charles H. Logan: “Private Prisons…”, ob. cit. págs. 22-23. Puede verse también Bernardo Del
Rosal: “Las prisiones privadas…”, ob. cit., págs. 573-574.
34
Jack Massy, propietario de la empresa Kentucky Fried Chicken, prestó su apoyo financiero a
través del Massy Burch Investment Group. Véase Bernardo Del Rosal: “Las prisiones privadas…”,
ob. cit., págs; 573-574; Enrique Sanz Delgado: “Las prisiones privadas…”, ob. cit., pág. 163; Byron
Eugene Price: “Merchandizing Prisoners…”, ob. cit. pág. 8.
35
Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., pág. 11.
36
Charles H. Logan: “Private Prisons…”, ob. cit. pág. 23. Precisamente este Centro (también
conocido como Houston Contract Detention Facility) ha sido objeto de un amplio informe, realizado
en 2009, sobre los graves problemas de abusos y muertes de inmigrantes ingresados en el mismo.
A raíz de este informe, el ICE (Inmigration and Costums Enforcement) anunció un ambicioso plan
de reformas y aseguró que establecería un sistema de internamiento de inmigrantes de carácter
civil. Sin embargo, en 2012, tres años después, el ICE seguía subcontratando el internamiento de
inmigrantes del condado a los centros penitenciarios privados. Y, en julio de 2012, un informe de
Grassroots Leadership, una organización sin ánimo de lucro entre cuyos fines se encuentra el
tratar de poner fin a la privatización del encierro de personas, realizó un nuevo informe sobre las
condiciones de internamiento del Houston Processing Center. En este último informe se indica que
entre las personas ahí retenidas se encuentran residentes legales, solicitantes de asilo o víctimas
de delitos de violencia de género, en condiciones de internamiento que se asemejan a las de
condenados a penas de prisión. En concreto, el informe apunta una deficiente asistencia sanitaria,
insuficiente alimentación, abuso del aislamiento en solitario y trato inadecuado por parte de los
vigilantes, por lo que recomienda que el ICE rescinda el contrato con CCA. Esta información puede
encontrarse en www.detentionwatchnetwork.org.
37
Byron Eugene Price: “Merchandizing Prisoners…”, ob. cit. pág. 8.
Derecho penitenciario. Doctrina
38
Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., pág. 12.
39
Ibid., pág. 12.
40
Véase, http://www.geogroup.com/documents/geo_2012_annual_report.pdf
13
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de las penas de prisión a lo largo de todo el país, como las llamadas leyes de "truth-in-
41
sentencing" y "three strikes" .
En 2008, un pequeño grupo de accionistas críticos con este sistema de actuación
intentó que la compañía aprobase una resolución (Shareholder proposal requesting
semi-annual disclosure of political contributions) que abogaba por una mayor
transparencia en relación con los gastos de la empresa en contribuciones políticas, entre
las que se incluían pagos a candidatos electorales, y pagos a partidos políticos y a otras
organizaciones de carácter político. La dirección de la empresa se opuso a la propuesta
y, dado que es muy difícil que una propuesta que no cuente con el beneplácito de la
dirección pueda llegar a aprobarse (el equipo directivo cuenta con un amplio número de
acciones y su apoyo u oposición guía el voto de un amplísimo número de accionistas), la
42
mayoría de los accionistas votó en contra de la medida .
Tanto CCA como GEO Group, en la mayor parte de los contratos que celebran con la
Administraciones estatales o locales, establecen cláusulas que garantizan una ocupación
mínima de plazas que oscila entre un 80% y un 100%, aunque la cifra más frecuente es
de un 90%. El resultado es que con el dinero de los contribuyentes se garantizan los
43
beneficios de estas dos grandes compañías privadas .
Según datos aportados por Cristopher Petrella, a pesar de que los gastos federales y
estatales en prisiones se han multiplicado en un 72% en la última década, lo que cuesta
a los contribuyentes 74 mil millones de dólares al año, CCA y GEO Group han obtenido
entre las dos más de 2.9 mil millones en beneficios. Y, en general, desde el año 2000,
los centros penales gestionados privadamente han aumentado aproximadamente un
120%, mientras que los centros federales y estatales gestionados públicamente han
44
crecido sólo en un 30% .
De acuerdo con Bárbara Stolz, las empresas de prisiones privadas han ejercido una
fuerte influencia en la política penitenciaria en diversos aspectos. Esta autora ha
41
Se trata de normas que persiguen lo que podríamos denominar el cumplimiento íntegro de la
condena (truth-in-sentencing), o el endurecimiento de la pena en determinados casos de
reincidencia (three strikes).
42
Ampliamente, sobre las razones de la propuesta y los argumentos en contra por parte de la
empresa, Donna Selman and Paul Leighton: “Punishment for Sale…”, ob. cit. págs.101-103.
43
Información del Center of Media and Democracy´s (CMD), organización sin ánimo de lucro que
tiene como objetivo investigar y poner de manifiesto la negativa influencia que la empresa privada
ejerce sobre las políticas públicas. Véase, http://www.prwatch.org/news/2013
44
Cristopher Petrella: "Leasing through the back door: the private finance of "public" prisons", en
Nation of Change, 31, diciembre de 2011.
Derecho penitenciario. Doctrina
45
Barbara Stolz: "Privatizing Corrections: Changing the Corrections Policy-Making
Subgovernment", Prison Journal, 77, 1, 1997 (citado por Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., págs.
10-11).
46
Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., pág. 9.
15
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situación del sistema penal y penitenciario sin conocer cómo funcionan estas empresas;
el enfoque tradicional, que se centra en aspectos como tasas de delincuencia,
intimidación, rehabilitación, etc., en ocasiones -afirman-, no permite ver cómo este
47
negocio afecta a la seguridad pública y a la privación de libertad .
Y lo que estos autores muestran es cómo, entre los años 70 y 90, el modesto negocio
de pequeñas empresas que prestaban servicios al sistema penal se transformó en un
“complejo industrial de justicia penal”. A partir de ese momento, y durante todos estos
años, las compañías de prisiones privadas cotizan en bolsa y han invertido miles de
millones de dólares en acciones, y miles de millones en deuda a bancos de Wall Street y
en pagos a ciertos grupos de presión. El crecimiento de este sector industrial ha
generado poderosos intereses que están afectando a la libertad de la gente y
transformando la política criminal en algo muy distinto de una herramienta para la
48
seguridad pública y la correcta administración de justicia . Esta situación, a su juicio,
amenaza con convertir la política criminal, como instrumento orientado al cumplimiento
de un servicio público, en un instrumento para el enriquecimiento privado: el castigo se
ha convertido en algo rentable. De hecho, estas empresas, como hemos visto en el caso
49
de CCA, en sus informes a la U.S. Securities and Exchange Commission (SEC) , hablan
de la lenidad de posibles reformas penales como un factor de riesgo. Se trata de un
multimillonario negocio que en definitiva se debe a sus accionistas, y que, en su opinión,
50
está afectando de manera esencial a la seguridad pública y a la justicia social .
En definitiva, según Selman y Leighton, el incremento tan notable de población
penitenciaria ha sido muy costoso, ha proporcionado mínimas reducciones del delito y,
sin embargo, ha devastado a las minorías más pobres y con menos oportunidades
sociales. Las prisiones privadas nacen de esta injusta tendencia y el beneficio de las
empresas requiere que esto continúe así. Además, desde su punto de vista, la
presunción de esa mayor eficiencia del sector privado sobre el sector público alimenta la
presunción de un ahorro de costes que la investigación que ellos han realizado no ha
47
Donna Selman and Paul Leighton: “Punishment for Sale…”, ob. cit. pág. 4.
48
Como Selman y Leighton indican, a pesar de que la mayoría de la gente estaría de acuerdo en
que las ejecuciones no puedan ser llevadas a cabo por empresas privadas, aunque pudieran
hacerlo de forma más barata, sin embargo, Estados Unidos se ha embarcado en un proceso por el
cual la privación de libertad de más de 100.000 presos se deja en manos de la empresa que
presente la oferta más barata. Y la paradoja es, en su opinión, que el negocio de las prisiones
privadas, que se construyen con dinero de los más ricos, dan a estos la oportunidad de hacerse
más ricos a costa de encerrar a las minorías más pobres y con menos oportunidades sociales
(Donna Selman and Paul Leighton: “Punishment for Sale…”, ob. cit. págs. 1-4).
49
La U.S. Securities and Exchange Commission, es la agencia estatal encargada de velar por el
cumplimiento de la normativa reguladora del mercado de valores en Estados Unidos.
50
Donna Selman and Paul Leighton: “Punishment for Sale…”, ob. cit. págs. 4-5. Según estos
autores, en 2004, más del 99% de las acciones y el 99,15% de todos los bonos estaban en manos
del sector más rico de la población (pág. 4).
Derecho penitenciario. Doctrina
podido probar. Su estudio sobre los costes generales revela: pagos multimillonarios a
ejecutivos, sustanciales honorarios de abogados que presentan los informes ante la
SEC, pagos a los bancos de inversiones de Wall Street, costes de fusiones y
adquisiciones, gastos asociados al desarrollo del negocio, etc. Según su investigación,
los ahorros vienen de pagar menos a los vigilantes lo que contribuye a la desigualdad en
los ingresos de los trabajadores; pagan a sus directivos millones de dólares y esto lo
compensan pagando a los trabajadores menos de lo que cobran los empleados públicos
51
por ese mismo trabajo .
Para Selman y Leighton, analizar el sistema penal y penitenciario sin tener en cuenta
cómo esos intereses privados afectan a la seguridad pública y a la privación de libertad
llevará a una visión distorsionada de la realidad.
Otro de los autores que advierten de los efectos adversos de la privatización de los
centros penitenciarios es Paul Krugman. Este economista afirma que si se sabe que los
operadores de prisiones privadas logran ahorrar dinero mediante reducciones de
personal, recortes en las prestaciones y en otros costes relacionados con el trabajo, y
junto a ello existen informes sobre las condiciones deplorables e inhumanas en las que
se encuentran los internos en esos centros privados, entonces, en su opinión, la
pregunta que debemos hacernos es ¿qué hay detrás de la campaña para privatizar las
cárceles? Él ofrece tres posibles respuestas, que no son incompatibles entre sí. La
primera es que "la privatización puede funcionar como una forma sigilosa de
endeudamiento público, en la que los gobiernos evitan registrar gastos por adelantado (o
incluso recaudan dinero vendiendo las instalaciones existentes) mientras aumentan los
costes a largo plazo de forma que los contribuyentes no lo pueden apreciar. Como este
autor dice, si bien se oye hablar mucho sobre las deudas ocultas en las que han
incurrido los Estados en forma de pensiones de jubilación, sin embargo no se oye hablar
mucho de las deudas ocultas que se están acumulando actualmente en forma de
contratos a largo plazo con empresas privadas contratadas para dirigir la cárceles, los
colegios y otros establecimientos. La segunda de las respuestas es que "la privatización
es una manera de deshacerse de los empleados públicos, que tienen la costumbre de
sindicarse y que tienden a votar a los demócratas en cualquier caso". Y la tercera
respuesta, que es la que el autor considera sin duda alguna la principal, es "lo que la
privatización supone para los fondos de las campañas y las finanzas personales de los
políticos y sus amigos". A su juicio, "a medida que se privatizan cada vez más funciones
públicas, los Estados se convierten en paraísos en los que hay que pagar para poder
participar, en los que tanto las contribuciones políticas como los contratos para los
51
Ibid., págs. 1-10.
17
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amigos y los familiares se convierten en un quid pro quo para conseguir negocios
52
públicos" .
52
Paul Krugman: “Cárceles…”, en El País de 24 de enero de 2012.
53
Judith Greene: “Banking…”, ob. cit., pág. 12.
Derecho penitenciario. Doctrina
19
RGDP 21 (2014) Iustel
54
Ibid., pág. 17.
55
Sobre la circunstancias del proceso de privatización en Oklahoma, ibid., págs. 12-24.
Derecho penitenciario. Doctrina
Las conexiones políticas con las empresas de prisiones privadas pueden apreciarse
también en el desarrollo de este negocio en el Estado de Nuevo México
En 1995, G. Johnson gana las elecciones a gobernador del Estado de Nuevo México.
Una de las principales promesas de su campaña electoral había sido la de privatizar
todos los servicios públicos que fuese posible. De acuerdo con ello, Johnson pidió a los
responsables de la Administración penitenciaria del Estado que redactasen un plan para
la privatización de todo el sistema penitenciario existente al tiempo que lanzaba una
campaña para privatizar cualquier nueva prisión que fuese construida.
Aunque el proceso de privatización de las prisiones del Estado ya había comenzado
algo antes (CCA tenía en ese momento dos prisiones privadas en Nuevo México), el
fuerte apoyo de Johnson a la privatización animó a la entonces Wackenhut Corrections
(ahora GEO Group) a entrar en el mercado. Así, en 1996, Johnson llegó a un acuerdo
con Wackenhut para la construcción de dos grandes prisiones privadas, lo que según él
ahorraría 40 millones al Estado. Pero se encontró con la fuerte oposición del presidente
del Senado, Manny Aragon, crítico con la idea de la privatización. Aragon envió una carta
a Lehman Brothers, el banco de inversión que conforme al acuerdo debía garantizar la
colocación de los bonos que permitirían financiar las prisiones, manifestando su
oposición al acuerdo. Al saber que había líderes parlamentarios clave que se oponían al
plan de privatización, analistas financieros de Wall Street pusieron en conocimiento del
gobernador que la financiación no sería informada favorablemente. Esto paralizó el plan
de Johnson quien siguió intentando conseguir apoyo político sin éxito. Tanto Aragon
como el presidente del Congreso, Raymond Sánchez manifestaron su escepticismo en
relación con los supuestos ahorros que conllevaría la privatización. Finalmente, en el
otoño de 1996, se llegó a un acuerdo entre Aragon y el gobernador para la construcción
de una prisión en Lea County, en la ciudad de Hobbs, y otra en Guadalupe County, en la
ciudad de Santa Rosa, pero posponiendo para 1997 la decisión sobre si serían
privatizadas.
El plan de Johnson implicaba crear una empresa privada sin ánimo de lucro, la New
Mexico Private Corporation, que emitiría bonos para las ciudades de Hobbs y de Santa
Rosa que alquilarían las plazas al Estado. Pero de nuevo la financiación de las prisiones
se paralizó debido a la oposición frontal al acuerdo por parte de algunos parlamentarios.
Dos de ellos, el demócrata Max Coll y el republicano Jerry Alwin, interpusieron una
demanda para bloquearlo, al considerar que se trataba de una estrategia para eludir las
restricciones estatales a la financiación de las prisiones: los límites al endeudamiento y la
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Mississippi es el tercero de los Estados sobre los que Judith Greene aporta
información sobre ese tráfico de influencias entre políticos y empresarios de prisiones
57
privadas .
En 2001, el Estado se vio amenazado por una profunda crisis fiscal. Esto llevó a la
adopción de fuertes recortes presupuestarios para los servicios públicos, incluidos
servicios esenciales como salud mental y educación, pero se dejó a salvo de estas
restricciones al sistema penitenciario. A pesar de la crisis, el Parlamento de Mississippi
aprobó un presupuesto extra de 6 millones de dólares para aumentar la financiación de
prisiones privadas.
Desde mitad de los años noventa, el Parlamento había adoptado una política criminal
de mano dura contra el crimen, eliminando la libertad condicional para todos los
condenados a pena de prisión y estableciendo la obligación de cumplir al menos el 85
por ciento de la condena antes de proceder a la liberación. Y para hacer frente al
incremento de la población reclusa, se tomó la decisión de aumentar la capacidad del
sistema penitenciario, para lo que se aprobó la financiación de 4000 nuevas plazas, la
mitad en nuevas prisiones estatales y la otra mitad a cubrir mediante contrato con dos
prisiones privadas. Debido a esa política de mano dura adoptada, la población
penitenciaria continuó aumentando lo que obligó a su vez a seguir incrementando el
presupuesto para las prisiones. Así, entre junio de 1994 y junio de 2001, el presupuesto
56
Ibid. págs. 18-22.
57
Ibid., págs. 22-24.
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para las prisiones se duplicó, pero la población penitenciaria de los centros públicos fue
descendiendo. Los gestores de las prisiones habían mantenido las prisiones privadas
prácticamente llenas, pero eso dejó las propias prisiones del Estado con más de 2.600
plazas vacías y con escasez de fondos.
Ante la crisis presupuestaria, el entonces gobernador Ronnie Musgrove y el director
de las prisiones del Estado, Robert Johnson, decidieron que había que ajustar el
presupuesto para las prisiones y redujeron la cifra mínima del número de internos
estatales ingresados en centros contratados. Hasta ese momento, normalmente en los
contratos se garantizaba el pago de un mínimo de ocupación del 80 por ciento de la
capacidad del centro. CCA y Wackenhut consiguieron, a través de sus contactos con
senadores clave, que el Parlamento aprobase una ley que les garantizaba el pago de un
mínimo de plazas, hubiese o no presos, lo que suponía un coste para el Estado de unos
seis millones de dólares. Johnson denunció el uso del escaso presupuesto para pagar a
las empresas de prisiones privadas por alojar "presos fantasma". Aunque el gobernador
Musgrove vetó la ley, dos días más tarde retiró su veto.
58
Cristopher Petrella: "Leasing through the back door: the private finance of "public" prisons", en
Nation of Change, 31, diciembre de 2011
Derecho penitenciario. Doctrina
7. CONCLUSIÓN
59
Ibid.
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