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El asedio de los 33

1 Reyes 20

V3.- Cuando el enemigo viene a nuestra vida comienza a invadir nuestras mentes.
Comienza a susurrar, diciéndonos: Tus finanzas son mías, tu esposa, tu familia, tus hijos
hermosos (o léase también la hermosura de tus hijos) son míos.
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león
rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la
fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros
hermanos en todo el mundo. (1 Pedro 5:8-9)

Es importante entender que a veces, cuando somos sitiados por el enemigo, éste
comienza con amenazas. No ataca primero, sino que la primera batalla se lidia en la
mente. Generalmente, cuando la enfermedad o la crisis toca a tu puerta, el insomnio en
las noches comienza a hacer presa de ti. Y hay demonios susurrando diciéndote que lo
estás perdiendo todo, que él te quitará tu salud a través de la enfermedad que te han
pronosticado, que quitará su mano de tus finanzas debido a la gran deuda que puedes
llegar a tener, o que te quitará el dominio de tus hijos, que se encuentran rebeldes, que
no quieren seguir al Señor, o peor aún, no están guardando los preceptos que tú plantaste
en sus corazones.
Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la
prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman
(Santiago 1:12).

Es ahí que a veces, tal como lo hizo el rey Acab, nosotros entregamos todo en bandeja
plata. Dejamos de confiar en el Señor, cuando oramos ya no exaltamos al Señor, sino que
solo hay quejas de nuestras vidas. Se bloquea nuestra mente y no recordamos las
promesas que Dios nos ha hecho y creemos que todo está perdido. Nuestras gratitudes en
el templo y las alabanzas, se tornan en lágrimas y llanto. Sin embargo, gracias a Dios, hay
personas que están orando siempre por nosotros e intercediendo al Padre por sus
hermanos. ¡Alabamos a Dios por ellos y les bendecimos!.

Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado;
Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.

Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia;
Con cánticos de liberación me rodearás. Selah
Salmos 32:6
Cuando decidimos cambiar nuestra perspectiva, y Satanás se da cuenta que con amenazas
ya nos quitó el gozo envía a otros mensajeros.
V6. Además, registrarán tu casa y la casa de tus siervos y tomarán y llevarán todo lo
precioso que tengas.
Nunca negocies con Satanás. Si le dices que sí en algo, él siempre querrá más. Si le damos
cabida con la angustia, él traerá dolor y rencor, si le damos cabida en ello, traerá el
resentimiento y el odio y así sucesivamente. Satanás querrá atormentarte, pero además
querrá destruir todo tu legado y eso no hay que permitirlo. Intentará desprestigiarte y
quitarte el amor y cariño de aquellos que tu amas.
En ese momento Acab no sabe qué hacer y los ancianos le responden que “No le obedezca
ni haga lo que le pide”.
El Espíritu Santo está cada día ministrando a nuestras vidas, diciéndote NO TE DES POR
VENCIDO. Además, Dios coloca a amigos y hermanos que de una u otra forma nos están
alentando a no desfallecer.
Cuando Acab se decide a RESISTIR, el rey Benadad nuevamente amenaza desde lejos y se
prepara para atacar.
Entonces el rey Acab le dice ¿has visto la gran multitud? Yo la entregaré en tus manos,
para que conozcas que soy Jehová.
¿Cómo podía ser alguien rey del Pueblo de Dios sin conocer a Dios? Acab sabía quién era
Dios, pero no había visto su gloria.
De oídas te había oído;
Mas ahora mis ojos te ven.
Job42:5

En los antiguos pergaminos estaban los éxitos de las batallas pasadas, los cánticos de
María luego de que Jehová peleara por ellos en el Mar Rojo, pero de nada servían las
glorias pasadas para afrontar un nuevo desafío. Los israelitas estaban frente a un ejército
de millares. No era un rey, sino 33 reyes en alianza contra Israel.

Y es ahí cuando empiezan las consultas en Acab.


¿Por mano de quién entregarás a nuestros enemigos? (Pelearás tú la batalla Jehová?)
Pero Dios responde, Por mano de los siervos de las provincias.
Y quién comenzará la batalla? (Esta pregunta estaba orientada a saber la estrategia que
Dios apoyaría, si una estrategia ofensiva o defensiva. Lo obvio es que si es un multi
ejército, la estrategia debe ser a la defensiva, sin embargo Dios le ordena atacar a él
primero).
Cuando se pone en la ofensiva, comienza a hacer lo que es posible, lo que está en sus
manos y Dios le respalda.
¿Esperamos que Dios haga todo en nuestro lugar? Dios puede hacer lo imposible, pero
cuenta contigo para lo imposible.
Éxodo 14:14-15
A veces, con nuestra tranquilidad queremos que Dios haga todo. De hecho, cuando
Moisés estaba en el mar Rojo, con el ejército de Farón detrás dijo “Jehová peleará por
vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”. Sin embargo, cuando consulta Moisés a Jehová,
en el vers. 15 le dice ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen
A veces queremos que Dios pelee nuestras batallas y nos aferramos a palabras proféticas
como “DIOS PELEARÁ LA BATALLA POR NOSOTROS”, pero escuchamos la voz de Dios
diciéndonos, ponte de pie en fe y marcha. No te escondas y temas, solo marcha y pelea
que yo estoy contigo.

El versículo 21 nos relata que el rey de Israel deshizo a los sirios y les causó gran estrago.
¿Qué ejército está ante ti hoy? ¿Cuántos demonios están batallando para hacer flaquear
tu fe? ¿Cuántos susurros quieren que te quedes en tu aposento, esperando la voluntad de
Dios y atemorizado, olvidando las promesas? Dios te dice hoy a través de esta Palabra,
Levántate y pelea tu batalla que y estaré contigo. No es nuestra fuerza la que derriba
ejércitos y potestades, es nuestra obediencia a Dios lo que marca la diferencia.
Hay momentos en los que esperar en Dios, pero una vez que recordamos sus promesas,
tenemos que levantarnos en ofensiva contra las huestes y tomar nuestro territorio. No
olvides las promesas que Dios ha hecho a tu vida, átalas a tu corazón y en los momentos
difíciles, traerán tranquilidad a tu vida porque ya conoces la voluntad de Dios para ti.

Pregunta. Una vez que vencemos a los enemigos, ¿está listo?


Versículo 22. Pasado un año el rey de Siria vendrá contra ti. Te atacará en el valle, no en
las montañas.
La batalla de los israelitas había sido exitosa, porque Dios era un Dios que habitaba en los
montes. Desde ahí entregó las tablas de la Ley, ahí habló a Moisés.
Los enemigos sabían que Dios era un Dios de montes, por lo que decidieron hacer la
guerra en la llanura.
Versículo 28. Dios es Dios de montes y no de llanuras, yo entregaré a esta multitud para
que conozcáis quién es Jehová.
¿Has sentido sentido en esta frase?
Es fácil pelear las batallas cuando estamos en el templo, con oración, con la fuerza de
nuestros hermanos, sintiendo la presencia en armonía con el Espíritu Santo en las
alabanzas. Dios muestra su Gloria en los templos, pero no es un Dios solo de templos.
También es un Dios de Hogares.
Hoy podemos actualizar esa frase “Dios es un Dios de montes y valles”, por “Dios es un
Dios de templos, de hogares, de trabajo, de la plaza, del barrio, del mundo”. Debemos
creer que su Gracia sobreabunda en todo lugar, no solo en el templo.
Dios quiere mostrarnos su amor infinito, quiere enseñarnos a depender de él. No desea
que fabriquemos un becerro de oro simulando la presencia de un Dios. No desea que solo
simulemos un culto a como lo hacíamos en la Iglesia a través de las diversas plataformas
solo para sentirnos cómodos y que sintamos que hacemos algo por Dios. Él también es un
Dios de valles, también quiere estar presente en las conversaciones con tu familia, quiere
ser parte de la solución ante la enfermedad de algún familiar, quiere sostenerte cuando
sientes que tus fuerzas desfallecen, quiere llevarte en sus brazos cuando el peso de los
problemas ya empiecen a encorvar tu columna. Él quiere levantar tu cabeza y decirte. ¡Es
tiempo de pelear tus batallas! No le entregues al enemigo tu familia, tus finanzas, tu salud,
porque el Dios de Israel, el Poderoso, el Eterno está contigo. No te esconderás más en las
trincheras, sino que te levantarás en fe y dirás. ¡No te metas con mi familia, no te metas
con mis finanzas, no te metas con mi ministerio, con mi gozo! Porque en Cristo todo lo
puedo, porque me fortalece – Filipenses 4:13. ¡Aleluya!

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