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La trilogía del Perico.

Libro 1
LA IRA DE RAO

PRÓLOGO
por Andrés Borghi.

Este libro fue escrito por un colega escritor que se propuso destruir de una
vez por todas las convenciones del mundo físico. Cortó la grasa del tejido de la
realidad y la puso en una cocina eléctrica porque no había gas. Con esa grasa
moldeó una birome que fue secada y endurecida por cien días y veintisiete noches y
llenada con tinta que provenía de un bálsamo revuelto con la sangre de cinco niños
muertos en noche del solsticio de primavera. Le cortó las uñas a su perra por treinta
y cinco años y luego las molió con el peso de sus propias lágrimas soltadas a una
altura de cuatro mil metros hasta que formaron veinte hojas tan finas que un gato no
las puede ver, pero un canguro sí. Con la ayuda de ese canguro, que provenía de un
matadero sagrado en Newfoundland bendecido por Budha antes de dormirse y
perderse el final de GOT, esas hojas fueron puestas en una mesa construida de la
madera de los tres árboles más viejos de la tierra: Salamel, Miramel y Mamanel. Una
vez colocadas las hojas, el autor canalizó su poder a través de la birome, que fue
llamada Hargamara o palabra celestial de las cinco puntas taoístas. Los versos que
viajan por ella volvieron en el tiempo y se grabaron en las hojas que ya se habían
evaporado, pero en el pasado aún tenían futuro. Ese manuscrito, que fue escondido
en una de las cuatro tumbas prohibidas de mi casa, se perdió en el tiempo hasta
ayer que lo encontré mientras cagaba. Hoy se los presento en toda su gloria,
habiendo tomado la precaución de realizar una misa verde y un ritual tántrico de
Harry Potter para prevenir que puedan perder su alma en la lectura.
Aventuraos a la aventura, aventureros.
Capítulo 1

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana, bue… lejana nose…
quiza mas un universo paralelo, parecido al nuestro, pero mas falopa, mas sacado,
como si el dios de ese universo fuera consumidor recreativo de hongos y otras
drogas, existían un tipo de monjes guerreros. Cada uno de ellos había vivido por
miles de años. Sus historias eran conocidas por todos, pero con el tiempo fueron
cayendo en el olvido, pasaron a ser leyendas, despues mitos, y despues algun
cuento para dormir a algun nene que no tenía sueño por comer mucho dulce, porque
el azúcar los deja medio hiperactivos y no paran de romper las pelotas hasta las 3
de la mañana o mas.
Esos guerreros habían peleado incontables veces contra fuerzas que siempre
atentaban contra la vida y contra la raza humana de ese universo. Eran peleas
dignas de ser contadas pero cuando ya no quedan testigos capaces de pasar las
historias, algunas se terminaron perdiendo en el limbo del olvido. Por eso es
importante tener un backup como el que tengo yo de mis historias. Aunque no hay
nada mejor que un buen bluray a prueba de terremotos gástricos.
Una de esas historias pertenece a RAO, un joven y atlético guerrero que pasaba sus
días peleando y comiendo. Tenía las cejas grandes, tupidas, llenas de pelo, por mas
que se afeitara tenía sombra de barba, quizá era una mancha en la piel, como una
marca de nacimiento pero con forma de barba. Ah sí, era pelado. Como todo buen
guerrero, y esto le generaba algunos contratiempos que lo llevaban a mas peleas,
pero de las incómodas, de las que terminan a los gritos diciendo cosas ofensivas,
donde no sirve poder romper un planeta de una trompada, sino que se metian con
las madres y con la falta de pelo, o con la higiene personal y las posiciones en las
que tenía relaciones con su o sus parejas. Cosas de esas que no queres que sepa
nadie, menos tus padres o tus hijos.
RAO había estudiado cocina en un instituto de guerra en la capital del imperio
Pélvico, hace eones, cuando las mariposas todavía eran carnívoras. El aprendió a
cocinar muy de apoco, le costaba hervir el agua. No le salía, se le quemaba, le
quedaba cruda, no leudaba y ha veces hasta desaparecia. Así que se concentró
mucho en aprender todo lo que decían los papiros. Empezó a darse cuenta de
apoco que el agua tenía que ponerla en un recipiente, y que el fuego no iba adentro
sino abajo del recipiente con el agua. También aprendió que el fuego no era tan
comestible como él creía. Y como era un gran guerrero, con un cuerpo entrenado
por el fragor de la sangre y la muerte del campo de batalla, pudo controlar el poder
del fuego a su voluntad, para llegar a tener distintas temperaturas a la hora de
cocinar. Esto lo hizo un cocinero hábil y destacado en el instituto Flavios Victory.
Pero así como sus maestros estaban orgullosos de él, sus compañeros no tanto.
RAO comenzaba a ser el objeto de las miradas envidiosas por sus talentos
adquiridos por una carrera militar ridículamente extensa para los pocos años que
tenía.
Moira, era una de esas personitas que no las ves a menos que la pises, o la
choques de frente o la atropelles con el auto. Pasaba más que desapercibida. A
veces si la mirabas de cerca y te desconcentrabas, empezaba a volverse traslúcida.
Era la mano de Marty McFly.
Y esa característica suya, hizo que RAO no notara su presencia mientras ella lo
miraba desde las sombras, un tanto enojada pero con menos bronca que sus
compañeros. Ella creía que RAO tenía demasiada suerte, ella creía que RAO no
había sufrido lo suficiente a la hora de cocinar. Moira era una Askani, hija del legado
del fénix, así que claramente no podía cocinar nada caliente. Solo podía cocinar con
frío, y el hecho que ella se acercara al fuego ya era casi un insulto y una herejía en
su cultura. Pero si hay algo por lo que es famoso el instituto Flavios Victory es por
darle cobijo a cualquier necesitado hábido en aprender… bueno eso y también era
famoso por las orgías que tantas plagas habían esparcido por la mezcla
indiscriminada de sexo con personas, animales y muertos. Pero eso es para otra
historia.
Moira no era fácilmente percibida, pero si, tenía un fuerte olor, como no podía usar
agua caliente salvo para cocinar, ella lavaba sus culpas con agua fría, sus culpas y
sus partes.
Así que una de las pocas maneras que había de darse cuenta que estaban frente a
Moira era el olor. Moira comenzó de apoco a dar rienda suelta a su ira, haciendole
maldades a RAO, pero por lo general no tenía las agallas como para completar sus
maléficas intervenciones, se las habían operado hacía tiempo. Y RAO siempre se
salía con la suya en las clases, pero como Moira rondaba cerca, todos pensaban
que su comida era rancia, pero la rancia era Moira. Pobre, si tan solo hubiera
conocido el jabón… lamentablemente todavía no se había inventado.
RAO que no comprendía de dónde provenía ese olor, un dia se dio cuenta que cada
vez que Moira se levantaba de un asiento, o pasaba cerca de él, desprendía ese olor
nauseabundo a cola mal lavada. Los que hayan hecho un 69 con su pareja después
de hacer yoga sabrán a lo que me refiero. Entonces un dia RAO la espero después
de que todos en la clase se retiraron y le habló. Moira no entendía cómo RAO la
había notado, estaba furiosa, ella pensaba que siempre iba a ser ignorada por RAO
pero no, todo lo contrario, parecía que era uno de los pocos que la veían. Esto llenó
de vergüenza a Moira que reaccionó de manera nerviosa y torpe, tirando un
recipiente de fuego enano sobre la mesa, pero que rápidamente RAO controlo y lo
apagó con sus habilidades de guerrero menguante. El le conto que siempre se dio
cuenta que ella era la culpable de que algunas cosas en la preparación de
mayonesa saliera mal, o que la leche se cortara con su mera presencia. Entonces él
juntó fuerzas y de manera gentil y suave le dijo que sentia una coneccion entre el no
poder bañarse adecuadamente y el olor de sus genitales. Nuevamente pobre Moira,
su mundo se rompió en mil pedazos. La única persona que la notaba, lo hacía por
sus problemas sanitarios. Pero RAO muy gentilmente le explico que si ya cocinaba
con agua caliente podía usarlo para cepillarse como corresponde. Moira aturdida por
tanta verdad solo respondió palabras sin sentido como CHOFLATO,
MERGULAINDER y la famosa NÉSTOR SEMPRA abandonando a pleno llanto el
aula, dejando a RAO incomodo y solo en la oscuridad.
Esa noche Moira reflexiono y uso agua caliente. Las cáscaras de caca seca cayeron.
Olores atrapados por décadas fueron exorcizados de las fauces de las sombras que
protegían las nalgas de la pobre Moira y así logró darle fin a su calvario. Todo lo que
creía ese dia habia sido modificado y reemplazado por un nuevo conocimiento.
Moira era por primera vez consciente de su ser y con esto RAO ganó una posición
distinta en sus pensamientos.
RAO había quedado consternado, no todos los días le decis a una compañera que
tiene fuerte olor a ojete por sucia. Así que decidió mantener distancia. Se iba primero
de la clase. Ya no rondaba los pasillos de la catedral de las pelotas, no miraba a la
izquierda, su orina cambio a color azul y trataba de ahuyentar a los enanos cuando
tiraban comida en la plaza. Moira no comprendía, el que la había notado, ahora no
quería saber nada de ella. Algo había pasado. Esto hizo que ella dejara de lado la
envidia, para pasar a ser su aliada en clases. La gente le agradecia el haberse
lavado y la cara de los maestros de la comida ya no era la del ceño fruncido o las
arcadas sino que disfrutaban de sus cualidades culinarias. La tortilla de piedra era su
especialidad pero ahora los postres como La medialuna a la cerveza o el guiso de
chizitos eran dignos de ganar premios.
RAO más que nunca se concentró en aprender así como de no incomodar a Moira
con sus miradas o de olerla cuando pasaba cerca. Pero aquello que tanto llamó la
atención de RAO sobre Moira, comenzaba a desvanecerse. Su olor como su
presencia ya no eran registradas por el, asi que por más intentos que hiciera Moira
por acercarse a su héroe, no lograba ni un ápice de suerte. Los años fueron
pasando. La gente fue cambiando y así Moira cómo RAO lograron convertirse en los
dos mejores cocineros del instituto Flavios Victory.
RAO ya era amo y señor del fuego, era considerado uno de los elementales. Seres
Arcanos que aparecen cada cierta cantidad de generaciones que eran capaces de
ser uno con los elementos. El era el bendecido del fuego. Y preparaba unas
tremendos Buñuelos de papel crepe con salsa de pepino que hacían gritar a los
pepinos de las huertas, y los pepinos de otras granjas corrían la voz de que el Rey
pepino había descendido de los cielos y tomado forma de un pelado que los llevaría
al Valhalla de los pepinos. Todo un logro para un pelado y no para un pepino.
Y asi como le salia bien la sopa de berga, fue el campeón de la copa de casas en el
instituto así que lo premiaron con la posibilidad de aprender carpintería en la isla de
las Señoras no muy gordas. Su viaje duraría 2 años así que estaba muy contento.
Pero Moira por otro lado había decidido seguir un posgrado de preparacion de tortas
tontas así que ella se quedaría. Esto significaba que luego de tantos años se
separarían. Y eso que una vez fue un leve pensamiento de admiración y
agradecimiento fue creciendo en el interior de Moira y no en la forma de un bebé
después de una buena garchada sino en forma de amor. Pero del no confesado, del
que se guarda en lo profundo del recto, osea la panza. Y eso desesperaba a nuestra
Moira, quien ya no era la jovencita aprendiz de cocina sino que era una experta reina
del picado fino y gobernante de las salsas de jamón con piedras renales.
Así que un dia se levanto decidida. Usando su mejor peluca, sus zapatos de dedos
falsos y uno de sus más elegantes cuernos a contarle todo a RAO. Bajo por las
escaleras de 3 metros porque era más fácil y lista para encontrarlo justo al atardecer
en la puerta. Pero cuando llego noto lo más terrible. RAO había partido hacía unos
minutos y ya estaba en el catamarán que lo llevaba a las islas de las Señoras no tan
gordas.
El mundo exploto como la tráquea de Moira, se le escapó un eructo grave, porque
cuando se ponía triste el reflujo gastrico le generaba gases.
Inconcluso, así era el final de su historia. Rota y debilitada volvió a su pieza a
abrazar la almohada, a morderla y a darle besos… bueno y otras cosas más. Pero
cuando entro a la pieza vio una carta. Moira tomo un vaso de agua para apaciguar
los eructos y los pedos, corrió con las manitos hacia los costados como corre Steven
Seagal y comenzó a leer el siguiente mensaje:

Moiritaaaa, sos guenia (guena y genia), rica la salza, buena, amarga.


Besos todos, segui lavandote la cola que venis bien.
Nos vemis jajajaja XD globito.

Moira lloro a grito pelado por un pelado llamado RAO. Y sus sollozos se escucharon
por semanas. La tristeza cubrió el instituto, o en realidad solo la pieza de Moira.

Capítulo 2

El viaje de RAO fue más extenso de lo pensado, quizá se debiera a que nadie había
ido hacia esas islas, o que el catamarán era navegado por un cocinero pero pasaron
meses. Estuvo frente a las cascadas de Los Viejos medio raros, surcó el mar de la
Petisa, atravesó El río mimoso, conoció las Islas tetudas de Trafalgardia, ingresó en
el continente del Deudor Moroso, divisó las costas de Mertroblalorda, un país
arrasado por las cosquillas y finalmente llegó al archipiélago de Marisa, donde se
encontraban las famosas islas de las Señoras no tan gordas.
El muelle donde atracaron tenía forma de Barco, así que era un poco difícil encastrar
en el. La mayoría de la tripulación había contraído Herpetitis, una enfermedad mixta
producto de las costumbres del instituto. Así que debieron nadar hasta la costa.
RAO estaba un poco fuera de estado, hacía años que no entrenaba sus nudillos
contra la carne humana o era capaz de hacer grandes proezas utilizando sus
habilidades quísticas. Así que cuando toco el agua no fue capaz de ponerse a flote y
necesito la ayuda de dos tripulantes para acercarlo a la costa, y eso que el agua les
llegaba a las rodillas, pero RAO al no estar bien entrenado era capaz de ahogarse
en una lagrima.
La costa era hermosa, estaba llena de estatuas de señoras no muy gordas, aunque
no parecían tener una contextura muy saludable, algunas tenían la cintura muy
apretada, otras presentaban jorobas. Había una estatua de una hermosa mujer, pero
que su cabeza era tan grande que debía llevarla sobre una carretilla.
Según los lugareños eran estatuas pertenecientes a grandes mujeres que
significaron mucho para la historia de esa gran nación, salvo la de la cabezona que
la hicieron por pena y porque tenía lindas piernas.
RAO fascinado por el nivel cultural de la zona, iba contemplando cada una de las
esculturas y preguntandole a la gente la historia de cada una de ellas. Por ejemplo,
la cabezona era la hija más amada de la emperatriz Fluviana, que también al igual
que RAO había sido una Elemental, pero ella controlaba la caspa. Otra mujer
increíble fue Marthatha quien también era conocida como “La yegua genocida” por
haber iniciado la revuelta de los caniches. Despues habia una estatua Gigantesca de
una mujer que al parecer sus proporciones eran extrañas o mal pensadas. Despues
descubrio que era Hermenegilda Lazamastrada, la guerrera enana que se había
sublevado a los reyes de antaño y logró la independencia del país.
Todo tenía flores y frutas creciendo sin cuidado alguno. Parecía una tierra fértil con
colores verdes.
RAO tenía algunas monedas de oro así que entró en la primer taberna que encontró
y pidió algo rico para tomar. Era un lugar oscuro pero acogedor, las ventanas eran
chiquitas pero se veía bien adentro. Parecía un lugar común, salvo por una cabeza
enorme babeante que estaba en una de las mesas, pero al parecer se trataba de
una descendiente de la mujer de la estatua o quizá era una enfermedad común en
esos lares.
El mesero le trajo un perro frito con la panza llena de jugo de jerez. Y RAO no dudo
en tomarlo y comerlo. Quien diría que los perros tenían sabor a jabalí pero con un
poco de dulzor en el fondo.
RAO sintió una presencia. Hacía mucho tiempo que su cuerpo no se ponía en alerta,
sintió como despertaba el modo combate. Algo lo estaba acechando. Era un Ki
asesino. Alguien tenía intenciones de lastimarlo pero a simple vista no notaba
ninguna mirada extraña, salvo la cabezona que no sabía si estaba mirando o
durmiendo.
Entonces un viento seguido de un ruido en la mesa sorprendieron a RAO, un petiso
con una espadita chiquita y flácida se presentó ante él y le intento pegar un puntazo
pero RAO, movió un solo dedo e intercepto el espadazo. Su cuerpo abandonado no
había olvidado las artes de la muerte, así que se relajo y confío en su instinto. Usó
su habilidad para usar el fuego de las velas y crear un dragon con lentes que
corregian su vista virola y de un fuerte golpe embistió al petiso haciéndolo salir de la
taberna.
El petiso se paró con dificultad, el golpe había sido formidable. Y cuando levanto la
mirada noto que RAO estaba a su espalda. RAO tenía levantado dos dedos
apuntando a su nuca lo cual a menos que el petiso tuviera problemas de
aprendizaje, de esos con los que naces, que te cuesta usar la logica o mas bien sos
lento hasta para usar una cuchara, indicaba que había perdido.
Ahí el petiso reveló que se llamaba Pirilo y que respondía a la Reina Magna. Y que
le ordenaron vigilarlo ya que era portador de un Ki muy poderoso que podría
significar ser un digno adversario.
RAO discutio un momento y terminó acompañando al petiso al castillo con forma de
codo en lo alto de la isla.

Capítulo 3

Pirilo le mostraba algunos lujos que había exhibidos en el castillo. Algunas reliquias
de tiempos inmemoriales que guardaban secretos todavía por comprender, artilugios
mágicos, y otros ingenios. Entre ellos había una pantufla cuántica. Un peine para
pelados, cosa que interesó mucho a RAO, porque nunca se hubiera imaginado lo
contrario de los dientes de un peine. También había un cuadro de un prócer de la
zona, que tenía un parecido demasiado siniestro a RICARDO DARÍN de nuestro
universo. Debajo del cuadro yacía la leyenda.

“DRICARDO LUPIN, el que no volvió de donde fue y el único que fue cuando nadie
quiso ir.”

El cuadro lo mostraba con la luna llena de fondo en una pose heroica y romántica.
Lo que hizo llamar la atención de RAO es que parecía que el cuadro lo miraba todo
el tiempo y le guiñaba el ojo.
Había una espada flácida pero era de un tamaño ciclópeo, vaya uno a saber quien
era el que la empuñaba. Un par de botitas rojas reposando en un altar iluminado por
una luz que no se sabe de dónde venía. Había una oracion con 4 predicados y
ningún verbo. Luego vio un pene tallado en madera con una cara solemne y
cuernos.
Al llegar a la sala principal encontro un monton de mujeres guerreras que
custodiaban a la Reina Magna que estaba centrada en un trono enorme que
conectaba con el techo. Era imponente, y la luz del atardecer entraba por las
ventanas. Eran todas mujeres pelirrojas. Todas presentaban en alguna parte de la
piel a la vista una cicatriz o varias. Todas habían sido besadas por el dios de la
guerra. Salvo la Reina Magna, su cicatriz era por que tenia labio leporino.
El petiso Pirilo acercó a RAO frente a la Reina y el se arrodillo.
La reina hizo un gesto con su cabeza y los dos se volvieron a parar.
Entonces la reina habló:
- DOLA, DRERRERO DESDONODIDO, DE DONDE DOID?
RAO contuvo con todas sus fuerzas una carcajada, pobre reina, era más gangosa
que un pavo con labios.
- Hola mi alteza, soy de muy lejos, donde el pasto es de color rojo y el sol tiene
miedo.- dijo RAO, empezando a sudar.
- Disduldad dor del dintendo de adedidato de mi dubdito, do donfiadamod de uded.
De duenda DIDILO de dusded ed dun dedemendal, ed adi?
La puta madre pobre RAO, si se llegaba a reír estaba en problemas, porque su
gangosa majestad lo decapitaria de inmediato, o eso intentaria, ya que el no se
quedaria en paz ante una muerte segura. Junto fuerzas y se concentró en no mirarla
al hablar, porque la gangosa reina babeaba y escupía con cada palabra como si
fuera el pato Donald. Ella según Pirilo también era una elemental, y quizá tuviera
problemas en un enfrentamiento ya que hacía mucho que no entrenaba.
Así que RAO hablaba concentrado, lagrimeando y sudando. La reina no paraba de
contarle cosas que apenas se entendían, llegó un momento donde RAO solo decia
si y no aleatoriamente porque ya había perdido la paciencia de discernir lo que le
decía la reina.
-DO DE DIDA MAD, DUNGIRDLO DON LOD ADEITED PELVIDOS!- Dijo en voz
alta, o lo más alto que una gangosa de su nivel podría decir.
RAO ya más preocupado por lo que acepto que por lo que negó miro a Pirillo quien
lo miraba con admiración y respeto. Las dos cosas, ni una ni la otra, las dos.
Entonces cuando fue escoltado a sus nuevos aposentos le pregunto que habia
pasado y le dijo que entre varias cosas que acepto y que negó, ahora era el
encargado de repetir el viaje de Dricardo Lupin, el lobo de leyenda. RAO se quiso
amputar las gónadas de maneras dolorosas, como terminó metido en esto. No Sabia
que era, pero si le hicieron un cuadro seguro que era algo importante y peligroso. El
venía a estudiar, no a meterse en más aventuras o mejor dicho quilombos.
También descubrió que aceptó en su retorno casarse con la Reina Magna, lo cual no
estaba tan mal ya que era una pelirroja de un físico impresionante a la que la mejor
ropa que podía usar era aceite, pero con el detallito de compartir una vida con
alguien de carácter y fuerza a la que no le entendía ni una palabra. Otro problema
era el sobrevivir a esa aventura. RAO sabía que era poderoso, más que la gran
mayoría de las personas, pero también sabia que habia maestros marciales de
inimaginable poder, o guerreros inmortales con siglos de experiencia en la batala. Y
también estaban los 7 pelados capilares, que eran guerreros inmaculiados famosos
en todo el mundo. Como olvidar a Pedro Carrizo, el rimbombante. A TROBOR, amo
y señor de las pesadijas. Vulvana puño de pizza. Mirthah, la legendaria. Marcos el
no vidente, Magnus Nefasto también, quien fue el primer hombre en viajar a la
envidia. Y así a muchos otros más que no eran tan poderosos pero que se
desconocía su fuerza real.
También supo que ahora los días Martes tenía que cocinar para demostrar su
sapiencia ante la orden de Felix. Y que ahora su segundo nombre era RAO Felicitas
en honor a la abuela de la Reina Magna.
Pirilo siguió comentando que la misión de su viaje era enfrentar a Trentuno el
Drogon del mañana, y sacarle de sus fauces la espada Samaehada, la espada del
infinito. Cuenta la leyenda que su primer portador dividió el cielo de la tierra creando
el horizonte y que todo aquel que la porte obtendría la piba eterna. Algo en la
oración estaba mal redactado, alguien había confundido alguna palabra, porque no
le cerraba. Habían pasado muchos milenios y la leyenda quizá se haya deformado
por el boca en cola. Pero RAO ya se había metido en esto y si había algo que RAO
nunca haría era faltar a su palabra.
Así que durante un mes comenzó su entrenamiento. Debía volver a esculpir su
cuerpo con el cincel del dolor y moldear sus músculos con el fragor del sudor.
Poco a poco logró pasar de levantar 12 caniches a 3 montañas como era de
costumbre. Sus rodillas no eran las mismas, pero seguían soportando. A veces la
reina venía a verlo entrenar con su séquito de ninfas con picazón. Y ella le hablaba
por horas, lamentablemente solo lograba darse cuenta de que la gangosa lo
saludaba o se despedía, lo que decía en el medio era un misterio que el viento se
llevaría consigo. También a veces venía la cabezona de la taberna. Quizá era
porque entrenaba cerca de donde inflaban las ruedas de las carretas que portaban
cabezas. Que lugar extraño, había muchas mujeres cabezonas. No pasaba lo mismo
con los hombres, no había tantos, y todos parecían cansados o entumecidos.

Capítulo 4

El petiso Pirilo vino el séptimo día de la séptima semana para acompañar a RAO
hasta las puertas del camino del violado en el puente de los culeados. Le dio suerte
con un movimiento pélvico y RAO partió hacia la aventura.
El camino se perdía entre unas montañas a lo lejos, así que RAO con paciencia y
con una mochila llena de utensilios y otras cosillas emprendió viaje.
Los días pasaban como si nada. A veces descansaba otras veces caminaba
dormido como su entrenamiento en sus primeros años le habían enseñado. Había
aprendido a dejar su cerebro en modo crucero donde un hemisferio dormía y el otro
mantenía las funciones básicas despiertas como el respirar, el comer, el caminar, el
hacer sus necesidades y el mirar a la izquierda. Su mente divago, recordó sus
primeros días en el monasterio, las cenas de fin de año, el aguinaldo que se gasto
en remeras xxxxl, los largos pezones de Moira, las fiestas que organizaban sus
compañeros vestidos de mujeres, su primera relación sexual con su almohada, y
también recordó a su maestro. Un hombre raro, con ojos celestes saltones que
siempre lo miraban por más que hubiera una pared enmedio. Su maestro era igual a
Guillermo Francella de nuestro mundo. A veces el maestro juntaba a todos sus
alumnos para enseñarles cosas importantes, como se hacen los bebés, la
importancia de llevar el embarazo a término, porque las mujeres no tenían los
mismos derechos y porque había que tenerle asco a los pobres. RAO tenía sus
propio punto de vista sobre esos temas, pero recordaba lo amena que era la
conversación y lo desnudo que estaban todos en esa ronda en la cama del maestro.
Extrañaba el calor humano, hacia mucho que no disfrutaba de un abrazo o de una
mordida de pezones. Y ahí en medio de la nada divisó en su mente la cara de Moira.
De tez morena, ojos violetas, sombra muy leve de bigotes pero que no le quitaba
atractivo. Se sorprendió pero a la vez se puso triste porque extrañaba cocinar junto a
ella, su nuevo olor a melon y que ya no dejaba miguitas de caca al andar, el rebotar
de sus nalgas al irse.
Se dio cuenta que el clima empezaba a ser más tormentoso. A lo lejos un monolito
cuadrado que parecía gigantesco se alzaba detrás de montañas inexpugnables
coronadas con la blancura de la nieve… o de la merca, cosa que era improbable ya
que nadie tenía tanta plata para derrochar al pedo. Quizá fuera caspa. Fantaseo con
que la nieve era la caspa de la montaña apresada entre los pelos que eran los pinos
y abedules, basta dijo. Su objetivo estaba a la vista. Habian pasado horas, días o
semanas. No sabía con seguridad pero ya estaba cerca. Unos días de viaje y tendrá
que enfrentarse con el Drogon de la leyenda.
A veces sentía que lo estaban siguiendo, pero no logro sentir la presencia de nadie.
Sus piernas ya se habían acostumbrado a caminar, las grietas de sus cayos volvían
a cicatrizar y estaba empezando a prepararse para la batala.
Todavía le quedaban raíces que había untado con manteca de pelo lo cual tenía
mucha proteína. Pero tambien comia animales que se encontraba en su camino,
como siervos con gorro, conejos con medias y un cíclope petiso que andaba
perdido.
Una noche, mientras acampaba al borde de la montaña que conducía a la guarida
del Drogon, escuchó un fuerte rugido. Un viento siguió el estruendo y movió los
árboles de la zona. Lo que emitía ese rugido debía de ser descomunal. Ese tipo de
escenas, llenaban el corazón de RAO con alegría, hacía mucho tiempo que no
usaba su fuerza contra un oponente digno. Y mientras miraba al cielo, vio que una
nube tapaba la luna, pero cuando miro detenidamente, no era una luna, era una
cola, enorme, gigantesca. Se alzaba por detrás de la montaña, cubierta de escamas
y de cuernos. Lentamente se levantaba. Quedó suspendida en el aire y luego volvió
a bajar moviendo el aire a su alrededor y condensandolo para luego desaparecer
detrás de la montaña. Pasaron unos segundos y se escuchó un estruendo
abominable. RAO no se contuvo más y guardó sus cosas para seguir viaje. Uso su
verdadera fuerza, ya estaba cerca y estaba listo. Debía apurarse. Asi que corrio a
una gran velocidad, saltando cerros, y con cada caída dejaba un cráter. Sus
músculos era fuertes de nuevo. Así que escaló a los saltos la montaña con forma de
cuerno. Y cuando toco la nieve algo raro pasó. La sintió distinta. No era fría. Estaba
apelmazada. Agarro un poco con su dedo y se la llevó a la boca. Inmediatamente su
lengua se adormeció. No era nieve. Era alguna sustancia psicotrópica. Una droga.
Algo químico que vaya uno a saber estaba todo acumulado ahí. Y en ese momento
comprendió porque alguien confundiria la palabra DRAGÓN con DROGON. Era
cierto, el monstruo era adicto. A la falopa, a la frula, al perico, la sustancia. Reprimio
todos los chistes con las ganas de cagar que se le ocurrieron y se apresuró
rápidamente dejando una estela de polvo de diamantes detrás.
Con varios movimientos secretos de técnicas olvidadas y movimientos pélvicos
arcanos llegó a la cumbre y ahí fue cuando todo cerro.
Eso yacía enorme, gigante, ciclópeo, ominoso, recostado en forma circular. Estaba
lleno de cuernos y escamas. Su cola era Kilométrica. Terminaba en una espalda
llena de pelos, aunque por la distancia podrían ser árboles. Su cabeza era la de una
señora sonriente, pero de manera nerviosa. Tenía un peinado Mirtalegranezco. Sus
orejas apenas visibles por el pelo tenían dos aros de perlas. La papada digna de un
pelícano colgaba arrastrada así como su panza, llena de heridas. Tenía patas de
cinco dedos como un lagarto. Con pulgares prensiles. Pero no había vestigios de
alas, en su lugar colgaba de su brazo una cartera, que al parecer era de la misma
piel que su portadora. Supuso que se trataba de una ELLA. Pero solo podía creerlo
por su apariencia. Todavía no había indagado más.
El ser apocalíptico estaba tomando aire con la boca abierta, absorbiendo tierra,
árboles y piedras que flotaban por su enorme poder de absorción. La cara de la
señora se deformaba en un ser con unos ojos negros, pupilas dilatadas al extremo y
sus ojos apuntaban levemente en distintas direcciones. Los pequeños dientes
hacían que esa cara no fuera humana, pero que alguien le hubiera dado forma sin
haber visto una cara anteriormente. Como que el color o las proporciones no eran
correctas. Y eso era lo que más miedo causaba.
RAO estaba frente a su adversario, quien parecía ser muy poderoso. Tenía rasgos
humanoides, pero sería capaz de pensar?. Esa era una pregunta que muy pronto
tendría respuesta ya que el monstruo giró lentamente su cabeza hacia donde estaba
RAO y comenzo a sonreir muy lentamente. RAO sintió un ki asesino como nunca.
Pocas veces alguien lo hubiera alertado como ese ser. La boca del monstruo dejó de
sonreír y formó una O, en donde comenzó a acumularse energía. Chispas en vez de
salir desde ahí se unieron en el interior de la esa masiva boca. Los pelos de todo el
cuerpo de RAO se erizaron, y después de un flash de luz celeste, la cumbre de la
montaña explotó arrasada por un rayo grotesco enviado en su dirección. RAO fue lo
suficientemente rapido para desaparecer y caer a los pies de la bestia apocalíptica.
Sintió preocupación. Ese ser era grotescamente poderoso. RAO pronunció unas
palabras muy tenues y puso sus manos formando un triángulo frente a él. Y cuando
cerró los ojos. Una onda expansiva salió de él, impactando en la bestia dandole de
pleno en el pecho y dejandole la carne hundida con forma de triángulo. La herida
podría haber albergado a un pueblo de 50 habitantes y dos enanos.
La bestia monumental trastabilló y gimió en lo que parecía ser un grito de dolor,
porque comenzó a derramar sangre a borbotones, la cual al tocar los árboles, los
deterretia. Era como lava.
RAO le pegó una patada al piso y salió despedido como un meteorito hacia la
cabeza de la bestia. Y cuando estuvo a la altura de sus ojos, hizo unos movimientos
con las manos de manera circular y formó una esfera de fuego, que crecio y crecio
hasta formar una esfera que iluminaba el valle donde descansaba la bestia. La
esfera de por lo menos el tamaño de una cancha de fútbol se movió a la orden de
RAO y se precipitó sobre el monstruo pero este rápidamente miró con su cara de
señora de derecha, sonrio y formo una O con su boca, comenzando a aspirar la
esfera llena de energía. RAO junto fuerzas. Sentía como la energía de la zona fluía
dentro de él, pero por más que emitía el fuego del KI, no podría lograr que la bestia
dejará de absorberlo. Entonces marcando con sus manos unos movimientos
específicos en el aire. Formó detrás de él unos círculos con inscripciones en algún
idioma de magia o de guerra, su cuerpo se lleno de esos símbolos y sus ojos se
volvieron blancos haciendo que la esfera de color amarillo se volviera roja, y el fuego
que emitia fuera tan brillante que comenzó a quemar todo lo que era iluminado por la
misma. La piel de la bestia empezó a humear pero esto no paraba sus ansias por
aspirar. Las fuerzas de RAO todavía estaban intactas, pero el poder de absorción de
la bestia empezó a ganar y la esfera, como la mitad del valle junto a sus árboles y
piedras comenzó a ser absorbido por el la bestia con sonrisa. RAO quien estaba
suspendido en el aire, también empezó a ser absorbido rápidamente. Mientras más
se acercaba a las fauces del Drogon, más difícil le era respirar. Algo extraño
sucedía, no era solamente que absorvia, sino que la materia de las cosas que eran
captadas por esta boca gigante, también se comprimian. RAO lucho por no perder la
conciencia, pero fue en vano. Las fauces hambrientas de la bestia lo absorbieron en
una oscuridad infinita. RAO ahora, estaba en el interior de la bestia.

Capítulo 5

El borboteo de una alimaña despertó a RAO, no podía ver bien, pero había un poco
de luz, que venía a lo lejos. Estaba mojado, todo estaba mojado. El ambiente tenía
un olor rancio, pero respirable. La humedad del lugar hacía difícil el mantenerse en
pie. Todo era resbaladizo y pegajoso. Había ojos en el medio de la oscuridad, que
se movían con miedo y curiosidad. RAO creyó por un momento que estaba muerto,
pero reviso en sus bolsillos y el talismán de la realidad que le dio su maestro todavía
tenía un color verdoso. Eso significaba que seguía en el plano de los vivos, y que
por lógica estaba en el estómago de la bestia.
Con un leve movimiento intentó invocar fuego, pero no hubo caso. Algo estaba
pasando. Su fuerza había disminuido, ya no podía invocar el elemento del fuego y
vaya uno a saber porque pero sus otras habilidades no funcionaban. Claramente era
una bestia mágica. La magia siempre fue un problema según la experiencia de RAO.
Él podía invocar algunos conjuros de incremento de energía, de curación de heridas
y de pastelería nórdica, pero no era un mago en si. Era un guerrero. Una vez vio a
un compañero suyo hacer desaparecer una zanahoria sentándose sobre ella. Pero
nunca fue instruido en su uso. Bah, no es del todo cierto. El se volvió un elemental,
así que sabía todo lo que concierne a magia del fuego, pero eso ya no le servía.
Otro tipo de magia gobernaba ese interior asi que deberia ingeniarselas para
sobrevivir, nuevamente.
Siguió con cuidado la luz que se veía a lo lejos, entre colgajos de carnes en estado
de descomposición, árboles caídos y fluidos goteantes se fue acercando a lo que
parecía una cabaña hecha de quistes. Era una edificación con forma de casa, pero
construida con lo que parecían ser tumores, o bolas de carne blancuzca.
La cabaña era pequeña, así que se acercó con cuidado ya que por la ventana se
veía luz.
Golpeó a la puerta y esperó un minuto. Se escucharon ruidos de loza caer al piso y a
alguien quejarse en algún idioma. Entonces la puerta se abrió y un para su sorpresa
era Dricardo Lupin, el hombre del cuadro de la reina Magna. Ahí estaba, mucho más
viejo, con una barba larga, canosa y que terminaba en una trenza. Estaba ciego de
un ojo pero el otro ojo lo miro con mucho interés. Estaba perplejo. Dricardo se dio
cuenta lo ridícula que era la situación ya que alguien le había golpeado la puerta y él
atendió más por reflejo que por otra cosa. Claramente nadie vendría a su vecindario,
ya que estaban en el estómago de Drogon.
- Quien carajo es usted?.- Dijo Dricardo.
- Disculpe… usted.. usted es el legendario Lupin.
Dricardo lo miró con desconfianza, amenazante. Era una persona de ya entrados
años, tenía el pelo revuelto, canoso, las cejas desarreglada y llena de migas de pan.
Le colgaba en su tupida y canosa barba una gota de baba o de vino, o quizá las dos
cosas. Sus ojos eran firmes, la cicatriz en el ojo derecho el cual se había nublado le
daban un aire de experiencia más allá de la que RAO tenía. Esta persona todavía
seguía siendo un guerrero. Su postura encorvada pero estable, firme. El aura de
peligro que emanaba.

- Fui enviado por la Reina Magna.- dijo RAO.


- Esa gangosa presumida sigue viva?.- le respondió Dricardo.
- SI!, no pude entenderle nada de lo que dijo y bueno, aquí estoy. Luche
contra la bestia que nos tiene atrapados a los dos pero no fue suficiente..- dijo RAO
con calma.
- Porque nada es suficiente. Hay que usar otros métodos. Y aca el unico
atrapado sos vos... .-
- Pero usted también.- dijo RAO
- NO!, yo no estoy atrapado, estoy escondido. Pasa pelado vagabundo. Me
vendría bien un poco de compañía y si no fuiste capaz de derrotar a DROGON, no
sos peligro alguno para mi.- Dricardo abrió la puerta y le señalo el interior con un
gesto.

RAO se presentó amablemente y le contó con lujo de detalle algunos aspectos de su


vida hasta ese momento. Dricardo también compartió anécdotas. Como la vez que le
depilaron las cejas a un toro o cuando derrotó al abominable Hombre Humano.
También le menciono algunos detalles de cuando conoció al Abominable hombre de
las mieles y de su propia obsesión con la luna. Entonces confesó que Dricardo luego
de la guerra de los 1000 Pedros había sufrido una herida a manos de un Hombre
Lobo y que su maldición lo persiguió desde entonces, pero que al encomendarse
encontrar a Samaehada supo que el interior de la bestia mágica quizá le daría fin a
su maldición. Porque la magia funciona de maneras misteriosas, caprichosas pero
con gran sabiduría. Como la vez que el hombre más alto del mundo nunca encontró
pareja ya que la gente temía ser aplastada por sus pies. Pero esa, es otra historia
para otro momento.

Capítulo 6

Dricardo empezó a saltear unos tentáculos muy extraños mientras tarareaba y se


quejaba. Quien parecía un viejo cagado y osco, era en realidad un hombre frustrado
y abrumado por un pasado de infinito pesar. Quien diría que ser tan poderoso le
traería tantas penurias. Pero ahí estaba, refugiado con vergüenza y rencor en el
estómago de un monstruo con cara de señora de recoleta. Usando un gorro de
inodoro y portando ropa tejida con su propios pelos.
Le contó que en su juventud Dricardo era un niño feliz pero que sufrió el ser
apartado de sus amigos porque lo maltrataban por el gran tamaño de sus orejas. No
coincidía con su cabeza de niño. En el pueblo le tiraban bolas de barro con caca a
su casa gritando ES LA CERA DEL OREJÓN! y salían corriendo con las manos en
las nalgas.
Su madre, harta de la situación subió a la montaña más alta en las cercanías y se
encomendó al dios del trueno quien respondió con un rayo que la mató
instantáneamente.
Dricardo se quedó sin la única persona que lo cuidaba ya que su padre era un
hombre alfombra y los hombres alfombra son conocidos por no tener
responsabilidades al igual que no poseen domingos.
Así es como Dricardo se convirtió en un huérfano paria de la sociedad. Vagando de
pueblo en pueblo buscando alguien que lo ayude. La calle lo fue moldeando en una
persona dura, desconfiada y muy despierta. Era la única manera de sobrevivir. A sus
10 años, tuvo su primer enfrentamiento. Un pescador fue acusado de violar un
durazno así que era perseguido por los guardias del señor feudal. Y en su escape
raptó a una niña. Dricardo fue testigo de ese momento y actuó sin pensarlo. Usando
un remo, se enfrentó al pescador armado con una cuchara con balas de plata y
demostrando una gran habilidad cuando hirió mortalmente al pescador de un golpe
en la sien. Ese día marcaría el destino de Dricardo.
Los guardias le dieron cobijo y alimento en su regimiento, pero al mismo tiempo que
lo entrenaban, se encargaron de hacerle la vida imposible, para curtirlo más.
Siempre le preguntaban quién de ellos mentía y si no acertaba lo golpeaban. Lo
hacían hacer todas las diligencias y mandados del regimiento. Lo obligaron a ayudar
en la construcción de la muralla de la ciudadela, y lo entrenaban duramente como si
fuera un adulto.
Poco a poco Dricardo fue acostumbrándose y moldeandoce al entrenamiento rígido
al que era sometido todos los días. Su cabeza creció, sus orejas se mantuvieron
iguales y su cuerpo se volvió duro como la falopa. Ya a sus 16 años era uno de los
guerreros más hábiles de la zona. Semana tras semana jovenes promesas venían
de otros lugares, algunos muy lejanos a desafiarlo. Gente de otras culturas y
habilidades perdían ante la destreza de Dricardo. Pero una vez al año venía él una
niña llamada Ganimedes. Ella era particularmente hábil con la espalda. Y con pocos
golpes lograba desarmar a Dricardo. Era su némesis. Aunque ella había visto menos
inviernos que Dricardo, su habilidad era nata. Era un don. Su espalda era una
extensión de su cuerpo. Lo cual la volvía una gran Espaldachin.
Año a año se enfrentaron, desde sus 12 a los 15. Año a año Ganimedes crecía y
Dricardo pasaba de sentir admiración por ella a sentir algo más profundo e
interesante.
El ultimo dia de sus 16 años, el general del regimiento lo citó en el patio de las
barracas y lo espero con una espada. Era un arma particular. Tenía la cabeza de
dos perritos con sed en el mandoble y una frase muy graciosa pero mal escrita en la
hoja. Parecía mal dibujada. Como que el que la hizo no tenía ni idea como era una
espada. Pero así y todo el general hizo un saludo formal y le dijo que en el dia de la
fecha la pelea sería a muerte. Esa sería la manera en la que se convertiría en el
portador de esa particular espada. El general le demostró con un movimiento suave
el filo de la espada que para sorpresa de Dricardo fue capaz de cortar una nube a la
mitad.
Dricardo sintió el peso del mundo sobre sus hombros. O era digno, o dejaba de vivir.
Todo se resumió a como pelearia ese dia. Entonces como de costumbre preparo su
espada de entrenamiento, la cual era de madera y se puso en guardia. Pero todos
echaron a reír.
El general permanecía serio con los ojos fijos en Dricardo. Algo estaba pasando. El
segundo al mando se acercó sonriente y le saco su espada de entrenamiento para
reemplazarla por una de verdad. Era más liviana, equilibrada, y no le produce
picazón en las manos. Eso era un arma de verdad. El general lo miró fijo, Dricardo
estaba en guardia y luego de un momento incómodo le dijo.
Yo no seré tu oponente.
Y al correrse vio a Ganimedes detrás de él. Parada, quieta, con la expresión vacía.
Estaba concentrada, ella estaba ahí por una razón. El sobrevivir a esa batalla.
Dricardo sintió que todo el cuerpo le temblaba. Pero no hubo tiempo de reflexionar.
Ganimedes uso su espalda tan rapido que apenas tuvo tiempo de no ser cortado a la
mitad. El movimiento lastimó uno de sus brazos y apenas pudo aferrar su espada.
La fuerza y la velocidad de los ataques de Ganímedes no se parecían en nada a sus
anteriores enfrentamientos. Dricardo sentía como sus músculos se apretaban y
como la sangre le palpitaba en su sien. El miedo movía su cuerpo. Era puro instinto.
La misma sensación cuando supo de la muerte de su madre, o cuando vio ese perro
tomando té en la mesa, o la sensación que le produjo la autopsia del gris.
Ganimedes no dejaba de moverse, agrietando la tierra con cada paso, levantando
un viento que cortaba la piel de Dricardo. Las barracas comenzaron a retumbar ante
la batalla. Ninguno de los dos cedía. Dricardo le costaba responder los ataques de
Ganímedes. Pero ella no mostraba ninguna expresión en su rostro. Peleaba como si
fuera la última vez.
Dricardo no entendía cómo pero ese miedo logró darle las fuerzas para que no
soltara su espada. Estaba pegado a ella, era una extensión de su cuerpo.
Pero ahí estaba Ganimedes, a punto de darle una estocada mortal, frente a
Dricardo. El mundo se detuvo, las piedras debajo de sus pies se agrietaron y la
fuerza del movimiento que ahora le era visible le hacían comprender que estaba a
punto de morir. Pero algo paso.
Ganimedes lo miraba triste, con lágrimas en sus ojos y justo antes de asestar el
golpe, se detuvo. Dricardo reacciono automáticamente, su brazo hizo un movimiento
demasiado rapido para ser visto por el ojo humano y unas gotas de sangre
salpicaron su cara.
Todo termino. Dricardo estaba quieto. Frente a él yacía el cuerpo de Ganimedes
decapitado y su rostro mostraba una leve sonrisa.

Capítulo 7

Moira miro atrás y vio por última vez el instituto Flavios Victory. Miro por si se
olvidaba algo, siempre se olvida un zapato, o el pelo y uno no quiere enfrentarse al
mundo fuera del instituto sin su pelo favorito. Ella estaba lista para salir en busca de
nuevas aventuras. Quería ver que tan fuerte se había vuelto cocinando salsas con
piedras.
Llevaba su armadura de pelusas, su espada flácida y una mochila con fondo
pochocho para que le quepan todos sus instrumentos culinarios.
Por un momento recordó a cierto pelado que la hizo ser feliz, pero eso ya no
importaba porque ahora descubriría el mundo. Había escuchado hablar de mundos
tan distintos al que conocía como la ciudad de las viejas feas, o el pueblo nómada
de minusválidos, la fuente de pizza, la torre de los mil insomnios, la muralla de caca,
el puente del petiso, la trenza del pelado, o los hermosos jardines colgantes del
inodoro de Docrates. La humanidad se había desarrollado con miles de culturas
distintas. Había quienes creían en el Gran Fideo, otros que le rezaban a las nalgas,
los sacerdotes de la verdad de la milanesa, el culto al huevo primigenio, la corte de
las taradas y el bolsón de canguros.
Miles de culturas y pensamientos distintos la esperaban. Idiomas a los que había
que amputarse un brazo para saludar correctamente y todas tenían sus propios
secretos a la hora de cocinar. Había frutas y sabores por recorrer, como el sabor de
la orina. Decían que hacía bien tomarla de un frasco ajeno o directo del bidón.
También estaba la milanesa de pelos de la ciudad oculta de Gritonia. Y no se
imaginaba que le deparaba el lejano oeste, donde el oxígeno había pasado de
moda.
Era increíble pensar cómo alguien podía cocinar una ballena a chancletazos o hervir
el hielo.
Asi que con movimiento rapido despejo sus ideas y se enfocó el lo primero. Abordar
el catamarán. Su primer destino iba a ser Flatovia, la nación de los hijos de primos.
Aunque quiza antes fuera a la isla de las mujeres no tan gordas Ahí reside uno de
los mejores alquimistas de carne del continente. Herefeo el chancludo, hijo de
Hernestardo, hijo de Blastonto, heredero de Morgantereso rey de los panchos, mano
derecha del dios Mongolo, sultán de los suspiros. Su habilidad para preparar
hamburguesas rozaba el delirio. Aprendería con cada una de las naciones que se
cruzaran en su camino.
Y asi no extrañaria ni pensaria en aquel a quien no pudo tener.

RAO, despertó y se dio cuenta que tenía que salir de ahí. Dricardo no tenía intención
alguna en escapar pero RAO si. Así que intento de todo, golpeo, mordio, apuñalo el
estomago de la bestia pero nada hacía efecto.
Dricardo lo vea desde su casa, con una sonrisa socarrona le gritó que nada de eso
funcionaria. Entonces RAO frustrado por la situación le pregunto porque se mantenía
al margen del mundo en ese lugar. Dricardo lo miró y siguió sus quehaceres en un
silencio absoluto. Entonces RAO enojado, comenzó a acumular fuerzas, concentró
todo su ki en un punto del cuerpo y luego, con mucha concentración, lo movió hasta
la punta de su dedo índice derecho. Respiro tomo distancia y ejecutó uno de sus
ataques más poderosos.
Todo el interior de la bestia tembló. El golpe había sido abominable. Su dedo produjo
una luz que iluminó todo el interior de la bestia y este se hundió en la carne del
estómago de Trentuno, lastimandolo. Por primera vez la bestia sufrió daño. Y la
magia no funcionó contra aquel ataque. Dricardo lo miraba sorprendido. La herida
era diminuta y RAO había quedado exhausto. Se sentó y sonrió. Lamentablemente
estaba a años luz de poder crear una herida lo suficientemente grande como para
abandonar aquel lugar así que se recostó en el piso rendido.
Dricardo se acercó, le pateo el hombro y lo despertó. Le dijo que él no quiere
abandonar ese lugar porque no hay lugar para los hombres lobos en el mundo. Pero
si tanto necesitaba seguir solo había una manera de abrir el vientre de la bestia.
Dricardo se relajo y con un movimiento rapido, hizo aparecer de la nada una espada,
tenía una funda hecha de algún cuero extraño, color verde. El mango era simple,
redondo con una gema verde en el medio rodeada por negro y dorado. La agarró
con firmeza y se la ofreció a RAO. Era Samaehada, la espada del infinito. Siempre
estuvo oculta en el interior de la bestia. Y era la única salida. Le dijo que no hiriera
tanto a la bestia asi podia seguir viviendo en su interior. RAO le agradeció, pero
Dricardo solo hizo un gesto hosco con su cara y se quedó mirando hacia la pared de
carne, esperando el momento en que RAO usara la espada.
Así que RAO se paro, tomo con firmeza la espada por el mango y una fuerza
increíble lo invadió. Era el nuevo portador de la espada del infinito. Ella lo acaba de
aceptar. Y ollo gemido proveniente de la espada. Al desenfundar un brillo verdoso
invadió la zona. Las alimañas en el interior se empezaron a acercar para ser testigos
de lo que iba a pasar. Así que RAO se concentró, cerró sus ojos e hizo un
movimiento demasiado rapido para ser visto a simple vista, y luego enfundó la
espada nuevamente la cual volvió a gemir, incomodando a RAO. Espero en silencio
y la carne comenzó a abrirse, luego la grasa y luego la piel haciendo brotar litros y
litros de sangre. Todo de estremecio. Eran retorcijones de dolor. La bestia gritó. Y se
tambaleo. RAO miro atrás y Dricardo ya no estaba. Así que agradeció al aire en
dirección de la cabaña y con un fuerte salto salió de la bestia.
La colosal criatura estaba moviendo sus patas destruyendo el paisaje, cambiando
con cada movimiento. RAO la miró con un poco de tristeza por recordar a Dricardo y
escapó lo más rapido que pudo. Dejando a Trentuno pataleando.

Capítulo 8

RAO estaba tomando un trago amargo en una taberna que encontró perdida en el
bosque de los suspiros. Al fondo de la taberna había un hombre fumando una papa
y lo miraba desde las sombras. RAO sentía su mirada, algo tramaba. Pero trataba
de no preocuparse, porque tambien noto que era mirado por la joven de la cabeza
enorme arrastrada por una carretilla. No lograba descifrar como había llegado hasta
ahi, pero parecía muy cómoda comiendo unos ravioles del lobo.
RAO estaba usando una capa y tenía a Samaehada oculta con unos trapos. Asi era
mas fácil pasar desapercibido. Su mochila de viajero y su pelada ancestral ya
llamaban mucho la atención.
Una señora entró a la taberna y o estaba embarazada o portaba un gemelo nonato
en la panza. Pidio dos pintas de cerveza de mielda y se sentó a beber. Entonces vio
en dirección de RAO y le pregunto de donde era. RAO se hizo el boludo y le dijo que
venía desde lejos en busca de trabajo y una vida pacífica. La señora lo miró
sorprendida y le dijo que no comprendía entonces porque estaba en esa taberna, ya
que hoy era jueves de Trapos.
Le comento que era una larga tradición en la zona luego de haber ganado la guerra
de los doscientos pezones y todo jueves en el solsticio de verano la gente de la zona
celebraba haber logrado tapar los pezones de Euristefes. Cuenta la historia que fue
un brujo que gobernó con puño de hierro la zona y que su poder reside en sus
pezones. De esos bien grandes, rojos y largos. Y que nadie quería decirle nada por
la impresión que daban. Uno piensa que tan lejos puede servir algo así, pero el
miedo y la impresión de la gente es algo que nadie tiene en cuenta a la hora de
mostrar los pechos, pero así fue. La gente quedaba ciega en presencia del
archimago. Y ayudado con sus poderes todos fueron cayendo como moscas. Una
vez que gobernó el pueblo comenzó a construir una estatua de el mismo, para
recordarles a todos. Pero fue inútil, nadie se atrevió a retratar como para que se
supiera cómo era, así que la estatua se empezó sin ninguna idea alguna de cómo
era el mago, algunos construyeron piernas, otros brazos, otros panzas, y solo dos o
tres tuvieron el coraje de retratar lo que creyeron que eran sus pezones. Cuando la
estatua estaba terminada parecía un conglomerado de personas unidas a dos
cabezas. El archimago consciente de sus propias características se conformó con la
obra y en un descuido alguien le cosió a su pecho un trapo, liberando así a los
demás. Nadie sabe quién fue ese valiente porque no querían destaparse los ojos y
ver esos pezones gastados por la edad. Tampoco nadie se hizo cargo de la hazaña.
Quizá por miedo a que el archimago tomara verganza entonces por falta de un icono
triunfante dieron por iniciadas los jueves de los trapos.
Todos en el pueblo exhibieron sus pechos y andaban sin trapos que los taparan.
RAO fascinado por la historia se sumó a las celebraciones y ahí fue testigo de la
caravana donde se realizaba una teatralización del dia del trapo.
Pero también había algo particular acerca de la celebración. Estaban obsesionados
con la comida. Todos hacían distintas recetas de distintas comidas. Carne de cerdo
mezclada con ceniza, panchuques de tripa de perro, fideos hechos de pelos,
cabellos de carne, milanesas de lobo, cazuela de oso paspado o frituras de tortugas
eran los platos más comunes. Despues habia cosas extrañas, con cuernos, otras
con demasiadas extremidades, hasta vio una armadura comestible. Muy extraño
todo. Había una cabeza empanada en el medio de un plato de brazos de pato. Y las
mujeres vestían de rojo.
Todo era visualmente llamativo. RAO estaba fascinado pero el hombre misterioso lo
seguía de cerca. Ninguno de los dos perdía de vista al otro, RAO disimulaba
mientras el hombre se ocultaba detras de algun arbol, detras de un bebe, arriba de
un perro y entre su propia barba.
De repente, RAO sintió algo que no sentía hace mucho tiempo, un aroma. El olor era
leve, pero lo que percibió lo transportó directo a sus días en el instituto. Y una cara
apareció en la oscuridad de su mente. Moira. Ese olor a cola mal lavada, que
durante tantos años fue menguando no se había ido. Miró rápidamente a su
alrededor con el corazón en la boca. Pero no la vio. No estaba por ningún lado. Hizo
un barrido de Ki y no logro percibirla. Sin embargo noto que el extraño se movía
rápidamente hacia el. Empuñaba algo oculto en su capa. Su cuerpo se tensó y sus
puños se cerraron automáticamente, estaba preparado para la embestida del
hombre misterioso. De un movimiento detuvo el puñal de oro negro que portaba. El
extraño sorprendido se quedó inmóvil. No contaba que su objetivo tuviera tal nivel de
habilidad para la pelea. RAO usando un solo dedo, le atravesó las dos manos
inutilizandoselas, luego lo agarró de los hombros y de un movimiento rapido, lo
arrastro en cuestion de un pestañeo lejos de la multitud. El hombre misterioso
empezó a gritar por sus heridas pero RAO no bajó la guardia y noto que el aroma a
cola emanaba del extraño. Sintió ira, había sido engañado, o el mismo se había
engañado confundiendo el aroma.
Casi perdiendo la paciencia RAO le pregunto quien era.
El hombre misterioso se sacó la capucha y mostró su rostro. Era un joven con labio
leporino. No era gangoso ni seceaba. Le respondió que era uno de los hijos de la
Reina Magna y su misión era asegurar la vuelta de Samaehada al reino de las
señoras no tan gordas. Él debía ser el guardián de la espada y lo estuvo siguiendo
durante toda su travesía.
RAO se dio cuenta de que el olor provenía del tiempo en que no se había bañado.
De hecho RAO había tomado alguna que otra ducha. Pero todo cerraba.
Sintió pena por el joven y decidió curarle de sus heridas. Entonces le propuso un
trato justo al joven. Si era capaz de adivinar en qué mano escondía una piedra
podría llevarse la espada abandonando la misión de darle muerte a RAO. Pero si se
equivocaba debería volver con las manos vacías o enfrentarse a una muerte segura.
El joven aceptó luego de meditarlo un buen tiempo. Entonces RAO le extendió los
brazos y el joven con miedo eligió una de las manos. RAO le dio un momento de
suspenso, para crear tensión, una tensión innecesaria. De hecho pensó porque
mejor no le daba la espada y asunto saldado, no hacía falta que hiciera toda esa
artimaña, pero estaba seguro que el joven sería poco prudente y seguiría
insistiendo, se sentiría poco digno de cargar dicha arma. Aparte le encantaba oler el
miedo de alguien tan confiado, darle una lección. Hacerle comprender que no todo
va a salir bien en su camino y que debía ser más cuidadoso. No tenía que recibir
dulces de extraños. No debía confiar que tener labio leporino le cambiaría su estatus
fuera de la ciudad que gobernaba su madre. Entender que si elegía mal, su vida
seria perdonada a cambio de su honor. Nunca sería digno de volver vivo sin haber
luchado. Y que también comprender que alguien como RAO no podía ser vencido
con una simple daga. Que el queso azul y el roquefort son dos quesos distintos. Que
nunca hay tormenta cuando hay luna llena cerca de un río. Que los domingos que
son feriados son doble descanso. Que cuando una mujer sangra, no siempre esta
herida. Que dos dedos no le quitaran la hombría. Que no toda llave abre toda puerta.
Que morder y tragar no siempre alimentan.
Y ahí estaba. RAO disfrutando nuevamente de dar una clase de cultura. Como
cuando era ayudante de cátedra en la tribuna de los coros rectales. O cuando
impartía justicia como sheriff del pueblo de las jetonas. O cuando aprendió que un
caballo tiene otra cabeza guardada.
Todas esas lecciones debían ser impartidas por RAO, él era el gobernante de la
experiencia a sus inferiores. Todo aquel que no lograra hacer reír a RAO era
considerado por el mismo como un paria. Tenía la risa muy fácil, como la decisión
del joven al elegir la mano correcta. Estaba toda la información ahí. El misterio será
revelado y el destino del joven yacía en sus manos.
Sentía el mismo poder que sintió el General Mileno cuando le perdonó la vida al
Dragón de plumas en la caverna sin techo. O el poder que recibió Borlami el más
anciano de los maestros al cumplir la décima visión de nalgas, y fue capaz de
controlar el aceite. Recordó cómo se sentía el aire cuando decidió no volver nunca
más al oeste. O lo feliz que fueron las estrellas cuando se separaron.
El joven lo observaba. Sudaba sangre producto de que se habían reventado
capilares dado que el nivel de estrés era demasiado grande. El miedo a la muerte, al
deshonor eran apabullantes. No comprendía porque RAO estiraba tanto este
momento. Quizá RAO sabe que elegí mal y no quiere darme muerte decía para sus
adentros el pobre joven.
Finalmente RAO abrió la mano. La cara del joven se petrifico. No podía creerlo.
Había elegido la mano con la piedra.
El joven tomó Samaehada, la desenvainó un segundo para ver su poder, ella gimió
incomodando a los dos y le dio gracias a RAO. Le dijo que la espada escondía
muchos secretos y que solo los descendientes de la Reina Magna podían
habilitarlos. Le reveló su nombre, era Midsomal el salame. Entonces RAO noto algo
en la cara del joven. Una preocupación. El joven no sabía si decirlo o no, entonces
miró a RAO y le dijo que luego de que el partio, una joven llegó al castillo, él la había
conocido y que cuando le encomendaron seguir a RAO, el joven la acompañó a las
celdas para encerrarla. A pesar de su objeción estaba obligado por la sangre y que
el único pecado que la joven cometió fue preguntar por RAO. Entonces el joven le
dijo que ella sería ejecutada si RAO no volvía con la espada al castillo. Pero ahora
todo estaba solucionado, quizá le perdonaran la vida y la mantuvieron cautiva de por
vida o sirviendo a la reina en la cocina. Entonces hizo un movimiento, la espada
brilló con un color verdoso y el joven desapareció.
La cabezona sería la misteriosa mujer? aunque ella estaba en el bar hacía poco así
que no debería ser ella. No recordaba alguna mujer que supiera que él estaba ahí
salvo… Moira.

Capítulo 9

Moira había seguido sus pasos? no podía entenderlo, pero claro, era la única que
sabia donde habia ido RAO. Sentía placer, porque ella no lo había olvidado y el
ahora comprendía porque el Midsomal tenía olor a cola, ese olor tan conocido y
familiar.
Se arrepintio de haber jugado así con el joven. Perdió tiempo precioso en ese pueblo
condenado en medio de las montañas. Entonces RAO emprendió viaje moviéndose
lo más rapido que podía. Su cuerpo se encontraba en perfecto estado, mejor
entrenado que nunca. Las nutrias que usaba de bufanda se agitaban al compás de
cada salto que daba RAO acercandolo a su destino. No sabía qué esperar. Como no
se le ocurrió decirle al joven que lo llevara ante la reina para poder recuperar a
Moira, pero ya era tarde. Su poca pericia para los cálculos y darse cuenta de cosas
tan obvias para los demás, como que la tierra era redonda, o que cuando alguien
duerme no esta muerto le habían fallado en su contra nuevamente. Nunca fue de los
más despiertos de la clase. En su niñez la gente le hablaba lento para que
entendiera las cosas. Y recordaba que algunos amigos del monasterio lo molestaban
por no saberse los 3 proverbios de todo guerrero. Comer, dormir y cagar.
RAO estaba preocupado. No sabia si era suficientemente rapido como para llegar a
tiempo. Y encima sentía ganas de ir al baño lo que reducian la concentración que en
ese momento eran la clave para moverse lo más rapido posible.
RAO era fanático de las alcachofas, de los perros rubios, de las nutrias, le
encantaba el color rojo, odiaba la astrología pero era de piscis con luna en tauro,
marte en clavicordio, palangana en sifonazo, mano en trasbernardo, júpiter en
montaldo y eso le generaba un montón de cosas en contra, sobretodo en el dinero y
el amor. Tenía una mancha de nacimiento en el hombro que parecía un olor. Le
encantaba ponerse medias, era su momento favorito del dia. A veces se ponía
varias medias para disfrutar la sensación. Los sábados se sentaba dos o tres
minutos a cantar melodías con la letra a. Entreno tanto sus nudillos que le salieron
pecas. Cuando nadaba usaba aparte de sus brazos y piernas, los pezones. Puede
mirar a la izquierda y la derecha al mismo tiempo. No cree en dios pero si en los
fantasmas. Le tiene fobia a las campanas, su comida favorita es la miel de gato, los
jueves duerme hasta tarde, miente su edad hacia arriba pero entre todas las cosas
se come las uñas con bolognesa.

Rapido e intrépido corrió durante horas, por encima de los valles, los ríos y las
serpientes que se encontró en su camino. Entonces luego de 2 dias llego a los pies
del castillo. La guardia imperial de mujeres guerreras custodiaba como nunca la
entrada. Necesitaba comer, tenía la boca seca de la sed, la saliva se había hecho
espuma y se le juntaba en los costados de la boca. Estaba sudado de pies a tetillas.
Su pelada resplandecía con el sol del atardecer. Así que se detuvo, respiró profundo
y camino hacia las puertas de la Gorda muerta. Las almeras que adornaban la
entrada estaban prendidas. Y cientos de guardias guerreras se interponian entre él y
la entrada.
Lentamente se acerco hacia la más robusta de las mujeres. La miro con cuidado,
ella tenía cicatrices en su rostro, sabía que había peleado junto a los monos con
peluca de Linux. Ella lo saludo, pero levantó su arma en su dirección. RAO siguió
caminando lentamente y le dijo:
Entra un pelado a un bar, se sienta, con mucha paciencia y lentitud, pide dos litros
de gaseosa al cantinero que lo mira atento. El cantinero vuelve con un litro de agua y
un cuchillo. El pelado le dice, siempre lo mismo a lo que el cantinero lo mira, le
sonríe y le dice nunca entiendo lo que me pedís porque no tenes boca, y la rata que
estaba en la mesa aplaude.- La guerrera se queda pensando intentó reírse pero no
lo creyó conveniente, no entiende lo que acaba de pasar. Sus compañeras la
miraban indignadas. Ella empieza a convulsionar se derrite y se va.
Las demás guerreras se asustan y dejan pasar a RAO con la esperanza que la
Reina Magna pueda batallar con tal ser poderoso.
Hacía muchos años que RAO no usaba la comedia como arma. Pero le pareció
conveniente. Esas mujeres no tenían nada contra él y él tampoco contra si mismo
asi que no hacia falta usar la fuerza.
RAO avanzó lentamente, abrió las puertas y del otro lado lo esperaba Pirilo, con su
espada flácida y una cara de tristeza. Le dijo que lamentaba lo que le había pasado
a su amiga y que la reina no estaba esperando.
RAO sintió un escalofrío al imaginarse que algo le había pasado a Moira. Así que se
apuro y entro al salon de la panza lo mas rapido que pudo. Ahí estaba la Reina
Magna. La acompañaba su hijo, quien miraba al piso con vergüenza. Y parada
estaba Moira. No estaba atada ni custodiada. Moira al ver a RAO enmudeció, sonrió
y se le llenaron los ojos de lágrimas. RAO respiraba con dificultad, le temblaron las
piernas unos segundos. Por fin podía volver a ver a Moira. Tantas cosas que decirle.
Esta vez no la abandonaría. Moira le dijo: Cuando te fuiste no pude verte, quería
decirte lo que sentía pero te fuiste antes. Te extrañe.
RAO todo tierno sonrío de felicidad. La reina Magna dijo unas palabras con
gangosidad, algo de DADMTUSDUADUE y denduedurruda dauteutadada, la nada
misma, por más que lo intentara no se le entendia un carajo. RAO estaba demasiado
distraído disfrutando de ver a Moira así que cuando ella le sonrió llorando el le dijo
yo también. Entonces Moira levantó un brazo y con un resplandor verde se dividió a
la mitad. Los ojos de moira se llenaron de sangre, y cada uno apuntó a distintos
lugares en el techo. Un hilo de sangre la atravesaba de arriba hacia abajo. Su
cuerpo se dividió a la mitad soltando un fuerte chorro de sangre y cayó sin vida al
piso.

Capítulo 10

El hijo de la reina miraba sorprendido, sin entender lo que pasaba. La reina miraba a
RAO con la espada desenvainada refulgente de un color verdoso. Por no entender lo
que dijo la reina, Moira había muerto. El castillo entero junto a las tierras de
alrededor temblaron. Las paredes se agrietaron y el suelo comenzó a deshacerse
elevándose en rocas de distintos tamaños. Los ojos de RAO que estaban cerrados
se abrieron mostrando un blanco rodeado de venas. RAO tenía la cara roja, su
cuello lleno de venas, y sus puños cerrados haciendo crujir sus huesos. La ira de
RAO había desatado su ki. De la nada 3 círculos de fuego se formaron a espalda de
RAO, era su aura de guerra. La reina desafiante miraba a RAO decidida. Su hijo se
retorcia de dolor porque el aura de su madre que empezaba a consumirlo todo. Una
vida de odio a todos los que no la entendían cuando hablaba estaba siendo
concentrada en ella con el objetivo de decir basta. Ese dia todos serían testigos de
su frustración, lo que guardaba en su interior.
El salón temblaba hasta sus cimientos. El techo se resquebrajó y se elevó en el
cielo. El poder de esas dos personas era demasiado. RAO había comenzado a
rodearse de un fuego rojo del que salían cabezas de dragones que rugían soltando
rayos que rompían cosas a su alrededor. La reina comenzaba a absorber la fuerza
de todo aquel que estuviera en su reino. Su pelo rojo se soltó de su peinado y se
elevaba salvaje en el viento generado por su propia energía. La reina comenzó a
crecer en tamaño. Tanto poder ya no podía ser contenido con su cuerpo normal así
que sus brazos crecieron y la musculatura se modificó. Ahora ya medía más de tres
metros y con Samaehada ella se había convertido en un ser de un poder
inconmensurable. RAO ya no podia mas, no podía contenerse. La ira lo gobernaba.
Entonces RAO dio un pisotón en el piso agrietando y levantando polvo a su
alrededor. Tomo impulso y salió disparado más rapido que lo que un pedo dura en
una bolsa. La reina ungida de poder ajeno estaba lista, desvió el abominable
puñetazo de RAO y la fuerza hizo explotar las pocas paredes que estaban a su
derecha. Su hijo se salvó de milagro. RAO comenzó a darle puñetazos pero todos
eran bloqueados por rápidos y contenidos movimientos de Samaehada. La reina
acumulo energia en su mano, sus dedos se prendieron fuego en la punta y en la
palma de la mano se formo una esfera negra la cual lanzó contra RAO pero el golpe
que arrasó con todo lo que estaba a su paso fue bloqueado rápidamente por un
dragón de fuego que salía de la espalda de RAO. La esfera se agrandó, absorbió al
dragón y desapareció generando una explosión que movió un poco la ropa de RAO
pero que no hizo mella alguna en su carne. RAO hizo un movimiento con sus manos
y dos manos gigantes de fuego rojo llenos de electricidad rodearon a la Reina
Magna pero ella apreto con las dos manos el mango de Samaehada y una luz
cegante desvaneció las manos, provocando que todo su alrededor fuera destruido
enviando a su propio hijo a lo lejos en el cielo.
La gente comenzó a agolparse en los alrededores del castillo. El temblor provenía
del mismo y se veia como habia desaparecido con explosiones gran parte del
mismo. Las guerreras de la guardia huyeron despavoridas ante tal visión. Las nubes
alrededor de la zona dejaron un agujero en el cielo. La batalla estaba cambiando el
clima de la zona.
Adentro RAO bloqueaba con un sello dorado circular un haz de luz potente que era
emitido por la Reina. Después de mucho esfuerzo el haz de luz rebotó hacia el cielo
dejándose ver por kilómetros a la redonda y explotando en una bola de fuego. La
onda expansiva derribó árboles y gente en todo el valle. RAO aprovecho el momento
y con un movimiento rapido, desapareció de la vista. La reina miraba a su alrededor,
mientras concentraba una nueva esfera negra pero que ahora era de gran tamaño
sosteniendola arriba de su cabeza. RAO apareció a su espalda y la reina logró
bloquear el golpe pero Samaehada salió volando cayendo al piso y terminó perdida
entre los escombros de la batalla. RAO amago a buscarla y la reina cayó en su
trampa usando su esfera negra de energía haciendo desaparecer el lugar donde la
espada cayó pero un verdor detuvo la esfera y cuando desapareció la espada
flotaba en el aire. RAO lo noto, se dio cuenta que la reina estaba desprotegida,
entonces la miro por ultima vez, se relajo lo mas que pudo, las llamas a su alrededor
desaparecieron y concentró toda su fuerza, toda su ira en la punta de su dedo índice
el cual comenzó a brillar como si fuera ET. La reina comenzó a sonreír, relajada.
Sabía lo que venia a continuacion asi que bajo los brazos y se puso de frente a él.
RAO movió su brazo y con el índice atravesó de lado a lado a la reina. El golpe no
parecia demaciado, pero el cuerpo de la reina comenzó a hincharse y a derretirse.
Un agujero se formó en ella expandiéndose y consumiendola. La fuerza del golpe
restante volvió lava el piso a su alrededor. Una onda expansiva que sintieron en
varios lugares del continente arrasó con la reina y no dejo ni una sola célula de su
existencia.
La batalla había terminado. Donde antes había un castillo ahora había un cráter y de
él salió caminando RAO, portando la espada del infinito Samaehada. Las guardias
miraron a RAO y lo dejaron irse sin levantar la vista. RAO caminaba traumado, triste
y nuevamente solo. Estuvo tan cerca de abandonar esa vida. De vivir en paz con
Moira, pero por no comprender a su alrededor ahora no tenía nada.
RAO miro a Pirilo, quien lo abrazó y le dijo palabras reconfortantes pero que no
quitaban su tristeza. Así todo destruido, miro al horizonte y se fue por donde había
venido, perdiéndose a lo lejos RAO, el guerrero.

Pepilogo.

Un hombre pelado en una montaña que medita levitando, siente una descarga de
energía que lo saca de su concentración y dice: llegó el momento.
Un hombre lobo perdido en una batalla contra un demonio primigenio mira sobre su
hombro hacia el atardecer y dice: Es hora.
Un mago comprando en la verdulería escucha su nombre y dice: Mi turno!
El maestro de RAO, sostiene de la mano a un nene y mientras ve el atardecer dice:
Esta listo.

- FIN -
Agradezco a todos los que nos siguen, a los amigos que siempre están, a los que se
acuerdan a última hora, a todos los curiosos que se quedan 10 minutos y a todos los que
nos dan bola a las 3 de la mañana en esta cuarentena.
Pero sobretodo a mis compañeros de Nerdomancers por bancarme en mis locuras.

A continuación un listado de quienes fueron testigos de esta magia.

RolandoBriones_14808
megaxtrem
ManfredGabriel
javier242
ezequiel224
DiegoPagliaro
ZebaGon
JuanDRomero77
EzequielPaz_
leonelmagno_50395
manzanoenriquem
KiBa_28679
mariov696z
victor2020
NicolsChocorSnchez
RodrigoC_69494
TruquitoDeSega
RubenDesprebiteris
Comahue
MarianoQuetimporta
sargeantbranch
prostata73
galeanonicolas
Daik
cancernokyo
guidocassulo
CelesteNoguera
leo22
Neider94
ArielRolla
DaminAliaga
NicoYacuzzi
RochuLawliet
SaracenaA
Mejillondeelote

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