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( Campaña en Italia )

1 Entregada a los cónsules la carta de C César, a duras penas se consiguió de estos por el
máximo esfuerzo que se lea (leer) en el Senado; pero que se tratara de la carta ente el Senado
no pudo ser conseguido. Los cónsules tratan de la república en general. El cónsul L. Léntulo
promete que él no dará la espalda al senado y a la república si quieren decir las opiniones con
audacia y fortaleza; pero si toman en consideración a César y buscan su favor como han hecho
en tiempos pasados, que él va a tomar el consejo para si mismo y no va a someterse a la
autoridad del senado. Él también tenía acogida hacia el favor y la gracia de César. De la misma
opinión habla Escipión: que Pompeyo tiene su ánimo no faltar a la república si el senado lo
secunda; si vacila y se comporta blandamente, en vano el senado implorara su auxilio si
después la quiere.

2 Este discurso de Escipión, porque el senado se tenía en la ciudad y Pompeyo estaba cerca,
parecía haber salido de la boca del propio Pompeyo. Alguno había emitido una opinión más
suave, como en primer lugar Marco Marcelo, abordando en su discurso, que no convenía
tratar de este asunto ante el senado antes de que se tuvieran levas (reclutamientos del
pueblo) en toda Italia y fueran movilizados los ejércitos, con cuya ayuda el senado con
seguridad y libremente se atreviera a acordar lo que querían; como Marco Calidio, que
pensaba que Pompeyo se marchara a sus provincias, para que no hubiera ningún motivo de
armas; que Cesar temía, que habiéndole arrebatado dos legiones a él, que Pompeyo ante la
ciudad pareciese resérvalas y retenerlas para su perjuicio; como Marco Rufo, que seguía casi
siempre en pocas y diferentes cosas la opinión de Calidio. Todos estos eran acosados por los
ataques del cónsul Lucio Léntulo. Léntulo se negó por completo a anunciar la proposición de
Calidio. Marcelo, aterrorizado por los ataques, abandonó su opinión. Así la mayoría empujada
por las voces del cónsul, por el temor del ejército cercano y por las amenazas de los amigos de
Pompeyo, coaccionados y contra su voluntad, siguen la proposición de Escipión.

25 Dado estos encargos llegó a Bríndisi con seis legiones, tres veteranas y las demás, las cuales
había formado de la nueva y había completado en el camino; En efecto había enviado
directamente desde Corfinio a Sicilia las cortes de Domiciano. Encuentra que los cónsules se
habían marchado a Dirraquio con una gran parte del ejército, y que Pompeyo permanecía en
Bríndisi con veinte cohortes; y no había podido saber con certeza si había permanecido allí
para conservar Bríndisi, para más fácilmente tener en su poder todo el mar Adriático desde las
ultimas partes de Italia y las regiones de Grecia y poder administrar en la guerra desde ambas
partes, o si se había quedado allí por falta de naves; y temiendo que aquel no pensara dejar
Italia, decide bloquear la salida y los servicios del puerto de Bríndisi. La disposición de estas
obras era esta: por donde las embocaduras del puerto eran más estrechas, construía diques y
un terraplén desde ambas partes de la costa, porque el mar era atravesable en estos lugares.
Avanzando más lejos, como el terraplén no podía ser mantenido por la profundidad del agua,
colocaba balsas dobles de treinta pies en todas direcciones desde la zona del dique. Sujetaba
estas con cuatro anclas cada una, para que no fueran movidas por las obras. Terminadas y
colocadas estas, luego añadía otras balsas de igual tamaño. Cubría estas con tierra y un
terraplén, para que las entradas y las incursiones no fueran impedimentos para defender; las
protegías desde su frente y desde ambos lados con cañizos y manteletes; construía torres de
dos pisos cada una en una de cada cuatro, para defenderlas más fácilmente del ataque de las
naves y de los incendios.

27 Ejecutado por César casi la mitad del trabajo y empleados nueves días en esta cosa,
regresan a Bríndisi las naves enviadas por los cónsules desde de Dirraquio, las cuales habían
llevado allí la primera parte del ejército. Pompeyo, empujado ya por las obras de César, ya
incluso porque había decidido desde el principio salir de Italia, con la llegada de las naves
comenzó a preparar su marcha, y para retardar más fácilmente el ataque de César, para que
los soldados no irrumpieran la ciudad en el mismo momento de su marcha, obstruye las
puertas, levanta barricadas en calles y plazas y cava fosos transversales en las vías y allí clava
estacas y palos agudos. Nivela estos (los fosos) con ligeros cañizos y tierra; por otra parte,
cerca con grandes vigas clavadas y puntiagudas las entradas y los dos caminos que llevaban al
puerto por fuera de la muralla. Preparadas estas cosas, ordena a los soldados subir a las naves
en silencio, por otra parte, coloca en la muralla y en las torres soldados armados a la ligera de
los reenganchados, los arqueros y honderos separados unos de otros. Determina llamarlos
con una señal determina, cuando todos los soldados hubieran subido a las naves, y les dejo
naves ligeras en un lugar conveniente.

28 Los brundisinos, movidos por las injurias de los soldados pompeyanos y por los ultrajes del
propio Pompeyo, favorecían los asuntos de César. Y así conocida la marcha de Pompeyo,
corriendo estos de un lado para otro y ocupados en este asunto, los señalaban desde los
tejados en masa. Por medio de los cuales conocido el asunto (marcha de Pompeyo) César
ordena preparar las escalas y armar a los soldados, para no dejar escapar ninguna ocasión de
llevar acabo el asunto. Pompeyo durante la noche suelta las naves. Quienes habían sido
colocados en la muralla para su custodia, son llamados con la señal que se había convenido, y
corren por caminos conocidos hacia las naves. Los solados escalan las murallas por las escalas
colocadas, pero aconsejados por los brundisinos acerca de que se cuiden del vallado ciego y de
los fosos se detienen y guiados por estos alrededor de un largo camino llegan al puerto y
detienen con barcas y botes dos naves con soldados, que habían encallado junto a los diques
de César, a las detenidas las retiran.

29 César, aunque para la esperanza de terminar su empresa aprobaba sobre todo cruzar el
mar con naves allegadas y seguir a Pompeyo ante de que este se fortaleciese con las ayudas
del otro lado del mar, sin embargo, temía la demora de este asunto y el largo espacio del
tiempo, porque Pompeyo le había quitado la presente posibilidad de seguirle con las naves
allegadas a él. Quedaba que se esperasen naves desde las regiones más lejanas de la Galia y
del Piceno y desde el estrecho. Esto parecía largo e impracticable a causa del momento del
año. Entre tanto no quería que estando él ausente el ejército veterano y las dos hispanias se
afianzaran una de las cuales estaba obligada a los grandes beneficios de Pompeyo y que las
tropas auxiliares y la cabellaría se preparara y que la Galia e Italia se atacaran.

( Campaña en Ilerda )
77 César ordena que sean buscados y devueltos con suma diligencia los saldados de los
adversarios que habían ido al campamento durante el tiempo de las conversaciones. Pero del
número de tribunos de soldados y centuriones algunos permanecieron junta a él por su propia
voluntad. A estos aquel después los tuvo en gran honor; restituyó a los centuriones a los
primeros ordenes, a los caballeros romanos al honor tribunicio.

78 Los afranianos estaban oprimidos por el forrajeo, se abastecían con dificultad. Los
legionarios tenían alguna abundancia de trigo porque habían sido mandados sacar de ilerda el
trigo de ventidos días, los cetreros y auxiliares no tenían ninguna de los cuales … . Así un gran
número de estos diariamente huía junto a César. EL asunto se encontraba en estos apuros.
Pero de los planes propuestos parecía más fácil volver a Lérida porque allí habían dejado un
poco de trigo. Confiaban en que allí ellos desarrollarían el resto del proyecto. Tarraco estaba
más lejos, en este trecho comprendían que la situación podía recibir muchas desgracias,
aprobado este plan parten del campamento. César enviada por delante la caballería para
hostigar e impedir la retaguardia, él en persona sigue con las legiones. No pasaba ningún
momento sin que los últimos no lucharan con la caballería.

Séneca

Con agrado de los que vienen de ti, es sabido que vives familiarmente con tus esclavos. Esto
conviene a tu prudencia, esto a tu cultura. “Son esclavos” Pero además hombres. "Son
esclavos". Pero además familiares tuyos. "Son esclavos". Pero además humildes amigos tuyos.
"Son esclavos". Pero además compañero esclavo, si piensas que lo mismo le es lícito a la
fortuna para cada uno y otro. Así pues, me burlo de esos, que consideran vergonzoso cenar su
esclavo: por qué a no ser porque una costumbre muy soberbia pone una turba de esclavos que
están de pie alrededor de su dueño mientras cena. Aquel come más de lo que es capaz y con
gran avidez carga su vientre distendido y deja acostumbrado ya al oficio de vientre para
devolver todo con mayor trabajo del que lo ingirió: pero a los siervos infelices ni si quiera le es
lícito mover los labios. Todo murmullo se reprime con la vara y ni si quiera se liberan de
latigazos las cosas imprevisibles, la tos, los estornudos, los hipos: con gran castigo se paga el
silencio interrumpido. Durante toda la noche permanecen en ayunas y mudos. Así sucede, que
hablan sobre su amo aquellos a quienes no está permitido hablar en presencia de su amo. Pero
aquellos, quienes tenían conversación no únicamente en presencia del amo, sino con ellos
mismos cuya boca no estaba cosida estaban dispuestos a ofrecer su cuello por el señor y a
desviar cualquier peligro inminente hacia su propia cabeza: en los banquetes hablaban, pero
en los tormentos callaban.

(13) Vive con tu esclavo apaciblemente incluso alegremente, y admítelo en tus conversaciones,
en tu consejo y en tu convivencia. En este lugar me aclamará toda una tropa de afeminados:
“Nada es tan ruin como esto, nada tan vergonzoso.” Yo sorprenderé a estos mismos besando
la mano de los siervos ajenos. ¿Ni si quieras veis eso como nuestros mayores quitaron toda
envidia a los señores, toda injusticia a los esclavos? Llamaron al señor padre de familia, a los
esclavos, lo que incluso hasta hoy perdura en los mimos, familiares. Establecieron un día
festivo, no el único en el cual, pero en todo caso en el cual los señores comieran con los
esclavos; permitieron a estos tener honores en la casa, expresar lo justo y consideraron que la
casa era una pequeña república. ¿Pues qué? ¿Voy a llevar a mi mesa a todos los siervos? No
más que a todos los libres. Te equivocas, si piensas que yo rechazaré a algunos como a los del
trabajo más sórdido, como piensa en el mulero y en el vaquero: no los estimaré por sus
servicios sino por sus costumbres. Cada uno escoge las costumbres, el azar adjudica los
servicios. Unos cenarán contigo, porque son dignos, otros, para serlo: pues si algo es servil en
ellos de la sórdida conversación, la convivencia de los más honestos la arrojará. No hay, Lucilio
mío, que buscar un amigo solo en el foro y en la curia: si estás atento con diligencia también
los hayas en casa. Con frecuencia un buen material resulta inútil sin artista, pruébalo y
experiméntalo. De la misma manera es un necio, quien al ir a comprar un caballo no examina
al mismo, sino a su silla y sus frenos, así es más necio, quien juzga a un hombre por la ropa por
la condición, que está abrazada a nosotros a modo de vestido. Es un esclavo. Pero quizá sea
libre es un ánimo. Es un esclavo. Esto le dañará. Muestra quien no lo es: uno sirve al deseo,
otro a la avaricia, otro a la ambición, todos a la esperanza, todos al temor. Daré un consular
sirviendo a una anciana, te daré a un rico sirviendo a una criada, te mostraré jóvenes más ricos
como esclavos de pantomimos: ninguna esclavitud es más infame que la voluntaria. Por lo que
no hay razón para que esos desdeñosos te aparte, de lo cual te manifiestes con tus siervos
menos jovial y no soberbiamente superior: que te veneren antes que te teman. Dirá ahora
alguna que yo llamo a los esclavos a la libertad y dirá que yo derribo a los señores de su tejado,
porque he dicho: antes honre que… ¿Qué los honren como clientes como saludadores? Quien
haya dicho esto quizá olvide que esto no es poca cosa para los señores lo que es suficiente
para un dios. Quien es honrado también es amado: el amor no puede mezclarse con el temor.
Por eso también considero que tú lo hagas correctísimamente, puesto que no quieres ser
temido por tus siervos, porque haces uso del castigo de las palabras: con los azotes son
amonestados los seres mudos. No cualquier cosa que nos ofende también nos hiere: pero nos
obligan a llegar a la rabia los placeres, porque cualquier cosa que no se corresponde con
nuestra voluntad despierta la ira.

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