Está en la página 1de 4

PRIMERA PARTE

ESPECULACIÓN GENERAL
VI. LEMAS ÉTICOS. Construcción de las funciones humanas, según la relación del
hombre con el resto del mundo, como oscilación entre la superación y el resta-
blecimiento de la oposición. Oposición entre ser y conciencia. Idealidad y rea-
lidad. El hombre forma lo real en su idealidad: función cognoscitiva. El hombre
forma su ideal en la realidad: función organizativa. Mediante esta última fun-
ción, el hombre une las cosas a sí mismo; mediante la primera, se une a las co-
sas. El restablecimiento de la oposición tiene lugar por sí misma en el cumpli-
miento de cada uno de los actos.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta la relación de los hombres en-
tre sí, que se compone de identidad de la naturaleza en todos y de particularidad de
la persona en cada uno. Como la primera oposición no era pura, sino que cono-
cer y organizar se unen en cada momento de la vida, así lo particular no sólo se
aproxima a la naturaleza idéntica, sino que, viceversa, la propia naturaleza se
configura particularmente en cada uno y en lo particular se manifiesta lo idén-
tico. La naturaleza humana, además, se presenta como una vida relativamente
aislada en la comunidad humana y, por tanto, ambas funciones se comportan
como idénticas y particulares en todos.
Hay que mostrar aún que este esquema no es demasiado general, sino
que comprende lo particular del hombre. Es notorio que el hombre sea, en pri-
mer lugar, la conciencia que se manifiesta completamente. Antes de que esto
suceda, el ser distinto no se imagina como algo opuesto con determinación y el
ciclo de conocer y organizar sólo se da en la conciencia. Del mismo modo, lo
particular se pone de relieve no sólo con más fuerza en la conciencia, sino que
sólo en ella se plantea como algo interno. Que ninguna actividad humana pue-
da pensarse fuera de este esquema resulta claro, pues tendría que ser una acti-
vidad que no penetrara el lado real del hombre o una imaginación que no ima-
ginara nada. La tarea consiste, por tanto, en encontrar en el seno de este
esquema el lugar de la actividad artística.

VII. En la función cognoscitiva se encuentra, en primer lugar, el saber con su


correlato, el lenguaje. Pensamos en el saber como algo universalmente válido,

33
34 FRIEDRICH DANIEL ERNST SCHLEIERMACHER

tratamos de disolver las diferencias y presuponemos que lo particular se reduce


a la menor expresión. Podríamos situar aquí la poesía, que es una representa-
ción de lo pensado por medio del lenguaje. Sin embargo, por una parte sería
sólo poesía, y no podríamos adquirir con esta perspectiva un concepto univer-
sal del arte; por otra, observando las cosas con más atención, encontraríamos
que lo particular de la poesía carece aquí de sitio. La diferencia entre la historia
y la epopeya estriba en que esta última no presenta un conocimiento recibido,
sino un conocimiento libremente producido. En este caso, consideramos exce-
lente el arte en la medida en que se muestra en general como cumbre, pero no el
auténtico arte. En la función organizativa reside, ante todo, el procedimiento
mecánico. (Encontramos la elevación de lo idéntico a lo diferente en la transi-
ción.) También podríamos incluir la escultura, que elabora un material dado.
Pero lo que la escultura forma no se convierte en instrumento ni se relaciona
con las demás actividades humanas. En este caso sólo encontramos de verdad el
arte como accidente, tal y como el arte se aplica a lo mecánico. Hemos de buscar,
volviendo sobre nuestros pasos, lo que originalmente le era propio. En la fun-
ción cognoscitiva reside el sentimiento, que también es algo cognoscitivo, la con-
ciencia de la relación del hombre con el mundo. Son conocidas su particulari-
dad y su intransitividad. El sentimiento se expresa mediante el sonido y el
movimiento, del mismo modo que el saber lo hace mediante el lenguaje. Aquí
encontramos los inicios naturales de dos artes, la música y la mímica, y lo artístico
tan cerca de lo que carece de arte, que no podemos pasar por alto en este punto.
Puesto que no queremos construir con lo absoluto, para no dar lugar con lo in-
construible a una oposición insalvable, no tenemos otro camino que construir
con la diferencia de lo artístico con lo que se le parece, aunque carezca, sin em-
bargo, de arte. Hemos de retomar este aspecto, pero sin olvidar que sólo tene-
mos artes particulares y que, si no podemos universalizar esta diferencia, tendre-
mos que buscar antes, de un modo semejante, los lugares particulares de las
demás artes. En este último caso tendremos que remontarnos aún más para vol-
ver a encontrar los principios de la división. La primera opción sería la más favo-
rable, pero por ello hemos de entregarnos con más precaución al trabajo.
En este dominio, la excitación interna es idéntica en lo carente de arte y
lo artístico y las expresiones son las mismas. Lo carente de arte no tiene medida
ni regla (salto de alegría, ira furiosa, grito de horror, etc.) Lo artístico tiene me-
dida y variedad y se convierte en canto y danza. Donde hay medida y variedad,
sin embargo, hay un tipo interno, un arquetipo, que precede a la ejecución y si-
gue a la excitación. El arte es, en este caso, la identidad de la inspiración, por me-
dio de la cual la expresión surge de la excitación interna, y de la reflexión, por
medio de la cual la expresión surge del arquetipo.
ESTÉTICA 35

VIII. Lo carente de arte es la inmediata identidad de la excitación y la expresión. Exci-


tación y expresión son completamente simultáneas y están unidas por un vín-
culo inconsciente, siendo la una para la otra principio y fin, por lo que se dice
que la excitación desaparece en la expresión, de modo que no trasciende a
otros actos. Cuando reflexionamos sobre la falta de medida y regla de nuestra
expresión, esta reflexión suscita una acción negativa que, si bien no produce
un tipo determinado, mitiga la falta de medida y la tosquedad. En el momento
en que la conciencia interviene positivamente entre la excitación y la represen-
tación, ambas, que se encuentran tan cerca en el tiempo una de otra, pueden
separarse como momentos. Hay que decir que, en el dominio del arte, esa identi-
dad no sólo no es necesaria, sino que resulta esencialmente superada, y la repre-
sentación se une inmediata y únicamente al arquetipo. Con ello se supera por
sí misma una objeción que podría hacerse a esta deducción; a saber: que quie-
nes practican el arte no se encuentran en un estado de excitación, puesto que
la representación se vincula mediante el arquetipo a un momento de excita-
ción, del que brota el arquetipo mismo. Sin embargo, en esta vinculación inter-
viene también, mediante su separación, la posibilidad de una oposición relativa
de ambos momentos respecto a la unidad y la multiplicidad, de modo que una re-
presentación puede vincularse a diversos momentos de excitación y, viceversa,
un momento de excitación se puede vincular a una multiplicidad de represen-
taciones. En lo carente de arte, el momento de excitación se da inmediatamen-
te o, si es demasiado débil, no se da en absoluto, y muchas representaciones re-
sultarán análogas y afines, pero sin una conexión real entre sí. Si interviene la
conciencia, por el contrario, ese momento de excitación puede dar lugar a una
formación arquetípica, aunque no se manifieste inmediatamente. Si el estado
de excitación se mantiene con esta inhibición puede dar lugar a una segunda
formación arquetípica, que puede distinguirse en la representación de la pri-
mera o confundirse con ella en un conjunto mayor. Lo último también puede
suceder si de la inhibición surge un segundo momento análogo al primero, en
cuyo caso la representación libre se une a los dos momentos de excitación. To-
do esto se ve inmediatamente, en nuestros dominios artísticos, en las fiestas po-
pulares. Aquí las representaciones aparecen, desde el punto de vista temporal,
de un modo completamente arbitrario, pero el tiempo de fiesta no es sino la
descarga previamente diferida por la formación arquetípica interiormente acu-
mulada. Que aquí también hay una vinculación al momento de excitación se
explica porque unimos las representaciones a un determinado carácter senti-
mental (lo que se pierde en las representaciones más complejas, que, en parte,
ya no representan lo original y, en parte, exigen, para volverlo a reconocer, un
órgano más ejercitado). Contra esta última prueba podría objetarse que la re-

También podría gustarte